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V Los Vasallajes Del Yo

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V Los vasallajes del yo.

Descender de las primeras investiduras de objeto del ello, y por lo tanto del complejo de Edipo, significa para el
superyó algo más todavía. Lo pone en relación con las adquisiciones filogenéticas del ello y lo convierte en
reencarnación de anteriores formaciones yoicas, que han dejado sus sedimentos en el ello. Por eso el superyó
mantiene duradera afinidades con el ello, y puede subrogarlo frente al yo. Se sumerge en e ello, a razón de lo
cual está más distanciado de la cc que el yo.
Hay personas que, si uno le da esperanzas y les muestra contento por la marcha del tratamiento, parecen
insatisfechas y por regla general su estado empeora. Presentan la llamada reacción terapéutica negativa. Estas
personas tienen la necesidad de estar enfermas. Se trata de un factor de moral, de un sentimiento de culpa que
halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer. Él no se siente culpable,
sino enfermo.
En la neurosis obsesiva el sentimiento de culpa es hiperexreso, pero no puede justificarse ante el yo. Pueden
descubrirse afectivos y operantes, los impulsos reprimidos que son el fundamento del sentimiento de culpa. En
este caso, el superyó ha sabido mas que el yo acerca del ello icc.
El yo histérico se defiende de la percepción penosa con la que lo amenaza la critica de su superyó de la misma
manera como se defendería de una investidura de objeto insoportable: mediante un acto de represión. El yo
sólo consigue mantener lejos el material a que se refiere el sentimiento de culpa. Gran parte del sentimiento de
culpa permanece icc.
El superyó es sin duda una parte del yo y permanece accesible a la cc desde esas representaciones-palabra,
pero la energía de investidura la aportan las fuentes del ello.
La melancolía, el sueryó hiperintenso se abate con furia inmisericorde sobre el yo, con todo el sadismo
disponible en el indivicuo. El componente destructivo se ha depositado en el superyó y se ha vuelto hacia el yo.
Lo que ahora gobierna en el superyó es como un cultivo puro de la pulsión de muerte, empujar al yo a la
muerte.
El neurótico obsesivo es como inmune al peligro de suicidio, es la conservación del objeto lo que garantiza la
seguridad del yo. Una regresión a la organización pregenital hace posible que los impulsos de amor se
traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto. La pulsión de destrucción queda liberada y quiere aniquilar
al objeto, o al menos hace como si tuviera ese propósito. El yo no acoge esas tendencias, se revuelve contra
ellas con formaciones reactivas y medidas precautorias; permanecen en el ello. Pero el superyó se comporta
como si fuera responsable de ellas, y al mismo tiempo nos muestra, por la seriedad con que persigue a esos
propósitos aniquiladores, que no se trata de una apariencia provocadora por la regresión, sino de una efectiva
sustitución de amor por odio. El yo se defiende en vano de las insinuaciones del ello asesino y de los reproches
de la cc moral castigadora.
Las peligrosas pulsiones de muerte son tratadas de diversa manera en el individuo: en parte se las toma
inofensivas por mezclas con componentes eróticos, en parte se desvían hacia afuera como agresión, pero en
buena parte prosiguen su trabajo interior sin ser obstaculizadas. El ello es totalmente amoral, el yo se empeña
por ser moral, y el superyó puede ser hipermoral y, entonces, volverse tan cruel como puede ser el ello.
Mientras mas un ser humano sujete su agresion tanto mas aumentara la inclinación de su ideal a agredir a su
yo. Es como un descentramiento, una vuelta hacia el propio yo. Ya la moral normal, ordinaria, tiene ese carácter
de dura restricción, de prohibición cruel. Y de ahí proviene, la concepción de un se superior inexorable en el
castigo. El superyó se ha engendrado por una identifiacion con el arquetipo paterno. Cualquier identificacion de
esta índole tiene el carácter de una desexualizacion, o de una sublimación. Y bien; parece que a raíz de una tal
trasposición se produce también una desmezcla de pulsiones. Tras la sublimación, el componente erótico ya no
tiene mas la fuerza para ligar toda la destrucción aleada con él, y esta se libera como inclinación de agresión y
destrucción. De esta desmezcla justamente de donde el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel deber-ser.
La neurosis obsesiva, la desmezcla de amor en agresión es la consecuencia de una regresión consumada en el
ello. Este proceso ha desbordado desde el ello sobre el superyó. El yo que ha dominado a la libido mediante
identificación, sufrirá a cambio, de parte de superyó, el castigo por medio de la agresión entreverada con la
libido.
El yo se enriquece a raíz de todas las experiencias de vida que le vienen de afuera; pero el ello es su otro
mundo exterior, que él procura someter. Sustrae libido al ello, transforma las investiduras de objeto del ello en
conformaciones del yo. Con ayuda del superyó se nutre, de una manera mas oscura para nosotros, de las
experiencias de la prehistoria almacenada en el ello. Hay dos caminos por los cuales el contenido del ello
puede penetrar en el yo. Uno es directo, el otro pasa a través del ideal del yo; y acaso para muchas actividades
anímicas sea decisivo que se produzcan por uno u otro de estos caminos. El yo se desarrolla desde la
percepción de las pulsiones hacia su gobierno sobre estas, desde la obediencia a las pulsiones hasta su
inhibición en esta operación participa intensamente el ideal del yo, siendo una formación reactiva contra los
proceso pulsionales del ello. El psa es un instrumento destinado a posibilitar al yo la conquista progresiva del
ello.
El yo sufre las amenazas de tres clases de peligros: de parte de su mundo exterior, de la libido del ello y de la
severidad del superyó. El yo quiere hacer que el ello obedezca al mundo y hacer que el mundo haga justicia al
deseo del ello. Recubre sus ordenes icc con su racionalización prcc, simula los conflictos del ello con la
realidad, tambien los conflictos con el superyó. Mediante el trabajo de identificacion y sublimación presta auxilio
a las pulsiones de muerte para dominar a la libido, pero asi cae bajo el peligro de devenir objeto de las
pulsiones de muerte y de sucumbir él mismo. Él mismo tuvo que llenarse con libido, y por esta vía deviene
subrogado de Eros y ahora quiere vivir y ser amado. Pero como su trabajo de sublimación tiene por
consecuencia una desmezcla de pulsiones y una liberación de las pulsiones de agresión dentro del superyó, su
lucha contra la libido se expone al peligro del maltrato y de la muerte. Si el yo padece o sucumbe bajo la
agresión del superyó, su destino es un correspondiente del de los protistas, que parecen por los productos
catabólicos que ellos mismos han creado. El yo desarrolla el reflejo de huida retirando su propia investidura de
la percepción amenazadora, o del proceso del ello estimado amenazador, y emitiendo aquella como angustia.
Esta reacción primitiva es relevada mas tarde por la ejecución de investidura protectora. Puede entonces
enunciarse lo que se oculta tras la angustia del yo frente al superyó. Del ser superior que devino ideal del yo
pendió una vez la amenza de castración, y esta angustia de castración es probablemente el núcleo en torno del
cual se deposito la posterior angustia de la cc moral; ella es la que se continua como angustia de la cc moral.
Separar la angustia de muerte de la angustia de objeto y de la angustia libidinal neurótica. La muerte no tiene
representante psíquico; el único mecanismo posible para la angustia de muerte seria que el yo diera de baja en
gran medida a su investidura libidinal narcisista. La angustia de muerte se juega entre el yo y el superyó.
Angustia de muerte bajo dos condiciones: como reacción frente a un peligro exterior y como proceso interno. La
angustia de muerte puede ser concebida como lo mismo que la angustia de cc moral, como un procesamiento
de la angustia de castración. El ello no tiene medio alguno para testimoniar amor u odio al yo. Eros y pulsión de
muerte luchan en el ello. Si ello estuviera bajo el imperio de las mudas pero poderosas pulsiones de muerte,
que tienen reposo y querían llamar a Eros, el perturbador de la paz, siguiendo las señas del principio de placer;
no obstante, nos preocupa que así subestimemos el papel de Eros.

