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Espiritualidade Juan Gutierrez

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EXPERIENCIA FUNDANTE

Dr. Juan Gutiérrez MSpS


¿Qué entender por espiritualidad? 1

Dejamos de lado en nuestra consideración los sentidos generales de la palabra según los cuales espiritualidad designa
una concepción y una práctica de la existencia fundadas sobre la búsqueda de los valores llamados espirituales, morales
o estéticos, sin referencia a Dios.
Nos detendremos a considerar la espiritualidad en el cristianismo, de una manera muy indeterminada, consideraremos la
manera y las formas como los cristianos pueden existir y obrar según los valores evangélicos. En una palabra la
espiritualidad cristiana. Ahora bien, lo que inmediatamente llama la atención en la espiritualidad cristiana, es su
diversidad en la forma como la realizan los grandes modelos y maestros de esta espiritualidad. Esta diversidad brilla en
la multitud de los santos: ningún santo es totalmente igual a otro y cada uno es muy diferente de muchos otros.
Esta diversidad se refleja en la pluralidad de escuelas de espiritualidad y de los grandes movimientos espirituales que
llevan consigo a muchos cristianos en el mismo tiempo de la historia y que tienen la misma cultura y que están animados
de la misma fe.

Esta misma diversidad se concretiza particularmente en la pluralidad de órdenes y congregaciones religiosas tan
diferentes entre sí, mientras que todas tienen el mismo objetivo, buscar la perfección de la vida cristiana.
Esta identidad de miras y de objetivo no es propia ni exclusiva de las órdenes religiosas, sino que concierne a todos los
espirituales, cualquiera que sea su estado de vida.
Por lo tanto, hay que tener presente que su unidad, en la espiritualidad cristiana no es menor que su diversidad.
La conjunción de estos aspectos antinómicos es lo que hay que tratar de explicar.

II.- Un arte de vivir según el Evangelio

La meta que persigue toda espiritualidad cristiana es la misma: la unión con Dios. Esta se realiza esencialmente por
medio de la caridad y las virtudes. La vida espiritual del cristiano está hecha de los actos que dimanan de la caridad
integrándolos en ella y asegurando la marca progresiva de la caridad sobre la totalidad de la existencia.

En una primera aproximación, puede llamarse espiritualidad a la manera como esta vida es conducida por el cristiano, en
función de la meta perseguida, a saber, la unión con Dios.
Siendo el mismo fin para todos ¿De dónde viene el que las maneras de perseguirlo sean tan diferentes y tan
legítimamente diferentes?

Esto se explica en profundidad por «la insondable riqueza de Cristo» (Ef. 3, 8). El es el Modelo trascendente de la vida
cristiana, aquel con quién todo cristiano está llamado a ser conforme no siendo verdaderamente cristiano, sino a la
medida en que éste le sea conforme.

1.- Conformidad con Cristo.

Se trata de una conformidad total, en el sentido de que ninguna de las virtudes que forman la riqueza moral y espiritual
de Cristo, puede o debe ser excluida de ella. Sin embargo, conformidad parcial, en el sentido de que ninguna criatura
puede, ni podrá nunca jamás, igualar la sublime perfección. La perfección de Cristo no tiene medida y en ella se funden,

1 Cf. NICOLAS, Vie Sp. Sep.- Oct. 1985, no. 66


CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

sin confundirse, todas las perfecciones particulares que comprende la santidad, cada una en su grado más alto, y que
hace de El el Santo, el hombre revestido de todo esplendor de la santidad del Verbo, porque precisamente El es el Verbo
y la gracia que ilumina su Humanidad deriva de la gracia de unión, por la cual el Verbo ha hecho suya esta humanidad.

2.- La conformidad del cristiano con Cristo, obra de la gracia y proyecto del hombre.

La conformidad del cristiano con Cristo no puede ser sino efecto de la gracia. Pero es también y simultáneamente, la
obra de la libertad. El Verbo Encarnado conforma con su humanidad santa a aquel que cree, enviándole el Espíritu, para
que habite en él, para que ese Espíritu haga que libremente sea y obre según el Evangelio.

De esta manera este don de Dios, en y por Jesucristo, que es la santidad, debe ser también el objeto de un querer y de un
proyecto del hombre. Este querer lo suscita el Espíritu Santo, lo conduce y lo sostiene; este proyecto El lo inspira, pero
su acción no hace a un lado a la acción del hombre.
Desde entonces es inevitable que la santidad en cada uno, esté sometida a las limitaciones del corazón y del espíritu del
hombre. Dicha santidad tiene que ser progresiva y parcial. Esta limitación, se introduce necesariamente en el proyecto
mismo de santidad, en el punto de partida de ese progreso y durante el tiempo en el que se afirmará y se precisará a
medida de que se realizará.

3.- La perfección sublime de Cristo bajo un ángulo particular.

La perfección sublime de Cristo no puede ser considerada por cada uno, sino de lejos y bajo un ángulo particular. No
que pueda sustraerse alguna parte de ella, porque si es amputada así, ya no sería ella misma. Pero bajo cada ángulo de
consideración, una perfección particular es alcanzada como el centro, en torno del cual y con relación al cual, se
organizan todas las demás. De tal perspectiva, cada una, sin ser cambiada en sí misma, recibe una iluminación particular.
Así, en San Bruno lo que está en el centro, es el solo a solo con el Padre, en una adoración silenciosa, profunda y
apasionada.

En San Francisco de Asís, es la pobreza evangélica, pero como liberación de todo lo que no es Dios y como abriendo el
corazón, una vez liberado de esta manera, a todas las criaturas de Dios. Para Santo Domingo, es el Verbo que viene a
este mundo para iluminar a todo hombre, arrancándole de las tinieblas de la ignorancia, del pecado y de la muerte.

Cada santo es diferente de todos los otros, todos, sin embargo no han llegado a ser santos sino por la búsqueda ardiente
de la conformidad, cada día más grande, con el mismo Jesucristo. Si la espiritualidad es la manera como ellos han
llevado diferentemente su existencia cristiana a partir del mismo dato de fe –el misterio de Cristo– y según la misma
regla de vida –el Evangelio– se sigue que la espiritualidad es un arte. El arte de conformarse a Jesucristo bajo la acción
del Espíritu Santo, el arte de vivir según el Evangelio.
Sin embargo, hay que notar que la perfección de Cristo hacia la cual el espiritual se proyecta y se esfuerza por
conformarse, no es la simple suma de perfecciones particulares que tocaría organizar a los cristianos, cada uno, a su
manera, en relación a una de ellas escogida arbitrariamente como centro. En su riqueza sin medida y en su simplicidad
soberana, ella misma está poderosamente centrada sobre uno de sus componentes y que unifica a todas las demás, la
caridad: el amor apasionado de Jesucristo para con el Padre que lo ha enviado y para con los hombres a quienes ha sido
enviado.

Ninguna de las perfecciones de Cristo sería tal y no sería suya sin la caridad que la ilumina y que brilla en ella. Así la
perfección, que en una espiritualidad particular es tomada como centro de consideración, a partir del cual todas las otras

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EXPERIENCIA FUNDANTE

son vistas y consideradas juntamente, en realidad siempre la caridad de Cristo pero brillando a través de esta perfección
y recibiendo de ella una forma y una coloración propias. Esto es manifiesto en San Francisco de Asís: es muy claro que
la pobreza que él ha abrazado en el lindero de su camino espiritual se identificaba con la caridad y cada vez más a
medida que la avanzaba, hasta fundirse completamente en ella sin perder su meta propia. Por esto es que la fijación de su
mirada interior y de su esfuerzo de imitación de Cristo bajo el aspecto de la pobreza, no podía excluir ninguna de las
otras perfecciones, ya que todas ellas son necesarias a la santidad del Verbo Encarnado y a su esplendor.

4.- Una espiritualidad que no excluye ninguna de las perfecciones

Una espiritualidad que excluyera una sola de las virtudes que componen la santidad de Jesucristo, sería aberrante ya que
excluiría a la Caridad misma.
Sería deficiente, o al menos incompleta en cuanto espiritualidad. La perfección con respecto a la cual se organizan todos
los elementos de una espiritualidad particular, debe poder integrar y unificar todos los otros.

¿Pero, cómo se verifica esto? Una espiritualidad centrada en la soledad con Dios, como la de San Bruno, ¿Puede integrar
la piedad de Jesús hacia la turba de enfermos, de hambrientos, de pecadores, sobre la cual
San Vicente de Paúl centró su espiritualidad?
Sin embargo, esta piedad si se encuentra en efecto en el corazón del más radical retiro contemplativo, y si no se
manifiesta en obras, no es ni por negligencia, ni por menosprecio o desestima, sino que es a causa de los límites del
contemplativo que no podría ordinariamente hacer esto, sin omitir aquello a lo cual él es llamado. Pero por esta piedad
de Cristo en él, el contemplativo comulga con el activo y participa en sus obras, como éste participa en su
contemplación.

Lo que cada espiritualidad tiene de propio le viene de la gracia, ya que es el Espíritu Santo quien llama y conduce a cada
uno, en la medida en que se abre al llamado, por los caminos que Dios ha escogido para él. Esto también le viene de la
naturaleza, pero también ésta le viene de Dios y, en lo que ella tiene de individual es para cada uno una preparación
providencial a la singularidad de su vocación. Esto también viene de una elección personal, pero de una elección que se
esfuerza por conformarse a la elección divina. Se llega a ello cada vez más a medida que aumenta la docilidad interior y
que el oído del corazón llega a ser cada vez más sensible al llamado y a las inspiraciones del Espíritu.

III Espiritualidad evangélica y espiritualidad del Evangelio

Los santos no solamente son modelos de la vida según el Espíritu, sino que también son maestros y guías. Un gran
número de entre ellos han sido jalados en su seguimiento, es decir, en los caminos espirituales que ellos han trazado, a
discípulos más o menos numerosos constituidos en familias espirituales cuya existencia y desarrollo se continúan desde
hace mucho tiempo. Ellos tienen en la vida de la Iglesia un lugar propio. La espiritualidad que han creado que se ha
traducido en su vida y en sus enseñanzas, transmitidas por los testigos y que se han expresado en escritos y comentarios
de sus discípulos, ha atraído a muchos cristianos que toman en serio su vocación a la santidad.
La limitación con que cuenta una espiritualidad respecto del ideal evangélico, muchos otros, menos atraídos, la resienten
vivamente y tanto más cuanto que se vuelve flagrante por los estrechamientos que le infligen en sus escritos o en su
manera de vivir, muchos de aquellos que se reclaman de ella ¿qué sucede entonces?
Sucede que entonces se pretende volver a encontrar en su pureza original la espiritualidad del Evangelio y entonces se
forma otra familia espiritual, que pretende no conocer otra regla de vida, que el Evangelio mismo, «sin añadirle ni
quitarle nada». De hecho es otra espiritualidad particular la que ha nacido, con sus propias limitaciones, a las cuales
nuevamente muchos serán sensibles y será en nombre de las exigencias del Evangelio, como dicha espiritualidad será
desechada por los auténticos espirituales.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

El Evangelio es la fuente inagotable y la regla única de toda espiritualidad. Pero la espiritualidad del Evangelio no es
realizable por el hombre en su pureza trascendente, en su universalidad infinita; en toda realización ella es restringida a
los límites humanos. Toda espiritualidad auténticamente cristiana es evangélica y se esfuerza por acoger favorablemente
las exigencias del Evangelio, sin excluir ninguna.
Pero no puede hacerlas pasar a un comportamiento espiritual concreto, sin privilegiar algunas, no en detrimento de otras,
pero de tal manera que las otras menos vivamente percibidas, quedan hacia atrás y secundarias. Que entre éstas algunas
pasen a primer plano y aquellas irán para atrás y ésta será otra espiritualidad particular. El «yo escojo todo» de Teresa
del Niño Jesús, no impidió que ella haya debido renunciar a anunciar el Evangelio, a pesar del atractivo que sentía por
esto.
Algo comparable se produce igualmente en la espiritualidad vivida y propuesta por un santo. No es copiándolo como un
discípulo sigue de mejor manera a un maestro espiritual; es siguiendo de manera más y más personal la dirección que el
maestro ha indicado, y poco a poco cada uno, aun en el interior de la familia espiritual más caracterizada, se hace una
espiritualidad que le es propia. Que para esto sea conducido a tomar, más o menos concientemente elementos nuevos,
provenientes de otros maestros espirituales, esto es natural y usual. Permanece cierto que la familia espiritual hacia la
cual ha sido atraído, en la cual y por la cual ha sido formado, se distingue por características propias de las otras familias
espirituales y lo marca.
Ninguna debe cerrarse sobre ella misma y aun menos oponerse a las otras. Si una espiritualidad particular no puede
pretender ser la espiritualidad del Evangelio, le es necesario para ser una espiritualidad auténticamente evangélica,
tomar conciencia de su propia limitación y remediar a ella permaneciendo abierta a todos los valores evangélicos,
valorados de mejor manera en otras espiritualidades, pero a los cuales es imposible que ella se cierre completamente.

IV.- Espiritualidad y Teología.

De esta manera la espiritualidad es un arte de vivir, y por esto se distingue de la teología, como una manera concreta de
comportarse se distingue del conocimiento de la meta que hay que alcanzar y de los medios que conducen a ella. Esta
meta única se puede considerar bajo diversos ángulos; hay muchas maneras de poner en práctica estos medios
universalmente necesarios.

De lo que los antiguos llamaban teología mística y que es la experiencia fruitiva o gozosa de las realidades de la
salvación, de la Trinidad comunicándose al creyente por la gracia, la espiritualidad se distingue, como el camino se
distingue del término al que él conduce. Dado que la experiencia mística aquí abajo sólo se da transitoriamente, bajo
forma de arras portadoras de la promesa de un acabamiento que sólo tendrá lugar en la otra vida, la espiritualidad es a la
vez enriquecida por ella y tendida hacia ella.

V.- Experiencia fundante en Concepción Cabrera de Armida

1.- Preparación.

a).-«Tu misión es salvar almas»


65. Escuche claro en el fondo de mi alma, sin poder dudarlo, estas palabras, que me asombraron: "tu mision es la
de salvar almas". (V. I, 159160)

Los primeros ejercicios en forma, que yo oí predicar, fueron unos que dio el P. Plancarte en el año de 1889.
Fueron dados a las Hijas de María en el Colegio del Sagrado Corazón (San Luis Potosí).
Yo concurría de entrar y salir, porque no podía dejar mis niños; no sé cómo ponderar lo que llamaron mi
atención y conmovieron mi alma. Los escribí, y por ahí tengo esas santas impresiones.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

Un día en el que me preparaba con toda mi alma a lo que el Señor quisiera de mí, escuché claro en el fondo de
mi alma2 , sin poder dudarlo estas palabras, que me asombraron:
- "Tu misión es la de salvar almas"3 .
Yo no entendí cómo podía ser esto; ¡me pareció tan raro y tan imposible! pensé que esto sería que me sacrificara
en favor de mi marido, hijos y criados.
Hice mis propósitos muy prácticos y llenos de fervor, redoblando mis deseos de amar sin medida al que es
Amor.

