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3 - Rehen de Un Otono Intenso - Mercedes Franco - PDF Versión 1
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Saga No. 3
Mercedes Franco
Tabla de Contenidos
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
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Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
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Parte 1
Eduardo la miró con dureza, examinando sus gestos y analizando la
situación.
—Esto es lo que necesitas para ponerla en su sitio, —le dijo Gisela
extendiéndole un paquete.
—¿Qué es esto?
—Ya te dije, lo que necesitas para acabar con ella.
—¿Por qué me entregas esto?
—Porque estoy harta de ser cómplice de sus tonterías.
—Es tu hermana.
—Lo sé, pero ella no me trata como tal, ¿por qué habría de hacerlo yo
misma?
—Déjame ver, —le dijo él revisando.
—Fotos, videos, documentos, lo que quieras, ya no tienes que ceder a
sus chantajes.
—Bueno, voy a revisar bien esto, pero te pido que te vayas. Como
comprenderás, ya tú y yo no podemos ser amigos.
—Ok, bien, lo comprendo, pero interpreta esto como un gesto de
amistad. Te dejo entonces para que revises. Oh, una cosa, ten cuidado con
los videos, te pueden impresionar un poco, te lo advierto.
Gisela salió con un aire de satisfacción, sintiendo un gran
refrescamiento interior porque había hecho justicia; después de todo,
Eduardo siempre fue un buen cuñado para ella y no podía dejar que Elena
siguiera destruyéndole la vida; ya era suficiente con abandonarlo y, de paso,
tener que soportar todas sus estupideces. Se observó en una vidriera e,
incluso, se sintió rejuvenecida, satisfecha, por fin alguien la ponía en su
sitio, y quién mejor que ella para hacerlo.
Al otro lado de la ciudad, Virginia se encontraba con Eloísa después de
mucho tiempo.
—Virginia, tiempo sin verte, —le dijo Eloísa.
—Hola amiga, ¿cómo estás?, —le dijo con alegría, es que estaba de
viaje amiga.
—¡Oh, guao! Te ves bellísima, ¿qué te hiciste? ¡Por Dios!
—Nada, no sé jajaja, será la paz, la tranquilidad.
—Vaya, dame de eso, te ves muy bien, guapísima.
—Gracias.
—¿Y qué estuviste haciendo?
—Trabajando amiga y disfrutando de la vida, por primera vez diría yo.
—Ohhh, qué bueno. Me encanta oírte hablar así. Vaya, te sacudiste
entonces, ya era hora.
—Jajaja sí, me sacudí. Dijo haciendo un gesto con su cabello.
—Mmm sabes, supe lo que te pasó con Eduardo y la bruja esa de su ex
esposa, algo realmente ruin. ¡Qué mujer tan terrible!
—No quiero hablar de eso, la verdad creo que todo el mundo se enteró,
pero quiero ya superarlo y olvidarme de ese incidente, que para mí es
vergonzoso.
—¡Esa bruja!, yo la ahorcaría, así, así. Siempre me cayó súper mal esa
mujer. No sabía el porqué, pero ya ves, no estaba equivocada.
—Sí, bueno, a mí tampoco nunca me cayó bien, antes de conocerla en
persona sentía como aversión a ella.
—Cualquiera.
—La verdad ya no me importa, me cansé de ver eso, decidí dejar de
deprimirme y sufrir por esas fotos. No te niego que fue supervergonzoso, te
lo confieso, me sentí expuesta, en mi intimidad, pero en parte eso me ayudó
a entender que no tenía que avergonzarme de quién era y sentía, ¿me
entiendes?
—Sí comprendo.
—Me hizo verme sexualmente, aprender a que era normal.
—Entiendo y me alegra que lo veas así, eres una persona fuerte.
—No, no tanto.
—Y tu familia, ¿qué dice amiga? ¿Qué hiciste con esas mujeres?
—Bueno, te podrás imaginar, las brujas de Berenice y Sofía me
destruyeron hasta que les dio la gana y mi papá asombrado, pero me apoyó
en esto, silenciosamente, pero sentí que no me juzgó. Claro, obviamente no
le gustaría para nada ver a su hija en esa “posición”, pero me apoyó.
—Qué bueno, creo que a ningún padre. Tanto por verte así, como una
adulta, en esa situación, como por esa exposición negativa en la que te viste
implicada. Pero me alegra mucho que te haya apoyado por encima de esas
brujas. Y Eduardo ¿qué dice de todo esto?
—¿Eduardo? Nada, ¡qué puede decir!
Eloísa la miró extrañada, con un gesto de asombro.
—No entiendo Virginia ¿ustedes no están juntos?
—No, él me abandonó. Por eso me fui precisamente, me sentí sola
completamente en esto. Él decidió alejarse, su reacción fue muy extraña e
inesperada para mí.
—¿De qué estás hablando? ¿Estás loca? —le dijo apasionadamente.
—No entiendo, ¿por qué me hablas así?
—Eduardo fue el que hizo todo, el que arregló todo y borró las fotos,
puso a Elena en su lugar, habló con tu padre, con el árabe ese que estaba
metido detrás de todo esto, todo, él hizo todo.
—¿Qué? ¿De qué me hablas?
—¿Tú no sabes nada?
—¿Nada de qué?, no entiendo de qué hablas, explícame, —le dijo ella
asombrada.
—¡Dios, increíble! Eduardo hizo todo amiga, te lo voy a contar, ¡oh esto
es increíble!
Eloísa le contó cómo luego de que ellos se entrevistaron, Eduardo
comenzó a investigar todo lo que Elena había hecho. Virginia estaba
sorprendida, cómo era posible eso, ni siquiera se había enterado y él nunca
—le dijo nada.
—¡No puedo creerlo!
—Para que veas Virginia, Eduardo te ama, nunca he visto a un hombre
más interesado en ayudar a una mujer, en limpiar tu nombre y defenderte.
Estaba tan molesto, no te imaginas, ese hombre hizo lo indecible, lo
imposible, viajó a varios lugares, buscó a Elena, la confrontó y la obligó a
claudicar en sus acciones para destruirte.
—Pero, ¿cómo te enteraste?
—Porque él me pidió ayuda, recuerda que soy reportera, así que habló
conmigo para que le colaborara con algunas cosas, y bueno, yo soy muy
curiosa. Seguramente habrá cosas que no sé, así que te imaginas si apenas
eso es lo que conozco, ¿cómo será lo que no? Pero lo importante es lo que
te estoy diciendo que Eduardo te ama, te ama.
—No sé amiga, no sé, ahora pensando las cosas me pongo a meditar que
tal vez me dejó para que no me involucrara más en este mundo de mentiras,
es muy cansado estar rodeada de este tipo de personas, no me imagino vivir
así, todo el tiempo rodeada de personas farsas como muchas que están cerca
de él, es realmente agotador.
—Tienes razón, pero si te pones a pensar, has estado toda tu vida con
personas así, Berenice, Sofía, tu amiga…
—Rocío.
—Sí esa, la que se acostó con tu ex novio, bueno y tu ex Daniel ¿dónde
lo dejas?, es una persona tóxica que te hizo mucho daño.
—Sí, bueno, si lo ves así. Pero esto es distinto, son personas
maquiavélicas, capaces de todo.
—¿Por qué no hablas con Eduardo?
—No lo sé, no…
—Vamos, me vas decir que ya no lo amas, que lo olvidaste.
—No es eso, lo que pasa es que…
—Lo que pasa es que no lo has visto.
—¿Por qué lo dices?
—Uff, está más guapo que nunca, lo vi hace unos días, Dios es el
hombre más guapo que he visto en toda mi vida.
—Mmm.
—Lo ves, te pusiste celosa, todavía lo amas, si lo celas hasta de mí es
porque todavía lo amas.
—Es decir, que no lo has visto.
—Sí, sí lo vi, y también es verdad que está guapísimo, eso es totalmente
cierto amiga.
—Deja de jugar a la psicóloga conmigo.
