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Jueces 6

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Jueces 6:1-15

Considerando la totalidad de este capítulo, tenemos los siguientes


eventos: los israelitas a causa de su pecado, fueron oprimidos por
Madián; un ángel envió a Gedeón para librarlos; la ofrenda de Gedeón fue
consumida por fuego; Gedeón destruyó el altar de Baal; y por último
tenemos las señales reveladas a Gedeón.

Gedeón fue el siguiente juez. Fue llamado a ser juez en el capítulo 6, y el


capítulo 7 relata cuán poderosamente Dios le usó. El fue uno de los
jueces más interesantes, aunque no el más sobresaliente. En realidad,
ninguno de los jueces fue prominente. En general, fueron hombres
caracterizados por la mediocridad. Eran hombres comunes y extraños.
Cada uno fue insignificante, insuficiente e inadecuado. Cada uno de ellos
tuvo algún desliz en su vida, algún fallo evidente, y a veces ese defecto
fue la misma razón por la cual Dios los eligió y los utilizó.

Ahora nos agradaría añadir algunos de los antecedentes de este


incidente, con algunos hechos que creemos muy pertinentes. Por muchos
años los críticos descartaron la narración de los Jueces. Dijeron que
como no localizaron estos eventos en la historia secular, estos realmente
no ocurrieron y que no había ninguna situación en el pasado a la cual
pudieran corresponder. Pero, esta idea ya ha cambiado a causa de la pala
del arqueólogo y a la investigación de hombres tales como Burney,
Moulton, Breasted y Garstang. Estos destacados eruditos, nos han
proporcionado los antecedentes y el trasfondo del libro de los Jueces.

Ahora, sabemos que en este tiempo particular de la historia, Egipto era


poco fuerte. Había sido un poder mundial, pero en la época de nuestro
relato era débil, porque en este período los faraones que estaban en el
poder, eran hombres políticamente débiles. También había problemas y
dificultades interiores y, en consecuencia, esta nación perdió su control
sobre sus colonias, y la colonia principal era Palestina. Pues Israel estaba
bajo el mando de Egipto. Las tribus nómadas al oriente y al sur del mar
Muerto, empezaron a presionar y a traspasar los límites del territorio
ajeno, debido a la sequía en su tierra, la cual habían experimentado por
muchos años. Por tanto, estas tribus nómadas del desierto comenzaron a
invadir el territorio de Israel. Los madianitas y los amalecitas se
encontraban entre los pueblos beduinos del desierto que entraron en la
tierra prometida. La historia de Gedeón comenzó con esa situación.
Leamos pues los primeros dos versículos de este capítulo 6 de Jueces,
que comienza el relato en que

Israel pecó y fue oprimido por Madián

"Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y el Señor los
entregó en manos de Madián por siete años. Como la mano de Madián los
oprimía cada vez más, los hijos de Israel, por temor a los madianitas, se
hicieron cuevas en los montes, cavernas y lugares fortificados."

Los madianitas y los amalecitas se desplazaban como una tribu nómada


desorganizada. Eran atracadores. Despojaban los sembrados y víveres de
otros pueblos. Generalmente llevaban con ellos a sus familias. El hecho
es que transportaban con ellos todo lo que tenían. Y acampaban mientras
avanzaban. Es por eso que en el relato de este incidente no se nos dio la
cifra de su población porque no era posible contarlos, al carecer esos
pueblos de toda organización. Pero a causa de lo numerosos que eran,
abrumaron a los habitantes de la tierra prometida. Los israelitas huían de
sus hogares y vivían en cuevas y en cavernas. Hay abundante evidencia
actual en la tierra de Israel, de que ellos vivieron en cuevas,
especialmente durante este período en particular.

Aquí tenemos nuevamente la misma vieja historia. Israel pecó y el ciclo


histórico comenzó a ponerse en movimiento. Dios había bendecido a los
hijos de Israel bajo la dirección de Débora. Pero cuando pecaron, Dios los
entregó en manos de Madián, y ellos entonces clamaron por su
liberación. Leamos ahora el versículo 5 de este capítulo 6 de Jueces:

"Con sus tiendas y sus ganados, subían como una inmensa nube de
langostas. Ellos y sus camellos eran innumerables, y venían a la tierra
para devastarla."

Los madianitas se dirigieron contra los hijos de Israel. Al entrar en la


tierra prometida, llegaron como una plaga de langostas. Eran como dice
aquí: "innumerables" y esa expresión significa que no habían sido
contados. Era una multitud tan grande, que ni el enemigo los podía
contar. Los madianitas vieron que Israel tenía buenas cosechas, y como a
ellos les faltaban grano y víveres para ellos mismos y para sus animales,
decidieron avanzar.