Mi corazón, halló su nido, encontró la paz en el retiro y la oración, pero tenía que salir al mundo y a mis
obligaciones, con necesidad de andar entre el fuego, sin quemarme4. Esas palabras son el anuncio de lo que será su celo
apostólico por la salvación y santificación de las almas. Ver en el índice temático las voces "celo Apostólico", "amor
activo", "Dar a Jesús" y todo lo referente al anuncio que ella debe hacer de la Cruz del Apostolado para salvación del
mundo. Todos estos aspectos se unifican en el tema de su "maternidad espiritual", tema que también se encuentra
indicado en el índice temático.
66 Con este crecido incendio en el corazón, el celo me devoraba5 y ansiaba compartir mi dicha con las enseñanzas
sublimes que había aprendido6. (V. I, 160-162)
En esos días, tuve que ir con los niños una temporadita al campo, a Jesús María, una hacienda de mi hermano
Octaviano cerca de San Luis; y al llegar lo conchavé, para que juntando las mujeres de por ahí, les diera yo unos
ejercicios explicándoles lo que había oído. Este hermano, que siempre ha sido excelente conmigo, y me ha tenido

2 Cf. 4, 1-7, T. 351; 11, 313-317, T. 1092; 12, 177-178, T. 1160.

3 Cf. 10, 217-218, T. 954 y relativos a Iglesia y fecundidad espiritual.

4 En los días de Ejercicios Espirituales, a los que nos hemos referido en el texto anterior, escuchó estas palabras. Le hicieron tal
impresión, que siempre las recordará, Cf. Aut. I, pp. 52-53. Santa Teresa, en la VI Morada, cap. III, No. 1, describe la gran variedad de
palabras que el alma puede escuchar de parte de Dios: "Son unas hablas con el alma de muchas maneras: unas parece vienen de
fuera, otras de lo muy interior del alma, otras de lo superior de ella, otras tan en lo exterior, que se oyen con los oídos, porque parece
es voz formada". Pero Santa Teresa se detiene más en las palabras interiores, que describe así en el libro de la Vida, cap. XXV, No. 1:
"Son unas palabras muy formadas, mas con los oídos corporales no se oyen, sino entiéndense muy más claro que si se oyesen, y
dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás". En el texto de Concepción Cabrera que estamos considerando, queda
subrayada la interioridad donde se realiza y la claridad con la que fueron escuchadas. El P. NAVARRO I, 1, nota lo siguiente: "Esta
palabra interior que escucha Conchita, sin poder dudarlo, y que ni siquiera entendió, señala un momento importante en su itinerario
espiritual. Es como una melodía apenas enunciada. Muy pronto se transformará en el tema central de una maravillosa sinfonía. La
orquesta en pleno la ejecutará una y otra vez en muchos tonos y con infinitas variaciones", 1, p. 23.

5 Días después de sus primeros Ejercicios Espirituales, Concepción Cabrera de Armida realiza una misión de catequizar, espiritualizar
a la gente pobre y a los trabajadores de la Hacienda de Jesús María que Octaviano Cabrera Arias, hermano de la Sierva de Dios, había
comprado, poco después de casado. Cf. PADILLA, I, 8. Ahora bien, él se había casado con Doña Carmen Hernández y de Ceballos el
15 de agosto de 1877. Cf. CABRERA E YPIÑA DE CORSI M., 1, p. 64. Por lo mismo, la Hacienda de Jesús María comenzó a pertenecer
a los Cabrera a finales de 1887, aproximadamente.

6 Esta obra de apostolado, ella la vincula al "celo que la devoraba", al "incendio del corazón", al sentir que le "quemaban las ansias
de comunicar aquel fuego", y todo este estado ardiente de su corazón, se originó en ella por las palabras substanciales, operativas y
eficaces: "Tu misión es salvar almas". En la presentación de la vida espiritual que Santa Teresa hace, a partir de su experiencia de las
realidades divinas y que didácticamente sistematiza en las Moradas, la Santa vincula el ardor del celo apostólico con la oración de
Unión. Cf. V. cap. 2, Nos. 7-8. Naturalmente este deseo "de que todos conociecen a Dios... y esa pena que le viene grande de ver a
Dios ofendido", crecerá constantemente y en las Moradas VI serán cualitativamente superiores y si el alma es fiel, "verá grandes
cosas" (Ibid. No. 7). Creemos que esta vinculación entre celo apostólico y oración de unión es algo que de suyo se da. El celo
apostólico proviene de la unión con el Señor. Pero la vinculación que hace la Santa, lleva también una exigencia didáctica. Esta
exigencia didáctica no existe en Concepción. Toca al estudioso de sus escritos el hacer la sistematización y es lo que iremos haciendo,
no con ideas preconcebidas, sino a partir de las descripciones que Concepción hace de su vida espiritual y que ella no cuida de
sistematizar. Así, nos parece, que este período de oración de quietud y de unión, comienzan a marcarse con un celo apostólico
creciente.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

especial predilección, condescendió luego y se reunieron 60 mujeres. A mí no me ocurrió tener vergüenza ni si estaría
mal hecho esto, ni si erraría al hablar, ni siquiera pensé que pudiera ser pretensión o soberbia de mi parte; yo sentía
quemarme y ansiaba comunicar aquel fuego a otros corazones y nomás7 .
Comenzamos pues, en la Capilla de la hacienda; yo me sentaba en una silla abajo frente a ellas, y, como en la
tierra de los ciegos el tuerto es rey, a las pobres les gustaba mucho lo que yo les decía, y lloraban, y se movían a
contrición, y hasta me querían decir sus pecados, cosa que yo por supuesto no les permití.
Cuando concluímos, vinieron sacerdotes, las confesaron, e hicieron una comunión muy fervorosa8.
Yo me sentía feliz, hablando de Jesús y de su Santísima Madre, y cortos se me hicieron los días, volando las
horas en tan dulce ocupación.
A veces iba Octaviano a oír, y Dios me ayudaba para no cortarme; todo por supuesto a puerta cerrada. En el
Oasis hay una Hermanita, Paula de la Cruz, que asistió a esos ejercicios.

67 Agosto 27 de 1889. ¡Bendito seas mi Dios, por el inmenso placer que me has proporcionado de hacer el bien!
(E. E. DE 1889, 111113)

He pasado casi 6 días en el retiro a los pies de mi Jesús con 57 almas9.


¡Bendito seas mi Dios, por el inmenso placer que me has proporcionado de hacer el bien! ¡Cuánto he gozado al
experimentar algún cansancio corporal por darte a conocer! Qué dicha tan inefable siento al presentarte esas almas
arrepentidas.

Yo les he enseñado la forma de amarte más, y de servirte más. Las he consolado, las he instruido y me he
sentido feliz hablándoles de Ti, Jesús mío.
Hemos juntas meditado tus misterios, recorrídolos paso a paso, y también hemos sentido los dolores de tu
santísima Pasión y llorado tu muerte... ¡Ah Señor! Tú fuiste testigo de tantas lágrimas de arrepentimiento, de aquel
perdón público... de aquellas amistades unidas, y de aquellas madres regeneradas... aquellas esposas, Señor... y aquellas
jóvenes...
Tú despertaste sus corazones, y la promesa de tu Corazón Sagrado, se efectuó por mi conducto.
Por fin, Señor, ya purificaste nuestros corazones, te dignaste bajar a ellos, haciéndote una misma cosa con
nosotras. Dando a gustar tu dulzura a nuestras almas.
Somos pecadoras, Señor, y por lo tanto salimos arrepentidas, y dispuestas para practicar la virtud.
¡Bendito seas! ¡Ah mi buen Jesús! Tú adivinaste los deseos ardientes que devoraban mi corazón:10 los deseos de
hacer algo para tu gloria, y me los concediste... ¡Quería presentarte muchas almas, y muchas almas me has dado para
que te presente...! Quería corregir aquel mal, y aquel mal se ha corregido.
¡Mi Jesús, mi idolatrado Jesús! ¿Quién podrá ganarte jamás en generosidad? Escúchame Señor otra vez. Mi
felicidad es tu gloria: que seas glorificado Tú es lo que quiero más.
Señor: que esas almas te amen siempre, siempre y que comprendan que Tú eres su única felicidad. Ayúdalas,
sostenlas, y nunca las abandones.
Mi Jesús: mi Jesús: ¡cuánto te amo! ¡Cuánto quisiera amarte!

7 Cf. E. E. de 1889, 111-113, T. 67.

8 Cf. 45, 227-228, T. 3025; 59, 236-237, T. 3442.

9Son los días que pasó en la Hacienda de Jesús María y son esos días de "predicación" a las mujeres de ese lugar, en agosto del 22 al
27 de 1889. Cf. LABARTHE MA. GUADALUPE, 2, pp. 39-45.

10 Cf. V. I, 160-162, T. 66.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

b) Generosidad

Hacer lo más perfecto


Limpiar el alma de pecado venial deliberado
¿Qué haré por Jesús?
Senda de lo más perfecto
Llegó el término de la tibieza
Sacudimientos del alma
Sentido del pecado
Como un manantial y ansia de pureza

109. Llego el momento en que el Director de mi alma tuvo una inspiracion del cielo, sin duda. Me dijo: "creo que
debe ud. resolverse a hacer siempre lo mas perfecto". Me parece que cogio mi alma y la coloco en una puerta con
libertad de entrar o no.
(C.C. 1, 13-20)

Noviembre 1893.
Voy a vaciar aquí mis sentimientos, para conservarlos como un recuerdo de gratitud.
Esta alma por favor de Dios, siempre ha anhelado llegar a la perfección. Muchos años sin embargo, había
estado detenida... no era comprendida. Siempre escuchaba que iba bien, y de muchos pecados veniales no hacía mayor
caso, aunque comprendía por propia experiencia, que debilitaban el espíritu y las comunicaciones íntimas con Dios.
Creía yo a veces, que no se podía hacer más, que había llegado al punto más alto que podía alcanzar (así se me
llegó a decir) 11, y, sin embargo, mi corazón no estaba satisfecho; sentíase oprimido en aquel círculo vicioso, y no podía
traspasarlo...12 Subida... 3. Sabía muy bien que el sacrificio purifica más y más el alma, pero no hallaba cómo emprender
el vuelo... ¡Oh y cuánto sufría en esta lucha interior y con más razón por verse lleno de favores celestiales, y ciego, sin
un rayo de luz que le mostrara algo con que corresponder en su insuficiencia y miseria a tan singulares beneficios!
Necesitaba un guía, y cuánto se lo pedía a Dios...13 tuviste, ¡oh Dios de mi vida! compasión de mí, ¡qué bueno
eres! y pusiste en mi camino un Director que comprendiera, el primero, lo que por mi corazón pasaba, y rasgando aquel
espeso velo que oscurecía mi inteligencia, me mostrara el rumbo o camino, por donde debiera dirigir mis pasos. ¡Oh

11 Cf. 1, 35-36, T. 159; 217, T. 190.

12 Todas las tradiciones espirituales, y en primer lugar la Sagrada Escritura (Cf. Rm. 11-22) ponen en guardia al espiritual contra el
pensamiento presuntuoso de que él ha vencido ya definitivamente al pecado. En las narraciones de las Vidas de los Padres del
Desierto, encontramos frecuentemente, como lo nota NICOLAS J.H., 2, pp. 128-129, el tema de algunos solitarios que después de una
larga existencia de oración y de maceraciones, se encuentran a punto de sucumbir a la tentación. Más aún, algunos llegan a sucumbir
en ella. ¿Cómo no citar a Santa Teresa que en el Capítulo 4 de las Moradas Quintas advierte a las almas que ya están avanzadas en los
caminos de la oración? "Mas si esta alma se descuida a poner su afición en cosa que no sea El, piérdelo todo, y es tan grandísima
pérdida como son las mercedes que va haciendo, y mucho mayor que se puede encarecer". "Por eso, almas cristianas, a las que el
Señor ha llegado a estos términos, por El os pido que no os descuidéis, sino que os apartéis de las ocasiones, que aún en este estado
no está el alma tan fuerte que se pueda meter en ellas, como lo está después de hecho el desposorio, que es en la Morada que diremos
tras esta; porque la comunicación no fue más de una vista -como dicen- y el demonio andará con gran cuidado a combatirla y a
desviar este desposorio; que después, como ya la ve del todo rendida al Esposo, no osa tanto, porque la ha miedo, y tiene experiencia
que, si alguna vez lo hace, queda con gran pérdida y ella con más ganancia". Mor. V. c. 4 No. 5. Sobre los confesores o directores
espirituales, que no dejan adelantar al alma y la detienen o desvían del camino que Dios les traza, cf. SAN JUAN DE LA CRUZ,
Llama...C. 3, No. 62; ID, Prólogo a Subida... 3.

13 Cf. 1, 217-232, T. 190.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Dios mío, Dios mío, gracias mil! Mi gratitud no tiene límites. Bendice Señor, a este santo Director, y concédeme lo que
por él te pido14.
"A limpiar luego el alma -me dijo-, quitando todos los pecados veniales deliberados". ¡Cuántas reglas me dio
para esto y qué hermosos consejos quitando mil dudas que me atormentaban! Me enseñó a distinguir los pecados e
imperfecciones15. Conservo escritas estas utilísimas palabras:
"Es preciso que quede el alma como un cristal para que Dios se refleje en ella. Con voto -insistió-, creo que
usted lo debe hacer" y yo consentí inmediatamente. Yo sentía que Dios lo quería así.
En el acto fui al pie del altar, y temblando, ¡cómo no!, considerando mi miseria, casi me arranqué con esfuerzo
las palabras del corazón. Pero después... ¡oh después, una grande tranquilidad llenó mi espíritu! ¿Cómo no confiar en
Dios en su protección y socorro? El sin duda me ayudaría a vencer, a huir de las tentaciones.
¡Me arrojé con toda la confianza de una hija en aquellos brazos de Padre amoroso, y El me ha sostenido
siempre y me ha ayudado a la dicha de no ofenderlo, de purificar esta alma tan sólo suya...!
Hace ahora 9 meses de esto; y hoy por hoy sintiéndolo con toda el alma, y así se lo pido a Jesús, mil muertes
primero que cometer un solo pecado venial deliberado. Yo que me creía regular, cuántos y cuántos pecados de éstos he
tenido que arrancar16 . De esta manera, la caridad es la que impulsa a Concepción Cabrera de Armida a luchar de pleno
contra el pecado. Dado que ha entrado ya en los caminos de la contemplación, ésta no podrá seguir su dinamismo
creciente hasta desembocar en la unión con Dios, sino en la medida en que crezca la caridad. Pero a su vez, la caridad no
crecerá sino extinguiendo el pecado. Por este motivo, aparece la oposición entre contemplación y caridad respecto del
pecado. Concepción Cabrera de Armida va a tener que luchar contra el pecado y contra sí misma, si es que quiere
conservar y aumentar el tesoro de la contemplación que ya posee y que ya ha comenzado a saborear. Tal como este texto
que estamos comentando presenta la actitud de Concepción Cabrera de Armida, se percibe que ella lucha contra la grave
ilusión de imaginarse que el pecado venial, por no excluir la caridad, pudiera no ser un obstáculo a la contemplación.
Por el contrario, tiene luces de Dios que le hacen ver que el pecado venial retarda el progreso de la contemplación, al ser
merma de la caridad y al poder paralizar completamente el desarrollo de la contemplación. En efecto, la contemplación
que Dios regala a las almas implica precisamente una exigencia de pureza moral, tanto más fuerte cuanto que aquella es
más profunda y rica.
Por estos motivos, vemos cómo Concepción Cabrera de Armida, aguijoneada por la experiencia mística de su Dios
amado, se siente obligada a volverse contra el amor egoísta de sí misma, amor desordenado que obstaculiza su
aspiración profunda a reunir y congregar bajo su impulso, todas las fuerzas, todas las acciones y sentimientos de la
persona, para hacer de ésta un don total a Dios. En efecto, amar es darse, amar totalmente es darse totalmente. El amor a
Dios no sería fiel a sí mismo si no renunciara a prevalecer totalmente sobre el amor de sí. No sería fiel, si claudicara en
la lucha contra los movimientos divergentes del egoísmo, que se concretizan en pecados veniales. Si claudicara en esta
lucha, dado que la caridad es el resorte de la contemplación, ésta se adormilaría. ¿Cómo podría ser posible, que en la
unidad indivisible de la persona viviente, pudiera existir la caridad viva, ardiente y sedienta, dirigida totalmente hacia el

14Este Director Espiritual es el P. Alberto Cuscó y Mir, S.J. (1852-1916). Fue Director Espiritual de Concepción Cabrera de Armida,
desde principios de 1893 hasta el 21 de mayo de 1903. Cf. PADILLA II, pp. 316-328. Sobre más datos de su vida, entrada a la
Compañía de Jesús y ministerios, cf. GUTIÉRREZ CASILLAS J., 1, pp. 316-317; IDEM, 2, pp. 9-168; 187-254; DECORME, 1, pp. 175 y ss.
Sobre aspecto negativo de la Dirección espiritual del P. Mir, cf. 18, 45-47.

