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DEBATE AL MÉTODO CIENTÍFICO - Pensamiento Complejo para cambiar el


paradigma

Conference Paper · October 2017

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2 authors:

Edgar Serna M. Alexei Serna


Corporación Instituto Antioqueño de Investigación Corporación Universitaria Remington
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DEBATE AL MÉTODO CIENTÍFICO
Pensamiento Complejo para cambiar el paradigma

Edgar Serna M., Universidad Autónoma Latinoamericana


Alexei Serna A., Corporación Universitaria Remington
Medellín – Antioquia, Colombia

Palabras clave: ciencia; complejidad; multidimensionalidad; pensamiento complejo; transdisciplina.

INTRODUCCIÓN
esde hace tiempo se escuchan opiniones y puntos de vista acerca de la actualidad

D del método científico tradicional (Lee, 1943; Bauer, 1992; Jarrard, 2008; Satava,
2005; Windschitl, Thompson y Braaten, 2008; Lehrer, 2010; Ng, 2012) y convendría
preguntarse qué se está haciendo al respecto.
El método científico es la forma como se hace el trabajo científico, no lo que otras
personas, o incluso los mismos científicos, pueden decir al respecto. La realidad es que,
cuando un científico planea un experimento en el laboratorio no se pregunta si está siendo
propiamente científico, ni está interesado en algún método que puede estar usando como tal.
Además, cuando se refiere el trabajo de sus colegas, algo que es cotidiano, no basa su análisis
en generalidades tales como que no sigue el método científico, sino que es específico, práctico
y se basa en alguna característica particular del trabajo (Kuhn, 2010). El científico siempre
está más preocupado por conseguir resultados que en pasar su tiempo en generalidades
(Dean y Kuhn, 2007).
El asunto del método científico es algo que les intriga a personas que se preguntan cómo
es que lo aplican los científicos, capaces de descubrir generalidades ajustables, por lo menos,
a la mayor parte de lo que hacen, pero que no son lo suficientemente profundas, y que
podrían haber sido anticipadas por cualquiera otra que, conociendo lo suficiente acerca de
su trabajo, puede saber cuál es su objetivo principal.
Los objetivos del trabajo científico tienen algo en común: obtener una respuesta correcta
al problema particular que investigan, es decir, y en un lenguaje más pretensioso, se puede
expresar como la búsqueda de la verdad. Ahora bien, si la respuesta al problema es correcta
debe haber alguna forma de conocer y probar que lo es, porque el significado mismo de la
verdad implica una posibilidad de comprobación o verificación. De ahí que la necesidad de
comprobar los resultados siempre sea inherente al trabajo científico; además, dicha
comprobación debe ser exhaustiva, porque la verdad de una proposición general puede ser
refutada por un único caso excepcional. Por otro lado, una larga experiencia ha demostrado
que, para los científicos, existen varias cosas que son contrarias a obtener la respuesta
correcta, porque saben que no es suficiente con confiar en la palabra del colega; porque para
estar seguro debe ser capaz de verificar el resultado por sí mismo (Kind, Michael y Willis,
2012).
De ahí que el científico es enemigo de todo autoritarismo. Por otra parte, a menudo
comete errores y, por tanto, debe aprender a protegerse contra ellos. No puede permitirse
ningún tipo de preconcepto en cuanto a qué tipo de resultados obtendrá y tampoco dejarse
influenciar por las ilusiones, o por cualquier sesgo personal. En conjunto, todas estas
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particularidades son las que le dan objetividad a la ciencia, una característica que a menudo
se piensa como la esencia del método científico (Ng, 2012).
Sin embargo, para el mismo científico todo esto es obvio y lo que le parece esencial de la
situación es que está consciente de no seguir un curso de acción prescrito, por lo que se siente
en completa libertad de utilizar cualquier método o dispositivo que le sea de utilidad en cada
situación particular que investiga, y con el que es probable que pueda obtener la respuesta
correcta. En su interpretación del problema específico sufre inhibiciones precedentes o de
autoridad, pero es totalmente libre de adoptar cualquier curso que su ingenio le sugiera.
Nadie, que no sea científico, puede atreverse a predecir lo que hará el científico como
individuo, o qué método va a seguir, porque la ciencia es lo que hacen los científicos y existen
tantos métodos como científicos individuales (Jarrard, 2008).
En este trabajo se presenta una reflexión acerca de la trascendencia del método científico
tradicional; se describe su evolución a lo largo de la historia; se plantean y analizan sus
problemas y limitaciones; y se propone la integración del Pensamiento Complejo y la teoría
de la Complejidad para estructurar un método que pueda resolver los problemas
encontrados. Se trata de un trabajo de reflexión acerca de la forma como realizan su labor los
científicos y de cómo se genera conocimiento por medios de los descubrimientos y
postulados de la ciencia.