La tribu de Manasés, de la cual Gedeón era miembro, ocupaba la llanura


en el cual estaba situado el Valle de Esdraelón (lugar donde en el futuro
se librará la batalla de Armagedón). Aunque ellos habían ocupado aquel
territorio, cuando estos nómadas entraron en esa región, los israelitas
salieron hacia los montes, refugiándose en las cavernas y en las cuevas.
Les fue necesario hacerlo. Y vieron como el enemigo recogía las
cosechas que habían dejado atrás. Éste fue el período histórico en el cual
la historia de Gedeón tuvo lugar. Continuemos ahora leyendo los
versículos 7 hasta el 10 de este capítulo 6 de Jueces:

"Cuando los hijos de Israel clamaron al Señor a causa de los madianitas,


El Señor les envió un profeta, el cual les dijo: Así ha dicho el Señor, Dios
de Israel: Yo os hice salir de Egipto y os saqué de la casa de servidumbre.
Os libré de manos de los egipcios y de manos de todos los que os
afligieron, a los cuales eché de delante de vosotros, y os di su tierra.
También os dije: Yo soy el Señor, vuestro Dios: No temáis a los dioses de
los amorreos en cuya tierra habitáis. Sin embargo, no habéis obedecido a
mi voz."

Aquí encontramos a Israel una vez más, lamentando y quejándose. Pero


Dios fue misericordioso y bondadoso con ellos. Un profeta vino y les
explicó por qué se hallaban en esa condición. Clamaron a Dios, y Dios por
misericordia, les envió a otro juez. Y tenemos entonces a

Gedeón, el sexto juez

Ahora, en esta coyuntura, Dios hizo aparecer a Gedeón en una situación


realmente embarazosa. Se nos dice lo siguiente en el versículo 11:

"Entonces vino el ángel del Señor y se sentó debajo de la encina que está
en Ofra, la cual era de Joás abiezerita. Gedeón, su hijo, estaba
sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas"

Gedeón no se nos presentó aquí como un héroe ni como un hombre


sobresaliente. ¿Sabe usted lo que estaba haciendo? Estaba limpiando el
trigo en el lagar, a escondidas. Ahora, el lagar era la clave de toda esta
situación. Es que en aquel entonces, el lagar siempre se colocaba al pie
de la colina porque allí bajaban las uvas de la viña. Naturalmente, llevaban
las uvas pesadas cuesta abajo. Las traían al lugar más bajo. En contraste,
la era siempre se colocaba en la parte alta de la colina, la colina más alta
que había, para aprovechar el viento que arrebataba la cizaña o la paja
menuda e inservible del grano.

Encontramos pues aquí a Gedeón sacudiendo el trigo al pie de la colina.


Ahora, ése sería el lugar adecuado para traer las uvas, pero no era el
lugar apropiado para traer el trigo y sacudirlo. ¿Puede usted estimado
oyente, imaginarse la frustración de este hombre? ¿Por qué no subía
hasta la parte alta de la colina? Bueno, porque tenía miedo a los
madianitas. No quería que le vieran sacudiendo el trigo. Y bien podemos
hacernos una idea de su frustración. El aire no llegaba allí abajo donde él
se encontraba, y menos el viento. Por lo tanto, echaba el trigo al aire, y
¿qué sucedía? ¿Era acaso aquel polvo o paja menuda llevada por el
viento? No. Bajaba por su cuello introduciéndose por su ropa, haciéndole
sentir muy incómodo. Pero allí estaba, tratando de sacudir el trigo lo
mejor que podía en un lugar como ese. Y al mismo tiempo reprochándose
por ser cobarde, por tener miedo de subir a la parte alta de la colina.
Creemos que habrá mirado colina arriba anhelante, y pensando: ¿me
atrevo a subir, o no? Gedeón estaba pasando por una experiencia muy
frustrante. Pero Dios iba a usar a este hombre. Y veremos por qué Dios
usó este tipo de persona.

Fue en ese momento en que se le apareció el ángel del Señor, el cual


muchos de nosotros creemos no era otro que el Cristo pre-encarnado.
Leamos el versículo 12 de este capítulo 6 de Jueces:
"cuando se le apareció el ángel del Señor y le dijo: El Señor está contigo,
hombre esforzado y valiente."

Ahora, no me diga estimado oyente, que no hay sentido del humor en la


Biblia. ¿No cree usted que parece humorístico llamar a Gedeón, varón
esforzado y valiente? Dios es un humorista maravilloso. Por supuesto
que la Biblia es un libro serio. Habla de una raza que se halla controlada
por el pecado, y se ocupa de la salvación de Dios para esa raza. Revela a
un Dios Santo y exaltado. Pero Dios tiene sentido del humor, y si usted no
aprecia esa característica en la Biblia, algunas veces no la hallará tan
interesante.

Jesucristo tenía sentido del humor. Un día, por ejemplo les dijo a los
fariseos en Mateo 23:24: "¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis
el camello!" Ahora, si usted no cree que eso tiene gracia, la próxima vez
que vea un camello, mírelo bien. Un camello tiene más partes que
sobresalen, que un vehículo espacial. Hasta tiene cuernos. También tiene
la nuez de garganta más grande que existe. Tiene como almohadillas en
sus rodillas, grandes uñas; algunos tienen una sola joroba, mientras que
otros tienen dos. Por todas partes tienen protuberancias. Ahora,
volviendo a las palabras de Jesús, ¿puede usted imaginarse a aquellos
líderes religiosos intentando tragarse un camello? Dios, realmente, tiene
sentido del humor.

