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Filosofía y Metodología de Las Ciencias Sociales - Antonio Escohotado
Filosofía y Metodología de Las Ciencias Sociales - Antonio Escohotado
Filosofía y Metodología de Las Ciencias Sociales - Antonio Escohotado
Antonio Escohotado
TEMAS 1 - 2
EL PENSAMIENTO PREFILOSÓFICO: RITOS, LEYENDAS Y MITOS.
0. INTRODUCCIÓN
En cualquier caso, la evidencia de que una niña con su muñeca, un sacerdote ante la
transustanciación o un esquizofrénico hablando a una pared puedan coincidir en un
modo paralógico de actuar tan similar, sugiere cierta unidad del pensamiento mágico.
1. VOLUNTAD Y MUNDO
Por rito mágico entendemos cualquier secuencia fija y minuciosa de actos visibles ten-
dente a obtener el favor de los dioses, el cual se basa en una afectación por simpatía,
es decir, en la relación directa que mantiene el celebrante con el dios del que requie-
re algo.
2. LA MENTALIDAD PREFILOSÓFICA
El hombre antiguo observa, pues, un universo colmado de vida, en una fluencia ince-
sante entre lo subjetivo y lo objetivo. Se llega así a las leyendas y mitos orales, donde lo
real se relata metafóricamente mediante una visión singular de lo real. Cuando la le-
yenda pasa a la escritura y cobra cierta unidad interna nos hallamos ya en el mito.
5. PALEOLÍTICO Y NEOLÍTICO
Los restos humanos más antiguos aparecen en el Pleistoceno, unos 50.000 años a. C.
durante la era de las grandes glaciaciones. Se trata del primer homínido creador de
cultura, el pitecántropo, el cual dispone de fuego, fabrica utensilios, habita en caver-
nas o chozas y se dedica a la pesca, la caza y la recolección.
6. EL PENSAMIENTO PREFILOSÓFICO
En cualquier caso, no cabe poner en duda la primacía del rito sobre el mito. Etólogos y
antropólogos coinciden en que el primer lenguaje es el lenguaje visual, por lo que los
primeros cultos debieron constituir una especie de danzas a modo de ceremoniales
instintivos, los cuales se fueron progresivamente decantando hasta desembocar en
algo análogo a una reflexión.
El rito no es exclusivo del hombre, pues se han observado en el reino animal innumera-
bles ejemplos de “rituales” o ceremonias, aprendidas de sus congéneres o desarrolla-
das por el individuo. Se trata de comportamientos que, realizados varias veces con
resultado inofensivo, han conducido al fin deseado, incorporándose a los hábitos co-
mo un rito. De ese modo, el ritual vendría a ser un ingenioso sistema de adaptación
frente a situaciones cuyos detalles de funcionamiento se desconocen, pero que ac-
tuando de un modo determinado ofrecen los resultados apetecidos.
En cualquier caso, el hombre como especie representa la lucha por abrir los ojos, y la
historia de la ciencia representa dicho esfuerzo. El rito es inevitable; por tanto, no se
trata tanto de esquivar la ceremonia como de escogerla en cada caso con libertad y
conocimiento de causa.
9. LÓGICA Y MAGIA
Sin alfarería no es concebible la idea de un Dios moldeador del hombre, y sin pinturas
rupestres no son concebibles los grafismos de la escritura. El hombre sólo es capaz de
comprender su propio ser desde una figuración y construcción del mundo circundan-
te, de tal modo que su conciencia sólo va cobrando precisión y contenido gracias a
esos gestadores de conocimiento que son las artes y las técnicas.
Pero preguntarse por la verdad significa romper con la compleja trama de ritos y ta-
búes edificada durante el largo período anterior a las técnicas, las artes figurativas y la
poesía que configuran la época mitológica. Precisamente, los grandes mitos glosan
aspectos de esa gradual ruptura con el espíritu mágico.
Tras el culto ritual a los dioses y la aparición especulativa del monoteísmo, el pueblo
griego asumirá como nuevo rito global el libre examen de las razones. Mientras el
hombre pre-griego cree su deber una defensa a ultranza de las tradiciones heredadas,
el hombre griego piensa que debe sucumbir todo cuanto no resista el juicio ecuánime
del entendimiento: ha nacido la filosofía.
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TEMAS 3 - 4
LOS PRIMEROS PENSADORES GRIEGOS
0. INTRODUCCIÓN
Cuando los griegos entran en la escena del pensamiento, determinados pueblos histó-
ricos ya poseían importantes conocimientos objetivos, como muestran Stonehenge,
Babilonia, China, Mesopotamia, los mayas o Egipto. Además de un notable desarrollo
en las artes y las técnicas, la astrología (astronomía predictiva) y la alquimia (química
medicinal y metalúrgica) fueron las primeras disciplinas a causa de su relación con la
mentalidad mítica, las cuales implican observaciones durante un período de estudio
muy dilatado.
2. SABIDURÍA Y LIBERTAD
Al contrario que el sumo sacerdote, el profeta y las demás figuras de la magia, el sabio
griego no está interesado en salvar a nadie, ni se ve a sí mismo iluminado por los dio-
ses. Para el sabio griego es lo mismo sabiduría que autarquía, es decir, el libre gobierno
de sí mismo, por lo que a nada dará más importancia que a la independencia de jui-
cio.
Las grandes migraciones de la época por la cuenca mediterránea y del Mar Negro,
propiciando una intensa interacción de pueblos y civilizaciones, constituyeron una
importante aportación de ideas al pensamiento griego. Mientras la aristocracia iba
perdiendo terreno frente a la creciente atención al individuo y lo individual, se consoli-
daba el modelo de Ciudad-Estado democrática (polis), provistas de constituciones
libres, en las que el súbdito se convierte en ciudadano y predomina el respeto por la
razón o logos.
La idea del logos como explicación racional de las cosas surge cuando se sustituye la
idea de arbitrariedad por la idea de necesidad: la convicción de que todo sucede
necesariamente cuándo y cómo debe suceder. Ese nuevo pensamiento surge junto a
la idea de oposición, originando una serie de conceptos opuestos dos a dos. Así, se
distingue entre la esencia y la apariencia de las cosas: entre lo permanente y lo cam-
biante.
3. PHYSIS
• El principio o esencia de las cosas, es decir, el factor que rige la cosa en su con-
junto y explica su diversificación.
Reconocer ese “lo que hay” de las cosas, tan evidente para Aristóteles que resulta
ridículo ponerlo en duda, otorgó a los griegos una nueva visión, diferente del mero
símbolo. Ese reconocimiento de lo físico les motivó a preguntarse su por qué y su có-
mo. De ese modo, los griegos inauguraron la ciencia, combinando el recién descubier-
to realismo con su vigorosa capacidad de abstracción.
4. LOS MILESIOS
• Tales de Mileto (624-548) fue uno de los siete sabios de Grecia. Se le considera el
primer físico, ya que reduce el principio de todo a la humedad al considerar
que el arjé de todas las cosas era el agua. Explicó lo real partiendo de la cau-
salidad pues “la naturaleza es causa del agua”, y delimitó el concepto de
“elemento”.
• Anaxímenes (590-528) consideraba que el arjé de todas las cosas era el aire, del
cual salían los elementos tierra, agua y fuego, de cuya combinación surgía to-
do lo demás, e intentó demostrarlo con la dinámica de refracción (donde se
convertía en fuego) y condensación (donde se convertía en viento, nubes,
agua y tierra). Fue el primero en afirmar que la luna refleja la luz del sol, y que la
Tierra y demás cuerpos celestes giraban por el cielo.
• Anaximandro (610-547) pensó que principios como el agua o el aire eran resulta-
dos finitos, incapaces de explicar la variedad natural, por lo que consideró el
arjé como algo sin forma, infinito y eterno, neutro, a lo que llamó “ápeiron” (in-
definido, in-determinado), una sustancia inagotable e imperecedera, incorrup-
tible e indestructible, sometida a un movimiento cíclico de unión y disgrega-
ción, es decir, cercana a la actual idea de materia.
Sugirió que “el hombre fue engendrado por animales de otra especie” y que
los primeros seres vivos surgieron de las aguas calentadas por el sol, primeras
nociones de biología evolutiva, compuso un mapa terrestre e inventó relojes so-
lares.
5. PITÁGORAS Y EL PITAGORISMO
Pitágoras (582-500) nació en Samos en una familia aristocrática, y viajó mucho durante
su juventud, hasta Fenicia, Egipto, e incluso Asia. A su regreso congrego a su alrededor
un grupo de discípulos con los que emigró a Crotona, donde fundó una comunidad
de carácter científico (matemáticas, música y astronomía), religioso (inmortalidad y
trasmigración de las almas) y político (apoyo al partido dórico).
Pitágoras puede ser considerado como la persona más influyente de la historia, dado
que el desarrolló una lógica que inauguró la deducción rigurosa de los conceptos bá-
sicos para el pensamiento. Abarcó todo tipo de conocimientos: pesos y medidas, mú-
sica, geometría, aritmética, astronomía; fue el primero en sostener la forma esférica de
la tierra, en hablar de “teoría” y de “filósofos”, en postular el vacío, en considerar que
el universo era sólo descifrable por medios matemáticos... No sólo examina la naturale-
za, sino que tuvo la primera visión global del universo como armonía de lo determina-
do y lo indeterminado (ápeiron): las cualidades sensibles formaban un ropaje circuns-
tancial y engañoso que sólo el cálculo podía descifrar.
Configurados como secta religiosa, los pitagóricos observaban las creencias órficas
basadas en la mitología dionisíaca. Por ello, pensaban que el hombre posee una do-
ble naturaleza: un cuerpo mortal y un alma eterna. Vinculados a una teología mono-
teísta, adoptaron la doctrina de la transmigración, de influencia oriental (hindú), según
la cual el cuerpo representa para el alma un castigo o cárcel que se debe eludir a
través de sucesivas reencarnaciones, lo cual determinará la necesidad de llevar una
vida pura que acorte al mínimo el lapso de encarcelamiento corpóreo.
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La comunidad pitagórica velaba por los misterios revelados a Pitágoras, dividiéndose
en “acusmáticos” o parcialmente iniciados, y “matemáticos” o totalmente iniciados.
En ella el cuerpo de rigurosos conocimientos científicos se mezcla con ideas místicas y
supersticiosas, confundiendo lo esencial con lo arbitrario, el símbolo con lo simboliza-
do, el número como explicación y como significación, confusión típica del pensamien-
to prefilosófico. Ese tratamiento litúrgico del número explica el espanto pitagórico a los
números reales, considerados faltos de racionalidad por poseer infinitos decimales, el
cual provocó que insignes pitagóricos geniales (Arquímedes, Euclides, Apolonio) abor-
taran su estudio. Sin embargo, aunque en otros aspectos muestra influencias de Meso-
potamia, Egipto y Oriente, el proyecto de ciencia en y por si misma es genuino de la
comunidad pitagórica.
Heráclito (540-475) nació en Éfeso, en una familia de linaje real y heredero del cargo
de sacerdote de Démeter, aunque pronto se retiró para dedicarse en soledad al culti-
vo del pensamiento, siendo célebre por el tono oracular y lacónico de sus aforismos.
En Heráclito es central la idea de que todo fluye, e insiste en las ideas de unidad y tota-
lidad. Para él, lo Uno ha de concebirse también como Todo, idea cercana al panteís-
mo, concibiendo el cosmos como un orden físico penetrado por todo de un logos sa-
bio. El tránsito de la unidad simple a la desarrollada en la totalidad constituye el motor
cósmico.
Heráclito supone que, lejos de ser creado, el universo se encuentra sometido a una
oscilación periódica infinita entre un estado de expansión y una de reversión de todas
las cosas al fuego primordial (el arjé), hipótesis cercana a las actuales del Big-bang y el
universo pulsante. El movimiento se concibe como elemento de “discordia”, y la physis
(lo físico) se constituye en una amalgama de azar, juego y medida.
7. LOS ELEÁTICOS
Partiendo del principio de identidad, deducirá los atributos del “ser”: uno, con-
tinuo, inmóvil, cerrado y lleno, es decir, que negará el vacío, el movimiento, el
tiempo y la pluralidad, además de rechazar el mundo de los sentidos pues sólo
aportan un disfraz a la auténtica realidad. Argumenta: si hubiera más de una
realidad, algo debería interponerse entre ellas; si ese algo que se interpone es
real, entonces está dentro del ser, imposible porque partimos de una única
realidad; si no es real, entonces también es imposible, porque no podría sepa-
rar el ser de otro ser...
8. EL ATOMISMO
La teoría atómica hace que todo principio divino resulte innecesario, pues el
cosmos se presenta como un mecanismo autárquico, basado en una combi-
nación rigurosa de azar y necesidad entre infinitos átomos en un vacío infinito,
cuyo movimiento eterno les genera un impulso circular o torbellino.
Para él, todas las experiencias sensibles son convenciones (nomos) y no son la
physis real, pues ésta nos llega modificada por nuestros sentidos. Por otra parte,
considera un alma constituida por átomos sutiles y esféricos, que se distribuyen
a través del cuerpo como un fuego, pero que se dispersan tras la muerte. Con-
sidera que los seres orgánicos se originaron en el fango, lo que representa una
idea de evolución biológica, y que postula la necesidad como el motor de la
evolución social.
