Psychology">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Actitudes La Naturaleza de Las Actitudes

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

ACTITUDES

La naturaleza de las actitudes.


Gordon Allport señala que el concepto de actitud “es probablemente el concepto más distintivo e
indispensable en la psicología contemporánea”. Las actitudes tienen más interés para los
psicólogos que las demás sub variedades de los motivos sociales debido, probablemente, al rol
principal que desempeñan en la dirección y canalización de la conducta social.
La actitud se define como “la tendencia o predisposición del individuo a evaluar en cierta forma un
objeto o un símbolo del mismo” (Kats y Stotland). Creen que las actitudes tienen componentes
afectivos, cognoscitivos y propios de la conducta, es decir, que entrañan sentimientos y
emociones, creencias y acción. Es posible que en una actitud dada haya más cantidad de un
componente que de otro. Algunas actitudes están cargadas de componentes afectivos y no
requieren más acción que la expresión de los sentimientos. Otras, están sumamente
intelectualizadas al grado en que no pueden emplearse para predecir el curso que el individuo
seguirá en una situación social. Las actitudes que se orientan a las acciones pueden entrañar un
mínimo de sentimiento y de creencias y aparecer cuando una necesidad puede ser satisfecha en
una forma sencilla y directa.
Katz y Stotland afirman que cada actitud tiene un solo referente, pero que las actitudes pueden
organizarse en estructuras coherentes que reciben el nombre de sistemas de valores. El término
ideología designa aquellas series integradas de creencias y valores que justifican los planes de
acción de un grupo o de una institución.
Según Campbell, las actitudes sociales se caracterizan por la compatibilidad en respuesta a los
objetos sociales. Esta compatibilidad facilita la formación de sistemas integrados de actitudes y
valores que utilizamos al determinar qué clase de acción debemos emprender cuando nos
enfrentamos a cualquier situación posible. Tales sistemas nos permiten interpretar y evaluar los
acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor y en nosotros mismos; si no contásemos con
esta fuente de indicios para guiar nuestra interpretación y nuestra acción, los acontecimientos nos
parecerían ambiguos y confusos. Los sistemas de valores determinan el modo en que percibiremos
y son, en sí, modos de percibir, en realidad, es difícil y a menudo imposible, distinguir entre el
motivo para percibir en cierta forma y el acto perceptivo mismo.
También podemos considerar el sistema de actitudes y valores como un estilo perceptivo
aprendido del que llegamos a depender para captar la “realidad”. La clase de estilo que
aprendemos y la clase de realidad que percibimos dependen en gran parte de nuestros modelos.
Ocasionalmente podemos percatarnos del carácter insustancial de nuestra “realidad” cuando
nuestras predicciones sobre la conducta futura de las personas no se confirman, o al ver que
nuestra interpretación de un acontecimiento difiere considerablemente de la de otros individuos
que han sufrido una serie distintas de experiencias para aprender. Así, la costumbre hindú de dejar
que las vacas vaguen por las calles y vivan como parásitos en un país que no tiene alimentos
suficientes para sus habitantes es considerada por los occidentales como irracional y totalmente
ajena a la realidad. Por su parte los hindúes consideran que las vacas son realmente
representaciones vivas de la diosa Kamadhenu y que matarlas equivaldría a una especie de
asesinato. Los hindúes afirman también que la ejecución de los criminales, que es legal en algunos
estados de los Estados Unidos, es realmente un homicidio, cosa que rechazan casi todos los
norteamericanos, que no se consideran asesinos cuando aplican la pena capital a un criminal. En
estos casos, tanto los hindúes como los norteamericanos no suelen percatarse del grado en que su
“realidad” está determinada por la cultura, expresada en las actitudes y valores de las personas
con quienes se asocian.
Aproximaciones al estudio de las actitudes.
Una primera aproximación: No es lo mismo mirar el mundo con unas gafas de cristal color de rosa
que con unas gafas oscuras. Nuestras actitudes son las gafas que cada uno de nosotros utiliza para
mirar a su alrededor y a sí mismo, o, como dice Robert Dilts, las actitudes son los filtros a través de
los cuales percibimos la realidad.