—Sabes, no seré psicóloga, pero lo que sí sé es que Eduardo te ha hecho
cambiar positivamente. Mírate, eres otra. Claro, yo sé que por ti misma
seguramente habrás tomado decisiones, pero su influencia positiva en ti es
evidente, te ves más mujer, fuerte, antes parecías más niña y ahora amiga
vayaaa, desde que te vi me dejaste con la boca abierta.
—En cambio, tú estás loca, igual que siempre. Cuéntame de tus cosas
más bien.
—Oh bueno, conocí a un chico encantador, no te imaginas, es muy
tierno, jamás pensé que me gustaran los hombres así, es verdaderamente
lindo.
—Bueno, eso es buen indicio.
—Y es fabuloso en la cama, no te lo imaginas, hace unas cosas que si te
cuento, por ejemplo…
—No, no, no me des la descripción, te creo, te creo.
—Jajajajaja. Hay cosas que nunca cambian.
—No, se llama intimidad por algo ¿no crees?
—Es diferente, tú amas a Eduardo, lo mío con este chico es sólo una
aventura, seguro que él también cuenta mis proezas sexuales, dijo con gesto
orgulloso.
—Esa parte de tu personalidad nunca la entenderé.
—No tienes que hacerlo, yo tampoco te entiendo a ti, ¿cómo no estás
con Eduardo?, yo estaría encima de ese hombre.
—Y sigues.
—Sí, y sigo, porque es la verdad, búscalo, él te ama, te ama de verdad.
—Bueno, me tengo que ir amiga, Gabriela me está esperando.
—Recuerda lo que te dije, habla con Eduardo, habla con él.
—Ha pasado mucho tiempo, seguro que tiene a otra persona en su vida,
el tiempo pasa.
—No lo creo, porque como te dije, hablé con él hace días y lo primero
que me preguntó era si te había visto y qué supe de ti.
—¿En serio? ¿Y por qué no me dijiste eso desde el primer momento?
—Opss, sorry. Jajajaja. Vayaaa, si vieras la cara que pusiste cuando te
dije eso, es un poema. Por cierto, tengo su número, si quieres te lo doy.
—Eres increíble, ¿y que más te preguntó?
—Que como estabas, si te encontrabas bien y todo eso.
—Mmmm, ¿pero le dijiste dónde estaba viviendo?
—Eh, sí.
—Ves, nunca hizo el esfuerzo de ir a verme.
—Pero tal vez por lo mismo, para protegerte, quizá esté pensando lo
mismo que tú, que tienes a otro o que ya no estás interesada en él, llámalo,
no seas tonta.
—Eso no tiene sentido ya.
Parte 2
Virginia recordó con tristeza ese momento, se sentía realmente mal
sobre todo, por el pensamiento que había sido él quien decidió separarse de
ella, eso le dolía profundamente. Aún tenía sus palabras fuertemente
grabadas en la mente y su eco le retumbaba todos los días. Pero ahora con
la información que le había dado Eloísa, todo parecía cobrar otro sentido.
—Virginia es mejor que… terminemos, es lo mejor para los dos.
—Es decir, que no estás dispuesto a luchar.
—No quiero que sufras más.
—Dime la verdad, tu amor no es suficiente para soportar esto ¿verdad?
¿Tu amor no es suficiente para luchar por mí?
—No digas eso, sólo que te veo sufriendo y no aguanto más, es mi
culpa, no quiero hacerte más daño, eres muy importante para mí.
—Si nos separamos, voy a sufrir más ¿no lo entiendes?
—No quiero hacerte daño amor, pero todo esto pasó por mi culpa, si no
fuese por mí, Elena nunca habría hecho este disparate, sólo lo hizo para
vengarse de mí por haberla dejado, por no ceder ante sus chantajes y…
—¿Y qué?
—Nada.
—¿Trató de acostarse contigo verdad?
—Sí, pero yo nunca haría algo así.
—Ya no sé qué pensar.
—¿No crees en mí?
—Creo que me estás dejando, eso creo y yo nunca haría algo así.
—¿Nunca dejarías a alguien porque lo amas?
—Eso no tiene sentido.
—Claro que lo tiene.
—Pues yo no lo entiendo, explícamelo.
—Solo mira. Dijo revisando las fotos, esto, esto, ¡Dios! Y tu familia.
¿Te imaginas a tu familia? ¿Todavía me lo preguntas?, no quiero hacerte
más daño amor, me da mucha rabia ver esto, verte expuesta así de esta
forma, ¡es tan injusto! Mientras le daba un golpe a la pared.
—Ya, no te pongas así.
—Siento ganas de acabarla, se las va a ver con mi abogado, pero pienso
es en ti, en tu familia, tu reputación, el negocio, ¡Dios!
—Sí, ya me lo he imaginado, todo eso que mencionas, no tienes que
decírmelo.
—Amor, no quiero hacerte daño, creo que ya te he hecho demasiado,
tu…
—Tú nada, tú nada, dijo levantándose molesta. Si ya no me amas o
quieres separarte por tu reputación, dímelo.
—No sigas con esto, yo no soy Daniel, soy un hombre adulto y maduro,
deja de compararme con él.
—Entonces, no te dejes chantajear por Elena.
—No, no me estoy dejando chantajear Virginia, estoy tratando de
protegerte ¿no lo entiendes? No quiero que te hagan más daño, no soporto
más esto.
Ahora se sentía como una tonta por haber reaccionado de esa manera,
Eduardo realmente estaba tratando de protegerla de los ataques de Elena.
Sin embargo, ella no sabía muchas otras cosas que había sucedido a su
alrededor, como el intento de Abdel Maalouf por desprestigiarla y la acción
de Gisela en toda la situación.
Virginia recordó todo el suplicio de dos años para supuestamente
olvidar a Eduardo, pensaba que lo había logrado y, ahora con tan sólo unas
palabras de Eloísa, sentía exactamente lo mismo de siempre. De sólo pensar
que él estaba preguntando por ella, sentía que le palpitaba el corazón,
llenándola de un impulso de energía. Y al conocer todo lo que hizo para
limpiar su nombre, se le erizaban los poros de la piel. Era otra vez la misma
sensación eléctrica que la hacía sentir plena.
Navegó en internet y comprobó que ninguna de las fotos estaban. Todo
había sido eliminado, increíble, ya no se avergonzaría al verse expuesta en
su intimidad. Pero quedaba el tema de su familia, tener que aguantar otra
vez las insolencias de Berenice y Sofía, la pasividad de su padre, ya no
estaba dispuesta a eso, de sólo pensar en ir a esa casa, le daba náuseas. Pero
era algo que debía enfrentar, ella no había hecho nada malo, había estado
con el hombre que amaba, sólo que tuvo la mala suerte de encontrarse con
esa mujer en el camino. Ser expuesta injustamente en su intimidad no era su
culpa, no tenía nada de qué avergonzarse.
No obstante, también comprobó que tenía a su alrededor personas que la
apreciaban, como Eloísa, Karina, Magda, las cuales le brindaron su apoyo
en esos momentos difíciles. Cuando tuvo que dejar el taller que amaba por
temor a verse expuesta con sus compañeros, cuando se fue de viaje para
dejar atrás la vergüenza de su exposición en internet.
Ahora podía sentirse cómoda y todo era gracias a Eduardo, ya no había
nada, por fin era libre otra vez. Colocó el nombre de Eduardo y allí estaba
con su hermosa sonrisa, sus negocios estaban triunfando, ya tenía un hotel
nuevo en Murcia. El lugar de origen de su familia. ¿Estaba allí en estos
momentos? No lo sabía, Eloísa lo había visto, pero ya había pasado varios
días de ello, y de todas formas no quería saberlo, pues tenía miedo de
encontrar que estaba con otra, verlo feliz, sonriendo con una nueva mujer;
eso sería demasiado doloroso, insoportablemente doloroso.
