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30 Cavarozzi Autoritarismo y Democracia
30 Cavarozzi Autoritarismo y Democracia
30 Cavarozzi Autoritarismo y Democracia
Marcelo Cavarozzi
El autor caracteriza el período 1955-1983 principalmente con la inestabilidad política, diciendo
que ésta se basaba en ciclos donde el ascenso, la crisis y la desintegración se repetía una y otra
vez alternando entre gobiernos constituciones y gobiernos militares. Consecuentemente, el
autor subraya que la política adquiere una textura de uniformidad, donde el único atributo que
distinguió un ciclo con su precedente fue la mayor intensidad y violencia de las turbulencias
políticas.
Con respecto a la sociedad, Cavarozzi nos habla del “bloqueo recíproco y empate social”, es
decir, una situación de equilibrio entre fuerzas sociales de peso relativamente parejo cuyo
resultado es bloquear los proyectos políticos de sus antagonistas, lo que no les permite
imponer los suyos propios.
En la primera etapa el autor habla de “gobiernos débiles” refiriéndose a gobiernos tanto civiles
como militares basados en el régimen semidemocrático (imponía la proscripción del
peronismo).
El período de los “gobiernos fuertes” comienza con la dictadura de Onganía en el año 1966. Se
los llamó “fuertes” porque al menos de inauguraron y/o autodefinieron como tales y se
propusieron transformaciones radicales de la política e incluso de la sociedad argentina, y a
comparación con los “débiles”, en el momento de su instalación se basaron en consensos de
terminación bastante extendidos. Estos gobiernos fuertes terminaron también fracasando,
pero eso expresó la capacidad de la sociedad argentina para bloquear proyectos autoritarios y
represivos.
El principal resultado de este dualismo fue que los dos “bloques” principales de la sociedad (es
decir, el sector popular y el frente antiperonista, compuesto por los sectores burgueses y de
clase media) rara vez compartieron la misma arena política para la resolución de conflictos y el
logro de acuerdos basados en mutuas concesiones.
Por consiguiente, las acciones emprendidas contra los peronistas y los políticos o funcionarios
públicos que los respaldaban o toleraban fueron justificadas con el argumento de que tales
acciones estaban destinadas a proteger la democracia de sus enemigos.
A esta disyunción (peronismo vs. antiperonismo) se sumó otra que la agravó, a la que se llamó
“disyunción dentro de la disyunción” y afectó al frente antiperonista.
Este bloque conformado por los partidos no peronistas y militares “democráticos” expresaron
contenidos disímiles y a veces antagónicos. Se debía al creciente autoritarismo de los militares,
a las posturas con respecto a la erradicación del peronismo (integracionismo, gorilismo) y a las
controversias surgidas del modelo socioeconómico que reemplazaría al del período 1945-1955.
A partir de 1956 fueron emergiendo gradualmente tres posiciones divergentes en el campo del
antiperonismo: la del populismo reformista, la desarrollista y la liberal.
Las consignas del populismo reformista fueron promovidas por el radicalismo. En 1956, la UCR
se dividió: un ala, la Radical Intransigente o frondizista (UCRI) y la otra, la Radical del Pueblo
(UCRP).
Sin embargo, cuando Frondizi fue elegido presidente en 1958, redefinió la orientación
económica del partido, cambiando a la posición desarrollista.
-UCRP (populismo reformista): no cuestionó las premisas básicas del modelo impulsado en la
época peronista. Alentó simultáneamente los intereses de la clase obrera y la burguesía
urbana, y propuso una política nacionalista moderada, que limitara la presencia del capital
extranjero. Sólo dos críticas hicieron de la economía en los tiempos peronistas, una que había
desalentado la producción agropecuaria y otra, que había fracasado en la promoción de la
industria pesada e infraestructura y que el Estado había gastado mal sin invertir en obras
públicas. Posición frente al peronismo: gorilismo.
-LIBERAL: cuestionaron no sólo el modelo de conciliación de clases, sino también la premisa del
desarrollo industrial. Decían que habían que solucionar dos temas críticos: progresivo
deterioro de la disciplina de los trabajadores y la ineficacia de amplias franjas de la burguesía
industrial. Tales problemas tenían como razón el cerramiento de la economía, las industrias
“artificiales” y el excesivo crecimiento del Estado.
