El Conde Lucanor
El Conde Lucanor
El Conde Lucanor
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Cuento VIII
Lo que sucedió a un hombre al que tenían que limpiarle Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su
el hígado consejero, y le dijo:
-Ahora estoy necesitado de dinero, aunque Dios me ha
hecho venturoso otras muchas veces. Creo que tendré que
vender una de mis tierras, aquella por la que más cariño siento,
aunque, si lo hago, me resultará muy doloroso, o bien tendré
que hacer otra cosa que me dolerá tanto como la anterior.
Tengo que hacerlo para salir del agobio y de la penuria en que Si no te piensas bien a quién debes prestar,
estoy, pues, aunque me ven así, y a pesar de que no lo sólo muy graves daños te podrán aguardar.
necesitan verdaderamente, vienen a mí muchas gentes a
pedirme un dinero que tantos sacrificios me va a costar. Por el
buen juicio que Dios ha puesto en vos, os ruego que me digáis
lo que debo hacer en este asunto.
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-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio- me parece que os
ocurre a vos con esa gente lo que le pasó a un hombre que
estaba muy enfermo.
Y el conde le rogó que le contara lo acaecido. Cuento IX
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, había un hombre que
estaba muy enfermo, al cual dijeron los médicos que no podría Lo que sucedió a los dos caballos con el león
curarse si no le hacían una abertura en el costado para sacarle
el hígado y lavarlo con unas medicinas. Mientras lo estaban
operando, el cirujano tenía el hígado en las manos y, de pronto,
un hombre que estaba cerca comenzó a pedirle un trozo de Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio
aquel hígado para su gato. y le dijo:
»Y vos, señor Conde Lucanor, si queréis perjudicaros para -Patronio, desde hace mucho tiempo tengo un enemigo que
conseguir un dinero que después vais a dar a quienes no lo me ha hecho mucho daño y yo a él, de modo que por obras y
necesitan, podréis hacerlo por vuestro capricho, pero nunca por pensamientos estamos muy enemistados. Y ahora sucede que
mi consejo. otro caballero, más poderoso que nosotros dos, está haciendo
Al conde le agradó mucho lo que dijo Patronio, siguió sus algunas cosas de las que ambos tememos que nos pueda venir
consejos y le fue muy bien. mucho daño. Mi enemigo me ha sugerido que nos unamos y
Y como don Juan vio que este cuento era bueno, lo hizo preparemos nuestra defensa contra el que desea atacarnos,
poner en este libro y escribió unos versos que dicen así: pues si los dos estamos unidos le haremos frente con facilidad;
pero si uno abandona al otro, cualquiera de nosotros que vaya
contra aquel caballero no podrá vencerlo y, cuando uno de los el león. Al verse los caballos juntos en aquel lugar, antes de que
dos sea derrotado, el que sobreviva será vencido aún más el león saliese de su jaula empezaron a pelear con mucha ira.
fácilmente. Por eso tengo serias dudas en este asunto, pues si Estando en lo más violento de su pelea, abrieron la jaula del
hacemos las paces habremos de fiarnos el uno del otro, por lo león y, cuando los caballos lo vieron suelto por el patio, se
cual, si aquel enemigo mío me quiere engañar y si yo estuviese echaron a temblar y se fueron acercando el uno al otro. Cuando
en sus manos, mi vida correría peligro; pero por otra parte, si estuvieron juntos, se quedaron así un rato y luego se lanzaron
no nos unimos como me sugiere, nos puede venir mucho daño, los dos contra el león, al que atacaron con cascos y dientes de
tal como os he dicho. Por la confianza que tengo en vos y por modo tan violento que hubo de buscar refugio en su jaula. Los
vuestro buen juicio, os ruego que me deis consejo para obrar dos caballos quedaron sin daño, porque el león no pudo herirlos
como mejor deba. ni siquiera levemente y, después de esto, los dos caballos se
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, la cosa es hicieron tan amigos que comían en el mismo pesebre y dormían
importante y al mismo tiempo peligrosa. Para que mejor sepáis juntos en la misma cuadra, aunque era muy pequeña. Esta
lo que debéis hacer, me gustaría contaros lo que ocurrió en amistad nació entre ellos por el miedo que les produjo la
Túnez a dos caballeros que vivían con el infante don Enrique. presencia del león.
El conde le pidió que se lo contara. »Vos, señor Conde Lucanor, si creéis que vuestro enemigo
-Señor conde -comenzó Patronio-, dos caballeros que tiene tanto miedo del otro porque le puede causar mucho daño
estaban en Túnez con el infante don Enrique eran muy amigos y os necesita tanto a vos que forzosamente ha de olvidar
y vivían juntos. Estos dos caballeros no tenían sino un caballo vuestras antiguas rencillas, pues piensa que sin vos no puede
cada uno, y mientras ellos se estimaban y respetaban, sus defenderse, creo que, del mismo modo que los caballos se
caballos se tenían un odio feroz. Como los caballeros no eran fueron acercando poco a poco hasta perder el recelo mutuo y
tan ricos que pudieran pagar estancias distintas, y por la estuvieron bien seguros el uno del otro, así vos debéis confiar
malquerencia de sus caballos no podían compartirlas, llevaban poco a poco en vuestro antiguo enemigo. Y si siempre
una vida muy enojosa. Cuando pasó cierto tiempo y vieron que encontráis en él buenas obras y fidelidad, de modo que estéis
no había solución, se -55- lo contaron al infante don Enrique seguro de que nunca os hará daño, por muy bien que vayan sus
y le pidieron como favor que echara aquellos caballos a un león cosas, entonces haréis bien y os será muy útil ir en su ayuda
que tenía el rey de Túnez. para que no os destruya ni conquiste aquel otro enemigo; pues
»Don Enrique habló con el rey de Túnez, que les pagó muy en muchas ocasiones debemos soportar, perdonar y auxiliar a
bien los caballos y los mandó meter en el patio donde estaba nuestros parientes y vecinos para que nos defiendan contra los
extraños. Pero si viereis que vuestro enemigo es de tal Lo que ocurrió a un hombre que por pobreza y falta de
condición que, desde que le hayáis ayudado y sacado del otro alimento comía altramuces
peligro, al tener sus tierras a salvo, se levantará contra vos y
no podréis confiar en él, no sería muy sensato que le ayudarais
sino que debéis apartaros de él cuanto podáis, porque habréis
comprobado que, aunque estaba él en un trance muy apurado, Otro día hablaba el Conde Lucanor con Patronio de este
no quiso olvidar su antiguo recelo contra vos, sino que modo:
esperaba el momento oportuno de causar vuestro daño, con lo -Patronio, bien sé que Dios me ha dado tantos bienes y
cual queda bien patente que no deberéis ayudarle a salir del mercedes que yo no puedo agradecérselos como debiera, y sé
peligro en que ahora se encuentra. también que mis propiedades son ricas y extensas; pero a veces
Al conde le agradó mucho lo que Patronio le dijo, pues me siento tan acosado por la pobreza que me da igual la
comprendió que le daba un buen consejo. muerte que la vida. Os pido que me deis algún consejo para
-56- evitar esta congoja.
Y como don Juan vio que este cuento era muy bueno, lo -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que encontréis
mandó poner en este libro e hizo los versos que dicen así: consuelo cuando eso os ocurra, os convendría saber lo que les
ocurrió a dos hombres que fueron muy ricos.
El conde le pidió que le contase lo que les había sucedido.
Estando vuestras tierras protegidas de daño, -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, uno de estos
evitad las argucias que urden los extraños. hombres llegó a tal extremo de pobreza que no tenía
absolutamente nada que comer. Después de mucho esforzarse
para encontrar algo con que alimentarse, no halló sino una
escudilla llena de altramuces. Al acordarse de cuán rico había
-57- sido y verse ahora hambriento, con una escudilla de altramuces
como única comida, pues sabéis que son tan amargos y tienen
tan mal sabor, se puso a llorar amargamente; pero, como tenía
mucha hambre, empezó a comérselos y, mientras los comía,
Cuento X seguía llorando y las pieles las echaba tras de sí. Estando él con
este pesar y con esta pena, notó que a sus espaldas caminaba
otro hombre y, al volver la cabeza, vio que el hombre que le
seguía estaba comiendo las pieles de los altramuces que él
había tirado al suelo. Se trataba del otro hombre de quien os Por padecer pobreza nunca os desaniméis,
dije que también había sido rico. porque otros más pobres un día encontraréis.
