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La Soledad Del Referi

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Idénticos V – Ciclo 2017

La soledad del referí


Autor: Patricio Abadi

Un hombre vestido de árbitro (de negro)

La soledad del referí es inmensa.

No es un dato menor que es la profesión con mayor cantidad de hombres que han
formado familia.

Lo digo con los números en la mano (Lee en el reverso de una tarjeta amarilla que saca
del bolsillo de la chaqueta y se pone unos anteojos)

Yo estuve haciendo un censo

Cuando a mí las hinchadas me cantaban….que amargado se te ve, cuando vos vas a la


cancha, tu mujer se va a …A mi en un punto me alegraba, no les voy a mentir, pensaba
lo lindo que sería tener una mujer en la casa, pensaba que generosa la gente que me
canta eso. Independientemente de que mi supuesta señora se estuviera divirtiendo
mientras yo fuera el trabajo, qué importa, la sola idea de que hubiera una mujer en la
casa para compartir unos amargos cuando cae el domingo y contarle: - Che, negra, no
sabés hoy, cobré dos penales y nadie protestó nada, o volver con el pecho inflado
como cuando uno dice siga, siga, y el juego fluye.

Yo tengo que confesar que me divierto horrores con las barbaridades que me gritan.

Ojo, eso, sí, hay un insulto que no me hace nada bien, me lastima, me parece que se
pasan de la raya. Es cuando me dicen: Sorete de luto.

Mi mamá me seguía a todos lados. Se murió el año pasado. Yo vivía con ella. Murió en
frente mío, en una camilla del vestuario de árbitros de la cancha de Sportivo
Combatientes en Tierra del Fuego. Yo la intenté reanimar, los linesman la abanicaban
pero nada.

Miren, me acuerdo de mamá y…y yo que no le pude dar nietos. Pero bueno, un poco
estoy acá, confesándome por eso. Conocí una chica, es referí ella también. La cosa fue
así. Me la mandaron de juez de línea para el clásico de Pasteleros contra Cipolleti, por
la promoción del Argentino B. Y nos pusieron juntos en el micro. Yo acostumbrado a
viajar con linesman y con mi vieja. Los nervios que tenía. Puede ser mi nieta pensaba.
En el colegio de árbitros la estaban fogueando, otro poco funcionaba como publicidad
estatal para la igualdad de género. Pero es muy buena, eh. Si vieran el movimiento
retráctil cuando levanta el banderín. En el Vía Bariloche, yo me iba al baño, me
perfumaba. Ella habló poco, sólo me pidió un par de consejos y me agradecía con una
sonrisa preciosa. Lo que vengo a contar tiene que ver con esto. ¿Lo cuento o no? Bue,
Idénticos V – Ciclo 2017

ya que me animé a pasar, lo cuento. Segundo tiempo, partido áspero. El estadio estaba
lleno, habría unas 70 personas. La cosa fue que se armó un tumulto en el área de
Cipoletti, yo estaba de espaldas y no vi nada. En esos casos uno cabecea a ambos lados
para ver si los colaboradores vieron algo. Vi a mi derecha a Ramón Saravia, el línea que
me mandaban siempre, y se toco así debajo del cuello como que no había visto nada.
Giro hacia el otro lado. Ahí mis ojos se encontraron con el dedo de ella que me
llamaba así. Me hacía así, con todo el pelo atado, esa mirada, las cejas así levantadas, y
yo iba como un cordero al matadero, iba como cuentan las malas lenguas que fue
Cristo cuando lo llamó Magdalena, con el apetito prohibido con que Adán mordió la
manzana de Eva. Fui hasta donde estaba ella, obnubilado ya, y le puse mi oído.
Escuché algo como codazo del número nueve, pero dejé el oído y sentí el vientito que
salía de sus labios rosados, y escuché todo lo que me decía detrás de eso del 9, me
pareció que me decía: (canta) Ay amor mío, que terriblemente absurdo que es estar
vivo, sin el eco de tu cuerpo, sin tu latido, sin tu latido…Creí escuchar que me decía que
lindo tener un affaire contigo, compartir un dos ambientes, indignarnos juntos cuando
llega la boleta de rentas. Ser dos en uno. Amarnos, me entendés?

La miré a los ojos. Escuchaba como en cámara lenta a mis espaldas, las protestas, de
los jugadores.

Saqué la tarjeta roja de mi pantalón, la birome, y le escribí te amo. Se le abrió la mano


como acto-reflejo y se le cayó el banderín al suelo. Me di cuenta que ese era el
momento, sentí como cuando silva la pava y me hago unos matienzos solo en casa,
como ese momento donde…en fin…el instinto, la atracción. Lo sentí en ese momento,
y la besé. Y ella se quedó. No me corrió la cara. Nada. Se quedó y empezó ella también
a mover la boca. Cada vez más apasionados, ella me abrazó, yo le agarré la nuca. Casi
me había olvidado como se besaba pero no… es como eso que dicen de andar en
bicicleta. Te subís y pedaleas. Ella emanaba un olor a hembra nueva, nueva, mmm,
rozagante de juventud, ya nos estábamos prendiendo fuego. Entonces por discreción,
porque no me gusta andar haciendo alharaca, toqué el silbato, di por suspendido el
encuentro, y nos metimos en el vestuario.

Cuando bajábamos los escalones escuché como todo el estadio coreaba: Pelaaado,
pelaaado, pelaaado. Ella me agarró más fuerte de la mano. Ahí giré la cabeza, saludé,
miré al cielo y le dije, para vos vieja, para vos.

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