Anthropology">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

22-Sessa Papers en La Puna

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

PONENCIA AAM-INM 2008

Título del trabajo: ¿Papers en la Puna? Una reflexión sobre el poder y la


representación en la investigación etnomusicológica a partir de una experiencia de
trabajo en Susques.

Autor: Martín Sessa

Introducción

El presente trabajo busca reflexionar acerca de las dimensiones éticas de una


investigación etnomusicológica actualmente en curso, inscribiendo las problemáticas
surgidas en el transcurso de la misma dentro del marco de algunos de los debates
disciplinares de la etnomusicología y la antropología de las últimas décadas.
Desde el año 2005 me encuentro investigando sobre la música de las bandas de
sikuris de la localidad de Susques, provincia de Jujuy, en proyectos sustentados por
becas de la Universidad Nacional de La Plata y el Fondo Nacional de las Artes y
previendo la redacción de un trabajo de tesis sobre el tema en el marco de la Maestría en
Arte Latinoamericano de la Universidad Nacional de Cuyo. La investigación buscó en
una primera etapa arribar a una caracterización de la tradición musical estudiada tanto
desde lo específicamente sonoro como en su articulación con distintos aspectos de la
historia y la cultura locales y actualmente me encuentro abocado a la profundización del
estudio de las relaciones entre música, territorio e identidad en la región.
Desde un primer momento percibí un conflicto entre la escritura de textos
académicos como fruto de la investigación y la posibilidad de que de mi trabajo pudiera
ser aprovechado de alguna manera por la población de Susques. La escritura de textos
académicos resulta indispensable para los investigadores, en tanto les permite
comunicarse con los estudiosos de su área y acumular créditos de los que depende su
carrera institucional. Pero los temas, las problemáticas, el tipo de abordaje, el léxico, el
estilo de escritura y el tipo de lector que presuponen estos textos están definidos en gran
medida por el papel que cumplen dentro del ámbito académico, lo que dificulta el
acceso a los mismos, y también su valoración y aprovechamiento, por parte de aquellos
actores involucrados en la investigación que no participan de dicho ámbito. Entre éstos
se cuentan muchas veces los “autóctonos”, nuestros interlocutores en el trabajo de
campo sin cuya colaboración nuestra tarea sería imposible.
La etnomusicología y la antropología han reflexionado sobre las implicaciones
éticas de sus prácticas habituales de trabajo de campo y escritura académica, al discutir
cuestiones como la autoridad etnográfica, la crisis de la representación, y la reflexividad
epistemológica (Gourlay 1978; Pelinski 2000; Cámara 2004; Llobera 1990; Clifford
1992; Bartolomé 2003; García Canclini, 2004). El planteo de estas temáticas
indudablemente entrelazadas entre sí y de otras afines ha contribuido además a que
distintos tipos de diferencias (culturales, sociales, de género, etáreas, etc.) dejen de
percibirse como realidades en sí mismas que se presentan como hechos dados al
investigador. Se ha puesto el foco, en cambio, en el papel desempeñado por distintos
discursos sociales en la construcción de estas diferencias y, en particular, se tomó
conciencia de que las propias ciencias sociales juegan un papel en dicho proceso de
construcción. En el mismo sentido, comenzó a tematizarse la asimetría de las relaciones
de poder establecidas entre los distintos actores implicados en las investigaciones,
especialmente entre el investigador y la población investigada.

1
El presente trabajo expone algunos aspectos de la investigación realizada hasta
el momento sobre la música de sikuris de Susques, reflexionando acerca de los mismos
en relación con los debates disciplinares mencionados. En particular, se atiende a la
decisión de volcar los resultados de la investigación en distintos tipos de textos dirigidos
a públicos diferentes y a los diálogos y negociaciones establecidos con diversos actores
de la localidad en relación con las pautas de mi propio trabajo. En este sentido, se
evalúa finalmente la posibilidad de trabajar con el concepto de “empoderamiento”
(Argañaraz 2005; Pérez Nasser 2001) en el abordaje de las asimetrías implicadas en el
trabajo etnográfico.