HISTORIA DEL MÉTODO


La práctica investigativa deriva su validez del rigor científico con que se hacen las
observaciones, en relación con el diagnóstico y la experimentación. Con el tiempo la prueba
de la veracidad de estas observaciones es lo que se conoce como ciencia basada en evidencias,
pero que solamente es válida si la experimentación se realiza dentro de rígidos lineamientos
específicos. Se trata de un proceso de evaluación riguroso que ha dado como resultado la
creación, construcción y verificación de lo que se denominó hace tiempo como método
científico. Pero a largo de la historia este concepto ha estado en debate y en muchas ocasiones
se ha entremezclado con la metodología de la investigación o la misma historia de la ciencia
(Wolfram, 2002). El desarrollo del método científico involucra algunas de las culturas más
iluminadas de la historia, así como a algunos de los más importantes científicos, filósofos y
teólogos. Desde las observaciones de los antiguos griegos y zoroástricos, hasta el Telescopio
Espacial Hubble y la Estación Espacial Internacional, la historia del método científico subyace
en el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Los orígenes de un método o metodología se pueden encontrar en la historia antigua
desde el papiro de Edwin Smith, un manual médico de cerca del 1600 AC, en el que se
describe que, para tratar una enfermedad, se debía proceder a examinar, diagnosticar y luego
pronosticar. Cerca del 1000 AC los astrónomos babilónicos intentaron hacer una descripción
matemática de los fenómenos astronómicos, lo que sirvió de base para los trabajos
posteriores de los helenos, hindúes, islámicos y el mundo occidental. Al igual que los egipcios,
los babilónicos aplicaron prácticas de adivinación para desarrollar conocimiento en áreas
como el arte, las matemáticas y la medicina, pero carecían de teorías racionales porque su
trabajo era básicamente empírico. Con los estudios en la escuela presocrática, cerca del 650–
480 AC, los griegos fueron los primeros en estructurar una forma de ciencia teórica. Entre
ellos se puede nombrar a Tales de Mileto, que opinaba que todo lo que se observa tiene su
origen en una causa natural, por lo que despreciaba lo sobrenatural, religioso o mitológico; a
Leucipo, para quien todo en el mundo se componía de elementos indivisibles a los que llamó
átomos, y cuyo trabajo fue profundizado posteriormente por Demócrito. A mediados del 500
AC ya se contaban importantes aportes para el desarrollo científico, pero fue Plantón, con su
razonamiento deductivo, quien le dio el impulso más importante hasta ese momento y que
luego fue continuado por Aristóteles. Sus ideas, como las de la mayoría de filósofos, no
aceptaban las limitaciones de lo cotidiano y el sentido común, una negación de la realidad en
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la que, de acuerdo con Parménides, no existe ni el cambio ni la sub-división. Pero los primeros
experimentos registrados se remontan a Herófilo y Erasístrato en 335–280 AC, quienes
experimentaron con aves para analizar los efectos de la inanición.
Aunque Grecia y Persia, dos grandes culturas de la antigüedad buscaban la dominación y
luchaban en diversas guerras, comúnmente se olvida que también tenían un profundo
respeto mutuo y que negociaban sus ideas y conocimientos, por lo que, como era de esperar
y como corresponde, la historia del método científico también recibió aportes de ese
intercambio. Mientras los astrónomos, médicos y matemáticos babilónicos, indios y egipcios
desarrollaban ideas empíricas, los griegos fueron los primeros en desarrollar lo que se
reconoce como un método propiamente dicho. Inicialmente, los antiguos filósofos griegos no
creían en el empirismo y se dieron cuenta que las mediciones hacían parte del dominio de la
ciencia. Platón creía que todo conocimiento se puede obtener a través del razonamiento puro
y Aristóteles, su alumno y considerado el padre de la ciencia, tenía la convicción de que el
conocimiento solamente se puede adquirir a partir de lo que ya se conoce y, al ser el primero
en darse cuenta de la importancia de la medición empírica, su contribución al método fue la
medición y la observación como cimientos sobre los que se construye la ciencia. Además,
propuso la idea de la inducción como una herramienta para adquirir conocimiento y
entendió que el pensamiento y el razonamiento abstractos debían ser apoyados por los
resultados del mundo real. Su proto-método científico implicaba hacer meticulosas
observaciones acerca de todo: 1) estudiar lo que otros han escrito sobre el tema, 2) buscar el
consenso general sobre el tema, y 3) llevar a cabo un estudio sistemático de todo, incluso de
lo parcialmente relacionado con el tema. Con las revisiones de la literatura, el consenso y la
medición, este proceso se convirtió en el primer signo de un método científico como tal. Los
griegos también fueron los primeros en subdividir y nombrar las ramas de la ciencia de
manera reconocible, incluyendo a la física, biología, política, zoología y, por supuesto, poesía.
En el 200 AC, en la biblioteca de Alejandría, hicieron la primera introducción de la
catalogación bibliotecaria.
Por otro lado, la edad islámica temprana fue una época dorada para el conocimiento y la
historia del método científico les debe respeto a algunos de los filósofos musulmanes más
brillantes de Bagdad y Al-Andalus. Ellos preservaron el conocimiento de los antiguos griegos,
le hicieron importantes aportes y lograron la catálisis para la formación de un método
científico reconocible para los científicos y los filósofos modernos. El primer erudito islámico,