Esos filtros son imprescindibles, ya que la realidad es tremendamente compleja y los filtros nos
permiten simplificarla y centrar nuestra atención en unos aspectos y no en otros. Sin filtros no
podríamos funcionar, por tanto, decir que una actitud es un filtro no implica valoración negativa
(ni positiva) alguna.
Nuestras actitudes no son los únicos filtros que utilizamos, los sistemas de representación (visual,
auditivo y kinestésico) también funcionan como filtros de la enorme cantidad de información que
recibimos continuamente. Los sistemas de representación clasifican la información según el canal
sensorial y prestan más atención a unos canales que a otros. Las actitudes juzgan y valoran la
información y la filtran en función de la etiqueta que les hayamos asignado.
Les ponemos etiquetas a las cosas, y esas etiquetas dirigen nuestro pensamiento en un sentido o
en otro. Cuando nos encontramos ante algo que hemos calificado como „interesante” nuestras
reacciones son muy diferentes de las que tenemos cuando nos encontramos frente a algo que
hemos calificado de “aburrido”.
Las etiquetas que le ponemos a la realidad son de muchos tipos. A grandes rasgos podemos
distinguir tres categorías:
1. Por una parte tenemos las opiniones que formamos sobre la realidad exterior (por ejemplo, los
niños son ruidosos, el ruido es molesto)
2. Después tenemos las opiniones que formamos sobre nosotros mismos, sobre nuestra identidad
(soy bueno en matemáticas, soy una persona nerviosa)
3. Por último formamos valores y escalas de valores, que son los que nos permiten decidir que es
más importante y establecer prioridades. Muchas veces nuestros conflictos internos se deben a
conflictos entre valores del mismo nivel (por ejemplo, necesito dedicarle más tiempo a mi trabajo
puede entrar en conflicto con necesito dedicarle más tiempo a mi familia)
En cualquiera de esas tres grandes categorías nos encontramos que, con frecuencia, se identifican
las actitudes con aquellas ideas que podemos expresar verbalmente y de las que somos
conscientes, pero si entendemos las actitudes como los filtros que hacen que prestemos atención
a unos aspectos de la realidad y no a otros es fácil darse cuenta de que muchos de nuestros filtros
no se expresan verbalmente, sino que los asumimos de forma tácita.
Por ejemplo, cómo profesor sé que en cuanto el ruido en un aula supera un determinado nivel
entro en acción para hacerlo bajar, sin embargo, me resultaría muy difícil explicar cuál es el nivel
de ruido adecuado, simplemente noto que tengo que actuar. El que no pueda expresar
verbalmente cuál es el nivel de ruido adecuado en un aula no me impide tener ideas / sensaciones
definidas sobre ese tema, y no impide que esas sensaciones / ideas me impulsen a fijarme en qué
momento ese nivel de ruido se supera y, a partir de ahí, a actuar.
Muchas de nuestras actitudes están fuera de nuestro nivel de atención consciente, lo que quiere
decir que reaccionamos ante ellas sin siquiera darnos cuenta. Puede suceder incluso que esas
actitudes tácitas estén en contraposición con las ideas que defendemos conscientemente.
Una segunda aproximación: Cierta regularidad en los sentimientos, pensamientos y
predisposiciones del individuo para actuar en relación con algún aspecto de su ambiente (Secor y
Backman 1964)
Las actitudes sociales están compuestas por variables interrecurrentes, compuestas por tres
elementos a saber:
1. Cambios en el componente cognoscitivo: para que exista una actitud hacia un objeto
determinado es necesario que exista también alguna representación cognoscitiva de dicho objeto.
Las creencias y demás componentes cognoscitivas (el conocimiento, la manera de encarar al
objeto, etc.) relativos al objeto de una actitud, constituyen el componente cognoscitivo de la
actitud.
2. Cambio del componente afectivo: es el sentimiento a favor o en contra de un determinado
objeto social; supongamos que por una desavenencia cognoscitiva real modificamos nuestra
relación afectiva con una persona. El cambio registrado en este componente nos conducirá a
emitir conductas hostiles hacia la persona, así como a atribuirle una serie de defectos capaces de
justificar y de hacer congruente el cambio de nuestro afecto. De igual modo si por un motivo u
otro nos empieza a gustar una persona que no nos gustaba anteriormente, todo aquello que era
considerado como defectos pasan a ser percibido mucho más benignamente, e incluso como
virtudes.