Allí, se veía alegre, exitoso, como ella lo había deseado, ese era el
Eduardo que amaba, el que podía sortear todos los obstáculos y lograr sus
metas. El corazón le palpitaba y solamente lo estaba observando en una
pantalla ¿cómo sería verlo en persona? Colocó sus manos en el monitor,
acariciando su rostro, tocando su cabello, se acercó como si pudiese sentir
otra vez su aroma a mar y experimentar su calor. No, no había podido
olvidarlo, aún le amaba y, tal vez, siempre sentiría lo mismo, porque él era
muy especial.
Estaba revisando todo eso cuando le llegó un mensaje de Amadeo, le
pareció extraño porque tenía mucho tiempo que no sabía nada de él.
—Hola, le decía.
—Hola ¿cómo estás?
—Bien, qué alegría poder comunicarme contigo.
—Igual.
—¿En qué parte de Europa estás?
—No, estoy aquí, ya estoy de regreso.
—Ah ¿en serio?
—Sí.
—Oh vaya, qué alegría, ¿y dónde estás? ¿Te puedo ver?
—Eh, sí claro, iba a una reunión, pero luego estoy libre.
—Ok, ¿qué tal si nos reunimos en Marqueses? ¿Sabes dónde es?
—Sí, sí, sé dónde es.
—Dime la hora.
—Mmm bueno sería aproximadamente después de las 4 de la tarde.
—Ok, perfecto.
La reunión se tardó más de lo que había imaginado, Gabriela tenía
muchas cosas que arreglar con ella, el negocio estaba prosperando y con los
nuevos contactos de Virginia las cosas parecían mejorar.
—¿Estás apurada?
—No, es que quedé de hablar con alguien al salir.
—¡Oh! Y ese ¿quién es?
—¿Por qué tienes que pensar que es un hombre?
—No sé, me lo pareció.
—Bueno, sí es un hombre, pero es sólo un conocido.
—¡Oh vaya!, te lo dije, pero pensé que era Eduardo.
—No entiendo ¿por qué todo el mundo me habla de Eduardo?
—Bueno, será porque ustedes se veían tan lindos juntos, hacían una
hermosa pareja.
—¿Te soy sincera?
—Claro amiga.
—No sé si pueda tener algún día una relación con él, si ese fuese el
caso, que tampoco lo creo.
—¿Por qué?
—Es que… luego de lo que pasó me siento rara.
—Expuesta.
—Sí, exacto. No sé, imagínate, tengo esas imágenes de él y de mí en la
cabeza, todo el mundo nos vio, eso me hace sentir extraña, avergonzada.
—Entiendo amiga, pero eso no es culpa de ustedes. Además, hacer el
amor es lo más natural del mundo, cuando dos personas se aman, se sienten
atraídos, es normal que pase todo eso, lo que sucede es que tú no estabas
acostumbrada y… bueno. Claro, es una experiencia traumatizante que él sea
el único hombre en tu vida y verte expuesta así. En ese sentido lo entiendo,
cualquiera se sentiría igual. Pero, cualquiera que los haya visto como
ustedes son, fuera de esas tontas fotos, sabría que se aman. Además, esas
imágenes no tienen nada de novedoso porque ¡vamos! Todos nos vemos así
al hacerlo. Entonces, no puedes perder algo tan bonito y sincero sólo por la
estúpida opinión de los demás.
—Tú también las viste ¿verdad?
—Me llegaron a mi correo, pero no las vi, tú eres mi amiga y respeto tu
intimidad. Esa mujer es una bárbara, creo que debería estar presa ¿no has
sabido de ella?
—No, ni quiero saber. No quiero saber nunca nada más de esa mujer.
Sabes, sólo la he visto en persona una vez y desearía nunca haberla
conocido, trasmite algo malo, algo siniestro.
—Es lo mejor, pero… y disculpa que te lo pregunte ¿es un nuevo
novio? Digo, ese hombre al que vas a ver.
—No, jajaja, un amigo, bueno conocido como te dije. En realidad es
amigo de Eduardo.
—Ah, ok.
—Pero no es que quiera que me hablen de él ni nada, te lo advierto, no
me mires así. En realidad no sé para qué quiere hablar conmigo.
—Tal vez, Eduardo quiere contactar contigo.
—No, él no es así, lo haría directamente, pero no lo creo, él es muy
tajante con sus decisiones.
—Me imagino.
—Bueno ya casi estamos listas, el trabajo nos ha rendido bastante, sólo
nos queda repartirnos los clientes nuevos y ya.
—Ok, genial, pero voy a necesitar tu ayuda con este proyecto, porque
ellos quieren algo muy artístico y, aunque hice esta especialización, tú
tienes más experiencia que yo.
—Tranquila, yo te ayudo.
Al llegar al lugar, Amadeo la estaba esperando y en su cara se dibujó
una espectacular sonrisa cuando la vio entrar, lo cual hizo sentir un poco
extraña a Virginia. Nunca se había fijado en él, pero al verlo sentado allí
esperándola, no pudo dejar de examinarlo; era un hombre de unos 47 años
con una hermosa sonrisa, se le hacían unos lindos hoyuelos en las mejillas,
sus ojos eran de un tono miel muy bonito, su cabello negro y liso le daban
un aire casual y desenvuelto.
—Holaaa, dijo levantándose con galantería.
—Hola Amadeo ¿cómo estás?, —le dijo dándole un beso en la mejilla.
—Vayaaa, por Dios, estás más hermosa que nunca, si eso es posible.
—Jajajaja, qué exagerado, deja la exageración.
—Ven, siéntate, —le dijo acercándole la silla.
—¿Qué quieres tomar princesa?
—Eh ¿princesa? Jajajaja, ok. Eh un café, pero con leche dorada.
—¡Oh vaya! Jajaja.
—Sí, es buenísima.
—Oh bien, entonces yo la tomaré.
—No sé si te guste.
—No importa, es algo nuevo, me gusta probar las cosas nuevas.
—Ok, bien, me gusta esa actitud.
—¿Y qué me cuentas?, pensé que estabas de viaje todavía.
—No, ya estoy trabajando aquí nuevamente.
—¿Puedo decirte algo?
—Dime.
—Te ves demasiado hermosa, no sé, hay algo diferente en ti.
—¿Sí?
—Bueno, siempre has sido bellísima, pero, no sé, es que hay algo en ti,
no sé qué es.
—Jajajajaja, no sé, yo soy la misma.
—Eso me encanta, tu sencillez y humildad, eres increíble Virginia.
—Bueno, gracias.
—Por favor, —le dijo al mesero, tráiganos dos café con leche ¿dorada?
—Sí señor, es muy buena.
—Te lo dije.
—Ok bien ¿quieres algo más Virginia?
—No, por ahora no.
—Ok bien, eso es todo por ahora.
—Bien señor.
—A ver, cuéntame de tu vida.
—Estuve en España trabajando con unos amigos.
—¿En qué parte?
—En Barcelona.
—Oh, genial, yo viví un tiempo allí, es un lugar delicioso.
—Sí increíble.
—Mmm, bueno, yo… me alegra que ya estés aquí.
—Gracias.
—Sabes, desde la primera vez que te vi me pareciste muy especial, lo
primero que pensé fue en lo afortunado que era Eduardo por tenerte.
—Eh, ok.
—¿Ustedes están juntos? Y disculpa que te lo pregunte.
—No, no estamos juntos.
—Oh, vaya, bueno yo, él es mi amigo y…
—Y ¿qué?
—No puedo negar que, bueno piensa lo que quieras, pero no puedo
negar que me alegra.
—¿Qué? ¿Por qué? Le preguntó asombrada ante su reacción inesperada.
—La verdad, es que, me gustaste desde la primera vez que te vi, esa es
la verdad, lo siento.
—¡Amadeo!
—Es la verdad, sé que a lo mejor te suena extraño o no sé, pero es la
verdad, tú eres encantadora.
—Amadeo, por Dios, no puedo creer que me digas esto.
