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Bad Influence Charleigh Rose

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Moderación
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Traductoras
Gerald
Tessa
EstherC
Laura A.
Julii.Camii
Tolola
Walezuca
RRZOE
Guadalupehyuga
Andie
Bella'

Corrección y revisión
Clau V

Diagramación
Desiree
Índice
Sinopsis
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
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19
20
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31
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33
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35
36
37
Epílogo
Sobre la autora
Sinopsis

Allie
Cuando me mudé a River's Edge, salir con alguien era lo último que
tenía en mente.
Definitivamente no esperaba enamorarme de él.
Jesse Shepherd.
Popular. Atleta estrella. Engreído como el infierno.
Conoces a ese tipo de persona.
Pero a medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que había más
cosas ocultas debajo de ese hermoso exterior.
Reservado. Enojado. Un poco roto
Mientras más levantaba sus capas, más profundo me enamoraba.
Hasta que me estrellé de cabeza contra su mar de mentiras.

Jess
Perdí la oportunidad
Lo arruiné todo: la universidad, el lacrosse, mi futuro; solo para
terminar justo donde comencé, en River's Edge.
Estaba satisfecho con deleitarme en mi miseria, pasando mis días
ahogándome en un pozo sin fondo de alcohol y chicas.
Hasta que la vi.
Allison Parrish.
Hermosa. Sarcástica. Mala actitud perpetua.
La pequeña y bonita distracción del espectáculo de mierda que era mi
vida.
Pero los pecados de mi pasado estaban acercándose a mí y aprendí
por las malas que nada que sea dorado permanece para siempre.
"Nada que sea dorado permanece para siempre”
—Rober Frost
1
Allie
Mi papá siempre decía que tanto las mejores como las peores cosas de
la vida son inesperadas. Son los momentos que cambian tu vida
indefinidamente, y aun cuando los veas venir, nunca estás preparado para el
impacto. Lo que importa es lo que haces después. Es la forma en que lidias
con la crisis o la buena suerte, lo que te define.
Es seguro decir que fallé miserablemente en ese departamento.
La aguja me pincha el dedo y dejo salir un siseo, dejando caer mi
chaqueta sobre la cama antes de meterme el dedo en la boca. Miro la vieja
chaqueta vaquera de mi padre, cada superficie llena de parches coloridos de
sus bandas favoritas. Social D. Pennywise. Rancio. NOFX. La lista
continúa. Corté las mangas demasiado largas por capricho, decidiendo
coserle las mangas y la capucha de una vieja sudadera para poder usarla.
Me la llevo a la nariz e inhalo, intentando desesperadamente captar un poco
de su olor. No me la he puesto ni la he lavado, temiendo perder el olor para
siempre, pero creo que ahora, más de medio año después de su muerte, por
fin se ha ido.
La mayor parte de los días, estoy bien. Otros días, la tristeza es tan
potente que parece que fuera ayer.
—¡Allison! —grita mi madre, su voz es como la de un niño, incluso
cuando está gritando.
Me quito uno de los auriculares del oído, mirándola expectante desde
mi cama.
—Sé que es tu cumpleaños y que se supone que debo dejarte tomar
las decisiones, pero ¿estás segura de que no quieres hacer nada? Tengo
una cita de sushi esta noche. ¿Podrías unirte a nosotros?
Pongo los ojos en blanco. Sí, me encantaría pasar mi cumpleaños
dieciocho con mi madre y su compañero de la semana comiendo una
comida que odio.
—Estoy bien.
Veo al alivio brillar en sus ojos, pero lo oculta rápidamente.
Realmente no quiere que vaya a cenar, pero ¿cómo se vería eso si al menos
no me invitara en mi cumpleaños de entre todos los días? Apartándose del
marco de la puerta, camina hacia mí. Cierro mi diario, guardándolo debajo
de la almohada.
—Deberías salir. Llama a Courtney y a Maddison. —Ella extiende
una mano delgada para enrollar un mechón de mi cabello entre sus dedos.
Me río amargamente. No he sido amiga de esas chicas desde el
primer año, cuando les crecieron las tetas y decidieron que lo único que
importaba eran los chicos y las fiestas.
—Está bien, mamá —digo solo para tranquilizarla.
—Bien. Voy a meditar antes de mi cita —me informa, poniéndose de
pie. Si Blancanieves y Willie Nelson tuvieran un hijo por amor, sería mi
madre. Es trágicamente hermosa, de voz suave y carismática. Su sonrisa es
contagiosa y todos la aman. También es la mayor drogadicta que conozco.
Voluble. Egocéntrica, pero de alguna manera dolorosamente insegura. Es
una contradicción ambulante.
Me pongo los auriculares de nuevo sobre mis oídos, terminando así la
conversación. Una vez que ella se va, volteo mi teléfono para ver un
mensaje de voz de mi padre. Mierda, no debo haberlo escuchado con mi
música. Me quito los auriculares una vez más, llevándome el teléfono al
oído.
—Alllllliisonnnnn —saluda con la melodía de la famosa canción de
Elvis Costello. Con la que me da una serenata cada vez que lo veo—. No te
preocupes. No cantaré toda la canción esta vez. Solo quería desearte un
feliz cumpleaños. También es tu recordatorio diario para tratar de ser
amable con tu madre. No es su culpa que la hierba haya empezado a joder
a su cerebro.
Suelto una carcajada. Mis padres se conocieron cuando mi padre
estaba de gira con su banda a finales de los noventas. Se enamoraron duro
y rápido, y después de unos meses, cambió su cómoda vida por un autobús
de gira. Quedó embarazada casi inmediatamente. Mi padre dejó la banda,
compró una casa e intentó echar raíces. Ahí fue cuando empezaron los
problemas. Mi madre estaba resentida con mi padre por dejarla
embarazada. Mi padre estaba resentido con mi madre por tener que dejar
la banda. En resumen, se separaron cuando yo nací.
Cuando mi madre me consideró lo suficientemente mayor, pasaba los
veranos en River's Edge con mi papá y el resto del año con mi mamá aquí
en el sur de California. No se llevan bien, siempre se lanzan ofensas a
expensas del otro, pero mi madre realmente nunca siguió con su vida, aun
cuando ha tenido más novios que Cher y Taylor Swift juntas.
—De todos modos, me gustaría poder estar allí, pero ambos sabemos
que es mejor que tu madre y yo no estemos en el mismo código postal.
Tengo un regalo de cumpleaños / graduación esperando por ti aquí. Te daré
una pista: tiene cuatro ruedas y está en mi garaje.
¿¡Un auto!? Me caigo de espaldas sobre mi cama, apenas
conteniendo mi emoción.
—No puedo esperar a tenerte aquí permanentemente. Feliz
cumpleaños, nena. Eres lo mejor que he hecho. Te quiero.
Sonrío, deseando que estuviera aquí, pero en pocas semanas, iré a
quedarme con él y empezaré la universidad en River's Edge. La línea se
queda en silencio por un segundo y creo que ha colgado, pero luego lo
escucho de nuevo.
—Oh, casi lo olvido. —Se aclara la garganta y yo gruño, sabiendo lo
que viene después—. Feeeeeeeeeeliz cumpleaños a ti —canta, su voz ronca,
odiosa y fuerte—. Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños, querida Allie.
Feliz...
Su canto se detiene abruptamente, seguido de una maldición y mi
corazón se hunde hasta la boca de mi estómago. Todo sucede en una
fracción de segundo: el sonido de los neumáticos patinando, metal
chocando con metal, vidrio rompiéndose, el grito angustiado de mi papá.
Entonces, no oigo nada más que mi corazón latiendo fuertemente en mis
oídos.
—¡Papá!
Sacudo el recuerdo de mi mente, centrándome en la manga que estoy
cosiendo. Han pasado ocho meses desde el accidente. Durante los primeros
meses, me escondí en mi habitación, sin hacer nada. Perdí mi fecha de
inicio en la Universidad de Kerrigan y los pocos amigos que tenía me
dejaron cuando ya no fui divertida. Mi mamá estaba demasiado perdida en
su propia tristeza como para que yo le importara una mierda, a pesar de que
habían estado divorciados desde hacía años y rápidamente se lanzó de
cabeza hacia una nueva relación.
Cuando mi mamá me informó que se mudaba a Hawai con su última
víctima, otro de esos pequeños momentos divertidos e inesperados, supe
que era hora de seguir adelante, como si tuviera opinión en el asunto.
Remato el hilo antes de levantar la chaqueta para inspeccionar mi
trabajo. Deslizo mis brazos dentro de las mangas, acomodándola sobre mí.
Tomando el asa de mi maleta, doy una última mirada a la habitación de mi
infancia, a los carteles, dibujos y letras de canciones pegadas en cada
superficie de mis paredes pintadas de negro. Esto se siente como uno de
esos momentos definitorios de los que mi padre hablaba. La única pregunta
es, ¿me hundiré o nadaré?
2
Jess
—¿Larga noche? —pregunta mi hermana, Lo, arqueando una ceja
hacia mí desde el otro lado de la barra en donde estoy sentado. Sentí como
si acabara de desmayarme cuando ella irrumpió en la habitación que tiene
en su casa para mí, exigiéndome que viniera a desayunar al Blackbear, el
bar/restaurante donde trabaja, para que pudiéramos pasar el rato antes de
irme. Aún medio borracho, tomé mi mochila y la seguí hasta el auto.
Lo tira un cubo de hielo en el contenedor y el sonido me tiene
cerrando mis ojos con fuerza. Ella se ríe, sacudiendo la cabeza.
—No más que cualquier otra noche. —Fue el cumpleaños de Sully y
mi último fin de semana en River's Edge por un tiempo. El lunes por la
mañana, el entrenador me va a dar una paliza y volveré a la escuela con
poco a nada de alcohol, sin peleas, sin fiestas y sin drogas. En pocas
palabras, nada de diversión.
—¿Dónde está tu amigo?
Sonrío, recordando las festividades de anoche. La última vez que
revisé, estaba entre dos estudiantes desnudas.
—A juzgar por la mirada en tu rostro, ni siquiera quiero saberlo. —Lo
se ríe, deslizando un vaso de agua helada hacia mí.
—Está... ocupado. —Me sorprendería si fuera capaz de levantarse de
la cama tan temprano después de anoche.
—¿Vas a ver a Henry antes de irte?
Mi mandíbula se tensa.
—Probablemente no. —No es exactamente una prioridad ver al
hombre que creíamos que era nuestro padre hasta hace poco. Se fue cuando
yo era un niño, dejándonos a Lo y a mí con una madre no apta y un montón
de problemas con la figura paterna. Cuando la mierda empeoró en Oakland,
Lo nos mudó aquí para quedarnos con él, solo para descubrir que después
de todo no era nuestro verdadero padre.
Los buenos tiempos.
—Lo está intentando, sabes.
—Yo también. —Intentando cambiar el maldito tema.
Lo me mira con sus grandes ojos de cachorro y mete la mano debajo
de mi capucha, despeinando mi cabello como si fuera un niño. Cuando
creces como nosotros lo hicimos, es difícil no resentir a los adultos que
hicieron un trabajo de mierda protegiéndote. Y parientes de sangre o no,
Henry nos abandonó en lugar de llevarnos con él.
—Mierda, el camión de la comida está aquí —dice Lo, que ya se
dirige hacia la parte de atrás del restaurante—. Vuelvo enseguida. Y no te
vayas a ir sin decir adiós.
Asiento, le muestro el pulgar hacia arriba y la puerta suena, atrayendo
mi atención hacia una chica con auriculares sobre sus oídos. Una camiseta
del Nirvana se asoma por debajo de su chaqueta vaquera con una jodida
tonelada de parches cosidos. Con los codos apoyados en la barra, la estudio.
Está en su propio mundo, moviendo la cabeza al ritmo de la música que
solo ella puede escuchar mientras se acerca. Se detiene a medio metro de
mí, hurgando en el tazón de Dum-Dums que está sobre la barra, sin darse
cuenta de mi presencia antes de decidirse por uno. Caramelo. Le quita el
envoltorio y lo mete en el bolsillo de sus vaqueros antes de envolver sus
labios alrededor de la paleta de caramelo, haciendo que mi polla se mueva
al verlo.
Sintiendo mi mirada en ella, levanta sus ojos hacia los míos y no hago
nada para ocultar el hecho de que he estado mirándola fijamente. Los ojos
grises azulados se abren por una fracción de segundo, antes de estrecharse
en rendijas. Luego se aleja, dirigiéndose hacia el comedor.
¿Qué demonios fue eso?
La puerta vuelve a sonar, pero esta vez es Sierra Hayes. Y está en una
misión, si la expresión furiosa de su rostro es algo a lo que atenerse.
Probablemente tiene algo que ver con el hecho de que sin saberlo me
enganché con su hermana mayor.
Sully vino a uno de mis juegos hace unas semanas. Terminamos
festejando con algunas chicas de último año de la fraternidad y no pasó
mucho tiempo antes de que nos arrastraran arriba. Apenas habíamos puesto
un pie en su habitación cuando la pelirroja me tenía los pantalones en mis
tobillos y mi polla en su boca. Arqueé una ceja, dirigiendo mis ojos a Sully,
quien se cubrió la boca para sofocar su risa. Sus dos novias simplemente se
rieron, empujando a Sully hacia una de las dos camas tamaño queen
mientras la pelirroja seguía chupando, sin importarle que tuviéramos
público. Yo, por otro lado, no necesariamente tenía ganas de dejarme llevar
delante de otro tipo.
Puse mis manos alrededor de su rostro, preparado para quitar su boca
de ventosa cuando Sully interrumpió con su corriente de enojados
improperios.
—Joder, Shep, dime que tienes un condón —gritó.
La chica de rodillas delante de mí se congeló antes de retroceder y
liberar mi polla con un chasquido.
—¿Shep? ¿Como en Shepherd? preguntó cautelosamente. Asentí—.
¿Como en Jesse Shepherd?
—El único e irrepetible. —Sonreí. Es gracioso. Ser un Shepherd en
Oakland era sinónimo de basura blanca. Aquí, tiene todo un nuevo
significado.
Se cayó de espaldas, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Oh Dios mío, acabo de tener el pene del exnovio de mi hermana en
mi boca. —Mentalmente revisé la corta lista de chicas que podrían haber
sido consideradas mis novias. Salía con chicas, claro. Pasado el rato,
definitivamente. Pero ¿novia? Ese era un título reservado para... bueno,
ninguna.
—¿Sierra Hayes? —dijo ella al ver mi expresión confusa. Gruñí. Solo
escuchar ese nombre es suficiente para hacer que mi polla se frunza y yo
salga corriendo. No porque no sea tremendamente atractiva, sino porque la
chica está completamente demente.
—Ella nunca fue mi novia —corregí, subiéndome los vaqueros y
abrochando la cremallera. Esa era la verdad. A Sierra le gustaba decir que
era mi novia y yo la dejaba, sobre todo porque me importaba una mierda.
Podía etiquetarse todo lo que quisiera. No quería decir que fuera a hacer el
papel de un novio cariñoso. Ella conocía el trato. Cuando me fui de la
ciudad para ir a la escuela, terminé con todo.
—No cambia el hecho de que tú solo... solo... ¡follaste doble! —
Escuché a Sully reírse medio segundo antes de que mis labios se
extendieran en una sonrisa divertida sin querer. ¿Cómo demonios iba a
saber que era su hermana? No me molesté en discutir. Antes de hacer una
salida apresurada, simplemente le dije a Sully que me avisara cuando
terminara.
Sin pensarlo dos veces, salto del taburete antes de que ella pueda
decir algo y llego con la chica Dum-Dum. No estoy equipado para
enfrentarme de lleno con Sierra en mi estado actual. Tan casualmente como
puedo arreglármelas con alguien que no conozco y que parece
despreciarme, envuelvo un brazo alrededor de su cadera mientras igualo mi
paso con ella. Su cuerpo se tensa y se echa hacia atrás, mirándome como si
fuera un lunático.
Quito los auriculares de un oído, inclinándome para acercarme. No se
estremece ni me da esa mirada de ensueño a la que me he acostumbrado y
empiezo a cuestionar mi plan pensado a medias.
—Eres mi novia —digo en voz baja. Desde fuera, parecería que le
susurro dulces cosas al oído en vez de acercarme a una completa
desconocida.
Sus cejas se juntan, la punta de su paleta sobresale de entre sus labios
fruncidos y puedo decir que no está emocionada ante la perspectiva de
seguirme la corriente.
—Está bien, finge que eres mi amiga —corrijo, desesperándome a
medida que Sierra se acerca. La chica Dum-Dum se quita los auriculares
con un resoplido, los mete en su bolsa y es cuando me doy cuenta de que
están conectados a un reproductor de CD. Un maldito reproductor de CD
portátil. Tengo que detenerme de preguntarle si también tiene un localizador
en su bolsa de trucos. Tal vez un disquete.
Ella se desliza en la cabina más cercana y yo me deslizo detrás de
ella, pegando mi lado al suyo. Su columna vertebral está muy recta, sus
grandes ojos grises mirándome de reojo mientras le rodeo los hombros con
un brazo.
—Relájate —susurro en su oído mientras Sierra llega a nuestra mesa.
Todavía no hay escalofríos.
—Eres un imbécil —acusa Sierra, señalándome con el dedo. Me
inclino hacia atrás en la cabina, subiendo mi pierna para apoyar mi tobillo
sobre mi otra rodilla mientras Sutton, una de los meseras y amiga de mi
hermana, maniobra alrededor de Sierra para dejar un par de vasos de agua.
—Solo... ¿les doy un minuto? —pregunta ella con una sonrisa de
suficiencia. Asiento con la cabeza.
—Encantado de verte, también, Sierra. —Froto mi pulgar a lo largo
de la clavícula de Dum-Dum y los ojos de Sierra se centran en el
movimiento antes de estrecharse. Sin duda se siente incómoda, la chica a mi
lado evita el contacto visual, dejando su paleta en una servilleta antes de
alcanzar el agua helada delante de ella.
—¿Podemos hablar? —Sierra dice bruscamente mientras evalúa a la
chica alrededor de la que tengo mi brazo, intentando deducir si es una
amenaza o no. Ella es mi tipo habitual, pero no se puede negar que es
atractiva. El tipo de atractivo que no podría esconder aunque lo intentara, lo
cual creo que podría estar haciendo. Intentado esconderse, eso es. Su ropa
no es necesariamente holgada, pero definitivamente no se ajusta a su forma.
No parece llevar mucho maquillaje y su cabello castaño claro es
ligeramente ondulado, descansando sobre dos pechos perfectos. Cabello
para el sexo. Eso es lo que parece.
—Ahora no es un buen momento. Estoy intentando almorzar con mi
novia.
La chica junto a mí se atraganta con la palabra novia y vuelve a poner
el vaso sobre la mesa.
—Lo siento. —Se da palmaditas en el pecho—. Bajó por la tubería
equivocada.
Una sonrisa tira de la comisura de mi boca, pero aplano los labios
para ocultarla.
—¿Tienes una novia? —pregunta Sierra, arqueando una ceja
incrédula.
—Sí. —Sonrío.
Sierra cruza sus brazos, sus ojos moviéndose entre nosotros y maldita
sea. El tenso lenguaje corporal de esta chica es un claro indicio.
—No hay manera. No me lo creo.
—Me importa una mierda lo que creas, pero si me disculpas, mi novia
y yo intentamos pasar un tiempo juntos antes de que tenga que irme.
—¿Desde cuándo? —presiona ella, ignorando mi descarado despido.
—Es nuevo.
—¿Sabe tu novia dónde estabas hace un par de semanas?
Bueno, mierda. No creí que empezaría un interrogatorio. Pero soy
más que un pensador rápido.
—Como dije, es nuevo. Realmente nuevo.
—Así que, ¿la conociste después de meterte con mi hermana y ahora
es tu novia? ¿Es eso cierto?
—Cuando lo sabes, lo sabes. —Me encojo de hombros y para mi
sorpresa, la chica a mi lado se ríe a carcajadas y me muestra un rápido
vistazo de sus hoyuelos antes de que ocultara su expresión.
—¿Cómo se llama? —pregunta Sierra, claramente perdiendo la
paciencia.
Buena pregunta. Miro a mi novia en busca de ayuda, pero ella solo
me mira en respuesta con una expresión inocente y expectante, batiendo sus
pestañas, esperando a ver cómo responderé a esto. Le envío una mirada en
respuesta que dice: me alegro de que esto te divierta.
—No seas grosera, Sierra. Si quieres saber su nombre, pregúntale a
ella.
Sierra resopla, cruzando sus brazos mientras enfoca su atención en la
chica que está a mi lado.
—¿Tienes un nombre? —dice ella lentamente, enunciando cada
palabra como si estuviera hablando con un niño pequeño o alguien que no
habla inglés—. ¿O no llegaron tan lejos? Normalmente la parte del
intercambio de nombres viene después del sexo con este.
—Es Allison —responde, poniendo los ojos en blanco—. Y él sabe
mi nombre. Confía en mí. —Se inclina hacia adelante sobre sus codos para
lograr un efecto dramático, sus dedos juegan con la punta de su popote, y
baja su voz—. Lo estuvo gritando. Durante. Toda. La. Noche.
Mierda, acabo de conseguir una semi-erección instantánea.
Las fosas nasales de Sierra se ensanchan y su mirada se vuelve hacia
mí, pero yo sigo mirando a la chica que está a mi lado, viéndola de repente
bajo una luz totalmente nueva, gracias a ese comentario.
—No sé qué diablos estás tratando de hacer, pero ¿quieres saber lo
que yo sé?
—En realidad no, pero siento que estás a punto de decírnoslo de todos
modos —digo, sonando aburrido mientras retuerzo un mechón del cabello
de Allison entre mis dedos.
—Meterte con mi hermana fue un mensaje claro, Jesse. Querías
hacerme daño.
Cristo. Esta chica está delirando.
—¿Y sabes lo que eso me dice? —pregunta intencionalmente.
—Ilumíname.
—Me dice que en el fondo, todavía te importo. Todavía me deseas.
Así que ya puedes dejar de fingir con la Barbie Basura Blanca.
Estoy sin palabras. Literalmente me quedo sin palabras porque está
tan fuera de lugar que no tengo palabras. ¿Qué clase de lógica jodida de
chica es esa? Ni siquiera sabía que ella tenía una hermana.
—O tal vez —interviene Allison, bajando su voz hasta un susurro
conspirativo—, solo tal vez significa que no le importas lo suficiente como
para considerar tus sentimientos en el asunto.
Los ojos de Sierra se estrechan, pero no tiene una refutación para eso.
—O tal vez no tengo ni idea de lo que estoy hablando —dice cuando
nadie más habla. Sierra gira sobre sus talones sin decir una palabra y luego
se va.
—Sabes que acabas de hacer que te deseé más, ¿cierto? —pregunta
Allison, poniendo un poco de espacio entre nosotros. Ante mi expresión
confundida, se ríe—. Las chicas siempre desean lo que no pueden tener.
Alardear sobre mí delante de ella fue prácticamente un desafío ante sus
ojos.
—Me conoce mejor que eso.
—No si piensa que realmente soy tu novia. Ahora cree que tiene la
oportunidad de ocupar ese papel.
Menos mal que no me quedaré para averiguarlo.
—¿Fue cierto? ¿Lo que dijo sobre su hermana? —pregunta.
—¿Técnicamente hablando?
El labio de Allison se levanta por la comisura, pero antes de que
pueda responder, una voz grave grita su nombre, haciendo que su cabeza se
mueva para ver de dónde viene. Sus ojos se iluminan cuando ve a un tipo
con un arete en el labio vistiendo vaqueros negros, botas negras y una
chaqueta negra. No se me escapa que es todo lo contrario a mí en mi
sudadera con mi logo de Lobos de lacrosse en el frente, pantalones de
chándal grises y gorra puesta al revés.
—Disculpa —dice con impaciencia, haciéndome un gesto para que la
deje salir de la cabina, olvidándose por completo de mí.
—¿Quién es ese? —pregunto, poniéndome de pie.
—Mi novio —dice de manera seria y no puedo decir si está
bromeando, dadas las circunstancias, o si realmente es su novio. No tengo
que preguntarme por mucho tiempo, porque ella corre hacia él y él envuelve
sus brazos alrededor de su diminuta figura, levantándola de sus pies. Ahora
la falta de estremecimientos tiene sentido. Le gustan del tipo corpulento y
emo. No los jugadores universitarios de lacrosse que acaban de salir de la
cama y aún apestan a alcohol.
3
Allie
—Mierda, ha pasado demasiado tiempo. —Dylan mordisquea el arete
en su labio, mirándome. Presiono mi nariz contra su sudadera con capucha
mientras lo abrazo, inhalando su olor familiar, algo que nunca he podido
precisar, pero que le pertenece a él y solo a él.
—Lo siento —digo, levantando la mirada hacia él, intentando leer su
reacción.
No he contestado más que algunos mensajes, mucho menos he puesto
un pie en esta ciudad desde el funeral. También conocida como la noche en
que perdimos la maldita cabeza. Estaba tan perdida por el dolor que intenté
hacerme sentir algo, cualquier cosa, aparte de la abrumadora tristeza que
amenazaba con tragarme entera y cuando Dylan se inclinó para besarme, lo
dejé. No debería haber pasado. Ni siquiera nos gustamos en ese sentido.
Pero si él no va a reconocer al elefante en la habitación, estoy feliz de
pretender que nunca sucedió.
Conocí a Dylan hace un par de años, después de que empecé a pasar
los veranos con mi padre en River's Edge. Estaba segura de que me odió
desde el primer año que lo conocí. Poco a poco, su comportamiento helado
comenzó a derretirse y después de que se robó mi diario y descubrió mis
letras mediocres, inducidas por las hormonas, nos hicimos amigos. Tenía
sentido. El aspirante a estrella de rock y la hija de un músico.
—Debería patearte el trasero por mantenerte alejada durante tanto
tiempo —me informa, tomando asiento en nuestra mesa. La misma mesa en
la que siempre nos sentábamos con mi padre y el resto de la banda de
Dylan. Blackbear era nuestro "lugar".
—Lo sé. Simplemente... no pude. —No me explico, pero Dylan
asiente, sabiendo exactamente lo que quiero decir—. Pero —digo,
enderezando mis hombros y animando mi voz—, ya no tienes que
preocuparte por eso.
Me mira con una expresión inquisitiva.
—Me voy a quedar.
—¿Para siempre? —pregunta él.
Saco mi desgastado libro de composición de mi bolso, poniéndolo
sobre la mesa mientras busco el banderín de cortesía que me dieron en la
orientación.
—Estás viendo a la más nueva Wildcat —digo, agitando el banderín
de fieltro rojo y blanco con el logo de Wildcats.
—¿No inventes? —Se ríe, un sonido profundo que juro que hace
vibrar la mesa. Se suponía que iba a empezar en la Universidad de Kerrigan
en el otoño, pero nunca me presenté. Por suerte, una vez que les expliqué
que tenía una muerte en la familia, me dieron el visto bueno para empezar
durante el semestre de primavera. No importaba el hecho de que el
accidente fue meses antes. ¿La única desventaja? Llenaron mi lugar en los
dormitorios. Gracias a Dios por Halston.
—Sí. Me voy a hospedar con Halston en el Manzanita Hall. —
Ilegalmente. Pero eso es irrelevante.
Halston es mi única otra amiga en el mundo. Mi papá solía enseñar
guitarra en la preparatoria y en las raras ocasiones en que yo lo visitaba
durante el año escolar, iba con él, desapareciendo debajo de las gradas para
escuchar música y escribir en mi diario. Imagina mi sorpresa cuando una
morena alta con zapatos de diseño apareció, preguntando si podía
esconderse conmigo entre clases. Se lo permití de mala gana y esta chica
que parecía que acababa de salir del set de un programa televisivo de CW
encendió un cigarrillo y me contó todos los últimos chismes de River's
Edge. Al principio, ignoré su presencia. Pero Halston es muy persistente.
—Si alguna vez necesitas un lugar donde quedarte... —Se va
quedando callado.
—Gracias, pero estoy bien. —Dylan alquila una casa con sus
compañeros de banda donde cada superficie está cubierta de botellas de
cerveza y escamas de hierba. Llamarlo un departamento de soltero sería la
subestimación del siglo.
Se encoge de hombros.
—Como tú quieras. ¿Tienes algo para mí? —pregunta, sus ojos
marrones mirando expectantemente a mi diario. Está arrugado en el medio
por enrollarlo y llevarlo a todas partes.
Dylan se estira hacia el cuaderno, pero yo le quito la mano de una
bofetada.
Por el rabillo del ojo veo a Jesse pasar por delante de nuestra mesa.
Como si sintiera mi mirada, gira la cabeza para mirarme y me guiña un ojo
antes de volverse a dar la vuelta. Pongo los ojos en blanco. No sé por qué le
dije que Dylan era mi novio. Supongo que solo quería que supiera que no lo
estaba deseando como el resto de las mujeres en un radio de trecientos
kilómetros.
Pero eso no es del todo cierto, ¿verdad? Es un buen ejemplar, no lo
negaré. Pero es exactamente el tipo de hombre que debería evitar.
—¿Quién es ese? —pregunta Dylan, mirándolo de arriba a abajo,
aparentemente sin impresionarse.
—Ese es Jesse Shepherd. —Lo reconocí enseguida. Luce mayor de
como lo recuerdo. Más alto y más musculoso, con los pómulos más afilados
que hojas de afeitar. Solía verlo por la ciudad antes de que se fuera a la
universidad. Incluso hemos hablado antes, pero está claro que no le
impresioné mucho.
Hubo un breve momento en el que pensé que podría ser diferente del
resto de los deportistas con quienes se juntaba. Algo en él no parecía
encajar. Actuaba el papel. Definitivamente se veía como el personaje con su
chaqueta de lacrosse sobre sus amplios hombros y estrecha cintura. Una
sonrisa arrogante firmemente colocada en su lugar. Pero tenía un dejo de
algo en él. Sus ojos tenían una dureza que me hacía preguntarme si había
algo más debajo de ese bonito exterior. Pero entonces abrió la boca,
haciendo trizas esa teoría.
—¿Amigo tuyo? —pregunta Dylan, mirándolo con una expresión
ilegible.
—Dios, no —digo, quitándole la mirada—. Entonces, ¿qué hay de
nuevo contigo?
—El Attic cerró hace unos meses, así que hemos estado intentando
encontrar otro lugar para tocar.
—No puede ser. —Dylan y su banda tocaban allí cada semana. El
Attic era su hogar. Era el lugar al que iban tanto los locales como los
turistas a beber y a escuchar música en vivo—. ¿Cómo diablos pasó eso? —
Ese lugar siempre estaba lleno.
—No estoy seguro. Aparecimos para tocar una noche y el
estacionamiento estaba vacío. Todas las luces estaban apagadas y las
puertas estaban cerradas.
—Eso es un desastre.
—Encontraremos algo.
Asiento, sabiendo que lo harán. Dylan es bueno para los negocios.
—Por ahora, son pizzerías y eventos aleatorios. —Se reclina hacia
atrás en su silla, llevando las manos detrás de la cabeza, respirando
profundamente—. ¿Qué es lo siguiente en la vida de Albert? —Albert.
Pongo los ojos en blanco ante el apodo. Solía llamarme Al para abreviar y
como si eso no fuera suficientemente malo, de alguna manera se transformó
en Albert. No importa el hecho de que tiene el mismo número de sílabas
que Allie.
Miro el cartel de Se busca ayuda colgado en la pared, mordiéndome
el labio inferior.
—Un trabajo, para empezar.
4
Allie
—No tenemos que quedarnos mucho tiempo si no te gusta —promete
Halston mientras nos conduce a través de una sala de estar abarrotada.
Huele a sudor, aerosol corporal de Victoria’s Secret y desesperación aquí.
—Estoy bien. —Las fiestas universitarias no son mi escena, pero a
Halston le encanta esta mierda, y como ella es una de las dos amigas reales
que tengo en River’s Edge, haré todo lo posible para ocultar mi cara de
perra en reposo y disfrutar.
—Quizás esta noche encuentres al candidato perfecto —mueve las
cejas. Su misión en la vida es hacer que tenga sexo. A los dieciocho años,
soy la única virgen que conozco. No me estoy guardando para el chico
perfecto, pero uno al que realmente pudiera soportar tener cerca estaría
bien.
Pongo los ojos en blanco. —Dudoso. Si tuviera que conectarme, no
sería con nadie que pasara el rato aquí.
—Esa es exactamente la razón por la cual este es el lugar perfecto
para encontrar una aventura de una noche para practicar —argumenta—.
No te enamorarás de ninguno de estos chicos.
Bueno, ahí está eso.
Alcanzando mi mano, Halston me empuja a través de la sala donde
parece estar teniendo lugar la fiesta principal. Me sorprendo sacudiendo mi
cabeza con una canción pop pegadiza, “Youngblood”, creo, y pongo los
ojos en blanco. Papá nunca me dejaría vivir así si estuviera aquí. Aunque
obtuve mi gusto impecable por la música de él, también se me conoce por
disfrutar de una o dos de las cuarenta canciones más famosas. Entonces
demándame.
Me sacudo la tristeza que intenta arrastrarse al pensar en mi padre. Él
no querría eso. Siempre buscaba a algunos amigos de mi edad. Quería que
tuviera la experiencia universitaria, lo que me lleva a otra razón por la que
estoy aquí, yendo en contra de mis tendencias solitarias.
—¡Tantos. Chicos! —Halston da un chillido emocionado y yo me río,
sacudiendo la cabeza. Si Loca por los chicos estuviera en el diccionario,
una imagen de Halston estaría al lado de la definición. Ella es
completamente opuesta a mí, con su cuerpo y piernas delgadas por días. El
cabello oscuro rizado a la perfección, una tez cremosa con una marca de
belleza perfectamente colocada en la mejilla. Podría tener a cualquier chico
aquí, y lo sabe.
Examinamos la multitud de chicos ebrios de la fraternidad hasta que
ella mira a un chico con pantalones caqui demasiado ajustados y sin camisa
de pie junto al barril con un círculo de mujeres admirándolo a su alrededor.
—Estoy reseca —dice con un brillo en los ojos, y luego tira de mi
muñeca una vez más.
—¿Por el chico o la cerveza? —grito por encima del ruido.
—Ambos. Definitivamente ambos.
Nos dirigimos al barril a través del mar de personas, y con toda la
confianza del mundo, Halston corta casualmente el círculo de chicas que
rodean a su nueva víctima.
—Hola —dice simplemente.
El chico la mira de arriba abajo, obviamente le gusta lo que ve antes
de inclinar su barbilla hacia ella.
—Hola. ¿Sedienta?
Ella asiente, y él llena un vaso para ella, ignorando a las otras chicas.
Me río suavemente. Es así de fácil para ella. Me detengo mientras las chicas
hacen pucheros, pero su desesperación no dura mucho tiempo porque de
repente, la energía en la habitación cambia y sus miradas se fijan en otra
persona. Miro por encima de mi hombro para ver nada menos que a Jesse
Shepherd caminando por la puerta. Un par de chicos chocan los cinco y las
chicas se lanzan en su camino para un abrazo.
—¡Shep! —llama el chico con Halston. Jesse le da el asentimiento del
hermano, reconociéndolo, y se dirige hacia nosotros. Rápidamente me giro,
esperando que no se dé cuenta de que estoy aquí parada.
—¿Qué pasa, Sully? —pregunta Jesse.
Halston arruga la nariz.
—¿Sully?
—El apellido es Sullivan —le informa—. Pero puedes llamarme papi
—Él le guiña un ojo.
Pongo los ojos en blanco. Eso es vergonzoso.
Doy un paso hacia atrás, tratando de escapar sin ser vista, y
accidentalmente retrocedo hacia la chica detrás de mí.
—Mierda, lo siento… —empiezo, pero cuando veo quién es, la
disculpa muere en mis labios.
—Presta atención —dispara Sierra, dándome una mirada sucia justo
antes de inclinar su cerveza para derramarla sobre mis Doc Martens. Ella no
me considera digna de ninguna atención adicional, su enfoque rápidamente
regresando a Jesse... quien ahora me está mirando directamente, gracias a
mi torpeza. La diversión brilla en sus ojos, y sé que está a punto de montar
un espectáculo.
—Esa no es forma de hablar con mi novia —advierte, enroscando un
brazo alrededor de mi cadera, y mi lado se une con el suyo. Los ojos de
Halston se abren cómicamente, lanzando acusaciones silenciosas en mi
dirección. No le conté lo que pasó en Blackbear.
—Voy a volver al dormitorio para cambiarme de zapatos —le digo a
Halston, levantando un pie para sacudir el exceso de cerveza que ahora está
comenzando a filtrarse en mis calcetines.
—¿Quieres que vaya? —pregunta, dividida entre querer detalles y
quedarse para aprovechar su oportunidad con Sullivan.
—Estoy bien. Ya vuelvo.
Ella sacude la cabeza y deja el vaso sobre la mesa.
—Ya es tarde. No te dejaré volver sola a Manzanita.
—La acompañaré —dice Jesse, y giro mi cabeza, lanzándole una
mirada fulminante.
Halston sonríe triunfante.
—Trato.
—Qué... —empiezo, confundida, pero Jesse toma mi mano,
entrelazando sus dedos con los míos. Como si fuéramos una verdadera
pareja. Todos los ojos están puestos en nosotros, la extraña pareja, mientras
nos dirigimos hacia la puerta. Yo con mis jeans ajustados negros y rotos, la
chaqueta de jean de mi padre atada a la cintura y Doc Martens. Él con su
gorra al revés, jeans ajustados y una camisa marrón con el nombre de su
escuela estampado en la parte delantera de su ancho pecho.
Una vez afuera, dejo caer su mano.
—Gracias... por eso —digo, dirigiéndome hacia los dormitorios de las
chicas.
—Vaya, vaya, vaya —dice, cayendo a mi lado—. ¿Ya intentas
deshacerte de tu novio?
Me detengo en seco, inclinando la cabeza hacia un lado mientras lo
estudio, tratando de averiguar su ángulo.
—¿Qué estás haciendo?
—Te acompaño a tu dormitorio —dice lentamente, como si la
respuesta fuera obvia.
—¿Por qué?
—Ya es tarde. Manzanita está al otro lado del campus. —Él marca las
razones.
—No voy a follarte —estrecho mis ojos hacia él, cruzando mis brazos
sobre mi pecho.
Los labios de Jesse se alzan en una sonrisa y se ríe mientras me mira
de arriba abajo. Jesús, es sexy.
—Está bien.
—¿Está bien? —pregunto, levantando una ceja.
—Está bien —repite, pasando un brazo frente a él—. Lidera el
camino.
Lo miro escéptica por un momento antes de volverme hacia el
dormitorio de Halston. Jesse me pasa un brazo por el hombro y me sonríe
cuando le fulmino con la mirada, a pesar de que mi estómago se revuelve
ante su cercanía.
—Entonces, ¿dónde está tu verdadero novio?
Me lleva un minuto darme cuenta de a quién se refiere.
—¿Quién, Dylan? Solo somos amigos.
—¿Amigos que se ven desnudos? —pregunta casualmente, como si
preguntara por el clima.
—¿Cómo es que eso es asunto tuyo?
—Solo estoy conversando —dice inocentemente.
—Ya te dije que no voy a tener sexo contigo —le recuerdo.
—¿Piensas a menudo en tener sexo conmigo? Seguro que lo traes
mucho a relucir.
Mis mejillas se calientan y miro hacia adelante. Jesse no es
exactamente difícil para la atención femenina, pero si no está tratando de
conectar, ¿qué está haciendo?
Una vez en la entrada de Manzanita Hall, me alejo, apoyando la
espalda contra el edificio de ladrillo, con una mano en la manija de la
puerta. —Gracias por acompañarme.
Jess resopla una carcajada.
—No vas a volver a la fiesta, ¿cierto?
—Probablemente no —admito—. Halston no me extrañará. Créeme.
Jesse asiente, dándome un último vistazo antes de girar para irse, pero
luego escucho un crujido en los arbustos que saca mi mano por su voluntad
propia para sujetarle la muñeca. Los ojos de Jesse se divierten y miran hacia
donde mis dedos agarran su brazo.
—¿Escuchaste eso? —pregunto.
Moviéndose lentamente, me enjaula, apoyando su brazo derecho en la
pared sobre mi cabeza, su mano izquierda junto a mi cadera. Acerca sus
labios a mi oído y lucho contra el escalofrío que me recorre.
—Probablemente sea Sierra —dice, con la voz baja y ronca. Trago
saliva, mirando por encima de su hombro mientras él se acerca. Los dos
sabemos que no es Sierra. Mi pulso late en mis oídos mientras su boca roza
mi mejilla, deteniéndose en mis labios separados. Ni siquiera lo conozco.
Debería alejarlo. Debería detener la farsa. Pero en cambio, me encuentro
esperando su próximo movimiento.
—¿Esto es convincente? —pregunta. Está tan cerca que puedo sentir
su aliento en mis labios, y me doy cuenta de que quiero que cierre la
distancia. Quiero que me bese.
Sacudo ligeramente la cabeza en respuesta.
—¿No? —sonríe. Su mano izquierda deja la pared para enroscarse
alrededor de mi cadera y presiona su pecho contra el mío—. ¿Qué tal esto?
—Casi —susurro. Humedezco mis labios, y la punta de mi lengua
roza su labio inferior. Su expresión pasa de juguetona a acalorada en un
instante, y luego cierra la distancia final. Al principio es suave, solo un roce
de sus labios contra los míos, pero luego está acunando mi rostro con ambas
manos, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras su lengua barre mi boca.
Mis manos encuentran su camisa, acercándolo mientras su boca se
folla a la mía. Porque eso es exactamente lo que es esto. Esto no es besarse.
O tal vez lo es, y he estado besando a los chicos equivocados.
Jesse gime, ajustando un muslo firme entre mis piernas, y la
necesidad que burbujea dentro de mí amenaza con desbordarse ante la
sensación. Demasiado pronto, él retrocede, dejándome sin aliento.
—¿Lo suficientemente convincente? —sus palabras son juguetonas,
pero la mirada vidriosa en sus ojos me dice que está tan afectado como yo.
Trato de encontrar palabras, pero antes de hacerlo, lo escuchamos
nuevamente. El susurro. Ambas cabezas se mueven en dirección al arbusto
justo a tiempo para ver salir a un mapache y correr detrás del edificio.
—¡Jesús! —salto, antes de reír, mi frente cae contra el pecho de Jesse
mientras calmo mi corazón acelerado. Excepto que no se está calmando.
Está latiendo fuerte y rápido por una razón completamente diferente.
Lentamente, levanto mi mirada hacia la de Jesse. Su mandíbula se endurece
mientras me mira fijamente, y siento la gruesa cresta debajo de sus jeans.
Me muerdo el labio mientras mis caderas se mueven hacia las suyas,
buscando la fricción. ¿Qué demonios estoy haciendo?
Con ese movimiento, Jesse se rompe, inclinándose para agarrar la
parte posterior de mis muslos mientras me besa de nuevo. Se mueve hacia
la puerta, y yo tiemblo, con una sola mano, para abrirla detrás de mí. Me
lleva más allá de la vacía área común hacia los dormitorios, claramente
sabiendo cómo moverse.
—Número de habitación.
—Uno, cero, ocho —digo, apenas pronunciando las palabras antes de
que su boca vuelva a estar en la mía. Cuando llegamos a la puerta, me
deslizo por su cuerpo, buscando en el bolsillo de mis jeans la llave de
repuesto que me dio Halston. Trabajo rápido, sin querer darme tiempo para
repensar en mi muy cuestionable decisión de conectarme con un chico que
apenas conozco en una habitación que técnicamente ni siquiera es mía. Pero
tal vez Halston tenía razón. Jesse Shepherd es un playboy. No estaré en
peligro de enamorarme de él. Incluso en el caso altamente improbable de
que tuviera sentimientos, estará a dos horas de distancia en la escuela el
lunes.
Una vez que abro la puerta, Jesse me agarra por el culo, mis piernas
se envuelven automáticamente alrededor de su cintura mientras él me
levanta. Cruzando los tobillos a su espalda, me quito las botas empapadas.
Lo siento vacilar por un momento, mirando las dos camas, tratando de
decidir cuál es la mía. La respuesta es ninguna, pero elige la que estoy
usando por el momento, probablemente adivinando que esa linda ropa de
cama de estilo princesa rosa no soy yo. No sé por qué ese pensamiento me
apacigua. Como si él conocer este pequeño detalle justifica de alguna
manera mi disposición a dormir con un casi extraño.
Jesse me arroja encima de la cama doble con mi edredón negro y se
acomoda entre mis piernas. Engancho mis pantorrillas detrás de la parte
posterior de sus muslos, acercándolo más.
—Joder —gruñe, empujando sus caderas contra mí. Enrollo mis
dedos en la parte inferior de su camisa y tiro hacia arriba. Jesse se sienta
para arrancarla, su gorra cae al suelo con ella. Jesús, él es hermoso.
Musculoso pero delgado. Aún suave. Desordenado cabello cayendo sobre
sus ojos.
—No voy a tener sexo contigo —digo de nuevo, solo para ser clara.
—Dijiste eso —murmura. Inclinándome, sus manos se deslizan
debajo de mi camisa, y me congelo cuando sus labios se encuentran con mi
estómago. Me mira, besándome y lamiendo cada centímetro de mi piel
mientras empuja mi camisa más arriba. Me agacho para enhebrar mis dedos
en esos mechones oscuros y desaliñados mientras me arqueo hacia su toque.
El pulso entre mis muslos es insoportable, casi doloroso ahora, y necesito
más.
Justo cuando expone mi sostén negro, su teléfono suena en su bolsillo
trasero. Se estira para silenciarlo, y luego vuelve, desenganchando el broche
delantero de mi sujetador. Aguanto la respiración cuando él comienza a
despegar la tela de mi piel, mis pezones ya sensibles y duros como rocas
por la anticipación. Jesse raspa sus dientes contra la hinchazón de mi pecho
mientras mi sujetador cae a mis costados, exponiéndome por completo. Me
estremezco, arqueándome hacia él, pero luego su teléfono vuelve a sonar.
—Es mejor que alguien esté muerto —espeta, sentándose sobre sus
talones para sacar el teléfono de su bolsillo. Cuando ve el nombre
parpadeando en su pantalla, su comportamiento cambia completamente. Sus
cejas se juntan, su expresión se vuelve sombría. Él mira de mí al teléfono,
luego de nuevo a mí, arrepentido escrito en todas sus características.
¿Arrepentimiento de que se esté conectando conmigo?
—Tengo que irme.
—¿Algo está mal? —Será mejor que algo esté mal. Aceptaría un
pariente enfermo. Una mascota muerta. Las cosas pasan.
—Yo... —frunce el ceño ante su teléfono de nuevo, y se desliza de
entre sus dedos, aterrizando a mis pies. No veo mucho, pero sí veo un
nombre. Un nombre muy femenino.
Mi boca se abre durante medio segundo antes de cerrarla. ¿Acabo de
ser cambiada por una mejor opción? De repente siento frío. Como si un
cubo de agua helada hubiese sido arrojado sobre el fuego que se estaba
acumulando dentro de mí. Aparto mis ojos, bajando mi camisa para cubrir
mis tetas que todavía estaban húmedas de su boca.
—Al… —comienza, pero me levanto y recojo su camisa del suelo
antes de tirársela. Dándole la espalda, busco debajo de mi camisa para
arreglar mi sostén, sintiéndome estúpida. Tan malditamente estúpida. No
me doy la vuelta, y él no trata de explicar. Después de un momento,
escucho la puerta abrirse y cerrarse detrás de él, dejándome sola con mi ego
magullado.
Estúpida, chica estúpida.
5
Jesse
Dos meses después
—¿Qué carajo pasó con Travers? —pregunta mi compañero de
equipo, Riley, frotando una toalla en su cabello mojado. A pesar de que
Travers ignoró las jugadas le dije que corriera y trató de sabotearme cada
vez que tenía la pelota en el bolsillo, ganamos el juego esta noche.
—Todavía está enojado porque no fue cocapitán, supongo. —Me
encojo de hombros. El lacrosse es un verdadero deporte de imbéciles. Un
montón de ricos, estirados, imbéciles innatos en camisas polo y malditos
zapatos náuticos. A ellos no les gusta cuando llega alguien como yo y
Travers se ha desquitado conmigo desde el primer día. Le gusta provocarme
para que pelee con él, con la esperanza de que me echen del equipo, desde
que sabe que estoy en la lista de mierda del entrenador.
Miro hacia Travers, que me sonríe como el gato que se comió el
canario. Como si supiera algo que yo no sé, y eso no me gusta.
—¿Hay alguna razón por la que le sonríes a mi pene, Travers? —
pregunto justo cuando se me cae la toalla. Todo el equipo se vuelve hacia él,
todos estallan en risa.
La sonrisa se le cae de su rostro, sus mejillas se ponen rojas.
Riley se ríe, girándose hacia mí.
—Date prisa. Quiero regresar a la casa antes de que todos aparezcan y
se beban toda la mierda buena.
Si es un fin de semana, es una apuesta segura que habrá una fiesta en
casa de Riley. Si ganamos un partido, ni siquiera es una pregunta.
—¡Shep! —grita el entrenador, merodeando por el vestuario, sin
detenerse a saludar al equipo—. Una palabra.
—¿Qué hiciste? —Riley frunce el ceño.
—A la mierda si lo sé. —Una mirada al rostro engreído de Travers
me hace sentir aún más nervioso. El entrenador me ha dado varias
advertencias sobre mi temperamento, así que reprimo las ganas de golpearlo
mientras cruzo la corta distancia a la oficina del entrenador.
—Cierra la puerta —me dice desde su lugar detrás de su escritorio—.
Siéntate. —Señala la silla de plástico azul frente a su escritorio. Se calla por
un minuto, frotando su frente mientras mira su teléfono celular,
aparentemente en conflicto. A medida que el silencio se extiende, mis
palmas empiezan a sudar.
—Te perdiste otra práctica esta semana.
Me quedo parado esperando el golpe que sé que se avecina. Para ser
honesto, me sorprende haber durado tanto tiempo.
—¿Tienes algo que decir? —pregunta.
—Tuve una emergencia...
—¿Qué hay de la semana pasada? —pregunta, irrumpiéndome—. ¿Y
la semana anterior? Tus notas están sufriendo. Estás perdiendo clases y
prácticas. —Él marca mis faltas en sus dedos—. Estás distraído en el
campo.
Cuando no digo nada, se inclina hacia adelante, doblando las manos
sobre el escritorio.
—¿Estás en algún tipo de problema? ¿Es esto demasiada presión?
Aprieto mi mandíbula tan fuerte que parece que mis dientes se van a
romper. ¿Presión? Sí, se podría decir que siento la maldita presión. Lo
gracioso de las becas de lacrosse es que no cubren una mierda. Apenas
puedo permitirme estar aquí. Trabajar está prohibido mientras estoy en el
equipo, así que he tenido que recurrir a encontrar formas creativas de hacer
dinero. Es casi imposible hacer malabares con todo.
—No hay problemas —digo.
—No puedo trabajar contigo si no me das algo —dice, con la voz
apretada por la frustración. Esto no es conveniente para él. Probablemente
es la razón por la que me he salido con la mía al romper las reglas tanto
tiempo, y la razón por la que esperó hasta después del juego contra uno de
los equipos más duros para abordar el tema.
—Muy bien. —El entrenador se pone de pie, su voz resignada—.
Estás suspendido por la temporada. Tómate el resto del año para
organizarte.
Sabía que iba a pasar. Prácticamente lo desafié a echarme del equipo.
La decepción se instala sobre mí, y es casi un alivio. He estado esperando
que el otro zapato caiga. Esta vida no estaba destinada a ser mía. Nunca se
sintió real de todos modos. La universidad. Los deportes. Esta mierda no
soy yo, no importa cuánto lo intente.
Cuando salgo de la oficina, el resto del equipo se ha ido. Todos menos
Riley, y a juzgar por su expresión abatida, supongo que oyó lo suficiente
para saber lo que pasó.
—¿Así nada más? —pregunta, con las manos apoyadas en los
costados.
—Así de fácil —confirmo. Se burla cuando paso junto a él para
vaciar mi casillero.
—¿Intentaste luchar contra ello?
—No.
—¿Por qué carajo no?
Cierro de golpe mi casillero, pongo mi bolsa sobre mi hombro. Me
obligo a caminar desenfadado mientras salgo. Riley corre para alcanzarme,
y sé que las palabras salen de su boca, pero no escucho nada una vez que
mis ojos se fijan en Travers. Levanta la vista, con una expresión arrogante
en su rostro antes de soplarme un beso.
Flexiono los dedos, sin querer nada más que sacarle los malditos
dientes. Y ahora, no tengo ninguna razón para no hacerlo.
Dejo caer mi bolsa, merodeando directamente hacia él. Se mantiene
firme, confiado en que no haré nada para meterme en agua aún más
caliente. Lo que no sabe es que ya he terminado, y estoy preparado para
salir con una explosión. Veo el momento en que el miedo se instala. Intenta
ocultarlo, pero sus ojos se abren cuando se da cuenta de que no me detengo.
Le doy un puñetazo en la mandíbula tan fuerte como puedo, y cae como un
maldito saco de piedras.
—¡Qué carajo! —grita, colocando una mano bajo su barbilla para
atrapar el diente que escupe. Bien, ¿Qué les parece? Mi deseo se hizo
realidad.
—¡Shep! —grita el entrenador, caminado hacia nosotros—. ¡Lárgate
de aquí!
Me rio a carcajadas antes de escupir en el suelo junto a Travers.
—Ya me voy.
6
Jesse
—¿Tú qué? —grita Lo, mi hermana. Curvo mis puños a mi lado,
forzándome a no reaccionar. Sabía que no se tomaría bien la noticia. Debí
hacerlo por teléfono para que se calmara antes de que yo llegara.
—Me retiré —repito.
—Te escuché. No puedo entender cómo pudiste hacer algo tan
estúpido —dice. Empieza a caminar por su sala, recogiendo cosas al azar y
guardándolas con rudeza. Es lo que hace cuando está enojada. Es una
limpiadora enojada. Y descubrir que su hermano pequeño está abandonando
la universidad cuando ella trabajó tan duro para que eso ocurriera es lo
primero en la lista de cosas que la harían enojar.
—Cambié de opinión, —digo simplemente. Lo me mira como si
hubiera perdido la cabeza, sus cejas se juntan mientras su expresión pasa de
estar en shock a estar enfurecida. No habla, y una Logan Shepherd
silenciosa es lo único a lo que he aprendido a temer, lo que dice mucho
considerando que crecí en la peor parte de Oakland, donde los robos de
autos y los allanamientos eran algo que ocurría todas las semanas.
—Lo —digo, dando un paso adelante, pero antes de que tenga la
oportunidad de explicarme, la puerta principal se abre y su novio, Dare,
entra. Sus ojos se deslizan entre nosotros, tomando nota de la mirada en la
cara de Lo.
—Maldición.
—Encantado de verte también —murmuro.
Dare se dirige a la cocina y arroja sus llaves sobre el encimera antes
de tomar tres botellas de cerveza de la nevera. Me mira y yo le doy una
ligera sacudida de cabeza, transmitiéndole en silencio que esto requiere algo
más fuerte. Levanta una ceja y vuelve a poner las cervezas, optando por una
botella de Jack de la parte superior de la nevera. Asiento, y maldice en voz
baja, sabiendo que esto no va a ser bonito. La última vez que saqué el
whisky, terminé borracho, desnudo y sangrando en su jacuzzi.
Dare desenrosca la tapa, tomando un gran trago directamente de la
botella, antes de caminar hacia mí. Lo sigue mirándome fijamente, con la
mandíbula apretada, mientras tomo un trago. Me quema la garganta,
calentando mis entrañas mientras baja. Dare vuelve a Lo y le da un beso en
la frente, pero sus ojos se quedan fijos en mí, con los brazos cruzados sobre
su pecho.
—¿Alguien me va a decir qué carajo pasó? —pregunta Dare. Lo
ignora su pregunta, dirigiendo sus palabras hacia mí.
—Después de todo lo que he sacrificado.
—Me imaginé que harías que esto se tratara de ti —digo, flexionado
mi mandíbula de un lado a otro. Sabía que se enfadaría, pero lo superará.
Hemos pasado por cosas peores. Siempre hemos sido nosotros contra el
mundo. Padres drogadictos. Traficantes de drogas. Abuso. Pobreza.
Incontables peleas a lo largo de los años. Nada de esto ha sido suficiente
para hacer que Lo me dé la espalda. Eso no es lo que hacemos
—¿No es sobre mí? Yo abandoné todo para cuidar de ti. Me aseguré
de que fueras a la escuela todos los días. Me aseguré de que tuvieras comida
y una cama para volver a casa.
—No he venido aquí para otro sermón, Lo —digo, mi voz sin ninguna
emoción.
—No —está de acuerdo, sus ojos brillando con lágrimas sin derramar
—. Solo viniste aquí para decirme que estás desperdiciando tu oportunidad.
Viniste aquí para decirme que vas a volver a la maldita vida de la que
tuvimos que salir arrastrándonos.
Trago con fuerza, la culpa golpeando mi intestino como un ladrillo.
—Me echaron del equipo, ¿de acuerdo? —grito. Su boca se cierra
—.Era solo cuestión de tiempo, ¿no es así? —Tomo otro trago—. No estoy
hecho para esa vida de todos modos. No estoy hecho para la universidad.
Además, ahora tienes a Dare para cuidarte. —Mi significado es claro.
Siempre dijo que yo era el único que podía llegar a algo. Se suponía que yo
era nuestro boleto de salida de esa vida, pero Dare se lanzó como un
maldito príncipe de Disney, arreglando todos nuestros problemas.
Algo aparece en los ojos de Lo, pero antes de que pueda responder,
tomo la bolsa de lona a mis pies, me encojo de hombros y levanto la botella
de Jack en dirección a Dare.
—Me llevo esto.
—Para ser un chico tan inteligente, estás siendo un idiota —dice
Dare, con la decepción escrita en su cara. Muevo la cabeza. Una evaluación
justa. Levantando la mano con la botella, les doy un saludo antes de salir
por la puerta.
7
Allie
¿La única cosa buena de trabajar de noche en el Bar Blackbear? Es el
hecho de que yo esté a cargo de la selección de la música. Green Day suena
por los altavoces mientras hago mis rondas, asegurando que los pocos
clientes estén listos antes del cierre. Presenté la solicitud el día que conocí a
Dylan aquí, y la gerente, Lo, me contrató en el acto.
Tan pronto como la última persona paga su entrada, pongo la música
más fuerte. Técnicamente, estamos abiertos una hora más, pero es jueves,
así que probablemente sea seguro empezar a cerrar. Jake, el propietario,
cantinero, barman, sacude la cabeza, divertido, mientras sostiene el tazón de
paletas de caramelo, conociendo mi rutina. Saco mi sabor favorito,
caramelo de mantequilla, antes de limpiar las mesas.
—Puedes irte, Allison —me dice Jake mientras pone una pila de
billetes en la barra para mí—. Yo me encargaré.
—¿Estás seguro? —pregunto. No quiero salir temprano. Sigo siendo
la chica nueva.
Antes de que tenga la oportunidad de responder, la puerta se abre de
golpe. Me sobresalto, me doy la vuelta y encuentro un grupo de personas
que se tropiezan. Son ruidosos y, por lo que parece, están borrachos. Mis
ojos se abren de par en par antes de estrecharse por la molestia de encontrar
un par de familiares ojos color miel.
El maldito Jesse Shepherd. Una chica está envuelta alrededor de su
bíceps, y no puedo decir si lo está usando para sostenerse o si solo está
tratando de enviar una señal muy clara de que está interesada.
Él me lanza una sonrisa, pero pongo los ojos en blanco, ya molesta.
La vergüenza me atraviesa cuando pienso en cómo me dejó esa noche, pero
enderezo mi columna vertebral, sin querer mostrar ningún signo de
debilidad o inseguridad. De hecho, me hizo un favor esa noche. La
vergüenza que siento ahora es solo una fracción de lo que sentiría si dejo
que las cosas vayan más lejos.
—Cerraremos pronto, Jess —le informa Jake, pero Jesse simplemente
se pavonea y coloca su trasero en una cabina, sus amigos lo siguen.
—Estamos celebrando —explica con una sonrisa hueca.
Miro a Jake que me da una inclinación renuente, haciéndome saber
que siga adelante y les sirva. Agarro un par de menús y me dirijo a su mesa,
tratando de mantener mi cara neutral.
—¿Qué puedo hacer por ustedes, chicos? —pregunto después de
sacarme el caramelo de la boca. Debí haberlo dejado, pero no puedo hacerlo
ahora sin que sea incómodo. Al no tener otro sitio donde ponerlo, lo vuelvo
a poner en mi boca y miro mi bloc de notas, esperando sus órdenes.
—¡Quiero unas malditas papas fritas! —dice una de las chicas.
Entonces, el grupo de siete me lanza sus órdenes de una sola vez. Todos
menos Jesse. Finalmente, levanto la vista de mi cuaderno de órdenes para
encontrarme con sus ojos.
—Chica Allie. —Sonríe, pero no es su habitual sonrisa
despreocupada que recuerdo. Esta no llega a sus ojos. Pero luego me
recuerdo a mí misma que no me importa.
—Es Allison —corrijo—. ¿Qué es lo que quieres? —Mi objetivo es
ser indiferente y terminar saliendo rápido en su lugar.
—Esto, para empezar. —Me saca el caramelo de la boca antes de
meterlo en la suya. Mis ojos se abren de par en par y él se inclina hacia
atrás contra la cabina con la frente levantada, retándome a reaccionar, así
que naturalmente, hago exactamente lo contrario, aunque su
comportamiento me desconcierte.
—¿Cómo está Halston? —pregunta un tipo, y me doy cuenta de que
es Sullivan o Sully. Él y Halston terminaron enrollándose esa noche, lo que
sirvió como la distracción perfecta para que no me preguntara sobre lo que
pasó con Jesse. Nunca volví a la fiesta. Me puse los auriculares y me dormí
con el sonido de Jimmy Eat World en mis oídos hasta que Halston llegó a
las cuatro de la mañana, con un aspecto fresco y vertiginoso.
—Ella está bien. Voy a hacer llegar estas órdenes. —Me doy la vuelta
sin darles la oportunidad de responder.
—¿Conoces a Jess? —pregunta Jake cuando me acerco. Sacudo la
cabeza.
—En realidad no. —Definitivamente no voy a explicarle a mi jefe que
casi me enganché con él, especialmente desde que descubrí que Lo es su
hermana. Halston me puso al tanto, pero no sé cómo no lo vi antes. Ambos
tienen el mismo cabello grueso, rebelde y oscuro y ojos color marrones,
excepto que los de Jesse son más verdes que marrones. No es que le haya
mirado fijamente a los ojos ni nada de eso.
—¿Quieres que me ocupe de ellos? —pregunta Jake, moviendo su
barbilla hacia la mesa de Jesse. Miro detrás de mí para verlo mirándome
fijamente, para consternación de la borracha, pero hermosa chica que se
arrastra sobre su regazo.
—Lo tengo —insisto. Me niego a que Jesse sepa que me ha afectado
de alguna manera. Probablemente fue solo otro fin de semana para él. ¿Por
qué iba a ser diferente para mí?
—Entonces les llevaré sus bebidas —insiste Jake. Asiento,
disculpándome para ir al baño, lejos de la mirada penetrante de Jesse. Una
vez dentro, presiono el bloqueo y me apoyo en la puerta. Capto mi reflejo,
luchando contra el impulso de arreglar mi cabello por su culpa. Mi cara está
libre de maquillaje, excepto por el color rojo del lápiz labial de cereza que
cubre mis labios. Me tiro de la camisa blanca del uniforme de algodón que
abraza mi cuerpo más fuerte de lo que estoy acostumbrada. Pongo los ojos
en blanco, enderezo los hombros y vuelvo a la guarida del león.
—¿Qué haces en casa en una noche de semana? —Escucho a Jake
preguntar. Hago una pausa en el pasillo, aún no visible, esperando oír su
respuesta.
—Ha vuelto para siempre —suministra Sullivan, y su grupo de
borrachos lo anima con entusiasmo.
¿Qué? La idea de que esté aquí permanentemente me envía una
sacudida de algo. No sé si es miedo o anticipación. Miro alrededor de la
esquina y Jesse tiene esa sonrisa falsa pegada a su cara otra vez.
—Por eso estamos celebrando —informa la chica que está al lado a
Jake, frotando el hombro de Jesse.
—Bienvenido a casa, hombre —dice Jake, dándole un apretón de
manos, pero los ojos de Jesse lo traicionan. No está contento. ¿Por qué soy
la única que ve eso? O tal vez solo está borracho. Probablemente sea eso.
Me quedo atrás hasta que escucho el sonido de los platos chocando
entre sí y deslizarse por la ventana de exhibición que me dice que su pedido
está listo. Agarro una bandeja, la cargo y me dirijo a la mesa de Jesse. Una
vez que todos tienen su comida, miro de vuelta a Jesse.
—¿Seguro que no quieres nada? —Mi voz es involuntariamente más
suave de lo que era hace un minuto, y él frunce sus cejas, evaluando—. La
cocina está a punto de cerrar —añado, forzando indiferencia en mi tono.
Como si percibiera que puedo ver a través de su pequeña farsa, me
coloca una mano en la parte posterior de mi muslo, sus dedos hacen un
agujero a través de mis delgados leggins negros.
—No tengo hambre de comida.
Frunzo el ceño y me quito su mano de encima.
—Imbécil.
—Yo pedí limón con mi agua —dice la chica a su lado,
aparentemente molesta porque la atención de Jesse se ha desplazado de ella
a mí.
Le doy una risa sardónica. Hago una pausa, mirándola, pero mis
palabras son para Jesse.
—No me interesa.
Me doy la vuelta antes de que ninguno de ellos pueda responder y
Jake ya está armado con un plato que contienen un par de rodajas de limón,
dirigiéndose hacia ellos.
—¿Sigue en pie la oferta de irme temprano?
—Sal de aquí. Te veré mañana.
8
Allie
—¿Dijo algo más? —pregunta Halston, envolviendo mi cabello
alrededor del grueso barril del rizador.
—Solo preguntó cómo estabas —le digo por tercera vez.
—¿Y tú solo dijiste “bien”?
—¿Qué se supone que tenía que decir? —Me encojo de hombros
mientras ella deja caer un rizo caliente sobre mi hombro antes de coger otra
pieza.
—No lo sé —admite—. Pero algo mejor que eso.
—¿Qué pasa con ustedes?
Ella frunce el ceño, luciendo perpleja.
—Creo que me gusta.
Arqueo una ceja. Halston ama a los chicos, pero generalmente no le
gusta ninguno de ellos por más de un par de segundos.
—Así que, ¿cuál es el problema?
—Me ha enviado mensajes de texto un par de veces queriendo que
nos veamos.
—¿Y? —pregunto evasivamente.
—Quería hacer cosas durante el día. Me invitó a almorzar. ¿Qué
diablos se supone que haga con eso?
Me río, poniendo los ojos en blanco.
—No sé, ¿quizás salir con él?
—Los chicos como él no salen. Al menos no exclusivamente.
—Entonces, ¿vamos a ir a esta fiesta porque...? —Pasa sus dedos por
mi cabello, rompiendo las ondas y sacudiéndolas.
—Porque soy una glotona por el castigo —responde ella de manera
objetiva.
—Lo mismo —digo, poniéndome de pie para inspeccionarme en el
espejo unido a su tocador.
—¿Crees que él estará ahí? —pregunta Halston, y sé que se refiere a
Jesse.
Me encojo de hombros.
—Vive aquí ahora. Todo es posible. —Le hablé de encontrarme con
Jesse y Sullivan en Blackbear, lo que me llevó a contarle una versión muy
rebajada de los eventos que tuvieron lugar esa noche.
Se para a mi lado, mirándonos a las dos en el espejo.
—Nos vemos atractivas —anuncia—. Vamos a ir a esta casa de
fraternidad, emborracharnos, divertirnos, y fingir que no existen.
—Tú eres la jefa.