Durante este período se ponen en práctica nuevas formas de hacer política en el país. Pueden
diferenciarse dos etapas:
- Etapa 1955-1966: con gobiernos militares y civiles tutelados por aquéllos, y con un
denominador común que fue que estaban deslegitimados por su compromiso de mantener al
peronismo fuera del juego político; por eso se dice que tanto unos como otros fundaron un
régimen semidemocrático imponiendo su proscripción.
Esta etapa se denominó la de los “estados desarticulados” e impulsó una política dual que
enfrento dos bloques antagónicos, por un lado el pueblo peronista sin representación en el
parlamento, y, por otro, el frente antiperonista.
- Etapa 1966-1973: se caracteriza por gobiernos militares que funcionaron sin instituciones
democracia. Esta exclusión de todos los partidos unifico el campo de la política, dividida en la
etapa anterior. Estos gobiernos que se instauraron a partir de un golpe militar contaron con
cierto apoyo y cuotas de consenso de parte de la sociedad civil.
Durante el período, el sindicalismo hizo que se congelaran los salarios y se suspendieran las
convenciones colectivas. A cada medida de los empresarios o del gobierno, los sindicatos
peronistas respondían con acciones violentas, sabotaje, huelgas y movilizaciones, que crearon
un clima de “guerra social”. Durante el gobierno de Frondizi, el sindicalismo peronista se
dividió en combativos y vandoristas, siendo este el origen de las luchas internas de la década
siguiente. Su fuerza residía en tres aspectos: su carácter de sindicato único, la adhesión de los
obreros al peronismo, y su organización vertical, que permitía que las decisiones de los líderes
sindicales estuviera respaldada por los miles de votos.
Como organización permanente del peronismo, los sindicatos sirvieron de base para
reconstruir el partido político, oportunidades en que se permitió a los peronistas participar de
la contienda electoral.
La represión de la resistencia fue desalojada a los combativos del control de las organizaciones
que dominaban, muchos de cuyos dirigentes ingresaron en listas negras que les hicieron
imposible volver a trabajar.
Si bien pudieron hacer frente a los programas de estabilización de los gobiernos de la época,
no pudieron evitar los profundos cambios en la economía y en la sociedad.
La CGT de los Argentinos (CGTA) tuvo un discurso de oposición frontal al régimen y de condena
a las tácticas de los “blandos” y de los vandoristas.
Luego del golpe de 1955, las fuerzas armadas se dividieron en dos bandos: azules y colorados.
Se diferenciaban entre si por la postura que asumían respecto del peronismo. Los colorados
representaban al sector antiperonista, lo consideraban sinónimo de comunismo. Liderados por
el general Toranzo Montero, asumieron posiciones claramente golpistas. Para ellos el
peronismo era un movimiento de clase sectario y violento que podía dar lugar al comunismo.
Se oponían por una motivación política y social, al acusarlo de desatar el resentimiento de la
clase obrera.
Para los azules, a pesar de sus excesos, abusos de poder y su demagogia insoportable, el
peronismo era una fuerza nacional y cristiana que permitió salvar a la clase obrera del
comunismo y se constituía por lo tanto en un bastión contra la subversión. Se oponían a Perón
porque este había tratado de “politizar” al ejército y ponerlo a su servicio. Aceptaban a los
peronistas sin Perón. Adoptaron una línea “profesionalista”. El objetivo declarado era que los
militares se capacitaran en su tarea específica alejándose de las deliberaciones políticas.
El levantamiento colorado de 1963 se produjo para frenar el intento de los azules de integrar a
los peronistas- no a Perón – en frente moderado junto a la (UCRI) y la democracia cristiana
(DC). Su derrota hizo, sin embargo, que los azules desistieran de su intención integradora y
adoptaran una posición antiperonista, para evitar la división interna entre los militares. La
principal intención del grupo azul era preservar la disciplina interna.
Con la muerte de Perón, su viuda María Estela Martínez de perón (Isabel) había llegado a la
presidencia. Isabel y sus asesores se lanzaron a una la política que cambio el rumbo del
gobierno. El gobierno de Isabel y López Rega llevó adelante un programa inicial de derecha, de
línea muy autoritaria que significó un cambio de alianza respecto del peronismo histórico y
rompió el delicado equilibrio de fuerzas que apoyaban al gobierno. Se apartó de los sindicatos,
de los medianos y pequeños empresarios y de los partidos chicos; tomó distancia de los
radicales y se acercó hacia los militares y las grandes empresas.
