Bad Influence Charleigh Rose
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Staff
Moderación
Gerald
Tessa
Traductoras
Gerald
Tessa
EstherC
Laura A.
Julii.Camii
Tolola
Walezuca
RRZOE
Guadalupehyuga
Andie
Bella'
Corrección y revisión
Clau V
Diagramación
Desiree
Índice
Sinopsis
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
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Epílogo
Sobre la autora
Sinopsis
Allie
Cuando me mudé a River's Edge, salir con alguien era lo último que
tenía en mente.
Definitivamente no esperaba enamorarme de él.
Jesse Shepherd.
Popular. Atleta estrella. Engreído como el infierno.
Conoces a ese tipo de persona.
Pero a medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que había más
cosas ocultas debajo de ese hermoso exterior.
Reservado. Enojado. Un poco roto
Mientras más levantaba sus capas, más profundo me enamoraba.
Hasta que me estrellé de cabeza contra su mar de mentiras.
Jess
Perdí la oportunidad
Lo arruiné todo: la universidad, el lacrosse, mi futuro; solo para
terminar justo donde comencé, en River's Edge.
Estaba satisfecho con deleitarme en mi miseria, pasando mis días
ahogándome en un pozo sin fondo de alcohol y chicas.
Hasta que la vi.
Allison Parrish.
Hermosa. Sarcástica. Mala actitud perpetua.
La pequeña y bonita distracción del espectáculo de mierda que era mi
vida.
Pero los pecados de mi pasado estaban acercándose a mí y aprendí
por las malas que nada que sea dorado permanece para siempre.
"Nada que sea dorado permanece para siempre”
—Rober Frost
1
Allie
Mi papá siempre decía que tanto las mejores como las peores cosas de
la vida son inesperadas. Son los momentos que cambian tu vida
indefinidamente, y aun cuando los veas venir, nunca estás preparado para el
impacto. Lo que importa es lo que haces después. Es la forma en que lidias
con la crisis o la buena suerte, lo que te define.
Es seguro decir que fallé miserablemente en ese departamento.
La aguja me pincha el dedo y dejo salir un siseo, dejando caer mi
chaqueta sobre la cama antes de meterme el dedo en la boca. Miro la vieja
chaqueta vaquera de mi padre, cada superficie llena de parches coloridos de
sus bandas favoritas. Social D. Pennywise. Rancio. NOFX. La lista
continúa. Corté las mangas demasiado largas por capricho, decidiendo
coserle las mangas y la capucha de una vieja sudadera para poder usarla.
Me la llevo a la nariz e inhalo, intentando desesperadamente captar un poco
de su olor. No me la he puesto ni la he lavado, temiendo perder el olor para
siempre, pero creo que ahora, más de medio año después de su muerte, por
fin se ha ido.
La mayor parte de los días, estoy bien. Otros días, la tristeza es tan
potente que parece que fuera ayer.
—¡Allison! —grita mi madre, su voz es como la de un niño, incluso
cuando está gritando.
Me quito uno de los auriculares del oído, mirándola expectante desde
mi cama.
—Sé que es tu cumpleaños y que se supone que debo dejarte tomar
las decisiones, pero ¿estás segura de que no quieres hacer nada? Tengo
una cita de sushi esta noche. ¿Podrías unirte a nosotros?
Pongo los ojos en blanco. Sí, me encantaría pasar mi cumpleaños
dieciocho con mi madre y su compañero de la semana comiendo una
comida que odio.
—Estoy bien.
Veo al alivio brillar en sus ojos, pero lo oculta rápidamente.
Realmente no quiere que vaya a cenar, pero ¿cómo se vería eso si al menos
no me invitara en mi cumpleaños de entre todos los días? Apartándose del
marco de la puerta, camina hacia mí. Cierro mi diario, guardándolo debajo
de la almohada.
—Deberías salir. Llama a Courtney y a Maddison. —Ella extiende
una mano delgada para enrollar un mechón de mi cabello entre sus dedos.
Me río amargamente. No he sido amiga de esas chicas desde el
primer año, cuando les crecieron las tetas y decidieron que lo único que
importaba eran los chicos y las fiestas.
—Está bien, mamá —digo solo para tranquilizarla.
—Bien. Voy a meditar antes de mi cita —me informa, poniéndose de
pie. Si Blancanieves y Willie Nelson tuvieran un hijo por amor, sería mi
madre. Es trágicamente hermosa, de voz suave y carismática. Su sonrisa es
contagiosa y todos la aman. También es la mayor drogadicta que conozco.
Voluble. Egocéntrica, pero de alguna manera dolorosamente insegura. Es
una contradicción ambulante.
Me pongo los auriculares de nuevo sobre mis oídos, terminando así la
conversación. Una vez que ella se va, volteo mi teléfono para ver un
mensaje de voz de mi padre. Mierda, no debo haberlo escuchado con mi
música. Me quito los auriculares una vez más, llevándome el teléfono al
oído.
—Alllllliisonnnnn —saluda con la melodía de la famosa canción de
Elvis Costello. Con la que me da una serenata cada vez que lo veo—. No te
preocupes. No cantaré toda la canción esta vez. Solo quería desearte un
feliz cumpleaños. También es tu recordatorio diario para tratar de ser
amable con tu madre. No es su culpa que la hierba haya empezado a joder
a su cerebro.
Suelto una carcajada. Mis padres se conocieron cuando mi padre
estaba de gira con su banda a finales de los noventas. Se enamoraron duro
y rápido, y después de unos meses, cambió su cómoda vida por un autobús
de gira. Quedó embarazada casi inmediatamente. Mi padre dejó la banda,
compró una casa e intentó echar raíces. Ahí fue cuando empezaron los
problemas. Mi madre estaba resentida con mi padre por dejarla
embarazada. Mi padre estaba resentido con mi madre por tener que dejar
la banda. En resumen, se separaron cuando yo nací.
Cuando mi madre me consideró lo suficientemente mayor, pasaba los
veranos en River's Edge con mi papá y el resto del año con mi mamá aquí
en el sur de California. No se llevan bien, siempre se lanzan ofensas a
expensas del otro, pero mi madre realmente nunca siguió con su vida, aun
cuando ha tenido más novios que Cher y Taylor Swift juntas.
—De todos modos, me gustaría poder estar allí, pero ambos sabemos
que es mejor que tu madre y yo no estemos en el mismo código postal.
Tengo un regalo de cumpleaños / graduación esperando por ti aquí. Te daré
una pista: tiene cuatro ruedas y está en mi garaje.
¿¡Un auto!? Me caigo de espaldas sobre mi cama, apenas
conteniendo mi emoción.
—No puedo esperar a tenerte aquí permanentemente. Feliz
cumpleaños, nena. Eres lo mejor que he hecho. Te quiero.
Sonrío, deseando que estuviera aquí, pero en pocas semanas, iré a
quedarme con él y empezaré la universidad en River's Edge. La línea se
queda en silencio por un segundo y creo que ha colgado, pero luego lo
escucho de nuevo.
—Oh, casi lo olvido. —Se aclara la garganta y yo gruño, sabiendo lo
que viene después—. Feeeeeeeeeeliz cumpleaños a ti —canta, su voz ronca,
odiosa y fuerte—. Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños, querida Allie.
Feliz...
Su canto se detiene abruptamente, seguido de una maldición y mi
corazón se hunde hasta la boca de mi estómago. Todo sucede en una
fracción de segundo: el sonido de los neumáticos patinando, metal
chocando con metal, vidrio rompiéndose, el grito angustiado de mi papá.
Entonces, no oigo nada más que mi corazón latiendo fuertemente en mis
oídos.
—¡Papá!
Sacudo el recuerdo de mi mente, centrándome en la manga que estoy
cosiendo. Han pasado ocho meses desde el accidente. Durante los primeros
meses, me escondí en mi habitación, sin hacer nada. Perdí mi fecha de
inicio en la Universidad de Kerrigan y los pocos amigos que tenía me
dejaron cuando ya no fui divertida. Mi mamá estaba demasiado perdida en
su propia tristeza como para que yo le importara una mierda, a pesar de que
habían estado divorciados desde hacía años y rápidamente se lanzó de
cabeza hacia una nueva relación.
Cuando mi mamá me informó que se mudaba a Hawai con su última
víctima, otro de esos pequeños momentos divertidos e inesperados, supe
que era hora de seguir adelante, como si tuviera opinión en el asunto.
Remato el hilo antes de levantar la chaqueta para inspeccionar mi
trabajo. Deslizo mis brazos dentro de las mangas, acomodándola sobre mí.
Tomando el asa de mi maleta, doy una última mirada a la habitación de mi
infancia, a los carteles, dibujos y letras de canciones pegadas en cada
superficie de mis paredes pintadas de negro. Esto se siente como uno de
esos momentos definitorios de los que mi padre hablaba. La única pregunta
es, ¿me hundiré o nadaré?
2
Jess
—¿Larga noche? —pregunta mi hermana, Lo, arqueando una ceja
hacia mí desde el otro lado de la barra en donde estoy sentado. Sentí como
si acabara de desmayarme cuando ella irrumpió en la habitación que tiene
en su casa para mí, exigiéndome que viniera a desayunar al Blackbear, el
bar/restaurante donde trabaja, para que pudiéramos pasar el rato antes de
irme. Aún medio borracho, tomé mi mochila y la seguí hasta el auto.
Lo tira un cubo de hielo en el contenedor y el sonido me tiene
cerrando mis ojos con fuerza. Ella se ríe, sacudiendo la cabeza.
—No más que cualquier otra noche. —Fue el cumpleaños de Sully y
mi último fin de semana en River's Edge por un tiempo. El lunes por la
mañana, el entrenador me va a dar una paliza y volveré a la escuela con
poco a nada de alcohol, sin peleas, sin fiestas y sin drogas. En pocas
palabras, nada de diversión.
—¿Dónde está tu amigo?
Sonrío, recordando las festividades de anoche. La última vez que
revisé, estaba entre dos estudiantes desnudas.
—A juzgar por la mirada en tu rostro, ni siquiera quiero saberlo. —Lo
se ríe, deslizando un vaso de agua helada hacia mí.
—Está... ocupado. —Me sorprendería si fuera capaz de levantarse de
la cama tan temprano después de anoche.
—¿Vas a ver a Henry antes de irte?
Mi mandíbula se tensa.
—Probablemente no. —No es exactamente una prioridad ver al
hombre que creíamos que era nuestro padre hasta hace poco. Se fue cuando
yo era un niño, dejándonos a Lo y a mí con una madre no apta y un montón
de problemas con la figura paterna. Cuando la mierda empeoró en Oakland,
Lo nos mudó aquí para quedarnos con él, solo para descubrir que después
de todo no era nuestro verdadero padre.
Los buenos tiempos.
—Lo está intentando, sabes.
—Yo también. —Intentando cambiar el maldito tema.
Lo me mira con sus grandes ojos de cachorro y mete la mano debajo
de mi capucha, despeinando mi cabello como si fuera un niño. Cuando
creces como nosotros lo hicimos, es difícil no resentir a los adultos que
hicieron un trabajo de mierda protegiéndote. Y parientes de sangre o no,
Henry nos abandonó en lugar de llevarnos con él.
—Mierda, el camión de la comida está aquí —dice Lo, que ya se
dirige hacia la parte de atrás del restaurante—. Vuelvo enseguida. Y no te
vayas a ir sin decir adiós.
Asiento, le muestro el pulgar hacia arriba y la puerta suena, atrayendo
mi atención hacia una chica con auriculares sobre sus oídos. Una camiseta
del Nirvana se asoma por debajo de su chaqueta vaquera con una jodida
tonelada de parches cosidos. Con los codos apoyados en la barra, la estudio.
Está en su propio mundo, moviendo la cabeza al ritmo de la música que
solo ella puede escuchar mientras se acerca. Se detiene a medio metro de
mí, hurgando en el tazón de Dum-Dums que está sobre la barra, sin darse
cuenta de mi presencia antes de decidirse por uno. Caramelo. Le quita el
envoltorio y lo mete en el bolsillo de sus vaqueros antes de envolver sus
labios alrededor de la paleta de caramelo, haciendo que mi polla se mueva
al verlo.
Sintiendo mi mirada en ella, levanta sus ojos hacia los míos y no hago
nada para ocultar el hecho de que he estado mirándola fijamente. Los ojos
grises azulados se abren por una fracción de segundo, antes de estrecharse
en rendijas. Luego se aleja, dirigiéndose hacia el comedor.
¿Qué demonios fue eso?
La puerta vuelve a sonar, pero esta vez es Sierra Hayes. Y está en una
misión, si la expresión furiosa de su rostro es algo a lo que atenerse.
Probablemente tiene algo que ver con el hecho de que sin saberlo me
enganché con su hermana mayor.
Sully vino a uno de mis juegos hace unas semanas. Terminamos
festejando con algunas chicas de último año de la fraternidad y no pasó
mucho tiempo antes de que nos arrastraran arriba. Apenas habíamos puesto
un pie en su habitación cuando la pelirroja me tenía los pantalones en mis
tobillos y mi polla en su boca. Arqueé una ceja, dirigiendo mis ojos a Sully,
quien se cubrió la boca para sofocar su risa. Sus dos novias simplemente se
rieron, empujando a Sully hacia una de las dos camas tamaño queen
mientras la pelirroja seguía chupando, sin importarle que tuviéramos
público. Yo, por otro lado, no necesariamente tenía ganas de dejarme llevar
delante de otro tipo.
Puse mis manos alrededor de su rostro, preparado para quitar su boca
de ventosa cuando Sully interrumpió con su corriente de enojados
improperios.
—Joder, Shep, dime que tienes un condón —gritó.
La chica de rodillas delante de mí se congeló antes de retroceder y
liberar mi polla con un chasquido.
—¿Shep? ¿Como en Shepherd? preguntó cautelosamente. Asentí—.
¿Como en Jesse Shepherd?
—El único e irrepetible. —Sonreí. Es gracioso. Ser un Shepherd en
Oakland era sinónimo de basura blanca. Aquí, tiene todo un nuevo
significado.
Se cayó de espaldas, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Oh Dios mío, acabo de tener el pene del exnovio de mi hermana en
mi boca. —Mentalmente revisé la corta lista de chicas que podrían haber
sido consideradas mis novias. Salía con chicas, claro. Pasado el rato,
definitivamente. Pero ¿novia? Ese era un título reservado para... bueno,
ninguna.
—¿Sierra Hayes? —dijo ella al ver mi expresión confusa. Gruñí. Solo
escuchar ese nombre es suficiente para hacer que mi polla se frunza y yo
salga corriendo. No porque no sea tremendamente atractiva, sino porque la
chica está completamente demente.
—Ella nunca fue mi novia —corregí, subiéndome los vaqueros y
abrochando la cremallera. Esa era la verdad. A Sierra le gustaba decir que
era mi novia y yo la dejaba, sobre todo porque me importaba una mierda.
Podía etiquetarse todo lo que quisiera. No quería decir que fuera a hacer el
papel de un novio cariñoso. Ella conocía el trato. Cuando me fui de la
ciudad para ir a la escuela, terminé con todo.
—No cambia el hecho de que tú solo... solo... ¡follaste doble! —
Escuché a Sully reírse medio segundo antes de que mis labios se
extendieran en una sonrisa divertida sin querer. ¿Cómo demonios iba a
saber que era su hermana? No me molesté en discutir. Antes de hacer una
salida apresurada, simplemente le dije a Sully que me avisara cuando
terminara.
Sin pensarlo dos veces, salto del taburete antes de que ella pueda
decir algo y llego con la chica Dum-Dum. No estoy equipado para
enfrentarme de lleno con Sierra en mi estado actual. Tan casualmente como
puedo arreglármelas con alguien que no conozco y que parece
despreciarme, envuelvo un brazo alrededor de su cadera mientras igualo mi
paso con ella. Su cuerpo se tensa y se echa hacia atrás, mirándome como si
fuera un lunático.
Quito los auriculares de un oído, inclinándome para acercarme. No se
estremece ni me da esa mirada de ensueño a la que me he acostumbrado y
empiezo a cuestionar mi plan pensado a medias.
—Eres mi novia —digo en voz baja. Desde fuera, parecería que le
susurro dulces cosas al oído en vez de acercarme a una completa
desconocida.
Sus cejas se juntan, la punta de su paleta sobresale de entre sus labios
fruncidos y puedo decir que no está emocionada ante la perspectiva de
seguirme la corriente.