15Para distinguir entre el pecado venial e imperfección cf. GARRIGOU L., O.P., I, Vol. II pp. 527-535. Sobre la lucha contra el pecado
venial cf. NICOLAS J.H., 2, pp. 125-130.

16 Ninguna espiritualidad, por inspirada que parezca, puede ahorrarse el combate contra el amor desordenado a sí mismo, es decir, no
plenamente subordinado a la caridad. Esta lucha es el combate de la caridad contra el pecado, que el P. J.H. NICOLAS, 2, p. 126, llama
"contra-amor". Por consiguiente, es el combate del Espíritu Santo, Fuente y animador de la caridad en el espíritu creado, contra el
obstáculo del egoísmo, que El encuentra en el hombre. El primer objetivo de la ascética es la eliminación del pecado, ya que la
caridad, cuando entra en el hombre que hasta entonces se prefería a sí mismo sobre todo y sobre Dios, tiene primeramente el cuidado
de reducir el amor desordenado para consigo mismo, que todavía queda como fuente de contra-amor a Dios. Pero la caridad va más
lejos todavía, al elevar el amor a sí mismo por encima de él mismo, sin destruirlo, lo asume y lo lleva hasta las profundidades de la
amistad divina. Desde ese momento, el combate espiritual aspira, más allá del bien, a lo mejor. El principio y el término de esta lucha
es la dulce e irresistible caridad.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

agua viva en el momento de la oración, si se deja ordinariamente ser suplantada por el amor egoísta de sí mismo? Si mi
corazón no es poseído totalmente por la caridad, significa que la contemplación, lugar en el que se dilata la caridad, no
es mi tesoro. Deja de serlo, a medida que el corazón se escapa de las exigencias de la caridad. Sucede, entonces, que el
don de la contemplación, recibido primeramente en abundancia, puede llegar a ser en Concepción Cabrera de Armida,
como el talento que el siervo negligente del Evangelio esconde debajo de la tierra en donde no puede fructificar (Mt. 25,
19).. Casi, casi no me hacía antes fuerza cometerlos y a veces muy seguido. ¡Oh pobre Jesús, y cuánto me aguantabas! A
un lado hacía ciertamente aquel saco de oro que me regalabas y sin embargo, a torrentes seguías enviando tus gracias a
mi pobre alma. Cuántas veces con esos pecados, renovaría cruelmente los tormentos de aquella noche antes de tu Pasión
santísima, impregnada con recuerdos de tu amor... ¡Ay mi Jesús, perdón, perdón!
Y bien: en este estado, ¿mi alma se encontraba satisfecha? No: lejos de haberse mitigado su sed, ardía en deseos
de saciarse más y más en la perfección...
¿Qué haré por Jesús? se preguntaba a cada instante, y fue el tema de los últimos Ejercicios17 . Como ella misma
lo nota, el tema fue: ¿Qué haré por Jesús? Tema que San Ignacio de Loyola propone frecuentemente al Ejercitante, Nos.
53. 197. Sobre la importancia que da San Ignacio a esta pregunta, una vez que el Ejercitante ha contemplado la humildad
y el amor del Señor por el hombre en la Encarnación y Redención, cf. Rahner H., 1, p. 5; Mollat D., "Quid agendum?",
en: ID., 1, pp. 142-148; ID., 2, pp. 167-170. Cf. Rahner H., 1, pp. 252-255., ¡y las penitencias no eran capaces de llenar
aquel vacío...! ¿Qué esta será la perfección, se preguntaba, qué tendrá límites, será posible, cuando Dios no los tiene en
derramar sus gracias?
En estas reflexiones se llenaba de una tristeza profunda, ¡y más, porque Dios se me comunicaba con nuevos
favores, y gracias extraordinarias...! Pero, ¡oh Dios a quien tanto amo! llegó el momento en que el Director de mi alma
tuvo una inspiración del cielo sin duda. No sé si él lo sabía o suponía el efecto que sus palabras iban a hacerme. Me dijo:
"Creo que debe usted resolverse a hacer siempre lo más perfecto"... Sentí como un rayo de luz que hirió mi corazón,
pero yo con falsa humildad resistí el impulso divino. Sin embargo, aquella herida venía del cielo, y yo no podía
encontrar sosiego... Trabó una lucha mi alma, sentía una resistencia rarísima en ella, y a veces se resolvía, y otras
rechazaba semejante idea de "Hacer lo más perfecto"... Le apretaba sin embargo el deseo grandísimo de la perfección
sólo por agradar a su Amado...

17Cf. 1, 28-32, T. 112 y ref.; 390, T. 228; 3, 273-276, T. 347.a; 9, 115-116, T. 787. Estos Ejercicios fueron dirigidos por el P. Mir en
agosto de 1893, en San Luis Potosí. Contaba ella casi con 31 años de edad. Esposa y madre de familia que por entonces tenía 4 hijos:
Francisco de 7 años, Manuel de 4, Concepción de 2 e Ignacio de 4 meses. En Marzo 10 de ese año, había muerto Carlitos.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Un día, en el confesionario, ¡dichoso día! se vio atacada de repente otra vez con que era preciso "Hacer lo más
perfecto"18 . Después de estas anotaciones de teología espiritual, brindadas por el P. Nicolas, es obvia la pregunta,
respecto de Concepción Cabrera de Armida. ¿Estaba ya dispuesta y preparada para seguir los impulsos de la caridad,
hasta el grado de comprometerse a "hacer lo más perfecto"? Los mismos textos suyos nos lo dejarán ver. Este tema de
"hacer lo más perfecto" se relacionará con los de "siempre padecer", "escoger siempre lo más doloroso". y ante todo con
el de buscar "siempre la Voluntad de Dios". Cf. 1, 21-23, T. 111; 101-105, T. 152; 22, 346, T. 1865. Cf. Gutiérrez
González J., I, p. 167.
No sé con qué gracia especial de Dios venían envueltas estas palabras, que penetraron a lo más profundo del
alma, y me rendí sin darme cuenta casi, pero con una firmísima voluntad de ir al instante a comenzar un nuevo género de
vida, a sacrificarme, a morir si era preciso, a ofrecerme sin restricciones por fin a mi Jesús amadísimo... Venció Jesús.
Ahora comprendo y agradezco más que nunca sus finezas. Es una gracia inmensa el que nos dé un guía que
comprenda a nuestro espíritu, y que haya recorrido el camino que nos enseña: que haya sentido y pasado lo que nosotros
sentimos y pasamos. ¡Oh Dios mío, y cuánto te lo agradece mi alma! Primero, este mi Director, me indicó el rumbo que
debía seguir, después, llevó como de la mano a mi espíritu arrojándolo siempre y constantemente hacia Jesús...
humildad, confianza, amor sacrificado... "Humildad profunda -me decía-, confianza suma, amor inmenso," me
repetía...

18 Cf. 22, 390, T. 1871; GUTIERREZ GONZALEZ J., M.SP.S., Cruz de Jesús, 2ª parte, cap. VII, Nos. 4 y 5. Iluminan mucho las
observaciones que J.H. NICOLAS, 2, pp. 131-148, hace sobre lo que significa "hacer lo más perfecto". Todo cristiano se encuentra, en
la vida cotidiana en situaciones de decidir, no entre el bien y el mal, sino entre lo que sería únicamente bien y lo que sería mejor.
Pero, ¿qué significa "mejor"? Es evidente que habrá que juzgar si algo es mejor, en relación con la caridad, ya que no hay nada mejor
que la caridad. Lo mejor es aquello hacia lo cual tendería la caridad, si sólo se tratara de ella, en las circunstancias determinadas de la
elección. El amor de sí mismo debe ser integrado y asumido por la caridad, no deshecho por ella, la caridad lo prolonga y exalta, y no
lo substituye simplemente. En este sentido, Santa Teresa del Niño Jesús que tenía como regla "no negar nada a Dios" y "olvidarse
constantemente de ella" (Cf. Proceso Diocesano 2744, Sor Ma. del Sagrado Corazón; Cf. PHILIPON M.M., pp. 98-99), aconsejaba a
sus novicias no imponerse más sacrificios que ellas no fueran capaces de soportarlos. Cf. NICOLAS J.H., 2, pp. 135-136. La dirección
espiritual que Teresa de Lisieux impartía a las novicias, sin saberlo ella, coincidía con la distinción precisa que establecía San Agustín,
entre el simple cumplimiento del precepto, sin el cual, se desobedece a Dios y se peca, y su cumplimiento perfecto, que no es posible
a todos, y que por consiguiente no todos deben intentar, sino sólo aquellos que son capaces de realizarlo: "esto (amar a su enemigo, es
decir, a aquél que actualmente quiere y hace a nosotros el mal), no pertenece sino a los perfectos hijos de Dios. Todo cristiano,
ciertamente, debe tender a ello y levantar su corazón de hombre hasta tales disposiciones, por medio de la oración, de la acción y del
esfuerzo sobre sí mismo. Sin embargo, un bien tan grande no es accesible a la muchedumbre de aquellos que nosotros podemos creer
que son escuchados cuando en la oración del Señor repiten: perdónanos nuestras deudas como también nosotros las perdonamos a
nuestros deudores. Sin duda alguna, los términos de este compromiso son respetados por aquel que aún no ha sido elevado hasta el
punto de amar a su enemigo y que, sin embargo, cuando un hombre que ha pecado contra él viene a pedirle perdón, le perdona
verdaderamente...". "Enchiridion", XIX, 73, Oeuvres de Saint Augustin, Paris DDB., t. 9, p, 233, citado por J.H. Nicolas, Ibid. p.
135-136 Cuando Santa Chantal, no contenta con perdonar al asesino de su esposo, lo recibe como amigo, ciertamente da un paso
decisivo hacia la perfección. Pero para dar un avance de esta naturaleza, hay que estar preparado para ello. Ciertamente, preparado por
la gracia, pero también impulsado por el Espíritu Santo y por eso las inspiraciones juegan un papel esencial en la vida espiritual. En
efecto, de lo contrario puede haber en ello mucho orgullo y presunción en impulsarse a sí mismo hacia lo más perfecto, olvidándose
de su fragilidad y buscando, más o menos conscientemente, darse a sí mismo y a los otros, una demostración de su virtud. MOLINIE
M.D. 1, pp. 17-20. En la caridad, ciertamente, se encuentra un impulso para ir cada día más lejos, más arriba. Pero, también hay en
ella bastante paciencia y dulzura, como para retener su impulso y medir sus exigencias, conforme a la debilidad actual de aquel que,
por medio de ella, ama a Dios "con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas", pero cuyo corazón, alma, espíritu y
fuerzas son limitadas. La paciencia de la caridad, la hace esperar el momento en que podrá ir más arriba, sin destrozar o aplastar el
amor de sí mismo, aún demasiado poco preparado para el sacrificio.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

Pero al llegar a lo que llevo dicho, me parece que cogió mi alma y la colocó en una puerta con libertad de entrar
o no19. ¡Ah! El empuje de la gracia venía de muy alto, y ella me arrojó sobre aquella puerta que se abrió de par en par...
y ¿qué vio esta alma? ¡Ay, mi Dios! miró pero con una luz vivísima, un camino 20 inmenso y que no tenía fin...

110. Aquí esta la via que conduce al cielo, si, esta es: ya la encontré.
(C.C. 1, 20-21)

Aquí se encuentra ya dentro, dando infinitas gracias a Dios. ¡Cuántas espinas que antes no veía, o las hacía a un
lado, la punzan ahora que se echa en ellas y hasta las busca! pero no: jamás espera trocarlas por las más preciosas joyas,
¡porque debajo de cada espina se encuentra escondido a su Jesús adorado!
Aquí está la vía que conduce al cielo, sí, esta es; ya la encontré ¡Dios mío, bendito seas! Yo tan fría, hoy me
derrito en lágrimas de agradecimiento.
Experimento en mi interior un cambio extraordinario. Siento en mí un vigor desconocido, una luz clarísima, y
quisiera a veces, ¡oh maravilla en mí tan miserable y poco generosa! sufrir, sufrir mucho, clavarme en una cruz... ¿Por
qué Señor de mi alma, por qué a mí tanto bien?

111. Esta senda se llama "hacer lo mas perfecto". Esto era lo que mi corazon buscaba, sin encontrarlo. Así defino yo
esto...
(C.C. 1, 21-23)

Esta senda se llama "Hacer lo más perfecto"... Esto era lo que mi corazón buscaba sin encontrarlo... hoy sí que
puede hartarse de sacrificios... aquí está la fuente de la mortificación... que calmará su sed sin apagarla.
¡Oh Dios mío! "Hacer lo más perfecto"... Nunca imaginé la abnegación que encierran estas palabras.
Así defino yo esto:
Hay que renunciar en absoluto a nuestra propia voluntad tan torcida siempre, y siempre tan cobarde para
contrariarnos... Es vivir en continuos actos de mortificación buscando constantemente no agradarnos a nosotros, sino
complacer a Aquel que es la perfección misma.
A El le debemos la inteligencia para discernir, y sólo El puede darnos la fuerza para que triunfando de nosotros
mismos, volemos a su Corazón Sagrado impulsando al espíritu por el sacrificio continuado...
Sólo un exceso de amor, pudo inventar esto, sólo el ardor de corresponder de algún modo las finezas de Jesús,
puede haber arrastrado a algunas almas dichosas a ligarse con este voto.
Yo, en mi impotencia, no sé por qué lo deseo sin quererlo. Me arrebata la idea de así acercarme a Jesús más, de
serle agradable, de corresponder a sus favores ¡tantos y tantos ...! pero me tengo miedo; soy tan miserable, tan
inconstante, tan poco generosa...
Yo sé que Dios lo hace todo y que la voluntad impulsada por su amor, vence los obstáculos con la gracia, pero
¡oh Dios mío! me parece a mí hacer esto con voto, una presunción, cuando sé que sólo tus santos, y no todos, se
ofrecieron a Ti de este modo.
¿Qué haré, mi Jesús, qué haré? "Haré siempre lo más perfecto", aun cuando sea sin voto, pero para esto es
preciso que no viva yo, sino Tú en mí... que muera yo y vivas Tú, que se acabe hasta mi nombre y Tú lo sustituyas...

19Cf. Ap. C. 8; C.C. 1, 28-32, T. 112. Con sus anotaciones 1, 170, T. 180; 4, 70-71, T. 368; 23, 61-67, T. 1892; 23, 95-102, T. 1905;
41, 248-254, T. 2903. Ver también Gaudum et Spes No. 14 donde se subraya el papel importante que juega la libertad del hombre en la
decisión de su propio destino.

20Cf. V. I, 226-234, T. 259; C.C. 1, 28-32, T. 112; 2, 137, T. 292.a; 16, 158-159, T. 1470; 149-151, T. 1474; 253-257, T. 1495; 23,
61-67, T. 1892. El camino que se abre ante ella es Jesús Salvador de los hombres (7, 30-35, T. 570).