***

Esta fiesta es mucho más grande que la anterior. Está oscuro como el
infierno, la única luz viene de las luces negras que emiten un resplandor
púrpura alrededor de la casa.
—¡Veo shots de gelatina! —grita Halston por encima de la música.
Nos dirigimos hacia la cocina a través de los cuerpos pintados de neón, y
ella saca dos tazas azules del mostrador. Me tomo uno, la consistencia tibia
meneándose por mi garganta.
—¿Sabías que esto era una fiesta de luz negra? —le pregunto a
Halston. Parece que nunca sé de estas fiestas, pero ella siempre está al
tanto.
—Nop. —Se encoge de hombros—. Pero estoy en ello.
La puerta corredera de cristal que conduce al patio trasero se abre, e
incluso en la oscuridad puedo decir que Jesse camina a través de ella,
Sullivan y una manada de chicas calientes justo detrás de él.
—Mierda —murmuró. Halston, sin embargo, tiene una reacción
diferente. Sus ojos se iluminan con travesuras a medida que se acercan a la
cocina. Cuando Jesse me nota, su cara se divide en una amplia sonrisa, sus
dientes resplandecen blancos contra las luces negras.
—¿Me extrañas, chica Allie?
—Es Allison. Y ni siquiera un poco.
—Me hieres. —Él agarra su pecho dramáticamente, atrayendo mi
atención a las palabras iluminadas escritas allí. Kylie estuvo aquí, está
rayado en su piel con una flecha que baja por sus abdominales bien
definidos, más allá del corte en V de sus caderas, hasta su entrepierna.
—Con clase —comento, alejando mi mirada.
—Es un regalo. —Se encoge de hombros sin pedir disculpas.
—Hola, Halston. —Sullivan la mira de arriba a abajo con calor en su
mirada.
—Oh. Hola —dice ella despreocupadamente, apenas dándole una
mirada antes de tomar mi mano en la suya—. ¡Me encanta esta canción!
Vamos a bailar.
Suelto una carcajada mientras ella me empuja hacia la multitud de
cuerpos. Arroja sus brazos alrededor de mi cuello, mirando hacia Sullivan
detrás de mí.
—Pensé que querías verlo.
—No voy a dejar que él lo sepa —me grita cerca del oído—. Créeme.
Sé lo que estoy haciendo.
Unos tipos al azar se unen a nosotras, y Halston se inclina en el pecho
de uno de ellos, montando un espectáculo para Sullivan. Cuando intento ver
su reacción, veo a Jess, y me sorprende verlo mirándome. Con fuerza.
Siento mis cejas fruncirse, confundidas por su reacción, pero me sacudo. El
amigo del chico con el que Halston baila se acerca a mí, enrollando su
mano libre alrededor de la parte baja de mi espalda.
—Nooop. —Me río, deslizándome fuera de su alcance. Es lindo, pero
no estoy de humor para ser manoseada por un chico de fraternidad borracho
esta noche. O nunca. Sin embargo, es persistente, y antes de darme cuenta,
se desliza detrás de mí, pegando su frente a mi espalda. Puedo sentir su
emoción a través de sus jeans y me giro sobre él, empujando sus hombros
con ambas manos. La bebida en su mano derecha se desborda sobre el vaso,
salpicando su camisa con cerveza.
—¿Qué mierda? —insulta furiosamente, levantando los brazos,
mirando hacia abajo a su torso para evaluar el daño.
—No significa no. —Sonrío. Por el rabillo del ojo, veo a Jesse de pie
detrás de él, hacia un lado. Sus brazos están cruzados, la mandíbula cerrada.
¿Vio cómo se desarrollaba todo desde fuera?
—Lo que sea, eres jodidamente fea de todos modos. —Alguien se ríe,
y entonces Halston está a mi lado, agarrando mi brazo en silencioso apoyo.
Él sopesa sus opciones, sabiendo que tiene una audiencia ahora—. Perra —
murmura, girando para irse. Tan pronto como está de espaldas a mí, se
encuentra cara a cara con Jesse que levanta el puño antes de enviárselo
directamente a la cara. El borracho cae de espaldas sobre mí y me derriba,
gracias al suelo que está resbaladizo con alcohol.
Para mi horror, la música se detiene, y las luces se encienden. El Tipo
Borracho se tapa la nariz, sangre corriendo entre sus dedos y por su
muñeca.
—¡¿Qué demonios, Shep?!
Jesse se abalanza hacia él, agarrándolo del cuello con ambos puños y
arrojándolo fuera de mí antes de lanzar otro puñetazo. Sullivan aparece,
sacando a Jesse del Tipo Borracho.
—¡Jesús! —grita Halston, levantándome del suelo pegajoso. Mi falda
y mis piernas están mojadas, y perdí una bota en alguna parte.
—¡Estás fuera! —grita Sullivan, señalando a la puerta.
—No hice una mierda… —comienza el Tipo Borracho, pero Jesse va
por él otra vez, y el Tipo Borracho se estremece, pensando mejor si vale la
pena discutir, y se dirige a la puerta.
Los ojos de todos están sobre mí ahora, llenos de todo, desde la
lástima hasta la curiosidad. Oigo murmullos de ¿Quién es ella? ¿Qué acaba
de suceder? ¿Están juntos? Siento como mis mejillas se calientan, odiando
la atención no deseada.
—¿Qué mierda están mirando? —grita Jesse, girando en un círculo—.
Es una fiesta. Que empiece la maldita fiesta.
La música empieza de nuevo, las luces se cortan, y por suerte, todo el
mundo sigue con su negocio cuando se dan cuenta de que el drama ha
terminado. Jesse pasa una mano a través del pelo que ha caído sobre su
frente antes de doblarse por la cintura para arrancar mi bota de la multitud.
Cuando extiende su brazo para ofrecérmela, arranco la bota de su alcance
antes de empujar mi pie en ella, girando para salir sin una palabra.
Jesse está en mis talones. Una vez que llego al porche, lejos de los
ojos curiosos, giro para enfrentarlo.
—No necesitaba tu ayuda —digo bruscamente. He lidiado con cosas
mucho peores. Si puedo manejar a chicos manilargos en bares y lugares de
conciertos, puedo manejar fácilmente a un colegial descuidado.
—No te hagas ilusiones. Eso no era para ti —dice.
—Oh, ¿en serio? ¿Decidiste pelear por diversión?
—Yo, eh, yo solo voy a... —Halston se aleja, moviendo una uña bien
arreglada hacia la fiesta antes de volver a entrar.
—Eso es exactamente. Estaba buscando una pelea. Se presentó una
oportunidad, así que la tomé.
Lo miro contemplando mis próximas palabras. Parece diferente. Su
pelo es más largo que hace unas semanas. Descuidado. Pero está más allá
de su apariencia. Algo dentro también ha cambiado. Simplemente no lo
conozco lo suficiente como para saber qué es ese algo.
—La próxima vez que estés buscando problemas, déjame fuera de
ellos.
9
Jesse
—¿Qué demonios estás mirando? —le pregunto al novato que recibe
el dinero en la puerta, quien vio a Allie regañándome. Rápidamente aparta
la vista, y se queda de pie al borde del porche en lo alto de las escaleras.
Me siento como un maldito imbécil mirando la espalda de Allison
mientras se aleja de mí. Lo que dije fue mayormente cierto. Sí he estado
buscando una pelea, pero se me da bien internalizar mi mierda. Hasta que
llega a ella, aparentemente.
En el momento en que Daniels le puso las manos encima supe que
habría problemas. Las chicas como Allison no están aquí para tener sexo.
Supe por su lenguaje corporal ese día en su dormitorio que el sexo casual
no era algo que acostumbrara. Me quedé atrás y vi como lo alejaba, dejando
que ella lo manejara. No es mi problema. No es mi chica. Me recuerda a Lo,
la forma en que se comporta. La forma en que usa el sarcasmo como
escudo. Y, cuando Daniels la llamó fea y perra, no pensé. Solo me moví.
Allison no se alegraba ni brillaba por la atención como las otras
chicas. Se quedó allí en la sala brillante con un zapato, mientras todos la
miraban como una especie de animal de zoológico. No, no estaba
disfrutando de la atención. Estaba avergonzada. Y enfadada. Muy enfadada.
Aparentemente conmigo.
Probablemente tiene algo que ver con la forma en que se separaron,
idiota.
Tenía sus tetas en mi boca y luego la abandoné, y por lo que parece no
está interesada en continuar donde lo dejamos. Está enfadada. Lo entiendo.
Pero no es que pudiera haber llamado para disculparme aunque quisiera. No
estaba pensando con claridad para conseguir su número cuando mi futuro
estaba siendo tirado por el cagadero.
Busco en el bolsillo de mis vaqueros, sacando mis cigarrillos antes de
encender uno. Casi lo dejo por el lacrosse. Ahora puedo hacer lo que quiera
y mierda, me siento libre. Mira, otro resquicio de esperanza. Oigo gritar mi
nombre y me doy la vuelta para ver a Kaylee y Kylie esperándome con
impaciencia, vestidas con camisetas blancas ajustadas y faldas cortas con
huellas de neón por todo su pequeño y apretado cuerpo, y pucheros a juego
en sus caras. Doy una calada, levantando un dedo para hacerles saber que
volveré en un minuto.
—Cinco dólares —oigo al novato decirle a alguien.
—Solo vine a buscar a mi chica.
Sonrío, compadeciéndome del pobre bastardo que tenga que rescatar a
su novia, pero cuando me vuelvo para mirarlo, me parece familiar el
piercing de su labio y los pendientes de sus oídos. Entrecierro los ojos,
tratando de ubicarlo.
—Lo siento, hombre. Cinco dólares —repite el novato. El tipo mueve
su mandíbula por la molestia antes de pasar a su lado. Se detiene en seco
cuando bloqueo la puerta, cruzando los brazos y soplando el humo de mi
cigarrillo hacia él.
—¿Problemas? —pregunto.
—Tú —acusa, con los ojos entrecerrados hacia el reconocimiento.
Levanto las cejas ante su tono.
—Yo. —Me río, abriendo bien los brazos.
—Estoy aquí por Allie.
La sonrisa se me cae de la cara cuando hace clic. Este es el tipo del
bar. El que tocó el cuerpo de Allison con la familiaridad de alguien que lo
conoce íntimamente.
—Las reglas son las reglas. —Me encojo de hombros, solo para ser
un idiota, tirando mi cigarrillo detrás de él. El novato lo pisa a fondo.
—O vas a ir a buscar a Allie o me vas a dejar entrar —me informa.
—Y lo que no vas a hacer es venir a mi jodido...
—Déjalo en paz, Jesse —me ataca Allison por detrás, cortándome el
paso. Me vuelvo para enfrentarla. Sus mejillas están sonrojadas, los ojos
duros. Tengo una respuesta inteligente en la punta de la lengua, pero algo en
su expresión me retiene. Pasa a mi lado, con su dulce aroma flotando detrás
de ella.
—Gracias por venir, Dylan. —Dylan. Dylan el Descerebrado.
—¿Estás bien? —pregunta, mirándola de arriba a abajo, como si la
inspeccionara para ver si está dañada.
—Sí. Solo mojada —murmura ella mientras Dylan la lleva por las
escaleras con su mano en la parte baja de su espalda.
—Tengo ese efecto en las mujeres —grito solo para hacerla enojar.
Ella me mira por encima del hombro, me rodea mientras Dylan le
aprieta la cintura.
—¡Llámame!
Dylan abre la puerta del pasajero de su Dodge Challenger de la vieja
escuela, y Allison entra antes de cerrarla. La observo a través de la ventana,
con las manos metidas en los bolsillos delanteros. Un par de manos
delgadas rodean mi cuello por detrás, deslizándose por mi pecho, y luego
los labios de Kaylee o Kylie me mordisquean la oreja. Mantengo la mirada
de Allie, la comisura de mi labio se dobla cuando veo el ceño pintado en
sus bonitos rasgos. Pero ella no puede apartar la mirada, y yo tampoco.
—Vamos arriba —susurra Kylie, la más agresiva de las dos mejores
amigas, antes de rozarme con los dientes el lóbulo de la oreja. El Challenger
se enciende con un rugido y yo corto nuestra conexión, aunque sea para ser
el primero en apartar la mirada.
A la mierda. Anhelaba a alguien con Doc Martens y una mala actitud
perpetua, pero...
—Tú me sirves.

***
Es luminoso. Demasiado jodidamente luminoso. Con los ojos
cerrados, salgo tropezando de la cama, tropiezo con el tacón de alguien
camino a la ventana y cierro las cortinas. Mucho mejor. Me siento al borde
de la cama en la habitación de invitados de la casa de Sullivan, apoyando
los codos en las rodillas y pasándome las manos por el cabello mientras
repaso los acontecimientos de anoche. Después de que Allison se fuera, me
tomé unos tragos, divirtiéndome con Kaylee y Kylie antes de estar
demasiado borracho para funcionar. Las mandé a recoger sus cosas
momentos antes de caer en la cama y desmayarme.
Con la cabeza palpitante, golpeo la mesa de noche, buscando mi
encendedor y el cigarrillo sin encender que dejé allí anoche. Lo enciendo,
dejando que el humo llene mis pulmones y lo aguanto, sosteniéndolo todo
lo que puedo antes de que la tos salga a borbotones. Me tumbo, con un
brazo detrás de la cabeza y el otro llevándome el cigarrillo a los labios una
vez más, mientras observo la hoja giratoria del ventilador de techo. El
familiar zumbido se abre paso por mi cuerpo, haciéndome sentir caliente y
pesado, y estoy a punto de dormirme de nuevo cuando mi teléfono suena.
Busco a tientas, encontrándolo enredado en mis sábanas.
—¿Qué? —respondo, sin siquiera revisar la pantalla. Mi voz suena
muy áspera, como si hubiera fumado ochenta paquetes de cigarrillos
anoche, y me aclaro la garganta.
—Despierta, cabrón —dice Dare, el novio de mi hermana.
—¿Qué hora es? —Me froto la cara con la mano.
—Mediodía. Tu hermana te necesita en Blackbear. Uno de sus
camareros ha dimitido y Sutton está fuera de la ciudad.
—¿Qué tiene que ver eso conmigo?
—Porque ella necesita tu ayuda —dice Dare en ese tono tranquilo
pero amenazador—. Al menos le debes esto.
Pongo los ojos en blanco, sabiendo que esta es la forma de Dare de
obligarnos a arreglar las cosas. No he hablado con mi hermana desde que
salí dando pisotones de su casa. Los dos somos muy tercos, pero nuestras
guerras no suelen durar mucho. En una vida llena de caos y drama, Lo ha
sido la única constante. Siempre hemos sido nosotros contra el mundo.
Cuando estamos en desacuerdo, todo parece estar fuera de lugar. Sopeso
mis opciones. Podría decirle que no y seguir con la pelea. O podría hacerle
un favor y usar esto como una forma de arreglar las cosas. Además, no
puedo dejar pasar la oportunidad de joder a Allison si está allí. A menos que
ella fuera la que renunció.
—¿Hora? —gimoteo.
—Ahora. —Luego cuelga. Sí, está enojado conmigo.
Tiro el cigarrillo y agarro una toalla de la silla del ordenador. Me
dirijo a la ducha, ignorando las voces que vienen de abajo. Siempre hay
rezagados después de una gran fiesta, y esta mañana no es la excepción.
Orino, frotando con una mano mi pecho mientras reflexiono. Tengo pintura
de neón, lápiz labial y purpurina cubriendo cada centímetro de mi torso.
Salto a la ducha y me limpio esa mierda en tiempo récord. Me pongo un par
de vaqueros negros y una camiseta blanca y luego bajo las escaleras,
descendiendo los escalones de dos en dos.
Tomo la última calada de mi cigarrillo antes de apagarlo frente a
Blackbear. He estado dando rodeos, pero tengo que enfrentarme a Lo tarde
o temprano. Va a preguntarme dónde he estado y qué he estado haciendo
entre que dejé la escuela y vine aquí. Odio mentirle, pero no puedo decirle
eso. No lo entendería. Es la única área en la que nunca nos hemos puesto de
acuerdo.
Abro la puerta y camino directo a la cocina a través del comedor lleno
de gente. Una agotada Lo se detiene en seco cuando me ve, con una bandeja
en cada mano, cola de caballo torcida y cabello en la cara. Ladea la cabeza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta, la sospecha tiñe su tono.
—Dare dijo que necesitabas ayuda —le respondo. Debí saber que no
se lo había dicho. Lo tiene demasiado orgullo para pedir ayuda. No hay
manera de que deje que Dare lo haga en su nombre.
—Bueno, mintió. Puedes volver a tu espiral de mierda, o lo que sea
que estés haciendo. —No me da la oportunidad de responder antes de irse,
dejando platos en sus mesas. Cuando vuelve a la cocina, veo un destello de
dolor en sus ojos, y sé que yo lo puse ahí. Es la razón principal por la que
no volví a River's Edge de inmediato.
Me aclaro la garganta.
—Lo siento, ¿de acuerdo? La cagué.
Parece que sopesa sus opciones antes de que sus hombros se caigan.
Cierra la distancia entre nosotros y me atrae para darme un abrazo, y yo le
devuelvo el apretón un segundo antes de que ambos nos soltemos.
—Eres un idiota.
—Lo sé.
—Hablaremos de esto más tarde.
—Lo sé —repito.
Me arroja un trapo antes de darse la vuelta para agarrar un gran
contenedor gris, y luego me lo clava en los abdominales. Gruño, doblando
los dedos a los lados.
—Ahora ve a limpiar algunas mesas.
10
Allie
―Aparentemente, se suponía que estos huevos eran demasiado
fáciles ―digo, presionando mis dedos para ver a través de la ventana de
paso a la cocina―. Lo siento, Pete. ―Me estremezco. La señora de la mesa
siete ordenó revueltos, pero cambió de opinión, y el Grumpy Pete es el
único que está aquí atrás, cocinando para una casa llena.
―No es lo que dice la comanda ―gruñe Pete.
―Ya lo sé. Lo siento ―repito.
―Sí, sí.
Golpeo mis dedos contra el mostrador, manteniendo mi cuerpo cerca
del mostrador en el estrecho pasillo para dejar pasar a los otros servidores.
Siento calor en la espalda, y antes de que pueda reaccionar, me susurran un
”boo” bajo en el oído. Me inclino hacia adelante tanto como puedo,
sacudiendo mi cabeza para ver quién ya sé que está detrás de mí.
―Jesse ―saludo, mi voz baja.
―Trata de contener tu entusiasmo, chica Allie. ―Me sonríe. Huele
como una destilería mezclada con rastros de humo, pero hay un débil y
familiar olor debajo,su jabón o quizás su champú. Me lleva de vuelta a la
noche en el dormitorio, y una imagen de su mopa de cabello oscuro
acariciando mi pecho y mi pezón en su boca aparece en mi mente, sin ser
solicitada. La alejo, junto con la vergüenza que nunca deja de seguir cada
vez que pienso en ello.
Me muevo hacia un lado, deseando que mi orden esté lista. ¿Cuánto
tiempo se tarda en freír un maldito huevo?
―¿Me estás acosando ahora? ―Tiene la audacia de preguntar. Lo
miro, poniendo los ojos en blanco.
―Trabajo aquí, ―estoy impasible―. Si alguien está acechando, eres
tú.
―No. Mi hermana me pidió un favor. Pasar tiempo con tu alegre yo
es solo una ventaja añadida.
Le envío a Jesse una sonrisa malcriada, y finalmente Pete desliza el
plato de huevos hacia mí. No pierdo tiempo en agarrarlo.
―¡Gracias, Pete! ―Pete gruñe en respuesta.
Evito a Jesse tanto como puedo durante el resto de mi turno, aunque
mis ojos ruegan por desobedecerme, buscándolo por su propia voluntad.
Parece que no puedo escapar de él. ¿Es así como va a ser ahora que ha
vuelto? Todavía no sé por qué ha vuelto. Lo no lo ha mencionado, y no hay
manera de que haga preguntas. Ella ni siquiera sabe que lo conozco.
Al final del día, le envío un mensaje rápido a Dylan, haciéndole saber
que mi turno ha terminado. Se supone que se reunirá conmigo aquí una vez
que termine. Meto mi teléfono en el bolsillo y me dirijo a la habitación
trasera para tomar mi bolso, pero me detengo en el pasillo, escuchando la
voz de Jesse.
―¿Importa? ―pregunta, con una irritación evidente en su tono.
―¿Importa dónde has estado desapareciendo? No realmente, no, pero
el hecho de que no me lo digas dice que estás en algún tipo de problema―.
Esa es Lo, y suena exasperada.
―No estoy en ningún problema, ―dice―. Ya no necesito que me
rescaten, Lo. Puedo cuidar de mí mismo.
―Sí, estás haciendo un gran trabajo, Jess. Primero, misteriosamente
tienes suficiente dinero para una camioneta, ¿y luego dejas la escuela? Me
estoy perdiendo algo aquí. Rellena los espacios en blanco.
Jesse no responde, y de repente, sale del cuarto de atrás, dirigiéndose
directamente hacia mí. Me empujo contra la pared, tratando de actuar de
manera casual. Sin esperar que nadie aceche a la vuelta de la esquina, se
acerca a derribarme pero se detiene a pocos centímetros de mí. Sus manos
me agarran los brazos y nos estabilizan a los dos. Espero algún comentario
sarcástico, algo sobre tratar de sentir algo, tal vez, pero no llega. Cometo el
error de mirar hacia arriba. Sus ojos torturados se encuentran con los míos
durante largos segundos, su mandíbula apretada.
Algo en sus ojos me da una pausa. Un destello del humano detrás del
personaje. Este es Jesse. ¿El divertido y gran jugador de lacrosse? Ese es
Shep. Pero entonces algo cambia. Esos ojos se desvanecen y una lenta
sonrisa se extiende por su rostro.
―Si querías volver a tocarme, solo tenías que pedirlo.
Yyyyy, ahí está.
―No está sucediendo. ―Pongo los ojos en blanco, pasando por
delante de él. Lo está sentada en la mesa pequeña, clasificando un montón
de papeles.
―¿Estás bien? ―pregunto. No quiero entrometerme, pero tampoco
quiero ser una idiota y no preguntar.
Suelta una carcajada.
―Solo otro día en la vida.
―¿Qué es todo eso? ―preguntó, haciendo un gesto a sus papeles,
agarrando mi mochila del gancho.
―Tuve la loca idea de volver a la escuela. No es que no esté lo
suficientemente ocupada.
―No es una locura en absoluto. ¿Qué es lo que quieres hacer?
―Necesito obtener mi GED, para empezar. Luego estaba pensando
en obtener un título en negocios.
―¿En serio? Estoy tomando algunos cursos de negocios en Kerrigan.
―¿No jodas? ―pregunta, sorprendida.
―Sí, sin embargo, está más orientado a la gestión musical.
―No esperaría nada menos ―dice a sabiendas. Tiendo a monopolizar
la selección de música aquí. En mi defensa, a nadie más parece importarle
tanto.
―Bueno, no vayas a buscar un trabajo importante a corto plazo. Te
necesito aquí.
Me burlo. No creo que tenga que preocuparse por eso. Esta ciudad no
está exactamente llena de oportunidades de trabajo. Además, me gusta Lo y
me gusta trabajar aquí, a pesar de los recientes acontecimientos.
―Trato hecho.
Dejo a Lo, saliendo hacia el comedor. Como imanes, mis ojos se
dirigen a Jesse. Se pasa una mano por el cabello antes de sacar su teléfono
del bolsillo, frunciendo el ceño a la pantalla como si lo hubiera ofendido
personalmente. Después de escuchar la conversación entre él y Lo, estoy
más confundida que nunca. Curiosa. Y ya sabes lo que dicen sobre la
curiosidad...
Jesse mete en el bolsillo su teléfono y eleva sus los ojos para verme.
Lucho contra el impulso de mirar a otro lado. Mi mirada se clava en él, pero
él me mira con la misma intensidad. Mis dientes se aprietan contra mi labio,
ignorando los movimientos de... algo que siento en mi estómago.
―Albert ―escuchó a Dylan decir desde mi izquierda, rompiendo el
hechizo. Giro mi cabeza en su dirección.
―No te vi entrar ―digo, levantándome para abrazarlo.
―No puedo imaginarme por qué ―dice impasible, empujándome a
su calor. Mis cejas se juntan en confusión mientras me retiro.
―¿Qué?
―Nada. ―Suspira―. Simplemente no me gusta ese cabrón.
―Mueve su barbilla.
―¿Quién, Jesse? No tienes que preocuparte por eso.
―Bien.
―¿Hay algo que debería saber? ―pregunto, legítimamente
confundida.
―Eres como mi hermana pequeña, Al. ―Suelto una carcajada y miro
hacia otro lado. Tu hermana pequeña con la que te besaste, quiero decir―.
Solo quiero asegurarme de que estás... no lo sé. ...segura.
―¿Tienes hambre? ―pregunto, cambiando de tema. Tengo la
sensación de que Dylan tiene un sentido de responsabilidad hacia mí. No sé
si es porque conoció a mi padre o qué, pero no quiero ser una carga para él,
y no quiero que lo que tenemos cambie. En casa, no tenía ningún amigo de
verdad. No quiero perderlo. Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.
Antes del fune ral.
―Nah. Comí antes.
Asiento, sintiéndome incómoda con Dylan por primera vez en nuestra
relación. Necesito romper la incomodidad, y alcanzo su mano sobre la
mesa. Sus oscuros ojos se dirigen a los míos a través de unas gruesas
pestañas.
―¿Estamos bien? ―Mi voz suena pequeña incluso para mis propios
oídos, y me pateo mentalmente por sonar como una chica.
Dylan frunce el ceño.
―¿Qué clase de pregunta es esa?
La incomodidad me atraviesa por lo que estoy a punto de decir.
―No hemos hablado realmente de lo que pasó...
―No lo hagas. ―Las fosas nasales de Dylan se abren y cierra los
ojos―. Estabas de duelo. Estaba molesto. Eso es todo lo que fue.
―De acuerdo ―digo firmemente con un asentimiento―. No quiero
que cambie las cosas.
―Estamos bien. Escucha, tengo que reunirme con la banda... ―se
aleja, dejando caer mi mano antes de ponerse de pie.
―Sí, está bien. Avísame cuando toques la próxima vez.
―Claro. ¿Necesitas que te lleven? ―Debería decir que sí, pero
pedirle un favor se siente raro en este momento. Llamaré a Halston para que
me recoja en su lugar.
― Lo tengo.
Me hace un guiño brusco antes de girarse para irse.

***
Cuando mi clase de marketing termina, meto mi portátil en mi
mochila, y luego reviso mi teléfono para ver qué quiere Halston. Pude
escuchar el zumbido de mi teléfono en mi mochila durante toda la clase.
Tres llamadas perdidas y un mensaje de texto.
Halston: Llámame después de la clase. Es importante.
Frunzo el ceño, escribiendo una respuesta rápida.
Yo: ¿Todo bien?
Halston: Alguien habló.
Mierda. No necesito pedir una aclaración. Sabíamos que era una
posibilidad. Me pongo la mochila al hombro y cruzo el pequeño campus.
Cuando llego al dormitorio, Halston está sentada en su cama, con las
piernas cruzadas y ojos de cachorro dirigidos hacia mí.
―¿Qué ha pasado? ―pregunto, dejando caer mi mochila al suelo
mientras cierro la puerta de una patada detrás de mí.
―Stephanie pasó ―murmura.
―Pero Stephanie conoce el trato ―digo, confundida. Stephanie es la
RA, y tiene que saber que me he estado quedando aquí. Me vio con una
toalla, llevando mis artículos de higiene a la ducha al final del pasillo, por el
amor de Dios.
―Aparentemente, alguien se quejó, así que ya no podía mirar para
otro lado.
―¿Estás en problemas? Puedo decirles...
―No. ―Sacude la cabeza―. Nada de eso. Solo me dieron una
advertencia. Solo estoy preocupada por ti.
―Bueno, gracias a la mierda por eso. ―Lo último que quiero es que
sea castigada por tratar de ayudarme.
―¿Qué vas a hacer?
Me encojo de hombros.
―Probablemente llamaré a Dylan. ―Odio depender de él, pero tengo
dos meses más antes de que el alquiler de vacaciones de mis abuelos sea
gratis, y no hay forma de que pueda permitirme quedarme en un hotel.
Halston mueve las cejas cuando menciono a Dylan.
―¿Puedes llevarme contigo?
Me río, levantando mi maleta del armario y dejándola caer en mi
cama. ―Si quieres vivir en una casa de fiestas con asientos de inodoro
salpicados de orina y comida mohosa en la nevera, por supuesto...
―Bien. Tal vez solo te visite ―dice, apretándose la nariz con asco.
La verdad es que no es tan malo. Pero ni siquiera su amor por los chicos
puede superar sus tendencias de alto cuidado. Halston viene de una familia
rica, así que no sé por qué se molesta en vivir en un dormitorio.
Halston me ayuda a meter casi todo en mi maleta. Solo lleno mi
mochila con lo esencial: un conjunto extra, artículos de tocador, un cargador
de teléfono y, por supuesto, mi confiable reproductor de CD.
―Volveré por eso ―digo, apoyando mi brazo en la maleta.
―Volverás todos los días ―corrige.
Me rodea con sus brazos, golpeando mi cara contra su pecho.
―No. Puedo. Respirar.
―Me gustaría que te quedaras. ―Hace pucheros tras liberarme.
―Halston ―digo, extendiendo la mano para agarrar sus hombros―.
Reúne las piezas. Me voy a mudar del edificio, no del país.
―Lo sé. ―Pone los ojos en blanco―. Pero ya estoy aburrida.
―Llama a un chico ―digo secamente―. Mejor aún, llama a Sully.
―Si insistes ―dice con un dramático suspiro, cayendo en su cama.
Media hora más tarde, Halston me deja en Blackbear. No he tenido
noticias de Dylan, así que me imagino que esperaré aquí hasta que me
llame. Tomaré una cabina, encenderé mis auriculares y trabajaré en una
tarea para la próxima semana.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta Lo, mirando desde el
taburete, la punta masticada de su bolígrafo golpeando contra su barbilla.
―Tengo algo de tiempo para matar ―explico, dando palmaditas en
mi mochila―. ¿Te importa si me robo una cabina?
―Date el gusto. ―Se ríe.
―Gracias.
Encuentro la cabina en la parte más apartada del bar, preparo mis
cosas y abro Photoshop. Pero por alguna razón, parece que no puedo
concentrarme en el proyecto a mano, que resulta ser un volante falso para
una banda inexistente.
Miro fijamente la pantalla de mi teléfono, considerando llamar a mi
madre y confesar mi situación de vida, pero no puedo apretar el gatillo. No
estoy lista para la conferencia y el viaje de culpa que seguramente vendrá
con su ayuda. Mi mamá es una de esas personas que espera que adoren sus
pies por el más simple de los favores. Una vez me llevó a un concierto en el
centro de LA, y te juro que aún escucho como se quedó atascada en el
tráfico, y que eso fue lo que obtuvo por tratar de hacer algo bueno por
alguien.
Nunca más.
No, no la llamaré y para pedirle ayuda, pero llamar solo para
comprobar no hará daño. Mentirle sobre mi situación de vida ha sido más
fácil de lo que esperaba. Solo hemos hablado un puñado de veces desde que
estoy aquí. Fuera de la vista, fuera de la mente, supongo. Antes de poder
hablar con ella, reviso mi registro de llamadas y hago clic en su número.
Juego con los paquetes de azúcar en la mesa mientras suena su teléfono. Y
suena. Y suena. Justo cuando está a punto de saltar el buzón de voz,
contesta.
―Hola, cariño ―canturrea mamá. Aunque no tenemos la mejor
relación, su voz se siente como casa. La imagino sentada en una hamaca,
fumando hierba y meditando al aire libre. Mi estómago se retuerce de forma
inesperada, y de repente, quiero irme a casa. Quiero el sol de LA, la playa y
mi casa. Excepto que mi casa ya no está allí.
―Hola, Mamá.
―¿Todo bien?
―Sí, solo estoy haciendo algunas tareas. Las clases y el trabajo me
están pateando el trasero.
―Eso es genial, cariño ―dice mamá en un tono distraído, y sé que ya
se ha retirado de la conversación.
―Sí. Oye, estaba pensando. ¿Qué tal si voy a visitarlos, chicos? Las
vacaciones de primavera son pronto. ―Chicos se refiere a mamá y a su
nuevo novio. Mi mamá usa a los hombres como una balsa salvavidas. No
pensé que este duraría más de unas semanas, pero aquí estamos, nueve
meses después y están viviendo juntos.
―Estoy segura de que estás ocupada viviendo tu vida, Allison. Sé
que estaría viviendo al máximo si tuviera una casa en el agua cuando tuve
tu edad.
―Quiero ―insisto. Perder a un padre a una edad temprana te hace
hiperconsciente de la mortalidad de tus seres queridos. Aunque no siempre
nos llevemos bien, ella es todo lo que me queda.
Mi madre duda, diciéndome todo lo que necesito saber.
―Escucha, aún no tenemos la casa lista, y sabes que los pasajes de
avión a Hawai son caros, especialmente con tan poco tiempo de aviso...
―Ella enumera sus excusas―. Tal vez una vez que nos hayamos
establecido, podamos resolver algo. Si tiene que ser así, será así.
Ah, su respuesta favorita. Exhaló una risa sin humor. Ser rechazada
por la persona que te trajo al mundo se siente como la peor clase de
traición. ―Siento haber llamado.
―Allison, no seas...
Golpeo terminar y tiro mi teléfono a la mesa. Nunca sabré cómo
comparto el ADN con esa mujer. Es frívola y está obsesionada con el amor.
Estoy bloqueada y no reconocería el amor si me golpeara en la cara. Le
encantan los vestidos bonitos y el maquillaje. A mí me encantan mis Docs y
las camisetas vintage de bandas. Pero ella es mi madre. Mi padre habría
movido montañas por mí. Me prometió la luna, compartió su amor por la
música conmigo, y lo único que amaba más que actuar era a mí. Mamá, por
otro lado... Me quiere, pero no creo que le guste ser mi madre. Cuando era
más joven, insistió en que me quedara con ella la mayor parte del tiempo.
Pensé, oye, ella debe amarme si está luchando por mí, pero ahora sé que
fue porque la idea de estar sola es completamente insoportable para ella.
Me pongo los auriculares, subo el volumen al máximo mientras me
concentro en la pantalla. Me niego a pensar en mi madre, que está en Hawái
viviendo su mejor vida. Mientras tanto, estoy aquí técnicamente sin hogar.
No estoy amargada en absoluto. No estoy segura de cuánto tiempo ha
pasado cuando una mano se agita frente a mi cara. Me asusto, mirando
hacia arriba para ver a Lo.
Me quito los auriculares, colocando un mechón de cabello rebelde
detrás de mis orejas.
―¿Quieres comer algo antes de que le diga a Pete que se vaya? Esta
noche está muerta, así que voy a cerrar temprano.
―Oh ―digo, sorprendida por lo tarde que se ha hecho―. Estoy bien.
Déjame... ― Guardo mi trabajo, y luego empiezo a recoger mis cosas.
―Estás bien. Quédate todo el tiempo que quieras. Solo cierra por mí
antes de irte, ¿sí? ―Lo deja caer sus llaves en la mesa delante de mí.
―¿Estás segura?
Me mira con una ceja arqueada.
―¿Por qué no iba a estarlo? Tengo un juego de repuesto en casa de
todos modos.
Me encojo de hombros. No conozco las reglas de estas cosas.
―Terminaré pronto.
―Quédate el tiempo que necesites.
Miro más allá de ella, viendo a su novio Dare esperándola en la
puerta, con una camiseta blanca lisa, brazos llenos de tinta de colores,
expresión melancólica. Jesús, ese tipo es atractivo de esa manera tan intensa
e intimidante. Es dueño de Bad Intentions, la tienda de tatuajes de al lado,
así que van y vienen mucho.
Una vez que Lo está a su alcance, le toma un poco el trasero, tirando
de ella hacia él para darle un beso. Ella se derrite en él, riéndose mientras le
muerde el labio inferior. Él gime, perdiéndose en ella antes de que sus
párpados se abran, aterrizando en mí. Miro hacia otro lado, con las mejillas
ardiendo, y luego él la tira de la mano, llevándola a rastras hacia fuera. No
los estaba mirando porque sea una especie de pervertida. Supongo que solo
estaba tratando de entender. No es que no crea que el amor existe. Al
contrario, en realidad. El amor es real. Poderoso. Tiene el potencial de
destruirte. Para iniciar guerras y terminar vidas. El amor es un arma. El
amor es peligroso, y no quiero tener nada que ver con él.
Vi cómo el amor hizo a mi madre la persona más feliz del mundo.
Luego se convirtió en la persona más loca del mundo. Y cuando mi padre
murió, la persona más triste del mundo, a pesar de que no habían estado
juntos durante años. No me hagas hablar de los hombres que han ido y
venido desde entonces. He encontrado a mi madre sollozando en el suelo
del baño, incapaz de trabajar, comer o funcionar más veces de las que puedo
contar. Todo por culpa de un tipo. ¿Por qué alguien se sometería a ese tipo
de tortura emocional? Me prometí a mí misma a una edad temprana que
nunca sería como ella. Nunca dejaría que el amor me volviera loca.
Alejando esos pensamientos, miro mi teléfono, deliberando mi
próximo movimiento. No tengo muchas opciones. Podría llamar a Dylan.
Otra vez. Podría intentar encontrar una habitación de hotel de mi
presupuesto para esta noche, no es probable en esta ciudad turística.
O... podría simplemente quedarme aquí. Lo dijo que podía quedarme
todo el tiempo que quisiera. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Me paro,
caminando hacia la entrada, y giro la cerradura. Pete debe haberse ido
cuando estaba atascada en mis pensamientos, sin molestarse en decir adiós.
Típico. Asalto la cocina, buscando algo pequeño y sencillo para aliviar el
ardor de mi estómago. Me conformo con un plátano, tirando la cáscara a la
basura. La mastico, apagando todas las luces del bar, dejando solo el cuarto
trasero encendido.
Una vez que termino, pongo la alarma en mi teléfono, para poder salir
de aquí mucho antes de que la gente se presente, y me arrastro de nuevo a
mi cabina, haciendo una bola en mi lado. Levanto la capucha sobre mi
cabeza y me bajo las mangas para cubrir la mayoría de mis manos en un
esfuerzo por calentarme. Con los dedos en el banco de cuero agrietado,
empiezo a formar un plan mental de juego, pero no llego lejos antes de que
mis párpados se pongan pesados y el sueño se apodere de mí.
11
Allie
Cuatro días he estado durmiendo en secreto en Blackbear, y aunque
Dylan me ha devuelto las llamadas, no le he informado de mi situación.
Suena loco, pero prefiero dormir en una cabina que quedarme en su casa de
fiestas. Es tranquilo en Blackbear. Es privado. Puedo comer, dormir, hacer
mis deberes escolares, y mirar mi diario, deseando que las palabras vengan
sin interrupción. Lo único que no puedo hacer es ducharme, pero pude
colarme en los dormitorios un par de veces. Sé que tengo que pensar en otra
cosa. Cuanto más tiempo me quede, más probable es que me atrapen. Me
siento culpable por aprovecharme de Lo cuando no ha sido más que amable
conmigo, pero no estoy haciendo daño a nadie.
Estoy caminando a través del patio de recreo de camino a mi próxima
clase, el suelo sigue congelado, aunque el sol está tratando de asomarse por
primera vez este año, cuando escucho a alguien gritar detrás de mí.
—Hola —dice un chico con un corte rubio y rapado, que se acerca
corriendo a mí. Él está usando una franela sobre una camiseta de Vandals y
unos vaqueros ajustados. Chuck Taylors en sus pies—. Allison, ¿verdad? —
dice, pasando una mano plana sobre su cabello corto.
—Sí —digo lentamente, tratando de averiguar si lo he conocido en
algún lugar antes.
—Garrett. —Se señala a sí mismo—. Estamos juntos en marketing
musical —dice, leyendo el signo de interrogación en mi cara.
—Oh, claro.
—¿Te gusta el Gutterpunk? —pregunta con conocimiento de causa.
—¿Cómo...?
—Lo adiviné —bromea, señalando mi carpeta llena de varias
pegatinas de la banda.
—Me sorprende que alguien en esta ciudad sepa quiénes son.
—Me sorprende que alguien de esta generación sepa quiénes son —
responde.
—Touché. —Me río, sabiendo que es verdad. Gutterpunk es una
banda punk desaliñada, como su nombre lo indica, de los noventa. Siendo
ellos de Huntington Beach, todos sabían quiénes eran en casa.
—¿Sabías que van a hacer una presentación secreta este fin de
semana?
—¿Aquí? No puede ser.
—tocarán en The Lamppost, si quieres podemos ir juntos ¿tal vez?
Frunzo los labios, contemplando. No lo conozco, pero tenemos una
clase juntos. Eso tiene que contar para algo. Además, claramente tiene buen
gusto para la música, así que es automáticamente más genial que el 95 por
ciento de la gente que he conocido aquí.
—O podemos encontrarnos allí, si eso es menos raro. —Me da una
salida, sin duda sintiendo mi vacilación.
—Hagamos eso. —Sonrío, genuinamente emocionada por ir. No he
ido a un espectáculo desde... bueno, desde que mi padre estaba vivo—.
Aunque, ¿dónde está Lamppost? —Nunca había escuchado hablar de él y
mi padre conocía todos los lugares en un radio de 300 kilómetros.
—Si te lo dijera, no sería secreto, ¿verdad? —Levanta una ceja—.
Dame tu número. Te enviaré la dirección el viernes por la noche.
Estoy demasiado intrigada para decir que no. Tomo el teléfono de su
mano.
—¿Y cómo sabes de este lugar? —pregunto mientras tecleo mi
número, sospecha atascada en mi tono.
—Conozco gente —dice crípticamente. No puedo decir si me está
tomando el pelo o no, así que no hago comentarios.
—Te veré el viernes entonces. —Le pongo el teléfono en la palma de
la mano y me muestra una sonrisa.
—Es una cita.
Abro la boca para discutir, pero él me corta, alejándose de mí.
—Es solo una expresión. Relájate.
Bien. No todo el mundo está ligando contigo, Allison. Me doy la
vuelta, dirigiéndome a mi siguiente clase.
La clase pasa rápido, y luego me encuentro con Halston para pasar un
rato antes de volver a Blackbear.
—Voy a empezar a cobrarte el alquiler —bromea Lo, y me paro en
seco, con los nervios burbujeando en mi estómago—. Estoy bromeando,
Allison. —Se ríe—. Eres mi mejor empleada. Desearía que todos fueran tan
dedicados —dice en voz alta para beneficio de Jesse, que está sentado en la
barra con un plato de comida.
—Yo no trabajo aquí, carajo.
Miro el cuenco de paletas de caramelo que está a su lado, y él sigue
mi mirada, sonriendo cuando se da cuenta de mi proceso de pensamiento.
En lugar de dármelos como un humano decente, los desliza más cerca de sí
mismo, retándome a acercarme lo suficiente para tomar uno. No hemos
hablado desde el día que lo escuché discutir con Lo. Él no ha estado por
aquí, pero en las raras ocasiones en que lo ha hecho, no ha mirado en mi
dirección.
—Bueno, deberías —dice Lo, su voz monótona.
Los dejo con sus discusiones, pasando por el bar hacia el cuarto de
atrás. Pero Jesse se sienta de lado en su taburete y lanza un brazo,
deteniéndome con el tazón de paletas de caramelo en mi estómago. Levanta
una ceja cuando no elijo de inmediato.
Pongo los ojos en blanco, encuentro rápidamente la etiqueta marrón
que busco, y paso a su lado. Lo escucho reírse detrás de mí antes de que
siga el regaño de Lo.
—Ni siquiera pienses en ello —advierte Lo.
No puedo ver la reacción de Jesse, y si responde, no lo escucho.
—Lo digo en serio. Déjala en paz. Si la cagas, estaré aún más falta de
personal.
No necesita preocuparse por eso.
No escucho el resto de la conversación, pero cuando regresó al frente,
lista para mi turno, Jess se ha ido. Dejo escapar un suspiro de alivio. O tal
vez es uno de decepción.
12
Jess
—¿A dónde demonios vas? —pregunta Sully mientras paso mis
llaves por el mostrador. No tener un lugar propio es envejecer rápidamente.
Uno pensaría que estaría acostumbrado después de veinte años de ir de un
apartamento de mierda a otro aún más mierda, sin saber cuándo mi madre
dejaría de pagar el alquiler para mantener su hábito de drogas.
—No estoy de humor esta noche —digo, refiriéndome a la fiesta que
se está celebrando a nuestro alrededor. Estoy harto de toda esta maldita
escena. Él asiente, sabiendo lo que quiero decir. Probablemente es el único
que conoce a mi verdadero yo.
—Búscame mañana.
Caminando hacia afuera, me dirijo a mi camioneta, no me detengo a
charlar con nadie que se quede en el patio. No sé a dónde diablos voy, pero
me pongo en marcha, pisando el acelerador. Estoy en piloto automático
mientras conduzco por la ciudad, preguntándome cómo se jodió todo. Me
he estado quedando en casa de Sully, sin querer mirar a Lo a los ojos y tener
que mentirle todos los malditos días, pero cuanto más tiempo me quede allí,
mejor suena el regreso a casa.
Estoy a punto de pasar a Blackbear y Bad Intentions, y en el último
segundo, sacudo el volante, patinando hacia el oscuro estacionamiento.
Vacío. Silencioso. Lleno de licor. No sé por qué no se me ocurrió antes.
Me estaciono, apago el motor y salgo, sacando las llaves de Blackbear
del bolsillo cuando me acerco a la puerta. Una luz brilla desde algún lugar
en la parte de atrás, y pongo mis manos en el vidrio de la puerta, tratando de
ver el interior. Cuando no veo nada fuera de lo normal, me encojo de
hombros, giro la cerradura y cierro la puerta detrás de mí. Alguien debe
haber olvidado apagarla antes. Voy directo a la barra, agarrando la botella
de Jack del estante. No quito la tapa hasta que escucho un ligero ruido
detrás de mí. Hago una pausa, escuchando, escaneando el comedor.
Pongo la botella en la barra en silencio y comienzo a moverme en la
dirección en la que vino. Justo cuando creo que estoy alucinando, lo
escucho de nuevo. Un suave gemido. Mis ojos se dirigen hacia el sonido y
veo algo colgando del borde de una de las cabinas. Agarrando mi teléfono,
enciendo la linterna y veo un pie. El delicado pie de una mujer con las uñas
pintadas de negro. ¿Qué mierda? Rastreo el cuerpo unido a dicho pie con
mi linterna, solo para darme cuenta de que es Allison. Está tumbada de lado,
con los auriculares cubriéndole los oídos, los puños metidos bajo la barbilla,
los labios ligeramente separados.
¿Qué demonios está haciendo aquí? Al principio, creo que se debe
haber quedado dormida después de su turno, pero cuando veo la escena
delante de mí, sé que es más que eso. Su mochila abierta está sobre la mesa
con su cepillo de dientes encima de un fajo de ropa y sus botas con
calcetines rellenos están en el suelo junto a ella. Apago las ganas de
despertarla y preguntarle qué coño está pasando y le envío un mensaje a
Sully.
Yo: Envíale un mensaje a tu chica y averigua dónde vive Allison.
No pasan treinta segundos antes de que mi teléfono vibre en mi mano.
Sully: ¿Ahora?
Yo: Lo antes posible.
Los minutos pasan mientras miro fijamente su forma de dormir,
esperando una respuesta. Su cabello está en un moño desordenado sobre su
cabeza, con mechones que sobresalen por todos lados. Puedo escuchar el
débil sonido de la canción que suena en su reproductor de CD que está
apoyado en la mesa. Se ve tan jodidamente serena, como si no le importara
nada, a pesar de que está apostada en un maldito bar.
Mi teléfono vibra en mi mano otra vez, iluminándose con un texto.
Sully: Se estaba quedando con Halston en su dormitorio hasta
que la asistente residente la echó. Halston dice que ahora se está
quedando con un tipo.
Interesante. Aprieto mi mandíbula, teniendo una buena idea de quién
es “un tipo”. La única pregunta es, ¿por qué no está allí? ¿Por qué está
durmiendo en una maldita cabina en lugar de una cama
cómoda? ¿Problemas en el paraíso? Me retiro en silencio por donde vine,
mientras empiezo a formular un plan.