Antropología posmoderna

Quienes iniciamos una trayectoria en investigación en etnomusicología durante


la última década y nos acercamos a la antropología buscando profundizar nuestras bases
teóricas y metodológicas nos encontramos con una serie de debates en el seno de esta
última disciplina en los que prácticamente todo el proceso de producción del
conocimiento dentro de sus cánones tradicionales resultaba cuestionado de manera
radical: desde el trabajo de campo hasta el texto etnográfico, desde las categorías
analíticas hasta los roles asumidos por los distintos actores implicados en las
investigaciones. Paralelamente, observamos discusiones similares en textos
etnomusicológicos, surgidas en algunos casos antes de su aparición en el centro de los
debates teóricos de la antropología, y en otros casos acusando el impacto de estos
últimos.
La extensa bibliografía sobre estos temas permitiría abordarlos desde distintas
aristas. Podemos partir de una pregunta formulada por James Clifford en “Sobre la
autoridad etnográfica” (Clifford 1992), un texto que resulta una referencia ineludible
para los debates mencionados. Refiriéndose a la imagen tradicional del trabajo del
etnógrafo y del texto etnográfico, Clifford se pregunta:
“Si la etnografía produce interpretaciones culturales a partir de intensas experiencias de
investigación, ¿cómo es que la experiencia, no sujeta a reglas, se transforma en informe
escrito autorizado? ¿Cómo es, precisamente, que un encuentro transcultural, locuaz y
sobredeterminado, atravesado por relaciones de poder y desencuentros personales,
puede ser circunscrito como una versión adecuada de ‘otro mundo’ más o menos
discreto, compuesto por un autor individual?” (Clifford 1992: 144)

De acuerdo con Clifford, la posibilidad de exhibir tal logro depende de la


constitución de tipos específicos de autoridad etnográfica, los cuales se basan en
determinados vínculos entre experiencia e interpretación. Clifford llama “autoridad
experiencial” al tipo de autoridad propio del modelo más tradicional de trabajo
etnográfico. En éste, el fruto del trabajo es un texto representacional (Clifford 1992:
153) cuya validez se asentaría en una experiencia específica de trabajo de campo
caracterizada por la metodología de la observación participante (en la cual se combinan
de una manera muy particular la vivencia subjetiva y la abstracción teórica). Los
antropólogos posmodernos han puesto el foco sobre las fuertes divergencias que pueden
apreciarse entre las experiencias concretas de trabajo de campo y los textos
etnográficos que tradicionalmente se produjeron a partir de ellas, llegando a sostener,
desde las perspectivas más radicalizadas, que el supuesto realismo de estos últimos no
es más que una construcción ficcional. García Canclini sostiene que desde el punto de
vista de los antropólogos posmodernos,

2
“[e]l carácter fragmentado e incoherente que suele tener la experiencia de campo se
sutura al someterlo al orden liso y compacto de las interpretaciones omniabarcadoras.
El proceso de diálogo y negociación con los informantes1 en que el antropólogo
obtiene los datos se borra en el monólogo despersonalizado de quien describe
estructuras sociales. El antropólogo tiene éxito no tanto por el rigor y la verificabilidad
de las explicaciones, sino […] porque logra presentarlas como una ‘ficción persuasiva’
” (García Canclini 2004: 106)

La autoridad de la interpretación del etnógrafo, tal cual aparece en los textos,


provendría entonces, más que de la experiencia del trabajo de campo, del ocultamiento
de ciertos aspectos de esta experiencia y de la utilización de estrategias textuales. Se
ponen en crisis entonces la validez del texto producido y su capacidad de representar
adecuadamente a la sociedad estudiada. “La cuestión es ahora”, prosigue García
Canclini, “si el trabajo antropológico puede salir de esta condición de simulacro y
asumirse como construcción del objeto de estudio” (García Canclini 2004: 106). Para
Clifford, el planteo de una alternativa al “simulacro” de la autoridad experiencial
requeriría un cambio de paradigma:
“Se hace necesario concebir a la etnografía no como la experiencia y la interpretación
de ‘otra’ realidad circunscrita, sino más bien como una negociación constructiva que
involucra por lo menos a dos, y habitualmente a más sujetos conscientes y
políticamente significantes. Los paradigmas de la experiencia y de la interpretación
están dejando el paso a los paradigmas discursivos del diálogo y la polifonía” (Clifford
1992: 159)

