El documento analiza el ascenso al poder de Juan Manuel de Rosas en Argentina entre 1827-1835 y el surgimiento de la Confederación Argentina durante ese período. Resalta que Rosas buscó crear orden y estabilidad luego de décadas de guerras y que logró esto estableciendo una confederación entre las provincias y concentrar el poder en Buenos Aires. También destaca la oposición que generó su proyecto de dominio porteño y el uso del terror para mantener su régimen.
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El documento analiza el ascenso al poder de Juan Manuel de Rosas en Argentina entre 1827-1835 y el surgimiento de la Confederación Argentina durante ese período. Resalta que Rosas buscó crear orden y estabilidad luego de décadas de guerras y que logró esto estableciendo una confederación entre las provincias y concentrar el poder en Buenos Aires. También destaca la oposición que generó su proyecto de dominio porteño y el uso del terror para mantener su régimen.
Descripción original:
Título original
El Ascenso de Rosas al poder y el surgimiento de la Confederación
El documento analiza el ascenso al poder de Juan Manuel de Rosas en Argentina entre 1827-1835 y el surgimiento de la Confederación Argentina durante ese período. Resalta que Rosas buscó crear orden y estabilidad luego de décadas de guerras y que logró esto estableciendo una confederación entre las provincias y concentrar el poder en Buenos Aires. También destaca la oposición que generó su proyecto de dominio porteño y el uso del terror para mantener su régimen.
El documento analiza el ascenso al poder de Juan Manuel de Rosas en Argentina entre 1827-1835 y el surgimiento de la Confederación Argentina durante ese período. Resalta que Rosas buscó crear orden y estabilidad luego de décadas de guerras y que logró esto estableciendo una confederación entre las provincias y concentrar el poder en Buenos Aires. También destaca la oposición que generó su proyecto de dominio porteño y el uso del terror para mantener su régimen.
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“El Ascenso de Rosas al poder y el surgimiento de la Confederación” (1827-1835)
(Rosana Pagani, Nora Souto y Fabio Wasserman)
En la historiografía del fenómeno rosista, los aspectos sustanciales al régimen
permanecen en la oscuridad esto se debe a: 1. La dificultad de pensarlo como parte de las alternativas sociopolíticas existentes en el Río de la Plata. 2. La falta de periodización de sus prácticas y discursos.
El objetivo principal de Rosas era compartido por el conjunto de las élites
rioplatenses: la construcción de un orden social y político tras dos décadas de inestabilidad provocadas por las guerras de independencia y civiles. Los instrumentos jurídicos y políticos con los que se edificó el régimen rosista en Bs. As. habían sido creados en su mayoría, durante el proceso de constitución de la provincia en estado autónomo en los primeros años de la década de 1820. Era primordial para Rosas, la producción de un orden sociopolítico legítimo y estable a la vez tanto en Bs. As. como en el Río de la Plata. Claro que no cualquier orden sino uno que garantizara el predominio del sector mercantil ganadero porteño del cual él formaba parte. Este proyecto chocó con los intereses, ideas, y ambiciones de otros sectores sociales, políticos, económicos y/o regionales, de ahí la constante pero heterogénea y poco articulada oposición que fue instigando el orden rosista a medida que se iba extendiendo en el Río de la Plata. Rosas buscó y logró inhibir la creación de poderes políticos legales que pudieran situarse por encima de los Estados provinciales. La solución institucional adoptada fue la creación de una confederación que a partir del pacto federal de 1831 y hasta la sanción de la constitución de 1853 reguló las relaciones entre las provincias, a lo que se sumó la delegación en el gobierno de Bs. As. de las relaciones exteriores. Esta organización permitía contener en su seno una pluralidad de estados provinciales. Luego del rechazo a la constitución de 1826 que buscaba imponer a las provincias una forma de gobierno unitaria. El federal fue el único sistema admitido como viable por las provincias, en cuanto preservaba el ejercicio de sus atribuciones soberanas. Asimismo esta posición quedó asentada en todo tratado que mencionara la posibilidad de una organización general para la República. Quien no era federal era claramente unitario y enemigo del orden o anarquista. El éxito de Rosas radicó en haber sido quien mejor supo comprender las agudas transformaciones provocadas en 20 años de convulsionada vida independiente, entre otras la necesidad de contar con los sectores populares para llevar a cabo cualquier emprendimiento político. Para Rosas el mal que aquejaba a la sociedad posrevolucionaria era el florecimiento de las pasiones políticas, de ahí, su fervorosa oposición a todo intento de sancionar una constitución, ni siquiera en su provincia, ya que creía que en sus debates los ánimos sólo podrían exacerbarse, poniendo en peligro el orden público. El intento sistemático de Rosas por acumular poder sumado a la estrategia de disciplinamiento y a la búsqueda de una unificación política de la sociedad, explican uno de los fenómenos más notorios de su régimen: el terror. Cobró mayor intensidad en algunos momentos, especialmente entre 1838-1842, cuando se produjo una profunda crisis que puso en entredicho la hegemonía del orden rosista. Rosas procuró que su figura no quedara fuera de la legalidad, así construyó su imagen de Restaurador de las Leyes desde que asumió su primera gobernación en 1829. Su persona encarnaba la legalidad y el orden.