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Pero, si algún día, mi Jesús, si Tú me lo concedes, porque espero y sobreespero contra toda esperanza, llegar a
un rinconcito de un claustro, satisfaciendo este anhelo vehementísimo de mi pobrísimo corazón, yo lo haré, yo haré
este voto con toda el alma si Tú lo quieres21 .

111.a "En ese pecho pido, enamorado Dios, poner mi nido..."


(C.C. 1, 24)

¡Oh Jesucristo de mi alma, cuánto te amo!


Vengan espinas, clavos, cruz, con Jesús y por Jesús y para mi Jesús.
"En ese pecho pido, enamorado Dios, poner mi nido..."

112. Creo llegado el termino de la tibieza con que he recorrido tan largo camino de mi vida.
(C.C. 1, 28-32)

¡Cuánto le costamos a Jesús! Y El vela nuestro sueño... y está pendiente de que nada nos falte en lo temporal, y
gracias y torrentes de gracias que nos envía a cada momento, y vive con nosotros... y en fin nos da "lo que tiene, de lo
que tiene y puede" y El todo lo puede... y no nos hace dioses, no porque no lo deseara, sino porque no puede haber más
que un solo Dios. ¡Oh qué locuras de amor!
Y de Creador ha venido a hacerse hombre... y de Vida Eterna, muerte, ¡y qué muerte!... y por mí... por mí... y
cada instante de mi vida, en el afecto, en el deseo, en lo íntimo de Jesús se obraba la Redención... ¡Qué copiosa
Redención, y todo por mí...!
¡Oh Jesús mío, Jesús mío, me veías entonces a través de mil generaciones y tu ternura ya me alcanzaba, y tu
compasión ya me envolvía...!
No puedo más, Jesús de mi corazón, se quiere éste romper de gratitud, y no encuentra nada capaz de
corresponder a tanto, tanto
amor...

21 Cf. Notas texto No. 109.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

Nada tengo, nada valgo, y sin embargo, quisiera tener y valer cuanto hay para ofrecértelo a Ti solo. Tú me has
dado libertad y libre albedrío, ¿y yo qué haré, Jesús?22
¿Será posible que después de estas consideraciones que me derriten, no te quiera dar más que una hojita de este
árbol que Tú te has empeñado en cultivar, en regar y enderezar por tantos medios?
¡No por Dios! no mi Jesús adorado, mi corazón es frío, inmundo, pero no ingrato; al menos en estos momentos
en que creo llegado el término de la tibieza con que he recorrido tan largo camino de mi vida.
"¿Qué quieres que haga?"23, te diré con el Apóstol.
¡Ah! Ya sé yo lo que quieres que haga.
No una hoja, Señor, no una rama; no el tronco o las raíces, no: eso es nada. Todo el árbol, todo, Jesucristo de mi
alma, sin reservarme nada. Toda su savia, flores y frutos, que son bien pocos. "Tomad, Señor y recibid toda mi
libertad" 24.
Y todavía me parece poco o nada lo que te doy, según arde mi corazón en gratitud sin límites, y con razón, si no
te doy nada. Solamente te devuelvo lo que es tuyo... ¿Pero han concluido con esto tus gracias? ¡Ah! éstas jamás
concluirán en toda la eternidad.

22 Cf. C.C. 1, 13-20, T. 109 nota correspondiente y ref. Algunos de estos renglones de Concepción Cabrera de Armida, nos dejan ver
que son una glosa o adaptación de palabras de San Ignacio de Loyola, tomadas del Libro de los Ejercicios: "Considerad lo que Cristo
Nuestro Señor padece en la humanidad o quiere padecer" (195): "El considerar cómo todo esto padece por mis pecados, etc., y qué
debo yo hacer y padecer por El" (197). "...el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el
amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario el amado al amante..." (231). "El primer punto es traer
a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho
Dios Nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado de lo que tiene, y consequenter el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede
según su ordenación divina. Y con esto reflectir en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte
ofrecer y dar a la su Divina Majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece, afectándose mucho:
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; Vos me lo distes,
a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta" (234). Las
palabras de San Ignacio, que acabamos de citar en esta nota, son muy importantes para San Ignacio en sus Ejercicios, porque éste
quiere llevar al ejercitante a una oblación; la que define ya sea la ofrenda del Reino, ya sea el tercer preludio de la contemplación de
la Anunciación, ya sea el tercer preámbulo de la meditación sobre los tres binarios de hombres, ya sea la contemplación "ad
amorem": ofrecer y dar a la Divina Majestad todos mis bienes y yo mismo, entregar mi libertad Cf. MOLLAT D., 2, p. 163: "Tomad,
Señor, y recibid toda mi libertad". Esta ofrenda de sí mismo a Dios, a Cristo, supone la decisión del ejercitante por Cristo. El
ejercitante opta, en un compromiso sin reservas, por Cristo. Se decide a servirlo. El es "Rey Eterno", "Señor", "Verdadero y Supremo
Jefe" que "enseña la verdadera vida", y es "Señor del Universo". Estas son las fórmulas de la meditación del Reino. El ejercitante
debe comprometerse con el Cristo pobre y humilde: "Imaginando a Cristo Nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un
Coloquio, cómo de Creador es venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal y así a morir por mis pecados. Otro
tanto mirando a mí mismo lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo, y así viéndole tal, y así
colgado en la Cruz, discurrir por lo que se ofreciere" (No. 53). Hugo Rahner pone de relieve la importancia de la respuesta a esta
pregunta: ¿Qué debo hacer ante el misterio de la Encarnación? ¿Qué debo hacer cuando Ignacio me plantea de nuevo la pregunta: por
qué Dios se hizo hombre? ¿Cur Deus homo? He aquí el punto más profundo de la teología. RAHNER H., 1, p. 5. La importancia de
estos textos ignacianos encontró repercusión en Concepción Cabrera de Armida. Por eso ella los transcribe, adaptándolos a sí, en su
Cuenta de Conciencia de esos días de noviembre de 1893. En torno a estos escritos ignacianos, ella se decide a romper con la
"tibieza", "a hacer voto de no cometer pecado venial deliberado", a estudiar la conveniencia de "hacer lo más perfecto". La decisión
que ella adopta en torno a estos puntos de la vida espiritual, es fruto de un acto trascendental de libertad y de la contemplación de lo
que Cristo ha hecho por ella: "me parece que cogió mi alma (el Director Espiritual) y la colocó en una puerta con libertad de entrar o
no". C.C. 1, 13-20; Texto 109. Esta decisión por Cristo, verdaderamente comprometedora, cf. Nos. 109-112 de los textos de
Concepción Cabrera de Armida, es la respuesta a las preguntas que se ha planteado como ejercitante, cuando considerando a Cristo en
el misterio de su Encarnación y de su Cruz, exclama, como quiere Ignacio: "Y yo, ¿qué debo hacer?"

23 Cf. Hch. 22, 10.

24Estas palabras, nota el P. Iparraguirre, 1, p. 80, son un coloquio de los Ejercicios, que San Ignacio presenta (No. 234). Son síntesis
de la entrega total que desea San Ignacio en los Ejercicios y expresión del intercambio de amistad formal entablado con Dios. Este
coloquio se ha popularizado en forma de oración. Se encuentra, por ejemplo, entre las oraciones que algunos misales ofrecen para la
acción de gracias después de la Misa.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Tú recibes mi ofrenda y holocausto, pero, me quieres tanto, que como yo no tengo nada, me devuelves lo
mismo que te dignaste aceptar, para que tenga que volver a ofrecerte y Tú, ¡ay Señor! a tener la complacencia de volver
a tomarla... y no sólo eso, sino que al devolverme lo que te ofrezco, viene la ofrenda aquilatada con gracias, y cada vez
que te dignas tomarla con tus manos, tu divino contacto la envuelve con nuevas riquezas, y en este flujo y reflujo, ¿quién
gana, Señor, sino esta miserable, que se maravilla de que la ames?
Jesucristo mío: gracias, gracias mil. Concédeme amarte con amor sacrificado, y padecer mucho por Ti. Dame,
además de tantas gracias, otra, que sea la de vencer sin cansarme nunca, a esta naturaleza y corazón, inclinados
siempre a los regalos, y opuestos al sacrificio.
Fortifica mi voluntad tan débil sin tu ayuda, y ya que por tu grande bondad me has abierto los ojos del alma
poniéndola en el camino que conduce al cielo, que jamás retroceda Señor, aun cuando se sienta fatigada o la sangren las
espinas tantas que en él hay.

114. Han llenado a mi alma repetidos sacudimientos de un amor lleno y como profundo, mas fuerte que los que antes
habia sentido. Claro me ha parecido como si la templaran, como a un instrumento, quedando en seguida con mucho
vigor y fortaleza.
(C.C. 1, 37)

!70
EXPERIENCIA FUNDANTE

Han llenado a mi alma repetidos sacudimientos de un amor lleno y como profundo, más fuertes que los que
antes había sentido. Claro me ha parecido como si la templaran, como a algún instrumento, quedando en seguida con
mucho vigor y fortaleza25.

25 Cf. C.C. 1, 81-82, T. 130; 294-295, T. 215; V. I, 141, T. 79. Estos "sacudimientos", a mi parecer comparables a los "toques
místicos" o a los "ímpetus", son efectos concomitantes de la oración de unión. Al igual que las heridas y las llagas de amor, son
fenómenos contemplativos, distintos de las gracias "gratis dadas", que de suyo no son santificadoras. Estos fenómenos
contemplativos no se producen jamás en un momento determinado de la vida espiritual. Como gracias transitorias que son, Dios las
concede cuando le parece, y a veces cuando más descuidada y distraída está el alma. Con todo, como dice ROYO MARIN A., 1, pp.
737, lo más frecuente y ordinario es que no se produzcan -al menos en un grado relativo de intensidad- hasta que el alma ha sido
llevada por Dios al grado de oración de unión. Pero pueden producirse imperfectamente antes y pueden darse después en grado
perfectísimo de intensidad. De estos fenómenos hablan magistralmente San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Cf. SAN JUAN DE
LA CRUZ, Subida...II, 32; Noche II, 23, Llama, C. 2, v. 3 y 4; SANTA TERESA habla continuamente de estos ímpetus a lo largo de todas
sus obras; cf. Relación primera al P. Rodrigo Alvarez, No. 13-15. Los toques místicos son una especie de impresión sobrenatural casi
instantánea, que le da al alma la sensación de haber sido tocada por el mismo Dios. El contacto divino con ser instantáneo, deja
saborear al alma un deleite inefable, imposible de describir. El alma suele lanzar un grito y muchas veces cae desmayada o en éxtasis.
Estos toques puede recibirlos el alma en grados muy distintos de intensidad. Los más sublimes son los que San Juan de la Cruz -y los
místicos alemanes antes que él- llaman toques substanciales, que no son sin embargo, verdaderamente toques de substancia a
substancia, sino a través de las potencias; pero se producen de una manera tan sutil y delicada, que al alma le parece que han sido
directamente de substancia a substancia. ROYO MARIN A., 1, p. 738. En realidad se ejercen en lo más hondo del entendimiento y de la
voluntad, allí donde estas facultades arraigan en la substancia del alma, de donde emanan. La substancia misma del alma nada siente,
sino a través de sus facultades; pero Dios, más íntimamente presente al alma que ella misma, puede tocar y mover desde dentro al
fondo mismo de sus facultades por un contacto espiritual que aparece como divino. Este fondo del alma -de que gustan hablar los
místicos- es llamado también cima del espíritu, a donde no llega jamás el estrépito de las cosas exteriores. GARRIGOU-LAGRANGE R.
I, II, 559-562, citado por ROYO MARIN A. 1, p. 738. Los ímpetus son impulsos fortísimos e inesperados de amor a Dios que dejan al
alma con un hambre y sed de amor tan devoradoras, que le parece que no podría saciarlas, aunque pudiera abrasar la creación entera
en las llamas del divino amor. A veces, el simple oír el nombre de Dios o un cantar espiritual, o cualquier otra cosa por el estilo,
levanta súbitamente en su corazón un ímpetu tan grande de amor, que con frecuencia el pobre cuerpo no lo puede resistir y sobreviene
el éxtasis: "basta escuchar esta palabra: Verbo, y mi alma se conmueve y mi corazón se estremece, experimentando un efecto nuevo,
C.C. 1, 37 muy puro y muy santo". C.C. 9, 22-24. "Me basta pensar en la Trinidad Benditísima, para que dé un vuelco mi alma, con
un sentimiento muy singular..." agosto 31 de 1896: "muy temprano me levantó el Señor anoche a la oración, poniéndome el alma muy
levantada, allá dentro de El... Aquella "fecundidad divina", me arrebata el pensamiento y el corazón. Me basta una palabra, Padre
mío, por ejemplo, Verdad... Vida... Perfección... Inmensidad... Eternidad... Hermosura... Reflejo... Felicidad... Dios.... Trinidad... y
otras por el estilo, que se relacionan con ese Centro que me arrastra el alma, para que mi entendimiento vuele a esas alturas y me
queda el corazón preso y como suspenso de amor y de admiración" C.C. 7, 311, T 641. Cf. 7, 309-310, T. 639. Ya se comprenderá que
estas gracias son altamente santificadoras, pues arrancan del alma actos de caridad intensísimos.
SANTA TERESA nos habla en este sentido, de su propia experiencia. En la recreación escucha de una novicia un cantar que le afecta
profundamente y esto es suficiente para el arrobamiento: "Anoche, estando con todas, dijeron un cantarcillo de cómo era recio de
sufrir vivir sin Dios. Como estaba ya con pena, fue tanta la operación que me hizo, que se me comenzaron a entumecer las manos y
no bastó resistencia, sino que como salgo de mí por los arrobamientos de contento, de la misma manera se suspende el alma con la
grandísima pena, que queda enajenada y hasta hoy no lo he entendido"; Relación, 15, No. 1; cf. Moradas VI, c. 11, No. 8.

