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Contrato Social

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA


UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
EJE JOSÉ FELIX RIBAS-ARAGUA
MARACAY-EDO. ARAGUA
P.F.G: ESTUDIOS JURIDICOS
U.C: COMPLEJIDAD JURÍDICA, JUSTICIA Y DIVERSIDAD

COMPLEJIDAD JURÍDICA, JUSTICIA Y DIVERSIDAD


TAREA 4 (Contrato Social)

ESTUDIANTE: ORLANDO J. CARVALLO S.


C.I: 10.111.881

Maracay, 10 de Febrero de 2021


Maquiavelo

El problema principal que quiere resolver Maquiavelo es cómo organizar el


Estado para asegurar su cohesión y permanencia, pues sin Estado no es posible
la libertad ciudadana ni la seguridad. Hasta Maquiavelo había dominado el
idealismo político: Platón, Aristóteles y Sto. Tomás habían pensado que el buen
funcionamiento del Estado dependía de la virtud de sus gobernantes y
ciudadanos. Además, los gobernantes debían poseer cualidades superiores
intelectuales y usarlas para el bien de los gobernados. Así, la figura fundamental
de gobernante era la del hombre sabio y prudente que ejercía su poder en
beneficio de sus súbditos. Frente a esta visión del Mundo Clásico y la Edad Media,
Maquiavelo defenderá el Realismo Político.

Para Maquiavelo la política es absolutamente autónoma de la filosofía o la


moral, y sólo debe buscar la consecución de los fines propuestos. El fin
fundamental de la política, según el autor florentino, es mantener y acrecentar el
poder del Estado. Maquiavelo considera que está en la naturaleza humana ser
egoístas, astutos e interesados (concepción pesimista del ser humano), y por ello,
el gobernante deberá utilizar cualquier medio, incluyendo el engaño, el miedo y el
castigo, para que las acciones individuales beneficien al Estado. Las ideas
políticas de Maquiavelo pueden interpretarse como un tratado prescriptivo de
cómo debía actuar un gobernante al mismo tiempo que como un análisis histórico
concreto de la actuación política.

El maquiavelismo defiende dos tesis básicas. En primer lugar, la idea de


“razón de Estado”, según la cual lo más importante es la construcción,
consolidación y ampliación del Estado pues es el que posibilita la seguridad y
libertad de los ciudadanos y el beneficio colectivo, frente al interés individual. Para
ello el Príncipe debe tener un poder fuerte que garantice que los ciudadanos
desarrollen su vida de forma provechosa frente a un poder débil con continuas
revueltas que desestabilizan el Estado. En segundo lugar la defensa de que “el fin
justifica los medios”. La moralidad del fin perseguido justifica el medio empleado.
La virtud del gobernante, que en la filosofía clásica suponía honradez, honestidad,
generosidad, justicia y piedad, según Maquiavelo está en lograr el fin perseguido
aunque esto implique actuar en contra de la moral. Se propone así una distinción
absoluta entre la ética y la política. De esta forma, las virtudes fundamentales del
Príncipe son la astucia (zorro) y la fuerza (león). La astucia para conseguir sus
objetivos de la forma más inteligente posible logrando no resultar odiado por sus
súbditos y la fuerza para resultar temido y hacer imposible la rebelión (los lobos).
Uniendo ambas cualidades, el príncipe asegura su poder, fin último de la política.
A pesar de todo esto, Maquiavelo defiende en los Discursos que la mejor forma de
gobierno no es la monarquía absoluta sino la República libre, el modelo de la
República romana clásica. Esto es así pues si bien el monarca absoluto, en su
búsqueda de poder, es útil a la hora de crear y configurar el estado, sin embargo
una vez creado se dejara llevar por sus intereses personales y no atenderá al
interés general del propio estado. En cambio, una República donde los ciudadanos
participen, una vez ya constituido un estado fuerte, y presionen al monarca a
buscar el interés general. Así, el Príncipe es la figura ideal para crear ese estado
fuerte que una vez ya constituido debe beneficiar siempre a los ciudadanos.