Como se observa en este último pasaje, el cambio de paradigma implicaría


también un cambio en la concepción de la ontología del objeto de estudio, ya que la
etnografía no podría dar cuenta de una realidad delimitada e independiente de la que
surge de la multiplicidad de voces y actores que tienen lugar en el encuentro
etnográfico. La del investigador sería sólo una voz más en este encuentro. ¿Cuál podría
ser su lugar una vez evidenciada la construcción ficcional de su autoridad y desplazada
del lugar central? El hecho de volver la mirada sobre el estudioso problematizando su
lugar en el proceso de investigación introduce la cuestión de la reflexividad. García
Canclini se pregunta: “¿Es posible que el investigador recupere algún tipo de
autoridad?”
“Para ello se requieren, al menos, tres operaciones: a) incluir en la exposición de las
investigaciones la problematización de las interacciones culturales y políticas del
antropólogo con el grupo estudiado; b) suspender la pretensión de abarcar la totalidad
de la sociedad examinada y prestar especial atención a las fracturas, las
contradicciones, los aspectos inexplicados, las múltiples perspectivas sobre los hechos;
c) recrear esta multiplicidad en el texto ofreciendo la plurivocalidad de las
manifestaciones encontradas, transcribiendo diálogos o reproduciendo el carácter
dialógico de la construcción de interpretaciones. En vez del autor monológico,
autoritario, se busca la polifonía, la autoría dispersa” (García Canclini 2004: 106-107)

Si bien hemos considerado hasta ahora los problemas epistemológicos de la


autoridad etnográfica monológica y experiencial y de sus formas específicas de
representación, éstos se encuentran entrelazados con sus aspectos éticos. En primer
lugar, se ha cuestionado la asimetría que supone este tipo de autoridad, dada “[…] la
naturaleza no recíproca de la interpretación etnográfica” (Clifford 1992: 159), la cual

1
El término “informante” también ha sido cuestionado por la antropología posmoderna. Por razones de
espacio no abordaremos aquí este problema.

3
recorre siempre una sola dirección. En este sentido, García Canclini señala que las
distancias entre los antropólogos y los pueblos estudiados,
“[…] que permitía a los antropólogos jugar el papel de traductores sin inquietarse
demasiado por las relaciones de poder entre ambos, se redujo o se vuelve poco
significativa. Además, los grupos subalternos no se dejan representar tan impunemente
por otros. Ya no se sabe […] a quién hay que persuadir ahora: ‘¿A los africanistas o a
los africanos?’ ” (García Canclini 2004: 105)

También ha sido cuestionado el uso que puede darse al conocimiento producido


a partir de la autoridad experiencial:
“¿No se esconden bajo el pretexto prestigioso de ‘haber estado allí’, en condiciones que
nadie conoce ni puede verificar, las estrategias usadas por un grupo de profesionales
para encontrar un lugar entre los que ‘están aquí’, en la academia y los simposios, en
las revistas y los libros especializados?” (García Canclini 2004: 104-105)

