Religious Belief And Doctrine">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Emaus en Maria Valtorta

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

10-625-201 (11-11-679).

- Aparición, al atardecer del Domingo de Resurrección, a los


discípulos de Emmaús (1).
* Cleofás y Simón, dos discípulos, hablan de los últimos sucesos, camino hacia
Emmaús.- ■ Por un camino montañoso dos hombres, de edad madura, van andando
rápido. A sus espaldas, Jerusalén, cuyas alturas van desapareciendo, cada vez más detrás
de las ondulaciones y valles que se subsiguen. Hablan entre sí. El que parece de mayor
de edad dice al otro, que tendrá como mucho unos treinta y cinco años: “Créelo, ha sido
mejor hacer esto. Yo tengo familia y tú también. El Templo no bromea. Está decidido
realmente a poner fin a estas cosas. ¿Tendrá razón? ¿No la tendrá? Yo no lo sé. Lo
único que sé es que están resueltos a terminar para siempre con todo esto”. Cleofás:
“Con este crimen, Simón. Dale el nombre apropiado. Porque, por lo menos, delito
es”. Simón: “Según se vean las cosas. En nosotros es el amor lo que nos hace rebelarnos
contra el Sanedrín. Pero tal vez… ¡quién sabe!”. Cleofás: “Nada. El amor ilumina. No
lleva al error”. Simón: “También el Sanedrín como los sacerdotes y los jefes aman. Ellos
aman a Yeové, a Aquel al que todo Israel ha amado desde cuando se selló el pacto entre
Dios y los Patriarcas (2). ¡Entonces, también para ellos el amor es luz, y no lleva al
error!”. Cleofás: “Lo suyo no es amor al Señor. Es verdad que Israel desde hace siglos
está en esa Fe. Pero, dime: ¿puedes afirmar que sigue siendo una Fe lo que nos dan los
jefes del Templo, los fariseos, los escribas, los sacerdotes? Ya ves tú mismo que con el
oro sagrado destinado al Señor —ya se sabía o, al menos, se sospechaba que esto
sucediera— con ese oro han pagado al traidor y ahora pagan a los guardias. Al primero, 
para que entregase al Mesías; a los segundos, para que mientan. ¡Oh, lo que no
comprendo es cómo el Poder eterno se haya limitado a sacudir las murallas y a rasgar el
Velo! Te aseguro que yo hubiera querido que bajo los escombros hubiera sepultado a
los nuevos filisteos (3). ¡A todos!”. Simón: “¡Cleofás! Tú no piensas más que en
venganza”. Cleofás: “Sin duda alguna. Porque, supongamos que Él hubiera sido solo un
profeta, ¿es lícito acaso matar a un inocente? ¡Porque inocente era! ¿Le has visto alguna
vez cometer tan siquiera uno de esos delitos de que le acusaron para matarle?”. Simón:
“No, ninguno. ■ Pero sí cometió un error”. Cleofás: “¿Cuál fue, Simón?”. Simón: “El de
no haber mostrado su poder desde lo alto de la Cruz, para confirmar nuestra fe y para
castigar a los incrédulos sacrílegos. Debía Él haber aceptado el desafío y bajar de la
Cruz”. Cleofás: “Ha hecho mucho más. ¡Ha resucitado!”. Simón: “¿Pero será verdad?
Resucitado, ¿cómo? ¿Con solo el Espíritu o con el Espíritu y su Cuerpo?”. Exclama
Cleofás: “¡Pero el espíritu es eterno! ¡No tiene necesidad de resucitar!”. Simón: “Eso
también lo sé yo. Lo que quería decir es que si ha resucitado solo con su Naturaleza de
Dios, superior a cualquier asechanza humana. Porque en estos días el hombre ha
atentado contra su Espíritu con el terror. ¿Has oído lo que ha dicho Marcos? Cómo, en
el Getsemaní, el peñasco a donde Él había ido a orar está bañado de sangre. Y Juan, que
ha hablado con Marcos, le ha dicho: «No permitas que se pisotee ese lugar porque tiene
sangre sudada por el Hombre-Dios». ¡Si ha sudado antes de su Pasión, sin duda debió
sentir terror ante ella!”. Cleofás: “¡Pobre Maestro nuestro!…”. Se callan afligidos.
* Los dos discípulos con el Peregrino.- ■ Jesús se llega a ellos, y pregunta: “¿De qué
habláis? En el silencio, oía a intervalos vuestras palabras. ¿A quién han matado?”. Es un
Jesús oculto bajo la apariencia modesta de un pobre viajero que va deprisa. Los dos no
le reconocen. Cleofás: “¿Eres de otros lugares? ¿No te has detenido en Jerusalén? Tu
vestido lleno de polvo y las sandalias tan rotas nos parecen que son de un peregrino
incansable”. Jesús: “Lo soy. Vengo de muy lejos…”. Cleofás: “Has de estar cansado,
entonces. ¿Vas lejos?”. Jesús: “Muy lejos, aún más lejos que de donde vengo”. Cleofás:

1
“¿Viajas por negocios?”. Jesús: “Tengo que conseguir un número ilimitado de rebaños
para el más grande Señor. Debo de recorrer todo el mundo para escoger ovejas y
corderos; e ir incluso entre los rebaños salvajes, los cuales, una vez domesticados, serán
incluso mejores que los que ahora no son salvajes”. Simón: “Trabajo difícil. ¿Y has
proseguido sin haberte detenido en Jerusalén?”. Jesús: “¿Por qué lo
preguntáis?”. Simón: “Porque pareces  el único que ignora lo que en ella ha sucedido en
estos días”. Jesús: “¿Qué ha sucedido?”. Simón: “Vienes de lejos y por eso tal vez lo
ignoras. Sin embargo, tu modo de hablar es galileo. Por tanto, aunque estés a las
órdenes de un rey extranjero o seas hijo de un galileo expatriado, sabrás, si eres un
circunciso, que hacía tres años que surgió en nuestra patria un gran profeta llamado
Jesús de Nazaret, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante los hombres, que
anduvo predicando por todo el país. Y decía que era el Mesías. Sus palabras y obras
eran realmente de Hijo de Dios, como Él afirmaba serlo. Ahora sabes el por qué… ■
Pero, ¿eres circunciso?”. Jesús: “Soy primogénito y consagrado al Señor”. Cleofás:
“Entonces conoces nuestra Religión”. Jesús: “No ignoro ni una sílaba de ella. Conozco
sus preceptos y costumbres. Conozco el Halasia, el Midrás, y el Haggadá (4) como
conozco el aire, el agua, el fuego y la luz que son los primeros elementos a los que se
dirigen la inteligencia, el instinto, las necesidades que el hombre experimenta apenas
nacido”. Cleofás: “Pues entonces tú sabes que a Israel se le había prometido el Mesías,
pero un Mesías como rey poderoso que habría de reunir a Israel. Él, sin embargo, no era
así…”. Jesús: “¿Y cómo era?”. Cleofás: “Él no ambicionaba ningún poder terrenal, sino
que se decía rey de un Reino eterno y espiritual. No ha reunido a Israel. Al contrario, lo
ha escindido, porque ahora Israel está dividido entre los que creen en Él y los que le
consideran un malhechor. A decir verdad, no tenía aptitud para rey porque quería solo
mansedumbre y perdón. ¿Y cómo poder conseguir conquistar y triunfar con estas
armas?”. Jesús: “¿Y entonces?”. Cleofás: “Pues entonces los jefes de los Sacerdotes y
los Ancianos de Israel le apresaron y le sentenciaron a muerte… acusándole, esto es
verdad, de culpas no verdaderas. Su culpa fue la de ser demasiado bueno y demasiado
severo…”. Jesús: “¿Cómo podía ser las dos cosas al mismo tiempo?”. Cleofás: “Lo
podía, porque era muy severo en decir las verdades a los jefes de Israel, y demasiado
bueno en no obrar contra ellos un milagro para matarlos, fulminando a sus enemigos
injustos”. Jesús: “¿Era severo como el Bautista?”. Cleofás: “Bueno… no sabría decirlo.
Echaba en cara, sobre todo en los últimos meses, a los escribas y fariseos sus defectos, y
amenazaba a los del Templo como a personas señaladas por la ira de Dios. Por otra
parte, si uno era pecador y se arrepentía y Él veía en su corazón un verdadero
arrepentimiento, porque el Nazareno leía en los corazones mejor que un escriba en el
texto escrito, entonces era más dulce que una madre”. Jesús: “¿Permitió Roma que fuera
ejecutado un inocente?”. Cleofás: “Pilatos fue quien le condenó a muerte… Pero no
quería y decía de Jesús que era un justo. Pero le amenazaron con denunciarle ante
César, y tuvo miedo. ■ En una palabra, fue condenado a la cruz y en ella murió. Y esto,
junto con el temor que tenemos a los sanedristas, nos ha deprimido mucho. Yo soy
Cleofás, hijo de Cleofás, y este es Simón, ambos de Emmaús y parientes, porque yo
soy esposo de su primera hija, y éramos discípulos del Profeta”. Jesús: “¿Y ahora no lo
sois?”. Simón: “Nosotros esperábamos que sería Él el que libraría a Israel, y también
que con un prodigio confirmase sus palabras. ¡Pero…!”. Jesús: “¿Qué palabras había
dicho?”. Cleofás: “Te lo hemos dicho: «He venido al Reino de David. Yo soy el Rey
pacífico» y cosas semejantes. También decía: «Venid al Reino», pero luego no nos dio
el Reino. Agregaba: «Al tercer día resucitaré». Hoy ya hace tres días que murió. Más