***

—¿Ahora estás contratando a gente sin hogar? —pregunto


sarcásticamente—. Estás más desesperada de lo que pensaba.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Lo, un ceño fruncido
distorsionando sus rasgos, haciéndola parecer más a nuestra madre de lo
que jamás admitiría en voz alta. Esas son palabras de pelea.
—¿No lo sabías? —Me hago el tonto—. Tu chica Allison está
acampando en Blackbear ahora mismo y por lo que parece, se ha estado
quedando allí desde hace un tiempo.
—¿Allison? Como en Allison Parrish, mi mesera, ¿Allison? —Lo
parece sorprendida, pero luego veo el momento en que se da cuenta en sus
ojos—. Se ha quedado hasta tarde casi todas las noches de esta semana. Me
imaginé que solo necesitaba un lugar para estudiar, así que le di las llaves.
—Encoge sus hombros—. ¿No vive con su padre? Tal vez la mierda golpeó
el ventilador en casa.
—¿Su padre? —No sabía que tenía un padre. Quiero decir, todo el
mundo tiene un padre, excepto nosotros, por supuesto, pero ella nunca ha
hablado de él y yo nunca lo he visto. Me imaginé que estaba aquí sola para
la escuela—. Ni idea. Apenas conozco a la chica. —Más o menos la verdad.
Conozco su cuerpo, pero no sé una mierda de ella.
Encojo los hombros.
—De cualquier manera, tienes un polizón. —Agarro una manzana del
tazón de su mostrador, dándole un gran mordisco antes de girarme para
irme, ahora que he plantado esa pequeña semilla de información. Lo no
puede resistirse a ayudar a un desvalido. Es un desafortunado efecto
secundario de crecer como lo hicimos.
—¿Cuándo vas a volver a casa, Jess? —pregunta a regañadientes. Sé
que la mató ser la que pregunte.
—No lo sé. ¿Esta es mi casa?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —Está enojada y por alguna razón,
me quita un peso de encima. Ella está con Dare ahora, todo acoplado. No
estoy tratando de ser un tercero. Se suponía que me iría, haciendo una vida
para mí mismo. En cambio, terminé justo donde empecé sin nada que
mostrar. No tengo a nadie a quien culpar, excepto a mí mismo, al menos a
Lo; pero aún me siento amargado.
La verdad es que no estoy seguro de estar listo para volver. El lugar
de Sully se está haciendo viejo, pero al menos puedo beber, fumar, follar y
salir en paz. Nadie que me confronte por mi mierda. Nadie que me haga
sentir culpable. Nadie que me mire con decepción en los ojos.
—Sí, cuando empecé en Blackbear, ella solía venir con su padre todo
el tiempo. Pero no lo he visto en mucho tiempo —agrega como una idea de
último momento—. Tal vez estoy mezclando los clientes. Pero podría
jurar...
Lo viene detrás de mí, dándome vueltas por el codo. Me concentro en
un punto de la pared detrás de ella, no en sus ojos.
—Tu casa está donde yo esté. Siempre ha sido así, siempre lo será. Si
quieres irte a la mierda y hacer lo tuyo, bien. Pero siempre tendrás un hogar
conmigo. Con o sin escuela. Con Dare o sin Dare. Peleemos o no peleemos.
Somos tú y yo.
Dice eso ahora, pero si supiera dónde he estado y qué he estado
haciendo, se sentiría muy diferente.
Lo me lleva a un abrazo y la dejo, descansando mi barbilla en la parte
superior de su cabeza. Odio cuando hace esto, haciéndome sentir mis
emociones y esa mierda. Me echo para atrás, aclarando mi garganta.
—Quédate o vete, pero me voy a la cama. Aparentemente, tengo que
ocuparme de una intrusa por la mañana.
Muevo la cabeza y me giro hacia la puerta. Parece decepcionada de
que me vaya, pero volveré. Antes de lo que piensa.
—Oh, y ¿Lo? —digo, una mano en el pomo de la puerta. Ella me
mira , interrogante—. No le digas que te lo dije.
Sus cejas se fruncen, perplejas.
—La mierda es vergonzosa.
Ella asiente, sus ojos se suavizan como si yo fuera un maldito santo.
—Tampoco le diré a nadie sobre ese corazón sangrante que tienes ahí.
Pongo los ojos en blanco, le saco el dedo medio y escucho su risa
detrás de mí.
13
Allie
—Buenos días, bella durmiente. —La voz seca interrumpe mi sueño y
salto, quitándome los auriculares de las orejas, con el corazón acelerado,
para ver a Lo sentada en el asiento frente a mí.
Mierda. Mierda. Mierda. Me estremezco, me duele el cuello por la
posición en la que dormí y me duele la oreja izquierda por los auriculares
presionándome toda la noche.
—Relájate —dice Lo, con ambas manos sosteniendo una taza—.
¿Café? —Ella desliza una segunda taza hacia mí. La veo, dudando.
—¿Estás enojada? —pregunto tímidamente. Considero decir que
simplemente me quedé dormida. Pero me atraparon en fragrancia. Es mejor
que no agregue insulto a la lesión mintiendo al respecto.
Ella exhala audiblemente, ladeando la cabeza hacia un lado.
—Depende. ¿Me vas a decir qué está pasando?
Tomo un sorbo de café, café negro, tratando de ahogar el sabor
amargo para ganar tiempo. Lo espera pacientemente, sus ojos grandes y
expresivos se clavan en mí.
—Mis abuelos tienen una casa vacacional de alquiler aquí y me
dijeron que podía quedarme allí mientras voy a la escuela.
—Mhm —murmura, cruzando las manos debajo de la barbilla y
escuchando atentamente.
—Se la alquilaron a una pareja de jubilados, y aparentemente lo
olvidaron. Cuando lo descubrieron, ya había estaba empacado y estaba lista
para partir. —Sin mencionar que mi madre ya había vendido la casa y
estaba en un avión a Hawai. Pero me guardo esa parte para mí—. Me estaba
quedando con una amiga en los dormitorios, pero alguien se quejó y,
bueno... aquí estoy. —Me encojo de hombros
—¿Dónde esta tu papá?
Mi pecho se aprieta ante la mención de él, y espero que no haga algo
estúpido como empezar a llorar. El dolor es una cosa rara. Crees que lo
estás haciendo bien. Crees que lo has superado, por falta de una mejor
frase, pero lo más pequeño puede hacerte ahogar la desesperación. Aromas.
Lugares. Canciones. Nada es peor que ser sorprendido por una canción, y
con mi padre, hay una canción para cada ocasión. "Alison", mi homónima,
de Elvis Costello, “Good Riddance” de Green Day, la canción que elegí
para su funeral, y casi cualquier cosa de Radiohead son algunos de los
mayores delincuentes.
Cuando no respondo de inmediato, Lo continúa.
—Solías venir con él, ¿verdad? ¿O estoy loca?
—No estás loca —le digo, tratando de mantener mi voz ligera y fácil.
Inafectada—. No pensé que nos recordaras. Tuvo un accidente
automovilístico el año pasado. No lo logró.
—Mierda —jadea—. Lo siento. Nunca sé qué decir en estas
situaciones. Aparte de eso apesta.
Suelto una carcajada. —Eso sí.
—¿Y tu madre?
suspiro.
—Mi madre... es una criatura complicada.
—Lo entiendo más que la mayoría —dice Lo con amargura.
—Ella piensa que estoy en la casa de alquiler vacacional de mis
abuelos, y mis abuelos piensan que tengo otros arreglos hasta que su lugar
se desocupe.
Lo asiente, pareciendo considerar algo. Sus labios se retuercen
mientras me estudia por largos segundos, antes de aparentemente tomar una
decisión, golpeando sus palmas sobre la mesa.
—¿Qué? —pregunto, entrecerrando los ojos hacia ella.
—Lo tienes ahora.
—¿Qué tengo ahora? No te estoy siguiendo.
—Otros arreglos. Recoge tus cosas. Vienes conmigo —se pone de
pie, recogiendo mis cosas.
—Espera. No estás sugiriendo...
—¿Que te quedes conmigo? Sí, lo estoy. —Su ceja se levanta en un
desafío.
—Eso es muy amable de tu parte y todo eso, pero no puedo.
—Sé que estuve en tu posición no hace mucho tiempo, y alguien se
arriesgó conmigo cuando más lo necesitaba. Sin él, no sé dónde estaría
ahora.
—¿Dare? —pregunto. No sé su historia, pero no hace falta un
detective para armar las piezas. Lo asiente.
Aun así, no puedo quedarme allí. Jesse es la razón más grande.
Además del hecho de que tendría que verlo mucho más de lo que me
gustaría, ¿cómo me haría ver eso? Como la acosadora del siglo, así es
como. Oye, sé que casi nos conectamos y luego me engañaste, pero me
mudaré contigo y tu hermana. ¡Espero que no te importe!
No está pasando.
—Mira, realmente lo aprecio, pero descubriré algo más —meto mi
reproductor de CD en mi mochila y Lo aplana sus labios, como si quisiera
burlarse de mí, pero se abstiene.
—Escucha, lo entiendo. No quieres tomar folletos. Pero es temporal.
Tu situación tiene una fecha de vencimiento. Eres mi amiga. No veo el
problema aquí.
—No lo sé. —Suspiro, frotando mi frente. Es tentador. Muy tentador.
Pero también se siente como pedir problemas.
—Puedes quedarte en la habitación de mi hermano hasta que
arreglemos la habitación libre.
Le doy una mirada incrédula, sacudiendo la cabeza al instante. Lo
sonríe con su amplia sonrisa, riéndose de mi reacción. —Probablemente
debería mencionar que Jess no vive actualmente allí.
Oh. Oh. Asumí que lo hacía. Bueno, eso cambia las cosas.
Ligeramente.
—Está bien —concedo—. Es solo por dos meses. Lo prometo.
—Trato. Vámonos.
—¿Qué, ahora?
—Si. Por lo que parece, podrías necesitar una ducha —dice sin
rodeos, señalando mi cabello loco y mi ropa arrugada del día anterior.
—Tengo que llegar a clase. —Me río, tratando de alisar mi cabello
con las manos. Tendré que conformarme con cepillarme los dientes y un
cambio rápido de ropa en el dormitorio de Halston.
—¿Tienes mi número? —pregunta Lo y yo asiento. Por supuesto que
sí. Trabajo para ella—. Avísame cuando vengas.
—¿Estás segura de que Dare estará bien con esto?
—Déjame lidiar con eso.
Súper reconfortante. Ten en cuenta el sarcasmo. Balanceo mi bolso
sobre mi hombro y me pongo mis zapatos antes de apresurarme hacia la
puerta. Si me voy ahora, puedo hacerlo a pie sin llegar tarde.
—Allison —grita Lo justo cuando estoy abriendo la puerta. Me
detengo, volviéndome para mirarla.
—¿Qué pasa?
Ella hace un gesto hacia mi barbilla.
—Al menos límpiate la saliva primero.

****

—¿Qué tan bien conoces a esta chica? —pregunta Dylan con retraso.
Le dije que me mudaría con Lo hace aproximadamente una hora, y acaba de
soltarlo. Claramente, él todavía está pensando en eso. Inclino mi cabeza
para verlo mejor desde mi posición, acostada en el sofá con la cabeza en su
regazo, mientras vemos una película de Quentin Tarantino.
—Lo suficientemente bien. —Levanto un hombro. Me mira, esos ojos
oscuros enmarcados por pestañas gruesas. Un aro plateado en su labio
brillando a la luz emitida por la televisión.
—¿Algún compañero de cuarto?
—Solo su novio. —No menciono el hecho de que Lo es la hermana
de Jesse, ya que parece tener algo extraño con él. Me siento y lo enfrento,
cruzando las piernas sobre el cojín—. ¿Por qué has sido tan raro conmigo
últimamente? —Finalmente hago la pregunta que me ha estado molestando.
Dylan trabaja su mandíbula, sus ojos fijos en la pantalla, sin
encontrarse con los míos.
—No lo he hecho.
—Me has estado ignorando —acuso. No lo niega—. Y ahora te estás
poniendo todo hermano mayor.
Él resopla, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué? —presiono, necesitando que me dé algo, pero lograr que
Dylan me hable es como tirar los dientes. Sé que tuvo problemas al crecer,
y lo que sea que haya pasado lo ha hecho más cauteloso que Fort Knox.
—Tengo muchas cosas en la cabeza.
—¿Como qué?
—No importa. Entonces, ¿quieres un aventón? ¿Mostrarme tu nuevo
lugar? —Dylan me ayudó a tomar el resto de mis cosas del dormitorio de
Halston después de la clase, así que ya está en su auto.
—Por supuesto. —Sé que está cambiando de tema, pero dejo que se
salga con la suya. Por ahora.

***

—¿Están seguros de que esto está bien? —pregunto. Dare está en un


taburete, dibujando algo en el mostrador mientras Lo cocina. Todo es muy...
doméstico. Me siento como una intrusa, parada en medio de la cocina con
las manos en los bolsillos traseros, sin tener ni idea de cómo actuar o qué
hacer. Esto es por lo que preferiría estar en el restaurante.
—¿Dejarías de preguntar eso? —dice Lo, alejándose de la estufa para
apuntarme con su espátula—. No es gran cosa. —Cuando Dare no dice
nada, saca una uva del cuenco que está a su lado y se la clava en la cabeza.
Él la mira con el ceño fruncido y ella levanta ambas cejas, sacudiendo su
cabeza en mi dirección.
—Mejor tú que Adrian —dice, apenas dándome una mirada. No sé
quién es Adrian, pero lo tomaré. Lo resopla.
—Esta no es una u otra situación. Una vez que Adrian se entere de
que ella está aquí, ¿realmente crees que se mantendrá alejado?
Dare deja caer su lápiz sobre el bloc de papel y se pone de pie,
dirigiéndose hacia Lo. Él la enjaula con ambas manos apoyadas en el
mostrador detrás de ella. Probablemente me cagaría si fuera ella, pero ella
simplemente sonríe y le rodea el cuello con los brazos.
—Solo otra razón por la que deberíamos escaparnos por un tiempo.
Solo nosotros dos —dice él intencionadamente.
—Sabes que no puedo ahora.
—¿Por qué no? —presiona él, y tengo la sensación de que esta es una
conversación en curso.
—Solo voy a darme una ducha —digo torpemente, colocando un
pulgar detrás de mí antes de escabullirme.
—¡Las toallas están debajo del fregadero! —grita Lo detrás de mí.
Después de subir escaleras arriba, voy a la habitación de Jesse, mi
habitación por el momento, y me siento al borde de la cama.
—Esto es extraño —murmuro para mí mientras observo mi entorno.
Las paredes son completamente blancas y desnudas, sin agujeros, lo que me
dice que no tenía fotos ni carteles. En casa, mis paredes estaban pintadas de
negro, una de las pocas veces que una madre hippie y despreocupada que
me permitió expresarme fue útil, y casi completamente cubiertas de carteles
de mis bandas favoritas, portadas de discos, discos y fotos de conciertos. Mi
habitación contaba una historia sobre mi vida y quién soy. Esta habitación
carece de personalidad. Esta habitación no cuenta ninguna historia.
La curiosidad morbosa se hace cargo, me levanto y abro los cajones
de la cómoda negra. Todos están vacíos. Luego reviso la mesa de noche y
no encuentro nada más que un paquete de condones. Cierro el cajón de
golpe y me vuelvo hacia el armario. Deslizando la puerta de madera blanca
para abrirla, encuentro una patineta destartalada con la cinta adhesiva
pelada a medio camino de la plataforma. Doy la vuelta al tablero para ver
pegatinas descoloridas de varias marcas de patines y Jesse esculpido en la
madera con letras irregulares.
Jugador de lacrosse. Estúpido. Playboy. ¿Patinador? ¿Cuántas
personalidades tiene este chico?
Agarro un cambio de ropa de mi maleta antes de arrojarla junto con
mi otra bolsa al armario, luego me dirijo al baño para darme una ducha.
Una ducha para la que ni siquiera hay que esperar en la fila.
Hogar dulce hogar.

***

Los primeros tres días en casa de Lo y Dare, me sentí incómoda y


nerviosa. Seguí mirando por encima del hombro, como si Jesse fuera a
aparecer en cualquier momento y tendría que explicar por qué y cómo estoy
en la casa de su hermana, pero, afortunadamente, él no viene. Puede que no
esté aquí físicamente, pero su cara está en todas partes donde me giro,
burlándose de mí. En el pasillo al lado de mi habitación cuelga un diploma
enmarcado, una carta de beca con su logotipo de Lobos y una foto de él y
Lo en su graduación, con el cigarrillo colgando de su labio, pareciendo
distante como siempre, pero la felicidad que brilla en sus ojos es
inequívoca.
El refrigerador también está lleno de fotos. La mayoría de ellas son de
Jesse luchando y jugando lacrosse, pero hay una foto que siempre me
detiene. Es un joven Jesse, sentado en un sofá hecho jirones con una
impresión del suroeste. Su cabello demasiado largo cuelga frente a un ojo
mientras sostiene una patineta en su regazo. Jeans rasgados en la rodilla,
calcetines una vez blancos que son casi negros en la parte inferior y sin
camisa. La alfombra a su alrededor está manchada y la mesa frente a él está
llena de platos sucios y varias cajas de comida para llevar. Sus ojos son de
color púrpura debajo, y es demasiado delgado, pero sonríe como si no le
importara nada en el mundo.
Además de la culpa de sentir que estoy ocultando algo de Lo al omitir
la verdad sobre mi historia con su hermano y tener que recordar su
existencia a cada paso, me gusta quedarme aquí. Tanto Lo como Dare
trabajan mucho, y tengo mucho más tiempo para mí de lo que pensaba.
Como ahora, ambos cierran esta noche, así que tengo la casa para mí sola.
Saco un bikini negro de mi bolso y trabajo rápidamente para cambiarme. Lo
me dijo que podía usar el jacuzzi en el patio trasero, pero no quería
arriesgarme a usarlo cuando había otras personas cerca..
Agarro mi teléfono y me envuelvo con la toalla antes de bajar.
Cuando no veo ni escucho a nadie, camino por la cocina y salgo por la
puerta de atrás. Una vez afuera, el aire nocturno enfría mi piel, y tiemblo,
apresurándome a abrir la parte superior del jacuzzi. Extiendo mi toalla en la
parte cerrada de la cubierta y Presiono aleatorio en mi lista de reproducción.
Raramente escucho música en mi teléfono, pero los auriculares y las
bañeras de hidromasaje no se mezclan. “Criminal” de Fiona Apple
comienza a sonar mientras me retuerzo el pelo en un moño desordenado.
Meto los dedos de los pies en el agua maravillosamente caliente y
lentamente sumerjo el resto de mi cuerpo .
Jugueteo con los controles hasta que se activan los chorros, luego me
siento de espaldas a uno de ellos, con la cabeza apoyada en el borde. Cierro
los ojos, cantando, mientras siento que mi cuerpo comienza a aflojarse con
cada minuto. No sé por qué o cómo sucede, pero de repente, Jesse aparece
en mi mente sin ser invitado. Mi subconsciente y yo no nos llevamos bien,
porque este parece ser su pasatiempo favorito: torturarme con recuerdos de
la noche que preferiría olvidar que alguna vez sucedió. Casi puedo sentirlo
en mi piel, sentir sus caderas moviéndose entre mis piernas antes de
presionarme.
Soy patética.
Con el agua caliente en mi piel sensible, los chorros vibrando contra
mí y los pensamientos de Jesse, empiezo a sentir un revuelo familiar entre
mis piernas. Se me acelera el pulso y aprieto los muslos para aliviar el
dolor.
Lengua caliente moviéndose contra mis pezones. Ojos color avellana
mirándome.
A la mierda. Ha pasado demasiado tiempo desde que tuve algún tipo
de liberación. Tal vez si le doy a mi cuerpo lo que quiere, dejará de
reaccionar ante Jesse como una perra en celo.
Mi mano se desliza por debajo de las burbujas, encontrando el calor
entre mis piernas. Me froto a través de la tela de mi traje de baño,
lentamente al principio. Me permito imaginar que Jesse me está tocando,
mis piernas ligeramente abiertas. Mi mano se mueve más rápido, mi
respiración viene en bocanadas cortas y rápidas. Mordiéndome el labio,
siento que mi orgasmo aumenta. Aguanto la respiración, esperando que me
lave... pero luego se desliza fuera de mi alcance. Ido. Solo así.
—Ugh —Suelto un gruñido frustrado, golpeando el agua.
—¿Necesito una mano?
Mis ojos se abren para ver a Jesse parado frente a mí mientras me
levanto, salpicando agua por todas partes antes de hundirme debajo de las
burbujas de los chorros. La excitación persistente que me recorre es
reemplazada instantáneamente por temor, mi estómago se retuerce y mis
oídos arden de vergüenza.
—¡Qué demonios! ¿Qué estás haciendo aquí? —grito, cruzando los
brazos sobre mi pecho.
—¿Qué estoy haciendo aquí? La última vez que revisé, esta es mi
casa.
—¡Ya no! —busco mi toalla detrás de mí, pero regresa vacía. Me
giro, sabiendo que la dejé aquí mismo.
—¿Buscando esto? —se burla Jesse, colgando mi toalla de sus dedos.
Oh, Dios. Si estuvo aquí el tiempo suficiente como para enganchar mi toalla
sin que me diera cuenta... Ni siquiera puedo terminar ese pensamiento.
Invocando una falsa confianza, me paro y salgo de la bañera de
hidromasaje, ignorando el mareo que siento, y me dirijo hacia él. —Toalla
—exijo, extendiendo mi mano.
—Ven por ella —cuando me acerco, él retira su mano, obligándome a
acercarme. Doy un paso adelante, mi pecho mojado casi toca el suyo. Estoy
goteando sobre él, dejando un charco a nuestros pies, pero él no retrocede, y
yo tampoco. Lo alcanzo, pero él sonríe, levantando el brazo por encima de
su cabeza. Pongo los ojos en blanco y me presiono de puntillas. Mi pecho
se frota contra el suyo y sus ojos se fijan en donde se encuentran nuestros
cuerpos. Aprovecho la oportunidad para saltar, finalmente tirando de la
toalla.
—Yo gano. —Sonrío, envolviéndola rápidamente alrededor de mí,
obligándome a dar pasos sin prisa mientras me alejo de él.
—Solo quería ver tus pechos rebotar, entonces, ¿quién es el verdadero
ganador aquí?
Miro sobre mi hombro para fruncir el ceño.
—Sin embargo, desempeñaste tu papel perfectamente —elogia.
14
Allie
Cuando Allison no está a la vista, me ajusto la polla que se tensa en
mis pantalones. Sabía que estaría aquí sola, así que no pude resistirme a
venir para ver mi pequeño plan realizarse con mis propios ojos. Pero los
dioses de la erección me sonreían, porque nunca pensé que la encontraría
sola. Medio desnuda. Mojada. Mierda. La primera vez que vi bien su
cuerpo fue esa noche en el dormitorio oscuro... ni siquiera estuvo cerca de
hacerle justicia. Una pequeña figura de reloj de arena. Trasero grande. Ni
siquiera me hagas empezar con esas tetas.
Después de cero deliberaciones, la busco. Ya vi sus cosas en mi cuarto
cuando llegué, así que me dirijo a las escaleras. Hasta allí llegó lo de tener
siempre un lugar al que volver a casa. Pero no me quejo. De hecho, hace
todo esto un poco más dulce, sabiendo que ella ya está en mi cama. Subo
los escalones de dos en dos, y luego abro la puerta agrietada de mi
dormitorio. Allison ya está vestida, otra camisa holgada que cae a medio
muslo. Piernas desnudas. Su cabello sigue en lo alto de su cabeza, los más
cortos todavía húmedos pegados a la piel de su cuello.
—Recuérdame otra vez por qué no puedo follarte.
—Tal vez porque dices cosas así —dice, nariz arrugada, mejillas
rojas.
—Te estás sonrojando —acuso. En realidad, se está sonrojando..
—Estoy exaltada.
—Obviamente. —Doy un paso más.
—Por el jacuzzi —dice ella inexpresiva, poniendo los ojos en blanco.
Recoge su traje de baño mojado del suelo antes de entrar en el baño adjunto
y lo tira al cesto.
—Sigues diciéndote eso.
Cuando regresa a la habitación, ella está de pie en el lado opuesto de
la cama, poniendo distancia entre nosotros.
—Mira, lo siento si es raro que esté aquí. A tu hermana no le gusta
aceptar un no por respuesta...
—Es cosa de familia.
Ella ignora mi interjección.
—Y es solo temporal. Ella no sabe sobre nuestro... —divaga,
arrastrándose mientras hace un gesto entre nosotros dos.
—¿Nuestro...? —incito, ceja levantada.
—Nuestra... transgresión.
—¿Transgresión? ¿Es así como lo llamamos?
—Bueno, ¿cómo lo llamarías?
—Bolas azules. Yo lo llamaría bolas azules. —Ella se ríe a carcajadas,
poniendo los ojos en blanco—. ¿Te hago sentir incómoda?
—A pesar de tus mejores esfuerzos, no.
—Eres una terrible mentirosa.
—¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Una que realmente respondas con
una respuesta sería? —pregunta, ignorando mi acusación.
—Dispara.
—¿Por qué te fuiste así? Quiero decir, parecía que te gustaba, y
entonces... —Su mano cae, golpeando contra su muslo.
Le doy una sonrisa perezosa.
—¿Es eso lo que piensas? ¿Que solo perdí el interés?
—¿Qué demonios se supone que debía pensar?
Me muevo alrededor de la cama, recorriendo la distancia entre
nosotros.
—Irme antes de tener la oportunidad de follarte será uno de mis
mayores arrepentimientos. Mi polla todavía está enfadada conmigo.
Ella se ríe, sacudiendo la cabeza.
—Hablo en serio. Recibí una llamada telefónica que no pude ignorar.
El mismo tipo de llamada telefónica que finalmente me llevó a que me
echaran del equipo. El mismo tipo de llamada telefónica que siempre
arruina mi oportunidad de tener una vida normal. Ahora que eso se ha
aclarado, ¿estás lista para terminar lo que empezamos?
—No sucederá.
—¿Por qué carajo no? Te deseo . Obviamente tú me deseas.
—Oh, obviamente, ¿eh?
—Si te tocara ahora mismo, ¿estarías mojada para mí?
—Y ahí vas de nuevo. No puedes decir cosas como esas.
—¿Por qué no?
—No lo sé —admite.
—¿Porque te gusta?
No tiene una respuesta para eso.
—Esa noche fue un momentáneo lapsus de cordura. Y ahora que me
estoy quedando con tu hermana, creo que es mejor si no... no lo sé. —Se
esfuerza por encontrar las palabras—. Complicamos las cosas.
—¿Qué tiene de complicado?
—El sexo siempre es complicado.
—Lo que tú digas, chica Allie.
—Entonces, ¿estamos en la misma página?
—Ni siquiera estamos leyendo el mismo libro.
Ella suspira, cayendo en mi cama. —Por favor. Realmente necesito
que esto funcione.
—¿Qué estás haciendo aquí, de todos modos? —No le digo que yo
tuve que ver con que ella este aquí. Sé lo que es no saber dónde vas a
dormir esa noche, o cuándo vas a tener tu próxima comida. No conozco la
situación de Allison, pero el hecho de que estuviera durmiendo en una
cabina me dice que no todo es sol y rosas.
—Es solo temporal.
—Ya has dicho esa parte.
Me mira fijamente.
—Estaba viviendo en los dormitorios con Halston sin permiso. Me
echaron, pero en dos meses, tendré un lugar donde quedarme. —Me da una
sonrisa traviesa, cruzando los brazos. —¿Feliz?
¿Dos meses viviendo con Allison? Esto debería ser divertido.
—Eufórico.
15
Allie
—Este es el día más largo de la historia de todos los tiempos —me
quejo con Halston, que está sentada en el banco junto a mí. Después de mi
encuentro con Jesse, no pude dormir. Mi cuerpo vibraba por el orgasmo
inconcluso, mientras mi mente zumbaba con pensamientos sobre él. ¿Por
qué es tan persistente? ¿Por qué conmigo? Me moví y di vuelta durante toda
la noche.
—Bueno, despierta. Es viernes y tu trasero es mío.
—Mierda. Lo olvidé.
—¿Olvidaste qué?
—Tengo planes para esta noche. Lo olvidé por completo.
—¿Con Jesse? —pregunta, empujando mi hombro con el suyo.
—No.
—¿Dylan?
—No.
—¿Entonces quién? No tienes amigos.
—Garrett.
—¿Quién demonios es Garrett? ¿Cuántos novios tienes?
—Cero. —Me río—. Es solo un chico en mi clase de mercadotecnia.
—No puedo creer que vayas a tener una cita y no me lo dijeras.
Como si fuera una señal, veo a Garrett caminando por el patio,
dirigiéndose directamente hacia nosotras.
—En primer lugar, no es una cita —corrijo—. En segundo lugar,
disminuye tu entusiasmo porque él viene hacia acá.
Con toda la sutileza de una excavadora, Halston se gira para verlo
antes de asentir con apreciación.
—Es lindo de esa manera desarreglada de alguien con el que sales
para molestar a tus padres.
Ella no está equivocada. Lleva una térmica blanca con una sudadera
con capucha negra con cremallera, un gorro que cubre el cabello rubio corto
que sé que está debajo y una sonrisa en esos labios carnosos y fruncidos.
—Hola, Allison —dice Garrett, metiéndose las manos en los bolsillos
delanteros.
—Hola. —Le sonrío, usando una mano para protegerme los ojos del
sol—. Esta es Halston.
—Garrett —la saluda con un movimiento de su barbilla. Cortés, pero
no demasiado entusiasta. Interesante. Todos quieren a Halston—. Entonces,
¿todavía vienes esta noche? —pregunta, balanceándose sobre los talones de
sus Chucks desgastados.
—Creo que Halston me va a llevar —le digo, golpeando su hombro
con el mío.
—En realidad —dice ella—. No puedo hacerlo. Tengo esta cosa.
—¿Qué cosa? —No tiene nada.
—Ya sabes. —Sus ojos se abren, queriendo que le siga la corriente—.
De todos modos, deberías hacer que Garrett te lleve.
Garrett pasa los dientes a lo largo de su labio con las cejas arqueadas.
—Tienes mi número. Avísame si quieres que te recoja.
Asiento y él se aleja, probablemente sintiéndose incómodo después de
esa mentira dolorosamente obvia.
—Muy suave.
Halston se ríe y echa la cabeza hacia atrás.
—Es muy atractivo. Diviértete en tu cita.
—¡No es una cita! —susurro, sin querer arriesgarme a que él todavía
alcance a escuchar. Me pongo de pie, arrojando mi mochila sobre mi
hombro.
—¿Él sabe eso?
—Si. —Eso creo.
Remuevo el interior de mi maleta en busca de una camiseta limpia,
arrojando ropa detrás de mí. La mayoría de mis cosas todavía están en el
garaje de mis abuelos, hago una nota mental de lavar la ropa pronto. Saco
una camiseta blanca de NOFX y me la llevo a la nariz, asegurándome de
que pase la prueba de olfateo. Bingo. Me la pongo sobre mi cabeza, luego
me miro en el espejo del baño. Mi camiseta cae debajo del dobladillo de
mis pantalones cortos negros. Medias negras. Docs color Borgoña.
Suficientemente bueno. Esta no es una cita, después de todo. Es un
espectáculo con un amigo en lo que probablemente será un lugar
abarrotado, sucio y maloliente.
Recojo mi cabello ondulado en una cola de caballo alta, pongo unas
pasadas de máscara sobre mis pestañas y listo. Escucho que la puerta
principal se cierra de golpe y me detengo, escuchando. Tanto Dare como Lo
están en el trabajo y siendo viernes por la noche, no espero que ninguno de
los dos esté en casa tan temprano. Guardo mi teléfono en el bolsillo y tomo
mi pequeño bolso negro, sujetando la correa sobre mi pecho. Levanto la
chaqueta de mi padre de la cama y me la ato a la cintura antes de bajar las
escaleras. Una vez que estoy cerca del final, doy un vistazo por la esquina,
intentando ver quién está aquí.
El movimiento por el refrigerador llama mi atención, y luego se cierra
de golpe, revelando a Jesse. ¿Por qué tiene que ser tan odiosamente
atractivo? Gorra al revés. Camiseta blanca. Pantalones de chándal grises.
No mires su entrepierna. No mires su entrepierna.
—¿Estás mirando mi polla?
Aparto mis ojos al escuchar su voz.
—¿Qué? No.
Jesse sonríe, rodea el mostrador y se dirige al sofá.
—¿Viernes por la noche salvaje? —pregunto, mirando su acomodo.
Hay bolsas de papas fritas, refrescos, cervezas y... ¿Son Dum-Dums eso que
está sobre la mesa de café? Netflix se muestra en la pantalla plana.
—No tenía ganas de salir. —Él se encoge de hombros, dejándose caer
en el sofá, con las piernas abiertas. Me siento en el brazo del sofá,
estirándome para robarme una paleta de caramelo. No pierdo el tiempo
desenvolviéndola y dándole una lamida. Jesse mira mi boca atentamente y
trato de no retorcerme bajo su atención.
—¿Qué estás viendo? —pregunto, aunque solo sea para romper el
silencio. Jesse se aclara la garganta y se ajusta los pantalones de chándal,
sin intentar esconder el bulto allí. ¿Por qué mis ojos siguen vagando hacia
su entrepierna? No me gustan las pollas en particular. Ni siquiera he visto
muchas en persona. No es que sea una conocedora.
—No estoy seguro todavía. Tú elige.
¿Yo? ¿Quiere que vea una película con él?
Suena el timbre, sin darme la oportunidad de responder. Pongo mi
paleta de caramelo en el envoltorio encima de la mesa mientras Jesse se
pone de pie, cerveza en mano y se dirige a la puerta. Garrett. Le envié la
dirección de Lo después de llegar a casa, haciéndole saber que después de
todo necesitaría un aventón.
Jesse abre la puerta, revelando a Garrett que luce ligeramente
confundido.
—Estoy aquí para recoger a Allison —dice Garrett, inclinándose para
verificar el número en la casa, como si tal vez tuviera la dirección
incorrecta.
—Hola —digo, apareciendo a la vista. Una vez que me ve, su boca se
arquea en esa sonrisa traviesa mientras sus ojos escanean mi cuerpo—.
Buena elección —dice, señalando mi camiseta.
Antes de que pueda responder, Jesse le cierra la puerta en la cara.
Salto hacia atrás, lanzándole una mirada fulminante antes de abrir la puerta
nuevamente.
—Saldré en un segundo —explico, levantando mi dedo—. Solo voy
por mis cosas.
Él asiente, afortunadamente sin parecer demasiado ofendido,
dirigiéndose hacia la camioneta estacionada en el camino de la aentrada.
—¿Qué demonios fue eso? —le pregunto a Jesse.
—Me aburrió.
—¿Entonces le cerraste la puerta en la cara? ¿En lugar de alejarte?
Dado que, ya sabes, es mi invitado y todo eso.
—Bastante apegado a la realidad, sí.
—Esssstá bieeeeeeen —digo—. Te veré más tarde entonces.
Jesse no dice nada, así que me giro hacia la puerta.
—¿Novio? —pregunta Garrett cuando me subo a su camioneta.
—Dios, no —le digo, riéndome—. Aunque le gusta hacer que mi vida
sea un infierno. Escuché que las relaciones hacen eso a las personas.
Garrett sale a la calle y se estira para bajar la música. Pasamos el resto
del tiempo hablando de nuestras bandas favoritas y escuchando música. Es
fácil estar cerca de Garrett y posiblemente podría ser mi alma gemela
musical. Pasan unos buenos cuarenta y cinco minutos antes de que entre en
un estacionamiento oscuro. Sin luces. Sin letreros.
—¿Me trajiste aquí para matarme? —Lo miro con una ceja levantada.
—¿Dónde está la confianza? —Sale de su camioneta, rodeando el
capó antes de abrir mi puerta y ayudarme a salir—. Vamos.
Garrett me lleva hacia la entrada y si no fuera por los débiles sonidos
de un bajo flotando desde el edificio y el estacionamiento lleno de autos,
podría pensar que me está llevando a un edificio abandonado. Una vez
dentro, parece un lugar normal. Dos barras a cada lado del piso, el escenario
se encuentra al frente, aunque todavía no hay nadie allí.
—¿Bebiba? —pregunta Garrett por encima de la música, señalando
hacia la barra a nuestra derecha con la línea más corta.
Lo acerco, intentando no anunciarlo a todo el bar.
—No tengo veintiún años. —Garrett se ríe—. Nadie los tiene. No les
importa una mierda aquí. —Tomando mi mano, me empuja a través de la
multitud donde una chica con cabello azul en corte bob y una gargantilla de
cuero con picos sirve la barra.
—¿Qué van a tomar? —pregunta ella, inclinándose sobre el
mostrador que nos separa.
—Lo que tengas que venga en una botella —le digo. No soy exigente.
—Dos —agrega Garrett, levantando dos dedos.
Busco en mi bolso, intentando encontrar el dinero suelto que sé que
está flotando por algún lado, pero Garrett me gana, dejando un billete de
veinte sobre la barra.
—Gracias —le digo. No es una cita. No es una cita.
—Busquemos un buen lugar —dice, señalando hacia el escenario.
Hay una multitud sólida, pero me sorprende que no haya más gente. Nos
abrimos paso entre los grupos escalonados de cuerpos, avanzando
fácilmente hacia el frente. Por el rabillo del ojo, veo a un hombre acercarse.
Me doy vuelta para mirarlo, contemplando sus vaqueros planchados y su
camisa blanca de botones.
—Bueno, mira lo que trajo el gato —dice con una sonrisa en su voz.
—Victor —le digo, sonriendo a cambio. Me atrae para un abrazo y
cuando se aleja, veo la pena en sus ojos, incluso en el lugar con poca luz—.
Lamento escuchar sobre tu papá —dice, inusualmente solemne. Victor tiene
quizás treinta y tantos años, pero es un niño perpetuo. La única vez que sale
su lado serio es cuando se trata de negocios. O, cuando extiende sus
condolencias, aparentemente.
—Gracias —digo tan tranquilamente que ni siquiera sé si es audible
por encima del ruido—. Este es…
—Garrett —responde Victor por mí. Se dan un saludo de palmadas—.
Me alegra que pudieras lograrlo —dice, y si no me equivoco, es sarcasmo
lo que detecto en su voz.
—La dama necesitaba un aventón —dice Garrett encogiéndose de
hombros.
—Sí, bueno, la dama es una amiga de la familia, así que se bueno con
ella. —Victor lo señala con un dedo severo.
Su teléfono se enciende en su mano y me mira.
—Tengo que contestar esto, pero búscame antes de que te vayas, ¿eh?
Asiento y luego se da vuelta, desapareciendo entre la multitud.
Cuando miro de nuevo a Garrett, sus cejas están en la línea de su cabello.
—¿Qué?
—¿Cómo conoces a Víctor?
—Es amigo de mi papá. —Lo mantengo vago, no queriendo tener
toda la conversación de papá muerto en este momento.
—Simplemente sigues volviéndote cada vez más interesante. —
Sonríe.
—Estoy llena de sorpresas —digo inexpresiva. Las frías yemas de
mis dedos me recuerdan mi bebida intacta y la llevo a mis labios, dejando
que el líquido frío se deslice por mi garganta.
De repente, las luces bajan, la música por los altavoces se interrumpe
y un tipo con una guitarra eléctrica desteñida, Squier, por lo que parece,
sube al escenario.
—Nos encantaría tocar en un espectáculo para ustedes, pero
desafortunadamente, parece que nuestro baterista ha decidido que ahora es
un buen momento para conversar con una chica sexy.
Me río, escaneando la multitud, pero me sorprende cuando Garrett
levanta un dedo medio y sacude la cabeza.
—¿Sostienes esto por mí? —pregunta, dándome su botella.
—Uh, claro —digo, sintiéndome más que un poco confundida.
Garrett me da una sonrisa tímida antes de subir sin esfuerzo al escenario.
—Te lo devolveremos en unos veinte minutos —dice el tipo con la
guitarra, señalándome con el dedo y guiñándome un ojo.
Garrett se sienta detrás de la batería, haciendo chocar sus baquetas
para comenzar la canción. La banda, que consta de dos guitarristas y un
bajista, sigue el ejemplo a la perfección. Balanceo mi cabeza mientras la
canción atrae a la multitud que me rodea. Su sonido es bueno, realmente
bueno. Son la combinación perfecta de pop punk con suficiente vanguarda
como para distinguirse de la típica banda de chicos. Coro y letra pegajoso,
ritmo rápido. Estoy impresionada. Garrett tiene el sudor goteando por el
costado de su rostro, los bíceps que no sabía que tenía flexionándose con
cada golpe. ¿Por qué demonios no me dijo que iba a tocar esta noche?
Para cuando termina su set, ya he terminado tanto mi cerveza y como
la de Garrett. Después de despejar del escenario, me saluda. Me escabullo
entre los cuerpos que comienzan a dispersarse, dirigiéndome hacia él.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Le doy una palmada en el hombro.
—Estoy lleno de sorpresas —bromea, lanzándome mis palabras de
más temprano.
—Aparentemente. —Me río.
Víctor aparece detrás de mí, palmeando a Garrett en la espalda.
—Buena tocada —elogia.
—Ustedes estuvieron bastante increíbles —estoy de acuerdo.
—¿Sí?
—Oh sí. ¿Pero por qué están tocando en este lugar de mala muerte?
Esto podría haber tenido una multitud mucho mayor.
—¿Eso crees? —pregunta Victor. Dirijo mi atención a él.
—Cien por ciento.
—¿Qué harías diferente? —pregunta, cruzándose de brazos.
—Haría un volante genial, luego comenzaría lanzándolo por todas las
redes sociales. Dirigiéndolo hacia los chicos de universidad. Incluso si no es
su escena típica, este pueblo es pequeño. Todos aparecerían simplemente
por falta de cosas que hacer por aquí.
—¿Eso es todo?
—No. —Sacudo la cabeza—. También le pediría al propietario vender
las bebidas a mitad de precio durante la primera hora. Lo único que nos
gusta más que el alcohol es el alcohol barato.
Garrett ahoga su sonrisa con su mano, y yo miro entre ellos,
confundida.
—¿Qué?
—Este es mi lugar —dice Victor con brusquedad.
—Oh. —Mierda—. Lo siento…
—¿Crees que podrías hacerlo mejor? —pregunta él,
interrumpiéndome—. Llámame y te dejaré intentarlo.
—¿De verdad? —pregunto con cautela. Saca una tarjeta y me la
entrega.
—Esta noche fue una prueba para mí. Pero tienes buenos instintos y,
lo que es más importante, eres de la generación correcta.
Sin palabras, tomo la tarjeta que se encuentra entre su índice y su
dedo medio.
—Llévala a casa a salvo —le dice a Garrett.
Garrett lo saluda, y luego Víctor se ha ido.
—¿Qué... demonios acaba de pasar?
—Sorpresas, Allison. Llena de sorpresas.