Etnomusicología posmoderna

Desde la etnomusicología se han formulado planteos en consonancia con los que


acabamos de exponer, muchas veces antes de que los mismos problemas llegaran a
ocupar el centro de interés de los debates antropológicos. El etnomusicólogo Kenneth
Gourlay, por ejemplo, planteó cuestiones que podrían considerarse relativas al
problema de la reflexividad, a través de su crítica al investigador “omnisciente y no-
existente” presupuesto por Merriam y de su exigencia de considerar el papel y los
condicionamientos del etnomusicólogo en todas las etapas de la investigación (Gourlay
1978). Por otra parte, Cámara señala la aparición de informantes en primera persona en
textos etnomusicológicos y la aparición de autobiografías escritas por músicos
aborígenes ya en 1978 (Cámara 2004: 201).
Más adelante, y ya haciéndose eco de los debates dentro de la antropología que
hemos mencionado, Pelinski los retoma sin dejar de señalar en cada caso los aspectos
éticos implicados. Así, al mencionar como interrogantes propios de la etnomusicología
posmoderna: “¿[Q]ué podemos conocer a través del trabajo de campo sin explotar a los
detentores de la cultura investigada? ¿Qué puede ofrecer la etnografía musical al
conocimiento del ser humano? ¿Qué obligaciones de reciprocidad tiene el
etnomusicólogo frente a los miembros de la cultura que estudia?” (Pelinski 2000: 289),
Pelinski articula estas cuestiones con la crisis de la autoridad y la representación
etnográficas. Sostiene que la fluidez de los contactos interculturales ha llegado a ser tal
que los procesos de interpretación han dejado de ser exclusivos de la cultura del
etnógrafo, y que se vive una situación de etnografía generalizada en la cual
“[…] la autoridad etnográfica está distribuida entre el etnomusicólogo y sus
colaboradores de modo que entre ellos se establece un vínculo de reciprocidad. Más
allá del intercambio de informaciones sobre las respectivas culturas, este vínculo es
uno de los fundamentos éticos de la comprensión intercultural entendida como proceso
de ‘fusión dialógica de horizontes’ (Gadamer) culturales.
Tradicionalmente, era el etnomusicólogo quien ‘decía la última palabra’ sobre
una cultura musical determinada. Hoy, sabiendo que el Otro, a quien describimos, es en
gran parte fruto de nuestra construcción intelectual, nos preguntamos quién está
legitimado para tomar la palabra en representación de quién, cuál es el papel del
etnomusicólogo en la descripción e interpretación de una cultura y cuál el del
colaborador autóctono que nos hace el don de su competencia cultural” (Pelinski 2000:
291).

4
Pelinski señala además que los modos de representación posmoderna “[…]
tienden a abandonar el registro académico –objetivista y ‘científico’- de escritura
unidimensional para experimentar con retóricas nuevas (Pelinski 2000: 292). Así,
menciona la posibilidad de utilizar distintas estrategias textuales, muchas de ellas de
carácter experimental. Nos interesa atender aquí a sus apreciaciones sobre los textos
colaborativos. Sostiene que toda investigación es una empresa colectiva en muchos
aspectos, pero especialmente “[…] en lo que atañe a la actitud de reciprocidad con los
autóctonos, cuyas informaciones son objeto de ‘traducciones’ negociadas con ellos y
presentadas en forma accesible para su reapropiación” (Pelinski 2000: 293).
“La presencia de diferentes voces en una investigación no es accidental: enfatiza la
voz del autóctono, quien puede eventualmente protagonizar la autoría del texto como
colaborador o coautor. Responde, además, a la intención de presentar diversos
puntos de vista, favorecer lecturas desde distintas perspectivas […] y distribuir la
autoridad etnográfica entre investigadores y autóctonos informantes, colaboradores o
amigos, para que estos tengan la posibilidad de controlar la interpretación de su
propia historia” (Pelinski 2000: 293-294)

Críticas

Los cuestionamientos radicales que expusimos hasta ahora han recibido a su vez
respuestas críticas. Llobera, por ejemplo, rechaza el presupuesto básico sobre el que se
asientan los cuestionamientos posmodernos, a saber: la identificación de la antropología
con la etnografía al concebirla únicamente como representación del trabajo de campo.
Señala que “[…] de esta manera más de dos siglos de antropología como ciencia son
arrojados por la borda sin contemplaciones o justificación alguna” (Llobera 1990: 39).
Para Llobera, en cambio, “[…] la etnografía es una de tantas fuentes de información
que el antropólogo utiliza en sus construcciones teóricas. Es una de las formas de
recogida de datos; ni la única, ni necesariamente la mejor ni la más útil” (Llobera 1990:
48-49).
Critica además el hecho de que la reflexividad se convierta en un fin en sí
mismo (Llobera 1990: 50-51), y considera que en gran medida el énfasis de los planteos
posmodernos sobre esta cuestión responde a una reacción contra el imperialismo de los
países centrales, especialmente Estados Unidos, surgida en sus propios mundos
académicos, agregando:
“Que británicos, franceses, holandeses y otros pueblos puedan sentirse igualmente
culpables es comprensible, pero que el resto del mundo, y en particular los países ex
colonizados, tengan que sufrir la agonía moral y el desaliento intelectual de dichos
personajes es totalmente inaceptable. Si tienen complejo de culpa y quieren expiarlo
estoy seguro de que podrían encontrar mejor penitencia que minar la disciplina”
(Llobera 1990: 49).