López Rega anunció a los jefes militares la decisión de acabar con la subversión, la eliminación
de la infiltración marxista en la educación en general y en la universidad en particular y el
sometimiento de los dirigentes sindicales. A cambio se solicitó a las fuerzas armadas el
abandono de la neutralidad política y que pasaran a una actitud de explicito apoyo. Esto
significaba que los militares aislados desde 1973, pasaran a desempeñar un papel activo en la
política. Para ello remplazó al comandante en jefe del Ejército.
En noviembre de 1974, después del asesinato del jefe de policía, Alberto Villar, Isabel decretó
el estado de sitio y autorizó al ejército y la policía a reprimir.
Los militares pronto establecieron verdaderas redes de espionaje y unidades operativas
clandestinas que imitaban el accionar terrorista, impusieron la represión con el uso de una
violencia indiscriminada, y la definición de “sospechoso” y “subversivo” se hizo cada vez más
laxa y peligrosamente parecida a una caza de brujas que tomó en este caso el signo de la
persecución toda forma de disidencia o libre pensamiento.
Los militares retomaron plenamente la iniciativa política desde fines de 1975. Adoptaron “la
estrategia de la manzana podrida”, es decir, no dar el golpe hasta que las condiciones fueran
insostenibles y la sociedad demandara su intervención.
Eliminado el peligro de la subversión hacia 1979, fueron apareciendo divisiones internas. Cada
fuerza tenía su proyecto, muchas veces contrapuestas entre sí que las enfrentaron y las
debilitaron. Al mismo tiempo aparecieron expresiones de protesta que cuestionaban la
legitimidad del régimen.
Había tres fracciones en las fuerzas armadas. Los más fuertes obedecían a los generales Videla
y Viola y respaldaban al ministro Martínez de Hoz. A fines de 1980 se dieron los primeros
acercamientos con partidos políticos durante la gestión de Viola pero el intento fracasó. El
segundo grupo formado por los generales Luciano Benjamín Menéndez, Carlos Suárez Mason y
Ramón J. Campos. Este grupo pensaba que los militares debían permanecer en el poder
indefinidamente, sin ningún tipo de acuerdo con los partidos políticos. Proponían profundizar
las reformas estructurales iniciadas por Martínez de Hoz y tenían un odio visceral a los
peronistas. El tercer grupo encabezado por el almirante Massea que defendía al populismo
militar, un nuevo peronismo sin Perón. Este desarrolló una acción especialmente represiva en
los primeros años de la junta militar en la tristemente famosa Escuela de Mecánica da la
Armada (ESMA); más tarde, buscó la adhesión popular a través de la organización del
campeonato mundial de futbol. Durante el conflicto con Chile por la cuestión del Beagle,
incentivó un nacionalismo agresivo que justificaba la guerra y por último tuvo la ocurrencia de
embarcar a la Argentina en la “aventura da la guerra de Malvinas “. Sus ambiciones de poder
parecían no tener límites, hacia fines del año del año 1982 constituyó un partido político que
se llamó Democracia Social que buscaba captar al peronismo. Sus organizadores eran
montoneros ex detenidos en la ESMA.
La Doctrina de la Seguridad Nacional fue una concepción que surgió en la década del 50’
asociada a las ideas, instituciones y políticas de la Guerra Fría, no siendo originaria de América
Latina sino de los Estados Unidos. Su origen y desarrollo están vinculados a la incorporación de
los institutos castrenses latinoamericanos al bloque hegemonizado por las Fuerzas Armadas
norteamericanas.
Los conceptos rectores de la misma son: Estado, Nación, unidad nacional, seguridad interna;
pero su fundamentación se encuentra en el concepto de “guerra interna”, que exige dar
batalla también en el seno de la sociedad, contándose así entre sus nuevos frentes los de la
educación, la cultura, la economía y la política.
Su contrapartida (su amenaza) serían las situaciones de la vida política del país como el
desgobierno, terrorismo, vació de poder, trastrocamiento en el equilibrio e independencia de
los poderes; lesivas para la seguridad y la unidad nacionales.
Lo que trató de hacer era barrer con la complicada, ineficiente, y eventualmente peligrosa
intermediación de los circuitos partidarios, parlamentarios y corporativos para que se
desplegaran plenamente las potencialidades del crecimiento económico.