»Cuando aquello vio el que comía los altramuces, preguntó
al otro por qué se comía las pieles que él tiraba. El segundo le
contestó que había sido más rico que él, pero ahora era tanta
su pobreza y tenía tanta hambre que se alegraba mucho si
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encontraba, al menos, pieles de altramuces con que
alimentarse. Al oír esto, el que comía los altramuces se tuvo
por consolado, -58- pues comprendió que había otros más
pobres que él, teniendo menos motivos para desesperarse. Con Cuento XI
este consuelo, luchó por salir de su pobreza y, ayudado por
Dios, salió de ella y otra vez volvió a ser rico. Lo que sucedió a un deán de Santiago con don Illán, el
»Y vos, señor Conde Lucanor, debéis saber que, aunque Dios mago de Toledo
ha hecho el mundo según su voluntad y ha querido que todo
esté bien, no ha permitido que nadie lo posea todo. Mas, pues
en tantas cosas Dios os ha sido propicio y os ha dado bienes y
honra, si alguna vez os falta dinero o estáis en apuros, no os Otro día hablaba el Conde Lucanor con Patronio y le dijo lo
pongáis triste ni os desaniméis, sino pensad que otros más siguiente:
ricos y de mayor dignidad que vos estarán tan apurados que se -Patronio, un hombre vino a pedirme que le ayudara en un
sentirían felices si pudiesen ayudar a sus vasallos, aunque asunto en que me necesitaba, prometiéndome que él haría por
fuera menos de lo que vos lo hacéis con los vuestros. mí cuanto me fuera más provechoso y de mayor honra. Yo le
Al conde le agradó mucho lo que dijo Patronio, se consoló empecé a ayudar en todo lo que pude. Sin haber logrado aún lo
y, con su esfuerzo y con la ayuda de Dios, salió de aquella que pretendía, pero pensando él que el asunto estaba ya
penuria en la que se encontraba. solucionado, le pedí que me ayudara en una cosa que me
Y viendo don Juan que el cuento era muy bueno, lo mandó convenía mucho, pero se excusó. Luego volví a pedirle su
poner en este libro e hizo los versos que dicen así: ayuda, y nuevamente se negó, con un pretexto; y así hizo en
todo lo que le pedí. Pero aún no ha logrado lo que pretendía, ni hubiese aprendido con él aquella ciencia, no querría hacer lo
lo podrá conseguir si yo no le ayudo. Por la confianza que tengo que ahora le prometía. Entonces el deán le aseguró que, por
en vos y en vuestra inteligencia, os ruego que me aconsejéis lo mucha dignidad que alcanzara, no haría sino lo que él le
que deba hacer. mandase.
-Señor conde -dijo Patronio-, para que en este asunto »Hablando de este y otros temas estuvieron desde que
hagáis lo que se debe, mucho me gustaría que supierais lo que acabaron de comer hasta que se hizo la hora de la cena. Cuando
ocurrió a un deán de Santiago con don Illán, el mago que vivía ya se pusieron de acuerdo, dijo el mago al deán que aquella
en Toledo. ciencia sólo se podía enseñar en un lugar muy apartado y que
El conde le preguntó lo que había pasado. por la noche le mostraría dónde había de retirarse hasta que la
-Señor conde -dijo Patronio-, en Santiago había un deán aprendiera. Luego, cogiéndolo de la mano, lo llevó a una sala y,
que deseaba aprender el arte de la nigromancia y, como oyó cuando se quedaron solos, llamó a una criada, a la que pidió
decir que don Illán de Toledo era el que más sabía en aquella que les preparase unas perdices para la cena, pero que no las
época, se marchó a Toledo para aprender con él aquella ciencia. asara hasta que él se lo mandase.
Cuando llegó a Toledo, se dirigió a casa de don Illán, a quien »Después llamó al deán, se entraron los dos por una escalera
encontró leyendo en una cámara muy apartada. Cuando lo vio de piedra muy bien labrada y tanto bajaron que parecía que el
entrar en su casa, don Illán lo recibió con mucha cortesía y le río Tajo tenía que pasar por encima de ellos. Al final de la
dijo que no quería que le contase los motivos de su venida escalera encontraron una estancia muy amplia, así como un
hasta que hubiese comido y, para demostrarle su estima, lo salón muy adornado, donde estaban los libros y la sala de
acomodó muy bien, le dio todo lo necesario y le hizo saber que estudio en la que permanecerían. Una vez sentados, y mientras
se alegraba mucho con su venida. ellos pensaban con qué libros habrían de comenzar, entraron
»Después de comer, quedaron solos ambos y el deán le dos hombres por la puerta y dieron al deán una carta de su tío
explicó la razón de su llegada, rogándole encarecidamente a el arzobispo en la que le comunicaba que estaba enfermo y que
don Illán que le enseñara aquella ciencia, pues tenía deseos de rápidamente fuese a verlo si deseaba llegar antes de su muerte.
conocerla a fondo. Don Illán le dijo que si ya era deán y persona Al deán esta noticia le causó gran pesar, no sólo por la grave
muy respetada, podría alcanzar más altas dignidades - situación de su tío sino también porque pensó que habría de
60- en la Iglesia, y que quienes han prosperado mucho, cuando abandonar aquellos estudios apenas iniciados. Pero decidió no
consiguen todo lo que deseaban, suelen olvidar rápidamente dejarlos tan pronto y envió una carta a su tío, como respuesta
los favores que han recibido, por lo que recelaba que, cuando a la que había recibido.
»Al cabo de tres o cuatro días, llegaron otros hombres a pie tío suyo, hermano de su padre. Don Illán contestó que, aunque
con una carta para el deán en la que se le comunicaba la era injusto, se sometía a su voluntad con tal de que le
muerte de su tío el arzobispo y la reunión que estaban prometiera otra dignidad. El arzobispo volvió a prometerle que
celebrando en la catedral para buscarle un sucesor, que todos así sería y le pidió que él y su hijo lo acompañasen a Tolosa.
creían que sería él con la ayuda de Dios; y por esta razón no »Cuando llegaron a Tolosa fueron muy bien recibidos por los
debía ir a la iglesia, pues sería mejor que lo eligieran arzobispo condes y por la nobleza de aquella tierra. Pasaron allí dos años,
mientras estaba fuera de la diócesis que no presente en la al cabo de los cuales llegaron mensajeros del papa con cartas
catedral. en las que le nombraba cardenal y le decía que podía dejar el
»Y después de siete u ocho días, vinieron dos escuderos muy obispado de Tolosa a quien quisiere. Entonces don Illán se
bien vestidos, con armas y caballos, y cuando llegaron al deán dirigió a él y le dijo que, como tantas veces había faltado a sus
le besaron la mano y le enseñaron las cartas donde le decían promesas, ya no debía poner más excusas para dar aquella sede
que había sido elegido arzobispo. Al enterarse, don Illán se vacante a su hijo. Pero el cardenal le rogó que consintiera en
dirigió al nuevo arzobispo y le dijo que agradecía mucho a Dios que otro tío suyo, anciano muy honrado y hermano de su
que le hubieran llegado estas noticias estando en su casa y madre, fuese el nuevo obispo; y, como él ya era cardenal, le
que, pues Dios le había otorgado tan alta dignidad, le rogaba pedía que lo acompañara a Roma, donde bien podría
que concediese su -61- vacante como deán a un hijo suyo. favorecerlo. Don Illán se quejó mucho, pero accedió al ruego del
El nuevo arzobispo le pidió a don Illán que le permitiera otorgar nuevo cardenal y partió con él hacia la corte romana.
el deanazgo a un hermano suyo prometiéndole que daría otro »Cuando allí llegaron, fueron muy bien recibidos por los
cargo a su hijo. Por eso pidió a don Illán que se fuese con su cardenales y por la ciudad entera, donde vivieron mucho
hijo a Santiago. Don Illán dijo que lo haría así. tiempo. Pero don Illán seguía rogando casi a diario al cardenal
»Marcharon, pues, para Santiago, donde los recibieron con para que diese algún beneficio eclesiástico a su hijo, cosa que
mucha pompa y solemnidad. Cuando vivieron allí cierto el cardenal excusaba.
