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3° Las Devociones Marianas

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HONRANDO A MARIA MODELO DEL REINO Y CORREDENTORA

DEFINICIÓN DE DEVOCIÓN. - La devoción es un movimiento interno, de un amor


verdadero que engloba a toda la persona, no solo los sentimientos, también la voluntad.
Por el hecho de que la Virgen María es también Madre Nuestra, debe brotar ese tipo de
amor en nosotros hacia la que es Nuestra Madre del Cielo.
Son las formas de piedad hacia la Madre de Dios, practicada por los fieles, que cuando
la honran, hacen que el Hijo sea más amado. Los fieles Han de sentir gran aprecio por
las prácticas y ejercicios de piedad mariana recomendados por el Magisterio a lo largo
de los siglos» (Lumen gentium, 67). ". La devoción, pues, radica en la intimidad del que
se siente inclinado al servicio amoroso de quien le es superior, que en el caso que nos ocupa es la Madre de
Dios y Madre de todos los hombres.

ORIGEN DE LAS DEVOCIONES MARIANAS .- Desde los primeros siglos de la Iglesia comenzaron a surgir
devociones marianas, que el pueblo cristiano, con su repetición en tan diversos países y circunstancias, fue
plasmándolas en formas y costumbres que posteriormente la Iglesia recogió en la Liturgia y aprobó en su
Magisterio. De ellas hay algunas que se limitan a grupos, o países, o a determinadas épocas. Otras son
universales y se viven por todos aquellos que quieren honrar a Nuestra Señora como "se ha hecho siempre, por
todos y en todas partes" (San Vicente de Lerins)

RAZONES DE LAS DEVOCIONES MARIANAS: Los católicos honramos a la Santísima Virgen María porque:
a. María, Madre de Dios.
“Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su hijo, nacido
de una mujer y sujeto a la Ley” (Gal 4,4). Esa mujer es la Virgen María, joven
sencilla y humilde que vive en Nazaret atendiendo las labores de la casa. Dios
quiso encumbrarla a la más alta dignidad de la tierra, haciéndola madre suya, y
por eso la llenó de gracia y la hizo inmaculada.
Cuando estaba en su casa orando, se le apareció el Arcángel San Gabriel y
le dijo que sería Madre de Dios, explicándole que concebiría por obra del
Espíritu Santo, pues no conocía varón. En el momento que dijo si, el verbo se
hizo carne, y quedo constituida en madre de Dios.
b. María Corredentora.
María, durante su vida, estuvo plenamente unida a Jesús, más aún durante las horas
de su Pasión. Jesús, desde lo alto de la cruz, entrego a sus Madre a San Juan, que
representaba a los discípulos redimidos por Cristo, y al discípulo amado a su Madre.
María, siempre fiel a sus Hijo, es Madre y Corredentora nuestra, porque cooperó a la
Redención con sus padecimientos, con sus lágrimas, con su disponibilidad. Puso
toda su vida voluntariamente al servicio del Redentor, primero consintiendo ser
Madre suya y luego padeciendo junto a Él.
c. María modelo nuestra.
La Constitución “Lumen Gentium”, nos dice: “La
Virgen María aventaja crecer a todas las criaturas, celestiales y terrenas. Pero a la
vez está unida…a todos los hombres que necesitan de la salvación; y …es
verdadera Madre de los miembros de Cristo, por haber cooperado con su amor a
que naciesen en la iglesia de los fieles que son miembros de aquella Cabeza”.
También es proclamada como miembro excelentísimo y enteramente singular de
la Iglesia, como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad,
y a quien la Iglesia Católica, instruida por el Espíritu Santo, venera como a Madre
amantísima con efecto de piedad filial.
Es modelo de fe, caridad, unión con Cristo, obediencia, humildad, entrega a
los planes Dios, servicio a los demás. Su actitud nos mueve a tenerla siempre
presente en nuestro caminar. “Antes solo, no podías. Ahora has acudido a la
Señora, y con ella ¡Que fácil!” (Camino 513).