2
bien ya pasaron, porque la hora de nona ya pasó y Él no ha resucitado. Algunas mujeres
y algunos guardias dicen que sí, que ya resucitó, pero nosotros no le hemos visto. Los
guardias dicen ahora que así dijeron para justificar el robo del cadáver llevado a cabo
por los discípulos del Nazareno. ¡Los discípulos!… Todos nosotros le hemos
abandonado cuando aún vivía… Y está claro que ahora que está muerto no le hemos
robado. Las mujeres… ¿quién les va a creer? ■ Nosotros discutíamos sobre esto, y
tratábamos de saber si Él se refería a resucitar solo con el Espíritu de nuevo divino, o si
también con su Cuerpo. Las mujeres dicen que los ángeles —porque dicen haber visto
también ángeles después del terremoto, y es probable porque el viernes salieron de sus
sepulcros los justos—  afirman que los ángeles les dijeron que Él estaba como uno que
nunca ha muerto. Y así se apareció a las mujeres. Pero dos de los nuestros, dos de los
principales, fueron al Sepulcro, y lo encontraron vacío, como las mujeres habían
afirmado, pero no le vieron, ni allí, ni en ninguna otra parte. Y estamos realmente
desconsolados, porque no sabemos qué hacer”.
* “El error de Israel consiste en haber interpretado a su modo la realeza del
Mesías”.- ■ Jesús les dice: “¡Oh, cuán necios y duros sois para comprender! ¡Cuánto os
cuesta creer en las palabras de los profetas! ¿Acaso no estaba ya dicho esto? El error de
Israel consiste en haber interpretado a su modo la realeza del Mesías. Por esto no le
creyeron, por esto le temieron, por esto ahora vosotros dudáis. Arriba, abajo, en el
Templo y en las aldeas, en todas partes, se pensaba en un rey según la naturaleza
humana. La reconstrucción del Reino de Israel, en el pensamiento de Dios, no está
limitada, al tiempo, al espacio y a los medios. No al tiempo: toda realeza, aun la más
poderosa, no es eterna. Recordad a los poderosos faraones que oprimieron a los hebreos
en tiempos de Moisés. ¡Cuántas dinastías han muerto! De ellas solo quedan momias sin
alma en el fondo de sepulcros ocultos. Solo queda un recuerdo de ellos, si es que queda,
y es que su poder duró una hora (menos de una hora si medimos su duración en relación
al Tiempo eterno). Este Reino es eterno. No al espacio. Estaba escrito: Reino de Israel,
porque de Israel salió el tronco de la raza humana (5), porque en Israel, si se puede
decir, está el germen de Dios, y por esto al haberse dicho Israel, se quería dar a
entender: el reino de los hombres creados por Dios. La realeza del Mesías-Rey no está
limitada al estrecho espacio de la Palestina, sino se extiende de norte a sur, de oriente a
occidente, dondequiera que haya un cuerpo en que vive un alma, esto es, un hombre.
¿Cómo habría podido uno solo reunir en sí todos los pueblos, entre sí enemigos, y
formar un solo reino sin hacer correr ríos de sangre y sin tener a todos sometidos a
punta de espada? ¿Cómo habría podido ser entonces el rey pacífico de quien hablan los
profetas? No a los medios: he dicho que el medio humano es la opresión. El medio
sobrehumano es el amor. El primero siempre es limitado, porque los pueblos pronto se
rebelan contra el opresor. El segundo es ilimitado porque el amor es amado, o vejado si
no es amado; pero, siendo una cosa espiritual, no puede ser agredido directamente. Y
Dios, el Infinito, quiere medios que sean como Él. Quiere aquello que no es finito,
porque es eterno: el espíritu; lo que es del espíritu; lo que lleva al Espíritu. El error ha
sido el haber concebido en la mente una idea mesiánica equivocada en cuanto a los
medios y a la forma. ■ ¿Cuál es la realeza más alta? La de Dios. ¿No es verdad? Ahora
bien —así es llamado y esto es el Mesías—, el Admirable, el Emmanuel, el Santo, el
Retoño sublime, el Fuerte, el Padre del siglo futuro, el Príncipe de la paz, el que es Dios
como Aquél de quien viene, ¿no tendrá una realeza semejante a la de Aquél que le
engendró? Sí, que la debe tener. Una realeza del todo espiritual y eterna, a salvo de
rapiñas y sangre, que desconozca las traiciones y las revueltas. ¡Su realeza! La que la

