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Santos Julia, La Historia Social Historiografia Española
Santos Julia, La Historia Social Historiografia Española
Santos Julia, La Historia Social Historiografia Española
y la historiografía española
Santos Juliá
1, Ilegions and L'ommunitie.~; 2, People and their environment; :J, Social agencie.~ and
in.~titutions. Cambridge, Cambridge University Press, 1990, 1992.
Santo,'; JuLiá
Y 18.
/.-a /zútoria social.y la /zútoriograjia esparzola
historia social clásica. No se trata sólo de que una elija como objeto
los grandes grupos sociales, preferentemente las clases, mientras la
otra concede importancia a diversas formas de agrupamiento de gé-
nero, edad, patronazgo, etnicidad; ni de que una utilice variables so-
ciológicas cuantificables como la demografía, la tecnología, la econo-
mía, mientras la otra prefiere variables culturales, como los rituales
o las actividades simbólicas; ni, en fin, de que la primera se mueva
en amplios marcos como el Estado-nación o los imperios, mientras
la segunda busca sobre todo el marco local, sino que por debajo de
todo eso late 10 que es tal vez la principal diferencia entre clásica y
nueva historia social: la primera explica, la segunda interpreta; o,
más exactamente, la primera explica estableciendo leyes; la segunda
explica interpretando significados 7.
Llegados a este punto, aparece con claridad que 10 que distingue
a las nuevas corrientes de historia social de las clásicas no es única-
mente la apertura a nuevos objetos acarreados de cualquier forma a
la consideración de los historiadores por las nuevas ciencias sociales
-valores, edad, enfermedad, sexo, trabajo, ritual, símbolos-; tam-
poco que, recuperado el sujeto, la nueva historia social se interese por
microunidades, por comunidades locales, por acontecimientos singu-
lares o por la vida de una persona. Lo importante es que de nuevo
se da prioridad al estudio del sentido y de la acción simbólica. Yeso
es 10 fundamental porque, para situar otra vez al sujeto en el centro
de la preocupación del historiador, es preciso efectuar un saldo epis-
temológico que nos lleva, hacia atrás, hasta Max Weber para quien,
como recordaba Clifford Geertz en un párrafo que condensa el fun-
damento de esa nueva historia social, el ser humano es «un animal
inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido/~. Geertz
l1ama cultura a esa trama y considera que su análisis no puede ser
una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia inter-
pretativa en busca de significaciones. Conocer no es en este análisis
buscar causas, establecer leyes, sino interpretar expresiones sociales
que son enigmáticas en su superficie. La explicación se convierte en
descripción densa; conocer es describir densamente, interpretar.
7 ZEMON DAVIS, NATALlE, «The shapes 01' social history», Storia della Storiogra-
jia, 1990, 17, pp. 28-:H (hay traducción española en Historia Social, 10, primavera-
verano, 1991, pp. 177-182).
H GEERTZ, CLlFFOHD, La interpretación de las culturas, Barcelona: Gedisa, 1988,
p.20.
/.Ia historia social X la hútoriograjla española
'1 C1IAHTlEH, ROCEH, «Le monde comme representation», Annale.~ f,'8C, noviem-
(el empirismo) que no nos hace estremecer~ que parece ser escasa-
mente excitante~ que nació polemizando con el ""entusiasmo" ~ que in-
siste sobre los límites de lo posible~ sobre 10 provisional de las solu-
ciones~ sobre su parcialidad y revisión» 10. Tal vez algunos interpre-
ten este nuevo talante como crisis de la historia en la medida en que
con él será ciertamente imposible reconstruir la historia como una To-
talidad Unitaria. Para otros~ sin embargo~ sólo en él radica la incier-
ta posibilidad de vivir a la vez sin ilusiones y sin renunciar al ejerci-
cio de la razón.
* * *
Al afrontar ahora el tema de la situación actual de la historia so-
cial que se hace en España en relación con lo que produce en otros
países es preciso alejarse por igual de dos posiciones extremas o~ más
bien de una~ sin correr hacia la otra. Consiste esa posición en afirmar
que en España no se hace historia social~ que vivimos~ en lo que res-
pecta a esa materia~ es una especie de territorio desértico al que fue-
ra preciso llevar las primeras conducciones de agua. Rechazar esta vi-
sión que se resume en el célebre en este país todo está por hacer, no
significa~ sin embargo~ afirmar la contraria.
Por decirlo con dos negaciones: ni esto es un yermo ni aquí ha
germinado nunca una original corriente de historia social 11. Por de-
cirlo con dos afirmaciones: 1) hemos producido lo que es ya un sig-
nificativo volumen de estudios de historia social~ pero 2) en su objeto
yen la concepción teórica o el instrumental metodológico que los ani-
ma~ esos trabajos son deudores de corrientes alumbradas en otras co-
munidades académicas. No estamos en un desierto~ pero el agua que
riega nuestros campos alumbra lejos. Este es el primer diagnóstico
que podría hacerse de nuestra historia social.
Las razones de esta situación vienen de antiguo~ de principios de
siglo. Podría decirse~ en resumen~ que ha habido dos momentos prin-
cipales de diálogo entre la historia y las ciencias sociales de las que
han surgido diferentes corrientes de historia social. La primera~ en el
Historia social/Sociología hi.~tórica (Madrid, Siglo XXI, 1(89) para no tratar dc E;;-
paña: no quc cntre no;;otro;; no ;;c hiciera hi;;toria social, ;;ino quc en c;;c tcrrcno «no
había ;;urgido ninguna corricntc hi;;toriográfica original en lo que va de ;;iglo».