—Sí, yo tampoco puedo creerlo, pero es lo que siento Virginia, tú me
encantas, yo… bueno no soy Eduardo, pero tengo una vida simple, tengo
una casa en Barcelona, allí en ese lugar que tanto te gustó, y… te ofrezco
una vida tranquila, disfrutar juntos de la felicidad, que tengas paz lejos de
todo… esto.
—Y ¿a qué te refieres con esto?
—Todo lo que pasó.
—Ah, ¿tú también viste las fotos?
—No, no las vi, jamás te haría eso, te respeto y respeto a Eduardo
también.
—Bueno gracias por eso entonces, pero…
—Virginia, yo creo que eres fantástica y me alegraba mucho por
Eduardo que tuviese a alguien como tú a su lado, pero si ustedes dos no
están juntos, entonces yo me siento libre de decirte lo que me inspiras, lo
que siento por ti, que me encantaría conocerte más, estar cerca de ti,
compartir juntos.
—Gracias por tus cumplidos, pero… ahora no estoy lista para eso.
—Si es porque él es mi amigo, no…
—No, aunque sí siento que sería extraño, pero… en verdad, ahora no
me siento preparada para intentar una nueva relación.
—Ok respeto eso, pero quiero que sepas que voy a estar allí para lo que
necesites.
—Gracias Amadeo, gracias por tus palabras.
Estaban hablando cuando de repente Virginia vio que se acercaba hacia
ella alguien conocido, era Daniel. Sintió como escalofríos, porque en un
segundo recordó toda la pesadilla que ese hombre la había hecho vivir
cuando vio la imagen de su amiga montada encima de su novio.
—Hola Virginia. —le dijo como si fuesen los mejores amigos.
—Hola Daniel, le respondió con sequedad.
—Vaya, tanto tiempo sin verte y de pronto ando por aquí y zas, allí
estás, ¿cómo está Augusto y Sofía?
—Están bien.
—¿Y Berenice?
—Igual que siempre.
—Me lo imagino jajaja, esa mujer es… bueno ya sabemos cómo es.
—¿Y Rocío?, ¿cómo está?, —le dijo ella
—¡Oh, vaya Virginia!, te dije que eso ya había terminado, hace mucho,
casi después que…
—No me interesa saberlo.
—Mmm Amadeo tosió para romper con el diálogo entre ellos, mucho
gusto —le dijo tendiéndole la mano a Daniel.
—¿Y usted es…?
—Mi nombre es Amadeo Barza, soy el novio de Virginia.
Ella lo miró de arriba abajo, pero no dijo nada.
—¿Novio de Virginia?
—¡Oh vaya!
—No me habías dicho nada.
—No tenía por qué hacerlo.
—Así que ya tienes novio.
—Así es amigo ¿y usted es…?
—Daniel, soy el ex novio de Virginia.
—Oh, vaya jajajaja, qué casualidad.
—¿Por qué?, —le dijo.
—Bueno, este encuentro, no sabía nada de usted y aquí está.
—¿No le hablaste de mí? Dijo él con aire ofendido.
—No, ¿por qué tendría que hacerlo?
—Sabes Daniel, este encuentro fue muy agradable, pero mi novia y yo
estamos hablando algo importante, ¿nos podrías dejar solos? Y disculpa mi
falta de educación.
—Eh…
—Sí por favor, estamos hablando de algo importante, le recalcó
Virginia, aprovechando la situación.
—Está bien, que estén bien los dos, que les aproveche y suerte con eso,
—le dijo a Virginia.
—Jajaja, gracias.
—Jajajajaja, por Dios Amadeo, eso fue demasiado hilarante.
—¡Qué tipejo! ¿Cómo has podido andar con alguien así?
—No lo sé, ahora que me lo preguntas, me parece absurdo, tonto, pero
lo que hiciste estuvo genial, debe estar remordiéndose de la rabia.
Cuando Virginia se dirigió hacia su auto, iba con una sonrisa, no podía
creer lo que le había confesado Amadeo, era increíble, ahora se sentía más
atractiva, le parecía que los hombres la observaban, algo dentro de ella
había cambiado, en sus miradas podía percibir la admiración, la de Amadeo
y muchos otros. Y luego del incidente con Daniel, sentía un gran alivio
dentro de sí, una reivindicación de todo lo que había pasado.
Estaba en esas reflexiones cuando recibió un mensaje de su madrastra y
recordó que debía ir a casa de su padre para cenar. Eso la devolvió a la
realidad, respiró hondo y se dijo “tienes que ser valiente”, “Virginia tienes
que ser valiente”, ¡vamos tú puedes!
Parte 3
A las 8:00 en punto se encontró en la puerta de la casa, esperando que
su nana le abriera.
—¡Oh Virginia!, la abrazó con alegría, ¡qué alegría verte!
—Hola nana Elena, ¿cómo estás?
—Niña qué alegría, por fin la veo, —le dijo abrazándola nuevamente.
—Gracias por ese abrazo nana, me haces sentir muy bien. Pero no llores
nana, no llores.
—Es que estoy muy feliz.
—Ay qué linda, te amo nana, te amo ¿ok?
—Sí niña, yo también la amo, —le dijo sin dejar de abrazarla.
—Bien, ya basta de llorar nanita, dime ¿dónde están todos?
—En el comedor, dijo con gesto molesto, allí están.
—Ja, ¿con esa cara me lo dices nana?
—Sí niña, dijo con gesto de hastío.
Virginia respiró hondo y se dirigió hasta allí. Cuando entró, sintió
instantáneamente la mala energía sobre ella.
—Buenas.
—Vaya al fin, —declaró Berenice.
—Buenas, volvió a repetir ella.
—Hola hija ¿cómo estás?, —dijo levantándose su padre, dándole un
beso. Al fin te veo, te he extrañado mucho.
—Yo también papá.
—Siéntate, —le dijo sacándole la silla.
—Gracias.
—¿Y qué cenaremos?
—Ternera asada, —le dijo Sofía, mientras Augusto la miraba con gesto
extrañado.
—Sabes perfectamente que no como carne, —le dijo Virginia.
—Bueno, creo que estaremos de acuerdo que has hecho cosas peores
que comer carne.
—¿A qué te refieres?, —le dijo Virginia molesta.
—Tú sabes a qué me refiero, tus fotos las vio todo el mundo ¿te
imaginas la vergüenza?
—No, no me la imagino, explícamela tú. —Le respondió con tono
sarcástico.
—Bueno, no creo que necesites mucha explicación, es muy gráfico diría
yo, —le dijo Sofía.
—Es cierto, nunca pensé que fueses tan irreflexiva, primero Daniel y
ahora esto, creo que estaremos de acuerdo que no tienes mucho sentido
común para las relaciones. Creo que deberías reconsiderar tu vida, no sé,
debes aprender a…
—Y yo creo que tú deberías ocuparte de tus propias cosas, de tu hija por
ejemplo, ¿dónde está José?, nunca más volvió a fijar una fecha de
matrimonio, ¿tiene otra? ¿Se fastidió de tu lengua viperina? No lo sé, ¿y
sabes qué? No me interesa, porque estoy demasiado ocupada para perder mi
tiempo averiguando tus errores, faltas o que tienes un pésimo gusto para
combinar los colores ¿violeta con azul cobalto? Por favor, ¿quién escoge
esos colores? —le dijo señalando las cortinas.
—Eh, ¡cállate!
—No, ¡cállate tú!, —le dijo señalándola. —Estoy harta de tus tonterías,
este es mi padre, esta es mi casa, donde nací y crecí con mi madre, —dijo
acercándose a una mesita y mostrándole la foto de Adela, su mamá, ella era
la mejor mujer del mundo, la más dulce, todos la amaban, mi padre la
adoraba. —Ustedes siempre quieren hacerme sentir como una extraña.
—¡Augusto! ¿Vas a dejar que me hable así? —Dijo Sofía.