3
Bondad eterna concede aun a los pobres mortales, para dar honra y gloria a su Verbo.
¿No acaso dijo David que este Rey poderoso tendría todas las cosas bajo sus pies como
escabel? (6). ¿No describió Isaías toda su Pasión (7) y David, podría decir, que contó
sus torturas? (8). ¿No acaso está dicho que Él es el Salvador y Redentor que con su
holocausto salvará al hombre pecador? (9). ¿Y no está precisado, —y Jonás es signo de
ello—, que durante tres días estaría en las oscuras entrañas de la Tierra, y que luego
sería arrojado de ellas como el profeta lo fue del vientre de la ballena? (10). ■ ¿No se ha
dicho de Él: «Mi Templo, esto es, mi Cuerpo al tercer día después de haber sido
destruido, volverá a ser reedificado por Mí (o sea, por Dios)»? ¡Y qué! ¿Pensabais que
por magia Él levantaría los muros del Templo? No. No los muros sino a Sí mismo. Solo
Dios podía levantarse por Sí mismo. Él ha vuelto a levantar el verdadero Templo: su
Cuerpo de Cordero. Inmolado, como estaba determinado y según la profecía de Moisés,
para preparar el «paso» de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad de los
hombres hijos de Dios y esclavos de Satanás (11). ■ ¿Cómo ha resucitado? os lo
preguntáis. Os respondo: Ha resucitado con su verdadero Cuerpo y con su Espíritu
divino dentro del Cuerpo, como en cada cuerpo mortal habita el alma, que reina en el
corazón. Así ha resucitado, después de haber padecido para expiar todo, para reparar el
Pecado de los primeros padres, y los innumerables que diariamente la raza humana
comete. Ha resucitado como está dicho bajo el velo de las profecías. ■ Llegado en su
tiempo —os recuerdo a Daniel (12)—, en su tiempo fue Inmolado. En el tiempo que
estaba prescrito. Oíd y no olvidéis, en el tiempo fijado después de su muerte, la ciudad
deicida será destruida. Os aconsejo que leáis con el alma, no con la inteligencia
soberbia, los profetas desde el principio del Libro hasta las palabras del Verbo
inmolado; recordad al Precursor que le señaló como al Cordero, traed a la memoria cuál
era el destino simbólico del cordero mosaico. Por esa sangre los primogénitos de Israel
fueron salvados (13). Por esta Sangre serán salvados los primogénitos de Dios, esto
es, quienes con su buena voluntad se habrán consagrado al Señor. Recordad y
comprended el salmo mesiánico de David y al mesiánico profeta Isaías. Recordad a
Daniel, traed a la memoria, pero levantándola de lo terrenal a lo superior, cada palabra
acerca de la realeza del Santo de Dios, y comprenderéis que no podía haber sido dada
otra señal apropiada que la de la victoria sobre la Muerte, que la Resurrección que el
mismo ha realizado. ■ Recordad que no hubiera sido conforme a su misericordia y a su
misión el castigar desde lo alto de la Cruz a los que le habían clavado en ella. ¡Todavía
Él era el Salvador a pesar de ser el Crucificado escarnecido, clavado a un patíbulo! Sus
miembros estaban clavados, pero libres su espíritu y su voluntad; y con el espíritu y la
voluntad quiso seguir esperando, para dar tiempo a los pecadores de creer y de invocar
su Sangre sobre sí, no con un rito blasfemo, sino con un gemido de dolor. Ahora ha
resucitado. Todo está terminado. Glorioso era antes de su encarnación. Tres veces
glorioso lo es ahora, que, después de que se aniquiló durante tantos años en un cuerpo,
se ha inmolado a Sí mismo, obedeciendo hasta la perfección de saber que moriría sobre
la cruz para cumplir la voluntad de Dios. ■ Gloriosísimo, juntamente con su Cuerpo
glorificado, sube ahora al Cielo y entra en la Gloria eterna, dando comienzo al Reino
que Israel no ha comprendido. A ese Reino Él, ahora con más instancia que nunca, con
el amor y la autoridad de que está lleno, llama a todas las tribus del mundo. Como
vieron y previeron los justos de Israel y los profetas, todos los pueblos vendrán al
Salvador. Y no habrá ya más judíos o romanos, escitas o africanos, íberos o celtas,
egipcios o frigios. El territorio del otro lado del Éufrates estará al lado de los númidas
en su Reino, y desaparecerán razas y lenguas. Ni las costumbres ni el color de la piel o