!71
CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Anoche sentí esto con mucha certidumbre y luego me bañó aquel viento fresco que hacía días no venía, y
percibí sus efectos, que fueron de grande paz y alegría y levantamiento, no momentáneo, sino suspendido, hacia Dios26 .
115. Mientras mas se conoce a Dios y se le ama, mas duele el haberle ofendido.
(C.C. 1, 3738)

26 De la experiencia de "este viento fresco", nos hablará en varias ocasiones. Cf. 1, 77, T. 125; 528-529, T. 258. Sólo que otras veces
lo llamará "airecillo fresco", o "brisa suave". Todas sus expresiones, a este respecto, permiten ver que se trata de una experiencia
íntima de la acción de Dios que pasa transitoriamente por su espíritu. Ese paso de Dios por ella, por medio de su acción sobrenatural
deja en su interior efectos santificadores. Esto es lo que podemos decir en forma general. Es cierto que en alguna ocasión, experimenta
una como falsificación de la acción divina, operada por el demonio: "Sentí muy fuerte aquel airecito, parecido, y diferente a los otros
aires, durante la oración, y ni por donde viniera; también tuve como horror a tocamientos y como si algo pesado se recargara en mí"
C.C. 4, 372, diciembre 5 de 1894; "sentí también aquel vientecito de que he hablado a Ud. (P. Mir), pero no el bienestar que produce,
sino un no sé qué de vacío y helado. Entiendo que me quería engañar el diablo y lo comprendí enseguida..." C.C. 1, 80, diciembre de
1893. Pero cuando no es simulación del demonio que con su acción directa sobre los sentidos y la imaginación, quiere turbar al alma
(cf. GARRIGOU-LAGRANGE R., 2, T. II, pp. 1215-1216; SANTO TOMAS 1, q. 14; 1-2, q. 80) o hacerla pecar, la experiencia de ese
"viento fresco", "airecillo fresco" o "brisa suave", le produce grandes efectos espirituales que benefician su espíritu. He aquí algunos:
"También ha vuelto a mí un efecto muy raro que a veces he experimentado: de repente viene a mí, como que me envuelve, un airecito
fresco, pero suavemente agradable y mueve mi corazón como quien sopla el fuego". C.C. 1, 515-516, T. 255. El aire o vientecito, le
permitirá algunas veces expresar por medio de él las terribles pruebas del desamparo y desolación que calan su alma: "Es como un
aire o vientecito-dolor que cala y penetra hasta la misma substancia del espíritu.... es dolor-tristeza, dolor-angustia, dolor-apretura...
aflicción, pena honda y profunda". C.C. 2, 159, abril 13 de 1894. Pero, ¿cómo es ese aire que siente venir de Dios? Ella va a
explicarlo, a partir de su propia experiencia. Tocará entonces el tema que es frecuentísimo en los místicos, a saber, el de los "sentidos
espirituales", (cf. C.C. 1, 6; C.C. 4, 383-384), como recurso necesario para expresar lo que lleva el alma, al sentir los efectos de la
acción y presencia de Dios en su espíritu: "Padre mío, dice a su Director, tengo idea de haber ya sentido alguna vez este efecto acá
interno, y anoche con mucha claridad estuve observándolo. Es una brisa suavísima, como un fresco delicioso que se va infliltrando en
el alma, llenándolo poco a poco... No es el airecito en el cuerpo, no; es todo interior y fortalece y refresca el espíritu; sensiblemente
espiritual porque he notado que hay sensibilidad corporal, aunque en cosas divinas, como son esos recargamientos de Jesús, esos
toques del diablo, etc., etc., y otra sensibilidad interna en el espíritu, como la unión del contacto divino, esos apretamientos y
absorción de los espíritus; besos, abrazos y baños del alma, sumergimientos allá en la misma substancia divina, y ahora este rocío
del cielo, o fresco deleitable, tal vez provenido de la presencia de Jesús que de tantas maneras se presenta. Qué cosas, mi Padre, que
me atontan más y más y sólo sé dejarme llevar... ¿Es posible este último efecto, que dejo dicho? ¿Verdad que es del espíritu bueno,
por la paz que derrama en el corazón y la unión con Dios que produce?". A esta pregunta, responde el P. Mir, su Director: "Ese fresco
o brisa del alma, entendiéndolo espiritualmente, es otro modo de manifestarse Dios a la creatura". Aut. II, 132. En otros textos,
aparecerán juntos y conjugando su acción, el símbolo del "aire", o del "viento", con el del "fuego". Son símbolos que por sí mismos
sugieren la ascensión, la elevación. Cf. BERNARD CH. A., 1, 269. Aquí se trata de la ascensión y elevación a Dios, realizadas por el
viento: "Cuando el carbón está encendido y viene el aire y sopla así, se aviva, así siento en mi espíritu", C.C. 11, 63; o también:
"Como cuando se enciende un gran fuego, y viene un aire, y levanta con mucha fuerza las llamas hacia la dirección que sopla, y a
pesar de los obstáculos que fuerza las llamas hacia la dirección que sopla, y a pesar de los obstáculos que se le interpongan, de la
misma manera siento a mi alma, Padre mío, lanzarse en la dirección única y a impulsos de la gracia, dentro de su Dios y Señor".
C.C. 12, 358-359, abril 30 de 1900. El aire o el viento le traerá paz y consuelo de parte de Dios, en momentos de angustia, dolor,
prueba o desamparo: "¿Cómo no extrañar que de la noche a la mañana, casi de repente, cuando el alma siente ahogarse en el dolor,
en esos mismos instantes casi desesperados, viene una brisa suave, como a transformar el dolor seco y árido, en fresco y agradable
con la sola consideración de agradar al Amado?"; C.C. 3, 79, 2 de mayo de 1894; "luego que comulgué, sentí aquella como brisa
divina", C.C. 9, 328; "una vez como brisa suavísima, me envolvió cuerpo y alma", C.C. 11, 299; "hoy explicaron a ese Divino
Espíritu, encanto mío, como viento... como brisa suavísima en las operaciones del alma. Yo recordé cuántas ocasiones, sobre las
rosas muchas, o en la oración de la noche, estando todo cerrado, he sentido claro un vientecito fresco, agradabilísimo sin saber lo
que pudiera ser, ni nadie explicármelo. ¡Oh, Dios mío!, Bendito seas”. C.C. 20, 140-141, T. 1727; (Ej. Espirituales predicados por el
P. Félix, marzo de 1904). No necesitamos presentar la abundante bibliografía que nos mostrará el fundamento bíblico de esta palabra
asignada simbólicamente al Espíritu Santo y a su acción. Los místicos han hablado del Espíritu Santo como de un viento, ya sea
huracanado, ya sea ligero o suave. Cf. CAZELES H., 1, pp.17-44; 161-186; JAUBERT A., 1, pp. 22-32; MIQUEL DOM, 1, pp. 89-90;
BERNARD CH. A., 1, pp. 39-40; 146-149; 216-218; 268 y ss. "Sacudidas violentas y montañas de Satanás. Después una brisa, un
fresco delicioso en el espíritu, una claridad diáfana, y una frescura inusitada. Como si una voz suavísima me dijera: ¿Qué no sabes
que tienes que comprar las vocaciones con dolor?", C.C. 29, 249-250. "Entre la noche, como una brisa que pasa, sentí la voz del
Señor que me llamaba a las rosas, a la disciplina, a la expiación..." C.C. 29, 275; cf. I, Re 9-16. "Y cuando el alma se lanza así, con
esos divinos arranques, siempre lo veo, siempre se me presenta, como una brisa de misericordia, que empapa mansamente, llenando
de paz", C.C. 46, 13. "Cada vez que recuerdo este amor en Dios y en las almas (el Espíritu Santo), como que siento la brisa de la

!72
EXPERIENCIA FUNDANTE

Mi oración fue toda de examen de los pecados de mi vida; vi clarísimamente delante de mí una cadena de
ingratitudes; y un dolor de contrición, que creo nunca lo había sentido, despedazó mi alma haciéndome derramar
lágrimas que yo quería que fueran de sangre. Mientras más se conoce a Dios y se le ama, más duele el haberlo
ofendido27 Hubiera preferido yo castigo, a ver que se me pagaba con amor... ¿A quién no mata esta consideración? y no
me ha dejado caer en el infierno... qué claro vi esto, Padre, y de veras que sentí aquel dolor que tantas veces había
deseado para purificarme, ¿se acuerda usted?
"Acuéstate", me dijo de pronto, y ya lo obedecí sin resistencia, dejando en una mirada a El aquello de las llagas
y peticiones que tanto me gustan28.

132. Era un efecto de comunicacion divina, como si un manantial llenara a una pobre fuente seca y vacia, hasta
ponerla a su nivel para poder entonces comunicarsele con su misma agua, confundiendose en ella.
(V. III, 218-221)

Manantial
Después que en la oración me llevó el Señor muchos ratos el alma, quedando pegada a El en una quietud
deleitable, cuando se puso a recibir, recibir, abarcando, llenándose, ensanchándose como si creciera, creciera, hasta hacer
sensible al cuerpo este efecto de caridad, descoyuntándolo.

27 Esta misma idea de sentido profundo del pecado la desarrolla Concepción C. de Armida en Aut. II, 239-241: "Me parece que
durante mi vida sólo 3 ó 4 veces he experimentado este golpe terrible de la contrición, y sus santos efectos tan saludables, y no ha
sido en confesión, sino repentinamente o en la oración. Me ha inundado el alma un dolor tan vivo sobre toda ponderación, de haber
ofendido a mi Dios sólo por ser quien es: tan bueno, tan santo, tan puro, tan divino, tan generoso, tan grande, tan todo, que
rompiéndose el ordinario hielo de mi corazón, se ha derretido en pena profunda, viendo con luz sobrenatural mi malicia y su tamaño;
mi ingratitud sin igual, mi dureza, pecado, fealdad y maldad en todos sentidos, que me han hecho horrorizar de mí misma, y
aborrecerme y darme asco y deseos de huir de mí, y abandonarme, y deshacerme por reparar mis ofensas y dar gloria al Amado de
mi corazón, único encanto de mi vida. Muy distintos han sido estos golpes venidos de Dios, al dolor que yo muchas veces me he
procurado con piadosas consideraciones. Con éstas, he barrido mi alma como con escoba; y con lo otro, se ha limpiado como de un
golpe, con un huracán. Lo primero, va consumiendo la basura con una chispa, con un cerillo; lo segundo, con un volcán de intenso
fuego que instantáneamente hace arder limpiando hasta las menores pajas". Cf. E. E. de 1892, 149, T. 97; C.C. 1, 92, T. 140 y notas;
117-120, T. 156; Extractos de la Cuenta de conciencia cf. 1, 413-415, T. 165 y notas; 232c-232e, T. 192; 3, 263, T. 345; 316, T. 349.c;
4, 352, T. 426; 6, 40-43, T. 485; 7, 117, T. 590; 223, T. 613.a; 362; 8, 97, T. 696; 246, T. 731; 274-282, T. 743 (texto muy importante);
9, 58, T. 772; 155, T. 798; 157-160, 799; 163-164, T. 801; 315-317, T. 862; 323, T. 864; 10, 277-279, T. 974; 279-280, T. 975;
281-284, T. 976; 293-294, T. 982; 11, 129-132, T. 1039; 198-202, T. 1065. Para el sentido del pecado tuvo mucha influencia en ella el
contemplar la Pureza infinita de Dios. Cf. 10, 261-266, T. 970; 267-270, T. 971; 12, 170-171, T. 1157; Luces de propio conocimiento
4, 300-303, T. 414; 6, 149-156, T. 527; 7, 1-3, T. 561; 10, 141-143, T. 924; 19, 40-42, T. 1677; 68-72, T. 1680.
SANTA TERESA DE JESUS, Moradas VI, cap. 7, Nos. 1-4, hace ver cómo crece el sentido del pecado, causando un profundo dolor en el
alma, a medida que crecen en ella los dones de Dios, como son todos aquellos referente a la contemplación y unión místicas. Cf.
ALVAREZ T., 1, pág. 785.
En una teología espiritual que explica el estado místico a la luz del ejercicio de los Dones del Espíritu Santo, el Dolor por el pecado
como ofensa a Dios, y en un grado tan alto, aparece como efecto de la acción del Espíritu Santo actuando en el alma a través del Don
de Ciencia; Cf. SANTO TOMAS, II-II q. 9. a. 4. Sobre la necesidad de los Dones del Espíritu Santo y su relación con la vida mística en
el cristianismo, Cf. NICOLAS J.H. 2, pp. 69-73; l38-148; PHILIPON M.M., 3, pp. 451-483; SANTO TOMAS I-II, q. 168; LABOURDETTE
M.M. 2, DSAM III. col. 1610-1635. Sobre el papel importante que ejerce el Don de Ciencia avivando el sentido del pecado y el dolor
en el alma, al considerar su malicia, colocándose desde una luz especial del Espíritu Santo, Cf. LAVOCAT M.H., 1, pp. 417-435;
PHILIPPE M.D., 1, pp. 143-159. C.C. 1-94, texto 142

28 "Llagas y peticiones que tanto me gustan". Se refiere a una oración con la que se van besando en espiritu las llagas del Señor y se
incluyen peticiones. Cf. C.C. 1, 555. Un ejemplo de esta oración, la encontramos en MARGARITA SERAFICA..., pp. 117-123: "Modo de
ofrecer la Corona de las cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo". Otras Oraciones que aluden a las Cinco Llagas de Nuestro Señor,
son las que se encontraban en el Misal Romano de aquella época, para la acción de gracias después de la Misa: "En Ego..."; Obsecro
Te, dulcissime Domine Jesu...".

!73
CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Era un efecto de comunicación divina, como si un manantial29 llenara a una pobre fuente seca y vacía, hasta
ponerla a su nivel para poder entonces comunicársele con su misma agua, confundiéndose en ella. Así Dios: viendo al
alma incapaz de subir por sí sola a su nivel, la llena de su propia substancia, y entonces, ya puede haber comunicación
de las dos partes, pero nada, diré, de la pobre alma, sino todo dado, todo recibido y comunicado por el mismo Dios, rico
y poderoso, tan dueño de dar sus tesoros como de quitarlos30.
Y después de este efecto, aun cuando Dios se levante con lo suyo, o el alma humildemente le devuelva sus
riquezas, siempre le queda, diré, como untado algo divino que huele a Dios, como que dejó ahí sus huellas. Queda algo
del aliento del Espíritu Santo, como una atmósfera de recogimiento. El alma queda bañada como de un color, que hace
palidecer a todo lo de la tierra, de un sabor que todo lo que es creatura, disgusta interiormente, y de un oído tan
delicado31, que le fastidia el ruido aunque sea de música; queda este sentido del alma tan sensible que prefiere el silencio
a todo ruido mundanal32. ¡Oh, Dios mío, Dios mío! escribo, escribo, y no es, no, ni con mucho lo que yo quisiera
explicar.
Y de repente, saltó mi alma herida de un santo gozo, de una viva impresión: me extrañó golpe tan repentino, y
vamos viendo que en ese instante habían abierto el Sagrario y me lo avisaba, pues yo no lo había visto33 ; sentí la
presencia real del Señor, antes de recibirlo.
¡Oh, Dios mío! ¿y cómo es posible que haya quien dude de este clarísimo misterio?34

137. He notado en mi alma que ha subido de punto a un grado sumo, el ansia de pureza... Esto ha centuplicado un
grande martirio...
(C.C. 1, 8586)

29 Cf. 7, 158-161, T. 600; 16, 105-108, T. 1465; 27, 43-46, T. 2083.

30 En esta Unión de ella con Dios, se insinúa un elemento extático: "me llevó el Señor muchos ratos el alma." Sin embargo, se insiste
más en los maravillosos efectos de esta unión y en la gracia de luz y de amor, recibida en su alma pero desbordándose hasta el cuerpo.
En esta unión extática, hace hincapié en la riqueza de la gracia y de la caridad divinas que hacen posible una verdadera amistad y
comunión entre las Personas Divinas y la persona humana. La verdadera amistad es la que se funda en la participación de un bien que
es esencial para cada uno de los amigos. Cuando Dios hace participar su propio bien, su vida íntima, su felicidad, es cuando comienza
la amistad verdadera entre Dios y el alma y cuando comienza la verdadera comunión entre las Personas Divinas y el alma. Cf.
NICOLAS J.H., 8, pp. 106-110. Bajo este aspecto de la comunión por la gracia entre Dios y el alma, la oración de la que nos está
hablando Concepción Cabrera de Armida en este texto, consiste en un grado muy grande de gracia y de caridad capaces de crear una
connaturalidad de amor entre Dios y el alma. Tiene Concepción Cabrera de Armida la experiencia de la difusión de esta gracia en su
corazón, permitiéndole una verdadera comunión con Dios. Dios mismo es quien hace al alma, en esta oración, capaz de entablar una
verdadera comunión con Dios en lo que es el propio bien divino en lo tocante a su vida intratrinitaria.

31Nótese la alusión a los sentidos espirituales del alma, y a sus objetos, tema que indispensablemente desarrolla todo místico que
quiere hablar de su experiencia de Dios y de sus Misterios. Cf. C.C. 1, 6; 4, 383-384. Ver también texto 108, 144, 155 y notas
correspondientes.

32 El menosprecio de las realidades creadas y el ansia de soledad, son propios efectos de la Oración de Unión y de los vuelos del
espíritu. Cf. C.C. 1, 81-82, texto 130; Aut. II, 236-237, texto 134; C.C. 1, 88-89, texto 139; C.C. 1, 94-95, texto 143. En estos textos
he puesto la doctrina de Santa Teresa sobre la Oración de Unión y sus efectos y ella explica y corrobora lo que afirma Concepción
Cabrera de Armida.