9. ANAXÁGORAS
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TEMA 5
EL SABER Y LA CULTURA
0. INTRODUCCIÓN
En el orden social, la filosofía nació paralela a la desintegración del viejo orden nobilia-
rio, de tal modo que su proyecto del saber canalizó las aspiraciones del pueblo griego
a una racionalización de la vida: democracia (igualdad política y social), libertad (res-
peto a los demás) y ley (el único soberano). Sin embargo, la actividad filosófica del
pensamiento conllevó también la negación de las creencias y convenciones popula-
res, alzándose un mundo intelectual en creciente pugna con las comunidades tradi-
cionales.
Hasta el s. V a.C. las reflexiones sobre la physis tomaban en consideración tan sólo lo
general y permanente, y los medios eran la observación y el rigor del pensamiento
deductivo. Sin embargo, desde la segunda mitad del s. V a.C. se manifiesta una des-
confianza ante la capacidad teórica, surgiendo un antropocentrismo o énfasis en el
hombre como polo y principio de lo verdadero, como medida de todas las cosas.
Los sofistas eran pensadores realistas y escépticos, los cuales rechazaron el saber es-
peculativo e inútil de la filosofía. Su verdadera pedagogía consistía en transmitir nocio-
nes de cultura general, modales y maneras adecuadas a cada situación, con un énfa-
sis singular en la elocuencia y los recursos retóricos, además del aprovechamiento de
la ocasión. Por ello, la figura del sabio sofista se encuentra indisolublemente unida a la
idea de fatuidad, loa, fama, remuneración y alumnado.
Sócrates de Atenas (470-399) intentó llenar el vacío moral producido por la escisión
entre las propensiones de la physis y los preceptos de la polis, atendiendo tanto a la
preocupación de los sofistas por el hombre como a los físicos en su reclamación de
algo absoluto. Para ello, supeditó el proyecto moral al intelectual, pues para él el co-
nocimiento y la virtud estaban indisolublemente vinculados.
Sócrates representa el prototipo del santo laico. Se dedicó a reflexionar sobre sí mismo
y sobre la vida del hombre en la ciudad, y enseñó a través de su propia realidad: ínte-
gro, culto, sencillo y valeroso, lo que le hizo un personaje popular, venerado y temido.
Se propuso combinar la individualidad libre con lo universal necesario, y con el respeto
a la particularidad de cada cultura. Inducía a seguir los dictados del saber más que a
cualquier otra consideración, y preconizaba una reforma profunda de las instituciones
y el Estado. Por ello, hasta el último instante no va a dejar de difundir como verdad la
physis ni de acatar las leyes de la polis.
En el año 399, Atenas se reúne en asambleas para deliberar sobre las acusaciones pre-
sentadas por tres ciudadanos contra Sócrates, que tiene entonces setenta años. Se le
imputa corromper la juventud, siendo condenado a morir envenenado por cicuta.
Había llegado a identificarse absolutamente con una causa, la autonomía moral de la
razón, y su muerte no hacía mas que fortalecer esa causa. Con ese acontecimiento se
cierra la primera etapa en la historia de la filosofía y la ciencia, que son todavía la
misma cosa.
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TEMA 6
LA FILOSOFÍA COMO ARTE DE VIVIR
1. LA HERENCIA DE SÓCRATES
Frente a la cultura de los sofistas, Sócrates no presenta otro sistema que la construcción
filosófica del carácter, y su búsqueda de la verdad en los demás a través de la mayéu-
tica, lo que propició que las escuelas socráticas llevaran la filosofía a la plaza pública.
Al contrario que los sofistas, que cobraban por sus enseñanzas basadas en largos dis-
cursos, Sócrates enseñaba gratuitamente y a través del diálogo. Las principales tesis
socráticas señalan la desaparición del alma al sucumbir el cuerpo, la igualdad de to-
dos los hombres, el carácter de servicio de las leyes y no de dominación, la considera-
ción de la libertad y la verdad como bienes supremos, la inutilidad de religiones y tem-
plos no existir la providencia ni el más allá... En general, las escuelas socráticas propug-
naban una emancipación del pensamiento respecto a la costumbre, basada en el
derecho del individuo a una libertad fundada en la razón, lo cual llevaba a cuestionar
los cimientos de la sociedad.
Para afrontar los objetivos de carácter social, Sócrates preconiza en el filósofo la ca-
pacidad de renuncia, a fin de no sucumbir ante tentaciones ni sobornos institucionales,
pues el verdadero enemigo es siempre la inmiscusión de la ley en la eticidad. Se trata
de transformar una moralidad exterior y grupal en una interior e individual, sustituyendo
toda conformidad al hábito vigente por una atención a lo racional en cada caso.
• Platón (427-347). Tras la muerte de Sócrates, y tras varios viajes y peripecias, Platón
fundó “La Academia”, donde desarrolla los aspectos científicos y psicológicos
del socratismo. Elaboró su teoría de las Ideas a partir de la búsqueda socrática
de la definición y el concepto, e inspirándose en Pitágoras profundiza en la teo-
ría del alma. Sus doctrinas y teorías se estudian en el siguiente capítulo.
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• Los megáricos. Su fundador fue Euclides de Megara (450-380), y llamó Uno y Ser a
lo bueno, considerándolo como una inteligencia impersonal y divina. Sus suce-
sores fueron muy dados a juegos verbales y paradojas, como Eubúlides (“si digo
que miento, ¿miento o digo la verdad?”) y Diodoro Crono (lo posible es imposi-
ble).
El más destacado fue Estilpón de Megara (380-300), padre del proyecto de au-
tarquía (autó y arjé), según el cual el principio último lo encuentra cada uno en
sí mismo. Consideró que si el sabio desea ser libre está obligado a hacerse im-
perturbable (apatía), prescindiendo de preocupación alguna por el resultado
final de los actos tras una elección rigurosa.
• Los cínicos. La escuela cínica llevó a sus últimas consecuencias la distinción sofista
entre logos físico y nomos político, proponiendo el regreso a la naturaleza. Para
ello, exaltan la individualidad frente al gregarismo público, el cual pretende
gobernar a los hombres mediante tradiciones basadas en la fe y la obediencia,
lo que conllevó una crítica demoledora de la familia, las estructuras sociales y
la religión. Sus ideas iban a dar origen al estoicismo.
Su fundador fue Antístenes (445-365), el cual afirmó que el único bien del hom-
bre era su mente (nous) y que la virtud consistía esencialmente en la revisión de
los valores, para lo que sugirió le eliminación de las necesidades superfluas. Se-
gún él, para el sabio debía resultar indiferente a cualquier cosa diferente de la
virtud, incluidos el placer y el dolor. Para él, sólo existía lo que se percibe por los
sentidos, por lo que rechazó la teoría platónica de las ideas.
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TEMA 7
LA FILOSOFÍA PLATÓNICA
0. INTRODUCCIÓN
Platón (427-347), cuyo verdadero nombre era Aristocles, nació en Atenas, en el seno
de una de las más ilustres familias, y fue llamado Platón por la “amplitud” de su espal-
da.
Alumno de Cratilo y discípulo de Sócrates, tras su muerte viajó por Egipto e Italia, con-
tactando con los pitagóricos Filolao y Arquitas de Tarento, quienes dieron a su socra-
tismo inicial un giro místico y matemático. Fundó una asociación para el estudio de la
filosofía, llamada “Academia”, donde ejerció la docencia con notable fecundidad, la
cual sobreviviría casi mil años hasta su cierre en el sigo V, y cuyo alumno más destaca-
do sería Aristóteles. Excepto algunas cartas, su obra escrita está constituida por diálo-
gos de exquisita elegancia, en los cuales el interlocutor principal solía ser Sócrates.
En el más conocido de sus diálogos, “La república”, Platón propone una alegoría, de-
nominada “el mito de la caverna”. En ella, equipara a la humanidad con personas
encadenadas en la oscuridad de una caverna, habituadas sólo a ver sombras y des-
conocedoras de la luz y la naturaleza del exterior, y al sabio con una de ellas al cual
en un momento dado le es posibilitado asomarse al exterior y observar el mundo real,
el de las ideas. Su conclusión es elocuente: al regresar al interior e intentar describirlo,
buscando liberar a sus hermanos de las cadenas que los sujetan a la oscuridad, sin
duda sería motivo de risa por el resto, alegoría de las burlas que a veces despierta el
sabio al ponerse al servicio de los ignorantes, aunque sus teorías puedan resultar reta-
zos de la auténtica realidad o verdad.
La aportación primordial de Platón a la historia del saber es su Teoría de las ideas, se-
gún la cual la realidad se divide en realidad verdadera (mundo de las ideas) y reali-
dad imitada (mundo físico): mientras lo auténticamente real es el mundo de las ideas,
el mundo físico es un mero reflejo de él.
El mundo físico lo formó el demiurgo mirando a las ideas como modelos. En su preexis-
tencia a la vida terrestre, las almas tienen ocasión de contemplar la realidad verdade-
ra, el mundo de las ideas; sin embargo, al encarnarse en un cuerpo físico la olvidan.
Cuando los sentidos muestran al hombre los objetos, éste empieza a recordar la autén-
tica realidad; los objetos, pues, reenvían al hombre hacia su propio interior, hacia su
alma, para que despierte y recuerde, e inicie su reconquista, desde las cosas físicas
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(ilusorias) hacia sus modelos ideales (realidad). Ello se ilustra con la visión del cuadro de
un ser querido: para recordar mejor la realidad de aquella persona, a veces es mejor
cerrar los ojos.
Por ello, el conocimiento de las ideas deviene no en una adquisición, sino en una re-
cuperación, y la filosofía platónica debe entenderse como una filosofía de salvación:
tras sucesivas transmigraciones, el alma no muere, sino que llega al estado de libera-
ción, siendo conducida a presencia de las ideas al cielo empíreo, donde vivirá la vida
de los dioses.
Por todo ello, Platón considera la filosofía como el modo de vida adecuado para con-
seguir la liberación del alma, pues para él la filosofía es fundamentar: buscar el fun-
damento del ser, buscar el fundamento del destino y lanzarse tras su busca; es decir,
que la filosofía se constituye en un modo de conocer lo que debe hacerse para retor-
nar al mundo de los dioses del cual el hombre procede. Los filósofos son, pues, los
hombres que por su conocimiento de las ideas y por su estado de liberación personal
pueden ayudar a los demás a progresar, pues no trabajan sólo para su felicidad per-
sonal, sino que buscan también romper las cadenas de sus hermanos (mito de la ca-
verna).
El concepto platónico de idea sintetiza las intuiciones de los viejos filósofos, y con él
Platón recobra una dimensión incondicionada para el concepto de lo ideal. Frente a
los sofistas, que habían relativizado la verdad, y los socráticos, que sólo encontraron
como cosa absoluta la virtud del sabio, las esencias puras ideales constituyen un reino
lógico al abrigo de la realidad, pues la relatividad de la sensación no rige para estos
conceptos universales, generales y permanentes, que preexisten a la constitución de
cualquier cosa determinada.
LA DIALÉCTICA
Platón denomina dialéctica a la conexión entre las ideas y la realidad, así como la
relación entre ellas. Por ello, la filosofía de Platón puede dividirse en tres ciencias:
Física, constituida en la relación entre las ideas y los objetos creados por ellas.
• Proceso de síntesis, reduciendo las diversas realidades a una sola idea (sintetizan-
do a la idea de puerta la infinidad de puertas existentes).
• Proceso de análisis, dividiendo la idea única en sus contenidos (la idea de puerta
implica varios contenidos: obstáculo a superar, hueco en el obstáculo... y la au-
sencia de uno solo negará la esencia de puerta). En ese sentido, Platón afirma
que en la esencia de toda idea participa tanto lo que es como lo que no es (es
decir, que puerta es también no-puerta).
En la dialéctica del uno, Platón observa que lo uno debe serlo contra lo demás, pero si
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se define por oposición a lo otro y múltiple, o bien participa de ello (y el uno no sería
uno) o bien se torna algo ápeiron, falto de cualquier sí mismo. Por tanto, siendo uno es
otro, y siendo otro es uno, poniéndose de manifiesto con dichas reflexiones la íntima
interdependencia de las grandes nociones: unicidad, pluralidad, totalidad, oposición...
De dicha interdependencia, Platón deduce que el pensamiento no precisa esquivar la
contradicción, sino que debe elevarse sobre el criterio dogmático de una verdad in-
mediata y perseguir una unidad de la identidad y la contradicción.
Con la dialéctica, Platón señala la comunicación de los géneros o esencias que son
las ideas, y la imposibilidad de que el ser vivo no viva ni piense. Tanto lo movido como
el movimiento poseen realidad, y tal como la unidad postula la diversidad, la quietud
postula la acción y la vida el movimiento. Por encima de sus contradicciones, la ver-
dad es quietud y movimiento, identidad y diferencia, existencia absoluta y vida prácti-
ca.
3. EL DUALISMO PLATÓNICO
Platón adoptó el alma inmortal pitagórica, lo cual implicaba que el alma tiene una
existencia anterior a la vida terrenal, y en ésta va atravesando sucesivas reencarna-
ciones (transmigración). Esta aceptación supuso en Platón una inversión de la causali-
dad natural, suponiendo que los animales descienden de los humanos, en la necesi-
dad de imponer cuerpos más abyectos a las almas más corruptas en una supuesta
escala biológica.