tiempo, llegaron un día enviados del papa con una carta para »Murió el papa y todos los cardenales eligieron como nuevo
el arzobispo en la que le concedía el obispado de Tolosa y le papa a este cardenal del que os hablo. Entonces, don Illán se
autorizaba, además, a dejar su arzobispado a quien quisiera. dirigió al papa y le dijo que ya no podía poner más excusas para
Cuando se enteró don Illán, echándole en cara el olvido de sus cumplir lo que le había prometido tanto tiempo atrás,
promesas, le pidió encarecidamente que se lo diese a su hijo, contestándole el papa que no le apremiara tanto pues siempre
pero el arzobispo le rogó que consintiera en otorgárselo a un habría tiempo y forma de favorecerle. Don Illán empezó a
quejarse con amargura, recordándole también las promesas El conde pensó que era este un buen consejo, lo siguió y le
que le había hecho y que nunca había cumplido, y también le fue muy bien.
dijo que ya se lo esperaba desde la primera -62- vez que Y como comprendió don Juan que el cuento era bueno, lo
hablaron; y que, pues había alcanzado tan alta dignidad y mandó poner en este libro e hizo los versos, que dicen así:
seguía sin otorgar ningún privilegio, ya no podía esperar de él
ninguna merced. El papa, cuando oyó hablar así a don Illán, se
enfadó mucho y le contestó que, si seguía insistiendo, le haría Cuanto más alto suba aquel a quien ayudéis,
encarcelar por hereje y por mago, pues bien sabía él, que era el menos apoyo os dará cuando lo necesitéis.
papa, cómo en Toledo todos le tenían por sabio nigromante y
que había practicado la magia durante toda su vida.
»Al ver don Illán qué pobre recompensa recibía del papa, a
pesar de cuanto había hecho, se despidió de él, que ni siquiera
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le quiso dar comida para el camino. Don Illán, entonces, le dijo
al papa que, como no tenía nada para comer, habría de echar
mano a las perdices que había mandado asar la noche que él
llegó, y así llamó a su criada y le mandó que asase las perdices. Cuento XII
»Cuando don Illán dijo esto, se encontró el papa en Toledo,
como deán de Santiago, tal y como estaba cuando allí llegó, Lo que sucedió a la zorra con un gallo
siendo tan grande su vergüenza que no supo qué decir para
disculparse. Don Illán lo miró y le dijo que bien podía
marcharse, pues ya había comprobado lo que podía esperar de
él, y que daría por mal empleadas las perdices si lo invitase a
comer.
»Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que la persona a
quien tanto habéis ayudado no os lo agradece, no debéis
esforzaros por él ni seguir ayudándole, pues podéis esperar el
mismo trato que recibió don Illán de aquel deán de Santiago.
Cuando me encuentro en guerra con mis señores, los reyes, o
con vecinos más poderosos que yo, muchos que se llaman mis
amigos y algunos que me quieren aconsejar me atemorizan y
asustan, aconsejándome que de ningún modo esté en mis
señoríos más apartados, sino que me refugie en los que tienen
mejores baluartes, defensas y bastiones, que están en el centro
de mis tierras. Como os sé muy leal y muy entendido en estos
asuntos, os pido vuestro consejo para hacer ahora lo más
conveniente.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, en asuntos graves y
problemáticos es muy arriesgado dar un consejo, pues muchas
veces podemos equivocarnos, al no estar seguros de cómo
terminarán las cosas. Con frecuencia vemos que, pensando una
cosa, sale después otra muy distinta, porque lo que tememos
que salga mal, sale luego bien, y lo que creíamos que saldría
bien, luego resulta mal; por ello, si el consejero es hombre leal
y de justa intención, cuando ha de dar un consejo se siente en
grave apuro y, si no sale bien, queda el consejero humillado y
desacreditado. Por cuanto os digo, señor conde, me gustaría
evitarme el aconsejaros, pues se trata de una situación muy
delicada y peligrosa, pero como queréis que sea yo quien os
-63- aconseje, y no puedo negarme, me gustaría mucho contaros lo
que sucedió a un gallo con una zorra.
Una vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su El conde le pidió que se lo contara.
consejero, de este modo: Patronio, sabéis que, gracias a Dios, -Señor conde -dijo Patronio-, había un buen hombre que
mis señoríos son grandes, pero no están todos juntos. Aunque tenía una casa en la montaña y que criaba muchas gallinas y
tengo tierras muy bien defendidas, otras no lo están tanto y gallos, además de otros animales. Sucedió que un día uno de
otras están muy lejos de las tierras donde mi poder es mayor. sus gallos se alejó de la casa y se adentró en el campo, sin
pensar en el peligro que podía correr, cuando lo vio la zorra, - buenos soldados y alimentos, no corre peligro, aunque el lugar
65- que se le fue acercando muy sigilosamente para matarlo. no esté muy bien fortificado. Y si por un miedo injustificado
Al verla, el gallo se subió a un árbol que estaba un poco alejado abandonáis los puestos más avanzados de vuestro señorío,
de los otros. Viendo la zorra que el gallo estaba fuera de su estad seguro de que os irán quitando los otros hasta dejaros
alcance, tomó gran pesar porque se le había escapado y empezó sin tierra; porque como demostréis miedo o debilidad,
a pensar cómo podía cogerlo. Fue derecha al árbol y comenzó abandonando alguna de vuestras tierras, mayor empeño
a halagar al gallo, rogándole que bajase y siguiera su paseo por pondrán vuestros enemigos en quitaros las que todavía os
el campo; pero el gallo no se dejó convencer. Viendo la zorra queden. Además, si vos y los vuestros os mostráis débiles ante
que con halagos no conseguiría nada, empezó a amenazar unos enemigos cada vez más envalentonados, llegará un
diciéndole que, pues no se fiaba de ella, ya le buscaría motivos momento en que os lo quiten todo; sin embargo, si defendéis
para arrepentirse. Mas como el gallo se sentía a salvo, no hacía bien lo primero, estaréis seguro, como lo habría estado el gallo
caso de sus amenazas ni de sus halagos. si hubiera permanecido en el primer árbol. Por eso pienso que
»Cuando la zorra comprendió que no podría engañarlo con este cuento del gallo deberían saberlo todos los que tienen
estas tretas, se fue al árbol y se puso a roer su corteza con los castillos y fortalezas a su cargo, para no dejarse atemorizar
dientes, dando grandes golpes con la cola en el tronco. El infeliz con amenazas o con engaños, ni con fosos ni con torres de
del gallo se atemorizó sin razón y, sin pensar que aquella madera, ni con otras armas parecidas que sólo sirven para
amenaza de la zorra nunca podría hacerle daño, se llenó de infundir temor a los sitiados. Aún os añadiré otra cosa para
miedo y quiso huir hacia los otros árboles donde esperaba que veáis que sólo os digo la -66- verdad: jamás puede
encontrarse más seguro y, pues no podía llegar a la cima de la conquistarse una fortaleza sino escalando sus muros o
montaña, voló a otro árbol. Al ver la zorra que sin motivo se minándolos, pero si el muro es alto las escaleras no sirven de
asustaba, empezó a perseguirlo de árbol en árbol, hasta que nada. Y para minar unas murallas hace falta mucho tiempo. Y
consiguió cogerlo y comérselo. así, todas las fortalezas que se toman es porque a los sitiados
»Vos, señor Conde Lucanor, pues con tanta frecuencia os les falta algo o porque sienten miedo sin motivo justificado.
veis implicado en guerras que no podéis evitar, no os Por eso creo, señor conde, que los nobles como vos, e incluso
atemoricéis sin motivo ni temáis las amenazas o los dichos de quienes son menos poderosos, deben mirar bien qué acción
nadie, pero tampoco debéis confiar en alguien que pueda defensiva emprenden, y llevarla a cabo sólo cuando no puedan
haceros daño, sino esforzaos siempre por defender vuestras evitarla o excusarla. Mas, iniciada la empresa, no debéis
tierras más apartadas, que un hombre como vos, teniendo atemorizaros por nada del mundo, aunque haya motivos para
ello, porque es bien sabido que, de quienes están en peligro, Hablaba otra vez el Conde Lucanor con Patronio, su
escapan mejor los que se defienden que los que huyen. Pensad, consejero, y le dijo:
por último, que si un perrillo al que quiere matar un poderoso -Patronio, algunos nobles muy poderosos y otros que lo son
alano se queda quieto y le enseña los dientes, podrá escapar menos, a veces, hacen daño a mis tierras o a mis vasallos, pero,
muchas veces, pero si huye, aunque sea un perro muy grande, cuando nos encontramos, se excusan por ello, diciéndome que
será cogido y muerto enseguida. lo hicieron obligados por la necesidad, sintiéndolo muchísimo
Al conde le agradó mucho todo esto que Patronio le contó, y sin poder evitarlo. Como yo quisiera saber lo que debo hacer
obró según sus consejos y le fue muy bien. en tales circunstancias, os ruego que me deis vuestra opinión
Y como don Juan pensó que este era un buen cuento, lo sobre este asunto.
mandó poner en este libro e hizo unos versos que dicen así: -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, lo que me habéis
contado, y sobre lo cual me pedís consejo, se parece mucho a
lo que ocurrió a un hombre que cazaba perdices.