También Bartolomé, haciendo referencia en particular a América Latina, señaló


que la situación de los antropólogos de los países centrales no es generalizable:

“[…] ese Occidente genérico al cual se suele adscribir al antropólogo, es un ámbito


ambiguo en el que cabe una multitud de experiencias culturales altamente
diferenciadas. Quien conozca el medio rural del Gran Chaco, las tradiciones
campesinas de las selvas sudamericanas o las complejas configuraciones sociales no-
indígenas de Mesoamérica, la Patagonia o de los Andes, encontrará bastante
dificultad en caracterizar a estas sociedades como parte de una cultura ‘occidental’,
en términos similares a los que asumen nuestros colegas europeos o estadounidenses.
Y, sin embargo, muchos antropólogos latinoamericanos hemos nacido y formamos

5
parte de esos mundos, en los que las metrópolis de la expansión occidental
difícilmente podrían reconocerse a sí mismas” (Bartolomé 2003: 207).

Retornando a Llobera, éste lanza además una crítica al uso del conocimiento
producido en base al paradigma “dialógico”, que podría ponerse en línea con la que
observamos anteriormente sobre la “autoridad experiencial”. Señala que en la mayor
parte de los casos los antropólogos dialógicos terminan apareciendo como autores de
sus textos (y no sus informantes), y que existe un contraste entre la crítica moral del
encuentro etnográfico y el uso de esa crítica como recurso de crecimiento profesional
(Llobera 1990: 49-50).
En el terreno de la etnomusicología también encontramos críticas a algunos de
los planteos posmodernos. Cámara, por ejemplo, rechaza la idea de que la adopción de
un estilo autobiográfico y confesional sea un requisito para poner en evidencia que el
trabajo etnomusicológico es fruto del diálogo entre el investigador y los músicos.
Sostiene que para ello no resulta indispensable “mostrarse” de este modo.
“La literatura etnomusicológica, como todo otro género, se basa en convenciones; y
si escribimos en el ámbito de la literatura científica sabemos que nadie leerá nuestra
producción sin tener en cuenta que es un ser humano concreto quien escribe sus
interpretaciones de lo que observó (o traduce las que le contaron)” (Cámara 2004:
196)

También señala que la convivencia de autores insiders y outsiders en las


etnografías musicales no siempre produce resultados que presenten una imagen más
favorable de los autóctonos.
“En su reseña de un libro en el que se incluyen textos de indígenas americanos y de
estudiosos no indios, Steve Nickerson lamenta la estructura del trabajo, en la que se
oponen los estilos de unos y otros de manera perjudicial para los primeros (a una
primera parte en la que los textos de los indígenas se caracterizan por un estilo
personal y relatos informales, sigue la segunda con textos analíticos y copiosamente
documentados por parte de los autores no indígenas)” (Cámara 2004: 201)

Cultura, territorio, identidad y canon musical

No podemos extendernos demasiado sobre otros conceptos y prácticas


tradicionales de la antropología y la etnomusicología puestos en cuestión durante las
últimas décadas, que a su vez resultan relevantes para nuestra investigación. Pero no
podemos dejar de mencionar algunas cuestiones planteadas en un artículo escrito por de
Carvalho y Segato (de Carvalho y Segato 1994). Más que detenernos en sus análisis
críticos sobre la ontología territorial de la cultura que presupone gran parte de los
trabajos etnomusicológicos, los cuales abordan sin dudas puntos sensibles para nuestra
investigación, resulta importante en el presente trabajo atender al planteo de los autores
acerca de la articulación entre música e identidades sociales.
Sostienen que los discursos acerca de la música, tanto los discursos nativos
metafóricos o racionalizadores como los análisis etnomusicológicos, son los
instrumentos fundamentales a través de los cuales se llevan a cabo distintas
apropiaciones de la música para la negociación de identidades. En este sentido,
destacan el papel de estos discursos en el enmascaramiento de la formación y
legitimación de los cánones y corpus de las tradiciones musicales. En el nivel de los
discursos, además, suelen enfatizarse los vínculos entre música y territorio más que en
la práctica musical misma (de Carvalho y Segato 1994: 6-7). Por otra parte, los
discursos metafóricos nativos constituyen el punto de partida de reinterpretaciones que

