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Ensayo Parte 1 Democracia

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LA DEMOCRACIA EN EL PERÚ

En el siguiente ensayo argumentaremos sobre la democracia en el Perú, que es un


orden social que garantiza libertades que, al menos en teoría, toda persona valora, pues,
brinda la posibilidad de desarrollarse plenamente. La democracia es una herramienta
colectiva, ya que les permite a las sociedades tomar decisiones que conciernen a toda la
comunidad, considerando la opinión de los ciudadanos, ya sea directa o indirectamente,
lo cual no debe ser soslayado de manera alguna.

¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?

El hablar de democracia es lo mismo que hacerlo de votos y elecciones a la hora de


decidir quién gobernará. Esto es correcto, pues, la democracia es un orden colectivo, es
decir, un conjunto de leyes y mecanismos que funcionan como herramienta o tecnología
social, cuyo propósito principal es solventar un problema tan inevitable como universal:
quién va a gobernar y por cuánto tiempo lo hará.

El punto es que todos los grupos humanos, sean “modernos” o “primitivos”,


“desarrollados” o “subdesarrollados”, etc. Tienen que decidir quién gobernará y por
cuánto tiempo. La democracia es, precisamente, como ya apuntamos, una forma de
solucionar este problema: de manera periódica, sin trampas ni manipulaciones, así como
recurriendo a la regla de una persona un voto, los ciudadanos deciden quién los
gobernará (la duración del mandato, si hay reelección o no, etcétera, depende de las
preferencias de cada sociedad).

Ahora bien, las sociedades no sólo enfrentan la cuestión de decidir quién


gobernará, sino que también deben asegurarse de que quien quiera que sea que lo haga
no cometa abusos de ningún tipo una vez que ocupe el poder. Imaginemos, por ejemplo,
una situación en la que, en un país X, la gente vota mayoritariamente por el partido A y
éste gana las elecciones. Una vez en el poder, dicho partido decide que una de sus
políticas será privar de sus viviendas a todos aquellos que votaron por B. Si en este país
imaginario sólo impera la ley de la mayoría, es decir, la democracia a secas, quienes
favorecieron a B perderá sus casas. En un caso como el descrito, el gobierno sería
“democrático”, porque fue electo por medio de los votos, claro está; pero, no estaríamos
ante una democracia plena porque, a todas luces, se violarían los derechos básicos de
algunas personas y, por lo tanto, su espacio de libertad sería transgredido.
ELECCIONES Y CAMBIOS DE GOBIERNO EN EL PERÚ DEL SIGLO XXI

Si bien un proceso electoral pone en juego las instituciones fundamentales de la


democracia, éste parece no ser el principal problema para la democracia en el Perú y
quizá podríamos ampliar la hipótesis para la región andina. La elección de Alan García
en el 2006 es la tercera elección presidencial que se da en el presente siglo, después de
la de Alberto Fujimori en el año 2000 y la de Alejandro Toledo en el 2001, luego de un
breve periodo de Gobierno de Transición presidido por Valentín Paniagua, que le
correspondió por ser presidente del Congreso de la República. Es decir, Alan García es
el cuarto presidente del Perú en lo que va del siglo.

Lo particular de la democracia en el Perú es que la democracia funcionó, con las


limitaciones presentadas, pero sólo para la mitad del país, en donde se construían
instituciones, se mantenía un espacio público abierto a la libertad de expresión, mientras
que en la otra mitad que estaba en estado de emergencia, no existía la ley fuera de la
autoridad militar. Entre 1980 y 1992, hubo tres elecciones presidenciales y
parlamentarias, y cuatro elecciones municipales en todo el país. Y a la vez, estaban
suspendidas las libertades individuales en la mitad del país, incluyendo Lima, y las
asociaciones civiles privadas sin fines de lucro y las instituciones políticas vivían en
constante riesgo de ser atacadas de uno y otro lado.