No sientas miedo nunca sin razón El conde le pidió que se lo contase.
y defiéndete bien, como un varón. -Señor conde -dijo Patronio-, había un hombre que tendió
sus redes para cazar perdices y, cuando ya había cobrado
bastantes, el cazador volvió junto a la red donde estaban sus
presas. A medida que las iba cogiendo, las sacaba de la red y
las mataba y, mientras esto hacía, el viento, que le daba de
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lleno en los ojos, le hacía llorar. Al ver esto, una de las perdices,
que estaba dentro de la malla, comenzó a decir a sus
compañeras:
Cuento XIII »-¡Mirad, amigas, lo que le pasa a este hombre! ¡Aunque nos
está matando, mirad cómo siente nuestra muerte y por eso
Lo que sucedió a un hombre que cazaba perdices llora!
»Pero otra perdiz que estaba revoloteando por allí, que por
ser más vieja y más sabia que la otra no había caído en la red,
le respondió:
»-Amiga, doy gracias a Dios porque me he salvado de la red
y ahora le pido que nos salve a todas mis amigas y a mí de un
hombre que busca nuestra muerte, aunque dé a entender con
lágrimas que lo siente mucho.
Cuento XIV
»Vos, señor Conde Lucanor, evitad siempre al que os hace Milagro que hizo Santo Domingo cuando predicó en el
daño, aunque os dé a entender que lo siente mucho; pero si
entierro de un comerciante
alguno os perjudica, no buscando vuestra deshonra, y el daño
no es muy grave para vos, si se trata de una persona a la que
estéis agradecido, que además lo ha hecho forzada -68- por
las circunstancias, os aconsejo que no le concedáis demasiada
Otro día, hablando de sus asuntos el Conde Lucanor con
importancia, aunque debéis procurar que no se repita tan
Patronio, le dijo:
frecuentemente que llegue a dañar vuestro buen nombre o
-Patronio, algunos me aconsejan que reúna la mayor
vuestros intereses. Pero si os perjudica voluntariamente,
cantidad posible de dinero, y aun me dicen que esto me
romped con él para que vuestros bienes y vuestra fama no se
conviene más que ninguna otra cosa. Por eso os ruego que me
vean lesionados o perjudicados.
deis vuestra opinión sobre este asunto.
El conde vio que este era un buen consejo que Patronio le
-Señor conde -dijo Patronio-, aunque a los grandes señores
daba, lo siguió y todo le fue bien.
os sea necesario tener dinero en muchas ocasiones y, sobre
Y viendo don Juan que el cuento era bueno, lo mandó poner
todo, para que nunca incumpláis vuestros deberes por su falta,
en este libro e hizo estos versos:
no por eso podéis pensar en reunir sólo dinero, abandonando
otras obligaciones que tenéis con vuestros vasallos, así como
las propias de vuestro estado y dignidad, pues si actuarais de
A quien te haga mal, aunque sea a su pesar,
ese modo podría sucederos lo que a un lombardo que vivió en
busca siempre la forma de poderlo alejar. Bolonia.
El conde le preguntó qué le había sucedido.
-Señor conde -dijo Patronio-, había en Bolonia un lombardo
que acumuló grandes riquezas sin mirar nunca su procedencia,
-69- pues sólo buscaba acrecentarlas día a día. El lombardo enfermó
muy gravemente, y uno de sus amigos, cuando lo vio tan
próximo a la muerte, le pidió que se confesara con santo santo. El corazón estaba lleno de gusanos y olía peor que la
Domingo, que a la sazón estaba en Bolonia. El lombardo accedió cosa más podrida y hedionda del mundo.
a confesarse. »Y vos, señor Conde Lucanor, aunque el dinero, como antes
»Pero cuando llamaron al santo, este vio que era voluntad os he dicho, es bueno, procurad siempre dos cosas: conseguirlo
del Señor que aquel mal hombre sufriese las penas que por medios lícitos y honrados, y no desearlo tanto que os veáis
merecían sus culpas y, por eso, no fue, sino que mandó un fraile obligado a hacer lo que no os convenga o que vaya en perjuicio
para confesarlo. Cuando los hijos del comerciante supieron que de vuestra honra o de vuestros deberes; porque antes debéis
se había hecho llamar a santo Domingo, se entristecieron, intentar reunir un tesoro de buenas obras para lograr
pensando que el buen santo mandaría a su padre devolver clemencia ante Dios y buena fama ante el mundo.
todos sus bienes a cambio de la salvación de su alma, por lo Al conde le agradó mucho este consejo que Patronio le dio
que de esta forma quedarían ellos en la miseria. Así, al llegar y obró según él y le fue muy bien.
el fraile, le dijeron que su padre estaba con sudores y que lo Y viendo don Juan que este cuento era muy bueno, lo hizo
llamarían cuando estuviera un poco mejor. poner en este libro y compuso estos versos:
»Al poco, el padre perdió el habla y murió sin poder hacerlo
más preciso para la salvación de su alma. Cuando al otro día
lo llevaron a enterrar, pidieron a santo Domingo que predicase Amarás sobre todo el tesoro verdadero,
en la ceremonia. Así lo hizo el -70- santo, pero, cuando hubo despreciarás, en fin, el bien perecedero.
de hablar sobre el difunto, citó estas palabras del evangelio que
dicen: «Ubi est thesaurus tuus, ibi est cor tuum», que significan
en romance: «Donde está tu tesoro, allí está tu corazón». Dicho
esto, se dirigió a los presentes con estas palabras:
-71-
»-Hermanos, para que veáis que el evangelio dice siempre
la verdad, buscad el corazón de este hombre ya fallecido,
aunque os afamo que no podréis encontrarlo dentro del cuerpo
sino en el arca donde guardaba su tesoro. Cuento XV
»Empezaron a buscarle el corazón en el cuerpo, pero no lo
encontraron allí, sino en el arca, como había asegurado el Lo que sucedió a don Lorenzo Suárez en el sitio de Sevilla
demuestra importarle muy poco vuestra honra y vuestra
protección. Sabed, además, que es muy peligroso no hacer
Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, estas cosas, pero si se hacen pueden ser el inicio de nuevos
de este modo: alborotos y desórdenes. Con todo, como me pedís mi opinión
-Patronio, cierta vez tuve como enemigo a un rey muy sobre este asunto tan delicado, me gustaría que supierais lo
poderoso, y, cuando la guerra ya había durado mucho, vimos que le sucedió a un buen caballero.
que nos era más conveniente firmar un pacto. Aunque ahora El conde le pidió que se lo contara.
nos consideramos aliados y no existen conflictos entre -Señor conde -dijo Patronio-, cuando el santo y
nosotros, siempre recelamos el uno del otro. Además, gente de bienaventurado rey -72- don Fernando tenía sitiada Sevilla,
su bando e incluso del mío me llenan de temor, pues dicen que contaba con muchos y valientes caballeros, entre los que
aquel rey busca una excusa para atacarme. Por vuestra lealtad estaban los tres más diestros en el manejo de las armas: uno
y buen entendimiento, os ruego que me aconsejéis lo que debo era don Lorenzo Suárez Gallinato, el otro don García Pérez de
hacer en este caso. Vargas y del tercero no recuerdo su nombre. Los tres
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, este es un consejo discutieron un día sobre quién de ellos era el mejor y más hábil.
muy delicado por varias razones, pues cualquiera que busque Como no llegaron a un acuerdo, decidieron armarse muy bien
poneros en un apuro lo podrá hacer muy fácilmente, porque los tres y llegar a las murallas de Sevilla para golpear con sus
aunque os dé a entender que intenta serviros, avisaros del lanzas las puertas de la ciudad.