Ibn al-Haytham, reconocido por su trabajo acerca de la luz y la visión, desarrolló un método
científico muy similar al actual: 1) identificar un problema explícito con base en la
observación y la experimentación, 2) probar o negar una hipótesis a través de la
experimentación, 3) interpretar los datos y llegar a una conclusión utilizando las
matemáticas, y 4) publicar los resultados.
El renacimiento fue otro punto de inflexión para el método científico, porque los eruditos
europeos tomaron el conocimiento de los griegos y de los musulmanes y le añadieron el suyo.
Aunque es casi imposible documentar todos sus aportes y nombres, existen algunos que se
deben destacar en cualquier tratado de la historia del método, por ejemplo, Roger Bacon
desarrolló la idea de hacer observaciones, formular una hipótesis y experimentar para
probarla; además, documentaba meticulosamente sus experimentos para que otros
científicos pudieran repetirlos y verificar sus resultados. Francis Bacon reiteró la
importancia de la inducción con la creencia de que todo descubrimiento científico debe
proceder a través de un proceso de observación, experimentación, análisis y razonamiento
inductivo, para luego aplicarlo en el universo como un todo; creía que la evidencia
experimental se podía utilizar para eliminar teorías en conflicto y moverlas más cerca de la
verdad. Descartes creía firmemente que el universo era como una enorme máquina y que si
se comprendían sus leyes básicas se podría deducir cómo actuaría cualquier cosa. Para él, el
método para hacer ciencia debía ser un conjunto de reglas ciertas y fáciles, y que mediante
una observación exacta de ellas se estaría seguro de no tomar un error por una verdad.
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Por otro lado, estaba convencido que, sin malgastar inútilmente las fuerzas del propio
espíritu, sino acrecentándolas por un progreso constante, se llegaría al conocimiento
verdadero de todo aquello de que se fuera capaz. Para Descartes el método implicaba seguir
estrictamente un orden, porque esa es la forma como los matemáticos buscan la verdad en
sus cálculos, y estaba convencido de que su método consistía más en la práctica que en la
teoría, es decir, que se basaba en la actividad fundamental del espíritu, porque desarrollaba
correctamente sus capacidades y organizaba coherentemente el saber. Concebía a la razón
como un modelo arquitectónico por lo que el método era la forma de construir correctamente
el edificio del saber y, mientras que el espíritu es el motor principal para buscar la verdad, el
método garantiza que ese espíritu (la razón) no se enfrasque en búsquedas sin sentido, sino
que se mueva por evidencias.
Galileo, generalmente recordado por su famoso experimento de la gravedad, también
contribuyó en gran medida con el método científico. Su metodología basada en los teoremas
matemáticos, origen de la división entre la ciencia y la religión, incluía procesos de
normalización de las mediciones para que los resultados experimentales se controlaran en
cualquier lugar. Utilizaba un método fuertemente inductivo, porque entendía que ninguna
evidencia empírica se adaptaba perfectamente a las predicciones teóricas, y creía que era
imposible que en un experimento se tuvieran en cuenta todas las variables. Fue el primero
en notar que el conocimiento no es lineal y que, para solucionar cualquier problema, era
necesario que el científico observara al universo como una complejidad que integra diversos
campos del conocimiento. Estaba convencido que, por ejemplo, para demostrar que la masa
sola no tenía ningún efecto sobre la aceleración de la gravedad, era necesario medir también
la resistencia del aire, la fricción y las imprecisiones con dispositivos y métodos de
sincronización. También fue el primero en comprender realmente que el método científico
requiere tanto de la deducción como de la inducción.
Cuando Galileo muere ya se había desarrollado el escenario para una verdadera
revolución en el pensamiento científico, entonces surge Isaac Newton como uno de sus
principales impulsores. Su obra en matemáticas se tradujo en el cálculo integral y diferencial,
su trabajo en astronomía ayudó a definir las leyes del movimiento y de la gravitación
universal y sus estudios en óptica llevaron al primer telescopio reflector. Un tema común que
atraviesa toda su obra es una extraña habilidad para desarrollar conceptos y ecuaciones
relativamente simples que sostenían un enorme poder predictivo. Sus sistemas unificados de
las leyes han resistido siglos de prueba y escrutinio y les siguen permitiendo a los científicos
explorar los nuevos misterios en la física y la astronomía.
Sus aportes al método marcaron los inicios de la ciencia moderna, porque a comienzos
del siglo XIX la ciencia se establecía como un campo independiente y respetado de estudio, y
el método científico basado en la observación y las pruebas estaba siendo aceptado y aplicado
en todo el mundo. Mientras que Bacon y Descartes estaban empecinados en estructurar una
base firme para el pensamiento científico, con la idea de que así se evitaban los engaños a la
mente y a los sentidos, Newton, implícitamente, rechazaba el énfasis de Descartes en el
racionalismo y apoyaba la tesis del enfoque empírico de Bacon. Estaba convencido de que
tratar de explicar toda la naturaleza era una tarea muy difícil para un hombre, o incluso para
cualquier edad, y que era mucho mejor comprender y explicar un subconjunto con certeza y
dejar el resto para los demás científicos que vendrían después. El legado de Newton se
convirtió en un modelo que otras ciencias trataron de emular y su enfoque inductivo sirvió
de base para gran parte de la filosofía natural subsiguiente.