3. Cambio en el componente relativo a la conducta: la combinación de la cognición y el afecto


como instigadora de conductas determinadas dada determinada situación.

La prescripción de una determinada conducta, como la que los padres exijan a los hijos ingresar a
un colegio que a ellos no les gusta, pero que a juicio de los padres es más beneficioso para el
futuro, puede traer como consecuencia una reorganización de los componentes cognoscitivos y
afectivos, haciéndolos objetos de una actitud positiva por parte de los chicos.
Una tercera aproximación: La actitud, un término definido principalmente desde la Psicología,
puede entenderse de diversas formas. Entre ellas, se le considera como la postura que adopta el
cuerpo humano según los diferentes movimientos del ánimo, sin embargo, la forma más común
de entender aquello que se conoce por actitud es aquella disposición anímica del ser humano
expresada de algún modo en particular.
Este concepto proviene de la palabra latina “actitudo” y, como ya se mencionaba, se define desde
la psicología como aquella motivación social de las personas que predisponen su accionar hacia
determinadas metas u objetivos. Existen actitudes personales que sólo guardan relación con sí
mismo, mientras que existen ciertas actitudes sociales que inciden en las conductas de un grupo o
colectivo.
La actitud se desarrolla, al interior de la Psicología en el campo de la Psicología de la Personalidad
y la Psicología Social. Dentro del contexto de esta última disciplina es que el afamado psicólogo
Gordon Allport comenzó sus investigaciones en torno a las actitudes sociales, pero fue gracias a
Erich Fromm, cuando en 1940, con la publicación de su obra “El miedo a la libertad”, que dicho
concepto logró instalarse como parte fundamental de las teorías de la Personalidad.
La actitud que adopta una persona o grupo de individuos depende de muchos factores, depende
de las múltiples experiencias y relaciones que hayan ido acumulando a lo largo de su historia de
vida. De este modo, las actitudes toman forma a partir del conjunto de creencias que se vaya
conformando, comprendiendo por esto a aquella única predisposición a actuar de cierta forma
ante ciertas situaciones o circunstancias, como vemos una persona adoptará una actitud particular
frente a determinada situación, la que variará de un individuo a otro ante un contexto similar. Lo
mismo ocurre con determinados grupos de personas o colectivos como podría ser un gobierno o
un partido político.
Una cuarta aproximación: El estudio de actitudes es un tema central de la psicología social. Las
actitudes están implicadas en casi todas las áreas de la disciplina, incluyendo la conformidad, la
atracción interpersonal, la percepción y el prejuicio. En la psicología social, las actitudes se definen
como evaluaciones globales doctas de una persona, un objeto, un lugar o un asunto que
influencian el pensamiento y la acción. Es decir, las actitudes son expresiones básicas de
aprobación o desaprobación, favorabilidad o desfavorabilidad, o gustar y disgustar. Ejemplos
incluirían que nos guste el helado de chocolate, ser anti-aborto, o endosar los valores de un
partido político particular.
Los psicólogos sociales han estudiado la formación, la estructura, el cambio y la función de las
actitudes y la relación entre éstas y el comportamiento. Debido a que la gente está influenciada
por la situación, las actitudes generales no suelen ser buenos predictores de comportamientos
específicos. Para una variedad de razones, una persona quizás valora el medio ambiente, pero no
recicla una lata un día particular.
Mucha de la investigación reciente sobre las actitudes trata de la distinción entre medidas de
actitudes tradicionales de "autoreporte" y actitudes inconscientes o "implícitas". Por ejemplo, los
experimentos usando el Test de Asociación implícita han encontrado que la gente a menudo
demuestra parcialidad contra otras razas, incluso cuando sus respuestas en encuestas revelan
igualdad de la mente. Un estudio encontró que las actitudes explícitas correlacionan con
comportamiento verbal en interacciones inter-raciales, aunque actitudes implícitas correlacionan
con comportamiento no verbal.

Conflictos entre los sistemas de actitudes.