***

Durante el resto de la noche, Garrett y el cantante principal de su


banda, Mark, se quedan cerca de mí, bebiendo y hablando tonterías.
Gutterpunk toca y son la misma vieja banda de punk descuidado que
recuerdo, a pesar de que ya deben estar cerca de los cincuenta.
—Gracias por esta noche —le digo mientras casi pierdo el equilibrio
en el camino desigual fuera de la casa de Lo. Garrett me agarra del brazo
mientras me enderezo, y me río de mi torpeza. No estoy borracha, pero me
siento un poco achispada. Aunque es una buena chispa. Cálida, borrosa y
feliz. Es divertido estar con Garrett y no tengo la impresión de que esté
interesado en mí, así que mi guardia está baja. Se siente bien.
—¿Te veré el lunes? —Busco mi llave en el bolso pequeño que
cuelga de mi cadera. Pero antes de que pueda localizarla, la puerta principal
se abre. Una rubia alta y familiar aparece frente a mí, con el lápiz labial
corrido y los ojos muy abiertos por la sorpresa antes de que su rostro se
transforme en una sonrisa lenta y tortuosa.Victoriosa sería la palabra que
usaría para describirla. Sierra. De nuevo.
Estrecho mis ojos hacia ella mientras abre más la puerta, dándome la
oportunidad de ver a Jesse abrochándose los vaqueros. Ella me mira de
cerca esperando una reacción. Una que no le daré.
—Bueno, esto fue divertido —le digo ligeramente antes de volverme
hacia Garrett. Mi estómago se arremolina con algo que se parece mucho a
la decepción, o tal vez el alcohol está empezando a mostrar su fea cabeza y
estoy a punto de enfermarme, pero no lo demuestro—. Gracias por el viaje
—le digo. Sierra pasa rápidamente junto a mí, sabiendo que no está
obteniendo la reacción que quería.
Garrett mira sobre mi hombro, observando la escena detrás de mí
antes de mirarme a los ojos—. Llámame si necesitas algo.
Asiento, dándole lo que espero sea una sonrisa convincente, antes de
cerrar la puerta. Respirando profundamente, me doy la vuelta. Jesse se
sienta en el sofá con los muslos bien abiertos. Descamisado. Las manos
cruzadas detrás de su cabeza como si no le importara nada en el mundo,
pero la tensión en su mandíbula me dice lo contrario. ¿Quién se engancha
con alguien en el medio de la sala cuando la gente está en casa? El maldito
Jesse Shepherd, obviamente.
—Eres asqueroso.
—Es un don.
—Tu hermana está arriba —susurro-grito, señalando por encima de
nosotros.
—Ha visto cosas peores. Créeme.
Me burlo, sacudiendo mi cabeza. Jesse inclina la cabeza hacia un
lado, inquisitivo, antes de ponerse de pie, devorando la distancia entre
nosotros.
—¿Realmente por qué estás enojada, chica Allie? —Gira un mechón
de cabello de mi cola de caballo entre sus dedos—. ¿Es porque me estaba
enganchando con alguien en el sofá o porque desearías haber sido tú?
—Ninguna de los dos —gruño—. Tal vez sea porque intentaste algo
conmigo aproximadamente cinco minutos antes de engancharte con otra
persona.
—Oh, eso es rico —dice Jesse, dando un paso atrás—. Considerando
que tú estabas haciendo lo mismo con Kurt Cobain por allá —dice,
señalando una mano hacia la puerta. Cierro la boca antes de que pueda
negarlo. No le debo una explicación. Los ojos de Jesse se estrechan en
rendijas, evaluando—. A menos que no lo hayas hecho.
Pongo los ojos en blanco, girándome para irme, pero él me bloquea el
paso.
—No lo hiciste, ¿cierto? ¿Cuánto tiempo ha pasado, Allie? ¿Es por
eso que te estabas tocando en el jacuzzi?
Oh, Dios mío.
—Eso no es asunto tuyo —digo, sintiendo mi cara ardiendo.
—Quiero decir, has tenido sexo, ¿cierto? —Sus cejas saltan hasta la
línea del cabello.
—¡He tenido sexo! —grito, antes de recordar dónde estoy y qué hora
es. Bajando la voz, continúo—. Tengo mucho sexo. —Jesse sonríe, como si
no me creyera—. Como…mucho. Todo el tiempo. —Jesucristo, ¿por qué no
puedo dejar de hablar? Lo estás empeorando, Allison.
—Entonces tengamos sexo. Ahora mismo. Si eres tan profesional —
desafía.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no me gustas, para empezar.
Se muerde el labio por un minuto antes de volver a hablar.
—Mentirosa.
—Y no podías pagarme para tocarte después de estar con ella.
—¿Estás segura de eso?
Sacudo la cabeza, molesta.
—Eres mucho más desagradable de lo que recuerdo.
—Y tú eres mucho más amargada de lo que recuerdo.
—Promiscuo —le respondo.
—Culpable. —Sus labios se curvan en esa sonrisa arrogante e
irritante. Resoplo, sacudiendo mi cabeza antes de pasar junto a él sin decir
una palabra más.
Esta vez deja que me vaya.
16
Jess
Me siento en el sofá, frotándome el cabello con la mano. Cuando
Allison se fue con ese imbécil con camisa de franela en lugar de estar
conmigo, me sentí muy estúpido. Me fumé un cigarrillo y me tomé unas
cervezas antes de tirar los caramelos y la mierda que traje. Lo y Dare
llegaron a casa alrededor de medianoche, pero Allison seguía fuera. Estaba
mirando a esa maldita paleta que dejó en la mesa, molesto como una niña,
cuando recibí un mensaje de Sierra. Me ha estado hablando desde que
volví, pero nunca le respondí. Intento evitar su locura como la peste. Hasta
esta noche. Uno pensaría que habría seguido adelante, considerando ese
pequeño percance con su hermana. Aparentemente, eso solo le aumenta el
atractivo.
Hizo todos sus mejores movimientos, haciendo lo máximo para
impresionarme. Pero todo lo que podía hacer era mirar a ese estúpido idiota
burlándose de mí desde la mesa de café. Cómo la lengua de Allison lo
lamía, cómo sus labios lo envolvían. Lo que sea que Sierra estaba haciendo
de rodillas no funcionaba. Como un idiota, le dije que se fuera. Ella solo
chupó más fuerte.
Me incliné hacia adelante, tomé la paleta de caramelo de Allie y me la
metí en la boca antes de volver a inclinarme en el sofá, con los brazos
cruzados detrás de la cabeza mientras cerraba los ojos, pretendiendo que era
su boca la que me rodeaba. Si estuviera solo, ese simple pensamiento me
haría correrme, pero esto me hacía sentir mal. Me enojaba saber que Allison
se había metido en mi cabeza y hasta mis entrañas lo suficiente como para
arruinar una buena mamada.
—¿Qué pasa? —preguntó Sierra, limpiándose la boca con el dorso de
la mano cuando estaba claro que algo no funcionaba.
—Creo que hemos terminado aquí —dije, sintiéndome cansado y
drogado y sin ninguna posibilidad de llegar. Mi polla estaba dura, pero no
por ella.
—Déjame ayudarte —dijo, tratando de sonar tímida mientras me
empujaba de los hombros y metía la mano debajo de la falda para hacer sus
bragas a un lado.
—He dicho que hemos terminado aquí.
Orgullosa y herida, se enderezó el vestido, levantó su bolso del suelo
y se dirigió hacia la puerta.
—Deberías ver a un médico por ese pequeño problema —dijo.
—No soy yo. Eres tú —dije de plano.
Gruñó, abriendo la puerta, solo para revelar a Allison y a su novio
hipster en el umbral. La cara de Allison cambió cuando vio la escena
delante de ella. Su expresión pasó de conmocionada a... dolida, si no me
equivoco. Fue sutil, pero la vi. Debí haberle dicho que no había llegado tan
lejos. Que se las arregló para joderme el polvo sin siquiera estar aquí. Pero
estaba demasiado ocupado saboreando el hecho de que me deseara en algún
nivel. Solo necesita un pequeño empujón.
Escucho la ducha encima de mí, el agua corriendo por las tuberías,
interrumpiendo mis pensamientos. Gimoteo. Esto es una tortura. Una
maldita tortura. La única chica que deseo en este momento está desnuda
arriba. Y no puedo tenerla. Probablemente no pronto, después de esta
noche.
Siento que mi teléfono vibra en algún lugar debajo de mí, y meto la
mano en la apertura entre los cojines hasta que encuentro la funda fría y
dura de mi teléfono. Dándole la vuelta en la palma de la mano, veo un texto
en la pantalla.
Mañana. 5741 East Baker Rd. A las 10 de la noche.
Aprieto la mandíbula, y al mismo tiempo odio estar bajo el control de
alguien mientras que me pica la emoción que seguramente vendrá. Además,
me vendría bien el dinero extra. Golpeo una respuesta.
Me apunto.
Como si tuviera elección en el asunto.
Allie
Me fui a la cama sintiéndome irritada, pero cuando me desperté el
sábado por la mañana y encontré el cubo de basura lleno de bocadillos sin
abrir sentí una punzada de culpa, lo cual es ridículo. No podía saber que
había planeado eso para mí. Y, si quería pasar el rato conmigo, podría
haberme... no sé... ¿preguntado?
Los próximos días pasan sin que vea a Jesse. Trato de preguntarle
casualmente a Lo dónde ha estado durante mi turno en el Blackbear el
domingo, pero se ríe y dice que es mejor que no pregunte. Al principio me
alegré de no tener que enfrentarme a él, pero cuando llega el jueves y aún
no ha mostrado su cara, la decepción me invade. Me encuentro
preguntándome a dónde desaparece. ¿Y por qué no está en la escuela? ¿Por
qué es tan frio y caliente conmigo? Pero, sobre todo, ¿por qué diablos me
importa?
—Albert. —Dylan chasquea sus dedos frente a mi cara.
—Lo siento. —Alejo los pensamientos de Jesse de mi cabeza—. ¿De
qué estábamos hablando?
—El concierto —me recuerda, afinando su guitarra mientras nos
sentamos en su mesa de la cocina.
—Bien. Bueno, hay un nuevo lugar llamado The Lamppost. Fui con
un chico de la escuela el viernes, y ustedes tienen que probarlo. El lugar es
enorme. ¿Recuerdan a Víctor de The Cold Snap? —pregunto, y él asiente.
The Cold Snap era un lugar de mierda en la ciudad que Victor poseía.
No sé qué pasó, pero ahora es una tienda de bocadillos.
—Es el dueño. Resulta que no tiene ni idea de cómo organizar un
evento.
—Sorprendente —dice Dylan, lleno de sarcasmo.
—Me dio su tarjeta...
—¿Tiene una tarjeta? —Dylan se ríe, su botella de cerveza se detiene
en sus labios.
—Lo sé. —Sonrío—. De todas formas. Quiere mi ayuda con el
próximo. Y, naturalmente, pensé en ti.
—Suena divertido.
Asiento.
—Tengo un buen presentimiento. ¿Te apuntas?
Dylan asiente.
—Nuestra agenda no está exactamente llena. ¿Podemos tocar tu
canción? Puedes cantarla conmigo.
Le disparo una mirada como si propusiera secuestrar al presidente.
Hay más posibilidades de que haga eso que subir a un escenario y cantar,
sin importar cuán pequeña sea la multitud.
—Estás drogado. Eso no va a pasar.
Aparte de cantar lo que fuera que mi padre tocara en la guitarra, y
alguna que otra canción con Dylan por diversión, no soy cantante. No es lo
que quiero hacer. ¿Componer canciones? Tal vez. ¿Tener mi propio local, o
incluso producir música? Definitivamente. Siempre pensé que lo haría con
mi padre. El plan era abrir nuestro propio local juntos cuando me graduara
de la universidad, de ahí la especialización en el negocio de la música, pero
ahora todo parece un gigantesco signo de interrogación.
—¿Cuándo fue la última vez que escribiste, de todos modos?
—Hace un tiempo. —Solía escribir en mi diario, y no solo letras.
Cada uno de mis pensamientos, frustraciones, esperanzas y sueños. Desde
que mi padre murió, no he escrito ni una palabra. Escribir sobre ello
significa pensar en ello, y pensar en ello significa sentirlo.
—Sucederá —dice Dylan, leyendo mis pensamientos. Me muerdo el
labio, tragando con fuerza.
Agarro su cerveza, tomando un trago antes de pegar una sonrisa en mi
cara.
—Bueno —digo, golpeando la mesa—, déjame oír en qué has estado
trabajando.
La puerta principal se abre, y ambos giramos la cabeza al oír el
sonido. Hunter, el bajista de su banda The Liars, entra con solo un par de
pantalones cortos de baloncesto y una gorra al revés. Mide un metro
ochenta; lo sé porque, de alguna manera, siempre termina siendo el tema de
discusión, y tiene que pesar al menos 100 kilos. Entre su enorme cuerpo,
sus tatuajes y su barba, las chicas se aferran a él como si fuera celofán.
Caleb, el baterista, está justo detrás de él, arreglado y unos centímetros más
bajo, pero nunca falta en el departamento femenino con su pelo rubio y sus
ojos azules. Material de banda de chicos total. Esa cara fue hecha para
adornar las paredes de los dormitorios de las adolescentes de todo el
mundo.
Caleb tiene una chica a la espalda y otras pocas detrás de él.
Hunter le da un azote a una chica y ella se da la vuelta.
—¿No tienes novia? —Se ríe.
—No, murió —dice, con sus mejores ojos de cachorro, con el labio
inferior sobresaliendo.
La chica jadea, su sonrisa cae.
—Lo siento mucho. ¿Cómo sucedió?
—Accidente de avión.
—Oh, Dios mío...
—¿Me ayudas a olvidar? —Hunter la acerca y la besa. Con fuerza.
Dylan me mira, levantando una ceja, sabiendo que es un montón de
mierda. La ex de Hunter está viva y bien.
—Supongo que estamos de fiesta.
—No puedo. —Hago pucheros—. Tengo clase mañana.
—¡Allie! —grita Hunter después de alejarse a tomar aire, como si no
me hubiera visto en años—. ¿Qué pasa? —pregunta, bajando para
abrazarme en la silla donde estoy sentada. Me río, rodeándole el cuello con
los brazos, y él aprovecha la oportunidad para levantarme, dándome
vueltas. Es imposible estar de mal humor cerca de Hunter.
—Allie Cat —dice Caleb, quitándose a la chica de encima, dejándola
caer en el sofá antes de acercarse para un abrazo propio—. ¿Qué están
haciendo?
—Tratando de convencer a tu cantante de que toque en un nuevo
lugar.
—Me apunto —declara Hunter, claramente despreocupado con los
detalles.
—Joder, sí —concuerda Caleb—. Mientras no sea durante los finales.
Hunter y Dylan comparten una mirada, y sé que es porque sienten que
Caleb está a punto de irse. La banda no es su vida, como lo es para Dylan y
Hunter. Tengo la impresión de que Caleb solo pasa el tiempo con la banda
hasta que se gradúe.
—Convéncelo —digo, moviendo mi barbilla hacia Dylan—. Tengo
que irme.
Dylan está de pie, buscando las llaves en su bolsillo delantero.
—Vuelvo enseguida —les dice a los chicos—. Voy a llevarla a casa.
—Las chicas, ahora las tres acurrucadas en el sofá, miran a Dylan mientras
caminamos por la sala, pero él no reconoce su existencia.
—Entonces, ¿te gusta tu nueva casa? —pregunta, una vez que
estamos en la carretera.
—Está bien por ahora —le digo, dejándolo vago—. Llegar a la
escuela es una molestia, pero es gratis y Lo es genial.
La distancia entre la casa de Dylan y la de Lo es solo de unos cinco
kilómetros, pero con los caminos de viento a través del bosque parece
mucho más.
—Gira aquí —digo, señalando. Una vez que estamos llegando a la
entrada, Dylan se vuelve hacia mí, pareciendo que quiere decir algo.
—Todo... —comienza a decir, pero se detiene cuando otro vehículo se
mete en la entrada junto a nosotros. Una camioneta negra. Y sale nada
menos que el maldito Jesse Shepherd.
Dylan tensa su mandíbula y yo cierro los ojos, dejando caer la cabeza
contra el reposacabezas.
—No vive aquí —digo. No le debo una explicación a Dylan, y él no
tiene nada que decir sobre dónde decido quedarme o con quién decido pasar
mi tiempo, pero por alguna razón tengo la impresión de que sus
sentimientos están heridos.
Mueve la cabeza, sin decir una palabra. Jesse, odioso como siempre,
abre la puerta del pasajero.
—¿Vas a entrar? —pregunta, agachándose para que su cara sea
visible. Sacudo la cabeza en su dirección, tratando de transmitir que ahora
no es el momento.
—Entra, Allie —dice Dylan, arrancando el motor de nuevo. Lo miro,
pero él se queda mirando hacia adelante, sin encontrarse con mis ojos.
—Bien. Sé un bebé. —Salgo del auto, esquivando a Jesse cuando
intenta ayudarme. Escucho a Dylan salir del camino de entrada antes de que
vuele por la carretera.
—Realmente tienes un don para aparecer en el momento equivocado
—murmuro.
—Es parte de mi encanto.
Resoplo.
—Lo que tú digas.
—Tiene un piercing en el labio. ¿Qué es, 1999? Te hice un favor.
Pongo los ojos en blanco, abro la puerta principal y veo una bolsa de
lona y un montón de ropa en el suelo dentro.
—¿Qué es esto? —pregunto, pateando la bolsa.
—Mis cosas. —Pasa a mi lado y se agacha para colocarse la bolsa de
lona sobre el hombro.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, aunque tengo una idea bastante
buena de adónde va esto.
—Poniendo mi mierda arriba —dice, como si la respuesta fuera
obvia, subiendo las escaleras.
—¿Por qué?
Se detiene a mitad de camino, mirándome por encima del hombro con
una sonrisa exasperante.
—Porque soy tu nuevo compañero, compañera.
—¿Qué? —pregunto, subiendo las escaleras tras él.
—Me oíste.
—¿Pero por qué?
—Haces muchas preguntas. —Jesse pasa por mi puerta, luego por el
baño, antes de abrir la puerta número tres. Lo sigo a la habitación en la que
nunca había estado. Otra habitación vacía, esta ni siquiera tiene una cama.
Porque yo tengo su cama.
—Es conveniente, ¿no crees? —Arroja su bolso en una esquina sin
ceremonias antes de volverse hacia mí con una sonrisa, con las manos en
las caderas.
—¿Perdón? —Me cruzo de brazos sobre el pecho, ignorando la forma
en que mi estómago da vueltas por la forma en que me mira.
Se mueve hacia mí, e instintivamente doy un paso atrás hasta que mi
espalda está al ras de la puerta.
—Te deseo. Y estoy harto de jugar a este juego.
Trago con fuerza, sintiendo el calor de su piel sin siquiera tocarlo.
—No es por eso por lo que estás aquí —le digo, confrontando su
engaño.
—No —admite—. Pero definitivamente endulza el trato.
—Tuviste tu oportunidad. La oferta ha expirado.
—¿Es así? —pregunta, acercándose—. ¿Y qué ha cambiado? —Me
agarra la barbilla entre el dedo y el pulgar y la levanta para que me vea
obligado a mirarlo.
—Todo. —No sé por qué mi voz sale más como un susurro. No puedo
pensar cuando está tan cerca. Me fijo una leve marca roja en su pómulo. Sin
pensarlo, me acerco, pasando mi pulgar por encima de ella. Jesse toma un
poco de aire antes de cerrar la boca. Cuando mi cerebro se pone al día con
mis acciones, dejo caer mi mano a mi lado.
—¿Qué pasó?
—No es nada —dice, pero su voz es más ronca que hace un segundo.
Se aclara la garganta, dando un paso atrás.
—¿Quieres saber la mejor parte de ser compañeros? —pregunta, con
el comportamiento juguetón en su sitio. ¿Cómo lo hace? ¿Cambiar de
marcha tan fácilmente? Mejor aún, ¿qué le hizo aprender?
Jesse abre una puerta a la derecha, saludándome. Vacilante, me acerco
para ver... Dios mío.
—Tenemos que compartir el baño. —Mueve las cejas.
—Qué bien —digo secamente, caminando y abriendo la puerta
opuesta que lleva a mi habitación. Vi la puerta de su habitación,
obviamente, pero pensé que era un maldito armario de ropa blanca.
—¿Podríamos conservar el agua? ¿Ducharnos juntos?
—No sucederá.
—Cada gota cuenta.
Doy un portazo sin respuesta, escuchando una risa ahogada detrás de
mí.
Después de hacer algo de tarea, tomo una toalla de mi habitación. Me
lavo los dientes y me doy una ducha rápida, asegurándome de cerrar la
puerta contigua, y luego me pongo una camisa de gran tamaño. Me arrastro
a la cama, me cubro con las sábanas y busco los auriculares y los CD de la
mesita de noche. Reviso la caja negra cuadrada con garabatos de mi
rotulador plateado decorando el frente y la espalda antes de encontrar mi
mezcla para dormir. La pongo y me acurruco en mi almohada mientras
"Mix Tape" de Brand New me canta al oído.
Evitar que mis pensamientos vayan a parar al chico del otro lado del
baño es una hazaña casi imposible. ¿Por qué es tan persistente? ¿Y qué le
pasó a su cara? Cuanto más lo conozco, mayor es mi lista de preguntas.
Odio empezar a verlo bajo una luz diferente. Antes era un promiscuo
unidimensional, un atleta, y ahora hay capas. Capas que quiero quitar,
aunque sé que me quemaré en el proceso. ¿Cómo voy a resistirme a Jesse
Shepherd cuando estemos bajo el mismo techo durante dos meses enteros?
Y, mientras sopeso los pros y los contras de ceder a la tentación,
también cedo al sueño.
17
Allie
―¿Qué es tan gracioso? ―pregunta Lo, ya que estoy sonriendo al
teléfono durante mi turno.
―Mi abuela parece haber descubierto cómo usar los emoticonos, ―le
explico, mostrándole la pantalla de mi teléfono. Me envió un mensaje para
decirme que podía acceder al garaje donde están todas las cosas de mi papá,
seguido de cada corazón, arco iris y flor disponible.
―Maldición. ―Se ríe―. Ella es mejor con esa mierda que yo.
Repelo la tecnología.
―Eso es triste, Lo.
―¿Esto viene de la chica que rockea con un reproductor de CD
portátil? ―Me lanza una mirada, pasando a mi lado con las manos llenas de
platos.
―Touché.
―Termina con tu mesa y tómate tu descanso, ―instruye, moviendo la
barbilla hacia la pareja de ancianos que ha estado residiendo en mi sección
durante tres horas, pero que no ha pedido nada más que dos cafés y la sopa
del día. Alerta de spoiler: es sopa de tomate cremosa. Siempre es sopa de
tomate cremosa.
―Podría tener que esperar un rato. ―Suspiro.
―Mira el lado positivo. No parece que les quede mucho tiempo,
―bromea Lo.
―Te vas a ir al infierno. ―Ahogo una sonrisa.
Afortunadamente, la pareja no se queda mucho más tiempo. Hice un
pedido con Grumpy Pete de un sándwich de queso a la parrilla y me lo
como en la barra, teniendo una pequeña charla con Lo mientras sirve las
bebidas. Mirando el reloj, me doy cuenta de que me quedan unos minutos
de mi descanso, así que no puedo resistirme a inclinarme hacia delante para
tomar una paleta de caramelo del bol.
―¿Alguien te ha dicho alguna vez que tienes las papilas gustativas de
un anciano de ochenta años? ―pregunta Jesse, viniendo detrás de mí.
¿Cuándo diablos llegó aquí?
―Déjame adivinar. Eres un fanático de las de cereza. ―A todo el
mundo le encanta la cereza―. Qué cliché.
―Se sabe que he disfrutado de unas cuantas cerezas en mi día, ―está
de acuerdo de forma sugerente, poniendo un brazo alrededor de mis
hombros. Qué asco―. Pero mi favorita es la de fresa.
Me quita la paleta de la boca y la mete en la suya. Mis ojos siguen el
movimiento, y tengo que forzarme a mirar a otro lado. Mi estómago se
arremolina ante su cercanía.
―Hay un tazón entero justo ahí ―señalo―. Consigue el tuyo.
―¿Dónde está la diversión en eso? ―Guiña el ojo y luego lo muerde,
comiéndose todo. Lo mira entre nosotros con los brazos cruzados, una
mezcla de sospecha y diversión en sus ojos entrecerrados. Me levanto de mi
taburete, poniendo algo de distancia entre nosotros. Me limpio las manos
grasientas en el delantal negro atado alrededor de mi cintura antes de
agarrar mi plato.
―Se acabó el descanso. ―Lo último que necesito es que Lo, o
cualquiera, piense que hay algo entre Jesse y yo.
―Por cierto, salimos temprano ―dice Lo detrás de mí Me volteo
para enfrentarla
―¿En un viernes? ―pregunto, confundida.
―Uno de los amigos de Dare de fuera de la ciudad apareció esta
mañana, así que vamos a invitar a algunas personas esta noche.
―Oh, genial. Puedo quedarme con mi amigo Dylan esta noche...
―¿Por qué harías eso? ―me interrumpe Lo. Sus cejas se juntan en
confusión al mismo tiempo que los ojos de Jesse se endurecen.
―No quiero entrometerme.
Lo echa la cabeza hacia atrás, riéndose, antes de acercarse a mí,
poniéndome un brazo alrededor del cuello.
―No quiere entrometerse, ―se burla, poniendo énfasis en la palabra
entrometerse Jesse sonríe, pero no dice nada— Es un respiro, Allie, no una
reunión privada. Y por nosotros, me refería a ti y a mí. Jake cerrará esta
noche. Es hora de que conozcas a la familia.
Le doy una sonrisa escéptica. ¿Por qué suena como si estuviera a
punto de ser asaltada por una pandilla, o presentada a la mafia?
―A menos que tengas mejores cosas que hacer ―se burla Jess, sin
duda sintiendo mi inquietud. Los pliegues de su frente se profundizan
mientras espera mi respuesta.
Reto aceptado.
―Nope. Estoy disponible. ―Me encojo de hombros―. Suena
divertido.
―Nos vamos de aquí en una hora ―anuncia Lo antes de darme un
beso en la mejilla.
Los ojos de Jesse me penetran hasta que Lo desaparece, y nos
encontramos encerrados en un concurso de miradas silenciosas No sé de
qué se trata, pero sé que no seré yo quien se eche atrás. Miro fijamente en
respuesta, cruzando mis brazos sobre mi pecho desafiantemente. Jesse se
rompe primero, soltando una risa divertida. Pasa a mi lado, su pecho roza
mis brazos cruzados mientras se inclina cerca de mi oreja. Aguanto la
respiración, suprimiendo el escalofrío que se abre paso a través de mí, pero
mi corazón traidor no entiende el mensaje.
―Nos vemos en casa.
***
―¿De qué conoces a mi hermano? ― pregunta Lo, mirándome desde
el asiento del conductor.
―¿Qué? ―pregunto, desconcertada por su interrogante.
Levanta un hombro.
―Me he dado cuenta de la forma en que ustedes dos van y vienen.
Parece que se conocen desde hace tiempo.
―Nos conocimos brevemente hace un par de meses, pero no
empezamos exactamente con el pie derecho. ―Eso es decirlo a la ligera,
pero ella no necesita saber los sórdidos detalles.
―Ah ―dice, asintiendo―. Es un buen chico una vez que lo conoces.
La única cosa más grande que su ego es su corazón.
Me río, sabiendo que la parte del ego es verdadera al menos.
―Le dieron una mano de mierda en la vida, ―continúa,
aparentemente perdida en sus pensamientos―. Está en una especie de lugar
extraño ahora mismo. —Se mete en la entrada, apaga el motor y luego me
mira―. De todos modos, solo quería asegurarme de que ustedes estaban
bien.
―Estamos bien ―le aseguro, manteniendo mi tono ligero.
―Bien ―dice con un guiño, pero tengo la sensación de que está
preocupada por él por alguna razón. Tal vez sea el hecho de que parece
haber abandonado la escuela. Tal vez es porque desaparece durante días. Tal
vez es porque su humor parece cambiar más a menudo que lo que yo me
cambio de ropa interior―. Ahora vamos a entrar.
Tan pronto como abro la puerta para salir de su SUV, oigo música que
viene de dentro de la casa. Nos dirigimos a la puerta principal y Lo la abre a
empujones, revelando una casa llena de gente, a algunos los reconozco, a
otros no.
―Vamos ―dice, empujándome entre los hombros y cerrando la
puerta tras nosotras. Un tipo de piel bronceada, labios carnosos y una
sonrisa maliciosa nota nuestra llegada primero. Interrumpe su conversación
con una chica rubia que se sienta en el regazo de un tipo que tiene la mano
metida entre sus muslos, como si la sujetara al lugar.
―Hey, Lo-Lo ―dice, tirando de ella en sus brazos para un fuerte
abrazo.
―Inténtalo de nuevo ―dice Lo, y lo rechaza de inmediato.
Se ríe.
―Todavía estoy trabajando en un apodo para ti ―dice encogiéndose
de hombros.
―Trabaja más duro. Porque ese no va a suceder.
―Anotado.
―¿Me trajiste un regalo? ―dice, mirándome de arriba a abajo con
ojos marrones tan claros que parecen dorados. Es hermoso. Y claramente
problemático.
―Es demasiado joven para ti ―dice Lo, chasqueando sus dedos
frente a su cara―. Ella se quedará con nosotros por un tiempo. Adrian, esta
es Allison. Allison, este es Adrian. Le gusta aparecer esporádicamente sin
avisar para hacer enojar a Dare.
―Allison y Adrian. Ya sonamos bien juntos ―dice, tomando mi
mano y llevándosela a los labios.
―Oh, eres bueno. ―Me río, tirando de mi mano hacia atrás. Por
alguna razón, su forma de coquetear no me pone nerviosa como Jesse. Tal
vez porque es tan evidente que sé que todo es por diversión. O tal vez
porque no has estado ni cerca de estar desnuda con él entre tus muslos.
Lo me agarra de la mano, alejándome de Adrian. La sigo hacia la
cocina. Ella saca dos cervezas de la nevera, me da una antes de que la
arrastren a otro abrazo. Esta vez por la chica rubia que vi cuando entré.
―¿No hay bebé esta noche? ―pregunta Lo, apoyando la cadera
contra el mostrador.
La chica rubia inhala profundamente.
―Mi madre está en la ciudad. Es la primera vez que lo dejamos. No
sé quién está más preocupado, si Ash o yo. ―Mira hacia el sofá al tipo
sobre el que estaba sentada antes, que está sentado allí rebotando su rodilla
mientras toma un trago de su cerveza―. Veinte dólares a que va a
comprobar la hora en su teléfono en cinco, cuatro, tres, dos...
Seguro, hurga en el bolsillo de sus pantalones negros antes de sacar el
teléfono y voltearlo, mirando la pantalla.
―Vaya. ―Lo ríe―. Papi Asher no está jodiendo.
―Soy Briar, por cierto ―me dice, su sonrisa tan cálida y brillante
como el puto sol.
―Allison ―le digo, estrechando su mano.
―¿Dónde está Dare? ―pregunta Lo, escaneando la sala de estar. Hay
un tipo en shorts de baño con tatuajes desde el cuello hasta los tobillos, otro
tipo que se parece a él sin tantos tatuajes, y un par de morenas, pero no hay
ningún Dare a la vista.
―¿De verdad tienes que preguntar? ―Briar se ríe, tomando otra
cerveza de la nevera―. Se está escondiendo arriba.
No me sorprende en absoluto. Dare es tan sociable como yo. La única
diferencia es que él no intenta ser educado al respecto. Es antisocial sin
disculparse.
Briar regresa a su lugar en el regazo del tipo, y casi me río de la vista.
Es como ver un ángel encaramado encima de la Parca. Una Parca muy
atractiva.
―Ya vuelvo ―dice Lo, dirigiéndose a las escaleras. Asiento, de pie
torpemente en el mostrador durante diez segundos antes de decidirme a salir
a tomar un poco de aire fresco. Salgo por la puerta corrediza sin que nadie
se dé cuenta, el aire fresco de la noche me golpea en la cara. La primavera
está llegando, pero las noches siguen siendo frías. Afortunadamente, no hay
nadie más aquí. Me froto el frío de mis brazos, caminando por la cubierta
hasta el juego de mesa y sillas. Reviso mi teléfono y veo una llamada
perdida de mi madre. Miro fijamente la notificación durante un minuto
antes de finalmente tocarla. Me sorprendo cuando ella responde casi
instantáneamente.
―Hola, cariño ―dice con esa voz de cantante.
―Hola, mamá. ¿Llamaste? ―Desprendo la tapa de la botella en la
mesa, dándole vueltas distraídamente.
―¿Cómo va la escuela? ¿Te gusta la casa del lago?
Las alarmas suenan en mi mente. Mi madre no habla de cosas sin
importancia a menos que quiera algo.
―Está bien. ―No es como si necesitara mentirle a mi madre sobre
dónde me estoy quedando. ¿Qué puede hacer ella desde Hawai? Pero por
razones que ni siquiera quiero analizar, no quiero que lo sepa. Es más fácil
de esta manera.
―Eso es bueno ―canta―. ¿Puedes oír las olas? ―pregunta―. Es tan
pacífico aquí.
―Mhm. ―No cometeré el error de volver a invitarme a mí misma
allí. Espero a que llegue al punto de la llamada, pero cuando hace una
pregunta genérica tras otra, empiezo a pensar que tal vez solo llamó para
comprobar y ver cómo van las cosas. Que tal vez esto es ella haciendo un
esfuerzo genuino. Mi madre y yo, a pesar de nuestras diferencias
monumentales, estamos... bien. No particularmente unidas, pero tampoco
necesariamente distantes. Ella me ama a su manera. Nunca lo he dudado.
Simplemente no encajamos. Mi padre y yo encajamos. Fuimos dos
guisantes en una vaina desde el primer día. Pero ahora, considerando todo,
si ella lo intenta, quizá yo también debería hacerlo.
Me relajo, apoyando mi espalda en el cojín de lona de la silla,
apoyando a mi Docs en el borde de la mesa.
―¿Qué tal Hawai? ―pregunto, y luego me avergüenzo de mi pobre
intento de entablar una conversación.
―Es perfecto ―dice con una voz de ensueño, e intento ignorar la
forma en que mi estómago se retuerce ante sus palabras. Perfecto. Como en,
ella es perfectamente feliz sin mí―. Aunque necesito un favor.
Y ahí está.
―¿Qué? ―pregunto con fuerza, mi guardia se arrastra de nuevo a su
lugar como una armadura.
―Parece que he perdido mis papeles de divorcio ―dice tímidamente.
Pongo los ojos en blanco. ¿Mi madre perdió algo? No es propio de ella.
―Sorprendente.
―Estaba pensando que cuando pases por...
―Te dije que no estoy lista para revisar las cosas de papá todavía
―me quiebro, sintiendo que me cierro de nuevo en la dirección que ha
tomado esta conversación. La vida entera de mi padre se ha reducido a una
pila de cajas en el garaje de mis abuelos. Sé que necesito revisarlas, pero
cada vez que creo que estoy lista, algo me retiene.
Mamá suspira, y puedo imaginarla pellizcando el puente de su nariz.
Casi puedo apostar a que se automedicará su inminente “migraña” en forma
de porro justo después de esta llamada. ―Allie, ha pasado casi un año. Ya
es hora. Sé que no te gusta hablar de él, pero tienes que curarte, cariño. Yo
también lo extraño.
Me burlo, sacudiendo la cabeza. ―Él podría haber sido otra muesca
en tu cama, pero era mi padre. No es exactamente algo que se supere. ―Es
cruel, pero es verdad. Mi madre es adicta al amor, y James Parrish fue su
droga preferida por poco tiempo.
―No digas eso, ―advierte―. Yo amaba...
―Me tengo que ir.
―Allie.
Cuelgo el teléfono antes de que ella pueda lanzar alguna cita cliché de
mierda hippie-dippy en mi camino como: “la única manera de superar el
dolor es pasar por el dolor”. Tomo mi teléfono. Apoyando mis codos en el
borde de la mesa, uso ambas manos para empujar mi cabello hacia atrás y
fuera de mi rostro y respiró profundamente.
―Qué estúpida ―murmuró para mí misma. No puedo creer que casi
caí en su acto. No está interesada en una relación conmigo. Sigue siendo la
misma persona egoísta y egocéntrica de siempre. Qué tonta soy al pensar
que la muerte de mi padre habría cambiado las cosas.
Un débil sonido de crujido me llama la atención y giró la cabeza,
buscando la fuente. A lo largo de la valla de hierro negro que separa la
arena del patio hay una forma que reconozco, incluso con el cielo negro
como único telón de fondo. Una botella de cerveza cuelga de una mano y la
punta de su cigarrillo encendido parece flotar en la oscuridad mientras se lo
lleva a la boca con la otra mano. Aspira, causando que arda más
brillantemente. Puedo decir que está frente a mí, pero no dice nada mientras
me mira... observándolo. ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Más importante aún,
¿cuánto escuchó?
Miro hacia la puerta de cristal donde todos están bebiendo y riendo y
pasando un buen rato. Debería volver a entrar, pero después de esa pequeña
charla con mi madre, lo último que me apetece hacer es socializar con un
montón de extraños. Entonces miro por encima de mi hombro a Jesse. Él
tira su cigarrillo al suelo antes de apagarlo, y luego se inclina para recoger
la caja de cerveza a sus pies.
―¿Quieres salir de aquí?
Sé que no es una buena idea. Animarlo solo desdibujará las líneas, y
los chicos como Jesse necesitan límites. Muy claros, muy rigurosos, escritos
en piedra, ese tipo de límites. Incluso cuando me digo todas las razones por
las que debo dar la vuelta y volver a entrar, me muevo hacia él, incapaz de
resistir el tirón. Llámalo curiosidad morbosa
―¿Qué, no hay auriculares esta noche?
―Ja, ja, ―digo sin emoción, pero en realidad, consideré correr arriba
para agarrar mi reproductor de CD antes de venir aquí, pero los beneficios
no superaron el riesgo que implicaba―. ¿Adónde vamos?
Jesse abre el portón con una mano y se mete en la arena. Mastico mi
labio y miro hacia la casa, cuestionando mi decisión de abandonar a Lo.
Técnicamente, ella se escapó primero.
―Estará ocupada por un tiempo ―dice Jesse, leyendo mis
pensamientos―. Confía en mí. Ni siquiera notará que te has ido.
Resoplo. Probablemente tenga razón.
―Agarra una manta, ―instruye, apuntando la botella de cerveza en
su mano hacia una manta a rayas negras con flecos blancos en los extremos
que está tirada en una de las tumbonas. Levanto una ceja.
―Saca tu mente de la cuneta. Es para sentarse.
―Bien. ―Arranco la manta del diván, envolviéndola alrededor de
mis hombros―. Dirige el camino ―digo, extendiendo una mano delante de
mí. Lanza su botella vacía hacia la zona de hierba, y luego agarra dos más,
dándome una.
Bebemos a sorbos nuestras cervezas, caminando en silencio, con las
furiosas olas del lago como único sonido. La arena fría se mete en mis
botas, y me detengo, entregándole a Jesse mi cerveza. Él sostiene nuestras
dos botellas en la misma mano mientras me quito las botas. Me agacho para
quitarme los calcetines negros hasta la rodilla antes de meterlos en mis
zapatos. Cuando me enderezo, Jesse mira fijamente mis piernas expuestas.
Sus ojos se dirigen a los míos y se encoge de hombros, como diciendo Me
atrapaste ¿Y qué?
―Hay un lugar justo aquí arriba.
Asiento, siguiendo su ejemplo. Es muy diferente de lo que esperaba.
El lago en sí parece lo suficientemente grande como para ser un océano,
pero la arena es áspera contra mis pies, a diferencia de la arena fina y suave
a la que estoy acostumbrada. Y en lugar de palmeras y pequeñas tiendas, no
hay nada más que pinos y áreas boscosas detrás de nosotros. Finalmente,
me quita la manta de los hombros antes de extenderla sobre la arena. Se me
pone la piel de gallina en los brazos desnudos, pero el alcohol entra
lentamente, empezando a calentarme de dentro hacia fuera.
Jesse se sienta primero, con los codos apoyados en sus rodillas
dobladas, la botella marrón colgando entre ellas mientras mira fijamente al
oscuro lago. Dejo caer mis botas en la arena antes de sentarme a su lado,
abrazando mis rodillas y mirando al cielo.
―Nunca me acostumbraré a eso.
Jesse sigue mi mirada.
―¿Qué, las estrellas?
―Sí. No se ve esto en la ciudad.
Aprieto un puñado de arena entre mis dedos, y luego dejo que se
esparza por el suelo, con la barbilla apoyada sobre las rodillas.
―¿Quieres decirme qué fue eso de ahí atrás? ―me pregunta,
tomándome por sorpresa. Apoyando mi mejilla en la rodilla, lo miro,
evaluando.
―¿Qué, no puedo hacer preguntas? ―me pregunta, con la ceja
levantada.
―No ese tipo de preguntas.
―Bien. Empecemos por lo pequeño. ―dice, abriendo otra botella.
Me ofrece una en ofrenda silenciosa. La tomo, sintiendo la condensación en
la punta de mis dedos―. Nos turnaremos.
―Seguro. ―Me río.
―Hay una trampa ―advierte.
―Contigo, estoy segura de que siempre la hay.
Jesse me mira a los ojos, a mitad de la bebida, pero ignora mi
comentario.
―Si no respondes, tienes que beber.
Me encojo de hombros.
―Bastante fácil.
―No estoy hablando de colores favoritos y mierda tampoco. Mierda
de verdad. Mierda que nadie más conoce.
―Bien.
Jesse sonríe, golpeando su botella con la mía.
―¿Qué pasa contigo y el chico emo?
―¿Con eso es con lo que empiezas?
―Responde a la pregunta.
―Bien. ―Pongo los ojos en blanco―. Si te refieres a Dylan, es un
amigo y solo un amigo.
―¿Siempre ha sido solo un amigo?
―Mi turno ―digo, ignorando su pregunta. Sé exactamente lo que
quiero preguntarle. No quiero empezar de forma demasiado personal en
caso de que me siga, pero no puedo esperar―. ¿Por qué ya no estás en la
escuela?
Jesse mueve la mandíbula, una mirada oscura nublando sus rasgos,
haciendo que me arrepienta instantáneamente de haberle preguntado.
―Me echaron del equipo de lacrosse.
―¿Por qué?
―Mi turno ―dice, echándome en cara mis palabras―. ¿Alguna vez
fantaseas con esa noche?
No paso por alto cómo se desvía convirtiendo la conversación en algo
de naturaleza sexual, pero siento que mis mejillas arden de todas formas, y
estoy agradecida al cielo nocturno por ocultarlo. En lugar de responderle,
me acerco la botella a los labios, bebiéndome todo. Arrojo la botella vacía a
la arena y me vuelvo para encontrar a Jesse mirándome con calor en los
ojos, con el labio inferior atrapado entre los dientes.
―Supongo que tengo mi respuesta. Yo también, si te lo preguntas.
―No lo hacía ―miento―. ¿Adónde desapareces?
Jesse estrecha sus ojos hacia mí antes de optar por el trago en su
lugar.
―Interesante ―musito, tratando de actuar indiferente, cuando en
realidad, su renuencia a decírmelo solo me hace más curiosa.
―¿Qué pasa con el reproductor de CD?
―Mi padre me lo dio en mi quinto cumpleaños. ―Sonrío al
recordar―. La mayoría de los niños tendrían una bicicleta o, no sé,
muñecas. Yo recibí un reproductor de CD portátil y un CD de Jimmy Eat
World. Lo tengo desde entonces. ―Me río―. No es tan conveniente como
todo lo demás en estos días, pero aun así lo prefiero. Supongo que no me va
bien con el cambio.
Jesse resopla.
―¿Y qué hay de ti? ―Lo miro―. ¿Cómo eras de niño?
Él mira hacia el lago negro.
―Un punk. Un chico blanco del barrio que no podía mantenerse
alejado de los problemas. ―Pienso en la foto que vi de él con la patineta,
incapaz de imaginarme a ese dulce rostro metiéndose en problemas―. Me
echaron mucho de la escuela. Pero Lo me salvó el culo. En más de una
ocasión. ―Toma un largo trago de su cerveza—. Ella me crio. Nuestra
madre siempre se preocupó más por conseguir su próxima dosis que por
recordar que tenía bocas que alimentar.
―No tenía ni idea ―digo en voz baja―. Creí que eras un mimado,
jugador de lacrosse, amante de las fiestas y promiscuo.
Jesse lanza una risa inesperada por mi admisión sin rodeos.
―Supongo que en eso me convertí cuando me mudé aquí. ―Mastica
su labio inferior por un minuto, parece que piensa algo antes de volver a
hablar―. Es gracioso. No puedes manejar el cambio, y siento que todo lo
que he hecho toda mi vida es adaptarme a él. No sé ni cómo mierda se
siente la constancia.
Lo estudio, una vez más sintiendo que hay más en él que su
personalidad. Quiero nadar en sus profundidades, descubrir cada pequeño
pedazo escondido que el resto del mundo no llega a ver.
―Como un camaleón ―musito.
―¿Qué?
―Te adaptas para sobrevivir.
―Parece que no soy el único.
Mis cejas se juntan en confusión.
―Alguien incapaz de adaptarse no se mudaría a una nueva ciudad,
completamente solo ―explica.
Levanto un hombro en respuesta, pero no me explico. Lo haría si no
tuviera otras opciones.
Vamos de un lado a otro, ronda tras ronda, él evitando todas las
preguntas relacionadas con lo que hace y adónde va cuando no está aquí, yo
evitando cualquier cosa sobre mis padres. Cuanto más bebemos, más
cargadas sexualmente se vuelven nuestras preguntas. Creo que Jesse ni
siquiera espera que responda. Creo que le gusta verme retorcerme. Ni
siquiera estamos bebiendo cuando optamos por no responder más. Solo
bebemos por beber. Eventualmente, ambos estamos acostados de espaldas
con un cementerio de botellas de cerveza a nuestro alrededor. Jesse saca
algo que estaba escondido detrás de su oreja, y el olor familiar me dice que
no es un cigarrillo.
―¿Con cuántas chicas has estado?
―¿Realmente estamos haciendo esto? Es un poco temprano en la
relación para tener la discusión de los números, ¿no crees? ―Su voz es
ronca mientras habla, y un segundo después, deja salir una nube de humo
entre nosotros. Me extiende la mano en ofrenda, un cigarrillo marrón sin
filtro apretado entre el pulgar y el índice. Sacudo la cabeza. Se encoge de
hombros, dando otro toque.
―No en una relación ―corrijo.
―¿Respuesta sincera? No lo sé.
―El estadio. ―Lo miro, un brazo doblado detrás de su cabeza, el
otro sosteniendo el cigarrillo a centímetros de sus labios, la frente arrugada
en concentración. Mis ojos ya se han ajustado a la oscuridad, y no sé si es el
alcohol el que habla, pero me doy cuenta de que Jesse Shepherd es
jodidamente hermoso.
―Más de diez. ¿Menos de treinta? ―Parece cualquier cosa menos
seguro, pero mi estómago se retuerce con celos inesperados, así que decido
no presionar para obtener una respuesta más concreta―. ¿Qué hay de ti?
―Pfft. Demasiados para contarlos ―bromeo. Jesse se atraganta, una
nube de humo sale de su boca, y no puedo evitar reírme.
―Eres una mentirosa ―acusa.
― Nuh-uh. He estado con muchas chicas.
―Eres tan graciosa, ―señala.
―Ya lo sé. ―Siento que mi sonrisa se extiende por mi cara, pero cae
cuando noto cómo me mira―. ¿Qué? ―pregunto a la defensiva.
―Quiero probar algo ―dice.
― Bueno...
―Ven aquí.
Me pongo de costado, con el corazón acelerado, pero él engancha un
dedo en el lazo del cinturón de mis pantalones, tirando de mí hasta que
estoy a horcajadas sobre él. Pongo mis manos en su pecho, mis muslos
acunando su torso. Su mano libre sube por mi pierna, y mi cabeza flota al
sentirlo.
―Tienes frío ―exclama, su voz suena más gruesa que hace un
segundo.
―Me estoy quemando ―discuto. El frío no puede tocarme ahora.
Entre la lujuria y el alcohol, estoy ardiendo. La comisura de su labio hace
un gesto casi de sonrisa.
―¿Confías en mí?
Asiento, y luego se lleva el cigarrillo a los labios una vez más, dando
un largo jalón. Manteniéndolo dentro, mueve el dedo con un movimiento de
“ven aquí”. Sé lo que quiere hacer, y con la posición que eligió, tengo que
ser yo quien haga el movimiento. El coraje líquido alimenta mis
movimientos mientras me inclino hacia abajo, mis dedos juntando su
sudadera con capucha, y luego presiono mis labios contra los suyos. Son
más suaves de lo que recordaba. Él los separa, soplando suavemente hasta
que el humo me llena la boca. Lo inspiro y luego me echo hacia atrás,
mirándolo mientras lo dejo salir. Su mano se aprieta sobre mi muslo, y el
aire se carga mientras nos miramos. Jesse traga con fuerza, muevo mis
caderas un poco más abajo, sintiendo cómo se excita a través de sus
pantalones vaqueros.
―¿Confías en mí? ―Es mi turno de preguntar. Jesse raspa sus dientes
a lo largo de su labio inferior mientras flexiona sus caderas hacia arriba, y
luego asiente. Llevo ambas manos a ambos lados de su rostro antes de bajar
mi boca a la suya una vez más. Cuando mi lengua se asoma y se mete en su
boca, Jesse gime, envolviendo una mano en la parte posterior de mi cuello
para profundizar el beso.
Todas las pretensiones e inhibiciones salen por la ventana mientras
nuestras lenguas se deslizan juntas, mi pulso latiendo salvajemente en mi
cuello. La mano de Jesse empieza a temblar, y por alguna razón, la
encuentro entrañable. Como si estuviera tan afectado como yo. La tensión
entre mis piernas se vuelve casi insoportable, y muevo mis caderas, tratando
de calmar la sensación.
―Joder ―Jesse gime en mi boca. Me echo hacia atrás, levantando el
dobladillo de mi camisa, pero la mano de Jesse cubre la mía, deteniéndome.
Sus fosas nasales se abren, los ojos se cierran. Parece que le duele―.
Detente. ―Su voz es aguda, pero su pulgar rodea mi ombligo expuesto,
como para suavizar el golpe de sus duras palabras.
Mi mandíbula se afloja cuando me doy cuenta de que me está
rechazando por segunda vez.
Me burlo amargamente, dejando que mi camisa vuelva a su sitio antes
de apartar su mano bruscamente.
―Increíble. ―Levanto mi pierna, rodando de él, y luego hago un
trabajo rápido de ponerme mis Docs de nuevo.
―Allie.
―No me hables.
Jesse pone los ojos en blanco, sacudiendo la cabeza como si fuera un
niño petulante. Por el rabillo del ojo, lo veo levantarse la sudadera sobre su
cabeza un segundo antes de que caiga sobre la mía. La arrojo sobre la arena.
Bien podría hacer el papel.
―Póntela.
―No.
―Maldita sea, Allie. Usa la maldita sudadera.
La temperatura ha bajado desde que estamos aquí, pero el frío que
siento no tiene nada que ver con el clima. Jesse se inclina para recuperar la
sudadera antes de tomar el asunto en sus propias manos y la pone sobre mi
cabeza. Cuando me doy cuenta de que va a tratar de vestirme como un niño
pequeño si no cumplo, de mala gana empujo mis brazos y luego me pongo
de pie.
―¿Fue eso tan jodidamente difícil?
No respondo. En su lugar, me alejo tan rápido como puedo sin correr,
dejándolo para recoger el cementerio de botellas detrás de mí.
18
Allie
Mis auriculares son arrancados de mis oídos y arrojados a la mesa
frente a mí.
—¡Oye! —grito.
—Suéltalo —exige Halston.
—¿Cómo me encontraste aquí? —murmuro, amargada de que me
haya encontrado. Después de regresar a la casa de Lo, la fiesta seguía
siendo fuerte, así que agarré mi teléfono olvidado de la mesa del patio y
llamé a Halston para que me rescatara. Recibí un pase gratis de su
interrogatorio anoche en mi estado triste y borracho. Pero sabía que todas
las apuestas serían canceladas hoy. Entonces, aquí estoy, pasando el tiempo
en la biblioteca un maldito sábado, trabajando en una tarea que no se vence
en dos semanas, antes de que comience mi turno en Blackbear.
—No tienes otros amigos. ¿A dónde más irías?
Abro la boca para decir que con Dylan, pero ella me detiene.
—Y Dylan no cuenta.
—Tengo otros amigos —me quejo.
Halston me lanza una mirada antes de tirar de una silla y se pone
cómoda, sus manos juntas descansando sobre la mesa, una ceja encerada a
la perfección arqueada por la expectativa.
Suspiro, cerrando la pantalla de mi computadora portátil.
—Casi me metí con el enemigo anoche.
—Si te refieres al maldito dios con el que estás viviendo, eso es una
ligera exageración, ¿no crees?
—Lo que sea, Judas.
Sus ojos giran hacia el techo.
—Veo que estamos rodando con el tema dramático. ¿Qué sucedió?
Debo debatir sobre cuánto divulgar. Halston no juzgará, pero más que
eso, estoy realmente desconcertada por su comportamiento y podría usar
algunos consejos de alguien con más experiencia en este departamento.
Dejando a un lado mi orgullo, decido contarle todo. Cada detalle desde la
primera noche que conectamos en su dormitorio hasta la noche anterior.
—Simplemente no tiene sentido. Él me persigue y luego cuando
estamos justo allí... —Golpeo la mesa para enfatizar, ganándome una
mirada de un estudiante cercano con gruesas gafas negras de monturas
redondas—. Retrocede. Dos veces, para este momento. ¿Soy algún tipo de
juego para él? Oh, Dios, ¿y si soy una apuesta?
—¿Qué? —Halston se ríe de mis extravagantes divagaciones.
—Ya sabes, como esas películas románticas de adolescentes alrededor
del 2002. El chico popular va detrás de la solitaria chica sabelotodo y ella se
enamora de él, solo para descubrir que simplemente se trató de una apuesta
todo el tiempo.
—En primer lugar, no eres una sabelotodo. Eres una chica sexy con
un sentido de la moda cuestionable. Gran diferencia.
—Eso es realmente reconfortante. Gracias por tus intensas palabras de
sabiduría. Realmente, me siento mucho mejor ahora.
—Jesús, Allie. —Los ojos de Halston se ensanchan—. ¡Realmente te
gusta! — acusa, su voz aumentando en volumen. El mismo chico de antes
nos hace callar, pero lo ignoramos.
—Eso es ridículo —me burlo, negando con la cabeza y esta vez, es mi
voz la que sube de volumen.
—¿Pueden ustedes dos cabezas huecas reflexionar sobre el
significado de la vida en otro lugar? Algunos de nosotros realmente
tenemos trabajo que hacer.
—¡Tranquilízate, Potter! —gruñe Halston, fulminándolo con la
mirada—. O le diré a la bibliotecaria lo que realmente estás haciendo allí.
—Mueve un dedo bien cuidado, señalando hacia su pantalla, mientras una
sonrisa maliciosa se extiende por su rostro.
Sus mejillas se ponen rojas como el tomate y cierra la boca.
—Así es —se burla ella—. Vi tu pantalla cuando entré. Estoy bastante
segura de que ver anime porno en la escuela está mal visto.
Una carcajada sale de mí mientras él se apresura a empacar sus cosas,
tropezando por la premura de salir.
—No te importaría si no te gustara —continúa ella, como si nada
hubiera pasado.
Mi sonrisa se desvanece un poco.
—Está bien, así que tal vez me gusta un poco —admito—. Es solo un
enamoramiento. No es gran cosa.
—Exactamente. Entonces, ¿por qué no preguntarle qué pasa con el
acto de Jekyll y Hyde?
—Uh, porque sabría cómo me siento...
—Estoy bastante segura de que le demostraste exactamente cómo te
sentías cuando le diste esa muestra anoche.
—¿De qué lado estás? —Me erizo ante sus palabras, aunque sé que
tiene razón.
—Oye —Levanta las manos en señal de rendición—. No estoy
diciendo que no hubiera hecho exactamente lo mismo y lo habría pateado
en las bolas para dejar clara mi postura. Pero no lo descartes sin escucharlo.
Eso es todo lo que digo.
—Bueno, no está exactamente golpeando a mi puerta para explicarse.
—No tienes puerta. No tienes hogar.
—Eres una imbécil —le digo, pero no puedo ocultar mi sonrisa.
—Me amas.
—Lo hago. De todos modos, suficiente sobre mi basura. ¿Qué pasa
contigo? ¿Has estado hablando con Sullivan?
Levanta un hombro.
—Aquí y allá. —Intento leer su expresión sin éxito. Parece que no
soy la única que guarda secretos—. ¿Te vas a quedar para las vacaciones de
primavera?
—Sí. —No es que tenga otro lugar a donde ir—. ¿Tú?
—Quisiera. —Suspira—. Mis padres me obligan a ir a un viñedo de
mierda durante la semana.
Arrugo la nariz. Eso suena como mi idea del infierno.
—Al menos tus padres te quieren cerca. —No quise decir eso en voz
alta y la expresión de Halston es exactamente la razón. No quise hacerla
sentir culpable—.¿Salimos juntas antes de que te vayas? —pregunto
rápidamente en un esfuerzo por sacar la mirada de lástima de sus ojos.
—¿A qué hora trabajas mañana?
—El turno de la tarde.
—Te recogeré alrededor de las once. Nos iremos a hacer pedicuras, yo
invito y beberemos champaña.
—Yay —digo inexpresivamente, agitando un pompón invisible.
***
Me las arreglo para salir ilesa de mi turno en Blackbear. No pensé que
Jesse dejaría pasar la oportunidad de acosarme, pero nunca apareció.
Probablemente ya se haya movido hacia a su próxima víctima voluntaria.
—¿Por qué estás haciendo pucheros? —pregunta Lo. Levanto la vista
para verla mirándome, apoyando una mano en su cadera.
—No estoy haciendo pucheros.
—Estás frunciendo el ceño.
—Soy una fruncidora de ceños —le digo, levantando un hombro—.
No soy exactamente la pequeña Miss Sunshine, por si no lo has notado —
bromeo, pero sus labios apretados y ojos entrecerrados me dicen que no me
está creyendo.
—¿A dónde desapareciste anoche?
Me enderezo, aclarando mi garganta.
—Halston llamó. Problemas de chicos. Fui a quedarme con ella.
—Mhm.
—Subiste. Jesse dijo que tardarías un rato.
—Lo que sea que te haya molestado no tendría nada que ver con por
qué Jess ha estado pisoteando y cerrando de golpe todas las puertas de la
casa, ¿cierto?
Sacudo la cabeza, no queriendo mentir abiertamente.
—Eres una mentirosa de mierda —dice ella—. Pero te dejaré guardar
tus secretos por ahora.
Una vez que Lo me deja en paz, el resto de mi turno pasa
rápidamente. Solo estamos Grumpy Pete y yo cerrando y naturalmente,
tengo el control total de la selección de canciones, por lo que el día no está
del todo mal. Cuando llego a casa, Dare y Lo están arriba viendo una
película y Jesse no se ve por ningún lado. Después de una ducha rápida, no
me molesto en ponerme más que ropa interior y una vieja camiseta de
Metallica que es cinco tallas más grande. Probablemente sea más vieja que
yo y se ha desteñido de ser negra a ser gris deslavado, pero el material es
suave y es mi prenda favorita para dormir. Me arrastro a la cama,
demasiado cansada como para molestarme esta noche con ponerme mis
auriculares.
No sé qué hora es o qué me despierta, pero todavía está oscuro
cuando bajo las escaleras silenciosamente para tomar agua. Mis pies
descalzos recorren el frío suelo de madera mientras me dirijo a la cocina.
Tomando una taza negra con un corazón rosa neón con las palabras Bad
Intentions escrita en ella, me dirijo hacia el refrigerador, usando el
dispensador para llenarla. Risas tenues golpean mis oídos medio segundo
antes de que la puerta trasera a mi izquierda se abra, asustándome.
Tres chicas en diminutos trajes de baño entran torpemente,
empapadas y ebrias, si sus incesantes risas y susurros son buenos indicios.
—Te dije que no estaban juntos —dice la única chica que sí
reconozco, su voz sonando petulante. Sierra. Camino de puntillas en reversa
hacia el pasillo, una sensación de malestar recorriéndome. ¿Están hablando
de mí?
—¿Cómo lo sabes? —pregunta otra chica.
—El hecho de que prácticamente estuviera follándome en seco en el
jacuzzi fue mi primera pista —dice Sierra secamente.
No estoy con Jesse. Lo último que quiero es una relación, con
cualquiera. ¿Por qué debería importarme con quién está pasando el rato?
No tengo derechos sobre él. Entonces, ¿por qué me arden los ojos con
lágrimas no derramadas y por qué mi estómago se siente repentinamente
lleno de plomo? Doy un paso atrás, sin querer escuchar nada más, cuando
choco con algo. O alguien Una mano rodea mi boca, amortiguando mi grito.
—Shh —dice Jesse. Lucho contra su agarre, no queriendo que sus
manos estén cerca de mí, pero sus brazos me rodean con fuerza.
—Eso no significa nada —interviene otra voz y dejo de luchar,
aunque solo sea para evitar llamar su atención—. No me parece ser
exactamente del tipo monógamo.
—Realmente me importa una mierda, para ser honesta —dice con
ligereza el diablo en forma de modelo de Victoria's Secret—. Mientras él
me dé esa grande y gorda...
Habiendo escuchado más que suficiente, muerdo los dedos de Jesse,
haciéndolo sisear, pero él no se aparta. Me empuja hacia adelante, mi pecho
presionado contra la pared. Intento patearlo en las bolas, pero es un fracaso
desde este ángulo y él simplemente se arquea para esquivarlo.
—Detente y escucha —gruñe en mi oído. Aparto un mechón de
cabello de mi rostro.
—¿Por qué? —susurro. ¿Por qué demonios quiere que escuche esto?
—Lo entiendo, ¿de acuerdo?
—Me pregunto si es bueno en la cama —reflexiona una de ellas. —El
hecho de que tenga el equipo no significa que sepa cómo usarlo.
—Por favor —se burla Sierra—. Por supuesto que lo hace.
Me sacudo contra su agarre una vez más mientras que el dolor se
transforma en ira. La ira es buena. Mucho mejor que sentirse triste. Jesse
aprieta su agarre, acercando sus labios a mi oído.
—Solo escucha —dice él, su voz suave, casi disculpándose. Como si
supiera exactamente lo que me está haciendo al hacerme escuchar esta
mierda.
—¿Y a Jesse no le importa que vayas por su amigo? —Esto es de otra
voz que no reconozco.
Me congelo en el agarre de Jesse, la realización asimilándose. No
están hablando de él. Cuando siente que me suavizo, siento la sonrisa de
Jesse contra mi cuello. El cuello ensanchado de mi camisa de gran tamaño
cuelga flojamente de un hombro y él pasa sus labios de un lado a otro sobre
mi piel expuesta.
—Una vez que vea a alguien más jugando con su juguete, lo querrá de
vuelta —se ríe.
—No, no lo hará —argumenta Jesse bajo en mi oído. Su mano deja
mi boca, bajando hacia el borde de mi camiseta. Me pongo rígida, pero no
me opongo cuando él mete la mano debajo, acariciando suavemente mi
muslo antes de acunar entre mis piernas—. Tengo exactamente lo que
quiero en la palma de mi mano.
—¿Dónde está él, de todos modos? —pregunta una de ellas.
—No lo sé. Dijo que iba a hacer una bebida, pero nunca volvió a salir.
—Encontró algo mejor que hacer —dice Jesse mientras un solo dedo
pasa por encima de mi ropa interior. Jadeo, mi cabeza cae sobre su hombro.
El sonido de "Bad Guy" de Billie Eilish flota desde la puerta de atrás que no
cerraron mientras continúa con sus atenciones. Caricias suaves y burlonas,
suficientes para volverme loca, pero no lo suficiente como para hacer que
me corriera.
—Probablemente está con esa chica arriba —bromea una chica. No
tiene idea de lo cerca que está de la verdad.
—Ew, ¿Allison? Por favor. Esa perra frígida no pudo manejarlo…
—Se siente agradable y cálida conmigo —responde Jess, deslizando
sus dedos debajo de mi ropa interior. Jadeo ante su toque—. También
mojada. —Su voz se vuelve espesa—. Tan jodidamente húmeda.
—Jesse, no deberíamos...
—Es demasiado estirada —continúa Sierra y sus secuaces se ríen al
instante. Jesse desliza un dedo dentro de mí, haciéndome jadear de nuevo.
—¿Estirada? No ¿Apretada? Mucho.
Un gemido se escapa de la parte posterior de mi garganta y mis ojos
se abren, esperando que nadie lo escuche.
—Silencio —sisea Sierra bruscamente—. ¿Escucharon eso?
—Date prisa y prepara las bebidas. Dijo que su hermana y su novio
están arriba.
Suelto el aliento que estaba conteniendo cuando las escucho
moviendo cosas en el refrigerador. Jesse me da la vuelta, mi espalda golpea
la pared con un ruido suave. Su cabello mojado cuelga sobre su frente y sus
pantalones cortos negros de baño están húmedos, pero su camiseta blanca
está seca. Me sorprendo haciendo un puchero al saber que él estaba en el
jacuzzi con esas chicas, aun cuando nada más sucediera, pero entonces él
me estaba levantando, mis piernas envolviéndose alrededor de su cintura,
antes de dar llevarnos rápidamente hacia el baño del pasillo. Patea la puerta
para cerrarla, sin molestarse en ser silencioso y luego su boca está sobre la
mía.
Mis manos vuelan a su cabello mojado, demasiado metida en esto
como para mantener la apariencia de ser algo casual. Jesse nos da la vuelta
para que mi espalda quede presionada contra la puerta. Utilizándolo como
palanca junto con sus caderas, desliza ambas manos por mis costados me
está acunando a través de mi camiseta, moviendo mis pezones con las
yemas de sus pulgares.
—Jesse —exhalo, intentando no empujar mi pecho contra sus manos,
incapaz de expresar mis pensamientos en palabras, así que me decido por
—: Por favor. —Por favor no te detengas. Por favor no te vayas. Por favor
hazme sentir bien.
—No me voy a ir esta vez, Allie —gruñe Jesse, leyendo mi mente
mientras flexiona sus caderas contra mí.
—Bien.
Se agacha para besar mi cuello, empujando mi camiseta hacia arriba
en el proceso, pero detengo sus manos errantes con las mías cuando se me
ocurre una idea.
—Espera.
—¿Qué? —dice en mi cuello entre lamidas y besos.
—No quiero que la toques si vamos a hacer esto.
—A la mierda con ella —dice, volviendo por más. Arqueo mi cuello,
mi cabeza cayendo contra la puerta.
—Lo digo en serio, Jesse. A ella o a cualquier otra persona. Cuando
hayas terminado conmigo, dímelo primero. —Intento sonar firme, pero
sueno vulnerable, incluso para mis propios oídos y lo odio.
Él se aleja, sus ojos color avellana se mueven hacia los míos,
mirándome con algo que no puedo identificar. Mi estómago se revuelve con
los nervios, esperando su respuesta. Me muerdo el labio, sintiéndome
completamente expuesta debajo de su escrutinio, insegura de lo que está
pasando por su mente, de lo que va a decir, pero me sorprende cuando dice:
—Lo mismo va para ti.
Le muestro una pequeña sonrisa, asintiendo de acuerdo. Jesse no
pierde el tiempo, tomando mi trasero y dándome la vuelta antes de
plantarme sobre el lavabo. Chillo cuando el granito frío golpea mi piel
expuesta y sobrecalentada, pero él ahoga el ruido con su boca cuando me
besa de nuevo. Dedos hábiles encuentran el calor entre mis muslos una vez
más, apartando mis bragas a un lado. Cuando finalmente me llena con ellos,
muerdo su hombro para no gritar.
Jesse gime, bombeando más fuerte. Me aferro a la parte superior de
sus brazos y apoyo mi frente sobre su hombro, mirando hacia abajo la
forma en que las gruesas venas de su antebrazo se hinchan con el