En los siguientes siglos el método, que desarrollaron Bacon y Newton, se convirtió en el
principal impulsor de los descubrimientos científicos. Sin embargo, sus ideas surgieron en
una época en la que la mayoría de científicos eran eruditos y muchos trabajaban en diversos
campos científicos a la vez, además, intentaban comprender la filosofía y la teología al mismo
tiempo. Con el tiempo, la ciencia comenzó a alejarse gradualmente de estos campos y se
convirtió en un área de estudio independiente, porque su creciente complejidad y el
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incremento en amplitud y profundidad hacían imposible que un científico pudiera trabajar
en varias disciplinas a la vez. Entonces, y debido a que la ciencia se dividió en áreas del
conocimiento (disciplinas), el método científico se volvió mucho más complicado. Por
ejemplo, la física podía permanecer fiel al método inductivo de Bacon, pero la neurociencia
comenzó a encontrar dificultades al tratar la extrema variabilidad y complejidad del cerebro.
Como resultado en el siglo XX, cuando los filósofos de la ciencia abordaron el método, se
produjo un gran cambio con respecto al que se utilizaba hasta entonces (Camp, 2002). Uno
de ellos fue Karl Popper, quien entendió las limitaciones del viejo método científico y centró
su tesis en establecer que la ciencia no es infalible, porque a menudo las disciplinas científicas
bien establecidas siguen caminos equivocados y generan teorías incorrectas. Por otro lado,
las seudo-ciencias, tales como la psicología y las del área socio-humanística, a menudo
encuentran respuestas correctas, incluso sin seguir a la perfección el método científico. Esto
lo llevó a cuestionar la definición misma de la ciencia y a tratar de desarrollar un método que
abordará esas limitaciones.
El método tradicional, que no distinguía entre ciencia y no-ciencia y que giraba en torno
a las técnicas empíricas y el método inductivo, no tenía en cuenta el desarrollo de nuevas
disciplinas por lo que no encajaba adecuadamente en la creciente complejidad de la ciencia
teórica y la ciencia práctica. Popper postula entonces que la ciencia avanza a través de un
proceso de conjeturas y refutaciones en el que los científicos teóricos desarrollan teorías, que
los experimentales intentan probar o negar. Para que esto suceda la teoría tiene que ser
refutable y si la teoría no puede ser probada adecuadamente por la ciencia entonces no puede
ser científica.
Por su parte Thomas Kuhn introdujo la idea de los paradigmas. Para él la ciencia
desarrolló teorías contradictorias acerca de cómo funciona todo y, cuando la
experimentación da lugar a que una de ellas se haga dominante y sea aceptada por la
comunidad científica, entonces se genera un paradigma científico. Opinaba que un grupo de
científicos podía sostener un paradigma particular, a menudo tenazmente, hasta que el
cuerpo de la evidencia se hiciera tan grande que era inevitable un cambio dl mismo. Entonces
los científicos podrían adoptar el nuevo y comenzar a trabajar dentro de sus limitaciones,
aunque dos paradigmas necesariamente no tienen que ser excluyentes entre sí. Paul
Feyerabend, el anarquista científico, se dio cuenta como Popper que la ciencia se había
dividido en muchas disciplinas diferentes que, a la vez, se habían vuelto demasiado complejas
para definirlas mediante un método general. Estaba convencido de que, al tratar de obligar a
todas las disciplinas científicas a seguir una serie de reglas, en realidad lo que se lograba era
obstaculizar a la ciencia y crear falsas restricciones y obstáculos al progreso. Su filosofía
anything goes es un intento de abordar esta cuestión con el argumento de que el trabajo
científico no debe ser influenciado por filosofías secretas y arcaicas. Señaló que todos los
científicos deben acercarse a la filosofía, con el argumento de que si no la entendían no
podrían verse limitados por ella. Su argumento más fuerte en contra del método científico es
que, históricamente, si el proceso de la ciencia se hubiera limitado a las estrictas limitaciones
de éste, no se habrían logrado los grandes descubrimientos. Opinaba que los científicos
tienen que construir las reglas sobre la marcha, adaptando sus métodos para enfrentar
nuevos descubrimientos, que no pueden ser examinados sin romper las reglas establecidas,
y señalaba que el descubrimiento científico progresó de manera desigual, pero armónica,
porque las revoluciones científicas más grandes ignoraron el llamado método científico.
Ahora bien, actualmente, ¿dónde se sitúa el método científico? En este siglo, en plena Era
Digital, de la Sociedad del Conocimiento y de la Información y gracias a la creciente
complejidad de la ciencia, los postulados del viejo método científico no funcionan para todas
las disciplinas, por lo tanto, tendrá que modificarse. Tal vez la mejor manera de ver un
método científico sea sobre una base disciplinar, porque cada campo científico parece haber
desarrollado su propia filosofía, pero la realidad es que las disciplinas no son independientes
y los científicos necesitan integrar varias de ellas en su trabajo (Bailey, 2012). Además, la
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ciencia de este siglo es transdisciplinar y los científicos deben hacer acopio de un
pensamiento multidimensional para comprender y resolver los problemas. Por todo esto
sería más conveniente pensar en un nuevo método, que permita un trabajo científico creativo
en el que los practicantes dejen volar su imaginación para encontrar la mejor forma de
desarrollar su trabajo, en medio de una creciente complejidad de la ciencia y de un volumen
de conocimiento cada vez mayor.