En cuanto a la naturaleza del alma, Platón deduce que todo cuerpo que debe ser
movido desde fuera es un cuerpo inanimado, mientras que aquel que se mueve por sí
es un cuerpo animado, y lo que se mueve a sí mismo no es sino el alma, la cual debe
ser necesariamente ingénita e inmortal. Su aspiración es elevarse de esta vida terrenal
hasta las esferas trascendentes para disfrutar de la visión de las ideas, y para ello es-
tructura las reencarnaciones en nueve rangos, de inferior a superior, desde el tirano al
filósofo.
Para Platón, la renuncia a los goces naturales acaba dando paso a un desprecio no
disimulado hacia la existencia física, justificado en un supuesto premio espiritual en
otra vida, motivo por el cual llegó a ser llamado “San Platón” en la literatura medieval.
Por ello, Platón argumenta que la verdadera oposición acontece entre la materia y el
espíritu: los diversos individuos son siempre los mismos vestidos con sucesivos cuerpos,
ascendiendo y descendiendo en la escala biológica según sus méritos en la encarna-
ción previa. Esto no constituye un pensamiento filosófico, sino más bien una fe o espiri-
tualismo. Una ética basada en premios o castigos sobrenaturales ignora que la virtud
ha de ser su propio premio, y que cualquier otra moralidad degrada la acción huma-
na a algo sostenido por el temor. En definitiva, la ambigüedad de Platón es la ambi-
güedad pitagórica, y consiste en mezclar el aspecto lógico de las esencias con el espi-
ritista de las almas transmigrantes.
4. LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
Platón no dedico gran interés a cuestiones físicas, pues parte de que el mundo físico
no posee firmeza ni estabilidad, carece de verdadero ser, y por tanto no es susceptible
de ciencia. Para él, el autor o demiurgo, bueno y sin envidia, decidió crear un universo
“mas o manos como él mismo”. Como herramienta utilizó el cálculo, como criterio de
relación eligió la proporción, como figura perfecta la esfera, como movimiento la ro-
tación, como proyecto la autarquía y el tiempo como imagen del ritmo eterno de los
números.
Lo fundamental del discurso platónico es la idea del dios geómetra, lo que significa
considerar la realidad sensible constituida mediante fórmulas y guarismos matemáti-
cos. En definitiva, para Platón las ideas son números. Junto a éste criterio teleológico,
señala las cosas como producto del movimiento de otros agentes, los cuales a su vez
son producto de terceros, en un encadenamiento mecánico que convierte las cosas
en mera “consecuencia de la necesidad”. Esta “necesidad” propicia la creación de
un reino de desorden y azar, el cual presenta un tipo de ser distinto de la idea y del
alma, constituido por una sustancia informe e invisible, una masa plástica carente de
figuras y cualidades, receptáculo y nodriza, origen y sostén de todo lo sensible: la ma-
teria o hylé.
5. ÉTICA Y ANTROPOLOGÍA
Quinientos años antes de los apologetas cristianos, Platón insiste en que el hombre está
sometido a la expiación de sus faltas, que los apetitos de la carne constituyen la causa
de sus males, que los bienes de este mundo son impuros, que el alma pertenece a un
lugar supraceleste, y que el conocimiento verdadero versa siempre sobre los suprasen-
sible.
LA REPÚBLICA DE PLATÓN
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Platón explica en una de sus cartas que todos los estados están mal gobernados, y
que no acabarán todos sus males hasta que no los gobiernen los filósofos. Precisamen-
te, en su Academia pretende educar a los futuros filósofos-gobernantes.
Legisladores, una aristocracia del intelecto instruida en el bien, que sabe y orde-
na lo mejor para el estado. Se corresponden a la parte racional del alma
Platón concibe el Estado como una preparación de la almas para la vida eterna, y la
abolición de las desigualdades económicas y la familia tienen por meta una nivela-
ción de los individuos y los sexos, así como las reglas de profilaxis procreativa y la edu-
cación estatal de los hijos pretenden producir una raza superior. Naturalmente, el as-
pecto capital de esta república es la instrucción de los dos estamentos dirigentes, por
lo que debe detallar también un complejo sistema de adiestramiento.
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TEMAS 8 - 9
LA CULMINACIÓN DEL SABER ANTIGUO: ARISTÓTELES
0. INTRODUCCIÓN
Su obra se edifica sobre la platónica, pero sin llegar a coincidir, existiendo una raíz co-
mún orientada hacia una considerable diferencia. Básicamente, las etapas de la obra
aristotélica pueden señalarse como las siguientes:
La obra de Aristóteles resulta tan ingente, que parece cubrir todas las ramas del cono-
cimiento, desde matemáticas a astronomía, pasando por biología, botánica, anato-
mía, física, psicología, sociología, derecho, filología... Quizás todo el resto de pensado-
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res griegos no produjeron juntos un conjunto de conocimientos similar, y no en vano a
la filosofía aristotélica se la considera un sistema de las ciencias.
─ Lejos de ser engañosos, para Aristóteles los sentidos son la mayor fuente de co-
nocimiento, al punto de que si una observación contradice una convicción,
procede confiar siempre en la observación. La conciencia eleva a conceptos los
datos que los sentidos nos aportan.
─ El universo real no está sometido a una normatividad trascendente (el Bien, la Be-
lleza), sino al contrario, cualquier convención o normatividad deriva de él.
3. LA LÓGICA
─ Las categorías. Aristóteles supone que un juicio supone ver algo de cierto
modo (el ser es uno, pero se dice de muchas maneras), es decir, según
ciertas categorías. Según esto, el juicio humano reconoce las cosas a partir
de categorías concretas, las cuales no son las cosas mismas (físicas) ni sus
determinaciones generales (su Idea), sino que proceden de la propia es-
tructura y funcionamiento de la razón. Así, el hecho de juzgar estará siem-
pre sujeto a una o varias de estas categorías.
28
─ El silogismo aristotélico. En la deducción o inferencia ya no hay una com-
posición de nombres con predicados, sino una composición de juicios. A
esta composición o concatenación de juicios, Aristóteles la llama razona-
miento o silogismo, definido como un discurso en el que una vez estableci-
das ciertas cosas se concluyen de ellas otras cosas distintas. Podemos afir-
mar, por tanto, que una argumentación silogística es una consecuencia
lógica, y una estructura formal que permite la conexión entre lo universal y
lo particular.
Para refutar una proposición argumental se debe probar que ésta no ha si-
do deducida (inferida) de su primera hipótesis a través de todas sus etapas
intermedias, es decir, que faltan mediaciones, o bien, que alguno de sus
términos se ha utilizado abusiva o ambiguamente. Por ejemplo, que el tér-
mino unas veces haya sido tomado como determinación particular nega-
tiva y luego como universal, o al revés, etc.
La forma de una célula, por ejemplo, es aquel orden interno que produce
o causa su propia definición, organizando a los seres con vistas a una acti-
vidad precisa. En ese sentido, la forma es también una causa o principio
causal, de los cuales Aristóteles precisó cuatro tipos:
● La doctrina del hilemorfismo. Por todo ello, Aristóteles afirmó que, desde el punto
de vista de la estructura, toda cosa se compone de dos principios que la fundan
en su ser: un principio formal y un principio material, lo determinante y lo deter-
minado, lo activo y lo pasivo. Es decir, que para la construcción de un objeto la
materia indeterminada aporta la base física y la forma la dota del perfil opor-
tuno.
5. LA FÍSICA
Aristóteles definió la Física como la ciencia que estudia los seres con existencia real y
dotados de movimiento. Para él, siempre hubo y siempre habrá movimiento, porque la
physis o naturaleza (lo que cada cosa es cuando se encuentra plenamente desarro-
llada) constituye un impulso innato hacia el movimiento. El origen del movimiento radi-
ca en que lo engendrado es imperfecto y se encamina hacia su principio, es decir,
hacia la perfección (tendencia denominada el Bien por Aristóteles), evolucionando a
través de una escala: lo inanimado, los seres vivos, los humanos, inteligencias planeta-
rias y el nous.
● El dominio físico. El universo físico es una pluralidad de substancias, las cuales van
cambiando y evolucionando eternamente. Esta evolución consiste en que lo pa-
sivo va siendo progresivamente activado, es decir, que se van definiendo las
formas. Por tanto, la finalidad de la naturaleza física es la definición, en la cual
las substancias encuentran sus propios límites y formas. El mundo físico es como
un intercambio de causas cuya finalidad es la vida, la cual impulsa a una con-
31
sumación de lo posible, es decir, siendo el proyecto de poner a cada ser en sus
límites, a adquirir su forma más completa.
Por tanto, para Aristóteles no existe ningún cuerpo infinito, aunque exista un infini-
to como suma (el número) o como división (el espacio), siendo el tiempo infinito
en ambos sentidos. Espacio y tiempo son, pues, relativos, predicados de otra co-
sa, y no marcos absolutos.
6. LA PSICOLOGÍA
Aristóteles define el alma como el ponerse en límites de un cuerpo que tiene la vida en
potencia, es decir, que es al cuerpo lo que la visión al ojo: la realización práctica de su
capacidad, el principio de vida. El alma es, pues, la forma del cuerpo, que es materia,
y el acto o actualización de la vida del mismo. Por tanto, la unión del alma y el cuerpo
es una unión natural y esencial, ya que alma y cuerpo (forma y materia) constituyen
una única substancia natural: el viviente.
32
• Las etapas del conocimiento. Según Aristóteles, el conocimiento o intelecto
agente pasa por diversas etapas según su evolución, que son:
7. LA ÉTICA
Así, Aristóteles parte en su Ética del principio de que el fin último, la meta última de
todos los seres humanos, es la felicidad, y en sus estudios de la naturaleza humana es-
tablece un segundo principio: cada ser es feliz realizando la actividad que le es propia
y natural. Dado que la actividad más propia y natural del hombre es la actividad inte-
lectual, concluye que la forma de felicidad más perfecta debería ser la actividad con-
templativa.
Pero Aristóteles, al igual que Platón, sabe que el hombre no es sólo entendimiento, que
tiene otros condicionantes y necesidades corporales, de ahí que la felicidad absoluta
sea una aspiración irrealizable (propia de Dios) y, por tanto, deba contentarse con una
felicidad limitada. Alcanzar esta felicidad exige la posesión de virtudes morales, que
aparecen en cada hombre como la actualización de lo que se es en potencia, las
cuales deben regular las tendencias y relaciones con los demás, así como la posesión
de bienes, tanto corporales (salud...) como exteriores (medios económicos, propieda-
des).
Según Aristóteles, la virtud u obrar racional no puede ser algo hecho con vistas a pre-
mios extrínsecos, sino que ha de ser él mismo su recompensa y su sentido. Así mismo, la
excelencia moral consiste en seguir la mediación, es decir, el justo medio: generosidad
(avaricia-prodigalidad), coraje (cobardía-temeridad)...
Por otra parte, Aristóteles no duda en afirmar que la cosa más necesaria para la vida
es la amistad, la cual se basa en el aprecio que el hombre bueno siente hacia sí mis-
33
mo. Así, si el análisis de la felicidad se basa en algo semejante a un sano egoísmo, el
de la amistad exhibe por contra un sano altruismo, por lo que Aristóteles se propone
mostrar que el egoísmo del hombre bueno posee los mismos rasgos que el altruismo.
Aristóteles denomina equidad al hecho de que el derecho natural aparezca para co-
rregir las leyes positivas en aquellos casos concretos que sea necesario.
8. LA POLÍTICA
Para Aristóteles, como Platón, ética y política no van separadas. El hombre es ciuda-
dano, y en el seno de la Polis es donde se desarrolla como hombre y donde se morali-
za.
Aristóteles considera que la familia y la aldea son naturales, y que la polis o ciudad-
estado es su evolución. Por tanto, la polis constituye una creación de la naturaleza, y el
hombre es por naturaleza un animal político (zoon politikón), es decir, que su naturale-
za es esencialmente social, por lo que tiende a vivir en comunidad.
Para Aristóteles, el Estado no es una restricción de la libertad, sino el medio para con-
quistarla. Sin embargo, considera fundamental recordar que cualquier comunidad se
asienta sobre una pluralidad de diferencias, y que lo auténticamente importante (fa-
milia, libertad de pensamiento) no debe ser sacrificado a la polis, sino que ésta debe
constituirse en su garante siempre que no lesione los derechos legítimos de otros.
Para Aristóteles, lo más adecuado para una comunidad es evitar los extremos de
amos y esclavos, potenciando su número de clases medias, las cuales aseguran el
equilibrio político al evitar los extremismos demagógico y oligárquico.
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• El espíritu de la política. Mientras que en Platón prima el principio universal, en
Aristóteles prima el principio individual, pues concibe lo universal como algo in-
manente al propio individuo. Esto se observa cuando trata las formas de go-
bierno, dejando claro que lo esencial no es quien acceda al poder, sino que se
gobierne con justicia, y ello como reconocimiento a los derechos del ciudadano.
Aristóteles entiende el Estado como algo fundamentalmente ético, cuya finali-
dad es la formación de los más jóvenes en la virtud, inspirar la bondad en gene-
ral y la promoción de la racionalidad entre los ciudadanos.