peligro y poneros en guardia contra él, aunque parezca sentir »Al día siguiente, por la mañana, los tres se pusieron sus
vuestro daño, siempre podrá haceros sospechar de vuestro armaduras y se dirigieron a la ciudad. Cuando los moros que
aliado. Y con esa sospecha, habréis de tomar tales medidas que vigilaban murallas y torres vieron que sólo se trataba de tres
serán el comienzo de una nueva guerra, sin que ninguno de caballeros cristianos, pensaron que serían mensajeros y
vuestros consejeros pueda ser culpado, pues el que os diga que ninguno les atacó, por lo cual los tres caballeros pasaron el
no os preocupéis por los riesgos del combate demuestra muy puente, la barbacana, llegaron a las puertas de la ciudad y las
poca preocupación por vuestra vida; el que os diga que no golpearon con la punta de sus lanzas. Hecho esto, volvieron las
reforcéis vuestros baluartes ni los abastezcáis de alimentos, riendas y regresaron junto al ejército.
hombres y armas, demuestra poco interés por vuestros »Al ver los moros que no traían ningún mensaje, se sintieron
señoríos; y el que os diga que no os protejáis con amigos y humillados y quisieron salir tras ellos; pero, al abrir los
vasallos, que estén bien atendidos y contentos con vos, musulmanes las puertas de la muralla, los tres caballeros, que
se volvían despacio, estaban ya bastante lejanos. De la ciudad decidir quién había sido el más valiente. Una vez reunidos,
salieron en su persecución más de mil quinientos jinetes, así mantuvieron una fuerte polémica, pues unos decían que había
como más de veinte mil infantes. Cuando los tres caballeros demostrado mayor arrojo el que atacó a los moros el primero,
vieron que eran perseguidos, volvieron sus caballos contra sus otros que el segundo y otros lo decían del tercero. Cada uno
enemigos y los esperaron. Al acercarse más los moros, aquel defendía sus opiniones con tales argumentos que todos
caballero, cuyo nombre he olvidado, se lanzó contra ellos y parecían tener razón. Y, en verdad, tan heroicamente se habían
empezó a luchar valientemente, mientras que don Lorenzo portado que cualquiera podría ser tenido como el más valiente;
Suárez y don García Pérez estaban sin intervenir; al pero al acabar la discusión acordaron lo siguiente: si, en caso
aproximarse más los moros, don García Pérez de Vargas se les de que hubieren sido menos, los moros que les habían atacado
enfrentó, mientras que don Lorenzo Suárez seguía sin hubieran podido ser vencidos sólo por el valor y el esfuerzo de
combatir, cosa que sólo hizo cuando los moros lo atacaron, los tres caballeros, el primero en enfrentarse a ellos sería el
pero entonces se metió entre sus enemigos y comenzó a hacer mejor, pues comenzó algo que podría ser acabado; pero si los
cosas sorprendentes y heroicas con sus armas. enemigos eran tan numerosos que ellos tres no podían, el
»Cuando desde el campamento vieron a los tres caballeros primero en atacarlos no lo hizo impulsado por su valor, sino
enfrentarse a los moros, salieron en su ayuda. Aunque los tres porque la vergüenza le impedía abandonar el campo y huir, mas
pasaron momentos muy peligrosos y recibieron numerosas como la huida era imposible, la falta de serenidad ante un
heridas, Dios no quiso que muriera ninguno de ellos. Tan grande miedo muy intenso le hizo comenzar su ataque. Al segundo en
fue la batalla entre moros y cristianos que el rey don Fernando atacar, que supo dominar su miedo más tiempo, lo
hubo de ponerse al frente de su ejército, que resultó vencedor. consideraron más valiente. Mas a don Lorenzo Suárez, que en
Cuando el rey volvió a su tienda, mandó prender a los tres ningún momento se dejó dominar por el miedo y esperó a que
caballeros diciendo que merecían la muerte por haber cometido los moros le atacaran, lo creyeron el más valiente de los tres.
tal locura, pues hicieron que el ejército entrase en combate sin »Vos, señor Conde Lucanor, pues veis que os intentan
orden del rey y arriesgaron la vida propia inútilmente. Pero atemorizar y que esa guerra sería de tal violencia que una vez
luego, ante las súplicas de los más ilustres capitanes, el rey iniciada no podríais acabarla, tened por cierto que, cuanto más
mandó soltar a los tres que os he dicho. dominéis vuestro miedo, mayores muestras de valor y de buen
-73- juicio daréis: porque, como tenéis lo vuestro seguro y no os
»Al saber el monarca la discusión que habían mantenido y pueden hacer mucho daño por sorpresa, os aconsejo que no
sus consecuencias, convocó a los más nobles caballeros para perdáis la serenidad. Como tampoco pueden causaros grave
daño, esperad que os ataquen y entonces veréis que sólo se que siempre sabe vencer quien siempre sabe esperar.
trata de temores infundados, producto de quienes buscan vivir
y hacer vivir en la confusión. Pensad también, señor conde, que
tanto esos amigos vuestros como los de aquel poderoso señor
no desean la paz ni la guerra, para la cual carecen de recursos,
-75-
sino solamente el alboroto y el desorden, durante los cuales
puedan robar y atacar vuestras tierras y coaccionaros a vos y
a los vuestros para quitaros lo que tenéis y lo que no tenéis,
pues no temerán que los castiguéis por cuanto mal os hagan. Cuento XVI
Por lo cual, aunque vuestros enemigos urdan o hagan algo
contra vos, al quedar ellos como culpables de la nueva La respuesta que le dio el conde Fernán González a Nuño
contienda, conseguiréis doble triunfo: primero, porque Dios Laínez, su pariente
estará con vos, y su ayuda es muy necesaria en tales cosas;
segundo, porque todo el mundo verá que -74- tenéis razón
al obrar así. Además, si no hacéis lo que no debéis, acaso no se
levante el otro contra vos, viviréis en paz y haréis servicio a Conde Lucanor hablaba un día con Patronio de este modo:
Dios y beneficio a los buenos, sin buscar vuestro daño por -Patronio, como bien sabéis, yo ya no soy joven y, además,
complacer a quienes os desean perjudicar, a los cuales tampoco he pasado muchos trabajos y dificultades en mi vida.
les importaría el mal que pudieran causar a vuestra vida o Sinceramente os digo que ahora querría descansar y dedicarme
hacienda. a la caza, olvidándome de preocupaciones y tareas más
Al conde le gustó mucho este consejo que le dio Patronio, pesadas; como sé que siempre me habéis aconsejado con
siguió sus enseñanzas y le fue muy bien. mucho acierto, os ruego que me digáis lo que más me conviene
Y como don Juan comprendió que este cuento era muy hacer.
bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que -Señor conde -dijo Patronio-, aunque no os falta razón en
dicen así: lo que me decís, me gustaría que supieseis lo que contestó una
vez el conde Fernán González a Nuño Laínez.
El conde le pidió que le contase lo que entre ellos había
Movidos por el temor, no decidáis atacar, ocurrido.
-Señor conde -dijo Patronio-, el conde Fernán González Al conde le gustó mucho este consejo de Patronio, lo siguió
vivía en Burgos, después de haber luchado muy duramente por y le fue muy bien.
defender su tierra. Una vez que estaba allí más sosegado y en Y como don Juan comprendió que se trataba de un cuento
paz, le dijo Nuño Laínez que ya le convenía alejarse de tantas muy bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo los versos
disputas y contiendas, para descanso suyo y de sus gentes. que dicen así:
»Le respondió el conde que nadie del mundo desearía tanto
como él descansar y disfrutar de la paz si pudiera, pero bien
sabía don Nuño que estaban en guerra con los moros, con los Si por descanso y placeres la buena fama perdemos,
leoneses y con los navarros, por lo que, si ellos se dedicaban al al término de la vida deshonrados quedaremos.
ocio, sus contrarios les atacarían en seguida, y si se marcharan
de caza con buenas aves de cetrería, siguiendo el cauce del
Arlanzón, montados en buenas mulas gordas, sin mantener la
defensa de sus tierras, bien lo podrían hacer, pero les sucedería
-77-
como dice el antiguo refrán: «Murió el hombre y murió su
nombre». Mas si, por el contrario, queremos olvidar las
comodidades y nos esforzamos por defender este joven reino y
acrecentar nuestra honra, dirán cuando muramos: «Murió el Cuento XVII
hombre, pero no murió su nombre». Y como hemos de morir,
felices o desgraciados, no me parece que sea bueno dejar de Lo que sucedió a un hombre con otro que lo convidó a
hacer, por preferir el descanso y los placeres, lo que después de comer
muertos mantiene viva la buena fama de nuestros hechos y
gestas.
