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Speech para Adolescencia

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En esta materia, como menciona Grassi en Mesa Redonda, se trata de

abordar la adolescencia teniendo como marco el Psicoanálisis, al cual se lo ha


complejizado pensándolo desde el Paradigma de los Sistemas Complejos que
plantea Najmanovich, el cual entiende que debe pensarse en red, lo cual
implica la posibilidad de tener en cuenta el grado de interconexión de los
fenómenos, notando la diversidad y la complejidad de la experiencia humana.
Estas redes se hacen “al andar”, son fluidas, crecen, se transforman y pueden
reconfigurarse, y permiten pensar(nos) en nuestro devenir como sujetos
sociales enredados en múltiples configuraciones vinculares. También el cuerpo
debe ser pensado, no desde lo puramente biológico, sino que como condición
de posibilidad para ser en el mundo, como sede de afectación; la corporalidad
pertenece a una temporalidad, es en el devenir, existe en y por una dinámica
de intercambios y constantes transformaciones. Desde la perspectiva vincular
el cuerpo es un entramado de su propia historia.
Siguiendo a De Lucca, como para situarnos mejor en el posicionamiento, al
principio, en un primer momento, la materia abarcaba la niñez y la adolescencia
juntas y era presentada como una psicología del desarrollo influenciada por el
psicoanálisis de Klein, donde se planteaba una mirada lineal sobre la
temporalidad y se hablaba de etapas siguiendo los procesos madurativos
biológicos (planteando que tenían una soldadura con lo psicológico) sin tener
en cuenta el contexto histórico-social. En un segundo momento, ya divididas
adolescencia y niñez, se consideró otro paradigma que le daba más prioridad a
los procesos psíquicos en juego y donde lo histórico-social ya había sido
acuñado por autores como Castoriadis y Riviere. En el tercer momento, que es
la postura que se mantiene en la actualidad, se encuentran los paradigmas que
fueron mencionados anteriormente.
La adolescencia, como indica Córdova en la primavera del significante, fue
planteada como una fase evolutiva por Stanley Hall en el año 1904, un año
antes de que Freud publicara Tres ensayos. En la década del 50 de ese mismo
siglo el adolescente empezó a diferenciarse, a crear signos de cultura propia
(como el rock).
La palabra adolescente plantea, etimológicamente, un proceso de
crecimiento, es “estar creciendo”. Sin embargo, la misma fue manipulada
lingüísticamente a lo largo de la historia, generando una falsa, errónea y
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malversada relación con el término adolecer, desestimando todo el impulso


creador del creciente y dejándolo en la posición de un ser imperfecto, a medio
camino de ser alguien completo.
El adolescente es una novedad que arriba al contexto familiar y social, un
sujeto que tiene la urgencia de transformar, crear y poner en desorden el
cuerpo, la identidad infantil, el orden familiar y generacional como también el
lenguaje, creando significaciones propias, desalienándose de lo establecido por
convención de los adultos y los significantes parentales del tiempo de la
infancia. Como poetas juegan, desordenan, moldean, modifican y mastican las
palabras y, con ellas, crean nuevos sentidos. Marcan la amenaza del recambio
generacional agitando los espectros de la figura de la muerte, la sexualidad y el
extranjero. El término creciente hace referencia a un proceso vivo, siendo que
se va realizando en su propio devenir.
El adolescente transita, de este modo, siguiendo a Grassi, por desvíos,
bordes y desbordes, más que por logros, metas claras y fijas. Su desarrollo
saludable implica demoras, detenciones, progresiones y regresiones, y las
distintas relaciones que se van dando con el ambiente y la cultura.
La adolescencia es vista como el periodo de mayor creatividad espontánea,
no dirigida, posibilitada por la irresponsabilidad, es decir no significada, ni
puesta al servicio de un proyecto ya definido, ni dependiente de la valoración
del adulto.
Siguiendo a Nasio, la adolescencia puede ser entendida como un pasaje
delicado, atormentado y creativo, que empieza al final de la infancia y termina
en las puertas de la adultez.
Todo en el adolescente, señala el autor, son contrastes y contradicciones,
con cambios de humor constantes. Los únicos ideales a los que adhiere son los
de sus amigos, y a sus padres les manifiesta sentimientos contrarios a los que
realmente siente: los desprecia y les grita su odio, mientras que en el fondo los
ama en secreto. Es un ser que sufre, que exaspera a los suyos y, al mismo
tiempo, se siente estrangulado por ellos.
La adolescencia una de las fases más fecundas de nuestra existencia donde
se conquista el espacio intelectual (con intereses culturales), el espacio social
(con nuevos vínculos) y espacio afectivo (con nuevas emociones).
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Ante la creciente importancia que la sociedad tiene ahora en su vida,