DEMOCRACIA Y CAMBIOS DE RÉGIMEN POLÍTICO EN LOS SIGLOS XX


Y XXI

Para analizar la calidad de la democracia es importante plantearse la pregunta por lo


que significa la democracia en el Perú tomando en cuenta lo que dicen Levine y Molina
(2007) sobre la necesidad de reflexionar sobre la conexión entre procedimientos
políticos y el orden social existente. Si se mira al largo plazo, durante el siglo XX, los
periodos democráticos en el Perú se han alterado con asombrosa regularidad con las
dictaduras, no sobrepasando la decena de años un régimen democrático, y la docena, un
régimen dictatorial. Visto así, los gobiernos democráticos pueden ser analizados como
intentos de construir una forma de gobierno para todos, interrumpidos por golpes de
Estado en función de los intereses de la minoría dominante, apoyada por el consenso
internacional o como breves paréntesis que interrumpían o permitían que se alternaran
los dictadores en el gobierno del país. Esta última ha sido más bien la experiencia en
muchos de los países de América Latina hasta la década de 1960 en la que el contexto
de la Guerra Fría llevó al establecimiento de dictaduras modernas, más sistemáticas en
su represión, y coordinadas internacionalmente en el contexto de la Guerra Fría.

Como sostiene Avritzer (2002), puede ser que en la anterior ola democrática cuyo
centro estuvo en Europa, donde surge el modelo de desarrollo basado en la
industrialización y organizado por el mercado, la participación ciudadana se entendiera
como un desafío a la gobernabilidad, pero en América Latina es esta participación la
que estaría permitiendo que se constituyan las instituciones democráticas y que el
desarrollo como problema entre en la agenda política. En este sentido cabe decir que
son la movilización y la participación las que pueden llevar a mejorar las condiciones
para el funcionamiento de la democracia.

El concepto mismo de participación es definido de distinta forma por la sociología y


por la ciencia política. En el primer caso, es la integración a una comunidad y el papel
activo o pasivo que se desempeña en ella, mientras que en la política se restringe a la
participación en los procesos electorales a través del voto. En el Perú, como en América
Latina, el concepto sociológico es fundamental para la política. De la integración de los
ciudadanos en los distintos niveles de la sociedad depende la posibilidad del pacto
fundacional que se supone existe en una sociedad democrática.

Uno de los indicadores que habría que mirar para evaluar la fortaleza o debilidad de
la democracia es la capacidad de movilización que tienen los ciudadanos y los objetivos
de su movilización. Los momentos de mayor movilización en el Perú son los que han
antecedido a las democracias, como en el periodo entre 1976 y 1980 y posteriormente
entre 1998 y el 2001. Estas movilizaciones requieren de un aparato organizativo y
cultural que logre convertir las necesidades individuales en intereses comunes y
convocar a la ciudadanía a acciones conjuntas, con un alto nivel de legitimidad para
contrarrestar el riesgo.

La desmovilización en el Perú ha sido bastante exitosa. Levine y Romero (2004) se


refieren a este proceso como uno de desempoderamiento, en el sentido de que los
actores sociales han perdido capacidad de sumar esfuerzos con objetivos comunes, han
debilitado sus organizaciones y han dejado de ser un poder alternativo capaz de
negociar a favor de sus intereses con las clases dominantes. Este poder se canaliza hoy
día a través de organizaciones de otro tipo, que incluyen a las Iglesias, a las
organizaciones no gubernamentales y a otro tipo de asociaciones que todavía tienen que
hacer su camino.