ALGUNAS DEVOCIONES MARIANAS


https://www.accionfamilia.org/formacion-catolica/la-devocion-a-la-santisima-virgen (Adaptado)
DEVOCIÓN EN QUÉ CONSISTE
Las fiestas de la Dondequiera que la Santísima Madre de Dios es obsequiada con sincera y diligente
Virgen piedad, allí no puede fallar la esperanza de la salvación”
En ellas se le alaba por algún misterio de su vida: Madre de Dios, Inmaculada, la
Asunción; o por alguna actuación en favor de los hombres: como Reina, Mediadora,
como la Virgen Dolorosa, o Nuestra Señora del Rosario; por su manifestación
singular en algún lugar donde se le venera: en Fátima, en Lourdes, el Pilar, Loreto, en
la Villa de Guadalupe (México), etc
El Santo Rosario Pocas devociones son tan gratas a María como el Santo Rosario, recomendada por
los Romanos Pontífices con tanta insistencia. Innumerables son las gracias que han
recibido los fieles a través de esta oración, ya sea recitada en común o
personalmente. Además, es conveniente recordar que, al igual que otras prácticas de
piedad, el Santo Rosario está favorecido con indulgencias: parcial, si se reza
privadamente o plenaria si se hace en familia.
El Ángelus El Ángelus es la repetición del encuentro del Ángel con Nuestra Madre, en el cual le
anunció su divina Maternidad. Recitarlo todos los días a las doce o a las seis de la
tarde, con pausa y atención, nos traerá la presencia de la Señora y su
agradecimiento por su recuerdo. Como es una práctica breve, que suele tenerse en
medio del trabajo y las ocupaciones del día, conviene recoger nuestro pensamiento
con intensidad, ponerlo en Nuestra Señora, recitarlo sin prisa y de memoria y
aprovechar para renovar el ofrecimiento de nuestro trabajo y de nuestro amor a la
Virgen
El Escapulario de la Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen o alguna otra Medalla es señal de fe en
Virgen del Carmen su intercesión poderosa y símbolo de nuestra alianza con Ella. El uso del Escapulario
del Carmen ha de ir acompañado de una disposición consciente y devota, a la par de
unas prácticas de piedad marianas que pueden reducirse (si no se llegó a otras más
largas) a las tres Ave marías de la noche. En la ceremonia de imposición, el
sacerdote recuerda que se debe recibir “impetrando a la Santísima Virgen que, con
su gracia, (de Dios), lo lleves sin pecado, te defienda de toda adversidad y te
conduzca a la vida eterna”.
Las Tres Aves Los sábados podemos manifestarle de modo más intenso nuestro cariño. No
Marías acostarnos nunca sin rezar con devoción tres veces el Avemaría, es costumbre que
puede valernos para que nuestros últimos pensamientos vayan hacia María que vela
nuestro sueño y, con su poder, puede alejarnos al enemigo de nuestra alma y de
nuestro cuerpo. Repetimos pausadamente y con devoción las palabras que fueron
pronunciadas por el Arcángel Gabriel y por Santa Isabel, y por las palabras del “Santa
María” que le compuso, con veneración la Iglesia.
El sábado, día de la El sábado es tradicionalmente en la Iglesia el día de la semana que se dedica a la
Virgen Virgen, y en él podemos manifestarle de modo más intenso nuestro cariño, estando
más pendientes de Ella a través de jaculatorias, miradas a las imágenes (se le
pueden poner flores frescas ese día a sus imágenes), recitando las oraciones
tradicionales como son el “Acordaos”, “Oh Señora mía”, y especialmente la Salve

La consagración a Un medio eficaz para vivir fielmente los compromisos del Bautismo es la
María consagración a María que puede hacerse de dos formas: considerando a María como
Reina (consagración de esclavitud mariana) o bien, como Madre (de piedad filial
mariana). A modo de ejemplo, señalamos las compuestas por: San Luis María
Grignon de Monfort (Tratado de la Verdadera devoción a la Virgen) y, San Alfonso
María de Ligorio (Las glorias de María).