6
pueden dar lugar a procesos de estereotipación de las identidades En estos procesos, la
utilización de la música como emblema se lleva a cabo en el marco de las relaciones de
poder propias de la sociedad estudiada, lo que implica que serán sus actores más
poderosos quienes tendrán mayor capacidad de controlar esta utilización (de Carvalho y
Segato 1994: 8). Por último, la unidad y la estabilidad de los estilos y su carácter local
suelen ser enfatizados estratégicamente, lo cual oculta los procesos transculturales y de
hibridación en los que continuamente está inmersa la producción musical.

Algunos aspectos del trabajo de campo en Susques

El investigador puede sentirse interpelado en todo o en parte por los debates que
hemos transitado, o puede también colocarse resueltamente en otro horizonte de
problemas. Desde mi posición personal, si bien considero que en muchos puntos
resultan atendibles, encuentro que algunas de las exigencias que plantean sólo podrían
realizarse en un contexto ideal de trabajo de campo y en una situación de
transformación radical de los contextos institucionales y académicos de la
investigación.
Mi intención aquí es exponer algunas situaciones que tuvieron lugar en el
desarrollo de la investigación que desde el año 2005 estoy llevando a cabo, acerca de la
música de bandas de sikuris de la localidad de Susques, así como también algunas
decisiones personales tomadas en el transcurso de la misma, considerándolas en
relación con los temas expuestos.
En primer lugar, debo decir que encaré el proyecto de investigación con plena
consciencia de que no todos los objetivos formulados serían de interés para los
habitantes de Susques y de que los resultados que obtendría no siempre podrían ser
aprovechados por personas ajenas a los medios académicos. Siempre consideré legítimo
el planteo de este tipo de objetivos, y sostengo que esta actitud no resulta incompatible
con la posibilidad de retribuir a la población que nos admitió como huéspedes y nos
prestó su colaboración. Simplemente consideré que en mi caso esta retribución podía
hacerse a través de otros resultados de la investigación, distintos de aquellos regidos
por la lógica académica. Para poner un ejemplo, el análisis musical de las melodías
susqueñas, que desde un comienzo formó parte de mis intereses, difícilmente tenga
sentido fuera del ámbito académico.
Mi decisión no fue entonces la de intentar adaptar este tipo de resultados para
presentarlos “[…] en forma accesible para su reapropiación” (Pelinski 2000: 293) sino
el de generar dos tipos de producciones orientadas respectivamente al ámbito
académico y a la comunidad de Susques. En estas últimas no tomé decisiones a priori, y
a continuación transcribo un fragmento de una entrevista a un músico susqueño que
muestra cómo comencé a presentar la cuestión en mis primeras entrevistas:

YO: No, aparte otra cosa, estee... o sea yo pensaba también algo... porque, o sea de
todo esto a mi me paga la Universidad de La Plata para que yo lo… lo investigue,
entonces me van a exigir cosas así como muy técnicas, que esto, que Do Mayor, que
Re menor, todo eso. Pero si yo hago algo para que ustedes lo tengan acá como
material, por ahí eso no es tan importante y sí es más importante la historia, qué se
yo. Pero también pensaba en que se podía hacer, si la grabación de este año sale bien
y ustedes están conformes, todo, hacer un CD... a mí no me cuesta nada porque yo
voy, lo pongo en una computadora y sale el disco ahí enseguida. Y si a ustedes les
gusta yo lo traigo el año que viene y ustedes lo pueden tener para ustedes.
(Entrevista realizada el 12/1/06)