—Está bien, finge que eres mi amiga —corrijo, desesperándome a
medida que Sierra se acerca. La chica Dum-Dum se quita los auriculares
con un resoplido, los mete en su bolsa y es cuando me doy cuenta de que
están conectados a un reproductor de CD. Un maldito reproductor de CD
portátil. Tengo que detenerme de preguntarle si también tiene un localizador
en su bolsa de trucos. Tal vez un disquete.
Ella se desliza en la cabina más cercana y yo me deslizo detrás de
ella, pegando mi lado al suyo. Su columna vertebral está muy recta, sus
grandes ojos grises mirándome de reojo mientras le rodeo los hombros con
un brazo.
—Relájate —susurro en su oído mientras Sierra llega a nuestra mesa.
Todavía no hay escalofríos.
—Eres un imbécil —acusa Sierra, señalándome con el dedo. Me
inclino hacia atrás en la cabina, subiendo mi pierna para apoyar mi tobillo
sobre mi otra rodilla mientras Sutton, una de los meseras y amiga de mi
hermana, maniobra alrededor de Sierra para dejar un par de vasos de agua.
—Solo... ¿les doy un minuto? —pregunta ella con una sonrisa de
suficiencia. Asiento con la cabeza.
—Encantado de verte, también, Sierra. —Froto mi pulgar a lo largo
de la clavícula de Dum-Dum y los ojos de Sierra se centran en el
movimiento antes de estrecharse. Sin duda se siente incómoda, la chica a mi
lado evita el contacto visual, dejando su paleta en una servilleta antes de
alcanzar el agua helada delante de ella.
—¿Podemos hablar? —Sierra dice bruscamente mientras evalúa a la
chica alrededor de la que tengo mi brazo, intentando deducir si es una
amenaza o no. Ella es mi tipo habitual, pero no se puede negar que es
atractiva. El tipo de atractivo que no podría esconder aunque lo intentara, lo
cual creo que podría estar haciendo. Intentado esconderse, eso es. Su ropa
no es necesariamente holgada, pero definitivamente no se ajusta a su forma.
No parece llevar mucho maquillaje y su cabello castaño claro es
ligeramente ondulado, descansando sobre dos pechos perfectos. Cabello
para el sexo. Eso es lo que parece.
—Ahora no es un buen momento. Estoy intentando almorzar con mi
novia.
La chica junto a mí se atraganta con la palabra novia y vuelve a poner
el vaso sobre la mesa.
—Lo siento. —Se da palmaditas en el pecho—. Bajó por la tubería
equivocada.
Una sonrisa tira de la comisura de mi boca, pero aplano los labios
para ocultarla.
—¿Tienes una novia? —pregunta Sierra, arqueando una ceja
incrédula.
—Sí. —Sonrío.
Sierra cruza sus brazos, sus ojos moviéndose entre nosotros y maldita
sea. El tenso lenguaje corporal de esta chica es un claro indicio.
—No hay manera. No me lo creo.
—Me importa una mierda lo que creas, pero si me disculpas, mi novia
y yo intentamos pasar un tiempo juntos antes de que tenga que irme.
—¿Desde cuándo? —presiona ella, ignorando mi descarado despido.
—Es nuevo.
—¿Sabe tu novia dónde estabas hace un par de semanas?
Bueno, mierda. No creí que empezaría un interrogatorio. Pero soy
más que un pensador rápido.
—Como dije, es nuevo. Realmente nuevo.
—Así que, ¿la conociste después de meterte con mi hermana y ahora
es tu novia? ¿Es eso cierto?
—Cuando lo sabes, lo sabes. —Me encojo de hombros y para mi
sorpresa, la chica a mi lado se ríe a carcajadas y me muestra un rápido
vistazo de sus hoyuelos antes de que ocultara su expresión.
—¿Cómo se llama? —pregunta Sierra, claramente perdiendo la
paciencia.
Buena pregunta. Miro a mi novia en busca de ayuda, pero ella solo
me mira en respuesta con una expresión inocente y expectante, batiendo sus
pestañas, esperando a ver cómo responderé a esto. Le envío una mirada en
respuesta que dice: me alegro de que esto te divierta.
—No seas grosera, Sierra. Si quieres saber su nombre, pregúntale a
ella.
Sierra resopla, cruzando sus brazos mientras enfoca su atención en la
chica que está a mi lado.
—¿Tienes un nombre? —dice ella lentamente, enunciando cada
palabra como si estuviera hablando con un niño pequeño o alguien que no
habla inglés—. ¿O no llegaron tan lejos? Normalmente la parte del
intercambio de nombres viene después del sexo con este.
—Es Allison —responde, poniendo los ojos en blanco—. Y él sabe
mi nombre. Confía en mí. —Se inclina hacia adelante sobre sus codos para
lograr un efecto dramático, sus dedos juegan con la punta de su popote, y
baja su voz—. Lo estuvo gritando. Durante. Toda. La. Noche.
Mierda, acabo de conseguir una semi-erección instantánea.
Las fosas nasales de Sierra se ensanchan y su mirada se vuelve hacia
mí, pero yo sigo mirando a la chica que está a mi lado, viéndola de repente
bajo una luz totalmente nueva, gracias a ese comentario.
—No sé qué diablos estás tratando de hacer, pero ¿quieres saber lo
que yo sé?
—En realidad no, pero siento que estás a punto de decírnoslo de todos
modos —digo, sonando aburrido mientras retuerzo un mechón del cabello
de Allison entre mis dedos.
—Meterte con mi hermana fue un mensaje claro, Jesse. Querías
hacerme daño.
Cristo. Esta chica está delirando.
—¿Y sabes lo que eso me dice? —pregunta intencionalmente.
—Ilumíname.
—Me dice que en el fondo, todavía te importo. Todavía me deseas.
Así que ya puedes dejar de fingir con la Barbie Basura Blanca.
Estoy sin palabras. Literalmente me quedo sin palabras porque está
tan fuera de lugar que no tengo palabras. ¿Qué clase de lógica jodida de
chica es esa? Ni siquiera sabía que ella tenía una hermana.
—O tal vez —interviene Allison, bajando su voz hasta un susurro
conspirativo—, solo tal vez significa que no le importas lo suficiente como
para considerar tus sentimientos en el asunto.
Los ojos de Sierra se estrechan, pero no tiene una refutación para eso.
—O tal vez no tengo ni idea de lo que estoy hablando —dice cuando
nadie más habla. Sierra gira sobre sus talones sin decir una palabra y luego
se va.
—Sabes que acabas de hacer que te deseé más, ¿cierto? —pregunta
Allison, poniendo un poco de espacio entre nosotros. Ante mi expresión
confundida, se ríe—. Las chicas siempre desean lo que no pueden tener.
Alardear sobre mí delante de ella fue prácticamente un desafío ante sus
ojos.
—Me conoce mejor que eso.
—No si piensa que realmente soy tu novia. Ahora cree que tiene la
oportunidad de ocupar ese papel.
Menos mal que no me quedaré para averiguarlo.
—¿Fue cierto? ¿Lo que dijo sobre su hermana? —pregunta.
—¿Técnicamente hablando?
El labio de Allison se levanta por la comisura, pero antes de que
pueda responder, una voz grave grita su nombre, haciendo que su cabeza se
mueva para ver de dónde viene. Sus ojos se iluminan cuando ve a un tipo
con un arete en el labio vistiendo vaqueros negros, botas negras y una
chaqueta negra. No se me escapa que es todo lo contrario a mí en mi
sudadera con mi logo de Lobos de lacrosse en el frente, pantalones de
chándal grises y gorra puesta al revés.
—Disculpa —dice con impaciencia, haciéndome un gesto para que la
deje salir de la cabina, olvidándose por completo de mí.
—¿Quién es ese? —pregunto, poniéndome de pie.
—Mi novio —dice de manera seria y no puedo decir si está
bromeando, dadas las circunstancias, o si realmente es su novio. No tengo
que preguntarme por mucho tiempo, porque ella corre hacia él y él envuelve
sus brazos alrededor de su diminuta figura, levantándola de sus pies. Ahora
la falta de estremecimientos tiene sentido. Le gustan del tipo corpulento y
emo. No los jugadores universitarios de lacrosse que acaban de salir de la
cama y aún apestan a alcohol.
3
Allie
—Mierda, ha pasado demasiado tiempo. —Dylan mordisquea el arete
en su labio, mirándome. Presiono mi nariz contra su sudadera con capucha
mientras lo abrazo, inhalando su olor familiar, algo que nunca he podido
precisar, pero que le pertenece a él y solo a él.
—Lo siento —digo, levantando la mirada hacia él, intentando leer su
reacción.
No he contestado más que algunos mensajes, mucho menos he puesto
un pie en esta ciudad desde el funeral. También conocida como la noche en
que perdimos la maldita cabeza. Estaba tan perdida por el dolor que intenté
hacerme sentir algo, cualquier cosa, aparte de la abrumadora tristeza que
amenazaba con tragarme entera y cuando Dylan se inclinó para besarme, lo
dejé. No debería haber pasado. Ni siquiera nos gustamos en ese sentido.
Pero si él no va a reconocer al elefante en la habitación, estoy feliz de
pretender que nunca sucedió.
Conocí a Dylan hace un par de años, después de que empecé a pasar
los veranos con mi padre en River's Edge. Estaba segura de que me odió
desde el primer año que lo conocí. Poco a poco, su comportamiento helado
comenzó a derretirse y después de que se robó mi diario y descubrió mis
letras mediocres, inducidas por las hormonas, nos hicimos amigos. Tenía
sentido. El aspirante a estrella de rock y la hija de un músico.
—Debería patearte el trasero por mantenerte alejada durante tanto
tiempo —me informa, tomando asiento en nuestra mesa. La misma mesa en
la que siempre nos sentábamos con mi padre y el resto de la banda de
Dylan. Blackbear era nuestro "lugar".
—Lo sé. Simplemente... no pude. —No me explico, pero Dylan
asiente, sabiendo exactamente lo que quiero decir—. Pero —digo,
enderezando mis hombros y animando mi voz—, ya no tienes que
preocuparte por eso.
Me mira con una expresión inquisitiva.
—Me voy a quedar.
—¿Para siempre? —pregunta él.
Saco mi desgastado libro de composición de mi bolso, poniéndolo
sobre la mesa mientras busco el banderín de cortesía que me dieron en la
orientación.
—Estás viendo a la más nueva Wildcat —digo, agitando el banderín
de fieltro rojo y blanco con el logo de Wildcats.
—¿No inventes? —Se ríe, un sonido profundo que juro que hace
vibrar la mesa. Se suponía que iba a empezar en la Universidad de Kerrigan
en el otoño, pero nunca me presenté. Por suerte, una vez que les expliqué
que tenía una muerte en la familia, me dieron el visto bueno para empezar
durante el semestre de primavera. No importaba el hecho de que el
accidente fue meses antes. ¿La única desventaja? Llenaron mi lugar en los
dormitorios. Gracias a Dios por Halston.
—Sí. Me voy a hospedar con Halston en el Manzanita Hall. —
Ilegalmente. Pero eso es irrelevante.
Halston es mi única otra amiga en el mundo. Mi papá solía enseñar
guitarra en la preparatoria y en las raras ocasiones en que yo lo visitaba
durante el año escolar, iba con él, desapareciendo debajo de las gradas para
escuchar música y escribir en mi diario. Imagina mi sorpresa cuando una
morena alta con zapatos de diseño apareció, preguntando si podía
esconderse conmigo entre clases. Se lo permití de mala gana y esta chica
que parecía que acababa de salir del set de un programa televisivo de CW
encendió un cigarrillo y me contó todos los últimos chismes de River's
Edge. Al principio, ignoré su presencia. Pero Halston es muy persistente.
—Si alguna vez necesitas un lugar donde quedarte... —Se va
quedando callado.
—Gracias, pero estoy bien. —Dylan alquila una casa con sus
compañeros de banda donde cada superficie está cubierta de botellas de
cerveza y escamas de hierba. Llamarlo un departamento de soltero sería la
subestimación del siglo.
Se encoge de hombros.
—Como tú quieras. ¿Tienes algo para mí? —pregunta, sus ojos
marrones mirando expectantemente a mi diario. Está arrugado en el medio
por enrollarlo y llevarlo a todas partes.
Dylan se estira hacia el cuaderno, pero yo le quito la mano de una
bofetada.
Por el rabillo del ojo veo a Jesse pasar por delante de nuestra mesa.
Como si sintiera mi mirada, gira la cabeza para mirarme y me guiña un ojo
antes de volverse a dar la vuelta. Pongo los ojos en blanco. No sé por qué le
dije que Dylan era mi novio. Supongo que solo quería que supiera que no lo
estaba deseando como el resto de las mujeres en un radio de trecientos
kilómetros.
Pero eso no es del todo cierto, ¿verdad? Es un buen ejemplar, no lo
negaré. Pero es exactamente el tipo de hombre que debería evitar.
—¿Quién es ese? —pregunta Dylan, mirándolo de arriba a abajo,
aparentemente sin impresionarse.
—Ese es Jesse Shepherd. —Lo reconocí enseguida. Luce mayor de
como lo recuerdo. Más alto y más musculoso, con los pómulos más afilados
que hojas de afeitar. Solía verlo por la ciudad antes de que se fuera a la
universidad. Incluso hemos hablado antes, pero está claro que no le
impresioné mucho.
Hubo un breve momento en el que pensé que podría ser diferente del
resto de los deportistas con quienes se juntaba. Algo en él no parecía
encajar. Actuaba el papel. Definitivamente se veía como el personaje con su
chaqueta de lacrosse sobre sus amplios hombros y estrecha cintura. Una
sonrisa arrogante firmemente colocada en su lugar. Pero tenía un dejo de
algo en él. Sus ojos tenían una dureza que me hacía preguntarme si había
algo más debajo de ese bonito exterior. Pero entonces abrió la boca,
haciendo trizas esa teoría.
—¿Amigo tuyo? —pregunta Dylan, mirándolo con una expresión
ilegible.
—Dios, no —digo, quitándole la mirada—. Entonces, ¿qué hay de
nuevo contigo?
—El Attic cerró hace unos meses, así que hemos estado intentando
encontrar otro lugar para tocar.
—No puede ser. —Dylan y su banda tocaban allí cada semana. El
Attic era su hogar. Era el lugar al que iban tanto los locales como los
turistas a beber y a escuchar música en vivo—. ¿Cómo diablos pasó eso? —
Ese lugar siempre estaba lleno.
—No estoy seguro. Aparecimos para tocar una noche y el
estacionamiento estaba vacío. Todas las luces estaban apagadas y las
puertas estaban cerradas.
—Eso es un desastre.
—Encontraremos algo.
Asiento, sabiendo que lo harán. Dylan es bueno para los negocios.
—Por ahora, son pizzerías y eventos aleatorios. —Se reclina hacia
atrás en su silla, llevando las manos detrás de la cabeza, respirando
profundamente—. ¿Qué es lo siguiente en la vida de Albert? —Albert.
Pongo los ojos en blanco ante el apodo. Solía llamarme Al para abreviar y
como si eso no fuera suficientemente malo, de alguna manera se transformó
en Albert. No importa el hecho de que tiene el mismo número de sílabas
que Allie.
Miro el cartel de Se busca ayuda colgado en la pared, mordiéndome
el labio inferior.
—Un trabajo, para empezar.
4
Allie
—No tenemos que quedarnos mucho tiempo si no te gusta —promete
Halston mientras nos conduce a través de una sala de estar abarrotada.
Huele a sudor, aerosol corporal de Victoria’s Secret y desesperación aquí.
—Estoy bien. —Las fiestas universitarias no son mi escena, pero a
Halston le encanta esta mierda, y como ella es una de las dos amigas reales
que tengo en River’s Edge, haré todo lo posible para ocultar mi cara de
perra en reposo y disfrutar.
—Quizás esta noche encuentres al candidato perfecto —mueve las
cejas. Su misión en la vida es hacer que tenga sexo. A los dieciocho años,
soy la única virgen que conozco. No me estoy guardando para el chico
perfecto, pero uno al que realmente pudiera soportar tener cerca estaría
bien.
Pongo los ojos en blanco. —Dudoso. Si tuviera que conectarme, no
sería con nadie que pasara el rato aquí.
—Esa es exactamente la razón por la cual este es el lugar perfecto
para encontrar una aventura de una noche para practicar —argumenta—.
No te enamorarás de ninguno de estos chicos.
Bueno, ahí está eso.
Alcanzando mi mano, Halston me empuja a través de la sala donde
parece estar teniendo lugar la fiesta principal. Me sorprendo sacudiendo mi
cabeza con una canción pop pegadiza, “Youngblood”, creo, y pongo los
ojos en blanco. Papá nunca me dejaría vivir así si estuviera aquí. Aunque
obtuve mi gusto impecable por la música de él, también se me conoce por
disfrutar de una o dos de las cuarenta canciones más famosas. Entonces
demándame.
