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Rodeados de Matemáticas
Rodeados de Matemáticas
Rodeados de Matemáticas
Querida Meg: o me sorprende que estés «a la vez excitada y un poco intimidada», como
tú dices, por el inminente acceso a la universidad. Déjame alabar tu buena intuición en
ambas cosas. La competencia será más dura, el paso más rápido, el trabajo más difícil y
el contenido mucho más interesante. Estarás encantada con tus profesores (con
algunos de ellos) y con las ideas que te llevan a descubrir, y aterrorizada de que tantos de
tus compañeros parezcan estar por delante de ti. Durante los seis primeros meses
te preguntarás por qué la escuela te permitió entrar en la universidad. (Después de eso te
preguntarás cómo entraron algunos de los demás.) Me pedías que te dijese algo que te
inspirase. Nada técnico, sólo algo para tener en cuenta cuando las cosas se pongan
difíciles.
Muy bien.
Hay caminos que cruzan el canal a intervalos regulares, por donde también cruzan las
líneas telefónicas, en las que se posan los pájaros. Visto a distancia parecen partituras
musicales, manchas pequeñas en filas de líneas horizontales. Parece que hay lugares
especiales donde les gusta posarse. No tengo muy claro por qué, pero hay una cosa que
destaca: si una bandada de pájaros se posa en un cable, los pájaros terminan
por estar uniformemente espaciados. Ésta es una pauta matemática, y pienso que hay
una explicación matemática. No creo que los pájaros «sepan» que deberían espaciarse
uniformemente. Pero cada pájaro tiene su propio «espacio personal», y si otro pájaro se
acerca demasiado, el primero se moverá silenciosamente por el cable para dejar un poco
más de sitio, a menos que otro pájaro se le acerque desde el otro lado. Cuando hay sólo
unos pocos pájaros, terminan por estar aleatoriamente espaciados. Pero
cuando hay muchos, se acercan mucho. A medida que cada uno se desplaza
para sentirse más cómodo, la «presión de población» los iguala. Los pájaros en el límite
de las regiones más densas se ven empujados hacia regiones menos densamente
pobladas. Y puesto que todos los pájaros son de la misma especie (normalmente
palomas) todos tienen una idea muy parecida de cuál debería ser su espacio personal. De
modo que se espacian de manera uniforme.
El mismo proceso que hace que los pájaros se espacien regularmente hace que
los átomos en un objeto sólido se alineen para formar un retículo repetitivo. Los
átomos también tienen un «espacio personal»: se repelen unos a otros si están
demasiado juntos. En un sólido, los átomos están obligados a compactarse
estrechamente, pero cuando ajustan sus espacios personales se disponen en una
elegante red cristalina.
Esto no es sólo una vaga analogía. El mismo proceso matemático que crea un
cristal regular de sal o de calcita crea también mi «cristal de pájaros».
Y ésas no son las únicas matemáticas que puedes hallar en Braes Bayou.
Muchas personas sacan a pasear a sus perros por los caminos. Si observas a un
perro andando, enseguida te das cuenta de que su movimiento es muy rítmico. No
cuando se para a oler un árbol o a otro perro; sólo es rítmico cuando el perro se
mueve despreocupadamente sin pensar en nada. A1 mover la cola, al sacar la lengua, al
plantar las patas en el suelo en una danza perruna descuidada.
¿Qué hacen las patas?
Cuando el perro anda, hay una pauta característica. Pata trasera izquierda,
delantera izquierda; trasera derecha, delantera derecha. Las pisadas están igualmente
espaciadas en el tiempo, como notas musicales, cuatro golpes por compás. Si el perro se
acelera, su paso cambia al trote. Ahora pares diagonales de patas -trasera izquierda y
delantera derecha, luego las otras dos- pisan el suelo a la vez, en una pauta alternante de
dos golpes por compás. Si dos personas andan una por detrás de la otra, con el paso
exactamente cambiado, y las pones dentro de un disfraz de vaca, la vaca estaría trotando.
Modelos ecológicos más serios aparecieron en los años veinte del siglo pasado, cuando
el matemático italiano Vito Volterra estaba tratando de entender un curioso efecto que
había sido observado por los pescadores del Adriático. Durante la primera guerra mundial,
cuando la pesca era reducida, el número de peces no parecía aumentar, pero sí lo hacía
la población de tiburones y rayas.
Volterra se preguntó por qué una reducción en la pesca beneficiaba a los predadores más
que a la presa. Para explicarlo imaginó un modelo matemático basado en los tamaños de
las poblaciones de tiburones y peces, y de cómo cada uno afecta al otro. Descubrió que
en lugar de asentarse en valores estacionarios, las poblaciones sufrían ciclos repetitivos:
grandes poblaciones se hacían más pequeñas pero luego aumentaban,
una y otra vez. La población de tiburones alcanzaba un máximo algún tiempo después de
que lo hiciera la población de peces. No hacen falta los números para entender por qué.
Recuerdo una de las muchas historias que cuentan los matemáticos una vez que los
no matemáticos han salido de la habitación. Un matemático en una famosa universidad
fue a ver el nuevo auditorio, y cuando estaba allí se encontró al decano de la
facultad mirando al techo y murmurando para sí: «Cuarenta y cinco, cuarenta y seis,
cuarenta y
siete...». Naturalmente, el matemático interrumpió la cuenta para descubrir de qué
se trataba. «Estoy contando las luces», dijo el decano. El matemático miró hacia arriba,
a la perfecta disposición rectangular de luces y dijo: «Eso es fácil, hay... doce en
esa dirección y... ocho en esa otra. Doce por ocho son noventa y seis». «No, no», dijo
el decano con impaciencia. «Yo quiero el número exacto. »
Incluso cuando se trata de algo tan simple como contar, nosotros, los
matemáticos, vemos los números de forma diferente que otras personas.