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Procesos Cognitivos Basicos

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Es natural la directriz del hombre a investigar sobre el sentido, coherencia, explicación a

todo lo que percibe, fundamentarse para ello, en lo que ya sabe. Sólo cuando logra cierta
coincidencia entre lo percibido y lo sabido, aquello adquiere sentido para el hombre. Si se carece
de los conocimientos que permitan interpretar satisfactoriamente lo observado, se acude por
analogía a situaciones conocidas y se deduce la información faltante. Lo que no se soporta es
permanecer en un mundo sin sentido.

Quienes conocen los estudios de Piaget (1975) saben que el hombre, desde sus primeros
años de vida, es capaz de percibir y reconocer. Al hacerlo, guarda en su memoria algún tipo de
imagen o representación del mundo que lo rodea, que luego compara con lo que percibe en otro
momento determinado, descubriendo semejanzas o relaciones. Es el inicio de lo que Piaget
(ibídem) llama capacidad simbólica, base indispensable para el desarrollo posterior del lenguaje
que se apoya en ciertos procesos cognitivos.

Los procesos cognitivos, “son estructuras o mecanismos mentales” (Banyard 1995: 14)
que se ponen en funcionamiento cuando el hombre observa, lee, escucha, mira. Estos procesos
son: percepción, atención, pensamiento, memoria, lenguaje. Los procesos cognitivos
desempeñan un papel fundamental en la vida diaria. El hombre, todo el tiempo, está percibiendo,
atendiendo, pensando y utilizando la memoria y el lenguaje.

Ambos, estos procesos cognitivos constituyen la base a partir de la cual se entiende el


mundo. También subyacen al funcionamiento cognitivo más sofisticado como lo es la lectura, la
comprensión social o las creencias. Sin embargo, estos procesos no tienen lugar como meras
rutinas automáticas de procesamiento de la información: actúan como muchos otros aspectos de
la psicología humana, aportando su cuota para convertirnos en lo que somos.

Los seres humanos, desde pequeños, son aptos de precisar su atención, es decir, de elegir
algún aspecto del contexto que los rodea para percibirlo conscientemente. Es interesante
comprobar que a medida que el sujeto crece, esta capacidad de prestar atención sigue siendo
limitada en cuanto a cantidad de contenido. A medida que crece, el niño aprende a controlar su
atención, elige la fracción de su entorno sobre la cual quiere hacerla recaer. En cuanto a otros
procesos cognitivos básicos, como la capacidad de guardar en la memoria, los infantes no
realizan grandes esfuerzos para almacenar o recordar nada, solamente sucede, como cuando
sonríen al ver la cara de su madre o se inquietan al ver su tetero.
Los procesos cognitivos básicos son aquellos que, como la percepción, la atención y la
memoria, se pueden producir sin la intervención consciente del sujeto y tienen una raíz
biológica; no obstante, lo anterior no implica que el sujeto no pueda, ulteriormente, llegar a algún
grado de control e intencionalidad en su realización (Viramonte, 2000: 30).

Los tres primeros procesos cognitivos señalados por Duarte et. al (1988), referentes a la
percepción, la atención y la memoria, a los que añadiremos también la sensación y que
constituyen los procesos cognitivos básicos.

La sensación es el proceso que se produce a través de los receptores sensoriales para


captar los estímulos del medio interno y externo (Antoranz y Villalba, 2010). Según Marina
(1998), la percepción implica “coger información y dar sentido” (p. 110). Esto significa que la
información no involucra sólo el acto de ver, leer, oír, sino también la comprensión e
interpretación de relaciones. La percepción resulta de los datos sensoriales suministrados por los
sentidos, así como de la interpretación realizada por el sujeto que percibe, a la luz de las propias
experiencias o lo que ya sabe sobre el mundo y la vida, pues “la percepción es un proceso que
usa el conocimiento previo para recopilar e interpretar los estímulos que nuestros sentidos
registran” (Matlin, 2002, 32).