El gobierno de Dorrego y el inicio del conflicto entre unitarios y federales
A fines de 1827 fue nombrado gobernador de la provincia de Bs. As., Manuel
Dorrego, sus seguidores se reclutaban entre los sectores populares urbanos. El gobernador intentó recuperar a Bs.As. como Estado autónomo y a la vez reestablecer las relaciones con el resto de las provincias a través de pactos bilaterales, procurando asegurar en la República, la primacía de la facción federal. El reestablecimiento del vínculo con Córdoba provincia eje del Interior, facilitó la concreción de la Convención Nacional, cuyo objetivo era unificar las acciones de guerra contra el Brasil, para luego convocar a un Congreso Constituyente. La firma de la paz con Brasil no hizo más que acrecentar los conflictos internos que estaba afrontando la administración de Dorrego. El cese de hostilidades intensificó un conflicto entre el gobierno y la oficialidad del ejército, ya descontento a causa de la guerra de recursos consentida por Dorrego y practicada por Estanislao López en Misiones y por el oriental Lavalleja en Río Grande. El clima hostil al gobierno federal había sido alentado desde sus comienzos por la prensa unitaria. Insultos hasta soeces caracterizaban a esta prensa de opinión que tuvo a sus principales representantes en El Tiempo, por el bando unitario y El Correo Político y Mercantil por el federal. Para contener este hostigamiento, y tras unas reñidas y violentas elecciones de diputados para la Junta de Representantes, en mayo de 1828, Dorrego apeló al recurso de restricción de la libertad de prensa. Inserto en este convulsionado momento político y económico se desarrollaba sin solución de continuidad el proceso político militar de ascenso de Juan Manuel de Rosas al poder. Mientras las tensiones se agudizaban, cobraba forma una acción conspirativa contra el gobierno de Dorrego. Esta conjetura desembocó en un motín militar liderado por el general Juan Lavalle. Dorrego intentó salvaguardar su vida imponiéndose un retiro al Brasil por el tiempo que creyese necesario, pero esto no fue aprobado por el jefe militar de la revolución, quien sentenció su fusilamiento. En la campaña bonaerense se venía produciendo, desde fines de 1828 un levantamiento rural de vastos alcances que erosionaría el poder de Lavalle. Grupos indígenas, gauchos, seminómades y gauchos soldados protagonizaron este alzamiento, dirigido aparentemente por Rosas. Una lectura reciente sugiere considerar la existencia de cierta autonomía en las acciones de los sectores subalternos rurales. A pesar de su ausencia del lugar de los hechos, Rosas logró apropiarse del sentido de la protesta. El levantamiento rural de 1829 concluyó en abril, tras la derrota del General Lavalle en Puente de Márquez por las fuerzas conjuntas de López y Rosas. Rosas y Lavalle, máximos referentes del porteñismo acordaron en Cañuelas el cese de las hostilidades y la pronta elección de representantes. Los objetivos de pacificación en el pacto de Cañuelas se enfatizaron aun más. En tal sentido la designación del general Viamonte como gobernador provisorio pareció abrir un horizonte de conciliación general. Las facultades extraordinarias con las que contaba el gobernador Viamonte fueron discretamente utilizadas. Éste creyó adecuado que todas las medidas que emanaran del poder ejecutivo fueran sometidas a consideración en la próxima legislatura. En lugar de la Junta de Representantes que continuaba suspendida, el gobierno contaba con la asesoría del Senado Consultivo.
La Liga Unitaria y El Pacto Federal de 1831
Juan Manuel de Rosas fue electo gobernador de la provincia de Bs. As en 1829, investido de las facultades extraordinarias. Liga Unitaria: La Liga del Interior, también llamada Liga Unitaria, fue una unión política y militar establecida en el año 1830 por las provincias de San Luis, La Rioja, Catamarca, Mendoza, San Juan, Tucumán, Córdoba, Salta, y Santiago del Estero, las cuales nombraron al general José María Paz jefe supremo militar. En 1831 se firma el Pacto Federal, partía del reconocimiento de la libertad e independencia de las provincias signatarias y creaba un cuerpo que con el nombre de Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina ejercería por delegación expresa de éstas una serie de atribuciones entre las cuales se encontraban las de celebrar tratados de paz, declarar la guerra, organizar un ejército para hacerle frente y la de invitar a todas las demás provincias de la República cuando estén en plena libertad y tranquilidad a reunirse en federación con las litorales. El pacto federal dio lugar a la organización de las provincias rioplatenses en una laxa confederación que sin perder su carácter provisorio, se prolongó en el tiempo hasta la caída de Rosas y la sanción de la Constitución de 1853. La ausencia de un órgano confederal-dado que la Comisión Representativa se disolvió definitivamente en julio de 1832- y la delegación del manejo de las relaciones exteriores en el gobierno de Bs. As. contribuyeron a consolidar la hegemonía del estado porteño en el Río de la Plata.