-76-
»A vos, señor conde, pues sabéis que habéis de morir, nunca Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su
podré aconsejaros que, por buscar placeres y descanso, dejéis consejero, y le dijo:
de hacer lo que corresponde a vuestro estado, para que así, una -Patronio, ha venido un hombre y me ha dicho que hará una
vez muerto vos, viva siempre la fama de vuestras grandes cosa muy provechosa para mí, pero, al decírmelo, pensé que su
empresas. ofrecimiento era tan débil que preferiría él que no lo aceptase.
Yo pienso que, por una parte, me interesaría mucho hacer lo »Vos, señor Conde Lucanor, como juzgáis que lo que ese
que me sugiere, aunque tengo reparos para aceptar su oferta, hombre os ofrece es muy provechoso para vos, simulad que
pues creo que me la ha hecho sólo por cumplir. Como sois de aceptáis por darle gusto, sin pensar que lo hace por cumplir, y
tan buen juicio, os ruego que me digáis lo que os parece que no esperéis a que insista mucho más, -78- pues podría ser
deba hacer en este caso. que no os renovara su ofrecimiento y entonces sería
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis en humillante para vos pedirle lo que ahora os ofrece.
esto lo que me parece más favorable para vos, me gustaría El conde lo vio bien y pensó que era un buen consejo, obró
mucho que supierais lo que sucedió a un hombre con otro que según él y le resultó de gran provecho.
le convidó a comer. Y viendo don Juan que el cuento era muy útil, lo mandó
El conde le rogó que le contase lo que entre ellos había escribir en este libro e hizo estos versos:
ocurrido.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, había un hombre
honrado que había sido muy rico pero se había arruinado Cuando tu provecho pudieras encontrar
totalmente, y le resultaba muy vergonzoso y humillante pedir no debieras hacerte mucho de rogar.
ayuda a sus amigos para poder comer. Por esta razón pasaba
muchas veces pobreza y hambre. Un día estaba muy
preocupado, pues no tenía nada para comer, y acertó a pasar
por la casa de un conocido suyo que estaba comiendo; cuando
-80-
su amigo lo vio pasar, le dijo por simple cortesía si aceptaba
comer con él. El hombre honrado, movido por tanta necesidad,
le dijo, después de lavarse las manos:
»-Con mucho gusto, amigo mío, porque tanto me habéis Cuento XVIII
pedido e insistido para que coma con vos, que os haría una
grave descortesía si rechazara vuestro amistoso y cálido Lo que sucedió a don Pedro Meléndez de Valdés cuando
ofrecimiento. se rompió una pierna
»Dicho esto se sentó a comer, sació su hambre y quedó más
contento. Al poco, Dios le fue propicio y lo sacó de aquella
miseria en que vivía.
perderá. Sabéis también que ya está preparada toda mi gente
y que, si yo fuese el primero, con la ayuda de Dios, estoy seguro
de que conseguiría mucha honra y gran provecho; pero como
no estoy muy sano, veo que no puedo hacerlo y por eso estoy
muy preocupado, y, aunque perder esa villa me duele mucho,
sinceramente os digo que para mí será peor que él acreciente
su poder y su honra. Por la confianza que tengo en vos, os
ruego que me digáis lo que en estas circunstancias debo hacer.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, aunque tenéis razón
al lamentaros, para que en casos como este hagáis siempre lo
mejor, me gustaría que supierais lo que le sucedió a don Pedro
Meléndez de Valdés.
El conde pidió que le contara lo sucedido.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, era don Pedro
Meléndez de Valdés un caballero distinguido del reino de León,
que, cuando tenía una contrariedad, siempre decía así:
«Bendito sea Dios, pero pues Él lo ha hecho será por mi bien».
»Y debéis saber que don Pedro Meléndez era consejero del
rey de León y privado suyo, por lo cual sus enemigos, movidos
por la envidia, lo acusaron ante el rey de crímenes tan graves
que el monarca decidió mandarle matar.
-79- »Estando don Pedro Meléndez en su casa, le llegó una orden
del rey mandándole ir a palacio inmediatamente. Sabed que
Otro día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su quienes lo habían de matar lo estaban esperando a media legua
consejero, y le dijo: de su casa. Cuando don Pedro Meléndez fue a coger su caballo
-Patronio, como vos sabéis, estoy en litigio con un señor, para ir junto al rey, cayó por una escalera y se rompió una
vecino mío y muy poderoso. Ambos hemos acordado ir a una pierna; por lo cual sus sirvientes y acompañantes se sintieron
villa y el que primero llegue se quedará con ella, pero el otro la
muy disgustados y empezaron a echarle en cara su confianza que Dios hace es para bien nuestro, y si así lo creéis Él os
en Dios, diciéndole: ayudará en todo momento. Pero debéis saber, además, que las
»-¡Vaya, don Pedro Meléndez! ¡Vos, que decís que lo que Dios cosas que nos suceden son de dos clases: unas las podemos
hace es siempre por vuestro bien, tomad el que Dios ahora os remediar cuando ocurren; otras no tienen solución alguna. En
envía! las primeras debemos hacer cuanto podamos para hallar una
-81- solución, sin dejarlo todo en las manos de la Providencia o de
»Pero él les dijo que estuvieran seguros de que, aunque esta la suerte, porque esto sería tentar a Dios, ya que, al tener el
desgracia les molestara mucho, ya verían como era por su bien, hombre entendimiento y razón, ha de intentar remediar
pues Dios la había mandado. Y por mucho que insistieron, no cuantas contrariedades y desdichas le puedan sobrevenir. Sin
pudieron cambiar su actitud. embargo, en las cosas en que no es posible poner remedio,
»Los que le esperaban para darle muerte por orden del rey, debemos pensar que, al ocurrir por voluntad de Dios, será por
cuando vieron que don Pedro no llegaba y se enteraron de lo nuestro bien. Como esa enfermedad de la que me habláis es de
sucedido, volvieron a palacio y allí contaron al rey por qué sus las cosas que Dios manda y que no podemos remediar, pensad
órdenes no se habían cumplido. que, si viene de Él, será lo mejor que pueda ocurriros, que ya
»Durante mucho tiempo estuvo don Pedro Meléndez sin Dios dispondrá que todo salga como deseáis.
poder cabalgar y en este tiempo supo el rey que las acusaciones El conde pensó que Patronio le decía la verdad y le daba un
contra don Pedro eran totalmente falsas, por lo cual hizo buen consejo, obró así y le fue muy bien.
prender a sus calumniadores. Luego fue a visitar a don Pedro, Y como don Juan vio que este era un buen cuento, lo hizo
le contó las infamias que habían levantado contra él, su escribir en este libro e hizo los versos que dicen así:
resolución de darle muerte y, finalmente, le pidió perdón por
los errores que había cometido y le concedió nuevos honores y
mercedes para compensarle. Después mandó ejecutar en su No te quejes por lo que Dios hiciere
presencia a quienes falsamente habían acusado a don Pedro. pues será por tu bien cuando Él quisiere.
»Y así libró Dios a don Pedro Meléndez de perder la fama y
aun la propia vida, resultando ciertas las palabras que solía
decir: «Lo que Dios nos envía siempre es lo mejor».
»Y vos, señor Conde Lucanor, no os lamentéis por esta
-82-
contrariedad que ahora padecéis, pues debéis saber que todo lo
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, los cuervos y los
búhos estaban en guerra entre sí, pero los cuervos llevaban la
peor parte porque los búhos, que sólo salen de noche y de día
Cuento XIX permanecen escondidos en lugares muy ocultos, volaban al
Lo que sucedió a los cuervos con los búhos amparo de la oscuridad hasta los árboles donde se cobijaban
los cuervos, golpeando o matando a cuantos podían. Como los
cuervos sufrían tanto, uno de ellos muy experimentado, al ver
el grave daño que recibían los suyos, habló con sus parientes
los cuervos y encontró un medio para vengarse de sus
Hablaba otro día el Conde Lucanor con Patronio, su
enemigos los búhos.
consejero, y le dijo:
»Este era el medio que pensó y puso en práctica: los cuervos
-Patronio, estoy en lucha con un enemigo muy poderoso,
le arrancaron las plumas, excepto alguna de las alas, por lo que
que tenía en su casa a un pariente que se había criado con él
volaba muy poco y mal. Así, lleno de heridas, se fue con los
y a quien había favorecido muchas veces. Una vez, por una
búhos, a los que contó el mal y el daño que le habían causado
disputa entre ellos, mi enemigo causó graves daños y deshonró
los cuervos porque él no quería la guerra contra los búhos, por
a su pariente que, aunque le estaba muy obligado, pensando en
lo cual, si ellos lo aceptaban como compañero, estaba
aquellas ofensas y buscando la forma de vengarse, desea
dispuesto a decirles las mejores maneras para vengarse de los
aliarse conmigo. Creo que me sería hombre muy útil, pues
cuervos y hacerles mucho daño.