movimiento.
—Mierda, Allie. —Siento que me aprieto alrededor de sus dedos ante
sus palabras y él maldice de nuevo antes de sacar sus dedos de dentro de
mí.
Se arrodilla y engancha sus dedos en la cintura de mi ropa interior
negra antes de deslizarla por mis piernas. Mi corazón salta en mi pecho,
tanto emocionado como ansioso por lo que está por suceder. Una vez que
llega a mis tobillos, pongo en punta los dedos de los pies para que caigan al
suelo fácilmente.
—Abre tus piernas para mí.
Mi rostro se calienta ante la orden, pero lo hago de todos modos.
Jesse admira entre mis piernas durante largos segundos y lucho contra el
impulso de cerrarlas.
—Malditamente hermosa —dice antes de inclinarse hacia adelante.
Su nariz roza mi pierna en su camino hacia arriba. Planta pequeños besos en
el interior de mi muslo derecho, luego en el izquierdo y en todos lados entre
ambos, ignorando el lugar donde más lo quiero. Prácticamente estoy
temblando cuando su lengua finalmente se encuentra con mi centro, dando
una largo caricia. Mis caderas se mueven hacia adelante por propia
voluntad, mis rodillas se levantan. Jesse me toma de las espinillas,
abriéndome más mientras me lame y me siento embriagada ante la
sensación, ebria de él. Mis palmas sudorosas se deslizan sobre el mostrador
y apoyo sobre mis antebrazos, cerrando los ojos ante las sensaciones que
me recorren. Mis muslos comienzan a temblar y cuando chupa mi clítoris
con su boca, casi me desmorono.
Para mi completo y absoluto horror, se detiene demasiado pronto y
limpiando su boca con el dorso de la mano.
—Quiero que te vengas en mi polla. —Una vez más, sus palabras
crudas me toman por sorpresa. Mis grandes ojos deben mostrar mi
vacilación, porque me muestra una sonrisa perezosa.
—No voy a follarte por primera vez en un baño, Allie. —Trago
saliva, asintiendo, a pesar de que no me ha dado absolutamente ninguna
razón para confiar en él. Jesse tira de la cuerda a sus pantalones cortos de
baño. Usando mis pies, los empujo por sus caderas. Su longitud oscila entre
nosotros, gruesa y dura. Trago saliva al verlo, incapaz de evitar mirarla
fijamente, olvidando repentinamente todas las razones por las que debería
privarme de tener sexo con el maldito Jesse Shepherd.
Jess toma mi barbilla entre su dedo índice y su pulgar.
—Si voy a tener algo de autocontrol, tendrás que dejar de mirarme la
polla así.
—Lo siento. —No sé por qué me disculpo, pero mis nervios están en
otro nivel en este momento. Todavía sosteniendo mi barbilla, se inclina y
me besa profunda y lentamente. Me apoyo sobre las palmas de mis manos,
separando las piernas para dejarlo entrar entre ellas. Sus dedos se enroscan
alrededor de mi nuca, su pulgar descansa sobre mi mejilla mientras su carne
cálida y dura se encuentra con la mía suave. Ambos tomamos una
respiración y Jess gira su frente contra la mía, sus ojos cerrados
fuertemente. Se alinea con mi centro antes de empujar hacia arriba,
deslizándose por entre mi resbaladizo calor. Me sobresalto al sentirlo y su
agarre en mi cuello se aprieta.
—Maldita sea, Allie. Si no follar contigo se siente así de bien, no
puedo imaginarme la realidad.
Sus palabras me estimulan y balanceo mis caderas, deslizándome a lo
largo de su longitud, haciéndolo gemir. Soltándome, se aleja para agarrarme
de las caderas, luego tira de mí, haciéndome bajar un poco más. Ahora mi
trasero cuelga del borde del lavabo y él engancha sus manos debajo de mis
rodillas, sosteniéndome en el lugar.
—Oh, Dios mío —exhalo, mi cabeza de repente se siente demasiado
pesada para sostenerse sola. Ni siquiera estoy tratando permanecer callada
para este momento, su compañía olvidada hace mucho tiempo. Jesse suelta
mi muslo derecho durante medio segundo para levantar el dobladillo de su
camisa, metiéndolo debajo de la barbilla con un movimiento rápido. Sus
ojos están fijos en dónde estamos conectados, sus abdominales
flexionándose con cada empuje.
—Podría deslizarme dentro de ti tan fácilmente en este momento —
dice, la gruesa cabeza de su polla empujando contra mi entrada,
provocando.
No puedo formar una respuesta. Todo lo que sé es que quiero más de
esto. Estoy tan cerca.
—Levanta tu camiseta y muéstrame esos malditos pechos perfectos
—ordena. Me siento apretar ante sus palabras y la mirada engreída en sus
ojos me dice que lo siente. Sus palabras crudas generalmente me
avergüenzan, pero cuando estamos así, nada me excita más. Descansando
mi peso sobre un codo, mi mano hace su lento descenso. Las yemas de mis
dedos se enroscan alrededor de la parte inferior de mi camiseta antes de
levantarla, exponiendo mi pecho, el aire frío golpeando mis pezones casi
dolorosamente duros.
—Lo más caliente que he visto en mi vida —dice Jesse, su voz tensa.
Me siento pulsar contra él, preguntándome qué pasaría si inclinara mis
caderas y lo llevara dentro de mí. Los movimientos de Jesse se vuelven más
burdos y contengo la respiración cuando siento que la sensación aumenta.
—Creo que estoy cerca —confieso, mi cuerpo tensándose con el
inminente orgasmo. Jesse se inclina y chupa un pezón con su boca y eso es
todo lo que se necesita para enviarme al límite. Grito, mis piernas
temblando mientras mis brazos se rinden. Estoy aplanada contra el
mostrador mientras Jesse sostiene mis piernas agotadas su longitud frotando
contra mi sensible clítoris mientras me sacudo con réplicas. Da un último y
duro bombeo de sus caderas y luego maldice mientras el líquido tibio se
derrama sobre mí.
Reuniéndome en sus brazos, levanta mi cuerpo deshuesado.
Reuniendo cada gramo de mi fuerza, envuelvo mis piernas flácidas
alrededor de su cintura. Me baja a la alfombra suave antes de apoyarse
sobre mí, su mejilla sudorosa descansando contra mi pecho y sé que mi
corazón debe latir con fuerza en su oído. Ninguno de nosotros habla
mientras nuestras respiraciones se regularizan. Tengo demasiado miedo de
romper el hechizo, de volver a fingir que no me gusta. Creo que todo quedó
al descubierto.
Jesse se despega de mí, estirando la mano detrás de su cuello para
pasar su camiseta sobre su cabeza antes de llevarla entre mis piernas. El
movimiento es considerado. Inesperado. Mis cejas se juntan mientras lo
observo, una vez más, intentando descifrarlo.
—Allie... —comienza, pero alguien llama a la puerta. Mis ojos
agrandados vuelan a los de Jesse, llenos de pánico, pero él se tan fresco
como un maldito pepino.
—Nadie puede saber —digo rápidamente. Cuando esto con Jesse
termine y así será, no quiero parecer una tonta.
La expresión de Jesse se pone en blanco, sus ojos inexpresivos.
—Dame un minuto —grita a quien está afuera de la puerta.
¿Sully? Oh, Dios mío. ¿Sobre él era que hablaba Sierra? Estrecho mis
ojos, listo para empujarlo para apartarlo de mí, pero él debe anticipar mi
reacción, porque se sienta a horcajadas sobre mi cintura, clavando mis
muñecas en el suelo.
—Halston lo sabe.
¿Qué? Dudo mucho que sea cierto.
Otro golpe.
—¡Dije que me dieras un maldito minuto!
—¡Termina con eso ya!
Jesse sacude la cabeza, molesto. Una vez que escuchamos los pasos
de Sullivan retirándose, Jesse se apresura a explicar.
—Tienen un entendimiento.
No hay forma de que Halston estuviera de acuerdo con esto.
—Fue idea suya —dice él, levantando una ceja—. Voy a deshacerme
de estos imbéciles. Espera dos minutos, luego puedes salir.
Asiento sin decir otra palabra, sintiéndome ridícula e incómoda
mientras me quedo aquí expuesta. Jesse obviamente no tiene el mismo
problema. Se para, gloriosamente desnudo, todavía medio duro, sin una
preocupación en el mundo. Se inclina para ponerse sus pantalones cortos,
dejándolos colgar sueltos de sus caderas, mostrando ese ridículamente
marcado cinturón de Adonis. Me siento, tirando de mi camiseta para
llevarla sobre mis rodillas mientras reviso el piso en busca de mi ropa
interior en un intento por mirar a cualquier parte menos a él.
—Dos minutos —me recuerda Jesse con la mano en el picaporte.
Asiento de nuevo, metiendo un mechón rebelde de mi cabello, detrás de mi
oreja.
Una vez que se ha ido, hago lo que me dijo, esperando un par de
minutos antes de escapar. Me asomo al pasillo y cuando no veo ni escucho
nada, vuelvo de puntillas al piso de arriba. El reloj de mi teléfono marca las
2:17 a.m. Contemplo llamar a Halston, pero decido esperar hasta la mañana.
No hay necesidad de arruinar su noche si lo que dice no es cierto.
“Dos minutos” pronto se convierten en veinte. Puedo escucharlos
festejando allí como si nada hubiera pasado. Luego pasan treinta minutos,
luego cuarenta y cinco y finalmente, en algún lugar alrededor de la marca
de la hora, acepto el hecho de que Jesse no vendrá. Me digo a mí misma
que es algo bueno. Esto entre nosotros no es serio y haría bien en
recordarlo. Escucho un fuerte chillido seguido de un chapoteo y me pongo
una almohada sobre la cabeza para bloquear el sonido. ¿Cómo demonios
duermen Lo y Dare a través de esta mierda? Me quito las mantas y me
levanto para bloquear la cerradura de la puerta antes de volver a la cama.
No hay manera de que pueda dormir con ella estando desbloqueada y
sabiendo que esos imbéciles están abajo.
Mi cuerpo está cansado y saciado, pero mi mente corre a varios
kilómetros por minuto. Alcanzo mis auriculares, presionando el botón de
aleatorio para ahogar todos los pensamientos sobre Jesse. Dejo salir una
carcajada cuando suena Something Corporate, cantando sobre una chica
que se siente vacía y sin valor después de otra aventura sin sentido, no paso
por alto la ironía. Presiono el botón de saltar. Mucho mejor. Metiendo mi
reproductor de CD debajo de la almohada, cierro mis pesados párpados y
me quedo dormida.
19
Jess
Lidiar con universitarias borrachas es como tratar de criar gatos. Son
impulsivas, tiran mierdas mientras te miran a los ojos sin que les importe,
luego se frotan contra ti cuando quieren atención.
Sully me convenció para que tomara otra bebida mientras él se
quejaba sobre Halston, lo que llevo a que fueran dos, lo que luego condujo
a fumar un porro, todo mientras las chicas procedían a emborracharse
progresivamente, lo que nos lleva a ahora. Sully y yo estamos parados junto
a la cerca fumando un cigarrillo mientras Sierra se besa con la morena,
Jessica, tal vez, en la bañera de hidromasaje. Incluso mientras veo sus
lenguas enredarse, sus tetas presionándose unas contra las otras, no siento
nada más que molestia por el hecho de que todavía estén aquí, alejándome
de Allie.
Mierda. Allie. Casi follarla fue el mejor sexo que nunca tuve. No sé
qué tiene ella. Ir y venir con ella se siente como un juego previo y después
de anoche, sabía que terminaría volviendo por más. Nada podría haberme
preparado para lo bien que se sintió. Después de experimentar a Allie, ¿esta
mierda frente a mí? Se siente total y completamente falsa. Falsos gemidos,
falsas risas, falsos sentimientos. Falso, falso, falso.
—Está bien —digo, tomando el porro de los dedos de Sully y
apagándolo prematuramente en la parte inferior de mi zapato, a pesar de sus
protestas—. Es hora de terminar con esta mierda.
—¿Qué demonios, Shep? ¿Eliges ahora? —Él mueve sus ojos hacia
el espectáculo que las chicas están haciendo.
—Deja de intentar probar un punto y vete a casa, hombre. —Puede
pensar que quiere esto, pero no quiere estar aquí. Realmente no. Está
completamente jodido por el hecho de que Halston quiere mantener las
cosas casuales, así que, naturalmente, se dispuso a igualar el marcador. Solo
estoy esperando a que se dé cuenta.
—Estoy completamente ebrio —admite, evitando mi acusación tácita
—. No puedo llevarlas a casa. —Saco el teléfono de mi bolsillo y con unos
cuantos clics, he resuelto ese problema.
—Allí. Pedí un Uber. Puedes quedarte a dormir en el sofá, pero quiero
que ellas se vayan. —Fue él quien las invitó sin mi permiso; puede lidiar
con echarlas de aquí. Ya voy a recibir mierda por parte de Lo. Cuando se
entere de esto, va a pensar que estoy cayendo en espiral, cuando en
realidad, esta noche es producto de Sullivan necesitando sacarlo todo
respecto a sus sentimientos.
—Escucharon al hombre. —Sully aplaude con las manos—. Su viaje
estará aquí en... —Me mira y reviso mi aplicación antes de levantar cinco
dedos—. Cinco minutos.
Sierra está furiosa. Puedo sentirlo incluso desde aquí. No maneja bien
el rechazo. No creo que lo haya experimentado conmigo. En un intento
bastante patético de inclinar la balanza a su favor, ella sale de la bañera de
hidromasaje, goteando mientras camina hacia Sullivan. Una vez que está al
alcance de la mano, se levanta sobre las puntas de los dedos de los pies y le
agarra la polla mientras le mete la lengua por la garganta.
Cuando finalmente se aparta, sonríe victoriosamente ante la expresión
aturdida de Sullivan.
—Llámame —dice ella antes de darse la vuelta para recoger su ropa y
bolso, sus amigas la siguen.
—Recuérdame de nuevo por qué tienen que irse —dice Sully, todavía
mirando sus traseros mientras caminan por mi casa hacia la puerta
principal.
—Porque te arrepentirás mañana —digo, dándole una palmada en el
hombro mientras entro.
—¿A dónde demonios vas con tanta prisa? —pregunta Sully, con
sospecha en su voz, incluso en su estado de embriaguez.
—No te preocupes por eso.
Sullivan entra pesadamente detrás de mí, cierra la puerta detrás de él
antes de desplomarse boca abajo en el sofá como un saco de papas,
perdiendo el sentido rápidamente.
—Buenas noches. —Me río, despidiéndome. Subo las escaleras
corriendo, pero cuando giro la cerradura de la puerta de Allie, la encuentro
bloqueada. ¿El arrepentimiento llegó tan pronto? Interesante. Podría abrir
fácilmente la cerradura, pero decido entrar a través de mi habitación aún
vacía y sin cama, tomando un pantalón de chándal en el camino. Esta vez,
la perilla del baño gira y siento que mis labios se estiran en una sonrisa. Ella
no quiere mantenerme alejado. Solo quiere seguir fingiendo querer
mantenerme alejado. Dejo la puerta del baño entreabierta, dejando solo la
luz suficiente para iluminar su forma dormida.
Dejo caer mis pantalones cortos y rápidamente me pongo los
pantalones antes de meterme en la cama. Ella está sobre su costado, su
espalda hacia mí con sus auriculares puestos, complementados con esas
ridículas almohadillas de espuma esponjosa en cada oreja. Me muevo detrás
de ella, pasando un brazo alrededor de su cintura antes de quitárselos
suavemente y arrojarlos hacia el borde de la cama.
—¿Todavía estás jugando, chica Allie? —susurro en la oscuridad.
Ella gime mientras duerme antes de rodarse para quedar frente a mí y yo
levanto mi brazo, dejándola ponerse cómoda. Sus pestañas oscuras
descansan sobre sus mejillas redondas, sus labios fruncidos en un adorable
puchero. Se ve tan inocente cuando no me está mirando con dagas. Deslizo
mi palma debajo de la parte posterior de su camiseta, sintiendo su piel
cálida y la atraigo más cerca. Ella se acurruca contra mí, su rostro
acariciando mi pecho, metiendo un muslo entre los míos.
Estoy empezando a encontrar que estar con Allison calma cada
maldita cosa que me veo obligado a enfrentar. Cuando estoy con ella, no
pienso en mis interminables fracasos. No me preocupo por mi madre o por
Henry, por el hecho de que les estoy mintiendo a todos los que conozco o el
hecho de que tengo cero dirección en la vida. Y es aquí, con Allie en mi
cama, donde duermo mejor que nunca en mi vida.
***
Me despierto con el sonido de golpes, seguido de un terremoto. No,
no es un terremoto. Es Allison que me está sacudiendo frenéticamente, su
rostro es una mezcla de pánico y... ¿enojo?
—¿Qué demonios estás haciendo en mi cama? —susurra-grita.
Bostezo, estirándome.
—En realidad es mi cama.
—¿Allie? —La voz de Lo viene desde el otro lado de la puerta.
—¡Vete! —Allie me empuja fuera de la cama y golpeo el suelo con
un ruido sordo.
—Cálmate, maldición —murmuro. Es solo Lo—. Sigue
enloqueciendo cada vez que casi nos ven juntos y voy a desarrollar un
complejo.
—¡Solo un segundo! —grita Allison en respuesta, dándome una
mirada. Se pone de pie, sacando unos pantalones de chándal negros de su
cajón antes de moverse hacia la puerta. Me mira por encima del hombro y
me indica que me vaya al baño.
—Me debes —digo, manteniéndome firme. Ella me fulmina con la
mirada, pero la impaciencia gana y articula un está bien. Le guiño un ojo
antes de cerrar la puerta del baño.
—Hola —la escucho decir—. Lo siento, estaba intentando encontrar
unos pantalones.
—¿Todo bien? —pregunta Lo.
—¿Sí? —responde Allison, pero suena más como una pregunta.
—¿Has visto a Jess? Hay un chico borracho en mi sofá y él no está en
su habitación.
Mierda, me olvidé de Sullivan.
—No —dice Allie y Jesucristo, tiene que ser la peor mentirosa que
haya conocido. Pongo los ojos en blanco, estirándome detrás de mí para
descargar el inodoro antes de abrir la puerta. Hago un espectáculo de
estarme acomodando, como si acabara de ir al baño. Toma notas, Allie. Así
es como se miente de manera convincente.
—Estaba orinando. ¿Qué pasa?
Lo me mira con escepticismo y luego nos mira a ambos. Allie se
muerde las uñas, parece que preferiría estar en cualquier lugar menos aquí.
Tan sutil.
—Dare y yo nos iremos por un tiempo.
—Está bien. —¿Desde cuándo me da los detalles de su día?—.
Diviértanse, supongo.
—Me refiero a, como, por una semana.
—¿Como de vacaciones? —pregunto, mis cejas levantándose con
sorpresa.
—Supongo que así es como podrías llamarlo. —Su boca se frunce en
una amplia sonrisa—. Nunca he tenido vacaciones.
—¿Cuándo?
—Ahora.
—¿Ahora?
—Fue una sorpresa.
Ah, ahora tiene sentido. Dare ha estado intentando que ella se vaya
con él, pero siempre tiene una excusa, involucrando generalmente al trabajo
o a mí.
—Jake va a cubrir mis turnos, pero podrían darte horas si quieres
ganar algunos dólares —dice ella—. Voy a dejar dinero en el mostrador
para comida. No me importa si recibes gente, simplemente no rompas nada,
no dejes que nadie vomite dentro y mantente fuera de mi habitación. Tendré
mi teléfono si me necesitas.
—Jesucristo, ¿ya te puedes ir de aquí?
Ella pone los ojos en blanco, atravesando la habitación de Allison
para encontrarse conmigo en la puerta. Se estira para envolver sus brazos
alrededor de mi cuello y besa mi sien. Fijo mis ojos con Allie sobre el
hombro de Lo. Ella nos está mirando con curiosidad. Hace eso a menudo, lo
he notado. Como si siempre intentara descifrar a la gente.
—Te amo, idiota —dice Lo, apartándose antes de despeinar mi
cabello ya despeinado.
—También te amo.
Lo frunce su labio inferior y puedo decir que está pensando
demasiado. Podría estar viviendo la buena vida con Dare en este momento,
pero todavía parece no darse cuenta de que tiene permitido hacer cosas para
sí misma. No sabe qué demonios hacer consigo misma ahora que no tiene
que cuidar de todos los que la rodean. Se suponía que irme a estudiar fuera
le daría la oportunidad de vivir su vida. Ella sacrificó todo por mí y aunque
no soy exactamente un jugador de equipo, tomé la beca de lacrosse.
Lo hice por dos razones. La primera, que no quería decepcionarla,
mira lo bien que resultó, y la segunda es que no quería que pusiera su vida
en espera durante más tiempo. No quería ser su muleta. Puedes sacar a la
chica del ghetto, pero no puedes quitarle los años de condicionamiento a esa
chica.
Hay tres tipos de personas de donde somos. El tipo que nunca sale, el
tipo que tiene la suerte de salir y quedarse fuera y el tipo que sale por un
tiempo, pero finalmente termina donde comenzó cuando se da cuenta de
que no estaba destinado a más.
Lo siempre dijo que yo sería el exitoso, que sería quien nos sacaría de
nuestro mundo lleno de drogas, pobreza y crimen. Pensó que sería yo quien
tendría un buen futuro. No se dio cuenta en todo ese tiempo de que era ella
Me sentía como un jodido impostor cuando intentaba interpretar el papel.
Caigo en la última categoría.
—Oye. —Chasqueo los dedos frente a su rostro. Su mirada se dirige a
la mía—. Te vas de vacaciones con tu novio, no hacia tu condena a muerte.
Intenta verte feliz por eso.
—Lo estoy —insiste.
—Estaré bien. Tengo a Allison para que me cuide. ¿No es así, chica
Allie?
Allison hace una mueca, con los brazos cruzados debajo de los
perfectos pechos que sé que se esconden debajo de esa camiseta desgastada.
—Estás solo en esto.
Lo se ríe y me da una palmada en la mejilla.
—Compórtate. Si te arrestan, no tienes suerte de salir hasta dentro de
una semana. Ah y llevarás a Allison al trabajo si ella así lo necesita.
—Anotado.
Lo abre la boca para volver a hablar, pero antes de que pueda
pronunciar una palabra, escuchamos un fuerte:
—¿Qué demonios? —Que viene de abajo—. ¿Quién diablos está en
mi sofá? —grita Dare. Allison frunce sus labios para ocultar una sonrisa.
—Esa es mi señal. —Lo se ríe.
Una vez que Lo se va, miro a Allison, el silencio se extiende entre
nosotros mientras ella juguetea con el dobladillo de su camiseta.
—Supongo que solo somos tú y yo —digo, caminando hacia su cama
antes de acostarme de nuevo, doblando mis manos detrás de mi cabeza.
—¿Qué estás haciendo? —Los ojos de Allie se dirigen hacia la
puerta, asegurándose de que estamos solos antes de cerrarla.
—No estaba listo para despertar. Vuelve a la cama.
—No vamos a hacer un hábito de esto —sisea. Sus palabras dicen una
cosa, pero la forma en que sus ojos se deslizan por mi estómago hasta la
erección matutina debajo de mis pantalones dice otra cosa por completo.
—Ya lo veremos.
Ella se mantiene firme, sus brazos cruzados aún en desafío. Balanceo
mis piernas sobre el borde de la cama, luego acecho hacia ella.
—Aléjate —dice, retrocediendo mientras avanzo hacia ella. Me
detengo a medio camino, inclinando la cabeza hacia un lado mientras trato
de leerla—. No juegas limpio —explica—. Mi cerebro dice una cosa, pero
luego me tocas y... —Allie se detiene abruptamente, luego cierra la boca,
como si no hubiera tenido la intención de revelar ese pequeño y divertido
pedazo de información.
—¿Y qué? —pregunto, dando otro paso en su dirección.
—Eres una mala influencia.
Sonrío, dando otro paso, cerrando efectivamente la distancia entre
nosotros.
—Me han llamado peor.
—Esta no es una buena idea —casi susurra, su mirada fija en mi
pecho, evitando el contacto visual. Su cabello, todo ondulado y salvaje por
el sueño, cae frente a su rostro. Tomo un mechón entre mi pulgar y mis
dedos, sintiendo las hebras suaves contra mis dedos callosos.
—Las mejores cosas nunca lo son.
Grandes ojos grises se levantan hacia los míos, buscando.
—¿Qué quieres, Jesse? —pregunta ella.
—A ti —digo simplemente.
—¿Por qué?
—¿Necesito una razón?
Ella intenta pasar junto a mí con un resoplido, pero le bloqueo el
camino.
—No lo sé, está bien —admito con los dientes apretados—. Solo sé
que lo hago.
—Hay muchas otras víctimas voluntarias. Mejor ve a jugar con una
de ellas.
—No las quiero.
—Bueno, yo no te quiero a ti —dice bruscamente.
—Eso podría haber sido más convincente si mi polla aún no estuviera
cubierta con tu corrida. —Sus mejillas se ponen rojas con una mezcla de lo
que estoy seguro es enojo y vergüenza. Me doy la vuelta, dirigiéndome
hacia el baño, dejándola encontrar la paz. Sin molestarme en cerrar la
puerta del baño, abro el agua caliente, luego dejo caer los pantalones. Me
meto debajo del agua caliente, las imágenes de la noche anterior cruzando
por mi mente. Mi polla se agita ante la idea y la agarro en un puño apretado,
dándome un solo bombeo. Antes de llegar más lejos, la cortina de la ducha
se abre.
—Solo porque mi cuerpo tenga una reacción fisiológica hacia ti no
significa que me gustes.
—Obviamente —digo inexpresivo. Eso resume aproximadamente al
noventa y nueve por ciento de las "relaciones" en las que he estado.
—Y digamos que nos volvemos a enganchar —comienza ella, sus
ojos muriendo por ir hacia el sur—. ¿Se quedaría entre nosotros? —Debería
sentirme victorioso, pero no puedo evitar fijarme en la última parte de su
pregunta. Quiere que yo sea su pequeño secreto sucio. Si me detuviera a
analizarlo, estoy seguro de que me ofendería.
—¿Por qué, Allison, estás proponiendo una relación sexual secreta
conmigo?
—Olvídalo. —Se da vuelta para irse, pero mi mano se mueve
rápidamente, tomando su muñeca. Nuestros ojos se encuentran, la tensión
acumulándose entre nosotros. Prácticamente puedo sentir su pared volver a
construirse, ladrillo por ladrillo. Ella presiona, yo presiono en respuesta,
ninguno de nosotros quiere ser el primero en ceder, el primero en mostrar
algo real.
—Di algo —suplica, con la mirada fija en mi estómago y ni un
centímetro más abajo. El agua del cabezal de la ducha comienza a hacer un
desastre con la cortina abierta, acumulándose debajo de sus pies descalzos.
—Nadie tiene que saberlo —digo las palabras que quiere escuchar
con los dientes apretados. Mis dedos todavía están agarrando su muñeca
cuando su mano se mueve hacia mí, aplanándose contra mi pecho. Mis
músculos se tensan bajo su toque mientras ella desliza tentativamente su
palma hacia abajo, explorando. Sus ojos se dirigen hacia la puerta, pero su
mano continúa descendiendo. Las puntas de sus dedos rozan mi camino
feliz y puedo sentir su calor irradiando de su palma sobre mi polla justo
antes de que su mano se envuelva a mi alrededor. Mis ojos se cierran, mi
cabeza cayendo hacia atrás sobre mis hombros.
—Sullivan —dice ella, con voz entrecortada.
Mi cabeza vuelve a levantarse, el agarre de su muñeca apretándose.
—¿Qué carajos acabas de decir?
Arranca su muñeca de mi mano, casi resbalando en el piso mojado
antes de enderezarse.
—Halston está aquí. Olvidé que me iba a recoger.
Suspiro, pasando una mano por mi cabello mojado para apartarlo de
mi rostro. Allie sale corriendo por la puerta, dejándome en lo alto y seco. Y
duro. Vete a la mierda, Sully.
20
Allie
Me apresuro a bajar las escaleras, para avisar a Halston antes de que
sea emboscada por un Sullivan borracho desmayado en el sofá, pero llego
demasiado tarde. Ella está de pie frente al sofá, con los brazos cruzados y
las cejas arqueadas, mirándolo mientras él se esfuerza por sentarse. Dare y
Lo, afortunadamente, no se ven por ningún lado. Ya deben haberse ido.
—Halston... —empieza Sullivan, pero ella levanta la mano,
interrumpiéndolo.
—No es asunto mío.
La estudio, buscando cualquier signo de engaño, tratando de medir
cómo se siente realmente sobre esto. Ella se gira hacia mí, viendo mis
pantalones holgados, mi camiseta húmeda y mi desordenada cola de
caballo.
—Dime que no te vas a ir así.
—Me desperté tarde. —Me encojo de hombros.
Frunce la nariz.
—Bueno, remédialo. —Se ríe.
—Halston, ¿podemos hablar? —Sullivan lo intenta de nuevo.
—No hay nada de qué hablar. Tenías una picazón y yo no estaba para
rascarla —dice ella, la imagen de la indiferencia. Se da la vuelta y se dirige
a las escaleras.
—No pasó nada —promete, levantándose como si fuera a ir tras ella.
Pero entonces su manta cae, revelando el hecho de que no lleva pantalones.
—Jesús, Sullivan. —Me cubro los ojos—. No necesitaba ver eso. —Se
mueve rápidamente para cubrirse, cayendo de nuevo en el sofá y haciendo
una bola con la manta sobre su regazo.
—Sí, seguro parece que no ha pasado nada —desafía Halston, con una
mirada afilada antes de voltear su espalda hacia él, una vez más—. Oh, por
cierto —se detiene, una mano en la barandilla de la escalera—, la próxima
vez que vayas a mentir, asegúrate de que la evidencia no esté pegada en
todas las redes sociales de Sierra. —Sullivan suspira, abatido, pasando una
mano por su cabello.
Una vez que estamos en mi habitación, cierro la puerta detrás de ella.
Todavía puedo oír la ducha corriendo y rápidamente cierro esa puerta
también.
—Me enteré en mitad de la noche —digo, caminando para sentarme en
el borde de mi cama—. Casi le pateo el trasero, pero Jesse me dijo que tú lo
sabías. Debí haber sabido que estaba intentando cubrir el trasero de su
amigo.
—No estaba mintiendo. —Halston levanta un hombro, despreocupada
—. Tenemos un acuerdo.
—Estás jugando conmigo. Pensé que te gustaba.
—Sí, me gusta.
—Entonces, ¿por qué...?
—Porque estamos en la universidad —señala ella, como si fuera obvio
—. Y él es Sullivan. No podría ser fiel aunque su vida dependiera de ello.
Su tipo nunca lo es. —Suspira, moviéndose hacia mi armario temporal,
examinando las pocas prendas que he conseguido colgar—. Estos chicos...
Su única misión en la vida es coleccionar tantas conquistas como sea
posible.
Asiento en silencio, la inquietud recorriéndome.
—Entonces, ¿te enrollas con él sabiendo que se está enrollando con
otras chicas? ¿No te molesta eso?
Halston me mira por encima del hombro.
—A veces. —Pienso en anoche, y en lo celosa que me sentí cuando
pensé que Sierra había estado hablando sobre Jesse, y ni siquiera estamos
juntos. No somos nada. Pero no se siente como si fuera nada.
—¿Crees que los amigos con beneficios realmente funcionan? —
pregunto, genuinamente curiosa.
—Para algunas personas, claro. —Halston se decide por una camiseta
blanca recortada, quitándola de la percha antes de arrojarla a mi regazo. No
me sorprende en absoluto que haya elegido la prenda de ropa más pequeña
de ahí. Se agacha para hojear mi maleta—. La clave es tener reglas básicas.
—¿Tales cómo?
—Eso depende de ti y de tus expectativas —dice, sosteniendo un par
de vaqueros viejos y rasgados antes de arrojarlos a la pila de rechazos para
unirse a las otras prendas que considera indignas—. Mis reglas personales
son: no acostarme con otras personas el mismo día, no abrazos, no dormir
en casas de otros, no tener sexo sin protección y lo más importante, no
mentir. Y Sullivan —se pone de pie, lanzándome un par de pantalones
vaqueros cortos de cintura alta—, es un mentiroso.
—No voy a usar estos —digo, arrugando los pantalones cortos en una
bola.
—Sí, lo harás. Nos haremos la pedicura, ¿recuerdas?
—Bien —cedo, me quito los pantalones de chándal, deseando poder
ducharme después de las, ahem, actividades de anoche. Me subo los
pantalones cortos rápidamente—. Pásame ese sostén —digo, señalando la
maleta. Una vez que me lo da, me doy la vuelta para cambiarme—. Si sirve
de algo, no creo que Sullivan haya llegado muy lejos con Sierra.
—¿Cómo lo sabes?
Camino hacia mi maleta, sacando un par de calcetines grises que van
con mis botas porque ni siquiera tengo un par de chanclas.
—Escuché algunas cosas. Estaba intentando utilizarlo para poner
celoso a Jesse.
—Y luego envié sus borrachos traseros a casa en un Uber —dice Jess,
de pie en la puerta del baño, con una toalla atada a su cintura. Ni siquiera lo
escuché.
—¿Puedes tocar antes? —digo , intentando no parecer afectada por la
forma en que luce, su oscuro cabello húmedo y peinado hacia atrás, gotas
de agua cayendo por su pecho.
—¿Puedes dejar de mirarme? —responde él. Le muestro el dedo
medio, sentándome en el borde de la cama para ponerme las botas antes de
tomar una chaqueta y mi camiseta de trabajo para meterla en mi mochila
para más tarde. Devuelve su atención a Halston, que me inmoviliza con una
expresión acusadora—. Incluso más borracho que la mierda y engreído, aun
así dejó pasar la oportunidad. ¿Me pregunto por qué?
Halston se encoge de hombros.
—¿No quería contraer herpes?
—Chistosa —dice Jesse de forma seria. Tomo ventaja de su pequeño
enfrentamiento, aprovechando la oportunidad para utilizar el baño y
cepillarme los dientes. Cuando salgo, hablan en voz baja, pero se detienen
cuando me ven, Halston lo mira con ojos entrecerrados.
—Nos vamos —interrumpo su concurso de miradas, tirando de la
muñeca de Halston.
—Vamos a hablar de lo que estabas haciendo con Jesse en medio de la
noche. Y no creas que no me di cuenta de que no me informaste que
comparten un baño —dice en el susurro más fuerte conocido por el hombre
mientras bajamos las escaleras.
—Cállate —digo entre dientes, bajando las escaleras rápidamente. No
necesito que Jesse, o Sullivan, para el caso, escuchen algo.
Tres horas después, mis dedos de las manos y de los pies están
pintados de negro con brillantes, mi estómago está lleno de tacos y
margaritas, Halston prometió que este restaurante no pediría identificación
y tuvo razón, y he conseguido responder exitosamente a todas las preguntas
relacionadas con Jesse. No he mentido rotundamente. Simplemente... le
resté importancia.
—¿Qué voy a hacer sin ti durante toda una semana? —Hago pucheros,
luego lamo la sal sobrante del borde de mi margarita.
—Creo que tendrás las manos llenas —dice ella enfáticamente—. Yo
seré la que sufra. ¿Quieres cambiar lugares?
¿Una semana con los padres ricos y prepotentes de Halston? Paso.
—Por cierto, ¿de qué murmuraban Jesse y tú?
—Nada. —Destapa la punta de la pajilla verde lima en miniatura en su
bebida y luego chupa el frappé del fondo.
Entrecierro los ojos hacia ella, pero antes de poder presionar por una
respuesta, mi teléfono se enciende en la mesa con un número que no
reconozco. No suelo contestar a números desconocidos, pero este es local y
mi curiosidad se despierta. Me llevo el teléfono a la oreja.
—¿Hola?
—¿Allison?
—Ella habla. —Halston me envía una mirada interrogante, articulando
quién es y yo me encojo de hombros.
—Habla Victor.
—Oh. —Me siento más derecha—. ¿Cómo estás?
—No puedo quejarme. Quería ver si todavía estabas interesada en
organizar un evento.
—¡Si! —digo con demasiado entusiasmo y su risa divertida retumba en
mi oído.
—No este viernes, sino el próximo. ¿Eso te da una cantidad suficiente
de tiempo?
—Puedo hacer que funcione —digo con una confianza que no siento.
Es el final del semestre y la escuela se va a apoderar de mi vida después de
las vacaciones de primavera, pero no puedo dejar pasar esto.
—Eso es lo que me gusta escuchar. Si esto va bien, podemos hablar de
una posible pasantía de verano. Eso es, si estás interesada.
—Definitivamente interesada —digo, intentando no chillar como una
colegiala—. Muchas gracias.
—No me lo agradezcas todavía. Envíame tu correo electrónico y te
enviaré la información.
Cuelga sin decir una palabra más y yo le cuento los detalles a Halston,
cuya emoción rivaliza con la mía.
—¡Mierda, Allie! Eso es motivo de celebración. ¿Una bebida más?
—Cuando vuelvas. —Reviso la hora en mi teléfono—. Tengo que ir a
trabajar y creo que aparecer ebria estaría mal visto.
—Está bien, aguafiestas.
—Solo estás haciendo tiempo porque no quieres ir a casa.
—Eso también —admite—. Pero realmente me alegro por ti.
—Gracias. —Desde que me mudé a River's Edge, me he sentido...
perdida. Sin dirección y como si no perteneciera. Tener esto cayendo en su
lugar es lo primero que se siente bien. Tal vez estoy justo donde se supone
que debo estar. Le envío un mensaje a Dylan, diciéndole que se reúna
conmigo en Blackbear esta noche para que pueda darle las buenas noticias
en persona y luego Halston me deja en el trabajo. Cuando aparezco, Jake,
Grumpy Pete y un par de otros meseros están aquí, pero Jesse está
notablemente ausente. La primera parte de mi turno pasa rápidamente.
Estoy en piloto automático, pensando en todo, desde los folletos que quiero
diseñar hasta la mejor manera de hacer correr la voz.
Salgo del baño cuando una mano se extiende rápidamente, jalándome
hacia el cuarto de atrás.
—Whoa —grito antes de que se llevada hacia el pecho de Jesse.
—Hola —dice, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura,
acomodándolos en mi espalda baja.
—Hola —exhalo, mi cuello estirándose para encontrar sus ojos.
—No tuvimos la oportunidad de terminar nuestra conversación antes.
—No creo que ahora sea el momento —digo, mirando por encima de
mi hombro para asegurarme de que no tengamos público, mi corazón se
acelera con el tono de su voz.
—¿Por qué no? —Se agacha para apretar mi trasero en sus palmas.
—Alguien podría entrar.
—Esa es la mitad de la diversión —dice, una de sus manos
hundiéndose en el hueco de mi cintura antes de doblarse alrededor de la
curva de mi nalga.
Me inclino contra él, mi pulso acelerándose. Él aprovecha la
oportunidad para besarme y yo me abro para él, permitiendo que su lengua
roce la mía. De repente, sus manos se agarran a mi cintura mientras se
sienta en una de las sillas, tirando de mí para que me monte a horcajadas
sobre él, sin romper la conexión.
Mis manos encuentran su rostro, permitiéndome perderme en el beso,
incapaz resistir la atracción. Algo en Jesse hace que todo mi sentido común
salga volando por la ventana. Sube sus manos por mi espalda mientras yo
me muevo en su regazo, su necesidad es evidente debajo de mí.
Reuniendo cada gramo de autocontrol, me aparto, sin aliento.
—Tenemos que parar. —Me bajo torpemente de su regazo antes de
limpiar las comisuras de mis labios y enderezar mi ropa.
Jesse me sonríe perezosamente, sus ojos prometiendo que esto no ha
terminado. Me apresuro a volver, evitando el contacto visual con todos los
que paso, temiendo que mi expresión nerviosa me delate. Cuando llego a mi
sección, encuentro a Dylan y a los chicos sentados allí.
—Hola —digo, sonriendo.
Hunter se levanta para abrazarme, luego se retira, agarrándome por los
hombros.
—¿Por qué estás toda sonrojada y esa mierda? ¿Estás enferma?
—No —digo rápidamente—. Solo estoy emocionada. —La mirada de
Dylan se fija en algo detrás de mí y miro atrás para encontrar a Jesse parado
cerca del bar, mirándonos con una expresión ilegible.
—Apuesto a que sí —comenta Dylan, mirando a Jesse con desprecio.
Ignorándolo, me acerco para abrazar a Caleb.
—Solo tengo un minuto —empiezo—, pero he recibido noticias de
Victor. Me pidió que planeara un espectáculo para el próximo viernes, así
que naturalmente...
—Naturalmente, pensaste en los cabrones más talentosos que conoces
—aporta Hunter.
—Sí. Eso. —Me río—. ¿Se apuntan?
—Solo di la hora y el lugar, nena —dice Hunter.
—Me apunto —concuerda Caleb.
Mi sonrisa se desliza cuando veo la expresión de Dylan. No es la
persona más expresiva que haya conocido, pero esperaba algún grado de...
no sé, ¿felicidad? En vez de eso, está girando distraídamente un cuchillo
para mantequilla en la mesa, aparentemente perdido en sus pensamientos.
—¿Dylan? —digo cuando él no dice nada.
Su mirada se mueve hacia la mía.
—Suena bien, Al. Gracias.
—Si no quieres hacerlo, puedo conseguir a alguien más —ofrezco,
incapaz de mantener la decepción fuera de mi tono. Supongo que podría
preguntarle a Garrett—. Pensé que estarías emocionado.
—No. —Dylan sacude la cabeza—. No, esto es genial. —Se pone de
pie, con la palma de su mano aplanada a un lado de mi cabeza antes de
inclinarse para darme un beso en la mejilla—. Tengo que irme. Llámame
mañana. Podemos hablar de la lista de canciones.
Le tomo la mano cuando intenta irse. Hace una pausa, sus ojos
marrones se encuentran con los míos mientras mastica su anillo del labio.
Me acerco, bajando la voz.
—¿Está todo bien?
Me muestra una media sonrisa forzada que se supone sea
reconfortante, pero se siente como todo lo contrario y con una corta
inclinación de cabeza, se va.
—Ha estado de un humor extraño durante todo el día —dice Caleb,
apretando mi hombro.
—Sí —dice Hunter, poniendo un brazo alrededor de mis hombros—.
No se trata de ti. Eres la mejor por hacer esto.
—Asegúrate de que esté bien —digo.
Hunter asiente antes de irse para alcanzar a Dylan. Hago una nota
mental para ser una mejor amiga para Dylan. He estado tan metida en la
escuela, el trabajo y Jesse, que no he notado que claramente está pasando
por algo. Trato de recabar todo lo que sé sobre él. Sé que es originario de la
Costa Este. He deducido de algunas de las cosas que ha dicho en el pasado
que ha tenido algún drama familiar, pero es muy reservado. Conseguir que
Dylan se abra es como arrancarle los dientes. No es que yo sea mucho más
comunicativa. Probablemente es parte de la razón por la que nos llevamos
tan bien, si soy honesta. No me gusta hablar de mi mierda y a él tampoco.
Aunque, él conoce mi historia y esa es la diferencia. Conozco a Dylan.
Conozco todas sus canciones favoritas y que odia el olor de la salsa de
tomate con la pasión de mil soles ardientes y que secretamente prefiere lo
acústico a lo eléctrico. Pero no conozco su pasado o lo que lo hizo que sea
como es.
—Allison —grita Jake, sacándome de mis pensamientos. Me doy la
vuelta y lo encuentro señalando hacia una pareja que acaba de sentarse en
mi sección.
—Mierda —murmuro en voz baja, luego coloco una sonrisa en mi
rostro antes de ir a tomar su pedido.
***
Jesse se quedó, atendiendo mesas cuando le daba la gana, pero aparte
de eso, permaneció sentado en una cabina, observándome toda la noche.
Sentí sus ojos en mí como una segunda piel durante todo el tiempo. No fue
hasta que terminó mi turno que recordé que Lo no estaba para llevarme a
casa y no hice otros arreglos.
Naturalmente, Jesse apareció en el momento en que vio que la
realización se asentó en mí. Me paré en el pasillo junto al cuarto de atrás,
paleta de caramelo en la boca y mochila en mi hombro. Me mostró una
sonrisa torcida, ofreciendo sus llaves.
—¿Necesita transporte?
Sorprendentemente, estuvo callado en el camino a casa. Seguía
revisando su teléfono y golpeteando el volante con su pulgar en un gesto
agitado. Quería preguntarle al respecto, pero todo es tan... indefinido.
Una vez que llegamos al camino de entrada, la casa estaba
notablemente oscura. Jesse apagó el motor y ninguno de nosotros hizo un
movimiento para salir, el hecho de que estaríamos solos durante una semana
colgaba entre nosotros. Jesse extendió la mano, sacando la paleta de mi
boca sin decir una palabra, antes de meterla entre sus propios labios.
—Me voy a duchar —dije, buscando la manija de la puerta, antes de
agradecerle por el viaje. Subí corriendo las escaleras rápidamente,
necesitando que ambos pusiéramos algo de distancia entre nosotros y tomar
una ducha muy necesaria.
Lo que me lleva a ahora, el agua hirviendo golpeándome y se siente tan
bien que no creo que alguna vez quiera salir de aquí. Todo el día caminé por
todos lados con el aroma de Jesse en mi piel, sirviendo como un
recordatorio constante de lo que hicimos anoche. Me quedo en la ducha
mucho después de que toda la evidencia de nuestra indiscreción se ha
desvanecido, hasta que el agua se enfría. Salgo y me envuelvo con la toalla,
mi piel enrojecida y sobrecalentada, mi cuerpo de repente se siente pesado y
agotado. Cuando abro la puerta de mi habitación, casi me sorprende que
Jesse no esté aquí esperándome.
Busco otra camiseta holgada para dormir, pero luego cuestiono mi
decisión. ¿Qué pasa si Jesse viene más tarde? No. A la mierda ese tren de
pensamiento. Si no puede manejarme con mi atuendo de indigente, no se
merece lo que hay debajo. Me paso la camiseta sobre la cabeza, me pongo
un par de pantalones cortos debajo, luego me dirijo al baño para terminar de
prepararme para la cama. Mientras me cepillo los dientes, me detengo al
escuchar la voz apagada de Jesse que sale de su habitación. Cierro la llave
del agua y me inclino hacia su puerta, silenciosa como un ratón.
—Te lo dije la última vez. Estoy fuera. —Su voz es afilada y enojada,
sin admitir discusiones, pero la persona al otro lado del teléfono obviamente
no capta la indirecta—. Me importa una mierda —dice. Hay otra pausa
antes de que vuelva a hablar—. Pierde mi número. —Se queda en silencio
nuevamente por largos segundos, así que supongo que terminó la llamada.
¿Qué diablos fue eso?
La manija de la puerta cerrándose me hace saltar lejos de la puerta, con
el corazón palpitante, el cepillo de dientes todavía en la boca. Jesse se
detiene en seco cuando me ve, con los ojos entrecerrándose por la sospecha.
—¿Qué? —pregunto con la boca llena de pasta de dientes.
—Nada. —Se desabrocha los vaqueros y baja el cierre, volviéndose
hacia el inodoro. Un segundo después, lo escucho vaciar su vejiga mientras
me enjuago la boca con agua.
—¿Alguna vez escuchaste hablar sobre los límites? —pregunto,
arrugando mi nariz, buscando una toalla para secarme el rostro.
—Sé a qué sabe tu coño, por cierto, la respuesta es jodidamente
delicioso. Creo que los límites son cosa del pasado con nosotros.
Sacudo la cabeza, girándome hacia él con una ingeniosa réplica en la
punta de la lengua, pero su puerta abierta me permite echar un vistazo a su
habitación y las palabras mueren en mis labios. Una bolsa de lona se
encuentra en el medio de su piso, pero no hay mucho más. Todavía no tiene
dónde dormir. La vista de repente me hace sentir culpable por robarle la
cama. Claro, él tiene el sofá, pero eso no puede ser cómodo, especialmente
por más de una o dos noches. Soy la intrusa. Debería ser yo quien durmiera
en la sala de estar.
—Puedo tomar el sofá esta noche —digo, tomándolo por sorpresa.
Jesse se ríe, mirando por encima de su hombro hacia el espacio vacío antes
de cerrar la puerta.
—¿Te estás ablandando conmigo, chica Allie? Confía en mí. He tenido
peores arreglos de vivienda.
Inclino mi cabeza hacia un lado, mirándolo. Otro pequeño vistazo a su
vida.
—No me mires así —dice bruscamente, pero las palabras suenan
forzadas. Defensivo, pero con poco calor.
Me encojo de hombros, desestimándolo.
—Sírvete.
Se gira hacia su puerta y yo giro hacia la mía, cerrándola detrás de mí.
Me subo a mi cama, sin siquiera tener la oportunidad de alcanzar mis
auriculares antes de que Jesse aparezca de nuevo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, mirando la computadora portátil
en sus manos.
—¿Película?
Estrecho mis ojos hacia él, debatiendo.
—Está bien.
Jesse mueve mi mesita de noche, luego inclina la computadora portátil
para que ambos podamos verla.
—¿Para qué estás de humor?
—Nada triste —respondo. Hace clic y se decide por una película antes
de meterse en la cama conmigo. Todavía estoy sentada, los nervios
retorciéndose en mi estómago, pero Jesse opta por una posición más
cómoda, acostado de lado detrás de mí.
—Relájate, Allie.
Asiento en respuesta. Los créditos iniciales de Zombieland se
reproducen en la pantalla de la computadora portátil y rompen la tensión
que siento. Me río suavemente, moviéndome sobre mi estómago. Mis
rodillas están dobladas, los pies cruzados en el aire, mi barbilla apoyada en
mis brazos cruzados. Mi objetivo cuando elegí esta posición era poner más
espacio entre nosotros, pero eso fue un error porque ahora, todo lo que
estoy haciendo es preguntarme si él puede ver por debajo de mis pantalones
cortos.
Luchando contra el impulso de mirar detrás de mí, concentro mi
atención en la película. Jesse está en su mejor comportamiento durante la
primera mitad, pero aproximadamente cuarenta y cinco minutos después, se
sienta contra la cabecera antes de que su mano rodee uno de mis tobillos,
tirando de mí hacia él. Me acerco más hasta que me atrae hacia él, mi
espalda contra su pecho.
—¿Qué estás haciendo? —susurro mientras su brazo me rodea, su
palma descansa sobre mi estómago.
—Tocándote —dice, su voz gruesa por no hablar.
—¿Por qué? —Mi estómago se tensa, mi pulso acelerándose.
—Porque me gusta.
Está bien.
Después de sobreanalizar sus acciones y motivos durante unos buenos
veinte minutos, finalmente empiezo a relajarme. La calidez de Jesse y su
aroma trabajan juntos para hacerme sentir somnolienta y contenta.
***
Me despierto de golpe en la habitación oscura, sintiéndome
sobrecalentada y húmeda. Sentándome, me froto los ojos cuando la
conciencia vuelve a entrar.
Papá.
El sueño se sintió tan real. Él estaba tocando su guitarra, su cabello un
poco demasiado largo y un poco demasiado grasiento. Pero se veía feliz.
Solo que, cuando caminé hacia él, la distancia entre nosotros parecía
extenderse cada vez más. Comencé a entrar en pánico e intenté correr hacia
él, pero se sentía como si estuviera moviéndome en cámara lenta contra mil
litros de agua que me detenían. Mi padre era ajeno a lo que sucedía, seguía
sonriendo y cantando su canción, pero no podía escucharlo. Y cuando
intenté gritar, no salió nada.
Llevo una mano a mi pecho para calmar mi corazón acelerado,
apartando una sola lágrima que cae por mi mejilla con la otra.
—¿Eso pasa a menudo? —La voz profunda y espesa de Jesse retumba
detrás de mí, sorprendiéndome.
Sacudo la cabeza.
—No ha pasado en meses. —Lo siento moverse detrás de mí y miro
por encima de mi hombro a tiempo para verlo girar sobre su espalda,
cruzando los brazos detrás de su cabeza.
—¿De qué se trata?
Levanto mis rodillas, apoyando mi barbilla sobre ellas mientras debato
la cantidad de información que quiero divulgar. Me siento en carne viva y
expuesta, mi tristeza es algo vivo y palpable en este momento. Tanto el
cuarto oscuro como el hecho de que no estoy frente a él me dan suficiente
anonimato para hablar.
—Mi papá —digo finalmente. Jesse se queda callado. Sea que no sabe
qué decir o que siente que necesito un minuto para aclarar mis
pensamientos, no estoy segura—. El accidente fue hace casi un año. —Las
palabras todavía se sienten mal, incluso después de todos estos meses—.
Solía soñar con él todo el tiempo al principio. Se acerca el aniversario. Tal
vez eso tenga algo que ver —reflexiono, más para mí que para él. Es difícil
creer que el mundo haya existido durante casi trescientos sesenta y cinco
días sin él—. A veces pienso que las pesadillas son mejores a no verlo en
absoluto.
—Eso está jodido —comenta Jess y resoplo con una risa sin humor.
—Todos estamos un poco jodidos.
—Eso es un eufemismo —acepta con amargura.
Dándome la vuelta, me siento con las piernas cruzadas en la cama.
—¿Dime la tuya?
—¿Mi qué?
—Tu jodidez. Necesito una distracción —susurro—. No quiero pensar
en mi papá en este momento. Puedo ver lo suficiente para distinguir su
mano pasando por su cabello mientras exhala.
—¿Qué quieres saber? —dice farfullando—. Mi lista es más larga que
la mayoría.
—Comencemos con algo simple. ¿Dónde están tus padres?
—Mierda si lo sé. —Él ríe—. Lo y yo nos mudamos aquí para vivir
con nuestro padre hace un par de años. Resulta que Henry ni siquiera era
nuestro padre.
—¿Qué? —No me esperaba eso.
—Sí —dice con naturalidad—. El pobre bastardo tampoco lo sabía. Mi
madre no nos dirá quién es el verdadero donante de esperma. Lo cree que
solo está siendo una perra, pero yo apostaría a que ni siquiera lo sabe.
—¿Dónde está ella?
—Probablemente desmayada en un callejón en algún lugar de Oakland.
—Mierda —respiro—. Eso está jodido.
—No es ni siquiera la punta del iceberg.
—¿Qué pasa con Henry? —pregunto, esperando que haya algo bueno
en esta historia. Jess me mira, la confusión coloreando sus rasgos.
—¿Qué hay de él?
—No sé nada acerca de ser padre, pero no creo que todos esos años
simplemente desaparezcan porque no están relacionados por sangre.
—Claramente, no conoces a mi familia. Se lavó las manos. —Sacude
un hombro—. La culpa lo hizo intentar mantenerse en contacto, pero le hice
un favor y corté comunicación.
Arrugo la frente.
—Quizás también fue difícil para él. Tal vez él quiera estar en tu vida.
—Tal vez hemos terminado de hablar de mí —dice, abruptamente
estirándose hacia mí antes de acostarme en la cama y rodar sobre mí en un
movimiento rápido—. ¿Dónde está tu mamá?
—Ugh —me quejo—. Ese no es el tipo de distracción que necesito en
este momento.
Mueve sus caderas contra las mías, y me doy cuenta de que solo tiene
puesto su bóxer. Debe haberse quitado los vaqueros mientras yo dormía.
—¿Qué tipo de distracción necesitas, Allie?
Sé que está intentando cambiar de tema, pero me rindo, necesitando lo
mismo. No quiero pensar. No quiero hablar Quiero sentir.
—Halston dice que necesitamos reglas.
—¿Le contaste a Halston sobre nosotros? —pregunta con una ceja
arqueada.
—Realmente no. Pero ella dijo que las reglas son cruciales cuando se
trata de este tipo de cosas... —Me quedo en silencio, las palabras sonando
estúpidas cuando las digo en voz alta.
—¿Ah sí? ¿Cómo va eso para ella y Sully?
—Buen punto. —Me río.
—No soy muy seguidor de las reglas —dice, apartando un mechón de
mi frente—. ¿Tienes algo en mente?
Me mordisqueo el labio, considerando mis palabras.
—No mentir.
Jesse me asiente.
—Fácil. Hecho. —Besa mi cuello y me arqueo para darle mejor
acceso. Piel de gallina aparece por mi piel desde mi cuello hasta mi brazo y
el dedo de Jesse sigue ese camino.
—Y quiero un corte limpio —espeto. Inclina la cabeza hacia un lado,
esperando a que me explique—. Solo nos estamos divirtiendo. Si uno de
nosotros quiere zafarse, lo terminamos. Sin resentimientos. Sin hacer
preguntas. —No quiero perder mi amistad con Lo, mi trabajo o cualquier
otra cosa si esto sale mal. Cuando. Cuando todo se derrumbe, me recuerdo.
—Trato —dice finalmente. Aprieto su mano en el pequeño espacio
entre nuestros cuerpos para estrecharla, pero me mira con una ceja
levantada—. ¿No puedo establecer ninguna regla?
Dejo caer mi mano sobre el colchón.
—Por supuesto…
—No engancharse con otras personas.
—Ya lo hemos establecido. ¿Algo más?
Inclina la cabeza hacia un costado, fingiendo considerarlo.
—No. Creo que eso lo cubre.
Él flexiona sus caderas hacia mí y yo cierro los ojos, amando cómo se
siente.
—Jess —respiro, intentando, sin lograrlo, no retorcerme. Se inclina,
sus labios cerca de mi oreja.
—¿Quieres que te haga sentir bien? —Sus dientes se aprietan alrededor
de mi lóbulo y da un tirón. Asiento en respuesta mientras él baja una mano
para acariciar la parte exterior de mis pantalones cortos, aplicando la menor
cantidad posible de presión—. Dilo, Allie.
Me quedo en silencio, empujándome hacia él en respuesta. Un solo
dedo se desliza a lo largo de mi pliegue, pero no me da más que eso. La
lujuria triunfa sobre el orgullo cuando me toca así.
—Hazme sentir bien —susurro—. Por favor.
Tan pronto como las palabras salen de mis labios, él empuja mi ropa
interior a un lado, deslizando un dedo grueso dentro de mí. Jadeo ante la
repentina intrusión, arqueando la espalda. Se aleja un poco, y cuando abro
los ojos, lo encuentro mirando donde nos unimos, sus ojos encapuchados.
—Abre tus piernas para mí —gruñe. Dejo caer las rodillas a un lado, y
él respira hondo. Me hace sentir poderosa saber que lo estoy afectado de
esta manera.
De repente, su dedo se ha ido, dejándome vacía mientras se sienta
sobre sus talones y empuja su bóxer lo suficientemente bajo como para
liberar su polla. No puedo mirar hacia otro lado mientras él se toca,
moviéndose lentamente hacia arriba y hacia abajo por su longitud. El pulso
entre mis piernas palpita y tengo la repentina urgencia de probarlo, pero
Jesse tiene otras ideas.
—Muéstrame cómo te tocas a ti misma.
Dudo, mordiéndome el labio. Nunca he hecho eso delante de nadie. De
alguna manera, se siente más personal. Más sucio. Y me sorprende
descubrir que eso solo me pone más caliente.
Me paso lentamente la mano por el estómago, deteniéndome entre los
muslos. Provoco a mi clítoris a través de mi ropa interior, amando cómo los
ojos de Jesse destellan mientras me mira.
—Quítatela —dice, trabajándose a sí mismo.
La empujo por mis piernas y una vez que está en mis rodillas, él la
quita, dejándola caer al suelo. Colocando mis pies sobre el colchón, aparto
mis rodillas dobladas, dándole una mejor vista.
—Mierda, Allie.
Usando dos dedos, me froto en pequeños círculos. No espero que se
sienta tan bien, pero ya estoy cerca del borde, haciendo rodar mis caderas
ante mi tacto. Necesito que él me toque. Me bese. Cualquier cosa en este
momento. Con ganas de empujarlo a la acción, uso mi mano libre para
levantar mi camisa antes de provocar a mis pezones con la punta de mis
dedos.
Jess gime, inclinándose para pasar la lengua por la punta endurecida.
Mi corazón late más rápido, la sangre corriendo por mis oídos cuando lo
acomoda entre sus dientes y tira de él.
—Oh, Dios mío, Jess —gimo, mi mano se mueve más rápido. Aprieto
los ojos cerrados, perdida en las sensaciones, cuando lo siento empujarse
contra mi entrada. Mis ojos se abren, pero no empuja más lejos, deslizando
su cabeza hacia arriba y hacia abajo en mi hendidura, mientras sigo
frotándome.
Sintiéndome audaz, muevo mi mano más abajo, envolviéndola
alrededor de él. Es grueso, suave y duro en mi mano. Suelta una maldición
estrangulada mientras suelta su agarre. Se levanta la camisa para poder
tener una vista sin obstáculos mientras bombeo su longitud. Se balancea
ligeramente hacia adelante, empujando un poco más antes de retirarse.
—Hazlo de nuevo —insto, necesitando más.
Repite el movimiento, luego se chupa el pulgar antes de acercarlo a mi
clítoris, aplicando la cantidad justa de presión para enviarme por el borde.
Aprieto alrededor de su punta, cada terminación nerviosa hormigueando
mientras me corro, estremeciéndose debajo de él. Me siento mareada y
aturdida, mi mano alrededor de él se afloja. Él se hace cargo, bombeando
con fuerza, tensando los abdominales. Unos cuantos bombeos más y se
aparta abruptamente, derramándose sobre mi muslo interno.
***
Jess y yo no hemos salido de la habitación en todo el día. Son las dos
de la tarde y hemos estado en la cama alternando entre tener más no sexo y
ver películas en su computadora portátil. Nunca presionó por más. Sé lo que
me está frenando, pero no sé por qué él no ha intentado cerrar el trato. Es
casi una especie de juego entre nosotros para ver quién se rompe primero y
tendré que admitirlo, estoy muy cerca de perder esa batalla.
Deshidratados y hambrientos como el infierno, finalmente vemos la luz
del día cuando decidimos almorzar en Blackbear antes de que comience mi
turno. Cuanto más nos acercamos al restaurante, más empiezo a repensar
esta idea. Ya es bastante malo que siempre esté cerca durante mi turno y
mirándome atentamente. Pero llegar a almorzar juntos se parece mucho a
una cita.
—Relájate, Allie.
Mi mirada se mueve rápidamente hacia la de Jesse.
—Estoy relajada —miento y dirige una mirada aguda a mis manos que
se retuercen en mi regazo.
—Estamos viviendo juntos. Los compañeros de habitación comiendo
juntos no es algo extraño.
Me erizo por su tono sarcástico. Jess se detiene en un lugar de
estacionamiento detrás de Blackbear y apaga el motor.
—No quise decir nada con...
Sacude su cabeza.
—Está bien. Entremos. Me muero de hambre.
Asiento, confundida por su repentino cambio de humor, luego salgo de
la camioneta. Jess mete las manos en sus bolsillos delanteros, manteniendo
una distancia saludable entre nosotros mientras nos dirigimos a la entrada.
Una vez dentro, Jess se detiene en seco, con los ojos fijos en un hombre en
la barra. Me detengo, mirando entre los dos.
—Ve a comer, Allie —me dice sin apartar la vista del hombre en la
barra con una gorra de los Raiders puesta al revés.
—¿No vienes?
—Acabo de perder el apetito —dice y finalmente encuentra mis ojos
—. Estaré aquí después de tu turno para llevarte.
—Oh. —Lucho para evitar que la decepción se muestre en mi rostro—.
Está bien. —Un millón de preguntas corriendo por mi mente, me alejo a
regañadientes, sin querer levantar sospechas.
Me siento en una de las cabinas traseras, demasiado lejos para
escuchar, pero lo suficientemente cerca como para ver a Jesse.
—Henry —dice Jake, cerniéndose sobre mí para tomar la orden. Ni
siquiera lo vi acercándose.
—¿Eh?
—Ese es Henry. —Señala con la cabeza hacia Jess y el hombre, al
parecer Henry, que palmea el taburete junto a él en invitación. Jesse se pasa
la mano por el cabello, dudando. Puedo sentir la incertidumbre que irradia
de él desde aquí—. Es lo más parecido a un padre que tienen —explica
Jake.
Asiento, habiendo captado eso. No queriendo parecer demasiado
interesada, tomo un menú.
—Voy a pedir... —digo, pretendiendo escanear mis opciones que me sé
de memoria—: una pizza de pepperoni personal, una ensalada con aderezo
ranch y una Coca-Cola.
—Suena bien —dice él, sin molestarse en anotar mi orden antes de
irse.
Por el rabillo del ojo, noto que Henry se va, Jesse justo detrás de él.
Los miro por la ventana, la mirada de Jesse apuntada hacia sus pies
mientras Henry habla. Jesse se encoge de hombros en respuesta a lo que sea
que esté diciendo, pateando un trozo de grava. No parecen estar peleando,
pero puedo decir que se siente incómodo. En este momento, veo a ese niño
vulnerable de la foto. No sé lo que se dice, pero sé que tengo ganas de
abrazarlo y hacer que la situación mejore. De poner esa odiosa y arrogante
sonrisa en su rostro. Y el hecho de que quiero hacer eso me llena de
inquietud. Él no es mi novio, no es mi nada, y debo recordar eso. No puedo
dejar que las líneas se desdibujen porque nos estamos divirtiendo.
Henry extiende una mano para apretar el hombro de Jesse, haciendo
que se estremezca. El movimiento es casi imperceptible, pero lo distingo y
Henry también, si su expresión abatida es indicativa de algo. Luego se
separan, Jesse va hacia la derecha, Henry va hacia la izquierda.
***
Cuando llegan las diez en punto, estoy quedándome sin energía. He
alternado entre tratar de responder todas las interrogantes en lo que respecta
a Jesse y reproducir los eventos de la noche anterior y esta mañana, en mi
cabeza como una película durante todo el día. Cada vez que sonaba la
puerta, esperaba ver a Jess, luego me reprendía por ello.
Estoy limpiando distraídamente mi última mesa cuando escucho su voz
detrás de mí.
—Hola, pequeña, ¿quieres una paleta de caramelo?
Me doy la vuelta, con la ceja levantada, para ver a Jesse sosteniendo un
ramo de Dum-Dums, todas de fresa y de caramelo de mantequilla, a juzgar
por su apariencia. Aplano mis labios para ocultar la sonrisa que intenta
liberarse.
—Perdón por irme en el desayuno. Almuerzo. Lo que sea que haya
sido eso. —Su cabello cae sobre sus ojos, su expresión traviesa. Pongo los
ojos en blanco, tomando el montón de paletas—. ¿Eso significa que me
perdonas? —pregunta, divertido.
—Nada que perdonar —digo, fingiendo indiferencia, dándome la
vuelta para terminar de limpiar la mesa.
Se inclina, su frente cubriendo mi espalda mientras acerca sus labios a
mi oído.
—Es una pena. Esperaba compensártelo esta noche. —Sus dedos
acarician la parte posterior de mi muslo, clavándose en mis medias y salto
lejos una vez que llegan al dobladillo de mis pantalones cortos.