comprende cuán vital es el otro biológica, afectiva y socialmente para cada uno
de nosotros, se percata de que no podrá ser completamente independiente,
siempre necesitará un otro.
Al creciente la mayor parte del tiempo le cuesta expresar su malestar con
palabras: no logra identificar qué es lo que está sintiendo. Por lo tanto, se ve
lanzado a actuar más que a hablar, y el mal-estar, su sufrimiento inconsciente,
se traduce más por el medio de los actos y comportamientos impulsivos. Por
ende, les compete a los adultos soplarle las palabras que le faltan para
ayudarles a traducir el mal-estar que sienten.
Al crecer, según Nasio, pasamos por dos neurosis: una durante el Edipo y
una neurosis juvenil durante la adolescencia. Estas son neurosis sanas,
pasajeras y se resuelven por sí mismas.
La adolescencia es un duelo de la infancia: el joven debe perder a la vez su
universo de niño, conservar en sí mismo sus sensaciones y emociones
infantiles, y conquistar la edad adulta. Es un proceso de duelo y renacimiento,
con comportamientos angustiados, tristes y rebeldes según el abordaje
psicoanalítico.
El adolescente pasa POR TRES DUELOS: PIERDE, CONSERVA Y
CONQUISTA (GANA) A LA VEZ: pierde el cuerpo del niño, conserva lo
sentido, percibido y querido junto con su inocencia de niño y, finalmente,
conquista la edad adulta.
Hace falta un tiempo para aceptar la ausencia definitiva del cuerpo del niño,
se produce un duelo. Se debe aprender a vivir de aquel modo que ya no
volverá a estar a quererlo de otra manera que cuando estaba vivo.
Para el adolescente no es fácil amar al niño que fue, de hecho le horroriza
ser tratado como un niño, así que rechaza su infancia. Sin embargo, la forma
de crecer es asumiendo dicha infancia: debe amar al niño que fue.
Dos indicadores de madurez (aunque hay que tener en cuenta que es
inalcanzable la madurez total) son que el joven adulto no se avergüenza de
jugar con niños ni de mostrar obediencia frente a una autoridad.
En el ENTRETIEMPO DE LA SEXUACIÓN confluye el BIFASISMO
SEXUAL. Sigmund Freud, en Metamorfosis de la pubertad, es quien introduce
la idea de una acometida en dos tiempos del desarrollo de la sexualidad. Estos
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dos tiempos corresponden el primero a la sexualidad infantil caracterizada por


las pulsiones parciales y el autoerotismo; y el segundo, iniciado con el
advenimiento de la pubertad, con sus decisivas transformaciones que
supondrán el primado de la sexualidad genital y al arribo de una ‘’conformación
normal definitiva’’. Pensar los dos tiempos de la sexualidad, el bifasismo sexual
implicó en Freud romper con la idea de un tiempo cronológico y una evolución
lineal del desarrollo sexual.
Sin embargo, a partir de señalar la existencia de lo genital en la sexualidad
infantil, se condujo a pensar que la sexualidad genital adulta no sería entonces
otra cosa que una extensión de la sexualidad infantil, dejando de lado los
profundos y complejos procesos que median entre una y otra sexualidad.
Bleichmar cuestiona eso (lo cual es tomado por la cátedra) y habla del
encuentro de DOS SEXUALIDADES DISTINTAS: la infantil y la sexualidad
genital adulta (no como dos fases de una misma sexualidad).
En este entretiempo, señala Córdova (tomando a Gutton) se juegan los
MOMENTOS LÓGICOS PUBERAL, ADOLESCENTE Y LA JUVENTUD, los
cuales son, tomando a Grassi trabajos psíquicos a transitar. Gutton dirá que lo
puberal crea los materiales sobre los que trabaja lo adolescente. Lo puberal
es la presencia ardiente de la sexualidad genital que activa la interpretación de
la sexualidad infantil, creando representaciones incestuosas y fantasmas de
seducción.
Es el exceso de sensualidad que se derrama como lava inundando cuerpo y
psiquismo. Lo adolescente en cambio está representado por la metáfora del
mar, que podrá atenuar esa ardiente sensacion, desexualizando el exceso de
sensualidad, enterneciendolo mediante los procesos de elaboración,
sublimación e idealización de esas representaciones edípicas incestuosas. Es
decir que lo puberal genera el exceso de sensualidad que infiltra al
adolescente, mientras que lo adolescente ‘’enternece’’ ese plus, lo apacigua.
Para hablar de lo puberal, es necesario hablar de lo ORIGINARIO. Según
Gutton, en lo originario puberal se trabaja bajo el axioma de la
complementariedad de los sexos, fantasía de reencuentro con la pareja
complementaria incestuosa que conduce inconsciente y peligrosamente hacia
la amenazante figura de la madre funcional arcaica. El varón busca ardiente y
obsesivamente la vagina que lo contenga; la mujer, el pene que la colme. Pene
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y vagina son tan ‘’fusionalmente complementarios’’ en la fantasía como otrora