SOCIEDAD CIVIL DE CIUDADANOS Y ESTADO DE SEÑORES: HACIENDO


HISTORIA

Tomando el año 1980 como punto de partida para el restablecimiento de la


democracia en el Perú, lo que quiero mostrar es la fuerza y la debilidad de las
instituciones realmente existentes en la sociedad peruana y la dificultad de cambiarlas.
Quisiera partir de la paradoja que se produce durante el régimen de Velasco, autoritario
y dictatorial sin lugar a duda en términos institucionales, pero que permite que se
avance en la formación de condiciones para la poliarquía y para la formación de
ciudadanía. Es decir, se produjeron condiciones para la democratización de la sociedad,
entendida como incorporación universal a la educación, al derecho de propiedad como
oportunidad para todos (a través de las invasiones de tierras urbanas, de la reforma
agraria y las formas diversas de propiedad como las cooperativas agrarias), y a la libre
asociación (vecinos en Pueblos Jóvenes, los sindicatos, etc.). Lo menciono como una
paradoja, y una situación llena de contradicciones, porque se dieron medidas como la
reforma agraria que recortó el acceso a la propiedad de las élites terratenientes, pero
también otras que ampliaron el acceso a la propiedad rural y urbana del campesinado
rural y de los que emigraron a las ciudades. La reforma educativa y la atención a la
educación inicial y de adultos redujeron el analfabetismo. A la vez, por las
características del régimen no se avanzó en la construcción de instituciones
democráticas, pero no se destruyeron las asociaciones existentes, creando asociaciones
paralelas en algunos casos, produciendo en el intento un espacio público participativo
con elecciones y rotación de dirigentes, donde se buscó la autonomía del control del
Estado. Muchas de las asociaciones vecinales todavía existen, según el informe del
PNUD (2006: 65) en el 23% de las localidades tienen un nivel de participación de
63,4%, lo que es bastante alto.

LA LIBERTAD Y OTRAS VIRTUDES DE LA DEMOCRACIA

Ya vimos que la democracia importa porque provee de libertad al individuo. Ahora


nos concentraremos en la relevancia, precisamente, de la libertad. También
comentaremos un poco respecto a otras de las razones por las que la democracia es
crucial: puede contribuir a la paz y estabilidad sociales, así como a la generación de
progreso económico para todos.

En esencia, la libertad es de importancia porque provee un marco que permite que el


individuo “sea”, es decir, que se desarrolle plena y satisfactoriamente. Sin libertad, las
personas no pueden decidir a qué dedicarse, dónde vivir, qué estudiar, cuántos hijos
tener e incluso cuestiones como qué tipo de ropa vestir. De hecho, en ausencia de
libertad se puede dar el caso de que al individuo incluso se le diga, o se le pretenda
decir, qué pensar. Un ejemplo de lo anterior está dado por algo que suele ocurrir en los
países que se autodenominan democráticos, pero que, en realidad, están lejos de serlo:
los asesinatos de periodistas que expresan opiniones distintas a las “oficiales” o,
simplemente, diferentes a las de un grupo en particular. Otro ejemplo de lo que sucede
cuando no hay libertad es lo que le pasó a la comunidad judía en Alemania durante la
época nazi: nada más por ser judíos, millones de personas perdieron sus trabajos, sus
casas, sus familias y, en muchos casos, hasta sus vidas. En una democracia de verdad
esto nunca hubiera sucedido, pues, al garantizarse los derechos básicos de toda persona,
nadie –ni siquiera por decisión de la mayoría– podría haber hecho con los judíos lo que
los nazis hicieron.

El hablar de libertad nos conduce a un problema: ciertamente en una democracia todas


las personas son iguales ante las leyes, tienen los mismos derechos y, por lo tanto,
disfrutan, justamente, de libertad, lo que se traduce en que tienen la posibilidad de
desarrollarse a plenitud ¿de verdad? No. Es de crucial relevancia enfatizar que la
igualdad ante la ley no es todo lo que se requiere para ser libre. Por ejemplo, en el
mundo hay millones de personas en estado de pobreza quienes, en consecuencia, no
necesariamente estudian o se benefician de la propiedad privada, lo que las coloca en
una posición de desventaja ante quienes sí pueden hacerlo. El punto es, pues, que si uno
es pobre resulta probable que no tenga acceso a lo necesario para alcanzar un desarrollo
individual pleno, lo que es lo mismo que decir que uno no puede disfrutar de su libertad.

Libertad y democracia son, entonces, cruciales. Sin embargo, no sólo lo son por lo hasta
aquí señalado, sino también porque incentivan, precisamente, la generación de riqueza,
es decir, le dan empuje al progreso económico. ¿Por qué? Partamos de este hecho: toda
persona requiere de una fuente de ingreso, es decir, de un empleo, ocupación, etcétera,
que le permita ganarse el pan. Dado lo anterior, si los individuos se desenvuelven en un
ambiente en el que se sienten seguros, pueden decidir qué hacer de su vida, acumular
ahorros, comprar una casa, abrir un negocio o invertir en el negocio de alguien más y,
paralelamente, en caso de que así lo requieran, reciben apoyos para educarse,
capacitarse, no estar sumidos en la pobreza, sobre todo de oportunidades, y al
permanecer saludables buscarán satisfacer sus necesidades económicas de acuerdo con
sus propios intereses, necesidades, capacidades, etcétera. Al hacerlo, cada uno de ellos
contribuirá a la expansión de toda la economía. En particular, la libertad es conducente a
la innovación, es decir, a que las personas den rienda suelta a sus ideas y proyectos, lo
que suele resultar, a ciertos niveles, en mejoras tecnológicas que le dan brío y
dinamismo al crecimiento económico, lo cual es benéfico para todos.

