Walter BenjaminJuicios A Las Brujas y Otras Catast
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David Caralt
San Sebastian University
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226 AISTHESIS Nº59 (2016): 225-228
La lectura del índice indica ya varias cosas. En primer lugar, una variedad
extraordinaria de temas. En segundo lugar, algunos de los intereses de Benjamin,
como la destrucción (terremotos, incendios, derrumbes, inundaciones), el desarro-
llo de la técnica, el coleccionismo, la atención en general hacia los contemporáneos
ignorados y marginados (brujas, bandidos analfabetos, contrabandistas pobres) y la
predilección por aquellas realidades desatendidas y a priori secundarias que él sitúa,
sin distinción, en el mismo plano que los denominados grandes acontecimientos de
la historia: Pompeya al lado de los perros –por citar la primera y la última historias
del libro. Se trata de relatos muy bien documentados y repletos de detalles (conocida
es la predilección del autor por la importancia de las anécdotas), que podrían muy
bien ser enlazados con varios de sus escritos más importantes.
En el programa que relata la desgracia de Pompeya, donde él mismo había estado
de viaje en 1924, Benjamin plantea la destrucción como una obra de conservación.
Considerando que estas retransmisiones tenían un objetivo pedagógico, Benjamin llama
la atención sobre el punto de que solo murió una décima parte de los habitantes de la
ciudad, y en la mayoría de los casos “fue la preocupación por sus pertenencias lo que
les impidió ocuparse de su seguridad” (26). Personas que se encerraron en el sótano
junto a sus fortunas de oro y plata y luego no pudieron salir, por lo que murieron de
hambre; otros que no alcanzaron a escapar porque iban cargados con sacos repletos de
joyas y cubiertos de plata; todavía otros más que fallecieron cuando, pasada la erupción,
volvieron para desenterrar los tesoros y se hundieron fatalmente, quedando sepultados.
Este era el mensaje que esperaba bajo el polvo: el apego por la riqueza material acabó con
sus vidas. En estas historias, Benjamin se entretiene en el análisis del comportamiento
de las personas frente a la catástrofe y reúne relatos de testigos contemporáneos, como
en el terremoto de Lisboa y en la inundación del Mississippi, por ejemplo.
En otro grupo de narraciones, Benjamin se ocupa de aquellos que algún día
fueron gravemente perjudicados. Los juicios a las brujas, por ejemplo, fueron una de
las “plagas más espantosas junto con la peste” (36) a mediados del siglo xiv, debido a
la superstición, precisamente en un momento de gran auge de las ciencias, subraya.
Con lujo de detalles (testimonios, actas de sumarios, publicaciones especializadas,
etc.), Benjamin se asombra de las tremendas energías invertidas por los eruditos
con tal de encontrar argumentos que justificaran la existencia de las brujas, pruebas
carentes de toda lógica.
El materialista histórico despunta en la transmisión dedicada a los bootleggers,
los contrabandistas de alcohol en la frontera de Estados Unidos con Canadá. En él
razona sobre la aparición de estos infractores en tanto producto de la aprobación
de la ley seca. Pero Benjamin se encarga de explicar que dicha ley no se aprobó por
motivos de salud o religiosos –como sostenían algunos puritanos–, sino por intereses
económicos como los de Henry Ford.
El programa que explica el colapso del puente metálico sobre el río Tay en 1878,
cuando pasaba un tren cargado de pasajeros, contiene la teoría sobre la técnica que
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