33 Es muy conveniente notar el aspecto eucarístico que reviste en ella la Oración de Unión y la Oración extática. Cf. C.C. 1, 86-87,
texto 138; C.C. 1, 95-96, texto 144, con notas correspondientes.

34 Ver también una descripción similar de esta oración de Unión en Aut. III, pp. 306-308: "EFECTO. Sentía muy a menudo copio aquí,
como si alguien uniera y apretara mi alma contra Dios, no sé cómo explicarme: como cuando uno por ejemplo estrecha a un niño
contra su corazón, así por el estilo, aunque en sentido espiritual experimento que pasa con mi alma y ¡oh confusión y vergüenza! no
soy yo, quien busco y llamo o hago esfuerzos y aspiraciones para hallar ese gran Bien, no, sino que ajeno a mi voluntad vienen esos
estrechamientos seguidos, a veces muy continuados, entre la creatura con el Creador, aunque todo, repito, muy hondo y espiritual.

!74
EXPERIENCIA FUNDANTE

He notado en mi alma, ya que voy diciendo aquí todo, que ha subido de punto a un grado sumo, como
aquilatándose mucho, el ansia de la pureza, poniendo muy delicado el corazón a cualquiera palabra o sombra que sobre
el particular toque35, y esto naturalmente ha centuplicado un sacrificio inmenso, un grande martirio que rechaza todo mi
ser, pero que acepto por ser voluntad de Dios36 .
III. El hecho de la experiencia: Jesús Salvador de los hombres, sálvalos (Monograma) y primeros efectos.

153. Por fin de ruegos consegui el permiso de mi Director para marcar mi pecho, el dia del dulce nombre de Jesus.
(14 de enero de 1894).
(V. I, 204207)

Por fin de ruegos, conseguí el permiso de mi Director para marcar mi pecho, el día del Dulce Nombre de Jesús:
14 de Enero de 1894; ¡qué felicidad! 37
Me agencié una navaja filosísima de un estuche de callos (de mi padre) y temblando de santo gozo, entre diez y
doce de la mañana (que me dijo mi Director que me encomendaría a Dios), llevé un espejo, lumbre, una caña gruesa de
rizar, papel, pluma, etc. a un cuarto apartado, en la casa frente a la de mi madre (esquina de la plazuela de San Juan de
Dios). Ahí sola y encerrada con llave, inundada el alma de dicha, di principio a la ejecución de lo que tanto anhelaba.
Corté el pecho formando letras grandes, con la navaja, JHS en esta forma; luego que lo hice, sentí como si una
fuerza sobrenatural me arrojara al suelo, y con la frente en la tierra, en los ojos las lágrimas, y el fuego en el corazón, le

35 Esta transformación espiritual, experimentada por ella, es el fruto de la Unión y el fruto de esa oración contemplativa, llamada
Oración de Unión, acompañada muchas veces de "ímpetus" sobrenaturales que Dios hace sentir en el fondo de su ser. Cf. textos: 114,
116, 121, 123,128 y 130. Recuérdese cómo hemos visto ya que Santa Teresa, refiriéndose a la Oración de Unión en la Morada V, hace
ver que al salir de la Oración de Unión, el alma se siente cambiada, transformada, se siente diferente a como se sentía antes de esa
Oración. Es la aplicación espiritual al alma, de la metamorfosis del gusano de seda en mariposa. Cf. Mor. V, Cap. 2 No. 7: "Yo os digo
verdad que el alma no se conoce a sí; porque mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma
hay acá". Es, por tanto, la Unión con la pureza de Dios la que engendra en ella, esas ansias de pureza. SANTA TERESA, Moradas V,
cap. 2, No. 14.

36 Se refiere al martirio que experimenta por pensar que al ser casada no puede darle a Dios la entrega total de todo su ser, ya que no
goza de la virginidad y ésta ha aparecido ante su espíritu, por luces especiales de Dios sobre la hermosura espiritual de la virginidad,
el camino concreto para entregarse totalmente a Dios. Ya hemos hablado de este martirio de desgarramiento interior, en números
anteriores. Textos 29, 35, 43, 80, 90, 102, 113, 121. Me permito remitir a mi estudio sobre este tema de Matrimonio y ansias de
virginidad en Concepción Cabrera de Armida. GUTIERREZ GONZALEZ J., I pp. 51-354.

37 Cf. CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Vida I, 203-204, T. 107; C.C. 1, 105-106, T. 152: Propósitos 1894, No. 4: "Marcaré el
pecho con aquel sello precioso cuando me lo permitan, ¡cuánto lo deseo!". Cf. 3, 3-6, T. 303; 294; 7, 30-35, T. 570 y referencias; 10,
104; 11, 5; 167, T. 1052; 12, 71-72, T. 1118. La fiesta del Nombre de Jesús, cayó en ese año el 14 de enero. Cf. TREVIÑO G., 2, p. 78.
Sobre el culto litúrgico al Nombre de Jesús y la devoción a El en la historia de la espiritualidad, cf. NOYE I., DSAM 9, col. 1109,
1123. Sobre el motivo que la llevó a grabarse el Nombre de Jesús en el pecho, cf. CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, V. I, 203-204,
texto No. 107.

!75
CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

pedí al Señor con vehemencia, con un celo devorador, la salvación de las almas38 . Yo no me acordaba de más: almas,

38Cf. Heb. 5, 7-10; 9, 14. VANHOYE A., L' oblazione di Gesù Sacerdote, en: COLECTIVO, Spiritualità oblativa riparitrice. Bologna
(EDB) 1989, pp. 68-69.

!76
EXPERIENCIA FUNDANTE

almas para Jesús, era lo que deseaba39.


Con esta sed, tomé con la pluma sangre del pecho, y le escribí un papel a mi Jesús pidiéndole esto, y por la
Compañía.

39 Parece que Dios echó un velo sobre su entendimiento, para olvidarse de su gozo al sentirse más de El y sólo le quedó aquella
imperiosa necesidad de clamar para los hombres su salvación: "Jesús, Salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos". Aquella fue la
hora de Dios, en que sin darse ella cuenta, empezaron las Obras de la Cruz, como se irá viendo. Cf. Aut. pp. 377-378; C.C. 1, 264.
Todavía ocho años más tarde, ella recuerda este gesto y escribe: "Hace ocho años, a estas horas, grabé en mi pecho el Santísimo
Nombre de Jesús, JHS, que no se ha borrado. Pedí, con un impulso divino, que no era mío, la salvación de los hombres: escribí con la
sangre que brotaba de mi pecho, la misma petición, y en esa hora, derribada en tierra por la vehemencia sobrenatural de mil
sentimientos de santo celo que se levantaron en mi alma, se engendró ahí el Apostolado de la Cruz, o sea la Obra de la Cruz con todo
lo que lleva consigo... Cf. 22, 146-149, T. 1830; 408-416, T. 1875. ¡Oh bendita hora que con inmenso amor deseó mi corazón mucho
tiempo atrás con secreto y extraordinario impulso!. Anhelaba mi espíritu ser de Jesús, toda de Jesús, marcando indeleblemente hasta el
cuerpo, para pertenecerle por completo. Mucho tiempo la obediencia me hizo esperar tan grande dicha, y al lograrla, al sentirme ante
un espejo, henchida de felicidad, al contemplar los rojos y después tostados caracteres que me marcaban con el escudo de mi eterno
Dueño, parece que me olvidé de mí misma, porque un sentimiento nuevo, grande y extraordinario, me embargó e hizo exclamar en
medio de la más viva fe, y de la más grande emoción: `Jesús, Jesús Salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos', pero ¡cosa admirable!
había tenido fuerzas para delinear, cortar y quemar hasta tostar... y al sentir aquel peso en mi alma, de una necesidad superior para
otras almas, de una sed infinita de gracias para el mundo, no pude sostenerme y caí de rodillas, y con la frente en el polvo, envuelta en
no sé qué de sobrenatural y santo, y con un arranque muy íntimo del alma, clamé, repito, muchas veces al cielo, pidiendo un algo,
algo de que yo sentía insaciable necesidad, y ese algo era la salvación de las almas... Como que el Señor echó un velo en mi
entendimiento para olvidarme de mí, de mi gozo en parecerme ser más de El, y sólo me dejó aquella imperiosa necesidad de pedir, de
clamar para otros el remedio, la salvación, la felicidad por medio de Jesús, su Redentor, su Salvador, su Glorificador, su Todo y mi
Todo.... Escribí mojando la pluma en aquella sangre que había escurrido en abundancia, porque una fuerza secreta me impulsó a ello,
repito, pero nunca me imaginé que aquella hora era `Hora del Señor', en la que tenía dispuesto derramarse en gracias para el mundo.
¡De qué miserable instrumento se valió el Señor! Han pasado ya ocho años, y yo no me canso de admirarme, ni de darle gracias
¡bendito mil veces sea!... He visto claro, cómo del verdadero amor de Dios, se deriva espontáneamente el amor al prójimo, y casi sin
darse uno cuenta de ello; pero una cosa, y otra, sólo viene de arriba, pues el hombre sólo tiende a la tierra de por sí". C.C. 17,
360-364. Este gesto del Monograma JHS tiene importancia capital en el itinerario espiritual de Concepción Cabrera de Armida. Es
una acción espiritual que debemos situarla bien en su camino hacia la Unión completa de Dios que sólo se gozará en la Patria
Celestial. Entre tanto, el alma, movida por la gracia, camina hacia esa meta final. Pasará por varias etapas diferentes. Una de esas
etapas es la Oración de Unión, tal como la describe Santa Teresa al hablar de las Moradas V. Concepción Cabrera de Armida, a los 31
años de edad, esposa y madre de sus hijos Francisco, Manuel, Concepción e Ignacio, se encuentra en esos días (14 de enero de 1894)
bajo las gracias de Dios propias del estado místico de la Oración de Unión como lo hemos estado observando. En este período, el
gesto del Monograma sobresale, en cuanto gracia de Dios, respecto de los otros favores que en este período ha recibido. Encierra, en
grado más alto, los principales aspectos y efectos de la Oración de Unión y desemboca insensiblemente en ese otro período, superior
al de la Oración de Unión y que es el de los "Desposorios Espirituales", en el cual muchas veces abundan los "éxtasis", "los ímpetus",
"levantamientos", "arrobamientos" y "raptos". Cf. SANTA TERESA, Morada VI, cap. 6, No. 1: "...Y así en esta Morada son muy
continuos los arrobamientos, sin haber remedio de excusarlos...". Así en esta acción del Monograma concurren inseparablemente la
Oración de Unión y la Oración Extática, como veremos en seguida. Podemos decir, entonces, que el acto por medio del cual se graba
el Monograma, considerado en relación al paso nuevo de la vida espiritual que le espera, está desembocando en el "ímpetu", y en el
"golpe" divino que la hace caer por tierra y que doblega toda su persona para no hacer sino lo que Dios, de forma totalmente
inesperada, quiere que haga. Pero si no consideramos ese acto en relación al punto en el que va a desembocar, sino en relación a los
efectos y a las formas anteriores de la Oración de Unión, nos encontramos con que ese gesto es sublime en cuanto que en él hallan una
concretización y realización excelente. En efecto, el deseo de pertenencia total a Dios que había tenido y que iba creciendo en ella, a
través de las luces y de los anhelos de virginidad, llega a su punto máximo, hasta ese momento no poseído. ¿De qué otra manera más
perfecta podría mostrarle a Dios, que con ese gesto, las ansias de pertenecerle totalmente? Ya que no podía ser toda del Señor por los
caminos de la virginidad cristiana, para ella tan amada en virtud de las luces infusas de Dios, ya que la entrega y pertenencia total de
su espíritu y de su alma no podía plasmarse y concretizarse en una virginidad corporal, ¿no supliría todo eso por medio de un gesto
que abrasara su espíritu y su cuerpo recordándole a Dios que ella era totalmente suya, a la manera "que los animales son de su
dueño"? Con todo realismo se le aplican a ella las palabras de Santa Teresa al inicio de las Moradas V, cap. 1 No. 1,: "Ya el alma bien
determinada queda a no tomar otro Esposo; mas el Esposo no mira a los grandes deseos que tiene de que se haga ya el Desposorio,
que aún quiere que lo desee más y que le cueste algo bien que es el mayor de los bienes". Los deseos dolorosos de Concepción
Cabrera de Armida están a punto de encontrar cumplimiento y realización. El gesto mencionado del Monograma encierra en sí no sólo
el deseo momentáneo, aunque impetuoso, de pertenencia, sino que lleva los deseos concebidos muchos años antes, desde los primeros

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Luego, con el fierro candente, lo pasé varias veces sobre las letras y cruz, hasta achicharrarlas. Salía humo, y
una peste a herraderos, que yo, que había prescindido de todos los aromas por mortificación, tuve que ocurrir al agua
florida porque no se me podía soportar, y mi marido pronto vendría.
Cerca de dos horas duró esta operación, y más eran los ardores del alma que los del cuerpo, y la dicha indecible
que yo experimentaba siendo, como los animales, de su dueño, yo de Jesús, de Jesús, de mi Jesús que salvaría a tantas
pobrecitas almas que le darían gloria.
Arrebatada de dicha, pasé el día, con ansias vivas de soledad y oración, y con una visita a quien estar
atendiendo.

1.- Parece que el Señor con el monograma abrio la puerta para derramarse en gracias.
(V. I, 208-209, T. 154)

Parece que el Señor con el monograma abrió la puerta para derramarse en gracias40. Desde ese día, ¡qué
persecución, diré, qué ternuras, qué caricias, qué estupendas bondades con este barro vil! No me dejaba ni de día ni de
noche, ni en la oración ni fuera de ella41.
"Te quiero Mía, lo eres ya, pero aún más quiero que lo seas -me repetía-; acércate, quiero hacer contigo unos
desposorios, quiero darte mi Nombre y prepararte a grandes gracias"42 .

40 Cf. texto 153 y notas y referencias.

41 Cf. P. C. 6; V. I, 226, T. 259; Ap. hist. 210-212; C.C. 1, 109-113, T. 155; 6, 188-192, T. 538.

42 Toma de conciencia creciente de la gracia operante de Dios. Se siente colmada del amor de su Señor. Se siente amada e invitada a
ser su Esposa.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

Yo temblaba, lloraba, y quería esconderme debajo de la tierra; pero El me seguía a todas partes, y se mostraba
triste con mis desaires ¡Dios mío! y me rendía con sus caricias; y la miserable de mí, huía huía hasta del Sagrario, presa
de una vergüenza indecible43.
Y así pasaban los días, y en la Comunión, era de ver sus abajamientos, su luz, sus favores, sus gracias, sus ternuras
inenarrables; y yo muerta de pena sin hallar qué hacer con El, sin rendirme a dejarme querer. ¿Cómo la garrapata vil, de
aquel Primor y Hermosura y Poder y Santidad?

2.- Desde este dia me comenzo Jesus a hablar mas claro.


(C.C. 1, 109-113)

Desde este día (14 de enero de 1894) me comenzó Jesús a hablar más claro44.
Yo sentía a Jesús triste y disgustado un poco conmigo. El domingo, después de grabar su Nombre, sí tuve un
rato de oración fervorosísima, ofreciéndome a El con toda el alma, y me parece que estuvo muy contento. Sin embargo,
volvió a su tristeza y yo a mi pena; el día que nos vimos pensaba comunicárselo a usted.