—Y tú Berenice ¿tienes tiempo para ver fotos pornográficas? ¡Qué falta
de clase! ¿Tienes un esposo? ¿Una casa? ¿Haces algo? ¿O sólo sirves para
gastar el dinero de mi padre?
—¡Augusto! —le dijo Berenice, no te permito esto en mi casa, largo de
aquí, largoooo.
—¡Basta! —Dijo Augusto dando un fuerte golpe en la mesa. ¡Basta!
—¡Augusto!
—Basta dije, esta es mi casa también y esta es mi hija, respétenla, nadie
la va a correr de aquí, es mi hija, tú y tú, les dijo señalándolas, es mi hija,
nadie la va a correr de mi casa. Carla, —le dijo a una de las criadas, ven
acá.
—Sí señor.
—¿Cómo es posible que hayan hecho ternera? ¿Quién la hizo?
—La señora Berenice me dijo que la hiciera.
—Tú sabes perfectamente que mi hija es vegetariana, cómo es que
ordenas hacer algo que sabes perfectamente que ella no come, ¡por Dios!
Qué burla es esta. Y tú, deja de hablar mal de mi hija, esta es su casa
también, ella siempre te ha tratado bien desde que llegaste a esta casa, a
pesar de que siempre la has maltratado, porque mi hija es noble, mi hija es
buena.
—Ya papá tranquilo, ya, no te alteres.
—¿Viste lo que hiciste? Dijo Berenice.
—Cállate Berenice, cállate o pido el divorcio, no voy a tolerar más esto,
casarme contigo es el peor error de mi vida, así que no me tientes, no me
tientes.
—¡Augusto!
—Cállate. Hija ven, tú y yo tenemos que hablar.
—Está bien papá, pero cálmate, quédate tranquilo.
—Ven hija, ven a mi oficina.
Virginia estaba preocupada al ver a su padre tan alterado, ya que antes
había tenido un ataque de angina y no podía alterarse de esa forma.
—Ven hija, siéntate aquí con tu padre, —le dijo poniendo su mano en el
mueble.
—Dime papá.
—Quiero pedirte perdón hija.
—Esto no es necesario papá, quédate tranquilo, no quiero que te pongas
mal como…
—El otro día lo sé, no me traten como a un lisiado, ahora estoy bien, y
sí, sí lo es y no me interrumpas, deja hablar a tu papá.
—Ok, está bien.
—Yo, me siento orgulloso de ti.
—¿Por qué?, yo pensé que estabas avergonzado por todo lo que pasó.
—No hija, estoy orgulloso por la forma como has manejado las cosas,
has dado la cara. Si me fuese pasado eso me habría sentido muy mal, todo,
todo lo que implica una situación como esa, no entiendo ni cómo lo
soportas.
—No soy tan valiente como crees papá.
—Sí lo eres mi capullito, además, tú no tienes la culpa, te enamoraste de
ese muchacho y eso no es ningún pecado.
—No quiero hablar de eso contigo, me da… pena.
—Eso es natural hija, tú eres una adulta, te enamoraste, lástima que
hayan surgido esos conflictos en medio, yo hablé con él.
—¿Qué?
—Sí, no te asombres, eres mi hija, pensaba que te había engañado, que
se había aprovechado de ti.
—Papá, por Dios, no debiste intervenir.
—Claro que sí, no he intervenido en toda mi vida, era hora que
defendiera a mi hija.
—Oh por Dios.
—Hablé con él y me explicó todo, ese hombre te ama hija, yo mismo vi
todo lo que hizo por borrar esas fotos y colocar las cosas en su lugar. Es un
caballero, las cosas no son como dice Berenice, escogiste bien hija, esta vez
escogiste bien. Y lo que pasó con Daniel, bueno vamos, a cualquiera le
pudo pasar, yo he tomado miles de malas decisiones en mi vida, por
ejemplo e hizo un gesto señalando hacia el comedor.
—Ay papá.
—Sí, hija, tú todavía eres joven, pero yo soy viejo, he vivido, he visto
cosas, hay situaciones peores créeme. Ese tipo era un patán, bueno, te
deshiciste de él y mira lo que encontraste, si te hubieses casado con Daniel,
eso sí sería lamentable, o podrías ser como Sofía y casarte con un tipo
apagado y sin carácter como José, un hombre a quien nunca va a respetar,
con el cual va a hacer lo que le dé la gana. Eso no es amor hija, no lo es. Y
ahora él le está huyendo, eso es realmente lamentable, tiene prácticamente
que ponerle una pistola en el pecho para que se case con ella.
—Oh papá.
—Tú eres especial, por eso Sofía te envidia, haces lo que amas, tienes
talento, eres creativa, hermosa, en ti hay una luz especial que no todos
tienen ¿lo sabías? Y además, tienes un hombre de verdad que te ama,
créelo, no me mires así, Eduardo te ama, créele a tu viejo que es así.
—Nunca me habías dicho eso papá, nunca me habías hablado así.
—Precisamente por eso te pido perdón, por no decirlo, dejé que sólo
escucharas cosas malas, descalificantes, pero nunca lo bueno. Hija
perdóname, me daba cuenta de tu timidez, del temor, fui muy negligente,
tenía miedo de enfrentarme, si tú mamá estuviera aquí estará orgullosa de ti.
Estoy totalmente seguro de eso.
—Oh papá, me vas a hacer llorar, dijo temblando, mientras unas
lágrimas rodaban por sus mejillas.
—No capullito, no llores, ahora debes sonreír, sonríe, anda, así, así.
—Oh papá, —le dijo abrazándolo.
—Te quiero hija, ese hombre es muy afortunado por tener tu corazón,
esto es un hermoso tesoro, —le dijo señalando su pecho, eres hermosa
como tu madre, eres el capullito más hermoso del mundo.
—Papá.
—Te amo hija.
—Yo también papá.
—Búscalo, busca a ese hombre.
—Pero, no estamos juntos papá, ya no estamos juntos.
—Pero tengo fe de que lo van a estar, créeme, cuando un hombre ama
hace lo que sea por estar con la mujer que quiere.
—¿Por qué dices eso?
—Créeme, él va a encontrar la manera de estar junto a ti de la forma
que sea.
—Pero…
—Pero nada hija, yo tenía dudas, pero me di cuenta de que él se había
apartado para no dañarte, allí supe que te amaba, eso solamente lo hace
alguien que está enamorado, se sacrifica para que el otro esté bien, eso es lo
que yo no hice, solo pensé en mi bienestar, me busqué una mujer que no te
amaba, que te hizo sufrir, perdóname hija, perdóname.
—Ya papá, está bien, tranquilo, ya todo está bien, no sabes cuánto.
Ahora soy más fuerte, me siento bien, gracias por tus palabras.
—No hija, gracias a ti por perdonarme, por comprender a tu padre, a
este viejo tonto. Gracias por ser fuerte y superarte como lo has hecho, por
no perder tu sensibilidad, no convertirte en una mala persona, doy gracias
por eso, eres hermosa, inteligente y dulce, mi capullito, siempre vas a ser mi
capullito hermoso.
—Tranquilo papá.
—Bueno, esta cena está arruinada y se me quitó el hambre.
—A mí también jaja.
—Me permito darte otro consejo, tú eres una muchacha muy centrada,
siempre lo fuiste, mereces divertirte, así que sal hija, sal con amigas,
diviértete, trabajas demasiado, te lo mereces.
—Jajajajaja, ok papá, seguiré tu consejo, definitivamente lo haré.
—Dame un abrazo hija.
—Ok, —le dijo abrazándolo con fuerza.
Virginia se sentía emocionada porque era la primera vez que su padre la
defendía y se portaba de esa manera, diciéndole lo que realmente sentía y
pensaba de ella.
—Bueno papá me tengo que ir, tengo que hacer muchas cosas.
—Bien hija, y recuerda desestresarte, eres una mujer joven, disfruta la
vida.
—Ok, bueno, nos vemos entonces papá.
—Hija, espera, algo más.
—Dime papá.
—Busca a Eduardo.