Thomas Hobbes

Se conoce como contrato social aquél que los ciudadanos firman


implícitamente con el Estado una vez que deciden vivir en una sociedad regulada
por este último. El primer filósofo moderno que articuló una teoría contractualista
detallada fue Thomas Hobbes (1588-1679). Hobbes escribió su obra
cumbre, Leviatán (1651), en un período de guerra civil en Inglaterra donde se
discutió quién debía ocupar la soberanía, el Rey o el Parlamento. En ella define la
necesidad de crear un contrato social para establecer la paz entre los hombres.

Hobbes se plantea la cuestión del poder en términos muy generales, se


pregunta por qué debe existir y cómo ha de ser. Para responder a estos
interrogantes la figura del contrato social es clave, aunque Hobbes no use el
término “contrato” (que usará por primera vez Rousseau) para referirse a ese
pacto originario. Si para Aristóteles y, en general, para el pensamiento clásico
desde la Antigüedad, el orden político es una continuación del orden natural, para
Hobbes el orden político es, por el contrario, el resultado de un contrato, y por lo
tanto, de una convención, de una decisión tomada libremente por quienes lo
adoptan, y es eso lo único que puede fundamentar las bases del poder civil.

En efecto, para Hobbes, desde el punto de vista de su naturaleza, todos los


seres humanos son iguales, pero lo más básico y más fundamental de la
naturaleza humana, aquello a lo que esta queda reducida, en último término, si se
eliminan todas las convenciones, es decir, si se reduce al hombre a su mero
estado de naturaleza es el instinto de conservación. La naturaleza humana es un
instinto de conservación que cada uno tiene derecho a conservar; pero la
consecuencia de ese derecho es un enfrentamiento entre los hombres, es decir, la
guerra.

Hubo una época (que Hobbes llama Estado de la naturaleza) en que estas
agrupaciones de individuos no disponían de un poder superior y estas tendencias
dominaban las relaciones entre las personas manteniéndolos en una "guerra de
todos contra todos":

“Cada hombre es enemigo de cada hombre; los hombres viven sin otra
seguridad que sus propias fuerzas y su propio ingenio debe proveerlos de lo
necesario. En tal condición no hay lugar para la industria, pues sus productos son
inciertos; y, por tanto, no se cultiva la tierra, ni se navega, ni se usan las
mercancías que puedan importarse por mar, ni hay cómodos edificios, ni
instrumentos para mover aquellas cosas que requieran gran fuerza o conocimiento
de la faz de la tierra ni medida del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que
es peor que nada, hay un constante temor y peligro de muerte violenta, y la vida
del hombre es solitaria, pobre, grosera, brutal y mezquina".

Jean Jac, Rousseau

El contrato social es un término acuñado por primera vez por el filósofo


Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) en su obra El contrato social: o los principios
del derecho político publicado en 1762.

Para Rousseau el contrato social es una reconciliación entre la naturaleza y


la cultura donde se expresa la voluntad general en forma de interés social y bien
común y no solo una totalización numérica mayoritaria de las voluntades
particulares siendo éstas egoístas y de intereses privados. Rousseau afirma en el
último de los cuatro libros que componen esta obra que es la manifestación de la
voluntad general y social para la utilidad pública donde emana la única y legítima
autoridad del Estado.

Las cláusulas del contrato social son constituidas por los derechos y
deberes de los individuos, donde mientras más derechos más deberes. Rousseau
justifica el abandono de libertades de los ciudadanos para el Estado a cambio que
el Estado asegure una orden. Esta justificación se apoya en el pensamiento del
filósofo Thomas Hobbes.

El pensamiento de Rousseau fue importante para la maduración de los


conceptos que catalizaron la Revolución Francesa (1789-1799) con el lema
“Igualdad, libertad y fraternidad”.