43 Se percibe en este texto, por una parte la conciencia de su pobreza ante la acción de Dios. El alma percibe la distancia enorme que
la separa de la santidad de Dios. Por otra parte, ella experimenta la acción de la gracia operante y la influencia de su acción.
Claramente percibe que es El quien obra en ella. Ante esta acción de Dios que va llenando al alma de gracias y regalos, la actitud no
puede ser otra que la de humildad y abajamiento. Son iluminadoras las palabras de Sta. Teresa: "si son favores y regalos del Señor,
mire con atención (el alma) si por ello se tiene por mejor; y si mientras mayor palabra de regalo, no quedare más confundida, crea que
no es espíritu de Dios. Porque es cosa muy cierta que, cuando lo es, mientras mayor merced le hace, muy más en menos se tiene la
misma alma y más acuerdo trae de sus pecados y más olvidada de su ganancia y más empleada su voluntad y su memoria en querer
sólo la honra de Dios, ni acordarse de su propio provecho, y con más temor anda de torcer en ninguna cosa su voluntad, y con mayor
certidumbre de que nunca mereció aquellas mercedes, sino el infierno. Como hagan estos efectos todas las cosas y mercedes que
tuviere en la oración, no ande el alma espantada, sino confiada en la misericordia del Señor, que es fiel y no dejará al demonio que la
engañe, aunque siempre es bien se ande con temor". SANTA TERESA, Moradas VI, cap. 3, No. 17. En este texto aparecen expresiones
que es preciso puntualizar. Más bien, es necesario saber interpretar como expresiones de un conocimiento espiritual y místico. ¿Qué
podemos decir de expresiones como éstas: "El se mostraba triste con mis desaires y me rendía con sus caricias"? ¿Cómo se percibe la
tristeza de Jesús? ¿Cómo son las caricias que hacen que ella se rinda? Probablemente podemos explicar esto que muchos místicos han
percibido, con la enseñanza de Sta. Teresa: "... quiere el Señor de todas maneras tenga esta alma alguna noticia de lo que pasa en el
cielo, y paréceme a mí que así como allá sin hablar se entiende, así es acá, que se entiende Dios y el alma con sólo querer Su Majestad
que lo entienda, sin otro artificio para darse a entender el amor que se tienen estos dos amigos". Vida, cap. 27, No. 10. Más tarde nos
detendremos en las locuciones y formas de comunicarse el Señor con ella. Y respecto a las "caricias" que recibe del Señor, ¿qué
podemos decir? Estas tienen que ser estudiadas dentro de todo el marco de la doctrina de las sensaciones espirituales, de lo que
hablábamos en esta misma nota. Pero por el momento presentemos la misma explicación que Concepción Cabrera de Armida ofrecerá
muchos años después: "Estos efectos espirituales se llaman caricias", le dice el Señor. Y ella pregunta: "¿Pues qué, Señor, las caricias
no son cariños en la cara?" - "Esta caricia es más íntima -le dice nuevamente el Señor- es el contacto de la Divinidad con el alma; es
un punto de unión crecidísima; es el perder a la criatura en el Creador dentro del Creador: es el ósculo santo del Espíritu Santo" ¡Dios
mío!, exclama ella: con razón es tan exquisito ese sentimiento; con razón al impregnar al alma, se siente deseo de adoración, de
recogimiento, de perderse de veras en ese Dios que absorbe tan suavemente las potencias y sentidos y a toda la criatura". C.C. 48,
92-95.

44 Cf. V. I, 208-209, T. 154 y referencias. Es difícil precisar la fecha de los "diálogos" siguientes entre el Señor y Concepción Cabrera
de Armida, pues ella se limita a decir: "ayer," "hoy", "ahora". Ciertamente esas "conversaciones" y esas purificaciones de las que va
a hablarnos en los textos siguientes hasta el texto 167, tuvieron lugar en la semana que siguió al día en que se grabó el Monograma
JHS, esto es, del 14 de enero al 23 de ese mismo mes. Cf. PADILLA J. M., 1, p. 169.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

Por fin, hoy supe lo que tenía. Iba yo muy prevenida con uno de los pliegos aquellos que usted escribió, y en donde
pensaba hacer mi oración, pero nada. Una hora y tres cuartos me tuvo Jesús sin dejarme leerlo ¡imposible! ¡Qué
comunicación, Padre! y me decía que dejara el papel tan hermoso para mí, y que todo era borrón cuando El hablaba45 .
Fue oración de conversación, y se la voy a trasladar aquí, porque la tengo muy viva.
- ¿Por qué estás triste, mi Jesús, y enojado conmigo que te quiero tanto? ¿Este es el pago de aquel acto que ejecuté, con
mucho gusto aunque con esfuerzo por mi miseria?46
- "Porque Tú sabes lo que quiero y te disimulas (y era cierto, Padre, y en mis propósitos del año entraba esto), quieres
que me una a ti y Yo también lo deseo, pero te quiero muy limpia... Quiero tu corazón vacío de ti misma: no tan sólo de
las criaturas que ya sé que las amas en Mí, y por Mí y que estás pronta a sacrificármelas. Lo quiero solo, sacudido, sin
esos rincones de amor propio en que te buscas a ti ocultamente. Ese gusto secreto, sensible, que en lo espiritual
encuentras... ese contentar tu inclinación con finísima vanidad que tú casi no te das cuenta; estos nadas te impiden mi
unión como Yo la quiero. Tú lo conoces, pero no te resuelves a sacrificármelos".

45 Ella percibe que comienza un período de locuciones del Señor. Ellas le parecerán más claras que las anteriores que haya tenido y
que llegaban a ella de parte de Dios, de tiempo en tiempo y que no le parecían tan claras. Recurriendo a Santa Teresa de Jesús, que
habla extensamente de ellas en el libro de su Vida y en el libro de las Moradas. (Vida, cap. 25, cap. 27, No. 6 y 7, No. 10; Moradas VI,
cap. 3 Nos. 1-11; 12-18. Véanse las notas a pie de página de ALVAREZ T., 1, facilitando la lectura de estos pasajes de Santa Teresa. Ver
también: GABRIEL DE SAINTE MARIE MADELEINE, 1, pp. 40-51: M. EUGENIO DEL NIÑO JESUS, 1, pp. 893-954), hay que tener
presente que ella las coloca en el itinerario espiritual del alma, en el período de las Moradas VI. DERVILLE A., 1, col. 252-257. La
comunicación de Dios con Concepción Cabrera de Armida por medio de "Palabras Interiores", comenzará de manera más habitual y
más clara a partir del 14 de enero de 1894, nueve días antes de los "Desposorios Espirituales". Cf. texto 116, C.C. 1, 38-40; texto 148;
C.C. 1, 100. Después del Monograma grabado en el pecho, 14 de enero de 1894, las comunicaciones del Señor con ella, son mucho
más frecuentes. Antes, las comunicaciones eran generalmente por medio de palabras interiores que se hacen escuchar en la
imaginación, sea en estado de vigilia, sea en estado de sueño. Son perfectamente distintas, aunque no se escuchen con los oídos del
cuerpo. Igualmente, después del monograma, abundarán los diálogos entre el Señor y ella. Intervendrán palabras intelectuales que se
hacen entender directamente por la inteligencia, sin intermediario de los sentidos o de la imaginación, a la manera como los ángeles se
comunican sus pensamientos. Suponen una luz divina y la coordinación de ideas adquiridas preexistentes, o algunas veces ideas
infusas. Cf. SANTO TOMAS, 1, q. 107, a. 1. "Es un hablar sin palabras, que es la lengua de la Patria". SANTA TERESA, Vida, cap. 27.
San Juan de la Cruz enseña que estas palabras intelectuales pueden ser: sucesivas, formales y substanciales. Subida, libro II, caps.
26-29. El P. GARRIGOU-LAGRANGE, 1, t. II, pp. 554-557, sintetiza de la siguiente manera el pensamiento de San Juan de la Cruz sobre
las palabras intelectuales en su triple acepción. Las palabras intelectuales sucesivas no se producen sino en el estado de recogimiento:
provienen de nuestro espíritu esclarecido por el Espíritu Santo y esto se lleva a cabo con tanta facilidad y con una mirada tan nueva,
que el entendimiento no puede figurarse que eso venga del fondo de sí mismo. Estas palabras sucesivas, están sujetas a ilusión, ya que
el espíritu, que al principio seguía solamente la verdad, puede desviarse, dejarse engañar y aun caer en mil extravagancias, tanto más
cuanto que el Demonio frecuentemente se mezcla en estas palabras sucesivas, sobre todo en las personas que están apegadas a ellas.
Las palabras sucesivas vienen de Dios cuando ellas producen en el alma simultáneamente un aumento de caridad y de humildad. Pero
dado que es difícil discernir el amor sobrenatural de un mero amor natural y la verdadera humildad de lo que es pusilanimidad, se
sigue que es difícil también reconocer el origen divino de dichas palabras sucesivas. Las palabras intelectuales formales, son
llamadas así, "porque el espíritu conoce formalmente que ellas son proferidas por otro, sin que uno pueda contribuir a ellas en
nada... y se pueden escuchar fuera de todo recogimiento, aun estando muy lejos de pensar en aquello que se escucha". SAN JUAN DE
LA CRUZ, Subida, cap. 28. Por lo tanto, son muy diferentes de las anteriores y a veces son muy precisas. De ordinario, su finalidad es
la de enseñar o ilustrar, y su efecto es producido siempre, aunque se sienta repugnancia por aquello. Estas palabras

46 Esta oración de conversación se entenderá mejor si tenemos en cuenta lo que años más tarde le explicará el Señor a ese respecto,
hablándole de la Oración Comunicativa: "Oración comunicativa es, hijita, la que tienes tú en estos momentos y cuando escribes y
cuando te hablo, y cuando platicamos los dos..." La continuación de la descripción de esta Oración Comunicativa, la hemos
presentado ya en la nota anterior (de este texto). Me pregunto si esta oración comunicativa no podría compararse con aquella manera
de comunicación existente entre Dios y el alma de la que nos habla Santa Teresa en el cap. 27 del libro de su Vida, Nos. 4-12. "Pone
el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma, y allí lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a
manera de esta visión que queda dicha" (No. 6). Ver también ARINTERO J., 2, pp. 624-642, al hablar de los Sentidos Sobrenaturales.
Por todo esto, podemos entender cómo adivina el alma la tristeza, la ternura o el gozo del Señor, como lo deja ver Concepción
Cabrera de Armida en este texto de la Oración Comunicativa y en el que estamos comentando. Ver también como percibe los estados
de ánimo de Jesús al hablarle cf. 6, 149-156, T. 527 y ref. Cf. FABRO C., Gemma Galgani Testimone del Soprannaturale; Roma (CIPI)
1985, pp. 211-274; Santa Teresa Morada VI, Cap. 8, n. 6.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

- Es cierto, Jesús mío, pero hoy mismo daré principio consultándolo con mi Director, a este despojamiento interior,
doloroso puesto que Tú me lo pides. Quieres que pase por tus consuelos sin tocarlos, sin que se peguen a mi corazón,
qué difícil, Señor; quieres casi una cosa imposible a mi miseria.
- "Pues trabaja, que Yo te ayudaré; ya te lo digo, y entiéndelo bien: te quiero muerta a ti misma no sólo en los afectos
justos materiales, sino en el gusto sensible de los sentimientos espirituales que te comunique".
- Pero Jesús, ¿cómo no he de gozar y complacerme en tu amor, si lo estoy sintiendo, si me produce felicidad?
- "Goza y complácete pero puramente en Mí, y no en los sentimientos, que estos pasan, y Yo te quedo, y crucificado....
Sacrifícame tus placeres espirituales sensibles".
- Pero Jesús, dime hasta dónde me quieres llevar, y tan aprisa. Hará sólo 10 días que no encuentro faltas en mí y ya
quieres, sin que esto se afirme, levantarme a otro grado y muy fino y muy delicado. (Bien me sentía yo Padre, que iba
entrando en otro camino esta alma).
Qué modo de conquistarme de ese encantador Jesús, Padre. Con ponerse triste me domina enteramente y hace lo que
quiere de mí. ¡Qué lindo, qué primoroso es nuestro Jesús! Luego que esto le prometí ya se puso diferente conmigo; tanto
que sentí que me dijo esto que me da vergüenza poner aquí:
- "Ya eres Mía y acércate, quiero abrazarte"47.
- No me dejo, le contesté; no sé por qué Padre.
- "¿Pues no eres acaso Mía -me repitió-, no estás sintiendo que tu pecho te lo dice?" (No sé lo que sentí Dios mío, pero
le dije):
- Sí, Jesús, soy toda tuya, pero no me dejo, y quiéreme desde lejos.
Y no me sacó de aquí, Padre, y no me dejé, y le dije que otro día y me vine, y tengo remordimiento acordándome de que
usted quiere que me deje llevar de El... pero Padre de mi alma no puedo vencerme; ¿hago mal? Ahora tengo vergüenza
de verlo en el Tabernáculo porque me parece que me llama.

3.- Siguio comunicandoseme Jesus, Padre, haciendome ver con claridad todos mis defectos y diciendome la
manera de curarlos.

47 Todo este lenguaje de amor nupcial que emplean los místicos, no puede entenderse sin el recurso a lo que se llama: "los sentidos
sobrenaturales y espirituales del alma". He aquí el pensamiento del P. Arintero respecto de los sentidos espirituales y sobrenaturales
del alma: "las santas Escrituras están llenas de estas sensaciones de lo divino, que con tanta diligencia han procurado describir los
autores espirituales, reduciéndolos a cierto orden de sentidos. Y éstos, apoyados en los Dones del Espíritu Santo -de los cuales se
derivan-, conducen, en las almas que los ejercitan bien, a la clara inteligencia y plena conciencia espiritual, que se hallan cuando el
Don de Sabiduría y el de Entendimiento llegan a un alto grado de desarrollo. Por eso, aunque el ejercicio normal de estos Dones lo
da Dios a unos más pronto que a otros y a otros -quizá más perfectos- más tarde, lo cierto es que todos los santos que han llegado al
grado de unión de conformidad empiezan ya a sentir claramente los toques divinos y gustar su suavidad -cuando no también a oír su
voz interior y verle en cierto modo- y por lo mismo, a tener conciencia de los misterios de la gracia que en ellos obra. En la unión
mística, dice Felipe de la Santísima Trinidad, Disc. prelim. a. 8, es Dios percibido por un tacto interior y un abrazo. Es palpado en
cierta manera por el alma. Esta lo nota manifiestamente, porque entonces Dios la certifica de que se halla en realidad presente. Que
existen estos diversos sentidos espirituales, y que todas las almas justas los poseen en mayor o menor grado, es doctrina corriente.
Así como en el cuerpo -dice San Buenaventura en Itiner. aetern.6 dist. 2, hay cinco sentidos con que percibimos de diversos modos las
cosas materiales, así también el alma tiene su manera de vista, oído, olfato, gusto y tacto, con que siente y experimenta de un modo
espiritual las cosas incorporeas y divinas. Si los místicos acostumbran apelar a esos nombres, es a falta de otros. San Agustín, Conf.
1. 10, c. 6, nos lo advierte bien claro cuando exclama: ¿Qué es eso Dios mío, que yo amo cuando te amo? No es una hermosura
sensible... ni las melodías de un cántico variado, ni el suave olor de las flores, ni el gusto del maná, ni caricias corporales. No, no es
nada de eso lo que yo amo en mi Dios. Y, sin embargo, lo que yo amo en El es cierta luz, cierta voz, cierto olor, cierto alimento, cierto
abrazo, que sólo pueden sentirse en lo más interior. Mi alma ve brillar una luz que no está en el espacio, oye un sonido que no se
extingue con el tiempo, siente un perfume que no lleva el aire, gusta un alimento que no disminuye ni cansa." Hasta aquí el texto de
San Agustín y el texto del P. ARINTERO J., 2, pp. 630-632. Estas sensaciones espiritualísimas y tan elevadas para aclararse lo bastante,
exigen una completa purgación de todos los afectos terrenos y una muerte total a todo lo que no sea Dios o cosa de su divino servicio.
Por eso suelen experimentarse hasta después de lograda la perfecta unión de conformidad, cuando empieza ya de veras la
transformativa, es decir, hasta pasar por los éxtasis y raptos, y aun por la terrible noche del espíritu, donde el alma muere
místicamente con su Salvador, para resucitar con El a nueva vida. Cf. ARINTERO J., 2, pp. 635-636. Concepción Cabrera de Armida se
encuentra en este período de vida espiritual que acaba de describir el P. Arintero. Ver también el texto 144 y nota correspondiente de
Concepción Cabrera de Armida que hemos presentado anteriormente. Cf. 12, 350-352, T. 1215.