Pues bien, una de las cosas más ocurrentes que el Señor pudo haber
llamado a Gedeón fue "varón esforzado y valiente," porque era muy
temeroso. Creo que cuando Gedeón miró hacia arriba y le oyó decir,
"varón esforzado y valiente," miró a su alrededor para ver si no había otro
por allí, porque ese término ciertamente no era aplicable a él. Y luego se
volvió al ángel y le dijo: "¿Quién? ¿Yo? ¿Me llamas varón esforzado y
valiente cuando estoy por aquí abajo en el lagar, echando el trigo al aire,
cuando en realidad debía estar allá arriba, en la parte alta de la colina? Si
yo fuera un hombre esforzado y valiente, es allí donde estaría, y no aquí
abajo. No soy nada más que un cobarde." El Señor quiso animarle, claro,
pero el caso es que fue un título algo humorístico el que el Señor le dio a
este hombre.

Bueno, Dios le había llamado ahora a este cargo para librar a su pueblo, y
había nombrado a un hombre bastante peculiar. Ahora, este hombre
sufría de un complejo de inferioridad. Leamos el versículo 13 de este
capítulo 6 de Jueces:

"Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por
qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas
que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó el Señor
de Egipto?. Y ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en
manos de los madianitas."

Ahora, el ángel del Señor no dijo que el Señor estaba con Israel en este
tiempo. Estaba con Gedeón. Francamente, no estaba con Israel debido a
su pecado. El ángel dijo: "El Señor está contigo." Es el número singular.
"Contigo, Gedeón." Pero Gedeón no podía creer que Dios estuviera con
él. Quería saber dónde estaban todos aquellos milagros de los cuales sus
antepasados le habían hablado. Creía que el Señor había desamparado a
Israel. Pero se equivocó. El Señor en verdad no había abandonado a
Israel. Eran los israelitas quienes habían abandonado al Señor.

Este hombre pues se encontraba en mal estado desde un punto de vista


mental y espiritual. En realidad, no sólo sufría de un complejo de
inferioridad, sino que también era escéptico, cínico, débil y cobarde. Así
era este hombre Gedeón. Qué impresión errónea se da de él hoy en día,
cuando se le describe como un caballero vestido de una brillante
armadura. Pero, éste fue el hombre al cual Dios llamó. Ahora el versículo
14 nos dice:

"Mirándolo el Señor, le dijo: Ve con esta tu fuerza y salvarás a Israel de


manos de los madianitas. ¿No te envío yo?"

Éste fue el llamamiento y la comisión de Gedeón. Era una misión que


requería valor. Sin embargo, es interesante notar que aun en aquel
momento Gedeón no creía a Dios. Observemos lo que Gedeón dijo.
Leamos el versículo 15 de este capítulo 6 de Jueces:

"Gedeón le respondió de nuevo: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a


Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo soy el menor en
la casa de mi padre."

Ahora, consideremos por un momento el concepto que Gedeón tenía de


sí mismo. Lo que dijo en realidad fue: "Ciertamente no puedo creer que
me estés pidiendo que yo haga esto. En primer lugar, yo pertenezco a la
nación de Israel. Y estamos oprimidos por los madianitas." Ahora, había
sido bastante malo ser oprimidos en Egipto. Pero imagínese usted lo que
era ser oprimidos por estos nómadas del desierto, los madianitas. Y dijo
Gedeón: "Nos hallamos en una situación de esclavitud. Estamos
escondiéndonos, y aquí estoy yo sacudiendo el trigo al pie de la colina. Y
tú vienes y me llamas ¿a mí? Bueno, para empezar, la tribu de Manasés,
uno de los hijos de José, no es notable por ningún motivo. Ningún
hombre destacado ha salido de esta tribu. En la tribu de Manasés, mi
familia no es muy conocida. No somos personas distinguidas. Sucede
que en la familia mía, yo soy el de menor importancia. ¿Cómo es posible
que me llames a mí?" Este hombre Gedeón creía que él era el último de
todos los hombres en Israel, que podía ser usado por Dios. Y, ¿sabe
usted una cosa? Él tenía razón. Humanamente hablando, él era el último
hombre de todos los israelitas que Dios debía haber llamado.

Nuestro problema hoy en día, estimado oyente, es que la mayoría de


nosotros parece que nos sentimos demasiado fuertes como para que
Dios nos use. La mayoría de nosotros nos consideramos demasiado
capaces y en condiciones para ser usados por Dios. Observará usted que
Dios solamente usa a las personas débiles. Ése es el método de Dios. Y
nos recuerda una escena del Nuevo Testamento en la cual Jesús les
habló a Sus discípulos, que aún no habían aprendido a conocer sus
propias limitaciones y se creían suficientes para actuar por su cuenta. En
aquella ocasión, Jesús les dijo: "Yo soy la vid y vosotros sois los
sarmientos. El que permanece unido a Mí y yo unido a él, da mucho fruto;
pues sin mí nada podéis hacer." Estimado oyente, ¿aprenderemos alguna
vez esta sencilla lección?

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