PROBLEMAS DEL MÉTODO


Aunque el término se utiliza para referir la forma en que se hace ciencia y como una guía de
trabajo para los científicos, la realidad es que, para ir directo a la comprensión del mundo
natural y realizar su trabajo, ellos raramente siguen un camino, un algoritmo o un esquema
labrado en piedra y en pocas ocasiones siguen los pasos que propone y describe el llamado
método científico. Por eso, para muchos de ellos la concepción y aplicación de un método se
puede considerar como un mito (Bauer, 1992). El término ni siquiera es algo que hayan
ideado ellos mismos, sino que fue inventado y difundido por historiadores y filósofos de la
ciencia desde hace siglos, en un intento por estructurar un proceso para hacer ciencia, e
interpretaron que el único camino para hacerlo era el paso a paso. Pero esta es una
interpretación equivocada porque no puede haber solamente un método para hacer ciencia
y, de hecho, existen diversos caminos para encontrar respuesta a sus interrogantes, por lo
que la ruta que sigue el científico dependerá del campo que estudia, de si la experimentación
es posible y asequible, de las relaciones y dependencias con otros campos, e incluso de si es
ético hacerlo. Además, utiliza computadores para modelar o simular las condiciones
necesarias para su proyecto, que luego pone a prueba en el mundo real, y en ocasiones
comienza la experimentación sin la menor idea de lo que podría suceder, o decide alterar un
sistema solamente para ver qué pasa, porque está experimentando con lo desconocido. Al
trabajar de esta manera no se puede ceñir a un modelo preestablecido y recorre el camino
respondiendo a los hallazgos en él.
Esto no quiere decir que se deba olvidar todo lo que se pensaba y sabía acerca de cómo
trabajan los científicos, porque dadas las situaciones complicadas del mundo moderno deben
pensar no acerca de un método científico, sino en las prácticas científicas, o en las muchas
maneras en las que pueden encontrar respuestas a sus interrogantes. Porque la
transdisciplinariedad, la multidimensionalidad y la complejidad de cada campo científico es
tal, que un método los limita y no les permite llegar a conclusiones plausibles en su trabajo
(Cottrell, 2005). Además, los restringe al punto de parecer que solamente atienden a las
reglas de Descartes: únicamente hemos de ocuparnos de aquellos objetos para cuyo
conocimiento cierto e indudable parecen ser suficientes nuestras mentes, una restricción sin
sentido porque hoy, para alcanzar sus objetivos, tienen a su disposición todas las ayudas
tecnológicas, los desarrollos científicos y la literatura que se difunden en el mundo.
Por otro lado, el método también se utiliza como práctica básica acerca de cómo se debe
aprender ciencia en la academia. Es decir, siempre se les ha explicado a los estudiantes que
existe sólo una manera de hacer ciencia, que el proceso se reduce a los cinco pasos y que así
es como lo hacen todos los científicos (Bencze y Hodson, 1999). Pero, como se mencionó
antes, este enfoque de único camino no refleja el trabajo real en ciencia, porque los científicos
utilizan diferentes maneras en sus campos de investigación.
Por ejemplo, los físicos experimentales son científicos que estudian el comportamiento
de las partículas, tales como electrones, iones y protones, y pueden realizar experimentos
controlados a partir de condiciones iniciales claramente definidas, para decidir si es indicado
cambiar una variable o un factor a la vez, o si el experimento continua como está, o si es
necesario buscar otro rumbo; o reducen protones en varios tipos de átomos, tales como helio,
carbono, o plomo, y luego comparan las diferencias en las colisiones para aprender más
acerca de sus componentes básicos. Pero los geólogos, que estudian cómo se registra la
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historia de la Tierra en las rocas, necesariamente no tienen que hacer experimentos porque
van al campo, miran los accidentes geográficos, observan las pistas y hacen una
reconstrucción para averiguar el pasado. Es decir, a partir de evidencias hacen ciencia y aquí
no puede haber un paso a paso, porque en esta disciplina así no se hace ciencia.
Es por esto que en la formación científica se debe hacer mayor énfasis en proporcionar y
validar hipótesis, porque son una buena manera de hacer ciencia, aunque no la única. A
menudo el científico comienza diciendo “Me pregunto si…” y esto puede que dé lugar a una
hipótesis; otras veces puede que primero tenga que reunir algunos datos y mirar a ver si
surge un patrón, por ejemplo, en el proceso para construir el código genético de toda una
especie se genera enormes cantidades de datos y los científicos, que quieren darles sentido,
no siempre comienzan con una hipótesis y puede que inicien con una pregunta. Pero esa
pregunta podría ser: ¿Qué condiciones ambientales (temperatura, contaminación o nivel de
humedad) activan ciertos genes para convertirlos en on o en off? Y todo esto no está sujeto a
un plan preestablecido, sino que muchas veces los procedimientos se improvisan o alteran
(Belnap, Perloff y Xu, 2001).
Otra cuestión que el método científico tradicional parece no tener en cuenta es que,
cuando se hace ciencia, se cometen errores, se termina en fracasos, o simplemente se llega a
resultados que en ningún momento se tenían planeados, y los científicos reconocen que esos
errores y resultados inesperados pueden ser bendiciones disfrazadas. Si los resultados de un
experimento no son los que el científico esperaba, necesariamente no significa que hizo algo
mal y, de hecho, a menudo los errores apuntan a resultados inesperados y a datos más
importantes que los que inicialmente se esperaba.
La historia de la ciencia está llena de controversias y errores, que cometieron quienes
ahora gozan de reconocimiento y capacitan a los científicos del futuro. Aunque el proceso
tradicional de la ciencia es que el científico ejecute un experimento, haga un descubrimiento
y luego lo divulgue, se encuentran pocos indicios acerca de todo el proceso, paralelo, de cómo
se produjeron y de cómo influyeron en los mismos los inconvenientes, los errores, las
prácticas aprendidas, el trabajo en equipo, los accidentes ocurridos, o los acontecimientos
indirectos. No obstante, es común que las personas aprendan más de los errores y fracasos
que de los logros o triunfos, pero parecen no tener mayor relevancia para el método
científico.
Por otro lado, la ciencia reconoció desde hace tiempo que hablar, compartir y divulgar
ideas y resultados es importante para la práctica científica (Klahr, 2000). Porque de esta
manera se puede lograr la participación y colaboración de otros científicos y llegar a mejores
resultados que cuando se trabaja aislado y en secreto. Claro está, hay casos en que los
intereses económicos, los derechos de autor y la propiedad registrada también se deben
tener en cuenta, pero, en términos generales, los científicos están obligados a divulgar sus
descubrimientos para que su producción logré el impacto social esperado.
Por todo esto es necesario cambiar de forma de pensar acerca del método científico,
porque puede ser que, para algunos trabajos de naturaleza sencilla, resulte útil un
planteamiento como el que tradicionalmente describe, pero con seguridad, para la mayoría,
no es suficiente. Para hacer ciencia hoy es necesario tener mente abierta, interactuar con
múltiples disciplinas y dimensiones e inmiscuirse en problemas complicados, por lo que un
método rígido y único no es de mucha ayuda.