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TEMA 10
ROMA Y EL CRISTIANISMO
1. GRECIA Y ROMA
A modo de resumen, entre Tales y Aristóteles (300 años) la filosofía griega impuso la
norma racional a la fe, la confianza y la obediencia a la tradición. Junto al principio
del valor objetivo, con Sócrates se inventa la ética, en la certeza de que la decisión
última debe atribuirse al sujeto, aunando moral y derecho, y dando prevalencia a la
individualidad.
Sin embargo, en Roma la generalidad impone su yugo a los individuos, que pasan a
convertirse en personas jurídicas, dotados de ciertos derechos y obligaciones pero
nulos como partícipes en la redacción de la ley, es decir, convirtiendo el derecho per-
sonal en la completa falta de derecho, separando el derecho de la moralidad. Ese
sujeto jurídicamente acorazado acabará recayendo, a su vez, en súbdito de un Empe-
rador-Dios sostenido por la fuerza del miedo que inspiran sus sicarios. Paradójicamente,
la principal contribución romana a la historia universal es la institución jurídica: la vida
objetiva que se confiere a la voluntad capaz de adaptarse a su ley.
2. LA DECADENCIA FILOSÓFICA
Al proyecto griego del saber lo sucede el ideal del sabio. Ya no se trata de crear, sino
de enseñar la vida feliz a masas de pupilos, a quienes impresiona más la persona del
sabio que su saber. Así mismo, con la llegada del Imperio Romano los ciudadanos re-
ducen su actividad política y pasan a ser espectadores de acontecimientos multitudi-
narios, como el circo o las carreras, que los poderes públicos distribuyen como único
pan espiritual. La decadencia filosófica se plasma en:
3. ALEJANDRÍA
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En Alejandría, punto de contacto entre Oriente y Occidente, se produce una inversión
de la conquista romana, siendo ahora el infinito del judaísmo el que va a penetrar en
la conciencia occidental. Allí nacerán los últimos vástagos de la escuela presocrática,
en una combinación de tendencias escolásticas y eclécticas con un misticismo desen-
frenado: Filón, Apolonio (neopitagorismo), Enesidemo (escepticismo), neoplatonismo...
● Filón de Alejandría (--30 a 40 d.C.) es uno de los más característicos filósofos ale-
jandrinos, y mezcla su veneración por Platón con los dogmas órficos y el Antiguo
Testamento, siendo de gran influencia en la redacción del Evangelio de Juan (de
Dios procede inmediatamente el Logos, que es quien hace el mundo) y exaltado
defensor del principio de la trascendencia divina, según el cual el principio pri-
mero es Dios (a un tiempo el Dios de Moisés y el Bien Platónico). Filón y su obra
representan la encrucijada entre los conceptos helénicos, el espíritu oriental y la
realidad romana.
4. EL CRISTIANISMO
─ Puesto que sólo hay cosas reales y signos, el orden del universo es algo
contingente o fáctico. Dado que Dios podría decretar en cualquier mo-
mento cualquier cosa, no es posible investigar las causas de las cosas, y
todo cuanto está en la mano del hombre es observar atentamente los he-
chos pero no averiguar las causas.
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TEMAS 11 - 12
LA IDEA DEL MUNDO VISIBLE
1. EL HELIOCENTRISMO ANTIGUO
El pitagórico Filolao (s. V a. C.) fue el primero en afirmar que la Tierra es una esfera que
gira alrededor de un fuego central, sin afirmar que fuese el sol. Más tarde, Heráclides
de Ponto (s. IV a. C.) definió el denominado sistema egipcio: los planetas giraban en
torno al sol, cuyo conjunto gira sobre la Tierra, que a su vez es esférica y rota sobre su
eje. Por su parte, su contemporáneo Eudoxo de Cnido propuso el sistema de orbes
concéntricos, según la cual los planetas son cuerpos engastados en esferas encajadas
unas en otras, sistema adoptado por Aristóteles, quien lo amplió hasta un complejo
mecanismo de 55 orbes y compensadores giratorios que presentaba serios inconve-
nientes: postulaba siempre la misma distancia entre los planetas, no explicaba sus es-
taciones y regresiones, ni tampoco el movimiento de los cometas, fenómenos obser-
vables a simple vista.
El pitagórico Aristarco (s. III a. C.) propuso el sistema heliocéntrico, apuntando que la
Tierra tiene un doble movimiento, alrededor de su eje (rotación) y alrededor del sol
(traslación), el cual hubiera superado todos los inconvenientes del sistema de orbes
concéntricos. Sin embargo, no prosperó, porque obligaba a trabajar con distancias y
velocidades descomunales e inconcebibles para la época.
2. EL SISTEMA DE TOLOMEO
El alejandrino Claudio Tolomeo (s. III-II a. C.) compuso la “Sintaxis Matemática” o “Al-
magesto”, el tratado de astronomía más antiguo y completo, partiendo de un doble
convencimiento: el geocentrismo y el dogma de la circularidad y uniformidad de las
trayectorias, aunque parte de los orbes excéntricos y no concéntricos.
Aunque parte de postulados falsos, lo que le obliga a desarrollar dos artificios astronó-
micos (técnica de los epiciclos y el punto ecuante), despliega un sistema de gran po-
tencia cuya capacidad de predicción servirá en términos generales para atender a las
necesidades prácticas de navegación, agricultura y calendarios. El problema fue que
propició el divorcio entre astronomía y física e implantó principios cosmológicos falsos.
42
la Iglesia, adoptándose una actitud de indiferencia y desprecio hacia éstos que fue el
origen del protestantismo. Curiosamente, éste contribuyó a liberar al hombre de la tu-
tela de la Iglesia frente a Dios, pero la concepción luterana del hombre era tremen-
damente pesimista, en una manifiesta postura antirrenacentista anclada en el medie-
vo. Esa fue una de las fuentes de contradicción en el hombre renaciente, que se vio
obligado a mantener una actitud racional frente al mundo y una actitud de fe frente a
Dios, alimentando una conflictiva escisión interior.
Mientras para los reformadores religiosos se trataba de volver a las fuentes del cristia-
nismo, los humanistas pensaban en la restauración del clasicismo. Precisamente los
dos precedentes históricos más relevantes, el Concilio de Florencia-Ferrara (1438) y la
caída de Constantinopla (1453), propiciaron una gran afluencia hacia Europa de inte-
lectuales orientales versados en la cultura griega. Así, en líneas generales la renovación
cultural tuvo como lema el retorno a los clásicos, pero sustituyendo el principio de au-
toridad medieval por el de la libre investigación, es decir, adoptándolos como mode-
los del uso autónomo de la razón pero enmarcando sus reflexiones en su dimensión
histórica como un producto de su época. Los nuevos descubrimientos científicos fue-
ron experimentando la limitación de sus doctrinas, y la nueva filosofía terminó sintiendo
la necesidad de ponerlo todo en duda y comenzar de nuevo, como expresó Descartes
con su duda metódica.
5. NICOLÁS COPÉRNICO
En su gran obra “Sobre las revoluciones de los orbes celestes” (1543) defendió la tesis
heliocéntrica, es decir, que la Tierra y los planetas giran en torno al Sol, aunque sigue
aferrado a la circularidad perfecta de los movimientos planetarios y a la vieja idea
griega de los orbes cristalinos. Aún así, un siglo después la tesis será incluida por Roma
entre las tesis insostenibles, y su obra incluida en el Índice de Libros prohibidos.
1. El Sol es el centro del sistema solar y del universo, alrededor del cual giran todos
43
los planetas, incluida la Tierra.
Para explicar el movimiento de las orbes celestes, y por tanto de los planetas en ellos
engastados, Copérnico adoptó las ideas de Nicolás de Cusa, cuando explicaba que
un cuerpo perfectamente redondo, situado sobre una superficie perfectamente lisa,
una vez puesto en movimiento no se detendría jamás si no se lo impide algún obstácu-
lo. Para Copérnico, en quien coexiste con la defensa de la ciencia un factor puramen-
te religioso, “la esfera es la figura perfecta”, por lo que afirmará que el universo es esfé-
rico. Sin embargo, realiza una importantísima añadidura a la física al señalar que “la
esfera y la gravedad son lo mismo”, pues “la gravedad es la tendencia de todo cuer-
po a hacerse esférico y a conservarse así”. Debido a esta nueva concepción de los
astros, de repente los orbes cristalinos pasan a ser masas ponderables, es decir, vistos
como planetas medibles, lo cual supuso otro gran paso en la cosmología moderna.
6. TYCHO BRAHE
7. JOHANNES KEPLER
Kepler fue uno de los primeros científicos favorable al sistema copernicano, y no sólo
fue el descubridor de la Física celeste, sino que también está en el origen de importan-
tes descubrimientos y de conceptos fundamentales, como el rayo luminoso, la refle-
xión de la luz, la cámara oscura, las lentes para miopía, la génesis del cálculo infinite-
simal, y la prueba de que la intensidad de la luz disminuye en proporción al cuadrado
44
de la distancia.
• Las Leyes del movimiento de Kepler. Tras las dos conclusiones previas, es decir,
que las órbitas son ovoides y que el movimiento de los planetas no es uniforme,
Kepler fue desarrollando sus tres leyes del movimiento:
2. Ley de las áreas. Los radios vectores de los planetas barren en tiempos
iguales áreas iguales, es decir, que se desplazan a una velocidad
que mantiene una uniformidad concreta: la conservación del movi-
miento angular.
3. Ley armónica. Los cuadrados del tiempo que los planetas tardan en dar
una revolución son entre sí como los cubos de sus distancias medias
al sol, es decir, T2/R3.
La ley elíptica y la de áreas conectaban a cada planeta con el sol, pero la ley
armónica reúne en un solo sistema a todos los planetas, permitiendo deducir la
ley de la gravitación universal que Kepler no llegó a captar.
• Ciencia y misticismo. Dada la importancia de sus hallazgos, Kepler los podía ha-
ber presentado de modo geométrico, como hicieron Galileo y Newton, es decir,
ofreciendo los resultados sin los procesos para llegar a ellos. Pero, en vez de eso,
él prefirió publicar la evolución de sus investigaciones, con sus tanteos y errores,
mostrando la experiencia completa de sus estudios. El valor histórico de este
proceder se encuentra en mostrar al mundo de aquella época que el descubri-
miento de la realidad no es obra de infalibles y divinos personajes, sino de la re-
45
lación entre la metodología científica y el pensamiento humano, combinación
que no está exenta de errores y fracasos que obligan a adecuar sobre la mar-
cha criterios y datos
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TEMA 13
LA CIENCIA NUEVA: GALILEO Y BACON
0. INTRODUCCIÓN
Al contrario que la física celeste, que había nacido de la noche a la mañana con los
estudios de un sólo hombre, Johannes Kepler, la física terrestre aparece más bien me-
diante un proceso colectivo y gradual.
Ley de caída de los cuerpos. Dos cuerpos de la misma naturaleza caen con la
misma aceleración, sea cual fuere el peso individual de cualquiera de
ellos.
1. GALILEO GALILEI
Galileo Galilei (1564-1642), hijo de un conocido músico, recibió una esmerada educa-
ción humanista, desarrollando su vocación científica como docente de matemáticas
y astronomía en las universidades de Pisa, Padua y Florencia. Hacia 1609 perfeccionó
los rudimentarios telescopios aparecidos en Flandes, realizando observaciones que
cambiarían la imagen del sistema solar: las manchas solares, la triple estrella de Sa-
turno (los anillos), las lunas de Júpiter... El prestigio le animó entonces a defender la
tesis heliocéntrica, la cual no fue capaz de defender en 1615 ante el cardenal Belar-
mino por su arrogante desprecio hacia Kepler, que ya lo había explicado correcta-
mente siete años antes. La tesis heliocéntrica fue declarada herética, pero en 1632
publicó “Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo”, que le abocó a un pro-
ceso donde abjuró del sistema copernicano ante la Curia eclesiástica, un sistema que,
por otra parte, ya resultaba retrógrado tras las demostraciones de Kepler. Es en su retiro
de Arcetri cuando publica su principal obra “Discursos y demostraciones sobre dos
nuevas ciencias” (1638), en la cual abre el camino de una física matemática que más
tarde codificará Newton. Curiosamente, las principales contribuciones de Galileo no se
refieren a la astronomía, sino a la mecánica terrestre: ley de caída de graves, principio
de inercia...
Todo ello supone que la caída de graves sigue la “ley del número”, ligando el
acontecer cotidiano a una mecánica de proporciones exactas (mecánica te-
rrestre), tal como Kepler había ligado los cielos a la geometría. Galileo aplicó
también el principio de la dinámica de que “cuando varias fuerzas actúan simul-
táneamente, el efecto es igual que si actuaran alternativamente”, por lo que
siempre se podrá calcular el efecto total de una serie de fuerzas que actúen so-
bre un objeto.
● Los fundamentos de la “Scienza nuova”. Galileo era platónico, y por tanto algo
pitagórico, pero opuesto a la numerología mística. Pensaba que “el libro del uni-
verso está escrito en lenguaje matemático”, y su método consistió en sustituir una
física de la experiencia por una física de la hipótesis matemática. Su objeto no
son los cuerpos físicos, sino los cuerpos pensados, es decir, idealizados, por lo que
distinguió entre sus cualidades primarias y secundarias. Las primarias, como la fi-
gura, el peso y el movimiento, son matematizables, y en esa medida son esencia-
les, constituyendo el cuerpo ideal del objeto. Así, la “Scienza nuova” cree sin re-
servas en el punto, la recta, el plano, la rigidez de las figuras geométricas y la
inalterabilidad de los patrones de medida, dando existencia a un mundo super-
real de proporciones puras.