4
cabellos, tendrán lugar en su Reino. Sino que será un solo pueblo, inmenso, brillante,
bello, un único lenguaje, un único amor. Será el Reino de Dios. El Reino de los Cielos.
Monarca eterno: el Inmolado Resucitado. Súbditos eternos: los que creen en Él. Tratad
de creer para que forméis parte de Él. Bien amigos, ahí está Emmaús. Yo voy más lejos.
Al viajero que tanto camino le resta, no se le permite reposo alguno”.
* Al partir el pan y distribuir se manifiesta en lo que es Él, el Resucitado.- ■ Los
dos discípulos suplican: “Señor, estás más instruido que un rabí. Si no hubiera muerto
Él, diríamos que Él en persona nos ha hablado. Quisiéramos oír de Ti otras verdades y
mejor explicadas. Porque todavía nosotros, cual ovejas sin pastor, espantadas por la
borrasca del odio de Israel, no podemos comprender las palabras del Libro. ¿Quieres
que vayamos contigo? Mira, nos instruirías un poco más, haciendo lo que solía hacer el
Maestro que nos fue arrebatado”. Jesús: “Durante tanto tiempo le habéis tenido, ¿y no
ha podido haceros perfectos? ¿No es ésta una sinagoga?”. Cleofás: “Soy Cleofás, hijo
de Cleofás el sinagogo, que murió de alegría al haber conocido al Mesías”. Jesús: “¿Y
todavía no has llegado a creer claramente? Pero no es vuestra culpa. Después de la
Sangre vendrá el Fuego. Luego creeréis porque comprenderéis. Adiós”. Cleofás: “¡Oh,
Señor, la tarde ya está encima! El sol, se inclina sobre su lecho. Cansado estás, y
sediento. Entra. Quédate con nosotros. Nos hablarás de Dios, mientras compartimos el
pan y la sal”. ■ Jesús entra y con la hospitalidad hebrea le sirven bebidas y también
agua para sus pies cansados. Se sientan a la mesa y le ruegan ofrezca los alimentos.
Jesús se pone de pie. El pan en las palmas. Con los ojos levantados al cielo rojo
crepuscular, da gracias por los alimentos y se sienta. Parte el pan, y lo distribuye entre
los dos. Al hacer esto se manifiesta en lo que es Él, el Resucitado. No tiene el
resplandor con que se ha manifestado a los otros predilectos suyos, pero es un Jesús en
quien brilla la majestad, con sus llagas bien visibles en sus largas Manos: color rojo
sobre un color de marfil. Un Jesús que vive nuevamente con su Cuerpo, pero también es
un Dios con la majestad en su mirar y en su actitud. ■ Los dos le reconocen y caen de
rodillas… Pero, cuando se atreven a levantar su cara, no queda de Él sino el pedazo de
pan partido. Lo toman y lo cubren de besos. Toman el pedazo que habían recibido y
envolviéndolo en un lienzo de lino lo guardan en el pecho como una reliquia. Entre
lágrimas exclaman: “¡Él era! Y no le reconocimos. Y con todo, ¿no sentías que te ardía
el corazón en el pecho al oírle hablar y al señalarnos las Escrituras?”. Cleofás: “Así es.
Y ahora me parece verle de nuevo, a la luz que del Cielo proviene, la luz de Dios; y veo
que Él es el Salvador”.
* “Vámonos… Vamos a contarlo a los discípulos de Jesús, en Jerusalén”.- ■
Dice Simón: “Vámonos. No me siento ni cansado, ni con hambre. Vamos a contarlo a
los discípulos de Jesús, en Jerusalén”. Cleofás: “Vamos. ¡Oh, si mi anciano padre
hubiera podido gozar de estos momentos!”.  Simón: “No digas esto. Él, más que
nosotros, ha gozado de ellos, sin el velo de la carne, que se nos da a nosotros por causa
de nuestro ser mortal, él, el justo Cleofás, ha visto con su espíritu al Hijo de Dios volver
a entrar en el Cielo. ¡Vamos! ¡Vamos! Llegaremos cuando sea muy noche. Pero, si Él lo
quiere, nos proporcionará el modo de pasar las murallas. Si ha abierto las puertas de la
muerte, ¡muy bien podrá abrir las de las murallas! ¡Vamos!”. Y mientras los últimos
rayos crepusculares se despiden de la tierra, con paso veloz se dirigen a Jerusalén.
(Escrito el 5 de Abril de 1945

También podría gustarte