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El Desafio de Filosofar
El Desafio de Filosofar
El Desafio de Filosofar
EL DESAFIO DE FILOSOFAR
La diversión vana y superficial del presente es la estupidez desastrosa del mañana. Los
casos colectivos y personales que ilustran dicha significativa sentencia son suficientes,
como para colmar grandes bibliotecas y, por cierto, notables número de textos literarios
y de las ciencias humanas se empeñan en ensenar cómo degenera la gente, si no lo
lidera un horizonte razonable, permaneciendo de esta forma en el goce placentero del
hoy, sin considerar las implicaciones negativas de sus comportamientos para el
devenir. Tal es el caso frustrante para los individuos una vez que, sin parar a pensar en
las secuelas futuras de rato de placer, engendran una criatura enferma o, sencillamente
están afectando su interacción conyugal. Del mismo modo que hereda la persona la
predominación del alcoholismo o del consumo de drogas duras, hereda un poblado el
desorden de una mala organización y las consecuencias de las ocupaciones corruptas
por sus líderes. Hablamos de la pérdida del horizonte, de vivir hoy sin pensar que irnos
a fallecer mañana y/o de ofrendar valores absolutos por contingencias perentorias.
La Sociedad del entretenimiento es hedonismo encubierto que la gente “civilizado”
sospecha haber superado por medio del desarrollo cultural y de los valore mejores. El
progreso hacia atrás es examinado profundamente por Neil POSTMAN, en una de sus
obras, dedicada al entretenimiento televisivo. El mundo de hoy es gobernado
virtualmente, en especial, mediante la televisión, y los demás medios que proyectan
imágenes. Hay 2 maneras de cómo el espíritu del tiempo puede influir una cultura.
Antes que nada, la cultura se convierte e penitenciaria; en segundo sitio la cultura
degenera hacia la diversidad y el entretenimiento. Se anuncia el deseco de la cultura
una vez que los habitantes se transforman en espectadores y una secuencia de
programas desarrollan la vida como una fábrica de entretenimientos.
Todos nos divertimos y nos reímos, más no existe una doctrina articulad no obstante
que la tecnología ha devenido en una doctrina. La técnica no es neutral, es una
doctrina. Dada la falta de una teoría articulada, así sea como un Manifiesto Comunista,
como “Mi Lucha” y otras teorías, o como una teoría liberal, todo el proceso se afirma
como resultado de un cambio de conducta en las relaciones humanas, lo que causa un
nuevo total forma de vida y de pensar. Esto quiere decir que en el trasfondo subyace
una doctrina: la doctrina que da primacía a la tecnología sobre las restantes
magnitudes de la vida. Observamos a diario los cambios que causa en nuestra
conducta la tecnología: no obstante, la conciencia pública se resiste en aceptar que la
técnica es una doctrina. Una nueva técnica involucra un cambio en la manera de vida y,
de acuerdo con el campo de aplicación, dicha técnica va a estar más o menos
rebosada de una doctrina
POSTMAN dice que lo problemático de los medios visuales no arraiga en lo cual se ve,
sino en ver. Un paso decisivo se basa en aprender sobre la esencia de aquellos
medios, aun cuando al respecto apenas se discierne, puesto que lo cual más se discute
es sobre el estar reportado. Resulta indispensable formular varias cuestiones que
aporten una conciencia más clara sobre la esencia de los medios, sus riesgos y sus
oportunidades. Se debe preguntar, sin que importen las respuestas, debido a que no
hay medios peligrosos si detectamos los riesgos. Además, quien pregunta es capaz de
romper las murallas de la penitenciaría, aprendiendo a usar los medios para su
liberación, triunfando claridad sobre las implicaciones de su uso en sentido político,
psíquico, social, religioso y moral. ¿Qué es información? ¿Qué opiniones de sabiduría,
inteligencia y formación propagan las diversas maneras de informar? ¿Qué significa la
confirmación que hay demasiadas informaciones? ¿Cómo se conoce eso? ¿Le da la
televisión un nuevo sentido o sentido a conceptos como “patriotismo”, “esfera privada” y
“amor”?
Aquí se presentan tres caminos plausibles para la desmitificación de dichos medios:
tratar el tema en las escuelas, de modo que los estudiantes puedan ver y
analizar la pérdida de los símbolos de su cultura;
tratar el tema en la familia, acompañando a los niños al mirar los programas
seleccionados conscientemente, a la vez que se comenta, se explica y se
valoriza lo que se está viendo;
desarrollando y expandiendo el debate filosófico y el pensamiento crítico acerca
de los medios visuales, ya que la filosofía conlleva a la reflexión autónoma,
crítica y libre de los temas que trata, en busca de su profundo sentido y de
esclarecer su verdad última.
Para la consecución de objetivos positivos, mediante las tres vías anteriores, es preciso
tener presentes ciertos conocimientos, relativos al ser y a las consecuencias de los
medios visuales:
son de fácil acceso: sólo hay que apretar un botón y sentarse, sin necesidad de hablar
y/o de reflexionar;
Generan adicción y pasividad. Por ejemplo, la televisión cambia bruscamente las
imágenes para crear el deseo de seguir viendo y esperando lo que sigue;
Disminuyen la capacidad de concentración en los niños, lo cual conlleva ciertos
problemas en la escuela, relativos a la lectura y comprensión de textos, seguir la
lógica de un pensamiento, etc. Extremadamente problemático resulta, al
respecto, la situación de los niños que hacen las tareas de la escuela ante el
televisor;
Crean modelos para identificarse, no importando su condición moral;
Son tranquilizadores, de modo que cuando alguien está intranquilo lo sacan de
su mundo, para inducirlo a un mundo de imágenes hecho por otros;
Asumen el rol de la mamá o de la cuidadora de los niños, de modo que no hay
que dedicar tiempo a ellos;
Es difícil averiguar sobre las verdades últimas de las imágenes que se
transmiten.