Galileo llega a la conclusión de que los cuerpos no tienden más al reposo que al
movimiento, simplemente perseveran en su estado, que además les resulta indi-
ferente. Por ello, el grave galileano es inerte, cuanto le acontece es forzado,
pues todo cambio es resultado de una fuerza, entendiendo por fuerza la causa
de cualquier cambio, de modo que la física se constituirá en el conocimiento de
lo inerte. Ello propiciará una cesura entre lo pensante y lo pensado, entre el
cuerpo y el yo, que perdurará hasta nuestros días.
Por otra parte, en vez de investigar causas, Galileo buscará leyes, porque lo real
no brota espontáneamente, sino que es una materia legislada por un agente
inmaterial: “quien logre descubrir esa legislación, alcanzará una sabiduría idénti-
ca a la divina”. Sin embargo, mientras Platón agotaba la actividad del saber en
la contemplación de las ideas, la ciencia moderna nace con una clara preten-
sión transformadora de la naturaleza.
2. FRANCIS BACON
Francis Bacon (1561-1626) fue un personaje singular, cuya talla ética no guardó rela-
ción con la intelectual. Fue el primero en afirmar que “saber es poder”, y defendió la
alianza de la ciencia con la técnica en detrimento del saber especulativo. Su proyec-
to era extender el dominio del hombre sobre el universo, algo que para él dependía
de las ciencias, desplegando un peculiar humanismo técnico, aunque apuntó que
“sólo se puede dominar la naturaleza obedeciéndola”, es decir, adaptándose a su
estructura y a sus leyes. Para conocer esa realidad es preciso poseer un método cientí-
fico eficaz, y para ello se propuso confeccionar un “Nuevo Organon” que sustituyese
al aristotélico, tarea claramente superior a sus fuerzas que dejó inacabada.
En el aspecto científico, Bacon fue uno de los primeros en adherirse al atomismo grie-
go, y defendió el concepto de atracción que el mecanicismo de Galileo y Descartes
descartaron. Pretendió reformar la sociedad a través de la ciencia aplicada, refor-
mando sus métodos y objetivos, pero fracasó, pues él mismo no era científico. La revo-
lución científica comenzó con la obra de Copérnico, y la gran batalla se libró cuando
Kepler y Galileo defendieron públicamente la hipótesis heliocéntrica. Así, la astronomía
abanderó la revolución científica, que no es sino el relevo del modelo científico aristo-
télico-tolemaico que perduró catorce siglos, cambio necesario tanto porque éste se
hizo insuficiente como por el vigoroso renacer de los ideales científicos del platonismo
y el pitagorismo. El mérito de Bacon consiste en haber trabajado innovadoramente por
el desarrollo de las técnicas y por una ciencia aplicada al servicio de la humanidad.
El aspecto crítico en Bacon resulta mucho más interesante que el creativo, proporcio-
nando un concepto del prejuicio, al que etiquetó como ídolos, nociones falsas que se
apoderan de la mente, y que pueden ser innatos y otros adquiridos:
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Así pues, su ciencia es operativa porque persigue averiguar las leyes naturales
que permitan al hombre explotar los conocimientos en su beneficio. Ahora bien,
si ello es lo más útil, Bacon considera aún más necesario “descubrir algo que
permita descubrir todas las otras cosas”: su método inductivo, con las siguientes
fases:
1º. Catalogación. Se reúnen y catalogan todos los hechos en los que se pre-
sente la naturaleza o propiedad que se desea investigar.
Puede decirse que hasta Galileo y Bacon la filosofía y la ciencia eran lo mismo,
pero a partir de ellos se diferencian por los criterios que una y otra sostienen
acerca de lo real. Mientras la ciencia perseguirá una eficacia que se concreta-
rá en metodologías que extraerán teorías directamente de la práctica, la filoso-
fía, incapaz de aceptar la reducción de la verdad a lo verificable, seguirá ligada
a la búsqueda de los primeros principios y las últimas causas. Pero, al margen de
la diferencia metodológica, lo que distingue a la filosofía de la ciencia es su más
básica concepción del universo, pues concibe un universo substancial que sólo
se puede llegar a conocer mediante el conocimiento especulativo, mientras que
la ciencia concibe un universo desubstancializado, segura de poder conocerlo
experimentalmente.
Por otra parte, para la ciencia la razón es la mente del hombre, algo no sinteti-
zado con el ser natural, que interpreta como algo separado de la propia natura-
leza, al igual que el reloj constituye un artefacto esencialmente distinto de al artí-
fice que lo concibió. Por ello, el ser humano puede investigar la naturaleza, al
igual que el relojero los relojes.
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TEMA 14
LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
0. INTRODUCCIÓN
Frente a la progresiva des-animación del universo, el segundo gran tema del Renaci-
miento fue la naturaleza, ahora concebida como absoluta vitalidad, de tal manera
que se difunde la certeza de que la única presencia de Dios es la presencia del mun-
do: lo divino ha descendido de los cielos y se derrama en todas las cosas. Pero mien-
tras unos buscan comprender la naturaleza a partir de Aristóteles, otras corrientes se
inspiran en otras tradiciones, como la magia, la alquimia o la numerología mística.
Así, resurgió un amplio interés por la magia y el ocultismo, cuyos principales represen-
tantes intentan dominar la naturaleza a través de medios procedentes de la antigua
filosofía oriental. En general, todas las formas de magia presuponen que la naturaleza
está animada por fuerzas de carácter más o menos psíquico, existiendo una armonía
universal que explica todos los acontecimientos. Otros magos se basaron en la doctri-
na de los elementos y en la simpatía universal. Característico de esta línea es la astro-
logía, es decir, que el curso de los astros determina la existencia humana.
Otros creen en la numerología mística, y consideran que las letras y los números po-
seen un poder mágico, lo que lleva a muchos a estudiar las doctrinas de la Cábala
judía (en hebreo, “tradición”), que es una interpretación de la Biblia a partir del simbo-
lismo de los números y letras del alfabeto. Como el pitagorismo, número y letra consti-
tuyen la esencia de las cosas y permiten un conocimiento más profundo de la reali-
dad.
Teofrasto Paracelso (1493-1541) fue quizás el médico más famoso de la época, y afir-
mó que “el conocimiento de la naturaleza no debe hacerse en los libros o en las anti-
guas doctrinas, sino que debe partir de la experiencia”. Concibió la idea de totalidad
como principio básico de lo real, y así a la enfermedad como la independización de
alguna parte.
Tomás Campanella (1568-1639) fue un reformador social que, aunque comenzó inspi-
rándose en Telesio, pronto se encaminó hacia la magia y el animismo, concibiendo el
mundo como un viviente único e infinito. En su “Teoría del conocimiento” afirmó que
todo conocimiento deriva de la sensibilidad y se reduce a ella.
1. GIORDANO BRUNO
Giordano Bruno (1548-1600) fue hijo de militar, y ya fue procesado en la Orden de los
predicadores (dominicos) antes de los 18 años por leer libros prohibidos, tras lo cual
colgó los hábitos, dedicándose a viajar, dando conferencias y escribiendo, y ganán-
dose la enemistad tanto de Reforma como de Contrarreforma. Tras escapar de ser
ajusticiado en varias ocasiones, finalmente fue encarcelado en 1592, y su negativa a
“abjurar de la libre razón en general” por considerarlo algo monstruoso le llevó final-
mente a la hoguera en 1600.
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Bruno es probablemente el filósofo más importante del Renacimiento, y ante todo un
filósofo de la naturaleza. Se inspiró en el platonismo y neoplatonismo, en los presocráti-
cos y en Nicolás de Cusa, aunque también observó muchos elementos mágicos. La
lectura de “Las revoluciones de los orbes celestes” le hizo adherirse al heliocentrismo,
pero entendiendo que Copérnico no supo extraer todas las consecuencias del mismo,
quedándose en una visión matemática incapaz de descubrir la realidad. Por eso Bruno
no es un científico, sino un filósofo; para él sólo la filosofía natural es la que da a cono-
cer el universo: “no hay que limitarse a la autoridad de los antiguos, pero tampoco
bastan las matemáticas, hay que escuchar la voz de la naturaleza”.
El pensamiento de Bruno representa una ruptura total con la visión aristotélica del
mundo que había dominado la Edad Media: un cosmos limitado y finito, encerrado en
una bóveda celeste de estrellas fijas, cuyo centro inmóvil era la Tierra, sede de un
mundo sublunar corruptible e imperfecto. Aunque Nicolás de Cusa ya había hablado
de un infinito identificado con Dios, Bruno afirma con claridad la infinitud del universo
físico, en permanente movimiento espontáneo, y defiende un vivo panteísmo, estable-
ciendo un boceto cosmológico que dominará durante los siguientes siglos.
Bruno explica la finitud del hombre alegando que “somos seres del momento”, inca-
paces de nuestra propia totalidad. La idea del hombre como un “modo” de la unidad
substancial es lo que constituirá más tarde el punto de partida de la filosofía de Espino-
za, en la cual el pensamiento de Bruno recibirá estructura y sistema.
2. RENE DESCARTES
Descartes utilizó la duda metódica sólo como procedimiento para descubrir la verdad,
y asumió como primer principio de su filosofía la sentencia “pienso luego existo”, una
verdad evidente a partir de la cual, y mediante un método riguroso, fuera posible al-
canzar las verdades últimas, propias de la metafísica y la teología. Cree, además, en
los criterios puramente ideales expuestos en Galileo.
● Inercia y física de choque. En su tratado “El Mundo” Descartes afirma que Dios es
la primera causa del movimiento, y conserva la misma cantidad de materia-
movimiento-reposo siempre. Partiendo de esta inmutabilidad divina, y de la uni-
formidad e inanimación absolutas de lo corpóreo, Descartes dejará completa-
mente definido el principio de inercia a través de sus Leyes de la naturaleza:
2ª. Ley. Todo cuerpo que se mueve tiende a continuar su movimiento en lí-
nea recta (Descartes corrige el planteamiento galileano de que todo
cuerpo tiende a caer hacia abajo a causa de un peso absoluto, vigente
en todo el universo. La defensa del movimiento natural circular impidió a
Galileo formular el principio de inercia).
● Cosmología: la negación del vacío y los vórtices (torbellinos). Partiendo del prin-
cipio de inercia y la física del choque, Descartes expuso su cosmología, según la
cual Dios creó la materia y la lanzó en infinitas partes con una cantidad constan-
te de movimiento. De ello dedujo la existencia de tres tipos de elementos: cuer-
pos irregulares o de forma angulosa, cuerpos redondeados (de origen irregular
pero pulidos por innumerables choques) y corpúsculos mínimos (restos del des-
gaste de los anteriores, y que constituyen la materia que lo llena todo y que
puede adoptar todas las formas). Como se trata de un universo lleno donde no
existe el vacío, cualquier movimiento de un cuerpo origina el movimiento otros
en forma de un torbellino o vórtice, es decir, que Descartes concibe un Universo
compuesto por torbellinos de materia de distintos tamaños que se tocan entre sí.
El punto débil de la física cartesiana radica en que sólo admite la acción instan-
tánea (p. e., considera que la luz se transmite instantáneamente), descartando
toda fuerza que requiera una duración, punto por el cual tras un duro debate
fue desechada en favor de la física newtoniana.
53
3. LA IDEA DE UNA GRAVITACIÓN UNIVERSAL
─ Descartes afirmó que la gravedad no es algo inmanente en los cuerpos, sino que
depende de la situación y movimiento que tienen entre ellos.
─ G. P. de Roberval presentó en 1669 la causa del peso como una atracción mu-
tua o un deseo natural que los cuerpos tienen de unirse.
─ Robert Hooke anunció en 1674 un sistema basado en tres postulados: que todos
los cuerpos poseen una fuerza de atracción o gravitación hacia su propio cen-
tro; que los cuerpos en movimiento tenderán a desplazarse indefinidamente en
línea recta hasta que alguna fuerza los desvíe; y que las fuerzas de atracción son
más intensas al acercarse al centro de los cuerpos. Más tarde, envió una carta a
Newton: “la atracción es siempre inversamente proporcional al cuadrado de la
distancia”.
Cuando Newton publica los “Principios matemáticos de la filosofía natural” (1686) in-
troduce la formulación de Hooke sin añadir una letra sin mencionarlo como inspirador,
lo que desató una feroz polémica. Para él, basta con ser capaz de demostrar mate-
máticamente los postulados (aunque sean de otro) para presentarse legítimamente
como su descubridor, en una lucha por el reconocimiento que inauguró en la historia
el caballo de batalla de la propiedad intelectual, así como de las imputaciones de
plagio.
54
TEMA 15
LA CONSTRUCCIÓN NEWTONIANA: NEWTON
0. INTRODUCCIÓN
Isaac Newton (1642-1727) fue hijo póstumo de un pequeño propietario rural, sufriendo
traumas psicológicos profundos debido a la prematura separación de su madre, que
tras su nuevo matrimonio lo dejó al cuidado de su abuela. Ya antes de los quince años
inventó varios artefactos ingeniosos, llegando a profesor de matemáticas en Cambrid-
ge, donde combinó un profundo fervor religioso con el empirismo. Puritano de cora-
zón, receloso y pusilánime, probará con creces su interés por el dinero, abandonando
pronto la docencia y la investigación para dirigir la Casa de la Moneda, siendo el pri-
mer científico convertido en caballero por la realeza.