lo fueran la boca y el pecho.
La pubertad arroja al niño de este modo —devenido púber— en un sitio
incómodo y desconocido para él. De este modo, parafraseando a Córdova, el
cuerpo del púber se encuentra en proceso de transformación que resulta
extraño y lo todavía niño en éste convive con lo nuevo adulto. En este tiempo
lógico el aparato psíquico del sujeto es abordado por un monto de energía
libidinosa que éste no se encuentra preparado para asimilar, lo cual sobreviene
un trauma puberal al no poder ser elaborado
Dicho trauma puberal podrá ser resignificado vía la elaboración adolescente
del acontecimiento como acto creador y su apertura ante el devenir novedoso.
Lo puberal en su versión originaria es una tendencia antiseparadora
por excelencia, búsqueda de la repetición de toda experiencia de
complementariedad. Lo adolescente, es una fuerza separadora, promueve
la búsqueda de lo nuevo, es una tendencia a la creatividad.
En palabras de Córdova, el trauma puberal, entonces, “promueve como
respuesta los trabajos de lo adolescente” 1. Este acontecimiento, siguiendo a
Moreno, enlaza un cambio suplementario en la estructura al individuo:
involucra, de este modo, “un cambio de discurso donde transcurre la
sexualidad llamada (…) «adulta»”2. Córdova añade que, para que el
acontecimiento sea considerado de esa manera, éste “requiere que el sujeto se
implique activamente con las transformaciones y lo sancione como tal” 3.
Según Puget, la llegada de la pareja es un gran acontecimiento para el
adolescente. Grassi denomina este encuentro como hallazgo-creación del
objeto, el cual es novedoso —una producción combinatoria, creativa y original
—, inscribe un “acontecimiento que diferencie lo que ya está investido por el
niño y la familia”4. HABLAR DE FREUD.
Parafraseando lo planteado por Grassi el HALLAZGO-CREACIÓN DEL
OBJETO debe producirse con un objeto por fuera del cuerpo propio y
extrafamiliar, que no repita el encuentro ligado a los primeros objetos

1
Córdova, N. (2019) Del trauma puberal al acontecimiento adolescente. Página 5.
2
Moreno, J. La pubertad y el acontecimiento adolescente. Los ritos de pasaje adolescentes. La adolescencia a través del
Edipo. En La infancia y sus bordes. Un desafío para el psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. Página 152.
3
Córdova, N. (2019) Del trauma puberal al acontecimiento adolescente. Página 1.
4
Grassi A. (2013) Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?)de objeto. Parte I: El entretiempo adolescente. En Entre
niños, adolescentes y funciones parentales. Buenos Aires. Entreideas. Página 40.
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incestuosos de cuidado y amor producido con anterioridad. Todo lo contrario:


dicho objeto tiene que devenir nuevo y debe ser, por lo tanto,
HETEROFAMILIAR —no solo tiene que estar por fuera de la familia, sino que
debe ser distinto a ella—, pudiendo ser investido por las corrientes tierna y
sensual de la pulsión. De esta manera, el adolescente, tomando la llegada de
aquello novedoso como algo inédito, inscribe diferencias de sexo, cuerpo,
categorías y vínculos nuevos que denoten la alteridad: el poder visualizar al
otro como un ser distinto a sí mismo.
Por otra parte, el hallazgo de objeto, según Grassi en Hallazgo de objeto, “no
es sin el pasado historizado, (...) sin la re-interpretación de la historia infantil,
(…) sin su construcción, sin su ligadura genealógica” 5, requiriendo la historia un
reordenamiento de lo vivido a través de la narración, novelando aquello que
pasó a ser parte del pasado. Recordar y elaborar lo infantil como algo ya
pasado demanda, tomando lo planteado por Córdova en Duelo e historización,
“asumir la muerte simbólica de los padres de la infancia y del niño maravilloso” 6
que fue. De esta forma el adolescente debe afrontar un DUELO
HISTORIZANTE, el cual es un proceso doloroso de revisión que recae sobre
los objetos y vivencias decisivas del pasado, donde dichos recuerdos se irán
engarzando para configurar una historia. Tramitar el duelo ayuda a recordar lo
vivido en el pasado como algo irremediablemente perdido, simbolizando dicha
ausencia y produciendo subjetividad con la guía del Ideal del Yo.
Según Piera Aulagnier el adolescente solo puede construir su futuro si ha
investido su pasado, produciéndose de ese modo un pasaje psíquico en el cual
pueda separarse del discurso de sus progenitores. De este modo, puede
decirse que en un primer momento es necesario que el Yo devenga aprendiz
del historiador, donde será un coautor indispensable hasta que consiga lograr
su autonomía y sea el encargado del proceso de construcción y reconstrucción
de su historia.
Puget agrega que, en la adolescencia, aparte de tener un Yo que historiza,
también se origina la puesta en acción de un cuerpo sexuado vincular. Este
se trata de un cuerpo que se construye con un Otro significante,
diferenciándose de este modo con el cuerpo erógeno. Como efecto de esta

5
ídem. Página 43.
6
Córdova, N. Duelos e historización. Construir(se) un pasado - Elaborar un duelo. Página 5.
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relación, de este nuevo vínculo, se inaugura una marca que hace a la


subjetivación del sujeto, originando con este cuerpo sexuado una historización.
La pareja, de este modo, comparte entre sí su historia, la cual deja de
pertenecerle en sí a las familias de origen. Así, al compartir la historia se
convierte en la historia de ambos, donde además resignifican las vivencias
quitando las hierbas para poder analizar la flor.
La autora a su vez plantea que existe un “doble trabajo de historización” 7:
uno que se construye a partir de una marca que le pertenece al adolescente y
que adquiere sentido en la nueva vida vincular, y el otro en el que la historia de
la cual es portador le sigue perteneciendo.
El proceso de duelo historizante propicia el DESASIMIENTO de los objetos
primordiales para que el creciente pueda liberar el monto de libido de ellos e
investir aquellos nuevos —y ya mencionados— encuentros con objetos
heterofamiliares, abriendo juego a nuevas identificaciones posibles. Según
Freud (1905), este desasimiento de la autoridad de los progenitores “el único
que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la
nueva generación y la antigua”8.
Al hablar de duelo historizante y de la historia familiar, también es importante
hablar de LA TRANSMISIÓN PSÍQUICA QUE SE PUEDE DAR
TRANSGENERACIONAL: entre generaciones. Según Gampel la transmisión
psíquica está influenciada por fenómenos ICC, incluso imprevisibles,
radiactivos que pueden ser transmitidos de generación en generación de forma
pasiva. La radiactividad puede circular y no afectar a un individuo en particular.
Actúa a distancia, y sus efectos no tienen límites ni en el espacio ni en el
tiempo. La identificación radiactiva contiene elementos heterogéneos, llegados
de afuera, asimilados, interiorizados de modo fantasmático, que pueden
resurgir en una sobretensión traumática.
Por otro lado, Kaes plantea herencia que traemos de otras generaciones,
cuando llega no es punto de llegada, sino de partida, en base a eso que
recibimos debemos hacer procesos psíquicos, debemos actuar, no ser
receptores pasivos. A veces heredamos contenidos que no nos sirven o nos

7
Puget, J. Historización en la adolescencia. En Cuadernos de ApdeBA Nº 1 de Niñez y Adolescencia. Buenos Aires,
Publicación de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Página 129.
8
Freud S. (1905) Metamorfosis de la pubertad. Tres ensayos para una teoría sexual. En Obras Completas Volumen
VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976. Página 207.
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dañan, pero podemos transformarlos en algo positivo, otros pueden generarnos


síntomas, etc.

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