El gran reservorio de la libido.


La libido narcisita o libido yoicas se nos paparece como el gran reservorio desde el cual son emitidas las
investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse; y la investidura libidinal narcisista del yo, como el estado
originario realizado en la primera infancia, que sólo ocultado por los envíos posteriores de la libido, pero se
conserva en el fondo tras ellos. Nos formamos asi la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida
después a los objeto. El yo es un gran reservorio del cual fluye la libido destinada a los objetos y al cual refluye
desde los objetos. Ahora luego de una separación entre el yo y el ello, debemos reconocer al ello como el gran
reservorio de la libido. La analogía entre el reservorio es por naturaleza ambigua, ya que un reservorio puede
ser tanto un tanque de almacenamiento de agua como una fuente aprovisionadora de agua. Nada impide
aplicar la imagen de ambos sentidos al yo y al ello. El ello es al a fuente de almacenamiento pero al enviar las
investiduras se convertirá en una fuente aprovisionadora. Esto mismo es válido para el yo, este sería el tanque
de almacenamiento de la libido narcisista como fuente aprovisionadora de investiduras de objeto.
Las investiduras de objeto originales provendrían directamente del ello, y sólo directamente alcanzarían el yo;
según otra cita, la totalidad de la libido pasaría del ello al yo y llegaría indirectamente a los objetos. Ambos
procesos no son incompatibles.

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