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Absolution - LP Lovell & Stevie J. Cole

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NOTA

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Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que


suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.

Algunas autoras ya han descubierto los foros que traducen sus


libros ya que algunos lectores los suben al Wattpad, y piden en sus
páginas de Facebook y grupos de fans las direcciones de los blogs de
descarga, grupos y foros.

¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema


que están enfrentando y contra el que luchan todos los foros de
traducción. Más libros saldrán si no se invierte tiempo en este problema.
Igualmente por favor, no subas capturas de los PDF a las redes sociales y
etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la traducción de
un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a sus grupos y
comentes que leíste sus libros, ni subas capturas de las portadas de la
traducción, recuerda que estas tienen el logo del foro o del grupo que
hizo la traducción.

No continúes con ello, de lo contrario:

¡Te quedaras sin Wattpad, sin foros de


traducción y sin sitios de descarga!
Gracias por el amor y el apoyo, Erotic By PornLove es una
producción de PornoAmor, un grupo donde amamos inculcar el amor a la
lectura. Donde su grupo de traducción trabaja duramente para que
disfruten descubriendo bellas historias, llevando a todas las lectoras
nuevas historias que solo están en inglés.

PornoAmor nació́ de chicas que aman la lectura erótica romántica.

Grupo creado por sus tres fundadoras y creadora;

ChicaPornoamor

LaTiniebla

Samfalco

QUE VIVAN LOS VIERNES DE PORNOAMOR


ADVERTENCIA: El propósito de esta historia es sacarte de tu zona de
comodidad. Puede haber temas en este libro que le parezcan repulsivos o
moralmente erróneos, esa es la intención. El personaje principal proviene
de un culto religioso, así que por favor recuerde que la religión dentro de
estas páginas no es una religión "real". Hay elementos en este libro que
algunos pueden llamar BDSM, pero esto NO es BDSM. No hay respeto,
no hay palabra de seguridad, no hay límite, por favor tenga esto en
cuenta ya que tenemos un profundo respeto por las personas que
practican ese estilo de vida. Hay elementos de abuso, violencia y sexo
explícito. Si usted no está de acuerdo con la posibilidad de ser arrastrado
fuera de su zona de comodidad, es posible que no quiera leer este libro.
Cuándo des vuelta la página, serás arrojado a la mente de un psicópata.
A veces las cosas pueden parecer incoherentes, y lo más probable es que
usted se sienta abrumada/o y ese era el plan. Oh, y sí, las cursivas en
los capítulos de Evie, esa es su pequeña voz demoníaca que le habla.
Feliz lectura!
Sinopsis
Evie
Todos los pecados son iguales a los ojos de Dios, pero yo no soy Dios. Un
pecador me hizo su pecado, y no puedo dejar que hombres como él
vivan. Quiero matarlos. Cada. Previo. Uno.

Ezra James no es diferente. Iba a matarlo, pero entonces me encontré


obsesionada y poseída de la manera más reverente. Yo me convertí en
su pescadora, y él se convirtió en mi pecado, pero la paga del pecado es
la muerte, así que debo matarlo.

Ezra
El hijo de una prostituta, criado por criminales, moldeado para encajar
en un mundo sin moral. Nunca me importó una mierda hasta la noche
en que vi a un hombre caer muerto a los pies de mi pequeña asesina.
Ella llamó a mi depravación, y todo en mí exigía que la tomara, la
poseyera, la poseyera. Algunos monstruos se esconden detrás de las
caras de los ángeles.

Maldita sea. Rota. Irredimible.

A través de la sangre, se encontrará la absolución.


Índice
Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14
Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33
Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45
Prólogo

La puerta de la cocina cruje, pero no me molesto en dar la vuelta.


—Evelyn —la voz de mi padre suena enojada. —¿Qué has hecho?
¡Pecadora!

Subo la temperatura a la vista, viendo el aceite en la sartén de hierro


chispeando y burbujeando. No voy a reconocerlo. Evelyn, también es su
culpa. Mi voz interior susurra. Él no te protegería. Él es el que dijo que
Zacarías es justo. Apretando mis ojos cerrados, sacudo la cabeza y hago
que mi pequeño demonio se calle mientras mis dedos agarran el mango.

—¡Evelyn! —. Me doy la vuelta para enfrentarme a él justo a tiempo para


un golpe al revés en los labios. La sangre se derrama en mi boca—. ¿No
has aprendido tu lugar?, diecinueve años y sigues siendo una putita
desafiante como lo era tu madre —Sus ojos arden de ira y resentimiento
mientras me mira, su mandíbula temblando mientras él sacude el
escozor de su mano. Está mal, Evelyn. Todo esto está mal. Mentirosos.
Pecadores. Blasfemia. ¡Cállate! Haz lo correcto. Necesitas perdón. Mi
padre me agarra de la nuca y yo me estremezco—. ¿Cómo puede la
gente seguirme como su líder si mi propia hija no aprende su lugar?,
eres una desgracia para la obra de Dios, repugnante y miserable. Haces
pecar a los hombres, y Dios te odia por ello.
Sin pensarlo, tomo la pesada sartén y la balanceo. Hay un fuerte crujido
cuando la sartén se encuentra con el costado de su cara, y él se cae
hacia atrás, su cuerpo haciendo un fuerte ruido cuando golpea el piso de
baldosas. El choque ondea a través de mí mientras observo el líquido
rojo oscuro que brota de la herida en su frente. Cuando caigo de rodillas
junto a mi padre, todavía estoy agarrando la sartén con las manos.
Él dejó que Zacarías te hiciera daño. Levantando la sartén por encima de
mi cabeza, uso tanta fuerza como mi delgada estructura puede reunir
para golpearle de nuevo. La sangre salpica sobre el azulejo blanco. Él te
golpeó. Le golpeo el cráneo otra vez con la sartén pesada. Te ha
convertido en un monstruo a los ojos de Dios. Ya no soy yo quien le
golpea la cabeza con la sartén una y otra vez. Es este demonio que ha
estado tratando de salir de mí todos los días desde que tengo memoria.
Y por un momento, todo se vuelve negro. Puedo sentir mis brazos
repartiendo golpe tras golpe. Oigo el espantoso crujido de los huesos, el
sonido húmedo de la sartén golpeando su cara destrozada, pero estoy
desconectada.

Sin aliento, con el pecho agitado, la cara cubierta con una mezcla de
lágrimas y sangre, regreso al presente. Tiro la sartén por un lado y cruzo
el suelo con las manos y las rodillas lo más lejos posible de la masacre
que tengo enfrente. Trato de limpiarme la cara pero me doy cuenta de
que mis manos están cubiertas de sangre. Mi corazón está en mi
garganta en un bulto tembloroso. Mira lo que has hecho, Evelyn.
Qué desastre has hecho en todo el piso limpio de la cocina.

—Perdóname por lo que he hecho. Borra estos pecados… —Me ahogo en


un sollozo porque el asesinato es un pecado, pero no siento culpa—.
Perdóname por… —Nada. No te perdona por nada porque este hombre
permitió que te hirieran una y otra vez. Evelyn, él lo hizo para limpiarte.
Mi mente se arremolina a través de un calidoscopio de recuerdos, la
bobina se detiene violentamente en uno en particular.

Lloro porque Zacarías me dijo que me mataría si se lo contaba a alguien,


pero prefiero morir a seguir tomando su forma de castigo. El dolor es un
castigo, pero lo que Zacarías me hace es mucho más que dolor. Mi padre
me mira fijamente. —Has pecado, Evelyn —Él sacude la cabeza en señal
de desaprobación—. En tus manos y rodillas —Tiemblo pero hago lo que
me dice y me someto a su demanda como nos han enseñado a todos.
Oigo gemir las bisagras de su puerta del armario, y sé lo que él está
tomando. Esto no es lo que yo esperaba, esperaba que él me protegiera,
pero sé que no debo cuestionarlo porque ese será otro pecado del que
necesitaré ser limpiada.

Bloqueo el dolor a medida que el cuero se desgarra en mi espalda.


Ignoro los nombres vergonzosos que mi padre me llama mientras
profundiza en mi desagravio. He aprendido a aceptar esto. Me han
enseñado que este dolor te acerca a la justicia, que con cada cicatriz nos
curamos. Somos imperfectos, y nuestros pecados deben estropear
nuestros cuerpos para no estropear nuestras almas. Pienso en mis
pecados mientras me golpea y para cuando termina, me siento limpia.
Siento que mi cuerpo está roto ahora para que mi alma pueda sanar,
y me pregunto si esto es lo que es para los otros que mi padre llama
blasfemos. Me pregunto si la gente que no hace más que confesar sus
pecados puede sentirse absuelta porque seguramente debe haber dolor
para ser perdonado.

—¿Evelyn?

Levanto la vista y encuentro a mi hermana Hannah, aferrada al marco de


la puerta, con la cara blanca, con la mirada fija en el cuerpo sin vida de
Padre.
Ambas están a salvo ahora, Evelyn. Corre. Yo trago. Estoy de pie. Mis
piernas se tambalean por el miedo que aún me recorre. —Tenemos que
irnos, Hannah. Dios me dijo que debíamos irnos.
Capítulo 1
Evie

Cuatro años después

La gran puerta de madera de la catedral se abre y me tropiezo en la


oscuridad. Trazo las puntas de mis dedos sobre los bancos de madera,
guiando mi camino hasta que llego al altar y caigo de rodillas.

—Perdóname —respiro, con la voz atrapada en la parte posterior de mi


garganta. Mis susurros urgentes resuenan en los techos inclinados y
espero una respuesta que sé que nunca llegará—. Perdóname Padre por
lo que estoy a punto de hacer... —Inclino la cabeza y me aprieto el
pecho.

Confesando mis pecados, pidiendo perdón, todavía no he captado este


concepto. Nunca se siente como si estuviera perdonada. ¿Cómo puede
algo tan simple como pedir perdón absolverte de tus pecados? ¿Qué
penitencia hay si no hay dolor?. Aprieto los puños, apoyo la cabeza
contra el escalón y me escucho respirar, inhalando, exhalando,
inhalando...

—Por favor, toma mi belleza y úsala como quieras… —La belleza es mala,
Evelyn. El recuerdo de mi padre aparece, golpeándome porque un
hombre me llamó bella. Mis uñas arañan la alfombra cuando
involuntariamente me pierdo en ese recuerdo.

—¡No te estremezcas! —me grita—. ¡No llores! da gracias a Dios por


permitirte ser limpiada de tu pecado. Aprende a amar este dolor porque
es lo único que te mantiene limpia —. El cinturón golpea la piel de
nuevo, y yo aguanto la respiración, forzando mi espalda a permanecer
rígida para que no se incline y se aleje del dolor—. La belleza es una
marca del diablo, y a pesar de que he rezado por ti durante dieciocho
años, el diablo aún vive dentro de ti. Igual que lo hizo con tu madre.
—Otro fuerte crujido suena cuando el cuero cae por encima de mi
hombro—. Reza, Evelyn, —dice con tanta rabia que temo que esta vez
me golpee hasta matarme—. Reza donde pueda oírte.

Cierro los ojos y exhalo. —Querido Señor, por favor perdóname por mi
belleza... —Un estallido. El dolor repentino me detiene a mitad de la
frase, pero me apresuro a continuar mi oración—. Por favor, no quiero
ser una tentación. No quiero ser una pecadora.

—Eres un pecado, Evelyn. No una pecadora. Tú eres el pecado, y vas a


tener que rezar mucho más duro que eso para ser liberada de tus
cadenas. —Una paliza.

—¡Perdóname! —Grito, suplico—. Perdóname por ser un pecado, por ser


una creación del diablo. Perdóname por el pecado que impongo a los
demás, te lo ruego… —Otro estallido. Mis puños aprietan alrededor de la
plataforma de madera de mi cama. Las lágrimas corren por mis mejillas,
y quiero llorar, quiero sollozar, pero sé que si lo hago sólo empeorará las
cosas. Necesito algo peor para ser limpiada. Me chupo las lágrimas.
—Perdóname, perdóname, perdóname.
Las campanas de la vieja catedral tintinean, el profundo estampido me
arranca de esa pesadilla. Mi corazón se sienta en la parte posterior de mi
garganta, golpeando y forzando un delgado brillo de sudor sobre todo mi
cuerpo.

—Perdóname. Amén —. Me ahogo al asimilar el silencio que me rodea.

Me alejo del altar y me dirijo hacia el pasillo. La pesada puerta gruñe


cuando la abro, y el viento helado me azota el pelo alrededor de la cara.
Con mi abrigo en la mano, salgo a la acera y la bulliciosa multitud de
Manhattan me traga rápidamente.

Varios hombres pasan junto a mí, mirando mi cuerpo. Sus ojos recorren
mis piernas desnudas, y yo jalo el dobladillo de mi falda. Si no fuera
guapa, ellos me dejarían en paz. En algún momento, oré para que Dios
me quitara mi belleza, pero he aprendido a abrazarla y a verla como una
herramienta. La belleza y el sexo son las armas más poderosas que una
mujer puede manejar, y pueden poner a cualquier hombre de rodillas en
cuestión de segundos, dejándolos mendigando y a tu merced. Y yo, los
quiero a mi merced.

A pesar de que es un corto paseo hasta el apartamento de Matthew,


estoy casi congelada cuando llego a su edificio. Llamo a la puerta y
espero. Hace un mes, no era más que una puta para Matthew. Alguien a
quien él le pagó para que le diera una buena follada. Después de la
primera vez, me lo follé por dinero, lo seguí durante varias semanas,
viéndolo llevar a casa a una puta diferente cada noche.

Pero yo cambié eso.

He pasado los últimos meses persiguiéndolo, haciendo que me desee,


haciéndole sentir que me necesita. Hacer que me ame. Es una mentira.
Soy lo último que necesita. Soy la muerte vestida como su deseo más
profundo: una mujer débil. Pero no soy débil.

La puerta se abre y allí está Matthew, con la cerveza en la mano y


sonriendo. —Hey Matthew —Le arrullo en un tono entrecortado y sexual
cuando entro, cerrando la puerta detrás de mí.

Agarra mis caderas y tira de mi cuerpo hacia el suyo mientras un gemido


enfermizo le presiona los labios. Sus sucias manitas se mueven hacia mi
culo y me aprietan. —Eres tan jodidamente sexy —Su boca está contra
mí cuello, su aliento cálido soplando contra mi piel cuando susurra—,
Hueles como algo que quiero comer.

Me trago el ácido que me quema la garganta y me obligo a sonreír.

Honestamente, tengo arraigada en mi alma la idea de esconder la cabeza


cuando un hombre me toca. Pero el sexo es un medio para un fin. Algo
que los hace vulnerables. Y me entero de todas sus vulnerabilidades.

Me lleva de vuelta por el pasillo hasta la cama, sus manos tocando


torpemente mi cuerpo, aferrándose a mis curvas. Dejo caer mi bolso al
suelo cuando la parte de atrás de mis piernas golpea el colchón, y me
caigo en la cama, aleteando mis pestañas hacia él mientras enrollo un
lado de mis labios en una sonrisa seductora.

Él se muerde el labio inferior, arrancándose la camisa por la cabeza.


Obligo a mis ojos a seguir el rastro de su cuerpo. Su estómago es duro,
tallado, sus brazos son un ejemplo perfecto de cómo debe lucir un
hombre. Es una pena que sea un pedazo de mierda. Arrastro mi mirada
hasta su entrepierna, y ahí se congela. Los hombres quieren sentir que
están siendo adorados. Le hago creer que lo deseo. Le hago sentir como
si quisiera que sus sucias y asquerosas manos me tocaran por todas
partes.

—Lo que voy a hacer contigo… —gruñe mientras me pone la falda


alrededor de las caderas y me arranca el tanga, tirándola a un lado de la
habitación.

Lo que yo voy a hacer contigo.

Lo que quiero es hacer que me pida perdón mientras le corto la


garganta, pero con el paso de los años he encontrado que la sangre hace
que todo sea demasiado complicado. Estudias a la persona, aprendes
formas de matar que nadie cuestionará jamás, y este hombre justo aquí
"perdóname Padre", este hombre justo aquí tendrá una sobredosis
conmigo o sin mí. Sé que tiene un problema de drogas. La primera vez
que entré en su apartamento, encontré una gran cantidad de
medicamentos caros esparcidos sobre la mesa de café. Toda su familia y
amigos asumirán que es una sobredosis y lo enterrarán a dos metros
bajo tierra. Justo cuando estoy pensando esto, Matt separa mis muslos y
entierra su cara entre mis piernas. Cierro los ojos y lucho contra la
sensación de pecado que me invade como insectos. Su boca está
húmeda, caliente y sucia. No me permito disfrutar esto, pero hago el
papel. Yo gimo, le agarro el pelo y lo encajo entre mis dedos. Muelo mis
caderas sobre él, montando su cara mientras le digo que me folle. Grito
su nombre. Le hago creer que es un Dios cuando no es más que un
miserable pecador.

De repente, su boca está fuera de mí, y se desliza a mi lado en la cama,


empujando sus pantalones hacia abajo y liberando su polla dura.

Me inclino sobre él y coloco mis labios a centímetros de los suyos.


—Espera —Susurro mientras le cojo la polla. Quiero apretarlo hasta que
la circulación se interrumpa, hasta que la cabeza de su pene se congele y
se adormezca, pero no lo hago. Me imagino ese escenario mientras subo
y bajo mi puño por su polla.

—¿Esperar? mi polla está a punto de explotar, Evelyn.

—Uh-uh —Tomo mi bolso al pie de la cama y agarro el frasco de píldoras,


tirando un puñado de pequeñas píldoras azules en la palma de mi mano.
Las miro y rápidamente veo la que tiene una "A" tallada. Tomo esa, la
coloco en la punta de la lengua y me la trago. Extiendo mi mano,
sonriendo porque acabo de tomar una aspirina, pero eso no es lo que él
está a punto de tomar.

Levanta una ceja y su mirada se eleva hacia la mía. —¿Qué es eso?

—Veneno —me río—. Oh, vamos Matthew, es una maldita éxtasis. No me


digas que no lo haces. Sé que lo haces. —La mayoría de los hombres
sabría que no debe confiar en una puta, pero no soy como la mayoría de
las putas...

—Joder, ¿dónde has estado toda mi vida, eh? —Se ríe, complacido y
toma una sola pastilla, la coloca en la punta de la lengua y luego la
traga—. Hermosa y sucia, y sabe cómo divertirse. —Oh, estaba
esperándote, cariño. Esperándote a ti...

Tomo el látex de la mesa auxiliar, rasgo la lámina con mis dientes y la


hago rodar por su erección. Me coloco a horcajadas sobre él y me
empujo a mí misma alrededor de su erección espasmódica. Follar con él
me hace sentir tan sucia, pero vale la pena el producto final. Rezaré una
y otra vez para que me perdonen porque seguramente Dios entiende que
un hombre está en su punto más débil cuando está enterrado dentro de
una mujer. Mantengo mis ojos entrelazados con los de Matthew,
observando atentamente mientras lo monto, lento al principio, luego más
rápido y más fuerte.

Lo miro fijamente. Necesito una cosa más de él antes de que muera. Yo


necesito controlarlo completamente. —Dime que me amas. —Su ceño se
profundiza, y yo dejo de moverme.

—¿Qué? —pregunta.

—Dime que me amas.

—Quiero decir... —se ríe—, ¿Qué, estamos jugando a los roles ahora?

El calor se extiende por mi cara. No tengo tiempo para esto. —Sólo


hazlo. Dímelo —. Le digo, moliendo lentamente sobre su pequeña polla
enferma.

—Te amo, Evelyn. —Dice con sarcasmo.

Ese demonio dentro de mí se lamenta porque él no lo hace. Está


mintiendo. Finge que me ama, igual que fingió que amaba a la chica
antes que a mí, y como fingiría amar a quien quiera que viniera después
de mí si esta no fuera su última noche en esta tierra. Todos los hombres
mienten. Él nunca me salvaría ni me protegería. Soy como una vasija
para que la use y la tire, pero no Matthew, no. ¡Esta noche te voy a tirar!

Diez minutos después, el sudor gotea entre mis pechos y su respiración


se hace más profunda. Se agarra al cuello de mi vestido, empujando el
material por debajo de mis pechos. Sus ojos revolotean, su pulso se
abre. Está luchando contra ello, mantiene abiertos sus ojos de par en par
antes de que se cierren en contra de su voluntad. Pequeñas gotas de
sudor se forman en su frente y ruedan por sus sienes. Se sigue lamiendo
los labios, y sé que es porque se le ha secado la boca. Sus manos caen
de mi pecho a la cama, y yo lo monto más fuerte.

—Mírame, —digo, y sus ojos se abren lánguidamente—. Mírame.

—Yo no… —sus palabras se arrastran, sus ojos giran en su cabeza como
el agua que rodea un desagüe—. ¿Qué hiciste? Eso. Yo... no siento...

Lo monto rápido, fuerte, enojada. Estoy tan enojada porque no soy el


pecado. Él lo es. Y estoy sacando este pequeño trozo de mal del mundo.
Lo estoy haciendo bien. Su juicio ha llegado, y es culpable. Y la paga del
pecado es la muerte.

Dejo de follarlo, y estoy a horcajadas en su estómago mientras lo miro


fijamente. Su cara se retuerce y se transforma y ahora todo lo que
puedo ver debajo de mí es a Zacarías. Su cabello oscuro, sus ojos azules.
La persona que me rompió una y otra vez. El hombre que me hizo su
pecado. La razón por la que asesiné a mi padre. La persona que nos
obligó a mi hermanita y a mí a huir. La persona que obligó a Dios a
elegirme para llevar a cabo su voluntad matando a hombres como él.
Cada vez que mato a un hombre lo único que veo es la cara de Zacarías
porque no quiero nada más que matarlo, y con cada hombre como él, lo
hago. Mato una pequeña e insignificante parte de ese mal que vive
dentro de mí.

—Esto es lo que te mereces, Zacarías. Te hiciste esto a ti mismo.

Veo a Matthew jadear por el aliento, y la vida es una cosa preciosa,


preciosa, pero ver el mal mientras es succionado de este mundo como un
vórtice es una cosa hermosa. Ya no está luchando contra la muerte; la
está abrazando. Sus ojos se cierran y su pecho se eleva en oleadas
irregulares. Pongo mi cabeza sobre su pecho y escucho el lento sonido de
su corazón luchando por cada latido. Me muevo de su estómago,
tumbada a su lado y sonriendo mientras trazo mi dedo sobre la
hendidura de sus pectorales. —Hombres como tú merecen algo mucho
peor que esto, pero si yo me deleitara con esto, bueno, eso sería un
pecado, ¿no?

Me quedo allí un minuto más o menos hasta que el ruido irregular que
hay en medio del silencio, y su pecho dejan de elevarse. Me bajo de la
cama, me bajo la falda y me aliso el pelo. Sus ojos finalmente fijos en el
techo con una mirada vidriosa, sus labios ligeramente abiertos. Tomo
unas cuantas pastillas y las esparzo sobre la cama. Cuando llegue la
policía, pensarán que se metió un montón de drogas. Y en cierto modo,
eso fue...

Tomo un paño del baño, saco el condón y me limpio de él, metiendo el


trapo húmedo en mi bolso. Al salir de su apartamento, mis ojos se posan
sobre una Biblia en el centro de su estantería. Me acerco, la saco de la
estantería y la agarro por debajo de los brazos cuando me voy.
Capítulo 2
Ezra

El cinturón hace un crujido resonante cuando se encuentra con su piel.


Ella grita, con la espalda inclinada. Su cuerpo desnudo se presiona contra
la gruesa madera de la cruz y cada vez que se aleja del dolor, las correas
de cuero le muerden las muñecas.

—¡Tómalo, María! —Le grito, golpeando el cinturón contra la parte


trasera de su muslo esta vez. Ella grita y se retuerce desesperadamente,
sometiéndose a la reacción natural de su cuerpo.

Lo que hago es manipulación psicológica más que nada. Tengo que


anular su instinto de supervivencia. Tengo que hacer que me desee, que
quiera complacerme, que quiera soportar el dolor. Pero, todavía quiero
su miedo, sus gritos, sus lágrimas. No quiero su sumisión. ¿Por qué?
porque la sumisión no me hace ganar dinero. Es por su miedo por el que
mis clientes pagan mucho dinero.

Hay un mercado para todo, y el mundo está lleno de cabrones enfermos.


Resulta que soy un hombre que explota sus jodidas fantasías. Se trata de
la oferta y la demanda.
Apenas puedo recordar un momento en el que no haya necesitado esto,
prosperado con esto, queriendo esto.

Seamus, mi padre a todos los efectos, dijo que todos tienen su lugar en
este mundo. Están los que tienen poder y los que sirven a los que tienen
poder. Y para que yo evolucionara en lo que él quería, me puso en una
posición de autoridad, y me enferme con ello. Cuando le pego a María,
pienso en la primera vez que le di con un cinturón a una puta.

Él puso un cinturón en mi mano, y lo miré fijamente mientras él señalaba


la puerta de madera. —Vas a entrar en esa habitación. Ahí dentro hay
una chica, restringida.

Trague duro.

—Vas a coger ese cinturón y la vas a golpear con él. —Sonrío, inhalando
su cigarro.

Lo miro de nuevo, la luz reflejándose en el cuero negro pulido. —¿Por


qué? —Pregunte.

—Tienes mucho que aprender, hijo. —Una espesa nube de humo le sale
de los labios mientras se ríe—. A los hombres les gusta el poder. Hay
quienes lo tienen y quienes lo sirven. Ella... —Señala una vez más a la
puerta—. Está aquí para servir, y ese servicio significa satisfacer los
deseos de los pequeños enfermos. ¿Entiendes?

—¿Por qué tengo que pegarle?

—Porque necesita ser entrenada —Sus labios se retuercen en una sonrisa


mientras acaricia una mano sobre su barba gris y corta. Se agacha y
acerca su cara a la mía—. Necesita que la rompan. Necesita llegar a la
barrera del dolor y ser empujada sobre ella. Nunca saben cuánto dolor
pueden soportar hasta que las empujan. —Me agarra de la barbilla y me
obliga a mirarle a los ojos—. Ella llorará, y tú seguirás golpeándola. Eres
demasiado blando, Ezra. Esto es una prueba. No falles. Rómpela.

Quiero complacerlo. No deseo fallar, así que asiento y me alejo de él,


abriendo la puerta. Allí, en el centro de la habitación, hay una cama de
cuatro postes. La chica está parada al final, de espaldas a mí. Sus brazos
se extienden entre los postes; sus muñecas están atadas. Pelo rojo
ondulado en cascada alrededor de sus hombros. Su piel perfectamente
pálida no tiene marcas. Cuando me acerco a ella, mantiene la cabeza
baja porque eso es lo que le han dicho. Mis ojos trazan la curva de su
espalda, su culo redondo, y no puedo evitar la erección que comienza a
presionar contra mis vaqueros. Sus hombros suben y bajan rápidamente
con sus respiraciones aceleradas. Está aterrorizada. Aprendí hace mucho
tiempo que la simpatía es debilidad, y al ver cómo el miedo devora a
esta chica, sé que debería sentir algo por ella, pero no es así. No siento
nada.

No siento nada porque es una puta, este es su trabajo. La golpearé y le


pagaré por ello. El disgusto reemplaza la sensación de nada, y yo me
pongo detrás de ella, pasando el cinturón entre mis dedos.

Muevo mi brazo hacia atrás. El cinturón vuela por el aire con un silbido
satisfactorio antes de que se conecte, crujiendo contra su piel perfecta.
Su espalda se inclina y grita, sus rodillas se doblan. Una brillante línea
rosa florece en su espalda. Me balanceo una y otra vez, y otra vez. Sigo
golpeándola, la ira recorriendo mi cuerpo porque ella es una puta, una
puta asquerosa, y se lo merece. Ella quiere esto. Ella tomará esto porque
yo soy quien sostiene el cinturón, yo sostengo el poder, y ella está aquí
para servir, para dar placer, para ser usada. Cuanto más la golpeo, más
se transforma la escena. Ella ya no es una chica que nunca he conocido;
ella es mi madre, la puta sucia y buena para nada de mi madre.

Pierdo la noción de cuántas veces la golpeó. La piel rosada se vuelve


roja. La sangre corre por su espalda, sobre su culo, hasta que se desliza
por la parte posterior de sus muslos. Y la sangre sólo me estimula. La
golpeé hasta que mi brazo estaba demasiado cansado para levantarlo y
me caigo de rodillas en el suelo.

La puerta se abre y Seamus entra. Mira la escena que tiene ante sí, con
los ojos fijos en el cuerpo de la chica destrozado. Está inconsciente,
colgando sin fuerzas en las correas. Estoy respirando pesadamente y
temblando mientras un fino brillo de sudor cubre mi frente.

Me mira, su cara es una máscara de indiferencia. —Lección número uno,


nunca destruyes tu mercancía, porque sin ella no tienes clientes, no
tienes dinero —Él asiente a la chica —. A los clientes de alto nivel les
gusta golpear a las chicas, pero no quieren ver cicatrices donde otro ya
lo ha hecho. Los hombres poderosos codician lo que otros no pueden
tener. Pagarán por lo que parece inocente.

Aprendí la lección. Nunca marques a las chicas.

Los hermosos sollozos de María me regresan de vuelta al presente.


Su cuerpo cuelga cojo en los puños, y yo aprieto el puño alrededor del
cinturón.

—¡Levántate! —le Grito. Deliberadamente dejo las esposas sueltas, así


las chicas se ven obligadas a sostenerse. No se trata del dolor; se trata
de soportar el dolor, de luchar contra el instinto de dejar que el dolor se
consuma. Sus piernas tiemblan mientras lucha por pararse sobre ellas.
—¡El dolor está en la mente, María! Aguántalo. Lucha contra ello.
—Azote —Domínalo. —Veo cómo sus manos se envuelven alrededor de
las cadenas de los puños mientras se fortalece. Le sonrío a su
perseverancia y la golpeo de nuevo. Esta vez no se estremece. Ella lo
acepta.

Dejo caer el cinturón al suelo y me acerco a ella, mirando las furiosas


marcas rojas que cubren su espalda. Esas ronchas crecientes son
hermosas. Su cuerpo se estremece de sollozos mientras inclina su frente
contra la cruz. Le pongo un brazo alrededor de la cintura.

—Bien, María. —Deslizo mi mano hacia su teta, pellizcando su pezón


mientras le muerdo el hombro. Ella tiembla, pero por lo demás no hace
ningún movimiento. Llevo mi mano hasta su cuello, enrollando
lentamente mis dedos alrededor de su garganta, aplicando sólo una
pequeña cantidad de presión. Su aliento se dificulta, su pulso se acelera
bajo mis dedos. Deslizo mi mano libre por su estómago tonificado y entre
sus piernas—Abre, —digo con un gruñido. Lo hace sin dudarlo, y le meto
dos dedos en su coño mojado. Un grito ahogado deja sus labios mientras
se aprieta a mi alrededor—Ves, estás mojada, María. Secretamente
quieres que te golpeen, que te obliguen a soportar esto. —Ella gime
mientras yo saco los dedos y vuelvo a entrar—. Quieres que te posean.

Me la follo con mi mano, todo el tiempo apretando mi agarre en su


garganta. Siento su pánico por un momento cuando mi agarre se vuelve
lo suficientemente fuerte como para restringir su aire. —Acepta. Esto
—Exijo.

Su cuerpo tiembla, su coño me aprieta los dedos mientras jadea por aire.
—No pelees, —aprieto más y ella se relaja, sometiéndose a mi sujeción—
Bien. —Froto mi pulgar sobre su clítoris, y su cuerpo se endurece.
Su cabeza cae hacia atrás en el momento en que aprieto su garganta con
suficiente fuerza como para estrangularla. Su espalda se arquea,
empujando su culo contra mi polla. Gimiendo sin aliento, ella se pone
dura. Cuando su cuerpo se debilita, la libero y me alejo. Saco un pañuelo
de mi bolsillo y limpio mis dedos mientras estudio la forma en que cuelga
con las correas. Su cabeza está girada hacia un lado y descansando
contra su brazo. Es hermoso cuando se rinden. La dejo en la habitación,
sin aliento y golpeada, aún colgada de la cruz. Uno de mis hombres la
acompañará a la salida.

Cuando salgo de la habitación, encuentro a Jonty fumando un cigarrillo


justo afuera de la puerta, con su enorme cuerpo apoyado contra la
pared. Dave, mi Doberman se sienta a sus pies, esperando
pacientemente. Jonty es mi mejor amigo, mi hermano en muchos
sentidos. Crecimos juntos, ambos crecimos para ser despiadadamente
eficientes, para dar prioridad a la empresa y a la familia en todo
momento. Próspero en un mundo donde la brutalidad y el cálculo frío son
valorados, pero Jonty siempre ha luchado con su moral. Jonty dirige el
club conmigo, pero se apega a las chicas, las ve como personas.

Son activos empresariales, nada más.

—¿Qué pasa? —Pregunto.

Inhala una bocanada de humo y lo retiene por un segundo antes de


hablar.

—Soph está muerta, Ez. —Se frota la nuca, manteniendo la mirada fija
en el suelo.

—¿Cómo?
Sus ojos se fijan en los míos. —Zee.

—¡Hijo de puta! —Paso junto a él y me dirijo a la oficina.

Jonty me sigue por el pasillo y cierra la puerta de la oficina. Dave asume


su posición, acostado debajo de mi escritorio. Aprieto el puño mientras
me apoyo contra el escritorio. Estoy intentando con todas mis fuerzas no
perder mi mierda. Necesito mantener la calma. Necesito pensar.

—¿Cómo? —Mi voz se quiebra.

—Cindy encontró su cuerpo junto al río fuera de sus apartamentos.


Llamó a la policía y luego me llamó a mí. Dijo que Soph había sido
golpeada severamente, cubierta de cortes. Probablemente ella se
desangró como Cindy lo hizo sonar.

—¿Y sabes que definitivamente fue él?

—Dijo que Soph nunca regresó después de su cita. —Se encoge de


hombros y traga con fuerza—. Ya sabes cómo es esto. A veces ellos lo
llevan demasiado lejos.

Manejamos dos operaciones fuera del club. Tenemos putas del club que
trabajan en la calle. Las protegemos, y ellas nos dejan entrar. Simple.
Luego dirigimos "escorts" selectas putas caras, putas entrenadas que
atienden a la clientela menos civilizada. Sophie era una de las selectas, y
era una de mis mejores chicas. La mejor. Esa chica no tenía límite, ni
pudor. Podía llevarse todo y algo más. Tiene todo reservado para los
próximos tres meses, lo que me saca de mi bolsillo más de 60.000
dólares. Y Zee va a pagar por ello de una forma u otra.

—¡Encuéntralo y tráemelo!
Jonty me mira fijamente por un segundo
segundo. —Ez,
Ez, es un cliente...

—Él
Él simplemente me costó puto dinero. Me lo traes, Jonty, así tengas
que dispararle a sus jodidas rodillas para hacerlo.

Una pequeña sonrisa tira de sus labios y sale de la habitación.

Zee se sienta frente a mí, con el tobillo apoyado en la rodilla y los brazos
cruzados sobre el pecho como si no tuviera ninguna preocupación en el
mundo. Me mantengo firme en mi temperamento, pero su falta de
preocupación por su bienestar en mi presencia me molesta.

—Debería
Debería meterte una bala en la cabeza, —digo
digo con un ligero gruñido,
apagando mi cigarrillo en el cenicero.

—¿Qué
¿Qué quieres que diga, Ez? —ZeeZee se encoge de hombros y se le forma
una sonrisa retorcida en los labios
labios—. Ella no gritaba.

—¡Joder! —MeMe levanto de mi escritorio y paseo. Esto es u una maldita


tormenta de mierda, y voy a devolver el golpe. Las putas son una cosa,
pero las putas muertas, eso es un puto dolor de cabeza, sin mencionar
un golpe a mis ganancias.

—Hemos terminado, —le


le digo.
—No, Ezra —se ríe—, no hemos terminado.

Abro mi chaqueta del traje, asegurándome de que vea el Colt 45


enfundado en mi pecho. —Nosotros. Lo hemos hecho. Ahora vete.
—Todavía no se mueve, y yo saco el arma, soltando el seguro y
apuntándole a la cabeza.

—Oh, no quieres hacer eso. —Está demasiado tranquilo. Las personas


tienen reacciones diferentes cuando se les apunta con un arma a la
cabeza, algunos tienen pánico, otros ruegan, y algunos incluso se
enojan, pero nunca están tranquilos—. Ya ves, —dice, sus delgados
labios se rizan en una sonrisa—. Me matas y todo tu mundo se va a la
mierda.

Bajo el arma una pulgada, mirándolo con ira. —Tienes dos minutos, sino
te disparo y a la mierda.

—Victor Moorcroft, —dice con una sonrisa de satisfacción. Me congelo, mi


pulso aumenta.

Victor Moorcroft, el político británico que fue asesinado a tiros fuera de


su casa en Londres. Por mí. Él estaba sucio, sus bolsillos rebosaban de
dinero de la mafia, dinero de la familia. El dinero que pagamos para
asegurarnos de que se aprobaran ciertos proyectos de ley, y las leyes no
se aplican a nosotros. No fue el primero en ensuciarse, y seguro que no
sería el último. Moorcroft fue el primer político de alto perfil con el que
trabajamos, y cometió el error de pensar que su posición le daba más
poder que la familia. Nadie tiene más poder que la mafia. Seamus me
acogió y me crió como si yo fuera suyo cuando no tenía a nadie más, y
por eso no lo cuestioné cuando me eligió para derribar a Moorcroft. Hice
lo que había que hacer, y luego me vi obligado a huir. Seamus tiene mi
lealtad absoluta, lo que significa que lo haría de nuevo en un abrir y
cerrar de ojos, pero tampoco me apetece pasar el resto de mi vida entre
rejas. ¿Cómo coño sabe esta mierda algo de Moorcroft?

—Tonterías, —digo yo.

Zee suspira, metiendo la mano en el bolsillo y sacando un pequeño


reproductor de MP3. El golpea el play, y mi propia voz llena la habitación.

—Moorcroft está muerto. —Hay una pausa, y luego una exhalación


fuerte.

—¿Asesinato confirmado? —El acento irlandés de Seamus aparece en la


grabación.

—Sí.

—Bien. —Oigo un cajón abrirse y cerrarse—. No sé lo que Moorcroft puso


en su lugar, pero tendrá algo. No es estúpido. Aquí tienes un pasaporte y
tu billete de avión. Ve a Nueva York. Dirige el club y no hagas ruido
hasta que te diga lo contrario. No necesito que te arresten.

Zee pulsa el botón y la grabación se corta. Mi dedo se mueve en el


gatillo. Recuerdo haber tenido esa conversación en la oficina de Seamus,
así que o bien Seamus me vendió o alguien puso un micrófono. Seamus
nunca me vendería. Sé que no lo haría.

—Si me matas, tendré gente lista para enviar esto directamente al MI51.

1
MI5: Servicio de Inteligencia del Reino Unido
—Zee sonríe. ¡Joder!

—¿Qué es lo que quieres? —Digo, a través de los dientes apretados.

Su sonrisa se ensancha y quiero cortársela hasta las orejas. —Bueno... —


Junta las manos delante de él. —Sabes que trabajo en el negocio del
sexo.

Sé que vende chicas de México. No necesariamente estoy de acuerdo con


ello, pero no es como si esperara que mis clientes sean los individuos
más honrados. Me he preguntado antes por qué pagaría precios tan altos
por mis chicas cuando tiene las suyas, pero entonces supongo que la
violación debe ser aburrida después de un tiempo.

Los ojos brillantes de Zee se entrecierran. —Como probablemente habrás


adivinado, tengo un conocido que me informa de la pequeña operación
de Seamus. Por eso empecé a usar a tus chicas. Quería ver por mí
mismo lo que estás haciendo. Y tengo que decir —él arquea las cejas—,
que no decepcionas. Me he follado a tus chicas, Ezra. Las he golpeado
hasta que se quiebran, y sí, gritan y lloran, pero se agachan y aguantan,
la semana siguiente, ahí están. Subordinadas, dispuestas —. Sus ojos
brillan de emoción—. ¿Sabes lo que alguien pagaría por una esclava así?

—Mis chicas son unas putas. Se les paga, y eligen hacerlo. No son unas
malditas esclavas, —gruño. Esa es mi línea. Ninguna de estas chicas está
aquí contra su voluntad. Se les paga bien. Cuáles son sus motivaciones
para estar aquí, no me importa. No es mi problema.

—Pero podrían ser esclavas, —ronronea—. Millones. Ellas valen millones.

—No están a la venta.


—Entrena a mis chicas. —Se encoge de hombros—. Nadie produce chicas
como tú. Son tan resistentes, pero a la vez tan frágiles. —Cierra los ojos,
sacude la cabeza—. Es una forma de arte, realmente lo son. Ven a hacer
negocios conmigo. Te haré ganar más dinero del que la mafia jamás ha
ganado.

—Sí, ahórrame tu cortesía profesional. Yo tampoco estoy a la venta.


Así que o me entregas o te vas de mi oficina.

—No quiero entregarte, Ezra. Me eres mucho más útil aquí que tras las
rejas. Esto, —me hace señas con el aparato—, es simplemente un
seguro, para asegurarme de que no me mates. Me perdonarás por no
confiar en tu reputación, pero tú eres un hombre de negocios, y estoy
seguro de que puedes ver el mérito de trabajar conmigo. —Aplaude—.
De todos modos, voy a dejar que pienses en esta pequeña oportunidad.

—No necesito pensar en ello. —Levanto el arma de nuevo.

Él me entrecierra los ojos. —Me gustas, Ezra, pero no me presiones.


Puedo, y lo haré. Tomaré todo de ti si es necesario. —Su cara se desliza
de nuevo en una sonrisa.—Estaré en contacto—. Se pone en pie y se va;
mi arma fija en la parte de atrás de su cabeza todo el tiempo.

—¡Joder! —Lanzo una botella de whisky de mi escritorio y la estrello


contra la pared. Jonty sigue en pie junto a la puerta con el ceño fruncido
en la cara—. Ponme a Seamus al teléfono.
Capítulo 3
Evie

Son las ocho y media para cuando llegó a mi apartamento. Mis mejillas
están ardiendo por el viento húmedo del invierno que azota entre los
edificios, y mis dedos se han entumecido por el frío. Tanteo torpemente
mis llaves mientras doblo la esquina, deteniéndome en las vías cuando
veo a dos oficiales de policía parados frente a la puerta de mi
apartamento. Mi corazón retiene varios latidos antes de entrar en una
carrera completa. Les digo a mis pies que se muevan, pero me traicionan
y permanecen firmemente plantados en el suelo. Han venido por ti,
Evelyn. Recuerdos de todos los hombres que he limpiado de este mundo
bailan en mi mente. Estos policías nunca entenderán que lo que hice
estaba justificado. Mis manos tiemblan de miedo, causando que mis
llaves suenen. El ruido les llama la atención y se dan la vuelta. Yo trago.

Me digo a mí misma que respire. Me obligo a sonreír porque parezco


inocente.

Lo hago.

Pareces una puta. Como una sucia pecadora. Lo verán, Evelyn.


Inhalo justo cuando un oficial muestra su placa. —Soy Soy el teniente
Prescott. Este es el oficial Keith. ¿Eres Evelyn Wright?

Intento evaluar la expresión de su cara porque no es ira. No es una


acusación.
ón. Y mi corazón se hunde en la boca de mi pequeño y
pecaminoso estómago. Al tragar, me mojo la boca para poder formar
palabras. —Sí. —Susurro.
Susurro.

—Necesitamos
Necesitamos que vengas a la estación con nosotros.

—¿Por qué? —Todo


Todo lo que oigo son los fuertes latidos de mi corazón.

—¿Es
¿Es tu hermana Hannah Wright?

Yo asiento lentamente, y su cara sin expresión se llena de simpatía. —Lo


siento, señorita Wright, —se se me acerca y me pone una mano en el
hombro—,, pero creemos que Hannah está muerta. —Siento Siento como si un
cuchillo oxidado
do se me clavara en el pecho. No puedo respirar. No puedo
moverme —.. Lo siento mucho, —dicedice con la mano sobre mi hombro—.
hombro
Debido a las circunstancias que rodearon la muerte, necesitamos que
venga a identificar el cuerpo.

Una frialdad me sacude por la colum


columna
na vertebral y mi cuerpo tiembla.

Yo asiento, y el oficial mueve su mano a la mitad de mi espalda,


guiándome de vuelta a la calle.

Yo sé que ella está muerta. Lo siento.


Nunca creí que realmente tuvieran familiares que vinieran a una morgue
para identificar un cuerpo. Pensé que era un efecto dramático en los
programas de crímenes y en las películas. Pero aquí estoy, mirando esa
bolsa negra con cremallera. El oficial Prescott se para a mi lado, con una
mano en el hombro mientras el forense abre la cremallera de la bolsa. Su
piel es gris y húmeda, su cabello oscuro enredado en su cabeza, sus ojos
vidriosos fijos hacia el cielo. Sólo miro un momento antes de que mis
ojos se cierren de golpe.

La bilis se eleva en mi garganta y la trago una y otra vez para forzarla a


que se vaya.

Me acerco a la mesa de metal. El oficial me sigue, temeroso de que vaya


caer en el suelo de hormigón en cualquier momento. Poco sabe él que
probablemente he visto más cadáveres que él, pero esto... esto me
afecta de una manera que ninguno de esos otros cuerpos podría. Este
montón de carne sin vida es mi hermana. Esos labios han compartido
secretos conmigo, esos brazos me han consolado. Ella es la única
persona que entiende el infierno que he experimentado. Ella lo vivió; se
escapó conmigo, y ahora se ha ido.

La única persona a la que he amado. La única persona que se preocupa


por mí. Las lágrimas nadan en mis ojos mientras otro bulto de ácido arde
en mi garganta. La miro fijamente, todo está borroso mientras los
recuerdos inundan mi mente.

Hannah se aferra a mí, todo su cuerpo tiembla mientras llora.

—Está bien —, susurro.

—Va a hacerme daño. —Sus dedos se clavan en mi brazo, y hago un


gesto de dolor.
—Todo saldrá bien. Tienes que dejar que te haga daño para que te
perdone.

Sus pasos están justo fuera del armario, y ambas nos congelamos.
Sabemos que debemos ser golpeadas para ser liberadas de nuestros
pecados, pero todavía le tememos al dolor, al castigo.

—Por favor, no dejes que me haga daño, Evelyn. Por favor. —Ella llora,
enterrando su cara en mi cuello, sus lágrimas húmedas rodando por mi
garganta.

La puerta se abre y Zacarías se levanta con una vara larga en la mano.

—Hannah, ven.

Ella se aferra tanto a mí que no puedo respirar.

Lo miro, tragando antes de hablar. —Déjame tomar su castigo. —Siento


como ella se agarra a mí—. Zacarías. Castígame. Déjame cargar con sus
pecados.

Una amplia sonrisa se retuerce sobre su cara mientras me toma y me


pone de pie con Hannah todavía aferrada a mi costado. —Como quieras,
—dice. Y el castigo que recibo por eso es casi insoportable, y para
castigar a Hannah, él la hace ver.

Me acerco y noto marcas de cortes en la clavícula de Hannah. Pequeños


cortes largos, patrones entrecruzados. No puedo ignorar el maldito
desastre que intentan mantener cubierto. Antes de que alguien pueda
detenerme, agarro la bolsa, abro la cremallera más amplia. El oficial me
aparta; el forense se apresura a cerrar la bolsa con cremallera, pero ya
es demasiado tarde. Me inclino sobre mis rodillas, la bilis sale de mi boca
y salpica
ica sobre los zapatos negros brillantes del oficial.

Cierro los ojos. Yo grito. Intento sacudir esa imagen de mi mente, pero
me temo que ahora está grabada para siempre en mi memoria. No sé si
podré volver a pensar en mi hermana sin ver su cuerpo mutilado, cada
centímetro de su cuerpo cubierto de heridas de cuchillo. Mi corazón se
hunde en la boca del estómago. Una parte de mí se siente responsable.
Fui la primera en darme cuenta de que hacerme pasar como prostituta
me daba fácil acceso a hombres sucios. Yo fui la que mató al primer
hombre y me di cuenta de que podía librar al mundo de los pecadores,
que podía proteger a otras mujeres de hombres como Zacarías. Y se lo
dije. Recé con ella al respecto. Fui con ella la primera vez que mató a un
hombre. Quería ayudarme
yudarme a hacer este trabajo. Si nunca se lo hubiera
dicho, no estaría muerta ahora mismo. No, Evelyn. Era un trabajo que
había que hacer. Su propósito fue cumplido, y tú debes continuar hasta
que alcances tu propósito.

Ella era todo lo que tenía


tenía.
—Perdóname por los pensamientos que no puedo controlar… —La voz se
me atrapa en la parte posterior de la garganta. Todo lo que quiero hacer
es arrastrarme a uno de los bancos de madera y llorar. Quiero llorar la
pérdida de mi hermana. No tengo a nadie a quien contárselo, nadie en
quien confiar. No tengo a nadie que me ayude a llevar a cabo este
trabajo ahora. Evelyn, tienes trabajo que hacer. Nada puede
interponerse entre tú y el trabajo que tienes que hacer. Me acuesto en
los escalones del altar, rascando las uñas sobre la alfombra áspera. Mi
mente se convierte en un patrón cíclico de culpa, desesperación y
miedo—. Perdona a Hannah. —La imagen de su cuerpo mutilado me
viene a la mente, y sólo espero que la paliza que recibió antes de su
último aliento fuera suficiente para limpiarla de sus pecados—.
Permíteme perdonar a aquellos que me han tratado mal en el pasado...

Me doy cuenta de que estoy sudando e inhaló, levantándome del suelo.


No quiero perdonarlos, lo que significa que estoy mintiendo. Mentir es un
pecado.

—Ayúdame a ser un instrumento… —Abro los ojos, mis manos siguen


apretadas—. Por favor, déjame encontrar al hombre que lastimó a mi
hermana para poder matarlo. Amén.

Salgo de la iglesia, tomo el metro hasta el lado de la ciudad donde está


el Club Sin. Ese club era donde trabajaba mi hermana. Ella encontraba a
los hombres que mataba allí, pero la persona a la que ella quería matar
más que a nadie era a su chulo2, Ezra James. Ella dijo que él era el
diablo.

2
Pimp que traducido al español significa , chulo; un hombre que controla prostitutas y organiza clientes para
ellas, tomando parte de sus ganancias a cambio.
Muevo las piernas y el asiento frío de fibra de vidrio toca mi piel.
Me siento, perdiéndome en mi dolor hasta que el tren se detiene en la
siguiente salida. Agarrando mis pertenencias, salgo corriendo de las
puertas y subo apresuradamente las escaleras, el frío viento roza mi piel
desnuda cuando salgo de la estación. Hay basura en la acera.
Dondequiera que miro veo botellas de cerveza rotas, condones usados,
agujas. Hay un vagabundo caído contra la puerta de una tienda
abandonada, muerto o borracho, no sé, pero nadie le presta atención
mientras pasan la noche. Al doblar la esquina, enfoco mi atención en la
luz de neón que destella Club Sin en el cielo oscuro. Es como un faro.

—¡Puta de mierda! —Oigo a un hombre gruñir desde el callejón, y luego


oigo un fuerte estruendo seguido de un grito estridente—. No vales nada.
Cincuenta dólares y ni siquiera puedes ponerme la maldita polla dura.
—Una fuerte bofetada hace eco sobre las paredes de ladrillos. Me volteo
a mi izquierda y veo a un hombre emerger sobre una mujer que está de
rodillas frente a él. Está sosteniendo su cara donde él la golpeó. ¡Mátalo!
Podría haberle hecho lo mismo a Hannah. Te haría lo mismo a ti, Evelyn.
Me alejo, mis talones haciendo clic en el pavimento, como quisiera yo
que esa voz se calle. Mátalo. Mata a ese pequeño pecador sin valor.
Quítale la vida.

Sacudo la cabeza mientras le susurro a ese pequeño demonio: —No está


planeado. Es un pecado. Debe ser planeado, o es pecado.

Fue un pecado permitir que tu hermana contaminara su cuerpo así. Eres


un pecado andante en este momento, ¡mira tú falda corta! Mátalo.

Pero debo planear esto. Tiene que ser preciso. Tiene que ser perdonado.
Debo tener el control...
Los gritos siguen resonando por el callejón, y yo me detengo,
apoyándome en el ventanal tintado del Sin. Puedo sentir los bajos
sonidos que desde el interior retumban a través del cristal, e intento
concentrarme en eso, pero en el momento en que veo a la mujer pasar
corriendo por delante de mí, su labio sangrando y su ojo hinchándose,
siento mi control resbalándose. Ese demonio grita, arañando mi pecho. El
hombre la sigue poco después de ella y su mirada se arrastra sobre mi
cuerpo, cubriéndome con una capa viscosa de pecado. Abre la puerta del
club y la canción Highway to Hell3 sale de su interior. Y sé lo que debo
hacer.

Mi corazón suena contra mis costillas mientras lo sigo dentro. Está


oscuro y lleno de gente. Todo el lugar apesta a sudor y sexo. Los
pecadores ensucian la pista de baile, y yo escudriño cada cara buscando
el hombre del callejón. Lo encuentro en el bar tomando un trago.
Al tragar, presiono mis hombros hacia atrás y balanceo mis caderas
mientras me acerco al mostrador. Me estrujo entre él y el hombre con
sobrepeso que está a su lado. El hombre me mira, una sonrisa jugando
sobre sus asquerosos y delgados labios. —¿No eres una cosita bonita?
—blasfema antes de tragarse media taza de cerveza.

Aleteo mis pestañas y me lo follo con los ojos mientras me muerdo el


labio inferior. Abro la tapa de mi anillo con veneno de mi mano derecha
antes de tomar su bebida.

—¿Puedo? —Yo ronroneo, y él asiente.

3
Highway to Hell (Autopista al infierno), es el sexto álbum de estudio de la banda de hard rock australiana
AC/DC que salió a la venta en 1979.
Tomo un trago rápido e inclino mi mano sobre la parte superior de su
vaso. Mis ojos permanecen fijos en los suyos para asegurarme de que no
note el polvo blanco que ahora se disuelve en su bebida. Lo mataré
porque es un hombre malo. Lo mataré porque peca. Y ya que esto no fue
planeado, rogaré por el perdón más tarde. Necesito esto para llorar a
Hannah, y él necesita ver lo malvada que es la belleza.
Capítulo 4
Ezra

Volvemos al club, con Jonty silbando Knocking on Heaven's Door4. Todo


el tiempo. Él es jodidamente grande, mide 1,80 metros de alto, con una
larga cicatriz en una mejilla, un recordatorio de que la mafia rusa es una
pequeña hija de puta bastarda. Algunas personas cruzan la calle en un
intento de alejarse de nosotros mientras caminamos hacia ellos,
mientras que otros casi se presionan contra el costado de los edificios
cuando pasamos. Jonty y yo parece que hemos desarrollado una
reputación por aquí.

Una mujer debajo de una de las farolas, fumando un cigarrillo. Mi mirada


se desliza sobre sus largas piernas revelando unos calientes pantalones
de cuero. El humo se agita alrededor de su cara y su cabello rubio cuelga
de su espalda en olas. Ella se vuelve cuando nos acercamos y le muestra
a Jonty una sonrisa sexy. Mel. Es una de mis mejores ganancias en la
calle, pero también se folla a Jonty. Es un bastardo aterrador, pero las
mujeres no se cansan de él. Debe ser la cosa oscura y peligrosa. Da un
paso adelante antes de que la detenga.

4
«Knockin' on Heaven's Door» es una canción del músico estadounidense Bob Dylan, publicada en la banda
sonora de la película de Sam Peckinpah, Pat.
—Vuelve al trabajo, Mel. —Le di la orden sin pararme. Me frunce el ceño
pero no discute.

—Estricto, —bromea Jonty.

—El que tú uses su vagina no me da dinero, pero ese tipo —Apunto a la


escoria de hombre que cruza la calle hacia ella, con una sonrisa perversa
en la cara—.Cuando él le mete la polla, yo gano dinero. ¿Ves cómo
funciona eso?

—Lo que sea, —gruñe Jonty—. Eres un bloqueador de polla, Ez.