John Locke (1632-1704) recoge su visión del contrato social en su principal


obra, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690). La idea de naturaleza
humana en Locke es cristiana: el hombre es una criatura de Dios, por lo que el
hombre no puede destruir su vida ni la de los demás hombres pues no le
pertenece, sino que le pertenece a Dios. El hombre tiene el derecho y el deber de
conservar su vida. Así mismo, el hombre no es súbdito de ningún otro hombre,
sino que es libre.

Si la naturaleza humana lleva inserta el derecho y el deber de preservar su


vida, ¿para qué hace falta una comunidad? Para Locke puede darse que nadie
cumpliera ese derecho y ese deber, y en caso de conflicto en su cumplimiento la
naturaleza humana no cuenta con la existencia de una autoridad que lo dirimiera,
por lo que la comunidad trata de suplir esas carencias del estado de naturaleza: la
existencia de una autoridad que juzgue en caso de conflicto. Se trata pues de
hacer un contrato que funde un orden social o civil que atienda exclusivamente a
suplir esas carencias del estado de naturaleza, es decir, aplicar una justicia o una
autoridad que diga, en caso de choque entre dos individuos, qué se debe hacer.
Por consiguiente, siempre que cierta cantidad de hombres se unen en una
sociedad, renunciando cada uno de ellos al poder ejecutivo que les otorga la ley
natural en favor de la comunidad, allí y sólo allí habrá una sociedad política o civil.

El pacto social es en sí bastante limitado, tratándose de lograr el


establecimiento de un juez que dirima las controversias que vienen de la propia ley
natural. Se dictan unas normas que sean la continuidad de las leyes naturales y
que consistirán en el reconocimiento de los fines de la naturaleza de hombres
libres e iguales, a asegurar los derechos de la libertad, la igualdad, la vida y la
propiedad.

Sólo una sociedad será civil o política cuando cada uno de los individuos
renuncia al poder de ejecutar la ley natural. Lo ejecutará la comunidad y los
órganos de la comunidad. En el estado de naturaleza es cada individuo quien
juzga las leyes de la naturaleza. En la sociedad civil, por el contrario, es una
autoridad, un juez, quien las juzga y quien dictamina quién se ha saltado las leyes.
Y esa autoridad ha de ser un parlamento que represente al conjunto (no se
entienda parlamento en su sentido moderno, sino como un conjunto de
representantes de la comunidad). Como crítica principal a Hobbes, si hubiera un
poder absoluto por encima de la comunidad, para Locke, realmente no se habría
salido del estado de naturaleza, pues en la monarquía absoluta, al confundirse los
poderes, no hay imparcialidad por parte de éste y no hay manera de apelar o
recurrir su sentencia, con lo que su existencia es incompatible con la existencia de
una sociedad civil. Para que haya sociedad civil tiene que haber un juez separado
del poder ejecutivo (al considerarse todos los hombres como iguales, se entiende
como el poder de ejecutar de cada uno de los individuos, considerándose al
monarca absoluto como otro ejecutor más de poder) que sea imparcial respecto a
los mitigantes.

De lo cual se puede deducir que la monarquía absoluta, que algunos


consideran como única forma de gobierno posible, es, de hecho, incompatible con
la sociedad civil, y, por tanto, que no es una forma de gobierno civil absoluto. El fin
de la sociedad civil es evitar y remediar los inconvenientes del estado de
naturaleza que se siguen precisamente cuando cada hombre es juez y parte en
sus propios asuntos, y ese remedio lo busca en la instauración de una autoridad
reconocida, a la que cualquiera pueda recurrir cuando sufre una injuria, o se ve
envuelto en una disputa, y a la que todos los miembros de la sociedad deben
respetar. Allí donde existan personas que no disponen de una autoridad a la que
apelar para que decida en cualquier diferencia que pueda surgir entre ellos, nos
encontramos todavía en el estado de naturaleza. Y eso es, precisamente, lo que
ocurre con cualquier príncipe absoluto en relación a aquellos que están bajo su
dominio.