La atención se da cuando el receptor empieza a captar activamente lo que ve lo que oye y,


comienza a fijarse en ello o en una parte de ello, en lugar de observar o escuchar simplemente de
pasada. Esto se debe a que el individuo puede dividir su atención de modo que pueda hacer más
de una cosa al mismo tiempo. Para ello adquiere destrezas y desarrolla rutinas automáticas que le
permiten realizar una serie de tareas sin prestar, según parece, mucha atención. A esto es lo que
se llama teoría de la capacidad (Banyard, 1995: 29) que se refiere a cuánta atención se puede
prestar en un momento determinado y cómo ésta puede cambiar dependiendo de lo motivado o
estimulado que se esté. Como actividad energetizadora y direccional, constituye el “mecanismo
de activación o alertamiento de los procesos cognitivos” (Fernández y Trespalacios, 2004, 303).

Y el último proceso cognitivo básico es la memoria, entendiendo por memoria la


capacidad para almacenar y recuperar la información. Sin la memoria no se podría llevar a cabo
el resto de los procesos cognitivos. Según Rivas (2008) los procesos de la memoria operan, pues,
respecto de conceptos, imágenes visuales, olores, melodías, movimientos, etc., que no consisten
precisamente en la retención y reproducción literal de determinadas expresiones verbales. De
acuerdo a Banyard (1995), cuando se memoriza, en primer lugar, se necesita codificar la
información, de modo que pueda formar alguna clase de representación mental (acústica para los
acontecimientos verbales, visual para los elementos no verbales, o semántica para el significado).
Una vez hecho esto, se almacena esa información durante un cierto período de tiempo (corto o
mediano plazo), y luego, en una ocasión ulterior, se recupera.

Viramonte (2000), expone tipos o almacenes de memoria que han sido presentados por
algunos estudiosos, la sensorial, la de corto plazo y la de largo plazo:

Memoria sensorial: Esta memoria está relacionada con la llegada de la información a un


órgano receptor (el ojo), hasta que el cerebro ha realizado su percepción. Su función operativa es
de segundos, la entrada de la información es muy rápida, la persistencia es muy breve.

Memoria operativa: Esta memoria, más que ser concebida como un almacén donde se
guarda información por un tiempo breve, antes de pasar a la memoria de largo plazo, se le figura
como un sitio en el que se integra la información que se recibe del exterior o información nueva.
Peralbo (1998) establece, a su vez, que la memoria operativa es un proceso cognitivo en el que
ciertas unidades o elementos de información se retienen en un almacén de memoria.

Memoria a largo plazo: La memoria de largo plazo está constituida por todos los
conocimientos, experiencias y saberes que se almacenan a lo largo de la vida y resulta
fundamental al momento de comprender. Una de sus características es su capacidad infinita de
almacenar información, tal como lo refiere Smith “un sistema organizado de conocimientos en
que cada ítem de información está relacionado de alguna manera con todos los demás” (1995:
60). “no es la antesala a largo término, sino la parte que utilizamos de esta última para entender
a, y obtener sentido de, una situación común” (Smith, 1995: 64).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

PERALBO, M., GÓMEZ, B., SANTÓRUN, R., GARCÍA, M. (1998). Desarrollo del lenguaje y
cognición. Edición Pirámides. Madrid.

PIAGET, J. (1975). La formación del símbolo en el niño. Editorial Fondo de Cultura Económica
(1961). México.

SMITH, F. (1995). Comprensión de la lectura. Editorial Trillas. México.

VIRAMONTE, M. (2000). Comprensión lectora. Dificultades estratégicas en resolución de


preguntas inferenciales. Ediciones Colihue. Buenos Aires (Argentina).

VYGOTSKY, L. (1987). Pensamiento y lenguaje teoría del desarrollo cultural de las funciones
psíquicas. Buenos Aires.

Antoranz, E., Villalba, J., (2010). Desarrollo cognitivo y motor. Madrid: Editex

Aragón, V. (2011) Procesos implicados en la lectura. Revista Digital de Innovación y


Experiencias Educativas, 39. Recuperado el 25 de abril de 2015 de http://www.csi-
csif.es/andalucia/modules/mod_ense/revista/pdf/Numero_39/VIRGINIA_ARAGON_ 2.pdf

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