—Sólo espero que envuelvas en tres látex esa mierda, amigo.

—Mira, sólo porque te rodees de coños, y de alguna manera tengas esta


maldita restricción, no juzgues al resto de nosotros, somos meros
mortales.

—Son prostitutas, Jonty.

Él sonríe. —Prostitutas calientes.

—Nadie quiere follar con chicas feas.

—Amén por eso. —Se ríe y luego vuelve a silbar.

Estamos casi fuera del Club Sin5 cuando oigo un ruido apagado desde el
callejón a nuestra izquierda. Ambos miramos a la calle del lado oscuro.

5
Sin: es el nombre del club que traducido al español significa “pecado”
Escucho de nuevo. Hay un gemido bajo y un —sí, joder, —seguido de
chúpamela.

Las perras hijas de putas están haciendo su mierda en la calle. ¿Cuántas


veces tengo que decírselos? Lleven a los clientes arriba o al maldito hotel
del otro lado de la calle. Van a poner a la policía en mi culo. Le hago
señas a Jonty para que me espere, y pone los ojos en blanco, saca un
cigarrillo y se apoya contra la pared en la boca del callejón.

Un gemido bajo viene de detrás del contenedor de basura. Lo rodeo,


esperando ver a SJ follando con un tipo porque nunca una chica ha
estado más capacitada para abrir sus piernas para ganarse la vida.
Constantemente la regaño por chupársela a John en los baños del club
o en un callejón.

La tenue luz de la calle arroja suficiente luz así que puedo decir que esta
chica no es SJ, pero quienquiera que sea, está de rodillas frente a un tipo
que reconozco como uno de los Johns. Él tira su cabeza contra la pared,
sus manos en el pelo de ella. Él la empuja en su rostro y ella gime como
si le gustara cada segundo. Cualquier otro se iría, pero el sexo es mi
forma de ganarme la vida, y esta mierda es mala para el negocio.
Sus gemidos de repente se callan y sus manos se aprietan en el pelo de
ella mientras él sisea: —¿Qué mierda?

Él la tira y la empuja a un lado. Ella cae, se extiende sobre el pavimento,


riendo por lo bajo. Supongo que lo ha mordido. Se tambalea unos pasos
antes de apoyarse contra la pared. Se pone de pie y observa cómo el
tipo se desploma lentamente por la pared. Sus talones resuenan en las
paredes mientras ella se dirige hacia él y se pone en cuclillas, su vestido
negro subiendo por sus muslos tonificados. Ella le susurra algo al oído, y
sus ojos se abren de par en par antes de que se detenga su laborioso
aliento, y un silencio ensordecedor resuena a través del sucio callejón.
—Maldita sea, eso debe haber sido una buena mamada, —dije,
aplaudiendo.

Ella jadea, de pie y se voltea para mirarme. Sus ojos están muy abiertos,
y por un segundo estoy bastante seguro de que ella va a huir, pero en
vez de eso, empuja sus hombros hacia atrás, fortaleciéndose.

—Él tomó algo. Sólo se ha desmayado. —Ella miente fácilmente, y yo


casi quiero reírme porque si va a mentir realmente debería trabajar en
sus habilidades de actuación. Intenta pasar por encima de mí, sus
tacones altos haciendo clic contra el hormigón.

Suspirando, estiro la mano alrededor de su brazo pequeño. —En primer


lugar, está muerto. —Miro el cuerpo en el suelo antes de mirarla. Ahora
que puedo verla correctamente, veo lo hermosa que es. Impresionante.
Si muriera con esos labios alrededor de mi polla, moriría como un
hombre feliz. Parece una muñeca de porcelana con pelo oscuro y piel
pálida, y ojos tan grandes y azules que casi no parecen reales.
Sin embargo, el espectáculo son esos labios, que incluso después de
chupársela a un tipo, están pintados impecablemente con lápiz labial rojo
de puta. Sus ojos se fijan en los míos, viéndome mirarla.

Ella está completamente calmada. Si un tipo tuvo una sobredosis y cayó


muerto a sus pies, ella debería estar en pánico, lo que significa que lo
estaba esperando. No debería encontrar esta mierda caliente. Joder,
debería ser perturbador, pero mi polla dura como una roca es prueba de
lo jodido que estoy. Ella intenta volver a pasar de largo y yo suspiro
mientras le agarro la mandíbula, jalando su cara hacia la mía. Capto el
destello de luz de un pequeño crucifijo de plata colgado alrededor de su
delicado cuello, y sonrío. —En segundo lugar, estás en mi territorio
cariño, y muerto o no, si se la estás chupando significa que mis chicas no
lo están. Así que indirectamente, estás sacando dinero de mi bolsillo.
—Algunos hombres no quieren pagar por ello. Y la última vez que revisé
este callejón era propiedad de la ciudad de Nueva York, no de
quienquiera que seas. —Su voz está temblando. Está tratando de ocultar
su miedo, y eso me hace sonreír.

La sacudo hacia adelante, jalando su cuerpo contra el mío. —¿Una puta


que no cobra? bueno, eso es trágico, cariño. Conozco hombres que
pagarían un buen centavo por ti. —Me mira fijamente, sus ojos
escupiendo fuego. Me encantan las luchadoras—. En cuanto a la ciudad
de Nueva York... soy el dueño de estas malditas calles. Yo dirijo estas
calles. ¿Quieres ponerme a prueba en eso? —La solté y retrocedí,
abriendo mis brazos de par en par. —Se mi invitada.

—¿Me estás amenazando?

Me río y vuelvo a su espacio personal, inclinándome para susurrarle al


oído. —Yo no amenazo. Nunca. Si supieras quién soy, niña, habrías huido
en cuanto me viste. —Su aliento se engancha y su cuerpo se pone rígido.
Deslizando mi nariz a lo largo de su garganta, inhalo el olor de su
perfume —. Acabas de matar a uno de mis clientes, a quien por cierto, le
gustaba pagar mucho.

Esto me molesta.

—Yo no lo maté, tómale el pulso, —me interrumpe.

Mantengo un buen agarre alrededor de su cintura, sonriendo mientras


saco el arma de la parte de atrás de mis jeans. —¿De verdad? —Apunto
al cuerpo desplomado y le vacío el cargador. Ella pelea contra mi agarre,
gritando, pero sus gritos son ahogados por los disparos que resuenan en
las paredes del callejón—. Ahora está muerto. —Le guiño un ojo.
Ese aire de confianza que tenía hace unos segundos desaparece. Su cara
se pone blanca, sus labios tiemblan. —Por favor, déjame ir... —me
ruega.

Le levanto una ceja y me río. —Oh, ahora quieres irte.

Ella comienza a gritar de nuevo, buscando desesperadamente a su


alrededor por ayuda que nunca llegará. Maldición, la mujer suena como
una maldita hada llorona. Coloco el cañón de la pistola bajo su barbilla,
empujando hasta que inclina la cabeza hacia atrás y cierra los labios.

—Eso es muy molesto, —digo a través de los dientes apretados—. Ahora,


si gritas, nadie vendrá. Lo mismo que nadie vino cuando le metí seis
balas a tu amigo. —Está temblando, jadeando por aire, como si estuviera
hiperventilando—. Te lo dije, soy el dueño de estas calles y de todos los
que están en ellas, así que hazme un favor y cierra la boca.

Esos rasgos parecidos a los de una muñeca la hacen parecer tan


inocente, y aunque es claramente una puta, realmente quiero sacarle
hasta la última pizca de inocencia.

Paso mis dedos sobre sus labios temblorosos. Ahora su lápiz labial está
manchado por toda la cara. Acerco su cuerpo al mío y luego la agarro por
la nuca, clavando mis dedos en su cálida piel. Ella gimotea mientras sus
ojos se cierran de golpe.

—Ahora tú y yo necesitamos tener una pequeña charla. —Ella sacude la


cabeza en silencio, tratando de liberarse de mi agarre. Suspiro y vuelvo a
apretar mi mano sobre ella—. Podemos hacer esto por las buenas o por
las malas.
—Deslizo
lizo mis ojos sobre sus largas piernas, que se ven reflejadas en su
vestido corto y ajustado
ajustado—.. Estoy seguro de que mis clientes apreciarán
la vista aunque tenga que arrojarte por encima de mi hombro.

Baja la mirada al suelo, y sus hombros caen derrotados. Le suelto el


cuello y saco el teléfono para llamar a la limpieza. —Ven
Ven y limpia. En el
callejón al lado del Sin. —Cuelgo
Cuelgo y vuelvo a poner el teléfono en mi
bolsillo. Agarro un par de bolsas llenas de basura y las tiro sobre el
cuerpo para esconderlas antes de llevarla de vuelta al club.

Empujo la puerta para que se cierre. Cuando me doy la vuelta, veo a


Dave tratando de meterle la nariz en la falda. Está congelada, sin mover
un músculo, sus ojos fijos en el perro.

—Siéntate. —Hago
Hago un gesto al asiento, y ella se obliga a sentarse
mientras se muerde el labio inferior. Dave se sienta a su lado y procede
a mirarla fijamente como bicho en una enredadera.

—¿Por
¿Por qué estoy aquí? —Ella
Ella mira a Dave con nerviosismo—.
nerviosismo ¿Qué es lo
que quieres?
Me río. —¿Qué crees que quiero, cariño?

Su mirada se posa en su regazo y se mordisquea las uñas con


nerviosismo. Parece que va a llorar en cualquier momento. Mi polla
tiembla al pensar en romperla y hacerla llorar por mí. Y no debería
porque ella es una puta.

Me recuesto en mi silla, permitiendo que mis ojos vaguen sobre su


pequeño pero curvilíneo cuerpo. —Eres una prostituta, —afirmo. Y ella
estrecha los ojos pero no discute conmigo—. Una puta que mata a sus
clientes... mis clientes más específicamente.

—Yo no lo maté, —susurra ella, y sus ojos se elevan lentamente hacia los
míos—. Tú le disparaste.

Me río. —Tú y yo sabemos que ya estaba muerto —Inclino mi cabeza a


un lado y la estudio—. Sinceramente, no me importa. No vuelvas a hacer
esa mierda, es un maldito dolor de bolas que hay que limpiar —Me
recuesto en mi silla y apoyo mi tobillo en mi rodilla, mirándola. Parece un
cordero listo para el matadero.

Ella frunce el ceño, sus labios fruncidos juntos. —¿Por qué me trajiste
aquí entonces?

—Estoy dispuesto a ofrecerte un trato, pero... —sonrío irónicamente—


y esto es un tremendo pero... necesito saber que no eres una puta
kamikaze6 para cortar penes y mierda. No es bueno para los "negocios",
—me encojo de hombros. Creo que ni siquiera me importa si lo es. Hay

6
Kamikaze; usado para describir a alguien que está dispuesto a tomar riesgos, sin preocuparse por su
seguridad.
algo en ella. Diablos, tal vez sólo estoy tratando de justificar el hecho de
que ella me pone la polla dura.

Se estremece y mira a su regazo con los ojos muy abiertos. Sigo su


mirada hacia donde la cabeza de Dave descansa ahora sobre su muslo
desnudo. Sus dedos agarran el brazo de la silla lo suficientemente fuerte
como para volver sus nudillos blancos.

—¿De verdad? —Vaya perro guardián que es. En el momento en que una
chica hermosa atraviesa la puerta, él está encima—. Dave, —lo llamo.
Ella se relaja tan pronto como él se aleja.

—Yo dirijo el Sin, —Señaló con una mano respectivamente alrededor de


la habitación—. Y las prostitutas que ves por aquí, trabajan para mí, su
potencial. Ellas me dan un porcentaje, y yo, a su vez las protejo. Todos
los clientes de por aquí conocen las consecuencias de cruzar la línea —Yo
sonrío fácilmente.

—¿Quién eres tú?

—Ezra. ¿Y tú eres?

Ella levanta su mirada hacia la mía. —Evelyn, —respira.

Tamboreo los dedos sobre mi escritorio. —Dime, Evie...

—Evelyn, —me corrige rápidamente.

Lucho contra la sonrisa tratando de llegar a mi cara. —Ves, eso te hace


sonar como mi abuela, que en paz descanse. Y bueno... —Deslizo mis
ojos sobre cada una de las curvas de su cuerpo, dejándolos descansar
sobre sus alegres tetas—. Tú, cariño, no te pareces en nada a la abuela.
Sus ojos se dirigen directamente a su regazo, y se sonroja como la dulce
e inocente cosita que parece ser, pero ambos lo sabemos bien, y no
puedo descifrarla.

—¿Me estás ofreciendo un trabajo? —pregunta ella, con un ligero temblor


en la voz.

Sus ojos se encuentran con los míos de nuevo y sus labios se separan,
mostrando unos dientes blancos y perfectos. Todo en ella me hace
querer tomarla con el cinturón hasta que me suplique y llore. El suave
tono de su voz me hace querer sacarle sangre, ver cómo corre por sus
perfectas curvas. Mi polla se endurece dolorosamente y me muevo en mi
asiento.

—Creo que tengo un trabajo para ti... —Me recuesto en la silla y sus ojos
siguen cada uno de mis movimientos. Sé que esto no es una buena idea.
Esta chica es impredecible, un riesgo que nunca he visto. Siendo
realistas, no puedo confiar en ella con clientes, pero quiero ver su piel
color carmesí. Quiero ver lo hermosa que se ve cuando llora. Está
aterrorizada de mí, y quiero su miedo, hasta el último trozo. Quiero que
grite y llore mientras le quito todo. Me aclaro la garganta y hago algo
estúpido—. Son cinco mil dólares la noche; sin preguntas, sin
limitaciones.

Esos ojos azules y brillantes de ella se entrecierran sobre mí, y hay una
larga pausa silenciosa. Se muerde el labio y asiente lentamente. —De
acuerdo.

No tiene ni idea de lo que acaba de aceptar.

Arqueo una ceja. —¿Ni siquiera tienes curiosidad por saber qué tendrías
que hacer por 5,000 dólares la noche?
—No. —Ella sonríe, sus labios rojos rogando para chuparme la polla.

—Hay tres etapas que debes pasar para el trabajo. Llámalo una
entrevista si quieres —Me inclino ligeramente hacia adelante—. ¿Quieres
el trabajo? La fase uno comienza ahora mismo. —Me paro y camino hacia
la puerta, tirando de ella para abrirla. Nunca me había entusiasmado
tanto la idea de tomar a una chica con el cinturón.

Ella se levanta. Inhalando, camina hacia mí, sus hombros encorvados,


sus ojos apuntando al suelo. Parece que está marchando a la puta horca,
y de alguna manera, lo está haciendo. Maldición, algunos de mis clientes
pagarían una fortuna por ella. Me doy la vuelta y camino por el pasillo,
con el sonido de sus tacones haciendo clic detrás de mí. Hago la misma
rutina de siempre. Abro la puerta y la cierro detrás de ella, esperando un
momento en la oscuridad, permitiendo que su anticipación se acumule
antes de que yo encienda las luces.

Observo su reacción mientras se ilumina la enorme cruz de madera


contra el muro lejano. Sus ojos se abren de par en par por un segundo,
pero se recupera rápidamente. Ella se aleja de mí, buscando la cruz de
plata en su cuello. Interesante, una puta religiosa.

—¿Sudando como una puta en la iglesia, cariño? —Me río.

—Difícilmente llamaría a esto una iglesia, —murmura.

—Ah, pero hay una cruz.

Ella traga saliva y escucho que su respiración se detiene ligeramente.


Ella está incómoda. Bueno, esto podría ser interesante. —Desnúdate.
Baja la mirada al suelo, con los hombros rígidos. —¿Quieres que me
acueste contigo? ¿Es esa la fase uno?

Resoplo. —Yo no follo con putas. —No quiero follarmela. Quiero herirla y
luego follarla, puta o no.

Su mandíbula se aprieta y ella cierra los ojos mientras lleva las manos
por detrás de ella, bajando lentamente la cremallera de su vestido.
El material se cae alrededor de sus tobillos y se quita el sostén y la ropa
interior, sin más que sus tacones rojos de charol. —¿También me quito
los zapatos? —pregunta ella.

Joder, no. —No —Mantengo mi voz nivelada, calmada, controlada.


Mantengo mi distancia. Todo lo que hago se hace por una razón. Nunca
las toco hasta que están atadas.

Mis ojos trazan la curva de su cintura, el destello de su cadera, su culo


perfecto conduce a largas piernas que caen en los talones. Y su piel, su
piel hermosa es tan pálida que casi parece irreal. Estrecho mis ojos en
una cicatriz, corriendo en una línea perfecta por su columna vertebral y
desapareciendo debajo de su grueso cabello. Doy un paso adelante y
recojo su cabello a un lado. Se estremece cuando mis dedos le recorren
la piel, pero no hace ningún otro movimiento. Ni siquiera me mira. Ahora
que tiene el pelo sobre el hombro, veo que la cicatriz llega hasta la base
del cuello, y hay otra línea que atraviesa sus omóplatos. Una cruz. Tiene
una cruz tallada en la piel. El pelo negro, la piel pálida... si esa cicatriz
estuviera en otro lugar, pensaría que es una mierda religiosa rara. Pero
bueno, no puedes cortar tu propia espalda. Esa cicatriz rompe el trato.
Hay una cosa que les prometo a mis clientes, y es la perfección.
Cualquier otra cosa empañará mi reputación de suministrar mercancía
exclusiva. De una manera extraña, la cicatriz se suma a su misterio, pero
no puedo usarla. Debería decírselo, dejar que se vaya, pero no lo hago.
No digo una palabra porque quiero esto. Esto ya no es un negocio porque
lo hice personal. Cierro los ojos e inhalo su dulce aroma.

—Ve a la cruz, —le digo—. Párate frente a ella, de cara a la pared. Y no


mires a mí.

Ella asiente en silencio y hace lo que se le ordena. Miro su trasero


mientras se aleja de mí y sonrío. Su mirada permanece fija en la pared
cuando se detiene frente a la cruz. La excitación se acumula en mi pecho
mientras me paro detrás de ella, lo suficientemente cerca como para
sentir el calor de su cuerpo. Sus respiraciones se tambalean, sus
hombros se tensan.

—¿Me tienes miedo, Evie? —Sonrío.

Su cabeza se tuerce lentamente hacia un lado, sus ojos mirándome.


—No. —Susurra, manteniendo su mirada con la mía. Debería castigarla
por mirarme, pero no lo hago, porque me gusta lo que veo en sus
amplios ojos. Miedo. Es evidente en el sutil temblor de su voz, en sus
respiraciones erráticas. Y maldita sea, ¿cuánto más dura puede estar mi
maldita polla?

Ella jadea mientras presiono mi cuerpo contra el suyo, y la golpeo contra


la pesada madera de la cruz—. Lo estarás, pequeña asesina —le prometo
contra su oreja. Deslizo mis dedos sobre la piel de su cintura mientras
me muevo hacia su hombro y luego bajo por su brazo. Su respiración se
acelera, y puedo ver su pulso latiendo rápidamente en su garganta.
Envuelvo mis dedos alrededor de su muñeca y la jalo hacia arriba,
levantando su brazo y asegurándolo dentro del puño de cuero. Repito el
proceso con su otra muñeca, y aflojo los puños, dejándola de pie con
facilidad. Apartando el pelo de su cuello, recorro suavemente mis labios
sobre su piel expuesta—. Tengo la sensación de que vas a ser fuerte,
—susurro contra su oído. Estas son las palabras que le digo a cada una
de ellas. ¿Por qué? Porque les hace querer ser fuertes. Hace que quieran
complacerme. ¿Y por qué querrían complacer a un tipo que ni siquiera
conocen? Porque soy bueno en lo que hago. Con sólo unos pocos toques
estratégicos, puedo hacer que se sientan conectadas a mí. Es un regalo.

La idea de ver su piel volverse rosada, de escuchar su llanto y su súplica


hace que mi polla presione contra mi cremallera. Le agarro las caderas y
empujó su culo contra mi erección. —No te des la vuelta. No intentes
mirarme de nuevo, —le digo. Mantiene los ojos fijos en la pared, se
fortalece, fingiendo que no tiene miedo. Prácticamente puedo oír su
palpitante latido. Ese sonido es como música para mis oídos, pero no
quiero rostros valientes. Quiero lágrimas. Quiero gritos.

Agarro un puñado de su pelo y le tiro la cabeza hacia atrás. —Voy a


hacerte daño, cariño. —Deslizo mis dientes por la piel suave de su
garganta—. Me rogarás que pare, pero no lo haré, —le retuerzo el pelo y
lo enredo en un moño desordenado, y ella tiembla violentamente con ese
toque. Pongo un suave beso en su mandíbula, pasando mi dedo por
encima de su cicatriz antes de que me dé la vuelta.

Me desabrocho el cinturón y lo arrastro por los lazos. —Llorarás por mí,


Evie, —murmuro antes de darle con el cinturón en la espalda. En el
momento en que el cuero entra en contacto con su piel, casi gimoteo.
Esto no es BDSM ni nada de eso. No hay reglas, ni palabras de
seguridad. No quiero que se someta voluntariamente. Quiero quitárselo,
gritando y llorando. Quiero el máximo poder sobre ella, y mientras esté
aquí conmigo en esta habitación, quiero ser su dueño, en cuerpo y alma.

Cuando el cinturón muerde la espalda de Evie, ella no se estremece, no


hace ningún ruido. La golpeo más fuerte, y de nuevo no mueve ni un
músculo. Aprieto mi mandíbula mientras la golpeo con más fuerza, justo
en el borde de la extracción de sangre. Nada. La parte de mí que anhela
poder ruge hacia mí para romperla, aunque ella tenga que sangrar, hasta
dejarla seca para hacerlo.
Capítulo 5
Evie

—Me rogarás que pare, pero no lo haré, —gruñe contra mi cuello.


Su toscamente sofisticado acento británico hace que la amenaza sea algo
hermosa. Trato de respirar; trato de controlar el impulso que tengo de
gritar. El repentino silencio hace que mi frenético corazón lata más fuerte
y entre en pánico. Por instinto, jalo contra las ataduras y los fuertes
cortes de cuero en mi piel.

Me recuerdo a mí misma por qué estoy haciendo esto, y cuando lo hago,


la veo.

Hannah lleva un vestido rojo muy caro. Tiene joyas nuevas. Me sonríe,
sus ojos brillan. —En realidad, me ascendieron.

¿Qué tipo de promoción puede obtener una prostituta? Me trago la idea.

—Evelyn, ganaré cinco mil dólares por noche. ¡Una noche! Y los hombres
a los que tendré acceso... —Ella sonríe—. Pecadores.

Este hombre es el mismo que le dió a Hannah ese trato de cinco mil
dólares por noche, el mismo trato de cinco mil dólares por noche que me
está ofreciendo. Y ese trato es lo que la llevó a su muerte.
—Llorarás por mí, Evie, —susurra, y luego oigo el fuerte golpe de cuero
en mi espalda justo antes de sentir el golpe. El dolor se irradia a mi
espalda, haciendo que mis ojos se llenen de agua. La bofetada del
cinturón resuena de nuevo en mis oídos, y me preparo para el dolor de
las astillas. Me golpea con tanta brutalidad. Tengo miedo de que me
rompa, de que me mate, pero el pecador que hay en mí se deleita en
cada golpe cruel. Cierro los ojos y mientras el siguiente latigazo se posa
sobre mi trasero, sonrío porque ha pasado una eternidad desde que he
sido perdonada por mis pecados de esta manera. Perdóname por mis
pecados. Y en el dolor, siento mi liberación. La oración no toca lo que
hace el dolor. Siento como si todos los pecados de los últimos cuatro
años se hubieran lavado de mí. Encuentro la libertad con cada golpe, con
cada mordida aguda de su cinturón. No puedo evitar mover la cabeza
hacia atrás y sonreír ante el perdón divino que se abre paso a través de
mi cuerpo. Este hombre me está concediendo cosas que he anhelado, y
me siento conectada a él de una manera que no debería.

Hay otro crujido en el cinturón, y aparte de eso, el único ruido que oigo
es el sonido uniforme de sus pesadas respiraciones. Aunque mi cuerpo se
estremece con cada golpe, necesito más. Tengo muchos pecados de los
que necesito una liberación y este hombre... este hombre me concederá
la penitencia que he buscado durante años. Me paro más alta, separando
mis piernas mientras me preparo para que me golpee una vez más.
Quiero que me pegue, necesito que me pegue. Fui criada para creer que
el dolor equivale al perdón y, por trastornado que suene, creo esto más
que nada en lo que he creído en mi vida. Es la única parte de mi religión
que tiene sentido para mí. Haces algo mal; necesitas ser castigado.
El castigo te enseña a obedecer, y cuando no lo hace, tú al menos, pagas
por lo que has hecho. Pienso en el día que maté a mi padre. Reproduzco
la imagen de su cuerpo ensangrentado tirado en el suelo de la cocina, y
voy a que Ezra me golpeé más fuerte.
La hebilla de metal tintinea cuando Ezra la deja caer al suelo. Mi espalda
está en llamas, y los músculos de mis brazos me duelen por las
restricciones apretadas. Presiono mi frente contra la pared fría y me
deleitó en la rendición que me acaban de conceder.

El calor de su cuerpo me abrasa cuando se acerca y me arranca el pelo


del nudo. Sacudiendo mi cabeza hacia atrás, presiona su cuerpo contra el
mío.

El material de algodón de su camisa se siente como papel de lija sobre


mi piel maltratada, y estoy tentada de agradecerle por concederme la
absolución. Su aliento cálido y pesado sopla sobre la parte posterior de
mi cuello.

—¿Te gusta eso, cariño? —pregunta—. ¿Te hace mojarte? —Sus labios
acarician el costado de mi cuello y me dan escalofríos en la piel. Me tira
del pelo aún más fuerte que la última vez, forzando mi cabeza hacia un
lado antes de que sus dientes se hundan en mi cuello.

Esa sensación hace que mi pulso me golpee en la garganta. Durante los


últimos cuatro años, siempre he estado en control con un hombre, pero
esto... no tengo control sobre esto. Estoy a su merced, y él acaba de
limpiarme de mis pecados. Estoy blanca como la nieve, pura e inocente y
encadenada a una cruz delante de él. Mis respiraciones son demasiado
irregulares, mi boca demasiado seca para responderle. Me toma por las
caderas y arrastra mi cuerpo contra el suyo. No puedo concentrarme en
nada, aparte de su polla dura que empuja contra mí a través de sus
pantalones.

Tantea con las correas de mi mano izquierda y sacude violentamente la


hebilla como si estuviera enojado. Tan pronto como la restricción se
abre, mi mano cae a mi lado. La sensación de sentir un hormigueo en las
yemas de los dedos mientras la sangre vuelve corriendo hacia ellos. Ezra
se acerca a mí. Sus ojos negros brillan cuando uno por uno de sus dedos
se envuelven alrededor de mi garganta, y con un rápido movimiento, me
arranca de la cruz. A pesar de que mi mano derecha sigue suspendida
sobre mi cabeza, me golpea contra la pared. El yeso frío se siente como
una cama de clavos contra mi espalda sensible, y me ahogo en un jadeo.

Su cuerpo frota sobre el mío, sus dedos se mueven sobre mi garganta.

En este momento, cuando su mano se envuelve alrededor de mi cuello,


sus ojos se fijan en los míos, bebo cada detalle preciso de su rostro. Las
líneas limpias y afeitadas de su vello facial son meticulosas, lo que hace
que sus pómulos altos salten. Se peina el cabello rubio oscuro de una
manera que se ve desordenado. Sus labios tienen una perfecta inmersión
en el medio, que vergonzosamente quiero hacer correr mi lengua a lo
largo. Los músculos anchos de sus hombros y pecho se esfuerzan contra
su camisa. Este hombre es impresionante como la gloria de Dios lo
rodea, pero entonces, cuando lo miro a los ojos, sé que es del diablo
porque todo lo que veo es depravación y miseria. Sus ojos gritan pecado
e infierno, y yo cierro los ojos. Este hombre es todo lo que desprecio.
Estoy aterrorizada porque podría fácilmente acabar con mi vida aquí
mismo, y como Hannah está muerta y desaparecida, nadie me echaría de
menos. Lentamente, abro los ojos. Hay un golpe de silencio antes de que
gruña y apriete su agarre alrededor de mi garganta.

—Se supone que tienes que romperte, pequeña asesina. ¿Qué se


necesita para hacerte llorar? ¿Necesito hacerte sangrar? —Sus labios se
elevan con una pequeña sonrisa y sus ojos brillan peligrosamente ante el
pensamiento.

Mi corazón se sienta en mi garganta; el sudor cubre mi cuerpo. No le


concederé mis lágrimas. Las guardo. No lloro por ningún hombre, y
ciertamente no lloraré por éste. Hay un momento de silencio tenso.
El latido duro de mi pulso golpea a través de mis oídos mientras sus
dedos se tensan. Visualizo mi cuerpo sin vida cuando me arroje al río
Hudson.

—¡Joder! —Con un último apretón, me suelta la garganta y cae de


rodillas delante de mí. Él fuerza mi pierna sobre su hombro, y luego su
cálida y pecaminosa boca está sobre mí. Toda sobre mí. Me estremezco,
pero sus manos me inmovilizan en mi sitio, negándose a soltarme. Mi
espalda desnuda presiona contra la pared sin ningún sitio a donde ir.
Esto está mal. Esto es un pecado porque se siente bien. Y las cosas que
se sienten bien son impías. Él gime contra mí, soplando su aliento
caliente contra mi coño antes de meter su lengua dentro de mí. Mis
piernas amenazan con doblarse por el calor de él sobre mí, en mí. Dolor,
quiero el dolor. No quiero esto. Justo cuando cierro los ojos para luchar
contra la sensación de lujuria que él está despertando dentro de mí, el
calor desaparece. Se ha ido.

Mi pierna cae al suelo y mis ojos permanecen cerrados porque no puedo


mirarlo. Oigo sus pasos pesados mientras atraviesa la habitación. Las
bisagras de la puerta crujen.

—Fase dos. Viernes. Diez en punto. —Su voz profunda resuena en las
paredes.

Y la puerta se cierra de golpe.

Espero varios segundos antes de abrir los ojos. Ezra me ha dejado


desnuda, golpeada, con un brazo esposado a esta cruz porque sabe que
necesito castigo. Y por eso estoy agradecida.
La alfombra me quema las rodillas cuando caigo delante del altar. Mi
corazón sigue acelerado a pesar de que han pasado horas desde que él
me tocó.

Cerrando los ojos, busco las palabras que necesito para rezar, pero estoy
perdida. En lugar de pen
pensamientos
samientos santos, sólo puedo pensar en él. Ezra.
Es hermoso, estoico, perfecto, pero la belleza es obra del diablo. Ahora lo
veo. La imagen de su lengua gruesa que revoloteaba sobre mi clítoris
empaña mi mente, la sangre se acumula entre mis muslos y partepartes de mí
palpitan, partes de mí que no debería sentir mientras estoy de rodillas en
una iglesia. Quiero llorar, y clavo las uñas en la escalera, tratando de
volver a mí misma.

Él es un medio para terminar, Evelyn. Una prueba. Eso es todo lo que es.

Me ahogo en un sollozo mientras apoyo la cabeza contra la escalera.

—Concédeme
Concédeme la paz. Perdóname por los pensamientos que tengo.

Cariño… su espeso acento británico suena en mi mente, enviando


escalofríos helados que se extienden por toda mi piel. Úsalo, Evelyn.
Sedúcelo.
edúcelo. Ponlo de rodillas y él te llevará al hombre que mató a tu
hermana. Él es el latido del corazón de todos los hombres enfermos de
esta ciudad. Úsalo.
Levantándome del altar, miró fijamente a la ventana de cristal. Admiro la
belleza de los azules oscuros y morados que rodean la cruz antes de
girar y caminar hacia la salida. En cuanto llego a la acera, el olor a gases
de escape me envuelve. Cuando doblo en la esquina, veo a un hombre
alto y grande que me mira fijamente, y acelero el paso. Cuanto más lejos
camino, más fuerte crece la sensación de que alguien me sigue. Miro por
encima de mi hombro, y ese hombre grande camina muy cerca de mí,
silbando el estribillo de "Knocking on Heaven's Door". Un escalofrío me
recorre la columna vertebral. Cuanto más rápido camino, más él silba.
Cuando no tengo el control, los hombres me ponen nerviosa, y puedo
imaginarme a este hombre conspirando para arrastrarme a un callejón y
tener su sucio camino conmigo justo antes de que me corte la garganta y
me arroje en un contenedor de basura. Por favor, mantenme a salvo.
Casi estoy trotando, mi corazón tamborileando en mi garganta cuando
llego a mi edificio. Justo cuando llego para abrir la entrada, el silbido se
detiene.

Tan pronto como recupero el aliento, camino hacia mí a habitación y saco


mi devocional, pasando a la última página. Paso mi dedo por todos los
nombres de hombres que han sido tachados. Están muertos y se han ido.
Girando la pluma en mi mano, me pregunto cuál es el nombre del
hombre que lastimó a Hannah. No quiero nada más que escribir su
nombre en este libro, pero por ahora, tengo un espacio en blanco. Al
menos, así sé que lo estoy buscando.

Escribe el nombre de Ezra.

—No. —Sacudo la cabeza y cierro el libro, tirándolo al pie de la cama


mientras me acuesto.

Evelyn... Evelyn.
—¡Vete!—Grito.

Sabes que tienes que matarlo a él también.

Trago, sacudo la cabeza mientras entierro mi cara en mi almohada,


cubriendo mis oídos.

Él es pecado, y te hará su pecado si no lo haces. Debes matarlo.

—No quiero hacerlo. Por lo que él hizo esta noche, me han perdonado.

Pecado por pecado. Puede que te haya liberado de algunos pecados, pero
te ha atado a otros, Evelyn. Mátalo o nunca pondrás un pie en el cielo.

Y sé que tendré que hacerlo, pero sólo cuando encuentre al hombre que
asesinó a mi hermana.
Capítulo 6
Ezra

¡Jodida mierda! Pongo mis manos en mi escritorio, mi pecho se agita.


Los músculos de mis hombros me duelen por golpearla tan fuerte, pero
podría haberla golpeado más fuerte. Quería sangre. Ella apretó un
interruptor en mí que trato de mantener bajo control. ¿Y por qué? porque
ella no gritaba, no lloraba y no me rogó que parara como todas las otras
chicas que he tomado con el cinturón. Sé lo jodido que es. Sé que
debería sentir pena o algo así, pero no lo hago, y honestamente, la culpa
es un montón de mierda sin sentido. Sólo un cobarde carecería del
autocontrol para no hacer algo de lo que luego se sentiría culpable.
Golpeé a Evie porque quise hacerlo, porque me puso la polla dura. Fin de
la historia.

Gimo mientras pienso en cómo su piel se convirtió en ese hermoso rojo


pasión. La abrazó, su cuerpo en necesidad hasta sus pestañas, como si
ella lo necesitara. Su miedo a mí, contradice completamente la falta de
miedo que tiene por el cinturón. Temer el dolor es natural y carecer de
él, anular el instinto básico de supervivencia, bueno, eso me hace
desearla aún más.

Ella es perfecta. Nunca he querido hundir mi polla en una mujer tan


desesperadamente mal como lo hago con ella. Tanto que rompí mi regla
más grande:e: No me follo a las putas. Sólo necesitaba probarla, así que
caí. En quince años nunca he caído. Ni una sola vez. Y esta mujer me
tenía de rodillas por ella, probando su coño a los quince minutos de
haberse quitado la ropa.

Ella invoca a mi jodida deprava


depravación,
ción, me hace querer poseerla, arruinarla,
porque algo en ella me dice que no se puede romper. O tal vez ya está
destruida, dañada más allá de toda reparación. Después de todo, no
puedes romper lo que ya está roto.

Espero que venga el viernes, y eso es enfenfermizo


ermizo y retorcido porque no
pasará. No importa que tan buenas sean mis chicas, ellas aún gritarían,
sollozarían cuando las azotara. Los clientes pagan mucho dinero por esos
gritos; es lo que hace que sus vergas se pongan duras. Evie no gritará.
Y aunque es hermosa, tiene cicatrices, lo que significa que no es buena.
Tengo la reputación de producir mercancía de primera calidad, y por muy
bella que sea, tiene defectos. Mi polla se retuerce, y yo aprieto mis ojos
cerrados tratando de empujar la imagen de la cruz en la espalda de Evie
fuera de mi mente.

Necesito ver a Jen.

Conocí a Jen en un club hace un par de años. Ella es una buena follada, y
te juro que podría chupar una pelota de golf por una manguera de jardín.
Nosotros follamos, eso es todo. Es un acuerdo que funciona. A veces
encuentro mujeres por una noche, pero Jen satisface mis necesidades de
manera que la mayoría de las mujeres correrían y gritarían. Evie no
huiría.
Jen se fue furiosa después de que descargue mi corrida y le dije que se
fuera. No estoy de humor para sus tonterías esta noche. Nuestro acuerdo
es claro, pero bueno, ella es una mujer, y a ellas les gusta empujar los
malditos límites.

Tomando un vaso de whisky, enciendo la tv en el juego de ayer, Dave se


sube al sofá junto a mí. Lo compré para que fuera un perro guardián,
pero la mitad del tiempo cree que es un maldito perro faldero. Pongo mis
pies en la mesa de café y apoyo mi mano en su espalda.

Estoy a mitad del primer tiempo, cuando suena mi teléfono, bailando al


otro lado de la mesa de café. Lo recojo, mirando al número desconocido.

—Sí, —respondo

—Ezra, ¿cómo estás?

Frunzo el ceño, pausando el juego. —¿Quién eres tú?

—Esa no es forma de saludar a tu nuevo socio —Maldito Zee.

—Mi respuesta sigue siendo no. —Hablé con Seamus, y él está buscando
a la rata. Esta es la única explicación. Él me sugirió que le disparara al
pequeño hijo de puta, y que me quedara un rato en cubierto por si
acaso, pero no estoy corriendo, ciertamente no por esta pequeña mierda.
Quiero saber cómo Zee consiguió su contacto, cómo se las arregló para
infiltrarse en la familia, y quién tiene esa grabación por él. Mejor aún,
necesito algo de él. Si alguien te agarra de las pelotas, te agarras hacia
atrás y aprietas más fuerte. Jonty puede hackear cualquier cosa, obtener
casi cualquier información imaginable, pero no puede encontrar nada de
Zee.
Zee suspira. —Estoy perdiendo la paciencia, Ezra.

—Bueno pues, entrégame.

—¡No quiero entregarte! —grita, y me aparto el teléfono de la oreja—.


Te lo dije, te necesito —dice apresuradamente, con un poco de histeria
en su voz.

—Así que entonces tienes toda la capacidad de influir, —sonrío con


suficiencia—. ¿No eres la herramienta más afilada del cobertizo?, ¿cierto?

Él gruñe, en realidad me gruñe por teléfono. —Bueno, traté de ser


amable —Y él luego cuelga.

¿Qué carajo?... ¿Eso es todo? El tipo está loco. Loco y chantajeándome.


No tengo más opciones aquí, así que llamo a la única persona que podría
ayudarme, alguien con más poder y dinero que Dios. Ronan, el jefe de la
mafia rusa. Ronan es un loco bastardo con las pelotas más grandes que
conozco. Él solo derrotó a cuatro jefes de la mafia para llegar a donde
está. Tiene algo que ver con todo, desde putas hasta peleas ilegales y
tráfico de armas. Él es el tipo que hay que conocer, y el tipo al que no
hay que cabrear bajo ninguna circunstancia. Hace ocho años le salvé la
vida, maté a uno de sus hombres que estaba a punto de dispararle por la
espalda. Hemos sido amigos desde entonces, y es un amigo muy útil.

Suena el teléfono y Ronan contesta gritando en ruso: —No hay putas en


la casa. Te cortaré la polla y te la daré de comer con una cuchara de
plata. —Se aclara la garganta. —¡Ezra!

—Hola, Ronan.
—Es bueno oír tu voz, amigo mío. ¿Qué es lo que necesitas? Espero que
no haya polla en la cuchara.

Me río. —No. Necesito un favor. Tengo un pequeño problema...


Capítulo 7
Evie

Las furiosas magulladuras rojas del cinturón de Ezra se han vuelto de


color púrpura oscuro, algunas de ellas enmarcadas en una línea azul-
negra. Sonrío mientras miro mi reflejo en el espejo. Estoy perdonada.
Ezra me concedió penitencia, y me quitó la carga.

Agarro el cinturón negro puesto al pie de mi cama y lo enhebro entre mis


dedos. Lo compré porque es como el que Ezra uso para azotarme. La
vista de esto hace que mi estómago se apriete de una manera deliciosa.
Aunque ha pasado casi una semana desde que Ezra me sometió, es en lo
único que puedo pensar. Las cosas que él revolvía dentro de mí. Aunque
me siento avergonzada, también siento un fuerte deseo de tenerlo cerca
de mí.

Había esperado dos días antes de seguirlo. Y ahora lo he estado


siguiendo lo suficiente como para conocer su rutina. Sé qué tipo de café
bebe: latte, un trago extra de espresso, sin crema. Dicen que los ojos
son las ventanas del alma, bueno, las ventanas del apartamento 3C son
los ojos hacia la vida de Ezra. Sé que le encanta la comida china y que
fuma demasiado. También bebe demasiado. Todos los días se despierta
al mediodía y se ducha, y después de quitarse la toalla, se rocía un
chorro de perfume Blue de Channel sobre su pecho desnudo.
Tomo la botella que recién compre de Blue de Channel de mi mesita de
noche y roció mis muñecas. El olor limpio me rodea. Cerrando los ojos,
arrastro el recuerdo de su pecho presionado contra mi espalda desnuda.
Sólo quiero un pedacito de él. Es obvio para mí que mi interés por Ezra
ha ido demasiado lejos. Siempre sigo a los hombres que mato,
aprendiendo hasta el último detalle de su vida. Pero nunca es así.
Lo estoy persiguiendo porque quiero que él me quiera. No debería.
Yo debería estar tras él para encontrar al hombre que mató a Hannah, y
lo estoy, pero también estoy tras él porque es un dios y el diablo todo al
mismo tiempo. El conflicto interno que me está causando es como un
tsunami catastrófico que amenaza con tragarme en cualquier momento.
Esos ojos negros de él destellan a través de mi mente, me dan
escalofríos en la columna vertebral. "Llorarás por mí, Evie." La elegancia
de su acento hizo que esa afirmación pareciera más una hermosa
promesa que una amenaza.

Él es como un demonio. Un diablo que puede concederme el perdón, y


por alguna razón siento que el perdón a manos de un demonio debe ser
más sagrado que cualquier perdón encontrado en los escalones de un
altar. Es una contradicción. Igual que yo. Igual que Ezra.

Intento sacudir los pensamientos de él de mi cabeza, pero fracaso


miserablemente. Se ha convertido en una obsesión, y tengo que dejar de
hacerlo porque mi obsesión ahora mismo debería ser encontrar al
hombre que mató a mi hermana. Y una vez que lo encuentre, debo
matar a Ezra para honrar a Hannah. Es lo que ella querría. Pero cuanto
más pienso en él, más necesito verlo.
Capítulo 8
Ezra

—¿Cuándo se la llevó Zee? —Grito, corriendo por la acera, Dave trotando


a mi lado. Jonty y yo íbamos a tratar con un cliente que golpeó a una de
mis chicas, y ahora oigo que Zee se la está llevando. Puedo matar a
Vinnie, pero a Zee... no puedo tocarlo. ¡Mierda!

—Esta mañana. Ella había acabado con un cliente y estaba saliendo del
motel. Un par de chicas vieron a Zee tomarla y lo reconocieron.

—¡Joder! Ese maldito hijo de puta —Sabía que iba a hacer algo, pero
esto es una maldita guerra. ¿Cree que puede llevarse a mis chicas?

—Asegura a las chicas. Sólo trabajarán en el club y en el motel. Pon


seguridad fuera de nuestras habitaciones en el motel, y dile a las otras
chicas que se queden en su edificio de apartamentos. No se van hasta
que yo lo diga —Yo pago para que las chicas vivan en un edificio de alta
seguridad porque con los clientes que tienen, nunca se sabe cuando uno
se puede poner un poco obsesivo. Un buen ejemplo, Zee—. ¡Jodida
mierda!
Jonty intercepta mensajes de texto en su teléfono, dando instrucciones a
las personas relevantes. —¿Quieres que me encargue de Vinny?
—pregunta.

Aprieto el puño. —No.

Vinny está a punto de ver exactamente lo que le hago a la gente que


daña mi maldita mercancía. Abro la puerta del sucio y pequeño café.
El olor a grasa y café de mierda me asalta. Sólo hay un puñado de mesas
aquí, y veo al tipo que estoy buscando inmediatamente. Cuando sus ojos
se posan sobre mí, intenta encorvarse, fingiendo que puede esconderse
de mí.

Hay dos tipos sentados en otra mesa. Los reconozco vagamente como
los drogadictos que a veces entran en el bar. Uno me da la espalda, pero
el otro mira hacia arriba, estrellando su mirada conmigo. Lo miro
fijamente y sacudo mi cabeza a un lado, señalando hacia la puerta. Sus
ojos caen rápidamente, y empuja a su amigo. Mi reputación por aquí es
de gran alcance y nunca se cuestiona. Se ponen de pie y se van sin decir
una palabra.

Me acerco a la mesa de Vinny y me dejo caer en el asiento de enfrente.


Jonty gruñe mientras se sienta a mi lado, poniendo su peso en la silla
pequeña.

Deslizo el plato de papas fritas de Vinny delante de mí, y lo veo tragar.

—Vinny, —digo con calma, y luego me llevo una papa a la boca. Me mira
fijamente mientras mastico. Sabe lo que se avecina, pero a veces en los
últimos minutos de un hombre se vuelve desafiante.
—Te lo dije antes, Ez, si pagas por una chica, esperas que ella lo tome
un poco duro. Si quisiera andar de puntillas alrededor de los sentimientos
de una mujer, me follaria mi esposa.

Permanezco inmóvil, impasible y junto mis manos sobre la mesa frente a


mí. —Te dije antes que la próxima vez que le dejes un moretón a una de
mis chicas, haría mucho más que romperte la mandíbula. —Ahora soy
consciente de que esto puede sonar hipócrita viniendo de mí, pero SJ,
ella no es una de los cinco de los grandes por noche, y no está entrenada
para manejar esa mierda. Además, nadie quiere follarse a una chica con
la cara destrozada.

Todo lo que me interesa son los márgenes de beneficio. Para el


presupuesto de Joe Bloggs usando una de mis putas promedio, las reglas
son simples, nunca les pegues a las chicas, o tendrás que lidiar conmigo.
Romper mis reglas es faltarme el respeto directamente, y realmente no
me gusta que me falten el respeto.

—Vamos, Ez, —él se ríe nerviosamente.

Tomo otra papa frita del plato y me la meto en la boca. —¿Crees que soy
blando, Vinny?

—No, —dice con recelo. Razonable.

—¿Crees que soy un tipo que dice cosas por mierdas y se ríe? —Sacude
la cabeza pero no responde—. Soy un tipo justo, Vinny. Le doy a la gente
la oportunidad de rectificar sus errores. —Miro a Jonty y me encojo de
hombros—. No lo sé, ¿tal vez soy demasiado amable?

Jonty se ríe y sacude la cabeza. —Claro. Bien. Esa es exactamente la


palabra que usaría para describirte.
Sonriendo, cruzo la mesa, agarro a Vinny por el pelo, y le golpeo la cara
contra la mesa. El crujido que hace su nariz y la sangre que salpica la
mesa me hace sonreír. Vinny grita, agarra el borde de la mesa y trata de
alejarse de mí.

—¿Te parezco amable Vinny? —Empujo su cara hacia la mesa,


manchando de sangre por todas partes. Llora como una niña y lucha
contra mi poder.

—Por favor, —ruega, su voz un leve murmullo.

Me levanto y me inclino sobre la mesa para susurrarle al oído. —Me


faltaste el respeto, Vinny. Te lo advertí.

Jonty levanta una ceja cuando lo miro. Toma un cuchillo para


mantequilla y me lo desliza por la mesa. Se desliza por la superficie
antes de chocar contra mi mano. Me enderezo, envolviendo mis dedos
alrededor del metal frío del cuchillo mientras mi agarre se tensa en su
cabello. Se queja mientras arranco su cabeza de la mesa.

—Por favor. —Murmura. La sangre recorre su cara y garganta. Está


lloriqueando como una puta perra, sus dedos me arañan
desesperadamente la muñeca en un intento de liberarse de mi agarre.
Sonrío, porque, a pesar de toda su fachada, son estos últimos segundos
los que cuentan. Cuando ves cómo se le escapa la vida a alguien de los
ojos, ves el pánico, el miedo. Es entonces cuando un hombre muestra
sus verdaderos colores, y tú mueres como una llorona meándote en los
pantalones o con dignidad.

Uso mi peso corporal para clavarle el cuchillo en el costado de su grueso


cuello. Sus ojos se abren de par en par. Su boca se abre y se cierra
como un pez fuera del agua. Cuando saco la hoja desafilada, la sangre
brota por toda la habitación, rociando la pared a unos pocos metros de
distancia. Vinny entra en pánico y se agarra su cuello para intentar
detener la hemorragia, pero acabo de romperle la yugular, nada impedirá
que la sangre siga bombeando a través de sus dedos. Veo el líquido rojo
caer por sus antebrazos y estoy satisfecho. Cuando le suelto el pelo, la
mano de Jonty sale disparada, arrebatando el plato de papas fritas antes
de que la cara destrozada de Vinny golpee la mesa. Tomo una servilleta
y limpio la sangre de mis manos mientras lo veo agitarse sobre la mesa.
Jonty nunca se mueve, sólo se sienta a comer las patatas de Vinny.

La mejilla de Vinny está presionada contra la mesa, su cara blanca, los


ojos muy abiertos por el miedo. Estos son sus últimos segundos. Me
agacho junto a él y sonrío. —Mira, soy blando Vinny. Casi te mato
rápidamente. —Él respira con dificultad dos veces y se queda quieto. Tiro
la servilleta arrugada a su lado y me vuelvo hacia la puerta.

—¡Limpia esta mierda y luego encuentra a Lydia! —le digo.

Voy a ir por el maldito camino de la guerra.


Capítulo 9
Evie

Estaciono fuera del complejo de apartamentos de Ezra, apago el motor y


espero. Espero a que vuelva a casa porque necesito verlo.

Sale de su coche y evita las escaleras. Una mujer pelirroja con un vestido
blanco demasiado ajustado se le acerca. Observo cómo la agarra por la
cintura y la pega contra un coche aparcado a un lado de la carretera. La
besa de la misma manera que los hombres besan a las mujeres en las
películas, y luego la agarra de su brazo y la arrastra hacia arriba por las
escaleras. Mi corazón tambalea en mi pecho porque estoy celosa. Me
imagino la risa tonta de ella. Viste de blanco. Se hace la inocente,
aunque el balanceo de sus caderas y el hecho de que no vea una línea de
ropa interior me dice que ella no lo es. Cuento en mi cabeza los ciento
veinte segundos que usualmente le toma hasta que las luces de Ezra se
encienden. Ciento veintiuno, ciento veintidós, ciento veintitrés, ciento
veintitrés... trago porque me imagino que la tiene clavada contra la
pared de esa escalera con la mano en ese vestido corto y de mujerzuela
que lleva ella. Finalmente, la luz del salón se enciende, seguida de la luz
del dormitorio. No puedo evitar preguntarme qué tan bien folla él. Y no
debería.
Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, me encuentro
corriendo por la acera hasta el edificio continuo. Aquí estoy, mirando por
la ventana en el lado de su apartamento. Las sombras rebotan a través
de la fachada de ladrillo del complejo opuesto, y tengo que ver qué están
haciendo. Me apresuro a ir a la escalera de incendios. Es vieja y
destartalada, y lo más probable es que no cumpla con los requisitos de
seguridad, pero he comprobado su mantenimiento por dos noches esta
semana. Me agarro a la barandilla oxidada y subo, con los talones
temblando y agarrándome a las escaleras rotas varias veces antes de
llegar al segundo aterrizaje. Las sombras me esconden de la vista, y
presiono mi espalda contra la pared fría, manteniéndome completamente
quieta para no ser vista.

La chica está de rodillas, su polla en la boca de ella, sus manos


agarrando sus caderas. Veo cómo sus manos se agarran a la parte de
atrás de la cabeza de ella, y ahora ella no lo está chupando porque él le
está follando brutalmente la boca. Por alguna razón, y no sé por qué,
pero me gustaría que fuera yo con su polla en la boca, y eso me hace
sentir sucia porque nunca quiero hacer nada con un hombre. Pero te
concedería la absolución, Evelyn. Él lo hace, y eso haría que estuviera
bien que me lo follara y lo disfrutara. Él podría sacar mi pecado lujurioso
mientras me folla.

Ezra toma el pelo rojo de la mujer, envolviéndolo alrededor de su


muñeca mientras la tira hacia arriba delante de él. Agarra su vestido y se
lo sube con tanta necesidad, la necesidad de liberación, y me da envidia
porque quiero que él me necesite de la misma manera que él la necesita
a ella. Él está haciendo a esta mujer su pecadora, pero yo quiero que
este hombre sea mi pecado.

Cuando la golpea contra la ventana, oigo el ruido sordo y hace eco en el


callejón. Quiero que esa sea mi espalda desnuda presionada contra la
ventana fría. Mi pulso martilla en mis oídos, gritando lo puta que soy por
permitir a este hombre forzar pensamientos tan pecaminosos en mi
mente, y yo le pido a gritos que se calle. Sólo puedo imaginar que este
palpitar entre mis piernas y la sensación de hormigueo zumbando sobre
mi piel sería mil veces más agradable si yo fuera la que él hubiera
clavado contra esa ventana. Podría hacer que me follara, y luego hacer
que él fuera a mi espalda con su cinturón, y entonces sería absuelta por
este miserable deseo que se arrastra sobre mí como insectos. Follar es
una palabra sucia, Evelyn.

Esa pequeña zorra pelirroja está golpeando su pecho, arañándolo. Él se


inclina en su cuello, apretando su pelo en un puño mientras él susurra
probablemente algo totalmente malvado en su oído. Apuesto a que le
está diciendo que ella llorará por él, y todo lo que recuerdo es la forma
en que su boca caliente se sintió sobre mí, cómo reemplazó el dolor con
algo tan agradable que me hizo sentir la necesidad de ser golpeada de
nuevo. Y luego la empuja por la ventana, y por un breve segundo, la
mira fijamente. Por una fracción de segundo me temo que me vea, pero
si lo hace, nunca podrá reconocerme. Eventualmente, se alejan de la
ventana, y yo hago mi camino de regreso por la escalera de incendios,
tirando de la cadena, y me atrevo a decir, celosa de esa Jezabel con un
vestido blanco demasiado ajustado.

Envidia. Lujuria. Esos son ambos pecados, y están librando como un


fuego desenfrenado dentro de mi cuerpo, mi cuerpo que se supone que
es un templo, pero esta noche es un abismo que temo que si no tengo
cuidado se abrirá en la boca del infierno. Agarro mis llaves en la palma
de mi mano húmeda, escuchando el suave chasquido de mis talones
mientras se presionan sobre el pavimento. Paso junto al coche de Ezra, y
en vez de cruzar la calle, sigo adelante. Mis ojos se concentran en la
brillante pintura negra de su BMW. La palma de mi mano tiembla al
pararme junto al auto de ella. Puta. Tomo la llave y la coloco contra la
pintura. El chirrido de la llave que estoy arrastrando sobre el metal me
proporciona una forma enfermiza de diversión. A Jezabel no le gustará
esto en absoluto. Pero ella no me gusta para nada, así que es un trato
justo.

No me tomo el tiempo para admirar mi obra de arte. Me dirijo a mi auto


y conduzco a casa. Digo mis oraciones y me meto en la cama, y aquí
yazco, incapaz de sacar de mi cabeza las imágenes de Ezra follando con
esa mujer. Es como una repetición de una película porno en mi mente, y
eso me hace sentir sucia. Cierro los ojos y entonces, me despierto, mi
clítoris palpitando, mi mano presionando sobre mis bragas en formas que
ninguna buena chica debería tocarse a sí misma. Él ha infestado mis
sueños, contaminado mi mente inconsciente con sus pecados. Siento una
gota de sudor en mí frente al apartar mi mano temblorosa de mi cuerpo.
Trago y enseguida salgo de las sabanas, arrodillándome al lado de la
cama para rezar.