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

(C.C. 1, 117-120)

Anoche tuve llamamientos a la oración muy imperiosos, me levanté y esto duró cerca de dos horas. Siguió
comunicándoseme Jesús, Padre, haciéndome ver con claridad todos mis defectos y diciéndome la manera de curarlos48.
Voy a trasladar aquí aquella conversación que casi puede decirse que duró sin cortarse hasta la oración de la mañana por
una hora y tres cuartos.
- "Para unirme a ti, me dijo, necesito que mueras primero a ti misma y te dejes hacer de Mí, lo que Yo quiera sin
ponerme obstáculos".
- Pero ¿qué es cierto lo que pretendes, Jesús, los "desposorios" que el Padre me dijo? 49
- "Sí; pero tú no lo habías entendido. Necesito tanto vestirte de Mí, y purificarte... por que a mi unión nadie viene
manchado, y tú lo estás todavía. Quiero que ese gusto secreto que tienes de que te dé tal Padre la Comunión, lo
sacrifiques, y que te sea indiferente recibirme de cualquier Sacerdote".
- Está bien, Jesús.
- "Quiero que ese gusto que experimentas luego que te vacías en el papel y te complaces en leer y releer aquello, no lo
hagas; está bueno que lo arregles para que tu Director lo examine, pero acaba y no vuelvas a pensar en ello; tal vez
más tarde te sirva, pero quiero arrancarte esa no vanidad precisamente, pero gusto sensible".
- Lo haré Jesús.
- "Quiero que en todo me busques a Mí y no a ti. En las penitencias, aquel placer también sensible que sientes cuando te
sangras en la disciplina, aquellos dolores de las demás cosas, agradables para ti, aunque Yo sea el fin, no soy Yo
puramente, sino que te contentas a ti. Hazlas según el parecer de tu Director, pero ya sea que te sangres o no, no te fijes
y enderézalas a mi gloria tan sólo".
- Sí, mi Jesús.
- "La llaga que ahora mismo te mortifica50 , no vuelvas a hablar de ella sino cuando tu Director te hable. Sé que no
fueron torcidos el principio, medio y fin51 y que Yo fui solamente el móvil de todo, pero podías sentir vana complacencia
y no lo quiero. Cúrate por obediencia y olvídala".
- ¡Ah mi Jesús! está bien.
- "Deseo estar Yo solo en tu corazón y limpiarlo de tantas telarañas que lo afean. Sé muy clara de conciencia, no sólo
diciendo lo que quieres, sino lo que no quieres por parecerte imaginación, etc. etc; esto es amor propio. ¿Qué te
importa que lo crean o no? A ti no te toca esto y tu Director sabrá lo que deba aconsejarte".
- Sí, Jesús mío, te lo prometo.
- "Esa pena que te martiriza en tu estado52, lleva también su capa de desorden, te quisieras ver tan pura..."
- ¿Qué esto no es bueno, Jesús?

48 Cf. 1, 37-38, T. 115 y ref.

49El P. PADILLA J.M., 1, p. 169, trae el texto en el que el P. Mir le insinúa a Concepción Cabrera de Armida que el Señor quiere unos
"Desposorios" con ella.

50 Se trata de la llaga que le ocasionó el Monograma JHS en su pecho.

51El Señor le habla en un lenguaje conocido para ella, a saber, el de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio: "La quinta (regla):
debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinando a todo bien, señal es
de buen ángel." No. 333.

52 La pena a la que se refiere es la del martirio de la virginidad, del que se ha hablado abundantemente anteriormente. Algo inspirado
por Dios, es todavía imperfectamente aceptado. Esa imperfección denota que su unión con Dios no es aún completa. Se entrega la
voluntad a Dios, ciertamente, pero el alma, como nota Santa Teresa, que se encuentra en la Morada V, "aun con todas estas ganancias
(las gracias de la Morada V) no está aún tan rendida a la Voluntad de Dios". Moradas V, cap. 2 No. 10. Así, Concepción Cabrera de
Armida aunque sufre por el desgarramiento interior de pensar que no puede ser totalmente de Dios por estar casada y anhelar ser toda
de Dios por los caminos de la virginidad cristiana, tiene en estos anhelos su capa de desorden.

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EXPERIENCIA FUNDANTE

- "Oh sí; Yo soy el que te comunico este deseo vehementísimo, pero, ¿no ves que te buscas a ti un poco, y no puramente
a Mí? ¿Preferirás mejor tu gusto al Mío? ¿Quién sino Yo te tiene ahí crucificada? ¿Qué poder humano existe que pueda
librarte? ¿Quién sino sólo Yo puede arrancar de ti esos clavos que no te dejan mover, desgarrándote? ¿No ves que soy
Yo el que ahí te quiero hasta que me plazca, y que para comunicarme al alma no hay otro obstáculo que el pecado?"
- Pero no me gusta, Jesús.
- "Pero Yo lo quiero; déjate en mis brazos, déjame obrar..."
- Ah, Señor, que has puesto el dedo en la llaga... digo en las llagas. ¿Qué te has propuesto Jesús, por qué no me dices las
cosas poco a poco y no este torrente de cosas a un tiempo?
- "Porque tengo prisa, por que he esperado mucho... Domina también esos sentimientos en que te desbordas; no te
prohibo que lo hagas, y es hasta necesario, pero en todo me gusta la moderación".

VI. la visión de la cruz del apostolado como experiencia espiritual

1.- Descripción de la visión:

Primera visión - febrero 1894


Esta mañana después de comulgar, estando recogida haciendo mi oración en la Iglesia de la Compañía vi de repente, una
cosa como alegoría, sólo de tamaño natural, que no entendí.
Era como un inmenso cuadro de luz encendida, diré, y aclarándose hacia el centro, siendo blanquísima la de en medio,
¡luz blanca!, ¡qué raro!, y encima de todas estas clases de luces con miles de rayos de oro y fuego, una paloma blanca,
extendida de sus alas, mero arriba, como abarcando todo aquel conjunto de luz.
Lo vi todo esto muy claro puesto que era luz, pero entendí que fue una visión obscura, o muy alta, diré.
Padre: ¿estas cosas se llaman visiones? ¡ay Dios mío! Tengo miedo y susto, aunque agradezco cuanto soy capaz estas
cosas ciertas o imaginadas, porque traen mucho bien a mi alma.
Quisiera detenerme... y me arrastra una fuerza sobrenatural, y no está en mi mano, ni puedo...» (Ap. C. 1-1a).

Segunda Visión:
«Otra vez la Palomita pero con la Cruz
A los dos o tres días de esta visión, voy viendo una tarde, en la misma Iglesia de la Compañía, ¡feliz tarde!, otra vez de
repente, a una paloma blanca en medio de un gran fuego, como de rayos de luz, pero de luz casi blanca, clarísima y
brillante, muy superior a la eléctrica e incandescente. En el centro de esta luz, se encontraba una paloma, repito,
blanquísima también, con las alas extendidas y debajo de ella, en el fondo de aquella inmensa luz, una cruz grande, muy
grande, con un corazón en el centro en donde los brazos parten.
Parecía que flotaba en un crepúsculo de nubes como con fuego dentro.
Debajo de la Cruz partían miles de rayos de luz, los cuales no se confundían ni con la luz blanca de la Palomita, ni con el
fuego de las nubes.
Eran como tres tonos de luz, ¡qué primor y qué encanto!
En la primera vez, me dijo mi Director que no hiciera caso; en la segunda, comenzó a fijarse» (Ap. C. 1-2).

Tercera Visión y siguientes:


«Ver otra vez la Cruz
Vi hoy repentinamente a la hermosa Cruz, la cual me sale al encuentro, diré, muchísimas veces.
Descripción Corazón
En el centro de la Cruz, se ve un Corazón, pero no pintado, sino vivo... palpitante... de carne, pero como glorificado, que
trasciende virtud, calor y vida: no sé cómo explicarme.
Está rodeado como de fuego material, diré, movible, como dentro de una hoguera; y, sin embargo, encima tiene,
brotando del interior, otra clase de llamas como lenguas de fuego de más calidad o grados, diré, distinto al fuego del

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

derredor. Estas llamas, suben moviéndose como con violencia, como desprendidas de un volcán, y casi cubren y
descubren a la cruz chiquita que está plantada, o se ve salida un poco del Corazón.
Además, está este Corazón rodeado de rayos luminosos como anchos al principio, y delgados al fin: y éstos no se
confunden con las llamas, sino que quedan debajo, diré, como sombra de luz, no sé cómo explicarlo; era como una
aureola, o cerco, o disco de luz brillantísima.

Espinas
Tiene este Corazón espinas agudísimas, como que lo aprietan penetrándolo, y duele verlas.

Lanza
Tiene lanza, pero no se ve la punta por estar dentro del Corazón, pero sí la ancha herida, que hace brotar sangre entre
líquida y cuajada y escurre sobre la Cruz.

La Cruz
La Cruz en que se presenta este Corazón no es aplastada, sino que se ve de lado o como con perspectiva.

Corazón
El Corazón como vivo y palpitante tiene venas o nervios, o algo rojo grueso, como ramificaciones naturales.
¡Oh si lo pudiera pintar tal cual le vi!
No sé, padre, si esta explicación le basta; pero hay cosas, que aunque se expliquen quedan como sombras de la realidad
(Ap. C. 2-3, Cf. V. I, 211-214; Aut. 2, 36-38).

Cruces
Muchas veces se me presenta esta hermosa Cruz con el Corazón, y de día y de noche, a todas horas como que me sale al
encuentro y me persigue. Dice mi Director que será bueno mandarla pintar. Yo la tengo tan en el corazón, que cada rato
estoy pensando en ella, y en qué querrá con eso el Señor.

Corazones
En mi oración de anoche y entre la de ahora, cada rato se me presentaban corazones inflamados con llamas movibles,
rayos y luz celestial (no juntos, sino uno solo varias y repetidas veces). Este Corazón como que tiene vida, no es pintado.
Muchas veces he visto también cruces de diferentes tamaños, pero todas con ese Corazón en el centro...» (Ap. C. 2-3a).

Igual descripción encontramos en V. I, 211-214, pero, este texto añade algo de interés. Subraya la frecuencia y cantidad
de estas visiones:

«Puedo descifrar así todo esto porque incontables ocasiones, de día y de noche, se me presentaba esta hermosa cruz,
aunque ya sin Palomita.
¿Qué será esto?, me preguntaba. ¿Qué querrá el Señor?» (V. 1, 214).

Aunque en la Autobiografía la descripción parece casi idéntica, esto no es así. Hay un elemento importante que es
nuevo. Es la vinculación de la visión de la Cruz del Apostolado, con el hecho del Monograma:

«Palomita
Sólo pasaron unos días después del monograma, cuando... vi, no sé cómo, una Paloma...» (Aut. 2, 36).

2.- Visión profética e inspiración del cielo (C.C. 3, 90) y de origen divino (Ap. C. 43).

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EXPERIENCIA FUNDANTE

«Realmente se ha abierto el cielo, para que ella reaparezca al mundo: ella trae virtud y arrancará los corazones de la
tierra. ¿Qué no sientes que de allá ha venido la Cruz del Apostolado?» (Ap. C. 43).

«No hace tres meses que nació esta inspiración del cielo...» (C.C. 3, 90; 4 mayo 1894).

«Baja del cielo» (V. II, 313).

«Ha venido del cielo» (V. II, 316).

«... y tu origen divino» (Ap. C. 63).

3.- Riqueza de contenido en la visión de la Cruz del Apostolado

«Mi Cruz todo lo tiene y nada le hace falta» (Ap. C. 40).

Explica su riqueza en general:

«Anoche me tuvo en oración de quietud pero no me habló, y hoy me dio algunas ideas haciéndomelas ver en la Cruz del
Apostolado. dice que esa Cruz es el edificio de la perfección: que ahí están los Misterios todos... los dones y los frutos
del Espíritu Santo; que las tres virtudes teologales están representadas en la Santísima Trinidad que está ahí, y que el
Camino, que representa Él está precisamente en su Corazón divino sobre la Cruz, en el amor y en la Cruz, y que no hay
casi, quien lo enseñe a esa multitud de almas que corren por otros, torcidos, que sin duda los conducirán al precipicio.
Que sigue el mundo el camino de sus caprichos, de sus exterioridades y comodidad... y que el verdadero Camino, es
opuesto enteramente a las máximas del mundo y a la corrompida naturaleza... Que por esto precisamente apareció a este
mundo en estos aciagos tiempos, un último recurso quizá, la Cruz preciosa del Apostolado... que ahí, con señales
exteriores, para que les sea más fácil penetrar, está lo que las almas necesitan: el amor unido con el dolor. Que en esa
Cruz, está todo el tratado de las virtudes, y los tres grados de vías, purgativa, iluminativa y unitiva» (C.C. 6, 251-252; 3
noviembre 1895; Cf. Ap.C. 80).

«Dice que esa Cruz es el edificio de la perfección. Que ahí están los Misterios todos, los Dones y los Frutos del Espíritu
Santo» (Ap. C. 80; cf. C.C. 6, 251).

«... Te dije que esta Cruz es inmensamente rica y ahora lo ves, y más tarde lo comprenderás» (C.C. 6, 98).

«La Cruz sola causa temor al mundo, pero la Cruz con mi Corazón, atrae...
La Cruz que atraviesa a mi Corazón, está plantada entre llamas, ¿cómo no ha de estar caliente, cómo no ha de abrasar a
quien la toque, la cargue, y se clave en ella?... y viene mi Cruz a despertarlas de su error, a empujarlas, completando la
obra del amor y del dolor unidos, para que no sólo florezcan esas almas esparciendo su aroma, sino que fructifiquen para
mi gloria y para la vida eterna» (Ap. C. 18a-19).

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CURSO DE ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ, NIVEL 1

EXPERIENCIA FUNDANTE ............................................................................................................................................ 57


II.- Un arte de vivir según el Evangelio .............................................................................................................................. 57
1.- Conformidad con Cristo................................................................................................................................................. 57
2.- La conformidad del cristiano con Cristo, obra de la gracia y proyecto del hombre. .....................................................58
3.- La perfección sublime de Cristo bajo un ángulo particular. .......................................................................................... 58
4.- Una espiritualidad que no excluye ninguna de las perfecciones.................................................................................... 59
III Espiritualidad evangélica y espiritualidad del Evangelio .............................................................................................. 59
IV.- Espiritualidad y Teología..............................................................................................................................................60
V.- Experiencia fundante en Concepción Cabrera de Armida .............................................................................................60
1.- Preparación. ...................................................................................................................................................................60
a).-«Tu misión es salvar almas» .......................................................................................................................................... 60
b) Generosidad .................................................................................................................................................................... 63
VI. la visión de la cruz del apostolado como experiencia espiritual ...................................................................................83
1.- Descripción de la visión:................................................................................................................................................ 83
2.- Visión profética e inspiración del cielo (C.C. 3, 90) y de origen divino (Ap. C. 43). ...................................................84
3.- Riqueza de contenido en la visión de la Cruz del Apostolado .......................................................................................85

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