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Segundo Reinado de Jose

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Segundo reinado» hasta la batalla de Ocaña (enero-

noviembre de 1809)
La vuelta a Madrid

Alegoría de la villa de Madrid de Francisco de Goya. Festeja la entronización de José I Bonaparte.


En el óvalo había pintado un retrato del rey José, pero fue borrado tras la pérdida de Corona y
después de diversos avatares en su lugar se colocó el rótulo Dos de Mayo.305

Una de las primeras decisiones que tomó José Napoleón I durante este «segundo
reinado» fue sustituir a los nobles de su Casa que le habían abandonado para unirse a los
«patriotas» defensores de los derechos de Fernando VII y opuestos a la ocupación
francesa.296 El duque de Frías, fue nombrado mayordomo mayor; el marqués de
Valdecarzana, Gran Chambelán; el conde de Campo-Alange, Gran Escudero; y el duque
de Cotadilla, capitán de Guardias de Corps.297 El propio rey declaró que «los ricos hombres
de España y la nobleza titulada, lejos de aprovechar su magnanimidad, habían sido por la
mayor parte de la opinión de los enemigos del trono». 306 A continuación hizo un
llamamiento dirigido a los «patriotas», calificados por él como «insurgentes» y como «turba
de bandidos»: «¿Qué necia locura os habrá persuadido de que pequeñas partidas
conducidas de un clérigo, un estudiante, un fraile y, lo es más, un cortador han de
reconquistar el reino y no arruinar como arruinan los pueblos y sus moradores?». 307 Una
forma de ganarse la simpatía de los madrileños fue frecuentar los teatros, lo que no habían
hecho los monarcas españoles desde Fernando VI, hacía cincuenta años.308
Para perseguir los delitos de sedición y espionaje,309237 creó las Juntas Criminales
Extraordinarias, uno de los asuntos más controvertidos de su reinado, ya que tenían el
poder de imponer penas de horca inmediatas y sin apelación, 309 pero lo hizo, «con la
intención y el espíritu de quitar a las autoridades militares francesas el conocimiento de las
causas de aquella especie», según Manuel Moreno Alonso. 310 De ellas dijo el
afrancesado Alberto Lista: «¡Cuántas víctimas no ha libertado aquel decreto, que arrancó
de las manos de los franceses el cuchillo de la justicia! Fue una medida en apariencia
rigurosa, que disminuyó notablemente los males de la guerra». 311 Asimismo se fortaleció la
policía y el ministro Arribas ordenó registros en posadas y casas sospechosas de la capital
y se estableció un reglamento detallado para regular la entrada y salida de Madrid. José I
también nombró comisarios regios con amplios poderes ejecutivos que fueron enviados a
las diferentes provincias del reino para hacer cumplir los mandatos de la nueva
administración ―aunque hubo dudas al principio, la toma de Zaragoza el 21 de febrero de
1809 por el general Jean Lannes, que puso fin al segundo sitio de la ciudad, le animó a él
y a su gobierno a hacerlo―. Además, para los temas relacionados con el clero creó un
nuevo Ministerio de Cultos o Negocios Eclesiásticos, del que se hizo cargo Azanza, que lo
compaginó con el Ministerio de Indias.312313314
Por esas mismas fechas la prensa josefina no dejó de insistir en el «mal gobierno» de la
dinastía anterior de los Borbones. Pedro Estala publicó en El Imparcial del 21 de marzo de
1809: «La despoblación, la miseria, la falta de toda industria, el abandono de los campos y
talleres, y la opresión más completa. De aquí nuestra nulidad en el sistema político de
Europa; desorganizado nuestro ejército, destruida nuestra marina, aniquilado nuestro
comercio, y lo que es aun peor, envilecidos los ánimos hasta el extremo de hallarnos bien
con nuestra ignorancia, esclavitud y abatimiento». 315

Escudo de armas de José Napoleón I. Para confirmar su hispanidad mantuvo el escudo de armas
tradicional español, cambiando la flor de lis de los Borbones por un águila imperial.316

Un decreto del 24 de febrero creó el Consejo de Estado, organismo consultivo del gobierno
siguiendo el modelo napoleónico, con el fin «de rodearse de las leyes y auxilios más
capaces de acelerar la época deseada en que empiezan simultáneamente las tranquilidad
pública y el régimen de aquella misma Constitución». Las normas para su funcionamiento
se establecieron en un decreto del 2 de mayo. Lo presidiría el propio rey, aunque podría
delegar la presidencia temporalmente ―José I insistió en que su consejero Miot de Mélito
pudiera participar en sus sesiones―.317318319 La ceremonia de su establecimiento tuvo lugar
el 3 de mayo en el Palacio Real y el primer tema que trató, a propuesta del ministro de
Hacienda Cabarrús, fue la acuciante cuestión de la Deuda Pública. Resultado de sus
deliberaciones fueron los decretos de 9 de junio de 1809 sobre la ordenación y liquidación
de la Deuda Pública.320 Sin embargo, el financiero siguió siendo el problema más
acuciante. La petición de recursos fue un tema recurrente en la correspondencia entre
José I y Napoleón. El 20 de enero le escribe: «Si V.M. quiere venir en nuestro socorro con
algún dinero, aunque no fuese más que los dos millones de Bayona, es éste el momento
en que tengo más necesidad, ya que he crearlo todo y todo está agotado». El 27 añadía:
«Hoy un millón me resulta más preciso que diez en otra ocasión». El 17 de febrero insistía:
«No tengo un céntimo para dar a nadie». Y el 16 de marzo: «Las finanzas nos hacen una
ruda guerra». En julio el problema persistía: «Los ejércitos consumen todos los recursos
del país; no entra un céntimo en el tesoro; hasta ahora he vivido haciendo fundir la plata de
los palacios y usando todos los demás recursos que se han podido utilizar. No tenemos
ningún crédito».321 Napoleón por su parte culpaba de la situación a la «debilidad de las
autoridades españolas». Así lo expuso en octubre en una carta al general Clarke cuyo
contenido debía hacer llegar al rey José (y en la que anticipaba la solución que adoptaría
unos meses después: la anexión de facto de las «provincias» al norte del río Ebro):
«Haced saber al rey que mis tropas carecen de todo en España, porque mis generales no
tienen ningún poder en las provincias y porque merced a la debilidad de las autoridades
españolas los agentes de las Juntas aprovechan para privarles de dinero; que es preciso,
pues, que los comandantes de las provincias tengan la administración del país». 322

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