—Por favor, perdóname por mis pensamientos impuros, por las cosas
que he permitido que se filtren en mi alma. Por favor, quítame mi deseo
de cosas impías. Amén.

El latido entre mis muslos no se detiene, y todo lo que quiero hacer es


tocarme mientras pienso en ese hombre, en la forma en que sus grandes
manos se sintieron sobre mí. La liberación que me dio. Mañana ya es
viernes, y no puede llegar lo suficientemente rápido.
Capítulo 10
Ezra

Hay un golpe suave en la puerta, y Dave salta, gruñendo.

—¡Adelante! —Grito.

La puerta se abre y una pequeña figura entra en la oficina. Su cabello


negro cae en olas alrededor de sus hombros. Evie.

Dave se sienta frente a ella y el sigue gruñendo con la garganta. Sus


ojos se fijan en él, y ella se presiona nerviosamente contra la pared.

—¡Dave! —Lo llamo con voz firme, y él se da la vuelta, refunfuñando


mientras se echa hacia atrás.

Ella me mira por un segundo, esos ojos azules que se encuentran con los
míos. Hay algo tan maravillosamente trágico en ella, esa falsa inocencia
que me atrae.

Me gusta saber todo sobre mis chicas porque la preparación lo es todo en


los negocios. Al menos, eso es lo que me digo a mí mismo. Hice que
Jonty la siguiera. Ahora sé dónde vive, dónde va a la iglesia, pero eso es
todo. No puedo encontrar nada de ella, ni número de seguro social, ni
certificado de nacimiento, es un fantasma e incluso para una puta, eso es
sospechoso.

Se encoge de hombros para quitarse el abrigo. Y mi mirada se ve


inmediatamente atraída por el apretado vestido negro que se aferra a
cada una de las curvas de su cuerpo. Sólo con mirarla está convirtiendo
la parte delantera de mis vaqueros en una puta tienda de campar. Me
inclino hacia atrás para darle un poco de espacio a mi polla y me muevo
incómodamente.

—Viniste —digo, descansando mis codos en los brazos de la silla y


uniendo mis manos delante de mí.

—Me dijiste que volviera… —mira ansiosamente a Dave y se aclara la


garganta —. La fase dos, ¿recuerdas? —Me quedo callado y la miro
fijamente. Sus mejillas están rosadas, y eso hace que mi polla se mueva.

—Lo recuerdo, —sonrío—. No esperaba que volvieras. La mayoría no lo


hace —No debiste hacerlo.

Sus ojos se posan en su regazo, y creo que puedo ver una sutil sonrisa
en sus labios. —No soy la mayoría de las chicas, —susurra. No, ella no lo
es, joder.

Me levanto, y Dave va a levantarse, pero le hago una señal para que se


quede.

—Sígueme, —le digo a Evie, saliendo de la habitación. Camino por el


mismo pasillo hacia la misma habitación, y de nuevo ella me sigue, el
golpeteo silencioso de sus tacones aparentemente ensordecedor.
Esta vez, no se estremece cuando entro en la habitación y enciendo la
luz. Ella no expresa nada. Su rostro sigue permaneciendo completamente
impasible. Con la mayoría de las chicas, la segunda vez suele ser mucho
peor. Ya han experimentado la primera sesión, así que asumen que lo
que está a punto de suceder debe ser peor que eso. Es la fase dos. Tiene
que ponerse más difícil. Temen lo desconocido. Pero Evie no, parece
tranquila, como si hubiera llegado a un acuerdo con lo que le espera. Ella
me sorprende y me fascina en todo momento.

—Desnúdate, —le digo.

Se quita la ropa sin dudarlo, y yo estoy casi decepcionado. Una parte de


mí quiere su desafío para poder arrancarle esa maldita ropa. Su sumisión
no es tan emocionante como lo sería su lucha. Ella baja la cremallera del
vestido y cae al suelo, dejándola de pie con una tanga blanca de encaje y
un sostén. Mis ojos bajan por sus piernas hasta sus tacones rojos, y me
veo forzado a ajustar mi polla por lo que se siente como la centésima
vez.

—Arrodíllate.

Ella lo hace voluntariamente, levantando la cabeza para observarme


cómo la rodeo. —¿Por qué has vuelto, pequeña asesina? —Le agarro por
la barbilla inclinando su cara.

—Tú me dijiste que lo hiciera.

Sonrío. Es una asesina, una luchadora. No volvió aquí porque yo se lo


dije. Ella regresó aquí porque quiere estar aquí. No estoy seguro de por
qué quiere estar aquí. Me acerco a la cómoda y saco el azotador. Odio
esta mierda porque parece tan teatral, pero dado lo que estoy a punto de
pedirle que haga, un cinturón no sirve. Mientras me acerco a ella, paso
las borlas de cuero por la palma de mi mano, y su mirada se fija en mis
movimientos, la curiosidad en su expresión mientras le ofrezco el mango.
Me lo quita de la mano y lo examina.

—Vas a usar esto. —Sus ojos se abren de par en par cuando digo eso.
Siempre piensan que me van a pegar. Me río mientras sus ojos se
desvían del azotador hacia mí, y sacudo la cabeza—. Te vas azotar a ti
misma Evie —Oigo como traga. Sus ojos se fijan en los míos, y por un
breve momento, creo que va a llorar. Y espero que lo haga.

—¿Por qué tengo que hacerlo? ¿Cuál es el punto? —pregunta mientras


mete los dedos en las hebras de cuero.

—No haces preguntas. Debes ser obediente, sumisa. —Escupo esa


palabra porque la odio—. Pero, te lo diré porque me gustas, cariño. El
punto es la disciplina. Si puedes lastimarte a ti misma, y quiero decir,
realmente lastimarte a ti misma, puedes soportar cualquier cosa que te
puedan infligir, y confía en mí, que lo harán... —No sé por qué le estoy
diciendo nada de esto, o por qué estoy fingiendo que todavía está
haciendo entrevistas para el trabajo. No está entrenando para ser una
puta de élite. Está aquí porque la quiero aquí. No hay otra razón.

Ella asiente con la cabeza aceptando. Sus ojos azules siguen fijos en mí,
su cara sin expresión mientras sostiene el azotador, azotándolo sobre su
hombro. El fuerte golpe del cuero mientras golpea su piel resuena por
toda la habitación. Ella no se estremece, no se mueve, y sus ojos nunca
dejan los míos.

—Otra vez, —digo yo.

Otro fuerte latigazo suena seguido por otro, luego otro. No hay lágrimas,
ni gritos. Ella es completamente estoica, y me está volviendo tan duro
como el puto cemento. Ella se detiene, dejando caer el azotador a su
lado, y yo sacudo la cabeza, sonriendo. —No te dije que pararas.

Sus ojos se entrecierran y puedo ver el resentimiento ardiendo detrás de


ellos. Me agacho frente a ella, tomando su barbilla en mi mano.

—Más fuerte… —susurro.

Ella sacude su barbilla de mi mano y levanta el látigo, azotándoselo en la


espalda una y otra vez. Pierdo la cuenta de cuántos latigazos se da a sí
misma. Pero no importa cuántas veces el cuero la golpee, ella no se
rompe.

—Suficiente.

Las borlas de cuero negro se extienden por el suelo cuando su brazo cae
a un lado. Me da el azotador y me mira a través de sus gruesas y
oscuras pestañas. Sus dientes blancos se rastrillan sobre sus labios rojos
como la sangre.

—Quiero que tú lo hagas. —susurra mientras sus ojos caen al suelo—.

Por favor. —No me da tiempo suficiente para responder, simplemente se


da la vuelta y espera. Mi mirada se desliza sobre su piel pálida, trazada
con las ronchas rojas y elevadas que se infligió a sí misma. ¿No fue
suficiente para ella?

Aprieto el mango de madera, luchando conmigo mismo. Ella no tiene que


hacer demandas aquí, pero el infierno de mierda, el hecho de que lo
quiere, que le gusta... Maldición, quiero hacerla llorar. El problema es
que no llora. Ella no tiene miedo, ni umbral de dolor, y joder si eso no
hace que mi polla se mueva; no sé lo que en esta puta tierra hará.
Me dan ganas de follarmela hasta que grite, y no estoy seguro de poder
fiarme de mí mismo para no golpearla sangrientamente en busca de esas
lágrimas imprecisas.

Hago girar el azotador hacia atrás, y la azoto a través de sus omóplatos.


El cuero le muerde la piel y aprieto la mandíbula. La golpeo una y otra
vez, y cuanto más fuerte la golpeo, más relajada se vuelve. Mi polla se
pone más dura cada segundo. Gruño y la golpeo con suficiente fuerza
como para sacarle sangre. Ese látigo hace que su espalda se incline
levemente, y juro que la oigo gemir. Esto no es un castigo para ella, es
un maldito placer.

Suelto el azotador y cae al suelo. No puedo soportar más esta mierda.


Con unos pocos pasos rápidos, cierro la distancia entre nosotros. De pie
delante de ella, le agarro el pelo y le tiro la cabeza hacia atrás. Su cara
está ahora a la altura de mi polla mientras me mira con los ojos muy
abiertos.

—¿Te gusta cuando te hago daño, pequeña asesina? —Sus ojos caen, sus
mejillas se ruborizan. Acaricio mi mano libre sobre su mejilla—. No te
avergüences, cariño. Es jodidamente hermoso. —Susurro.

Sus manos temblorosas se elevan hasta mi cintura, y tímidamente tira


de mi hebilla del cinturón. Está tan insegura, tan jodidamente inocente.
Sus ojos se encuentran con los míos durante una fracción de segundo
antes de volver a bajarlos rápidamente, y sus manos caen de nuevo en
su regazo. Paso mi pulgar en su labio inferior antes de deslizarlo en su
boca, su cálida y húmeda boca. Su lengua se mueve a través de la punta
de mis dedos, y esa simple acción hace que mi polla salte de arriba a
abajo como un cachorro esperando a ser acariciado. Cuando ella gime
alrededor de mi pulgar, siseó un poco. Mierda. No me acuesto con putas,
pero es sólo su boca, ¿verdad? Y no se parece a ninguna puta que haya
conocido.

Le arranco el pulgar de la boca y me abro el cinturón, empujando mis


pantalones y bóxer hacia abajo. Una pequeña línea de ceño fruncido
estropea su frente. Mi otra mano todavía está en su pelo, y mi agarre se
aprieta, tirando lentamente de ella hacia mí hasta que su cara está a sólo
una pulgada de mi polla. Sus cortos y calientes alientos me recorren por
encima de la polla. Que me jodan. No puedo esperar al calor de su boca.

—Tómala, —gruño. Tengo que contenerme de empujar mi polla en su


garganta y follar su cara hasta que se atragante. Quiero ver las lágrimas
derramarse por su cara mientras se ahoga literalmente con mi polla.

Ella tímidamente levanta su mano y envuelve sus delicados dedos


alrededor de mi longitud. Gimo ante el pequeño contacto, y luego sus
labios están sobre mí, su lengua tímidamente parpadeando a través del
extremo de la cabeza de mi polla. Mis dedos se tensan en su cabello
mientras su boca me explora más. Su boca se hunde a mí alrededor, y
veo como mi polla desaparece detrás de sus labios rojos. Ahora toda mi
polla está en su cálida y apretada boquita.

Mi cuerpo está tan apretado que mis bolas están a punto de explotar en
su garganta. Sus ojos se abren y se encuentran con los míos. Incluso con
mi polla en su boca, parece tan inocente. Ella arrastra su lengua sobre
mi longitud, gimiendo un poco. Y lo pierdo.

Le agarro el pelo y empujo mis caderas hacia adelante hasta tocar la


parte posterior de su garganta. Me la follo sin piedad, persiguiendo mi
liberación. Echo mi cabeza hacia atrás y gimo porque nada se ha sentido
tan bien como su boca ahora mismo.
—¡Joder, Evie!. —Empujo más fuerte, más rápido. Mis bolas se tensan,
mis músculos se tensan, y luego me empujo profundamente en su
garganta corriéndome. Sorprendiéndome, ella se lo traga, y luego
arrastra su lengua sobre mi eje y la cabeza de mi polla para lamerme
hasta limpiarme. Mi polla sale de su boca, haciendo un sonido y ella se
sienta allí mirándome en silencio. Mierda. Estoy temblando, mi
respiración se hizo pedazos. Su boca es mágica.

Después de regresar a mis cabales, me subo el bóxer y los pantalones, y


luego me abrocho rápidamente el cinturón.

¿Qué mierda acabo de hacer? me doy la vuelta y me alejo de ella,


arrastrando una mano por mi pelo. Joder. Primero, quería azotarla, luego
me comí su coño, y ahora me estaba chupando la polla. Yo no follo con
putas. No golpeo a las chicas a menos que vayan a trabajar para mí.
¿Qué mierda está mal conmigo? Esta chica me hace perder el control, y
nunca pierdo el control. Todo lo que hago es una elección consciente.
¿Qué me sucede con ella? me está convirtiendo en uno de los jodidos
locos del sexo con los que gano tanto dinero.

Cuando me doy la vuelta, Evie sigue arrodillada y muy desnuda con los
ojos fijos en el suelo.

—Vístete. —Le digo, enojado conmigo mismo por perder mi mierda.

Ella no me mira cuando se levanta para coger su ropa. Se viste


rápidamente, manteniendo los ojos en el suelo. —¿Para cuándo sería la
fase tres? —me pregunta mientras se alisa el dobladillo de su vestido.

—No hay fase tres. —Saco un cigarrillo de la cajetilla del bolsillo y me


quedo callado mientras me lo coloco entre los labios—. No pasaste la
fase dos —. Volteo la tapa del encendedor y la sujeto al cigarrillo,
inhalando el humo espeso antes de cerrarlo con un fuerte chasquido.

Sus cejas se juntan, y sus ojos se entrecruzan enojados conmigo. —¿Por


qué? ¿Qué no aprobé?

Le sonrío y tomo otra inhalación del cigarrillo mientras me acerco


lentamente a ella, cerrando el espacio entre nosotros. —No te
estremeces. No le temes al dolor.

—Pensé que eso es lo que querías, —susurra.

Tomo su barbilla entre el pulgar y el índice. —Yo personalmente, sí. Mis


clientes... —Me acerco más, arrastrando mi nariz a través de su
garganta, inhalando su olor por última vez—. Quieren que grites y llores.
Quieren que les ruegues que paren. —Le beso el cuello suavemente
antes de tirar hacia atrás para volver a mirarla a los ojos—. No quieren
que te guste. Quieren que le temas.

—Yo... puedo gritar. Puedo llorar si eso es lo que quieren. —Ella asiente
con la cabeza como si tratara de convencerse a sí misma—. Puedo fingir,
lo que quieras. —Aprieta la mandíbula y me mira fijamente.

La idea de que finja llorar me enfurece. Le quito la mano de la cara. Las


lágrimas son simplemente una reacción al miedo, y el miedo no se ve, se
siente. —Incluso si pudieras fingirlo, tienes cicatrices. No puedo cobrar
miles de dólares por noche por mercancía defectuosa, cariño. —Mis ojos
se fijan en su rostro perfecto—. No importa lo hermosa que seas.

—¿Por qué me pediste que volviera entonces? Si tener cicatrices significa


que tengo defectos, ¿por qué me trajiste aquí? ¿Sólo querías hacerme
daño? —Está temblando, sus fosas nasales se abren mientras me mira.
Me río, inhalando otro arrastre de mi humo mientras enhebro un puñado
de su pelo entre mis dedos. —Exactamente eso. —Le soplo una ráfaga de
humo en la cara mientras la tiro contra mi pecho. —Nunca he querido
llevarle un cinturón a nadie tanto como a ti, pequeña asesina. —Susurro,
mis labios rozando los suyos mientras hablo.

Su aliento se engancha y sus ojos se abren de par en par. Intenta


alejarse de mí, pero le pongo la mano en la nuca y la inmovilizo en su
sitio. —Me haces querer herirte, hacerte llorar mientras te follo. Pero yo
no me acuesto con putas. —Soltándola, arrastro mis ojos sobre su
cuerpo—. Que desperdicio —Le doy la espalda y me dirijo a la puerta—.
No vuelvas aquí, Evie.

—Por favor... —ruega.

Debería seguir caminando y no volver a verla nunca más, pero esa


inocencia en su voz me detiene.

—Dame otra oportunidad. Por favor, Ezra.

Me doy la vuelta y la enfrento. —¿Por qué? —Una pequeña línea de ceño


fruncido estropea su frente—¿¡Por qué!? —Grito.

—Necesito este trabajo.

Entrecerrando los ojos, estudiando su cara. —Busca. Otro. Trabajo.

—¡No! —grita demasiado rápido—. No puedo… necesito este trabajo.


Necesito el dinero.

No llegué a donde estoy siendo un maldito idiota. Puedo leer a la gente


como un libro. —Estás mintiendo. —Debería echarla, olvidarme de ella,
pero la curiosidad me tiene arraigado en el lugar esperando su
respuesta, pero ella permanece en silencio. Se me acabó la paciencia.
Cierro la brecha entre nosotros y cierro mi mano alrededor de su
garganta, tirando de ella hacia mí mientras presiono mis dedos contra su
suave piel—. No me llevo bien con las mentiras, cariño, —le respiro en el
oído—. No me pongas a prueba.

Ella jadea mientras lucha con mis manos. —A mí… —Su pulso retumba
contra mis dedos y aprieta los ojos—. Me gusta, —se ahoga.

—¿Qué te gusta, pequeña asesina? —Aflojo el agarre mientras presiono


mi mejilla contra la suya, mis labios contra su oreja—. Dilo.

—Me gusta cuando me haces daño. —susurra ella, con la voz rota.
No puedo evitar gemir cuando el impulso de follarmela emerge a la
superficie.

Ajusto mi agarre, agarro su mandíbula y la acerco a mí. Mi mirada se


dirige a sus labios rojos, gruesos y separados, y yo rozo mis labios
contra los de ella. Su rápido aliento se tambalea antes de estrellar sus
labios contra los míos. En el momento en que su lengua se desliza por
mis labios, estoy acabado.
Capítulo 11
Evie

Sus labios están sobre los míos, el rastrojo áspero de su cara


rascándose contra mi piel. Sabe a pecado y a cielo al mismo tiempo. Mi
piel se calienta por esa contradicción. Este sentimiento que zumba a
través de mí debe ser el que sintió Eva al arrancar la brillante y roja
manzana del árbol; al contemplar la posibilidad de hundir sus dientes en
su tentadora carne. El sabor del pecado, el sabor de algo prohibido, es
diferente a cualquier otra cosa en este mundo. Y Ezra es pecado, pero él
es perdón, y sé que si como de su carne, arderé en el infierno. No
debería gustarte esto, Evelyn. Pero lo hago. No debería, pero no puedo
evitarlo. Y así es como hundo mis dientes en la fruta prohibida. Me aferro
a la nuca de Ezra, arañando mis uñas a través de su grueso cabello
mientras mi boca aplasta la suya. Presiono mi cuerpo contra el suyo.
Gimoteo en su boca. Puede que diga que estoy dañada, pero él me desea
a mí. Me quiere a mí, y yo lo seduciré. Le haré pecar; lo haré mi
pecador. Dejaré que me lleve al diablo y luego lo mataré.

Mi corazón golpea contra mis costillas, y mi demonio llora dentro de mi


cabeza. Evelyn, no estás haciendo esto para usarlo. Lo haces porque
quieres que te use, miserable pecadora.
¡No! Necesito encontrar al hombre que mató a mi hermana, le cortó la
garganta y ver sangrar hasta la última gota de sangre de su patético
cuerpo, y la única manera de hacerlo es manteniendo a Ezra cerca de mí.
Es por eso que estoy tirando de él más fuerte contra mí; es por eso que
mis manos se mueven sobre sus duros músculos. Él debe saber quién
mató a mi hermana. Debe tener alguna idea, y necesito que Ezra me
ame. Necesito que caiga de rodillas delante de mí. El sexo es poder, pero
el amor es condenatorio, y necesito que él me ame para que haga
cualquier cosa por mí, incluso si eso significa traicionarse a sí mismo.

Sus dedos se clavan en mi mandíbula con un agarre firme, tomándome,


poseyéndome. Su lengua invade mi boca sin vacilación antes de que sus
dientes se hundan en mi labio inferior, mordiendo lo suficientemente
fuerte como para extraer sangre. Y justo cuando estoy llamando a la
puerta del diablo, me empuja.

Me tambaleo hacia atrás, agarrándome la mandíbula dolorida.

Ezra me mira fijamente a través de sus ojos oscuros, sin alma, mientras
se frota una mano sobre su boca. Él es un pecador. Un sucio y depravado
pecador, y sin embargo, puedo verle juzgándome. Se da la vuelta y se
va sin decir nada más. La puerta se cierra con un portazo que hace eco
alrededor de la habitación silenciosa. Miro fijamente a esa puerta y me
duele el pecho. Mis dedos se enroscan en puños y se desgarran en mi
piel. Estoy enfadada, confundida. Después de varios minutos, me doy
cuenta de que no va a volver, así que decido irme. Cuando doblo la
esquina, veo a Ezra apoyado en la puerta de su oficina. Su mirada crítica
me perfora al desaparecer por las escaleras.

Mi mente es un desastre todo el camino a casa. Quiero llorar. Quiero


gritar, pero no puedo porque hay gente a mí alrededor en el metro.
Tan pronto como entro en mi apartamento, cierro la puerta y grito
porque todavía puedo saborear su polla en mi boca.

Mi espalda está en llamas y mi alma también. Me avergüenza haber


dejado que él me hiciera eso, que quiera ser la pelirroja del vestido
blanco demasiado ajustado. Quería sentir su suciedad, su pecado
arrastrándose hasta el último centímetro de mi piel, y luego quería que
me liberara de ese pecado. Y eso es un pecado. Eso es un pecado tan
malvado. Disfruté cómo él se sentía en mi boca, la forma en que sus
dedos se enredaban en mi cabello con placer. Él es el diablo en toda su
brutal y cruda belleza que lleva a los inocentes a la tentación. Evelyn, él
es la cabeza de la serpiente. Corta la cabeza y el cuerpo morirá. Ese
demonio grita dentro de mí, y no puedo bloquearlo. Úsalo para encontrar
al malvado y luego mátalo. Y lo mataré.

Me dirijo a mi habitación, inmediatamente me desnudo hasta quedarme


en mi ropa interior. Miro a través de la habitación en mi espejo. El lápiz
labial rojo mancha mi cara, y mi pelo está revuelto. La imagen de él
metiendo su polla en mi boca se mete en mi cabeza. Cierro mis ojos, y
todo lo que puedo ver es a él. Esos ojos oscuros, sus hombros anchos.
El diablo, Evelyn. Caigo de rodillas, enterrando mi cara en las sábanas.
Él ha infestado mi mente, ha confundido mi juicio porque aunque sé que
todo sobre él está mal, anhelo que esté bien. Si él es malvado, yo quiero
ser un pecador "Evelyn, tú arderás en el infierno". Y a veces desearía
poder hacerlo. Toda mi vida la he pasado buscando la absolución de los
pecados aunque sé que nunca seré completamente pura. Ezra me llamó
puta, y eso me hizo sentir sucia. Quiero que piense que soy pura
mientras siento las lágrimas en mis ojos, pero lucho con ellas porque no
voy a llorar por él. Nunca.

Saco mi devocional de debajo del colchón, me siento de rodillas. Tomo el


bolígrafo y voy a la última página del libro. Me duele el pecho mientras
garabateo con enojo el nombre de Ezra James sobre el papel. Me quedo
mirando su nombre, hasta su nombre se ve hermoso, y lo odio por ello.

—Ezra James. —Susurro


Susurro su nombre como una oración antes de cerrar mi
libro.

Ezra me deseaba. Sé que él lo hacía, así que por eso tiene sentido que lo
siga. Pero en los últimos dos días, me he dado cuenta de que desea más
a esa pelirroja. Lo he visto follándosela. Una y otra vez. He visto el color
rosa manchando su pecho cuando ella sale de su apartamento sin aliento
y pérdida en una niebla de felicidad de perdón. Necesito que él me quiera
como a ella, y por eso estoy en medi medio
o del apartamento de ella ahora
mismo.

Este lugar huele a rosas y magnolias. Florido, bonito, femenino. Está


decorado con carteles vintage de Vogue y margaritas en floreros. Es una
de esas chicas que le abre las piernas a cualquier hombre que la quiera.
Su vida probablemente ha sido perfecta. Y la odio porque no soy así. Me
dirijo a un dormitorio y abro la puerta. Las sábanas arrugadas yacían en
el centro de la cama, la ropa esparcida por el suelo. Tirando de una
respiración, dejándome caer de espalda sobr sobre
e el colchón y cierro los
ojos, imaginando lo que debe ser estar aquí después de que Ezra te haya
azotado, follado y hecho suya. Evelyn, los pensamientos pecaminosos te
hacen débil. Mis ojos se abren, y me empujó hacia arriba, continuando
mi investigación a través de su dormitorio. Hay una foto de Ezra en su
tocador. Sin sonreír, con el cigarrillo en la mano, esos ojos negros de él
vacíos y perdidos. Tomo la foto y la dejo caer en mi bolso mientras abro
la puerta del baño.

En el mostrador hay una botella de Coco Mademoiselle. Lo recojo y me


roció un poco en la muñeca. Tomo su cepillo y lo paso por mi cabello
mientras miro mi reflejo en el espejo. Me doy la vuelta y abro la puerta
de su armario. En la parte delantera de su armario cuelga ese vestido
blanco demasiado ajustado. El corazón me golpea en el pecho cuando
una sonrisa se abre paso por encima de mis labios. Saco el vestido de la
percha. Haré que él me quiera de una manera que nunca ha querido a
una mujer.

Ezra quiere que el pecado se cubra de inocencia. Quiere una mujer que
llore, quiere una mujer que ame el dolor, necesita a alguien tan
depravado como él. Esta pelirroja no es más que una puta, un recipiente
que puede usar para alimentar los pecados de la carne. Lo que necesita
es un diablo disfrazado de ángel, malvado y puro. Y eso es lo que seré
para él con este vestido blanco tan ajustado.
Capítulo 12
Ezra

Me he follado a Jen tantas veces esta semana que ya se me debería


haber caído la polla. No importa cuántas veces la azote y me la folle, no
es suficiente porque ella se rompe con demasiada facilidad. Sus lágrimas
no tienen sentido. Sólo puedo pensar en Evie, en romperla y tomarla de
todas las maneras posibles. Y ni siquiera debería ser un pensamiento en
mi mente. Tengo a Zee tan metido en el culo que prácticamente puedo
saborearlo, y sin ninguna oportunidad de tener más ventaja sobre él, me
está arrinconando lentamente, lo que me mantiene estresado. Evie es la
liberación perfecta.

Abro mi portátil para ver las imágenes de las cámaras del sábado pasado
por la noche. Busco hasta que veo la imagen de Evie subiendo a la cruz.
Hago clic en "reproducir y mirar" y observo cómo uso el cinturón en ella.
El cuero le da en la espalda y, desde este ángulo, puedo ver parte de sus
labios, y sus ojos se cierran como si ella estuviera a punto de correrse.
Esto es precioso, y mi polla se me pone dura como una roca.

Sin dudarlo, me abro el cinturón y meto la mano dentro de los vaqueros,


envolviendo mis dedos alrededor de la erección. Me llevo el puño a la
polla, bombeándome fuerte. Veo como la golpeo cada vez más fuerte.
Con cada golpe, su mandíbula se afloja más, su cabeza se inclina hacia
atrás mientras es atraída hacia la mordida del cinturón. Me imagino
doblándola y tirando de su pelo hacia atrás mientras me follo hasta las
bolas dentro de ella. Me la imagino rogándome que pare mientras
gimoteo de placer mientras llego a su límite, el punto en el que el dolor y
la euforia se mezclan tan jodidamente a la perfección.

Me acaricio una y otra vez, y veo el video de mí golpeándola todo el


tiempo. Es perfecta, irrompible. Aprieto los dientes mientras mis pelotas
se aprietan y mis músculos se endurecen. Me la imagino gritando mi
nombre, con su coño a mí alrededor, y me corro con un gemido gutural.

No puedo recordar la última vez que me corrí tan duro con mi propia
mano. Esta mujer me está jodiendo la cabeza.

Estoy respirando con fuerza, mi polla sigue colgando cuando suena mi


teléfono. Tomo un pañuelo, me limpio mi semen de la mano antes de
contestar.

—Sí. —Respondo

—Ezra. —Ronan ronronea.

Estoy en alerta instantánea. —¿Encontraste algo? —Ronan tiene más


espías, ratas y políticos sucios en su bolsillo que nadie. Necesito algo
sobre Zee. Jonty ha usado todos los medios disponibles para tratar de
encontrar a Lydia después de que Zee se la llevó, y nada. Es como si
hubiera desaparecido de la faz de la tierra.

—Él vende coños, ¿cierto? —pregunta.

—Sí, esclavas sexuales.


—Moorcroft ha sido eliminado.

—Maldito bastardo sigiloso. —Si Moorcroft ha sido eliminado, significa


que probablemente estaba ayudando a Zee a ingresar chicas en el país.
Lo que significa que si Moorcroft está muerto, nos hemos cargado el
negocio europeo de Zee. Se lo quitamos, y ahora quiere lo que es
nuestro, chicas que reciben palizas. Después de todo, no todos los días
encuentras a un político lo suficientemente corrupto como para permitirte
importar y vender esclavos, incluso con el dinero. Pero si Zee estaba
tratando con Moorcroft, en el momento en que me delaté, también se
delató a él mismo—. ¿Tienes pruebas? —Pregunto.

Se ríe. —Por supuesto. Transferencias bancarias, órdenes de envío, lo de


siempre.

—Vale, ahora sólo necesito averiguar a quién tiene dentro. —Nada me


enfurece más que la traición. Podemos ser criminales, pero tenemos una
maldita lealtad. Las ratas son lo más bajo de los bajos.

He oído a Ronan escupir y maldecir en ruso sobre la madre de alguien.

—Déjamelo a mí, encontrare a la rata. —El teléfono se corta y me


encuentro mirando la pantalla táctil en blanco. En realidad me da pena el
hijo de puta, porque cuando Ronan encuentra una rata, bueno, digamos
que una vez fui testigo de algo que involucraba fuegos artificiales, algo
de cinta adhesiva y un agujero en el culo. El cabrón está loco.

En cuanto cuelgo, llamo a Seamus. El problema es que lo que sea que


haga con Zee, no sólo me afecta a mí. Si yo estoy implicado, entonces
Seamus también lo está.
—Ezra, ¿cómo estás, hijo? —Pregunta, con su áspero acento irlandés tan
familiar.

—No es bueno. Zee se llevó a una de las chicas. —Me pellizco el puente
de la nariz—. Pero creo que Ronan me ayudó a agarrar bien las pelotas.

—Bien. —Se ríe—. Pusiste a ese mierdecilla en su lugar.

—¿Alguna noticia de tu rata?

—Lo encontraré. —Promete.

—Cuidado. Creo que Ronan podría ganarte. Ya sabes lo que él siente por
las ratas.

—Jesucristo, joder. Todo lo que necesito es a ese loco bastardo aquí.


Si hace estallar otra maldita bomba en la casa, juro... —dice.

—¿Ha mostrado Zee alguna señal de haberte delatado? —pregunta


Seamus.

Suspiro, arrastrando una mano por mi pelo. —Me necesita, y no puede


tenerme si estoy encerrado, ¿verdad? Esa grabación es su póliza de
seguro para mantenerlo vivo. Está tratando de empujarme por otros
medios.

—Bueno, entonces, será mejor que lo enfrentes, hijo. Recuérdale quién


eres, quiénes somos. Trabajaré en encontrar su fuente. —Refunfuña y
cuelga.

Empujo hacia atrás. Él tiene razón. Zee necesita un recordatorio de con


quién está tratando.
Una hora más tarde, Jonty llama a la puerta antes de entrar con el ceño
fruncido.

—Se ha llevado a Candy.

—¡Hijo de puta! —RespiroRespiro profundamente, tratando de pensar


racionalmente a través de la neblina de la ira. Me levanto y tomo la
botella de whisky, sirviéndole a Jonty un vaso y luego uno para mí. Trago
el líquido ámbar de un solo trago, saboreand
saboreandoo la quemadura que crea en
su descenso. Esto ha ido demasiado lejos. Lo único que les ofrezco a
estas chicas es protección. Una chica desaparecida puede pasar, ¿pero
dos? Incluso si Zee no me las quita todas, me hace parecer débil, y ellas
se irán si no puedo
edo protegerlas.

—Hiciste
Hiciste que lo siguieran, —le digo—.. Quiero saber dónde vive, adónde
va. Si toma una mierda lo quiero saber. ¡Averigua adónde demonios se
está llevando a mis chicas! —Sé Sé que no es culpa de Jonty, sólo está
recibiendo lo peor de mi ira ah
ahora
ora mismo. Zee me está metiendo en el
culo, y cree que no hay nada que pueda hacer al respecto, pero se
equivoca si cree que no le devolveré el golpe
golpe.
Capítulo 13
Evie

Deja de pensar en él. ¡Detente! Pero no puedo. No puedo dejar de


pensar en cómo sabe a whisky. No puedo dejar de pensar en cuán duro
se sentía su pecho presionado contra mí, cuán desmesurado, pero en
control fue que me golpeara, que me azotara. Sus ojos parpadeaban
cuando le pedí que me hiciera daño, y me deleité con ello. Es un hombre
borracho de poder y orgullo, lujuria y codicia... lucho por liberar mi
mente de Ezra mientras lucho para recordar cuál era mi propósito para
empezar. Me lo trago, asintiendo en silencio cuando el cuerpo mutilado
de Hannah me viene a la mente. Debo mantenerme concentrada. Ezra es
un nombre en mi lista, un hombre que debo usar. Un hombre que no
debo cuidar, ni amar, ni querer, ni necesitar. Miro fijamente su nombre,
trazando con mis dedos cada letra.

Me haces querer herirte, hacerte llorar mientras te follo. Él dijo eso.


Lo dijo en serio.

Él es mi tentación.

Me dejo caer de espaldas en la cama sosteniendo el cuaderno encima de


mí. Sigo mirando fijamente su nombre, murmurándolo una y otra vez
hasta que ya no suena como una palabra. Tentación. Tiro el libro al suelo
y cierro los ojos. Todo lo que puedo ver es la cara de Ezra, sus labios
llenos. Todo lo que recuerdo es cómo se sentía detrás de mí, molesto
conmigo. Puedo oír el crujido del cinturón, la forma en que su respiración
se hizo superficial y apasionada. Y entonces, todo lo que puedo ver es a
esa pelirroja presionada contra el cristal, sus manos vagando sobre cada
centímetro de su cuerpo de puta como si fuera un dios y él fuera su
adorador. Él es brutal, pero algo en su crueldad es hermoso. Algo que
debería parecer tan violento, tan erróneo, parece tan gratificante y divino
por derecho propio. Ezra es como una tormenta, violenta y turbulenta, y
mientras no seas tú el que está arrastrado por sus vientos, es
trágicamente hermoso. La destrucción y el poder, el control caótico, es
algo que casi hay que respetar.

La forma en que me mira como si fuera algo que quiere devorar, el


hecho de que pudo haberme matado, pero no lo hizo... Mi mano entra
entre los pechos, con bultos helados que me barren la piel. La forma en
que me habla como si necesitara poseerme... mi mano se desliza hacia
abajo, pasando por encima de mi estómago. Su respiración caliente en
mi cuello, mi garganta... mis caderas se inclinan hacia arriba mientras
empujo mi ropa interior hacia abajo. La forma en que suena mi nombre
saliendo de sus labios en un susurro tan desesperado, un borde de
moderación escondido en su gruñido. Mi dedo se hunde entre mis muslos
y mis piernas se aprietan para crear más presión. Froto mi otra mano
sobre mi estómago, hasta los pechos, y finjo que es la mano de Ezra la
que se siente sobre mí. Mi pulgar roza mi palpitante clítoris y mis arcos
traseros. Su cara... meto un dedo. Su boca... Dos dedos, ahora hasta los
nudillos y mis piernas se caen a pedazos. Finjo que Ezra está parado
frente a mí, mirando, sus ojos fijos en lugares donde no deberían estar.
Su voz: —Llorarás por mí, Evie. —Finjo ser esa pelirroja, echando la
cabeza hacia atrás y gimiendo mientras él me quebranta. Me imagino su
mano agarrando mi cuello, amenazando con quitarme la capacidad de
respirar. Lo oigo llamándome su inocente putita, y me corro, las réplicas
del pecado ondeando a través de mí como un temblor, partes de mi alma
abriéndose y pedazos derrumbándose en un abismo. Estoy tendida, sin
aliento, con la mano entre mis temblorosos muslos. Qué cosas tan
perversas me hace hacer ese hombre.

Malvado, sucio y vergonzoso.

Miro mis dedos cubiertos de mi propio pecado. Las olas de placer se


apaciguan y la vergüenza se apodera de mí como una ola malvada. Me
acuesto en mi cama deshecha por mis propias manos y el pensamiento
de Ezra James. Me está haciendo pecar porque quiero que me folle como
a esa pelirroja, y sé que eso me hace una puta. La lujuria es un pecado.
Mi obsesión con él ha superado mi necesidad de encontrar al asesino de
mi hermana, y por eso me siento culpable. La maldad te distrae del
camino de la rectitud, y no debo dejar que Ezra entre en mi alma.

Mis ojos se desvían hacia el cuaderno abierto tirado al suelo. —Ezra


James —Su nombre sale de mi boca como un delicioso pedazo de
pecado, como una oración que necesita ser escuchada. Su nombre casi
suena angelical, pero supongo que en algún momento también lo hizo el
nombre Lucifer. Cuanto más me hace pecar Ezra, más quiero matarlo.

Me subo las bragas y voy rápidamente al lava manos, limpiando la


suciedad de mis manos. Me deslizo ese vestido blanco demasiado
apretado sobre mi cabeza, tirando del material resbaladizo sobre mis
curvas, y luego agarro mi abrigo y salgo corriendo de mi edificio de
apartamentos. Con cada paso, la culpa se vuelve más insoportable, y mi
ritmo se acelera hasta que estoy corriendo por las estrechas aceras,
entretejiendo mi camino entre la gente para dar un tranquilo paseo
nocturno. Para cuando llego a las puertas de la iglesia, estoy sin aliento y
sudando, mi demonio interior me está gritando. En cuanto se abren las
puertas de madera, el olor familiar de la vieja iglesia me rodea como una
manta desgastada y cómoda. Mis ojos se entrenan en el altar, pero me
arrodillo a mitad del pasillo. Estoy tan desgarrada que no puedo llegar
más lejos. Necesito el perdón ahora mismo. —Por favor, perdóname por
mis pensamientos impuros, por distraerme, —suplico—. No debería
desear este mal, pero Dios, ayúdame porque lo quiero. Quita mi deseo
por este hombre para que pueda permanecer en el camino de la justicia.
Por favor.

Manteniendo los ojos cerrados, espero que la paz me bañe, pero nunca
llega. Todo lo que oigo es el sonido de mi pulso tamborileando en mis
oídos. Después de varios minutos, me levanto y salgo de la catedral, me
dirijo al metro, y en media hora, entro por las puertas del club de Ezra.
Caminando hacia el pecado.

Está lleno de gente y el lugar apesta a cuerpos sudorosos. Me dirijo hacia


el bar y encuentro un asiento vacío al final. El camarero se me acerca y
cruza los brazos sobre el mostrador. —¿Qué quieres, preciosa?— Él me
guiña el ojo, y yo trato de controlar mi aliento.

—Chardonnay.

Su mirada se estrecha sobre mí mientras descorcha una botella de vino.


Cuando pone el vino delante de mí, le doy mi tarjeta para que se cobre.
—¿Está Ezra aquí? — Pregunto.

Se da la vuelta en la caja registradora, con los labios levantados de un


lado. —¿Lo necesitas o algo?

—Sólo por curiosidad. —Siento que el sudor me salpica la frente. He


perdido todo el control, y soy muy consciente de ello—. Si está él aquí,
¿le dirías que a Evie le gustaría verlo? —Forzó una sonrisa de gatita,
tratando de restarle importancia al pánico que me agarra por el cuello.
Devolviéndome mi tarjeta, él asiente con la cabeza. Lo veo caminar hacia
otro cliente y luego hacia otro. Nunca coge el teléfono, nunca sale del
bar. No le ha dicho a Ezra que estoy aquí por él.

—Disculpa. —grito, y su mirada se balancea hacia mí—. ¿Puedes decirle


que estoy aquí?

—Si Ezra quiere verte, te verá. Sabe que estás aquí.

Gimo y entrecierro mis ojos hacia él mientras bajo la copa de vino. Tomo
mi bolso y me paro, enderezando mi vestido antes de meterme en el bar
lleno de gente. La escalera está bloqueada por una cuerda por la que
subo. La puerta de la oficina de Ezra está abierta, y yo miro a través de
ella antes de golpear suavemente mis nudillos en la puerta.

—¿Qué pasa? —Ezra lentamente levanta la vista de su papeleo. Una


sonrisa irónica atrae sus labios mientras sus oscuros ojos se concentran
en mi—. Estamos impacientes, ¿no? —Coloca las manos detrás de su
cabeza, y mi atención inmediatamente se centra en el material apretado
que se extiende sobre sus bíceps. Su pelo rubio sucio es desordenado, y
quiero arrastrar mis dedos a través de él. Honestamente, su aspecto me
hace querer montarlo mientras miro cómo se le escapa la vida.
No deberías desearlo, Evelyn. Él es un demonio.

No lo había planeado. No estoy preparada, y no me gusta que este


sentimiento se deslice a través de mí como una niebla fría. Observo su
enorme cuerpo, tragando mientras me castigo por el latido incontrolado
entre mis muslos.

Me observa atentamente, evaluando cada uno de mis movimientos.


—¿Por qué estás aquí, Evie? ¿Eres valiente o sólo estúpida?
—No puedo dejar de pensar en que me haces daño, —digo en voz baja.

Mueve una ceja mientras sus ojos se mueven sobre mi cuerpo. —Eres
una estúpida — Dice con una sonrisa de satisfacción.

Una necesidad primitiva brota de él mientras su mirada arde a través de


la tela esbelta de mi vestido blanco demasiado apretado. La forma en
que su mandíbula se tensa mientras me toma pulgada a pulgada me
hace querer ser sucia, y el hecho de que me encuentre disfrutando de la
forma en que me mira me hace sentir culpable. Me obligo a sonreír, y
doy un paso hacia su escritorio mientras trato de calmar mi pulso
desenfrenado.

Este hombre me pone nerviosa. Parece ser brutal; es despiadado, y sé


que me mataría sin pensarlo dos veces si le conviene. Mis ojos se fijan
en sus bíceps, en la tinta oscura que rodea sus grandes músculos. Ezra
James gotea sexo con cada movimiento, con cada palabra, y puedo
sentir que me debilito, que me pierdo en el pecado con cada segundo
que estoy a su alrededor. Me aclaro la garganta y trazo mi dedo sobre el
borde de madera del escritorio mientras lo observo a través de mis
pestañas. Yo no digo ni una palabra. No tengo que hacerlo. Las palabras
son meros juegos preliminares, y en este mismo momento, ya me lo
estoy follando con los ojos. Necesito que crea que quiero follarmelo como
a una sucia putita. Y tú quieres ser una sucia putita para él. Quieres ser
una pecadora para él. Necesita pensar que le dejaría enrollar mi cabello
alrededor de su muñeca y golpearme contra una ventana mientras grito
su nombre como si fuera mi último grito.

Lentamente me muevo alrededor de su escritorio, la danza de la


seducción jugando desde mis caderas. Sus ojos me miran como un
depredador que espera para atacar a su presa. Interpretaré al patético
corderito que él quiere. Iré directo a su trampa y lo cebaré porque me
encanta hacer del cazador la presa. Cuando me detengo delante de él, se
moja el borde de los labios con la lengua. Agachándome, agarro los
brazos de su sillón de cuero, viendo como sus ojos me desafían, me
amenazan.

Me estudia, una sonrisa divertida tirando de sus labios. —Realmente


deberías huir, cariño.

El tono insensible de su advertencia debería hacerme parar, pero todo lo


que hace es seducirme. —¿Por qué? —Susurro mientras acerco mi cara
hacia la suya. Mi mirada se dirige a su boca y luego vuelve a sus ojos.
Me acerco más, y el calor de sus labios irradia contra mi boca—. No me
asustas. —Respiro, mis labios rozando los suyos. Hasta el último trozo de
mi alma tiembla con la necesidad, el miedo y los malos pensamientos.

De repente, me agarra el pelo, lo agarra con tanta fuerza que siento que
mi cuero cabelludo se levanta, la quemadura me devora. —Demasiado.
Estúpida, —dice, respirando sobre mis labios—. Hay una fina línea,
cariño, y acabas de cruzarla. —Él se acerca, rozando sus labios por la
comisura de mi boca, mi mejilla hasta que me roza la oreja—. Estás en la
guarida del león, Evie.

El pulso me golpea en las venas. Soy consciente de que ya no tengo el


control aquí. El diablo te tiene en sus garras ahora, Evelyn, porque sabe
que eres una pecadora. Una fisura de miedo se enrolla a mí alrededor
como una serpiente, y él sonríe. —Deberías haber corrido mientras tenías
la oportunidad, corderito. —Su aliento cálido contra mi oído hace que me
salgan chispas de frío en la piel. Su agarre sobre mi cabello se tensa
mientras se levanta de su silla y se eleva sobre mí. Hay un latido de
silencio mientras sus ojos se entrecerraban, y luego sacude mi cabeza
hacia atrás, inclinando mi cara hacia él.
—¿Me deseas, pequeña asesina? —Se inclina tan cerca de mí que no
puedo respirar—. Yo no me follo a putas. —Dice con un aire de asco y
luego se aleja.

Aunque sé que es malvado, siento vergüenza bajo su juicio, como si


fuera justo.

—No quiero que me folles, —digo en un suspiro—. Sólo quiero que me


hagas daño.

Él gime, me libera antes de alejarse. Me observa, con los pies separados


a la anchura de los hombros y las manos pegadas a la base del cuello.
—Cuidado, Evie.

—Quiero que me hagas llorar. —Digo, con un ligero temblor en mi voz.

—¡Joder! —Se da la vuelta y se estrella contra mí, agarrando


violentamente mi cabello de nuevo. Mi cabeza retrocede, y sus labios se
golpean sobre los míos.

El beso es brutal, y sangra dentro de mí. Sus dientes me cortan el labio


inferior, suavemente al principio, pero con cada segundo, su mordida es
más ruda, más endurecida. Sus dientes se rastrillan sobre mi labio
inferior, y el sabor metálico de la sangre cubre mi lengua. No puedo
respirar porque me está consumiendo. Trato de alejarme por miedo a
que él me posea completamente, pero su sujeción es firme. Ezra me
agarra de las caderas y me jala contra él. Cuando nuestras caderas se
juntan, puedo sentir la dura longitud de él, y todo lo que puedo pensar
es en esa pelirroja y en lo mucho que quiero ser ella.

Me da vueltas, coloca su mano entre mis omóplatos, y empuja mi cara


hacia abajo en su escritorio, mi mejilla encontrándose con la fría madera
de su escritorio con un ruido sordo. El peso de su cuerpo empuja detrás
de mí, su polla dura rechina contra mi culo mientras su mano libre
recorre mis muslos. Él está en control, lo que significa que no tengo
ninguno. Mi pulso salta en pánico. Me va a follar, me va a matar y va a
tirar mi cuerpo al río Hudson. Debería estar pidiendo perdón antes de
morir, pero el único pensamiento en mi mente es a Ezra arrancándome
la ropa del cuerpo y follandome antes de que me mate.

Evelyn, la paga del pecado es la muerte. La lujuria es un pecado. Ezra es


pecado. Y no quiero ser su pecadora. Yo soy justa y santa, y no soy
pecado, ¡él lo es! Este hombre me hace querer enterrar mi alma con la
suya en el infierno. Empujo contra su erección, sin querer nada más que
un momento de presión de su parte. Y a medida que empiezo a
perderme, a medida que comienzo mi disensión en los pozos del infierno,
trato de concentrarme. Todo lo que puedo oír es nuestro aliento
entremezclado, un coro de necesidad y un pecado total. Su mano se
mueve hasta el dobladillo de mi vestido, y cuando tira del material, el
aire frío golpea mi piel expuesta. Mis muslos se aprietan
involuntariamente, mi cuerpo tratando de encontrar algún tipo de alivio
de esta tortura que me está infligiendo. Perdonadme. Perdonadme.
Perdonadme. Puedo sentir el pecado sangrando a través de mí.

Ezra extiende la mano, agarra mi mandíbula con las manos y tira de mi


cabeza hacia atrás hasta que siento que mi cuello está a punto de
romperse. Y aunque estoy aterrorizada, no puedo dejar de empujarme
contra él, no puedo dejar de imaginarme mi cuerpo desnudo clavado
contra el suyo en una danza de deseos pecaminosos.

Todo su peso descansa sobre mi espalda, sus labios se deslizan por la


parte posterior de mi cuello hasta que sisean en mi oreja. —Puedo
saborear tu miedo, pequeña asesina. —Sus dientes rozan mi piel y luego,
lentamente, sus dientes se hunden en la carne tierna de mi cuello, más
y más duro. Gimo ante el dolor, ante el placer, ante lo equivocado que es
que me gusta que la quemadura de sus dientes me rasgue la piel.
Su lengua se desliza sobre la tierna carne, y él me libera.

—Me haces querer romper mis propias reglas, corromperte en todos los
sentidos. Quiero quebrarte, una y otra vez. —Sus dientes me rozan la
mandíbula. El calor de su aliento envía un fuerte escalofrío por mi
columna vertebral. Sus dedos serpentean alrededor de mi garganta,
ejerciendo una pequeña presión y, como si sintiera la pérdida inminente
de aire, mi garganta se contrae. Ya no puedo diferenciar cada latido de
mi corazón del siguiente porque no hay pausa. Ezra tiene el control total.
La vida o la muerte es su elección, y ahora mismo, en este mundo, sólo
él y yo somos conscientes de ello; él es mi dios porque es el único que
determina mi destino.

—Quiero corromperte, pequeña asesina. —Su agarre en mi garganta se


aprieta ligeramente, y yo agarro sus manos, tratando de apartarlas. Se
ríe—. Haré que te odies a ti misma, todo el tiempo, amándolo. Rogarás
por tu propia destrucción. —Su polla se presiona contra mí otra vez, y
gime—. Quiero destruirte.

Trato de tragar, pero no puedo. Tiro de sus manos, pero mi cuerpo se


está entumeciendo, y en este momento, cuando la oscuridad se está
asentando en la esquina de mi visión, anhelo ser liberada. Finalmente,
me suelta el control y me quedo boquiabierta. Mi pecho me duele
mientras arrastro aliento tras aliento, bebiendo del aire que me rodea.
Me levanto del escritorio y los papeles se arrugan bajo mis palmas.
Cuando me doy la vuelta para enfrentarme a él, sus ojos fijos en mí, con
una sonrisa en su cara.

Yo trago. —Destrúyeme entonces. —Lo miro fijamente. Puedo sentir mis


fosas nasales brillar, y mi corazón todavía está en mi garganta, mi piel
zumbando con una mezcla de adrenalina, miedo, culpa y lujuria. Los
músculos de mis muslos se tuercen porque mi cuerpo me dice que huya.
Debo huir de él y orar por cualquiera que se cruce con este hombre
porque el pecado rezuma por todos sus poros.

Ezra es el tipo de hombre al que le tengo miedo. Es el tipo de hombre


con el que no tengo poder, con el que perderé todo el control. Él es la
personificación de todo lo que me arruinó. Dios nunca nos da más de lo
que podemos manejar, Evelyn. Esta es mi prueba. Este hombre es mi
oportunidad de encontrar la absolución que necesito, mi oportunidad de
ser perdonada de mis pecados. No tengo más remedio que quedarme.
Capítulo 14
Ezra

Evie. La pequeña asesina, el monstruo escondido detrás de la cara de un


ángel. No esperaba volver a verla. Si tuviera algún sentido de auto-
preservación, se habría mantenido alejada.

Finge ser inocente, pero veo a través de su mierda. Es una asesina, y


ese hecho representa un desafío, un nivel en el que nunca he estado, y
eso me excita. Poseer la habilidad de tomar una vida requiere un tipo
particular de personalidad, fría y calculadora, insensible. Y sin embargo,
aunque Evie debería ser insensible, me tiene miedo, y su miedo me
llama como ningún otro. Hazme llorar. Es una muñequita rota. Es
jodidamente perfecta. La quiero. Quiero arruinarla, y siempre consigo lo
que quiero. Le paso los dedos por encima de la garganta y siento el
miedo en su pulso palpitante. Su miedo es embriagador.

Su sabor en mi lengua, la sensación de su suave garganta bajo mis


manos... Sólo tengo un poco de moderación. Cierro los ojos e inhalo. Las
imágenes de todas las cosas que me gustaría hacerle pasan por mi
mente y ninguna son buenas. A algunos hombres les gusta el sexo duro,
el infierno, a otros les gusta atar a las mujeres, tal vez azotarlas un
poco. Me gusta hacerles daño, hacerles daño de verdad. Me gusta
llevarlas al punto en que creen que la muerte es una posibilidad muy
real, porque ese tipo de miedo es el único temor verdadero que existe.

Me mira, su pecho se agita, su garganta está marcada con la huella de


mi mano. Sus ojos están muy abiertos, sus mejillas sonrojadas.
La combinación perfecta de excitación y miedo está corriendo a través de
su cuerpo. Se desliza hacia atrás en el escritorio cuando me acerco.
Agarro sus piernas, las abro a la fuerza y la presiono. Su cabeza se
inclina hacia atrás y me mira fijamente a través de sus largas y gruesas
pestañas.

—¿Es eso lo que quieres, cariño? —Acaricio un lado de su garganta,


rozando las marcas dejadas por mis dedos—. ¿Destrucción? Sin avisar,
me agarra por detrás de la cabeza, sus largas uñas se clavan en mi
cuello mientras me empuja más cerca y golpea sus labios contra los
míos. Su lengua roza mi labio inferior mientras sus piernas se cierran
alrededor de mi cintura. —Quiero que me quites todo, —dice contra mi
boca.

Mis dedos se clavan en sus muslos, y los arranco con tanta fuerza que no
tiene más remedio que soltarme. La arrastré a sus pies. Una mirada de
confusión pasa por su cara antes de que la agarre de la cintura y la haga
girar, haciéndola mirar hacia la pared detrás de mi escritorio. Mis dedos
se tensan contra su piel mientras le rozo los dientes por encima del
hombro.

—Me llevo a la pequeña asesina. No cedo, —digo mientras la empujo


hacia adelante. Se tambalea, chocando contra la pared. Tomo sus
delicadas muñecas y estiro los brazos por encima de la cabeza,
inmovilizándola en su lugar. Intenta girar la cabeza para mirarme y le
aprieto las muñecas—. No me mires, —le advierto.
Obedece y se vuelve a mirar hacia la pared de nuevo. En el silencio que
sigue, puedo oír su rápido aliento. Puedo sentir su corazón latiendo.
—Bien. Ahora, abre las piernas, —le digo, y duda por un instante. Forzó
mi muslo entre sus piernas, separándolas mientras me inclino cerca de
su oreja—. Nunca dudes, —respiro contra su cuello.

Tomo sus dos muñecas en una mano, y lentamente paso mi mano libre
sobre su vestido y lo amontono antes de apretar su trasero cubierto con
encaje blanco. Tan inocente, tan jodidamente sexy.

—Hazme llorar, Ezra. —Se mece hacia atrás, moliendo contra mi dura
polla.

Mi pulso se vuelve frenético y mi mandíbula se aprieta. —Cuidado con lo


que deseas, pequeña asesina.

El solo hecho de pensar en empujarla al límite de sus capacidades hace


que mi polla se mueva. Quiero que me suplique para que pare, pero
tengo la sensación de que nunca lo hará. Puede que tenga que matarla
en busca de sus lágrimas, porque me las ganaré.