LIMITACIONES DEL MÉTODO


En un siglo de deslumbrantes adelantos en el desarrollo tecnológico y otros frutos de la
ciencia y la tecnología, cada vez más personas tienden a hacerse reflexiones acerca del
concepto de método científico y del proceso que subyace a esos espectaculares avances y
desarrollos. Para la mayoría el método es un proceso mediante el cual los científicos,
individualmente y con el tiempo, se esfuerzan por construir una representación del mundo
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precisa, confiable, coherente y no arbitraria (Windschitl, Thompson y Braaten, 2008). Pero,
asimismo, muchos le definen limitaciones tales como la falta de integración transdisciplinar,
visión multidimensional, no avivar la creatividad para el desarrollo de la imaginación,
observar a los sistemas como lineales, ser rígido en la percepción del universo, entre otras
(Serna y Serna, 2013; Serna, 2015). Además, hay que tener en cuenta que el trabajo científico
lo realizan personas y, en algunas circunstancias, el método no les ofrece una representación
exacta del mundo, es decir, una descripción correcta de la realidad de las cosas. Esto se debe
a que los científicos tienen creencias personales y culturales que influyen sus percepciones e
interpretaciones de los fenómenos que estudian, por lo que si el método, en el proceso de
verificación, no elimina la mayor parte de estos prejuicios, las hipótesis falsas pueden
sobrevivir al proceso de prueba y ser aceptadas como descripciones correctas del
funcionamiento del mundo. Esto ha sucedido en el pasado y también está sucediendo hoy
(Kuhn, 2005).
La ciencia vista desde la óptica del método científico tradicional es reduccionista,
analítica, absolutista y basada en la lógica binaria, por lo tanto, capaz de analizar el
comportamiento simple y de resolver problemas sencillos, con base en una estadísticamente
significativa relación lineal entre una causa variable y un efecto variable. Además, las
predicciones sobre los estados virtuales, pasados y futuros de los sistemas simples se pueden
realizar, mediante extrapolación lineal o exponencial (linealidad logarítmica), dentro de las
condiciones experimentales que expresa el método, y la prueba científica o evidencia se
acepta, al menos en teoría, absolutamente segura. En esta interpretación el marco de
referencia imperante en la ciencia relativista se ha convertido a sí mismo en una co-variable
determinante del comportamiento general del sistema en cuestión, pero sin alterar sus
intrínsecas relaciones lineales o exponenciales (Klahr, 2000). Sin embargo, el principal
problema de esta interpretación de la ciencia es su incapacidad fundamental para detectar
las relaciones complejas entre dos o más entidades.
Esas limitaciones se hacen más evidentes si se interpreta a la ciencia de forma diferente
y se observa, por ejemplo, desde la teoría de la Complejidad, porque desde esta perspectiva
la ciencia se basa en un orden complejo multifactorial, que incluye a las propiedades
complejas y al comportamiento complejo, es decir, alternando eventos seudo-sencillos con
seudo-caóticos fortuitos alternos (Lehrer y Schauble, 2006). De esta manera la ciencia es
capaz de analizar fenómenos simples y complejos y de resolver problemas sencillos y
complejos causados por la interacción de diversas propiedades y disciplinas. Si un científico
conoce el estado inicial o real de un sistema complejo podrá realizar predicciones acerca del
pasado y del futuro (estados virtuales) mediante simulación por computador, y un método
científico estructurado para este tipo de ciencia se lo debe permitir sin restricciones. Así
mismo, y debido a este enfoque complejo de la ciencia, le será posible estudiar la naturaleza
y el grado de simplicidad y complejidad de las interacciones entre las variables de los
sistemas involucrados, la sucesión probabilística de los eventos seudo-sencillos
relativamente estables y de los seudo-caóticos fortuitos, así como de los patrones de
comportamiento y de las tendencias que ocurren dentro de los sistemas complejos. En
resumen, la ciencia es multifactorial, relativista, multidimensional, transdisciplinar, compleja
e intrínseca o probabilísticamente incierta y, para comprenderla e intervenirla, se necesita
un método que le permita al científico dejar volar su imaginación y ser creativo al realizar su
trabajo.