En Italia, el 95% de los niños entre los tres y los diez años ven la televisión casi todos
los días. Otros datos indican que los niños italianos entre los cuatro y los siete años ven
la televisión durante dos horas y media al día. En Estados Unidos la media asciende a
tres horas al día para los niños que no van aún a la escuela y a cinco horas diarias para
los muchachos entre seis y doce años. Cifras del INEGI (2000) señalan que en México
la niñez invierte al año, en promedio, aproximadamente dos mil horas frente a la
televisión, mientras que asiste a la escuela sólo 700 horas. Olga Bustos, investigadora
de la UNAM, comenta que la televisión, en una gran mayoría de casos, sustituye a la y,
por tanto, el niño empieza a ver programas para adultos a los 3 años; generalmente
con un alto contenido de violencia y agresión, de donde “absorbe” un modelo excitante
y tal vez triunfador de la vida adulta.
La televisión presenta estímulos audiovisuales, los cuales son más efectivos que los
visuales y auditivos por sí solos. Se impone sobre los otros medios de comunicación
por penetrar en el hogar, en la vida diaria y llegar a formar parte del cúmulo de hábitos
de cualquier hombre de nuestra época.
Bajo un diseño transversal-descriptivo, aplicamos encuestas a 130 niños de edades
entre 6 y 8 años que asistieron a dos escuelas del Distrito Federal y a la consulta de
Niños Sanos del Hospital Militar "Dr. Carlos Arvelo" durante enero de 1998, con la
finalidad de determinar los hábitos televisivos, en cuanto al tiempo diario dedicado a ver
televisión, preferencias y selección de programas.
Por otra parte, se aplicaron encuestas a las madres de dichos niños para recaudar
información acerca de realización de otras actividades recreativas, elección de
programas y compartimiento de horario de tareas o comidas con el hábito de ver TV.
De los 130 niños encuestados, 54% eran del sexo masculino y 46% del sexo femenino.
El 100 % de los niños afirmó ver TV todos los días. Un 57 % de los cuales dedica entre
2 y 3 horas diarias a la TV; mientras que 34 % lo hace durante 4 o 5 horas diarias. El
69 % de los niños elige los programas de TV por sí solo.
En las encuestas aplicadas a las madres se encontró que el 81 % refiere que sus hijos
ven TV todos los días. El 23 % de los niños tiene TV en su habitación y en este grupo
se observó que dedican un promedio de 4,8 horas/día versus 3,8 horas/día promedio
reportado para el grupo general. No hubo diferencias entre sexos en cuanto al número
de horas dedicadas a ver TV.
Con respecto a la realización de otras actividades recreativas, un 42 % de los niños
practica algún deporte; un 38 % juega Atari, Nintendo o computadora en sus horas
libres y el 20% restante realiza actividades como leer, pintar, etc.
La televisión, al presentar estímulos audiovisuales, se impone sobre los otros medios
de comunicación por penetrar en el hogar, en la vida diaria y llegar a formar parte del
cúmulo de hábitos de cualquier persona de nuestra época.
Es indudable, que la TV constituye una fuente efectiva en la creación y formación de
actitudes en los niños, ya que desde temprana edad son sometidos a su influencia sin
poseer otro tipo de información.
La observación de la realidad adquiere un significado especialmente agudo, si nos
referimos a los menores de edad. Según la teoría de socialización comunitaria de
ERICKSON, es entre los 2 y 6 años en que se perfilan los sentimientos preferenciales
hacia la madre, padre, familiares y otras personas significativas; a través de este
proceso el niño adquiere habilidades y formas de comportarse en la sociedad.
Es a partir de los 4 a 5 años de edad, que se establecen los hábitos permanentes y las
características emocionales, jugando un papel decisivo la imitación y la identificación.
Entendemos por identificación la adopción de pautas de conducta y actitudes de sus
padres y otras personas significativas para él: maestros, familiares o bien algún
personaje de la TV; esto ocurre en forma inconsciente. En tanto que la imitación es
consciente.
Los niños recurren a la TV para satisfacer sus necesidades de distracción, reducir las
tensiones y como medio para obtener información.
Además de las motivaciones personales, podríamos agregar un factor situacional
externo al niño: "el niño ve televisión porque le es impuesta por el medio", la ve porque
no le queda otro remedio. Le es ofrecida en el ambiente del hogar y se le refuerza la
conducta de contemplación por los padres. En muchos casos constituye la única
compañía del niño y, a veces, se convierte en una especie de niñera.
Ver televisión es la actividad líder del niño. Ellos gastan más tiempo viendo TV que
haciendo cualquier otra cosa que no sea dormir.
El tiempo dedicado a la TV varía en función de la edad, sexo, clase social y está en
relación con el dedicado por los padres a esta misma actividad.
En promedio, los niños ven de 22 a 25 horas semanales de TV. En los preescolares
esa cifra llega a un promedio de 54 horas por semana, lo que significa de 7 a 8 horas
diarias. En general, podemos decir que, durante el transcurso del año, los niños pasan
más tiempo frente a la TV, que en la escuela.
El total de tiempo dedicado a ese medio de comunicación es, a veces tan elevado, que
aparentemente, queda poco tiempo para comer, ir a la escuela o dormir. Esto se debe
a que los niños ven televisión mientras almuerzan o cenan, mientras leen un libro o
hacen sus deberes. Es la TV más que cualquier otro medio la que proporciona una
base común de información en las primeras fases de socialización del niño.