El primer gobierno de Rosas (1829-1832)
Rosas inauguró su gobierno provincial con un sólido consenso tanto entre los sectores propietarios agobiados por la incesante guerra civil como entre los sectores populares rurales y urbanos. Marcó el comienzo de una política gradual con el objetivo de extremar el enfrentamiento entre facciones federal y unitaria, buscaba garantizar la fidelidad de la movilizada plebe porteña y la cohesión interna del partido federal. En la ciudad, el ejecutivo impulsó una serie de decretos que tendían a imponer las opiniones del gobierno silenciando las voces disidentes que emanaban desde distintos ámbitos. En la campaña el gobierno de Rosas buscó extender y afianzar la acción del Estado. Es por eso que, tras la inauguración de escuelas, cementerios e iglesias, se percibe su intención de consolidar el orden rural, procurando suprimir todo vestigio de bandolerismo legado por la movilización de 1829.
El gobierno de Balcarce y la división del federalismo porteño (1833-1835)
A fines de 1832 y poco antes de que expirara el mandato de Rosas, la mayoría de la Sala de Representantes decidió que las facultades extraordinarias no le serían renovadas, si bien Rosas era el líder máximo del federalismo porteño, Bs. As. era un Estado republicano y como tal el poder Ejecutivo debía tener límites. Obviamente Rosas no estaba dispuesto a aceptar la gobernación en esas condiciones. Por lo que finalmente, luego de consultar con Rosas, Juan Ramón Balcarce asumió la gobernación en diciembre de 1832. Rosas reasumió su antiguo cargo de comandante general de Campaña y emprendió entre 1833 y 1834 la Campaña al Desierto. Durante este período se produjo la creación de la Mazorca, confundida con la Sociedad Restauradora. Esta última estaba compuesto por miembros de la elite porteña adherentes al rosismo, la primera era su grupo de choque reclutado entre los sectores populares y utilizado para amedrentar a los opositores. La máxima inspiradora de esta agrupación era la mujer de Rosas, Encarnación de Ezcurra, quien encabezó durante la ausencia de su marido al sector más intransigente de sus partidarios. Se produjo además una hábil guerra propagandística que buscaba catalogar a los amigos de los enemigos, a los primeros se los calificaba como buenos federales y a los segundos como decembristas unitarios. En un clima de tensión provocado por los conflictos entre el general Martínez y Rosas, Balcarce se vio obligado a renunciar y asumió el gobernador Viamonte, quien procuró llevar a cabo una política de conciliación. Por lo que el gobierno debió soportar un clima de violencia por parte de los rosistas encabezados por Encarnación Ezcurra. En junio Viamonte presentó su renuncia. La legislatura decidió elegir nuevamente a Rosas como gobernador, este se negó porque no le otorgaban las facultades extraordinarias, por lo que asumió Manuel Maza, quedando allanado el camino para el regreso de Rosas al gobierno con las condiciones por él exigidas. Este traspaso debió ser apurado por la conflictiva situación en las provincias del Interior.
El conflicto en el Noroeste y el asesinato de Quiroga
Luego de haber sido deshecha la unitaria Liga del Interior, había empezado a ascender la figura del tucumano Heredia, con el beneplácito de Quiroga. Sus objetivos eran convertirse en la figura dominante de dicha región, chocando de esta manera con los intereses del gobernador salteño Pablo de la Torre, quien recibía el apoyo de Estanislao López. Jujuy provocó un alzamiento que tuvo por resultado su emancipación de Salta, constituyéndose así una nueva provincia autónoma. Tras esa revuelta el gobernador salteño, Pablo de la Torre, fue asesinado en un confuso episodio mientras permanecía prisionero. Cumpliendo una misión encomendada por Maza y Rosas de mediar en el conflicto entre Heredia y La Torre, cuando llegó a Santiago del Estero se enteró de la resolución sangrienta del conflicto y tuvo que mediar entre Heredia y las nuevas autoridades salteñas. En 1835 fue asesinado en Barranca Yaco, provincia de Córdoba por caudillos enemigos protegidos por López. El 6 de marzo de 1835 la Sala de Representantes nombra a Rosas gobernador y capitán general de la provincia por 5 años con la suma del poder público y las facultades extraordinarias. Finalizaba así una etapa en la cual Rosas había logrado suprimir toda disidencia interna y externa de Bs. As.