Me sacudo la tristeza que intenta arrastrarse al pensar en mi padre. Él
no querría eso. Siempre buscaba a algunos amigos de mi edad. Quería que
tuviera la experiencia universitaria, lo que me lleva a otra razón por la que
estoy aquí, yendo en contra de mis tendencias solitarias.
—¡Tantos. Chicos! —Halston da un chillido emocionado y yo me río,
sacudiendo la cabeza. Si Loca por los chicos estuviera en el diccionario,
una imagen de Halston estaría al lado de la definición. Ella es
completamente opuesta a mí, con su cuerpo y piernas delgadas por días. El
cabello oscuro rizado a la perfección, una tez cremosa con una marca de
belleza perfectamente colocada en la mejilla. Podría tener a cualquier chico
aquí, y lo sabe.
Examinamos la multitud de chicos ebrios de la fraternidad hasta que
ella mira a un chico con pantalones caqui demasiado ajustados y sin camisa
de pie junto al barril con un círculo de mujeres admirándolo a su alrededor.
—Estoy reseca —dice con un brillo en los ojos, y luego tira de mi
muñeca una vez más.
—¿Por el chico o la cerveza? —grito por encima del ruido.
—Ambos. Definitivamente ambos.
Nos dirigimos al barril a través del mar de personas, y con toda la
confianza del mundo, Halston corta casualmente el círculo de chicas que
rodean a su nueva víctima.
—Hola —dice simplemente.
El chico la mira de arriba abajo, obviamente le gusta lo que ve antes
de inclinar su barbilla hacia ella.
—Hola. ¿Sedienta?
Ella asiente, y él llena un vaso para ella, ignorando a las otras chicas.
Me río suavemente. Es así de fácil para ella. Me detengo mientras las chicas
hacen pucheros, pero su desesperación no dura mucho tiempo porque de
repente, la energía en la habitación cambia y sus miradas se fijan en otra
persona. Miro por encima de mi hombro para ver nada menos que a Jesse
Shepherd caminando por la puerta. Un par de chicos chocan los cinco y las
chicas se lanzan en su camino para un abrazo.
—¡Shep! —llama el chico con Halston. Jesse le da el asentimiento del
hermano, reconociéndolo, y se dirige hacia nosotros. Rápidamente me giro,
esperando que no se dé cuenta de que estoy aquí parada.
—¿Qué pasa, Sully? —pregunta Jesse.
Halston arruga la nariz.
—¿Sully?
—El apellido es Sullivan —le informa—. Pero puedes llamarme papi
—Él le guiña un ojo.
Pongo los ojos en blanco. Eso es vergonzoso.
Doy un paso hacia atrás, tratando de escapar sin ser vista, y
accidentalmente retrocedo hacia la chica detrás de mí.
—Mierda, lo siento… —empiezo, pero cuando veo quién es, la
disculpa muere en mis labios.
—Presta atención —dispara Sierra, dándome una mirada sucia justo
antes de inclinar su cerveza para derramarla sobre mis Doc Martens. Ella no
me considera digna de ninguna atención adicional, su enfoque rápidamente
regresando a Jesse... quien ahora me está mirando directamente, gracias a
mi torpeza. La diversión brilla en sus ojos, y sé que está a punto de montar
un espectáculo.
—Esa no es forma de hablar con mi novia —advierte, enroscando un
brazo alrededor de mi cadera, y mi lado se une con el suyo. Los ojos de
Halston se abren cómicamente, lanzando acusaciones silenciosas en mi
dirección. No le conté lo que pasó en Blackbear.
—Voy a volver al dormitorio para cambiarme de zapatos —le digo a
Halston, levantando un pie para sacudir el exceso de cerveza que ahora está
comenzando a filtrarse en mis calcetines.
—¿Quieres que vaya? —pregunta, dividida entre querer detalles y
quedarse para aprovechar su oportunidad con Sullivan.
—Estoy bien. Ya vuelvo.
Ella sacude la cabeza y deja el vaso sobre la mesa.
—Ya es tarde. No te dejaré volver sola a Manzanita.
—La acompañaré —dice Jesse, y giro mi cabeza, lanzándole una
mirada fulminante.
Halston sonríe triunfante.
—Trato.
—Qué... —empiezo, confundida, pero Jesse toma mi mano,
entrelazando sus dedos con los míos. Como si fuéramos una verdadera
pareja. Todos los ojos están puestos en nosotros, la extraña pareja, mientras
nos dirigimos hacia la puerta. Yo con mis jeans ajustados negros y rotos, la
chaqueta de jean de mi padre atada a la cintura y Doc Martens. Él con su
gorra al revés, jeans ajustados y una camisa marrón con el nombre de su
escuela estampado en la parte delantera de su ancho pecho.
Una vez afuera, dejo caer su mano.
—Gracias... por eso —digo, dirigiéndome hacia los dormitorios de las
chicas.
—Vaya, vaya, vaya —dice, cayendo a mi lado—. ¿Ya intentas
deshacerte de tu novio?
Me detengo en seco, inclinando la cabeza hacia un lado mientras lo
estudio, tratando de averiguar su ángulo.
—¿Qué estás haciendo?
—Te acompaño a tu dormitorio —dice lentamente, como si la
respuesta fuera obvia.
—¿Por qué?
—Ya es tarde. Manzanita está al otro lado del campus. —Él marca las
razones.
—No voy a follarte —estrecho mis ojos hacia él, cruzando mis brazos
sobre mi pecho.
Los labios de Jesse se alzan en una sonrisa y se ríe mientras me mira
de arriba abajo. Jesús, es sexy.
—Está bien.
—¿Está bien? —pregunto, levantando una ceja.
—Está bien —repite, pasando un brazo frente a él—. Lidera el
camino.
Lo miro escéptica por un momento antes de volverme hacia el
dormitorio de Halston. Jesse me pasa un brazo por el hombro y me sonríe
cuando le fulmino con la mirada, a pesar de que mi estómago se revuelve
ante su cercanía.
—Entonces, ¿dónde está tu verdadero novio?
Me lleva un minuto darme cuenta de a quién se refiere.
—¿Quién, Dylan? Solo somos amigos.
—¿Amigos que se ven desnudos? —pregunta casualmente, como si
preguntara por el clima.
—¿Cómo es que eso es asunto tuyo?
—Solo estoy conversando —dice inocentemente.
—Ya te dije que no voy a tener sexo contigo —le recuerdo.
—¿Piensas a menudo en tener sexo conmigo? Seguro que lo traes
mucho a relucir.
Mis mejillas se calientan y miro hacia adelante. Jesse no es
exactamente difícil para la atención femenina, pero si no está tratando de
conectar, ¿qué está haciendo?
Una vez en la entrada de Manzanita Hall, me alejo, apoyando la
espalda contra el edificio de ladrillo, con una mano en la manija de la
puerta. —Gracias por acompañarme.
Jess resopla una carcajada.
—No vas a volver a la fiesta, ¿cierto?
—Probablemente no —admito—. Halston no me extrañará. Créeme.
Jesse asiente, dándome un último vistazo antes de girar para irse, pero
luego escucho un crujido en los arbustos que saca mi mano por su voluntad
propia para sujetarle la muñeca. Los ojos de Jesse se divierten y miran hacia
donde mis dedos agarran su brazo.
—¿Escuchaste eso? —pregunto.
Moviéndose lentamente, me enjaula, apoyando su brazo derecho en la
pared sobre mi cabeza, su mano izquierda junto a mi cadera. Acerca sus
labios a mi oído y lucho contra el escalofrío que me recorre.
—Probablemente sea Sierra —dice, con la voz baja y ronca. Trago
saliva, mirando por encima de su hombro mientras él se acerca. Los dos
sabemos que no es Sierra. Mi pulso late en mis oídos mientras su boca roza
mi mejilla, deteniéndose en mis labios separados. Ni siquiera lo conozco.
Debería alejarlo. Debería detener la farsa. Pero en cambio, me encuentro
esperando su próximo movimiento.
—¿Esto es convincente? —pregunta. Está tan cerca que puedo sentir
su aliento en mis labios, y me doy cuenta de que quiero que cierre la
distancia. Quiero que me bese.
Sacudo ligeramente la cabeza en respuesta.
—¿No? —sonríe. Su mano izquierda deja la pared para enroscarse
alrededor de mi cadera y presiona su pecho contra el mío—. ¿Qué tal esto?
—Casi —susurro. Humedezco mis labios, y la punta de mi lengua
roza su labio inferior. Su expresión pasa de juguetona a acalorada en un
instante, y luego cierra la distancia final. Al principio es suave, solo un roce
de sus labios contra los míos, pero luego está acunando mi rostro con ambas
manos, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras su lengua barre mi boca.
Mis manos encuentran su camisa, acercándolo mientras su boca se
folla a la mía. Porque eso es exactamente lo que es esto. Esto no es besarse.
O tal vez lo es, y he estado besando a los chicos equivocados.
Jesse gime, ajustando un muslo firme entre mis piernas, y la
necesidad que burbujea dentro de mí amenaza con desbordarse ante la
sensación. Demasiado pronto, él retrocede, dejándome sin aliento.
—¿Lo suficientemente convincente? —sus palabras son juguetonas,
pero la mirada vidriosa en sus ojos me dice que está tan afectado como yo.
Trato de encontrar palabras, pero antes de hacerlo, lo escuchamos
nuevamente. El susurro. Ambas cabezas se mueven en dirección al arbusto
justo a tiempo para ver salir a un mapache y correr detrás del edificio.
—¡Jesús! —salto, antes de reír, mi frente cae contra el pecho de Jesse
mientras calmo mi corazón acelerado. Excepto que no se está calmando.
Está latiendo fuerte y rápido por una razón completamente diferente.
Lentamente, levanto mi mirada hacia la de Jesse. Su mandíbula se endurece
mientras me mira fijamente, y siento la gruesa cresta debajo de sus jeans.
Me muerdo el labio mientras mis caderas se mueven hacia las suyas,
buscando la fricción. ¿Qué demonios estoy haciendo?
Con ese movimiento, Jesse se rompe, inclinándose para agarrar la
parte posterior de mis muslos mientras me besa de nuevo. Se mueve hacia
la puerta, y yo tiemblo, con una sola mano, para abrirla detrás de mí. Me
lleva más allá de la vacía área común hacia los dormitorios, claramente
sabiendo cómo moverse.
—Número de habitación.
—Uno, cero, ocho —digo, apenas pronunciando las palabras antes de
que su boca vuelva a estar en la mía. Cuando llegamos a la puerta, me
deslizo por su cuerpo, buscando en el bolsillo de mis jeans la llave de
repuesto que me dio Halston. Trabajo rápido, sin querer darme tiempo para
repensar en mi muy cuestionable decisión de conectarme con un chico que
apenas conozco en una habitación que técnicamente ni siquiera es mía. Pero
tal vez Halston tenía razón. Jesse Shepherd es un playboy. No estaré en
peligro de enamorarme de él. Incluso en el caso altamente improbable de
que tuviera sentimientos, estará a dos horas de distancia en la escuela el
lunes.
Una vez que abro la puerta, Jesse me agarra por el culo, mis piernas
se envuelven automáticamente alrededor de su cintura mientras él me
levanta. Cruzando los tobillos a su espalda, me quito las botas empapadas.
Lo siento vacilar por un momento, mirando las dos camas, tratando de
decidir cuál es la mía. La respuesta es ninguna, pero elige la que estoy
usando por el momento, probablemente adivinando que esa linda ropa de
cama de estilo princesa rosa no soy yo. No sé por qué ese pensamiento me
apacigua. Como si él conocer este pequeño detalle justifica de alguna
manera mi disposición a dormir con un casi extraño.
Jesse me arroja encima de la cama doble con mi edredón negro y se
acomoda entre mis piernas. Engancho mis pantorrillas detrás de la parte
posterior de sus muslos, acercándolo más.
—Joder —gruñe, empujando sus caderas contra mí. Enrollo mis
dedos en la parte inferior de su camisa y tiro hacia arriba. Jesse se sienta
para arrancarla, su gorra cae al suelo con ella. Jesús, él es hermoso.
Musculoso pero delgado. Aún suave. Desordenado cabello cayendo sobre
sus ojos.
—No voy a tener sexo contigo —digo de nuevo, solo para ser clara.
—Dijiste eso —murmura. Inclinándome, sus manos se deslizan
debajo de mi camisa, y me congelo cuando sus labios se encuentran con mi
estómago. Me mira, besándome y lamiendo cada centímetro de mi piel
mientras empuja mi camisa más arriba. Me agacho para enhebrar mis dedos
en esos mechones oscuros y desaliñados mientras me arqueo hacia su toque.
El pulso entre mis muslos es insoportable, casi doloroso ahora, y necesito
más.
Justo cuando expone mi sostén negro, su teléfono suena en su bolsillo
trasero. Se estira para silenciarlo, y luego vuelve, desenganchando el broche
delantero de mi sujetador. Aguanto la respiración cuando él comienza a
despegar la tela de mi piel, mis pezones ya sensibles y duros como rocas
por la anticipación. Jesse raspa sus dientes contra la hinchazón de mi pecho
mientras mi sujetador cae a mis costados, exponiéndome por completo. Me
estremezco, arqueándome hacia él, pero luego su teléfono vuelve a sonar.
—Es mejor que alguien esté muerto —espeta, sentándose sobre sus
talones para sacar el teléfono de su bolsillo. Cuando ve el nombre
parpadeando en su pantalla, su comportamiento cambia completamente. Sus
cejas se juntan, su expresión se vuelve sombría. Él mira de mí al teléfono,
luego de nuevo a mí, arrepentido escrito en todas sus características.
¿Arrepentimiento de que se esté conectando conmigo?
—Tengo que irme.
—¿Algo está mal? —Será mejor que algo esté mal. Aceptaría un
pariente enfermo. Una mascota muerta. Las cosas pasan.
—Yo... —frunce el ceño ante su teléfono de nuevo, y se desliza de
entre sus dedos, aterrizando a mis pies. No veo mucho, pero sí veo un
nombre. Un nombre muy femenino.
Mi boca se abre durante medio segundo antes de cerrarla. ¿Acabo de
ser cambiada por una mejor opción? De repente siento frío. Como si un
cubo de agua helada hubiese sido arrojado sobre el fuego que se estaba
acumulando dentro de mí. Aparto mis ojos, bajando mi camisa para cubrir
mis tetas que todavía estaban húmedas de su boca.
—Al… —comienza, pero me levanto y recojo su camisa del suelo
antes de tirársela. Dándole la espalda, busco debajo de mi camisa para
arreglar mi sostén, sintiéndome estúpida. Tan malditamente estúpida. No
me doy la vuelta, y él no trata de explicar. Después de un momento,
escucho la puerta abrirse y cerrarse detrás de él, dejándome sola con mi ego
magullado.
Estúpida, chica estúpida.
5
Jesse
Dos meses después
—¿Qué carajo pasó con Travers? —pregunta mi compañero de
equipo, Riley, frotando una toalla en su cabello mojado. A pesar de que
Travers ignoró las jugadas le dije que corriera y trató de sabotearme cada
vez que tenía la pelota en el bolsillo, ganamos el juego esta noche.
—Todavía está enojado porque no fue cocapitán, supongo. —Me
encojo de hombros. El lacrosse es un verdadero deporte de imbéciles. Un
montón de ricos, estirados, imbéciles innatos en camisas polo y malditos
zapatos náuticos. A ellos no les gusta cuando llega alguien como yo y
Travers se ha desquitado conmigo desde el primer día. Le gusta provocarme
para que pelee con él, con la esperanza de que me echen del equipo, desde
que sabe que estoy en la lista de mierda del entrenador.
Miro hacia Travers, que me sonríe como el gato que se comió el
canario. Como si supiera algo que yo no sé, y eso no me gusta.
—¿Hay alguna razón por la que le sonríes a mi pene, Travers? —
pregunto justo cuando se me cae la toalla. Todo el equipo se vuelve hacia él,
todos estallan en risa.
La sonrisa se le cae de su rostro, sus mejillas se ponen rojas.
Riley se ríe, girándose hacia mí.
—Date prisa. Quiero regresar a la casa antes de que todos aparezcan y
se beban toda la mierda buena.
Si es un fin de semana, es una apuesta segura que habrá una fiesta en
casa de Riley. Si ganamos un partido, ni siquiera es una pregunta.
—¡Shep! —grita el entrenador, merodeando por el vestuario, sin
detenerse a saludar al equipo—. Una palabra.