—¡Papá!
—Disculpa por meterme en tus cosas hija, pero es un buen muchacho y
te quiere, te ama mucho, me consta, ustedes se la llevan bien, el día que lo
trajiste a la cena… no sé, vi algo especial, algo que nunca te había notado.
Un brillo de felicidad que no había percibido ni cuando estabas con Daniel,
ni con ningún otro hija, piénsalo, es un buen hombre. Y puede darte una
muy buena vida, tú lo mereces, alguien que te apoye, que te ayude a
cumplir tus sueños.
—Ok, papá gracias por el consejo.
Virginia estaba animada luego de esa conversación con su padre. Al
salir hacia la sala, se topó con su hermanastra y Berenice, las cuales la
miraron severamente, pero ella ahora estaba en control de su vida, así que
simplemente sonrió y les hizo un gesto con la cabeza, retirándose con una
sonrisa que le salía del alma. En eso recibió una llamada.
Parte 4
—Hola, te llamé con el pensamiento.
—Oh, genial, estoy en Osadía con un grupo muy divertido, ¿te animas?
—Sí, me animo, es justo lo que necesito ahora.
—Ok, genial, me encanta esta nueva Virginia, es lo máximo.
—A mí también me encanta amiga.
Virginia pasó primero por su casa para cambiarse, se acercó al closet y
miró su ropa, casi todas sus vestimentas eran de corte clásico, las repasó
una tras otra, ahora no estaba de ánimos para vestirse así, deseaba algo
diferente. ¿Por qué no había comprado algo nuevo?, se preguntó.
Necesitaba un vestido acorde a sus nuevos sentimientos. Entonces, se le
ocurrió algo, llamar a Karina.
—Virginiaaaa, guaooo tiempo sin saber de ti.
—Hola, disculpa que te llame así, pero necesito que me hagas un favor,
sálvame la vida, por favor, por favor.
—Jajajajaja. Ok, dime.
—Disculpa que no te he llamado antes.
—Tranquila, no te compliques, dime ¿qué necesitas amiga?
—Pues, necesito ir a un lugar y francamente no tengo nada qué
ponerme.
—Y ¿qué lugar?
—Voy a Osadía.
—Oh, vaya, genial, con que divirtiéndote sola, eh. Osadía, nunca te
imaginé en ese lugar.
—¿Quieres ir?
—No, jajaja, estoy en otras cosas divertidas por aquí, tú entiendes.
—¿Te estoy interrumpiendo?
—No, digamos que estoy en un receso jajajaja.
—Oh, vaya qué pena contigo.
—Oh, dime ¿qué tipo de ropa quieres?
—Algo que yo nunca me pondría.
—Ohhh chica sexy, ven a mí jajajajaa, tranquila, tengo lo que necesitas.
Pasa en 15 minutos y solucionaré todos tus problemas.
—Está bien, jajajajaja, muchas gracias Karina.
—Tranquila.
Virginia se arregló y al verse en el espejo, comprobó que su padre tenía
razón, se veía muy distinta, había una luz interior en ella. Y tenía muchas
ganas de divertirse, liberarse de todo, ser feliz. De pronto tuvo una
ocurrencia, recordó el paquete que Eduardo le había regalado y que todavía
tenía guardado en el closet, fue hacia el cajón, agarró el sobre y sacó su
contenido, era precioso y pensó que sería buena idea ponérselo, aunque era
algo distinto a lo que estaba acostumbrada, exactamente eso necesitaba en
ese momento. Efectivamente, Eduardo tenía un gusto impecable, le quedaba
espectacular y su cuerpo se veía hermoso con él.
Se sentía muy sexy y hermosa con esos sensuales ligueros y la
reveladora panti que no dejaba nada a la imaginación. Sonrió e hizo una
pose atrevida, se arregló el pelo y se puso la ropa.
—¿Estás segura que esto me va a quedar bien Karina?
—Sí claro, te verás fantástica con él, te lo aseguro, ven pruébatelo.
—¿Y tu novio?
—Salió un momento, a comprar… condones, se nos acabaron jajaja.
—¡Oh por Dios Karina, nunca cambias!
—Jajajajaja. Mídetelo, a ver.
Virginia se colocó el traje y no se reconoció en esa ropa, pero
definitivamente le quedaba muy bien.
—¡Ohhh!
—¿Qué tal?
—Te ves genial, cuando te vea, se va a desmayar.
—¿Quién?
—Quien sea, te ves espectacular o ¿no me digas que te vestiste así para
nada?, cuando uno se viste así es para matar jajajaja.
—Gracias amiga.
Cuando Virginia entró en el lugar se sentía hermosa, diferente y las
luces de colores que la iluminaban le daban un aire encantador, como si
fuese una diva rodeada de una atmósfera misteriosa; se sintió llena de
poder, también percibió muchas miradas sobre ella. Caminó desenvuelta,
mirando las mesas, hasta que vio que le hacían señas con la mano, allí
estaba Eloísa sonriendo con dos hombres a su alrededor y cuatro chicas.
—Hola ¿cómo están?, ¿cómo estás Eloísa?
—Oh Virginia vaya, te ves increíble.
—Gracias.
—Ven, siéntate.
Los dos chicos se le quedaron mirando con la boca abierta, la
observaron de arriba abajo, ella se sentó con coquetería, observando
alrededor.
—¿Quieres algo?
—Sí, necesito un buen trago.
—Vaya, esa es la actitud amiga, esooo.
—Jajajajaja.
—¡Otra ronda! —Dijo uno de los chicos.
—Oh Virginia, mira él es Enrique, este es Carlos, Miranda, Carlota,
hermana de Carlos, jajaja, Sara y Ofelia.
—Mucho gusto chicos.
—A ver chicos, salud, porque esta noche sea fabulosa.
—Oh sí, dijo Virginia, fabulosa, ¡salud a todos chicos!
—Bien ¿y esa ropa amiga?
—Tenía ganas de divertirme.
—Ya veo, creo que tendrás mucha diversión. Mira para allá, hay dos
chicos devorándote con la mirada.
—Pues, tengo mis propios planes.
—Oh vaya, chica mala jajaja, me gusta esa actitud amiga, dame esos
cinco.
Virginia se tomó el trago de un solo golpe, se levantó decidida y avanzó
hasta el centro de la pista y comenzó a bailar al ritmo de la sensual música,
Eloísa no podía creerlo, pero se alegraba de ver a Virginia así tan
desenvuelta. Tenía puesto un sensual vestido strapless negro, que dejaba sus
piernas al descubierto y abrazaba como un guante sus curvas, llevaba unos
botines de tacón aguja calados adelante, los cuales mostraban sus uñas
pintadas de un sensual rojo chocolate. Se había maquillado con los labios
rojos y su larga melena rubia le llegaba hasta la cintura, mientras bailaba,
sus hermosos rizos se movían al ritmo de la música.
Sentía la deliciosa melodía por todo su ser, su cuerpo respondía
frenético al ritmo, se sentía libre, como volando, de pronto miró hacia el
lado derecho y vio dos hombres observándola, no podía distinguirlos bien
porque las luces se lo impedían, pero desde allí notaba que eran altos y
atractivos. Siguió bailando y cerró los ojos dejándose llevar por la música.
Al otro lado de la pista él la observaba asombrado, su cuerpo se movía
sensualmente, esa cintura estrecha y sus hermosas caderas, sentía su
corazón palpitando con fuerza, deseó tener entre sus manos ese salvaje y
hermoso cabello rubio, para luego abrazarla fuertemente y atraerla hacia sí.
—¡Vaya qué hermosa! —Dijo su amigo.
Él la miró con el ceño fruncido, dejó su bebida en la mesa y avanzó
hacia ella. Virginia seguía bailando emocionada, se sentía feliz. Sus manos,
por acción de las luces, parecían de múltiples colores y ella las movía
jugando con los matices. De pronto sintió a alguien cerca y una voz
conocida que le hablaba.
—Hola Virginia.
