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El Valor de Mi Familia
El Valor de Mi Familia
El Valor de Mi Familia
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás
dichoso, te irá bien; tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como
renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
“Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de
tu vida; que veas a los hijos de tus hijos”.
Dice el Papa Francisco: “Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a
quien amar, se llama Familia, y tener ambas se llama Bendición”.
El valor de la familia nace y se desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con
responsabilidad y alegría el papel que le ha tocado desempeñar en la familia.
Al hablar de familia podemos imaginar a un grupo de personas felices bajo un mismo techo
y entender la importancia de la manutención, cuidados y educación de todos sus miembros,
pero descubrir la raíz que hace a la familia el lugar ideal para forjar los valores, es una meta
alcanzable y necesaria para lograr un modo de vida más humano, que posteriormente se
transmitirá naturalmente a la sociedad entera...
El valor de la familia va más allá de los encuentros habituales e ineludibles, los momentos
de alegría y la solución a los problemas que cotidianamente se enfrentan. El valor nace y se
desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con responsabilidad y alegría el papel
que le ha tocado desempeñar en la familia, procurando el bienestar, desarrollo y felicidad
de todos los demás.
Formar y llevar a la familia en un camino de superación constante no es una tarea fácil. Las
exigencias de la vida actual pueden dificultar la colaboración e interacción porque ambos
padres trabajan, pero eso no lo hace imposible, por tanto, es necesario dar orden y prioridad
a todas nuestras obligaciones y aprender a vivir con ellas. Debemos olvidar que cada
miembro cumple con una tarea específica y un tanto aislada de los demás: papá trabaja y
trae dinero, mamá cuida hijos y mantiene la casa en buen estado, los hijos estudian y deben
obedecer.
La generosidad nos hace superar el cansancio para escuchar esos problemas de niños (o
jóvenes) que para los adultos tienen poco importancia; dedicar un tiempo especial para
jugar, conversar o salir de paseo con todos el fin de semana; la salida a cenar o al cine cada
mes con el cónyuge... La unión familiar no se plasma en una fotografía, se va tejiendo todos
los días con pequeños detalles de cariño y atención, sólo así demostramos un auténtico
interés por cada una de las personas que viven con nosotros.
Otra idea fundamental es que en casa todos son importantes, no existen logros pequeños,
nadie es mejor o superior. Se valora el esfuerzo y dedicación puestos en el trabajo, el
estudio y la ayuda en casa, más que la perfección de los resultados obtenidos; se tiene el
empeño por servir a quien haga falta, para que aprenda y mejore; participamos de las
alegrías y fracasos, del mismo modo como lo haríamos con un amigo... Saberse apreciado,
respetado y comprendido, favorece a la autoestima, mejora la convivencia y fomenta el
espíritu de servicio.
Es importante recalcar que los valores se viven en casa y se transmiten a los demás como
una forma natural de vida, es decir, dando ejemplo. Para esto es fundamental la acción de
los padres, pero los niños y jóvenes -con ese sentido común tan característico- pueden dar
verdaderas lecciones de cómo vivirlos en los más mínimos detalles.
En una reunión pasó un pequeño de tres o cuatro años de edad frente a un familiar adulto,
después de saludarle en dos ocasiones y no recibir respuesta, se dirigió a su madre y le
preguntó: "¿Por qué tío (...) no me contestó cuándo le saludé?" La respuesta pudo ser
cualquiera, así como los motivos para no recibir respuesta, pero imaginemos el
desconcierto del niño al ver como las personas pueden comportarse de una manera muy
distinta a como se vive en casa. Se nota que está aprendiendo a cultivar la amistad, a ser
sociable y educado, seguramente después de este incidente le enseñarán a ser
comprensivo...
Por otra parte, muchas son las familias que han encontrado en la religión y en las prácticas
de piedad, una guía y un soporte para elevar su calidad de vida, ahí se forma la conciencia
para vivir los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes. Por tanto, en
la fe se encuentra un motivo más elevado para formar, cuidar y proteger a la familia.
Aunque son los padres quienes tienen la responsabilidad en la formación y educación de los
hijos, estos últimos no quedan exentos. Los jóvenes solteros, y aún los niños, comparten esa
misma responsabilidad pues en este camino todos necesitamos ayuda para ser mejores
personas. Actualmente triunfan aquellos que se distinguen por su capacidad de trabajo,
responsabilidad, confianza, empatía, sociabilidad, comprensión, solidaridad, etc. etc.,
valores que se aprenden en casa y se perfeccionan a lo largo de la vida según la experiencia
y la intención personal de mejorar.
Pensemos que todo a nuestro alrededor cambiaría y la relaciones serían más cordiales si los
seres humanos se preocuparan por cultivar los valores en familia. Cada miembro, según su
edad y circunstancias personales sería un verdadero ejemplo, un líder en el ramo, capaz de
comprender y enseñar a los demás la importancia y trascendencia que tiene para sus vidas
la vivencia de los valores, los buenos hábitos y las costumbres.
Para que una familia sea feliz no hace falta calcular el número de personas necesarias e
indispensables para lograrlo, mientras en ella todos participen de los mismos intereses,
compartan gustos y aficiones y se interesen unos por otros.
Toda familia unida es feliz sin importar la posición económica, los valores humanos no se
compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No existe la
familia perfecta, pero si aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.