7
Mi intención era la de mencionar distintas posibilidades de volcar los frutos de
mi trabajo para discutir acerca de ellas y escuchar otras propuestas al respecto. Si bien
colaboraron conmigo músicos de las dos bandas de sikuris que existen hoy en Susques,
mi relación con una de ellas fue mucho más fluida, y fue con ellos con quienes traté
estos temas en un principio. Por lo general, el planteo y la toma de decisiones sobre
estas cuestiones se desarrollaron de la siguiente manera: yo le planteaba mis
inquietudes a alguno de los músicos en una conversación privada; luego mi interlocutor
se lo comunicaba a otros miembros de la banda, no sé si a todos reunidos o en
encuentros ocasionales, ya que yo no participaba de esta fase del proceso; y finalmente
me convocaban a una reunión con toda la banda para que yo volviera a plantear ante
todos lo que había conversado en privado. En las primeras reuniones algunos músicos
manifestaron que dudaban de que yo fuera a regresar a Susques, ya que habían tenido
experiencias anteriores en las que habían colaborado con proyectos propuestos por
gente de Buenos Aires que jamás había regresado para poner en común los resultados
de los mismos. Con el transcurso del tiempo percibí que esa desconfianza desapareció,
o al menos se atenuó, pero me quedó claro que mi compromiso debía ser la contraparte
de su colaboración.
De esta manera acordamos en enero de 2006 que yo escribiría un libro en el que
se expusieran datos acerca de la historia y el presente de la música de sikuris susqueña,
y en el cual se incluyeran además transcripciones de las melodías tradicionales de la
localidad. El libro debería ser accesible al público en general, y para ello tendría que
estar tan exento de tecnicismos como fuera posible. Teniendo en mente los planteos de
la antropología posmoderna acerca de la “autoría dispersa” (García Canclini 2004: 107)
planteé a un entrevistado la cuestión:
YO: […] si hacemos el libro, que quede a nombre de ustedes […]
[…]
ENTREVISTADO: […] Y el libro, bueno, tendría que ser estee usted el autor del libro
y nosotros somos... ¿cómo se dice?
YO: No sé…, colaboradores...
ENTREVISTADO: Claro, colaboradores.
YO: ...o coautores
ENTREVISTADO: O coautores. Claro. Usted es el autor del libro. Usted va a escribir.
Nosotros somos apenas... colaboramos, desde mi punto de vista. Usted va a ser el que
escribe... Usted ha venido a buscar esto. Nosotros no lo fuimos a buscar. Usted ha
venido a buscar esto y creo que es... su trabajo es de usted. Nosotros le cooperamos.
(Entrevista realizada el 12/1/06)

Según mi interpretación, no es precisamente una idea de autoría dispersa lo que


se propone en esta última frase. Por otra parte, los músicos sugirieron que me pusiera
en contacto con un pintor susqueño al que ellos admiraban, para que el libro pudiera
incluir imágenes de sus cuadros. Acordamos también en que yo buscaría la financiación
necesaria para la edición.
Algunos músicos manifestaron además su inquietud por proteger la propiedad
intelectual de las melodías del repertorio susqueño, ya que conocían la existencia de
grabaciones editadas comercialmente que las incluían sin que se los hubiera consultado
al respecto, por lo que me comprometí a hacer las averiguaciones del caso en el ámbito
legal. Por otra parte, esto constituía un requisito indispensable para que las partituras
pudieran formar parte del libro.
En el transcurso del año 2006, y mientras continuaba trabajando en La Plata,
surgió la posibilidad de presentar un proyecto a la Secretaría de Cultura de la Nación en
el Programa de Subsidios a Comunidades Indígenas, que incluyera la financiación
necesaria para la edición del libro. Como algunos de los músicos participaban