Otras prácticas de piedad marianas


Las romerías o peregrinaciones a Santuarios o ermitas dedicados a la Virgen.
El mes de María, está dedicado a honrar a La Stma. Virgen. Su origen se remonta, en España, a Alfonso X el
sabio (siglo XIII). En este tiempo los niños suelen ofrecer flores a María, los adultos acostumbran hacer algún
sacrificio diario, rezar el Rosario en familia, etc., y todos los fieles procurarán acercarse al Sacramento de la
Penitencia para reconciliarse con Dios y tener su alma limpia como la de la Virgen.
El mes de octubre está dedicado a rezar el Santo Rosario, costumbre que surge en siglo XIX con ocasión de
las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, y que el Papa León XIII extiende a toda la Iglesia. En
particular, se ha de promover el rezo del Rosario en familia pues, como enseña la Iglesia, la familia que reza
unida permanece unida.
Las miradas a las imágenes de la Virgen, que se encuentran en las habitaciones, calles, iglesias (pequeña
frase de amor en el interior de nuestra mente, con verdaderos votos de fe y amor, confianza y cariño con
nuestra Madre).

LOS FRUTOS DE LA DEVOCIÓN A MARÍA.


• Quienes la honran obtienen una mayor benevolencia de parte de María. Ella por su gran poder de
intercesión, consigue mayores gracias de Dios para que vivan mejor su vida cristiana, conduciéndolos hasta
las cimas de la santidad. Ella es la Reina de los Santos.
• A los pecadores, que junto con el deseo de enmendarse la honran y se ponen bajo su protección, les alcanza
la gracia de la conversión y no dejará de socorrerlos y de conducirlos a Dios. Ella es Refugio de los
pecadores.
• A quienes la invocan confiada y perseverantemente, María puede alcanzarles la gracia de la perseverancia
final, don inestimable, como lo llama San Agustín. y, por eso, le pedimos en el Ave María: "ruega por
nosotros...en la hora de nuestra muerte". Ella es Auxilio de los moribundos.
• Finalmente, si tenemos en cuenta que la devoción a María se deriva de la fe en la Encarnación redentora, a
mayor fe, mayor devoción y, en consecuencia, se confirman en la Iglesia los fundamentos de la fe y se
desvanecen las herejías. Santa María es Madre de la Iglesia.

SAN JOSÉ (Breve semblanza-P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net)

Las fuentes biográficas que se refieren a san José son,


exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de
Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven,
porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo
llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este
hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición
popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes
aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él
porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía
floreció prodigiosamente, mientras el de los otros quedó seco.
La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco
ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el
nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero


matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso,
José se percató de la maternidad de María y, aunque no
dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”.
Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado
en esta dramática situación es como el relámpago
deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su
presencia un hecho inexplicable. La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su
esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el
homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes,
que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los
doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.
Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada
Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San
José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes
del comienzo de la vida pública del Redentor.
Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el
siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la
reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje
se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa
PADRE EN LA ACOGIDA DE LA VOLUNTAD DE DIOS Y DEL PRÓJIMO
José es "un padre en la acogida", porque "acogió a María sin poner condiciones previas", un gesto importante
aún hoy -afirma Francisco- "en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es
patente". Pero el Esposo de María es también el que, confiando en el Señor, acoge en su vida incluso los
acontecimientos que no comprende, dejando de lado sus razonamientos y reconciliándose con su propia historia.
La vida espiritual de José no “muestra una vía que explica, sino una vía que acoge”, lo que no significa que sea
"un hombre que se resigna pasivamente". Al contrario: su protagonismo es "valiente y fuerte" porque con "la
fortaleza del Espíritu Santo", aquella "llena de esperanza", sabe “hacer sitio incluso a esa parte contradictoria,
inesperada y decepcionante de la existencia”. En la práctica, a través de san José, es como si Dios nos repitiera:
"¡No tengas miedo!", porque "la fe da sentido a cada acontecimiento feliz o triste" y nos hace conscientes de que
"Dios puede hacer que las flores broten entre las rocas". Y no sólo eso: José "no buscó atajos", sino que enfrentó
"‘con los ojos abiertos’ lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona". Por ello, su
acogida “nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles” (4).

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