COMPLEJIDAD Y MÉTODO
Por mucho tiempo el método científico cartesiano ha sido el pilar de la investigación
científica, pero, en la misma medida que la sociedad ha progresado y que las edades del
desarrollo han revolucionado el conocimiento, ese método requiere ser revaluado. La misma
comunidad científica lo percibe de esta forma y emerge una nueva metodología para hacer
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ciencia y para descubrir y gestionar conocimiento. Una de las causas de esta revolución es el
reconocimiento de la complejidad de los contextos en los que actualmente se investiga y en
la que, si el objetivo es intervenir el universo, es necesario cambiar la forma de verlo e
investigarlo (Lewandowska, 2009).
Cuando se propuso el esbozo de lo que sería el método los científicos no contaba con una
guía generalizada que les permitiera realizar adecuadamente su trabajo, por lo que la
propuesta fue amplia y rápidamente aceptada. Pero el contexto era otro: los científicos no
estaban en comunicación permanente y los resultados no se conocían con rapidez; no
existían comunidades científicas; los problemas eran simples; el conocimiento estaba
disperso; las disciplinas eran islas sin integración; y la sociedad no exigía demasiado porque
no era fácil leer ciencia. Por el contrario, en el contexto actual: la divulgación es una exigencia
a la labor científica; las comunidades científicas son profesionales y globales; los problemas
sociales son complejos, complicados y se incrementan rápidamente; el conocimiento es
global; la ciencia es multidimensional y transdisciplinar; la sociedad exige ampliamente; y la
ciencia se ha masificado y muchas más personas la pueden leer (The Sigma Scan, 2012). Para
hacer ciencia hoy es necesario interconectar el conocimiento desde diversas perspectivas y
fuentes, porque los problemas son integrales y sus soluciones deben responder a esas
características.
Por lo tanto, mientras que antes el trabajo científico era una cuestión lineal, formateada y
rígida, actualmente no es posible hacerlo de esa manera. El proceso de llevar el conocimiento
a la investigación científica, o viceversa, exige una integración amplia de saberes, principios
y metodologías, por lo que el valor de la teoría de la Complejidad radica en su potencial para
enriquecer la comprensión de las relaciones entre los resultados globales y las decisiones
individuales. A medida que los científicos se hacen más conscientes de la naturaleza
interconectada del universo, son más cautelosos acerca de atribuirles a los eventos las
relaciones simplistas de causa-efecto. Para ello se necesitan nuevos enfoques que permitan
comprender los fenómenos emergentes, es decir, esos patrones complejos que se derivan de
múltiples interacciones simples. La teoría de la Complejidad surge entonces como un campo
científico para clarificarlos y, junto con las Ciencias Computacionales, facilitar modelados y
simulaciones cada vez más precisos de estos sistemas e incrementar el nivel de comprensión
de su comportamiento (Gershenson y Heylighen, 2004).
En este contexto, y con el fin de estudiarlos, el método científico debería llevar a la ciencia
por el camino de la reducción de los sistemas en sus componentes. Sin embargo, sus
limitaciones no permiten ofrecer una mejor comprensión de las propiedades de los
elementos individuales de los sistemas y, mucho menos, de su complejidad como un todo. La
teoría de la Complejidad ofrece una solución a este problema al considerar que todos los
sistemas son complejos, que tienen componentes interconectados y que en conjunto
presentan propiedades que no son evidentes en las partes individuales. Además, que los
sistemas complejos son no-lineales, es decir, que sus causas y efectos no son proporcionales
entre sí. Por lo tanto, cuando un sistema de elementos interconectados refleja un
comportamiento de adaptación, o posee la capacidad de cambiar y aprender de la
experiencia, se define como un Sistema Adaptativo Complejo y en su interior el control, en la
medida en que existe, es descentralizado, por lo que el futuro del sistema o de su
comportamiento es difícil de predecir. Estos sistemas son los que conforman el universo y la
sociedad actuales y su estudio requiere un método científico con nuevos enfoques y
herramientas para que, mediante el software y el hardware que tiene a su alcance los
científicos, aprovechen las ventajas de los desarrollos tecnológicos para modelar y simular
esos sistemas y sus comportamientos (Phelan, 2001).
Incluir en el método científico a la teoría de la Complejidad permitiría comprender e
intervenir estos sistemas de mejor forma y le permitiría evolucionar en el sentido de dejar
de mirarlos como lineales, porque los problemas científicos son dinámicos y están
interconectados con diferentes disciplinas y dimensiones. Si la noción tradicional del método
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científico no se reevalúa sería casi inútil tratar de solucionar los futuros problemas de la
sociedad. La teoría de la Complejidad sugiere que, a menudo, los problemas se tratan mejor
desde la perspectiva de las disciplinas más cercanas a la cuestión, porque las interconexiones
son más claras y los intercambios entre sus diferentes componentes se pueden comprender
mejor. Pero el método tradicional no tiene en cuenta esta descentralización del conocimiento
y sus pasos trazan lineamientos que contradicen la realidad, por lo que las responsabilidades
del estudio se encuentran centralizadas, mientras que los sub-sistemas del problema son un
conjunto de complicadas interconexiones subyacentes.