Mis ojos recorren la habitación llena de gente para asegurarme de que
nadie esté mirando, colocando una distancia saludable entre nosotros. Mi
piel ya está ardiendo por su toque y la promesa de lo que vendrá, pero lo
fulmino con la mirada.
—¿Qué estás haciendo?
—Relájate. Todos están demasiado borrachos para darse cuenta.
—Ese no es el punto.
—Entonces sube al maldito auto para que pueda tocarte a mi gusto,
porque han pasado ocho horas desde que te tuve debajo de mí. —Sus
palabras me emocionan y me avergüenzan y creo que esa es su intención.
Quiere sacarme de mi balance y verme retorcer.
Camino hacia la trastienda para recoger mis cosas, intencionalmente
tomándome mi tiempo. Estoy ansiosa por estar a solas con Jess, pero no voy
a darle la satisfacción de saberlo. Cuando tengo todo, lo encuentro
esperando junto a la puerta, mirándome con diversión, como si supiera que
estoy siendo deliberadamente lenta, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Empuja la puerta con la espalda para abrirla, haciendo un gesto para que yo
vaya primero con un movimiento rápido de su barbilla.
—Qué caballeroso.
—Caballerosidad es mi segundo nombre.
—Pensé que era engreído —digo, doblando la esquina hacia el
estacionamiento de atrás.
—Te mostraré algo engreído —promete. Me metí directo en eso.
En el momento en que estamos dentro de su camioneta con las puertas
cerradas, ambos nos miramos, la tensión aumentando entre nosotros.
Humedezco mis labios secos y sus ojos siguen el movimiento.
—Ven acá. —Jess se lanza hacia mí, llevándome por encima de la
consola central hasta que me siento a horcajadas sobre él. Sus manos
agarran mis caderas, sus pulgares presionan mi piel expuesta donde mi
camiseta de trabajo se ha levantado. Mi cabello cae alrededor de nosotros
como una cortina mientras decido hacer el primer movimiento,
inclinándome para llevar mis labios a los suyos. Lamo tentativamente la
comisura de sus labios antes de chupar el inferior en mi boca y darle un
ligero tirón. Jesse gime, sus dedos se aprietan en mis caderas, pero me
permite continuar mi exploración sin hacer un movimiento. Llevo mis
manos a su rostro antes de besar su labio superior y cuando deslizo mi
lengua dentro de su boca, finalmente se pone en acción. Nuestras narices se
juntan mientras me besa en respuesta con toda su fuerza. Nuestros cuerpos
comienzan a moverse a su propio ritmo, nada más que el sonido de nuestra
respiración agitada en el silencioso capullo de su camioneta.
Jess mete sus manos debajo de mi camiseta, sus cálidas palmas
deslizándose contra mi piel. Se detiene justo al sur de donde necesito que
me toque, pero no va más lejos. Me retuerzo en su regazo, queriendo más.
Siempre necesitando más. Incluso en un estacionamiento público,
aparentemente. Mis pezones se tensan dolorosamente, y me aparto,
haciendo pucheros.
—¿Qué pasa, chica Allie? —se burla, sus labios brillando, mientras
empuja mi camiseta hacia arriba para exponer mi sostén de malla negro que
no hace nada para ocultar mi estado actual de excitación.
—Deja de jugar conmigo —exijo, pero parece que suena más como un
gemido petulante.
—Nunca —dice antes de inclinarse hacia adelante para atrapar mi
pezón entre sus dientes sobre el material delgado de mi sostén.
—Jess —exhalo, dejando que mi cabeza caiga hacia atrás mientras mis
caderas se mecen contra él. Una de sus manos me sostiene en su lugar
colocada sobre mis costillas y la otra se desliza por mi espalda hacia el
hueco en la cintura de mis pantalones cortos. Cuando me chupa a través del
sujetador, la humedad se acumula entre mis piernas. Nunca he sentido esto
con nadie y ahora que hemos comenzado este pequeño juego, parece que no
puedo pensar en otra cosa.
De repente, faros iluminan el interior cuando un vehículo se desliza en
el espacio junto a nosotros. Con el hechizo efectivamente roto, retrocedo,
golpeando accidentalmente la bocina justo cuando el hombre del SUV
negro sale. Un hombre que reconozco. Se gira hacia nosotros, con las cejas
fruncidas mientras me apresuro a bajar mi camiseta.
—¿Allison? —dice Víctor, entrecerrando los ojos hacia mí a través del
tablero.
—Oh, Dios mío —digo a través de mis dientes apretados, forzando una
sonrisa. Victor comienza a caminar hacia nosotros y me apresuro a salir de
la camioneta antes de que se acerque, encontrándolo frente al capó.
—Hola —lo saludo, esperando que no pueda decir que he estado
follando en seco a Jesse en el asiento del conductor—. ¿Qué estás haciendo
aquí? —Deslizo mis palmas en mis bolsillos traseros, balanceándome sobre
mis talones.
—Encontrándome con un amigo para tomar una copa —dice,
señalando el interior—. ¿Cómo va la planificación?
—Realmente bien. —Emocionándome instantáneamente ante la
mención—. Tengo a la banda perfecta. Son locales y ya tienen muchos
seguidores, así que tengo un buen presentimiento.
—Suena prometedor —dice él, mirándome de arriba abajo,
probablemente juzgando mi aspecto desaliñado.
Antes de que pueda responder, Jesse está fuera de la camioneta,
caminando hacia nosotros. Envuelve una mano alrededor de mi cintura,
llevándome contra su costado en una evidente muestra de propiedad.
—Jesse, este es Victor. Víctor, este es mi amigo, Jesse —digo,
enviándole una mirada afilada mientras me aparto de él. Víctor le muestra
una sonrisa amable, tendiéndole la mano. Jesse duda, mirando la mano
ofrecida como si estuviera cubierta con mierda de perro.
Jesús, Jess, no arruines esto.
Justo cuando creo que lo va a dejar esperando, se estira para estrechar
la mano de Victor.
—Encantado de conocerte —dice Víctor antes de volver su atención
hacia mí—. Tengo que entrar allí, pero llámame si necesitas algo.
—Lo haré.
Víctor asiente cortésmente hacia Jess, que lo ignora y luego se aleja.
—¿Quién demonios era ese? —pregunta Jess.
—Alguien que potencialmente puede abrirme muchas puertas si logro
planificar un evento sin arruinarlo. —Regreso al auto, molesta conmigo
misma por ser tan estúpida como para quedar atrapada en esta posición y
molesta con Jess por tirar esa mierda de hombre de las cavernas frente a
alguien que podría desempeñar un papel importante en mi futuro.
Vuelvo a subirme al auto y Jesse está en el asiento del conductor un
segundo después.
—Él no me agrada —dice, apretando el volante—. Me parece un
zalamero.
—¿Zalamero? —Suelto una carcajada.
—Zalamero como la mierda. No me gusta la forma en que te miraba.
—Me estaba mirando así porque estaba teniendo una sesión de
besuqueos en un auto como una... —Me detengo, buscando las palabras
correctas—, como una adolescente cachonda.
—Eres una adolescente cachonda.
Muevo mis ojos cortantemente hacia él.
—No ayudas.
Arranca el motor y pone la marcha en reversa.
—Entonces, ¿qué es este evento?
—¿Recuerdas cuando fui a ese espectáculo con Garrett?
Jess entrecierra los ojos y lo tomo como mi respuesta.
—Me encontré con Víctor allí. Él era amigo de mi papá. No sabía que
era su local y quizás haya señalado algunas cosas que podría haber hecho
mejor.
Juro que veo sus labios levantarse en la esquina en una casi sonrisa.
—Me ofreció la oportunidad de organizar mi propio evento y poner a
prueba esa teoría.
—Eso es una gran oportunidad, ¿cierto? ¿Es eso lo que quieres hacer
para vivir en un futuro?
—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Sé que quiero tener algo que
ver con la música, por lo que la experiencia no puede hacer daño. Y la
banda de Dylan no ha tenido un lugar para tocar, así que pensé que era una
situación de ganar-ganar.
Jess asiente.
—¿Cuándo es?
Lo estudio, las farolas iluminando sus rasgos afilados.
—El próximo viernes. ¿Por qué, de repente eres fanático de mi tipo de
música?
—Difícilmente. —se burla él.
—¿Que pasa contigo?
—¿Qué pasa conmigo? —Él mira hacia el camino oscuro, con una
mano en el volante. Cada pocos segundos, las farolas me permiten ver
brevemente su perfil afilado, su mandíbula tensa.
—¿Qué sigue para el infame Jesse Shepherd? —bromeo, lanzando
manos de jazz para lograr un efecto.
Aprieta el volante y sus nudillos se vuelven blancos.
—Lo estás mirando.
Mi sonrisa cae.
—¿Eso es todo? ¿Simplemente te vas a rendir? —No puede ser feliz
pasando el tiempo en el Blackbear trabajando a veces durante el resto de su
vida.
—No sabes de lo que estás hablando.
—Sé que no eres quien quieres que todos piensen que eres.
Él me mira.
—¿Y quién crees que soy?
—Un forastero. Como yo. —No es mi intención decirlo, pero lo hago y
no hay forma de recuperarlo ahora. No creo que nadie realmente conozca a
Jesse, excepto tal vez Lo. ¿Como podrían? No deja entrar a nadie. Mucho
menos a mí. Pero de alguna manera, me las arreglo para verlo. Tal vez sea
porque debajo de toda la mierda, somos iguales. Dos niños perdidos y
aislados con problemas de confianza, pretendiendo tener su mierda
controlada.
Encontramos nuestras miradas durante largos segundos, demasiado
tiempo para ser considerado seguro mientras conduce. Finalmente, él aparta
su mirada de mí. Está callado por el resto del viaje a casa, pero está
pensando tanto que prácticamente puedo escuchar sus pensamientos. Justo
cuando llega al camino de entrada, su teléfono parpadea con una llamada
entrante. Rápidamente lo silencia, volteándolo boca abajo sobre su muslo
cubierto por sus vaqueros.
—Estaré allí en unos minutos —me dice y lo entiendo como mi
indirecta no tan sutil para meterme a la casa.
—Gracias por el aventón —murmuro, tomando mi mochila antes de
salir y cerrar la puerta del auto sin mucha suavidad. Estos secretos suyos me
están volviendo loca.
Una vez dentro, me quito las botas antes de subir las escaleras de
madera que se sienten frías debajo de mis pies cubiertos por las medias.
Arrojo mi mochila sobre mi cama y abro el bolsillo delantero, buscando mi
teléfono. Como era de esperarse, hay varios mensajes de texto de mi madre.
Hola, cariño. ¡Te extraño!
¿Has tenido la oportunidad de revisar las cosas de tu papá?
Enviando paz, amor y luz. Xoxoxo
Pongo los ojos en blanco, soltando una carcajada por el último. Estaba
cien por ciento drogada cuando envió eso ¿Y qué parte de "No estoy lista"
no entiende? Solo pensar en ordenar las cosas de mi papá me pone al borde
de un ataque de pánico. No puedo explicarlo.
Arrojando mi teléfono sobre mi cama, tomo mis auriculares, luego
alcanzo a ciegas un CD de mi maleta. Soy de las que escucha según mi
estado de ánimo, tengo un CD mezclado para cada ocasión, pero en este
momento, solo necesito algo ruidoso. Cualquier cosa servirá. Lo meto,
cerrando la tapa antes de colocar los auriculares alrededor de mi cuello.
El leve sonido de Rise Against golpea mis oídos mientras mi
curiosidad me hace moverme hacia la ventana que da al patio delantero.
Levantando la cortina, veo a Jess parado afuera de su auto, con el teléfono
en su oreja. Empieza a pasearse por el camino de entrada, gesticulando
salvajemente. Abro la cortina un poco más para verlo mejor, inclinando la
cabeza hacia un lado, hipnotizada con cada uno de sus movimientos. De
repente, deja de pasearse, su bíceps flexionándose cuando pasa su mano
libre por su cabello. Inclina su cuerpo hacia la ventana y levanta la barbilla,
luego me está mirando directamente, o al menos, así parece.
Suelto la cortina como si me quemara, saltando fuera de la vista.
Probablemente no sea el curso de acción más sutil. Sacudo la cabeza,
reprendiéndome internamente por mi comportamiento espástico. Odio que
me convierta en una chica así cuando se trata de él.
Oigo que la puerta de su auto se cierra una vez más y no me sorprende
en absoluto el hecho de que se vaya. De nuevo.
Empujando mi decepción en lo profundo de esa caja en la que guardo
todos los pensamientos desagradables, desabrocho mis pantalones cortos,
empujándolos por mis piernas, junto con mis medias. Los cambio por un
cómodo par de pantalones cortos para correr que, irónicamente, nunca han
visto una pista un día de su vida. Tomo mi computadora portátil de la cama
y me acuesto boca abajo, sacando el diseño en el que he estado trabajando
para el espectáculo del viernes. Me coloco los auriculares sobre las orejas y
deslizo el control de volumen hacia arriba. Tal vez si está lo suficientemente
fuerte, ahogará todos los pensamientos sobre mi papá y Jess.
21
Allie
Si mi volante fuera un cuello, ya se habría roto bajo la presión de mis
manos apretadas. No puedo conducir esta vez. Cada vez que creo que me he
separado con éxito de mi pasado, y siento que estoy avanzando, algo sucede
que me empuja de nuevo. Esta vez, vino en forma de una llamada telefónica
del mismísimo diablo. Parece que cuanto más me alejo, más se agarra.
Hoy no, Satanás.
Entre eso y mi encuentro con Henry antes, me siento más que un poco
nervioso. Me meto debajo del asiento del pasajero, palpando por la botella
de Jack que sé que está ahí, queriendo sentir esa quemadura familiar que
está garantizada para ahuyentar toda la culpa y el odio a mí mismo. Al
menos durante unas horas. En cambio, encuentro el paquete de Dum-Dums
que Allie dejó. Todavía abajo, mis ojos se dirigen a su ventana otra vez,
buscándola, pero esta vez no la veo. Arrojo los dulces al asiento, y luego
vuelvo a bajar, sintiendo de nuevo hasta que mis dedos se encuentran con
vidrio frío.
La botella medio vacía se siente fría y pesada en mi mano. Desenrosco
la tapa, luego la bebo, dejando que el líquido me queme la garganta. Me
limpio la boca con el dorso de la mano, disfrutando de la quemadura. Pero
no es suficiente. Vuelvo a tomar un segundo trago, dudando una vez que la
botella está en mis labios. Enroscando el tapón, tiro la botella por la parte
de atrás en algún lugar, poniendo la mira en las paletas de caramelo.
¿Por qué diablos estoy aquí bebiendo mis problemas, cuando la
distracción perfecta está esperando arriba? Estar con Allie, tocarla, escuchar
los dulces sonidos que salen de su boca, es mejor que cualquier estado
mental alterado. Incluso cuando no me deja tocarla, estar cerca de ella hace
que todo lo demás se desenfoque. Me da algo que esperar.
Con los dulces en la en mano, salgo del auto y merodeo hacia la puerta
principal y subo las escaleras, tomándolas de dos en dos. Abro la puerta del
dormitorio y la encuentro boca abajo, con los dedos dando golpecitos en el
teclado de su portátil, sin saber que he llegado gracias a sus auriculares. Sus
piernas están dobladas en las rodillas, sus pies cruzados en los tobillos,
rebotando al ritmo de la música. Lleva puestos estos diminutos y jodidos
pantalones cortos que no ocultan la hinchazón de su perfecto trasero en
forma de corazón.
Mi polla salta en mis pantalones mientras observo la vista. Estoy al
otro lado de la habitación y a horcajadas en la parte posterior de sus muslos
en un instante. Allie se mueve sorprendida, se quita los auriculares mientras
intenta girar su cuerpo debajo de mí.
—¡Jesús, Jess! —grita, todavía retorciéndose para liberarse. Dejo caer
los dulces en el colchón junto a nosotros antes de llevar mis manos a su
trasero—. Pensé que te habías ido.
»Cambié de opinión. Eres jodidamente perfecta —digo con un apretón.
Allie pone los ojos en blanco, pero cuando paso mi pulgar por el borde de
su coño a través de los pantalones cortos de color gris claro, abandona la
farsa y se hunde en el colchón. Ahora que me deja tocarla así, parece que no
puedo parar. Su mejilla se presiona contra la sábana, sus ojos se cierran
mientras continúo frotándola. Arquea su trasero, dándome mejor acceso, y
mierda, mi polla está a punto de reventar a través de mi cremallera.
—No te muevas —le digo, metiendo la mano en mi bolsillo para tomar
mi teléfono.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta, mirándome por encima del
hombro.
Hago una foto justo antes de que sus ojos se abran de par en par con la
realización. Se estira para quitarme el teléfono de la mano, y esta vez,
cuando trata de darse vuelta, la dejo. Agarro sus dos muñecas en mis
manos, las clavo en el colchón mientras coloco mis caderas entre sus
muslos separados.
Con los ojos grises salvajes y las mejillas sonrojadas, se agacha debajo
de mí, pero lo único que consigue es frotarse contra mi polla. Levanto una
ceja, bajando la mirada a donde nos encontramos.
Allie gruñe, frustrada, pero sé que está tan excitada como yo. Junto sus
muñecas, sosteniéndolas con una mano para poder usar mi mano libre para
empujar su portátil por la cama y apartarla antes de agarrar los dulces.
—Te olvidaste de esto —digo antes de llevarme el paquete a la boca,
mordiendo uno libre. Dejo caer el resto antes de arrancar el envoltorio con
los dientes. La respiración de Allie se acelera, sus ojos se fijan en la paleta
rosa caliente—. Abre.
Para mi sorpresa, lo hace. Lo meto en su boca, y sus labios lo
envuelven, chupando. Gimoteo, empujando mis caderas hacia su calor, y
sus hoyuelos se profundizan cuando se da cuenta de lo que me está
haciendo.
—¿Te parece gracioso? —pregunto.
Aún sonriendo, asiente, sus ojos brillando con malicia mientras gira
sus caderas hacia mí.
Me meto la golosina en la boca antes de subirle la camisa blanca de
trabajo hasta las tetas. Sus pezones están jodidamente duros a través del
material transparente de su sostén negro. Enganchando un dedo debajo de la
tela, la bajo para revelarlo por completo. Me saco el caramelo de la boca,
girándolo alrededor de su pezón, y luego le doy el mismo tratamiento al
otro lado.
Al retroceder, la miro fijamente. Sus manos aún sobre su cabeza, los
pezones brillando por el dulce. Tomaría otra foto ahora mismo si no fuera
por el hecho de que no quiero hacer nada para joder a dónde va esto. Me
inclino, pasando mi lengua por su pezón pegajoso, con sabor a fresa. Allie
gime, arqueando la boca. Liberando sus muñecas, me arrastro por su brazo
y palmo su teta perfecta, probando esa también. Después de lamerla, me
muevo por su cuerpo, besando su estómago a lo largo del camino antes de
detenerme entre sus muslos temblorosos.
Cuando veo la mancha húmeda que se ve a través de sus pantalones
cortos de color gris claro, casi lo pierdo.
—Joder, Allison. —No sabe lo que me hace, pero estoy a punto de
demostrárselo. Le separo las rodillas antes de tirar de sus pantalones cortis y
ropa interior a un lado—. Un coño tan bonito. Hagámoslo aún más dulce.
Allie jadea mientras rodeo su clítoris con el caramelo y cuando lo
arrastro para sumergirlo dentro de ella, se aprieta a su alrededor. Lo
introduzco y lo saco, solo dando empujones lentos y poco profundos.
—Jesse —susurra. Me inclino, sin poder resistirme más. Cuando mi
lengua se encuentra con su clítoris, sus rodillas se cierran, atrapando mi
cabeza entre sus muslos.
—Mis dos sabores favoritos —murmuro en su cálido y húmedo coño
—. Allison y fresa.
—Eso se siente tan bien —dice, sus dedos pasando a través de mi
cabello, acercándome.
Empujo más profundamente hasta que el rosa desaparece dentro de
ella, luego le rozo el clítoris. Mi lengua y el caramelo trabajan juntos,
lamiendo y chupando y follando hasta que Allie jadea y se retuerce con la
necesidad de venirse.
—Necesito sentirte de nuevo —digo, saliendo a tomar aire. Asiente
frenéticamente, gracias a la follada, y me siento, sosteniendo el caramelo en
mi boca, y me alcanzo por detrás de la cabeza para sacarme la camisa, al
mismo tiempo que Allie se deshace de la camisa y el sostén.
Me muevo por encima de ella, con mis manos a ambos lados de su
cabeza. Allie me sorprende cuando toma el caramelo de mi boca y lo lleva a
la suya. Cuando su lengua se mueve dando vueltas alrededor de él, se lo
quito y lo arrojo en algún lugar detrás de mí antes de estampar mis labios
con los suyos. Me envuelve las piernas alrededor de la cintura y me calienta
mientras chupa mi lengua en su boca.
Suavizo mis manos a sus lados, alejándome de su boca mientras doblo
mis dedos en la cintura de sus pantalones cortos. Levanta sus caderas, sin
decir nada me da permiso para jugar a nuestro nuevo juego favorito, y no
pierdo el tiempo deslizándolas por sus delgadas piernas. Desabrochándome
los pantalones, me levanto para quitármelos, y mi polla se libera. Sus ojos
se centran en mi polla y traga con fuerza.
Me coloco de nuevo sobre ella, sus rodillas acunando mis caderas. Me
deslizo hacia arriba, sintiendo cómo me cubre la polla, resbaladiza y
caliente.
—Necesito estar dentro de ti —digo, con la voz tensa—. Solo un poco.
Allie asiente, y presiono la cabeza de mi polla en su apertura. Le doy
empujones superficiales, tratando de no empujar todo el camino dentro de
su estrecho calor.
—Te sientes tan jodidamente bien —le digo. Sus pies están apoyados
en el colchón, las piernas abiertas, pero entonces angula sus caderas,
llevándome un poco más profundo. Más profundo de lo que nunca he
estado con ella. Los dos nos congelamos, mi polla se clava en su abertura.
—Te deseo —dice, con su mano enrollada en la nuca—. Quiero
sentirlo todo esta vez.
Sin necesidad de que me lo digan dos veces, busco en el cajón de la
mesita de noche, buscando uno de los paquetes de papel de aluminio que sé
que está ahí. Sentado de rodillas, lo abro antes de rodarlo, y luego vuelvo a
la posición, con la polla preparada en su entrada.
Me muevo, empujando más, pero Allie se tensa, subiendo el colchón.
—Espera —susurra, sus dedos apretando mis bíceps.
Hago una pausa, mirándola.
—¿Qué pasa? —Busco pistas en sus amplios ojos.
—No he hecho esto exactamente antes. —Sus mejillas se vuelven
rosadas con la admisión.
¿Qué carajo?
—¿Repítelo?
—Soy virgen.
22
Allie
—Soy virgen —admito. Jess aprieta su mandíbula, dejando caer su
frente en la mía. Mi corazón está tronando en mi pecho, pero mi necesidad
de él en este momento supera cualquier miedo que pueda haber tenido de
tener sexo por primera vez.
»Di algo —ruego.
—¿Por qué yo? —dice.
—¿Por qué no tú? —contrarresto.
—Esto no es una buena idea —dice, con la voz tensa.
—Las mejores cosas nunca lo son —digo, repitiendo sus palabras de la
otra noche, tratando de evitar que mi voz tiemble. Cuando no habla, muevo
mis caderas, instándolo a que siga adelante. Los puños de Jesse se aprietan
contra el colchón, y traga con fuerza, su garganta se balancea con el
movimiento.
—¿Estás segura? —pregunta, sus ojos color avellana brillando con
indecisión.
Lo miro, tratando de transmitir sinceridad con mis ojos.
—Por favor. Quiero esto.
Con esas palabras, avanza, finalmente cediendo. El empuje inicial me
roba el aliento, mis uñas escarbando en la cálida carne de sus brazos.
—Respira, Allison —dice Jesse, quitando el cabello de mi rostro con
su pulgar—. Tienes que relajarte.
Asiento, tomando un respiro tembloroso. Después de darme un minuto
para ajustarme, se mueve de nuevo, metiéndose dentro de mí con un
gemido estrangulado. Me siento demasiado llena y me quedo quieta, con
miedo de mover un músculo.
Oh, Dios mío. Jesse Shepherd está dentro de mí.
Colorblind de Counting Crows sale de mis olvidados auriculares en
algún lugar de mi cabeza, mientras Jess se inclina, rozando sus labios contra
los míos con un beso más tierno de lo que creía que era capaz. Nuestras
narices están a unos centímetros de distancia y puedo sentir su aliento en
mis labios, sus ojos se fijan en los míos cuando empieza a moverse dentro
de mí. Soltando mi agarre mortal sobre sus bíceps, deslizo mis dedos en su
cabello, bajándolo para besarme de nuevo. Jess serpentea una mano entre
nosotros, usando dos dedos para acariciarme, y la tensión se derrite
lentamente de mi cuerpo, reemplazada por la necesidad de moverme.
—Más —susurro en sus labios, mis caderas se mueven al tocarlo. Se
retira antes de volver a llenarme lentamente, y esta vez, el aguijón del dolor
está ligado al placer.
—He pensado mucho en cómo sería sentirte por fin desde dentro —
dice, bombeándome—. Nada podría haberme preparado para la realidad.
Jodidamente nada.
Sus palabras me envuelven como una manta caliente mientras que
simultáneamente encienden un fuego en mí. Trabo mis piernas alrededor de
su cintura, tirando de él más profundamente, rodeando mis caderas. Sin
romper nunca nuestra conexión, Jess se sienta en sus talones, una mano
sosteniendo mi muslo en su lugar mientras la otra continúa sus movimientos
en mi clítoris. Sus ojos arden de lujuria, fijos en el lugar donde nos
encontramos, viéndose deslizarse dentro y fuera.
—Tan condenadamente apretado —gime. Mis caderas se levantan del
colchón en un esfuerzo por acercarse. Las cejas de Jesse se juntan,
formando un pliegue duro entre ellas, sus mejillas enrojecidas por el
esfuerzo.
—Creo que estoy cerca —digo, desconcertada por el hecho. Siempre
escuché que la primera vez era miserable.
—Puedo sentir que me aprietas —dice Jess con voz ronca, ambas
manos rodeando el pliegue de mis caderas, controlando mis movimientos.
Su pelvis se me clava con cada empujón, acercándome al borde. Mi visión
se vuelve borrosa alrededor de los bordes, cada terminación nerviosa
zumba, y cuando Jesse se inclina para pasar sus dientes en mi pezón,
exploto. Mi espalda se eleva de la cama mientras un grito estrangulado se
libera. Jess me folla durante mi orgasmo, sus movimientos se vuelven más
bruscos y frenéticos. Con un último golpe de sus caderas, gime antes de
derrumbarse sobre mí.
Ambos estamos en silencio mientras la realidad de lo que acabamos de
hacer nos envuelve. Me siento cruda y expuesta e inesperadamente emotiva.
Jess se aparta de mí, su piel sudorosa pegada a la mía, antes de retirarse.
Hay una leve mancha de sangre en el condón, y otra en mi muslo interno,
pero está lejos de la masacre que temía.
Los ojos de Jesse se centran en la sangre, sus fosas nasales se
ensanchan, antes de bajar hasta que su rostro esté entre mis muslos una vez
más. Intento cerrar las piernas, avergonzada, pero las abre antes de dar
besos con la boca abierta en la parte interior de mis muslos, aparentemente
sin que le moleste la sangre. Cuando su lengua se encuentra con mi centro
demasiado sensible, me estremezco, todavía demasiado crudo. Pero me
mantiene en el lugar, dando unos suaves golpes aplanando su lengua, como
si calmara el piquete.
Sin decir palabra, se levanta, retirando el condón de su longitud todavía
dura, y luego se acerca al baño para tirarlo a la basura. Su pelo está húmedo
de sudor y sus músculos parecen más pronunciados, y no puedo dejar de
mirarlo mientras vuelve a la cama, rascándose ausentemente el estómago.
No puedo creer que acabo de perder mi virginidad. Con eso.
Se agacha, toma un paquete de cigarrillos y un encendedor de sus
vaqueros desechados. Se dirige a la ventana y oigo el sonido de su
encendedor un segundo antes de que abra la ventana. Apoyando una mano
en el marco, se inclina para apoyar su frente en el dorso de su mano. Se
mueve, el humo se envuelve en el aire delante de él.
Me envuelvo una manta alrededor de los hombros, luego me acolcho
hacia él, deteniéndome a unos centímetros de su espalda.
—¿Te hice daño? —pregunta finalmente, su voz ronca rompiendo el
silencio. Las luces de la calle iluminan su perfil mientras gira la cabeza a un
lado, esperando mi respuesta.
—Un poco —respondo honestamente.
—¿Te arrepientes? —pregunta, sin llegar a verme.
—No.
Gira la cabeza para mirar por la ventana una vez más, y una sensación
de hundimiento me llega al estómago.
—Pero tú sí —acuso, frunciendo el ceño. Lo veo tenso, pero no lo
niega. Mis venas se convierten en hielo cuando doy un paso atrás, pero se
da la vuelta, su mano me aprieta la muñeca y me mantiene en el sitio. Lo
miro, esperando que hable. Traga con fuerza, mirándome atentamente, pero
no dice nada.
—Déjeme ir.
Me suelta la muñeca, y giro hacia el baño, necesitando poner algo de
distancia. Cierro las dos puertas y dejo que la manta caiga al suelo,
inspeccionando mi reflejo que parece tan desarrapado como me siento. Mi
cabello es un desastre enredado, mi piel manchada, mis labios hinchados.
La curiosidad mórbida tiene mi mano alcanzando a sentir entre mis piernas.
Me siento en carne viva. Expuesta. Tanto física como emocionalmente.
Dándome la vuelta hacia la ducha, abro el grifo. Mientras espero que el
agua se caliente, me digo que estoy bien. Es solo sexo. Tenía que ser
alguien. Me alegro de que esté fuera del camino. Está bien. Estoy bien.
Una vez que el baño está bien y vaporoso, entro en la ducha, dejando
que el agua caliente se derrame sobre mí.
—Allison —ruge Jesse, golpeando la puerta, causando que me sacuda
—. Abre la maldita puerta.
No respondo, y los golpes cesan un minuto antes de que los oiga venir
desde el otro lado.
—Maldita sea, Allie.
Si fuera a llorar, ahora, con el agua para ocultar mis lágrimas, sería el
momento. Pero no caen. Justo cuando creo que se rindió, oigo un fuerte
ruido seguido por el sonido de la madera astillada. La cortina de la ducha se
abre de un tirón, revelando a Jess, sus ojos duros, el pecho subiendo y
bajando rápidamente.
—¿Qué demonios te pasa? —pregunto, cruzando mis brazos sobre mi
pecho en un inútil intento de modestia considerando que acabo de darle mi
virginidad.
Ignorando mi pregunta, entra en la ducha, con sus manos acunando mi
rostro, obligándome a mirarlo a los ojos.
—No me arrepiento de ti —dice con vehemencia. Mi nariz empieza a
picar con la promesa de las lágrimas, mi barbilla tiembla. Intento apartarme
de su alcance, pero me mantiene en el sitio—. Eres tú quien debería
lamentarme.
Frunzo el ceño, confundida.
—¿Por qué?
—Porque voy a joder esto.
—¿De qué estás hablando? —Niego con la cabeza, sin entender a
dónde va con la suya. La ducha me golpea en la espalda, el agua se desliza
de mi pelo a sus manos que todavía me cubren la cara, corriendo por sus
antebrazos. Frota su pulgar sobre mi labio inferior, sus ojos se dirigen a mi
boca.
—Debería irme ahora, antes de que sea demasiado tarde.
—O podrías simplemente... quedarte. —Trago con fuerza, buscando en
sus ojos cualquier pista de lo que pasa dentro de su cabeza. Sé que es solo
cuestión de tiempo antes de que se vaya de nuevo. Entonces Lo y Dare
volverán pronto, y tendremos que volver a los momentos robados cuando
nadie esté mirando. Nuestro tiempo juntos es fugaz, y quiero aferrarme a lo
que sea esto por un poco más de tiempo.
—O podría quedarme.
23
Allie
—¿Recuerdas el día en el que nos conocimos? —pregunto, recogiendo
mi cabello en una alta cola de caballo antes de hundirme en el jacuzzi. Jess
me sonríe desde el lado opuesto, sus ojos arrastrándose sobre mi cuerpo.
Después de astillar la puerta del baño la otra noche, nos llevó de vuelta a la
cama como si nada hubiera pasado. Estaba demasiado dolorida para otra
ronda tan pronto, así que se conformó con lamerme hasta que llegué con
mis muslos pegados a cada lado de su cara.
No he ido a la escuela y solo he trabajado un par de turnos esta
semana, y sorprendentemente, Jess no ha hecho un acto de desaparición.
Hemos pasado los últimos días juntos hablando, riendo, follando. Estar con
él así es agridulce. Me siento como si estuviera en la cima del mundo
cuando estamos en nuestra pequeña burbuja, pero ¿qué pasa cuando esa
burbuja estalla? Puedo decir que todavía está nervioso. Veo su
comportamiento cambiar cada vez que su teléfono suena, aunque no ha
respondido. Algo está plagando sus pensamientos. Solo que no sé qué es.
—Mmm —dice, tirando de mí por mis piernas hasta que estoy a
horcajadas sobre él—. Cuando le dije a Sierra que eras mi novia.
—Esa no fue la primera vez —digo, golpeando su mano cuando retira
el triángulo negro de la parte superior del bikini lejos de mi pecho.
—Sí lo fue —argumenta, su voz firme.
—Nop. —Sonrío, sacudiendo la cabeza—. Mi papá enseñaba guitarra
en la escuela secundaria.
Jess se acomoda, las manos agarrando mi cintura, esperando que
continúe.
—Solía pasar el rato bajo las gradas cuando él tenía que trabajar. —
Pienso en la primera vez que vi a Jess, sudando y jadeando en la práctica de
lacrosse mientras trotaba fuera del campo para coger su botella de agua.
Halston me sorprendió mirando fijamente y me dijo todo lo que ella sabía
de él, que no era mucho. Se acababa de mudar allí y era el nuevo juguete
brillante con el que todas las chicas querían jugar. Le seguí la corriente,
como si no fuera el chico más sexy que jamás había visto, y finalmente, ella
cambió de tema. No fue sino hasta unas semanas después que realmente nos
conocimos.
—Un día perdí la noción del tiempo, y sabía que mi papá me estaría
buscando. Me precipité desde debajo de las gradas como un murciélago que
salió del infierno y me encontré contigo.
Jess frunce el ceño.
—Me habría acordado de ti.
—Bueno, no lo hiciste. —Me río—. Se me cayó el diario al mismo
tiempo que se te cayó el libro. Una vieja y gastada copia de bolsillo de The
Outsiders. —Tampoco fue la última vez que lo vi.
—Recuerdo vagamente esto —dice, sus pulgares frotando mis caderas.
—Te agachaste para recogerlos y luego me entregaste mi diario.
—Siempre el caballero. —Sonríe, obviamente satisfecho consigo
mismo.
Suelto una carcajada.
—Claramente no recuerdas lo que me dijiste después.
—Nop.
—Dijiste, y cito, “Llámame cuando te quites los frenos”.
Jess tira su cabeza hacia atrás, soltando una carcajada. Floto lejos de él,
salpicando agua en su cara.
—Me alegra que estés tan entretenido contigo mismo —digo, pero no
puedo evitar la sonrisa en mis labios. Ver a Jesse Shepherd feliz es una
hermosa jodida vista.
—No es de extrañar que me odiaras cuando te vi en Blackbear, —
reflexiona—. Mientras estamos confesando cosas —dice, deslizándose
hacia mí, apoyando sus manos en el borde del jacuzzi detrás de mí,
encerrándome—. Realmente no me importaba lo que Sierra pensara. Solo
quería hablar contigo.
Me muerdo el labio, rodeando mis manos alrededor de la parte
posterior de su cuello mientras cierro mis piernas alrededor de su cintura.
—Oh ¿sí?
Él asiente. —Y míranos ahora.
Siento lo duro que está a través de sus pantalones cortos de baño, y
levanto una ceja.
—No hay suficiente cloro en el mundo para que tenga sexo contigo
aquí. —Ya es bastante malo que esté aquí sin un traje de materiales
peligrosos con toda la acción que tiene este jacuzzi.
Jess se ríe, acariciando mi cuello.
—No puedo evitarlo. Tu piel es suave y jodidamente hueles a
caramelo.
Sonriendo, giro mi cabeza para darle un mejor acceso. —Pensé que el
caramelo te recordaba a las ancianas.
—Ya no —dice, levantándome por los muslos mientras se pone de pie.
Aprieto mi agarre en su cuello, chillando mientras nos saca del jacuzzi.
—¿A dónde vamos?
—Le dijiste que no al jacuzzi. Tendré que follarte en la siguiente
superficie más cercana. —Se inclina, sosteniéndome aún, y saca un condón
de sus vaqueros descartados.
—¿Andas por ahí con condones en los bolsillos? —Bromeo, luego
traigo mi lengua para lamer la gruesa columna de su cuello, salpicando
besos en el medio.
—Lo hago ahora.
Él me baja a uno de los sillones de mimbre acolchado al otro lado del
patio. Miro hacia la puerta. Está oscuro afuera, pero cualquiera que pase
tendría una vista clara de nosotros gracias a las luces en el patio. Jess
sonríe, leyendo mi mente mientras se burla del moño en el lado de mi parte
inferior del traje de baño.
—¿Tienes miedo, Allie?
Me escapo de debajo de él, y presiono su pecho hasta que se recuesta
en la silla. Se raspa los dientes a lo largo de su labio inferior, mirando
atentamente mientras llevo una rodilla al borde de la silla. Alcanzando
detrás de mi cuello, tiro de la cuerda, dejando que mi top se abra, mis
pezones se tensan mientras el aire fresco de la noche golpea mi piel
sobrecalentada.
Jesse se lanza hacia mí, enganchando un brazo alrededor de mi cintura,
causando una risa inesperada derramándose fuera de mí.
—Voy a tomar eso como un no.
***
—¡Jess!
La voz de Lo me sacude del sueño. Me alejo del cálido cuerpo de Jess,
con el corazón palpitando, y sostengo la manta contra mi pecho desnudo.
Nos quedamos dormidos aquí anoche después de que me tiró sobre su
regazo y me dijo que lo montara.
Miro hacia abajo a su figura dormida, sacudiendo su hombro.
—¡Jesse! —Siseo, saltando de la silla para encontrar mi traje de baño.
Veo las piezas asomándose de debajo de la camisa de Jesse, y las recojo,
vistiéndome en tiempo récord.
¿Qué demonios están haciendo Lo y Dare volviendo tan temprano?
Mentalmente calculo los días, habiendo perdido la noción del tiempo sin la
escuela como un indicador. Sábado. Eso significa que Jess y yo hemos
estado escondidos durante casi una semana entera.
Ajustando mi top, le doy un empujón en el culo con mi pie.
—¡Levántate!
Finalmente empieza a moverse, sentándose con un gemido. Le tiro la
camisa al pecho, seguido de sus jeans, pero no tiene tanta prisa, frotando
perezosamente una mano por su cara mientras bosteza. Miro hacia de nuevo
a la puerta del patio, sabiendo que estamos a unos dos segundos de ser
atrapados con las manos en la masa. Jesse se mueve tan lento como la
maldita melaza, empujando sus piernas dentro de los jeans antes de
subirlos, sin molestarse en abotonarlos, y tengo que alejar mis ojos de la
vista.
—Ahí estás —dice Lo detrás de mí, justo cuando noto el condón usado
de anoche en el suelo. Lo cubro con mi pie, levantando una mano para
proteger mis ojos del sol mientras me doy la vuelta para enfrentarla.
—Hey —digo, forzando una sonrisa, pateando el condón debajo de la
silla tan casualmente como sea posible, haciendo una nota mental para
volver a deshacerme de él más tarde—. Están de vuelta temprano. ¿Cómo
les fue?
—Estuvo bien —dice con un encogimiento de hombros—. Comí algo
de buena comida. Me quedé en la piscina. Me casé.
Jesse levanta la cabeza en esa última parte, y Lo se ríe, extendiendo su
mano, mostrando una delicada banda de oro con un solo diamante.
—Oh Dios mío. —Me río—. ¡Felicidades! —Le doy a Lo un fuerte
abrazo y ella me aprieta la espalda, sonriendo como una lunática. Luego
abrazo a Dare, que me da más de una palmada en el hombro, pero incluso él
se ve emocionado. Bueno, para él, de todos modos.
—¿Jess? —pregunta Lo, un tono nervioso en su voz.
Él le da una sonrisa tensa, se pone de pie para darle a Dare ese apretón
de manos/abrazo que los chicos hacen, y luego se está moviendo hacia Lo,
abrazándola por los hombros mientras sus brazos rodean su cintura.
—Me alegro por ti —dice, su tono sincero pero de alguna manera triste
antes de darle un beso en la cabeza.
Se aleja, deslizando una mano a través de su pelo desaliñado.
—Tengo que mear.
Dare y Lo intercambian miradas mientras él se gira hacia la puerta.
La burbuja ha estallado.
El incómodo medidor sube a un máximo histórico mientras estoy aquí
de pie en mi traje de baño, sin tener la primera idea de qué decir.
—Hablaré con él después de que tenga la oportunidad de digerir las
noticias —dice Lo.
—Felicidades —repito—. Me voy a poner algo de ropa.
Y por ponerme algo de ropa, me refiero a encontrar a Jess.
24
Jess
Mi hermana se casó. Mi hermana se casó sin mí allí. Lo dije en serio
cuando dije que me alegraba por ella, pero no diré que se siente bien saber
que no quería que me involucrara. Es solo otro recordatorio de que no
puedes volver a cómo eran las cosas antes. Lo está casada y va a volver a la
escuela. Dare tiene su tienda. Allie tiene su música. Todos están alcanzando
sus metas y sueños, y yo estoy aquí... a la deriva sin una dirección real. Sin
un propósito real.
—¿Estás bien? —La suave voz de Allie pregunta desde la puerta del
baño. Las manos apoyadas en el borde del lavabo, me encuentro con sus
ojos en el reflejo del espejo. Se puso una camiseta holgada sobre su traje de
baño, con el pelo todavía recogido en una cola de caballo torcida, pero se ve
jodidamente hermosa.
—Bien —corto, odiando sonar como un imbécil cuando Allie no hizo
nada para merecerlo.
Ella se aleja del marco de la puerta, abriéndose camino hacia mí. Sus
brazos me rodean, las palmas se aplastan contra mi estómago, la mejilla
presiona mi espalda. Cierro los ojos, permitiendo que su toque calme la
tormenta dentro de mí.
No debí haberle quitado la virginidad, pero cuando me la ofreció en
una maldita bandeja de plata, estaba demasiado débil para irme. Toda esta
semana, ignoré mis obligaciones y me permití fingir con Allie. Me permití
fingir que mi vida no era un espectáculo de mierda, y me permití sentir lo
que podría ser estar realmente con ella.
Pero ahora, los mensajes de voz se están acumulando. Las vacaciones
de primavera han terminado. Dare y Lo están en casa, y Allie ha dejado más
que claro que no quiere que la vean con un perdedor como yo en público.
—Tengo que salir de la ciudad —digo, sintiendo su tensión detrás de
mí—. Tengo algunas cosas de las que ocuparme.
—¿Alguna vez me dirás adónde vas? —pregunta, soltándome. Me
giro, levantándola antes de subirla en la encimera, de pie entre sus piernas.
—No es para que te preocupes. —Froto la parte exterior de sus muslos,
sin poder dejar de tocarla.
Ella frunce el ceño, sus labios se retuercen, haciendo su hoyuelo más
prominente en el lado derecho. —¿Cuándo regresaras?
—En un par de días. —Me encojo de hombros.
Ella se baja del encimera, su coño rozando mi polla mientras se desliza
por mi cuerpo antes de alejarse. Gruño y sus labios se inclinan hacia arriba
con una lenta sonrisa, sabiendo exactamente lo que me está haciendo. Ella
está tratando de hacer difícil la salida, y está funcionando.
—Supongo que te veré entonces.
Malcriada.
25
Allie
—¿Estás nerviosa? —pregunta Garrett, tomando un montón de
volantes de mí. He pasado toda la semana poniendo todo en orden para
mañana por la noche, y ahora, todo lo que queda por hacer es correr la voz
y esperar que todo salga bien. Garrett le dirá a su multitud, Halston le dirá a
los dormitorios y a sus amigos a quienes les gusta ir de fiesta, y planeo
enviar spam a todas las superficies de Kerrigan. Ya golpeé Blackbear y Bad
Intentions y lo publiqué en las redes sociales. Entre los tres, creo que hemos
cubierto todas las bases.
—No.
—Mentirosa —acusa Halston, mientras clavo uno de los volantes de
color rosa fuerte en un tablón de anuncios—. En serio, no pasa nada este fin
de semana. Debería preocuparse por el exceso de capacidad, en todo caso.
Resoplo. —Dudoso —el volante se jacta de las bebidas a un dólar
durante la primera hora, por lo que debería atraer a todos, tanto si es su
escena típica como si no, pero no espero nada loco.
—Ella tiene razón —dice Garrett—. Chica. Si lo construyes, ellos
vendrán.
Halston y yo intercambiamos miradas confusas.
»Vamos —suelta Garrett, claramente decepcionado de que no
entendamos la referencia—. ¿Campo de sueños? 1989. Kevin Costner.
¿Guy convierte su campo de maíz en un campo de béisbol para jugadores
muertos?
—Suena fascinante —dice impasible Halston.
—Lo siento. —Me río con un encogimiento de hombros.
—Ustedes apestan chicas. —Agita la pila de volantes hacia mí—. Voy
a entregar esto a las personas que vieron películas hechas antes del año
2010.
—¡Gracias por tu ayuda! —grito después que se va.
—¿Qué pasó con él? —pregunta Halston, enganchando un brazo
alrededor de mis hombros mientras caminamos hacia su dormitorio.
—No pasó nada —le digo, rodando los ojos—. Te lo dije. Somos
amigos. ¿Qué pasa contigo y Sully? ¿Todavía eres fría con él?
Deja caer la cabeza hacia atrás con un gemido.
—Me está volviendo loca, pero sí. Todavía estoy ignorando su
existencia.
—Estás bastante molesta para ser alguien que dice ser genial con las
relaciones casuales —le digo. Ella no lo ha perdonado desde esa noche que
Sierra estaba con él en el jacuzzi, no es que esté diciendo que debería
hacerlo, pero cuanto más lo evita, él más lo intenta. Las dos sabemos que es
solo cuestión de tiempo antes de que caiga.
Ella me frunce el ceño.
—Está bien, hablemos de cómo follaste a Jes…
Cubro su boca con mi mano.
—Las dos somos idiotas. Punto a favor. —Tan pronto como vi a
Halston cuando regresó el domingo por la noche, supo que me había
acostado con él. Una mirada es todo lo que tomó. No me preguntes cómo.
Le conté cómo pasamos toda la semana juntos, antes de que saliera. De
nuevo.
—¿Aún nada? —pregunta. Sacudo la cabeza. Seis días. Ese es el
tiempo que ha pasado desde que escuché de Jess. Odio que pueda dejarme
tan fácilmente, pero odio aún más que realmente lo extraño cuando se va.
Me hace sentir débil. Dependiente. Dos cosas que nunca quiero ser.
—Es hora de sacar las armas pesadas.
—¿Como?
—Muéstrale lo que se está perdiendo.
Cuando todavía no entiendo su significado, pone los ojos en blanco y
se detiene para encararme.
—¡Envíale un desnudo! —alarga la mano para abrir los dos primeros
botones de mi camisa de cuello en V acanalada con rayas negras, rojas y
blancas—. Tienes unas tetas geniales. Comiza por allí.
Golpeo su mano, levantando la pila de volantes para cubrir mi pecho.
—Eres una loca.
—Es por eso que me amas.
****
Tumbada en la cama, miro mi teléfono, debatiendo si seguir o no el
consejo de Halston. Al principio, ni siquiera lo consideré, pero ahora que
estoy en la cama sintiéndome toda frustrada, sexualmente y de otro modo,
no parece una idea tan terrible.
A la mierda
De pie, me levanto la camisa, deteniéndome cuando el dobladillo con
volantes solo cubre mis pezones. Sostengo mi teléfono debajo de mí,
inclinándolo para que solo puedas ver mi estómago desnudo y mi pecho que
estira la tela de mi camisa. Puede que sea lo suficientemente estúpida como
para enviar imágenes atrevidas, pero no soy lo suficientemente estúpida
como para mostrar mi cara.
Presiono enviar antes de que pueda cuestionar mi decisión. Mis dedos
golpean contra mi teléfono, esperando ansiosamente su respuesta. Cuando
veo aparecer las tres pequeñas burbujas, diciéndome que está escribiendo,
mi estómago se revuelve.
Pero luego desaparecen.
Espero unos segundos más y, cuando no vuelven a aparecer, arrojo mi
teléfono a la cama. Bueno, eso fue anticlimático. Decidiendo dar por
terminada la noche, me dirijo a la ducha, sintiéndome más que un poco
amargada.
No es hasta que el agua se enfría que finalmente salgo de la ducha,
envolviendo mi toalla a mi alrededor. Cuando abro la puerta, me congelo,
sin esperar encontrar a Jesse sentado a los pies de mi cama, con los codos
apoyados en las rodillas y la cabeza baja. Cuando me escucha, su cabeza se
levanta, sus ojos se llenan de calor mientras deambulan por mi cuerpo.
Trago con dificultad bajo su lectura.
Cuando no habla, decido ser la que cierre la distancia entre nosotros.
Sus ojos brillan, casi imperceptiblemente, antes de enseñar su expresión. Su
mandíbula está apretada, sus manos girando en puños cuando me detengo
entre sus rodillas abiertas. Me agacho para apartar un mechón de cabello de
sus ojos, y los cierra con fuerza, como si estuviera siendo torturado
físicamente por mi toque.
Aprovecho la oportunidad para estudiar sus rasgos, pasando las yemas
de los dedos por sus cejas oscuras, el pliegue entre ellos y las débiles pecas
en la nariz. Inhala profundamente pero no me detiene. Cuando llego a sus
labios, me agarra la muñeca, su mirada me quema. Me suelta, sin romper el
contacto visual mientras su mano se mueve hacia el nudo en mi toalla.
Duda, esperando que lo cierre, pero no puedo hacer nada más que quedarme
aquí, deseando que me quite la toalla. Y eso es exactamente lo que hace. La
toalla blanca revolotea a nuestros pies, los míos desnudos y los de Jesse
cubiertos de botas.
—Tengo tu foto —dice, rompiendo el silencio entre nosotros. Mi
cabello mojado gotea sobre mi pecho y él se inclina hacia adelante para
atrapar con su lengua una gota que rueda por mi esternón. Cuando su
lengua golpea mi piel, cada terminación nerviosa hormiguea, mi piel se
eriza—. ¿Alguien me estaba extrañando? —rodea mi pezón con la punta de
su dedo, ligero como una pluma.
—Eres un imbécil —espeto, enganchando una pierna sobre la suya, mi
rodilla apoyada en el colchón.
—Pero me deseas de todos modos —hace un rápido trabajo
desabrochando sus jeans, empujándolos lo suficientemente bajo como para
sacarlo, ya grueso y duro. Levanto mi otra pierna, a horcajadas sobre su
regazo, sin querer prolongar esto por otro segundo. Las manos de Jess
encuentran mis caderas mientras me bajo sobre él, deslizando su longitud.
—Joder —gruñe, sonando dolorido, y mi cabeza cae hacia atrás ante la
sensación.
—Seis días es demasiado tiempo para estar sin esto —respiro,
agarrándome de sus hombros como apoyo.
—He creado un monstruo —dice, su voz burlona mientras flexiona sus
caderas hacia arriba—. Dime que me extrañaste.
—No.
—Tu coño lo hizo —dice, tirando de mi lóbulo de la oreja entre sus
dientes—. Me extrañó tanto que está llorando por mí.
Siento que me aprieto a su alrededor y él gime, apretando mi trasero, y
antes de saber qué está pasando, nos ha dado la vuelta, así que estoy de
rodillas. Miro por encima de mi hombro y veo que saca un condón del cajón
y lo enrolla, tirando la envoltura al suelo.
Al menos uno de nosotros está pensando con claridad.
Jess empuja entre mis omóplatos hasta que mi pecho está plano contra
el colchón, inclina mis caderas hacia arriba y luego se desliza dentro de mí
por detrás. Me tambaleo hacia adelante con un jadeo, sin esperar lo intenso
que sería así.
—Vuelve aquí —dice, tirando de mis caderas hasta que mi trasero está
al ras contra su pelvis. Me sostiene en el lugar mientras me folla, mis manos
apretando las sábanas, con los ojos cerrados.
—Es tan profundo —murmuro en el colchón.
Él cubre mi cuerpo con el suyo, sus manos cubren las mías.
—No lo suficientemente profundo.
Siento sus labios en la parte posterior de mi cuello, su piel manchada
de sudor pegada a la mía mientras bombea sus caderas hacia mí. Siento que
me aprieto a su alrededor mientras se desliza hacia adentro y hacia afuera,
una y otra vez.
»Joder, tengo que venirme —dice Jesse mientras coloca una mano
debajo de mí, frotando mi clítoris mientras acelera.
Oh Dios mío. Así como así, estoy contrayéndome a su alrededor,
incapaz de detener la fricción con su mano, mi clítoris pulsando bajo sus
dedos. Una vez que disminuyo mis movimientos, Jesse se sienta, follando
mi cuerpo deshuesado hasta que lo siento sacudirse dentro de mí.
Él se aleja de mí y lo escucho deshacerse del condón antes de volver a
meterse en la cama detrás de mi cuerpo gastado, los dos acostados en la
cama horizontalmente, demasiado cansados y saciados para enderezarnos.
Su brazo se enrosca a mi alrededor, ahueca mi pecho, su barbilla descansa
sobre mi cabeza, y solo se siente como segundos antes de sucumbir al
sueño.
26
Allie
Jesse se quedó en mi habitación anoche, aunque Dare y Lo estaban en
casa. Nos estamos volviendo descuidados. Negligentes, Pero algo ha
cambiado, y creo que ambos lo sentimos.
—¿Esa cosa es esta noche? —pregunta Jess, sacándome de mis
pensamientos. Miro su perfil, una mano en el volante, la otra mano
empujando su cabello. El insistió en llevarme a la escuela esta mañana, lo
cual es la primera vez.
—Sí —digo, sorprendido de que recordara el espectáculo.
Jess entra al estacionamiento, apagando el motor antes de salir.
Rodeando el capó de la camioneta y luego está en mi puerta, abriéndola
para mí.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto con cautela.
—Te acompaño a clase.
Me quedo en mi asiento, momentáneamente sorprendida de que no me
deje sola, y Jesse se estira a través de mi regazo para desabrocharme el
cinturón de seguridad. Enarco una ceja.
—¿Qué pasa con el acto del novio?
—Te acompaño a la clase, no te estoy pidiendo que vayas en serio.
Tranquilízate.
Me bajo, balanceando mi bolso sobre mi hombro mientras me dirijo
hacia el campus, carpeta en mano. Jess caminado a mi lado, me rodea con el
brazo y me acerca.
¿Qué le pasa?
Una vez que nos acercamos al patio donde los estudiantes están dando
vueltas, recibimos un par de miradas curiosas y tomas dobles, pero Jesse no
se da cuenta o no lo reconoce. Enderezando mi postura, sostengo mi carpeta
en mi pecho, los nudillos magullados de Jesse colgando sobre mi hombro.
—¡Shepherd! —grita una voz ruda.
Jess se detiene ante el sonido de su nombre. Cuando nos damos la
vuelta, es para ver a un hombre de mediana edad con un polo blanco y un
logo rojo de los Wildcats.
—Escuche que habías vuelto —dice el hombre, sonriendo como si
estuviera realmente feliz de verlo—. ¿Te mantienes alejado de los
problemas?
—Nunca —dice Jess mientras se acerca para un abrazo, el hombre
golpeando a su espalda.
—Tal vez pueda ayudar con eso.
Jess lo mira inquisitivamente, con sus gruesas cejas juntas.
—Tengo que ir a clase —interrumpo, poniendo un pulgar sobre mi
hombro.
—Mierda, Esta es Allie —dice Jesse tardíamente—. Allie, este es el
entrenador Standifer. Él es la razón por la que no estoy en la cárcel ahora
mismo.
El entrenador Standifer extiende su mano para estrechar la mía.
Algo se calienta dentro de mí mientras soy testigo de su interacción.
Esta es la primera vez que he visto a Jess parecer completamente a gusto
con alguien. Puedo decir que lo respeta.
—Bien, entonces dejaré que ustedes dos se pongan al día.
—Un segundo —dice Jesse, levantando un dedo. Me lleva a un lado,
me agarra desprevenida mientras me sostiene la barbilla, inclina mi cara
hacia él, y me besa con fuerza, me mete la lengua en la boca. Siento como
si mi estómago fuera atacado por un enjambre de mariposas furiosas y
presiono sobre mis dedos de los pies, deslizando mi mano libre por su
pecho.
Una tos forzada del entrenador Standifer me hace apartarme
bruscamente, con las mejillas ardiendo.
—Tengo algunas cosas que hacer hoy, pero te veré esta noche —dice
Jesse, con su voz tranquila y profunda.
—Está bien. —asiento—. Encantada de conocerlo —le digo al
entrenador Standifer con un saludo embarazoso antes de darme la vuelta
para alejarme.
27
Allie
—Relájate —dice Dylan por octava vez, sus manos apretando mis
hombros en un esfuerzo por relajarme—. La parte difícil ya terminó.
—En serio —acepta Halston—. Mira alrededor. Lo hiciste genial.
Aspiro una bocanada de aire, absorbiéndolo todo. El lugar está lleno,
mucho más de lo que estaba la primera noche que vine, y mucho más de lo
que podría haber esperado. Lo único que podría mejorarlo es si mi papá
estuviera aquí.
—Ya es hora —le digo—. ¿Están listos chicos?
Dylan asiente antes de unirse al resto de la banda en el escenario
mientras el DJ termina la última canción. Halston me rodea con sus brazos,
soltando un chillido emocionado mientras sube al escenario.
Balanceando su guitarra sobre su hombro, Dylan coloca una mano
alrededor del soporte del micrófono.
—Somos The Liars.
Halston y yo intercambiamos miradas cuando él no habla, el silencio
cae sobre la multitud.
—No es una gran introducción, pero está bien —le digo, aplaudiendo.
Halston rápidamente hace lo mismo hasta que el público se une. La música
comienza, luego todos reanudan su baile, maldita presentación incómoda.
Ellos tocan perfectamente. Parece que Dylan nació para estar en el
escenario, luciendo como la quintaesencia estrella de rock torturada.
—Tienes que estar bromeando —Halston casi gruñe algunas
canciones. Sigo su mirada, aterrizando en Sully, de todas las personas. ¿Y
justo detrás de él?
Jesse.
Me ve al mismo tiempo, mis entrañas se calientan al verlo. Sus cejas se
juntan, mirándome de arriba abajo con calor en su mirada, y esa sola mirada
valió la pena dejar que Halston me arreglara.
Después de una hora de idas y vueltas, nos decidimos por un vestido
skater rojo corto con pequeñas flores blancas. Es de corte bajo, mostrando
más escote de lo que estaba acostumbrada, se ensancha justo debajo de mi
trasero. cruzando la línea en los tacones, para consternación de Halston,
decidiéndome por mis Docs negros.
Jesse empuja a través de la multitud, acechándome. Mi estómago se
revuelve mientras se acerca, y cuando está al alcance de la mano, me pasa
una mano por la nuca y se inclina para besarme sin importarle una sola
mierda quién nos ve. Retrocedo, tomada por sorpresa, pero él me sostiene
en el lugar mientras su lengua se desliza en mi boca, bailando con la mía.
Mis manos vuelan hasta su cintura, sosteniéndome mientras él me besa
lenta y duramente, como si no estuviéramos en un lugar lleno de gente.
—¿Qué haces aquí? —La voz de Halston rompe el trance, y me alejo,
sin aliento.
—Es un país libre, la última vez que lo comprobé —es la respuesta
inteligente de Sully.
Sacudo la cabeza ante sus disputas mientras Jesse se mueve detrás de
mí, pegado a mi espalda.
—Te ves hermosa —dice, inclinándose cerca de mi oreja—. Quiero
follarte con este vestido más tarde.
Una emoción me recorre ante sus palabras, pero cuando levanto la
vista hacia el escenario, veo a Dylan frunciéndonos el ceño, preocupación
en su cara. Intento enviarle una sonrisa tranquilizadora, pero su expresión
sigue siendo la misma. La mano de Jesse me rodea, su palma se aplana
sobre mi estómago mientras sus labios se encuentran con mi cuello.
—Vamos a cantar una versión para todos ustedes. Espero que no te
importe —anuncia Dylan. Caleb y Hunter intercambian miradas confusas.
Frunzo el ceño, sin recordar una versión en su lista de canciones.
Cuando escucho la canción “Jessie’s Girl”, mi mandíbula se abre.
¿Qué demonios está haciendo?
Me guiña un ojo y luego comienza a cantar sobre querer a la chica de
otra persona. Siento el momento en que Jesse se da cuenta, su cuerpo se
pone rígido detrás de mí al sonido de su nombre proveniente de la boca de
Dylan.
—¿Algo que quieras decirme, Chica Allie? —pregunta Jess, su voz
acusatoria.
—No sé lo que está haciendo —le digo, girándome para mirarlo a los
ojos.
Jesse no parece convencido, sus ojos fijos en el escenario detrás de mí.
Tiro de su muñeca, alejándolo de la multitud hacia el pasillo cerca de los
baños.
—Solo amigos, ¿eh? —pregunta con amargura.
—Lo somos —insisto—. Solo intenta meterse debajo de tu piel. —Y
no tengo idea de por qué.
—¿Lo follaste?
Retrocedo como si me hubiera abofeteado.
—¿Estás jodidamente bromeando? —grito—. Sí, me di la vuelta y tuve
relaciones sexuales con otra persona durante los tres segundos que te fuiste.
—El sarcasmo gotea de cada palabra.
—Un hombre no actúa así —dice, señalando con el dedo hacia el
escenario— a menos que te haya follado o quiera hacerlo. ¿Cuál es?
—Ninguna. Pero mira quien habla. Te has acostado con la mitad de la
ciudad, y además de eso —digo, mi voz creciendo en volumen— dijimos
que nos estábamos divirtiendo.
Él coloca sus manos en la pared a cada lado de mi cabeza,
encerrándome.
—¿Quieres saber cuál es la diferencia, Allie? Soy honesto al respecto,
gracias por arrojármelo a la cara, por cierto, y también dijimos que no
mentiríamos. Esas fueron las reglas.
Abro la boca para discutir, pero él me interrumpe.
—Y ambos sabemos que esto ya no es solo diversión.
Mi boca se cierra, sin esperar eso. Pero tiene razón. Esta cosa entre
nosotros de alguna manera se volvió más, nos guste o no.
—Fue un beso —le digo, y Jess intenta dar un paso atrás, pero doblo
mi puño en su camiseta, manteniéndolo en su lugar—. Fue antes de
conocerte. Los dos estábamos borrachos después del funeral de mi padre y
ninguno de nosotros estaba pensando con claridad.
—¿Lo deseas?
—No de esa forma. No como te deseo a ti.
—Me vuelves jodidamente loco.
—El sentimiento es mutuo.
—Mocosa.
—Estúpido.
Todavía apretando su camisa, presiono mis dedos y acerco mis labios a
los suyos. Jess gime, besándome fuerte, pero lo detengo en seco,
retrocediendo abruptamente.
—Ahora dime que lo sientes.
—¿Disculpa?
—Dime que lamentas haber actuado como si hubiera estado con
alguien que no fueras tú.
Sus ojos se suavizan ante mis palabras.
—Esta mierda es nueva para mí.
Internamente, me burlo, una ingeniosa réplica en la punta de mi
lengua. Pero su inesperada sinceridad me hace reflexionar. Por un lado, me
encanta el hecho de que me está dando algo real. Por otro lado, no puedo
acostarme y ser su felpudo cada vez que pone los ojos tristes.
—También es un concepto bastante extraño para mí, pero no me ves
como un hombre de las cavernas en tu trasero.
Jesse sonríe, inclinándose para apretar mi trasero a través del delgado
material de mi vestido.
—No odiaría si lo hicieras.
Me río, rodando los ojos.
—Ven. —Tiro de su mano, halando de él hacia la multitud—. The
Liars están tocando su última canción, y no quiero perdérmela.
Cuando encontramos a Halston y Sully, Halston está absolutamente
centrado, bailando al ritmo, ignorando la presencia de Sully mientras él
medita detrás de ella, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Me río, sacudiendo mi cabeza. Parece que el tema de la noche es
disfuncional.
La última canción termina abruptamente, la voz y la guitarra principal
se cortan. Mis ojos se vuelven para ver a Dylan parado allí como si hubiera
visto un fantasma. Se quita la guitarra y salta del escenario, merodeando
hacia algo. O alguien.
—Gracias por venir —escucho la voz de Hunter por el altavoz—.
Somos The Liars. Síguenos en Gram para más espectáculos. ¡Ahora vamos
a descontrolarnos!
El público estalla en aplausos, entonces el DJ comienza a tocar “Sweet
but Psycho”.
Todos regresan a bailar y beber, la pequeña escena de Dylan casi
olvidada.
Lo observo mientras él atraviesa la multitud hacia una chica que nunca
había visto en mi vida. Sus ojos se abren cuando lo nota, y veo su boca
modular Dylan justo antes de que Dylan la cargue en un hombro,
levantándola al estilo bombero. Ella le da bofetadas y patadas, pero él no se
acobarda, sino que la lleva hacia la salida.
¿Qué mierda?
—Espera —les digo a Jess y Halston, luego me dirijo hacia el frente
del escenario. Hunter me ve y se pone en cuclillas lo suficientemente cerca
como para escucharme.
—¿Qué demonios fue eso? —pregunto. Hunter sacude la cabeza y
levanta las palmas de las manos encogiéndose de hombros—. ¿Quién era
esa?
—¿Conoces a Romeo y Julieta?
Asiento.
—Obviamente.
—Esa sería el equivalente de la Julieta de Dylan.
Mi boca se abre. No podría estar más sorprendida si me abofetearan.
Dylan nunca ha mencionado a una chica. Siempre tuve la impresión de que
dejó la costa este para alejarse de su familia, pero ahora me pregunto si esta
chica no es una pieza integral del rompecabezas.

