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La Llorona es una leyenda de origen latinoamericano, especialmente popular en México. La versión más
difundida cuenta la historia de una mujer que había sufrido el rechazo de su marido, y ella, en señal de
despecho, asesinó a sus hijos. La culpa la hace regresar por las madrugadas en la forma de un fantasma que
grita “¡Ay mis hijos!”.
Otras versiones cuentan que se trata de una representación de La Malinche, mujer que ejerció como
traductora e intérprete de Hernán Cortés durante “la conquista” de América. En este caso, el grito de
sufrimiento tiene que ver con que algunas versiones del proceso de colonización, han atribuido injustamente a
la Malinche la responsabilidad sobre lo ocurrido.
El hombre lobo
El hombre lobo es probablemente una de las leyendas que más ha inspirado cuentos y películas en Europa.
Cuentan que a finales del siglo XIX, un hombre con licantropía asesinó a 17 personas. La explicación que él
mismo dio es que por las noches, se transformaba inevitablemente en un lobo cuya necesidad insaciable era
asesinar. En otra versión, de origen guaraní, existe un humano de aspecto desgarbado y olor desagradable
que se transforma en lobo durante las noches de luna llena, y se dedica a atacar granjas y buscar carroña.
El señor de Chacos
Esta leyenda corta se basa en el folclore de Perú, y concretamente de la zona de Huánuco, en un pequeño
pueblo llamado Chacos. Hace mucho tiempo, una joven pastora salió al campo y, en determinado lugar en el
que parecía no haber nadie, empezó a escuchar unos fuertes martilleos. Al girarse encontró a un hombre
anciano que por algún motivo no había sido capaz de ver antes, y que estaba tallando una gran cruz de
madera.
Al preguntarle que qué hacía, el anciano afirmó ser carpintero; dijo también que la cruz era una pieza de
artesanía para él mismo. Como la pastora vio que se trataba de una tarea muy pesada para un hombre tan
mayor, le ofreció un poco de la comida que llevaba, a lo que el carpintero dijo que no hizo falta. Le contestó
que, sin embargo, si al día siguiente se pasaba por allí y le ofrecía algunas flores, se pondría contento.
Al día siguiente, la pastora se dirigió al mismo lugar con las flores... pero allí se encontró el cuerpo sin vida del
anciano, totalmente disecado y crucificado en la cruz que había visto un día antes.
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque era el animal más veloz. También era
vanidosa y constantemente se reía de la lenta tortuga.
Un día, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una apuesta a la liebre.
La liebre, muy divertida, aceptó y todos los animales se reunieron para presenciar la carrera.
Un rato después, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, eso sí, sin
parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo, tanto que se detuvo al lado del camino y se sentó a
descansar. Varias veces repitió lo mismo, le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.
Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida. Mientras tanto, pasito a
pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se
despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.
Érase una vez, un León que dormía junto a un árbol, cuando un Ratón se le acercó y comenzó a correr hacia
arriba y hacia abajo sobre él. Esto despertó al León, que colocó su enorme pata sobre él y abrió sus grandes
mandíbulas para tragárselo.
- Perdóname esta vez, oh rey, nunca lo olvidaré: ¿quién sabe, quizás pueda hacer algo por ti algunos de estos
días?
El León estaba tan emocionado ante la idea de que el Ratón pudiera ayudarlo, que levantó la pata y lo dejó ir.
Algún tiempo después el León se vio atrapado en una trampa humana y, los cazadores lo ataron a un árbol
mientras buscaban un carro para llevarlo.
Justo en ese momento, pasó el ratoncito, y al ver la triste situación en la que se encontraba el León, se acercó
a él y pronto royó las cuerdas que ataban a su nuevo amigo. El pequeño ratoncito logró salvar al león que, le
estuvo eternamente agradecido y, desde entonces, siempre le dejó trepar a su lomo.
Moraleja: no subestimes las capaciades de otras personas porque parezcan débiles. Sé bondadoso con los
demás, y los demás lo serán contigo.
Fue entonces cuando, el astuto zorro le pidió que cantase con su voz melodiosa para que pudiera escucharle.
El vanidoso cuervo, cedió ante la petición de su admirador y, en el momento en el que abrió el pico, cayó el
queso que fue devorado inmediatamente por el zorro.
Moraleja: no te fíes de las alabanzas y elogios de los demás. No confíes en quien solo te ensalza.
1. Está un niño haciendo deberes y le pregunta a su papá: ¡Papá!, ¿cómo se escribe la palabra
campana? Su padre responde: Pues se escribe igual que suena hijo. Gracias, papá, le responde el
niño antes de escribir tolón, tolón.
2. Un grupo de personas están haciendo el censo en la ciudad cuando llegan a una casa llamada
"Paraíso". Tocan a la puerta y sale un hombre, de modo que preguntan: Señor, buenos días. ¿Cuál es
su nombre? Mi nombre es Adán. Señor Adán, ¿cuál es el nombre de su esposa? El nombre de mi
esposa es Eva, responde. Ummmm, a ver… ¿Por casualidad la serpiente también vive aquí? ¡No
amigo, claro que no!, la suegra fue desterrada de este paraíso hace tiempo.
3. Un hombre todo feliz le pregunta a su esposa: ¿Mi amor, qué me vas a regalar el día de mi
cumpleaños? Ella le responde: mira, ¿ves ese coche que hay en la esquina? El hombre, super
emocionado le dice: ¡Dios mío! ¿Enserio vas a regalarme ese coche? Ella, sorprendida, le dice: ¡claro
que no!, te voy a regalar una plancha de ese mismo color.
RETAHILAS
Chincha, rabiña
Chincha, rabiña,
tengo una piña
con muchos piñones
y tú no los comes.
Zapatito
Zapatito blanco,
zapatito azul,
dime cuantos años
tienes tú.
Pito, pito
Pito pito, colorito,
¿Dónde vas tu tan bonito?
A la era verdadera,
pin, pan, fuera.
TRABALENGUAS
Pablito clavó un clavito en la calva de un calvito. Un clavito clavó Pablito en la calva de un calvito. ¿Qué
clavito clavó Pablito?
Cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentos cuentas, porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas,
nunca sabrás cuántos cuentos cuentas tú.
Pedro Pablo Pérez Pereira, pobre pintor portugués, pinta preciosos paisajes por poca plata, para poder pasar
por París.