1. LA ÓPTICA
Newton escribió: “Dios creó la materia en forma de partículas sólidas, masivas, duras,
móviles e impenetrables, con determinadas figuras y tamaños. Todos los fenómenos de
la naturaleza consisten en las diversas formas de agruparse estas partículas”, las cuales
cuentan con principios activos (atracción, fermentación y consolidación) que depen-
den directamente del Autor o Primera Causa Inteligente. Es el atomismo de Demócrito
(átomos y vacío) añadiendo la “necesidad de una Providencia” que corrija el sistema,
ya que “no es filosófico pretender que el mundo podría haber surgido del caos”. Su
silogismo es: si la materia no puede moverse sola, y existe un universo en movimiento
regido por la regularidad, se sigue la existencia del gobierno de un “Demiurgo espiri-
tual”.
Este tratado de física es una mecánica racional basada en un espacio vacío y tres
Leyes del movimiento, que son:
3ª. La acción es siempre contraria e igual a la reacción, como las acciones mutuas
de dos cuerpos son siempre iguales y dirigidas a partes contrarias. Esta ley pre-
senta la gravedad como un sistema de atracciones recíprocas donde no hay
cuerpos atrayentes y cuerpos atraídos sino cuerpos que se atraen mutuamente
todos a todos.
• Las definiciones. En los “Principios” Newton expone ocho definiciones, de las cua-
les las cuatro últimas hablan de la fuerza centrípeta. Debido a las críticas de sus
contemporáneos (decían que violaba los principios de la mecánica), Newton la
presenta como un caso de fuerza impresa, fundamento de la gravedad terrestre
y la fuerza por la cual los planetas son apartados del movimiento rectilíneo. Para
él, por tanto, fuerza centrípeta es lo mismo que atracción, y si hubiese prescindi-
do del concepto de fuerza centrípeta no hubiera podido escribir los “Principios”.
─ Libro I. En él, Newton no pretende demostrar que los planetas estén afec-
tados por fuerzas físicas, sino que, de existir, se tratará de fuerzas centrípe-
tas y variarán como los cuadrados de las distancias. Así, en su 1ª Proposi-
56
ción consigue probar por medios geométricos y para cualquier cuerpo la
ley de las áreas de Kepler, mientras que en la 2ª Proposición demuestra
que toda curva descrita por un cuerpo que cumple con la ley de las áreas
es afectada por una fuerza centrípeta. Gradualmente, Newton va verifi-
cando en términos geométricos las leyes de Kepler alejándose de la cons-
trucción ideal, donde se supone que el centro de fuerza es fijo y único, pa-
ra ir aproximándose a la estructura del sistema solar, donde ningún cuerpo
es sólo atraído o atrayente.
─ Libro III. Comienza con las famosas cuatro “Reglas para filosofar”:
─ El tiempo absoluto. Influido por Henry More, que defendió la existencia del
tiempo al margen de la existencia o no del universo, o Isaac Barrow, que lo
definió como una “existencia permanente” ajena a la materia, Newton
postuló un tiempo absoluto, verdadero y matemático, que fluía sin relación
con nada externo, una mera hipótesis derivada de sus consideraciones
teológicas, al prescindir de la velocidad de la luz y sus consecuencias.
3. FUERZA Y CAUSALIDAD
Pocos años después de morir Newton, todo el mundo creía ya en la gravedad inheren-
te a la materia, convertida en la causa universal indiscutible. Sin embargo, hasta Eins-
tein nadie buscó un fundamento científico para ese paradigma llamado gravedad
que explicaba todo el universo. El hecho de ver a la gravedad como la causa sin bus-
car la causa de la propia gravedad se debió a que desde Galileo, para quien todo
cambio era el resultado de una fuerza, la causa de un fenómeno era el cómo se desa-
rrollaba y no el porqué, de ahí que se buscaran leyes antes que causas para la expli-
cación de los fenómenos.
59
TEMA 16
EL RETORNO DE LA RAZÓN: DESCARTES, ESPINOZA Y LEIBNITZ
0. INTRODUCCIÓN
• Que el ser (existencia de la esencia) se revele por sí mismo, es decir, como un sis-
tema orgánico de actividad que revele un pensamiento inmanente.
Los racionalistas denominarán razón a dicha unidad mediada del ser y el pensamien-
to, y señalarán una inmanencia de unidad entre lo real y lo intelectual. La razón lo rige
todo, al punto que de ella no se habla porque desde ella se dice y se hace todo, y la
inteligencia se fue autonomizando respecto a la fe y la rutina, sobre todo mediante la
progresiva simbiosis entre ciencia y técnica, así como en el progresivo vacío entre és-
tas y la filosofía.
El marco histórico es la inestabilidad de la Guerra de los Treinta Años y el auge del ab-
solutismo, con un cierto resurgir de las ideas republicanas.
1. RENÉ DESCARTES
● El camino de la claridad. Descarte parte del principio de que el ser humano ex-
presa una única razón en todo lugar y momento, una unidad que sólo se ha
aplicado en las disciplinas matemáticas, único reducto de las certezas, por lo
que propone extender el método matemático a los demás campos. Para ello
propone analizar (dividir el problema en elementos) para a continuación sinteti-
zar (ascender hacia lo complejo paso a paso), todo lo cual precisa partir de una
primera certeza evidente en sí. Para encontrarla, se hace necesario empezar
dudando de todo a través de una duda metódica, la cual cuenta con tres fun-
damentos:
Sólo algo necesariamente cierto: que no puedo dudar de que yo dudo. Por tan-
to, no soy simplemente una cosa que existe, sino que existe un ego que genera
un pensamiento. A este nexo entre la inteligencia y lo real Descartes lo expresó
como “pienso, luego existo”, lo que supone un sujeto individual y finito: un “cogi-
to”.
Todas las ideas son modos del entendimiento, pero no todas son iguales. Descar-
tes las clasifica en ideas adventices, cuyo origen parece ser la experiencia exter-
na, ideas factices, cuyo origen es una elaboración a partir de otras, e ideas inna-
tas, que no han sido elaboradas ni introducidas: el pensamiento, el ser y el infini-
to.
Para Descartes, la idea de infinito no es sino Dios, que de este modo existe en el
cogito como idea innata. En línea escolástica, para Descartes resulta imposible
que la idea de un infinito no tenga una causa proporcionada a ella, y, por tanto,
como mi idea de Dios “ha de ser” causada por Dios, Dios existe. Si Dios existe no
permitiría que yo me engañe creyendo que el mundo existe si no fuera así, por lo
que se sigue que el mundo existe. De todo ello no hay más pruebas que la ga-
rantía divina.
2. BENITO ESPINOZA
Con Espinoza se consolida el más perfecto panteísmo, “Deus sive natura”. En ello
coincide con Aristóteles, pero no así en la infinitud del cosmos, que éste rechaza,
pues en Espinoza toda determinación es negación, y, por tanto, lo ilimitado cons-
tituye una “negación de la negación” (Hegel). El cosmos de Espinoza, además,
no constituye algo vacío y abstracto, sino una tensión causal interna entre ener-
gía formadora y material formado, del cual surge lo particular e individual deter-
minado como pormenor de lo infinito.
Aquello que el modo tiene de finito o definido es lo que una cosa tiene de pro-
pio y excluyente: su definición (persona, árbol, trapecio...), distinta de todo lo
demás, y principio tanto de su perfección (constituir un “sí mismo” diferenciado)
como de su acabamiento (limitación, finitud temporal y espacial).
La meta del obrar ético no es otra que la felicidad, pero lo propio de la felicidad
es la libertad que proporciona el conocimiento de lo verdadero, el cual se al-
canza al formarse ideas adecuadas del objeto, lo que implica no confundir en él
lo substancial, lo predicativo y lo modal.
Para Espinoza, “la virtud ha de ser su propio premio”, pues cualquier otra recom-
pensa degrada la conducta a la hipocresía y al autoengaño. Como la virtud ha
de buscarse por sí, la alegría es virtuosa, definida como aquello que aumenta la
capacidad de obrar de un cuerpo. De la virtud de la alegría se derivan todas las
demás, pues a través de ella el esfuerzo por conservar la existencia se convierte
en humanidad, firmeza, templanza, y finalmente idea adecuada de lo que es.
Por contra, la tristeza es el paradigma del vicio, el cual reduce la capacidad de
obrar. De ella proviene el odio, la envidia, el miedo a la muerte y los demás afec-
tos que Espinoza denomina “servidumbre humana”. Para defenderse de las pa-
siones el único camino es formarse de ellas una idea adecuada.
3. GOTTFRIED W. LEIBNITZ
● El concepto del individuo. Como Aristóteles, Leibnitz cree en una substancia con
una pluralidad ilimitada, es decir, en un número ilimitado de substancias pero de
la misma esencia. Como componentes de lo real aparecen una especie de
átomos cualitativos, sin extensión ni materia, intemporales: las mónadas, cada
una de las cuales constituye una forma substancial, es decir, algo que es en sí
mismo definición. Con ello, Leibnitz emprende la búsqueda radical de la diferen-
cia a través de la diferencia interior, pues para que puedan darse diferencias en-
tre formas y magnitudes es preciso que haya antes diferencias entre sus elemen-
tos básicos.
─ Los cuerpos. Los cuerpos son conglomerados de mónadas, pero sus per-
cepciones no son necesariamente conscientes.
Los cuerpos orgánicos (vivos o animados) son aquellos en los que una
mónada predomina sobre las demás. En ciertos cuerpos orgánicos
acontece la conciencia, que significa una claridad en la percep-
ción, y delata el gobierno de una mónada aperceptiva, entendiendo
por apercepción a cualquier percepción consciente de sí. La aper-
cepción conoce dos verdades intemporales: el principio de contra-
dicción y la ley de parsimonia, en cuya virtud la naturaleza no hace
nada en vano.
Para Leibnitz, ser, existir, significa tener alguna razón para ser o existir. Su
principio de razón postula que todo tiene su fundamento. Sin embargo, la
razón no es otra cosa que Dios, y allí donde rige el principio de razón rige lo
divino, “mónada de las mónadas”.
Verdades de razón. Juicios donde los predicados son inherentes a los suje-
tos, es decir, que se implican mutuamente. Tienen como base el
principio de contradicción, y en caso de que la conexión no aporte
nada nuevo se denominan proposiciones analíticas.
Con todo, observemos que al tener todo hecho una razón, el hecho se convierte
en una razón, deducible a priori (o “analítica”) disponiendo de los necesarios
elementos de juicio. Es decir, que el hecho de que las determinaciones se impli-
quen o no depende de que se disponga de los elementos de juicio adecuados,
lo cual tiende a borrar la distinción entre las dos verdades.
65
TEMA 17
LA PUESTA EN PRÁCTICA DE LA RAZÓN
A pesar de sus diferencias filosóficas, Descartes, Newton, Locke y Berkeley siguen con-
fiando en el conocimiento racional, y todos hacen hincapié en el concepto de causa-
lidad. Sin embargo, la premisa empírica moderna representada por Hume exige consi-
derar todo eso como una ilusión inducida por el hábito.
El escocés David Hume (1711-1776) encarnó uno de los temperamentos menos doctri-
narios de la historia, y quizás el mayor de los escépticos modernos. Empezó introdu-
ciendo una distinción entre impresiones sensitivas e ideas, considerando las ideas co-
mo reflejo de las primeras en el entendimiento, y cuya veracidad depende de que
podamos asignarles una o varias “impresiones”, pues en caso contrario se tratará de
una “ficción”.
● Los cuerpos, Dios y el yo. Hume aplica el bisturí escéptico a las principales
67
creencias su época: la existencia de un mundo exterior a la mente, la existencia
de Dios... Respecto a la identidad personal (el yo), como no hay impresiones in-
variables, sino sólo emociones distintas que se suceden unas a otras, Hume de-
duce que el yo no es ninguna impresión, quedando relegado al estatuto de las
substancias. Lo que nos parece identidad propia es, por tanto, una mera función
de la memoria.
Para Hume, lo que en última instancia evidencia toda esta confusión es el com-
ponente irracional básico del hombre. Es obvio que el hombre observa la teoría
de la experiencia, pues ¿acaso se formarían creencias en un universo en el que
nunca se reprodujeran las mismas condiciones? Sin embargo, Hume sólo está in-
teresado en mostrar la pugna entre la razón y el instinto, señalando que el instinto
ocupa el lugar del contenido real mientras la razón es una cáscara vacía, y que
sólo hipócritamente puede pretender la razón que rige nuestra conducta, pues
lo justo y verdadero arrancan del sentimiento o instinto.
3. LA ILUSTRACIÓN
Rousseau propuso un “contrato social” cómo exacta antítesis del pacto entre el
soberano y los súbditos planteado por Hobbes en “Leviatán”, en el cual la meta
del poder político no es la seguridad sino la libertad, y donde el pueblo se reúne
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en convención anual para redactar una constitución. Estas tesis inspiraron los
procesos revolucionarios tanto en América como en Europa.