Santos Juliá
ocupa, frente a José Castillejo, Severino Aznar con los votos de «tres íntimos amigos
y paisanos, dos de ellos sacerdores». LA PORTA, F . .1.; HlJlZ MIClJEL, A.; ZAPATEHO, V.,
y SOLANA, .1., «Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios», Ar-
bor, 49:~ (enero 1987), pp. 72-75.
J:l «Hace ya mudlO tiempo que todo era metafísica en España», lamentaba ZAM-
IlRANO, MARiA, tras afirmar que «la historia de España se nos había convertido en una
encerrona»: «El español y su tradición», Hora de fJ'spaña, IV (abril 19:37), pp. 264 y
266.
H Citado por ABAD, FRANCISCO, «La obra filológica del Centro de Estudios His-
tóricos», en .1. M. Sánchez Hon, coord. La Junta para Ampliación de fJ'studios e Inves-
tigaciones Científicas ochenta años después, Madrid, CSIC, 1988, 2, p. 505.
];, FONTANA,.1., «La historiografía española del siglo XIX: un siglo de renovaci(ín
entre dos rupturas», en S. Castillo, coord., /Ja hútoria social en fJ'spaña, Madrid, Si-
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mismo Fontana~ que «partir de cero» (como habrá que partir tam-
bién de cero en sociología) 16 y esperar a los años cincuenta y sesenta
para que se renueven los intentos de historia social debidos~ como se
sabe bien~ a la recepción entre selectos círculos de historiadores de
las corrientes francesas más que a un diálogo autóctono entre cientí-
ficos sociales e historiadores~ 10 que no dejará de condicionar la pos-
terior evolución de esa (re) naciente historia social.
Ha sido José María Jover -autor~ por cierto~ en 1952~ de un ex-
celente estudio de historia de las mentalidades- quien se ha encar-
gado de levantar el balance de los caminos abiertos por esa historia
social~ de sus núcleos de interés y de los ambiguos resultados fina-
les 17. Los límites que Jover señalaba hace veinte años a la historia
social consistían en que había suscitado cuestiones fundamentales de-
jando en penumbra la realidad social en la que se sustentaban. Así~
señalaba Jover~ no hay ninguna historia que haya abordado el estu-
dio de la sociedad española del siglo XTX de manera global. Las que
10 han intentado~ habría que catalogarlas~ más que de historia social~
de historia general a la manera clásica. 1-10 mismo podría decirse del
desequilibrio existente entre la muy en boga historia del movimiento
obrero y la desatendida historia de las clases trabajadoras y~ en fin~
de la atención prestada a la revolución burguesa y a la reiterada en-
trada en escena de la burguesía en contraste con una talla y una fi-
sonomía que quedaban indecisas~ desdibujadas. A Jover le causaba
cierta perplejidad la omnipresencia de una burguesía de la que por
otra parte se ignoraba casi todo.
glo XXT, 1991, p. :U2. JOVER, Jmil;: M., ha insistido en la "filiación anglofrancesa del
concepto de civilización que inspira la obra de Altamira», en La civilización española
a mediados del siglo xx, Madrid, Espasa-Calpe, 1992, p. :H O.
1i> En sociología, el corte de la guerra produjo efectos tal vez más devastadores
porque arrojó al exilio a sus tres figuras más prometedoras: Francisco Ayala, Luis He-
caséns y José Medina Echavarría (que edita en México, ¡en 1944!, A'conomíay8ocie-
dad, de WEBER, MAx): ver, todavía con provecho, GÚMEZ AHBOLEYA, ENRIQUE, "Socio-
logía en España» (1958), en GINER, S., Y MORENO, L., Sociología en Rspaña, Madrid,
CSTC, 1990, pp. 17-50.
17 JOVER, .T. M., "El siglo XIX, en la historiografía española contemporánea», en
.T. M. Jover, coord., f,'l siglo XIX en f,'spaña: doce estudios, Barcelona, Planeta, 1974,
pp. 9-151. Sería interesante averiguar qué ha pasado con los grandes ternas de histo-
ria social evocados en este ejemplar estudio de historiografía, lamentablemente no con-
tinuado por nadie con idéntica erudición y elegancia crítica. Yo sólo podré indicar aquí
muy brevemente algunas cuestiones relativas a clases trabajadoras, burguesía y socie-
dad del siglo XIX.
La hiMoria social y la historiografía española
Il\ Cornte, Spencer, Durkheirn aparecen corno los sucesivos elaboradores de la «vi-
sión evolucionista dásica», en CASANOVA, /-,a húlo,.ia. p. 61. A veces, esta alegría con
los dásicos roza el disparate: de las «teorías evolucionistas» de Spencer, Durkheirn, We-
ber y Tonnies se habría derivado la sociología funcionalista, según PIQLJEHAS, .T. A., Y
SEBASTIÁ, E., AgioLislm, Neg,.eros.yPa,.Lisanos. Vah~ncia: Alfons el Magnanirn, 1991,
p. 1:3.
19 Sobre la confusi()1I del rnarxirno con el funcionalisrno vulgar traté en «Cues-
~1 Sólo a modo de ejemplo citan'~ los libros, de muy divcrso aliento, de THINIDAD,
PEDHO, I~a dp!ensa de la sociedad. Cárce(ydelincuencia en f;spaña (.~iglos :11111-:1,\). Ma-
drid, Alianza, 1991, y SIEHHA ALVAHEZ, .JOSI::, f,'l obrero soñado. f,'nsa.yo sobre el pa-
ternalúmo industrial (Asturias. 1860-1917). Madrid, Siglo xxr, 1990, que dcstinan
más dc la mitad de sus páginas a discursos generados en Francia.
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