—¿Qué hiciste? —Riley frunce el ceño.
—A la mierda si lo sé. —Una mirada al rostro engreído de Travers
me hace sentir aún más nervioso. El entrenador me ha dado varias
advertencias sobre mi temperamento, así que reprimo las ganas de golpearlo
mientras cruzo la corta distancia a la oficina del entrenador.
—Cierra la puerta —me dice desde su lugar detrás de su escritorio—.
Siéntate. —Señala la silla de plástico azul frente a su escritorio. Se calla por
un minuto, frotando su frente mientras mira su teléfono celular,
aparentemente en conflicto. A medida que el silencio se extiende, mis
palmas empiezan a sudar.
—Te perdiste otra práctica esta semana.
Me quedo parado esperando el golpe que sé que se avecina. Para ser
honesto, me sorprende haber durado tanto tiempo.
—¿Tienes algo que decir? —pregunta.
—Tuve una emergencia...
—¿Qué hay de la semana pasada? —pregunta, irrumpiéndome—. ¿Y
la semana anterior? Tus notas están sufriendo. Estás perdiendo clases y
prácticas. —Él marca mis faltas en sus dedos—. Estás distraído en el
campo.
Cuando no digo nada, se inclina hacia adelante, doblando las manos
sobre el escritorio.
—¿Estás en algún tipo de problema? ¿Es esto demasiada presión?
Aprieto mi mandíbula tan fuerte que parece que mis dientes se van a
romper. ¿Presión? Sí, se podría decir que siento la maldita presión. Lo
gracioso de las becas de lacrosse es que no cubren una mierda. Apenas
puedo permitirme estar aquí. Trabajar está prohibido mientras estoy en el
equipo, así que he tenido que recurrir a encontrar formas creativas de hacer
dinero. Es casi imposible hacer malabares con todo.
—No hay problemas —digo.
—No puedo trabajar contigo si no me das algo —dice, con la voz
apretada por la frustración. Esto no es conveniente para él. Probablemente
es la razón por la que me he salido con la mía al romper las reglas tanto
tiempo, y la razón por la que esperó hasta después del juego contra uno de
los equipos más duros para abordar el tema.
—Muy bien. —El entrenador se pone de pie, su voz resignada—.
Estás suspendido por la temporada. Tómate el resto del año para
organizarte.
Sabía que iba a pasar. Prácticamente lo desafié a echarme del equipo.
La decepción se instala sobre mí, y es casi un alivio. He estado esperando
que el otro zapato caiga. Esta vida no estaba destinada a ser mía. Nunca se
sintió real de todos modos. La universidad. Los deportes. Esta mierda no
soy yo, no importa cuánto lo intente.
Cuando salgo de la oficina, el resto del equipo se ha ido. Todos menos
Riley, y a juzgar por su expresión abatida, supongo que oyó lo suficiente
para saber lo que pasó.
—¿Así nada más? —pregunta, con las manos apoyadas en los
costados.
—Así de fácil —confirmo. Se burla cuando paso junto a él para
vaciar mi casillero.
—¿Intentaste luchar contra ello?
—No.
—¿Por qué carajo no?
Cierro de golpe mi casillero, pongo mi bolsa sobre mi hombro. Me
obligo a caminar desenfadado mientras salgo. Riley corre para alcanzarme,
y sé que las palabras salen de su boca, pero no escucho nada una vez que
mis ojos se fijan en Travers. Levanta la vista, con una expresión arrogante
en su rostro antes de soplarme un beso.
Flexiono los dedos, sin querer nada más que sacarle los malditos
dientes. Y ahora, no tengo ninguna razón para no hacerlo.
Dejo caer mi bolsa, merodeando directamente hacia él. Se mantiene
firme, confiado en que no haré nada para meterme en agua aún más
caliente. Lo que no sabe es que ya he terminado, y estoy preparado para
salir con una explosión. Veo el momento en que el miedo se instala. Intenta
ocultarlo, pero sus ojos se abren cuando se da cuenta de que no me detengo.
Le doy un puñetazo en la mandíbula tan fuerte como puedo, y cae como un
maldito saco de piedras.
—¡Qué carajo! —grita, colocando una mano bajo su barbilla para
atrapar el diente que escupe. Bien, ¿Qué les parece? Mi deseo se hizo
realidad.
—¡Shep! —grita el entrenador, caminado hacia nosotros—. ¡Lárgate
de aquí!
Me rio a carcajadas antes de escupir en el suelo junto a Travers.
—Ya me voy.
6
Jesse
—¿Tú qué? —grita Lo, mi hermana. Curvo mis puños a mi lado,
forzándome a no reaccionar. Sabía que no se tomaría bien la noticia. Debí
hacerlo por teléfono para que se calmara antes de que yo llegara.
—Me retiré —repito.
—Te escuché. No puedo entender cómo pudiste hacer algo tan
estúpido —dice. Empieza a caminar por su sala, recogiendo cosas al azar y
guardándolas con rudeza. Es lo que hace cuando está enojada. Es una
limpiadora enojada. Y descubrir que su hermano pequeño está abandonando
la universidad cuando ella trabajó tan duro para que eso ocurriera es lo
primero en la lista de cosas que la harían enojar.
—Cambié de opinión, —digo simplemente. Lo me mira como si
hubiera perdido la cabeza, sus cejas se juntan mientras su expresión pasa de
estar en shock a estar enfurecida. No habla, y una Logan Shepherd
silenciosa es lo único a lo que he aprendido a temer, lo que dice mucho
considerando que crecí en la peor parte de Oakland, donde los robos de
autos y los allanamientos eran algo que ocurría todas las semanas.
—Lo —digo, dando un paso adelante, pero antes de que tenga la
oportunidad de explicarme, la puerta principal se abre y su novio, Dare,
entra. Sus ojos se deslizan entre nosotros, tomando nota de la mirada en la
cara de Lo.
—Maldición.
—Encantado de verte también —murmuro.
Dare se dirige a la cocina y arroja sus llaves sobre el encimera antes
de tomar tres botellas de cerveza de la nevera. Me mira y yo le doy una
ligera sacudida de cabeza, transmitiéndole en silencio que esto requiere algo
más fuerte. Levanta una ceja y vuelve a poner las cervezas, optando por una
botella de Jack de la parte superior de la nevera. Asiento, y maldice en voz
baja, sabiendo que esto no va a ser bonito. La última vez que saqué el
whisky, terminé borracho, desnudo y sangrando en su jacuzzi.
Dare desenrosca la tapa, tomando un gran trago directamente de la
botella, antes de caminar hacia mí. Lo sigue mirándome fijamente, con la
mandíbula apretada, mientras tomo un trago. Me quema la garganta,
calentando mis entrañas mientras baja. Dare vuelve a Lo y le da un beso en
la frente, pero sus ojos se quedan fijos en mí, con los brazos cruzados sobre
su pecho.
—¿Alguien me va a decir qué carajo pasó? —pregunta Dare. Lo
ignora su pregunta, dirigiendo sus palabras hacia mí.
—Después de todo lo que he sacrificado.
—Me imaginé que harías que esto se tratara de ti —digo, flexionado
mi mandíbula de un lado a otro. Sabía que se enfadaría, pero lo superará.
Hemos pasado por cosas peores. Siempre hemos sido nosotros contra el
mundo. Padres drogadictos. Traficantes de drogas. Abuso. Pobreza.
Incontables peleas a lo largo de los años. Nada de esto ha sido suficiente
para hacer que Lo me dé la espalda. Eso no es lo que hacemos
—¿No es sobre mí? Yo abandoné todo para cuidar de ti. Me aseguré
de que fueras a la escuela todos los días. Me aseguré de que tuvieras comida
y una cama para volver a casa.
—No he venido aquí para otro sermón, Lo —digo, mi voz sin ninguna
emoción.
—No —está de acuerdo, sus ojos brillando con lágrimas sin derramar
—. Solo viniste aquí para decirme que estás desperdiciando tu oportunidad.
Viniste aquí para decirme que vas a volver a la maldita vida de la que
tuvimos que salir arrastrándonos.
Trago con fuerza, la culpa golpeando mi intestino como un ladrillo.
—Me echaron del equipo, ¿de acuerdo? —grito. Su boca se cierra
—.Era solo cuestión de tiempo, ¿no es así? —Tomo otro trago—. No estoy
hecho para esa vida de todos modos. No estoy hecho para la universidad.
Además, ahora tienes a Dare para cuidarte. —Mi significado es claro.
Siempre dijo que yo era el único que podía llegar a algo. Se suponía que yo
era nuestro boleto de salida de esa vida, pero Dare se lanzó como un
maldito príncipe de Disney, arreglando todos nuestros problemas.
Algo aparece en los ojos de Lo, pero antes de que pueda responder,
tomo la bolsa de lona a mis pies, me encojo de hombros y levanto la botella
de Jack en dirección a Dare.
—Me llevo esto.
—Para ser un chico tan inteligente, estás siendo un idiota —dice
Dare, con la decepción escrita en su cara. Muevo la cabeza. Una evaluación
justa. Levantando la mano con la botella, les doy un saludo antes de salir
por la puerta.
7
Allie
¿La única cosa buena de trabajar de noche en el Bar Blackbear? Es el
hecho de que yo esté a cargo de la selección de la música. Green Day suena
por los altavoces mientras hago mis rondas, asegurando que los pocos
clientes estén listos antes del cierre. Presenté la solicitud el día que conocí a
Dylan aquí, y la gerente, Lo, me contrató en el acto.
Tan pronto como la última persona paga su entrada, pongo la música
más fuerte. Técnicamente, estamos abiertos una hora más, pero es jueves,
así que probablemente sea seguro empezar a cerrar. Jake, el propietario,
cantinero, barman, sacude la cabeza, divertido, mientras sostiene el tazón de
paletas de caramelo, conociendo mi rutina. Saco mi sabor favorito,
caramelo de mantequilla, antes de limpiar las mesas.
—Puedes irte, Allison —me dice Jake mientras pone una pila de
billetes en la barra para mí—. Yo me encargaré.
—¿Estás seguro? —pregunto. No quiero salir temprano. Sigo siendo
la chica nueva.
Antes de que tenga la oportunidad de responder, la puerta se abre de
golpe. Me sobresalto, me doy la vuelta y encuentro un grupo de personas
que se tropiezan. Son ruidosos y, por lo que parece, están borrachos. Mis
ojos se abren de par en par antes de estrecharse por la molestia de encontrar
un par de familiares ojos color miel.
El maldito Jesse Shepherd. Una chica está envuelta alrededor de su
bíceps, y no puedo decir si lo está usando para sostenerse o si solo está
tratando de enviar una señal muy clara de que está interesada.
Él me lanza una sonrisa, pero pongo los ojos en blanco, ya molesta.
La vergüenza me atraviesa cuando pienso en cómo me dejó esa noche, pero
enderezo mi columna vertebral, sin querer mostrar ningún signo de
debilidad o inseguridad. De hecho, me hizo un favor esa noche. La
vergüenza que siento ahora es solo una fracción de lo que sentiría si dejo
que las cosas vayan más lejos.
—Cerraremos pronto, Jess —le informa Jake, pero Jesse simplemente
se pavonea y coloca su trasero en una cabina, sus amigos lo siguen.
—Estamos celebrando —explica con una sonrisa hueca.
Miro a Jake que me da una inclinación renuente, haciéndome saber
que siga adelante y les sirva. Agarro un par de menús y me dirijo a su mesa,
tratando de mantener mi cara neutral.
—¿Qué puedo hacer por ustedes, chicos? —pregunto después de
sacarme el caramelo de la boca. Debí haberlo dejado, pero no puedo hacerlo
ahora sin que sea incómodo. Al no tener otro sitio donde ponerlo, lo vuelvo
a poner en mi boca y miro mi bloc de notas, esperando sus órdenes.
—¡Quiero unas malditas papas fritas! —dice una de las chicas.
Entonces, el grupo de siete me lanza sus órdenes de una sola vez. Todos
menos Jesse. Finalmente, levanto la vista de mi cuaderno de órdenes para
encontrarme con sus ojos.
—Chica Allie. —Sonríe, pero no es su habitual sonrisa
despreocupada que recuerdo. Esta no llega a sus ojos. Pero luego me
recuerdo a mí misma que no me importa.
—Es Allison —corrijo—. ¿Qué es lo que quieres? —Mi objetivo es
ser indiferente y terminar saliendo rápido en su lugar.
—Esto, para empezar. —Me saca el caramelo de la boca antes de
meterlo en la suya. Mis ojos se abren de par en par y él se inclina hacia
atrás contra la cabina con la frente levantada, retándome a reaccionar, así
que naturalmente, hago exactamente lo contrario, aunque su
comportamiento me desconcierte.
—¿Cómo está Halston? —pregunta un tipo, y me doy cuenta de que
es Sullivan o Sully. Él y Halston terminaron enrollándose esa noche, lo que
sirvió como la distracción perfecta para que no me preguntara sobre lo que
pasó con Jesse. Nunca volví a la fiesta. Me puse los auriculares y me dormí
con el sonido de Jimmy Eat World en mis oídos hasta que Halston llegó a
las cuatro de la mañana, con un aspecto fresco y vertiginoso.
—Ella está bien. Voy a hacer llegar estas órdenes. —Me doy la vuelta
sin darles la oportunidad de responder.
—¿Conoces a Jess? —pregunta Jake cuando me acerco. Sacudo la
cabeza.
—En realidad no. —Definitivamente no voy a explicarle a mi jefe que
casi me enganché con él, especialmente desde que descubrí que Lo es su
hermana. Halston me puso al tanto, pero no sé cómo no lo vi antes. Ambos
tienen el mismo cabello grueso, rebelde y oscuro y ojos color marrones,
excepto que los de Jesse son más verdes que marrones. No es que le haya
mirado fijamente a los ojos ni nada de eso.
—¿Quieres que me ocupe de ellos? —pregunta Jake, moviendo su
barbilla hacia la mesa de Jesse. Miro detrás de mí para verlo mirándome
fijamente, para consternación de la borracha, pero hermosa chica que se
arrastra sobre su regazo.
—Lo tengo —insisto. Me niego a que Jesse sepa que me ha afectado
de alguna manera. Probablemente fue solo otro fin de semana para él. ¿Por
qué iba a ser diferente para mí?
—Entonces les llevaré sus bebidas —insiste Jake. Asiento,
disculpándome para ir al baño, lejos de la mirada penetrante de Jesse. Una
vez dentro, presiono el bloqueo y me apoyo en la puerta. Capto mi reflejo,
luchando contra el impulso de arreglar mi cabello por su culpa. Mi cara está
libre de maquillaje, excepto por el color rojo del lápiz labial de cereza que
cubre mis labios. Me tiro de la camisa blanca del uniforme de algodón que
abraza mi cuerpo más fuerte de lo que estoy acostumbrada. Pongo los ojos
en blanco, enderezo los hombros y vuelvo a la guarida del león.
—¿Qué haces en casa en una noche de semana? —Escucho a Jake
preguntar. Hago una pausa en el pasillo, aún no visible, esperando oír su
respuesta.
—Ha vuelto para siempre —suministra Sullivan, y su grupo de
borrachos lo anima con entusiasmo.
¿Qué? La idea de que esté aquí permanentemente me envía una
sacudida de algo. No sé si es miedo o anticipación. Miro alrededor de la
esquina y Jesse tiene esa sonrisa falsa pegada a su cara otra vez.
—Por eso estamos celebrando —informa la chica que está al lado a
Jake, frotando el hombro de Jesse.
—Bienvenido a casa, hombre —dice Jake, dándole un apretón de
manos, pero los ojos de Jesse lo traicionan. No está contento. ¿Por qué soy
la única que ve eso? O tal vez solo está borracho. Probablemente sea eso.
Me quedo atrás hasta que escucho el sonido de los platos chocando
entre sí y deslizarse por la ventana de exhibición que me dice que su pedido
está listo. Agarro una bandeja, la cargo y me dirijo a la mesa de Jesse. Una
vez que todos tienen su comida, miro de vuelta a Jesse.
—¿Seguro que no quieres nada? —Mi voz es involuntariamente más
suave de lo que era hace un minuto, y él frunce sus cejas, evaluando—. La
cocina está a punto de cerrar —añado, forzando indiferencia en mi tono.
Como si percibiera que puedo ver a través de su pequeña farsa, me
coloca una mano en la parte posterior de mi muslo, sus dedos hacen un
agujero a través de mis delgados leggins negros.
—No tengo hambre de comida.
Frunzo el ceño y me quito su mano de encima.
—Imbécil.