PENSAMIENTO COMPLEJO Y MÉTODO


Es interesante observar cómo el concepto de complejidad ha comenzado a influir el trabajo
y el pensamiento científico. Actualmente se habla de dos corrientes en la ciencia, por un lado,
la del mundo racional newtoniano y, por otro lado, la del mundo caótico emergente. Además,
también se acepta que existen procesos de rompimiento entre estas visiones y muchos
científicos han comenzado a explorar nuevas teorías y metodologías, que podrían utilizar en
la investigación actual y futura, y plantean cuestiones interesantes acerca del diseño de
métodos que incorporen diferentes disciplinas y que tengan en cuenta el trabajo colaborativo
como características cada vez más necesarias (Berlin, 1990). Sin embargo, todavía hay
mucho camino por recorrer en el pensamiento desafiante que domina desde hace tiempo
estos principios; aun así, es claro que la sociedad necesita tomarse algún tiempo para analizar
la necesidad de un nuevo pensamiento radical, que tome su lugar en el centro del proceso de
la ciencia.
La idea de desarrollar un método científico que involucre al Pensamiento Complejo desde
diferentes disciplinas, para crear un conjunto homogéneo, es una cuestión prioritaria. Por
ejemplo, ¿cómo fusionar el modelo que desarrolla un neurocientífico, para comprender el
impacto que causa el estrés emocional en la función cognitiva, con un modelo
macroeconómico, construido por un economista para formular una política económica en
tiempos de recesión? Parece descabellado, pero es un ejemplo del impacto que se podría
lograr al avanzar en nuevo método científico y es algo de lo que trata Morin en su paradigma
de la complejidad (Lewandowska, 2009). Todo esto debe llevar a la cuestión de cómo y si
este tipo de trabajo, transdisciplinar y multidimensional, contribuirá a la evolución del
método científico y al desarrollo de la capacidad humana para poner a prueba ideas
científicas que van más allá del ámbito de la experimentación. La sensación es muy positiva
acerca de un futuro así y se espera que el Pensamiento Complejo colabore para lograr este
cambio de mentalidad en la forma de hacer ciencia.
Debido a que la ciencia continuará sorprendiendo con lo que descubre y crea, entonces
no es de asombrar que ella misma reconozca las pautas para estructurar nuevos métodos. En
el centro de esta auto-modificación de la ciencia se encuentra la tecnología, porque los
nuevos desarrollos tecnológicos generan nuevas estructuras de conocimiento y nuevas
formas de realizar descubrimientos. Además, ya que el objetivo de la ciencia es conocer
nuevas cosas y su evolución es conocerlas de nuevas maneras, su evolución no es tanto el
cuerpo de lo que se sabe sino la naturaleza del conocimiento. Por lo tanto, el propósito de la
ciencia debe ser construir un cuerpo coherente y convincente de ideas acerca del
pensamiento a largo plazo, con el objetivo de ayudarle a la civilización a alcanzar las metas a
través de una adecuada gestión del conocimiento necesario.
La ciencia es el proceso de cambiar la forma en que se conocen las cosas y es la base de la
cultura y la sociedad, porque mientras las civilizaciones van y vienen la ciencia permanece y
crece de manera constante, pero siempre mirándose a ella misma porque la recursividad es
su esencia. Una forma particularmente fructífera de mirar la historia de la ciencia es analizar
cómo, en sí misma, ha cambiado con el tiempo, pero con la vista puesta en lo que podría
sugerir una nueva trayectoria en el futuro. Por lo tanto, si el trabajo científico no se aleja del
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método tradicional, la ciencia tendrá muchos inconvenientes para avanzar al mismo ritmo
en que se incrementan y complican los problemas de la sociedad. Se requiere un nuevo tipo
pensamiento, que vea la integralidad de los sistemas desde una perspectiva compleja, en la
que el Pensamiento Complejo indique el camino a recorrer para encontrar una solución.

CONCLUSIONES
La ciencia moderna comienza cuando se logra demostrar que las leyes físicas, que
gobiernan el planeta, son las mismas que rigen el universo en su conjunto, y cuando los
modelos cosmológicos comienzan a resolver el problema de la génesis del universo.
Entonces, surgen dos enfoques explicativos: 1) el que lo asume como que cambia en el tiempo
desde un inicio hasta un mínimo infinito, con base en la suposición de que si algo no tiene
tiempo de origen entonces no existe nada que necesite ser explicado, y 2) el que sugiere que
el cosmos pudo surgir de la nada y aplica pruebas de construcción de modelos para
representarlo. Pero la física suministra una descripción de esta compleja realidad y unifica
todo el cosmos en la gama de sus leyes. Además, describe detalladamente cada uno de los
elementos del universo, incluso en el rango de trascender sus propiedades físicas, en
situaciones en las que los considerados están involucrados en el análisis de la evolución de
la vida biológica y se comienza así a percibir la lógica de la existencia del mundo. En la
secuencia causa-efecto la lógica conduce desde y hacia la causa primera y, por
consideraciones científicas, la lógica que define la existencia del mundo puede ser a la vez el
punto objetivo, cuando la biología pasa a través de la física hasta la lógica, o el punto de inicio,
cuando lo que interesa, en primer lugar, es la estructura ontológica del mundo (en la
dimensión ontológica de la complejidad), y posteriormente en cómo las leyes físicas
gobiernan la complejidad biológica de la compleja realidad circundante. Este enfoque, con
respecto a la racionalidad y la objetividad que van de la lógica a la física y de la física a la
biología, parece ser una metodología bien justificada de las teorías científicas de la compleja
realidad actual.
Esta realidad es el contexto en el que trabajan los científicos actualmente y en la que el
método científico cartesiano tradicional no les ofrece las herramientas necesarias para
desarrollar el proceso de la ciencia. El dinamismo, complejidad, multidimensionalidad
transdisciplinariedad de la ciencia en este siglo la obligan a utilizar herramientas y principios
de la teoría de la Complejidad y el Pensamiento Complejo, pero que no tienen cabida en un
método rígido, lineal y predecible. La nueva visión del universo y los desarrollos tecnológicos
seguirán cambiando aceleradamente y las disciplinas interactuarán cada vez con mayor
dependencia una de otras, por lo que se puede vislumbrar una nueva revolución científica.
Una revolución de la que harán parte conceptos como la lógica, abstracción y modelos
computacionales, y principios como el razonamiento lógico, cómo aprenden las personas y
la multidimensionalidad del conocimiento, y cuya integración y puesta en marcha necesita
un método científico basado en el paradigma de la teoría de la Complejidad y el Pensamiento
Complejo, y orientado a aprovechar la creatividad y la imaginación de los científicos.

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