podría aconsejarme el mejor modo de hacerle daño a mi
»Los búhos, al oírlo, se pusieron contentos porque pensaban
enemigo, ya que lo conoce muy bien. Por la gran confianza que
que con -83- este aliado podrían derrotar a sus enemigos
me merecéis y por vuestro buen sentido, os ruego que me
los cuervos, con lo cual empezaron a tratarlo muy bien y le
aconsejéis el modo de solucionar esta duda.
hicieron partícipe de sus planes secretos y de sus proyectos
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, lo primero que debo
para la lucha.
deciros es que ciertamente este hombre ha venido a vos para
»Sin embargo, había entre los búhos uno que era muy viejo
engañaros, y, para que sepáis cómo lo intentará conseguir, me
y que tenía mucha experiencia que, cuando se enteró de lo del
gustaría que supierais lo que sucedió a los cuervos con los
cuervo, descubrió el engaño que les preparaba y fue a
búhos.
explicárselo al cabecilla de los búhos, diciéndole que, con toda
El conde le preguntó lo que había sucedido en este caso.
seguridad, aquel cuervo se les había unido para conocer sus
planes y preparar su derrota, por lo que debía alejarlo de allí confiar en ese pariente despechado, haciéndolo siempre con
inmediatamente. Pero este experimentado búho no consiguió cautela para que no os pueda resultar peligroso.
que sus hermanos le hicieran caso, por lo cual, al ver que no lo El conde pensó que este era un buen consejo, obró según él
creían, se alejó de ellos y se fue a vivir a un lugar donde los y le fue muy provechoso.
cuervos no pudieran encontrarlo. Y como don Juan comprendió que se trataba de un cuento
»Los búhos, no obstante, siguieron confiando en el cuervo. muy bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos
Cuando le crecieron otra vez las plumas, dijo a los búhos que, que dicen así:
pues ya podía volar, iría en busca de los cuervos para decirles
dónde estaban y, de esta manera, reunidos todos los búhos,
podrían acabar con sus enemigos los cuervos, cosa que les Al que antes tu enemigo solía ser
agradó mucho. ni en nada ni nunca le debes creer.
»Al llegar el cuervo donde estaban sus hermanos, se
juntaron todos y, como sabían los planes de los búhos, los
atacaron de día, cuando ellos no vuelan y están tranquilos y
sin recelo, y destrozaron y mataron a tantos búhos que los
-84-
cuervos quedaron como únicos vencedores.
»Así les sucedió a los búhos, por fiarse del cuervo que es,
por naturaleza enemigo suyo.
»Vos, señor Conde Lucanor, pues sabéis que este hombre Cuento XX
que quiere aliarse con vos debe vasallaje a vuestro enemigo,
por lo cual él y toda su familia son vuestros enemigos también, Lo que sucedió a un rey con un hombre que le dijo que
os aconsejo que lo apartéis de vuestra compañía porque es sabía hacer oro
seguro que pretende engañaros y busca vuestro mal. Pero si él
os quiere servir desde fuera de vuestras tierras, de modo que
nunca conozca vuestros planes ni pueda perjudicaros y
verdaderamente hiciera tanto daño a aquel enemigo vuestro Un día, hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su
que nunca pudiera hacer las paces con él, entonces podréis consejero, de este modo:
-Patronio, un hombre ha venido a verme y me ha dicho que »Cuando estas noticias llegaron al rey, lo mandó llamar y le
puede proporcionarme muchas riquezas y gran honra, aunque preguntó si -85- era verdad cuanto se decía de él. El pícaro,
para esto debería yo darle algún dinero para que comience su aunque al principio no quería reconocerlo diciendo que él no
labor, que, una vez acabada, puede reportarme el diez por uno. podía hacer oro, al final le dio a entender que sí era capaz, pero
Por el buen juicio que Dios puso en vos, os ruego que me aconsejó al rey que en este asunto no debía fiarse de nadie ni
aconsejéis lo que debo hacer en este asunto. arriesgar mucho dinero. No obstante, siguió diciendo el pícaro,
-Señor conde -dijo Patronio-, para que hagáis en esto lo que si el rey se lo autorizaba, haría una demostración ante él para
más os conviene, me gustaría contaros lo que sucedió a un rey enseñarle lo poco que sabía de aquella ciencia. El rey se lo
con un hombre que le dijo que sabía hacer oro. agradeció mucho, pareciéndole que, por sus palabras, no
El conde le preguntó lo que había ocurrido. intentaba engañarlo. El pícaro pidió las cosas que necesitaba
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, había un pícaro que que, como eran muy corrientes excepto una bola de tabardíe,
era muy pobre y ambicionaba ser rico para salir de su pobreza. costaron muy poco dinero. Cuando las trajeron y las fundieron
Aquel pícaro se enteró de que un rey poco juicioso era muy delante del rey, salió oro fino que pesaba una dobla. Al ver el
aficionado a la alquimia, para hacer oro. rey que de algo tan barato sacaban una dobla de oro, se puso
»Por ello, el pícaro tomó cien doblas de oro, las partió en muy alegre y se consideró el más feliz del mundo. Por ello dijo
trozos muy pequeños y los mezcló con otras cosas varias, al pícaro, que había hecho aquel milagro, que lo creía un
haciendo así cien bolas, cada una de las cuales pesaba una hombre honrado. Y le pidió que hiciera más oro.
dobla de oro más las cosas que le había añadido. Disfrazado el »El granuja, sin darle importancia, le respondió:
pícaro con ropas de persona seria y respetable, cogió las bolas, »-Señor, ya os he enseñado cuanto sé de este prodigio. En
las metió en una bolsa, se marchó a la ciudad donde vivía el adelante, vos podréis conseguir oro igual que yo, pero conviene
rey y allí las vendió a un especiero, que le preguntó la utilidad que sepáis una cosa: si os falta algo de lo que os he dicho, no
de aquellas bolas. El pícaro respondió que servían para muchas podréis sacar oro.
cosas y, sobre todo, para hacer alquimia; después se las vendió »Dicho esto, se despidió del rey y marchó a su casa.
por dos o tres doblas. El especiero quiso saber el nombre de las »El rey intentó hacer oro por sí mismo y, como dobló la
bolitas, contestándole el pícaro que se llamaban tabardíe. receta, consiguió el doble de oro por valor de dos doblas; y, a
»El pícaro vivió algún tiempo en aquella ciudad, llevando medida que la triplicaba y cuadruplicaba, conseguía más y más
una vida muy recogida, pero diciendo a unos y a otros, como oro. Viendo el rey que podría obtener cuanto oro quisiese,
en secreto, que sabía hacer oro. ordenó que le trajeran lo necesario para sacar mil doblas de
oro. Sus criados encontraron todos los elementos menos el respondido que primero me hiciera rico yo y luego me
tabardíe. Cuando comprobó el rey que, al faltar el tabardíe, no creeríais».
podía hacer oro, mandó llamar al hombre que se lo había »Al cabo de unos días, estaban unos hombres riendo y
enseñado, al que dijo que ya no podía sacar más oro. El pícaro bromeando, para lo cual escribían los nombres de todos sus
le preguntó si había mezclado todas las cosas que le indicó en conocidos en listas separadas: en una los valientes, en otra los
su receta, contestando el rey que, aunque las tenía todas, le ricos, en otra los juiciosos, agrupándolos por sus virtudes y
faltaba el tabardíe. defectos. Al llegar a los nombres de quienes eran tontos,
»Respondió el granuja que, si le faltaba aunque fuera uno escribieron primero el nombre del rey, que, al enterarse, envió
de los ingredientes, no podría conseguir oro, como ya se lo por ellos asegurándoles que no les haría daño alguno. Cuando
había advertido desde el principio. llegaron junto al rey, este les preguntó por qué lo habían
»El rey le preguntó si sabía dónde podía encontrar el incluido entre los tontos del reino, a lo que contestaron ellos
tabardíe, y el pícaro respondió afirmativamente. Entonces le que por haber dado tantas riquezas a un extraño al que no
mandó el rey que fuera a comprarlo, pues sabía dónde lo conocía ni era vasallo suyo. Les replicó el rey que estaban
vendían, y le trajera una gran cantidad para hacer todo el oro equivocados y que, si viniera el pícaro que le había robado, no
que él quisiese. El burlador le contestó que, aunque otra quedaría él entre los tontos, a lo que respondieron aquellos
persona podría cumplir su encargo tan bien o mejor que él, si hombres que el número de tontos sería el mismo, pues
el rey disponía que se -86- encargase él, así lo haría, pues borrarían el del rey y pondrían el del burlador.