—Yo pedí limón con mi agua —dice la chica a su lado,
aparentemente molesta porque la atención de Jesse se ha desplazado de ella
a mí.
Le doy una risa sardónica. Hago una pausa, mirándola, pero mis
palabras son para Jesse.
—No me interesa.
Me doy la vuelta antes de que ninguno de ellos pueda responder y
Jake ya está armado con un plato que contienen un par de rodajas de limón,
dirigiéndose hacia ellos.
—¿Sigue en pie la oferta de irme temprano?
—Sal de aquí. Te veré mañana.
8
Allie
—¿Dijo algo más? —pregunta Halston, envolviendo mi cabello
alrededor del grueso barril del rizador.
—Solo preguntó cómo estabas —le digo por tercera vez.
—¿Y tú solo dijiste “bien”?
—¿Qué se supone que tenía que decir? —Me encojo de hombros
mientras ella deja caer un rizo caliente sobre mi hombro antes de coger otra
pieza.
—No lo sé —admite—. Pero algo mejor que eso.
—¿Qué pasa con ustedes?
Ella frunce el ceño, luciendo perpleja.
—Creo que me gusta.
Arqueo una ceja. Halston ama a los chicos, pero generalmente no le
gusta ninguno de ellos por más de un par de segundos.
—Así que, ¿cuál es el problema?
—Me ha enviado mensajes de texto un par de veces queriendo que
nos veamos.
—¿Y? —pregunto evasivamente.
—Quería hacer cosas durante el día. Me invitó a almorzar. ¿Qué
diablos se supone que haga con eso?
Me río, poniendo los ojos en blanco.
—No sé, ¿quizás salir con él?
—Los chicos como él no salen. Al menos no exclusivamente.
—Entonces, ¿vamos a ir a esta fiesta porque...? —Pasa sus dedos por
mi cabello, rompiendo las ondas y sacudiéndolas.
—Porque soy una glotona por el castigo —responde ella de manera
objetiva.
—Lo mismo —digo, poniéndome de pie para inspeccionarme en el
espejo unido a su tocador.
—¿Crees que él estará ahí? —pregunta Halston, y sé que se refiere a
Jesse.
Me encojo de hombros.
—Vive aquí ahora. Todo es posible. —Le hablé de encontrarme con
Jesse y Sullivan en Blackbear, lo que me llevó a contarle una versión muy
rebajada de los eventos que tuvieron lugar esa noche.
Se para a mi lado, mirándonos a las dos en el espejo.
—Nos vemos atractivas —anuncia—. Vamos a ir a esta casa de
fraternidad, emborracharnos, divertirnos, y fingir que no existen.
—Tú eres la jefa.
***
Esta fiesta es mucho más grande que la anterior. Está oscuro como el
infierno, la única luz viene de las luces negras que emiten un resplandor
púrpura alrededor de la casa.
—¡Veo shots de gelatina! —grita Halston por encima de la música.
Nos dirigimos hacia la cocina a través de los cuerpos pintados de neón, y
ella saca dos tazas azules del mostrador. Me tomo uno, la consistencia tibia
meneándose por mi garganta.
—¿Sabías que esto era una fiesta de luz negra? —le pregunto a
Halston. Parece que nunca sé de estas fiestas, pero ella siempre está al
tanto.
—Nop. —Se encoge de hombros—. Pero estoy en ello.
La puerta corredera de cristal que conduce al patio trasero se abre, e
incluso en la oscuridad puedo decir que Jesse camina a través de ella,
Sullivan y una manada de chicas calientes justo detrás de él.
—Mierda —murmuró. Halston, sin embargo, tiene una reacción
diferente. Sus ojos se iluminan con travesuras a medida que se acercan a la
cocina. Cuando Jesse me nota, su cara se divide en una amplia sonrisa, sus
dientes resplandecen blancos contra las luces negras.
—¿Me extrañas, chica Allie?
—Es Allison. Y ni siquiera un poco.
—Me hieres. —Él agarra su pecho dramáticamente, atrayendo mi
atención a las palabras iluminadas escritas allí. Kylie estuvo aquí, está
rayado en su piel con una flecha que baja por sus abdominales bien
definidos, más allá del corte en V de sus caderas, hasta su entrepierna.
—Con clase —comento, alejando mi mirada.
—Es un regalo. —Se encoge de hombros sin pedir disculpas.
—Hola, Halston. —Sullivan la mira de arriba a abajo con calor en su
mirada.
—Oh. Hola —dice ella despreocupadamente, apenas dándole una
mirada antes de tomar mi mano en la suya—. ¡Me encanta esta canción!
Vamos a bailar.
Suelto una carcajada mientras ella me empuja hacia la multitud de
cuerpos. Arroja sus brazos alrededor de mi cuello, mirando hacia Sullivan
detrás de mí.
—Pensé que querías verlo.
—No voy a dejar que él lo sepa —me grita cerca del oído—. Créeme.
Sé lo que estoy haciendo.
Unos tipos al azar se unen a nosotras, y Halston se inclina en el pecho
de uno de ellos, montando un espectáculo para Sullivan. Cuando intento ver
su reacción, veo a Jess, y me sorprende verlo mirándome. Con fuerza.
Siento mis cejas fruncirse, confundidas por su reacción, pero me sacudo. El
amigo del chico con el que Halston baila se acerca a mí, enrollando su
mano libre alrededor de la parte baja de mi espalda.
—Nooop. —Me río, deslizándome fuera de su alcance. Es lindo, pero
no estoy de humor para ser manoseada por un chico de fraternidad borracho
esta noche. O nunca. Sin embargo, es persistente, y antes de darme cuenta,
se desliza detrás de mí, pegando su frente a mi espalda. Puedo sentir su
emoción a través de sus jeans y me giro sobre él, empujando sus hombros
con ambas manos. La bebida en su mano derecha se desborda sobre el vaso,
salpicando su camisa con cerveza.
—¿Qué mierda? —insulta furiosamente, levantando los brazos,
mirando hacia abajo a su torso para evaluar el daño.
—No significa no. —Sonrío. Por el rabillo del ojo, veo a Jesse de pie
detrás de él, hacia un lado. Sus brazos están cruzados, la mandíbula cerrada.
¿Vio cómo se desarrollaba todo desde fuera?
—Lo que sea, eres jodidamente fea de todos modos. —Alguien se ríe,
y entonces Halston está a mi lado, agarrando mi brazo en silencioso apoyo.
Él sopesa sus opciones, sabiendo que tiene una audiencia ahora—. Perra —
murmura, girando para irse. Tan pronto como está de espaldas a mí, se
encuentra cara a cara con Jesse que levanta el puño antes de enviárselo
directamente a la cara. El borracho cae de espaldas sobre mí y me derriba,
gracias al suelo que está resbaladizo con alcohol.
Para mi horror, la música se detiene, y las luces se encienden. El Tipo
Borracho se tapa la nariz, sangre corriendo entre sus dedos y por su
muñeca.
—¡¿Qué demonios, Shep?!
Jesse se abalanza hacia él, agarrándolo del cuello con ambos puños y
arrojándolo fuera de mí antes de lanzar otro puñetazo. Sullivan aparece,
sacando a Jesse del Tipo Borracho.
—¡Jesús! —grita Halston, levantándome del suelo pegajoso. Mi falda
y mis piernas están mojadas, y perdí una bota en alguna parte.
—¡Estás fuera! —grita Sullivan, señalando a la puerta.
—No hice una mierda… —comienza el Tipo Borracho, pero Jesse va
por él otra vez, y el Tipo Borracho se estremece, pensando mejor si vale la
pena discutir, y se dirige a la puerta.
Los ojos de todos están sobre mí ahora, llenos de todo, desde la
lástima hasta la curiosidad. Oigo murmullos de ¿Quién es ella? ¿Qué acaba
de suceder? ¿Están juntos? Siento como mis mejillas se calientan, odiando
la atención no deseada.
—¿Qué mierda están mirando? —grita Jesse, girando en un círculo—.
Es una fiesta. Que empiece la maldita fiesta.
La música empieza de nuevo, las luces se cortan, y por suerte, todo el
mundo sigue con su negocio cuando se dan cuenta de que el drama ha
terminado. Jesse pasa una mano a través del pelo que ha caído sobre su
frente antes de doblarse por la cintura para arrancar mi bota de la multitud.
Cuando extiende su brazo para ofrecérmela, arranco la bota de su alcance
antes de empujar mi pie en ella, girando para salir sin una palabra.
Jesse está en mis talones. Una vez que llego al porche, lejos de los
ojos curiosos, giro para enfrentarlo.
—No necesitaba tu ayuda —digo bruscamente. He lidiado con cosas
mucho peores. Si puedo manejar a chicos manilargos en bares y lugares de
conciertos, puedo manejar fácilmente a un colegial descuidado.
—No te hagas ilusiones. Eso no era para ti —dice.
—Oh, ¿en serio? ¿Decidiste pelear por diversión?
—Yo, eh, yo solo voy a... —Halston se aleja, moviendo una uña bien
arreglada hacia la fiesta antes de volver a entrar.
—Eso es exactamente. Estaba buscando una pelea. Se presentó una
oportunidad, así que la tomé.
Lo miro contemplando mis próximas palabras. Parece diferente. Su
pelo es más largo que hace unas semanas. Descuidado. Pero está más allá
de su apariencia. Algo dentro también ha cambiado. Simplemente no lo
conozco lo suficiente como para saber qué es ese algo.
—La próxima vez que estés buscando problemas, déjame fuera de
ellos.
9
Jesse
—¿Qué demonios estás mirando? —le pregunto al novato que recibe
el dinero en la puerta, quien vio a Allie regañándome. Rápidamente aparta
la vista, y se queda de pie al borde del porche en lo alto de las escaleras.
Me siento como un maldito imbécil mirando la espalda de Allison
mientras se aleja de mí. Lo que dije fue mayormente cierto. Sí he estado
buscando una pelea, pero se me da bien internalizar mi mierda. Hasta que
llega a ella, aparentemente.
En el momento en que Daniels le puso las manos encima supe que
habría problemas. Las chicas como Allison no están aquí para tener sexo.
Supe por su lenguaje corporal ese día en su dormitorio que el sexo casual
no era algo que acostumbrara. Me quedé atrás y vi como lo alejaba, dejando
que ella lo manejara. No es mi problema. No es mi chica. Me recuerda a Lo,
la forma en que se comporta. La forma en que usa el sarcasmo como
escudo. Y, cuando Daniels la llamó fea y perra, no pensé. Solo me moví.
Allison no se alegraba ni brillaba por la atención como las otras
chicas. Se quedó allí en la sala brillante con un zapato, mientras todos la
miraban como una especie de animal de zoológico. No, no estaba
disfrutando de la atención. Estaba avergonzada. Y enfadada. Muy enfadada.
Aparentemente conmigo.
Probablemente tiene algo que ver con la forma en que se separaron,
idiota.
Tenía sus tetas en mi boca y luego la abandoné, y por lo que parece no
está interesada en continuar donde lo dejamos. Está enfadada. Lo entiendo.
Pero no es que pudiera haber llamado para disculparme aunque quisiera. No
estaba pensando con claridad para conseguir su número cuando mi futuro
estaba siendo tirado por el cagadero.
Busco en el bolsillo de mis vaqueros, sacando mis cigarrillos antes de
encender uno. Casi lo dejo por el lacrosse. Ahora puedo hacer lo que quiera
y mierda, me siento libre. Mira, otro resquicio de esperanza. Oigo gritar mi
nombre y me doy la vuelta para ver a Kaylee y Kylie esperándome con
impaciencia, vestidas con camisetas blancas ajustadas y faldas cortas con
huellas de neón por todo su pequeño y apretado cuerpo, y pucheros a juego
en sus caras. Doy una calada, levantando un dedo para hacerles saber que
volveré en un minuto.
—Cinco dólares —oigo al novato decirle a alguien.
—Solo vine a buscar a mi chica.
Sonrío, compadeciéndome del pobre bastardo que tenga que rescatar a
su novia, pero cuando me vuelvo para mirarlo, me parece familiar el
piercing de su labio y los pendientes de sus oídos. Entrecierro los ojos,
tratando de ubicarlo.
—Lo siento, hombre. Cinco dólares —repite el novato. El tipo mueve
su mandíbula por la molestia antes de pasar a su lado. Se detiene en seco
cuando bloqueo la puerta, cruzando los brazos y soplando el humo de mi
cigarrillo hacia él.
—¿Problemas? —pregunto.
—Tú —acusa, con los ojos entrecerrados hacia el reconocimiento.
Levanto las cejas ante su tono.
—Yo. —Me río, abriendo bien los brazos.
—Estoy aquí por Allie.
La sonrisa se me cae de la cara cuando hace clic. Este es el tipo del
bar. El que tocó el cuerpo de Allison con la familiaridad de alguien que lo
conoce íntimamente.
—Las reglas son las reglas. —Me encojo de hombros, solo para ser
un idiota, tirando mi cigarrillo detrás de él. El novato lo pisa a fondo.
—O vas a ir a buscar a Allie o me vas a dejar entrar —me informa.
—Y lo que no vas a hacer es venir a mi jodido...
—Déjalo en paz, Jesse —me ataca Allison por detrás, cortándome el
paso. Me vuelvo para enfrentarla. Sus mejillas están sonrojadas, los ojos
duros. Tengo una respuesta inteligente en la punta de la lengua, pero algo en
su expresión me retiene. Pasa a mi lado, con su dulce aroma flotando detrás
de ella.
—Gracias por venir, Dylan. —Dylan. Dylan el Descerebrado.
—¿Estás bien? —pregunta, mirándola de arriba a abajo, como si la
inspeccionara para ver si está dañada.
—Sí. Solo mojada —murmura ella mientras Dylan la lleva por las
escaleras con su mano en la parte baja de su espalda.
—Tengo ese efecto en las mujeres —grito solo para hacerla enojar.
Ella me mira por encima del hombro, me rodea mientras Dylan le
aprieta la cintura.
—¡Llámame!
Dylan abre la puerta del pasajero de su Dodge Challenger de la vieja
escuela, y Allison entra antes de cerrarla. La observo a través de la ventana,
con las manos metidas en los bolsillos delanteros. Un par de manos
delgadas rodean mi cuello por detrás, deslizándose por mi pecho, y luego
los labios de Kaylee o Kylie me mordisquean la oreja. Mantengo la mirada
de Allie, la comisura de mi labio se dobla cuando veo el ceño pintado en
sus bonitos rasgos. Pero ella no puede apartar la mirada, y yo tampoco.
—Vamos arriba —susurra Kylie, la más agresiva de las dos mejores
amigas, antes de rozarme con los dientes el lóbulo de la oreja. El Challenger
se enciende con un rugido y yo corto nuestra conexión, aunque sea para ser
el primero en apartar la mirada.
A la mierda. Anhelaba a alguien con Doc Martens y una mala actitud
perpetua, pero...
—Tú me sirves.
***
Es luminoso. Demasiado jodidamente luminoso. Con los ojos
cerrados, salgo tropezando de la cama, tropiezo con el tacón de alguien
camino a la ventana y cierro las cortinas. Mucho mejor. Me siento al borde
de la cama en la habitación de invitados de la casa de Sullivan, apoyando
los codos en las rodillas y pasándome las manos por el cabello mientras
repaso los acontecimientos de anoche. Después de que Allison se fuera, me
tomé unos tragos, divirtiéndome con Kaylee y Kylie antes de estar
demasiado borracho para funcionar. Las mandé a recoger sus cosas
momentos antes de caer en la cama y desmayarme.
Con la cabeza palpitante, golpeo la mesa de noche, buscando mi
encendedor y el cigarrillo sin encender que dejé allí anoche. Lo enciendo,
dejando que el humo llene mis pulmones y lo aguanto, sosteniéndolo todo
lo que puedo antes de que la tos salga a borbotones. Me tumbo, con un
brazo detrás de la cabeza y el otro llevándome el cigarrillo a los labios una
vez más, mientras observo la hoja giratoria del ventilador de techo. El
familiar zumbido se abre paso por mi cuerpo, haciéndome sentir caliente y
pesado, y estoy a punto de dormirme de nuevo cuando mi teléfono suena.
Busco a tientas, encontrándolo enredado en mis sábanas.
—¿Qué? —respondo, sin siquiera revisar la pantalla. Mi voz suena
muy áspera, como si hubiera fumado ochenta paquetes de cigarrillos
anoche, y me aclaro la garganta.
—Despierta, cabrón —dice Dare, el novio de mi hermana.
—¿Qué hora es? —Me froto la cara con la mano.