Anteriormente observamos que las actitudes intelectualizadas pueden fallar al predecir la clase de
conducta social que realmente aparece. Es posible que las personas adopten actitudes total o
parcialmente intelectualizadas debido a la necesidad de satisfacer dos o más sistemas opuestos de
creencias y valores. Consideremos el caso de Abu Marques, abogado y legislador de uno de los
países jóvenes en vías de desarrollo que hasta hace poco fue colonia de una potencia europea. El
señor marques está públicamente dedicado a la democracia puesto que participa en un gobierno
basado en una constitución democrática y lo apoya abiertamente. Sin embargo, el señor Marques
se crió en una aldea tribal del interior del país en la que todavía prevalecen las pautas de conducta
tradicionales y en extremo autoritarias. Allí el poder y la influencia están en proporción directa a la
edad y a la posición del individuo en la organización tribal. Además, la posición no se alcanza, sino
que se hereda. En esa aldea, las mujeres son tratadas como ciudadanos de segunda clase, aunque
se les concedió el derecho de voto cuando el país obtuvo la independencia.
Si, como legislador, la conducta del señor Marques es ejemplar según las normas de la
democráticas, su mujer y sus hijos deben rendirle acatamiento cuando se encuentra en su casa. Él
es quien toma todas las decisiones de la familia; su esposa recibe una cantidad de dinero para
llevar la casa, pero debe rendirle cuentas detalladamente. Su estudio de abogados se rige por las
mismas normas: sus empleados y ayudante le tratan con una deferencia que bordea la
obsequiosidad. Y el seños marques, por su parte, muestra el mismo respeto por el primer ministro
y los miembros del gabinete. Es evidente que su defensa pública de los ideales democráticos y su
conducta política son bastante incompatibles con su conducta privada y con la que se observa
frente a los altos funcionarios de su gobierno. Por tanto, el sistema de valores que suscribe no está
claramente determinado. Parte de su conducta está de acuerdo con las actitudes democráticas
mientras que otros aspectos siguen pautas más autoritarias y tradicionales. Es muy posible que el
señor Marques no se percate de las discrepancias que hay entre sus declaraciones públicas sobre
la democracia y su conducta fuera de la cámara legislativa.
El problemas sería más fácil y la conducta más coherente si las personas reorientaran sus valores
haciéndolos mutuamente compatibles, pero esto es muy difícil de realizar en una sociedad plural
que tolera y apoya distintas ideologías opuestas. Algunos valores tienen más importancia que
otros para determinado individuo y de ahí que se sienta obligado a ensalzar públicamente algunos
que considera ampliamente aceptados, pero cuando debe hacer frente a una situación crítica en la
que sufre estrés, es posible que reacciones de acuerdo con una serie de valores diferentes. Para el
observador su conducta parecerá inconsecuente, más para el individuo en cuestión no habrá tal
incongruencia puesto que las diferencias en las dos situaciones exigen la aplicación de distintas
series de principios o de valores.
Medición de las actitudes.
No es posible observar directamente las actitudes, sino que debemos inferirlas de la conducta,
bien sea al observar las respuestas de un individuo a los objetos o por sus apreciaciones y otras
expresiones verbales. Por lo general, es más fácil y también más eficaz, basar estos juicios en las
declaraciones verbales (escritas u orales) del individuo. Esto se puede llevar a cabo por medio de
entrevistas, aunque es más eficaz y se obtiene mayor precisión valiéndose de escalas y
cuestionarios escritos. Los resultados obtenidos con estos métodos tienen, además, la ventaja de
que se analizan más fácilmente por medio de la estadística.
Dimensiones de la actitudes.
La dirección. La actitud, ¿está en pro o en contra del objeto, persona o acontecimiento en que se
centra? En una escala de actitudes típica la dirección puede indicarse según el “agrado” o el
“desagrado” del individuo anotando “si” o “no” o cualquier par de respuestas alternativas
parecidas.
La intensidad. ¿Es intenso, ligero o ambiguo el sentir del individuo en lo que respecta al objeto de
la actitud? La intensidad se aprecia de varios mosods: indicando la propia posición en la escala
graduada de valores; seleccionando una respuesta entre varias, cuya intensidad va de “fuerte” a
“ligera”, o anotando un número mayor o menor de opciones sopesadas en una dirección
determinada.
La centralidad. ¿Se aproxima al centro de un sistema de actitudes y valores que son sumamente
importantes para el bienestar y los objetivos del individuo? ¿Ocupa una posición fundamental?
¿Se trata, por lo contrario, de una actitud periférica y marginal? De ello se infieren los aspectos
afectivos, cognoscitivos y de la conducta que entrañan. Las actitudes que se afirman con fuerza
suelen ser centrales, estar basadas en una serie de creencias y proporcionar motivos de acción.
Ejemplo, las actitudes que se refieren al yo.
La prominencia. Es el grado en que un individuo destaca una actitud determinada o la notoriedad
de la misma, se relaciona con la centralidad y con la intensidad. No todas las actitudes centrales
son prominentes. Las actitudes de Juan Pérez hacia sí son, como las de la mayoría de las personas,
centrales e intensas; pero no las destaca particularmente en su diaria interacción con los demás.
Sin embargo, se afana en reclutar miembros para la secta religiosa a la que pertenece y en
cualquier conversación saca a relucir el tema de la religión.
La consistencia. El grado en que varias actitudes y sistemas de actitudes se compaginan y
relacionan. Como Juan Pérez e un miembro tan devoto de su particular secta religiosa, esperamos
que tenga en gran consideración a sus correligionarios. Tal actitud se compaginaría con aquella
cuya prominencia ha demostrado mediante su afán de hacer proselitismo. Pero si descubrimos
que en realidad tiene una mala opinión de los demás miembros de su secta, quedaremos
sorprendidos, puesto que esta actitud es incongruente con las que tiene respecto a su religión.

ACTIVIDADES DE REFLEXIÓN PARA CONSOLIDAR EL APRENDIZAJE


1. Cada grupo representará a partir de una dinámica, roles en los que se evidencien una
coherencia o falta de ella de una actitud o valor.
2. ¿Qué señalan Katz y Stotland en relación a las actitudes?
3. ¿Cómo interpreta Ud. lo señalado por Robert Dilts respecto que las actitudes son los filtros a
través de los cuales percibimos la realidad?

También podría gustarte