***

Es casi la hora de cerrar, y The Lamppost todavía está repleto de


personas que no muestran signos de detenerse. Bostezo, en un extraño
estado de somnolienta felicidad, mientras Jess, Sully y Halston tienen un
acalorado debate sobre algo que dejé de escuchar hace mucho tiempo.
Aparte de la canción de Dylan, la noche se fue sin problemas, y todo se
siente...bien. Por una vez.
Veo a Víctor junto a la barra y él me saluda. Ansioso por ver lo que
piensa de esta noche, le digo a Jess que volveré antes de escabullirme.
—Lo hiciste, chica. Estoy impresionado —dice Víctor con una sonrisa.
No puedo evitar mirarlo, aturdida por cómo resultó esta noche.
—Gracias por darme una oportunidad.
—Por supuesto. ¿Puedo llevarte a tomar una copa de celebración?
Mis cejas saltan a la línea de mi cabello. Miro hacia mis amigos,
dudando.
—Será rápido. No puedo dejar que bebas aquí exactamente porque eres
menor de edad y todos lo saben. Nos dará un lugar tranquilo para hablar
sobre lo que sigue para ti.
Cierto.
—Bueno. Una bebida.
Lo sigo a través de la multitud de personas, por el pasillo y hacia una
habitación trasera.
Cierra la puerta detrás de nosotros, y una sensación de inquietud se
apodera de mí, aunque racionalmente, sé que tiene sentido. No podemos
conversar exactamente con el ruido del club.
La habitación consta de un escritorio, un sofá de cuero negro y nada
más.
—Toma asiento —dice, señalándome el sofá.
Echo un vistazo a la puerta, veo gente caminando de un lado a otro a
través de la ventana cuadrada, considerándola segura antes de sentarme en
el cuero frío, alisando mi vestido por mis muslos. Él deambula hacia el
escritorio donde una botella de champán en un cubo de hielo y dos copas
esperan. Agarrando una toallita blanca, limpia la botella y luego se gira
hacia mí.
—¿Cómo te sientes acerca de que esto se convierta en algo
permanente? —pregunta, y cuando abre el corcho, me estremezco,
sintiéndome nerviosa y emocionada ante la perspectiva de hacerlo
regularmente.
—¿De verdad? —pregunto mientras me da una copa. Tomo un
pequeño sorbo, el líquido burbujeante me calienta la garganta al bajar.
—¿Por qué no? —Se encoge de hombros y se gira hacia el escritorio
—. Te las arreglaste para triplicar lo que hice la primera noche. Es obvio. —
Se sienta detrás del escritorio y saca varias cosas del cajón. No puedo
decirlo con certeza, pero creo que una de ellas es un sobre. Lo abre, luego
me está agitando una pila de efectivo.
—Tu pago —explica, ofreciéndomela.
Mis ojos sobresalen de mi cráneo. No esperaba salir con dinero. De
pie, me dirijo hacia él y él me da la pila gruesa.
—Gracias —le digo, tratando de hojearlo casualmente. No quiero
contarlo delante de él, pero tiene que haber al menos mil dólares aquí.
Cuando quito los ojos del dinero, lo veo inclinado sobre un trozo de
vidrio, un billete de dólar enrollado hasta la nariz mientras olfatea,
deslizándolo a lo largo de dos hileras de polvo blanco.
—Te lo ganaste —dice, limpiando el exceso de polvo de debajo de su
nariz—. ¿Quieres una línea?
—Estoy bien —digo, forzando un tono informal. Cuando doy un paso
atrás, su mano sale, deslizándose por la parte posterior de mi muslo y
sumergiéndose debajo de mi vestido para apretar mi trasero.
Alejo su mano, saltando hacia atrás. La conmoción me deja sin
palabras, y todo lo que puedo hacer es permanecer allí mientras mi cerebro
intenta desesperadamente dar sentido a lo que acaba de pasar. Él era amigo
de mi papá. Probablemente sea quince años mayor. Nunca en un millón de
años vi venir esto.
—No seas así —dice, girando su silla hacia atrás antes de pararse. El
impulso de salir disparada me golpea justo cuando la puerta se abre,
golpeando la pared con tanta fuerza que la manija deja un agujero en la
pared. Salto cuando Jesse y Sully merodean por la habitación, dos pares de
ojos furiosos, dos mandíbulas apretadas.
Oh mierda.
Víctor está visiblemente nervioso, moviéndose frente al escritorio en
un esfuerzo por ocultar la coca.
—Esta es una reunión privada.
No puede terminar su frase antes de que Jess tire del cuello de la
camisa en una mano y le dé un puñetazo con la otra, golpeándolo en la cara.
Víctor vuelve a caer sobre su escritorio, tapándose la nariz mientras la
sangre se filtra entre sus dedos. Jess lo arrastra por el escritorio, derribando
todo en el proceso, antes de tirarlo al suelo. Víctor aterriza sobre el cristal
roto con un gruñido, tratando de patear a Jess cuando se acerca.
—¿Te lastimó? —pregunta Sully, agarrándome de los hombros y
obligándome a mirarlo. Sacudo la cabeza en respuesta.
—¿Le ofreces drogas a mi chica? —grita Jess, atrayendo mi atención
hacia donde está parado sobre Víctor, que todavía está tirado—. ¿Entonces
crees que puedes tocarla?
—Jess, vámonos —le digo, acercándome a él. Sully me detiene
levantándome y plantándome junto a la puerta como si no fuera nada.
—Quédate aquí. Voy por él.
Sully tira de Jesse, sosteniendo uno de sus brazos, pero Jesse aún no ha
terminado.
—Vamos hombre. La estás asustando.
Eso lo detiene, ojos salvajes mirando por encima de su hombro para
encontrarse con los míos. No estoy jodidamente asustada. Estoy enojada.
Enojada porque Víctor sacó esta mierda, enojada conmigo misma por
congelarme y no hacer nada, y enojada porque Jess tuvo que rescatarme.
Jesse se gira cuando Víctor saca su teléfono de su bolsillo. Se pone en
cuclillas para agarrar su cuello con ambas manos, levantando por los
hombros del suelo.
—Me lo pensaría dos veces —dice, mientras mira con atención el
teléfono de Victor.
—Tienes un club lleno de chicos menores de edad borrachos, una
oficina llena de sustancias ilegales y un caso de agresión sexual a la espera
de suceder. —La voz de Jess es baja y amenazante de una manera que
nunca había escuchado—. Y si alguna vez vuelves a mirarla, te voy a matar.
—Lo arroja hacia abajo antes de pararse, dejando a Víctor en una pila de
billetes de dólar y vidrios rotos.
—Creo que es seguro decir que perdiste tu oportunidad, Allison —dice
Víctor, apoyando una mano en el suelo para levantarse. Jess se tira hacia él,
pero Sully se le adelanta, pateándolo en las bolas. Víctor cae al suelo,
acurrucado sobre sí mismo mientras Sully se pone en cuclillas, juntando los
billetes de un dólar en una pila.
—Por cierto, me quedaré con esto —dice, golpeando a Victor en la
frente con el fajo de billetes—. Espero que no te importe.
28
Allie
Prácticamente salí corriendo de esa habitación trasera, y Halston supo
que algo andaba mal en cuanto me vio la cara. Me agarró la mano, me sacó
del edificio, y no paró hasta que llegamos a su auto. Le expliqué lo que pasó
en el camino, y luego tuve que convencerla de que no se diera la vuelta para
patear el trasero de Víctor. Necesitaba poner tanta distancia entre Víctor y
yo como fuera posible.
Lo que nos lleva a ahora, a estar sentadas en el sofá de la sala de estar
de Lo a las dos de la mañana.
—¿Alguna vez intentó algo así antes? —pregunta Halston, abriendo
una botella de agua.
—Nunca —digo, sacudiendo la cabeza. He reproducido cada pequeña
interacción con él en mi mente, tratando de encontrar pistas que podría
haber pasado por alto. Luego me culpé por no tener mejores instintos. Pero
esa línea de pensamiento es una mierda. Tomé una mala decisión. No
debería haber entrado en esa habitación con él, pero no era una invitación a
tocarme.
Salto cuando la puerta principal se abre, mis ojos se fijan
instantáneamente en los de Jesse.
—¿Por qué carajo te fuiste sin mí? —grita, caminando hacia el sofá
con Sully detrás.
—Tenía que salir de allí —digo tontamente—. Y no deberías haber
hecho eso.
—¿Estás bromeando? ¿Qué se supone que debía hacer, Allie?
¿Pararme ahí y mirar? Te dije que ese tipo era un idiota. Supe en el
momento en que te llevó que iba a hacer algo así.
Miro hacia Halston.
—¿Puedes llevar a Sully a casa?
Sus labios se retuercen, y sé que quiere decir que no, pero no me lo
negará.
—No se permite hablar —dice, señalándolo con el dedo, ganándose
una sonrisa como respuesta.
—Esto te pertenece —me dice Sully, dejando caer el dinero en la mesa
de café antes de que se mueva hacia la puerta.
—No quiero el dinero de ese imbécil. Se lo daré a la banda.
Me levanto para abrazar a Halston, prometiendo llamarla mañana,
entonces solo somos Jess y yo.
Sin palabras, lo llevo por la puerta trasera y por la puerta que lleva al
lago. El aire fresco de la noche me lame la piel, pero es una sensación
bienvenida después de pasar toda la noche en un lugar caliente y sudoroso.
La luna se asoma a través de las nubes, proyectando espeluznantes sombras
de los pinos sobre la arena. Está tan tranquilo aquí afuera. Pacífico.
—¿En serio estás enfadada conmigo? —pregunta, mirándome mientras
caminamos por la orilla.
Suspiro, pasando mi mano por mi cabello.
—No, no estoy enfadada contigo. Estoy enojada con él. Estaba muy
emocionada con ese trabajo, y él lo arruinó siendo un pervertido. —Me
vuelvo hacia él, mis manos se extienden hasta acunar su cara—. Pero no
puedes ir por ahí golpeando a la gente en la cara cada vez que te hacen
enojar.
—¿Por qué no?
—Porque podrías salir lastimado. O arrestado.
—Si crees que alguna vez me voy a quedar parado y ver a alguien
herirte, no me conoces en absoluto.
Frunzo el ceño y él pasa su pulgar sobre mi labio inferior.
—¿Para qué es eso?
—Me llamaste tu chica —lo dijo antes, pero yo estaba demasiado
preocupada para reaccionar. Conflicto ni siquiera empieza a cubrir lo que
siento.
—¿Hay algún problema con eso? —Su voz es dura, pero está atada a la
vulnerabilidad.
—Jess —empiezo, pero luego me levanta por la parte de atrás de mis
muslos. Mis tobillos se traban alrededor de su cintura, mis brazos se
disparan para sostenerme en sus hombros mientras nos lleva a una roca
gigante que se encuentra a mitad de camino en el agua. Me deja en la
superficie lisa, con sus manos agarrando la parte exterior de mis muslos.
—Quieres esto. Puedo sentirlo, maldita sea. ¿Por qué estás tan
jodidamente asustada?
Suelto una risa triste.
—Ni siquiera me dices adónde vas cuando desapareces. Tienes toda
esta otra vida de la que no sé nada.
—No quiero hablar de esa vida cuando estoy contigo. No quiero que
esa mierda te toque.
—No es suficiente —le digo, odiándome a mí misma por decir las
palabras.
—Estoy tratando de ser bueno para ti —dice, con las palmas de las
manos deslizándose por la parte exterior de mis muslos, debajo de mi
vestido—. Estoy tratando de salir. Solo necesito tiempo.
Salir. ¿Salir de qué?
Mi corazón se vuelve loco en mi pecho.
—Te prometo que cuando me voy, no estoy con nadie más. No es nada
de eso. Solo tienes que confiar en mí.
Jess se inclina, besando la comisura de mi boca, y yo cierro los ojos,
separando mis labios en una invitación.
—Quédate conmigo, Allie —me susurra en la boca antes de meter su
lengua.
Se suponía que iba a ser divertido. Pero estoy demasiado metida para
retroceder ahora.
29
Allie
Las siguientes semanas pasan, y aunque todo ha cambiado, nada ha
cambiado. Lo nos encontró durmiendo a la mañana siguiente y no pareció
ni un poco sorprendida por ello. Nos dijo que tuviéramos cuidado antes de
tirarnos una caja de condones, y eso fue todo.
Jess sigue siendo muy cauteloso. Al límite. Va y viene como un
fantasma en la noche, y puedo decir que esta doble vida está comenzando a
desgastarse en él. A mí también me está afectando. No puedo concentrarme
en la clase. Mi mente se vuelve loca con los posibles escenarios. Me he
imaginado todo, desde que vendiera drogas hasta que tuviera un hijo
secreto.
Mi madre ha estado llamando mucho, con el aniversario de mi padre a
la vuelta de la esquina. Todavía me persigue para conseguir los documentos
del divorcio. Cuando finalmente le pregunté por qué era tan importante, me
tiró la bomba. Se iba a casar con el nuevo tipo, cuyo nombre ni siquiera
recuerdo, y está en un momento de crisis. Porque está embarazada.
Tuve que reírme. Si no lo hacía, lloraría.
Mi teléfono suena mientras camino por el patio de Kerrigan, con el
café en la mano. Lo saco de mi bolsillo trasero para ver Abuela
parpadeando en la pantalla. Me paro en seco, sabiendo por qué me llama.
—¿Hola?
—Hola cariño. Solo quería hacerte saber que los Carson ya dejaron la
casa.
—Genial —digo con un entusiasmo que no siento.
—La compañía de limpieza no estará allí hasta dentro de un par de
días, pero si necesitas un lugar donde estar antes de eso, es tuyo.
Tomo asiento en una de las bancas, colocando mi café en el suelo.
—Gracias abuela.
—De nada. —Hace una pausa—. ¿Cómo lo estás llevando?
Trago contra el nudo en mi garganta. —Estoy bien —miento—. ¿Tú
que tal?
—Aguantando. Es difícil creer que ya ha pasado un año.
Alejo una lágrima.
—Lo sé. Abuela, tengo que ir a trabajar —digo, cortando la
conversación. No tengo que ir al trabajo, pero tampoco quiero hablar de
esto justo ahora— ¿Puedo llamarte más tarde?
—tömate tu tiempo. Envié algo en el correo por tu cumpleaños, así que
está pendiente.
—Suena bien. Te amo.
Una vez que cuelgo, saco los auriculares de mi mochila y presiono
reproducir antes de colocarlos en mis orejas. Mudarme siempre fue parte
del plan. No puedo quedarme allí para siempre. Solo que no esperaba
sentirme así.
***

—¿Por qué The Outsiders? —pregunto, mi mejilla descansando en el


pecho desnudo de Jesse.
—¿Qué? —refunfuña, sonando medio dormido. Cuando me recogió de
la escuela más temprano, no mencioné la llamada de mi abuela. No estoy
lista para irme todavía.
—The Outsiders. ¿Qué es lo que te gusta tanto de esto?
Jess se estira, y luego su mano baja sobre mi espalda desnuda, trazando
la punta de sus dedos sobre mi piel hasta que se me pone la piel de gallina.
—Cuando era niño, mi madre me encerraba en mi habitación siempre
que Lo no estaba cerca para que no la molestara.
Siento que mi estómago se retuerce ante sus palabras. Lo dice tan
casualmente, como si fuera la cosa más común del mundo.
—Una vez, estuve allí más de un día. Lo se quedó en casa de su amiga,
y estoy bastante seguro de que mi madre se olvidó de mí. No tenía
televisión ni nada, y cantaba todas las canciones que conocía para pasar el
tiempo. Mi estómago gruñía, y el sol se estaba poniendo, así que empecé a
limpiar la habitación, buscando algo para comer.
Le doy un beso en el pecho, mis ojos arden con lágrimas sin derramar.
—No encontré nada para comer, pero sí encontré ese libro. Creo que
Lo debe haberlo traído a casa desde la escuela o algo así —reflexiona—. De
todos modos, lo leí todo de una sola vez, lo que me pareció impresionante
en aquel entonces. Lo abrió la puerta a la mañana siguiente, y nunca más
me dejó solo después de eso.
—Odio a tu madre —susurro.
—Yo también. —Jess bosteza—. Lo leí todo el tiempo después de eso.
¿Conoces ese poema de ahí? ¿"Nada que sea dorado perdura para siempre"?
Asiento. Nunca he leído el libro, pero estoy familiarizada con el
poema.
—Nada perfecto y hermoso puede durar para siempre. Resonó en mí,
incluso cuando era niño. Después de haber sido decepcionado tantas veces,
estás destinado a perder la esperanza en todo.
Ambos estamos callados por un tiempo, perdidos en nuestros propios
pensamientos, hasta que eventualmente, su respiración comienza a
nivelarse, convirtiéndose en suaves ronquidos.
30
Allie
—Allie.
Me giro al oír mi nombre para ver a Dylan parado ahí, con las manos
en los bolsillos delanteros, con aspecto contrito. No he hablado con él desde
la noche en The Lamppost, y todavía estoy enfadada con él por provocar a
Jess. Hunter y Caleb vinieron ayer a Blackbear, y le di los mil doscientos
dólares que me dio Victor, diciéndole que se los repartiera entre ellos.
Cuando me preguntaron por qué no los quería, les di una versión muy
suavizada de lo que pasó. Y por la expresión de la cara de Dylan, ellos le
informaron a él.
Sigo caminando hacia el estacionamiento de la escuela, pero él se
acerca corriendo, colocándose a mi lado.
—Albert, vamos. ¿Estás bien?
—Estoy bien.
—Me necesitas...
Hago una pausa, de cara a él.
—Lo que necesito es que me expliques —digo, cortándole el paso—.
¿Por qué provocaste a Jess de esa manera? Eso fue una cosa jodida.
—Lo sé. —Muerde el aro en los labios.
Sacudo la cabeza, exasperada.
—¿Eso es todo? ¿Tienes sentimientos por mí o algo así? —Las
palabras suenan tan estúpidas en voz alta, pero eso es lo único que tiene
sentido.
—No. Sí. No —dice, pasando una mano por su cabello—. Maldición,
no lo sé. Creí que sí. Pero creo que solo estaba jodido por otra persona y no
quería admitirlo.
—Eso no tiene ningún sentido —digo, desconcertada.
—Confía en mí. Lo sé. Lo de la canción fui yo siendo un idiota, pero
para que conste, sigo pensando que él no es lo suficientemente bueno para
ti.
Aprieto las correas de mi mochila, girando para alejarme, pero Dylan
me agarra del brazo, deteniéndome.
—Pero él te protegió cuando yo no pude. Así que supongo que no es
una completa mierda.
—No voy a quedarme aquí y escucharte hablar de alguien a quien am...
—cierro la boca, apretando los dientes antes de poder terminar esa frase. No
quise decir eso. Ni siquiera quise pensarlo, pero el pensamiento se repetía
en mi cabeza mientras Dylan hablaba de él.
»Tengo que irme. —Me doy la vuelta y me detengo cuando veo a Jess
a unos metros de distancia, con la mirada fija en Dylan. Su mandíbula está
dura, con los brazos cruzados sobre su pecho, pero está demasiado lejos
para haber oído algo.
—¿Qué está haciendo aquí? —Señala con la barbilla hacia Dylan
cuando me acerco a lo suficiente para escucharlo.
—Vino a disculparse. Más o menos.
Jess sigue mirando fijamente a Dylan, y me temo que va a montar una
escena en el campus, pero me sorprende agarrándome la mano y guiándome
a su camioneta.