Deslizo mi mano sobre su estómago y tiro de su tanga de encaje a un


lado, arrastrando un dedo sobre su coño. Ese ligero toque hace que su
cuerpo tiemble. Gimiendo, lanza la cabeza hacia atrás y pelea contra mi
firme sujeción. Gruño y meto dos dedos dentro de su coño mojado.
Jadea mientras aprieta alrededor de mis dedos, tirando de mí más
profundamente en su interior. Bombeo, cada vez más fuerte que la
última, y después de unos pocos golpes, la humedad de su coño se filtra
a través de mis dedos. Su espalda se inclina y sus gemidos se vuelven
frenéticos. Mi polla está jodidamente dolorida ahora. Juro que si frota su
trasero contra mí una vez más, la voy a follar hasta la semana que viene
y le voy a enseñar exactamente dónde está la línea del placer y el dolor.
Alguien golpea la puerta de mi oficina, y gimoteando de frustración,
metiendo mis dedos más adentro de ella. Evie presiona contra mí y su
coño aprieta mis dedos tan fuerte.

La manija de la puerta se mueve. —¿Ez? —Jonty llama antes de golpear


la madera de nuevo.

—Sí, —digo enfadado, mis dedos siguen enterrados en su calor.

—Zee está aquí, —dice Jonty.

—Por el amor de Dios —digo con un gruñido mientras quito la mano de


su cuerpo. Meto mis dedos en la boca, chupando su sabor—, ¿Por qué
está aquí? —Grito.

—Porque es un imbécil... Bajo el vestido a Evie y la aparté de la pared


antes de abrir la puerta. Jonty se para en la puerta, sus ojos
entrecerrados en la cara sonrojada de Evie.

—¿Donde está? —Pregunto, llamando la atención de Jonty sobre mí.

—En el bar. Dice que necesita hablar contigo. —Mira a Evie y sonríe.

—Aún no he terminado contigo, niñita —le susurró al oído antes de


tomarla por los hombros y empujarla hacia Jonty—. Llévala al bar, —le
dije al llegar al pasillo.

En mi camino por el pasillo, ajusté mi erección que amenaza con rasgar


mis jeans, y tan pronto como puse un pie en el club, vi que Zee se
apoyaba en la barra. Cabrón. Me mira fijamente como el imbécil que es.
Jonty lleva a Evie hasta el bar, y los pequeños y brillantes ojos de Zee la
siguen en cada movimiento. La forma en que la mira me molesta. Parece
que está a punto de correrse en sus malditos pantalones.

Aprieto los dientes cuando me detengo frente a él. —¿Qué quieres, Zee?

Sonríe. —Sabes lo que quiero, Ezra.

—Mi respuesta no ha cambiado, pero en cuanto lo haga, te lo haré saber.

Su expresión permanece en blanco, y se encoge de hombros, su mirada


volviendo a Evie. Sus ojos se arrastran sobre su cuerpo, y aprieto mi
mandíbula. —Oh —se ríe—, estoy seguro de que puedo hacerte cambiar

de opinión.

—Vamos a mi oficina, —digo a través de los dientes apretados. Sus ojos


se iluminan como si estuviera a punto de darle lo que quiere. No lo
quiero cerca de Evie.

Zee me sigue por las escaleras y se sienta en mi escritorio. Dave salta


cuando cierro la puerta, rodeando mis piernas mientras cruzo la
habitación para sentarme. Junta sus dedos delante de él. —Te diré algo,
Ezra, puedes conseguirte un poco más de tiempo —Sonríe, mirando a las
pantallas de televisión de la pared—. Quiero a esa chica. —Y por
supuesto, la pantalla a la que apunta su dedo tiene a Evie fija y en el
centro. Me dan ganas de arrancarle el maldito dedo de la mano y
metérselo por la garganta.

—Duro.

Zee inclina la cabeza hacia un lado, con los ojos oscuros entrecerrados.
—Incluso te pagaré por ella. Todo está a la venta al precio justo. Aprieto
y suelto los puños una y otra vez, luchando contra la necesidad de
agarrar su cara y girar su cabeza a un lado. El estallido de su cuello sería
como música para mis oídos.

—Ve y compra a otra chica.

—Apuesto a que es preciosa cuando llora —dice, arqueando la ceja con


una sonrisa que retuerce sus labios.

—Hemos terminado aquí.

—Olvidas que me perteneces, Ezra.

Me paro, levantándome de la silla y lanzándome sobre la mesa hacia él.


Lo agarro por la garganta y lo jalo hasta la mitad del escritorio. —Nadie
me posee, —gruño—. Te olvidas de quién soy. Sé lo tuyo con Moorcroft.
Tengo las pruebas. Me implicas y te incriminas a ti también. Por lo tanto,
no tienes nada.

—Lo suelto y se cae de nuevo en la silla tosiendo. Saco un cigarrillo y lo


enciendo, inhalando el humo espeso, mirando a Zee mientras me mira
fijamente.

—Si me matas, no importará lo que tengas —dice—. Seguirás cayendo.

Me encojo de hombros. —Así que parece que estamos en un callejón sin


salida. Ambos caemos, o ninguno de los dos cae.

Sonríe, golpeando su dedo índice en el labio inferior. —Entonces nada ha


cambiado. No puedes entregarme y no puedes matarme, pero puedo
llevarme a tus chicas, Ezra. Así que, si me la vendes ahora, te daré cien
de los grandes, y dejaré a tus otras chicas en paz... por ahora. Pero si
luchas contra mí —suspira—, empezaré a quitarte una por una, hasta
que me la des. —¿Por qué ella? —Le miró fijamente. Evie es bonita, pero
no es de cien mil dólares.

—Porque en el momento en que la vi, parecía que ibas a matarme, —Se


ríe mientras mueve la cabeza con suficiencia—. Te dije que te quitaría
todo, Ezra. Parece que no te importan tus putas, pero tal vez te importa
tu puta personal. No te preocupes, estoy seguro de que pensará en ti
cuando la corte, y luego la follaré mientras se desangra.

Golpeo mi puño sobre el escritorio. Todavía sonriendo, Zee se queda


callado.

—Vete. Fuera. —Gruño—. Antes de que te rompa el puto cuello.

Se levanta lentamente y sale de mi oficina como si tuviera todo el tiempo


del mundo.

Agarro la botella de un lado del escritorio y tomo un buen trago. No


puedo seguir haciendo esto. No estoy hecho para inclinarme, y la idea
misma me está haciendo irritable, probablemente para hacer algo
estúpido. Corro de vuelta por las escaleras, ansioso por sacar a Evie de
aquí. Está posada en un taburete de bar con sus largas piernas cruzadas
con gracia, sonriendo ante algo que Jonty le dice.

Señalo a Jonty. —Dile a los malditos gorilas que no lo dejen entrar aquí
otra vez —Asiente—. ¡Maldita mierda! Debí pensar que era obvio. —Jonty
me frunce el ceño. Sé que lo he cabreado, pero lo último que necesito es
a Zee en mi club. Y ahora ha visto a Evie—. Y encierra a las chicas —le
digo—. Llámalas a todas y diles que sólo trabajan en el club, que no
salen a la calle y que los chicos las acompañen a casa. Seguirá viniendo
por ellas.

Agarro la nuca de Evie, tomo un puñado de su cabello y la muevo del


taburete. —Te llevaré a casa, —le dijo.

—No necesito que me lleves a casa.

—No discutas conmigo —Estudia mi cara, y debe ver lo jodidamente serio


que estoy porque lentamente asiente, sus dedos agarrando la cruz
colgaban de su cuello.

La guío hacia el pasillo, agarro a Dave de mi oficina y nos vamos por la


parte de atrás del club.
Capítulo 15
Evie

Los neumáticos del elegante Mercedes chirrían cuando Ezra llega a una
de las sucias calles laterales de Nueva York. Dave se desliza por el
asiento trasero, jadeando. Echo un vistazo a Ezra. Su postura rígida. Sus
nudillos están blancos por lo duro que está agarrando el volante. No me
gusta que esté enojado porque me recuerda al diablo cuando está así.
Presiono mi espalda contra la puerta, tratando de mantener la mayor
distancia posible entre nosotros.

Suena una alarma. Sus ojos se ciernen sobre mí y gime. Conduce con
una mano, cruza mi cuerpo con la otra y me empuja con fuerza hacia el
asiento antes de tirar del cinturón de seguridad por las caderas y hacer
clic en su lugar. —Esta mierda es molesta, —dice, y el sonido se detiene.

Tragando, fuerzo mi mirada lejos de él. Me da miedo, y eso no me gusta.


No he dejado que un hombre me asuste desde Zacarías. Los rasgos
faciales afilados de Ezra, su comportamiento, su acento británico claro;
todo es tan caballeroso, pero brutal al mismo tiempo. Es bastante
engañoso, pero, de nuevo, las cosas más mortales generalmente vienen
en los paquetes más bonitos. Lo miro por un momento más. Es hermoso
de la manera más brutal. Y ahora veo por qué dicen que la belleza es un
pecado, porque él hace que me den ganas de pecar. Me hace querer
acostarme en una cama sucia, con sábanas sucias y dejar que separe
mis piernas. Quiero que me haga cosas terribles y desagradables. Me
hace querer ser esa pelirroja, chupando su polla frente a una ventana
para que otros quieran codiciar lo que es mío.

Hay un tosco reductor de velocidad cuando llegamos al puente de


Manhattan. La mandíbula de Ezra se tensa y sus brazos se enderezan.
Conducimos en silencio, y cuando llegamos a mi calle, me siento mal.
Sabe en donde vivo.

—¿Cómo sabes en dónde vivo? —Le pregunto.

Golpea un dedo en el volante; sus ojos se fijan en el camino por delante.


—Lo sé todo, pequeña asesina. Hice que te siguieran la primera vez.

La idea de que me hiciera seguir parece romántica, y la molestia en la


boca del estómago se transforma en adulación. Me siento halagada.
Se parece más a ti de lo que quieres admitir, Evelyn.

El auto se detiene al costado de la calle y él apaga el motor. Lo observo


cuando salgo del auto. —Gracias, —digo antes de cerrar la puerta y
dirigirme hacia los escalones.

Escucho la puerta de su auto cerrarse de golpe, y el sonido de las patas


de Dave trotando sobre el pavimento. Él está justo detrás de mí. Me doy
la vuelta y él se me acerca. Ezra me arrebata las llaves de la mano y se
precipita delante de mí, abriendo la puerta de la escalera y señalándome
que camine delante de él. Dave se agacha en la puerta y desaparece. El
pánico me rodea. No confío en Ezra, es peligroso, y yo, entre todas las
personas, sé cómo terminan estas cosas. Dejaré que me siga dentro del
apartamento, y me matará y luego arrojará mi cuerpo al río Hudson
porque eso es lo que yo haría. Estoy temblando ante la idea de cómo me
mataría. Nunca pensé en cómo debe ser la muerte, pero ahora me
pregunto si duele.

—Camina, Evie, —dice en un tono dominante.

Él camina hacia la puerta y yo me detengo. No voy a ser arrojada al río


Hudson esta noche. —Puedes irte ahora, —le digo mientras le quito las
llaves de la mano. Me aterroriza, pero de alguna manera lo anhelo. Esto
no fue planeado.

—No.

Aprieto los dientes y la ira me atraviesa. —No te quiero aquí, Ezra.

—No me importa lo que quieres, —dice con calma, haciéndome


consciente de que lo que quiero es irrelevante.

Me mira, su enorme cuerpo se eleva sobre el mío, y todo lo que puedo


pensar es que es como el demonio que se alza sobre un ángel, ese ángel
yo, el demonio él. La tensión aumenta entre nosotros, y cada vez soy
más consciente de su cuerpo a solo centímetros del mío. Este tranquilo
aire de peligro lo derrama en oleadas, y debería asustarme porque sé
que quiere lastimarme, pero me gusta cuando lo hace... sus ojos caen a
mis labios y mis pulmones vacilan. Hay una pausa, y luego me golpea
contra la pared, forzando la respiración de mis pulmones a toda prisa. Su
boca se encuentra con la mía en un furioso choque de labios y lenguas.
Mi corazón se acelera, puedo escucharlo en mi garganta mientras separo
mis labios de los suyos, luchando por recuperar el aliento.

Quiero abofetearlo por hacerme querer sus sucios labios sobre mí. Siento
que se me abren las fosas nasales. Quiero sus labios sobre mí otra vez, y
voy a ir al infierno por eso, pero no me importa. Cuando lo beso de
nuevo, agarro su camisa en mi puño. Presiono mi cuerpo contra él, y
hace calor porque las llamas del infierno están lamiendo mi alma en este
momento. Él es un pecador, y yo soy pecado, y todo sobre esto es obra
de Satanás. Los labios de Ezra se mueven hacia mi cuello, bajando por
mi garganta, marcando mi piel de la manera más pecaminosa. Gimo por
la forma en que se siente sobre mí, gimo como una pequeña zorra
miserable.

—Puerta, —gruñe.

Me giro y tiemblo con la llave. Su pecho se presiona contra mi espalda,


su respiración constante toca mi cuello. No puedo respirar. No puedo
pensar. La cerradura hace clic y empujo la puerta. Tan pronto como se
abre, el perro corre dentro y se acuesta junto a la chimenea. Camino por
la puerta y Ezra agarra mis caderas, presionándome contra la pared
mientras él cierra la puerta con el pie. Él es tan pesado contra mí. No
puedo evitar que mis manos lo toquen, que sientan hasta el último
centímetro de los músculos definidos de este hombre. Sus manos están
en mi cabello y lo está jalando. Esto no debería sentirse bien. Debe
sentirse sucio, mal y vil.

Sus cálidos labios se mueven sobre mi cuello, y luego sus dientes están
sobre mí, mordiéndome, lastimándome, y es doloroso, pero es correcto
porque me está castigando por quererlo así cuando no debería. Haz que
se detenga, Evelyn. Pero no puedo porque ya me he caído, y no hay
forma de detenerme hasta que toque el fondo. Y voy a tocar el fondo.

Ezra separa sus labios de mí, respirando pesadamente mientras sostiene


su rostro apenas a una pulgada del mío.

—Las formas en las que te voy a follar, pequeña asesina... —dice con un
gruñido.
Manos, bocas y lenguas. Él rasga mi vestido sobre mi cabeza antes de
levantarme y bajarme al piso. Sus manos agarran mis caderas en un
agarre contuso mientras su boca trabaja sobre mi estómago. Gimo como
una pequeña puta, mi cuerpo se retuerce debajo de él aunque no quiero.
Me gusta. Lo quiero. Y no debería... pero lo hago. Lo hago, malditamente
lo hago. Sus dedos agarran el interior de mis muslos, empujándolos
violentamente para separarlos antes de arrastrar su lengua húmeda
sobre mí, y gimo.

—Joder, sabes cómo el cielo. —Sisea. Evelyn, estás inmunda y sucia.


Pero Ezra dice que tengo sabor a cielo. Me está comparando con el cielo,
y hay reverencia en su tono.

Su mirada se cruza con la mía mientras su lengua sale y se sumerge


dentro de mí. Sus ojos se oscurecen, volviéndose salvajes, y yo, a su
vez, me desquicio. Estoy caliente y no quiero que esto se detenga nunca.
¿Es así como debería ser el sexo? ¿Como si yo fuera algo que él quiere
adorar, como si fuera un arroyo del que puede beber cada puto día? ¿Es
esto realmente pecado? Porque es hermoso y quiero quemarlo si es así.
Esto es pecado y el pecado lleva al infierno, y estoy de acuerdo con eso
porque bailaría en las llamas de ese infierno en este mismo momento.
Para sentirme así, como si me quisieran y me adoraran, haría piruetas
con el mismo diablo. Le arranco la camisa a Ezra, mis ojos se arrastran
sobre su piel desnuda. Su cuerpo parece una pintura en el Vaticano,
justo y glorioso. ¿Y cómo puede ser esto pecaminoso cuando parece tan
santo? Todo lo que quiero es que esté desnudo. Quiero ser esa pelirroja.
Quiero ser una puta desenfrenada que necesita un hombre asqueroso y
sucio para follar todo lo que está mal, así que le quito los jeans. Empujo
su bóxer hacia abajo, y me siento, obligándolo a volver al suelo mientras
golpeo su polla en mi garganta. Trazo mi lengua sobre cada vena, sobre
cada cresta, y sus manos tiran de mi cabello nuevamente, y ¿por qué se
siente tan bien?
—Joder, Evie. Tu boca. —Él gime, empujando sus caderas contra mi
cara. Su polla se desliza más profundo en mi boca, la punta golpea la
parte posterior de mi garganta—. Sabía que esos labios estaban hechos
para mi polla, —dice con los dientes apretados. Y sí, lo fueron. Estos
labios... mis labios fueron hechos para su polla lo creo ahora y ¿cómo se
supone que voy a matar al hombre para cuya polla fueron hechos mis
labios?

Y todo lo que quiero ahora es esa polla para la que está hecha mi boca
dentro de mí. Coloco mis manos sobre sus hombros y arrastro mi cuerpo
desnudo y cachondo sobre su cuerpo recto. La forma en que su piel se
desliza contra la mía se siente tan bien. —Me estás haciendo pecar, Ezra
—le susurro.

Deslizo mi coño sobre él, y justo cuando siento las llamas del infierno
envolviendo cada centímetro de mí ser, sus labios se encuentran con los
míos en un beso violento, sus dientes mordiendo mi labio inferior,
haciéndolo sangrar. Sangre, y luego me pruebo a mí misma, y él tiene
razón, yo tengo un sabor como el cielo. Tal vez me han mentido durante
todos estos años porque un demonio no puede saber cómo el cielo; es
imposible. Quiero decir su nombre porque me encanta cómo se siente
cuando sale de mis labios. —Ezra. —gimo, y suena aún mejor en un
gemido de lo que imaginaba.

Me agarra las caderas y me da la vuelta con un gruñido animal. Se


inclina sobre mi espalda y toma mis muñecas, sosteniéndolas en una de
sus grandes manos mientras las coloca sobre mi cabeza, conteniéndome.
Intento liberar mis manos y él las agarra más fuerte, amenazando con
cortar la circulación. Él me aprieta más fuerte, y lo disfruto. Gimo,
tratando de contener la necesidad de gritar porque quiero que me folle, y
no debería estar en mi piso así, pero lo estoy. Libera mis muñecas solo
para agarrarme las caderas y tirar de mi trasero al aire.
—Tú no me follas, Evie. Yo te follo —Mi mejilla presiona contra el suelo
frío mientras coloca una mano entre mis omóplatos, sujetándome,
deteniéndome— y follo duro. —Susurra antes de retroceder y empujarse
dentro de mí.

Me muerdo el labio, un grito silencioso se aloja en mi garganta. Su piel


es caliente y suave; su cuerpo perfecto sobre mi espalda y entre mis
muslos pero tan equivocado, sucio y pecaminoso que debería matarlo por
eso. Debería cortarle la garganta, pero no puedo porque mis labios
fueron hechos para su polla. Sabes cómo el cielo, Evie. ¿Y cómo puedo
matar a alguien que me compara con el cielo con la reverencia de un
santo? Ni siquiera puedo pensar en eso ahora porque está empujando
dentro de mí muy fuerte, pero muy gentil si eso tiene sentido.
Sus manos me obligan a follarlo, obligándome a sentirlo, a someterme a
él, como esa pelirroja. Él me quiere, y yo lo quiero a él y... me ahogo en
mis pensamientos porque esto se siente tan bien.

Sus dedos se clavan en mis caderas con tanta fuerza que duele. Sus
labios se mueven hacia mi oreja, sus dientes pellizcan el lóbulo de mi
oreja mientras retrocede y suelta mis hombros. Sus dedos cavan en mis
caderas, tirando de ellas hacia atrás para encontrar sus empujes
despiadados. Él arrastra un dedo por mi columna vertebral y sobre la
grieta de mi trasero hasta que roza un lugar que grita sucio, indecente y
pecado. Y jadeo.

—¿Tal vez debería comenzar con esto? ¿Alguna vez te han follado por el
culo, Evie? —Él dobla su cuerpo sobre el mío hasta que su pecho caliente
presiona contra mi espalda y sus labios están en mi oído—. Si tu coño se
siente tan bien, solo puedo imaginar lo dulce que eres —su aliento
golpea en un profundo gemido—, se sentiría como un culo virgen.
No puedo decir una palabra. Lo intento, pero me estoy ahogando.
Sacudo la cabeza porque ahora realmente puedo sentir las llamas del
infierno consumiéndome, y me quemarán hasta que no sea más que
ceniza. Cierro los ojos y me muerdo el labio. Y luego su pulgar roza sobre
mí, allí, y no puedo parar donde mi mente me lleva. Esa sensación me
catapulta a las grietas oscuras que trato de no ir.

—No grites. Tampoco llores, Evelyn, —sisea Zacarías mientras me sujeta,


presionando su grueso antebrazo sobre mi garganta—. Te estrangularé
con mis propias manos, luego envolveré una soga alrededor de tu cuello
y te colgaré del armario. Les diré a todos que te mataste como lo hizo tu
madre porque tenías demonios dentro de ti que no se callarían.

Embiste contra mí, el dolor atravesándome como uñas oxidadas,


atrapando cada pedazo de carne dentro de mí. —Sucia. Asquerosa.
—Gruñe mientras embiste contra mí una y otra vez, sacudiendo las
lágrimas de mis ojos.

—Por favor, Zacarías. Detente. —Suplico entre lágrimas.

—No puedo parar, Evelyn. Tengo que castigarte por hacer que te quiera
tanto. Es un pecado, sabes. Sexo. Me haces pecar, y por eso tengo que
hacerte daño, hacer que no quieras volver a tentarme nunca más. Tengo
que purgar lo malvado de ti con dolor. —Lo araño, tratando de alejarlo
de mí, pero estoy tan débil que no sirve de nada.

Ezra se ríe y me saca del infierno, arrastrándome al borde de su propio


cielo. Me agarra el pelo, lo envuelve alrededor de su muñeca y tira de
mis manos. —Tan jodidamente inocente.

Mi espalda se inclina y él se fuerza más profundo dentro de mí,


golpeando un lugar al que nadie había llegado antes, y ahora estoy
de vuelta en ese lugar donde todo es hermoso y maravilloso porque esto
es dicha. Los hormigueos sacudiéndose en mi cuerpo, la forma en que
me siento como un ídolo en sus manos. Mis brazos tiemblan debajo de
mí, amenazando con ceder bajo mi peso y la falta de control que estoy
experimentando a manos de este hombre.

—Inocente, Evie. —susurra, y mi cara golpea el piso frío porque ya no


puedo sostenerme, pero él sigue follándome. Estoy gritando y
maldiciendo, y me estoy apretando alrededor de él porque esto se siente
demasiado bien, demasiado crudo, demasiado real, y si no se detiene,
voy a...

—Joder —me quejo. Mis manos golpean el piso como si estuviera


tratando de escapar, pero todo lo que hace es reír con esa risa profunda
que me recuerda al diablo. Las réplicas de lo que me ha hecho destrozan
mi cuerpo, y ahora sé que soy suya, y él es mío y no puedo matarlo
porque esta es la salvación aquí, ahora mismo.

Sigue empujando hasta que su cuerpo se pone rígido detrás de mí con


un gruñido gutural. Todo se detiene, y todo lo que puedo escuchar son
nuestras respiraciones mezcladas, casi como las olas del océano
chocando contra la orilla después de una fuerte tormenta.

Su pecho sube y baja en olas irregulares contra mi espalda. Siento sus


labios tocar mi cuello, y luego se está alejando de mí. Mi cuerpo de
repente se siente frío sin él, y con esa frialdad viene la vergüenza.
Era esa zorra desenfrenada, a pesar de que no me había follado contra la
ventana, y no debería haberlo sido. Lo dejé follarme porque quería que lo
hiciera. Esto no era un medio para un fin. Él todavía está muy vivo, y yo
estoy muy deshecha. Esto fue un pecado, puro y simple.
Me tumbo en el suelo junto a él, rezando en silencio para ser perdonada,
pero sé que las oraciones de alguien tan miserable como yo ni siquiera
llegarán al borde del cielo. Nunca lo han hecho.
Capítulo 16
Ezra

Me desplomo en la cama, mi pecho agitado y mi cuerpo resbaladizo por


el sudor. Me siento como un jodido joven de dieciséis años trabajando
meses de frustración. No puedo tener suficiente de ella. Ella toma todo lo
que le doy y pide más. No tiene limitaciones, no tiene un punto de
quiebre, y solo me dan ganas de presionarla mucho más. Honestamente,
estoy bastante seguro de que uno de nosotros terminará muerto.

Giro la cabeza hacia un lado y la miro. Su cabello negro se extiende por


la cama, su lápiz labial rojo manchado en sus labios. Sus ojos
permanecen cerrados mientras trata de recuperar el aliento.
Tan inocente, tan frágil.

—¿Ya terminaste, cariño? —Sonrío.

Ella asiente.

Me siento, buscando en la habitación mi ropa. Veo mi bóxer y me paro,


tirando de ellos sobre mis caderas. Evie me mira todo el tiempo; sus
grandes ojos azules se fijan en cada uno de mis movimientos.
Me pregunto si ella sabe qué tan lejos ha caído por la madriguera del
conejo porque no hay forma de salir de esto ahora. Yo soy su maldito
dueño.

Me despierto confundido, en un entorno extraño. Busco mi arma debajo


de la almohada, no hay nada. Frunzo el ceño mientras estudio la
habitación desconocida. Las paredes desnudas y los muebles escasos me
recuerdan que estoy en el departamento de Evie. La cama se mueve a
mi lado, y miro para ver la hermosa espalda desnuda de Evie, la fina
cicatriz rosa que cubre sus omóplatos y estira su columna vertebral.

Quiero levantarme e irme, pero no puedo porque Zee la quiere, y él no la


tendrá. Me deslizo fuera de la cama, me pongo los jeans y tropiezo a
través de su sala de estar. Hay una p puerta
uerta corredera francesa que
conduce al balcón. En el momento en que lo abro, Dave salta de su lugar
en el suelo y se arrastra.

El aire frío de la mañana toca mi pecho desnudo mientras saco una silla
de la mesa del patio. Saco el paquete de cigarrillos de mis jeans y
enciendo uno, inhalando una bocanada de humo. Me peino con la mano y
coloco los codos sobre mis rodillas. Todavía puedo oler a Evie en mí, el
aroma de su perfume mezclado con sexo me hace morder mi mejilla al
recordar lo apretado que se sentía su coño alrededor de mi polla.
Ninguna mujer debería sentirse tan bien. Es como si estuviera hecha
para mí, y eso es simplemente peligroso.

Debería alejarme, pero de alguna manera, terminamos juntos en esta


mierda. Yo no hago esta mierda, durmiendo en la casa de una chica, en
la misma cama, pero supongo que estoy jodido porque me preocupa que
Zee la destripe o la venda. Ah, demonios, eso es mierda. Simplemente
no lo quiero cerca de ella. Supongo que quedarse con ella es el
equivalente a orinarse en ella, marcando mi territorio. Y ella no puede
quedarse aquí sola. Ella es un blanco fácil.

Apago mi cigarrillo en la barandilla del balcón de metal mientras me


levanto de la silla. Dave me sigue de regreso al interior y a la habitación
de Evie. Se sienta a los pies de la cama, inclinando la cabeza hacia un
lado mientras la mira. Apenas se agita cuando abro de un tirón sus
cajones, sacando prendas y arrojándolas sobre la cama.

—¿Qué estás haciendo? —Pregunta, su voz ronca y sexy por el sueño.


En el momento en que Dave escucha su voz, salta a la cama junto a ella
y se acuesta en el edredón como si no fuera a verlo.

—Levántate, agarra tus cosas. Te vas a ir. —le digo sin mirarla.

Ella se da vuelta, frunciendo el ceño. —No me voy a ir…

—Te aconsejaría que hagas lo que te digo. Me facilitaría la vida


considerablemente. —Veo una maleta encima del armario y la tiro hacia
abajo, arrojándole la ropa.

Balancea las piernas sobre el costado de la cama, mirando la maleta.


—¿Por qué? —Hay un destello de miedo en sus ojos cuando la miro.
Me inclino sobre ella y le paso un nudillo por la mejilla. —¿Qué te dije
acerca de hacer preguntas? —Murmuro. Ella deja caer la barbilla sobre
su pecho y noto que sus manos forman pequeños puños enojados—
Bien. Hay un hombre que te quiere, y no en el buen sentido. Entonces
vienes conmigo o mueres. Tú eliges, cariño.

—¿De qué estás hablando, Ezra? —Está demasiado tranquila— ¿Quién


me quiere?

—Preguntas... —advierto mientras empujo un puñado de ropa en la


bolsa.

—¿Alguien quiere matarme?

—Él no quiere matarte —gruño, volviéndome hacia ella—, él quiere


comprarte —Me acerco a ella—. Él quiere follarte y lastimarte, y luego te
venderá al mejor postor para que puedan follarte y lastimarte. —Ahueco
su mandíbula, acariciando su mejilla— Y harán que lo que yo te hago
parezca Disneylandia, pequeña asesina.

Sus ojos se estrechan. —¿Cuál es su nombre?

—Zee —Me giro y abro otro cajón— es un traficante.

—¿Cómo sabe él sobre mí? —Su mandíbula se mueve— ¿Qué, estabas


tratando de venderme a él antes de que decidieras que te gusta
lastimarme? ¿De eso se trataban tus pequeñas pruebas?

Respiro hondo, deseando tener paciencia. —Era uno de mis clientes.


Y no, yo prostituyo a las chicas, no las vendo.

—¿Por qué ya no es tu cliente?


—Joder Santo Dios, Evie. ¡Suficiente! —Estalló— Era un cliente, mató a
una chica, lo saqué. Está enojado, y ahora viene detrás de mis chicas, es
decir, tú. Vienes conmigo si tengo que arrastrarte de tu jodido cabello.
—Levanto la maleta y salgo de la habitación. Ni siquiera sé lo que estoy
haciendo, pero todo lo que sé es que preferiría rendirme y entregarme al
gobierno del Reino Unido antes de dejar que me gane esa pequeña
bolsa. No tendrá a Evie.

Arrastro su maleta por las escaleras, Dave, mi sombra siempre presente,


siguiéndome mientras voy al auto, abro el maletero y arrojo el equipaje
dentro.

Evie aparece unos minutos después con el ceño fruncido.

—Sube al auto —le digo.

Abre la puerta y deja entrar a Dave antes de deslizarse en el asiento del


pasajero. Ella mira por la ventana mientras nos alejamos de su complejo
de apartamentos, y enciendo la radio, haciendo sonar Guns n' Roses en
el auto.

Unos minutos más tarde apaga la radio y me mira, jugueteando


nerviosamente con las manos. —¿Cómo se llamaba? —Susurra.

—¿Quién?

—La chica que él mató. ¿Cuál era su nombre? —Su voz se engancha y la
miro. Sus ojos se llenan de lágrimas y sus dientes están enterrados en
su labio inferior.

—Sophie.
Ella cierra los ojos de golpe y asiente lentamente mientras mira por la
ventana del pasajero. Dirijo mi atención de nuevo a la carretera.
—¿Quién era ella para ti? —No conozco bien a Evie, pero es una asesina,
una puta, no el tipo de persona que se compadece de una chica extraña
que no conoce. Gente como ella y yo, somos criaturas del inframundo,
no derramamos lágrimas por extraños.

—Mi hermana —Su voz es indiferente, carente de emoción. ¿Sophie era


su hermana? Mierda— Su verdadero nombre era Hannah.

Sophie era una buena chica y una prostituta aún mejor. Ella era una de
las quebrantadas, y casi sentí pena por ella. En esta industria, a menudo
no tienes que lidiar con las consecuencias de tus acciones, pero ahora
estoy sentado en un automóvil con esas consecuencias. Sophie era una
prostituta, pero también era una hermana. Tenía a alguien que la amaba
y ahora está muerta. ¿Me culpo a mí mismo? No. Ella sabía en lo que se
estaba metiendo cuando asumió el trabajo. Le di un medio para ganar
dinero. Soy un hombre de negocios, no una puta organización benéfica.
Pero sé que debería haber sido más cuidadoso con Zee, más cuidadoso
con ella. No la cuidé cuando debería haberlo hecho.

No dejaré que Zee atrape a Evie. Le debo mucho a Sophie. Al menos,


eso es lo que me estoy diciendo a mí mismo.
Capítulo17
Evie

Intento no pensar en Hannah mientras miro por la ventana. Observo a la


gente caminando en la calle, mirando a una familia riéndose, y trato de
pensar cómo debe ser el amor. Llegamos a un semáforo en rojo y mi
mirada se centra en un hombre que busca dinero.

Suena el teléfono de Ezra y lo saca de la consola para contestar. —Sí.

Hay una larga pausa, y luego golpea su mano sobre el volante, bajando
la cabeza hacia adelante. —¡Mierda! Encuéntrala Jonty. ¡Jodidamente la
quiero de vuelta! —Otra pausa—. Está bien. Iré a la casa de la chica
ahora.

La luz se pone en verde, y Ezra pisa el acelerador, el auto sale disparado


mientras gira en u. Los coches tocan la bocina cuando se desvía frente a
ellos. Presiono mi espalda en el asiento y me quedo en silencio a pesar
de la insistente necesidad de preguntarle qué está pasando. Sé que es
mejor no hacerle preguntas cuando está enojado.

Diez minutos después, el automóvil se detiene bruscamente y el cinturón


de seguridad se me clava en el pecho.
—Sal —dice Ezra mientras apaga el motor y abre la puerta.

Hago lo que me dice y me apuro para seguirle el ritmo. Nos dirigimos


hacia los apartamentos en la esquina de la calle. Parecen bungalows7
vintage8 de la década de 1930, pintura fresca en los ladrillos, ventanas
nuevas con hermosas cajas de flores debajo de ellas. Tan pronto como
Ezra llega a la puerta, se abre.

Una mujer está en la puerta y abraza por el cuello a Ezra. Es joven con el
cabello largo y rubio que le cae por la espalda en ondas perfectas. Parece
una porrista con sus pantalones cortos y una camiseta ajustada.

—Por favor encuéntrala, Ez. —Ella está llorando sobre él. Ella le está
dando sus lágrimas, y luego me pregunto si la golpeó y la folló de la
misma manera que a mí. Me pregunto si él le dijo que sabía a cielo, y la
idea me enfurece.

Ezra coloca sus manos alrededor de su delicada cintura, dando un paso


atrás mientras él le quita los brazos de su cuello.

—Lola, necesito que me muestres las imágenes de seguridad de esta


mañana. —Ella asiente con la cabeza, limpiando sus lágrimas.

Sigo a Ezra mientras entra al edificio, y es recibido por una serie de


chicas. Cada una de ellas trata de tocarlo como si fuera un dios al que

7
Bungalow: es un estilo de casa, generalmente de un solo piso y con galería o porche en la parte frontal,
aunque sus características pueden variar de unos países a otros. Es muy popular en las afueras de muchas
ciudades de América del Norte y América Central.

8
Vintage: es el término empleado para referirse a objetos o accesorios con cierta edad, que no pueden aún
catalogarse como antigüedades, y que, como los buenos vinos, se considera que han mejorado o se han
revalorizado con el paso del tiempo.
adoran. Cuando lo llaman Ez, se tensa mi mandíbula. Se llama Ezra, no
Ez. Me observan cuando paso, juzgándome. Sé que se preguntan por qué
estoy con él y quiero gritar que es porque ¡soy la puta que se va a follar,
no ellas, yo!

—Quédate aquí —me dice Ezra antes de seguir a Lola a su apartamento.

Me apoyo contra la pared, manteniendo mis ojos en el suelo. Veo sus


zapatos pasar junto a mí, los escucho susurrando el uno al otro, y me
hace preguntarme si alguna vez han visto a Ezra con una mujer antes.
Mira, Evelyn, eres especial.

Recuerdo que Hannah me dijo que él la puso en un apartamento de lujo.


Recuerdo que me rogaba que viniera a trabajar para él, lo bien que habló
del hombre que pretendía matar. No podía soportar la idea de dejar que
un hombre me golpeara antes de matarlo, pero ahora, después de estar
con Ezra, puedo ver lo que Hannah vio en él. Se dio cuenta de que podía
ser perdonada por los mismos hombres que mató. Ni siquiera me doy
cuenta de que me estoy alejando de la puerta hasta que llego al final del
pasillo. Me doy la vuelta y vuelvo a mirar por el pasillo. Se abre una
puerta y una mujer de cabello oscuro se pasea con un vestido morado
corto. Se da vuelta para cerrar la puerta y me ve. Sus ojos se estrechan.

—¿Cuál era la habitación de Sophie? —Pregunto.

Ella me mira, dando varios pasos en mi dirección. Veo sus ojos estudiar
mi cara. Veo que ella nota las similitudes entre mi hermana y yo. —¿Por
qué? —Ella traga y llora con sus ojos marrones.

—Soy su hermana... Ezra me trajo aquí.


Se le corta la respiración. —Lo siento mucho. —Sacude la cabeza y me
lleva más allá de dos puertas antes de detenerse— Ésta. Todavía no la
hemos tocado —dice y se va.

Inhalo antes de colocar mi mano en el pomo y abrir la puerta. Ella había


vivido conmigo antes de tomar ese trabajo con Ezra hace seis meses. La
extrañé mucho cuando se mudó, pero me dijo que parte de su trato era
que no podía recibir visitas y que no podía salir sin permiso. El interior
está impecable, amoblado con el tipo de muebles que ves en los
anuncios de Pottery Barn9. Entro y cierro la puerta detrás de mí. Todavía
huele a ella, a flor de cerezo y vainilla. Lucho contra las lágrimas que se
acumulan en mis ojos porque no quiero llorar. Paso mis dedos sobre el
respaldo del sofá, tratando de recordar a Hannah de otra manera que no
sea en esa bolsa, pero no puedo. Doy la vuelta al frente del sofá y me
siento. Puedo sentirla aquí.

—Querido Dios, por favor ayúdame. Por favor guíame. Por favor, déjame
matar al hombre que me quitó a mi hermana. —Siento que una lágrima
gotea por mi mejilla y rápidamente la seco. Hojeo la habitación, y en el
borde de la mesa de café está el anillo de Hannah. Lo recojo y lo paso
entre mis dedos. Este fue nuestro vínculo. Matar hombres malvados fue
la forma en que corregimos el error. Volteo la tapa y encuentro el interior
del anillo vacío, solo un rastro de arsénico en el interior. ¿Por qué no le
dio esto al hombre que la mató? Cierro los ojos otra vez— Por favor,
bendíceme. Por favor, perdóname a mí, a Hannah y a Ezra...

Siento algo empujar mi codo, y abro los ojos para encontrar a Dave a mi
lado, meneando la cola mientras me mira. Dudo antes de pasar mis
dedos por el suave pelaje de su cabeza. Sé que Ezra está aquí, puedo

9
Pottery Barn: es una cadena de tiendas de muebles para el hogar de lujo con sede en los Estados Unidos con
tiendas minoristas en los Estados Unidos, Canadá, México, Puerto Rico, Filipinas y Australia.
sentir su presencia, siento que me observa. Me levanto y me doy vuelta,
y allí está, apoyado contra el marco de la puerta, con sus gruesos brazos
cruzados sobre su pecho. Mis ojos trazan la tinta que le rodea los brazos.
Es como un diablo, o un demonio, algo malvado. Un hermoso demonio.

Sus ojos oscuros me miran; Su expresión es tensa. —Nunca


Nunca conocí a una
prostituta
rostituta que rezara antes —murmura.

—Hannah rezaba.

—Huh —Él Él arquea una ceja


ceja—.. Ella no me pareció de ese tipo —dice con
tanta frialdad en su voz que tiemblo. Escuché lo que no dijo, piensa que
los dos somos hipócritas. ¿Cómo puede orar una puta?

—Los pecadores rezan —


—le digo, apretando el pecho.

Una sonrisa condescendiente moldea sus labios. —Si Si tú lo dices.


Tenemos que irnos. —Se
Se da la vuelta y Dave trota tras él. Y al igual que
su perro, lo sigo.
Ezra cierra la puerta de la oficina. Jonty está sentado detrás del escritorio
de Ezra, con su enorme cuerpo atrapado en la silla. Me sonríe y la
cicatriz en su rostro se arruga en una abolladura irregular.

Me siento en el sofá y Dave se acurruca a mi lado, mirándome mientras


descansa su cabeza en mi regazo.

Ezra se eriza de impaciencia mientras espera que Jonty termine en el


teléfono. Cuando cuelga, se recuesta en la silla y deja escapar un largo
suspiro. —Nada, Ez. No puedo encontrar una mierda.

—¡Hijo de puta! —Ezra inhala, frotándose la cara con la mano.

—Debe estar vendiéndolas dentro de las veinticuatro horas,


probablemente tiene algunos hijos de puta ordenándolas, y solo está
escogiendo las que necesita. —Los ojos de Jonty se dirigen hacia mí y
luego vuelven a Ezra.

—¡Maldita sea! —Ezra gime mientras abre la puerta de la oficina.

Echo un vistazo a Jonty e inmediatamente corro detrás de Ezra. Lo sigo


por el pasillo y luego por las escaleras. Se precipita por el club hasta que
llega a una puerta marcada con "Solo personal". Teclea un código en el
teclado. La cerradura hace clic, la puerta se abre y hay otro conjunto de
escalones que descienden al sótano.

—¡Ezra! —Lo llamo. Pero él me ignora, tirando de una cuerda que cuelga
del techo.

Una opaca neblina amarilla se extiende sobre barriles de cerveza y cajas


de madera. Ezra hurga en una de las cajas, arrojando cosas a su
alrededor. Encuentra una caja de metal y la levanta, abriendo la tapa y
quitando bloques de lo que parecen explosivos. Cierra la caja y se
adelanta a mí sin decir una palabra. Lo sigo detrás, volviendo a subir las
escaleras y al pasillo hasta que volvamos a su oficina.

Señala adentro. —Ve a sentarte.

Miro a Jonty todavía sentado detrás del escritorio y trago. —Quiero ir


contigo —le digo tímidamente.

—¿Qué coño crees que eres? ¿Mi perro mascota? —Se aleja de mí—
Jonty, no la pierdas de vista. —Y se marcha.

Aprieto los dientes mientras lo veo pavonearse por el pasillo oscuro y


desaparecer en una esquina. Odio la forma en que me hace desearlo a
pesar de lo brutalmente cruel que es.

—Vas a estar parada allí toda la noche, o te vas a sentar. No muerdo.


—dice Jonty, con una sonrisa divertida en sus labios.

—Él me dejó... —Entro en la oficina, parada cerca de la puerta.

Se ríe, sacando un paquete de cigarrillos de su bolsillo y extendiéndolos


para ofrecerme uno. Sacudo la cabeza y él coloca uno entre sus labios,
encendiéndolo. —Un consejo, dulzura, Ezra James es un bastardo cruel
—Exhala una larga corriente de humo—. Ayudarte puede ser la primera
cosa decente que lo haya visto hacer —Tose.

—Es solo porque le gusta lastimarme.

Se ríe de nuevo. —Sí. Maldito enfermo. —Sus ojos se deslizan sobre mi


cuerpo y la bilis se eleva en mi garganta— No te lastimaría, cosita dulce
—Retrocedo y él resopla—. Estoy bromeando. Mierda. Me gustan mis
bolas justo donde están. Ezra... es como un pit bull con un hueso. No se
toca. Al menos no hasta que termine de masticarlo.
Capítulo 18
Ezra

Jonty ha seguido a Zee por un par de días, pero no parece seguir una
rutina. Hasta donde sabemos, no ha estado cerca de ningún lugar
sospechoso. Miro desde mi auto mientras Zee abre su puerta y sale del
auto, haciendo clic en las cerraduras mientras camina hacia una casa.
Él toca la puerta, y una mujer responde, sonriendo ampliamente cuando
lo ve. Él agarra su rostro y la besa antes de empujarla hacia adentro. Tal
vez esta es una de sus casas de putas, o tal vez solo tiene un poco de
lado. Difícil de imaginar con sus gustos.

Tan pronto como se enciende la luz de arriba, me muevo, cruzo la calle y


me agacho detrás de su auto. Abro la bolsa de lona y saco dos bloques
de C410. Las bombas no son mi fuerte, esto es más una mierda de Jonty,
pero puedo conectar un simple coche bomba. Conecto un teléfono móvil
al detonador y lo pego con cinta adhesiva a los bloques de explosivos.

Me acuesto de espaldas y me deslizo debajo del auto, deteniéndome


para escuchar cualquier movimiento de la casa. Zee probablemente ya

10
C-4 odivergente 'Composition C-4' es una variedad común de explosivo plástico de uso bélico.
esté profundamente metido en esa mujer, felizmente inconsciente, pero
lo último que necesito es que me atrapen.

Pego la bomba al chasis justo en el centro del automóvil y enciendo el


teléfono. Zee aprenderá lo que pasa cuando se jode conmigo. No puedo
matarlo, al menos todavía no, pero solo necesito recordarle que puedo.
Cada maldita vez que quiero.

Salto y troto cruzando la calle, volviendo a mi auto. Y luego espero.


Espero tres jodidas horas hasta que Zee haya vaciado su carga, guarde
su polla y decida salir de la casa. Sale de la puerta y presiono el botón de
llamada en mi teléfono. Zee se detiene en el porche, y luego su BMW de
sesenta mil explota en una bola de fuego. Las ventanas de mi auto
traquetean, y aparto la cara de la luz cegadora. Cuando miro hacia atrás,
Zee yace en el porche, inmóvil.

La única razón por la que no es un montón de cenizas en el asiento


delantero de su auto en este momento es por lo que tiene acerca de mí,
pero necesita recordar que no soy racional, que no me va bien con el
chantaje, y nadie malditamente me ataca.

Marco rápidamente el número de Jonty.

—Hola —responde.

—Está hecho. Llegarás a la bodega mañana. Quiero que ese hijo de puta
se arrastre de rodillas.

Cuelgo y me alejo de la casa, volviendo al club antes de que los policías


decidan aparecer. Si hay una cosa que me pone caliente y duro, es
explotar cosas. Podría llamar a Jen, pero ahora se siente como una
sustituta de mierda de la marca de locos de Evie.
Capítulo 19
Evie

El cojín del sofá se sacude y escucho que las uñas de Dave golpean el
suelo. Estoy un poco desorientada. La habitación está oscura, excepto
por una lámpara en el escritorio, y luego recuerdo dónde estoy.

—Y bien, ¿qué vas a hacer con ella, Ez? —Oigo la voz de Jonty desde el
otro lado de la puerta cerrada— ¿Vas a dejarla aquí?

—No lo sé, maldita sea. No tengo tiempo para cuidarla, pero joder, Zee
la matará.

—Ríndete, Ez —Jonty se ríe—. Seguro que no la vas a mantener aquí


porque de repente has desarrollado algún tipo de brújula moral.

—Vete a la mierda.

Jonty se ríe de nuevo, tosiendo. —Ella realmente debe tomar el cinturón


si estás preparado para ir de caballero blanco por ella. ¿No te
enamorarás de esa cara bonita, verdad?
—Sé jodidamente serio. Ella es una distracción divertida. Aguanta una
paliza incluso mejor que Jen, y chupa la polla casi igual de bien. —Él se
ríe—. Me voy a casa. Llévala a una de las habitaciones. Solo cuídala.

Todo mi cuerpo se incendia. Ezra me dijo que mis labios estaban hechos
para su polla... Mi pulso late en mi cuello. Quiere jugar a ser mi salvador.
Quiere golpearme, usarme y follarme en el olvido, bueno, le mostraré la
pequeña distracción que puedo ser.

La puerta se abre y Jonty entra, sus ojos se dirigen hacia mí antes de


agarrar mi maleta. —Vamos, dulzura. Tengo una habitación para que te
quedes.

Suspiro y me levanto, siguiéndolo por el pasillo. Se detiene para abrir


una puerta, y no puedo ignorar la constante cadena de golpes y chirridos
que salen de la habitación de al lado. Hay un gemido falso, y los golpes
contra la pared se incrementan más rápido. Jonty se ríe para sí mismo
cuando la puerta se abre. Tira mi equipaje adentro. —El baño está al
final del pasillo —dice antes de cerrar la puerta detrás de él.

La habitación está vacía, excepto por una cama en el centro de la


habitación y un radiador debajo de la ventana. Miro por encima del
edredón antes de voltearlo. Las sábanas huelen a limpio, pero no me
quito la ropa antes de subirme a la cama. No hay cantidad de
blanqueador que pueda lavar la suciedad de estas sábanas. Agacho la
cabeza y el comentario sarcástico de Ezra se repite en mi cabeza.
—Aguanta una paliza incluso mejor que Jen, y chupa la polla casi igual de
bien.

Hay siete pecados capitales. Puedo manejar varios de esos con un


hombre como Ezra. Lujuria, orgullo, envidia. Ezra es el tipo de persona
que no le gusta compartir. Y para mi sorpresa, Ezra me ha hecho darme
cuenta de que soy una mujer a la que no le gusta compartir. Puede que
sea un juguete para él, una distracción. Pero yo soy su distracción.

Ojo por ojo…

Cierro los ojos y me quedo dormida, soñando con todas las formas en
que puedo hacer que me lastime.
Capítulo 20
Ezra

Mi teléfono suena y sonrío cuando veo el número de Zee en la pantalla.

—Zee, ¿cómo estás?

—Eres un hijo de puta, Ezra, un estúpido hijo de puta. —Maldice.

—No, Zee —me río—. Tú eres el estúpido por pensar que puedes joder
conmigo sin consecuencias. ¿De verdad crees que puedes enfrentarte a
la mafia?

—Ezra, puedo enfrentarme y derribar a la mafia a través de ti.

—No sin derribarte a ti mismo. ¿Y para qué? ¿Un poco más de dinero?
Corre mientras aún tienes la oportunidad, Zee, vende a tus esclavas,
gana dinero. Sobrevive —Escupo la palabra—. Porque si no lo haces, voy
a seguir viniendo por ti. Puede que te deje con vida, pero quemaré tu
puto mundo hasta el suelo.

—Te voy a destruir, Ezra. Y cuando te arrastres de rodillas, desearás


haber aceptado mi oferta.
Mi teléfono desechable emite un sonido y lo abro, riendo mientras leo
rápidamente el texto. —Hablando de quemar, es posible que desees
revisar tu bodega —Me río una vez más y cuelgo.

Sonrío cuando presiono reproducir el video de cinco segundos de la


bodega de Zee hecha añicos. Si hay una cosa que Jonty hace bien, es un
buen espectáculo pirotécnico.
Capítulo 21
Evie

He estado aquí por tres días. Sé que puedo irme, pero no quiero hacerlo.
Zee, el hombre que mató a mi hermana, quiere llevarme. No estoy lista
para él. No sé nada de él, y cuando ayer le pregunté a Ezra sobre Zee,
me agarró por el cuello y casi me ahogó. Ezra dijo que lo manejaría, y
quiero creerle, pero a él también le está tomando mucho tiempo. Y él me
está ignorando, lo que me enoja.

He pasado cada momento despierta cuando este club está vacío,


aprendiendo. Conozco todos y cada uno de los lugares donde los
monitores graban. Sé los lugares que no se pueden ver. Ezra me folló y
me golpeó cuatro veces en su oficina mientras los clientes y las
prostitutas están en el pasillo, y gimo y grito porque me gusta, porque
soy una buena distracción, porque soy mejor que Jen.

Con cada hora que pasa, con cada toque de sus manos, odio a Ezra aún
más porque ha infestado mi mente como una enfermedad paralizante. Mi
corazón una vez puro ahora está contaminado y ennegrecido porque
todo lo que puedo pensar es en cómo se siente entre mis muslos, muy
dentro de mí. Ahora no encuentro consuelo en la oración porque sé cómo
se siente el perdón en sus manos, y eso es lo que quiero. Quiero perdón.
Quiero que este pecado arrastrándose a través de mí sea sacado a
golpes. Quiero que Ezra me purgue.

Ese es quién es Ezra, el demonio, y lo quiero. Parte de mí quiere


matarlo, parte de mí piensa que moriría sin él, y oh, en qué lugar tan
jodido me pone. Me siento atrapada en un ciclo interminable de pecado y
penitencia, y Ezra es a la vez: mi pecado y mi penitencia. ¿Cómo es eso
posible?

Tengo que limpiarme. Debo volver al camino correcto, lejos del diablo.
Y además, Ezra debe ser castigado por mentirme sobre mis labios.
Le mostraré lo buena que puedo ser chupando polla.

La música fuerte del club retumba a través de las tablas del piso. Tengo
que recordar por qué estoy incluso en este lío para empezar. No es ser la
esclava sexual de Ezra; es para hacer el trabajo para el que fui elegida.
Ezra cree que él tiene la ventaja, y lo hace, pero solo porque se lo estoy
permitiendo. Él piensa que soy un corderito manso listo para el
matadero. Pero no lo soy. Soy una cazadora. Soy una guerrera. Uso mi
debilidad como señuelo, y le mostraré a Ezra que no puede controlarme.
Solo tienes control cuando haces que un hombre te amé cuando lo
matas. Encuentra un pecador, Evelyn.

Sin detenerme, salgo de la habitación. Miro a través de la puerta rota


hacia la oficina de Ezra. Su silla está vacía, y luego lo escucho discutir
con una de las chicas en el otro extremo del pasillo. Rápidamente, me
dirijo hacia las escaleras, corriendo a lo largo del corredor, mi corazón
golpeando en mi pecho mientras paso dentro del club oscuro. Cierro los
ojos y me paro en la puerta porque las cámaras no pueden verme aquí.
Por favor, ayúdame... En el momento en que mis ojos se abren, aterrizan
en un hombre con una camisa de vestir lavada, un aire de poder
arremolinándose a su alrededor como una tormenta. Él sobresale como
un faro entre los borrachos sucios, y sé que eso es una señal. En el
momento en que su mirada cae sobre mí, sus ojos se estrechan y muevo
mi dedo indicándole que se acerque con una sonrisa. Cuanto más se
acerca, más me desnuda con los ojos. Tan pronto como él está a mi
alcance, lo agarro de su corbata de seda y lo jalo hacia mi cara.

Sus cejas se arquean, y sonríe, revelando sus dientes perfectos,


completamente blancos. —¿Eres una de las chicas de Ezra? —Pregunta.

—Sí.

El hombre se apoya en mi oído, absorbiendo mi aroma. El asco sube por


mi garganta, y todo lo que quiero hacer es estrangularlo.

—¿Eres solo una de sus prostitutas baratas, o eres una de sus chicas?
—Pregunta.

Considero que ese comentario significa que él sabe sobre las otras
chicas, las chicas como mi hermana. Una visión de este hombre llevando
un cuchillo a Hannah, viniendo mientras le quita la vida, cruza por mi
mente y mi mandíbula se aprieta. Tal vez esté es Zee.

—¿Realmente importa cuando ofrezco servicios por cuenta de la casa?


—Sonrío, frotando mi mano por la parte delantera de su camisa. Él gime
en respuesta, y me doy la vuelta, su corbata todavía en mi mano
mientras lo llevo a la escalera.

Las escaleras gimen bajo el peso del hombre, haciendo que mi estómago
se anude. Sé que esto es arriesgado porque cuando Ezra me atrape, y él
me atrapará, se enojará mucho. El miedo se acumula en mi pecho, y
crezco en él. Él quiere ignorarme; quiere hacerme sentir usada, quiere
hacerme pecar una y otra vez ¿sin concederme perdón? Haré que se fije
en mí. Lo haré enojar. Haré que me golpee. Lo obligaré a perdonarme.

La puerta de la oficina de Ezra está cerrada, lo que significa que Ezra


está de vuelta adentro. Me trago el nudo en la garganta mientras llevo a
este hombre a mi habitación. Tan pronto como estamos adentro, cierro
la puerta, pongo seguro y deslizo el cerrojo en su lugar.

Levanto la mirada hacia la cámara, la ira se acumula en mi pecho


mientras me saco la camisa sobre la cabeza. Camino hacia él,
balanceando mis caderas. Se desabrocha la corbata mientras yo paso las
yemas de los dedos sobre su pecho, desabrochando lentamente cada
botón de su camisa de vestir. Deslizando mis manos por sus costados,
deslizo el material de sus brazos y presiono un suave beso en su
estómago, el estómago que abriré en cuestión de segundos. Me agarra el
pelo y tira de mi cabeza hacia atrás. Su mano libre palpa mi pecho,
pellizcando mi pezón hasta el punto de dolor. Odio que me toque, pero
quiero que él me quiera. Necesito que me quiera. Tengo que hacer que
me ame.