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71
TEMA 18
LA FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD: INMANUEL KANT
0. INTRODUCCIÓN
Inmanuel Kant (1724-1804) nació en Köninsberg (Prusia), en una familia muy modesta
de confesión pietista, la cual predicaba la regeneración interior mediante la medita-
ción personal de las escrituras. Célibe hasta su muerte, meticuloso, puntual en extremo,
nunca salió de su ciudad natal ni ejerció actividad distinta de la docencia. En un mo-
mento de crisis de confianza en la filosofía, frente a una arrolladora expansión de la
ciencia físico-matemática, Kant va a descubrir a la reflexión filosófica un terreno pro-
pio: la teoría del conocimiento, es decir, la experiencia a través de sus “condiciones de
posibilidad”.
La “Crítica de la razón pura” (1781) es un tratado monumental con el que Kant hace
resurgir el planteamiento genuinamente filosófico sobre la naturaleza del pensamiento
y lo real. En él, Kant describe el proceso del conocimiento (primera de las facultades
humanas fundamentales, junto a la voluntad y el sentimiento) o juicio determinante, es
decir, el proceso que va de la intuición sensible a las ideas absolutas de la razón, dan-
do realidad y detalle al desnudo “cogito” cartesiano: no sólo estoy cierto de existir
porque pienso, sino también cabe la posibilidad de que el entendimiento sea el autor
de la experiencia de los objetos.
• Los requisitos de cualquier ciencia posible. Kant formula una distinción entre dos
modelos de juicios, basados en la distinción de las dos verdades de Leibnitz:
Kant señala que al nivel del intelecto no sólo hay hábitos o creencias, sino un
elemento trascendental interpuesto que él llama intuiciones puras o “formas a
priori de la sensibilidad”: el espacio y el tiempo, las cuales no son externas o
mundanas, sino condiciones puramente subjetivas de nuestra intuición. Con refe-
rencia a ellas, todas las cosas son sólo fenómenos y no existentes por sí mismas,
es decir, que no vemos las cosas en sí, sino lo que aparece de ellas tras ser filtra-
das por el espacio y el tiempo. Por tanto, no tenemos acceso a la sustancia inte-
ligible (noúmeno), sino tan sólo a la apariencia o fenómeno, ya que las formas
puras de la intuición (espacio y tiempo) sólo dejan pasar del mundo lo fenomé-
nico o aspecto: antes de que las impresiones lleguen al entendimiento, ya han
sido espacializadas y temporalizadas.
Juicios Categorías
Universales Totalidad
Por la cantidad Particulares Pluralidad
Singulares Unidad
Afirmativos Realidad
Por la cualidad Negativos Negación
Indefinidos Limitación
Categóricos Substancia
Por la redacción Hipotéticos Causa
Disyuntivos Acción recíproca
Problemáticos Posibilidad
Por la modalidad Asertóricos Existencia
Apodícticos Necesidad
Ahora bien, las categorías son tipos de enlace, y cualquier tipo de enlace a priori
supone una unidad previa a él. Esto conduce a una “síntesis originaria de la
apercepción”, que es la conciencia de sí. De nuevo, el núcleo último del cono-
cimiento es un “yo pienso” cartesiano, aunque no es ya un yo empírico sino
“trascendental”.
Síntesis 3
Conciencia 3 CONCEPTOS
de sí =
Yo pienso 3
Filtros
PERCEPCIÓN ENTENDIMIENTO
La razón persigue siempre lo incondicional, por lo que trata de pasar desde con-
diciones particulares a otras más generales, y desde ellas a algún término absolu-
to, en el proceso de “una dialéctica natural e inevitable de la razón pura”. Dicha
dialéctica propicia tres clases de razonamientos, según las tres ideas “trascen-
dentales”:
• El “canon” de la razón pura. El alma, el universo y Dios son ideas de la razón teó-
rica pura que “la razón produce por necesidad, en virtud de sus leyes originales”,
pero que no constituyen juicios sintéticos a priori ni, por tanto, razonamientos
“científicos”. Son sustancias puramente inteligibles (conocidas por el entendi-
miento, “noúmenos”) que pretenden saltar sobre lo existente sin el apoyo de la
experiencia, transgrediendo el principio de la subjetividad radical del pensa-
miento.
Con ello, resulta importante constatar hasta qué punto todo el análisis kantiano
del conocimiento está sobredeterminado por motivos teológico-morales, pues,
como Kant admite, para aceptar dichas ideas “tuve que superar el saber para
74
hacer sitio a la fe”. De ese modo, junto a su monumental construcción especula-
tiva Kant intenta poner a cubierto de toda especulación los contenidos últimos
del pensamiento, confiándolos a la voluntad piadosa, haciendo coexistir la
aplastante especulación racional con un sistema de creencias.
Por otro lado, Kant investiga las condiciones de posibilidad de conocimiento sin
proponer algo conocido, como aprender a nadar sin entrar en el agua. Así, el ol-
fato tiene algo previo al aroma, pero sólo tiene valor el olfato en acto, oliendo,
mientras con Kant se ofrece únicamente en potencia como facultad olfativa.
─ Ética heterónoma o material. Éticas que prescinden del a priori moral, por lo que
caen en el casuismo y la arbitrariedad, la inclinación y el deseo, es decir, que el
individuo recibe del exterior las leyes que rigen su conducta.
El “a priori” crítico es el deber, el rigor de obrar por deber. Se trata de querer el deber
en sí, de querer la “ley”, no por sus ventajas o perjuicios, sino por lo que esa conducta
tiene de racional y emancipador para el hombre. Como la ley es una expresión de la
razón, el hecho de amarla equivale a confirmarse el hombre como ser racional.
Según Kant, sólo para el sujeto moral tienen sentido la inmortalidad del alma, la liber-
tad y la existencia de Dios. Por ello, para él la tarea de la eticidad es tan infinita que
únicamente partiendo de un alma inmortal cabe plantearla.
La “Crítica del juicio” (1790) investiga la tercera facultad humana fundamental, el sen-
timiento, o juicio reflexivo, cuyos términos son lo subjetivo y personal por un lado, y lo
universal por el otro. Este tratado tiene dos secciones: la belleza y la vida.
4. POLÍTICA E HISTORIA
Como Rousseau, Kant considera inseparables moral (libertad interna) y política (liber-
tad externa), defendiendo los ideales revolucionarios (“Sobre la paz perpetua”, 1793)
sin renunciar a las exigencias renovadoras. La base de la renovación sería sustituir los
Estados de hecho por Estados de derecho con estructura republicana, e integrándolos
a todos en una Liga o Sociedad no sometida a ninguno, sino a un derecho internacio-
nal cosmopolita y pacifista, basado en la evitabilidad de toda guerra, la supresión de
ejércitos permanentes y el reconocimiento de la independencia de cada estado
miembro.
Estos principios de ciencia política se vinculan en Kant con el germen de una filosofía
de la historia. En un ensayo (1784) propone concebir el curso de la historia de la raza
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humana como una separación gradual de la animalidad, creándose a sí misma un
universo acorde con lo ideal.
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TEMA 19
LA FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD: FICHTE, SCHELLING Y HEGEL
0. INTRODUCCIÓN
En Juan Teófilo Fichte (1762-1814), de orígenes humildes y formado gracias a una beca,
resuena el rigorismo ético de Kant junto con acentos nacionalistas y místicos. Destituido
en Jena por una acusación infundada de ateísmo, más tarde fue nombrado catedrá-
tico en Berlín y tuvo un gran éxito popular por sus arengas a la nación alemana. Radi-
cal en términos políticos, predicaba un socialismo nacional basado en esquemas li-
bertarios.
2. FRIEDRICH W. J. SCHELLING
Como acaeció con Newton, que sintetizó la física terrestre con la celeste, en el s. XIX
un hombre de gran energía pudo conectar los hallazgos y hechos dispersos en una
construcción armoniosa, capaz de abordar los problemas y resolverlos unitariamente:
Hegel. Ahora los elementos son la filosofía antigua y moderna, el espíritu del cristianis-
mo y el del helenismo, el concepto puro y la historia universal, la atención al detalle y
la máxima abstracción. Su punto de partida se constituirá fundamentalmente por tres
certezas: todo lo real es racional, substancia significa esencialmente sujeto, y la historia
universal y el progreso en la conciencia de la libertad son una misma cosa.
4. GEORG W. F. HEGEL
Mientras los demás pensadores observan un deseo de definir los objetos como algo
fijo, Hegel posee la facultad de dejar salir a la cosa considerada, de hacer que ella
misma despliegue sus determinaciones, con lo cual no se trata de hacer razonamien-
tos sobre lo que es, sino de estar atento a observar los razonamientos que ya están allí.
Por tanto, el conocimiento filosófico no se construye acumulando ocurrencias sobre
algo, sino dejando que se manifieste el proceso específico descrito por cada objeto o
concepto. A este proceso de entregarse al movimiento de la cosa Hegel lo denomina
“exposición”, totalmente opuesto a la dogmatización o a cualquier tratamiento axio-
mático.
La “Lógica” tiene por objeto mostrar que partiendo del puro ser se llega fluida y
necesariamente a la idea absoluta. Hegel alcanza así una síntesis que conserva
la unidad y la diferencia, lo ilimitado y los límites. El ser se hace esencia o refle-
xión, y la reflexión se hace idea, unidad de lo real e intelectual. En otros términos,
la razón se hace naturaleza, y la naturaleza espíritu. La diferencia persiste, pero
como desdoblamiento de una actividad fundamental, que permite hablar de
pensamiento objetivo, inmanente a las cosas. Tras consumar esa síntesis de lo po-
sitivo y lo negativo, Hegel considera superada la escisión entre fenómenos y
noúmenos, y el consiguiente solipsismo de la filosofía kantiana.
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Una distinción de figuras o manifestaciones históricas del espíritu progre-
sando en su propia certeza de sí.
Con Hegel, el nous aristotélico logra por fin una reelaboración en profundi-
dad, y el eidos platónico deja de ser sólo lo suprasensible.
84
TEMA 20
EL ESPÍRITU OBJETIVO
1. LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA
● El mundo germánico o la “vejez”. Este período emerge con la Reforma, que para
Hegel es el fin de la oposición entre iglesia y estado, interiorización y unificación
del espíritu. De la ruina espiritual de la Iglesia emerge la forma más alta del pen-
samiento racional: la iglesia no conserva privilegios, y el espíritu ya no es extraño
al estado. De la Reforma emerge finalmente la Revolución, que tras las convul-
siones del Terror desemboca en el Estado Racional, volcado a la realización del
espíritu objetivo como realización del principio de la libertad, la igualdad y la fra-
ternidad.
En “Los fundamentos de la filosofía del derecho” (1820) Hegel señala que la filosofía
resume su tiempo en el pensamiento, pero llega siempre demasiado tarde, cuando la
realidad ha cumplido y terminado su proceso de formación. Por su parte, el derecho
en general constituye el espíritu objetivo, que se realiza en tres momentos fundamenta-
les:
Sin embargo, el Estado del que habla Hegel constituye lo opuesto al estado libe-
ral, pues se trata de un Estado monárquico con vocación imperial, poderes ilimi-
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tados y absoluta irresponsabilidad para el gobierno, afín al absolutismo de “La
República” platónica, pues “el pueblo representa en el Estado la parte que no
sabe lo que quiere”. El Estado hegeliano constituye, pues, un Estado Totalitario,
dotado de soberanía inalienable, indivisible, ilimitada e incapaz de equivocarse,
cuyo paternalismo absoluto procede de la madurez de la historia universal, y pa-
ra el que Hegel se muestra contrario a la libre elección, a la separación de pode-
res y a las instituciones democráticas más elementales. La consecuencia inme-
diata es un germanismo que rechaza las ideas kantianas de la sociedad nacio-
nes, el derecho universal, la prohibición internacional de la guerra y todas aque-
llas iniciativas y proyectos donde el principio de la nacionalidad y la autoridad
monárquica queden limitados.
Las reflexiones políticas de Hegel influirán decisivamente en todos los teóricos eu-
ropeos del totalitarismo político, aunque deben inscribirse en su momento históri-
co. Basado en la idea de pensar la necesidad, entendida como oposición entre
lo natural y lo espiritual, Hegel comprendía admirablemente el mundo griego y
se entusiasmó con las revoluciones liberales, pero el elemento propiamente ger-
mánico (una nación disgregada carente de Estado y el severo ascetismo de la
Reforma) acabó conformando el núcleo básico de su filosofía política.
3. EL HEGELIANISMO
El pensamiento hegeliano conoció un fulgurante éxito inicial, seguido por una asimila-
ción más matizada y crítica. Todo el s. XIX y buena parte del XX han girado en torno a
una toma de partido en relación con Hegel.
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TEMA 21
POSITIVISMO Y MATERIALISMO
0. INTRODUCCIÓN
Kant y Hegel quisieron fundar una ciencia de lo esencial y de lo existente, pero desde
principios del s. XIX se sintió la necesidad de una ciencia relacionada con su transfor-
mación, es decir, con la construcción de una realidad donde saber es mas que nada
condición para poder, posibilidad avalada por el desarrollo de las ciencias y las técni-
cas, las cuales generaron optimismo ante la posibilidad de aliviar los males de la hu-
manidad.
• Augusto Comte (1798-1857). Secretario de Saint Simon, tras una prolongada crisis
depresiva siguió sus pasos proclamándose pontífice de una religión basada en
una ciencia nueva y sagrada: la sociología. El conjunto de su obra es quizás la
menos filosófica de las filosofías, pero pocas tendrán mayor influjo sobre la poste-
ridad.
