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Poética y Mímesis
Poética y Mímesis
Poética y Mímesis
ESCUELA DE HUMANIDADES
PREGRADO EN LITERATURA
CRÍTICA Y CANON
Poética y Mímesis
Por lo que toca al aspecto cognoscitivo del arte, Aristóteles expresa que
éste no sólo produce un “placer particular” sino también que es fuente de
aprendizaje para quienes lo contemplan (Poética, 4, 1448b 4-24).
Y, por último, en lo que concierne a la vida afectiva, o, más bien, a la
asimilación afectiva de la que habla su maestro, “Aristóteles rechaza total y
absolutamente la opinión platónica de que la vida sentimental sea algo malo”
(Düring, 2010, p. 258). Como componentes naturales del alma, y por ende como
elementos que no son el producto de la costumbre o la educación, los
sentimientos (o las pasiones del alma) carecen de valor en sí mismos. Si se nos
elogia o nos censura al momento de obrar, no es por tener alguna clase de
sentimientos sino por comportarnos de cierta manera en relación con ellos
(Ética Nicomáquea, II, 1105b 1-30; 1106a 5-10). El juicio ético, en palabras de
Aristóteles, reside menos en la manifestación espontánea de los sentimientos
que en el deseo deliberado de la acción. En esa medida, es tarea del poeta
despertar en el auditorio la vivacidad de ciertos sentimientos y producir un
“intenso efecto emocional” (Poética, 14, 1453b 12 y b 26).
Más que asumir el término mímesis en el sentido de representación, y
así poder tener –según la exigencia platónica- “algún juicio sobre si es exacta o
desacertada, o si es correcta o si está bien hecha” (Leyes, 668c ss), Aristóteles se
apropia de él y lo usa, en la Poética, con una significación diferente. Sólo que es
necesario construir dicha significación.
Permítasenos sospechar que la palabra mímesis se apoya, de un lado, en
el vocabulario de la ilusión figurativa y, de otro, en la idea, aceptada en la
época, de “que el ser no puede surgir del no-ser” (Düring, 2010, p. 266). Luego,
la imitación poética no sería tanto un acto de copia, de simple apariencia,
cuanto un acto de génesis o generación. Quien imita produce, o, si se prefiere,
re-produce, es decir, hace ver, en un plano no natural o artificial, algo de lo real.
Lo real hace las veces de fundamento de lo artificial mimético, así como lo
artificial mimético es el soporte de la actividad artística. Por eso, a juicio de
García Bacca, la escala natural, artificial, artístico subyace al concepto de
mímesis aristotélico (2000, p. 24).
Aclaremos lo dicho con un ejemplo sencillo. Como ser que procede de
la phýsis, el hierro es natural porque, en sí mismo, detenta una vinculación
ontológica de las causas material, formal, eficiente y final. Un principio innato
de movimiento, cambio y composición de los minerales que existen en la
naturaleza hace que se forme como metal dúctil, flexible y fuerte, y no como
metal duro, inflexible y frágil, sin que en principio una causa externa
intervenga en el proceso. De ahí que en el sistema aristotélico el hierro pueda
ser llamado ser primario (Física, B, 192 b).
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“deducir qué es cada cosa” (Poética, 4, 1448b 15-18). Como advierte Redfield, la
palabra clave, aquí, es “deducir” (syllogízesthai). Por consiguiente, no es sólo
placer espiritual lo que origina una imitación consumada; también se trata de
un placer cognoscitivo, pues Aristóteles, a quien se le ha atribuido un cierto
intelectualismo estético, concibe el arte como un vehículo de aprendizaje
(máthesis). Gozar aprendiendo podría ser un modo de glosar este pasaje.
Tal estado se daría a partir de la naturaleza propia de la imitación.
Resulta innegable que el objeto real y su imitación no son una y la misma cosa.
Si fueran iguales, o idénticas, una de las dos sobraría. Y este principio de no
identidad vale para todas las producciones artísticas. Afirmamos de algo que
es una imitación porque, aunque se le parezca, no es -en propiedad- la cosa real
o natural. Respecto del objeto real que le sirve de modelo, la imitación
comporta siempre un desajuste, alguna clase de disimilitud, en todo caso una
no-identidad. Y supone un desarreglo, no porque la imitación esté mal hecha
o confeccionada de cualquier manera, sino porque la reducción es inherente a
la captación mimética. En otros términos, “la esencia de la imitación es la
reducción formal” (Redfield, 2012, p. 93). Esto significa que el proceso de
imitación va menos tras la aprehensión del objeto como un todo, que de los
rasgos formales que lo constituyen y distinguen de otro objeto imitable. Desde
este punto de vista, “la imitación es el descubrimiento de la forma de las cosas”
(Redfield, 2012, p. 94). El que imita retira el manto que cubre, si cabe la
expresión, la obstinada apariencia de las cosas y revela, hace ver, “presenta” (no
olvidemos que esta es la palabra empleada por García Bacca) sus partes
constitutivas, o, mejor, sus rasgos distintivos, a quienes fungen de oyentes o
espectadores. Por supuesto, sin un previo conocimiento del objeto es difícil que
se produzca el reconocimiento, pues éste tiene por fundamento a aquél1.
En el ejemplo arriba descrito, la espada reproducida pictóricamente
gana nuestra comprensión porque la reconocemos formalmente en su
configuración básica o subyacente. Lo mismo vale para una práctica artística
más cercana a nuestros hábitos de observación y consumo.
Como parte de los nuevos medios de comunicación masiva (llámense
prensa, periodismo digital, revista de variedades, etc.), el buen caricaturista es
aquél que, luego de trazar unas cuantas líneas sobre una determinada
superficie, las necesarias para registrar la quintaesencia de aquello que se ha
que el oyente o el espectador conozca con anterioridad el objeto o la situación imitada. Pero Aristóteles,
que no olvida el componente de placer proporcionado por la obra, se apresurar a contener la objeción
afirmando que, si “uno no ha visto antes al retratado [y en general a las cosas que son objeto de mímesis,
agregaríamos nosotros], no producirá placer como imitación, sino por la ejecución, o por el color, o por
alguna causa semejante” (Poética, 4, 1448b 15-19).
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2 “Aristóteles clasifica la música instrumental como género especial. Puesto que Platón concibe
la mousiké como unión de palabra y sonido, y considera el arte musical puro como degeneración (Leyes,
669c), se dice que Aristóteles fue el primero que reconoció aquí la música pura como forma artística
especial, equiparable a la poesía …pues ciertamente la escritura en notas de la música instrumental es
también mucho más antigua que la de la música vocal…La música instrumental, que Platón describe con
colores tan vivos y que condena, es la nueva ´música´ introducida por Timoteo. Aristóteles registra,
solamente como un hecho, que también la música pura puede ser re-producción, es decir, poesía musical”
(Düring, 2010, p. 268).
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captar los rasgos formales del objeto imitado no implica postular que éste sea
tributario de una forma absoluta. Si creyéramos lo contrario (empujados por
una suerte de ideal platónico), estaríamos negando la posibilidad de que se
dieran prácticas miméticas diferentes y, de contera, sostendríamos que la única
imitación válida es aquella que reemplaza exactamente el modelo original
(Redfield, 2012, p. 94). Pero es justamente porque Aristóteles concibe la
mímesis en términos no metafísicos, por lo que tiene sentido pensar el acto
mimético en sus relaciones con la vida práctica.
Bibliografía