Durante estos años el país se rigió por el Estatuto de la Revolución Argentina, colocado al
mismo nivel jurídico que la Constitución Nacional. Se eliminaba así la división de poderes tal
como estaba prevista en la Constitución: Los poderes ejecutivo y legislativo se concentraban
en el presidente. Las expectativas de un prolongado gobierno de los militares golpistas estaban
reflejadas en una de sus más repetidas consignas: “la Revolución argentina tiene objetivos,
pero no plazos”. Se prohibieron los partidos políticos, así como todo tipo de participación
política por parte de la ciudadanía; rigió en forma casi permanente el estado de sitio y se
vieron cortados derechos civiles, sociales y políticos.
El tercer gobierno de Perón estuvo signado por permanentes conflictos entre sus seguidores
de izquierda y derecha. Grupos parapoliciales con apoyo estatal (la Alianza Anticomunista
Argentina - AAA - organizada por José López Rega) persiguieron y mataron a militantes de
izquierda. Perón falleció el 1 de julio de 1974 y fue sucedido por su esposa. El entonces
Secretario Técnico de la Presidencia de la Nación, Gustavo Caraballo, afirma que Perón le había
solicitado que modificara la ley de Acefalía, para permitirle al dirigente radical Ricardo Balbín
asumir como su sucesor pero eso finalmente no se concretó. En medio de la violencia política
imperante, María Estela Martínez fue derrocada el 24 de marzo de 1976 y sustituida por una
junta militar.
El Pacto Social, fue un acuerdo firmado en junio de 1973 por sindicalistas y empresarios a los
pocos días de llegado Cámpora a la presidencia. Sus objetivos socioeconómicos principales
fueron la distribución del ingreso y el control de precios.
El pacto alcanzó uno de sus objetivos: controlar la inflación; pero la crisis internacional seguía
perjudicando a la economía Argentina.
A principios de 1974 el Estado no tenía capacidad para resolver conflictos y aumentaron las
presiones. Luego de la muerte de Perón lo poco que quedaba del Pacto Social se disolvió.
Una de las razones de la alianza dada en 1976 fue que las Fuerzas Armadas, victoriosas, vieron
como el desarrollismo se transformó en el correlato del populismo. La condena simultánea de
ambas corrientes de pensamiento dejó el campo abierto a los postulados liberales y a sus
sostenedores.
La ideología liberal tuvo una virtud adicional que resultó fundamental para garantizarle
audiencias más nutridas y predispuestas dentro de las FFA. Por primera vez en la historia
argentina, los viejos preceptos liberales (reivindicación del mercado como mecanismo
exclusivo de asignación de recursos y la crítica de las industrias “artificiales” y del “excesivo”
intervencionismo estatal) tendieron a armonizarse con el pensamiento militar, proporcionando
una filosofía fundante a una reformulada doctrina de seguridad nacional.
El 24 de marzo de 1976, las fuerzas armadas realizaron un nuevo golpe de estado que llamaron
“proceso de reorganización nacional” e impusieron el gobierno de una junta militar con Videla
como presidente (1976-1981).
Los golpistas suscribieron un acta donde se fijaban los objetivos básicos del proceso y un
estatuto para reglamentar las funciones de la junta.
Con este golpe de estado, el sexto al orden constitucional desde 1930 los militares iniciaban en
la Argentina un nuevo tipo de estado autoritario, el Terrorismo de Estado. Este se diferenció
del estado burocrático- autoritario porque en esta ocasión las fuerzas armadas ocuparon todos
los intersticios del poder y no buscaron la colaboración de los secretos empresariales para el
diseño de las políticas.
El orden se implementó por medio de una represión brutal como nunca había sucedido hasta
entonces, utilizando la metodología represiva ilegal iniciada en el momento final del gobierno
de Isabel de Perón.
La tortura de los detenidos era permitida; muchos “desaparecidos” y, en el mejor de los casos,
cuando eran liberados no podían denunciar vejámenes padecidos, porque el poder judicial
estaba sometido a la junta militar. Se ocultaba a los responsables, evitando la comunicación
con los detenidos para evitar futuras represalias de la guerrilla.
Entre los partidos políticos, el más perjudicado resulto el peronismo, que desde la muerte de
su fundador no logro generar una conducción capaz de liderarlo y trasformar el partido en una
fuerza política viable.
La situación del radicalismo fue diferente la dictadura no pudo impedir que los sectores afines
a Alfonsín reconstruyeran silenciosamente la organización de la línea partidaria. Al no tener
dirigentes comprometidos con el gobierno dispuesto, no sufrieron tan encarnizada
persecución.