Alcanzo su cinturón y saco el cuero a través de la hebilla, y él aparta mi


mano. Sus pantalones caen hasta los tobillos. Empuja su bóxer hacia
abajo y aprieta su polla mientras camina hacia mí. Mi pulso martillea en
mis oídos cuando sus pequeños labios sucios yacen sobre mi cuello,
arrastrando besos a través de mi garganta. Sus manos se deslizan sobre
mi cuerpo y mi estómago se revuelve. Tengo que alejarlo de mí antes de
vomitar. Lo empujo, suavemente, a pesar de que quiero hacerlo con
tanta fuerza para que se caiga y se abra la cabeza. Él tropieza antes de
caer de nuevo en la cama.

Tomo su polla en mi mano, tratando de controlar mi impulso de vomitar


mientras la miró fijamente. Forzó mis labios sobre su polla. Tu boca fue
hecha para la polla de Ezra, Evelyn. Estos labios son de Ezra, pero los
suyos no son míos. Así que esto no está mal, y aunque todavía me siento
culpable, tengo trabajo que hacer. Tengo que librar al mundo de
hombres como este, miro a través de mis pestañas al hombre, y todo lo
que puedo ver es a Zacarías, hombres malos. El hombre gime, sus
caderas se levantan para encontrarse con mi boca, sus manos agarran la
parte de atrás de mi cabeza. Ezra mintió, tus labios no son los únicos
hechos para él, Evelyn. Mis ojos se desvían hacia la cámara. Miro
fijamente el lente, con una leve sonrisa en mi rostro mientras me trago a
este hombre. Haré que Ezra se fije en mí. Lo haré sentirse envidioso.

Deslizando una mano debajo del colchón, agarro el cuchillo que saqué
del bar anoche. Mis dedos se envuelven lentamente alrededor del
mango. El pensamiento de Ezra mirándome me hace mojar
vergonzosamente.

Rodeo mi lengua alrededor de la punta de la polla de este hombre,


mirándolo. —Dime que me amas.

Sus ojos se estrechan y lo deslizo en mi boca, luego afuera. —Dime...


—adentro. Afuera—. Dime que me amas... —adentro, luego me detengo
y lo miro.

Está jadeando y apretando las sábanas, con el sudor en la frente.


—Maldición. Te amo, ahora termina.

Sonrío alrededor de su polla, mis dedos se mueven sobre el cuchillo.

—¡Evie! —Escucho a Ezra gritar desde el pasillo. Ahora está enojado, y la


ira es una emoción que no puede ignorar. Sus fuertes pasos golpean el
pasillo y, en unos instantes, toda la puerta tiembla.
—¡Mierda! —Resopla el hombre, soltando su agarre en mi cabeza.

El miedo ahoga su rostro, y no puedo evitar reírme.

—¡Evie! —Ezra grita de nuevo, y la puerta suena.

Los ojos del hombre se estrechan hacia mí mientras trata de ponerse de


pie, pero antes de que pueda lograr levantarse, tomo el cuchillo, lo clavo
en su muslo y empujo la hoja a través de su músculo. La sangre tibia
salpica mi pecho desnudo. El rocío rojo brillante de su arteria parece una
erupción volcánica, que brota con cada latido frenético de su corazón.
Un grito agonizante llena el aire, y me golpea mientras trata
desesperadamente de escapar. Da dos pasos antes de caer al suelo,
jadeando desesperadamente mientras se desangra.

Ezra golpea la puerta otra vez y toda la pared tiembla. Las bisagras
gimen los crujidos de madera.

—¡Hija de puta! —Grita Ezra— ¡Evie! Abres esta jodida puerta, o te juro
por tu jodido dios que voy a hacerte rogar, pequeña. Te voy a destruir.

Las mariposas revolotean en mi estómago ante su promesa.

Quiero que Ezra se enoje conmigo y me amenace antes de que me folle.


Me hace pecar solo para poder perdonarme. Y aunque sé que está
jodidamente mal, es hermoso. El pecador y su pecado. Después de todo,
¿qué es más sagrado que ser uno con tu misma salvación? Y mientras él
pueda salvarme, no puedo matarlo, no importa cuán malvado sea.
Capítulo 22
Ezra

Evie aquí no es bueno. La miro y la anhelo; su miedo, su dolor, su deseo.


Cada vez que la follo, quiero poseerla. Quiero poner una bala en el
cráneo de cualquier hombre que la mire, y créeme, ¡todos jodidamente
miran! He pasado años follando a chicas como Jen, administrando
prostitutas, pero nunca tocándolas, y de todas las mujeres para llamar
mi atención, solo tenía que ser la bonita pequeña asesina que se nutre
del dolor como si fuera su próximo aliento. ¡Mierda!

Corro por el pasillo, regreso a mi oficina y sirvo un poco de whisky en un


vaso. Cuando resuelva esta mierda, tendré insuficiencia hepática. Pensar
en Evie me ha provocado una erección, y miro en el monitor su
habitación, con la esperanza de verla en ropa interior. Y la veo. Ella está
en una tanga, de rodillas, con la polla de un tipo en la boca. Mi corazón
se estampa contra mis costillas y todo lo que veo es rojo. Abro el cajón
de mi escritorio y agarro mi arma antes de caminar por el pasillo hasta
su habitación. Arranco el mango hacia abajo y no se mueve.

—¡Hija de puta! —Grito—. ¡Evie! Abres esta jodida puerta, o te juro por
tu jodido dios que voy a hacerte rogar, pequeña. ¡Te voy a destruir!
—Voy a hacer que pague, y voy a matar al hijo de puta que se atrevió a
tocar lo que es mío.
Retrocedo unos pasos y empujo la puerta, chocando primero con el
hombro. Las bisagras de la puerta crujen, y retrocedo, empujando de
nuevo. La puerta se abre fácilmente. Aquí parece algo de la matanza de
Texas11. A sus pies yace el tipo al que le estaba chupando la polla,
todavía desnudo y débilmente agarrando su muslo. La sangre sale de su
arteria femoral, y un enorme charco rojo se extiende por el suelo,
filtrándose en la alfombra. La sangre gotea por la parte superior de las
tetas de Evie, baja por su estómago y sobre su ropa interior de encaje
blanco. El cuchillo ensangrentado todavía está en sus manos, y todo lo
que puedo pensar es que se parece al ángel de la muerte.

—Golpéame, —dice ella.

Con los ojos entrecerrados, entro en la habitación. Me detengo con mi


cara a solo unos centímetros de la de ella, cierra los ojos y su respiración
se detiene. —Oh, voy a romperte, Evie. —Ella tiembla y puedo ver su
pulso errático latiendo en su cuello. Agarro su mandíbula, hundiendo mis
dedos en sus mejillas—. ¡Voy a recordarte que te poseo y que la mía es
la única polla con el que envuelves estos malditos labios! —Grito.

—Oh, cómo el gimió, —sonríe—. Dijo lo bien que mis labios se sentían
envueltos alrededor de su polla —. La agarro por la garganta con la
fuerza suficiente para levantarla antes de golpearla contra el suelo. Ella
jadea por aire.

—Estúpida Evie. Muy jodidamente estúpida. —Digo, apenas conteniendo


la rabia en mi voz.

11
La matanza de Texas: es una película de terror independiente de 1974
Esto es lo que ella hace. Ella me vuelve loco. No pretendo ser un
individuo especialmente moral, pero estoy tranquilo, mantengo mi
mierda unida. Si mato a alguien, si lastimo a alguien, se hace con un
punto racional en mente. No me enojo porque no pierdo el control.
Ella me hace perder el control. Ella me envía a toda prisa al territorio de
la jodida ira homicida con una sola mirada, y eso se combina con mi
necesidad de ella, de lastimarla. Me siento como una bomba de tiempo.

Ella se agarra de mis manos y luego se dobla debajo de mí, frotando su


cuerpo contra mi entrepierna. Sus ojos son salvajes, una mezcla de
miedo y emoción girando en el iris azul. La libero y me levanto del suelo,
paseando mientras me paso las manos por el pelo.

—Pégame, Ezra. —La escucho decir.

Cuando me doy la vuelta, Evie se inclina sobre la cama, las manos


apretando las sábanas. Su culo está en el aire, su tanga de encaje blanco
mostrando sus increíbles nalgas. Debajo de sus pies está el hombre que
acaba de matar. Mi polla palpita, exigiendo que preste atención a su
pedido. En este momento, ella tiene el control y lo sabe, lo ha
manipulado. Le agarro el pelo, la echo hacia atrás y su cuerpo cae al
suelo. Salgo de la habitación, arrastrándola por el pasillo por el pelo.

—¡Jonty! —Grito—. ¡Jonty!

—Sí —, llama desde el pasillo.

—Consigue un maldito limpiador en la habitación tres. ¡Ahora!

Gruño mientras abro la puerta al final del pasillo. Se cierra de golpe


detrás de mí, y la aseguro, metiendo la llave en el bolsillo delantero de
mis jeans. Evie se queda inmóvil en medio de la habitación, con la
cabeza hacia abajo. No es así como se supone que funciona. Ella no
debería querer esto; ella no debería provocarme a esto. Y yo no debería
dejar provocarme. Golpeé a las mujeres para enseñarles, entrenarlas,
sacar provecho de ellas. Esto... hago esto porque me gusta porque lo
anhelo. No hay otro motivo.

Cuando me acerco a la cruz, me saco la camisa por la cabeza,


flexionando el cuello de lado a lado. Agarro dos de las pesadas cadenas
enganchadas a un sistema de poleas en el techo y las ajusto, de modo
que la cruz ahora está en posición vertical, como un crucifijo. Me vuelvo
para mirar a Evie, y su mirada se clava en la sólida cruz de madera, con
la cara pálida.

Ella piensa que puede provocarme, pero he estado haciendo esto durante
mucho tiempo. La romperé, por cualquier medio necesario. Ella no tiene
límite físico, así que si tengo que atarla a un maldito crucifijo para joderla
mentalmente. Lo haré —Sube a la cruz, cariño, —le digo con una sonrisa.

Ella respira temblorosa y mira entre su destino y yo. Creo que se va a


negar, pero lentamente se acerca y se da vuelta para mirarme.

—Date la vuelta y enfréntalo. No me mires. —Me mira por un segundo


fugaz, una sonrisa desafiante adorna sus labios. Estoy a punto de borrar
eso de su cara—. No dudes, —le digo con los dientes apretados.

Ya ni siquiera estoy seguro de sí quiero que le guste o no, pero ahora


mismo, en este mismo segundo, quiero que lo odie. ¡Quiero que grite,
llore y me ruegue que pare porque ella chupó la polla de otro tipo,
manchó con sangre todo mi maldito club y necesita aprender una maldita
lección! Estoy a punto de jodidamente poseerla.
Ella se da vuelta, presionando su mejilla contra la madera. Tomo sus
delgadas muñecas y abrocho las esposas de cuero a su alrededor.
Está temblando, su cuerpo se sonroja y se le pone la piel de gallina.
Por lo general, dejaba sus piernas sueltas, pero esta vez no. Voy al
discreto conjunto de cajones y saco un simple par de esposas de metal.
Ella se estremece cuando sujeto el frío metal alrededor de un tobillo y
luego el otro antes de atar el brazalete de cuero a la cadena. Me paro y
la miro, sonriendo ante la ironía de su posición, colgada de un crucifijo, y
¿por qué? Porque le gusta que la golpeen, sentirse depravada, que la
sometan.

Envuelvo el cinturón en mi mano y deslizo el cuero por mi palma.


Los músculos de su espalda se tensan y se sueltan cuando su cabeza cae
un poco hacia atrás, su cabello rozando la parte superior de su trasero.
Ella quiere esto. Ella quiere esto lo suficiente como para matar por ello.
Ella cree que puede empujarme, manipularme para que le dé algo que
necesita. Ella está equivocada.

—¿Crees que puedes controlarme, Evie? —Preguntó en voz baja, dando


pasos firmes hacia la cruz.

—No. —La escucho tragar en medio de sus fuertes respiraciones.

Estoy tan cerca de ella que puedo oler su perfume, sentir el calor de su
cuerpo. Gira la cabeza hacia un lado, intentando mirar por encima del
hombro. —No me. Jodidamente. Mires. —Digo con calma.

—Pero yo quiero.

—Ese es tu problema, Evie. —Me río—. Parece que piensas que me


importa lo que quieres.
—Y pareces pensar que creo que...

Yo sonrío—. ¿Quieres que te lastime, cariño?

—Sí, —ella respira.

—¿Quieres que te folle? —Ella duda.

—Sí.

Me acerco a ella, presionando mi erección entre sus nalgas, porque solo


ver su cuerpo desnudo, la promesa de no tener limitaciones, me tiene
duro. —¿Quieres mi polla enterrada dentro de ti? —Ella tiembla,
empujándose contra mí, haciéndome apretar los dientes. Estoy tan
tentado de follarla, de golpearla hasta que no pueda caminar en línea
recta. Pero eso es lo que ella quiere.

—Por favor, —ruega descaradamente.

Envuelvo su cabello alrededor de mi muñeca, dejando la piel pálida de su


cuello expuesta. Lentamente, paso mi lengua por el costado de su
garganta. —No, —le susurro.

Soltándola, me alejo y bajo la bragueta. Ella tira de las restricciones.


Sonrío mientras tiro de mis jeans y bóxer lo suficiente como para
exponer mi polla.

—Pero…

—¡Cállate! —Acaricio la longitud de mi polla dura, jalándomela,


imaginando lo hermosa que Evie se vería ahora, atada y cubierta de
ronchas escarlatas. Pienso en todo lo que le haría, todo lo que no puedo
hacerle porque eso es lo que quiere.

Entierro mi nariz en su cabello y tiro con fuerza de su pezón. Ella gime y


empuja su trasero contra mí. Su desesperación es suficiente para apretar
mis bolas. Acaricio mi polla hasta que mis piernas comienzan a
entumecerse. Aprieto los dientes cuando el placer puro brota a través de
mi cuerpo. Me bombeo la polla con más fuerza, gimiendo mientras tiro
mi carga sobre ella. Mis ojos se cierran de golpe mientras ordeño mi
polla. Estoy respirando con dificultad, tratando de recuperar el aliento, y
descanso mi frente contra sus omóplatos.

Miro hacia abajo en la parte baja de su espalda, sonriendo mientras


gotea sobre su trasero. —Te ves caliente, cubierta de mi semen, Evie.
—le digo sin aliento, y ella no dice una palabra.

Agarro un puñado de su cabello y le echo la cabeza hacia atrás mientras


deslizo un dedo por el desastre pegajoso por todo su trasero. Llevo mi
dedo a sus labios. —Pruébalo, pequeña asesina, —le digo mientras fuerzo
mi dedo en su boca. Ella lame el semen de mi dedo, gimiendo mientras
lo hace. Ella puede estar jodida, pero joder, es perfecta. Ella chupa mi
dedo como una mujer hambrienta, y mi polla amenaza con endurecerse
de nuevo.

Agarro mis pantalones y los levanto, ajustando mi polla antes de


agacharme. Libero sus tobillos de las restricciones. —Abre tus piernas.

Ella separa las piernas y sus rápidas respiraciones se aceleran. Cuando


me pongo de pie, jalo su tanga a un lado. Arrastro dos dedos de mi otra
mano a través del charco de mi corrida que gotea por su culo antes de
meter ambos dedos en su coño sin previo aviso. Ella jadea, alejándose
de mí.
—¡Tómalo, Evie!

Su coño se aprieta y tiembla alrededor de mis dedos. Me aparto y luego


vuelvo a empujar. Ella mueve sus caderas, apretándolas contra mi mano.
Un gemido se desliza de sus labios, y quito mis dedos, dejándola
jadeante.

—Ezra...

—¡Cállate! —Grito, la ira y la cruda necesidad de poseerla me recorren.

Deslizo mi mano sobre su culo, manchando de mi corrida entre sus


nalgas. —¿Recuerdas cuando te dije que tomaría tu virgen culo, Evie?

Ella no responde. Me río, agarrando sus caderas y tirando de ella hacia


atrás tanto que sus nalgas se abren. Está temblando y ya no es por la
emoción. Le doy una palmada en el culo antes de golpear con el dedo en
su culo. Ella se aprieta fuertemente contra la intrusión, tratando de
alejarse de mí.

—Mi semen está en cada agujero de tu cuerpo. Te poseo, pequeña


asesina.

Mordisqueo su oreja mientras le paso el dedo por el culo. En cuestión de


segundos, sus músculos se han aflojado y está retrocediendo contra mí,
jadeando y gimiendo. Tomo otro dedo y lo empujo, con los nudillos
profundos, dentro de su pequeño y apretado agujero. —Recuerda eso la
próxima vez que decidas llevar tu puta mierda a la puerta de mi casa.
—Agarro su garganta con mi mano libre y trazo el casco de su oreja con
mi lengua—. Y la próxima vez que pongas la polla de otro hombre en tu
boca, follaré este dulce trasero con tanta fuerza que te destrozaré.
Aprieto ambos dedos por completo. Ella se estremece y gime. Me alejo,
dejándola temblando mientras me doy vuelta y salgo de la habitación.
Ella puede quedarse allí, atada y cubierta por dentro y por fuera con mi
semen.

Ella aprenderá. De una u otra forma.


Capítulo 23
Evie

Mis dedos están entumecidos, mis piernas débiles por estar aquí por lo
que parecen horas. Esta es su idea del castigo, pero no hace nada por
mí. Con cada segundo que pasa, mis pecados me carcomen. Debo tener
el perdón que Ezra me negó. Mi pulso es errático, mi respiración es
pesada y me preocupa que nunca vuelva por mí. Es muy posible que me
deje aquí para morir, sin perdón. Y luego iré al infierno.

Las bisagras de la puerta suenan y escucho sus fuertes pasos cruzar la


habitación. Sin una sola palabra, suelta las esposas alrededor de mis
muñecas. Mis brazos caen a mis costados. Me palpitan los dedos cuando
la sangre corre hacia ellos. Me doy la vuelta y lo miro con cautela. Creo
que ya no quiero enojar a Ezra porque, como acabo de aprender, la ira
no me lleva a perdonar, sino a negarme.

—Lo siento, —susurro—. ¿Perdóname?

Suelta un fuerte suspiro y sus ojos se cruzan con los míos. —Yo no
perdono. —Ahuecando la nuca, me acerca más hasta que sus labios
apenas rozan los míos—. Me gustas, pequeña asesina. Quiero lastimarte
y follarte hasta que llores por mí, porque te poseo, así que la próxima
vez que te metas la polla de un tipo, te mataré.
Trago y asiento con la cabeza. El calor de su cuerpo se siente tan bien
contra mi piel desnuda. Él está vestido, y yo estoy en nada más que una
tanga. Me gusta cómo se siente que él quiera controlarme y ser dueño
de mí. Me siento inocente y sucia, deseada pero no necesaria. No debería
quererlo porque es malvado; él es una distracción, pero yo solo soy
humana. Sus ojos oscuros brillan mientras me estudia, y quiero roga
rogarle
que me ame.

—Ahora
Ahora consigue tu mierda, vienes conmigo, —ordena.

Abro la boca para preguntar por qué, pero él arquea una ceja. No hagas
preguntas. Así que asiento en su lugar.

—Bien. —Sus
Sus labios se dibujan en una pequeña sonrisa, y sale de la
habitación.. Lo sigo felizmente porque estoy obsesionada con él. No estoy
muy orgullosa de admitir que lo necesito; su dolor, su cuerpo, su pecado.

Ezra abre la puerta de su apartamento, y Dave se abre paso, corriendo


hacia la chimenea y rodeando su cama. El olor familiar del apartamento
de Ezra se arremolina a mi alrededor cuando cierra la puerta, y me
recuerdo a mí misma que no debe saber que he estado dentro de su
apartamento varias veces. No le gustaría eso.

Hay un ruido sordo cuando deja caer mi maleta en la entrada. —Me voy
a la cama. —Tira de la camisa por su cabeza y se dirige hacia la
habitación donde se folló a esa pelirroja. Cuando apaga la luz, el pánico
se filtra por mis venas.

—Necesito ir a la iglesia, —espeto. Debería darme la vuelta y


marcharme, pero por cualquier razón, ahora, siento que necesito su
aprobación. Porque él te posee, Evelyn.

Ezra se gira para mirarme. Sus ojos oscuros se encuentran con los míos,
y quiero alejarme de él. —¿Iglesia? —. Se ríe mientras cruza los brazos
sobre su enorme pecho desnudo—. ¿Quieres ir a la iglesia?

No puedo esperar que él entienda esto. Él no es religioso. Así que, en


lugar de explicar, asiento y me dirijo a la puerta. Tan pronto como mi
mano roza el mango, su grueso brazo se cierra alrededor de mi cintura y
me empuja hacia atrás contra su duro cuerpo. —No vas a ir a la jodida
iglesia, Evie. Son las seis de la mañana y, a menos que hayas tenido una
siesta agradable y cómoda en esa cruz, deberías irte a dormir.

—No puedo...

Su cálido aliento toca mi cuello y mis muslos se aprietan. Quiero que me


folle el perdón, y me doy cuenta de lo terrible que es eso. Me encuentro
relajándome en su cuerpo cuando debería estar corriendo a la iglesia.
Es como un fuego furioso que absorbe todo el oxígeno del aire, me
asfixia y me deja sin aliento. Y no estoy segura de qué necesito más en
este momento, del perdón, o de él, y eso me aterra.
Intento liberarme de su agarre. —Me tengo que ir... —Su agarre se
tensa. —Por favor. —La culpa me está comiendo viva.

Sus labios rozan mi cuello, calentando mi piel. —¿Qué necesitas, cariño?


¿Quieres rezar? Puedes arrodillarte por mí si quieres. —Él se ríe, y su
pecho vibra contra mi espalda, enviando escalofríos a mi columna
vertebral. Su comentario debería disgustarme, y lo hace, pero no tanto
como me hace querer arrodillarme frente a él y adorarlo, su polla, todo
sobre él porque es una tentación en su máxima expresión.

Me libero de su agarre y giro para enfrentarlo. —Necesito ser perdonada,


—le digo.

—¿Por qué? —Me mira como si estuviera sucia, y al instante me siento


avergonzada.

Mi corazón late en mi garganta, el sudor me recorre la frente mientras


mis ojos se arrastran lentamente sobre su pecho desnudo, asimilando los
intrincados detalles de la tinta que juega sobre su piel tensa. ¿Por qué
necesitas perdón, Evelyn? Dile. Trago. —Por quererte, —respiro las
palabras, mi voz se queda en el fondo de mi garganta mientras imagino
follarlo.

Una sonrisa arrogante tira de sus labios, y él ahueca mi rostro, su pulgar


roza la esquina de mi boca. Ese simple toque hace que mis ojos se
cierren de golpe y mi cuerpo responda a él como una puta desenfrenada.
—Me haces querer hacer cosas tan terribles, —le digo antes de tragar de
nuevo. —Me distraes de mi trabajo, Ezra. Me haces querer pecar.
Debería querer matarte, no follarte, —confieso antes de darme cuenta.

Avanza lentamente hacia mí hasta que siento su aliento en mis labios


hasta que puedo saborear el aroma del whisky en mi lengua. Sus manos
se deslizan sobre mi cuerpo, robando mi aliento una pulgada a la vez.
Me agarra los muslos y me levanta, golpeándome contra la puerta.
Su piel caliente se desliza contra el interior de mis muslos mientras me
sujeta con sus caderas.

—Entonces peca, pequeña asesina, —tienta con una sonrisa perversa.


—Te perdonaré.

Quiero. Quiero ahogarme en pecado con él.

Sus dedos se deslizan debajo del dobladillo de mi vestido, rozando mis


bragas y arrancando el material de mi cuerpo. Su estómago firme se
siente tan bien contra mi coño desnudo, y muerdo un gemido. Su cuerpo
es como una escultura de Apolo o Zeus, y es porque Ezra es un falso
ídolo. Un hermoso ídolo falso, arderé en el lago de fuego para adorarlo.
Pero él quiere que yo sea su pecadora. Él quiere que arda en llamas
dentro de su pecado todo el tiempo mientras me concede el perdón. Ezra
quiere ser mi dios, y no debería dejarlo, pero no puedo evitarlo. Quiero
que me posea. Quiero las mismas cosas terribles que él quiere. Quiero
darle mis lágrimas. Y Dios me perdona por eso porque el pecado de este
hombre es tan delicioso.

Sus manos se aferran a mis piernas, y luego me empuja contra la pared


hasta que mis muslos se envuelven alrededor de sus hombros.

Me mira, con un lado de su labio curvado en una sonrisa. —¿Es esto un


pecado? —Pregunta antes de enterrar la cara en mi pequeño coño
codicioso.

No puedo evitar ver con anticipación cómo su lengua caliente se hunde


dentro de mí. Se mueve sobre mi clítoris hinchado, y mi moral se
deshace, inclinándose a sus pies. ¿Cómo puede algo tan vulgar parecer
tan puro? enrollo mis dedos en su desordenado cabello rubio, tirando de
las raíces mientras él me obliga a separarme, pieza por pieza. Ezra me
quita cada fragmento de dignidad, cada pieza de pureza lejos de mí
hasta que estoy desnuda y expuesta. Me da la vuelta como si yo fuera el
agua de la vida, santa y pura. Su lengua ataca mi clítoris, determinado.
Un coro de gemidos cae de mis labios, como un himno, y él gruñe,
pasando sus dientes por mi clítoris. Me rompo, gritando su nombre
mientras mis muslos se aferran a su rostro.

Pero él no se detiene. Él continúa follándome con su lengua hasta que no


puedo soportarlo más. El placer se confunde con el dolor y jadeo.
Mi cuerpo involuntariamente se aleja de él. Ezra se ríe, golpeando la
parte exterior de mi muslo antes de que me ponga de pie. Me deslizo por
la pared, débil con cada centímetro de su cuerpo sangrando a través de
mí, pero él me atrapa y acerca mi rostro al suyo. Sus labios se cierran
sobre los míos. Su lengua se mete en mi boca, obligando a saborearme.
Su erección presiona contra mi piel sensible, dejándome sin aliento, mi
cabeza girando, con el sabor de mi propio pecado espeso en mi lengua.

—Mira, —dice contra mi boca—. Como el cielo. —Él guiña un ojo y se


aleja de mí.

Respiro hondo varias veces mientras la culpa se abre paso a través de


mí. No solo me estoy ahogando en pecado; literalmente estoy durmiendo
con el enemigo. Estoy contaminada y sucia, y no soy digna de llevar a
cabo la obra del Señor.

Eres malvada, sucia e indigna de amor. Escucho el eco de la palabra de


Zacarías dentro de mi cabeza y la ira me llena. He pecado. He
abandonado mi trama en la vida por los deseos de la carne. La oración
no hará nada. Dios no escuchará mis oraciones hasta que me castiguen
por lo que he hecho.
—¡Lastímame! —grito desesperadamente—. Necesito que me lastimes.
—Las lágrimas nublan mi visión, y caigo de rodillas, agarrando la mano
de Ezra y tirando de él hacia mí mientras suplico mi penitencia.

—Te lo dije, Evie —. Se pone en cuclillas frente a mí, ladeando la cabeza


mientras me ve desmoronarme. —No controlas esto. Te lastimo cuando
quiero lastimarte.

Debo ser perdonada. Tirando mi mano hacia atrás, lo golpeo en la mejilla


con tanta fuerza que su cabeza gira hacia un lado. Él frunce la mandíbula
de lado a lado, sus fosas nasales se dilatan, su pecho se alza en un
oleaje irregular. El me lastimará.

Gruñendo, me golpea en la cara. Me caigo al suelo, el sabor cobrizo de la


sangre brota en mi boca. Limpio mi labio inferior partido. Necesito más
que esto para ser perdonada. Luego su mano golpea mi garganta, su
cuerpo encima del mío, y en esa pequeña cantidad de dolor, siento una
onza de alivio.

—¡Mierda! —Grita—. Me golpeaste de nuevo, Evie, y te dejaré en un


charco con tu propia sangre.

—Necesito que me hagas sangrar. ¡Hazme sangrar! —, Grito, y Dave sale


corriendo de su cama, corriendo hacia la habitación abierta.

—¿Qué carajo? —Él trae su cara a centímetros de la mía—. ¿Por qué


estás tan decidida a hacer que te lastime, eh? —Los ojos de Ezra se
cruzan con los míos, sus respiraciones desiguales enfrían mis labios
ensangrentados.

—Necesito perdón...—Me ahogo, mi pulso tamborileando frenéticamente


en mis oídos.
—¿Por qué? —Sus ojos parpadean, y creo que es furia disparando detrás
de sus ojos negros. Sus dedos se aprietan alrededor de mi garganta, y
araño sus manos, entrando en pánico cuando mi aire comienza a
disminuir. Quiero dolor, no muerte. Mi trabajo no ha terminado. Aprieta
más fuerte, sus uñas rompen mi piel antes de que de repente me suelte.
Jadeo y toso, mirándolo desde el suelo.

—¿Por qué? —Repite, con más calma.

—Porque...—Respiro hondo, tratando de calmar mi corazón palpitante. —


Me hace sentir limpia.

Se inclina sobre mí otra vez, sus manos a cada lado de mi cabeza. Su


mirada es acusadora, y cierro los ojos para evitar su juicio.

—Te das cuenta de que eso no tiene sentido, ¿verdad?

—No entiendes mi religión. —Mis ojos se abren. Me estudia, sus ojos


recorren mi rostro. Y lo veo en silencio evaluarme. Cuanto más de su
belleza capto, más se parece al demonio. Sus ojos están vacíos, oscuros
y sin fondo; sus labios malvados en todos los sentidos. Su cuerpo es un
templo de tentación. Él es el diablo, Evelyn. Te llevará al infierno—. Para
ser perdonada, debe haber dolor, —le digo—. El dolor me limpia de cosas
malvadas como tú, Ezra. Me desangra.

—Oh, puedo desangrarte, cariño, pero eres una prostituta y una asesina.
Estoy bastante seguro de que tu Dios querrá un sitio maldito más que un
poco de dolor antes de que te deje pasar por las puertas blancas
perladas. —Mis dientes rechinan uno contra el otro—. Eres una puta
sucia...—susurra en mi oído.
—Querías esto. Lo pediste, Evelyn— Zacarías suelta su agarre en mis
muslos —Finges que no te gusta esto, pero al igual que cualquier otra
puta miserable, solo quieres cosas pecaminosas. No hay nada correcto
en ti —Su aliento caliente sopla sobre mi carne desnuda, haciendo que la
bilis se eleve en mi garganta —Dile a alguien sobre esto, y te cortaré la
garganta mientras duermes, te lo prometo —susurra mientras levanta su
enorme cuerpo del mío. No puedo evitar la sensación sucia que me
recorre. No puedo detener el dolor punzante entre mis piernas.

Zacarías me arroja su camiseta mientras camina hacia la puerta —Limpia


esa mierda, puta sucia —Agarra el pomo de la puerta y se gira para
mirarme, al desastre roto que está dejando atrás —Mejor reza para que
te perdone por tentarme así, Eva. Al igual que la mujer que lleva tú
nombre, tentando a un hombre justo a pecar. Qué vergüenza —Abre la
puerta y desaparece, y me hundo. Me hundo en este sentimiento de odio
a mí misma, de aversión, inutilidad y vergüenza. Soy un pecador, y lo
único que puede salvarme es si me arrepiento.

Ese pequeño demonio dentro de mí chilla en la parte superior de sus


pulmones, y todo lo que quiero hacer es llevar un cuchillo a la garganta
de Ezra y ver la última gota de su sangre roja rubí derramarse en el piso.
No es diferente a Zacarías. No es diferente a ningún otro hombre. No soy
una prostituta. No soy su puta. Soy buena.
Capítulo 24
Ezra

Evie se congela, su expresión está en blanco. —No soy una puta, —


grita—. Yo mato hombres malos. Mato hombres horribles. Lo hago bien.
¡Eres pecado, Ezra! —Su pecho se agita mientras respira profundo.

Me alejo de ella, apoyando mi espalda contra la pared más cercana y


pasando una mano por mi cabello. Ella todavía está acostada boca
arriba, mirando al techo, hablando con Dios, supongo. Sabía que Evie
estaba un poco fuera de sí misma. Ninguna chica debería ser capaz de
recibir una paliza como esta, pero ella está jodidamente loca. La gente
no se pone así, están condicionados, lavados de cerebro. Así como he
sido programado para no sentir remordimiento por las cosas que hago,
Evie ha sido programada para sentir vergüenza, sentir que está
rompiendo una mierda sagrada.

Ella cree que su fe la salvará, que su Dios le concederá el perdón.

Mi madre solía decirme que Dios la amaba, que un día él escucharía sus
oraciones y nos salvaría. Mi madre murió a la edad de veintiséis, era una
puta adicta a las drogas. Era una puta sucia que follaba a hombres sucios
y desagradables por dinero para alimentar su hábito. La religión nunca
hizo una mierda por ella, y seguro como la mierda que no ha hecho nada
por mí. La religión es evasiva. Es una excusa para que la gente se
revuelva en sus jodidas vidas porque "Dios los salvará". ¿Adivina qué? La
única persona que puede salvarte eres tú mismo. Si hay algo para lo que
no tengo tiempo, es para la religión.

Evie continúa murmurando, rogando perdón, repitiendo que no es


pecado. No mentiré, una chica como esta... por lo general, la pateo hasta
la acera y la saco de allí. Pero en mi jodido mundo de sexo fácil,
asesinatos y dinero, se necesita mucho para realmente intrigarme, y Evie
me entretiene sin fin. Hay algo en ella que me atrae, y es más que solo
su apretado coño y su amor por el cinturón. Ella está tan jodida que me
hace ver aburrido. Solo está pidiendo ser poseída y pertenecer a alguien,
verdaderamente pertenecer a alguien, no porque quiera complacerme o
follarme, sino porque lo necesita.

—¿Quieres ir a la iglesia? Te llevaré a la jodida iglesia. —Suspiro.

Gira la cabeza hacia un lado mirándome. —No lo entiendes. —Sacude la


cabeza—. Lo que me obligaste a hacer, ese tipo de pecado repugnante
tiene que ser sacado de mí. —Ella se pone de rodillas.

Deslizo mis nudillos por su mejilla. —Te follaré cuando quiera follarte,
cariño, y te lastimaré cuando quiera lastimarte.

—Por favor, Ezra. —Sus ojos se cierran—. Nunca me sentí tan limpia
como cuando me golpeaste.

Esas palabras fuerzan mi polla contra la bragueta. —Maldita puta. —No


puedo evitarlo. Ella me obliga a hacer esta mierda con sus palabras.
¿Le estoy permitiendo su loca mierda? Por supuesto que sí, pero a veces
las criaturas tan depravadas como nosotros debemos encontrarnos en la
oscuridad.

Sin decir una palabra, se pone el vestido sobre la cabeza y tira de la ropa
interior de encaje por sus largas piernas. Mis ojos siguen su cicatriz
desde su columna hasta su trasero.

Ella me mira por encima del hombro. —Por favor, —ruega.

Aprieto los dientes mientras abro el cinturón y lo tiro a través de los


lazos. Agarro su cabello y echó su cabeza hacia atrás. —Inclínate
Inclínate sobre
el sofá, —le ordeno.

Ella se inclina, dándome la vista perfecta de su culo y su coño. Voy a


golpearla y follarla hasta que no aguante más.

Pasan un par de días y empiezo a pensar que Zee siguió mi consejo y


huyó. Dejarlo ir después de llevarse a mis chicas me da ganas de romper
las cosas. No está en mi naturaleza relajarme, pero a veces hay que ser
inteligente.

Por supuesto, nada es tan simple.

Llaman a la puerta de la oficina y entra Jack con una caja. —Entrega


para usted, jefe.

Levanto la vista brevemente de mi portátil. —Probablemente sea para el


bar. —Lo despido.

Se encoge de hombros y lo deja en mi escritorio antes de salir, y vuelvo


a hacer el pedido de licor.

—¿No vas a abrir eso? —Evie pregunta desde su lugar en el sofá.

La miro y levanto una ceja. — ¿Impaciente? —Tomo un par de tijeras del


cajón y las sostengo. Se pone de pie y envuelve sus dedos alrededor
—. Las quiero de vuelta, —digo antes de liberar las tijeras. Antes de
darme cuenta, encontraré a un pobre bastardo con un par de tijeras
enterradas en sus pelotas.

Ella pone los ojos en blanco antes de cortar la cinta en la parte superior
de la caja. Vuelvo a la hoja de cálculo. Evie juguetea con el embalaje de
plástico y luego grita. Me sobresalto y Evie golpea la caja sobre el
escritorio. Se inclina, con la cara blanca y la mano pegada a la boca
como si tratara de contener el vómito.

—¿Qué demonios, Evie? —Me levanto de la silla y levanto la caja del


suelo. El interior es de plástico negro, como un contenedor de basura.
Lo muevo a un lado, y adentro, en el fondo de la bolsa hay un par de
tetas. Las tetas de Crystal para ser exactos. Reconozco la pequeña rosa
sobre su pezón izquierdo. Respiro profundamente y empujo el plástico
sobre ellos.

Evie todavía sostiene su estómago, su cara está blanca. —No me digas


que estás asustada por unas tetas cortadas. Ve a buscar a Jonty.

Evie me fulmina con la mirada, su pecho todavía se agita mientras sale


de la habitación. Parece que mi mensaje no fue lo suficientemente claro.
Crystal estaba muerta en el momento en que la tomó. Yo lo sé. Volar su
auto y su bodega eran tácticas de miedo, lo que él está haciendo es
derribar mi negocio, así que voy a derribar el suyo.

Entre Ronan y Seamus puedo trabajar en el cartel mexicano, puedo


interrumpir no solo su oferta de chicas, sino también sus canales de
importación, así como sus compradores finales. Tengo más alcance del
que él puede imaginar, y realmente me subestima.
Capítulo 25
Evie

El sonido de los neumáticos sobre el callejón me saca de mi sueño.


Me doy la vuelta en la cama y veo a Ezra, durmiendo profundamente en
su lado.

Me gusta que me toque. Le dejo follarme todos los días, todas las
noches, sin más motivo que el placer. Trago al pensar en cómo se siente
atrapado sobre mí. Mi piel hormiguea ante el recuerdo de él
golpeándome, limpiándome. La luz de la calle entra por la ventana y
hace que las sombras se acomoden dentro de los profundos pliegues de
los músculos de Ezra. Un hombre cuyo cuerpo es tan afilado y
perfeccionado como el suyo parece sagrado. Todos necesitan un dios.
Todos necesitan algo que los haga sentir seguros. Y me preocupa que
Ezra se esté convirtiendo en un dios para mí.

Trazo la punta del dedo sobre su bíceps con ligeros toques. No tiene idea
de que si me hubiera dejado en su habitación hace unas semanas; lo
habría matado. En lugar de acostarse aquí, durmiendo pacíficamente,
estaría en una bolsa de forense, frío y rígido. No me gusta pensar en mi
Ezra en una bolsa forense. Eso me pone triste.
Dave trota a mi lado de la cama y se sienta, su cabeza golpeando el
suelo y ladeando la cabeza mientras me estudia. Cuando Ezra se mueve
en la cama y gime, las orejas de Dave se alzan. Balanceo mis piernas
sobre el costado de la cama. El dolor me palpita en el culo y en las
piernas, me estremezco, a pesar de que ese dolor me recuerda que estoy
perdonada. Echo un vistazo al reloj y me doy cuenta de que es pasado el
mediodía. Ezra todavía está dormido. La pereza es un pecado, Evelyn. Su
brazo está echado hacia un lado, las sábanas apenas cubren sus caderas.
Se ve peligroso incluso mientras duerme, pero tal vez eso se deba a los
cráneos y las dagas que se ha tatuado en el pecho, la representación del
infierno que le recorre el brazo.

Me siento en el borde de la cama, sin saber qué hacer. Dave avanza


arrastrando las patas y descansa su cabeza en mi regazo, gimiendo
mientras me mira. Sacudiéndolo de mi regazo, alcanzo la gruesa cortina
y la retiro. El sol entra en la habitación y yo miro los rascacielos. La culpa
me atraviesa porque estoy viva y me acuesto con un hombre que mi
hermana quería matar.

La tentación está nublando mi juicio, desviándome de mi objetivo. Vine


detrás de Ezra porque necesitaba a alguien que me conectara con el
pervertido asesino que mató a Hannah. Y aunque Ezra me ha dado el
nombre de "Zee", no he hecho nada porque me ha dicho que no lo haga.
Y podría si quisiera. Podría encontrarlo. Zee me quiere, así que todo lo
que tengo que hacer es ponerme a su disposición... pero quiero ser
buena.

¿Qué estoy haciendo?

Intento convencerme de que solo estoy con Ezra, en su cama, dejando


que me contamine porque me protegerá, porque eventualmente me
llevará a Zee. Evelyn, nadie te protegerá. Nunca lo han hecho, nunca lo
harán. Ezra es solo un hombre que quiere mojarse la polla. Mátalo. No lo
quiero a él. No lo amo. Lo amo... Lo quieres para que pueda golpearte y
tratarte como la puta asquerosa que eres.

Dave se acomoda, doblando la cola, y me pregunto si también escuchó


esa pequeña voz.

Ha pasado casi una semana desde que permití que Ezra me llevara, ya
que fingí que me protegería. Está sentado detrás de su escritorio,
fumando un cigarrillo, haciendo llamada tras llamada y maldiciendo a
quien esté en la otra línea. Me hace ir a todas partes con él, y me dice
que es porque no se puede confiar en mí, y no se puede, pero creo que
es más que eso, es porque él me quiere con él. Al menos eso es lo que
quiero creer.

—¿Cómo
¿Cómo sabes que era una de mis chicas? —Pregunta— —. Tal vez tu
esposa
osa te ha estado jugando sucio. —Se Se ríe. Hay una larga pausa antes
de que ponga los ojos en blanco y golpee el auricular, inmediatamente se
pone de pie y se dirige a la puerta. Ezra abre la puerta de golpe y Dave
lo mira desde su lugar en el sofá junto a m
mí.
—¡Jonty! —grita—. Dile a SJ que traiga su culo aquí. —Se pasea y se
pasa los dedos por el pelo.

La puerta se abre y una chica tetona con el pelo color borgoña se


pavonea dentro, sus tetas se están saliendo de la camisa ajustada que
lleva puesta. Ni siquiera me mira mientras se acerca a Ezra. Arrastra sus
ojos sobre cada centímetro de su cuerpo, sonríe y parpadea con sus
pestañas postizas.

—¿Qué necesitas, Ez?

¿Ez? Tengo un impulso de agarrar a esa mujer por el cuello y ahogar sus
intentos a través de mí. Él no es de ella; él es mío.

Sus ojos se estrechan hacia ella antes de volverse para sentarse en su


escritorio una vez más. —¿Tienes gonorrea? — espeta.

—Soy cuidadosa. —Suspira y cruza los brazos sobre su enorme pecho.


—Tú lo sabes.

—No, —resopla, pasando una mano por la barbilla —. No lo sé, porque a


menos que este parado en la jodida habitación mientras follas al chico,
¡no puedo garantizar que hagas lo que se te dice! —Golpea el puño sobre
el escritorio—. Rob está orinando sangre, y ahora tiene que intentar de
alguna manera drogar a su esposa con los malditos antibióticos. ¡No está
contento, SJ!

Ella se encoge de hombros. —¿Crees que soy la única mujer además de


su esposa a la que le pega y le arruga la pequeña polla?

—¡Creo que eres lo suficientemente barata como para ofrecer extras sin
protección! —Grita.
Sus ojos se ciernan sobre mí y Dave gruñe. —La única persona a la que
le doy extras sin protección es a ti, Ez, —dice con una sonrisa antes de
volverse para mirarlo. Y ahora quiero apuñalarla en la parte posterior de
la cabeza.

Ezra le frunce el ceño y lentamente se levanta del escritorio, avanzando


hacia ella. Ella empuja sus senos hacia afuera, fijando sus ojos en los de
él como si no quisiera nada más que saber cómo se siente follarlo.
Lo veo acercarse a ella y mi corazón late con fuerza. Él está muy cerca
de ella. Está lo suficientemente cerca como para besarla. Me asusto
cuando él le agarra el pelo de la misma manera que me agarra el pelo.
Ezra tira la cabeza hacia atrás con tanta fuerza que sus piernas se doblan
y él la obliga a arrodillarse frente a él. Ella gime por el dolor, pero en
lugar de ceder, él solo aprieta su agarre.

Se inclina sobre ella. —No me jodas. ¡No te gustarán las consecuencias!


—Las lágrimas llenan sus ojos mientras él tira de su cabello con más
fuerza—. Ahora ve y lleva tu vagina enferma al médico, y no vuelvas
aquí hasta que hayas resuelto esa mierda. —Él suelta su cabello y le da
la espalda como si fuera demasiado bueno para perder el tiempo con
ella. Casi lo siento por ella. Casi, pero no del todo porque es una puta
sucia.

Al igual que tu hermana, Evelyn. No, mi hermana estaba haciendo un


buen trabajo, igual que yo.

La puerta se cierra cuando SJ se va, y Ezra vuelve a caer en su silla con


un profundo suspiro.

Hannah se acostó con Ezra, Evelyn. Sus labios también estaban hechos
para su polla. No eres especial. Cierro los ojos, confundida y pérdida,
deseando que esa voz se calme. Me pregunto si mi hermana se folló a
Ezra. Si esa chica que acaba de irse se lo folló. Me pregunto cuántas
mujeres, además de esa pelirroja, han sido golpeadas contra su ventana
con un vestido blanco demasiado ajustado.

—¿La follaste? —Pregunto, mi corazón se acelera ante la idea. Tendría


que matarlo si lo hiciera.

—No me follo a las putas.

—Me follas...

Su mirada se encuentra con la mía, absorbiendo todo el aire de mis


pulmones. —Tengo que ir y encargarme de una mierda. —Se aleja de
mí —. Quédate aquí. No te metas en problemas y no mates a nadie, —se
queja.

Él simplemente me despide de la misma manera que despidió a esa puta


sucia y enferma. Estrecho mi mirada hacia él mientras sale por la puerta.
Me folla luego me ignora. La ira se hincha en mi pecho. Me paro,
tomando sus llaves del escritorio antes de seguirlo por el pasillo.

—No puedes mantenerme aquí, —grito.

Ezra se detiene de golpe, y casi lo atropello. Se da vuelta, apretándome


con su gran cuerpo. —¿Cuándo vas a aprender, cariño? haré lo que
malditamente quiera, y tú escucharás o sufrirás las consecuencias.

Mi sangre se convierte en lava quemando por mis venas. Siento que voy
a estallar en llamas. Mis uñas cortan mi palma, y aprieto los dientes
mientras lo veo desaparecer en el club. Debería irme. Debería irme a
casa. No lo necesito porque es una distracción. Él no me salvará. Él está
mintiendo como lo hizo mi padre, como lo hizo Zacarías, como todos en
la ciudad en la que crecí. Es un mentiroso y no necesito que me
mantenga a salvo.

Me abro paso entre los hombres sucios y sudorosos que se amontonan


en el bar, mi mirada se clava en la parte posterior de la cabeza de Ezra
mientras alcanzo la puerta. El aire frío me pica las mejillas cuando salgo
a la acera. Estoy sin aliento y enojada. Si quiere protegerme, vendrá
corriendo por esas puertas, enojado y gritando en el momento en que se
dé cuenta de que me he ido. Cuando llego al final del bloque, me doy la
vuelta para mirar la puerta. Pasan diez minutos, quince, y Ezra no ha
venido por mí. El rechazo me devora y quiero llorar. Ha deformado mi
mente. Muéstrale, Evelyn. Haz que te note.

Exhalando, me levanto la falda mientras me apoyo en el costado de Sin.


Ezra quiere ignorarme, así que maldita sea tengo un trabajo que hacer, y
si él no me va a ayudar, no puedo perder más tiempo. Me paso las
manos por el cabello y bajo el escote de mi vestido, dejando al
descubierto la mitad de mis senos. En unos momentos, hay un silbato, y
levanto la vista para encontrar a un hombre parado frente a mí, fumando
un cigarrillo.

—¿Cuánto cobras?

—Cien. —Noto un anillo de bodas brillar bajo la farola. El adulterio es un


pecado—. Doscientos sin protección.

—Doscientos será, —se ríe.

Me doy vuelta y camino por el callejón. Las luces rojas del auto de Ezra
parpadean cuando presiono el botón de desbloqueo.
—Wow, debes ser un maldito buen polvo, —murmura el hombre por lo
bajo, mirando al brillante Mercedes.

—Mi objetivo es complacer, —le digo, sonriendo mientras abro la puerta


de atrás.
Capítulo 26
Ezra

Follar a Evie me está volviendo loco. Me gusta la chica, y me encanta


hundir mi polla en ella, pero maldita sea, se queja más que nadie que yo
conozca. Hablo con las putas, y puedo verla tramando todas las formas
en que podría acabar con ellas. Ella está buena, pero ya sabes lo que
dicen, las chicas buenas siempre están locas. Bueno, ella redefine esa
mierda.

Me quedo en el piso del club y ayudo a Jack detrás de la barra,


principalmente para mantenerme alejado de Evie porque si no lo hago, la
mataré o la follaré, tal vez ambos. Trabajo en el bar hasta que cerramos.

Una vez que el bar está en silencio y las puertas están cerradas, Tony, el
portero, se apoya en el bar. —Oye, estoy fuera, pero tu chica quería que
te diera esto. —Ella no es mi maldita chica. Extiende su mano y deja caer
un juego de llaves en la mía. Miro el llavero negro con el logo de
Mercedes. Ah, joder. Esto no puede ser bueno.

—Gracias, —me quejo, antes de irrumpir junto a él. Abro la puerta que
conduce a las escaleras y silbo. Dave baja corriendo las escaleras unos
segundos más tarde y me sigue fuera del club.
En el momento en que abro la puerta de mi auto, estoy listo para
matarla. —¡Mierda! —Golpeo mi mano contra el techo. Allí, en el asiento
trasero, hay un chico, con los ojos bien abiertos mirando sin vida el
techo. Su cabeza está en un ángulo extraño, y su mandíbula está
abierta. Ella rompió su cuello. ¿Quién se cree? ¿El Jackie-Maldito-Chan?

Me deslizo en el asiento del conductor y giro el encendido. No estoy


lidiando con esta mierda. Ella puede tirar el cuerpo y juro que si le metió
la polla en la boca, la haré cavar su propia tumba junto a la de él.

Las llantas chirrían cuando llego al centro, en dirección a su


departamento. Todo el camino a su casa Dave se queja, mirando hacia
atrás como si el apocalipsis zombie estuviera a punto de levantarse.
Estaciono el auto a la sombra del edificio. Lo último que necesito es que
alguien mire por la ventana y vea al hombre muerto relajándose en el
asiento trasero. No puedo creerlo. Ella ha perdido su mierda. Dave se
arroja del auto tan rápido que estoy seguro de que se cagó. Cierro la
puerta del auto y subo las escaleras hacia su departamento.
Mi temperamento está burbujeando, y hago todo lo posible para
controlarlo porque esto es lo que ella quiere. Ella quiere que me enfade
para darle una paliza, y créanme, jodidamente quiero hacerlo.

Golpeo la puerta, apoyando los antebrazos contra el marco de la puerta.


Cuento hasta diez en mi cabeza una y otra vez, tratando de controlar mi
temperamento. — ¡Evelyn! —Grito.
Capítulo 27
Evie

Paso delante de mi cama, agarrando el veneno dentro de mi palma. Me


arrodillo para rezar. Agarro mis manos. No puedo encontrar las palabras
porque todo lo que veo cuando cierro los ojos es a Ezra. Hannah.
Cerrando los ojos, lo intento una vez más. —Querido padre... —Eres una
pecadora, Evelyn. ¿No lo puedes ver? Eres una mentira. Una blasfema. El
recuerdo de Ezra follándome, su rostro enterrado en los rizos empapados
de mi coño. Estoy tratando de rezar y todo lo que puedo pensar es en
follarlo. Grito y me levanto del suelo. Y paseó de nuevo.

Ya ni siquiera estoy segura de lo que estoy haciendo. Estoy obsesionada,


poseída por él. Él es el diablo y me ha drogado hasta el infierno.
Mi mirada se posa en la biblia que tomé del apartamento de Matthew.
Lo maté. El asesinato es un pecado. Pero él era un hombre malo. Cada
vez que he matado a un hombre, me imagino a Zacarías. Veo su cara.
Escucho su voz. Mato a estos hombres en un intento de destruir su
memoria, y no funciona. Mato gente mala...

—Querido Dios, perdóname, —respiro, pero tengo un nudo en el


estómago porque no hay respuesta. Ya no puedo sentir a Dios.
Hay un fuerte golpe en la puerta de mi casa. En el momento en que
escucho a Ezra gritar mi nombre, mi corazón da un vuelco y esas
mariposas se agitan en mi estómago. Me apresuro a ponerme de pie,
revisando mi maquillaje en el espejo antes de dejar caer el frasco en mi
bolso. Golpea la puerta. —¡Evelyn! —Gruñe, y me apresuro a la puerta.
Seré perdonada. Ezra se encargará de eso.

Sonriendo, abro la puerta. Los grandes brazos de Ezra están apoyados


en la puerta, su cabeza inclinada hacia abajo, sus ojos me miran. —¿De
verdad? ¡En mi puto coche!

—No podía matarlo en la calle. —Levanto una ceja y lo miro,


desafiándolo—. Lo mantuve limpio.

Camina hacia mí, lentamente acercando su rostro al mío hasta que siento
su cálido aliento en mis labios. —¿Lo follaste?

—No. —El latido de mi corazón se acelera, golpeando en el fondo de mi


garganta. Me dijo que estaría en un charco de mi propia sangre la
próxima vez que me metiera la polla de otro hombre en la boca. Aunque
no toqué al hombre, porque mis labios estaban hechos para la polla de
Ezra, porque amo a Ezra, no creo que me crea. Me matará y me arrojará
al río Hudson, riéndose mientras floto río abajo.

—¿Pusiste su polla en tu boca? —Pregunta, con el ceño fruncido, su voz


peligrosamente baja.

—No, Ezra. —Trago saliva, luchando por no pestañear, porque si


parpadeo él pensará que estoy mintiendo.

Su mano se dispara como una serpiente golpeando a su presa, y sus


dedos se cierran alrededor de mi garganta, cortando el aire. —Estás
caminando por una puta delgada cuerda, pequeña asesina. —Los
músculos de su mandíbula se mueven mientras me mira—. Tus
berrinches están pasando de moda. Cuando te digo que te quedes,
jodidamente te quedas. —Debería querer luchar contra él. Debería estar
asustada y desesperada por quitar su mano de mi garganta, pero no lo
estoy. Me gusta que pueda hacerlo enojar tanto. Me suelta,
empujándome lejos de él.

—No eres mi dueño, Ezra, —le digo en voz baja.

Riendo, camina detrás de mí, rodeándome lentamente como un buitre.


—Ahí es donde te equivocas, cariño. —Me aprieta el pelo por detrás,
tirando de mi cabeza hacia atrás con tanta fuerza que me quema el
cuero cabelludo. Respira hondo e inhala a lo largo de la línea de mi cuello
mientras muerde mi garganta. Esa sensación fuerza los escalofríos sobre
cada pulgada de mi piel—. Yo soy tu dueño. Me desobedeciste, y por eso
siempre hay consecuencias. Especialmente cuando tus acciones
involucran un cadáver y mis malditos asientos de cuero.

Y quiero esas consecuencias...

Trago, mi corazón late con fuerza porque lo necesito más enojado. —No
lo hice sangrar. Es solo un cuerpo, Ezra.

Él gruñe en mi oído. —¿Alguna vez has visto cagarse a un cadáver?


Porque jodidamente yo sí. Tienes suerte de que el tipo no se prolapso
sobre mi puto asiento trasero. —Mis ojos caen al suelo—. Ahora, —dice—
, ¿vas a caminar hacia el auto o voy a tener que arrastrarte?