A su vez, Locke distingue entre dos procesos en la formación del contrato


social:

1º Contrato de la formación de la sociedad, donde se crea la comunidad


que supera el estado de naturaleza.

2º Contrato de la formación del gobierno, donde se crea la relación entre


gobernante y gobernado.

Durkheim

Según Durkheim el contrato social es la conciencia global de la sociedad


por un interés común. Todos seguimos un sistema aunque pensemos diferente
porque si no nos quedamos fuera. Puede existir una conciencia global y una
individual pero te debes adaptar o cambiarla, pero si no lo consigues puedes ser
excluido. Este contrato implica compartir significados y aceptarlos, como el valor
que le damos al dinero para poder ser intercambiado por otras cosas.

De acuerdo con el sociólogo francés Émile Durkheim, la solidaridad social


se encuentra en la conciencia colectiva de las sociedades. Los diferentes grupos
sociales que conforman una comunidad necesitan de la solidaridad para el
desarrollo de un sinnúmero de actividades para las cuales deben colaborar y
apoyarse mutuamente. Éste concibió la existencia de fenómenos específicamente
sociales («hechos sociales»), que constituyen unidades de estudio que no pueden
ser abordadas con técnicas que no sean específicamente sociológicas. Así mismo,
redefinió la sociología como la ciencia que tiene como objeto el estudio de estos
hechos. Durkheim definió a los hechos sociales en Las reglas del método
sociológico como: “... modos de actuar, pensar y sentir externos al individuo, y que
poseen un poder de coerción en virtud del cual se imponen a él...” Dichos “hechos
sociales” existen con anterioridad al nacimiento de un individuo en determinada
sociedad y por lo tanto, son exteriores a él. Son colectivos porque son parte de la
cultura de la sociedad, y son coercitivos porque los individuos se educan conforme
a las normas y reglas de la sociedad solo por el hecho de nacer en ella. Durkheim
afirmó: “si existían antes es que existen fuera de nosotros» y menciona como
ejemplos la lengua natal, la escritura y el sistema monetario”.

Durkheim también afirmó que la sociedad es algo que está fuera y dentro
del individuo al mismo tiempo, gracias a que este adopta e interioriza sus valores y
su moral. El “hecho social” tiene una fuerte capacidad de coerción y de sujeción
respecto del individuo. Por ende el hecho social no puede reducirse a simples
datos psicológicos, y la conciencia colectiva prima siempre sobre el pensamiento
individual, siendo entonces la sociedad, y no el individuo, la unidad de análisis
primordial de la sociología.

Para Durkheim, la sociedad está estructurada alrededor de un conjunto de


pilares que se manifiestan a través de expresiones. Así, se acerca al Dios de
Spinoza tal como fue tomado posteriormente por el estructuralismo, que encuentra
así en este autor antecedentes y fundamentos. No obstante, no se debe confundir
este concepto con la caracterización que Durkheim hace de Dios y las religiones,
que, tal como figura en Las formas elementales de la vida religiosa, describe a las
creencias religiosas expresadas en ritos, simbologías, emblemas o ideas
abstractas como representaciones elaboradas por la sociedad para afirmar su
sentido, su objetivo como tal. Las creencias se evidencian al padre de la
sociología clásica como indispensables para la reproducción de la sociedad, en
tanto acarrean una moral; de este modo, al hablar de creencias nos encontramos
expuestos al factor subjetivista en el pensamiento de Durkheim, ya que para hacer
efectivo el fin de los lazos sociales es necesario que los componentes de la
sociedad se apropien de las creencias internalizadas y actúen conforme a ellas.
Según la visión de Durkheim, el Estado se define por las funciones que
cumple, que deben ser limitadas, ya que no tiene que manejar los lazos sociales ni
la conciencia colectiva. El Estado es un tipo de conciencia colectiva, pero no la
concentra toda: es un órgano de pensamiento social, y su función específica es
elaborar ciertas representaciones sociales para dirigir la conducta colectiva.