CÓMO SE ADAPTA LA DEMOCRACIA A CONTEXTOS DE CRISIS

La democracia, como ya hemos visto, genera diversas ventajas para los miembros de la
comunidad: asegura libertades individuales, expanden la posibilidad de participación y
defensa propia de los intereses, y reducen la concentración de poder de la toma de
decisiones. El entramado de arreglos institucionales y sociales que permiten la
estabilidad de la democracia debe defenderse constantemente de actitudes contrarias a
estos valores, o de acciones que busquen socavar las condiciones del régimen. En ese
sentido, hay situaciones críticas en las que dichas actitudes pueden florecer con mayor
facilidad y donde la fortaleza democrática es puesta a prueba.

Una crisis, tal como lo es la emergencia generada por el COVID-19 o algún desastre
natural, es un gran reto para un Estado democrático. Los cambios repentinos en la vida
diaria y la rutina de la mayoría de los ciudadanos, acompañado de fuertes presiones
económicas, sanitarias, educativas y laborales, así como la necesidad de implementar un
aislamiento social obligatorio, son situaciones particulares que generan problemas muy
graves para gran parte de la población, con efectos diferenciados por grupos sociales y
con una alta necesidad de soluciones efectivas y veloces

LOS ENEMIGOS DE LA DEMOCRACIA


Si bien es cierto que la democracia no es una forma de sociedad sino un régimen
político y si es inaceptable calificar a un gobierno de democrático porque mejora el
nivel de vida, la tasa de escolaridad o la esperanza de vida de la población, tampoco hay
democracia sin la existencia de opciones entre fuerzas representativas dentro de una
colectividad-local o nacional. Pues, ¿cuáles son las reglas del juego si no hay ni
jugadores ni campo de juego? Hoy día la mayor parte del mundo está firmemente
apegada a la idea de democracia, como lo han probado, por ejemplo, la caída de los
regímenes militares de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, el fin del
monopolio político del partido comunista en Polonia, en Hungría, en Checoslovaquia,
en Bulgaria, e incluso, hasta cierto punto, en la Unión Soviética y en Rumania, así como
la desaparición del izquierdismo contrario al principio de elecciones parlamentarias en
los países occidentales. 

Todas estas experiencias se ajustan a los principios sobre la base de los cuales he tratado
de definir la democracia: existencia reconocida de una sociedad no sometida al poder
absoluto de un Estado y tan poco segmentada y jerarquizada como sea posible;
reconocimiento de la racionalización como un elemento esencial de conflictos sociales
que deben combinar la oposición de intereses o de ideas con la referencia a un interés
general; y, por último, aceptación de un principio ético que establece el derecho
absoluto del individuo a la mayor libertad posible de creencias e iniciativas. 

Durante largo tiempo las filosofías políticas han procurado dar un fundamento
suficiente a la democracia en virtud de medidas institucionales -elecciones libres,
separación de poderes, desaparición de privilegios y de posiciones personales. Pero la
descripción de las instituciones democráticas no constituye un análisis de los
fundamentos de la democracia. Lo que me propongo señalar aquí es que la existencia de
la democracia descansa en una "doble limitación" del poder político y social, por una
parte, gracias al reconocimiento de la "racionalidad" y de sus exigencias propias, y, por
otra, mediante el recurso a una forma u otra de "derecho natural", y que exige también
la mayor integración social posible al mismo tiempo que la existencia de grupos de
ideas y de intereses que sean actores representables. 

En otras palabras, los enemigos de la democracia son tanto la segmentación social y


cultural como la aplicación predominante de un principio de unidad o como la
subordinación de la sociedad a un Estado voluntarista que reemplaza a los actores
sociales.

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