Sé que no tengo que ir con él. Sé que no debería, pero una parte de mí
no quiere nada más que esto, esta posesión suya. Nunca he deseado la
atención, el afecto de un hombre, pero la forma en que deseo a Ezra es
suficiente para matarme.

—Solo déjame agarrar ar mi bolso, —lele digo mientras me alejo. Solo


necesito tener mi veneno conmigo en caso de que tenga que matarlo.

Puedo dejar que piense que es mi dueño. Incluso le dejaré creer que
puede controlarme, porque mientras yo le permita pensar esto, yo soy la
que tiene el control. Me digo estas cosas aunque sé que no son más que
mentiras, porque Ezra me posee.

Tomo mis cosas de mi tocador, apago las luces y cierro la puerta.


Cuando regreso de mi departamento, Ezra me mira y trago saliva.
—¿Estás enojado? —Pregunto.
regunto.

Se da vuelta, bajando las escaleras frente a mí. —Oh,Oh, estoy enojado,


pequeña asesina. Solo estoy esperando mi momento, porque con lo que
tengo en mente para ti, no podrás sentarte en el auto cuando termine.

Sonrío, mi corazón se hincha con su promesa.


El peso de Ezra me aplasta. Mis omóplatos hacen un fuerte crujido
cuando me fuerza contra los pisos de madera. El filo frío del cuchillo roza
mi estómago mientras corta mi camisa por la mitad y la arranca de mi
cuerpo. El aire frío me pone tensa. Suavemente arrastra la punta del
cuchillo entre mis senos y baja por mi estómago, mi piel se eriza por el
tacto. Con la menor cantidad de presión podría abrirme y destriparme,
pero no lo hará porque me quiere. Él me necesita tanto como yo lo
necesito a él, y lo veo en la mirada salvaje de sus ojos negros. Esto es lo
que necesito, tanto como él. Por eso no puede ignorarme. Necesito que
me quieran.

Sus labios rozan el camino que acaba de trazar con el cuchillo. Mientras
me besa la piel, deja caer el cuchillo al suelo.

No debería disfrutar esto, y soy muy consciente de ello, pero hay muchas
cosas que no deberían ser placenteras. Quiero ser su ídolo. Quiero ser un
pecado del que se siente culpable, pero ¿cuán perverso debe ser algo
para hacer que un hombre tan depravado como Ezra se sienta culpable?

—Voy a hacer que te arrepientas por hacerme enojar, Evie, —promete, y


las mariposas revolotean en mi estómago al pensarlo—. Y no, no voy a
lastimarte, no físicamente de todos modos. Te gustaría demasiado, mi
pequeña asesina depravada. —Besa tiernamente mi estómago antes de
que sus dientes se hundan en la piel, y sonrío porque mintió. El me
lastimará.

Alcanza el cuchillo y arqueando una ceja, traza el interior de mi muslo.


Sus ojos brillan cuando lo pasa sobre mis bragas. Mi corazón se detiene,
mi respiración se acelera. Esto es peligroso, él tiene el poder y yo soy
impotente. Pero necesito que alguien me controle y Ezra puede hacerlo.
Desliza la hoja del cuchillo por debajo del encaje en mi cadera, y el
material se rompe lentamente. Él sonríe antes de arrastrar el cuchillo por
mi estómago y cortar el otro lado, sus manos rasgan con enojo el encaje
y termina hecho jirones lejos de mi cuerpo. Él separa mis piernas y mira
fijamente las partes más sucias de mí. Hay algo de poder en estar
completamente desnuda frente a un hombre que te mira como si fueras
algo sagrado y divino.

Una sonrisa profunda se dibuja en su rostro mientras toma el cuchillo y


cuidadosamente hace trazos sobre mi coño desnudo, deslizando el borde
plano sobre mi clítoris. El frío metal se siente bien deslizándose sobre mi
cálida piel. La posibilidad de que pueda lastimarme hace que mi
adrenalina se dispare.

—Esta vez, me rogarás que me detenga. —Respira esas palabras contra


mi piel antes de clavar el cuchillo en el piso de madera. Sus dedos
gruesos se clavan en mis muslos mientras los separa con tanta fuerza
violenta que mis músculos arden. Mi pulso martillea con anticipación.
Quiero su pecado en el momento en que su cálida boca se posa sobre mí,
consume todo y se convierte en mi dios. No hay nada más que Ezra y yo,
y nuestro pecado. Este pecado hermoso, trágicamente sucio.

Gimiendo, me abre y empuja su lengua dentro de mí. Mi espalda se


inclina lejos del piso cuando un calor maravilloso me consume. Su
antebrazo descansa sobre mis caderas y me clava al piso para evitar que
me mueva. Su lengua rodea mi clítoris, chupando. Necesito algo a lo que
aferrarme, para ponerme en la tierra porque parece que me está
arrancando el alma. Es como si el éxtasis hubiera venido y me hubiera
absorbido de esta tierra a otro reino. Agarro su cabeza, restregando mis
dedos a través de su cabello rebelde. Nunca me había sentido tan
querida, tan deseada, tan inocente como cuando estoy en manos de mi
absolución. Gimo. Recito su nombre una y otra vez, intentando empujar
contra él y forzar su lengua más profundamente dentro de mí, y
luego...se detiene, y siento que me arrojaron al pozo del infierno.
Se levanta de rodillas, su amplia sonrisa es sádica como la del diablo.

Estoy tan deshecha que no puedo formar palabras, y antes de que pueda
soltar un solo suspiro, él me agarra. Con un movimiento rápido, me da la
vuelta. Mi pecho se golpea contra el suelo con un ruido sordo. Sus manos
firmes sostienen mis tobillos y separan mis piernas para que él me use
como quiera, y siento su cuerpo acurrucarse entre mis muslos. Quiero
mirarlo, pero cuando intento mirar por encima del hombro, empuja mi
cara hacia el suelo.

—No luches, pequeña asesina. Solo lo empeorarás.

No quiero pelear contra esto. Quiero todo lo que me pueda proporcionar;


dolor, negación, perdón. Tomaría cualquier cosa de él. Porque me hace
pecar, y luego me perdona.

Frota su mano sobre mi trasero, gimo, y luego ese movimiento suave es


reemplazado por un dolor cegador. Una fuerte palmada resuena desde
las paredes mientras me quitan el aliento, me palpita el culo en donde
me azotó. Ezra pasa suavemente su mano sobre mi coño, y levanto mis
caderas, rogándole que me toque, para que me libere de la presión
palpitante que se acumula dentro de mí. Lo quiero dentro de mí, quiero
que me folle. Quiero ser su puta, su vicio travieso, su pequeña asesina.
La necesidad que tengo es tan grande que grito de placer cuando él mete
dos dedos dentro de mí, follándome tan profundo con sus nudillos
excavando en mí.

—Tan jodidamente húmeda para mí, cariño, —se queja, sacando los
dedos.
Él se ríe mientras sus dedos resbaladizos se deslizan sobre mi culo. La
buena chica dentro de mí gime y mi demonio se ríe. Esto es sucio. Esto
es pecaminoso. Esa parte inocente de mí quiere alejarse de él, pero la
desagradable puta dentro de mí no lo permitirá. La última vez que puso
sus dedos en mi culo, me gustó. Yo quería más. Quería su polla allí
porque eso me haría su pequeña zorra sucia.

Me agarra la nuca y me aprieta. —Voy a follarte el culo, Evie. —Mete el


pulgar y susurra en un suspiro mientras lo retuerce en mi culo. Un
gemido desinhibido escapa de mis labios y me presiono contra él,
forzando su pulgar más profundamente antes de que lo libere.

Desliza dos dedos dentro de mi coño y me aprieto alrededor de ellos. Me


ahogo con un gemido, arañando el suelo duro en un intento de
permanecer en la tierra.

Lentamente, extiende su mano y entierra sus dedos más fuertes dentro


de mí mientras su pulgar roza mi trasero nuevamente. Hay una ligera
presión cuando amenaza con empujar su pulgar hacia atrás dentro de
esa parte sucia de mí. Y, oh, cómo me deleito con esa amenaza.
Me encanta lo sucia que me hace sentir esa simple acción.

He pasado toda mi vida tratando de limpiarme, tratando de ser pura,


pero con Ezra todo lo que quiero hacer es revolcarme en la suciedad y la
miseria. Su pulgar presiona contra mí, y desliza la punta dentro de mi
trasero solo para alejarlo. Y gimo. Sus dedos cavan en mí. Golpeo el
suelo, empujo mi trasero contra él y le exijo que me tome. Sus fuertes
respiraciones soplan sobre mi espalda baja, y él gime justo antes de
deslizar su pulgar en mi trasero hasta el nudillo. Dos dedos me follan el
coño, un dedo me folla el culo, duro y rápido. Siento que me estoy
rompiendo, que me están separando por los pliegues. Estoy manchada y
sucia, todo el tiempo que me adora este hombre, que profana mi cuerpo.
Ezra folla brutalmente mi cuerpo con su mano. El agarre que tiene su
otra mano sobre mi cuello se tensa cuando se inclina hacia adelante,
presionando su pecho desnudo contra mi espalda. —¿A quién le
pertenece este coño, Evie? —Pregunta, gruñendo en mi oído.

—A ti, —digo, gimiendo mientras me retuerzo bajo su agarre.

—Y esto. —Saca su pulgar de mi culo antes de empujarlo más


profundamente dentro de mí—. ¿A quién le pertenece esto?

—A ti. —Jadeo, desesperadamente—. Mi cuerpo es tu templo.

Ezra me toca de la manera más oscura y pecaminosa, arrastrándome


voluntariamente al abismo del infierno con cada golpe de su mano.
Me lleva a quemar con él. En el momento en que siento que las llamas
amenazan con envolverme, justo cuando mi cuerpo tiembla y mi núcleo
se aprieta, él se aleja. Quiero maldecirlo, pero me niego. Sus dientes
rasgan mi hombro, hundiéndose profundamente en mi piel. El dolor
debería arrancarme de la franja de placer al instante, pero no lo hace,
me ahoga en una forma de placer perverso. El placer de Ezra.

—Ezra, por favor, —le ruego, sin estar segura de lo que estoy suplicando.
Quiero correrme. Quiero que me lastime. Pero todo lo que está haciendo
es provocarme con promesas vacías.

Me suelta el cuello y agarra mis dos caderas, tirando de ellas contra él.
Aprieta su polla contra mí, obligándome a sentir su erección tensarse a
través de sus pantalones. —¿Es esto lo que quieres, Evie?

Eso es lo que quiero. Cada centímetro, enterrado en lo más profundo de


mí.
—Fóllame, —le digo, con un borde de histeria en mi súplica. Estoy cerca
de las lágrimas y desesperada. Si no me concede alguna forma de
liberación, lo mataré.

—Oh, no te preocupes, pequeña asesina. —Su polla presiona contra mí


otra vez haciendo que mi coño palpite dolorosamente—.Te voy a follar.
—Se ríe.

El metal de la hebilla de su cinturón tintinea, y ese hermoso ruido hace


que mi corazón golpee contra mis costillas. Estoy salivando como una
bestia condicionada a ese sonido porque solo me trae lo que necesito.

—Maldita sea no me mires, Evie, —advierte, y aunque no quiero nada


más que desobedecer, no lo haré porque tiene razón, me posee.
Él puede darme o puede quitarme. Cuando soy mala, él toma; y cuando
soy buena, él da. Quiero ser buena.

Siento calor entre mis piernas y aguanto la respiración. Cada centímetro


de mi cuerpo está demasiado sensibilizado y necesitado. Espero
pacientemente. Tranquilamente. Obedientemente. Y luego siento su polla
presionar contra mi coño. Empujo contra él, y él me llena. Mis músculos
se tensan y exhalo por el alivio instantáneo. Es como si una oración
acabara de ser respondida. Él es mi cielo y es mi infierno, y mi cuerpo es
su templo. Un largo gemido se desliza por mis labios seguido de una
serie de súplicas. Lucho contra las lágrimas que amenazan con
derramarse de mis ojos porque él me está dando cuando más lo
necesito.

—¿Quieres mi polla, Evie? —Pregunta, su acento lo hace sonar más


refinado de lo que debería ser alguien como él.

—Dios, sí. —Me está haciendo tomar el nombre del Señor en vano.
—No se trata de lo que quieres, —dice enojado y luego me azota el culo
con tanta fuerza que se siente más como un golpe. El golpe resuena
desde las paredes—. Este es tu castigo.

Se aleja de mí y me doy cuenta de lo que está haciendo. Me aprieto el


pelo, tirando de el con ira. Me siento perdida y usada. Quiero lastimarlo
porque me está privando, no solo de mi dolor y perdón, sino de él. Me
desplomo al suelo jadeando. Las lágrimas que brillan en el borde de mis
ojos.

Ezra frota la cabeza de su polla contra mi culo y me tenso. —Voy a follar


tu pequeño y apretado trasero Evie, y luego voy a estar dentro de ti.
Te reclamaré, y te poseeré porque esto... —se ríe, la presión es
tremenda mientras amenaza con empujarme—…esto es mío. —Gruñe
mientras se abre paso dentro de mí. Hay desgarros, picaduras, ardor y
plenitud. Jadeo y siseo por el dolor, incapaz de respirar. Todo dentro de
mí se tensa, mis uñas arañan las tablas del piso. Quiero soportar este
dolor porque es el único dolor que recibiré de él en este momento.
Y lo necesito.

—Tómalo, —dice con un gemido.

Inhalo varias veces y me obligo a relajarme y aceptar su intrusión en mi


cuerpo. Lo siento deslizarse más profundo, y me tenso a su alrededor,
sacando un gemido salvaje de sus labios.

—Bien. —Respira pesadamente, su voz casi suena borracha—. Buena


niña.

Quita una de sus manos de mi cadera, frotándola sobre la parte baja de


mi espalda. Empuja dentro de mí, más profundo. Me siento con ganas de
llorar, pero quiero ser buena para él. Quiero este dolor, así que empujo
contra él, mi estómago se anuda por la forma en que se siente enterrado
tan profundamente dentro de mí. Deja que te posea, Evelyn. Deja que te
posea.

—¡Joder! —Se congela y su polla se contrae dentro de mí. Lentamente, él


se retira por completo, luego se fuerza a regresar.

Golpeo mi trasero contra él, gimiendo ante la sensación incómoda. No le


doy la oportunidad de moverse, guardo mis caderas y luego empujo
hacia abajo una y otra vez, luchando contra las lágrimas. Sus dos manos
agarran desesperadamente mis caderas. Sus dedos se hunden en mi piel
con cada movimiento. Quiero hacer que se corra. Este dolor es perdón y
es placer, y si Ezra me perdona, entonces él me complacerá más.

Él gime, apretando mis caderas lo suficientemente fuerte como para


lastimarme mientras se pone rígido detrás de mí. Hay un momento en
que todo lo que puedo escuchar es mi pulso martilleante y sus
respiraciones irregulares. —Y ahora, —jadea, besando la parte posterior
de mi cabeza mientras se retira—, realmente eres una puta sucia, cariño.
Mi puta sucia. —Sin otra palabra, sin otro toque, se pone de pie y se
aleja.

Me doy la vuelta, mi coño palpita, desesperado por liberarme. Lo odio.


Quiero gritar, pero muerdo ese impulso. La ira, la vergüenza y la culpa
me golpean.

—Tu, pequeña zorra sucia. Te gusta cuando te follo, porque la única vez
que tienes la más mínima rectitud es cuando mi polla está en lo más
profundo de ese coño sin valor tuyo —Zacarías empuja mi cara contra la
almohada, sosteniéndome mientras lucho contra él —Pelea conmigo y te
follaré tan fuerte que no podrás caminar a la iglesia para pedir perdón.
Quería ser algo para Ezra, pero no soy nada. Soy una puta patética.
Sin valor. No soy digna de Dios, no soy digna de amor, no soy digna de
nada además de ser un recipiente que un hombre puede usar y tirar a un
lado. Fue una tontería de mi parte creer que Ezra pensaba que era
inocente, que él me quería. Todos los hombres son mentirosos. Mi
garganta se tensa y arde mientras lucho contra las emociones, la
identidad que no quiero tener.

Realmente eres una puta sucia, cariño. Cierro los ojos y esas lágrimas
por las que he estado luchando por lo que parece que toda mi vida, caen
por mis mejillas.

Cuando escucho sus pasos sobre el piso, la vergüenza me ahoga. Intento


cubrirme la cara con las manos porque quiere mis lágrimas y no quiero
que sepa que las tiene. Intento desesperadamente limpiarlas de mis
mejillas antes de que las vea.

—No te escondas de mí, Evie, —dice, agarrando mis muñecas y


arrancándome las manos de la cara—. Tus lágrimas son jodidamente
hermosas.

Nunca me había sentido tan desnuda, tan descubierta frente a un


hombre antes. Desde que le quité la vida a mi padre, he usado hombres.
Y los maté por usarme, pero Ezra, él me matará mucho antes de que yo
lo mate. No tengo control con él. Es un hombre que debería odiar, pero
estoy aterrorizada de poder amarlo. Esta necesidad me devora por la
aceptación, la forma en que me obsesiono con él, la forma en que lo
quiero sin importar las consecuencias... Estoy dispuesta a ir en contra de
mi propio instinto, traicionar todo lo que he considerado sagrado, y todo
por él.

—¿Sabes por qué te hago esto? —Pregunta.


Sacudo la cabeza, porque tengo miedo de lo que dirá.

Inclinándose hacia mi cara, limpia una lágrima de mi barbilla y presiona


un suave beso en mis labios. —Porque quiero verte romper, pequeña
asesina. Y ahora, te poseo en cuerpo y alma. —Sus ojos se centran en la
lágrima rodando por mi mejilla. Él sonríe y arrastra su lengua sobre mi
lágrima—. Tus lágrimas son mías, y ahora tú eres mía.

Un pecador y su pecado.

Se me corta la respiración en la garganta y el pulso amenaza con estallar


en mi pecho. Codicias lo que es tuyo. Proteges lo que tienes. No solo es
dueño de mi cuerpo, sino también de mi alma, lo que significa que estoy
perdonada.
Capítulo 28
Ezra

Estaba roto cuando tenía solo ocho años. Me hizo más fuerte. Me hizo
invencible. Y finalmente, Evie finalmente se ha roto. Esas elusivas
lágrimas caen por su rostro y su cuerpo tiembla. He visto a innumerables
putas romperse bajo el cinturón, gritar y rogarme que me detenga antes
de romperse. De alguna manera, tengo un pedazo de cada una. Pero la
sumisión de Evie, sus lágrimas, son las más dulces de todas porque no
se puede romper con dolor o fuerza. Tenía que estar mentalmente rota,
tenía que ser destruida. Debemos ser quebrados antes de que podamos
ser reparados, y ahora, arreglaré a Evie porque es mía.

La levanto del suelo y la empujo contra mi pecho. Ella presiona su rostro


contra mi cuello, sus lágrimas mojan mi piel. La dejo desmoronarse.
Quiero que se desmorone, y hasta ahora no tenía idea de cuánto
necesitaba que se desmoronara.

La necesito. Necesito poseerla porque, por cualquier razón, ella es mi


debilidad. Y las debilidades deben ser controladas antes de que nos
consuman.
El aire helado me pica la cara mientras camino por la calle. Jonty está a
un lado, Evie al otro y Dave está adelante, orinando en cada farola, en
cada lugar para dormir de los vagabundos y en cada montón de basura
que encuentra.

Idealmente, no quiero llevar a Evie conmigo por esta mierda, pero no


puedo dejarla sin supervisión, y la única persona en la que confío es
Jonty. Pero para este
ste trabajo en particular, lo necesito.

Tan pronto como doblo la esquina, veo al niño acurrucado en una puerta.
Él está parado cerca de una de las prostitutas mientras hacen un
intercambio.

Estos jodidos traficantes son como cucarachas, y los distribuidore


distribuidores que
los abastecen están buscando entrar. Mi club tiene prostitutas. Las
prostitutas consumen drogas, y muchos de los tipos que se follan a las
prostitutas consumen drogas, por lo tanto el lugar es como una jodida
mina de oro para esa mierda. Y donde hay demanda, siempre
abasteceré. Las drogas no son lo mío, demasiado arriesgado, pero la
familia se mueve en esos círculos, así que tenemos muchachos para
manejarlo. Chicos de quienes tomamos porcentaje. Estos hijos de puta
están empujando todo tipo de basura dudosa y seguro como la mierda,
ellos no nos están dejando fuera.

Saco mi arma de la cintura de mis jeans y hago clic en el seguro.


La cabeza del chico se levanta como un animal asustado. Su mirada se
dirige hacia mí y luego corre.

—Estúpidos hijos de puta.

—Bueno... —Jonty resopla.

Miro a Jonty y silbo un fuerte golpe entre los dientes. Dave despega calle
abajo. La única vez que se mueve tan rápido.

—Por favor, no dejes que se lastime, —susurra Evie.

Pongo los ojos en blanco. —No es un poodle12, cariño.

Evie se muerde el labio inferior mientras ve a Dave cargar contra el


chico, saltando y golpeándolo en la espalda. El chico cae y los dientes de
Dave se cierran alrededor de la muñeca del hombre, su cabeza se sacude
de lado a lado mientras desata una serie de gruñidos.

El chico grita e intenta apartar su brazo. Sonrío mientras me acerco a él.


—Cuanto más se pelea con él, más profundo clava sus dientes, —le digo
mientras me agacho y le acaricio el hombro—. Lo mejor es relajarse.

12
Poodle: es una raza canina
—Por favor, —gime. No digo nada por un largo momento antes de hacer
clic en mis dedos. Dave lo suelta pero procede a mirar y gruñir—. ¿Qué
quieres? —Pregunta, alejándose de mí.

Jonty agarra al tipo por el cuello, lo pone de pie y lo arrastra hacia las
sombras de un callejón cercano donde lo clava contra la pared. Sus pies
se agitan sobre el suelo, sus piernas se sacuden violentamente cuando el
antebrazo de Jonty presiona contra su tráquea, cortando el suministro de
aire. Dave se para detrás de nosotros, paseando y gruñendo
frenéticamente. El sabor de la sangre pone a Dave en un frenesí. Será
una pesadilla durante días.

Señalo a Dave y miro a Evie. —Mantenlo a raya. —Ella lo agarra por el


cuello y lo tira. Me paso al lado de Jonty, entrecerrando los ojos en la
bolsa de mierda clavada contra la pared—. Pensé que mi mensaje a
DeCosta fue claro la última vez, —le digo con calma. No podría haber
sido más claro. Le envié el cuerpo de su distribuidor en una bolsa. Un
contenedor de basura para ser exactos—. ¿Sabes el esfuerzo que tuve
que hacer para cortar a ese cabrón? Arruiné mi traje favorito para llevar
el punto a casa, y ahora... ahora te encuentro aquí, lo que significa que
perdí mi tiempo y realmente odio perder mi tiempo. —Suspiro. El chico
continúa jadeando y ahogándose mientras su oxígeno disminuye.

—Suficiente, —le digo.

Jonty retrocede y el cuerpo del chico cae al suelo, cayendo contra la


pared. Me agacho delante de él, mis manos descansando sobre mis
muslos. —Supongo que enviarlo de vuelta con un hombre muerto no
funcionó. —Presiono mi mano sobre mi boca y me encojo de hombros—.
Entonces, supongo que le devolveré un mensajero vivo esta vez.

—Gracias, —jadea—. Gracias.


Sonrío ante sus palabras. —No me lo agradezcas todavía. Dije vivo, no
ileso. —Me inclino más cerca de él—. Hay algunos destinos peores que la
muerte, mi amigo, —le susurro.

Sus ojos se abren, toda la bravuconería se drena. Saco mi paquete de


cigarrillos y coloco uno entre mis labios. —¿Izquierda o derecha?
—pregunto.
Capítulo 29
Evie

Ezra abre la tapa de su encendedor plateado y el clic hace eco en las


paredes de ladrillo. Hay una leve sonrisa en su rostro mientras mueve el
pedernal. La luz ámbar de la llama ilumina su rostro, haciendo que sus
ojos oscuros brillen.

Y lo quiero tanto.

Inhala una larga calada, con los ojos entrecerrados sobre el chico
desplomado contra la pared mientras sopla una nube de humo en su
dirección.

—¿Qué? —El chico tose—. ¿Izquierda o derecha qué?

—Izquierda o derecha, elige. Me estás aburriendo. —Ezra suspira—.


Y cuando estoy aburrido tiendo a tener un dedo nervioso en el gatillo. Así
que elige chico.

—¡Izquierda! ¡Izquierda!

Ezra permanece agachado frente al chico, tomando otra bocanada de su


cigarrillo mientras extiende su mano. Jonty coloca una navaja en su
palma, y el hombre inmediatamente intenta alejarse de Ezra, pero la
bota de Jonty cae sobre su mano. Sus gritos rebotan en el callejón.

Dave gruñe, amenazando con liberarse de mí agarre, y aprieto mi agarre


sobre su collar. Ezra levanta el cuchillo, sonriendo mientras lo pasa
lentamente sobre la mano derecha del tipo.

—Izquierda. Dije la izquierda, —grita frenéticamente.

Ezra se encoge de hombros. —Te tomaste tu dulce tiempo. —Corta el


dedo meñique del tipo y los lamentos histéricos inundan la calle. Jonty
pone una mano sobre la boca del chico que grita mientras Ezra se mueve
al siguiente dedo, cortando carne y hueso.

Él está torturando a este chico. No solo le gusta mi dolor; le gusta el


dolor de cualquiera, y eso no me gusta. Quiero ser la única persona que
le guste lastimar. —¡Ezra! —Grito, y él me mira por encima del hombro,
con el cigarrillo entre los labios.

—¿Qué?

—Eso no es agradable. —Mis ojos se centran en el chico que lucha detrás


de las garras de Jonty—. No deberías torturarlo así. Está mal.

Ezra echa la cabeza hacia atrás y se ríe, quitándose el cigarrillo de la


boca y sosteniéndolo entre los dedos cubiertos de sangre. —¿No es
jodidamente agradable? Él puede vivir sin sus dedos. ¿El pobre hijo de
puta cuyo cuello rompiste? —Agita el cuchillo en el aire—. No tanto. —Se
vuelve a su trabajo, cortando otro dedo. Los gritos del hombre se
debilitan en gemidos.
Estrecho mis ojos. Ezra no se da cuenta de que es su culpa que haya
quebrado el cuello de ese hombre. Cuando él no me lastimaba, cuando
me ignoraba, me obligaba a hacer algo para obtener mi perdón. —No,
Ezra. Eso fue rápido; estás arrastrando esto, lo cual es sádico. Solo
mátalo.

Los ojos del chico se abren y trata de sacudir la cabeza, murmurando


bajo la mano de Jonty. Ezra pone los ojos en blanco, toma otra pizca de
humo, luego golpea la hoja sobre otro dedo. Los pies del hombre patean
el suelo, su espalda se arquea por el dolor mientras Jonty lo mantiene en
su lugar.

—Vivo, Evie. Un jodido mensajero vivo. —Ezra se levanta, alejándose del


tipo que se retuerce de dolor—. Algunos de nosotros no somos unos
putos psicópatas.

Miro la mano mutilada del tipo y observo el charco de sangre en las


venas de la calle adoquinada. Él cortó cada dedo excepto su pulgar.
—¿Dejaste su pulgar?

—No soy un completo bastardo. Son los pulgares los que nos separan de
los animales después de todo.

Él es malvado. Solo una persona malvada haría sufrir a alguien así. Mato
gente, pero no la arrastro. Dejo que sean perdonados. Rezo por ellos
antes de que mueran. Los envío al cielo... o al infierno. Pero les concedo
la liberación, Ezra simplemente los destruye. Como el diablo. Él es la
destrucción.

Jonty saca un paño de su bolsillo y envuelve la mano mutilada del


hombre en él.
Ezra arroja su cigarrillo al callejón y da un paso atrás hacia el hombre
que agarra la mano empapada en sangre. —Vuelves con tu jefe y
jodidamente le dices que la próxima vez que encuentre a uno de sus
traficantes en mi territorio, iré a buscarlo personalmente, —dice Ezra—.
Y lo que voy a hacer con él hará que esto parezca un puto juego previo.
¿Entendido? —El chico asiente frenéticamente—. Bien. —Ezra agarra el
cuello de su chaqueta y lo pone de pie. Se tambalea unos pasos antes de
que Ezra lo golpee en el hombro. —Vete. —El hombre se aleja,
balanceándose y apoyándose en las paredes para apoyarse.

Solo lo deja irse. —¡Ezra! —Lo agarró del brazo—. ¿Por qué lo dejaste ir?
¿No vendrá su gente por ti?

Cerrando los ojos, inclina la cabeza hacia atrás y gime. —¡Preguntas,


Evie!

Dirijo mi mirada al suelo. Ezra chasquea los dedos y Dave salta,


siguiéndolo mientras se aleja.

—Ah, él es un encanto. No te lo tomes como algo personal, cosa dulce.


—Jonty guiña un ojo y me sonríe. Asiento y camino junto a él, y luego
silba “Knocking on Heaven’s Door”. Ahora me doy cuenta de que fue
Jonty a quien Ezra envío para que me siguiera esa noche, y una vez más
la idea de que Ezra me siguiera se siente tan romántica.
Capítulo 30
Ezra

Me despierto y el olor del perfume de Evie asalta mis sentidos. Ella está
aquí, en mi cama. Me paso la mano por la cara. Esto es ridículo y
estúpido. Ahora no es el momento para obsesionarme con una chica, y
por mucho que prefiera apuñalarme a mí mismo que admitirlo en voz
alta, estoy obsesionado con ella.

He tenido a Ronan y Seamus trabajando para derribar el imperio de Zee,


y hasta ahora hemos cortado casi todo su suministro de México, así
como sus rutas más importantes de importación a Europa y América.
Lo tenemos asediado, asfixiándolo. Tarde o temprano tendrá que
retirarse, o no le quedará nada, haciendo todo este truco para ponerme
del lado de él es inútil. Aunque, creo que esto ha ido mucho más allá de
los negocios, ahora es personal. No he sabido nada de él desde las tetas
de Cristal, y honestamente, me está poniendo nervioso. Quizás debería
estar contento. No hay noticias así que eso son buenas noticias,
¿verdad?

De cualquier manera, Evie no debería ser mi prioridad, y sin embargo, la


chica es como una especie de debilidad enfermiza. Está consumiendo
todo, y no puedo tener suficiente de ella. Echo un vistazo a través de la
cama hacia donde está acostada de lado, acunando a Dave. Sus dedos
rozan su costado y él gruñe.

—Pensé que no te gustaban los perros, —sonrío.

Ella mira por encima del hombro con una sonrisa. —Se ha ganado un
espacio en mí.

Ella no tenía muchas opciones. Es como su maldita sombra.

Me levanto y tomo una ducha rápida. Me estoy secando cuando escucho


voces en la otra habitación. ¿Quién diablos es? Me envuelvo una toalla
alrededor de la cintura y atravieso el apartamento hasta la entrada. Evie
está parada con la puerta entreabierta, hablando con alguien. Me acerco
detrás de ella y abro más la puerta, mirando por encima de su cabeza a
Jen. Su cabello rojo cuelga sobre un hombro en una trenza suelta. Su
cuerpo tonificado cubierto con un vestido rojo ceñido. Ahora, cuando una
mujer aparece en tu puerta vestida así, es por una razón. Miro a Evie,
que lleva una de mis camisas sin nada debajo. Su cabello es un desastre
salvaje como si acabara de ser follada. Se inclina hacia mí, presionando
su trasero contra mi entrepierna. Es una pequeña cosa posesiva, y me
hace sonreír.

—Jen. ¿Cómo estás? —Ella me lanza una sonrisa seductora.

Oh esto va a ser divertido. Me gusta la Evie sumisa, pero me gusta aún


más cuando saca sus garras.

—Estoy bien, Ezra, —dice, actuando como si Evie ni siquiera estuviera


aquí —. No he tenido noticias tuyas desde hace un tiempo. Estaba
preocupada.
No, ha sido quebrada porque es excedente en la materia.

—Bueno, entra. —Casi me río cuando siento que Evie se pone rígida y
luego se da vuelta, agachándose debajo de mi brazo.

Jen entra en el apartamento, con una sonrisa satisfecha en su rostro.


Evie se deja caer en el sofá con los brazos cruzados sobre el pecho y una
cara de pocos amigos.

—Toma asiento, —le digo, señalando hacia el sofá. Veo a Jen mirar a
Evie con desdén—. Evelyn, esta es Jen. Jen, Evelyn. —Los ojos de Evie
se estrechan sobre mí antes de lanzar una mirada fulminante a Jen. Los
ojos de Jen se fijan descaradamente en mi torso desnudo, y Evie lo nota,
sus fosas nasales se dilatan. Oh, esto es muy bueno. En cualquier
momento podría ver una pelea de gatas. Una pelea de gatas calientes.
Aunque eso probablemente terminaría con Evie cortando la garganta de
Jen.

Cuanto más Jen se queda mirándola, más la mira Evie. —Voy a preparar
café, —dice Evie, demasiado dulce mientras salta del sofá.

—Uh... —troto tras ella—. Está bien. Lo haré yo. —Me frunce el ceño, y
esta vez, me río—. No quieres que nada desagradable se deslize en la
bebida de nuestros invitados, ¿verdad?

—Entonces te sugiero que saques a esa puta de tu casa. —Los ojos de


Evie se estrechan sobre mí.

—Esa no es manera de hablar de mis amigos, —levanto una ceja—,


cariño. —Y espero la explosión.
Literalmente puedo ver su sangre hervir en la superficie. Su cara se
enrojece, y ella pisa fuerte en el piso como una niña. —Ella no es una
puta amiga. Ella quiere follarte, y lo juro por Dios, Ezra. La mataré.

—¿Puedes culparla? —Me río, aflojando mi toalla y empujándola


ligeramente por mis caderas.

—Deja caer esa toalla una pulgada más...

Agarro su mano, presionándola contra mi polla ahora semidura. —¿Y


qué, pequeña asesina?

—¿La quieres?

La agarro por la nuca y la acerco a mí, apretando mi erección en su


muslo. —No de la forma en que te quiero.

Evie me frunce el ceño, y yo me inclino, provocando su boca con mi


lengua. Sus labios se separan y hundo mis dientes en su labio inferior,
haciéndola sisear.

—Maldita pelirroja. —Se suelta de mi agarre y agarra la toalla, la


deshace y permite que caiga al suelo—. Maldita puta, —murmura. Me
alejo y levanto una ceja hacia ella—. No eres jodidamente suyo, —dice
ella—. Eres mío. —Ella cae de rodillas y, de un solo trago, mete mi polla
en su cálida boca.

Lanzo mis manos contra la barra de desayuno para apoyarme, y ella


agarra la parte de atrás de mis muslos para aprovechar. —¡Joder, Evie!
—Ella toma mi polla hasta que tiene arcadas, y maldita sea, eso es
caliente.
—¿Ezra? —Ah, joder. ¿Por qué demonios dejé entrar a Jen aquí? Oh sí,
así enojaría a Evie. Cruzo los brazos sobre el mostrador frente a mí y me
agacho.

—Hola.

Evie chupa más fuerte, moviendo su mano arriba y abajo de mi base.


Mierda. Lucho para evitar blanquear mis ojos.

—¿Cómo has estado?

De Verdad. ¿Ahora? Ella quiere tener una pequeña charla ¿ahora? —Bien.
Estoy, sí. Bien. —Mi voz se engancha cuando Evie arrastra ligeramente
sus uñas sobre mis bolas. Dejo caer la cabeza hacia delante y cierro los
ojos.

—¿Estás bien? —Pregunta Jen.

—Mm-hmm.

—¿Es esa chica tu novia? —Su voz vacila y Evie deja de moverse por un
segundo. De todas las veces que tengo que responder esa pregunta, es
cuando la perra loca que me gusta follar tiene sus dientes a milímetros
de mi polla.

—Uh, es... —la lengua de Evie se presiona contra el orificio de la uretra,


y me estremezco—. Complicado, —me ahogo. Lo siguiente que sé es que
su dedo presiona contra mí culo. Aprieto mis nalgas, pero ella empuja su
dedo allí de todos modos. Me enojaría por eso, pero mierda, mis bolas
explotan, y quiero decir, explotan hasta su garganta.
Golpeo la palma de mi mano contra el mostrador y me aclaro la garganta
en un intento de cubrir el gemido. Ola tras ola ondula sobre mi cuerpo y
aprieto los puños porque Evie no va a ceder.

—¿Estás seguro de que estás bien, Ezra? —Pregunta Jen.

Cuando finalmente dejo de correrme, me las arreglo para concentrarme


en ella. —Deberías irte. Te llamaré. —Evie mete el dedo de nuevo en el
culo y hago una mueca—. O no, —toso.

—Oh, um... está bien. —Jen toma su bolso y está a punto de irse cuando
su mirada se mueve a mi izquierda. Echo un vistazo a una Evie muy
engreída, que se limpia la esquina de la boca mientras mira a Jen como
si estuviera a punto de apuñalarla. Sin otra palabra, Jen se va.

—¡Hija de puta! —Me giro para mirar a Evie quien parece que no quiebra
ni un plato. Tengo las piernas entumecidas y me tengo que agarrar del
mostrador para sostenerme. —¡Mi culo! ¿En serio?

Ella se encoge de hombros, luego se da vuelta y sale corriendo de la


cocina.

La seguiría, pero mis piernas están jodidas. —¡Algunas cosas son


jodidamente sagradas, Evie! —Le grito—. ¡El agujero de un hombre es
uno de ellos!
Capítulo 31
Evie

Estoy tratando de ser una buena chica y no matar a nadie. Ezra me tiene
trabajando en el bar las noches que tiene que ocuparse de negocios. Dijo
que mantenerme ocupada me mantendría fuera de problemas, pero me
subestima, realmente lo hace porque mi pequeño demonio todavía me
llama. Lo más preocupante es que a veces cuando veo que su pecho
sube y baja cuando duerme, me dice que lo mate. Pero no puedo hacer
eso porque lo amo. No quiero matar lo único que amo.

Logré trabajar detrás de la barra durante tres semanas sin matar a


nadie. Y luego, hace dos semanas, Ezra me hizo enojar, y tuve que
matar a alguien para no matarlo. Pensé que podría parar con eso, pero
hay tantos hombres malos en el mundo, y Ezra no me deja tener ningún
control.

No puedo sacar de mi cabeza la forma en que Jen miró a Ezra esta


mañana. No puedo sacar de mi cabeza el recuerdo de él follandola contra
su maldita ventana. Todavía no te ha follado contra esa ventana, Evelyn.

—Cariño, —dice el hombre, apartándome de mis pensamientos. —Mi


cerveza.
—¿Miller Light?13 —Pregunto, alcanzando un vaso.

—Eso fue lo que dije la primera vez, perra tonta.

El calor me cubre la cara y aprieto la mandíbula.

Forzando una sonrisa, asiento con la cabeza y me alejo de él, agarrando


el vaso mientras camino hacia el grifo. Solo se necesita un movimiento
rápido de mi mano para abrir la parte superior de mi anillo y vaciar el
veneno en su vaso. Cuando me giro para entregarle su cerveza, no tiene
idea de que he hecho algo. Para ser honesta, Ezra haciéndome trabajar
detrás de esta barra ha sido la mejor idea que podría haber tenido. Hace
que sea demasiado fácil matar a estos hombres desagradables. Ellos
beben su bebida. Comienzan a sentirse enfermos y se van. Se
derrumbarán a unas cuadras o en el tren subterráneo. Y en esta parte de
la ciudad, los hombres escandalosos que se encuentran inconscientes en
un tren subterráneo generalmente se atribuyen a una sobredosis.

Él pasa sus dedos sobre los míos cuando toma el vaso de mi mano.
—Eres una cosa bonita. Lástima que no seas una de las putas de aquí.
Pagaría un buen dinero para hundir mi polla en tu pequeño coño
apretado. —Guiña un ojo y toma un sorbo antes de alejarse del bar.

Desearía poder verlo jadeando por su último aliento. Pero estoy siendo
una buena chica, así que no puedo.

Varios minutos después, la multitud alrededor del bar se reduce, y


aprovecho la oportunidad para ir al baño. Mientras me lavo las manos, la
puerta se abre.

13
Miller Lite: cerveza estadounidense tipo pilsener.
El hombre del bar se ríe mientras arrastra sus ojos sobre mi cuerpo.
No me molesto en cerrar el agua, y rápidamente me muevo hacia la
puerta, pero él le da un portazo y la cierra. Me alejo de él, mi corazón
late violentamente mientras se tambalea hacia mí. Hay una sonrisa
enferma en sus labios mientras agarra mi cabello y me tira contra la
pared. Gime cuando me presiona contra el sucio azulejo del baño.
—Todas las mujeres son putas, —dice. —Lo que significa que tu coño es
mío.

Grito, pero él cubre mi boca con su mano sucia. Hundo mis dientes en su
piel, el sabor del sudor y grasa llena mi boca, pero él no se mueve. Él
agarra mi falda y la empuja alrededor de mis muslos. Lucho contra él,
tratando de patearle las piernas, pero él me tiene colocada de tal manera
que no puedo moverme. Su mano áspera trabaja debajo del borde de
mis bragas, y trato de cerrar mis muslos.

—Mmm, —gime al lado de mi oreja—. Me gusta una pequeña pelea,


cariño. Me gustan las pequeñas putas sucias que son luchadoras.

Me ahogo en un sollozo y mi mente se detiene. Sé muy bien que no


puedo hacer nada para detener esto. Soy demasiado pequeña,
demasiado débil y este hombre tomará lo que quiera de mí. Me
concentro en el agua que aún corre por el lavabo e intento llevar mi
mente a otra parte. Trato de ignorar sus dedos pinchándome y
empujándome mientras él gime. Regreso al lugar al que solía ir cuando
Zacarías me llevaba. Entumecida. Vacía. Inútil.

El hombre presiona su antebrazo sobre mi garganta, ahogándome


mientras me mantiene inmovilizada. Sé por qué está pasando esto. Es
porque he encontrado placer en mi penitencia. Cuando Ezra me golpea,
me gusta y para ser perdonado debes soportar el dolor. Este es mi
castigo. Este es mi dolor.
El hombre saca un fajo de billetes de su bolsillo y lo sostiene frente a mi
cara. —A las putas se les paga por follar.

Me sacude el dinero y usa sus dedos para abrir mis labios. Intento pelear
con él. Mantengo mis labios tensos, pero él se inclina sobre mi garganta
con más fuerza. No puedo respirar. Me arden los pulmones y me falta el
aire. Cuando lo hago, él mete el dinero dentro de mi boca, empujándolo
por mi garganta con sus dedos gruesos. Toso y tengo arcadas,
escupiendo el papel sucio.

—¿Demasiado buena para tomar mi dinero? —Se ríe.

Escucho que alguien prueba la puerta, y hay un fuerte golpe, pero el


cerrojo no cederá. Nadie me ha salvado nunca. Ni mi padre. Ni la policía.
Ni Dios. Y acepté hace años que nadie lo haría. El hombre tira su
bragueta hacia abajo, el sonido de la cremallera parece muy fuerte. El
gemido que hace cuando saca su polla de sus pantalones hace que mi
estómago se anude y mi corazón se acelere. Quiero morirme. Prefiero
morir antes que dejar que este hombre me tome, pero estoy indefensa y
soy una cobarde.

Hay un fuerte estruendo. Las bisagras de metal resuenan cuando la


puerta se estrella contra el suelo. Todo sucede muy rápido y de repente,
el hombre se separa de mí. Colapso, mis piernas débiles. El enorme
cuerpo de Ezra se eleva sobre el hombre, su codo retrocede mientras lo
golpea en la cara una y otra vez. Lo arrastra al fregadero y lo empuja
boca abajo en él. Todo lo que puedo pensar es que parece que Ezra
acaba de colocar la cabeza del hombre en una guillotina.

—Elegiste a la chica equivocada para follar, —dice Ezra con calma antes
de sacar su arma de sus pantalones, coloca el cañón contra la parte
posterior de la cabeza del hombre y aprieta el gatillo.
Mis oídos suenan por el fuerte golpe de la pistola. No puedo recuperar el
aliento. Ezra me mira, su pecho agitado. Una de sus manos todavía
sostiene al hombre en su lugar sobre el fregadero, la otra está apoyada
contra el espejo, con la pistola todavía en la mano. —¿Estás bien?

Debería decir algo. Sé que debería, pero ¿qué le dices a la primera


persona que te ha salvado? La persona que te salvó cuando ni Dios lo
haría. Quizás Dios envió a Ezra para salvarte, Evelyn.

—¡Evie! —Él grita y yo me sobresalto.

Las lágrimas pican mis ojos, mi corazón late frenéticamente en mi pecho.


Debería decirle gracias, debería caer a sus pies y adorarlo, pero todo en
lo que puedo concentrarme es en que todavía se está aferrando a ese
hombre asqueroso. —¿Por qué lo sostienes así? —Le pregunto.

—No quiero su puta sangre en todo el baño.

Asiento pero no me muevo del lugar en el suelo. Miro al hombre que Ezra
ha inclinado sobre el lavamanos. Escucho el goteo de sangre por el
desagüe, goteo, goteo, y mi visión se vuelve borrosa. Finalmente
significo lo suficiente para alguien, que cree que vale la pena salvarme.
La rabia, la ira, la posesión. A su manera, así es como Ezra ama. Ahora
lo sé. Este es el momento más significativo de mi vida, y quiero
revolcarme en él. Dejo que las lágrimas caigan por mi cara y no trato de
ocultarlas. Esta vez, le doy mis lágrimas a Ezra. Escucho un ruido sordo
cuando deja caer el cuerpo y sin decir una palabra, se inclina y me
levanta en sus brazos, sacándome del baño.

Jonty está parado afuera de la puerta demolida del baño, su rostro


inexpresivo.
—Levanta la puerta y bloquea el baño, —ordena Ezra—. Y llama a los
malditos limpiadores. —Tuerzo la camisa de Ezra en mi mano y recuesto
mi mejilla contra su pecho. Él es mi seguridad, mi puerto, mi salvador. El
me protegerá.

Él es diferente.

Él es especial.

Él es mío.

Y nadie más tendrá lo que tenemos nosotros. Atados en pecado y


sangre.

Siempre seré una buena chica para él.


Capítulo 32
Ezra

Me paso delante de Evie, está encorvada. Dave está a su lado en el sofá,


protegiéndola.

—Maldita sea, Evie. ¿Lo llevaste al baño para tratar de matarlo? Y dime
la puta verdad o habrá consecuencias, y no del tipo que te gustan.

Ella mira su regazo, una mano acariciando la espalda de Dave. —No...


—ella respira y sus ojos me miran, las lágrimas se acumulan detrás de
ellos—. Simplemente me siguió al baño. Nunca tocaría a otro hombre,
Ezra. Nunca. Nunca te abandonaría así de nuevo. Te amo.

Amor. Por mucho que odie el concepto, no puedo evitar que me guste
porque ninguna cantidad de dolor en el mundo tiene tanto poder o
control como el amor.

Yo sonrío. —¿Me amas, pequeña asesina?

—Sí. —Sus ojos se clavan en los míos y sostiene mi mirada.

—Bien.
Han pasado dos días, y Evie me ha estado siguiendo como un perro. Odio
el hecho de que la haya tocado, y me dan ganas de matarlo de nuevo.

Voy al dormitorio para ver cómo está, y la encuentro en la cama,


acurrucada de lado acunando a Dave. Apenas me reconoce. El hijo de
puta le tiene toda la lealtad de mierda. La he dejado aquí las últimas dos
noches mientras voy al club. Uno de mis muchachos vigila el piso por si
acaso. Ya sea para mantener a otros fuera o a ella dentro, no estoy
seguro, pero no puedo administrar mierda y vigilarla a ella también.

Me siento en el borde de la cama y miro a Evie. Soy una mierda en este


tipo de situaciones. Cuando creces rodeado de prostitutas como yo, esta
mierda parece normal.al. Los chicos a menudo intentan llevarlo demasiado
lejos con una prostituta, pensando que porque se vende a sí misma es
un juego justo. El hecho es que nada es jodidamente gratis, y el tipo que
tocó a Evie no es el primero al que he tenido que recordarle eso. Pero al
final, es parte del negocio, lo manejas y sigues adelante. Evie no está
lidiando con eso. Necesito traer de vuelta a mi pequeña asesina.

—Okay. Suficiente. Eras una prostituta. Te sentías bien. Deberías estar


acostumbrada, cariño. Ahora levánt
levántate
ate y métete en la ducha. —Le quito
el edredón y Dave se queja
queja—.. Vas a venir al club esta noche. Necesito a
alguien que trabaje en el bar. —Ella rueda sobre su espalda, su mirada
se fija en el techo. Dave toma eso como su señal para salir.

—Soy una puta. Soy sucia. Soy pecadora, malvada y la razón por la que
caen los justos. Zacarías tenía razón. Merezco las cosas malas que me
pasan porque no soy una buena chica, Ezra. Quiero ser tu buena chica,
pero soy mala. —Ella me mira—. Volverá a suceder porque soy pecado.

¿Qué carajo?

Me paso una mano por la cara. —No eres una puta, —me quejo—. ¿Y
quién demonios es Zacarías? —Ella suelta una bocanada de aire y se
tapa la boca con la mano mientras las lágrimas caen por sus sienes.

Los celos no son algo a lo que estoy acostumbrado. Tomo mujeres, las
rompo, las poseo y las paso. Sin embargo, Evie es diferente, Evie es mía,
y la idea de alguien, cualquiera que la toque, me hace querer acabar con
ellos. No sé qué hay en ella que me convierte en esta persona irracional,
pero no puedo controlar mi mierda a su alrededor. Ella no es solo
negocios. Ella es personal.

—¿Quién. Es. Zacarías? —Quiero saber quién le dijo que merecía esta
vida, que ella no era mejor que una puta.

Todo el color ha desaparecido de su rostro y sus ojos son distantes. —Un


chico con el que crecí, —susurra. Me muevo, a horcajadas sobre su
pequeña cintura e inclinándome sobre ella. Agarro su barbilla y la obligo
a mirarme—. ¿Y dónde está este chico ahora, Evie? —Mi voz se mantiene
nivelada a pesar de la ira en mi pecho.

—No lo sé.
—Bien, —inhalo—, tu chico estaba equivocado. La mierda no sucede por
ningún otro motivo que no sea la suerte.

—Fue mi culpa porque era bonita. Si no hubiera sido bonita, no me


hubiera querido.

¿Qué le digo a eso?

—Ezra, —se sienta, su mirada baja a su regazo. Respira profundamente


y sus ojos se levantan, llenos de lágrimas—, ¿Me amas?

Ella no puede hablar en serio. Froto mi mano sobre mi barba y la miro.


En cierto modo, me preocupo por Evie. La quiero, la poseo, pero nunca la
amaré. Simplemente no soy capaz.

La miro a sus ojos esperanzados. —No, —le digo.

Le tiembla el labio y asiente. —Porque soy una mala persona...

—Joder, Evie. —Gruño—. No hagas esta mierda. Simplemente no, no hay


razón.

—Porque soy una puta… —Las lágrimas caen por su rostro. Odio las
lágrimas a menos que sea yo quien las cause. Nadie más debería tener el
poder sobre ella para hacerla llorar. Sólo yo. Sus lágrimas son mías.

—¡No! —Gruño—. Quiero follarte, y no me follo a las putas. —Le levanto


una ceja—. ¿Qué más quieres?

—No lo entiendes. Soy una puta. Siempre lo he sido. Siempre he sido


una tentación sin siquiera intentarlo. Dios escogió a Zacarías. Fue mi
culpa que se perdiera. Era justo, y todos sabían que lo forcé a pecar.
Me estaba castigando para que pudiera ser perdonada, pero lo odio por
eso. —Ella niega con la cabeza antes de continuar divagando—. Dios ama
a los pecadores, pero odia el pecado, y yo soy el pecado Ezra. Soy
pecado, así que incluso Dios no puede amarme.

—Jodeme, —le digo con un gemido. No puedo lidiar con su mierda loca—.
¿Te has escuchado a ti misma?

—No entiendes cómo funciona mi religión. —Me lanza una mirada


confusa—. Todo sucede por una razón.

Frunzo el ceño y aprieto el puño, luchando por mantener la calma.


—Evie, te lo dije una vez, y no me gusta repetirlo. La religión es una
mierda. Tu dios es una mierda. —Descruzo mis brazos y cierro el espacio
entre nosotros, envolviendo mi mano alrededor de su cuello. Sus ojos se
cierran y su respiración se acelera—. Soy el único dios que necesitas,
pequeña asesina. Yo soy quien te protegerá, y quien hará llover el
infierno sobre cualquiera que te lastime.

Ella cierra los ojos e inclina la cabeza. —Por favor, perdona a Ezra por las
cosas que no entiende...

Pongo los ojos en blanco y me paso la mano por la cara.

Ella abre los ojos y su mirada se cruza con la mía. —Te amo, Ezra.
Capítulo 33
Evie

El me amará. Un día.

Me acosté en la cama, mirando al techo. Me siento sucia por contarle a


Ezra sobre Zacarías. Sé que ahora, él piensa que soy sucia. Evelyn, no
hay forma de que te ame ahora.

Cerrando los ojos, trato de rezar, pero no puedo encontrar las palabras.
Mi mente está demasiado poseída por Ezra para rezar. La puerta del
dormitorio cruje y un rayo de luz se derrama desde el pasillo. Escucho el
collar de Dave sonar mientras dobla la esquina de la cama. Descansa la
cabeza en el borde del colchón. —No soy mala, —susurro, y él me lame
la cara antes de saltar sobre la cama. Él pasa sobre mí y se acurruca
junto a mis piernas. Pongo mi mano sobre su cabeza, acariciando sus
orejas mientras me duermo.

La sangre gotea sobre mi labio desde donde acaba de golpearme y mis


ojos no se mueven del cuchillo en su mano. Quiero gritar, pero sé que si
lo hago, me cortará el cuello como me prometió una y otra vez. Su puño
se encuentra al costado de mi cara, me golpea y caigo al suelo.
—Purgaré el pecado de ti de una forma u otra, —gruñe—. Follandote o
golpeándote. No me importa.
Intento rodar sobre mi estómago, esperando que me permita
arrastrarme vergonzosamente, pero me monta a horcajadas y me agarra
el pelo con la mano que sostiene el cuchillo. —Quédate quieta, —dice,
presionando mi cara contra el suelo—. Eres pecado, Evelyn. Luces como
el pecado.

Siento la punta afilada del cuchillo presionando contra la parte superior


de mi columna. Y me trago los gritos que amenazan con salir de mis
labios. —Por favor, por favor no lo hagas, —le ruego, pero todo lo que
hace es apretarme más, aprieta el cuchillo arrastrándolo lentamente a lo
largo de mi espalda. Quema y grito, mis músculos se tensan.

—Estoy haciendo esto para salvarte. Te marcaré para que todos sepan
que estás contaminada, pero salvada por el perdón. —Suspira mientras
hace una marca horizontal en mi espalda. La cuchilla pica, prendiendo
fuego a mi piel, mientras él corta un camino a través de mi cuerpo—. Tu
sangre es tan roja. —Gime y siento que su aliento sopla sobre mi piel. Su
lengua húmeda traza sobre la herida fresca y un gemido saciado retumba
de sus labios—. Puedo saborear tu maldad. Se filtra por tus venas,
Evelyn. Y a través de la sangre se encontrará tu absolución.

Me despierto, sentada en la cama sin aliento y empapada de sudor. Echo


un vistazo al lado de Ezra, y él se ha ido. Me siento perdida sin él, y odio
eso. En un momento sentí que era fuerte. Pero él me debilita. Las cosas
que Ezra me dice, están equivocadas. Son blasfemas, entonces ¿por qué
lo amo? Él no es Dios, pero por alguna razón, quiero creer que lo es. Mi
mente está tan consumida por Ezra, y si soy honesta, cuando cierro los
ojos para rezar, siento la tentación de rezarle. Y me voy a ir al infierno
por eso. Te has olvidado de Hannah...