Durkheim entendía a los conflictos como anomalías dentro del avance hacia
el orden y el progreso, dos ideas centrales en las concepciones de la sociedad de
aquella época.

Karl Marx

La filosofía de Marx se distingue por su carácter antiteórico y comprometido


respecto al esfuerzo de liberación de la clase obrera frente a la sociedad burguesa
que se había ido formando a consecuencia de la Revolución Industrial a partir de
finales s. XVIII.

Marx, plantea la necesidad de hacer un análisis científico del capitalismo,


estudiando la historia y las diversas estructuras económicas que la han
determinado. Así propone el materialismo histórico, que es una prolongación del
materialismo dialéctico de Engels. Pero a diferencia del materialismo de
Feuerbach que es objetivo, el de Marx es subjetivo, es decir, el hombre debe ser
considerado como un sujeto protagonista de su vida y de la historia.

Según Marx la historia es explicable mediante leyes y se caracteriza por la


lucha de clases, además considera que la historia evoluciona por causas
materiales, siendo la estructura la que determina la superestructura.

La historia viene determinada por las relaciones económicas de producción,


determinadas a su vez por los modos de producción. Aclaremos términos:

En su análisis de la historia distingue entre Estructura o Infraestructura, que


es el conjunto de elementos materiales que resultan fundamentales en el
funcionamiento y en la evolución de una sociedad, y no es otra cosa que la
economía. Y la Superestructura, que es el conjunto de ideas y creencias de tipo
social, político, religioso, jurídico, filosófico, etc., mediante las cuales se intenta
organizar el conjunto de las relaciones humanas. Pero son las relaciones de
producción las que dan origen, en última instancia a la ideología o superestructura
y a la estructura jurídico-política del Estado. En la sociedad capitalista es la
burguesía la que ejerce el control económico, por lo tanto también ejerce el control
ideológico, imprescindible para la perpetuación del poder de las clases
dominantes.

En la Introducción a la crítica de la economía política, justo en el punto en


que es analizada la producción material, Marx abre fuego contra la tesis nuclear
del contractualismo. En su concepto, los economistas clásicos invierten el punto
de partida de la producción material, creen en la existencia del cazador y del
pescador individual y aislado, cuando el verdadero punto de partida es la
existencia de individuos produciendo en sociedad, por tanto, una producción de
individuos socialmente determinada. Así, el contrato social de Rousseau es un
regreso a un estado de naturaleza mal comprendido, no pasa de una apariencia
puramente estética. Lo que ocurre, en realidad, es una anticipación de la sociedad
burguesa que se venía preparando desde el siglo XVI y que en el siglo XVIII
estaba próxima a su madurez. La economía política clásica cae en la fe ciega de
los profetas del siglo XVIII (los filósofos contractualistas), ya que cree en la
existencia pasada del individuo, cuando, en verdad, éste es algo propio de la
sociedad donde reina la libre competencia y producto de la descomposición de las
formas feudales de vida. De este modo, piensa Marx, el contractualismo vende la
idea de que el individuo, libre y racional, es un dato de la naturaleza y no un
producto de la propia historia humana.

Marx afirma que cuanto más se adentra en el estudio de la historia, menos


encuentra individuos aislados produciendo, los encuentra en la forma natural de la
familia, en la tribu y las formas comunitarias procedentes de las fusiones de tribus.

Pero la época que da origen a este punto de vista, el del individuo aislado,
es justo aquella en que las relaciones sociales alcanzaron su máximo grado de
desarrollo. El hombre no sólo es un animal sociable, sino un animal que sólo en
sociedad puede aislarse. La producción realizada al margen de la sociedad por el
individuo aislado es una cosa tan absurda como sería el desarrollo del lenguaje sin
la presencia de individuos viviendo y hablando en conjunto.