***
Un zumbido incesante atraviesa mi conciencia y doy una palmada para
despertar a Jess, encontrándome con nada. Al oír la ducha, me quejo, y me
siento para silenciar su teléfono. ¿Qué hace levantado tan temprano? El
zumbido se detiene justo cuando mis dedos hacen contacto. Empiezo a
alejarme, pero dudo cuando aparece un mensaje, mi mano se cierne sobre la
pantalla.
1616 E. Shea Blvd. A la misma hora que la semana pasada.

Frunzo el ceño a la pantalla mientras el terror se despliega en mi


estómago. Es aquí. Esta es la pieza del rompecabezas que he estado
esperando. Muerdo la uña de mi pulgar, sintiéndome en conflicto. No quería
entrometerme, pero ahora que lo he visto, no puedo fingir que no lo he
hecho.
Escucho que cierra el agua y rápidamente tomo mi teléfono de la
mesita de noche junto al suyo y tomó una foto de la dirección. Un Jess
recién duchado sale justo cuando meto el teléfono entre los muslos. Se
detiene en seco cuando ve que estoy despierta, con una toalla atada a la
cintura, el cabello mojado apartado de su cara y un solo mechón de pelo
cayéndole por los ojos. Me pican los dedos por alcanzarlo y tocarlo.
Sin decir palabra, se mueve hacia mí, deslizando su mano por mi pelo,
deteniéndose en mi nuca. Lo miro, deslizando mis palmas por su estómago,
sintiendo sus músculos tensos bajo mi toque.
—Tengo que irme —dice con voz ronca.
Mis manos se apartan de su estómago.
—Qué novedad.
—Estaré aquí mañana antes de que te levantes. —Se inclina para
besarme, pero pongo la mejilla, negando—. No seas una mocosa —dice
antes de tirar del lóbulo de mi oreja entre sus dientes. Sus labios bajan por
mi cuello, chupando la piel sensible. Se me pone la piel de gallina en los
brazos y aprieto los muslos para aliviar el dolor.
El zumbido suena de nuevo, y él se aleja, mirando su pantalla, sus
facciones duras.
Voy a averiguar lo que él esconde esta noche.
31
Allie
—¿Qué está haciendo aquí?— Le grito a Halston.
—Escuchó nuestra conversación —dice con amargura, empujándome
—. Amenazó con decirle a Jess a menos que le permitiéramos venir con
nosotros.
—Sí, soy un verdadero imbécil por tratar de mantenerlas a salvo
mientras conducen a una dirección de mierda al azar en medio de la noche
—dice Sullivan.
—Espera, ¿ustedes están juntos otra vez?
—No. —se burla Halston al mismo tiempo que Sullivan dice—: Sí.
Mis cejas se disparan.
—Me alegro de que lo hayamos aclarado.
—¿Estás lista ? —pregunta Halston. Me retuerzo las manos frente a
mí, ahora dudando respecto a mi plan. Es un poco loco acechar al tipo que
estás viendo en un lugar desconocido, pero ¿traer a dos personas, una de las
cuales es su mejor amigo? Esa es toda una mierda.
—Esta es una mala idea.
—Ni siquiera comiences esa mierda conmigo, Allison Parrish. Vamos a
esa dirección y vas a obtener tus respuestas.
Sacudo la cabeza, todavía desgarrada. Esto es algo que haría mi loca
madre. El amor te vuelve loco, bebé. No. Sacudo la voz de mi madre de mi
cabeza. Esto no es amor.
—Esto probablemente va en contra del código de chico o alguna
mierda, pero estoy de acuerdo con Hals.
No sé si estoy más desconcertada por el hecho de que él está de parte
de ella, o por el hecho de que él simplemente la llamó Hals.
—Creo que podría estar en problemas.
—¿Qué? —Disparo ojos acusatorios a Halston, que se encoje de
hombros, transmitiendo con sus ojos que esto también es una novedad para
ella. Una cosa es sospechar, pero que alguien más valide tus sospechas lo
hace demasiado real.
—Relajate. No sé nada con seguridad. Pero no sabes en qué te estás
metiendo. Shep ya me va a patear el culo. Me mataría si las dejo ir solas.
—Supongo que lo descubriremos en unas dos horas —le digo,
mostrándoles la pantalla de mi teléfono con las instrucciones y el tiempo
estimado de viaje.
***

Aproximadamente dos horas y treinta y siete minutos después, nos


encontramos en el estacionamiento de un edificio incompleto y sin marcas.
Mi estómago se revuelve de nervios, y creo que en realidad podría vomitar
aquí y ahora.
—¿Estás lista para esto, pequeña? —pregunta Halston, agarrando mi
mano. Respiro hondo, preparándome para lo que sea a lo que estemos a
punto de entrar.
—Sí. — Mis botas crujen contra la grava suelta en el estacionamiento
mientras nos dirigimos hacia el frente del edificio. Al menos, creo que es el
frente. No hay nada más que una puerta corredera de acero con tres
pequeñas ventanas rectangulares.
Cuanto más nos acercamos, más nerviosa me pongo. Mis manos se
sienten húmedas y mi pulso late en mis oídos. Puedo escuchar algo
retumbar por dentro, algo fuerte, pero no puedo identificarlo.
¿Alentándome, tal vez?

Sullivan toma la delantera, presionando su frente contra una de las


ventanas de vidrio.
—No puedo ver una mierda. Están tapadas.
La inquietud lame mi columna mientras él levanta la puerta de metal.
Mi mandíbula cae cuando veo la escena frente a mí. El sonido es
inconfundible ahora. Una multitud de personas se reúne alrededor de algo
en el medio mientras "The Way You Like It" de Adema grita desde los
altavoces, compitiendo para ser escuchada por las burlas de la multitud.
—¿Qué demonios es este lugar? —grita Halston, escaneando nuestro
entorno.
—Joder si lo sé —dice Sullivan. —Pero voy a arriesgarme aquí y decir
que no es legal.
—Rápido, cierra la puerta y mézclate. —Tengo la sensación de que no
se supone que la gente vaya a un lugar como este.
Sully agarra la manija y la desliza hacia abajo antes de que avancemos
hacia el borde de la multitud.
—Mantente cerca —dice Sully, alcanzando las manos mías y de
Halston. Halston le arquea una ceja, vacilante, pero cede, dándole su mano
cuidada. Conmigo a la cabeza, comenzamos a empujar a través de la
multitud. Estoy agradecida de estar usando mis docs de confianza, porque
esta multitud de personas rivaliza con algunos pozos. El olor penetrante de
sangre y humo flota en el aire, y lentamente, todo comienza a encajar en su
lugar. Los ojos negros. Los moretones. Las llamadas telefónicas secretas.
Justo antes de atravesar el frente, veo un destello de un chico con
pantalones cortos azules golpeando el suelo duro. No hay ring. No hay
almohadilla en el piso. Este tipo ni siquiera usa guantes.
—¿Entonces ese es el gran secreto? ¿Jess pasa el rato en algún club de
lucha?
—No —le digo, sin saber si puede oírme—. Él es el por quien están
apostando. —Soltando la mano de Sullivan, avanzo hasta llegar al frente y
al centro.
—¡Allie! —grita Halston, pero no escucho.
Se me cae el estómago al ver a Jess goteando de sudor, en nada más
que jeans y botas, los puños bloqueando su rostro mientras él y otro chico
se rodean como tiburones en un tanque. El cabello de Jesse cae sobre su
frente mientras le hace un guiño burlón a su oponente, indicándole que se
acerque.
La multitud se vuelve ruidosa, empujándome, y puedo mirar detrás de
mí para encontrar a Halston y Sullivan aún más lejos.
—¡Allie! —La voz de Sullivan retumba, su gran cuerpo revisa los
hombros de las personas mientras trata de despejar un camino seguro para
Halston. Me doy la vuelta justo a tiempo para ver la cabeza de Jesse girarse
hacia el sonido de mi nombre. Sus ojos se clavan en los míos cuando el
shock se transforma en ira.
El tipo del pantalón corto azul aprovecha la oportunidad para atacar
mientras Jesse está distraído, golpeándolo en la mandíbula. Jesse se mueve
hacia un lado con la fuerza del golpe y me estremezco como si yo misma
recibiera el golpe.
—Jesse! —Mi voz es algo gutural y desesperada mientras veo con
horror cómo golpea el suelo, su cabeza rebotando en el concreto. Mis
manos vuelan a mi boca y estoy momentáneamente congelada en mi lugar.
Shorts azules levanta sus brazos, pavoneándose alrededor del perímetro
invisible, regodeándose mientras la multitud ruge.
Saliendo de allí, me apresuro hacia adelante, pero Jesse levanta una
palma, deteniéndome en seco. Sullivan está repentinamente a mi espalda, su
brazo enganchando mi cintura antes de alejarme.
Jesse se levanta, arrastrando su antebrazo por su boca ensangrentada.
Se ve absolutamente jodidamente salvaje.
—Sácala de aquí —exige, señalándome con el dedo. Sullivan está de
repente a mi espalda, su brazo se engancha alrededor de mi cintura,
sosteniéndome en el lugar. Aprieto la mandíbula, mi irritación con su orden
en guerra con mi preocupación por él. Sully retrocede, la multitud nos traga
por completo. Halston me agarra una vez que estamos al alcance de la
mano, siguiéndonos.
Ya no puedo ver a Jess desde aquí. Me pongo de puntillas, tratando de
verlo a través de los huecos en la multitud, pero todo lo que puedo ver son
destellos de carne al azar y el azul de los pantalones cortos de su oponente.
De repente, el ruido se eleva a un nivel ensordecedor. La multitud de
personas se separa por el medio mientras Jesse ronda hacia nosotros, y veo
a Shorts Azules tendido en el suelo detrás de él, inmóvil. Él no se detiene
hasta que está parado frente a mí, su mano envuelve mi muñeca mientras
me aleja. Intento arrebatarle la muñeca, pero él aprieta su agarre, tirando de
mí hacia una puerta trasera, Halston y Sullivan pisándonos los talones.
Me suelta, empujando la puerta del estacionamiento trasero para
abrirla. Estamos a solo un par de horas de casa, pero el aire se siente espeso
y cálido aquí. Jesse se gira para mirarme y pasa una mano ensangrentada
por su cabello.
—¿Qué mierda estás haciendo aquí?
—Obteniendo respuestas.
Suelta una carcajada, abriendo mucho los brazos.
—Bueno, las tienes.
—Apenas. —Todavía no sé por qué. No tiene ningún sentido que me
oculte esto. Sí, pelea por dinero. Gran cosa. Es mejor que a donde fue mi
mente.
Oigo que la pesada puerta detrás de mí se abre de nuevo, y giro la
cabeza para ver a un grupo de personas sonrientes que se derraman en el
estacionamiento. Un hombre con una camiseta sin mangas y jeans negros
deambula hacia nosotros, golpeando un montón de dinero en la palma
abierta de Jesse.
—Me tenías preocupado por un segundo —dice, antes de volverse
hacia mí. —¿Quién es esta cosita linda? — Sus ojos recorren mi cuerpo.
Cruzo los brazos sobre mi pecho, enviándole la mirada más sucia que puedo
reunir.
Los ojos de Jesse se encuentran con los míos, sin ninguna emoción.
—Nadie importante.
OK, ouch.
Intento evitar que el dolor aparezca en mi cara. Halston me pasa un
brazo por los hombros y siento que Sullivan se acerca más detrás de mí,
probablemente anticipando una pelea.
—Mhm —dice el chico, sonando poco convencido. Jess aprieta la
mandíbula, desviando la mirada. Tengo la impresión de que este tipo tiene
algún tipo de poder sobre él. Jesse no se muerde la lengua ante nadie.
—Vamos —dice Jess, pasando junto a él, y nosotros hacemos lo
mismo.
—¡Hey, Jess! — nos grita. Jesse se da vuelta para mirar por encima del
hombro, frunciendo el ceño, y sigo su mirada para encontrar al hombre de
la camiseta sonriéndole—. Estaré en contacto.
32
Jess
Miro a Allie en el asiento del pasajero. No ha dicho una palabra desde
que la arrastré hasta mi camioneta y le dije que se subiera. Lo último que
esperaba era que apareciera aquí. Mis dos mundos chocaron esta noche y
ella no pertenece a este lado mío.
Cuando la vi ahí de pie, como un maldito cordero en la guarida de un
león, lo perdí. No soy un luchador particularmente hábil. No siempre gano.
No entreno como la mayoría de los tipos con los que me enfrento. El
lacrosse me mantenía en forma, pero lo que me hace bueno es que puedo
soportar una maldita paliza y aun así me las arreglo para volver a
levantarme. Me he pasado toda la vida peleando.
Empezó como una forma de ganar dinero para la escuela. Mi beca no
pagaba mucho y no iba a pedir ayuda a Lo y Dare. Me imaginé que era
mejor que la alternativa, también conocida como venta de drogas. Planeé
hacer un buen dinero para vivir durante el año, y luego me iría. Pero
entonces, Crystal apareció, cagando mis planes al estilo Shepherd.
Me detengo en el estacionamiento del complejo de apartamentos,
apagando el motor. Allie frunce el ceño y la condición pinta sus bonitas
facciones mientras se adentra en nuestro entorno.
Sin decir nada, salto de la camioneta y ella me sigue. Me dirijo hacia
los escalones donde está sentado un tipo con una 40 envuelta en una bolsa
de papel, asintiendo mientras pasamos. Una vez que estamos arriba, saco mi
llave del bolsillo y abro la puerta. No me gusta venir aquí. Solo he estado
aquí un puñado de veces, y solo cuando es absolutamente necesario, pero
necesito que Allie vea mi verdadero yo.
Allie vacila junto a la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho.
No la culpo. Este lugar es una maldita pocilga. La cocina y la sala de estar
están combinadas, con nada más que un baño y un pequeño dormitorio
conectado a un corto pasillo. El sofá tiene quemaduras de cigarrillo y
manchas oscuras en su sucia tela, junto con la alfombra azul. La cocina
infestada de cucarachas consiste en linóleo viejo y aparatos mugrientos
como la mierda que son más viejos que yo.
—Di algo —le insto y cierra la puerta detrás de ella.
—¿Dónde estamos?
Le doy una sonrisa amarga.
—En casa.
Sacude la cabeza con incredulidad.
—No entiendo.
Como si fuera una señal, Crystal aparece en el pasillo, su cabello rubio
enmarañado y despeinado, usando solo una camiseta de tirantes y ropa
interior.
—Me pareció escuchar a alguien —dice, una sonrisa aturdida en su
rostro. Camina hacia donde me siento en el sofá, inclinándose para
abrazarme. No me muevo para abrazarla. No hago nada más que mirar
fijamente a Allie, que está inmóvil.
—Si hubiera sabido que tenía compañía, me habría arreglado un poco
—dice, notando la presencia de Allie.
Resoplo. Como si todo lo que este lugar necesita es arreglarse. Los
grandes ojos grises de Allie me suplican que le diga. Ella se ve mal estando
en este agujero de mierda.
—Crystal, esta es Allie. Allie... te presento a mi madre.
La mirada asustada y aprensiva deja los ojos de Allie, y en su lugar hay
una mezcla de ira y desprecio.
—Encantada de conocer... —Crystal empieza a caminar hacia Allie,
pero Allie la detiene con una mirada.
—No estoy interesada en intercambiar saludos. Gracias —dice ella
antes de volver su atención hacia mí—. Jess, ¿puedes decirme qué está
pasando?
—¿Quién demonios te crees que eres? —Los insultos de Crystal, se
mueven hacia Allie. Salto del sofá, interceptando a Crystal antes de que
pueda tocar un cabello de la cabeza de Allie.
—Ve a tu habitación.
—¿Vas a dejar que le falte el respeto a tu madre de esa manera?
—¡Vete!
Crystal me devuelve el tono, enviando una última mirada desagradable
hacia Allie antes de irse con el rabo entre las piernas. Saco mi teléfono,
enviando un mensaje rápido a Sullivan. Una vez que escucho el portazo,
vuelvo a prestar atención a Allie.
—Esta es mi vida, Allie. —Abro los brazos, señalando el espacio en el
que estamos—. Esto es lo que soy.
—Este no eres tú —dice con vehemencia.
Nunca debí dejar que Crystal volviera a mi vida. Me lloró porque Lo la
abandonó como si fuera una niña, lo cual es una broma considerando que
fue ella quien nos abandonó cuando éramos niños. Lloró por no tener hogar.
Lloró porque no tenía a nadie y no le quedaba nada. Lloró por todo, joder.
Como un idiota, me apiadé de ella. Le conseguí este glamoroso apartamento
y accedí a pagarle el alquiler si dejaba a Lo en paz. Lo finalmente se había
liberado. Se lo merecía.
Pensé que podía manejarlo ¿Pero conoces ese libro para niños? ¿Si le
das a un gato una galleta? Esa es Crystal. Le das un centímetro y ella toma
cien malditos kilómetros. Intentó pedir más dinero y cuando amenacé con
marcharme, acudió a Julian, el tipo que dirige el cuadrilátero. Pidió dinero
prestado. Un montón de jodido dinero. Y Julian estaba muy contento de
dárselo si eso significaba que podía usarlo como palanca para mantenerme
luchando.
Así que, ahí estaba yo, todo preparado para alejarme y jugar limpio,
pero en vez de eso, me quedé atascado pagando su deuda. Los tipos como
Julian no se andan con rodeos. No pelear significaba firmar su sentencia de
muerte.
Fui un maldito tonto al pensar que Crystal me dejaría vivir una vida
normal. Fui aún más tonto al pensar que podría ser lo suficientemente
bueno para Allie.
—No soy bueno. —Lo he intentado. No importa lo que haga, no
importa lo mucho que lo intente, el resultado final es el mismo.
—Jess —dice Allie, sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas—. No te
estoy juzgando. ¿Cómo pudiste pensar que te juzgaría después de todo?
—No soy bueno para ti —digo—. Y si te quedas conmigo, solo te
arruinaré a ti también.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿No tengo nada que decir al respecto?
—¡Detente!
Se estremece ante mi tono, y odio ser responsable del dolor en su
rostro.
—No voy a cambiar lo que soy, Allie —digo, mi voz resignada. No
puedo.
—¿Quién te lo pidió? —Su labio tiembla y una lágrima rueda por su
mejilla. Un golpe en la puerta la hace saltar y un segundo después, Halston
y Sullivan entran. Le envié un mensaje a Sully con la dirección y le dije que
llevara a Allie de vuelta a River's Edge.
Halston trata de abrazar a Allie, pero ella sacude la cabeza,
deteniéndola.
—No te rogaré que estés conmigo —dice Allie con los dientes
apretados—. Si salgo por esa puerta, hemos terminado.
Tres pares de ojos acusadores están fijos en mí. Sully parece
decepcionado. Halston se ve lívida. Y Allie se ve... destrozada.
—Vete a casa, Allison.
33
Allie
Los próximos días son un poco borrosos. Camino aturdida, alternando
entre querer llorar y querer golpear algo. ¿Cómo pasa alguien de “Quédate
conmigo, Allie” a romper en cuestión de días? No he sabido nada de Jess
desde que me dijo que me fuera. Honestamente, me alegro de que no haya
vuelto. Dormir en su cama, rodeada de su olor, sus pertenencias, su familia,
ya es bastante malo. Quedarse bajo el mismo techo no es una opción.
Cuando Halston y yo regresamos a la casa de Lo, ella sabía que algo
estaba pasando. Mis ojos estaban inyectados de sangre, y mi corazón estaba
roto. Preguntó dónde estaba Jess y me sentí en conflicto, sin saber cuánto
debía divulgar, pero Halston no tuvo reparos en contarle cada detalle desde
donde lo encontramos hasta dónde se estaba quedando.
Halston se quedó conmigo esa noche y ha estado pegada a mi lado
desde entonces, como si esperara que yo perdiera la cabeza. Incluso Dylan
parece preocupado, mirándome como una bomba de tiempo que está a
segundos de explotar. Pero estoy bien. Esto ha sido divertido. Siempre
supimos que esta cosa tenía una fecha de caducidad.
Archivo eso como mentiras que me digo a mí misma.
34
Jess
Un golpe en la puerta tiene a Crystal levantando su trasero del sofá
para abrirlo. En el momento en que gira la perilla, la puerta se abre,
revelando a Lo, que está claramente furiosa si la mirada en su rostro es algo
a lo que atenerse. Muchas gracias, Allie.
—Tú —dice, señalando con el dedo el rostro de Crystal—. Debí haber
sabido que tú eras la raíz de todo esto.
—También me alegro de verte, Logan —dice Crystal al volver al sofá,
se deja caer a mi lado antes de coger el paquete de cigarrillos de la mesa de
café y encender uno.
Lo resopla una risa amarga, mirándonos a los dos.
—Dos guisantes de una maldita vaina.
Aprieto la mandíbula, inclinándome hacia atrás en el sofá mientras
tomo un trago de la botella de Jack en mi mano.
—¿Y qué? ¿Esto por esto que tiraste tu futuro a la basura? ¿Para poder
sentarte y emborracharte con Crystal? —Lo camina delante de nosotros—.
¡Bueno, mierda, Jess! Ni siquiera teníamos que dejar Oakland para eso. Y
tú —dice, dirigiendo su atención de nuevo a Crystal—. Sé que no eres
exactamente conocida por tu virtud, pero ¿no tienes ni un ápice de instinto
maternal? ¿Eres tan patética y egoísta que estás dispuesta a arruinar la vida
de tu hijo para tu propio beneficio?
—Él ama a su madre —grita Crystal, poniéndose de pie—. No hay
nada malo en ello. A diferencia de tu desagradecido trasero.
—Cierra la boca, Crystal. Me siento responsable de ti, pero no te
quiero. Hay una diferencia.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta Lo, dolor parpadeando en sus
ojos.
Encojo mis hombros.
—Has pagado tus deudas.
Su expresión se suaviza, e inclina la cabeza hacia un lado.
—No es demasiado tarde, Jess. Vuelve a casa. Ahora mismo. Subamos
al auto y vámonos. Sea lo que sea, podemos arreglarlo.
Los ojos de Lo se abren hacia mí, suplicando. Tomo otro trago,
evitando su mirada. Quiero hacerlo. Quiero ir a rogarle a Allie que me
acepte de nuevo y olvide todo lo que dije. Pero lo he jodido todo tanto que
no puedo ver una salida.
—Eres un luchador, Jess. Siempre lo has sido. Es todo lo que has
conocido. Pero ahora mismo... Estás luchando por la maldita cosa
equivocada. Pelea por ti. Demonios, pelea por Allie. Pero no desperdicies
otro segundo luchando por ella —dice, señalando a Crystal, su voz
resignada—. No le debes una maldita cosa.
Cuando no respondo, ella toma eso como su respuesta y sale por la
puerta.
—Siempre ha tenido un don para lo dramático —comenta Crystal,
soplando humo entre nosotros—. Déjala ir. —Me da palmaditas en la
rodilla—. Ella no es como nosotros, Jesse.
—No me parezco en nada a ti —digo abruptamente.
Crystal suelta una carcajada que se transforma en tos.
—Mira a tu alrededor, bebé. Eres exactamente como yo.
Mierda. Tiene razón. No he hecho nada más que ahogarme en alcohol
y revolcarme en mi miseria desde que estoy aquí. De repente, siento como
si las paredes se cerraran sobre mí. Mi garganta se siente apretada y se
forman gotas de sudor en mi cabello.
No se suponía que esta fuera mi vida. Lo tiene razón. No sé si algo se
puede arreglar, pero sé que no quiero esto.
35
Allie
Dos semanas después
Hoy cumplo diecinueve. También es el primer aniversario del peor día
de mi vida.
Traté de seguir mi día como si fuera cualquier otro, pero no pude ir a la
escuela. No podía enfrentarme a Halston y Dylan, que ya me han inundado
de llamadas y mensajes. Incluso mi madre intentó llamarme. Y no podría
enfrentar a Lo, quien no sabe nada del significado de hoy, pero sabe que
Jess y yo no estamos juntos. Tiré mi teléfono boca abajo al suelo, agarré
mis auriculares, les subí todo el volumen y comencé a caminar.
No sabía a dónde iba. No sé cuánto tiempo divagué antes de
encontrarme de pie frente a las puertas del cementerio. De repente, la culpa
fue abrumadora. Mi papá estaba allí, pudriéndose solo en el suelo, y no lo
he visitado ni una vez.
Tragué saliva, empujando a través de las puertas, y me dirigí a su
lápida. No hablé, no lloré, simplemente me senté, con las piernas cruzadas
encima de su tumba. Escuché mi CD en un bucle durante horas, recogiendo
hierba y mirando a otras personas ir y venir mientras saludaban a sus seres
queridos, antes de dejar de cruzar mis piernas rígidas y entumecidas y
comenzar a caminar una vez más.
Lo siguiente en la fiesta de lástima fue el alquiler de vacaciones. Me
paré frente al garaje cerrado de mis abuelos, reuniendo fuerzas para abrir la
maldita cosa. Lentamente, acerqué mis dedos al teclado, deslizando la tapa
hacia arriba antes de ingresar el código. La puerta se tambaleó antes de
comenzar a levantarse, centímetro a centímetro.
Lo primero que vi fue el nuevo auto negro con la cinta roja todavía
pegada al capó. El regalo de graduación que nunca pudo darme. Sacudí mi
cabeza, con los ojos ardiendo de lágrimas, ya lamentando la decisión. Pensé
que sería catártico. Pensé mal. Cuando me giré para irme, vi una caja en la
esquina con mi nombre escrito en la letra de mi padre y la recogí antes de
sacarla de allí.
Cuando vuelvo a casa de Lo, me estoy pateando por dejar mi teléfono.
Me duelen los pies, me duele el cuerpo y me alegra encontrar la casa vacía
porque el agotamiento emocional de hoy está empezando. Me siento en
carne viva y desollada. Como si alguien me abriera, y toda la mierda fea
que guardo encerrada se derramó para que todos la vieran. Duelo.
Abandono. Con el corazón roto. Sola. En mi mente, me veo agachándome
para recogerlos uno por uno y volver a meterlos dentro de mí. Pero cada vez
que tengo una cosa encerrada, otra se libera.
Empujo la puerta para abrirla, regreso a mi habitación, sentada en el
piso al lado de donde dejé mi teléfono. Miro fijamente la caja durante largos
segundos antes de que la necesidad de abrazar algo de esto me gane.
Tomo una foto que nunca había visto de mi padre sentado en el suelo
con una guitarra acústica. Estoy a su lado con el pelo mucho más claro de lo
que es ahora mientras intento sostener mi guitarra de juguete como él. Le
doy vuelta para encontrarme con: MI NIÑA Y YO: 2003, escrito con la
letra y la firma de mi padre. Todas en mayúsculas y en trazos descuidados.
Las lágrimas nublan mi visión mientras el "Hear You Me" de Jimmy Eat
World suena en mis auriculares.
Reviso el resto del contenido de la caja. Con cada foto y tarjeta de
cumpleaños que encuentro, mi garganta se endurece y mis lágrimas caen
más rápido. La presa se rompe, mi pena me golpea como un camión Mack.
Parece que fue ayer cuando me puse de pie sobre su ataúd, diciéndole adiós,
en lugar de hace un año, lo que me dificulta respirar.
En un momento de debilidad, levanto mi teléfono y le escribo un
mensaje a Jesse. No debería enviarle un mensaje de texto. Me dejó. Pero lo
extraño tanto en este momento que me duele físicamente. Mi pulgar se
desplaza sobre la pantalla antes de que finalmente presione enviar.
Te necesito.
Miro mi pantalla, deseando que responda. Cuando está claro que no va
a hacerlo, agarro una foto de mi padre contra mi pecho y me acuesto de
costado, con la cabeza palpitante y el corazón roto. Metiendo mis rodillas
en mi pecho, cierro los ojos y dejo que las lágrimas caigan libremente, hasta
que no queda nada. Cuando siento que mis párpados pesan mil kilos, me
rindo para dormir, sin molestarme en levantarme del piso.

***

Cálidos labios presionan contra mi sien, sacándome del sueño.


—Bebé —susurra Jess, y la empatía en su voz, y el consuelo que siento
por eso, ya han vuelto a derramar lágrimas. No sé qué hora es. Parece que
solo he estado dormida por unos minutos, pero la rigidez que siento al estar
en el suelo me dice que han pasado al menos un par de horas.
—Lo siento —dice, besándome de nuevo, esta vez en la mejilla—.
Lamento no haber estado aquí. —Deposita besos en mi cuello, mi cara, mis
labios, susurrando sus disculpas en el medio. Jess me levanta y me lleva a la
cama. Me pone al borde del colchón y me quita las botas y la ropa,
dejándome solo en ropa interior. Él sigue su ejemplo, se desnuda hasta su
bóxer, y luego se acuesta, empujándome hacia él, con la cabeza apoyada en
su pecho, sus pulgares trazando patrones en mi espalda baja.
—Lo siento jodidamente mucho. —Su mano libre empuja el cabello de
mi cara, algunos mechones pegados a mi mejilla, pegados allí por lágrimas
secas. Cuando cubro su mano con la mía, dándole un apretón, siento sus
nudillos hinchados bajo las yemas de mis dedos al mismo tiempo que Jess
se encoge un poco.
—¿Estás herido? —pregunto. No puedo ver, así que alcanzo la lámpara
de la mesa auxiliar, pero él me detiene y me sostiene en el lugar.
—Estoy bien —me asegura—. Duerme, Allie. Hablaremos por la
mañana.
Pero no escucho, deslizando mi mano entre sus piernas, agarrando su
longitud. Estoy desesperada por sentirlo. Desesperada por conectarnos.
—Bebé, para. No tenemos que hacer esto esta noche —se queja, pero
siento que se endurece bajo la delgada tela de su bóxer. Lo saco a través de
la abertura mientras él rueda sobre su espalda, ambas manos levantadas,
todavía inseguras, mientras mira hacia mi mano trabajando en él.
Necesito sentirlo por última vez, empujo mi ropa interior por mis
piernas y las pateo al piso antes de subirme sobre él, colocándolo en mi
entrada. Cuando me hundo sobre él, ambos gemimos, mi cabeza cae hacia
adelante, mis manos apoyadas contra su pecho, sus dedos volando para
agarrar mis caderas. Me deslizo hacia arriba y hacia abajo por su longitud,
flexionando sus antebrazos mientras ayuda a mi movimiento. Lo conduzco
duro y lento, necesito acercarme, pero puedo decir que todavía se está
conteniendo. No quiero que me traten como a un cristal. Como si fuera
frágil. Emocional. Incluso si en este momento, soy ambas cosas.
Inclinándome hacia adelante, lo beso, saboreando el sabor familiar de
sangre en sus labios. Él gruñe cuando le tiro del labio inferior con los
dientes y luego me tiene clavada en el colchón, empujándome antes de que
pueda parpadear.
Si. Esto es lo que necesito.
Agarrando mis muñecas en sus manos, las sostiene sobre mi cabeza
mientras se flexiona en mí. Mis rodillas acunan sus caderas mientras tomo
todo lo que me da.
—Nada es mejor que esto. Jodidamente nada —gruñe Jess antes de
inclinarse para pasar su lengua por mi pezón. Me arqueo hacia él, liberando
una mano, necesitando tocarlo. Paso mis dedos por su cabello mientras lo
encuentro empuje por empuje. Puede que no seamos los mejores
comunicadores, pero nuestros cuerpos están intrínsecamente vinculados,
inherentemente compatibles.
Su mano libre se desliza por mi cuerpo antes de engancharse alrededor
de mi muslo, manteniéndolo en su lugar mientras empuja más profundo.
Sus movimientos son lentos pero firmes, su estómago resbaladizo
deslizándose contra el mío. Tomo cada aroma, cada sonido, cada
sentimiento y lo guardo en la memoria, sabiendo que volveré a esta noche
cada vez que lo extrañe. Y tendrá que ser suficiente.
—Joder, no puedo durar mucho más —admite, su voz áspera.
Envuelvo ambas piernas alrededor de él mientras él desliza una mano entre
nosotros, usando la palma de sus dedos para frotarme, llevándome al borde
junto con él.
—Jess —respiro, cayendo por el borde. Da una bomba más antes de
soltarme, luego planta un beso en mi clavícula antes de colapsar sobre mí,
su respiración agitada se aviva en mi pecho.
—Lamento no haber estado aquí, pero no voy a ninguna parte ahora.
No te dejaré de nuevo. No voy a perder esto —promete mientras trazo la
piel húmeda de su espalda hasta que se le pone la piel de gallina debajo de
la punta de mis dedos. Me trago el nudo en la garganta y estoy agradecida
de que el cuarto oscuro permita que mis lágrimas pasen desapercibidas.
Porque la verdad es que soy yo la que me voy esta vez. Y tiene todo que ver
con el hecho de que no puedo necesitarlo de la forma en que lo hago.
Rompí las reglas. Me apegué, necesito ser yo quien lo corte.
36
Jess
Me despierto, me duelen los músculos, pero me siento aliviado de estar
de vuelta con Allie. Después de que Lo se fue, dejé la botella y comencé a
hacer un plan. Hice suficientes peleas en las últimas dos semanas para pagar
la deuda de Crystal y el alquiler de dos meses. Después de eso, ella está
sola. Definitivamente, esta vez. Mi teléfono murió anoche, y cuando lo
encendí después de mi última pelea, se iluminó instantáneamente con una
llamada de un número desconocido.
—¿Hola?
—¿Dónde estás? —la voz de un tipo grita desde el altavoz de mi
camioneta.
—¿Quién diablos eres? —Frunzo el ceño a mi teléfono, mirando de
nuevo el número.
—Es Dylan.
Mi corazón se acelera en mi pecho cuando el miedo se filtra. El hecho
de que él me llame significa que hizo todo lo posible para localizar mi
número, y mi primer pensamiento es que algo le sucedió a Allie.
—¿Ella está bien? —digo con rabia.
—¿Sabes qué día es hoy? —pregunta crípticamente, en lugar de
responder la maldita pregunta.
—No.
Lo escucho burlarse en la otra línea, mi paciencia se agota.
—El padre de Allie murió hace un año hoy. Lo que significa que
también es su cumpleaños.
—¡Mierda! —Llevo un puño al volante. Me dirigía a casa de Crystal
para agarrar el resto de mi mierda, planeandp regresar a River’s Edge,
pero tiré del volante y volteé algo en medio de la carretera.
—Ella no se presentó a clase, y nadie la ha visto.
—Voy en camino.
Una vez que colgué el teléfono, vi el mensaje de texto de Allie. Tres
palabras que cimentaron el hecho de que soy la mierda más grande del
mundo. Te necesito. Convertí un viaje de dos horas en una hora veinticinco,
como máximo. Sabía que recuperarla no iba a ser fácil después de la forma
en que terminé las cosas en el departamento de Crystal, pero también sabía
que tenía que estar allí para ayudarla. No sabía por dónde empezar, así que
fui primero a casa de Dare, sin esperar encontrarla acurrucada en el piso de
la habitación.
Con los ojos aún cerrados, extiendo mi brazo, alcanzando a Allie, pero
todo lo que encuentro son sábanas frías en su lugar. Al abrir los ojos, veo
que la luz está apagada en el baño a través de la puerta abierta. Me
tambaleo fuera de la cama, dirigiéndome al pasillo.
—¿Allie? —la llamo. Bostezo, rascándome el estómago mientras bajo
las escaleras. Cuando encuentro la cocina y la sala de estar vacías, mi
intestino se retuerce de miedo. ¿A dónde diablos fue?
Subo corriendo las escaleras, tomándolas de dos en dos, y abro la
puerta del armario para confirmar mi sospecha. Su maleta no está. Me
vuelvo hacia la cómoda, saco los cajones y los tiro al suelo, aunque ya sé
que están vacíos.
—¡Mierda! —grito, apoyando mis manos contra la parte superior de la
cómoda antes de patear la mierda.
—¡Jess! —Escucho a Lo gritar justo antes de entrar en la habitación
con una camiseta y bóxer holgados, medio dormida—. ¿Estás de vuelta?
¿Qué demonios?
—Ella se fue. Maldita sea, se fue.
La expresión de Lo se transforma de enojada a comprensiva en tiempo
récord.
—¿Qué pasó?
—No lo sé. Pensé ... — Sacudo la cabeza, reproduciendo los eventos
de anoche en mi cabeza. Debería haber sabido que no me iba a perdonar tan
rápido. Solo pensé que quería una distracción de su dolor. Resulta que
realmente estaba diciendo adiós. Sabía que algo estaba mal. Se sintió
diferente, y no solo porque no usé un condón.
Veo mis jeans descartados en el piso al lado de la cama y voy a sacar
mi teléfono del bolsillo cuando una nota adhesiva azul en la mesita de
noche me llama la atención.
Nada de oro puede permanecer.
Quito la nota de la mesita de noche, como si me hubieran dado una
patada en el estómago.
—A la mierda eso. —Alcanzando mis jeans, encuentro mi teléfono y
llamo. Me manda al correo de voz, no es una sorpresa, pero llamo de nuevo.
Poniéndome mis vaqueros y camiseta arrugada, me dirijo hacia abajo,
pero Lo bloquea mi camino al pie de las escaleras.
—Detente y piensa, Jess.
—No sabes de qué mierda estás hablando. Muévete. —Cualquier otra
persona se haría a un lado, pero Lo se mantiene firme, sabiendo que nunca
le dañaría un cabello de la cabeza.
—Correr detrás de ella así no va a arreglar nada.
—Tengo que probar. No puedo, nunca he… — Tartamudeo, incapaz de
encontrar las palabras correctas, frustrado porque sueno como un gatito
enamorado—. Jodidamente la amo, Lo.
Lo me da una sonrisa triste.
—Sé que lo haces. —Se mueve a un lado—. Así que no lo jodas
asustándola cuando ya está a la mitad de la puerta.

***
He buscado a Allie en todas partes. Fui a Blackbear. Me presenté en
Manzanita, interrogando a una Halston muy enojada, e incluso llamé a
Dylan. Cuando finalmente la encuentro, ella está saliendo de una de sus
clases en Kerrigan. Aún no me ha visto. Tiene sus auriculares puestos, ojos
dirigidos a sus Doc Martens. Su cara no tiene maquillaje, su cabello está
suelto y liso, y lleva una sudadera con capucha que se traga su diminuta
forma, casi llegando a sus rodillas desnudas. Cuando levanta la vista, sus
ojos encuentran los míos. Se detiene a unos metros de mí y mi corazón se
aprieta en mi pecho al ver el dolor escrito en su rostro.
—Allie.
Me acerco a ella, pero levanta una mano y niega con la cabeza.
—Estoy aqui ahora.
—Pero no lo estabas —dice tan calladamente que apenas puedo
escuchar las palabras.
—Lo siento muchísimo. Te aparté porque pensé que te estaba
protegiendo.
—¿De qué? —se burla.
—¡De mi! —Doy otro paso hacia ella—. Pensé que podía hacerlo.
Pensé que podría dejarte ir. Pasaste de ser mi distracción a mi caída, y no
sabía qué demonios hacer con eso. Pero cuando desperté y te habías ido,
nunca había sentido algo así en mi vida. No esperaba amarte, Allie.
Su barbilla tiembla cuando cae la primera lágrima.
—Y resulta que soy demasiado egoísta para salvarte de mí mismo.
—¡Me dejaste! —grita. Sus ojos vidriosos se mueven. De repente
consciente de nuestro entorno, baja la voz—. Todos se van.
Sus palabras me atraviesan. Su papá murió. Su madre se alejó. Y no
estaba allí cuando más me necesitaba. ¿Por qué iba a confiar en mí, cuando
todo lo que he hecho es irme?
—No puedo hacer esto —dice, pasando a mi lado. Quiero perseguirla.
Cada instinto en mí está gritando que luche por ella. Pero tal vez esta vez
necesito un enfoque diferente.
37
Allie
Bandeja en mano, me dirijo a mi mesa, dejando platos para mis
clientes.
—Hazme saber si puedo conseguirte algo más —digo, ofreciendo una
plácida sonrisa. Cuando me doy la vuelta, veo a Jess sentado en mi sección.
Enderezo mis hombros, pasando junto a él como si no me matara verlo.
Como si no me muriera por volver a tocarlo. Me dirijo al baño, cerrando
rápidamente la puerta detrás de mí y presionando mi espalda contra ella.
Respiro profundamente, tratando de calmar mi acelerado corazón.
La puerta se abre detrás de mí y jadeo, tropezando hacia atrás en un
pecho familiar.
Los brazos de Jesse me rodean, cerrando la puerta tras nosotros, y por
un momento, me permito hundirme en él. Su nariz está en mi cabello, sus
labios rozan mi cuello.
—Sé que la cagué, pero esta vez no voy a ninguna parte, chica Allie.
Aprieto mis ojos, mi nariz empieza a cosquillear con la promesa de
lágrimas. Dios, contrólate, Allie.
Me da un beso en la nuca y encojo mis hombros, girándome para
enfrentarlo.
—Estás perdiendo el tiempo.
Desliza sus dientes por su labio inferior, con una expresión engreída y
firme en su lugar.
—Ya lo veremos.
***
Toda la semana, Jesse ha estado acechando a Blackbear, haciendo
imposible que piense en otra cosa que no sea él. He estado deseando
mentalmente que me dejara en paz, pero cuando no apareció durante mi
turno de hoy, me sentí decepcionada. Lo extraño. Dios, lo extraño tanto.
Me detengo en mi entrada y aparco el auto antes de apagar el motor.
Mi abuela me dijo dónde estaban las llaves una vez que me mudé y
finalmente decidí usar mi regalo de graduación. No tengo muchas opciones
ahora que vivo sola. Necesito ir a trabajar todos los días y luego a la escuela
una vez que termine el verano.
Salgo, cerrando la puerta detrás de mí.
—Bonito auto.
Mi cabeza se gira, viendo a Jesse de pie junto a mi puerta con una caja
en la mano.
—¿Cómo sabes dónde vivo?
—Halston ahora es del equipo Jesse.
Pongo los ojos en blanco. Traidora.
—¿Qué pasa con la caja?
—Me perdí tu cumpleaños. —Sonríe.
Paso junto a él, abriendo la puerta principal. Me sigue dentro, mirando
el lugar con curiosidad. Es una modesta casa estilo cabaña. Dos
habitaciones, dos baños. No es mucho, pero es perfecta para mí. Jess pone
la caja en el mostrador de la cocina y luego se sienta en uno de los
taburetes.
—No deberías estar aquí —digo, pero mi voz carece de convicción. Es
difícil mantenerse fuerte cuando todo lo que quiero es ser como éramos
antes de que todo se fuera a la mierda.
—Pero lo estoy. —Vuelve a sonreír—. ¿No vas a abrir tu regalo?
—Si lo hago, ¿te irás?
Encoge sus hombros.
—Si quieres que lo haga.
Me quedo sin aliento, sacando la tapa de la caja. El interior está lleno
de Dum-Dums, todas de caramelo excepto una de fresa. Mi rosto se calienta
al recordar a Jess y la forma en que usó la paleta de caramelo conmigo y
con una mirada a su rostro, puedo decir que está pensando lo mismo.
—Sigue mirando.
Cavo alrededor de la caja, sacando una pila de cajas de CD. Los
sostengo, mis ojos cuestionando los suyos.
—Ábrelos.
Abro la primera caja y en su interior dice: Canciones con las que me
gustaría follarte. En el interior, se enumeran las pistas. Todo desde
“Lollipop” de Lil Wayne a “Closer” de Nine Inch Nails. Me río, cerrando la
caja de plástico—. Muy gracioso.
—Continúa —dice, pero su expresión no es tan juguetona como yo
esperaba.
—Bien... —Abro la siguiente. Canciones con las que te he follado.
“Colorblind” de Counting Crows está en la lista y hago una pausa,
mirándolo—. ¿Te acuerdas de eso?
Asiente.
Uno por uno, abro el resto. Canciones que me recuerdan a ti.
Canciones para cuando estés triste. Canciones para cuando la cago.
Canciones para cuando extrañas a tu padre.
—Jess —susurro alrededor del nudo en mi garganta.
—Pensé que querrías nuevo material para escuchar —dice.
Moviéndome hacia él, le rodeo el cuello con los brazos y lo abrazo
fuerte. Esto es lo más ridículo y considerado que alguien ha hecho por mí.
Capto su olor. Su calidez. Se siente como en casa.
—¿Significa esto que me perdonas?
Me retiro, esnifando.
—Te perdono, Jess...
—Siento que un pero se acerca.
—Pero ¿qué ha cambiado? —Busco en sus ojos.
—Estoy aquí, Allie.
—¿Por cuánto tiempo?
—Mira en el fondo de la caja —dice, moviendo su barbilla hacia ella.
Siento alrededor, sacando un sobre del fondo. Lo abro, leyendo la carta
con el logo de los Wildcats. Mis ojos se dirigen a los suyos.
—¿Significa esto lo que creo que significa?
Asiente.
—Me quedo para siempre. El entrenador Standifer empezará el
lacrosse del MCLA en Kerrigan el año que viene. No es tan prestigiosa
como la NCAA, pero podré volver a formar parte de un equipo. —Me
acerca más por las presillas de mi cinturón—. Y puedo ir a la escuela
contigo.
—Tengo miedo —admito, sintiéndome estúpida y vulnerable por decir
las palabras en voz alta.
—Te necesito, Allie. No voy a dejarte otra vez. Voy a empezar la
escuela aquí. Tomé un trabajo en el taller de Henry. Me alejé de las peleas.
—Pasa una mano por su cabello, soplando un aliento—. Nada me
importaba antes de ti. Autosaboteé cada cosa buena de mi vida antes de que
tú llegaras. Parte de mí cree que me echaron del equipo a propósito, porque
era más fácil jugar ese papel, por muy jodido que suene. Pero tú me haces
querer ser alguien que se merece a alguien como tú.
Limpia una lágrima de mi mejilla.
—Te amo.
Sus ojos brillan, concentrándose en mis labios.
—Dilo otra vez.
—Jodidamente te amo. —Siento que mis labios se convierten en una
sonrisa, y entonces él se levanta del taburete y me levanta en sus brazos,
mis tobillos se cruzan detrás de su espalda.
—Yo también te amo.
Con las piernas aún envueltas en su cintura, me quito la camisa por
encima de la cabeza.
—Entonces demuéstramelo.
Epílogo
Allie
Seis meses después
Mi papá siempre dijo que tanto las mejores como las peores cosas de
la vida son inesperadas. Son esos momentos que te cambian la vida
indefinidamente e incluso si los ves venir, nunca estás preparado para el
impacto. Lo que importa es lo que haces después. Es la forma en que lidias
con la crisis o la buena suerte, lo que te define.
Cerrando mi diario, miro hacia arriba, buscando a Jesse mientras me
siento en las mismas gradas desde las que lo veía hace unos años. Solo que
esta vez, no me escondo debajo de ellas. Dado que el lacrosse es nuevo en
Kerrigan y hay pocos fondos, han estado utilizando el campo de la escuela
preparatoria para practicar y desarrollar a sus jugadores. Me hace sentir más
que un poco sentimental estar aquí, donde mi papá solía enseñar, con el
chico que curó mi corazón roto.
Los últimos seis meses han sido un torbellino. Técnicamente, no
vivimos juntos, pero él duerme en mi cama todas las noches, así que no sé a
quién creemos que estamos engañando. Ahora trabaja con Henry y aunque
ha sido un proceso lento, puedo ver el cambio en Jesse. Él también se está
curando, y estar cerca de Henry tiene mucho que ver con eso.
Crystal apareció en River's Edge en un intento desesperado de
recuperar a Jess. Empezó a decir tonterías sobre que él no valía nada y no
pensé. Simplemente moví mi brazo. Nunca he golpeado a nadie en mi vida,
pero ella hablaba del chico que amo, amenazando con deshacer todo por lo
que hemos trabajado. No sé quién estaba más sorprendido. Me volví, con
los ojos muy abiertos, hacia Lo y Jess con la mano en la boca,
disculpándome profusamente. Para mi sorpresa, Lo se rio como una hiena.
Jess mandó a Crystal a hacer las maletas antes de decirme que no podía ir
por ahí pegándole a la gente cada vez que me molestara por algo, repitiendo
las mismas palabras que le dije sobre Víctor, pero no pudo ocultar la sonrisa
en su rostro mientras lo decía.
En cuanto a mi mamá, se mudó de vuelta a California con su nuevo
marido. Tengo un hermano pequeño que llegará cualquier día y ella dijo que
quería estar lo suficientemente cerca para verme regularmente. Soy
cautelosamente optimista.
Suena un silbato que me saca de mis pensamientos. Jesse corre hacia
mí, se quita el casco de lacrosse antes de apartarse el cabello húmedo de la
frente.
—Hola, chica Allie —dice él, inclinándose para un beso.
—¡Qué asco, estás todo sudado!
—Te gusta. —Se acerca, frotándome su rostro por todos lados,
besándome mi clavícula y me río, empujándolo para apartarlo.
—¡Consíganse una habitación! —grita Sully, levantándose el casco.
También se unió al equipo de lacrosse. No me pregunten qué pasa con
Halston y él. Ni siquiera ellos lo saben.
Jesse levanta su dedo medio detrás de él, llevando sus labios a los
míos. Yo le rodeo el cuello con los brazos, deslizando mi lengua dentro de
su boca, sin preocuparme por el público.
Él se aparta, sus ojos brillantes con lujuria.
—Ve a la camioneta.
—Te veré allí —digo, señalando mi diario. Él asiente antes de correr
para recoger sus cosas y yo abro mi diario una vez más.
Papá tenía razón. Las mejores cosas en la vida siempre son inesperadas
y amar a Jesse Shepherd es definitivamente lo mejor de la vida.

Jesse
Nada que sea dorado permanece para siempre.
Nada que sea perfecto y hermoso puede durar para siempre.
Nada, excepto Allison Parrish.
Sobre la autora
Charleigh Rose vive en Narnia con su esposo y dos niños pequeños. Es
absolutamen te devota del amor no convencional y la pizza. Cuando no está
leyendo o siendo mamá, está escribiendo un romance malhumorado,
melancólico y desquiciado

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