Mi mente se tambalea y se bloquea cuando intento razonar conmigo


misma. El padre dirige nuestra comunidad, enseñándonos que un
hombre debe ser el maestro de una mujer, que los hombres son justos y
la única forma en que una mujer puede encontrar la religión. Un maestro
es un dios. Ezra es mi maestro; entonces, ¿no puede ser él mi dios? Tal
vez no me equivoque por lo que siento.

Evelyn, Ezra no es justo. Amarlo está mal. Él te está alejando de Dios.

Pero si le rezo a Ezra, mis oraciones serán respondidas. El me salvará.

Mi fe está flaqueando por un hombre que es el conjunto de todo lo que


una vez odié. Estoy segura de que el diablo se está riendo de la ironía.
Estoy cuestionando todo en mi vida y, siendo honesta, prefiero renunciar
a Dios y amar a Ezra sin convicción.

¿Qué dices, Evelyn? ¿Eres una blasfema?

¿Qué estoy diciendo? Mi corazón late violentamente, mis palmas se


vuelven resbaladizas por el sudor. Tiro del edredón, agarrando mi ropa
de la noche anterior del piso mientras me dirijo hacia la sala de estar.

Tengo que pedir perdón. Necesito estar en la presencia de Dios. Quizás


la presencia de Ezra bloquea la presencia de Dios. Debo ir a la iglesia y
rezar; entonces haré que Ezra me golpee para pagar mi penitencia. Ya
no me siento impulsada a otra cosa que no sea Ezra. Es Ezra quien me
impulsa a matar a esos hombres cuando me enoja. Es su aceptación,
perdón y aprobación lo que busco desesperadamente, ya no es de Dios,
y tengo que cambiar eso. Necesito estar rodeada de santidad. Y nada en
este lugar es sagrado.
Capítulo 34
Ezra

Mi teléfono vibra contra el escritorio cuando la pantalla parpadea.

—Sí, —respondo.

—Ez, tenemos un problema, —se queja Jonty—. Los policías están aquí
para verte.

—Por el amor de Dios. ¿Y ahora qué? —Odio a los policías. Son un dolor
en las bolas, y realmente no lo necesito ahora.

—No estoy seguro. ¿Quieres que te los lleve? —Pregunta.

—Sí, de acuerdo. —Cuelgo. Como si no tuviera suficiente mierda hoy.

Unos minutos más tarde, llaman a la puerta y Jonty los lleva adentro.
Dos tipos de traje. Detectives.

—Señor James. Somos el Oficial Wilson y el Oficial Rowe. Necesitamos


unos minutos de tu tiempo.
—Bueno, entonces tomen asiento. —Hago un gesto a través de la
habitación hacia los sofás que están uno frente al otro.

Ambos me miran seriamente antes de sentarse. El tipo mayor tiene el


ceño fruncido como si acabara de oler mierda de perro. Estoy seguro de
que saben qué es este lugar, qué soy yo. El problema es que no pueden
probar una mierda. De vez en cuando, una de las chicas se descuida y la
recogen, pero nunca hablan, nunca reclaman ninguna asociación con el
club o conmigo. Es una regla tácita. Ni siquiera tengo que imponerlo. En
esta línea de trabajo, mantienes la boca cerrada y las piernas abiertas.

Cruzo la pierna, descansando el tobillo en la rodilla. —¿De qué se trata


esto? —Pregunto, mi voz mezclada con aburrimiento.

El tipo mayor se inclina hacia adelante y coloca los codos sobre las
rodillas. —Cuatro hombres han aparecido muertos en las últimas dos
semanas. Envenenados. Arsénico.

Levanto una ceja. —¿Y?

—Las víctimas son aleatorias, nada en común excepto una cosa... —Hace
una pausa, aparentemente para un efecto dramático—. Todos eran
visitantes habituales de tu… —frunce los labios —club, —dice la palabra
con disgusto.

Arrugo la frente. Quiero restarle importancia, pero incluso admitiré que


es sospechoso.

—¿Has notado algo fuera de lo común? —Pregunta el otro oficial.

Sacudo la cabeza y frunzo el ceño. —No.


Me hacen preguntas sobre mierda que no parecen relevantes. ¿Has visto
a este tipo aquí antes? ¿Recuerdas esta noche, dónde estabas en esta
fecha, en este momento? Presentan imágenes de cuerpos, escenas del
crimen. Algunos de los tipos los reconozco vagamente, pero por
supuesto, no les digo eso.

Finalmente, con muy poca información, se van y me entregan una tarjeta


de presentación a medida que avanzan. Como si fuera a llamarlos. En mi
mundo, arreglas la mierda tú mismo, y estoy bastante seguro de que sé
exactamente quién es el asesino.

Tan pronto como se van, tomo mi computadora portátil y empiezo a


rastrear las imágenes de CCTV14. Estos tipos podrían haber estado aquí
en cualquier momento durante los últimos meses, pero creo recordar que
uno de esos tipos estuvo aquí el fin de semana pasado, hace solo cuatro
días.

Busco a través de los videos de vigilancia almacenados en mi portátil y


obtengo las imágenes de esa noche. Avanzo rápido hasta que veo al tipo
apoyado en la barra con su bebida. Él habla con varias chicas. Avanzo
rápido otra vez, pero me detengo cuando veo a Evie sirviendo su bebida
detrás de la barra. Lo reproduzco otra vez, viendo la escena
desarrollarse. Sus brillantes labios rojos se levantan en una sonrisa. Él
se detiene, con su bebida casi vacía a mitad de camino en sus labios,
como si estuviera físicamente aturdido por ella. No lo culpo. Evie tiene
ese efecto. La miro de cerca. Ella mira directamente a la cámara. Su
cabello oscuro y piel pálida contrastan dramáticamente bajo las luces del
club, y no puedo evitar pensar que se ve como un ángel, un ángel de la

14
CCTV es una sigla en inglés “closed circuit televisión” que traducido al español es “circuito cerrado de
televisión”, consiste en una o más cámaras de vigilancias conectadas a uno o más monitores de video o
televisores que reproducen las imágenes transmitidas por las cámaras
muerte. Coloca su vaso vacío en la barra y Evie lo toma, dejándolo a un
lado mientras ella le prepara otro cóctel. Sus ojos están fijos en él con
esa sonrisa astuta en su rostro todo el tiempo. Algo está sucediendo
aquí. Esto no está bien. Una fisura de inquietud se abre paso a través de
mi pecho. Se toca el dedo y luego lo gira suavemente en el vaso en su
mano. Es tan rápido que casi me lo pierdo. Retrocedo el video y lo miro
una y otra vez.

Su anillo. Ella está tocando su anillo. Ella enveneno la puta bebida.


Mierda. No puedo averiguar quién es más estúpido, ella por pensar que
se saldría con la suya, o yo por pensar que ella podría controlarse lo
suficiente como para hacer algo tan simple como servir unas jodidas
bebidas.

Estoy saliendo del club cuando suena mi teléfono.

—¿Qué?

—Ella se fue jefe. La seguí hasta la iglesia, —dice uno de mis muchachos,
Jonny, y cuelgo.
Capítulo 35
Evie

El incienso está demasiado fuerte aquí esta mañana. Me quema la


garganta, pero no toso. Cierro los ojos, inclino la cabeza y me arrodillo
como una buena chica. Ha pasado tanto tiempo desde que estuve aquí;
siento un ligero malestar.

—Perdóname por mis pecados... —Trago porque el único pecado en el


que puedo pensar es en Ezra y su polla, y eso está mal porque estoy en
una iglesia. Me aclaro la garganta y vuelvo a intentarlo—. Perdóname por
mis pecados, y por favor ayúdame a encontrar a los malvados en este
mundo, a los pecadores para que pueda terminar con su sufrimiento.

La puerta cruje, pero mantengo la cabeza agachada porque


probablemente es sólo el vagabundo que viene a buscar calor de nuevo.
Espero escucharlo cantar el coro de “Billy Jean”15, pero no lo oigo, y de
repente, me da escalofríos.

15
Billy Jean; segundo sencillo de Michael Jackson incluida en el álbum “Thriller” lanzado el 2 de enero de
1983.
—¡Evelyn! —La voz de Ezra resuena a través del santuario y juro que
puedo sentir que el suelo amenaza con estallar en llamas.

Mantengo la cabeza baja porque está en mi lugar seguro. No me gusta


que esté en mi lugar seguro. Me pone nerviosa. No debería estar aquí,
Evelyn. Algo anda mal. Agarro mis sienes deseando que esa voz molesta
cierre la boca, y luego rezo silenciosamente para que me perdonen por
maldecir ante el altar. Oigo sus pesados pasos resonando por el pasillo.
Puedo sentir las vibraciones a través del suelo.

Me sujeta por el cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás, y ahora no


tengo más remedio que mirar su imponente figura. Sus labios se
retuercen en una sonrisa amenazadora, y cierro los ojos para terminar
mi oración.

—Has sido una chica mala, Evie, —dice.

—Y dame fuerza. Amén.

Tira de mí para ponerme de pie y me agarra la barbilla tan fuerte que


mis labios se abren. Lentamente acerca su rostro al mío, sus negros ojos
destellando de ira. —Reza, pequeña asesina, —susurra, su aliento
tocando mis labios—. Vas a necesitar toda la ayuda que puedas
conseguir. —Su agarre se tensa hasta el punto de que estoy segura de
que tendré moretones, y cierro los ojos, apartándome de su dura
mirada—. Cuatro, en las últimas dos semanas... has sido una chica
ocupada. Dime, ¿te los follaste o simplemente los mataste? —La ira se le
escapa en oleadas.

Mi corazón salta en mi garganta, y me lo trago hasta la boca del


estómago.
—Shhhhh. ¡No en la iglesia! —Susurro frenéticamente.

¿De qué tienes miedo, pequeña asesina? Mi demonio se burla de Ezra.

Gruñe bajo en la garganta, y todo lo que puedo pensar es que suena


como un perro del infierno. Cuando me suelta la cara, me agarra por la
nuca, sus dedos se clavan en mi carne, atrapando varios mechones de
cabello y tirando de mí. Lo sabe, Evelyn. Cada respiración que viene de
él es profunda, dura y suena como un fuego que retumba. Me levanta del
altar, y todo lo que puedo pensar es que esta es mi marcha de la
muerte, porque Ezra está loco y lo sé.

Las grandes puertas de madera crujen cuando las abre. Una ráfaga de
aire frío me rodea mientras me guía hacia el elegante Mercedes que
sigue encendido y estacionado en la acera. Abre la puerta del pasajero y
me empuja hacia el asiento abrochándome el cinturón de seguridad.

No lo miro. No puedo mirarlo. Le prometí que sería una buena chica, y


cree que he sido mala. Cierra la puerta con tanta fuerza que el auto
entero se sacude. Trago porque esto no es bueno, Evelyn. No es nada
bueno.

Tan pronto como se desliza en el asiento del conductor puedo sentir sus
ojos clavados en mí.

—Ezra... —Respiro, mi corazón palpitando en mi pecho.

—¿Te follaste a alguno de ellos, Evie? —Su voz es tranquila, y sé que eso
no es bueno. Mi mirada aterriza en su mandíbula y luego se desvía hacia
sus manos, tensas en el volante. Cada músculo de su brazo está
sobresaliendo, el movimiento causando que su tatuaje de Grim Reaper
cobre vida—. ¿Lo hiciste? —Pregunta de nuevo.
—¿Qué? —Jadeo—. ¿Follar a quién? —Mi corazón se salta varios latidos
cuando mis ojos se encuentran con los suyos. Nunca los había visto tan
oscuros y negros. Están sin fondo, como el pozo del infierno en el que
estoy a punto de ser arrojada... o el río Hudson.

Agarra con más fuerza el volante, desviando la mirada hacia el


parabrisas delantero. —¿Pensaste que no me enteraría? ¡Los estabas
escogiendo en el puto club! —Se frota una mano sobre su mandíbula—.
Y ahora tengo a la policía encima de mí porque un maldito Jack el
Destripador moderno está matando a mis clientes. —Finalmente me
mira, y puedo verle acusándome, puedo verle juzgándome, y ahora sé
que debería haberle matado. Debí haberlo matado porque entonces esto
no sería un problema, pero entonces... lo amo.

Sus ojos se entrecerraron y mi corazón se detuvo, no, se desplomó. Me


brota un sudor frío por todas partes, y estoy mareada. La respuesta de
pelear o escapar se activa y alcanzo la manija de la puerta, pero el
antebrazo de Ezra está allí empujándome hacia atrás contra el asiento y
sujetándome.

—¡Respóndeme! —Y eso es un siseo, no un gruñido. Un siseo. Me va a


cortar la garganta y a dejarme en la cuneta justo enfrente de esta
iglesia.

—Yo no... —Trago, tratando de recuperar el aliento—. No me los


follé. —Mi voz tiembla, mi cuerpo tiembla, y los ojos de Ezra todavía
están sobre mí—. ¡No me los follé!

Su brazo se aleja de mi pecho, pero luego, uno por uno, sus dedos se
envuelven alrededor de mi garganta, apretando. Jadeo por respiración,
arañando sus manos mientras me tira hacia adelante, poniendo mi cara a
centímetros de la suya.
—¿Quién carajo es tu dueño, Evie? —Su voz es un estruendo bajo.

—Dios, —me las arreglo para susurrar, y puedo decir que no le gusta esa
respuesta porque sus dedos se clavan más fuerte en mi piel. Mi visión se
desvanece, y me va a asfixiar hasta la muerte. Ezra nunca me haría
daño. Soy su pequeña asesina. Soy su pequeña Evie. No soy la puta
pelirroja del vestido blanco demasiado ajustado. Quiere amarme.

—No, —respira, sus labios rozando los míos—. Inténtalo de nuevo,


pequeña asesina. —La presión en mi garganta se afloja mientras espera
que le responda.

Y por muy malo que sea decirlo, lo digo. —Tú.

—Dilo de nuevo, Evie. —Su voz resuena alrededor del auto y esas
mariposas revolotean en mi estómago.

¿Por qué me gusta que esté así de enfadado? estoy palpitando entre mis
piernas, y me está asfixiando, gritándome y está enojado. Y me gusta
porque nunca nadie me ha poseído, y la gente protege las cosas que
posee, las cosas que codicia. Quiero ser su preciada pequeña asesina
porque entonces estaré a salvo. Por los siglos de los siglos, Amén.

—¿Quién es tú dueño? —Sus ojos parpadean con anticipación, una


pequeña sonrisa arrastrándose sobre sus labios llenos.

—Tú, Ezra.

Sus dedos se desprenden de mi garganta mientras su boca golpea sobre


mis labios temblorosos. Me besa fuerte, arrastrando mi labio inferior
entre sus dientes. Me cubro con el dolor. Cuando pecamos, necesitamos
ser castigados, y el castigo es dolor. Gimo contra sus labios y me deleito
en su posesión porque soy suya.

Apartando los labios, me mira como la chica mala que soy. —¿Qué voy a
hacer contigo, cariño? —Sus labios se retuercen en una sonrisa, su cara
se suaviza—. Parece que tienes un pequeño hábito.

Cariño. Estrecho mi mirada sobre él.

—¿Hábito? —Pregunto.

Su mano se desliza por mi cuello antes de caer de nuevo a su regazo.


—¿A cuántos has matado, Evie?

—No importa, ya que eran pecadores. —En ese instante sus ojos
parpadean y me doy cuenta de que piensa que estoy loca, aunque no lo
esté—. Eran hombres malos, Ezra. Son sucios, desagradables y
pervertidos, y pecan, Ezra. ¡Pecan! Sus manos nunca te abandonan. No
puedes lavar esa suciedad. No puedes rezar para que esa mugre, se filtre
lejos de ti... Necesito matarlos. —Jadeo por respirar y sé que sólo sueno
más trastornada, pero todo es verdad—. Tengo que matarlos. Tengo que
matarlos.
Capítulo 36
Ezra

—Tengo que matarlos, —Lo dice con una creencia tan firme.

Suelto un aliento fuerte y aprieto el puente de mi nariz. —Mierda, Evie.


—La van a atrapar si sigue adelante. Es desordenada, incontrolable.
También podría dejar un rastro de cadáveres hasta la jodida puerta de su
casa. De hecho, no, será a mi maldita puerta. La observo, y me mira con
los ojos muy abiertos, sus dientes mordiendo nerviosamente el labio
inferior.

—No puedes matar a la gente, —le digo.

—No sólo mato gente. Mato a la gente que necesita enfrentarse al


juicio. —Está sosteniendo ese maldito crucifijo, retorciéndolo entre sus
dedos.

Que me jodan. Inclino mi cabeza hacia atrás contra el reposacabezas.


—Me importa una mierda si son la Jodida-Madre-Teresa, pero estás
dejando cuerpos por todas partes. También podrías escribir mi maldito
nombre en sus frentes y dejarlos afuera de la puerta del club. La policía
está encima de mí. —Sacudo la cabeza porque esto está muy mal—.
Tienes que parar... sea lo que sea esto.
Sus ojos se abren y sacude la cabeza con furia. —No puedo parar. No
puedo parar. —Inhala, sus fosas nasales se ensanchan y su mandíbula se
aprieta—. Por favor, no me obligues.

Paso una mano por mi cabello con frustración. —Jesús, Evie.

Entierra su cara en las palmas de las manos. Esto es retorcido, incluso


para mí. Sin decir nada, me alejo de la iglesia. Se queda en silencio
mientras atravesamos el denso tráfico de Nueva York. Su mirada
permanece fija por la ventana; sus rodillas se elevan hasta el pecho.
Parece frágil, y por primera vez, realmente veo las profundidades de lo
dañada que esta.

Subo el volumen de la radio y no la miro hasta que me detengo fuera de


mi apartamento. Salgo del auto, pero no se mueve. Suspiro mientras
camino y abro su puerta.

Y, por supuesto, ahora no me mirará. —¿Evie? —Nada.

Por el amor de Dios. Me inclino y le quito el cinturón de seguridad.


Todavía está enloquecida consigo misma, y le tomo las muñecas, le
aparto los brazos de las piernas.

—¡No! —Grita.

No tengo tiempo ni paciencia para su mierda ahora mismo. Un hombre


mejor podría tenerlo, pero no soy un hombre mejor. Soy un bastardo.
La arrastro por la fuerza fuera del auto, tirándola hacia un lado. —Esto
puede ser fácil, cariño, o... —Empieza a atacar salvajemente—. Por las
malas será. —Cierro la puerta del auto y hago clic en el seguro.
Las lágrimas ruedan por su cara mientras intenta alejarse de mí. —Por
favor, —ruega.

Me agacho y la agarro por detrás de sus muslos, tirándola por encima de


mi hombro. Grita como una maldita banshee, retorciéndose y
golpeándome la espalda.

—No me mates. No quiero ir al río Hudson. ¡Por favor! —Sus puños me


golpean la espalda y sigo caminando hacia el ascensor. Una vez que
estoy dentro, aprieto el botón de mi piso. Las puertas se cierran, y todo
lo que oigo son sus fuertes sollozos—. Por favor, no me mates, —susurra
de nuevo.

Pongo los ojos en blanco. —No voy a matarte, Evie. Mierda, eres tú la
que anda por ahí como un asesino en serie.

El ascensor se detiene y las puertas se abren. Tan pronto como estamos


dentro de mi apartamento me relajo. Puede perder su mierda todo lo que
quiera aquí. La dejo caer en el sofá y cae en forma desparramada. Me
aparto y tomo la botella de whisky de la cocina, tomando un fuerte trago
directamente de la botella.

—¿Me odias? —Se limpia las lágrimas de sus mejillas.

Tomo otro trago de whisky. —No, —suspiro—. Matas gente. Mato gente.
Las cosas pasan. El mundo sigue girando.

—Matas gente, Ezra. —Me mira fijamente, todavía agarrando su


crucifijo —. Mato a gente mala.

Entrecierro los ojos y la señalo. —Pero no me descubren. No los dejo en


el asiento trasero de un maldito auto, y estoy seguro que no mato a
cuatro malditos tipos en el mismo lugar en un jodido período de dos
semanas. —Me acerco, sobresaliendo sobre el sofá donde está sentada—.
Irás a la cárcel, Evie, y luego a una sala de psiquiatría porque, de
acuerdo a la ley, matar para Dios no es una razón legítima para hacer
una matanza.

Su cara se pone blanca y traga. — ¿Todavía crees que tengo sabor a


cielo?

Arrastro mi mano por el cabello, listo para arrancarlo. Ya ni siquiera sé


qué hacer con ella. —Evie, qué...—El timbre de la puerta principal suena
y aprovecho la oportunidad para irme antes de que pierda mi mierda.

Evie es adictiva, y algo en ella me tiene agarrado de las pelotas, pero


está loca, demonios, quizás es porque está loca que la quiero tanto. En
mi mundo, vivo al límite. Estar con Evie es como estar constantemente
caminando en una cuerda floja, siendo su dueño, mientras que
constantemente me pregunto cuándo se va a romper, cuándo la voy a
empujar demasiado. Estoy esperando el día en que intente matarme, y
cuando llegue ese día la golpearé hasta que sangre, me la follaré hasta
que me llore un puto río.

Tiro de la puerta y el joven que está al otro lado de la puerta salta hacia
atrás, con los ojos muy abiertos. Me pone un ramo de rosas blancas en
la cara y prácticamente huye. Hay una pequeña tarjeta dirigida a Evie en
medio de las flores. Doy un portazo y vuelvo a entrar en el apartamento.

—¿Quién demonios te envía flores? —Las dejo en la mesa, ofendido por


el jodido hijo de puta que le compró las malditas flores—. ¿Y por qué los
envían a mi casa? —Abro el sobre y leo las dos líneas cortas.

Evie,
Ezra no puede protegerte para siempre. Espero con ansias nuestro
tiempo juntos.

Zee.

Voy a matarlo. No me importa lo que crea que tiene o no. Voy a


destrozarle una maldita extremidad a la vez. Y luego le meteré mi arma
por el culo y lo violaré con ella antes de apretar el gatillo.

Agarro el jarrón de flores y lo lanzo a la pared. Dave salta de su cama y


salta al sofá al lado de Evie, acobardándose a su lado.

Evie agarra a Dave y lo lleva a su regazo. —Quién...

—De ahora en adelante, no te pierdas de mi vista a menos que te lo


diga. No más de esta mierda de escabullirse, Evie. —La señalo—. Y juro
por tu maldito Dios que si me desobedeces, te dejaré en ese club,
encadenada a esa cruz, y dejaré que realmente te pongas en contacto
con tu religión. —Tiro la tarjeta en el sofá a su lado, y la recoge, con sus
pequeñas manos temblando mientras lee las palabras.

—No quiero quedarme contigo. No me gustas así, —susurra.

Me inclino, ahuecando su cara firmemente y arrastrando mi pulgar por la


esquina de su labio, manchándolo con su lápiz labial. —¿Quién es tu
dueño, Evie? —Pregunto.

—Tú sí...

—¿Y quién te protege, Evie?


Sus ojos se fijan en los míos, las lágrimas brotan en su interior. —Tú lo
haces.

Coloco mi mano en su cabello, moviendo su cabeza hacia atrás y


acercando su cara a la mía. Golpeo mis labios contra los suyos,
acariciando el lado de su garganta con mi mano libre. —Sí. —Murmuro
contra sus labios.
Capítulo 37
Evie

Ezra ya no está enfadado conmigo. Le prometí que sería una buena


chica, y creo que me cree. Lo sigo mientras se dirige hacia la puerta,
guardando el arma en la cintura. No quiero que me deje.

—Quédate aquí. —Ezra me mira fijamente—. Volveré en una hora. Tengo


mi teléfono, tú tienes a Dave, Jonny está afuera. Cierra la puerta.

—Por favor, no me dejes.

Suspira y arrastra su mano por la cara. —Evie, no puedo llevarte


conmigo a esto, y seguro que no irás al club. Enseguida vuelvo. —Abre la
puerta y me dirige una última mirada—. No te vayas, maldición. —La
puerta se cierra de golpe—. Ciérrala. Ahora, —grita desde el otro lado.

Rápidamente empujo el cerrojo en su lugar y vuelvo a mirar a Dave que


está acostado en su cama y me mira fijamente. Me caigo de espaldas en
el sofá, y Dave salta a mi lado, descansando su cabeza en mi regazo.

—¿Qué hacemos ahora? —Pregunto y su cola se mueve lentamente.


Enciendo la televisión y espero. Una hora y media después, Ezra todavía
no llegado. No puedo evitarlo, pero creo que había una razón por la que
no quería que fuera con él. Uno que no me gustaría. ¿Y si me está
mintiendo? Una abrumadora necesidad de saber qué está haciendo me
consume. Es martes. Miro mi reloj. Son las cinco en punto. Todos los
martes a las cinco de la tarde va al Starbucks local y pide un latte,
mientras espera para encontrar a alguien. Miro a la puerta y sé que no
debería irme. Quiere que creas sus mentiras, pequeña asesina. Tengo
que saber qué está haciendo, y por qué no pude acompañarlo.

—¿Quieres dar un paseo? —Pregunto, empujando a Dave lejos de mí. Me


rodea, saltando y ladrando, su cola enloqueciendo. Le pongo la correa y
nos vamos del apartamento.

Los trabajadores de la ciudad están removiendo la capa de nieve fresca


de la acera. Dave se queja cuando su pata se hunde en la nieve húmeda.
Tiré de la correa y lo obligué a caminar. No soy estúpida, veo al tipo salir
del Audi negro estacionado al otro lado de la calle. Siento que me sigue.
Sé que se lo dirá a Ezra, pero sólo estoy paseando al perro.

Cuanto más nos acercamos a Starbucks, más fuerte me late el corazón.


Hay algo romántico en verlo cuando no sabe que lo hago. Reduzco mi
ritmo y me detengo en la esquina de la ventana. Desde aquí puedo ver la
mesa en la que siempre se sienta Ezra. Está mirando su teléfono, con
una mano en su vaso. Mis labios se enroscan en una sonrisa, pero luego
el fuego me envuelve. Esa pelirroja, Jen, acaba de sentarse en su mesa.
Cruza las piernas, su vestido gris sobre sus muslos. Ezra la mira y
arquea la frente antes de volver a mirar su teléfono.

Dave tira de la correa, quejándose. — ¡Basta! —Siseo.


Veo a Jen pasar sus sucias manos de puta sobre su brazo. Quiero
cortarle los dedos.

Lanza sus sueltos y rojos rizos detrás de su hombro y se ríe. Y quiero


meterle un trapo sucio por la garganta hasta que se muera.

Dave gruñe, tirando más fuerte de la correa y estoy tentada a dejar ir al


maldito perro. Ezra sonríe ante algo que dice. Nunca me sonríe así. La
ama. Y yo lo amo. Y todo lo que hace es poseerme. Quiero que me ame
a mí, no a ella. Jen se levanta y camina hacia Ezra, se inclina hacia abajo
y le da un beso en la mejilla. La mataré. Se la folló contra esa ventana,
la ventana contra la que nunca me ha follado. Enterró su polla muy
dentro de su cuerpo. La hizo suya. Y todavía la quiere a pesar de que me
salvó. Soy su pecadora, pero ella es su pecado. Debes matarlo, Evelyn.
Es un mentiroso. Un consumidor. Se ha interpuesto entre tú y tu trabajo.
Dale paz a Hannah. Mátalo. No quiero matarlo. Lo amo. ¿A quién amas
más, a Dios o a Ezra? Mátalo.

Siento que las lágrimas me arden en los ojos mientras doy vuelta y me
abro paso a través de la acera llena de gente. Dave trota delante de mí,
moviendo la cola. Me siento culpable porque el pobre Dave se va a
quedar sin amo. Tendré que quedármelo, sería lo correcto, y entonces
podré tener un trozo de Ezra conmigo.

—Por favor, no me obligues a matarlo. Lo amo, —suplico en voz baja


cuando llego a su edificio de apartamentos.

El amor es un pecado. Ezra es mío. La forma en que ella presionó sus


labios de zorra contra su mejilla, no la alejó. Sonrió porque la quiere
desnuda y presionada contra su ventana, no a mí. Mi corazón está
enojado y tamborilea contra mis costillas mientras más pienso en eso. Mi
mente es un revoltijo de mentiras y traiciones, rabia y confusión. Pensé
que era el diablo, pensé que era un dios, y ahora creo que no es más que
un hombre sucio y sin valor. Un pervertido. La clase de hombre que mato
porque es mi trabajo. Debo recordar mi trabajo... Me hizo creer que mi
religión no tenía sentido. Me hizo cuestionar mis motivos. Puede que lo
ame, pero debo matarlo.

Mientras subo las escaleras de su apartamento, las lágrimas caen por mi


cara. No quiero matarlo, pero no tengo elección. Voy a hacer lo que
debería haber hecho hace mucho tiempo. Dejé entrar al diablo y pequé.
He pecado. He pecado... pero ahora lo arreglaré.

Tan pronto como entro en el apartamento, Dave sacude la nieve de su


cuerpo y salta al sofá.

—Lo siento Dave, —susurro mientras voy a la cómoda y abro mi caja de


maquillaje. Extraigo mi base de maquillaje, pinto cuidadosamente mi
cara, cubriendo cada mancha, cada imperfección con cada trazo.
Sumerjo mi pincel en la sombra de ojos de color carbón, y la paso por
encima de mis párpados. Me tomo mi tiempo dibujando una línea
perfecta alrededor de mis ojos con el delineador negro, asegurándome
de cubrir mis pestañas con una capa gruesa de rímel, y finalmente, antes
de salir de la habitación, cubro mis labios con lápiz labial rojo sangre.
Parezco una muñeca de porcelana, algo rompible y valioso. Y eso es lo
que quiere Ezra. Las apariencias no significan nada. El diablo era un
ángel, un ángel hermoso, y condenó a toda la humanidad al infierno.

Dave ha estado paseando y lloriqueando desde que volvimos. Estoy


segura de que él puede oír a mi pequeño demonio, y está enfadado.

—Perdóname por extraviarme, —susurro mientras deslizo la tapa del


whisky y saco el pequeño frasco de mi bolso—. Perdóname por dejar que
ese hombre profane mi cuerpo. Perdóname por creer sus mentiras.
Vierto un poco de hielo en un vaso y luego el whisky sobre él, viendo el
líquido dorado entre los cubos, escuchando la grieta del hielo bajo su
calor. Tomando la pequeña botella, abro la tapa y vierto el polvo en la
bebida, mi estómago anudado mientras observo cómo se disipa el
veneno. No quiero hacer esto. Guardo la botella vacía en mi bolso. —Y
perdona a Ezra por los pecados que ha cometido. Amén.

Esa última me dolió...

Miro por la ventana y lo veo venir hacia la entrada del edificio. Empiezo a
contar en mi cabeza. Uno. Dos. Tres... Me coloco en el mostrador de la
cocina, cruzando las piernas. Once. Doce. Trece. Mi corazón golpea
contra mi pecho, mis entrañas se ponen nerviosas con anticipación.
Sacudo el cabello y me ajusto el escote, antes de inclinarme hacia atrás.
Pongo una mano sobre el granito frío mientras sostengo la bebida de
Ezra en la otra mano, y espero. Cuarenta y cinco, cuarenta y seis,
cuarenta y siete. Los segundos parecen una tortura, y una parte de mí se
pregunta si soy lo suficientemente fuerte para hacer esto. Miro la bebida,
tentada de tirarla por el fregadero. No lo hagas, Evelyn.

Cuento los ciento veinte segundos en extrema agonía mientras espero a


que venga a mí, a su pequeña asesina. Oigo el tintineo de sus llaves, el
cerrojo hace clic y las bisagras de la puerta crujen al abrirla.

Entra en la cocina y se detiene cuando me ve sentada en el mostrador de


su cocina a la vista. La belleza hace a todos los hombres débiles, incluso
a los dioses. Sus ojos se entrecierran sobre mí, y tira sus llaves sobre el
mostrador.

—¿Qué estás haciendo, Evie?


—Esperando por ti. —Sonrío—. ¿Por qué tardaste tanto? —Pregunto,
sonriendo más ampliamente. La imagen de él sonriendo a Jen se repite
en mi cabeza, y todo lo que quiero hacer es verter esta maldita bebida
en su garganta y verlo jadear por su último aliento. Paciencia, Evelyn.

Me agarra de la barbilla, arrastrando su pulgar sobre mi labio inferior


como siempre. —¿Qué te he dicho sobre hacer preguntas, pequeña
asesina?

Sostengo la bebida, el hielo chocando contra el vaso. —Te serví un trago.


—Mi pulso golpea mis venas porque sé que si se da cuenta de lo que
estoy haciendo, me golpeará, me follará y me matará. Si se entera,
estaré flotando en el río Hudson al amanecer.

Su mirada se fija en la mía y me clava en su lugar. Mueve la cabeza


hacia un lado mientras una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. —
Qué amable de tu parte.

Ezra se acerca, quitándome el vaso de la mano. Su mirada es


inquebrantable, y se estrecha acusadoramente sobre mí, sus ojos
parpadeando.

No puedo respirar.

Se acerca, agarra mi muslo. Me descruza la pierna y empuja la otra hacia


un lado mientras se coloca entre mis muslos. El calor de su cuerpo se
extiende sobre mi piel desnuda, y casi me arrepiento de lo que estoy a
punto de hacer porque extrañaré esto. Sus dedos se clavan en mi piel
mientras se lleva el vaso a los labios. Mi corazón palpita en mi pecho y
mis manos tiemblan. Un gran trago, eso es todo lo que se necesita, y
este baile con el diablo habrá terminado. Seré libre de mi pecado, limpia
a los ojos de Dios.
El vaso toca sus labios y luego se detiene y se ríe. Sostiene el vaso hacia
mí, presionando el borde frío contra mi labio inferior. Trago con fuerza,
manteniendo los labios fruncidos mientras empuja el vaso más fuerte
contra mi boca. Mis ojos se fijan en los suyos, mi pulso ahora amenaza
con romperme las arterias. Su mano sale disparada y me agarra la
mandíbula.

—Bébelo, —levanta las cejas—, pequeña asesina.

Le aparto la mirada. Quiero llorar porque lo sabe, y voy a ir al río Hudson


esta noche. El sudor me recorre la piel. Me asusto cuando miro a la
puerta, tratando de idear un plan para llegar a ella. Sé que Ezra nunca
me dejará salir viva de esta casa.

—Bebe. Eso. —Su agarre sobre mi mandíbula se tensa y me sacude la


cara—. ¡Bébelo! —gruñe, sus ojos girando con nubes de tormenta, la fría
amenaza de muerte que pasa dentro de ellos.

El vaso cae de su mano y se estrella en el suelo, rompiéndose en todas


direcciones. Intento saltar del mostrador, pero me atrapa con su brazo y
me empuja contra su pecho duro. Todo lo que puedo imaginar es que
tome un fragmento de ese vaso y me corte el cuello, o tal vez saque el
arma de la cintura de sus vaqueros y me meta una bala en la cabeza. Va
a enrollar mi cuerpo en sus sábanas, las sábanas donde se follo a esa
zorra pelirroja, envolverá mi cadáver en eso y me pondrá en su
maletero. Conducirá por el puente y luego me arrojará al río, mirando
con una sonrisa enferma en su cara mientras las oscuras profundidades
me tragan entera. Y me iré al infierno porque aún no he sido absuelta de
mis pecados. El miedo que palpita a través de mí me está mareando y
provocando náuseas.
Una mueca se forma en su cara mientras levanta mi cabello con una
mano, y coloca su otra mano sobre mi hombro. Sus ojos enojados se
fijan en los míos, y me aprieta tan fuerte que me doblo bajo la presión.
Golpea mis piernas con su pie, y caigo con fuerza. Por instinto, intento
sostenerme con las palmas de mis manos, y éstas se golpean contra el
suelo de la cocina. Evito que mi barbilla se estrelle contra el suelo, pero
los fragmentos de vidrio me cortan mis palmas. El suelo está lleno de
whisky envenenado, y cuando trato de alejarme, mis manos se deslizan
por debajo de mí. Ezra está a horcajadas sobre mi espalda, con todo su
peso presionándome. Siento que mi cabello se tuerce mientras se lo
envuelve alrededor de la muñeca y, por supuesto, lo tira antes de
empujar mi cara hacia abajo contra el piso mojado. Me está frotando la
cara contra el suelo como si fuera un perro que ha ensuciado la
alfombra, y siento que cada pedacito de vidrio se rompe contra mi piel.
Te va a volver fea, Evelyn. Te va a marcar para que no vuelvas a ser una
tentación. Y espero que me deje cicatrices. Espero que me haga fea. Ezra
me aplasta más fuerte la cara contra el piso mojado, y el vidrio cruje
bajo mi mejilla.

Cada aliento pesado que suelta me golpea en la nuca. Sus labios cálidos
y suaves rozan mi cuello, y lo besa, haciendo que escalofríos me cubran
la piel.

—Lámelo, cariño, —dice dulcemente en mi oído, retorciendo mi cara para


forzar mis labios hacia el suelo mojado.

Intento apartarlo de mí. Grito, lloro, me agito debajo de él. Saboreo el


whisky en mis labios, el whisky envenenado destinado a quitarle la vida y
que ahora se llevará la mía.

—Lame. Eso, —ordena y vuelve a empujar mi boca contra el suelo.


El alcohol me quema los cortes irregulares en la mejilla. Sé que el
veneno se está filtrando en mi torrente sanguíneo y siento que mi
estómago se revuelve. Mi pulso se dispara en los oídos y mi cuerpo
tiembla. Moriré en cuestión de quince minutos, estaré muerta. Y aunque
algunas personas puedan encontrar paz en los momentos previos a su
muerte, no puedo porque no hay paz en la muerte cuando sabes que vas
al infierno.

Siento a Ezra inclinarse junto a mi cara. —Desafiante hasta el final, Evie.


—Acaricia suavemente mi mejilla—. Prácticamente puedo saborear tu
miedo, —susurra contra un lado de mi garganta. Su peso se quita y oigo
el tintineo de su hebilla, seguido por el crujido de su ropa. Cuando el
calor de su cuerpo desnudo me presiona, sonrío. De una manera
enfermiza me reconforta saber que no moriré sola. Pero más que eso, lo
asumo con beneplácito porque incluso en la muerte, soy suya.
Capítulo 38
Ezra

Deslizo mi mano libre sobre su mejilla cortada y luego paso mis dedos
ensangrentados por sus labios. —Mira lo que me hiciste hacer.—Susurro.
Su rostro perfecto quedará marcado, su piel blanca estará para siempre
manchada por sus propios errores, su propia estupidez.

La agarro por la nuca, le aprieto la cara contra el suelo y se queja. El


veneno se está filtrando en su torrente sanguíneo, paralizando su cuerpo
lentamente. Es tan hermosamente irónico que el mismo veneno con el
que trató de matarme está ahora ardiendo por sus venas. Puedo sentir el
miedo en los latidos de su corazón tembloroso. Puedo oírlo en sus
respiraciones erráticas. Y no hay miedo más puro que el temor a la
muerte. Su desafío me excita casi tanto como su miedo.

—Has sido una chica mala, Evie. —Agarro mi polla con mi mano libre,
acariciando su longitud—. ¿Y qué pasa con las chicas malas? —Le digo
con un siseo, tirando de su vestido tan fuerte que oigo la costura
romperse.

Intenta levantar la cabeza, pero la obligo a retroceder.

—Son castigadas, —se ahoga entre lágrimas.


Beso suavemente su mejilla. —Voy a hacerte daño, Evie. —Respiro
contra su piel—. Voy a follarte mientras te lastimo, y llorarás por mí,
pequeña asesina. —Veo el pulso en su cuello lento por el veneno que le
desgarra las venas—. ¿Olvidaste de quién eres, cariño? —Le ahueco el
trasero y le agarro la ropa interior de encaje, se la arranco de su cuerpo.

Apenas jadea. —No.

Sonrío, arrastrando mi mano entre sus piernas y presionando con un


dedo su coño mojado. Está mojada porque le gusta, le gusta esto, ser
poseída y castigada por sus pecados.

—Entonces dime, ¿por qué intentarías matarme? —Presiono otro dedo en


su interior y veo su mandíbula tensa mientras su coño me aprieta. Ya no
pelea conmigo.

—Te vi con ella, —dice con voz borrosa. Meto los dedos más fuertes y
gime—. Sé que quieres follártela.

Sonrío porque sé que me vio. Jonny me llamó, me dijo que estaba


parada justo afuera de la cafetería. Me encanta ponerla celosa con Jen;
sus celos me excitan. Que intente matarme me excita aún más.

Riendo, me inclino hacia su cuerpo y trazo su oreja con mi lengua.


—Tienes razón. Quiero follarla —. Se mueve por debajo de mí, y aprieto
mis dedos más profundo en su interior. —Pero a ella no quiero poseerla.
—Aparto la mano, la agarro de la cadera y levanto su culo. Sus celos, esa
sensación de posesión… Me muerdo el labio mientras mi polla exige que
la penetre, la estrangule, la folle al ritmo de los latidos de su propio
corazón aterrorizado.
Las astillas de vidrio se clavan en mis rodillas mientras me elevo por
encima de su cuerpo, pero el dolor sólo me impulsa. Suelto su cuello y
agarro mi polla, guiándome a la entrada de su coño apretado y caliente,
golpeando profundamente dentro. Echo la cabeza hacia atrás con un
gemido. Nada se siente tan bien como ella. Puedo sentir el pánico abrirse
paso a través de su cuerpo mientras su vida amenaza con abandonarla.
A pesar de que su corazón se ralentiza y su fuerza disminuye, todavía
está mojada para mí porque sabe que soy su dueño, en cuerpo y alma.

Miro fijamente la parte posterior de su cabeza, su piel pálida, su pelo


oscuro enredado en mis dedos y si pudiera, creo que la amaría, porque
en toda su jodida gloria ella es perfecta. La empujo más fuerte, forzando
pequeños jadeos entrecortados de su garganta. No hace ningún intento
de levantar su cara del suelo, pero sus dedos tratan desesperadamente
de sujetarse en el suelo resbaladizo. Su fuerza comienza a fallarle y su
cuerpo se hunde dentro de mi agarre. Entierro mis dedos en sus caderas
y vuelvo a levantar su culo.

—Dilo. ¿Quién demonios es tu dueño, Evie? —Mi pulso está martilleando


por mis venas como un tren de carga. Esto no es deseo o lujuria; es
necesidad. Necesito oírla decirlo. Ahora mismo.

—Tú... —jadea. —Eres... —Jadeo.

La golpeo más fuerte, más brutalmente, y gime. Ese maldito sonido me


pone al límite, y me corro, y sigo follándomela implacablemente. Me la
follo hasta que sus extremidades se debilitan por completo y ella se
desmaya.

Siempre supe que intentaría matarme en algún momento. No puede


evitarlo. La muerte es como una adicción para ella, y ahora conoce su
sabor.
Capítulo 39
Evie

No puedes culparlo. Intentaste matarlo, Evelyn.

Merecemos algunas cosas, y merezco esto. La muerte es el castigo final,


y parece apropiado que Ezra sea el que me acabe. Puedo sentir mi
corazón luchar. Golpea, golpea, pausa... golpea, golpea, golpea, golpea,
pausa... Me tiemblan los dedos. Los colores que me rodean se juntan, y
un ruido fuerte como una cascada inunda mis oídos mientras mi presión
arterial cae en picada. Siento que la muerte me agarra, son garras frías
clavándose en mis talones preparándome para arrastrarme hasta el
infierno.

El calor del cuerpo de Ezra desaparece, y el frío me envuelve como una


manta espinosa. Todo lo que quiero es que vuelva a mí, envolviéndome
con su calor. No quiero morir sola en este piso. El latido de mi corazón
resuena en mis oídos. Mis pulmones se aprietan, ardiendo a medida que
vacilan. Cierro los ojos y abrazo la oscuridad que me llama. Evelyn, mi
niña. No temas a la oscuridad. Y me equivoqué, hay paz en la muerte.
Hay una paz fría, oscura y solitaria que sólo se encuentra en tu último
aliento.
La nada es arrancada por un fuego cegador que se cuela por mis venas.
Me temo que son las llamas del infierno que devoran mi alma. Entonces,
la oscuridad es ahuyentada por una luz blanca que rasga el borde de mi
visión. Me zumban los oídos. Mis ojos son pesados. Hay luz, dolor y
calor. Y en este momento de la vida, en esta oportunidad de renacer, me
doy cuenta de que la muerte es paz y consuelo, y la vida es el infierno.
La muerte no es un castigo, la vida lo es.

El agua caliente me rodea la cintura y me baja por el cuello. Oigo el


suave zumbido de “Knocking on Heaven's Door” en mi oído. Jadeando,
me siento en posición vertical, y salpico agua sobre el borde de la
bañera. Una mano me quita el cabello húmedo de la cara. Miro
levantando un poco la cabeza y ahí está, mi Ezra.

Sonríe, se inclina en la bañera y pasa un dedo por mis labios. —Rozaste


la muerte, pequeña asesina. —Inclinándose más cerca de mi cuello,
susurra contra mi oído—. Pero tú eres mía, y ni siquiera el diablo puede
tenerte.

Mis ojos se cierran y trago con fuerza. Soy de él. Para siempre suya. Me
salvó cuando pudo haberme matado, porque soy suya. Es mi Dios,
porque el diablo nunca salvaría a uno de los hijos de Dios. Estaba
equivocada. Ezra fue hecho para mí. Es la fuerza que me falta; la
seguridad que siempre he deseado. Es pecado, y soy su pecadora.

—Soy tuya, —susurro, poniendo mi cabeza contra su pecho para mirarle


fijamente.

—Y aun así, tratas de matarme. —Arquea una ceja.

—Estabas con ella. Le sonreíste.


Me agarra por la barbilla, frotando su pulgar sobre mi piel. —¿Estabas
celosa, pequeña asesina? —Pregunta, y puedo oír la sonrisa en su voz.

—Sí.

—¿Me imaginaste follándomela?

—Sí. —Entrecierro los ojos y aprieto los dientes—. Una y otra y otra
vez... —No puedo quitarme de la cabeza la imagen de Ezra presionando
a la pelirroja contra la ventana. La odio. No quiero matar a Ezra, pero a
ella si quiero matarla.

—Bien. —Sonríe, rozando sus labios contra los míos—. Porque cuando la
vi hoy, me la imaginé follándomela, —se inclinó, mordiéndome el lóbulo
de mi oreja—, y una y otra vez.

Odio su crueldad casi tanto como la necesito. Lo empujo y me pongo de


pie. El movimiento repentino hace que el agua salpique por todas partes.
Mi cabeza todavía está atontada y pierdo el equilibrio, apoyándome en la
pared. Lentamente, se pone de pie y me alcanza, pero me alejo. A pesar
de mi cabeza girando, me las arreglo para salir de la bañera, casi
pisando la jeringa y los frascos que yacen en el suelo. Me quedo mirando
los recipientes de vidrio vacíos, ahora completamente consciente de que
sabía que intentaría matarlo. Lo había planeado, tenía la maldita
anécdota. Y cuando intenté matarlo, decidió mostrarme cómo era la
muerte. Quería mostrarme lo mucho que le pertenezco. Gruño, agarro
una toalla y me envuelvo mientras salgo tambaleándome del baño.

—Evie... —Ezra se ríe.

—¡Te odio, Ezra! —grito.


Y lo hago. Lo odio, y lo amo. Lo desprecio. Lo necesito. Sé que me
arruinará, pero sé que me salvará porque es mi absolución. Me apoyo en
la pared y mis piernas se doblan debajo de mí. Sus pesados pasos
suenan en el pasillo, y trato de forzar mis pies a moverse, pero tropiezo.
Me atrapa, me agarra por las caderas y arrastra mi cuerpo contra el
suyo.

Su aliento caliente toca mi cuello. Me relajo en su cuerpo, y las lágrimas


corren por mis mejillas. Me he enredado tanto en esta red de pecado,
maldad e infierno que nunca saldré. Lo amo aunque no debería.

—Podría haberte dejado morir. —Me besa en un lado de la garganta—.


Pero no lo hice, —dice justo antes de que sus dientes se hundan en mi
piel.

Esas palabras penetran y me ahogo con el sollozo que sube por mi


garganta. Me doblo y Ezra me obliga a volver a levantarme. Estaba
destrozada antes, pero él me destrozó a mí. Pensé que seguramente no
quedaban pedazos de mi alma hecha jirones para destrozar, pero me
destrozó. Me prometió que lloraría por él, y tenía razón. El dolor
emocional que está retorciendo dentro de mi pecho como un cuchillo
afilado es mucho peor que cualquier dolor físico que pudiera infligir. Me
despoja de todo. El amor es debilidad. Y Ezra lo sabe.

Sus dientes dejan mi cuello y me hace girar para enfrentarlo. —Soy


dueño de cada pulgada depravada de ti. —Me agarra de la mandíbula,
con los ojos entrecerrados—. ¿Lo entiendes?

Asiento, y trago. —Sí, —digo en voz baja.

—Quiero follarme a Jen. No quiero poseerla. No la necesito. —Su mano


cae de mi mandíbula y sus dedos lentamente abren mi toalla.
Veo como bebe de mi cuerpo desnudo, y en este momento creo que me
está adorando. Me mira como si fuera algo raro, precioso y sagrado. Y de
repente, me pregunto si quiere amarme. Sus dedos se deslizan a lo largo
de la curva de mi cintura mientras sus ojos se deslizan lentamente sobre
mi cuerpo.

No pude evitarlo. —¿Me


¿Me amas, Ezra? —Pregunto.

Sus ojos parpadean y da un paso, luego otro, apoyándome contra la


pared. —No, —susurra
susurra mientras su mano se desliza entre mis pechos
hasta mi garganta. Sus dedos aprietan mientras me muerde el hombro.

Me toma de nuevo, me reclama, me muestra cómo me posee, cómo yo


nunca lo poseeré.

No quiere amar a esa pelirroja, pero quiere follársela. Y quiero matarla


por eso.

Ezra está en la ducha y estoy sentada en su cama, mirando su teléfono.


Oigo que el agua se cierra y rápidamente lo saco de la cómoda y lo tiro
debajo de la cama. Dave va corriendo por debajo del estribo, meneando
la cola.
—¡No, perro malo! —Silbo en voz baja cuando empuja el teléfono desde
debajo de la cama. Se escabulle de la cama, metiendo la cola entre las
piernas mientras paso.

Apago el timbre mientras miro alrededor del apartamento de Ezra,


tratando de encontrar un lugar que nunca pensará en mirar para
esconder su teléfono. Tan pronto como salgo a la sala de estar, mi
mirada se desvía hacia la cocina y aterriza en la parte superior de los
armarios. Me apresuro a subirme al mostrador y colocar el teléfono lo
más atrás posible. Me bajo cuando oigo la puerta del dormitorio abrirse,
rápidamente abro el refrigerador y finjo que estoy buscando algo para
comer.

—Tengo que salir, —dice—. Quédate aquí.

Me quedaré aquí. No me voy a ir. Lo veo regresar a su cuarto y vestirse.


Maldice cuando no puede encontrar su teléfono. Veo cómo destroza su
habitación buscándolo. Cuando vuelve a salir, me mira fijamente
mientras alcanza sus llaves del mostrador. Abre un par de cajones y
luego vuelve al dormitorio. —Evie, ¿has visto mi teléfono? —Grita.

Trago. —No. —Mi corazón late con fuerza en mis oídos. No quiero
mentirle, pero es lo mejor. No puedo permitir que las cosas se
interpongan entre nosotros, ¿verdad?

—Mierda. Te lo juro Dave, si te has comido otro teléfono... —Señala a


Dave y luego se dirige a la puerta, cerrándola de un portazo detrás de él.

Tan pronto como se va, me acerco al mostrador y busco el teléfono en la


parte superior de los gabinetes. Lo siento bajo la palma de mi mano y lo
agarro, saltando sobre el mostrador. Me apoyo contra la pared mientras
recorro su lista de contactos hasta que veo su nombre. Odio que todavía
tenga su número aquí. Sólo lo tiene porque quiere follársela. Mis dedos
se cierran en un puño y mi mirada se estrecha en su nombre. Reviso
todos sus mensajes. Quiero follarte. Otro mensaje, Quiero follarte. Luego
otro, Quiero follarte. ¿Alrededor de las 4 de la mañana? Y otro, Necesito
follarte. Mi estómago hace un nudo porque me dijo que no la necesitaba,
pero el texto que le envió hace dos meses, probablemente la noche que
lo vi golpeándola contra el vidrio, dijo que sí la necesitaba. La ira sangra
a través de mí mientras escribo un texto con rabia.

Quiero follarte. Ahora. Ven a las siete.

Ni siquiera he colgado el teléfono antes de que suene. Con mucho gusto.

El calor se extiende por mi cara. Esa puta asquerosa y desesperada. Me


vio limpiar su pecado de mi boca, y todavía está ansiosa por follarlo. A
ella no le importa que sea suya.

Tengo una sorpresa para ti cuando llegues a mi apartamento. Le escribo.

DING. No puedo esperar, Ez. <3

Tiro el teléfono al otro lado de la habitación y oigo los pasos de Dave


corriendo por la madera dura. Unos segundos después, lo siento empujar
mi pierna. Miro hacia abajo y me observa fijamente, con la cola en
movimiento.

—Es nuestro, Dave. Tenemos que matarla para asegurarnos de que siga
siendo nuestro.

Ladra. Sabe que no soy una mala persona.


Cuando abro la puerta, los ojos de Jen se abren de par en par justo
antes de la exploración sobre mi cuerpo.

—Jen, ¿verdad? —Digo,


Digo, sonriendo. Son las 6:45, una perra ambiciosa. Ya
quiero estrangularla. Una de sus cejas perfectamente esculpidas se
mueve. —¿Dónde
¿Dónde está Ezra?

—Oh, —trago
trago fuerte porque quiero romperle el cuello ahora mismo
mismo—.
Ezra quería que te dijera que está un poco atrasado. —Abro — más la
puerta y Jenn entra, sus ojos nunca dejan los míos. La puerta se c
cierra de
golpe. Sé que no debería matarla porque no es una mala persona, pero
quiere lo que es mío. Mi corazón late fuerte en mi pecho al pensar en ver
sus ojos girar hacia atrás en su cabeza. Me dirijo a la cocina y tomo las
dos bebidas del mostrador. Al entregarle una, le pregunto —¿No te ha
hablado Ezra del arreglo?

—No. —Me
Me mira con cautela mientras toma la bebida.

Me acerco, pasando mi dedo por encima de su mejilla. —EzraEzra me quiere,


—susurro y se aleja
leja de mí. Me acerco más, el aroma floral de Coco
Mademoiselle flotando hasta mi nariz
nariz—.. Y te quiere a ti. —La veo
tragar—.. Y quiere vernos junt
juntas.
s. Entonces follarnos juntas. —Veo que su
pulso se acelera—. Y quiero follarte, y luego ver cómo él te folla. —Le
doy un suave beso en el cuello. Cuando me alejo para mirarla, se pone
nerviosa y baja la bebida—. Me dijo lo bien que se siente tu coño, Jen. Le
gusta.

—Soy muy consciente, —dice.

Pasé mis dedos por su brazo, presionando otro beso en su garganta. —


¿Jugarás con nosotros? ¿Me follarás por Ezra?

Usando el pulgar y el índice, se limpia la boca. —Haría cualquier cosa por


él. —Me mira fijamente, desafiándome mientras sonríe. Puede pensar
que haría cualquier cosa, pero mataría por él.

Le da a la bebida un buen trago y lo termina. Tomo el vaso vacío y lo


pongo sobre el mostrador antes de tomar su mano, llevándola a mis
labios y chupando su dedo. —Creo que sería una buena sorpresa si
seguimos adelante y empezamos antes de que llegue. ¿No es así?

La llevé de vuelta al dormitorio, mi piel zumbando de emoción. Me


vuelvo a mirarla, inmediatamente me quito la bata y expongo mi cuerpo
desnudo. Jen sonríe y camina hacia mí, su mirada recorriendo mi cuerpo.
Hay una chispa de emoción en sus ojos, probablemente con la idea de
complacer a Ezra. Lo compartiría felizmente para complacerlo, pero
nunca lo compartiría. Soy suya. Él es mío. Lo amo. Ella simplemente lo
codicia.