De este modo, vemos cómo la idea contractualista de un supuesto paso del


“estado de naturaleza” para “el estado civil” se revela a los ojos de Marx como una
falacia que hace derivar la totalidad social a partir de la suma de las partes. En
este sentido, el holismo epistemológico de Marx, herencia de la tradición idealista
hegeliana, no le permite aceptar la forma de argumentar del pensamiento
contractual. Para quien entiende lo real como un proceso dialéctico de superación,
el conjunto social, y sus relaciones, no puede ser explicado por el acuerdo entre
los individuos. Marx piensa que “la totalidad social antecede lógica y
existencialmente a eso que llama el individuo”. Sobre esta premisa, se puede
entender por qué sólo la sociedad burguesa, basada en la propiedad privada y en
la explotación del trabajo abstracto, pudo desarrollar la representación colectiva de
individuos libres y racionales.

¿Todos estos son filósofos de esa época?

Nicolás Maquiavelo (1469-1527)

Thomas Hobbes (1588-1679).

John Locke (1632-1704)

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).

Émile Durkheim (1858 - París, 1917)

Karl Heinrich Marx (1818-Londres, 1883)

En La República, de Platón (alrededor de los años 360 a. C.), Glaucón


sugiere que la justicia es un pacto entre egoístas racionales. Posteriormente
Epicuro (341-979 a. C.) dice en sus reflexiones sobre política en las Máximas
capitales que no existe una ley natural y que en el momento en que los seres
humanos, que antes vivían en la naturaleza de modo violento y desconocían el
bien común, establecen un pacto social para no hacerse daño mutuamente ni
sufrirlo surgiendo de esta experiencia el concepto de justicia. Cicerón (106-43 a.
C.) sitúa una teoría similar que la de La República de Platón a finales del período
de la República Romana.

El primer filósofo moderno que articuló una teoría contractualista detallada


fue Thomas Hobbes (1588-1679), con su opinión de que los hombres, en el estado
de naturaleza, cedían sus derechos individuales a un soberano fuerte a cambio de
protección. John Locke (1632-1704) también planteó una teoría contractual. A
diferencia de Hobbes, Locke creía que cada persona hacía un contrato con las
demás para un determinado tipo de gobierno, pero con la posibilidad de
modificarlo o incluso de abolirlo.

En el pensamiento filosófico desde mediados del siglo XIV y hasta


comienzos del siglo XX se contrapuso en constante evolución entre los principales
filósofos ya mencionados quienes moldearon las diferentes teorías del contrato
social y defendieron sus tesis hasta darle paso a la modernidad y permitir el
análisis y discernir diferentes enfoques y generar nuevos paradigmas.

¿Qué es un Control Social?

Se conoce por control social a una serie de medidas, valores y acciones


implementados para asegurar el orden en la sociedad. Existen otras formas de
mantener el orden en la sociedad, como por ejemplo la religión. Las diferentes
religiones tienen un código de conducta que apunta, generalmente, a ser una
buena persona.

Así pueden existir medidas persuasivas y psicológicas de asegurar el orden


como también medidas más directas y violentas.

Para poder asegurar cierto nivel de orden en una sociedad, las autoridades
recurren a estas formas de control. Entre ellas se destacan las normas sociales a
las que todos los habitantes deben someterse y actuar en base a las mismas.
Cuando alguien no respeta estas reglas deberá ser castigado de alguna manera
acorde a su transgresión.

Medios formales: Las medidas formales son aquellas que se encuentran


establecidas por medio de leyes o estatutos. Estas se expresan en cómo debe
procederse en caso de comportamientos no deseados. Se los conoce como
formales porque tienen el respaldo del gobierno y las diferentes instituciones. En
su mayoría son medidas coactivas que recurren a sanciones, castigos o privación
de la libertad.