—Mediodía. Tu hermana te necesita en Blackbear. Uno de sus
camareros ha dimitido y Sutton está fuera de la ciudad.
—¿Qué tiene que ver eso conmigo?
—Porque ella necesita tu ayuda —dice Dare en ese tono tranquilo
pero amenazador—. Al menos le debes esto.
Pongo los ojos en blanco, sabiendo que esta es la forma de Dare de
obligarnos a arreglar las cosas. No he hablado con mi hermana desde que
salí dando pisotones de su casa. Los dos somos muy tercos, pero nuestras
guerras no suelen durar mucho. En una vida llena de caos y drama, Lo ha
sido la única constante. Siempre hemos sido nosotros contra el mundo.
Cuando estamos en desacuerdo, todo parece estar fuera de lugar. Sopeso
mis opciones. Podría decirle que no y seguir con la pelea. O podría hacerle
un favor y usar esto como una forma de arreglar las cosas. Además, no
puedo dejar pasar la oportunidad de joder a Allison si está allí. A menos que
ella fuera la que renunció.
—¿Hora? —gimoteo.
—Ahora. —Luego cuelga. Sí, está enojado conmigo.
Tiro el cigarrillo y agarro una toalla de la silla del ordenador. Me
dirijo a la ducha, ignorando las voces que vienen de abajo. Siempre hay
rezagados después de una gran fiesta, y esta mañana no es la excepción.
Orino, frotando con una mano mi pecho mientras reflexiono. Tengo pintura
de neón, lápiz labial y purpurina cubriendo cada centímetro de mi torso.
Salto a la ducha y me limpio esa mierda en tiempo récord. Me pongo un par
de vaqueros negros y una camiseta blanca y luego bajo las escaleras,
descendiendo los escalones de dos en dos.
Tomo la última calada de mi cigarrillo antes de apagarlo frente a
Blackbear. He estado dando rodeos, pero tengo que enfrentarme a Lo tarde
o temprano. Va a preguntarme dónde he estado y qué he estado haciendo
entre que dejé la escuela y vine aquí. Odio mentirle, pero no puedo decirle
eso. No lo entendería. Es la única área en la que nunca nos hemos puesto de
acuerdo.
Abro la puerta y camino directo a la cocina a través del comedor lleno
de gente. Una agotada Lo se detiene en seco cuando me ve, con una bandeja
en cada mano, cola de caballo torcida y cabello en la cara. Ladea la cabeza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta, la sospecha tiñe su tono.
—Dare dijo que necesitabas ayuda —le respondo. Debí saber que no
se lo había dicho. Lo tiene demasiado orgullo para pedir ayuda. No hay
manera de que deje que Dare lo haga en su nombre.
—Bueno, mintió. Puedes volver a tu espiral de mierda, o lo que sea
que estés haciendo. —No me da la oportunidad de responder antes de irse,
dejando platos en sus mesas. Cuando vuelve a la cocina, veo un destello de
dolor en sus ojos, y sé que yo lo puse ahí. Es la razón principal por la que
no volví a River's Edge de inmediato.
Me aclaro la garganta.
—Lo siento, ¿de acuerdo? La cagué.
Parece que sopesa sus opciones antes de que sus hombros se caigan.
Cierra la distancia entre nosotros y me atrae para darme un abrazo, y yo le
devuelvo el apretón un segundo antes de que ambos nos soltemos.
—Eres un idiota.
—Lo sé.
—Hablaremos de esto más tarde.
—Lo sé —repito.
Me arroja un trapo antes de darse la vuelta para agarrar un gran
contenedor gris, y luego me lo clava en los abdominales. Gruño, doblando
los dedos a los lados.
—Ahora ve a limpiar algunas mesas.
10
Allie
―Aparentemente, se suponía que estos huevos eran demasiado
fáciles ―digo, presionando mis dedos para ver a través de la ventana de
paso a la cocina―. Lo siento, Pete. ―Me estremezco. La señora de la mesa
siete ordenó revueltos, pero cambió de opinión, y el Grumpy Pete es el
único que está aquí atrás, cocinando para una casa llena.
―No es lo que dice la comanda ―gruñe Pete.
―Ya lo sé. Lo siento ―repito.
―Sí, sí.
Golpeo mis dedos contra el mostrador, manteniendo mi cuerpo cerca
del mostrador en el estrecho pasillo para dejar pasar a los otros servidores.
Siento calor en la espalda, y antes de que pueda reaccionar, me susurran un
”boo” bajo en el oído. Me inclino hacia adelante tanto como puedo,
sacudiendo mi cabeza para ver quién ya sé que está detrás de mí.
―Jesse ―saludo, mi voz baja.
―Trata de contener tu entusiasmo, chica Allie. ―Me sonríe. Huele
como una destilería mezclada con rastros de humo, pero hay un débil y
familiar olor debajo,su jabón o quizás su champú. Me lleva de vuelta a la
noche en el dormitorio, y una imagen de su mopa de cabello oscuro
acariciando mi pecho y mi pezón en su boca aparece en mi mente, sin ser
solicitada. La alejo, junto con la vergüenza que nunca deja de seguir cada
vez que pienso en ello.
Me muevo hacia un lado, deseando que mi orden esté lista. ¿Cuánto
tiempo se tarda en freír un maldito huevo?
―¿Me estás acosando ahora? ―Tiene la audacia de preguntar. Lo
miro, poniendo los ojos en blanco.
―Trabajo aquí, ―estoy impasible―. Si alguien está acechando, eres
tú.
―No. Mi hermana me pidió un favor. Pasar tiempo con tu alegre yo
es solo una ventaja añadida.
Le envío a Jesse una sonrisa malcriada, y finalmente Pete desliza el
plato de huevos hacia mí. No pierdo tiempo en agarrarlo.
―¡Gracias, Pete! ―Pete gruñe en respuesta.
Evito a Jesse tanto como puedo durante el resto de mi turno, aunque
mis ojos ruegan por desobedecerme, buscándolo por su propia voluntad.
Parece que no puedo escapar de él. ¿Es así como va a ser ahora que ha
vuelto? Todavía no sé por qué ha vuelto. Lo no lo ha mencionado, y no hay
manera de que haga preguntas. Ella ni siquiera sabe que lo conozco.
Al final del día, le envío un mensaje rápido a Dylan, haciéndole saber
que mi turno ha terminado. Se supone que se reunirá conmigo aquí una vez
que termine. Meto mi teléfono en el bolsillo y me dirijo a la habitación
trasera para tomar mi bolso, pero me detengo en el pasillo, escuchando la
voz de Jesse.
―¿Importa? ―pregunta, con una irritación evidente en su tono.
―¿Importa dónde has estado desapareciendo? No realmente, no, pero
el hecho de que no me lo digas dice que estás en algún tipo de problema―.
Esa es Lo, y suena exasperada.
―No estoy en ningún problema, ―dice―. Ya no necesito que me
rescaten, Lo. Puedo cuidar de mí mismo.
―Sí, estás haciendo un gran trabajo, Jess. Primero, misteriosamente
tienes suficiente dinero para una camioneta, ¿y luego dejas la escuela? Me
estoy perdiendo algo aquí. Rellena los espacios en blanco.
Jesse no responde, y de repente, sale del cuarto de atrás, dirigiéndose
directamente hacia mí. Me empujo contra la pared, tratando de actuar de
manera casual. Sin esperar que nadie aceche a la vuelta de la esquina, se
acerca a derribarme pero se detiene a pocos centímetros de mí. Sus manos
me agarran los brazos y nos estabilizan a los dos. Espero algún comentario
sarcástico, algo sobre tratar de sentir algo, tal vez, pero no llega. Cometo el
error de mirar hacia arriba. Sus ojos torturados se encuentran con los míos
durante largos segundos, su mandíbula apretada.
Algo en sus ojos me da una pausa. Un destello del humano detrás del
personaje. Este es Jesse. ¿El divertido y gran jugador de lacrosse? Ese es
Shep. Pero entonces algo cambia. Esos ojos se desvanecen y una lenta
sonrisa se extiende por su rostro.
―Si querías volver a tocarme, solo tenías que pedirlo.
Yyyyy, ahí está.
―No está sucediendo. ―Pongo los ojos en blanco, pasando por
delante de él. Lo está sentada en la mesa pequeña, clasificando un montón
de papeles.
―¿Estás bien? ―pregunto. No quiero entrometerme, pero tampoco
quiero ser una idiota y no preguntar.
Suelta una carcajada.
―Solo otro día en la vida.
―¿Qué es todo eso? ―preguntó, haciendo un gesto a sus papeles,
agarrando mi mochila del gancho.
―Tuve la loca idea de volver a la escuela. No es que no esté lo
suficientemente ocupada.
―No es una locura en absoluto. ¿Qué es lo que quieres hacer?
―Necesito obtener mi GED, para empezar. Luego estaba pensando
en obtener un título en negocios.
―¿En serio? Estoy tomando algunos cursos de negocios en Kerrigan.
―¿No jodas? ―pregunta, sorprendida.
―Sí, sin embargo, está más orientado a la gestión musical.
―No esperaría nada menos ―dice a sabiendas. Tiendo a monopolizar
la selección de música aquí. En mi defensa, a nadie más parece importarle
tanto.
―Bueno, no vayas a buscar un trabajo importante a corto plazo. Te
necesito aquí.
Me burlo. No creo que tenga que preocuparse por eso. Esta ciudad no
está exactamente llena de oportunidades de trabajo. Además, me gusta Lo y
me gusta trabajar aquí, a pesar de los recientes acontecimientos.
―Trato hecho.
Dejo a Lo, saliendo hacia el comedor. Como imanes, mis ojos se
dirigen a Jesse. Se pasa una mano por el cabello antes de sacar su teléfono
del bolsillo, frunciendo el ceño a la pantalla como si lo hubiera ofendido
personalmente. Después de escuchar la conversación entre él y Lo, estoy
más confundida que nunca. Curiosa. Y ya sabes lo que dicen sobre la
curiosidad...
Jesse mete en el bolsillo su teléfono y eleva sus los ojos para verme.
Lucho contra el impulso de mirar a otro lado. Mi mirada se clava en él, pero
él me mira con la misma intensidad. Mis dientes se aprietan contra mi labio,
ignorando los movimientos de... algo que siento en mi estómago.
―Albert ―escuchó a Dylan decir desde mi izquierda, rompiendo el
hechizo. Giro mi cabeza en su dirección.
―No te vi entrar ―digo, levantándome para abrazarlo.
―No puedo imaginarme por qué ―dice impasible, empujándome a
su calor. Mis cejas se juntan en confusión mientras me retiro.
―¿Qué?
―Nada. ―Suspira―. Simplemente no me gusta ese cabrón.
―Mueve su barbilla.
―¿Quién, Jesse? No tienes que preocuparte por eso.
―Bien.
―¿Hay algo que debería saber? ―pregunto, legítimamente
confundida.
―Eres como mi hermana pequeña, Al. ―Suelto una carcajada y miro
hacia otro lado. Tu hermana pequeña con la que te besaste, quiero decir―.
Solo quiero asegurarme de que estás... no lo sé. ...segura.
―¿Tienes hambre? ―pregunto, cambiando de tema. Tengo la
sensación de que Dylan tiene un sentido de responsabilidad hacia mí. No sé
si es porque conoció a mi padre o qué, pero no quiero ser una carga para él,
y no quiero que lo que tenemos cambie. En casa, no tenía ningún amigo de
verdad. No quiero perderlo. Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.
Antes del fune ral.
―Nah. Comí antes.
Asiento, sintiéndome incómoda con Dylan por primera vez en nuestra
relación. Necesito romper la incomodidad, y alcanzo su mano sobre la
mesa. Sus oscuros ojos se dirigen a los míos a través de unas gruesas
pestañas.
―¿Estamos bien? ―Mi voz suena pequeña incluso para mis propios
oídos, y me pateo mentalmente por sonar como una chica.
Dylan frunce el ceño.
―¿Qué clase de pregunta es esa?
La incomodidad me atraviesa por lo que estoy a punto de decir.
―No hemos hablado realmente de lo que pasó...
―No lo hagas. ―Las fosas nasales de Dylan se abren y cierra los
ojos―. Estabas de duelo. Estaba molesto. Eso es todo lo que fue.
―De acuerdo ―digo firmemente con un asentimiento―. No quiero
que cambie las cosas.
―Estamos bien. Escucha, tengo que reunirme con la banda... ―se
aleja, dejando caer mi mano antes de ponerse de pie.
―Sí, está bien. Avísame cuando toques la próxima vez.
―Claro. ¿Necesitas que te lleven? ―Debería decir que sí, pero
pedirle un favor se siente raro en este momento. Llamaré a Halston para que
me recoja en su lugar.
― Lo tengo.
Me hace un guiño brusco antes de girarse para irse.
***
Cuando mi clase de marketing termina, meto mi portátil en mi
mochila, y luego reviso mi teléfono para ver qué quiere Halston. Pude
escuchar el zumbido de mi teléfono en mi mochila durante toda la clase.
Tres llamadas perdidas y un mensaje de texto.
Halston: Llámame después de la clase. Es importante.
Frunzo el ceño, escribiendo una respuesta rápida.
Yo: ¿Todo bien?
Halston: Alguien habló.
Mierda. No necesito pedir una aclaración. Sabíamos que era una
posibilidad. Me pongo la mochila al hombro y cruzo el pequeño campus.
Cuando llego al dormitorio, Halston está sentada en su cama, con las
piernas cruzadas y ojos de cachorro dirigidos hacia mí.
―¿Qué ha pasado? ―pregunto, dejando caer mi mochila al suelo
mientras cierro la puerta de una patada detrás de mí.
―Stephanie pasó ―murmura.
―Pero Stephanie conoce el trato ―digo, confundida. Stephanie es la
RA, y tiene que saber que me he estado quedando aquí. Me vio con una
toalla, llevando mis artículos de higiene a la ducha al final del pasillo, por el
amor de Dios.
―Aparentemente, alguien se quejó, así que ya no podía mirar para
otro lado.
―¿Estás en problemas? Puedo decirles...
―No. ―Sacude la cabeza―. Nada de eso. Solo me dieron una
advertencia. Solo estoy preocupada por ti.
―Bueno, gracias a la mierda por eso. ―Lo último que quiero es que
sea castigada por tratar de ayudarme.
―¿Qué vas a hacer?
Me encojo de hombros.
―Probablemente llamaré a Dylan. ―Odio depender de él, pero tengo
dos meses más antes de que el alquiler de vacaciones de mis abuelos sea
gratis, y no hay forma de que pueda permitirme quedarme en un hotel.
Halston mueve las cejas cuando menciono a Dylan.
―¿Puedes llevarme contigo?
Me río, levantando mi maleta del armario y dejándola caer en mi
cama. ―Si quieres vivir en una casa de fiestas con asientos de inodoro
salpicados de orina y comida mohosa en la nevera, por supuesto...
―Bien. Tal vez solo te visite ―dice, apretándose la nariz con asco.
La verdad es que no es tan malo. Pero ni siquiera su amor por los chicos
puede superar sus tendencias de alto cuidado. Halston viene de una familia
rica, así que no sé por qué se molesta en vivir en un dormitorio.
Halston me ayuda a meter casi todo en mi maleta. Solo lleno mi
mochila con lo esencial: un conjunto extra, artículos de tocador, un cargador
de teléfono y, por supuesto, mi confiable reproductor de CD.
―Volveré por eso ―digo, apoyando mi brazo en la maleta.
―Volverás todos los días ―corrige.
Me rodea con sus brazos, golpeando mi cara contra su pecho.
―No. Puedo. Respirar.
―Me gustaría que te quedaras. ―Hace pucheros tras liberarme.
―Halston ―digo, extendiendo la mano para agarrar sus hombros―.
Reúne las piezas. Me voy a mudar del edificio, no del país.
―Lo sé. ―Pone los ojos en blanco―. Pero ya estoy aburrida.
―Llama a un chico ―digo secamente―. Mejor aún, llama a Sully.
―Si insistes ―dice con un dramático suspiro, cayendo en su cama.
Media hora más tarde, Halston me deja en Blackbear. No he tenido
noticias de Dylan, así que me imagino que esperaré aquí hasta que me
llame. Tomaré una cabina, encenderé mis auriculares y trabajaré en una
tarea para la próxima semana.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta Lo, mirando desde el
taburete, la punta masticada de su bolígrafo golpeando contra su barbilla.
―Tengo algo de tiempo para matar ―explico, dando palmaditas en
mi mochila―. ¿Te importa si me robo una cabina?
―Date el gusto. ―Se ríe.
―Gracias.