Se volteó asombrada y lo vio, allí estaba él, mirándola, sus ojos
brillaban como nunca y nuevamente el mar y el bosque se juntaban para
ella, trasmitiéndole la misma sensación eléctrica que conocía tan bien.
—Eduardo.
—Hola.
—Hola, ehhh…
—Te ves hermosa, bellísima diría yo, eh…
—No pensaba que te gustaran este tipo de lugares.
—No mucho en realidad, sólo vine con un amigo, pero… yo, no, no
pensé encontrarte aquí, tampoco pensé que te gustaban estos lugares.
—No, pero me estoy divirtiendo mucho, —le dijo con una sonrisa de
oreja a oreja.
—Ya veo, yo te observé desde allá y te ves hermosa, no sé, bellísima,
feliz, no sé cómo explicarlo.
—Ok, entonces no lo expliques, sólo ven y baila conmigo, —le dijo
halándolo hacia la pista.
—Está bien, lo que digas, —dijo asombrado.
Ella lo tomó por la cintura y se acercó, sus cuerpos seguían el ritmo y
parecían reconocerse, había una energía circulando entre los dos, como una
chispa especial que necesitaba desatarse, sus manos se entrelazaban, él la
tomó por la cintura, la acercó a su cuerpo y juntos se movían con la música.
Virginia se separó y comenzó a bailar sola tentándolo, le sonreía y le hacía
un gesto para que se acercara. Eduardo estaba fascinado, ella lo tenía
hechizado con sus gestos y audacia.
—Virginia yo…
—No digas nada, no quiero hablar ¿ok?
—Está bien, lo que tú digas.
—Quiero ir a tu casa, —le dijo ella intempestivamente.
—¿Quieres venir a mi casa?
—Sí.
—¿En serio?
—Sí.
—Oh vaya yo…
—Pero… ¿por qué no hacemos como que somos dos extraños? ¿Te
parece?
—¿Dos extraños?
—Sí, finjamos que nos acabamos de conocer, no quiero hablar de nada,
ni discutir nada, sólo quiero que me lleves a tu casa y nada más.
—Virginia, yo…
—Compláceme.
—Ok, como tú digas.
—Vamos, —le dijo ella acercándose y rozando sus labios con los suyos.
Eduardo sintió una corriente bajando por su entrepierna, la tomó de la
mano y la condujo hasta la puerta. Eloísa se quedó mirándola de hito en
hito.
—Me voy Eloísa.
—Ok, que… que te vaya bien.
—Hola Eloísa.
—Hola E… Eduardoooo, hola.
—Hola ¿cómo estás?
—Eh bien, tiempo sin verte.
—Chao, Eloísa.
—Chao amiga, que te diviertas, —le dijo sorprendida mientras la veía
avanzar con Eduardo hacia la puerta.
Ambos salieron tomados de la mano, a Eduardo el corazón le palpitaba
a toda velocidad, sentía que se le iba a salir por la boca. Virginia lo empujó
contra la pared y lo besó profundamente, él estaba sorprendido.
—Virginia.
—Te deseo, vámonos rápido.
—Eh, pero, ¿trajiste tu carro o cómo hacemos?
—Fácil, yo te sigo.
—Ok, está bien, —le dijo él turbado sin poder pensar con claridad.
Ella le sonrió y coquetamente fue hasta el estacionamiento, mientras él
la contemplaba con la boca abierta, ¿quién era esta nueva mujer que lo
sometía de esa manera? Una mezcla de pasión y ternura que lo volvía loco.
La vio entrar en el carro con desparpajo, le tocó la corneta y le hizo una
señal que la siguiera. Entonces, él reaccionó y rápidamente fue a buscar su
carro.
Avanzaron tomados de la mano, entraron en el ascensor y él le puso el
código con su tarjeta, ella lo miró con un gesto pícaro y él le señaló
disimuladamente las cámaras. Virginia sintió un retorcijón al recordar todo
lo que había pasado y su exposición involuntaria, pero sacudió su cabeza
para eliminar el mal pensamiento, todo estaba bien ahora y no quería pensar
en nada, sólo disfrutar del momento.
Salieron y avanzaron por el pasillo, él abrió la puerta, Virginia entró y
recordó lo que había pasado allí, cuando hizo por primera vez el amor con
Eduardo. En ese momento, sintió sus brazos rodeándola por la cintura y su
boca besándole el cuello.
—Baila para mí como en la discoteca, le susurró.
—Pon música, así no puedo.
—Está bien.
Entonces él colocó una melodía muy parecida a la que estaban bailando,
una canción sensual, ella comenzó a mover sus caderas, mientras él la
contemplaba extasiado. Virginia se quitó los zapatos y se montó en una
mesita, mientras bajaba y subía, él se acercó y la tomó por la cintura,
bajándola y ella lo rodeó con sus piernas.
—No sabes cuánto había deseado esto.
—¿Cuánto?
—Mucho, muchísimo, muchísimo, siento que voy a explotar.
—Ya veo.
—Virginia, yo…
—No, te dije que no quiero hablar nada, sigamos la fantasía, soy una
extraña, no nos conocemos, me metí aquí en tu apartamento ¿ok?
—Ok, —le dijo asombrado.
Ella se quitó sensualmente el vestido, mientras él la observaba sin poder
hablar, los ojos se le salieron de las órbitas al ver lo que tenía puesto debajo.
—¿Recuerdas esto?
—Sí, perfectamente, eh, lo tienes yo…
—Tienes buen gusto.
—Lo sé, —le dijo mirándola atentamente, tengo muy buen gusto.
—¿Te gusta esto? —le dijo mientras seguía moviendo las caderas y se
pegaba sobre él incitándolo.
Él se quedó mirándola sorprendido, estaba más hermosa que nunca,
insinuante en esa ropa interior de encajes negros, su cuerpo lucía más lindo,
bronceado, su abdomen tonificado, igual que sus brazos y su diminuta
cintura, le provocaba rodearla con sus brazos, comérsela toda. Sus
hermosos pies y las uñas pintadas en rojo oscuro le parecían demasiado
hermosos y femeninos.
Ella lo miró con sensualidad entreabriendo sus gruesos labios rojos:
—Estoy aquí para terminar lo que dejamos inconcluso. ¿Recuerdas
aquel día?
—Sí, lo recuerdo perfectamente.
—Entonces, sígueme la corriente y hagamos realidad esa fantasía.
—Ok, como tú lo desees.
—Bien, sígueme la corriente entonces.
—Ok.
—Te quiero sorprender, hacer realidad todo lo que desees.
—Pero, yo, me dejas asombrado, ¿cómo llegaste aquí?, ¿qué…?
—Bien, bien, creo que eso ya no importa, ven.
—Es que… perdona estoy en shock, sexy extraña.
—Olvídalo todo, sólo ven aquí, —le dijo extendiendo su mano hacia él.
Ella lo sentó en la silla y se montó sobre él, besándolo con pasión,
recorrió su cuello y le mordisqueó la oreja.
—Deseaba tanto hacer esto.
—Yo también, soñé con tenerte así sobre mí, poder tocarte así otra vez,
sentirte sobre mí, —le dijo tocándola toda, sígueme besando, por favor no
pares.
—¿No quieres que pare?
—No.
—A ver, —le dijo mientras le quitaba la camisa, no voy a romper esta
porque está muy linda, entonces procedió a besar su pecho y lamerlo.
—Oh, no, espera, me vas a hacer terminar antes de tiempo.
—No puedes hacerlo, piensa en otra cosa.
—¿Cómo? Con todo esto sobre mí, te ves demasiado hermosa con esa
ropa, demasiado sexy.
—¿Te gusta?, —le dijo levantándose.
—Me encanta.