Medios informales: este otro tipo de medidas no se encuentran plasmados


en una ley o respaldado por una institución específica. Los medios informales de
control más comunes son la educación, las normas morales y los medios de
comunicación. Lo que los diferencia de los medios formales es que socializan y
educan al pueblo para que adquiera los valores y las conductas deseadas. Las
fuerzas policiales también entran entre estos medios informales y su objetivo es
prevenir problemas y reprimir cuando sea necesario.

Análisis sobre el control social

Cuando se habla de control social, se hace referencia al grupo de normas y


regulaciones de diferente tipo que son establecidas explícita o implícitamente por
una sociedad para mantener el orden de los individuos y permitir el desarrollo de
un nivel de vida organizado y controlado. El control social puede hacerse presente
de diferentes maneras, tanto a través de prácticas formales como prácticas
informales, a través de regulaciones socialmente aceptadas y también a través de
coacción del mismo individuo sobre sí mismo.

El control social tiene como objetivo mantener a grupos sociales dentro de


un orden formalmente aceptado de modo tal que se respeten un número de
normativas básicas que contribuyan a generar estilos de vida organizados y no
conflictivos. En este sentido, las regulaciones más claramente visibles respecto a
la idea de control social son aquellas que se expresan a través de leyes, estatutos
y regulaciones formales que todos los miembros de una sociedad deben cumplir
de igual modo. Estas medidas son creadas y aceptadas por el conjunto de la
sociedad ya que son explícitamente establecidas. El control social explícito
también puede estar relacionado con los intereses políticos y la anulación de las
expresiones políticas de diversos grupos de la sociedad, aunque tales situaciones
pueden entrar en el marco de lo implícito en determinadas ocasiones.
Sin embargo, también se ejerce control social a partir de métodos
informales que no necesitan ser explicitados y que a veces tienen mucha más
fuerza que los métodos formales. Aquí debemos mencionar el control social
ejercido por las religiones, las jerarquías sociales, los medios de comunicación y la
propaganda, las normas morales y otras. Todo esto conjunto de normas de control
social informal busca generar en el individuo la adquisición de conductas
socialmente aprobadas de manera voluntaria. Muchas veces, estas normas
implícitas de control social pueden no ser del todo éticas, sobre todo cuando se
trata de la propaganda y del poder de ciertos mensajes publicitarios.

Finalmente, el control social también se ejerce desde el mismo individuo y


es aquí donde instituciones como la familia y la religión tienen especial peso.
Estas normas autoimpuestas de control social tienen que ver fuertemente con la
censura de determinadas actitudes y pensamientos y en casos extremos pueden
tener como resultado el desarrollo de personalidades excesivamente represoras y
auto censurantes.

¿Qué es un Individuo del control Social?

En la relación del control social vamos a encontrar dos sujetos:

A.- Sujeto Activo: La sociedad o grupo dentro de ella que ejerce la presión o
el control. Los sujetos que ejercen el control social se les denomina órganos de
control social y se definen como: sociedades, grupos o vínculos sociales capaces
de producir y aplicar las diversas clases de control social.

Referente a lo anteriormente expuesto, tenemos los siguientes ejemplos de


órganos del control social. Como lo son la familia, El Estado, la iglesia, los partidos
políticos, la prensa, entre otros.

B.- Sujeto Pasivo: El individuo o grupo que recibe la presión para que
adapte su conducta según los valores sociales. Aquí podemos mencionar la
distinción clara entre el control social y en autocontrol. En el autocontrol es el
propio individuo en que intenta regular su conducta de acuerdo con los valores o
normas que se ha propuesto cumplir; no hay presencia de un sujeto activo
colectivo. En cambio, en una relación en la que se manifiesta el control social, el
individuo es sujeto pasivo que recibe la influencia del grupo, la presión social para
que se adapte a sus valores o normas.

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