Encuentro la cabina en la parte más apartada del bar, preparo mis
cosas y abro Photoshop. Pero por alguna razón, parece que no puedo
concentrarme en el proyecto a mano, que resulta ser un volante falso para
una banda inexistente.
Miro fijamente la pantalla de mi teléfono, considerando llamar a mi
madre y confesar mi situación de vida, pero no puedo apretar el gatillo. No
estoy lista para la conferencia y el viaje de culpa que seguramente vendrá
con su ayuda. Mi mamá es una de esas personas que espera que adoren sus
pies por el más simple de los favores. Una vez me llevó a un concierto en el
centro de LA, y te juro que aún escucho como se quedó atascada en el
tráfico, y que eso fue lo que obtuvo por tratar de hacer algo bueno por
alguien.
Nunca más.
No, no la llamaré y para pedirle ayuda, pero llamar solo para
comprobar no hará daño. Mentirle sobre mi situación de vida ha sido más
fácil de lo que esperaba. Solo hemos hablado un puñado de veces desde que
estoy aquí. Fuera de la vista, fuera de la mente, supongo. Antes de poder
hablar con ella, reviso mi registro de llamadas y hago clic en su número.
Juego con los paquetes de azúcar en la mesa mientras suena su teléfono. Y
suena. Y suena. Justo cuando está a punto de saltar el buzón de voz,
contesta.
―Hola, cariño ―canturrea mamá. Aunque no tenemos la mejor
relación, su voz se siente como casa. La imagino sentada en una hamaca,
fumando hierba y meditando al aire libre. Mi estómago se retuerce de forma
inesperada, y de repente, quiero irme a casa. Quiero el sol de LA, la playa y
mi casa. Excepto que mi casa ya no está allí.
―Hola, Mamá.
―¿Todo bien?
―Sí, solo estoy haciendo algunas tareas. Las clases y el trabajo me
están pateando el trasero.
―Eso es genial, cariño ―dice mamá en un tono distraído, y sé que ya
se ha retirado de la conversación.
―Sí. Oye, estaba pensando. ¿Qué tal si voy a visitarlos, chicos? Las
vacaciones de primavera son pronto. ―Chicos se refiere a mamá y a su
nuevo novio. Mi mamá usa a los hombres como una balsa salvavidas. No
pensé que este duraría más de unas semanas, pero aquí estamos, nueve
meses después y están viviendo juntos.
―Estoy segura de que estás ocupada viviendo tu vida, Allison. Sé
que estaría viviendo al máximo si tuviera una casa en el agua cuando tuve
tu edad.
―Quiero ―insisto. Perder a un padre a una edad temprana te hace
hiperconsciente de la mortalidad de tus seres queridos. Aunque no siempre
nos llevemos bien, ella es todo lo que me queda.
Mi madre duda, diciéndome todo lo que necesito saber.
―Escucha, aún no tenemos la casa lista, y sabes que los pasajes de
avión a Hawai son caros, especialmente con tan poco tiempo de aviso...
―Ella enumera sus excusas―. Tal vez una vez que nos hayamos
establecido, podamos resolver algo. Si tiene que ser así, será así.
Ah, su respuesta favorita. Exhaló una risa sin humor. Ser rechazada
por la persona que te trajo al mundo se siente como la peor clase de
traición. ―Siento haber llamado.
―Allison, no seas...
Golpeo terminar y tiro mi teléfono a la mesa. Nunca sabré cómo
comparto el ADN con esa mujer. Es frívola y está obsesionada con el amor.
Estoy bloqueada y no reconocería el amor si me golpeara en la cara. Le
encantan los vestidos bonitos y el maquillaje. A mí me encantan mis Docs y
las camisetas vintage de bandas. Pero ella es mi madre. Mi padre habría
movido montañas por mí. Me prometió la luna, compartió su amor por la
música conmigo, y lo único que amaba más que actuar era a mí. Mamá, por
otro lado... Me quiere, pero no creo que le guste ser mi madre. Cuando era
más joven, insistió en que me quedara con ella la mayor parte del tiempo.
Pensé, oye, ella debe amarme si está luchando por mí, pero ahora sé que
fue porque la idea de estar sola es completamente insoportable para ella.
Me pongo los auriculares, subo el volumen al máximo mientras me
concentro en la pantalla. Me niego a pensar en mi madre, que está en Hawái
viviendo su mejor vida. Mientras tanto, estoy aquí técnicamente sin hogar.
No estoy amargada en absoluto. No estoy segura de cuánto tiempo ha
pasado cuando una mano se agita frente a mi cara. Me asusto, mirando
hacia arriba para ver a Lo.
Me quito los auriculares, colocando un mechón de cabello rebelde
detrás de mis orejas.
―¿Quieres comer algo antes de que le diga a Pete que se vaya? Esta
noche está muerta, así que voy a cerrar temprano.
―Oh ―digo, sorprendida por lo tarde que se ha hecho―. Estoy bien.
Déjame... ― Guardo mi trabajo, y luego empiezo a recoger mis cosas.
―Estás bien. Quédate todo el tiempo que quieras. Solo cierra por mí
antes de irte, ¿sí? ―Lo deja caer sus llaves en la mesa delante de mí.
―¿Estás segura?
Me mira con una ceja arqueada.
―¿Por qué no iba a estarlo? Tengo un juego de repuesto en casa de
todos modos.
Me encojo de hombros. No conozco las reglas de estas cosas.
―Terminaré pronto.
―Quédate el tiempo que necesites.
Miro más allá de ella, viendo a su novio Dare esperándola en la
puerta, con una camiseta blanca lisa, brazos llenos de tinta de colores,
expresión melancólica. Jesús, ese tipo es atractivo de esa manera tan intensa
e intimidante. Es dueño de Bad Intentions, la tienda de tatuajes de al lado,
así que van y vienen mucho.
Una vez que Lo está a su alcance, le toma un poco el trasero, tirando
de ella hacia él para darle un beso. Ella se derrite en él, riéndose mientras le
muerde el labio inferior. Él gime, perdiéndose en ella antes de que sus
párpados se abran, aterrizando en mí. Miro hacia otro lado, con las mejillas
ardiendo, y luego él la tira de la mano, llevándola a rastras hacia fuera. No
los estaba mirando porque sea una especie de pervertida. Supongo que solo
estaba tratando de entender. No es que no crea que el amor existe. Al
contrario, en realidad. El amor es real. Poderoso. Tiene el potencial de
destruirte. Para iniciar guerras y terminar vidas. El amor es un arma. El
amor es peligroso, y no quiero tener nada que ver con él.
Vi cómo el amor hizo a mi madre la persona más feliz del mundo.
Luego se convirtió en la persona más loca del mundo. Y cuando mi padre
murió, la persona más triste del mundo, a pesar de que no habían estado
juntos durante años. No me hagas hablar de los hombres que han ido y
venido desde entonces. He encontrado a mi madre sollozando en el suelo
del baño, incapaz de trabajar, comer o funcionar más veces de las que puedo
contar. Todo por culpa de un tipo. ¿Por qué alguien se sometería a ese tipo
de tortura emocional? Me prometí a mí misma a una edad temprana que
nunca sería como ella. Nunca dejaría que el amor me volviera loca.
Alejando esos pensamientos, miro mi teléfono, deliberando mi
próximo movimiento. No tengo muchas opciones. Podría llamar a Dylan.
Otra vez. Podría intentar encontrar una habitación de hotel de mi
presupuesto para esta noche, no es probable en esta ciudad turística.
O... podría simplemente quedarme aquí. Lo dijo que podía quedarme
todo el tiempo que quisiera. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Me paro,
caminando hacia la entrada, y giro la cerradura. Pete debe haberse ido
cuando estaba atascada en mis pensamientos, sin molestarse en decir adiós.
Típico. Asalto la cocina, buscando algo pequeño y sencillo para aliviar el
ardor de mi estómago. Me conformo con un plátano, tirando la cáscara a la
basura. La mastico, apagando todas las luces del bar, dejando solo el cuarto
trasero encendido.
Una vez que termino, pongo la alarma en mi teléfono, para poder salir
de aquí mucho antes de que la gente se presente, y me arrastro de nuevo a
mi cabina, haciendo una bola en mi lado. Levanto la capucha sobre mi
cabeza y me bajo las mangas para cubrir la mayoría de mis manos en un
esfuerzo por calentarme. Con los dedos en el banco de cuero agrietado,
empiezo a formar un plan mental de juego, pero no llego lejos antes de que
mis párpados se pongan pesados y el sueño se apodere de mí.
11
Allie
Cuatro días he estado durmiendo en secreto en Blackbear, y aunque
Dylan me ha devuelto las llamadas, no le he informado de mi situación.
Suena loco, pero prefiero dormir en una cabina que quedarme en su casa de
fiestas. Es tranquilo en Blackbear. Es privado. Puedo comer, dormir, hacer
mis deberes escolares, y mirar mi diario, deseando que las palabras vengan
sin interrupción. Lo único que no puedo hacer es ducharme, pero pude
colarme en los dormitorios un par de veces. Sé que tengo que pensar en otra
cosa. Cuanto más tiempo me quede, más probable es que me atrapen. Me
siento culpable por aprovecharme de Lo cuando no ha sido más que amable
conmigo, pero no estoy haciendo daño a nadie.
Estoy caminando a través del patio de recreo de camino a mi próxima
clase, el suelo sigue congelado, aunque el sol está tratando de asomarse por
primera vez este año, cuando escucho a alguien gritar detrás de mí.
—Hola —dice un chico con un corte rubio y rapado, que se acerca
corriendo a mí. Él está usando una franela sobre una camiseta de Vandals y
unos vaqueros ajustados. Chuck Taylors en sus pies—. Allison, ¿verdad? —
dice, pasando una mano plana sobre su cabello corto.
—Sí —digo lentamente, tratando de averiguar si lo he conocido en
algún lugar antes.
—Garrett. —Se señala a sí mismo—. Estamos juntos en marketing
musical —dice, leyendo el signo de interrogación en mi cara.
—Oh, claro.
—¿Te gusta el Gutterpunk? —pregunta con conocimiento de causa.
—¿Cómo...?
—Lo adiviné —bromea, señalando mi carpeta llena de varias
pegatinas de la banda.
—Me sorprende que alguien en esta ciudad sepa quiénes son.
—Me sorprende que alguien de esta generación sepa quiénes son —
responde.
—Touché. —Me río, sabiendo que es verdad. Gutterpunk es una
banda punk desaliñada, como su nombre lo indica, de los noventa. Siendo
ellos de Huntington Beach, todos sabían quiénes eran en casa.
—¿Sabías que van a hacer una presentación secreta este fin de
semana?
—¿Aquí? No puede ser.
—tocarán en The Lamppost, si quieres podemos ir juntos ¿tal vez?
Frunzo los labios, contemplando. No lo conozco, pero tenemos una
clase juntos. Eso tiene que contar para algo. Además, claramente tiene buen
gusto para la música, así que es automáticamente más genial que el 95 por
ciento de la gente que he conocido aquí.
—O podemos encontrarnos allí, si eso es menos raro. —Me da una
salida, sin duda sintiendo mi vacilación.
—Hagamos eso. —Sonrío, genuinamente emocionada por ir. No he
ido a un espectáculo desde... bueno, desde que mi padre estaba vivo—.
Aunque, ¿dónde está Lamppost? —Nunca había escuchado hablar de él y
mi padre conocía todos los lugares en un radio de 300 kilómetros.
—Si te lo dijera, no sería secreto, ¿verdad? —Levanta una ceja—.
Dame tu número. Te enviaré la dirección el viernes por la noche.
Estoy demasiado intrigada para decir que no. Tomo el teléfono de su
mano.
—¿Y cómo sabes de este lugar? —pregunto mientras tecleo mi
número, sospecha atascada en mi tono.
—Conozco gente —dice crípticamente. No puedo decir si me está
tomando el pelo o no, así que no hago comentarios.
—Te veré el viernes entonces. —Le pongo el teléfono en la palma de
la mano y me muestra una sonrisa.
—Es una cita.
Abro la boca para discutir, pero él me corta, alejándose de mí.
—Es solo una expresión. Relájate.
Bien. No todo el mundo está ligando contigo, Allison. Me doy la
vuelta, dirigiéndome a mi siguiente clase.
La clase pasa rápido, y luego me encuentro con Halston para pasar un
rato antes de volver a Blackbear.
—Voy a empezar a cobrarte el alquiler —bromea Lo, y me paro en
seco, con los nervios burbujeando en mi estómago—. Estoy bromeando,
Allison. —Se ríe—. Eres mi mejor empleada. Desearía que todos fueran tan
dedicados —dice en voz alta para beneficio de Jesse, que está sentado en la
barra con un plato de comida.
—Yo no trabajo aquí, carajo.
Miro el cuenco de paletas de caramelo que está a su lado, y él sigue
mi mirada, sonriendo cuando se da cuenta de mi proceso de pensamiento.
En lugar de dármelos como un humano decente, los desliza más cerca de sí
mismo, retándome a acercarme lo suficiente para tomar uno. No hemos
hablado desde el día que lo escuché discutir con Lo. Él no ha estado por
aquí, pero en las raras ocasiones en que lo ha hecho, no ha mirado en mi
dirección.
—Bueno, deberías —dice Lo, su voz monótona.
Los dejo con sus discusiones, pasando por el bar hacia el cuarto de
atrás. Pero Jesse se sienta de lado en su taburete y lanza un brazo,
deteniéndome con el tazón de paletas de caramelo en mi estómago. Levanta
una ceja cuando no elijo de inmediato.
Pongo los ojos en blanco, encuentro rápidamente la etiqueta marrón
que busco, y paso a su lado. Lo escucho reírse detrás de mí antes de que
siga el regaño de Lo.
—Ni siquiera pienses en ello —advierte Lo.
No puedo ver la reacción de Jesse, y si responde, no lo escucho.
—Lo digo en serio. Déjala en paz. Si la cagas, estaré aún más falta de
personal.
No necesita preocuparse por eso.
No escucho el resto de la conversación, pero cuando regresó al frente,
lista para mi turno, Jess se ha ido. Dejo escapar un suspiro de alivio. O tal
vez es uno de decepción.
12
Jess
—¿A dónde demonios vas? —pregunta Sully mientras paso mis
llaves por el mostrador. No tener un lugar propio es envejecer rápidamente.
Uno pensaría que estaría acostumbrado después de veinte años de ir de un
apartamento de mierda a otro aún más mierda, sin saber cuándo mi madre
dejaría de pagar el alquiler para mantener su hábito de drogas.
—No estoy de humor esta noche —digo, refiriéndome a la fiesta que
se está celebrando a nuestro alrededor. Estoy harto de toda esta maldita
escena. Él asiente, sabiendo lo que quiero decir. Probablemente es el único
que conoce a mi verdadero yo.
—Búscame mañana.
Caminando hacia afuera, me dirijo a mi camioneta, no me detengo a
charlar con nadie que se quede en el patio. No sé a dónde diablos voy, pero
me pongo en marcha, pisando el acelerador. Estoy en piloto automático
mientras conduzco por la ciudad, preguntándome cómo se jodió todo. Me
he estado quedando en casa de Sully, sin querer mirar a Lo a los ojos y tener
que mentirle todos los malditos días, pero cuanto más tiempo me quede allí,
mejor suena el regreso a casa.
Estoy a punto de pasar a Blackbear y Bad Intentions, y en el último
segundo, sacudo el volante, patinando hacia el oscuro estacionamiento.
Vacío. Silencioso. Lleno de licor. No sé por qué no se me ocurrió antes.
Me estaciono, apago el motor y salgo, sacando las llaves de Blackbear
del bolsillo cuando me acerco a la puerta. Una luz brilla desde algún lugar
en la parte de atrás, y pongo mis manos en el vidrio de la puerta, tratando de
ver el interior. Cuando no veo nada fuera de lo normal, me encojo de
hombros, giro la cerradura y cierro la puerta detrás de mí. Alguien debe
haber olvidado apagarla antes. Voy directo a la barra, agarrando la botella
de Jack del estante. No quito la tapa hasta que escucho un ligero ruido
detrás de mí. Hago una pausa, escuchando, escaneando el comedor.
Pongo la botella en la barra en silencio y comienzo a moverme en la
dirección en la que vino. Justo cuando creo que estoy alucinando, lo
escucho de nuevo. Un suave gemido. Mis ojos se dirigen hacia el sonido y
veo algo colgando del borde de una de las cabinas. Agarrando mi teléfono,
enciendo la linterna y veo un pie. El delicado pie de una mujer con las uñas
pintadas de negro. ¿Qué mierda? Rastreo el cuerpo unido a dicho pie con
mi linterna, solo para darme cuenta de que es Allison. Está tumbada de lado,
con los auriculares cubriéndole los oídos, los puños metidos bajo la barbilla,
los labios ligeramente separados.