en su país era muy abundante. Entonces calculó el rey a cuánto »Vos, señor Conde Lucanor, si no deseáis que os tengan por
podían ascender los gastos del viaje y del tabardíe, resultando tonto, no arriesguéis vuestra fortuna por algo cuyo resultado
una cantidad muy elevada. sea incierto, pues, si la perdéis confiando conseguir más bienes,
»Cuando el pícaro cogió tantísimo dinero, se marchó de allí tendréis que arrepentiros durante toda la vida.
y nunca volvió junto al monarca, que resultó engañado por su Al conde le agradó mucho este consejo, lo siguió y le fue
falta de prudencia. Al ver que tardaba muchísimo, el rey mandó muy bien.
buscarlo en su casa, para ver si sabían dónde estaba; pero sólo Y viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó
encontraron un arca cerrada, en la que, cuando consiguieron poner en este libro y compuso unos versos que dicen así:
abrirla, vieron un escrito para el rey que decía: «Estad seguro
de que el tabardíe es pura invención mía; os he engañado.
Cuando yo os decía que podía haceros rico, debierais haberme Jamás aventures o arriesgues tu riqueza
por consejo de hombre que vive en la pobreza. cuerpo y para su hacienda, porque no querría que fuera víctima
de su propia juventud.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que podáis
hacer por este mancebo lo que creo mejor para él, me gustaría
que supierais lo que le pasó a un gran filósofo con un rey joven,
-87-
al que había educado.
El conde le preguntó lo que había sucedido.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, había un rey que
Cuento XXI tenía un hijo y lo encomendó a un filósofo de toda su
confianza, para que se educara junto a él. Cuando el rey murió,
Lo que sucedió a un rey joven con un filósofo a quien su el infante era todavía muy pequeño y siguió siendo educado
padre lo había encomendado por el filósofo hasta cumplir los quince años. Pero, al entrar en
la juventud, aquel muchacho comenzó a despreciar las
enseñanzas del sabio y a seguir las de otros consejeros que,
como no querían a sus pupilos ni tampoco tenían obligaciones
Otra vez, hablando el Conde Lucanor con Patronio, su con ellos, no se preocupaban por alejarlos del mal. Siguiendo el
consejero, le dijo: joven rey ese camino, en muy poco tiempo pudo verse cómo su
-Patronio, yo tenía un pariente a quien quería mucho, y a salud y su hacienda estaban arruinándose. Todo el mundo lo
su muerte dejó un hijo muy pequeño, que se ha criado conmigo. criticaba por perder su salud y malgastar su hacienda. Como la
Por la gratitud y el cariño que siempre tuve a su padre, y situación era cada vez peor, el sabio que lo había educado
también porque espero que él me ayude cuando su edad se lo sintió gran dolor y pesar, pues no sabía ya qué hacer después
permita, sabe Dios que lo quiero como a un hijo. Aunque este de haber intentado muchas veces corregirlo -88- con ruegos
muchacho es muy inteligente y con el tiempo será de la y súplicas, e incluso con dureza, sin conseguir que cambiase de
nobleza, me gustaría mucho que su juventud no lo llevase por vida ya que su juventud le impedía ser más consciente.
malos caminos, pues la inexperiencia de los jóvenes los engaña Comprendiendo el filósofo que sólo le quedaba un remedio para
y no les deja ver lo más conveniente. Por vuestro buen corregirlo, pensó actuar como oiréis.
entendimiento, os ruego que me digáis la manera de conseguir »Empezó el filósofo a decir de vez en cuando en la corte que
que este mancebo haga siempre lo más conveniente para su él podía leer el futuro en el vuelo y canto de las aves, sin que
nadie en el mundo lo aventajara. Tantos y tantos nobles se lo de su nombre. El rey joven le pidió que se lo explicara. Le
escucharon que el hecho llegó a oídos del joven rey, el cual, contestó el sabio que aquellas dos cornejas habían acordado
cuando lo supo, preguntó al sabio si era cierto que interpretaba casar a sus hijos y la que había hablado primero le dijo a la
el canto de las aves tan bien como se decía en palacio. Aunque segunda que, como el matrimonio estaba concertado desde
el filósofo quiso negarlo en principio, al fin reconoció ser hacía mucho tiempo, había llegado el momento de celebrarlo.
verdad, pero le aconsejó que nadie lo supiese. Como los jóvenes La otra corneja le contestó que era verdad que lo habían
siempre están impacientes por saber y por hacer las cosas, el acordado, mas ahora, gracias a Dios, ella era más rica que la
rey, que era joven, estaba ansioso por ver cómo interpretaba otra, pues desde que reinaba aquel joven rey estaban
los agüeros aquel filósofo; por eso, cuanto el sabio más lo abandonadas todas las -89- aldeas del valle, por lo cual ella
dilataba, tanto más le insistía el rey, que consiguió salir un día encontraba muchas culebras, lagartos, sapos y otros animales
muy de mañana con el filósofo para escuchar las aves sin que que se crían en lugares abandonados, y con todos ellos tenía
nadie lo supiera. más y mejor comida, por lo que ya no era este casamiento
»Aquel día madrugaron mucho. El filósofo se encaminó con entre iguales. La otra corneja, al escuchar a su comadre,
el rey por un valle donde había numerosas aldeas yermas y empezó a reír y le dijo que hablaba sin buen juicio si por ese
abandonadas y, después de pasar por muchas, vieron una motivo quería posponer el casamiento, pues, si Dios dejaba
corneja que graznaba desde un árbol. El rey se la mostró al vivir más a ese rey, ella sería mucho más rica porque el valle
filósofo, que hizo como si la entendiese. donde vivía, que tenía diez veces más aldeas, quedaría
»Otra corneja comenzó también a graznar en otro árbol y abandonado, por lo cual no había motivo para aplazar el
ambas estuvieron graznando, unas veces la de la derecha y casamiento. Y así acordaron celebrar en seguida las bodas.
otras la de la izquierda. Después de escucharlas un rato, el »Cuando esto oyó el rey joven, se disgustó mucho y empezó
sabio filósofo comenzó a llorar amargamente, a romper sus a pensar cómo había llegado su reino a tal estado. Viendo el
vestiduras y a dar grandes muestras de dolor. Cuando el rey filósofo la tristeza y la preocupación del rey y que
mozo así lo vio, quedó muy asustado y preguntó al filósofo por verdaderamente quería enmendarse, le dio muy sabios
qué lo hacía. El sabio, sin embargo, quiso ocultarle los motivos, consejos, de manera que en muy poco tiempo el rey cambió de
pero tanto le insistió el joven rey que el filósofo le respondió vida mejorando así su reino y su propia salud.
que más quisiera estar muerto que vivo, porque no sólo los »Vos, señor conde, pues habéis criado a ese mancebo y
hombres sino también las aves sabían ya que, por su falta de queréis llevarlo por el buen camino, buscad el modo de que con
prudencia, perdería tierra y hacienda y todos harían escarnio buenas palabras y con buenos ejemplos entienda cómo debe
ocuparse de sus asuntos; pero nunca lo intentéis con insultos Lo que sucedió al león y al toro
o castigos, pensado que así podréis corregirlo, porque es tal la
condición de los jóvenes que en seguida aborrecen a quien los
atosiga con recomendaciones, sobre todo si es persona de
alcurnia, pues lo toman como una ofensa sin darse cuenta de
su error, pues no hay mejor amigo que quien amonesta a los
jóvenes para que no busquen su propio daño, aunque ellos no
lo entienden así y se dan por ofendidos. Si os portáis duramente
con él, nacerá entre los dos tanta antipatía que sólo os
reportará perjuicios en adelante.
Al conde le agradó mucho este consejo de Patronio, obró
según él y le fue muy bien.
Y como a don Juan le gustó mucho este cuento, lo mandó
poner en este libro e hizo los versos que dicen así:
-91-
-150-
-169-