90
─ La sociología y el concepto general del saber. La sociología nace en Com-
te como ciencia y moral a la vez que prevé y guía los “hechos sociales” en
búsqueda de establecer una “sociocracia”. En ésta, la estructura social
comtiana, objetiva, intemporal y absoluta, se encuentra conformada por
la familia, la propiedad, el Gran Ser y la Virgen Madre. Sin embargo, con-
trarios a dicha intemporalidad de la estructura se muestran la razón, que
no se aviene sin violencia a lo absoluto, y el individuo concreto, excluido
de ella por teológico o metafísico y por su afán de autodeterminación. Ex-
cluidos la razón y el individuo, la era positiva prescindirá también de la li-
bertad, a la que Comte considera un estado pasajero que sólo durará has-
ta el advenimiento social de la filosofía positiva. Para él, hay que transfor-
mar el cerebro humano en un reflejo fiel del orden externo.
• La sociología crítica
2. EL EVOLUCIONISMO
3. EL MARXISMO
Carlos Marx (1818-1883) es una de las mayores figuras intelectuales de la historia, y sin
duda una de las que ha llegado a alcanzar una mayor influencia práctica en el plano
político y cultural. Gran polemista y estudioso incansable, fue sobre todo un gran agi-
tador, un promotor de nuevas ideas y un abanderado de los nuevos ideales socialis-
tas, además de profeta, activista, líder político e intelectual que abordó cuestiones
relacionadas prácticamente con todas las ciencias sociales. De familia judía, bautiza-
do en la Iglesia Evangélica y alumno en un colegio de jesuitas, es sin duda uno de los
grandes ateos de la historia. Promotor de la Internacional, y tras ser perseguido por las
policías de media Europa, gracias a la colaboración económica de Federico Engels
pudo vivir en Londres hasta su muerte dedicado a la producción literaria.
El modo burgués cuenta, según Marx, con una característica específica, y es que
su modo racional de producir propicia que el desarrollo de las fuerzas producti-
vas haya entrado en contradicción con los modos de producción existentes, lo
cual inaugura una época de revolución social. Las contradicciones internas del
propio sistema burgués conducirán a una victoria colectivista, cuya primera eta-
pa será la “dictadura del proletariado” que impondrá una planificación única
para toda la economía, pondrá fin a la lucha de clases (y, por lo mismo, al Esta-
do), y hará a la fuerza productiva será dueña de sí y libre para proseguir su pro-
meteico destino.
En 1844, un joven Marx afirmó que el comunismo “es la verdadera solución del
conflicto entre el hombre y la naturaleza, la solución definitiva del litigio entre
existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y nece-
sidad, entre individuo y género”. Sin embargo, en 1872 aclaró que “la aplicación
práctica de este principio dependerá de las circunstancias históricas existentes”.
En realidad, la realización práctica de la dictadura proletaria se inició cuando el
revolucionario profesional V. I. Ulianov, alias Lenin, se apodera del estado ruso en
1917, comenzando entonces el culto oficial del “materialismo dialéctico” e inau-
gurando la llamada “escolástica soviética”.
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TEMA 22
LAS FILOSOFÍAS DE LA VIDA
0. INTRODUCCIÓN
Hasta su último tercio, el s. XIX es una era de constructivismo, que no trata tanto de
comprender o contemplar el mundo como de trasformarlo. Por ello, la influencia de la
Iglesia se fue trasladando a la ciencia, lo que la convirtió en un asunto vinculado a la
estructura y división de trabajo a través de consolidar una rigurosa especialización y
jerarquización de funciones. La filosofía, por tanto, se fue convirtiendo en un elemento
anacrónico.
Liquidar lo divino como razón sin reemplazarlo por un nuevo evangelio (como el socio-
crático de Comte o el proletario de Marx) significó convertir el dinamismo universal en
dolor absurdo, la voluntad en pesadilla interminable, ya que la realidad lleva siglos
haciéndose cada vez más subjetiva y menos substancial.
2. FRIEDRICH NIETZSCHE
Sin embargo, Nietzsche se levanta del profundo pesimismo con un rotundo sí, el
cual no para liberarse de la tierra o del tiempo, sino para aceptar “el orgullo, la
alegría, la salud, el amor sexual, las actitudes bellas, la voluntad inquebrantable,
la disciplina de la intelectualidad superior, la gratitud a la tierra y a la vida, todo
lo que es rico y quiere dar y gratificar la vida, engalanarla, eternizarla y divinizar-
la”.
● Las etapas del espíritu. En “Así habló Zaratustra” (1884), hay una descripción de
tres metamorfosis en el desarrollo desde el hombre al superhombre:
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A la totalidad de cada estructura histórica como “horizonte cerrado” de
cada época y lugar la llama Dilthey concepción del mundo, de las que
hay:
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TEMAS 23 - 24
LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
0. INTRODUCCIÓN
Al igual que Dilthey, también Husserl parece no tener criterio en ética y política, y, co-
mo él, pretende seguir haciendo filosofía de las “vivencias”, esquivando el sambenito
de metafísico. Esto equivale a una especie de asepsia, que pretende convertir al filóso-
fo en espectador absolutamente desinteresado de todo.
● La aplicación del método. Husserl tomó del Franz Brentano (1838-1917) la idea de
conciencia como intención o “intencionalidad”, constituyendo un “tender ha-
cia”, y de ahí que la conciencia siempre sea una “conciencia de”. Sin embargo,
ese referirse a algo se convierte en lo contrario, en una “egología trascendental”
de esencias puras donde la completa falta de entidad real presenta a la con-
ciencia como causa de sí misma, lo cual obligó a Husserl a mantener que la
conciencia es la “única existencia que implica en todo momento la garantía de
su existencia”, poniendo de manifiesto una metafísica husserliana que no osa
reconocerse como tal.
Henri Bergson (1859-1941) nace en el seno de una familia judía, y su juventud transcurre
rodeado de la polémica entre espiritualistas y materialistas, con el viejo tema de ele-
var o no lo intelectual por encima del reino físico. Así, le atrajo muy pronto la filosofía
evolucionista, la única de su tiempo que “intentaba seguir las huellas de las cosas” y
“modelarse sobre los rasgos de los hechos”, y esa fue su meta: una filosofía adaptada
a sus objetos, negándose a aislar la vida espiritual de todo lo demás, y percibiendo un
íntimo enlace entre la materia y el pensamiento
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• La evolución creadora. La condición de la duración (élan: libertad, querer, con-
ciencia) es la materia, la cual no es tanto un medio para la duración como el
hecho de suspenderse ella misma. Puesto que “el élan no tiene más que disten-
derse para extenderse”, la materia constituye “una tregua en el querer”, durante
la cual lo real se convierte en “un peso que cae”
─ Las direcciones del élan vital. Según Bergson, entre el movimiento de la vi-
da y el movimiento de la materia surge un “modus vivendi” que es preci-
samente la organización, un orden que es ante todo un almacenamiento
de energía con el que se pretende retardar el curso entrópico general.
La filosofía de Bergson representa, pues, un vigoroso esfuerzo de diálogo con las cien-
cias y, ante todo, un trabajo metafísico en tres frentes:
3. LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA
● Xabier Zubiri (1900-1983) muestra un sostenido interés por los conceptos de las
ciencias, cierto escolasticismo (abandonó la carrera sacerdotal a los 30 años) y
una sólida formación metafísica. Intentó rescatar la idea griega de lo físico, en
tanto abarcando lo biológico y lo psíquico, afirmando que “físico y real, en sen-
tido estricto, son sinónimos”. La desvirtuación de uno conlleva pérdida de sus-
tancia en el otro, lo cual se refleja (sobre todo desde Descartes) en una realidad
desustanciada como producto de un yo trascendental y etéreo. A la superación
a este culto a lo subjetivo se dirige su investigación sobre la esencia como “lógi-
ca de la realidad”.
4. MARTIN HEIDEGGER
Martin Heidegger (1889-1976) fue ayudante de Husserl, y su sucesor gracias a sus simpa-
tías hacia el nacionalsocialismo. Pero si hay algo semejante a una filosofía de la exis-
tencia es debido a su obra “Ser y tiempo” (1927), que constituye la primera “analítica
existencial” y en la que trata de “orientarse” en el pensamiento buscando los signos y
contenidos últimos del mundo contemporáneo combinando lo biográfico y lo históri-
co. Así, la substancia del hombre es la existencia y el existente es “un ser en el mundo”,
pues la determinación precede a la identidad, y la esencia viene siempre después de
un existente, obviando ficciones como el “sujeto puro”.
Para Heidegger, “ser” es “ser ahí” o existir, lo cual supone “ser en”, que ya supo-
ne un extrañamiento en ese “en” (óntico) representado por el mundo, es decir,
que “ser” implica “ser en el mundo”. Partiendo de dicha “mundanidad” del exis-
tente, una genealogía del mundo lleva a la idea de “espacialidad”, presentan-
do entonces el ser como extensión.
Heidegger señala que el resultado del “ser total” es “ser para la muerte”. La
“voz” de la conciencia del hombre (suscitada por la angustia) le lleva a recono-
cer que huye de sí espacializando la temporalidad radical de su existencia, pues
asumir el tiempo le llevaría tanto a la dimensión del “propio” (es decir, a su “pro-
piedad”, abandonando el “se” impersonal) como a una constante anticipación
de la muerte, proporcionándole un retorno a su cotidianidad como dimensión
“histórica”. Así, el hombre descubre que su esencia es la existencia, ya que él es
historia individual y a la vez está en la historia. Con la historicidad del individuo y
del mundo aparece el tiempo como sentido del ser.
Así las cosas, para Heidegger la única manera real de transformar el mundo es
renunciando a transformarlo, procurando “dejarlo ser”, pues la “voluntad de po-
der” del hombre superior nietzscheano se revela como una “voluntad de volun-
tad” en un círculo vicioso de desasosiego que se autoregenera.
En “La trascendencia del ego” (1934) Sartre critica el “puro yo” husserliano como algo
del mundo que pretende esquivar la epojé de lo mundano en general, y define el ser
del sujeto cognoscente como una conciencia, definida como “espontaneidad indivi-
duada” pero impersonal y substancial.
En “El ser y la nada” (1943) reduce el ser al “ser en sí” y al “ser para sí”. El “en sí” es
aquello que no se reduce a ser conciencia conservando siempre un carácter de fac-
ticidad y opacidad (el ser), mientras el “para sí” es la conciencia misma, traslúcida (el
pensamiento). Por tanto, el “para sí” es algo que no es “en sí”, y por lo mismo algo que
es “nada”, lo cual le proporciona libertad. Para Sartre, la libertad constituye la existen-
cia humana misma, entendida como el hecho de escapar a la facticidad en general.
Por tanto, la libertad implica responsabilidad, y en su despliegue puede ser proyecto o
acción.
El proyecto fundamental para el hombre es fundir el “en sí” y el “para sí”, el ser y el
pensamiento, la facticidad y la conciencia, y este es el ideal de un Dios. El hombre es,
por tanto, “el ser que proyecta ser Dios”, y tender a lo divino constituye “la pasión de
la libertad”. Sin embargo, se trata de una pasión inútil y absurda, pues el “en sí” vivien-
te provoca “asco” (“La náusea”, 1938), y cualquier intento de unir la substancia y el
sujeto está condenado al fracaso, concluyendo que la vida humana es ella misma
una pasión inútil. Por ello, Sartre recomienda apartar todo “espíritu de seriedad”, asu-
miendo la certeza atea de que lo subjetivo y asubstancial es la única fuente de valor.
En “La crítica de la razón dialéctica” (1960) Sartre la define como aquella razón que no
se contenta con pensar el mundo y ha decidido transformarlo, por lo cual considera al
marxismo una “filosofía de vida” y al existencialismo una simple ideología, descubrien-
do la “praxis de hombres gobernados por su materialidad”.
La lógica escolástica era ya una disciplina puramente formal, y en Kant aparece co-
mo el prototipo de las disciplinas “analíticas”, insistiendo en que los juicios de las ma-
temáticas son “sintéticos” al basarse en construcciones que parten de la intuición del
espacio y del tiempo. Por tanto, las verdades matemáticas eran tan necesarias como
las de la lógica, pero no tan vacías. Para Comte y el positivismo, sin embargo, el co-
nocimiento matemático no tiene un origen empírico, pretendiendo reducir la matemá-
tica a una sistematización “analítica” de datos provenientes de la experiencia, como
una simple sintaxis.
─ Los hechos del mundo sólo son regularidades probables en mayor o menor
grado.
El imperio académico de esta antifilosofía será puesto en cuestión por los soció-
logos de la escuela de Frankfurt, como Horkheimer, Adorno o Marcuse, los cuales
verán en la filosofía analítica la específica ideología del conformismo contempo-
ráneo, el equivalente universitario del comisariado político, vinculado a las ten-
dencias más dogmáticas y totalitarias de la sociedad industrial avanzada. Su cul-
to a lo positivo será interpretado como un culto al poder y a la política del hecho
consumado, y su reducción de lo lógico a lo tautológico como un arrasamiento
de la razón en nombre de imperativos técnicos, vinculados en última instancia
con una “lógica de la dominación” cuya meta es sustituir la profundidad del
pensamiento por una “unidimensionalidad” generalizada.
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