¿Qué demonios está haciendo aquí? Al principio, creo que se debe
haber quedado dormida después de su turno, pero cuando veo la escena
delante de mí, sé que es más que eso. Su mochila abierta está sobre la mesa
con su cepillo de dientes encima de un fajo de ropa y sus botas con
calcetines rellenos están en el suelo junto a ella. Apago las ganas de
despertarla y preguntarle qué coño está pasando y le envío un mensaje a
Sully.
Yo: Envíale un mensaje a tu chica y averigua dónde vive Allison.
No pasan treinta segundos antes de que mi teléfono vibre en mi mano.
Sully: ¿Ahora?
Yo: Lo antes posible.
Los minutos pasan mientras miro fijamente su forma de dormir,
esperando una respuesta. Su cabello está en un moño desordenado sobre su
cabeza, con mechones que sobresalen por todos lados. Puedo escuchar el
débil sonido de la canción que suena en su reproductor de CD que está
apoyado en la mesa. Se ve tan jodidamente serena, como si no le importara
nada, a pesar de que está apostada en un maldito bar.
Mi teléfono vibra en mi mano otra vez, iluminándose con un texto.
Sully: Se estaba quedando con Halston en su dormitorio hasta
que la asistente residente la echó. Halston dice que ahora se está
quedando con un tipo.
Interesante. Aprieto mi mandíbula, teniendo una buena idea de quién
es “un tipo”. La única pregunta es, ¿por qué no está allí? ¿Por qué está
durmiendo en una maldita cabina en lugar de una cama
cómoda? ¿Problemas en el paraíso? Me retiro en silencio por donde vine,
mientras empiezo a formular un plan.
***
****
—¿Qué tan bien conoces a esta chica? —pregunta Dylan con retraso.
Le dije que me mudaría con Lo hace aproximadamente una hora, y acaba de
soltarlo. Claramente, él todavía está pensando en eso. Inclino mi cabeza
para verlo mejor desde mi posición, acostada en el sofá con la cabeza en su
regazo, mientras vemos una película de Quentin Tarantino.
—Lo suficientemente bien. —Levanto un hombro. Me mira, esos ojos
oscuros enmarcados por pestañas gruesas. Un aro plateado en su labio
brillando a la luz emitida por la televisión.
—¿Algún compañero de cuarto?
—Solo su novio. —No menciono el hecho de que Lo es la hermana
de Jesse, ya que parece tener algo extraño con él. Me siento y lo enfrento,
cruzando las piernas sobre el cojín—. ¿Por qué has sido tan raro conmigo
últimamente? —Finalmente hago la pregunta que me ha estado molestando.
Dylan trabaja su mandíbula, sus ojos fijos en la pantalla, sin
encontrarse con los míos.
—No lo he hecho.
—Me has estado ignorando —acuso. No lo niega—. Y ahora te estás
poniendo todo hermano mayor.
Él resopla, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué? —presiono, necesitando que me dé algo, pero lograr que
Dylan me hable es como tirar los dientes. Sé que tuvo problemas al crecer,
y lo que sea que haya pasado lo ha hecho más cauteloso que Fort Knox.
—Tengo muchas cosas en la cabeza.
—¿Como qué?
—No importa. Entonces, ¿quieres un aventón? ¿Mostrarme tu nuevo
lugar? —Dylan me ayudó a tomar el resto de mis cosas del dormitorio de
Halston después de la clase, así que ya está en su auto.
—Por supuesto. —Sé que está cambiando de tema, pero dejo que se
salga con la suya. Por ahora.
***
***
***
***
***
Un zumbido incesante atraviesa mi conciencia y doy una palmada para
despertar a Jess, encontrándome con nada. Al oír la ducha, me quejo, y me
siento para silenciar su teléfono. ¿Qué hace levantado tan temprano? El
zumbido se detiene justo cuando mis dedos hacen contacto. Empiezo a
alejarme, pero dudo cuando aparece un mensaje, mi mano se cierne sobre la
pantalla.
1616 E. Shea Blvd. A la misma hora que la semana pasada.
***
***
He buscado a Allie en todas partes. Fui a Blackbear. Me presenté en
Manzanita, interrogando a una Halston muy enojada, e incluso llamé a
Dylan. Cuando finalmente la encuentro, ella está saliendo de una de sus
clases en Kerrigan. Aún no me ha visto. Tiene sus auriculares puestos, ojos
dirigidos a sus Doc Martens. Su cara no tiene maquillaje, su cabello está
suelto y liso, y lleva una sudadera con capucha que se traga su diminuta
forma, casi llegando a sus rodillas desnudas. Cuando levanta la vista, sus
ojos encuentran los míos. Se detiene a unos metros de mí y mi corazón se
aprieta en mi pecho al ver el dolor escrito en su rostro.
—Allie.
Me acerco a ella, pero levanta una mano y niega con la cabeza.
—Estoy aqui ahora.
—Pero no lo estabas —dice tan calladamente que apenas puedo
escuchar las palabras.
—Lo siento muchísimo. Te aparté porque pensé que te estaba
protegiendo.
—¿De qué? —se burla.
—¡De mi! —Doy otro paso hacia ella—. Pensé que podía hacerlo.
Pensé que podría dejarte ir. Pasaste de ser mi distracción a mi caída, y no
sabía qué demonios hacer con eso. Pero cuando desperté y te habías ido,
nunca había sentido algo así en mi vida. No esperaba amarte, Allie.
Su barbilla tiembla cuando cae la primera lágrima.
—Y resulta que soy demasiado egoísta para salvarte de mí mismo.
—¡Me dejaste! —grita. Sus ojos vidriosos se mueven. De repente
consciente de nuestro entorno, baja la voz—. Todos se van.
Sus palabras me atraviesan. Su papá murió. Su madre se alejó. Y no
estaba allí cuando más me necesitaba. ¿Por qué iba a confiar en mí, cuando
todo lo que he hecho es irme?
—No puedo hacer esto —dice, pasando a mi lado. Quiero perseguirla.
Cada instinto en mí está gritando que luche por ella. Pero tal vez esta vez
necesito un enfoque diferente.
37
Allie
Bandeja en mano, me dirijo a mi mesa, dejando platos para mis
clientes.
—Hazme saber si puedo conseguirte algo más —digo, ofreciendo una
plácida sonrisa. Cuando me doy la vuelta, veo a Jess sentado en mi sección.
Enderezo mis hombros, pasando junto a él como si no me matara verlo.
Como si no me muriera por volver a tocarlo. Me dirijo al baño, cerrando
rápidamente la puerta detrás de mí y presionando mi espalda contra ella.
Respiro profundamente, tratando de calmar mi acelerado corazón.
La puerta se abre detrás de mí y jadeo, tropezando hacia atrás en un
pecho familiar.
Los brazos de Jesse me rodean, cerrando la puerta tras nosotros, y por
un momento, me permito hundirme en él. Su nariz está en mi cabello, sus
labios rozan mi cuello.
—Sé que la cagué, pero esta vez no voy a ninguna parte, chica Allie.
Aprieto mis ojos, mi nariz empieza a cosquillear con la promesa de
lágrimas. Dios, contrólate, Allie.
Me da un beso en la nuca y encojo mis hombros, girándome para
enfrentarlo.
—Estás perdiendo el tiempo.
Desliza sus dientes por su labio inferior, con una expresión engreída y
firme en su lugar.
—Ya lo veremos.
***
Toda la semana, Jesse ha estado acechando a Blackbear, haciendo
imposible que piense en otra cosa que no sea él. He estado deseando
mentalmente que me dejara en paz, pero cuando no apareció durante mi
turno de hoy, me sentí decepcionada. Lo extraño. Dios, lo extraño tanto.
Me detengo en mi entrada y aparco el auto antes de apagar el motor.
Mi abuela me dijo dónde estaban las llaves una vez que me mudé y
finalmente decidí usar mi regalo de graduación. No tengo muchas opciones
ahora que vivo sola. Necesito ir a trabajar todos los días y luego a la escuela
una vez que termine el verano.
Salgo, cerrando la puerta detrás de mí.
—Bonito auto.
Mi cabeza se gira, viendo a Jesse de pie junto a mi puerta con una caja
en la mano.
—¿Cómo sabes dónde vivo?
—Halston ahora es del equipo Jesse.
Pongo los ojos en blanco. Traidora.
—¿Qué pasa con la caja?
—Me perdí tu cumpleaños. —Sonríe.
Paso junto a él, abriendo la puerta principal. Me sigue dentro, mirando
el lugar con curiosidad. Es una modesta casa estilo cabaña. Dos
habitaciones, dos baños. No es mucho, pero es perfecta para mí. Jess pone
la caja en el mostrador de la cocina y luego se sienta en uno de los
taburetes.
—No deberías estar aquí —digo, pero mi voz carece de convicción. Es
difícil mantenerse fuerte cuando todo lo que quiero es ser como éramos
antes de que todo se fuera a la mierda.
—Pero lo estoy. —Vuelve a sonreír—. ¿No vas a abrir tu regalo?
—Si lo hago, ¿te irás?
Encoge sus hombros.
—Si quieres que lo haga.
Me quedo sin aliento, sacando la tapa de la caja. El interior está lleno
de Dum-Dums, todas de caramelo excepto una de fresa. Mi rosto se calienta
al recordar a Jess y la forma en que usó la paleta de caramelo conmigo y
con una mirada a su rostro, puedo decir que está pensando lo mismo.
—Sigue mirando.
Cavo alrededor de la caja, sacando una pila de cajas de CD. Los
sostengo, mis ojos cuestionando los suyos.
—Ábrelos.
Abro la primera caja y en su interior dice: Canciones con las que me
gustaría follarte. En el interior, se enumeran las pistas. Todo desde
“Lollipop” de Lil Wayne a “Closer” de Nine Inch Nails. Me río, cerrando la
caja de plástico—. Muy gracioso.
—Continúa —dice, pero su expresión no es tan juguetona como yo
esperaba.
—Bien... —Abro la siguiente. Canciones con las que te he follado.
“Colorblind” de Counting Crows está en la lista y hago una pausa,
mirándolo—. ¿Te acuerdas de eso?
Asiente.
Uno por uno, abro el resto. Canciones que me recuerdan a ti.
Canciones para cuando estés triste. Canciones para cuando la cago.
Canciones para cuando extrañas a tu padre.
—Jess —susurro alrededor del nudo en mi garganta.
—Pensé que querrías nuevo material para escuchar —dice.
Moviéndome hacia él, le rodeo el cuello con los brazos y lo abrazo
fuerte. Esto es lo más ridículo y considerado que alguien ha hecho por mí.
Capto su olor. Su calidez. Se siente como en casa.
—¿Significa esto que me perdonas?
Me retiro, esnifando.
—Te perdono, Jess...
—Siento que un pero se acerca.
—Pero ¿qué ha cambiado? —Busco en sus ojos.
—Estoy aquí, Allie.
—¿Por cuánto tiempo?
—Mira en el fondo de la caja —dice, moviendo su barbilla hacia ella.
Siento alrededor, sacando un sobre del fondo. Lo abro, leyendo la carta
con el logo de los Wildcats. Mis ojos se dirigen a los suyos.
—¿Significa esto lo que creo que significa?
Asiente.
—Me quedo para siempre. El entrenador Standifer empezará el
lacrosse del MCLA en Kerrigan el año que viene. No es tan prestigiosa
como la NCAA, pero podré volver a formar parte de un equipo. —Me
acerca más por las presillas de mi cinturón—. Y puedo ir a la escuela
contigo.
—Tengo miedo —admito, sintiéndome estúpida y vulnerable por decir
las palabras en voz alta.
—Te necesito, Allie. No voy a dejarte otra vez. Voy a empezar la
escuela aquí. Tomé un trabajo en el taller de Henry. Me alejé de las peleas.
—Pasa una mano por su cabello, soplando un aliento—. Nada me
importaba antes de ti. Autosaboteé cada cosa buena de mi vida antes de que
tú llegaras. Parte de mí cree que me echaron del equipo a propósito, porque
era más fácil jugar ese papel, por muy jodido que suene. Pero tú me haces
querer ser alguien que se merece a alguien como tú.
Limpia una lágrima de mi mejilla.
—Te amo.
Sus ojos brillan, concentrándose en mis labios.
—Dilo otra vez.
—Jodidamente te amo. —Siento que mis labios se convierten en una
sonrisa, y entonces él se levanta del taburete y me levanta en sus brazos,
mis tobillos se cruzan detrás de su espalda.
—Yo también te amo.
Con las piernas aún envueltas en su cintura, me quito la camisa por
encima de la cabeza.
—Entonces demuéstramelo.
Epílogo
Allie
Seis meses después
Mi papá siempre dijo que tanto las mejores como las peores cosas de
la vida son inesperadas. Son esos momentos que te cambian la vida
indefinidamente e incluso si los ves venir, nunca estás preparado para el
impacto. Lo que importa es lo que haces después. Es la forma en que lidias
con la crisis o la buena suerte, lo que te define.
Cerrando mi diario, miro hacia arriba, buscando a Jesse mientras me
siento en las mismas gradas desde las que lo veía hace unos años. Solo que
esta vez, no me escondo debajo de ellas. Dado que el lacrosse es nuevo en
Kerrigan y hay pocos fondos, han estado utilizando el campo de la escuela
preparatoria para practicar y desarrollar a sus jugadores. Me hace sentir más
que un poco sentimental estar aquí, donde mi papá solía enseñar, con el
chico que curó mi corazón roto.
Los últimos seis meses han sido un torbellino. Técnicamente, no
vivimos juntos, pero él duerme en mi cama todas las noches, así que no sé a
quién creemos que estamos engañando. Ahora trabaja con Henry y aunque
ha sido un proceso lento, puedo ver el cambio en Jesse. Él también se está
curando, y estar cerca de Henry tiene mucho que ver con eso.
Crystal apareció en River's Edge en un intento desesperado de
recuperar a Jess. Empezó a decir tonterías sobre que él no valía nada y no
pensé. Simplemente moví mi brazo. Nunca he golpeado a nadie en mi vida,
pero ella hablaba del chico que amo, amenazando con deshacer todo por lo
que hemos trabajado. No sé quién estaba más sorprendido. Me volví, con
los ojos muy abiertos, hacia Lo y Jess con la mano en la boca,
disculpándome profusamente. Para mi sorpresa, Lo se rio como una hiena.
Jess mandó a Crystal a hacer las maletas antes de decirme que no podía ir
por ahí pegándole a la gente cada vez que me molestara por algo, repitiendo
las mismas palabras que le dije sobre Víctor, pero no pudo ocultar la sonrisa
en su rostro mientras lo decía.
En cuanto a mi mamá, se mudó de vuelta a California con su nuevo
marido. Tengo un hermano pequeño que llegará cualquier día y ella dijo que
quería estar lo suficientemente cerca para verme regularmente. Soy
cautelosamente optimista.
Suena un silbato que me saca de mis pensamientos. Jesse corre hacia
mí, se quita el casco de lacrosse antes de apartarse el cabello húmedo de la
frente.
—Hola, chica Allie —dice él, inclinándose para un beso.
—¡Qué asco, estás todo sudado!
—Te gusta. —Se acerca, frotándome su rostro por todos lados,
besándome mi clavícula y me río, empujándolo para apartarlo.
—¡Consíganse una habitación! —grita Sully, levantándose el casco.
También se unió al equipo de lacrosse. No me pregunten qué pasa con
Halston y él. Ni siquiera ellos lo saben.
Jesse levanta su dedo medio detrás de él, llevando sus labios a los
míos. Yo le rodeo el cuello con los brazos, deslizando mi lengua dentro de
su boca, sin preocuparme por el público.
Él se aparta, sus ojos brillantes con lujuria.
—Ve a la camioneta.
—Te veré allí —digo, señalando mi diario. Él asiente antes de correr
para recoger sus cosas y yo abro mi diario una vez más.
Papá tenía razón. Las mejores cosas en la vida siempre son inesperadas
y amar a Jesse Shepherd es definitivamente lo mejor de la vida.
Jesse
Nada que sea dorado permanece para siempre.
Nada que sea perfecto y hermoso puede durar para siempre.
Nada, excepto Allison Parrish.
Sobre la autora
Charleigh Rose vive en Narnia con su esposo y dos niños pequeños. Es
absolutamen te devota del amor no convencional y la pizza. Cuando no está
leyendo o siendo mamá, está escribiendo un romance malhumorado,
melancólico y desquiciado