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Leyendas para Niños
Leyendas para Niños
Leyendas para Niños
“Leyendas
para niños”
Leyenda del conejo grabado en la luna
Cuenta la leyenda que el dios azteca Quetzalcóatl se encontraba
paseando por los cielos cuando decidió bajar a visitar la Tierra. Antes
de descender evaluó su aspecto y pensó que lo mejor sería tomar el
aspecto de un ser humano, ya que su apariencia de serpiente
emplumada podría asustar a los humanos y a otras especies.
Ellos habían vivido muy feliz sin él sin este mal hombre, siempre paraba
gritando y en borracheras, sin olvidar que siempre los castigaba sin sentido,
así como también se metía con la Madre. La Mujer siempre rezaba para que
este hombre no regrese, pero lastimosamente regresó.
Cuando llegó este hombre, de una patada tiró la puerta y gritó por qué no lo
habían recibido. Los niños muy espantados se escondieron. La Madre se enfrentó
a su Esposo con tal de defender a sus hijos pero lamentablemente, ella fue
golpeada y se desmayó por varias horas. Cuando ella despertó, lo primero que
hizo fue buscar a sus hijos, pero al buscarlos por toda la casa, no los encontró ni a
su Esposo. Muy desesperada, salió fuera de la casa y corrió bajo la tormenta
llorando y gritando el nombre de sus hijos por varios días, meses, años, pero nunca
los encontró.
Las mujeres que logran oír los lamentos y gritos de la Llorona, corren
asustadas rápidamente tras sus hijos para esconderlos de ella, por qué si los
encuentra, se los puede llevar para siempre.
La leyenda de los volcanes
El Rey tenía una hija muy hermosa llamada Iztlacíhuatl.
Antes de partir, la princesa le prometió que lo esperaría por siempre jamás. Él,
que partía muy preocupado, pidió al rey que le concediera la mano en
matrimonio de la princesa si volvía vencedor, a lo que el Rey accedió
diciéndole que si a su regreso traía en la punta de su lanza la cabeza del
cacique enemigo, Popocatépetl, sería premiado como héroe y su lecho de
amor estaría preparado. Así Popocatépetl partió determinado en cumplir su
encargo la más pronto posible y regresar a desposar a la bella Iztlacíhuatl,
quien paciente esperaba la hora de que su amado llegara victorioso. Pasó
mucho tiempo, el noble Guerrero enfrentó incontables batallas en toda la
tierra, en la lluvia, en el frío y en el calor, pero pasaban los meses y no
encontraba al cacique enemigo. Pasaron los años y Popocatépetl no volvía,
la princesa, fiel a su promesa seguía esperándolo.
Cuentan que todas las tardes subían a lo alto de la montaña a llevarle flores
a Tonatiuh, el dios sol, él parecía sonreírles desde las alturas ante la ofrenda
de los enamorados, y ellos juraron amarse por siempre, incluso más allá de la
muerte.