Se veía demasiado linda, él estaba extasiado viéndola con ese mismo
traje que él había escogido, pero que en ella cobraba vida. Había deseado
tanto poder observarla así, con ese panti semitransparente, que era más tiras
que cualquier cosa. Le encantaba la osadía de ella al ponérselo, al tomarlo
así y decirle que fuesen a su casa, se imaginaba arrancándoselo de encima,
quitándole los ligueros con la boca, tirándola en la cama o en cualquier otra
parte, sentía cómo su erección iba creciendo, deseaba tenerla ya.
—Ven, ven acá.
—No, espera.
—¿Qué?
—¿Me quieres?
—Sabes que sí.
—Entonces ven por mí, —le dijo, mientras echó a correr.
—Oh, vamos, me vas a hacer corretearte por todo el apartamento.
—Sí, es divertido, ¡ven!
—Bueno, tú lo pediste.
Ella gritaba y corría mientras él la perseguía por todo el apartamento,
jugaban como dos niños, ella subía las escaleras, y él iba detrás corriendo.
—No me vas a alcanzar.
—¡A que sí!
—Nooo, jajajaja.
—Ya casi te alcanzo, deja que te alcance y ya verás.
—Nooo, nooo.
Eduardo estaba de lo más divertido corriendo detrás de Virginia, era lo
último que se había imaginado terminar el día detrás de esa mujer, que
había amado y deseado por tanto tiempo. Ahora la veía corriendo y solo
quería poder atraparla para arrancarle la ropa y tenerla sobre esas escaleras,
contra la pared o cualquier parte que se les pudiese ocurrir.
—Ya casi te alcanzo, espera que te agarre.
—No me atraparás, al menos que me deje y se paró de repente.
—¿Terminaste de jugar?
—Sí, dijo y se quitó la ropa lentamente.
—No te quites los ligueros.
—Como gustes.
Ella quedó completamente desnuda frente a él, exceptuando por los
benditos ligueros. Él la contempló embelesado ante tanta belleza.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué?
—¿Qué vamos a hacer?
—Lo que tú quieras.
—Ven, —le dijo indicándole que se acercara con el dedo.
—Quítate el pantalón.
—Como quieras.
Eduardo se quitó toda la ropa, hacía mucho tiempo que no estaba con
una mujer y sentía que no iba a aguantar por mucho tiempo más. Virginia lo
miró y otra vez volvió a sentir esa sensación eléctrica que conocía tan bien,
esa que le llenaba todo su ser y la impulsaba a hacer cosas que nunca había
imaginado, ni siquiera en sus fantasías.
—Eres hermoso.
—No, tú eres hermosa amor, demasiado hermosa.
—Ven, quiero que me hagas el amor y quiero hacértelo a ti, quiero que
hagamos esto hasta que no podamos más.
—Me leíste el pensamiento, yo quiero lo mismo.
Virginia se acercó y él la tomó por la cintura, entonces comenzó a
besarla profundamente, ella le siguió el juego con su lengua, sentía que no
podía más. Él le puso la mano sobre su sexo, ella se estremeció toda y sintió
una oleada de placer por todo su cuerpo. Las contracciones eran cada vez
más rápidas; entonces, de pronto, mientras la besaba, ella sintió una
corriente de orgasmos profundos que la hicieron estremecerse.
—¿Terminaste?
—Sí, espera no pares.
Él la siguió acariciando mientras ella seguía sintiendo uno tras otro, no
supo cuántos tuvo, pero la sensación era profunda y deliciosa.
—Ven, —le dijo tomándola en sus brazos y cargándola, para luego
colocarla en la cama.
—Eduardo, deseé tanto tenerte así, —le dijo acariciando su cara, sentir
esta deliciosa barba cana.
—Yo… deseé tanto tenerte, verte así con esos maravillosos ligueros,
sentirte desnuda, y poder admirarte, y quitarte esto, lentamente.
Mientras le decía eso, comenzó a quitarle los ligueros con los dientes,
poco a poco se los fue bajando, mientras ella se retorcía de placer.
—Oh, Eduardo, ven, ven.
—Espera, déjame quitártelo.
Ella lo miraba excitada mientras lo veía haciéndolo, y le acariciaba la
cabeza y el cuello, y aún seguía sintiendo contracciones dentro de sí.
—Bésame, —le dijo ella.
Eduardo la besó y ella le correspondió con desespero, él se pegó sobre
ella mientras le acariciaba las piernas. Las fue abriendo lentamente mientras
acariciaba su vagina suavemente, haciéndola estremecer de placer.
—Así, así, le decía mientras le guiaba con la mano.
—¿Te gusta?
—Mucho.
—Te voy a comer ¿Lo sabías?
—Lo espero, lo deseo.
Él se colocó sobre ella, entonces comenzó a introducirlo lentamente,
mientras ella gemía de placer, disfrutando cada momento que él iba
profundizando más dentro de su ser. Era una sensación deliciosa y
resbaladiza, una que ella ya conocía bien, y que deseaba con todo su ser.
Eduardo comenzó a moverse, Virginia sentía que todo nuevamente cobraba
sentido, que eso era lo que esperaba desde hacía tanto tiempo, sentir esa
fuerza dentro, esa vibración mágica llevándola al infinito. Se fue levantando
hasta quedar sentada sobre él, entonces él comenzó a moverla sosteniéndola
por las caderas, mientras ambos se besaban apasionadamente. Cada vez más
rápido hasta que supo que iba a tener un orgasmo, entonces su cuerpo
descargó esa presión interna, Virginia se desplomó sobre la cama y él cayó
sobre ella delirando de placer.
—Esto es lo más delicioso del mundo, declaró ella.
—Así es, ven, ven, —dijo tomándola en sus brazos, ven.
—Ya estoy aquí, —dijo viendo que la tenía completamente abrazada.
—No, así, entonces él la acercó más entremetiendo sus piernas con las
de ella. Así, quiero fundirme con tu piel.
—Suena interesante.
—Interesante es verte puesto ese juego de lencería y arrancártelo con
los dientes, y comerte toda después, eso es realmente interesante.
—No has visto nada, tengo algo en mente mucho mejor.
—A ver, cuénteme señorita de las fantasías o ¿ya eres la verdadera
Virginia?
—Digamos que soy un punto intermedio entre las dos.
—Oh, ¿y cómo es eso?
—Que ya no soy la misma Virginia de antes, ni quiero serlo más.
—Interesante, yo tampoco soy el mismo Eduardo de antes, ni quiero
serlo más.
—¿Y qué tenía el Eduardo de antes que no tiene este?
—Era más superficial, pero tú cambiaste eso y te estoy profundamente
agradecido.
—Oh vaya, bien por ti.
—Quiero decirte algo.
—Oh, no quiero hablar de eso.
—Por favor.
—Está bien, dime.
—Amor, yo… no tienes nada que temer todo está arreglado, nadie se
meterá más contigo.
—¿Y cómo sabes eso?
—Lo sé, confía en mí.
—¿Y quién lo arregló?
—Eso no importa, lo cierto es que ahora puedes estar tranquila y ser
feliz como y con quien quieras.
—Mmmm, sabes, sé toda la verdad o al menos parte de ella.
—¿De qué hablas?
—Eloísa me contó algo y también mi padre, sé que arreglaste muchas
cosas y te lo agradezco.
—No amor, yo solo limpié el desastre que se desató por mi culpa, por
mi falta de juicio y que tú, mi bebé, tuviste que pagar, es que me da rabia de
sólo recordarlo, mi pequeña, mi cosita linda, me da rabia, —le decía
besándola dulcemente.
—Olvídalo, ya pasó.
—Bebé, te amo.
—No quiero hablar de eso ahora Eduardo, sólo disfrutemos esto, hazme
el amor otra vez y otra vez, quiero hacerlo toda la noche y sin hablar de más
nada.
—Ok, ¿dónde quieres hacerlo?
—En la silla, —le dijo con un travieso brillo en los ojos.
—Oh cielos, ya sé lo que viene después y mira… —le dijo señalando su
erección.
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Atracción Inesperada
Autora: Teresa Castillo Mendoza
Pasiones Peligrosas.
Autora: Isabel Guirado