Le paso un dedo con provocación por el brazo antes de agarrar las tiras
de su vestido y hacerlas caer por su cuerpo. Jadea mientras el material
cae de su pecho, exponiendo el sostén de encaje que está forzando sus
tetas falsas debajo de su barbilla. —¿Has estado alguna vez con otra
mujer? —Le pregunto.
—Sólo para Ezra. —Sonríe, mordiéndose el labio. La rabia se enciende
dentro de mí. Hay tantas cosas que ella ha hecho por él que no he
hecho, y la odio.

—Desnúdate para mí, —digo, sonriendo seductoramente. No quiero


simplemente matarla, quiero tenerla, de la misma manera que tengo a
toda la gente malvada que mato. Necesita adorarme. Debe ver la luz
antes de caer en las profundidades del infierno.

Lentamente se quita el vestido y luego la ropa interior negra. Me acerco,


rozando mi boca con la de ella mientras acaricio su pecho. Jen me pasa
la lengua por encima del labio inferior, y pongo mis manos sobre sus
hombros, empujándola de vuelta a la cama de Ezra, forzándola a bajar a
las mismas sábanas en las que me folló esta mañana. La agarro de los
tobillos y la jalo hasta el borde de la cama. Su pelo rojo se extiende por
las sábanas y quiero cortarle la cabeza. Le separo los muslos y la miró
fijamente. La ira y los celos están bien dentro de mí mientras miro su
parte sucia que ha sido envuelta alrededor de la polla de Ezra, por parte
de ella que ha obtenido su placer. Quiero cortarle la garganta, pero en
vez de eso, le paso un dedo por encima del coño mojado antes de
ponerme entre sus piernas abiertas. Me inclino sobre su cuerpo,
lamiendo su pezón duro mientras le meto un dedo en su coño
despreciable. Se queja cuando le muerdo el pecho. Se retuerce en la
cama cuando le meto otro dedo. Quiero saber qué ha tenido Ezra. Porque
cuando la vi hoy... Me la imaginaba follándomela una y otra vez. Quiero
saber qué tiene esta puta que hace que quiera follársela porque puedo
ser mejor que ella. Me arrodillo al lado de la cama, deslizando
lentamente mi lengua sobre su abertura antes de rodear su hinchado
clítoris.

Gime y la miró fijamente. —¿Te gusta eso? —Susurro sobre su sensible


piel. Asiente y la lamo. La estoy probando. No sabe cómo el cielo. Y
cuando está apretando las sábanas y gimiendo, chupo su clítoris y me la
follo con los dedos hasta que su coño se aprieta alrededor. No tiene nada
de especial. Es una puta barata con gemidos baratos y un coño barato.
No debería ser tentado por ella. No debería querer follársela cuando me
tiene a mí.

Me subo a la cama y le beso, dejándola probar su propio pecado y


suciedad de mis labios. Unos instantes después me toca a tientas. Sus
uñas se clavan en mi trasero, y si soy honesta, no creo que realmente le
importe si Ezra aparece o no. Así de barata es.

Su boca está sobre mí, lamiéndome suavemente. Imagino que es la


lengua de Ezra follándome, sus manos vagando sobre mi cuerpo. Y
arqueo la espalda y gimo. Puedo sentir todo lo que se construye en mi
estómago, mi cuerpo quiere ir ingrávido por el movimiento de su lengua.
Quiere quitártelo, Evelyn. Quiere que él la posea y la ame y quiere
hacerte llorar. Dejo que mi mano cayera a un lado de la cama y sentí
debajo del colchón el cuchillo que había escondido antes.

—¿Lo amas? —Pregunto.

Jen me mira, con la lengua moviéndose sobre mi clítoris. —Sí.

Gemí, montando su cara mientras mis dedos encuentran el mango de


metal y lo saco. Con mi mano libre, agarro en un puño su cabello, mi
respiración se vuelve irregular. Mi cuerpo se tensa y mis músculos se
aprietan por el orgasmo inminente. Tomo el cuchillo y lo inserto en su
nuca justo cuando encuentro mi liberación. Jen grita mientras gimo,
mientras me corro con fuerza por ella y por Ezra.

Está rodando de espaldas, aturdida. La sangre se derrama sobre las


sábanas blancas y me siento a horcajadas sobre ella.
—Es mío. No tuyo. Mío, —digo mientras le paso lentamente el cuchillo
por la garganta. Sin él, estoy perdida y no quiero estar perdida. Esto es
auto preservación. Esto es en defensa propia. Esto es amor.
Capítulo 40
Ezra

Dejo caer las llaves en la mesa de café tan pronto como entro por la
puerta. Dave corre a saludarme, pero Evie no está en ninguna parte, y
Jen tampoco. Jonny me llamó, así que sé que llego hace 20 minutos, y sé
que no se ha ido. ¿Por qué demonios estaría aquí?

Un gemido bajo rompe el silencio, y la cabeza de Dave se inclina hacia


un lado y sus orejas se levantan. Frunzo el ceño y escucho mientras otro
largo gemido resuena por el pasillo desde el dormitorio. Dave se va por
el pasillo. Aprieto el puño y agarro la glock del cajón de la cocina. Si Evie
se está follando a otro tipo, voy a matarlo; luego voy a matarla.

Todo lo que veo es rojo cuando doblo la esquina hacia el pasillo. Dave
camina fuera de la puerta del dormitorio y le hago señas para que se
vaya, lo cual hace a regañadientes. Cuento hasta tres en mi cabeza
antes de abrir la puerta, con el arma levantada, listo para hacer llover
sangre. Pero llego demasiado tarde, porque todo lo que puedo ver es
sangre, en todas partes.

Mis pies se quedan pegados al lugar mientras asimilo la escena. Evie está
desnuda en la cama, con el pelo oscuro cayéndole por la espalda. Está a
horcajadas sobre Jen, con un cuchillo en la mano. El rojo brillante
mancha las sábanas blancas, la alfombra, las paredes e incluso el techo.
Evie se inclina sobre Jen y sus tetas se frotan juntas.

—Es mío, no tuyo. Mío, —susurra Evie y luego le corta la garganta. Jen
respira de forma escalonada y gorgoteada. Evie se sienta, moviendo su
pelo negro detrás de su hombro.

Aprieto los puños. Ni siquiera sé qué hacer aquí. Evie está desnuda y
matando a otra chica desnuda. Y no debería estar caliente, pero mi polla
está presionando contra mi bragueta por sus palabras —Es mío. —No
debería ser un maldito neandertal, pero lo soy. Y luego está el hecho de
que, una vez más, ha matado a alguien, y si el club no era lo
suficientemente malo, ahora mató a una chica que solía follar en mi
propia cama.

Me precipito hacia ella, y salta del cuerpo de Jen, ahora completamente


sin vida.

Evie me desobedeció, y al hacer esto, está haciendo un reclamo,


haciendo un punto, tomando posesión. Punto final, me faltó el respeto.

Mientras cierro la distancia entre nosotros, sus ojos caen al suelo como
una niña que sabe que ha hecho algo mal. Llevo mi mano hacia atrás y la
golpeo lo suficientemente fuerte como para que me pique la mano.
Jadea, agarrándose la cara. Cuando sus ojos se encuentran con los míos,
están llenos de lágrimas, su expresión es la de un animal herido. Pero no
es la presa inocente, es el maldito depredador.

Su labio está sangrando, su cara aún cubierta de cortaduras y arañazos,


algunos tan profundos que tuve que suturarlos.

—Ezra, —suplica.
Agarro un puñado de su cabello y le tiro la cabeza hacia atrás,
arrastrándola contra mi cuerpo. Incluso a través de mi camisa, puedo
sentir sus duros pezones presionando contra mi estómago. La verdad es
que está loca. Sí, estoy jodidamente enfadado porque acaba de matar a
mi ex muñeca... pero no es cierto. Estoy tan excitado que no puedo ver
bien, y es por eso que es perfecta para mí, cada pulgada desordenada,
bellamente loca y dañada.

Hay un momento, un latido de duda. —Recuerdo claramente que te dije,


no más muertes, —digo tranquilamente, temblando.

La sangre gotea por la esquina de su labio partido. La capa de sangre de


Jen en la garganta y el pecho de Evie y me mira fijamente con esos
grandes ojos azules que tiene. Es un hermoso reflejo del monstruo que
es, y la quiero más de lo que nunca he querido a nadie ni a nada en mi
vida.

—Dijiste que querías follártela, —susurra—. Así que te quité la


tentación. —La sangre me corre por las venas, la polla me palpita en los
pantalones.

Tiro a Evie contra mí, forzándola a pararse antes de agarrar el tobillo de


Jen y arrastro su cuerpo sin vida a través de la cama. Golpea el suelo
con un ruido sordo.

—Párate al final de la cama. Abre las piernas y agarra el estribo, —le


indico, rozando mis labios sobre su boca ensangrentada. Asiente y se
tambalea hasta el final de la cama—. No me mires, —gruño,
desabrochando mi cinturón y tirando a través de los lazos.

Su respiración es errática, su pequeño cuerpo tiembla. ¿Miedo?


¿Emoción? Quién sabe.
No le he dado con el cinturón a nadie desde la última vez que la golpeé,
y eso fue hace semanas. El cinturón debería ser un castigo, pero le gusta
demasiado para eso. Estoy a punto de cambiarlo.

Arrastro el cuero por la palma de mi mano, sonriendo. Esto de aquí es


poder, y es como una droga. Moveré el cinturón hacia atrás y se lo
bajaré por la espalda de una manera que no lo he hecho desde que tenía
quince años. Grita mientras azota su piel, y me rio.

—¿Es este perdón suficiente, pequeña asesina?

Lo hago bajar de nuevo, ejerciendo cada onza de fuerza en el


movimiento, y, esta vez, la piel se rompe, una delgada línea de sangre
floreciendo a través de la piel rajada. Grita, y sus piernas se doblan, su
agarre se afloja en el estribo.

—¡Levántate!

Sus nudillos se vuelven blancos mientras se aferra a la madera. Vuelvo a


balancear el cinturón, usando toda mi fuerza, y otra línea de sangre
florece, cruzando la primera. La golpeé una y otra vez hasta que la
sangre cubrió su piel y mi brazo se debilitó.

—Por favor. ¡Ezra! —ruega.

—Por favor, ¿qué? —Digo, sin aliento.

—Por favor,—susurra lamentablemente, su cuerpo temblando.

—Mírame, Evie. —Se gira hacia mí, su mirada se fija en el suelo, su pelo
oscuro cuelga sobre su cara—. Mírame. A. Mí.
Lentamente levanta los ojos, y ahí están, sus lágrimas brillando sobre
sus mejillas tan jodidamente hermosas. Zee tenía razón en una cosa. Es
hermosa cuando llora.

—¿Lo sientes? —Pregunto.

—No. —Sus ojos vuelven a caer al suelo—. No me gustó que quisieras


follártela.

Ahí está de nuevo, esa vena posesiva que me hace querer hundir las
bolas en su interior.

Me saco la camisa por la cabeza y desabrocho los jeans y los empujo


hacia abajo con mi boxer. Observa cada uno de mis movimientos
mientras me acerco a la cama y me siento en el borde.

—Ven aquí, Evie.

Se mueve lentamente alrededor de la cama hasta que está parada frente


a mí. Marcas rosas de donde el cinturón golpeó alrededor de sus
costados envuelven su torso.

La agarro de las caderas y la jalo hacia mí, mis dedos se clavan en sus
costados mientras deslizo mi rodilla entre sus piernas y las separo.
Cuando la jalo de nuevo, se cae hacia adelante, sus rodillas sobre el
colchón, sus piernas se extienden a ambos lados de mis muslos.

—Quiero follarte. —La pongo en mi regazo, presionando mi polla contra


su coño. Se muerde el labio mientras sus dedos se aferran a mis
hombros—. Te ves tan hermosa cuando lloras, Evie. —Cierra los ojos y
otra lágrima perdida baja lentamente por la mejilla. Me inclino hacia
adelante y la lamo de su cara—. Me encanta cuando lloras por mí.
Agarrándola por la nuca, la arrastro hacia mí y pongo mis labios sobre
los de ella. Siento su sangre en mi lengua cuando me sumerjo en su
boca. Su cuerpo presiona contra el mío y sus uñas se hunden en mi piel
hasta que gimo.

Baja lentamente su coño caliente sobre mi polla, y gimoteo, rodeándola


con mis brazos, sosteniéndola. Gime, y su espalda se inclina lejos de mi
sujeción. La sangre se desliza por mis brazos mientras arrastro mis
manos hasta su trasero, agarrándola mientras la obligo a montarme. Se
mueve, se desliza sobre mí y echa la cabeza hacia atrás.

—Mírame, Evie. —Quiero ver su dolor, su miedo, su placer y su devoción.

Su mirada se dirige a la mía, enfocándose en mí mientras continúa


moviéndose sobre mi polla.—¿Me amas? —Pregunto.

—Sí. —Las lágrimas se acumulan en sus ojos de nuevo, y quiero que


sean mías—. Te amo tanto, Ezra, —dice entre respiraciones profundas.

—¿Suficiente para matar por mí? —Susurro mientras toco su mejilla,


arrastrando mi pulgar sobre su labio ensangrentado y untándolo por su
mandíbula.

—Sí. —Sus ojos siguen fijos en los míos.

Me monta más fuerte, moviéndose sobre mi polla, su trasero


presionando mis pelotas. Ruedo mis caderas y me encuentro con ella en
cada empuje.

—Debería castigarte de nuevo sólo por poner sangre en mi cama, en


nuestra cama. —Se queda sin aliento, y le aparto los labios del cuello,
inhalando el aroma de su perfume mezclado con el tintineo metálico de
la sangre. Mis manos se deslizan sobre sus costados, la sangre sigue
saliendo de su espalda. Espero que le deje cicatrices. Quiero marcarla
permanentemente. Quiero que recuerde esto, que me lo recuerde.

Me pasa las uñas por encima de los omóplatos y echa la cabeza hacia
atrás. Agacho la cabeza y le muerdo el pezón. Un profundo y satisfecho
gemido se desliza de sus labios porque se excita con el dolor. Sus uñas
cortan mi piel. Y luego se corre, su coño se aprieta en mi polla como un
vicio. La agarro de sus caderas, la empujo para que se mueva más
rápido, hasta que me corro en su pequeño coño apretado, gimiendo su
nombre como las malditas oraciones que tanto le gustan.

Presiona su cara contra mi hombro, respirando pesadamente. La agarro


de la cintura, la levanto y la tiro sobre la cama. Sisea cuando su espalda
toca las sábanas. Me inclino sobre ella, con una mano al lado de la
cabeza mientras ahueco su coño. Se aleja de mi tacto, y sonrío antes de
empujar dos dedos en su interior, sintiendo su humedad mezclada con
mi corrida. Gime por mí, y saco mi dedo antes de apretarlo en su boca.
Me chupa, moviendo su lengua alrededor de mi dedo como si fuera mi
polla, y empujo mi dedo más profundo hasta que se atraganta. Cuando
me alejo de sus labios, Evie extiende la mano y me toca la mandíbula.

—¿Me amas ahora, Ezra? —Pregunta.

—No, —le digo. Se estremece como si la hubiera abofeteado físicamente,


y no me importa, porque no importa lo hermoso que sea su cuerpo
empapado de sangre y su cara manchada de lágrimas, me desobedeció—
Eres un monstruo, pequeña asesina, —susurro contra su piel. Un
monstruo perfecto.
Si fuera capaz, la amaría. La anhelo a un nivel que no es nada menos
que una obsesión, pero el amor no es para gente como nosotros. Ella
debería saberlo.
Capítulo 41
Evie

He estado despierta la mayor parte de la noche, dando vueltas y vueltas.


¿Cuán lastimoso es estar tan profundamente enamorada de un hombre,
que abandonas tu religión, sólo para que te diga que nunca te amará? El
amor es la única emoción que nunca ganaré de él. Quiere ser mi dueño,
no amarme. He empañado mi alma. Le he fallado a mi hermana. Me he
extraviado. Y por encima de un hombre que debería ser todo lo que odio,
pero que se ha convertido en todo lo que amo.

El cálido sol de la mañana se asoma por la ventana.

Tengo que irme. Debo ser perdonada. Debo enmendar a mi hermana.


Esta vida no importa, pero a dónde iré cuando muera, sí. Con cuidado,
me deslizo por debajo del edredón. Dave levanta la cabeza y me mira.
Sus patas golpean contra el suelo mientras me sigue hasta el baño. Se
queda conmigo, lloriqueando mientras me visto. Cuando llego a la
puerta, me sigue, se sienta en la puerta y se queja. Si lo dejo aquí, se
sentará a la puerta y lloriqueará, y eso despertará a Ezra.

—Vamos entonces, —susurro mientras abro la puerta. Y nos vamos.


Nadie me seguirá porque Ezra está aquí para vigilarme.
Sólo queda una manzana antes de llegar a la catedral. Miro a Dave
trotando a mi lado.

—No me ama, Dave, —le digo. Sus orejas se levantan, y se detiene,


sentado en la acera. Me arrodillo a su lado y le acaricio sobre su suave
cabeza—. Traté de obligarlo. Pero no lo hace. —Su cabeza se dobla a un
lado y jadea. Las campanas de la torre suenan, y continuamos
caminando hacia la iglesia.

Veo a la gente pasar a mi lado. Veo gente que es feliz, que tiene amor,
que tiene su fe. Veo a todas las personas cuyas vidas no son el desastre
en descomposición y decadencia que es el mío, y las odio por ello.

Cuando me detengo frente a las empinadas escaleras, Dave se detiene,


quejándose. —Vamos, —le digo, y me sigue a regañadientes por los
escalones. El olor familiar del abrillantador de madera casi me aturde
cuando entro. Me dirijo al altar y me detengo a mirar el confesionario en
la pared lateral. He probado la oración, he probado la penitencia del
dolor que me enseñó que te limpia, y no puedo evitar preguntarme si la
confesión de mis pecados puede ayudarme a encontrar la paz que he
estado buscando.

No necesitas penitencia, pequeña asesina.

Ezra se ha metido en mi alma tan profundamente que hasta la voz de mi


pequeño demonio suena como la suya. Me estoy desenredando rápido, y
necesito algo que me detenga. Esta espiral conduce a la muerte, al dolor
y al castigo, y en un tiempo eso me asustó, pero ahora lo anhelo. Me
siento perdida y salvada al mismo tiempo. Ya no siento la necesidad de
penitencia. Con Ezra siempre hay perdón. Y eso es blasfemia.

La blasfemia es imperdonable.
Abro la pequeña puerta de madera y Dave entra, se sienta en la esquina
y me echa un vistazo. Vacilo antes de entrar y tomar asiento. Cuando me
siento derecha, el movimiento tira de mi piel golpeada y lastimada, tengo
que inclinarme hacia adelante para disminuir el dolor. La cortina se
desliza hacia atrás, pero el sacerdote permanece en silencio. En todos
mis años de religión, nunca he puesto un pie dentro de un confesionario.
De la manera en que fui criada para creer, el perdón nunca venia por
medio de confesiones, sólo por la sangre.

Miro a Dave, y pone su cabeza en mi regazo, con sus grandes ojos


marrones mirándome fijamente. Su cola golpea contra la madera
mientras la mueve. Dave es todo lo que tengo. Dave y Dios. Cierro los
ojos. Quiero sentir remordimientos, pero no lo tengo. No estoy segura de
qué hacer o decir, así que pienso en todas las películas que he visto
donde alguien se confiesa. Y digo lo que ellos dicen. —Padre, perdóname
por haber pecado.

—Adelante, hija mía. Dios está escuchando.

Oigo pasos fuera de la cabina y me callo. No quiero que nadie más


escuche estos pecados. Trago. —Me temo que ya no creo... Yo... —Me
ahogo en un sollozo.

—Está bien. Todos nos quedamos a veces cortos.

La puerta del confesionario suena, y me temo que el sacerdote viene a


consolarme. Las orejas de Dave se levantan, y gruñe.

—Por favor, —oigo al sacerdote murmurar seguido de susurros. Miro a la


rejilla metálica y hay un ruido sordo en la pared del confesionario. Dave
se interpone entre la puerta y yo, y sus gruñidos son cada vez más
amenazadores.
—Evelyn. —Mi nombre pasa a través de la ventana con un zumbido. Mi
corazón se detiene. La adrenalina me sacude como una corriente
eléctrica. Dave ladra. Alcanzo la puerta de la cabina, pero se abre de
golpe y se sale de sus bisagras.

—¿Te gustaron las flores que te envié? Espero que no te hayan metido
en muchos problemas con el viejo Ez.

No puedo respirar. No puedo moverme. Me muevo, retrocediendo en el


confesionario, Zachariah bloqueando mi salida, con un cuchillo manchado
de sangre en la mano. Las orejas de Dave yacen sobre su cabeza, y salta
sobre Zachariah, agarrándose a su antebrazo.

—¡Maldito perro estúpido! —Toma el cuchillo y lo clava en el costado del


cuello de Dave. Grita y cae al suelo. Grito, mi corazón amenaza con
reventarme el pecho. La risa de Zachariah retumba en el campanario
mientras patea a Dave por el suelo, un rastro de sangre manchando el
suelo—. Un maldito animal es lo único que trataría de protegerte.

Me agarra de los hombros y me lleva al santuario. Grito de nuevo y me


pega un puñetazo en el estómago. Cuando golpeo contra el suelo, el aire
se desprende de mis pulmones. Zachariah toma un puñado de cabello y
me arroja como un muñeco de trapo mientras me arrastra hacia el altar.
Me arde el cuero cabelludo y le agarro las manos para tratar de aliviar el
dolor. Miro frenéticamente a la puerta, deseando que alguien la
atraviese. Mi mirada se fija en el confesionario abierto. El Padre Pritchard
yace tendido en el piso, con sangre saliendo de su garganta, y a su lado
está Dave.

Pateo y grito, arañando las manos de Zachariah, pero todo lo que hace
es reír. —Has sido una pequeña puta ocupada, ¿verdad, Evelyn? —Me
jala por los escalones antes de inclinarse y me pone de pie. Me sostiene,
así que estoy a la altura de su cara. Me cuelgo de su agarre, con los
dedos de mis pies apenas tocando el suelo—. Cómo te extrañé, pequeña
Evelyn, —sisea en mi oído antes de que sienta su lengua en mi cuello—.
Querida, dulce, inocente, Evie.

Mi estómago se revuelve justo antes de que me tire al suelo.


Inmediatamente me doy la vuelta sobre mis manos y rodillas y trato de
forzarme a levantarme, pero siento que su bota me presiona en la parte
baja de mi espalda, golpeando primero mi cara contra la alfombra
desgastada del altar. Más de su peso me presiona. Mis vértebras
estallan, mi pecho presionado tan plano que apenas puedo respirar. Lo
siguiente que sé es que Zachariah me da la vuelta y se sienta a
horcajadas sobre mí. Sus labios se enroscan en una sonrisa sádica con
satisfacción, sus ojos azules ardiendo en mí.

—He esperado tanto tiempo para tenerte de nuevo, Evelyn. Te extrañé.


—Me aprieta el pecho, y quiero llorar, pero me niego a derramar una
lágrima por él. Mis lágrimas son de Ezra. Se ríe.

—Siempre tan decidida, Evelyn. Hannah siempre fue una gritona, pero tú
no. ¿Recuerdas la vez que te hice gritar?

Recuerdo el cuchillo abriendo mi espalda. Recuerdo que me llamó


pecadora y prostituta mientras tallaba la cruz en mi espalda. Deja que un
hombre justo te marque para que puedas ser salvada, Evelyn.

—Esos fueron buenos tiempos, —se ríe—. Maté a Hannah, igual que voy
a matarte a ti. Cuán lejos cayeron las dos, bañadas en el fuego del
infierno, vendiéndose al mejor postor. Tu padre estaría muy
decepcionado, —dice—. Hannah se vendió a mí, sin saber quién era. Le
vendé los ojos mientras me la follaba, y gimió como la puta sin sentido
que era, y luego la maté.
Cierro los ojos. No voy a llorar. Pero el pensamiento de Hannah,
atrapada, golpeada, violada y sola con él, rompe un pedacito de mí.
Corrimos, nos salvamos mutuamente, pero al final nos encontró, tal
como sabía que siempre lo haría. Mi pulso se acelera, mi mente se
tambalea.

Se inclina, presionando sus labios contra los míos mientras sostiene el


cuchillo bajo mi barbilla. —¡Eres mía, pero dejaste que ese maldito y
asqueroso proxeneta te tocara! —Grita.

—No es asqueroso porque lo amo.

Gruñe y me agarra la garganta, me levanta y golpea mi cabeza contra el


suelo. Las manchas negras salpican mi visión. Me da vueltas la cabeza.
El dolor rebota en mi cráneo. Intento quitármelo de encima, y frunce el
ceño, y sus ojos se quedan vacíos cuando la punta del cuchillo afilado
presiona mi carne.

—Nunca te has peleado conmigo antes, Evelyn, te ha gustado. —No lo


hacía. Te odiaba por eso—. Te gustó porque eres una puta asquerosa.
¿Por qué empezar a pelear ahora? —Manteniendo el cuchillo en mi
garganta, agarra el cuello de mi vestido y me lo arranca. El sonido del
material rompiéndose resuena en mis oídos.

La mano libre de Zachariah se desliza sobre mi carne expuesta y la bilis


golpea la parte posterior de mi garganta. Tarareo “Knocking on Heaven's
Door” en un intento de disociarme. Cuanto más arriba de mi muslo sube
su mano, más fuerte tarareo. Ezra tenía razón. Soy un monstruo. Las
cosas que he hecho no han sido justificadas, nunca. Estoy enferma.
Torturada. Jodida. Estamos todos jodidos, y la única penitencia para una
persona como yo es la muerte. No lo hice por Dios; lo hice por mí misma
porque estoy enferma. Porque me excita tener poder sobre la gente, a la
que culpo por hacer de mi vida un infierno.

Tomo la paz en el pensamiento de que no hay infierno. Ya he vivido eso.


Ya he cumplido mi sentencia en el abismo, y en la muerte, encontraré la
paz. Encontraré la nada. Los demonios dejarán de gritar, la pesadilla
terminará, y puedo dejar de amar a un hombre que nunca me amará.
Capítulo 42
Ezra

Me despierto con un sobresalto. La cama está fría y no hay rastro de


Evie. Miro el reloj y sólo son las siete y media de la mañana.

—Evie, —llamo, pero no hay respuesta. Cuando me levanto de la cama,


me doy cuenta de que Dave también se ha ido. Después de anoche, no
puedo creer que me haya vuelto a desafiar. La ira me consume cuando
me visto rápidamente y me dirijo hacia abajo. Golpeo la puerta del auto
y arranco el motor, mi respiración es desigual y desgarrada. Aprieto y
suelto mis dedos en el volante mientras lo dirijo a través de las
despiertas calles de Nueva York hacia la iglesia. Evie es una criatura de
hábitos. Si no está conmigo, está matando a alguien o rezando por el
hecho de haber matado a alguien. Mató anoche, y casi puedo verla de
rodillas suplicando a su Dios que la perdone. No estoy seguro de que
tenga esta mierda de pecado y perdón bastante resuelta.

Tan pronto como veo el enorme edificio de piedra, detengo el auto a un


lado de la carretera, con las llantas chirriando hasta detenerse en la
acera. La sacaré de allí arrastrándola por el cabello si es necesario. Ya es
bastante malo que anoche matara a mi ex en mi maldita cama, pero
ahora me desafía de nuevo escabulléndose del apartamento. Le gusta
empujarme, lo juro.
La pesada puerta de madera no se mueve cuando la empujo. Lo intento
de nuevo, la madera crujiendo mientras la golpeo con mi hombro. Tal
vez la iglesia es una cosa de nueve a cinco. Estoy a punto de marcharme
cuando oigo un ruido, apenas un chillido, pero suena como un grito débil
que viene del interior de la iglesia. Podría estar equivocado, pero con los
años he aprendido a confiar en mis instintos, y ahora mismo mi instinto
me está gritando que entre en esa iglesia.

Corro por la parte de atrás, con el corazón palpitando en el pecho. En la


parte trasera del edificio, al lado de un arbusto, hay otra puerta. Lo
intento, esperando que esté cerrado, pero cede. En el momento en que
entro, mis sentidos son asaltados por el incienso.

Tiro de mi arma de la parte de atrás de mis jeans y aprieto mi pulgar


contra el gatillo mientras me abro paso por la parte de atrás de la iglesia.
Oigo voces apagadas, y cuando entro en la parte principal de la iglesia,
lo primero que veo es a mi perro. Muerto. Aprieto mi mandíbula y mi
pecho se aprieta. A su lado, medio tirado del confesionario, hay un
sacerdote. Eso nunca es un buen presagio.

—Por favor, perdóname. Por favor, bendice mi alma... —Oigo a Evie


murmurar a través de sollozos y gritos.

El pánico se apodera de mí. Levanto mi arma y la sostengo frente a mí.


Doblo la esquina y me detengo cuando llego al pie del altar. Me lleva un
segundo procesar lo que está pasando frente a mí. Todo a mí alrededor
parece ralentizarse. Mi presión sanguínea se dispara. Lo único que oigo
es el zumbido de la sangre en mis oídos. Todo lo que puedo ver; todo en
lo que puedo pensar es en Evie. Está desnuda, sangrando, y Zee la está
tocando. El bastardo está de pie en el púlpito con Evie desnuda e
inclinada delante de él. La tiene inmovilizada por la nuca, con la mejilla
apretada contra el mármol. Sus manos vagan sobre su cuerpo. Está
llorando, rezando, suplicando a su Dios que la salve.

Una rabia helada se apodera de mi cuerpo y mi mente se agudiza,


concentrándose únicamente en la tarea que tengo por delante. La
posesión exige que le arranque la cabeza de su cuerpo por tocar lo que
es mío.

Cierro un ojo, sosteniendo mi mano mientras apunto a su maldita


cabeza. Zee atrapa el movimiento y tira del cuerpo de Evie delante de él
presionando un cuchillo contra su garganta. Ella gimotea cuando la
coloca contra su cuerpo, y entonces, sus ojos me encuentran. Su
expresión parece tan rota, tan derrotada que no puedo evitar
preguntarme qué es lo que ya le ha hecho.

—Ah, Ezra. —Una sonrisa enferma tuerce sus labios—. Lo lograste. Tenía
el presentimiento de que vendrías. Pareces muy apegado a mi
hermanita.

Mis ojos se vuelven hacia Evie, y cierra los ojos, apartando su cara de
Zee tanto como sea posible. ¿Hermano? Zee es su hermano. ¡Maldición!

—Pensé que era justo que tomara algo tuyo. Viendo que arruinaste mi
negocio. Oh, pero entonces, tuve a Evelyn mucho antes que tú. —Se ríe
tanteando sus pechos. La rabia desciende, consumiéndome por
completo—. Oh, ¿no te ha hablado de mí? Eso no está bien, Evelyn.
Después de todo, éramos tan cercanos cuando éramos más jóvenes.
—Pone sus labios sobre un lado de su cara antes de lamerle la mejilla.
Tiembla, apoyándose en el cuchillo que tiene en el cuello para intentar
alejarse—. Preséntanos apropiadamente, Evelyn.
—Este es Zachariah, —se ahoga, y veo la punta del cuchillo clavarse en
su piel.

—Ah, ah, ah. Dijo apropiadamente. Como te enseñaron.

—Ezra, —solloza mi nombre como si fuera una maldita oración—, Este es


mi hermano, Zachariah.

Y cuando su nombre sale de sus labios, de repente recuerdo todo lo que


ha dicho, cada loco desvarío que he descartado, todas sus tonterías
religiosas, su auto-odio. Zachariah es con quien creció, Zachariah es su
hermano. Zee es quien rompió a Evie.

No lo entiendes. Soy una puta. Siempre lo he sido. Siempre he sido una


tentación sin siquiera intentarlo.

Dios escogió a Zachariah. Fue mi culpa que se desviara. Era justo, y


todos sabían que lo obligué a pecar. Me estaba castigando para que
pueda ser perdonada, pero lo odio por ello.

Dios ama a los pecadores, pero odia el pecado, y soy pecado, Ezra. Soy
pecado, así que ni siquiera Dios puede amarme.

—Voy a matarte. —Mi voz es tranquila, libre de emociones aunque mi


cuerpo esté ardiendo de rabia.

—No puedes matarme, Ezra, —se ríe—. ¿Recuerdas? Seguramente no


vas a ir a la cárcel, todo por una asquerosa, —sisea en su oído—. Sucia.
—Su mano tocando sus pechos y tengo que morder el interior de mi
mejilla para evitar perderlo—. Puta.
Evie solloza, su pecho se agita mientras la vergüenza le cambia la cara.
—Soy una puta. Soy una puta asquerosa, —grita. Sus ojos llenos de
lágrimas se posan sobre mí, inmovilizándome en mi sitio—. Y por eso no
puedes amarme. No puedo ser salvada. Soy pecado. Y él es pecado.
Mátanos a los dos. —Se ahoga en un suspiro—. Absuélveme, Ezra.
Hazme conocer el perdón.

Zee gruñe mientras le jala el cabello, tirando de su cabeza hacia atrás y


presionando la punta del cuchillo contra su piel perfecta.

—Por favor, Dios, perdóname, —suplica.

Veo una sola gota de sangre caer por su cuello. Cuando mi mirada se
eleva hacia la suya, algo dentro de mí se rompe y se abre de par en par.
Me lo imagino cortando su garganta, derramando su sangre por todo el
suelo de piedra fría de la iglesia que ella tanto ama, y un dolor agudo me
atraviesa el pecho. Puede que él la haya convertido en un monstruo,
pero soy quien la rompió, soy quien la posee, y soy el único que la hará
sangrar.

—Te lo dije, Evie, —apunto el arma y aprieto el gatillo—. Soy el único


dios que necesitas. —La explosión resuena en las paredes de la iglesia, y
entonces todo lo que veo es sangre.
Capítulo 43
Evie

El disparo resuena en la catedral, y hay un ruido detrás de mí. El dolor


me desgarra el hombro, me quema y me rompe. No puedo respirar. Me
derrumbo al suelo en mis manos y rodillas, con el corazón latiendo con
fuerza en el pecho. La sangre caliente se derrama de la herida de bala y
mancha el piso debajo de mí. ¡Me disparó!

Zachariah gime. Miro hacia atrás y lo veo tirado en el suelo,


retorciéndose de dolor mientras se agarra el pecho, la sangre
burbujeando entre sus dedos. Ezra se pone en cuclillas delante de mí y
me agarra la barbilla. —Evie. —Obliga a mi barbilla a levantarse—.
Concéntrate, mírame.

—Me disparaste… —Jadeo por respirar, mirándole fijamente detrás de


mis lágrimas.

Levantando una ceja, sonríe. —Siempre dije que te haría sangrar,


pequeña asesina. —Llega hasta el altar y toma el mantel, presionándolo
sobre el agujero de bala—. Sujétalo fuerte, —dice antes de tirar de su
camisa sobre su cabeza y bajarla por la mía, cubriendo mi cuerpo
desnudo. La camisa tiene su calor. Pasa suavemente mis brazos por las
mangas, y me pregunto por qué hace esto. Se suponía que iba a
matarme, absolverme, pero me salvó. Respiro al pensar en eso, y todo lo
que puedo oler es a él, a Chanel Blue. Y sonrío porque soy suya.

Miro por encima de mi hombro a Zachariah. Un ruido que recuerda a un


manantial burbujeante, resuena en las paredes mientras la sangre se
estanca en la parte posterior de su garganta. Debería sentir algo. Alivio,
satisfacción, algo. Pero mientras lo miro fijamente, viéndolo luchar para
respirar por última vez, todo lo que siento es asco e ira.

—¡Te odio! —Intento pararme, pero mis piernas me fallan.

—¡Te odio! —Me arrastro de rodillas hacia él, el dolor me atraviesa el


hombro. Gimo mientras lucho por montarme en su gran figura. Tiro el
mantel, agarro el cuchillo que se le cayó al lado de su cabeza. Mi pecho
me duele, mi corazón me golpea violentamente en la garganta. Este es
mi momento, cuando todos esos pecados se desvanecerán. Así es como
llega mi absolución. A través de la sangre. A través de la sangre del
hombre que me rompió cuando no quería que me rompieran, y mientras
que el hombre que me ha poseído cuando lo necesite está sobre mí como
un pastor.

Me inclino a un lado del cuello de Zachariah, mi mirada se centra en el


pulso debilitante que golpea allí. —Eres pecado, —susurro, y con un
rápido movimiento, le corto la garganta. Veo la sangre derramarse de la
herida recién cortada, y suelto el cuchillo porque esto no es suficiente.
Envuelvo mis manos alrededor de su garganta, mis dedos resbalando en
sangre mientras aprieto. Mirando sus ojos inyectados de sangre, veo
miedo, y eso me hace sonreír.

—Te equivocas, —le digo—. No soy una puta. Y que nunca seas
perdonado.
Sus ojos revolotean antes de que giren hacia la parte de atrás de su
cabeza. Y en este momento sé que estoy absuelta. El pequeño demonio
dentro de mí se marchita y desaparece.

Me bajo de Zachariah y me siento junto a su cuerpo, mirando mis manos


empapadas de sangre.

Cuando miro hacia arriba, encuentro a Ezra apoyado en el costado del


púlpito, con los tobillos cruzados mientras inhala su cigarrillo. —¿Te
sientes mejor?

—No puedes fumar aquí, Ezra.

Exhala una nube de humo, esa sonrisa arrogante que se arrastra por sus
labios. —Hay un muerto en el altar, un sacerdote muerto en el
confesionario, sin mencionar a mi maldito perro muerto. —Gime, y su
cara sin emoción se sumerge en el dolor por sólo una fracción de
segundo.

Mi mirada se dirige hacia el frente del santuario, y mi corazón cae en la


boca del estómago. Me las arreglo para pararme, usando el borde de las
bancas para guiarme mientras me tambaleo hacia la entrada. Caigo de
rodillas junto a mi amigo, acariciando una mano sobre su piel
ensangrentada.

—Lo siento, —susurro. Lo arrastro hasta mi regazo, agarrándolo mientras


apoyo mi barbilla sobre su fría cabeza. La mano de Ezra descansa sobre
mi hombro, pero no me muevo—. Intentó salvarme, Ezra. —Las lágrimas
me pican los ojos y me aprietan el pecho.

—Hizo su trabajo entonces, —dice despectivamente, frunciendo el ceño


ante el cuerpo de Dave. Sé que está molesto, pero nunca lo demostraría.
Puedo sentir su dolor. Aunque él cree que no puede amar, amaba a
Dave.

Me entrega su teléfono antes de inclinarse y apartar el cuerpo de Dave


de mis brazos. —Llama al número uno y diles que recojan a dos. Dales la
dirección y cuelga el teléfono. —Se da la vuelta y camina hacia las
puertas.

Busco el número, llamo, dejo el mensaje y cuelgo. Sigo a Ezra afuera,


con el aire frío quemándome las piernas desnudas cuando salgo por la
puerta. La gente en la acera se detiene y nos mira fijamente. Hay nieve
en el suelo y Ezra está fuera de una iglesia sin camisa, colocando
cuidadosamente un perro muerto en su baúl, mientras que estoy parada
en los escalones de una iglesia sin más que una camiseta de hombre y
cubierta de sangre. Me apresuro a bajar las escaleras y subo dentro del
auto temiendo que alguien nos detenga.

Ezra se sube al auto, cierra la puerta y se aleja tan pronto como arranca
el motor. —Necesitas que te suturen eso. Y luego tenemos que correr,
—dice sin apartar la vista de la carretera.

Todo lo que puedo pensar es que dijo que nosotros. Me salvó, y dijo que
nosotros.

—¿Por qué? —Le pregunto, esperando que me dé una razón más


profunda que los dos cadáveres de la iglesia.

—¿Qué te dije sobre hacer preguntas, Evie?


Capítulo 44
Ezra

Maldita mierda. No tengo ni idea de lo que va a pasar ahora, pero sé que


no puedo arriesgarme a quedarme para averiguarlo. Miro a Evie. Sus
piernas están levantadas sobre el asiento, su barbilla descansando sobre
sus rodillas. La sangre ha empapado mi camisa, pero parece estar
tranquila.

He apuntado con un arma a cientos de personas, apretado el gatillo


innumerables veces y nunca he sentido nada excepto la necesidad de
hacer lo que hay que hacer. Esto era diferente. Esto era personal. No
había forma de que Zee saliera de allí con vida, sin importar las
consecuencias. Hice una elección, disparar para matarlo, y por primera
vez en mi vida, apretar el gatillo fue difícil porque no quería perderla.

Marco el número de Jonty, y su voz atontada aparece en los altavoces


del auto. —¿Qué carajo, Ez? ni siquiera son las nueve.

—Necesito que me consigas dos pasaportes, dinero, pasajes de avión de


Newark a Rusia, ropa para Evie y un auto nuevo. Encuéntrame en el
Hospital Universitario, junto al aeropuerto.

—¿Qué pasó? —De repente está alerta.


—Zee. Está muerto. Nos vamos.

—Mierda. Llamaré a Seamus y te veré allí tan pronto como pueda, —


promete antes de colgar.

Nunca he huido de nada en mi vida. Siempre me enfrento a la mierda


dando la cara, y aniquilo a cualquiera que se interponga en mi camino.
Esta situación es diferente. No puedo enfrentarme a todo el maldito
gobierno. Necesito pasar desapercibido al menos hasta que sepa cuáles
serán las consecuencias de la muerte de Zee. Por lo que sé, estaba
mintiendo, pero era un cabrón astuto.

Me paro en la puerta, mirando como el doctor sutura el hombro de Evie.


Su mirada se fija en el techo, sus ojos desenfocados.

Debería salir de aquí. Debería dejarla aquí. Nuestras vidas se han ido a la
mierda desde la primera vez que la toqué con el cinturón. Se ha
convertido en mi maldita adicción, y me he convertido en su mecanismo
para lidiar con toda la mierda por la que ha pasado.

Me pide que le haga daño. Quiere que la rompa, ¿y para qué? Porque
cree que se lo merece. Piensa que será perdonada por su Dios, y que
será bienvenida al cielo con los brazos abiertos. Siempre he dicho que
Evie está loca, pero supongo que no es de extrañar. Está condicionada a
creer que es algo malo, indigno, que no es nada y nadie, cuando la
verdad es que para mí ella lo es todo. Nunca antes quise poseer a una
mujer, pero quiero ser dueño de todo sobre Evie. Quiero cada lágrima,
cada aliento, sus esperanzas y sueños, sus miedos y deseos. Todo lo que
ella representa es mío. Mi mundo está a punto de desmoronarse, y
debería dejarla ir, pero no lo haré. Estoy obsesionado hasta el punto de
que no me importa lo que sea mejor para ella, sólo que este conmigo.
Debería haberse ido cuando tuvo la oportunidad, antes de que me la
follara y matara por ella. Dos veces.

Así que correré y me llevaré a mi pequeña asesina conmigo.

La enfermera termina de cubrir el hombro de Evie y le pone un


cabestrillo en el brazo antes de retirarse, ofreciéndome una pequeña
sonrisa.

—¿Qué pasará ahora? —Pregunta Evie, con los ojos fijos en el techo.
Parece perdida, y no sé si su pregunta es para mí o para ella misma.

—Ahora, vamos a Rusia.

Vuelve la cara hacia mí, y frunce el ceño.

—¿Por lo que dijo Zachariah sobre la prisión?

Asiento. —Tengo amigos poderosos allí. Amigos intocables.


Capítulo 45
Evie

Aterrizamos en Moscú hace una hora, y un Bentley nos trajo a esta casa.
Ezra promete que este hombre puede ayudarnos. Nosotros. Porque ahora
soy suya. La tenue habitación se llena de puro humo espeso, y hay
varios hombres reunidos alrededor de una mesa, con rifles colgados
sobre sus hombros, jugando al póquer. Cada pocos segundos uno de
ellos grita algo en ruso y los otros se ríen y gritan. Aunque me siento
incómoda, sé que Ezra me mantendrá a salvo porque mis lágrimas sólo
le pertenecen a él.

El hombre grande sentado frente a mí hace que mi estómago se retuerza


y se encoja. Si pensaba que Ezra era el diablo, me equivocaba. Este
hombre se ve elegante, casi como un rey sentado en su trono. Su
postura es perfecta, su traje le queda bien, pero el mal calculado se
manifiesta en sus brillantes ojos azules. Todo en él es frío. Y sé que este
hombre debe ser el diablo. Sus ojos se centran en mí. Sonríe mientras
toma suavemente mi mano y la lleva hacia sus labios. Me tiembla la
mano cuando me besa en los nudillos. Sus ojos siguen fijos en mí, sus
labios siguen tocando mi piel. —Soy Ronan, mi dulce corderito. —Su
acento es tan áspero, tan espeso.
Nerviosamente miro a Ezra, sus dedos golpeando su muslo. —No me
hagas lastimarte, Rone, —gruñe.

Ronan se ríe. Sonriéndome, baja mi mano. —Qué temperamento. —Su


mirada se dirige a Ezra. —Entonces, ¿cómo mataste a Zee? —Pregunta,
su inglés deficiente hace que los vellos de mi brazo se me paren de
punta. El diablo tendría acento ruso—. ¿Lo destripaste? ¿Derramar su
sangre por todo el suelo? Dime que le cortaste las bolas de su cuerpo y
se las metiste por la garganta, ¿eh? —Se ríe, y esa risa hace temblar el
suelo.

Ezra se ríe, y sigue sonriendo mientras consume un poco de su cigarro.


—No había tiempo, amigo mío. Esta vez no hay pelotas en la garganta.
—Ezra me mira, con los ojos sobre mi hombro como buscando signos de
debilidad. Me duele, pero no me importa porque ese dolor significa que
soy suya, y por eso, de buena gana, tomaré cualquier dolor que Ezra me
inflija.

Las fosas nasales de Ronan se abren, la sonrisa anticipatoria se


desvanece de su cara. —Lástima, —murmura mientras agarra la botella
de vodka de la mesa auxiliar. La lleva hasta su boca, y veo un
movimiento formarse en su garganta mientras succiona trago, tras trago.
Cuando se aparta la botella de los labios, se limpia la boca con el dorso
de la mano y luego empuja el vodka en mi dirección—. ¿Quieres un
trago? —Pregunta riendo.

Sacudo la cabeza y me acerco más a Ezra. Uno de los hombres que


jugaba al póquer se levanta de la mesa, con las patas de la silla de
madera raspando contra el suelo. Mi pulso se acelera a medida que se
acerca a nosotros. Se detiene junto a Ronan y se inclina sobre su
hombro, susurrando algo al oído de Ronan.
Los ojos de Ronan parpadean y asiente. —El MI5 lo sabe. Te buscan
mientras hablamos. —Sacude la cabeza—. Pero no me preocupan. Me
ocupo de ellos. Los mato. Como mosquito sucio en mi comida. —Golpea
con el pulgar hacia abajo sobre la mesa y la mueve—. Los aplasto contra
la mesa.

Ezra se ríe, recogiendo la botella de vodka. —Ni siquiera tú puedes


eliminar al MI5, loco bastardo.

—Ah, ah, ah, ah. —Ronan hace movimientos con los dedos—. Tráeme a
Olga.

El hombre que está a su lado pone los ojos en blanco antes de darse la
vuelta para alejarse.

—Por ti, amigo mío, —Ronan le da una palmadita a Ezra en la rodilla—,


puedo hacer cualquier cosa.

Ezra toma otro trago de vodka, sonriendo alrededor del pico de la


botella. El hombre regresa y deja caer un gran misil con una mujer
desnuda pintada en el costado sobre el regazo de Ronan.

—Esta es Olga, —dice mientras acaricia el misil—. Se encargará del MI5.

Me aferro al brazo de Ezra, agarrándome a él por su querida vida porque


este hombre nos matará a todos. Cada vez que su mano golpea el
proyectil de ese misil, mi corazón amenaza con detenerse. —Ezra,
¿podemos irnos? —Susurro.

Me da palmaditas en el muslo, con una sonrisa en los labios. —Joder,


Rone, deja esa mierda. Probablemente sea de la guerra fría. —Sacude la
cabeza—. Mira, sólo necesito estar fuera de los Estados Unidos y del
Reino Unido por un tiempo.

Para Ezra, esto es familiar, seguro. Esta es su iglesia. Esta es su religión.

Ronan coloca el misil sobre la mesa al frente, acariciándolo por última


vez. —Quédate aquí. Mi casa siempre está abierta para ti, amigo mío. —
Sus cejas se levantan y sus ojos se dirigen hacia mí. —Olga te mantiene
a salvo.

Trago mientras miro a este hombre. Nunca he visto tal locura. Me


gustaría matarlo, pero sé que no puedo. Tengo que ser una buena chica
para Ezra.

Ezra toma un trago de vodka, elevando la botella hacia Ronan antes de


levantarse. Se inclinan el uno hacia el otro, dándose palmaditas en la
espalda sin dejar que sus pechos se toquen. Y Ronan se da la vuelta para
salir de la habitación. Miró por encima de su hombro, con una pequeña
sonrisa en los labios mientras su mirada se desplaza de mí hacia Ezra.
—No manches de sangre las alfombras. Caro de limpiar. Pongan toallas.
—Atraviesa la puerta, riéndose—. Y no rompas la cama, ¿eh?

Me acuesto en la cama, leyendo un libro. Miro por la ventana al cielo


desolado cargado de nieve, y me pregunto si el cielo y el infierno existen.
Me pregunto dónde estará Hannah. La puerta cruje al abrirse,
perturbando mis pensamientos, y miro hacia atrás.

—Evie, hay un tipo abajo con un cuchillo en la polla y un corte en la


garganta. —Los ojos de Ezra se entrecierran acusadoramente sobre mí
mientras cerraba la puerta. —¿Lo mataste?
Trago con fuerza, y mis ojos vuelven hacia las letras de las páginas. Ezra
da unos pasos desde la puerta hasta la cama, agarra mi barbilla y me
obliga a mirarlo. Mi corazón se estremece contra mis costillas mientras
sus dedos se clavan en mi cara, y dejó caer el libro. —Contéstame,
—dice con un gruñido, bajando su cara hasta mi cuello.

—Me tocó.

Su mirada se fija con la mía por un segundo y luego se suaviza.

—Entonces bien, —dice contra mi garganta. Sus dientes se deslizan


sobre mi piel, y suspiro. Quiero que se enfade conmigo. Quiero que me
castigue porque eso es lo más cercano al amor para Ezra, la posesión.

Mis pulmones vacilan al pensar en lo que me hará, en las hermosas


formas en que me golpeará. —Hazme daño, Ezra.

Sus manos vagan sobre mi cuerpo, abriendo mi bata antes de arrastrar


su tacto entre mis pechos y hasta mi cuello. Me encanta la forma en que
sus dedos se sienten mientras se envuelven alrededor de mi garganta,
uno por uno.

—No, —dice, y mi corazón se desploma.

Su muslo me separa las piernas, y rápidamente le desabrocho los jeans y


los paso por encima de su trasero. Su polla dura presiona contra mí,
deslizándose sobre mi humedad antes de que se introduzca
profundamente en mí. El choque inicial de que me llenara hace que mi
espalda se arquee desde la cama, y me gruñe, apretando su mandíbula.

—No me necesitas para herirte, pequeña asesina. —Sus labios me rozan


la mejilla, sus dientes me muerden la mandíbula.
Pero yo sí. Quiero que me haga daño, y ya no es por el perdón, es
porque quiero sentir que me ama de la única manera que sabe hacerlo.
—Pero quiero que lo hagas, —le suplico. Me penetra más fuerte, y gimo
como la putita que quiere que finja que soy.

—No me importa lo que quieras, —dice contra mi oreja, mordiéndome.

—Pero te gusta hacerme daño, Ezra. —Le pongo mis piernas alrededor
de la cintura y lo llevo más adentro. —Quieres mis lágrimas. Quieres mi
miedo —. Me balanceo contra él, mis dedos se clavan en los duros
músculos de su espalda.

Me agarra de la nuca y me hace rodar, obligándome a montarlo. Guía


mis caderas, su agarre apretando hasta el punto del dolor mientras me
obliga a molerlo. Cuando llega a la parte más profunda de mí, echo la
cabeza hacia atrás.

—Tengo tus lágrimas. —Gime y mi mirada se fija con la suya—. Y no


tienes miedo, Evie.

Quiero follármelo. Quiero, por un momento, ser su dueña. Tomo sus


manos y las aparto de mis caderas, trabajando duro sobre su polla. Sus
manos suben por mi cuerpo, apretando mi pecho antes de pasar por
encima de mi garganta. Cada toque, cada movimiento sangra a través de
mí. Ya no me siento sucia. Ya no siento la necesidad de encontrar el
perdón porque cada vez que me toca, soy perdonada. No hay nada que
pueda hacer con Ezra que no sea sagrado. Puedo follar con él, puedo
matar por él, puedo amarlo, y nada de esto está mal porque me
endereza en todo sentido. Él es mi Dios, y soy su pecador. Y cuando lo
amo así, es mi absolución.

Sus dedos se enroscan en mi cabello, apretándolo con la fuerza


suficiente para causar esa quemadura que anhelo. Quiere ser mi dueño;
quiere poseerme. Y se lo permitiré. Seré su pequeña asesina. Seré su
puta asquerosa. Seré su gracia salvadora, le daré todo lo que quiera. Tira
de mi cuerpo, pegando mi pecho contra el suyo. Sus labios se cierran
sobre los míos. Su agarre se aprieta mientras mete su lengua dentro de
mi boca, reclamándome con cada golpe. Sus caderas ruedan, duras y
rápidas; sus dedos clavan sus garras en mi cintura mientras me folla
desde abajo. Ezra me exige que cumpla con cada uno de sus impulsos,
ya que está dando y recibiendo poder al mismo tiempo. No puedo evitar
mirarlo fijamente, en sus profundos y negros ojos, mientras toma lo que
quiere de mí. Y se lo permito. Dejo que se lleve hasta el último trozo de
mí.

Sus dientes se hunden en mi labio inferior, sacando sangre. Y gimo. Me


folla hasta que todo lo que puedo sentir es a él. Me consume con cada
empuje, con cada beso me hace sentir pura, justa, querida y limpia. Su
agarre se aprieta, y gime mientras tira de mí hacia abajo presionándome
contra él. Estoy en estasis por ser follada, y me estremezco ante el
movimiento repentino. Este es el dolor que le encanta darme, follarme
hasta que no sienta nada más que a él. Con cada respiración, con cada
movimiento, lo sentiré.

Mis ojos se cierran, una pequeña sonrisa se desliza sobre mis labios
mientras mi corazón se aprieta. El calor me cubre, bañándome en la
niebla del alivio. Ezra se pone rígido debajo de mí, sus dedos rasgando
mis caderas cuando se corre. Y aquí estoy, apretada contra mi propia
forma de cielo e infierno, sin aliento, complacida y perdonada.

Sus manos caen a sus lados, y me siento, mirándolo fijamente. Se ve tan


hermoso debajo de mí, poderoso y peligroso en todos los sentidos. Es
como una tormenta, enojado y violento. Una fuerza que puede hacer que
encuentres poder y fuerza en los lugares más feos. Ezra te marcará con
su presencia, te dejará saboreando la sangre en la memoria, y te dejará
en una ruina, un lugar de destrucción total a su paso. Me ha obligado a
encontrar la belleza en mi propia destrucción. Sé por qué lo necesito,
pero no sé por qué me necesita. Y quiero que me necesite.

—¿Por qué, Ezra? —Deslizo mi dedo sobre su brazo, trazando sus


intrincados tatuajes—. ¿Por qué arriesgaste las cosas que hiciste para
salvarme?

Me aplasta la palma de la mano contra el pecho y me empuja hasta que


caigo de espaldas a la cama. Y luego, está sobre mí, su cuerpo desnudo
presionando entre mis muslos. Toma mi mano en la suya, atando mis
dedos con los suyos mientras empuja mis brazos sobre mi cabeza.

Y sí, me va a hacer daño.

Sus labios rozan los míos. —Porque te amo, pequeña asesina.

Mi aliento se acumula en la parte posterior de mi garganta mientras lo


miró fijamente, mi corazón latiendo con fuerza en mis oídos. —Dilo de
nuevo.

Gruñe, envolviendo mi garganta con una mano mientras lleva sus labios
a mi oído. —Te amo.

Y ahora él te pertenece, Evelyn. Cuerpo y alma…

El Fin
Por los siglos de los siglos. Amén.

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