8
activamente en la Comunidad Aborigen Pórtico de los Andes Susques, y una empleada
del INAI de San Salvador de Jujuy se ofreció a colaborar con las gestiones necesarias,
redacté la parte del proyecto que me correspondía y la envié a esta persona, que junto
con algunos miembros de la Comunidad terminaron de redactarlo y de darle la forma
adecuada. El proyecto fue presentado dentro de los plazos correspondientes pero no
resultó seleccionado.
Cuando regresé a Susques en enero de 2007 fui interpelado por algunos músicos
de la otra banda, aquella con la cual había sostenido una relación más distante. Estaban
disconformes tanto con el contenido del proyecto como con la manera en que se habían
tomado las decisiones acerca del mismo. Pude averiguar que en realidad, en función de
cumplir con los plazos de presentación dispuestos por la Secretaría de Cultura, algunos
de los pasos habituales de los mecanismos de decisión de la Comunidad Aborigen
habían sido salteados. Este hecho, completamente fuera de mi control, puso en riesgo
mi relación con algunos músicos. Tuve que dar explicaciones a través de los pasos ya
descriptos de conversación personal con un músico, consulta de éste con la banda y
finalmente reunión de todos los interesados. En estas reuniones el conflicto fue
aclarado, pero se me pidió, para evitar posibles malentendidos en el futuro, que
expusiera detalladamente mi trabajo frente a la Asamblea General de la Comunidad de
Susques. Por otra parte, le dejé a cada banda una copia de un primer borrador
incompleto del libro, para que lo leyeran y pudieran hacerme observaciones y
correcciones cuando volviera.
Regresé a Susques en noviembre de 2007 para participar de la asamblea. Se
llevan a cabo dos Asambleas Generales por año, una después de Carnaval y otra el 3 de
noviembre, después del Día de Todos los Santos. Asisten a estas reuniones
representantes de todas las instituciones del pueblo y también cualquier habitante de
Susques que quiera participar. Cada institución va informando a su turno acerca de las
actividades realizadas desde la reunión anterior, del balance contable y de las
actividades planificadas y la colaboración que se requiere para llevarlas a cabo. Se
discuten también conflictos entre instituciones o entre personas y se plantean problemas
y necesidades que requieren atención.
En este marco expuse el trabajo que venía realizando y las perspectivas futuras
del mismo. También informé acerca de las recomendaciones para la protección de la
propiedad intelectual de las melodías que había formulado un abogado especializado en
el tema al que yo había consultado. Por último, mencioné que esperaba los comentarios
acerca del primer borrador, que además había traído un nuevo borrador más avanzado
que podríamos revisar durante mi estadía con quienes estuvieran interesados, y que me
gustaría que lo leyeran especialmente los sikuristas más reconocidos y de mayor
experiencia.
Puedo decir que, desde mi percepción, la presentación fue acogida con
entusiasmo. Incluso una persona que no conocía previamente mi trabajo señaló que
consideraba un acierto incluir las partituras en el libro.
“Esto es muy importante además para la escuela. Ya que los maestros enseñan nada
más que lo que está en los libros, bueno, ahora van a tener un libro para enseñar las
cosas de nuestra cultura. Además está bueno que los viejitos puedan darle la última
corrección. El señor Martín aunque no gane un peso con esto tendría que figurar como
técnico” (Intervención de uno de los participantes en la Asamblea General del 3/11/07.
Reconstrucción a partir de notas de campo)

Se preguntó si la comunidad apoyaba el proyecto y hubo expresiones de


aprobación generalizadas. Pero las recomendaciones acerca de la protección de la
propiedad intelectual de las melodías que me había hecho el abogado, que sostenían

9
que ante las dificultades para registrarlas como propiedad colectiva se sugería que
fueran registradas a nombre de una o varias personas elegidas por mayoría, no fueron
aceptadas. Los más informados sobre Derecho Aborigen insistieron en que debían
registrarse sí o sí como propiedad comunitaria, y me recomendaron que consultara a
otro profesional de su confianza.
En cuanto a la corrección del texto del libro, para mi decepción, nadie había
leído el borrador que yo había dejado en enero, o nadie había considerado la posibilidad
de hacerme alguna observación. Pero a pesar de que este panorama no permitía
preverlo, se realizaron durante los días siguientes dos largas reuniones en las que se
leyó y revisó minuciosamente todo el texto. Me fueron señalados muchos errores y se
discutieron varios pasajes, y en casi todos los casos pudimos ponernos de acuerdo
acerca de la versión definitiva. Esto no fue posible, sin embargo, en relación con un
párrafo en que se abordaban posibles cambios en el sentido religioso de ciertas
construcciones del pueblo. La bibliografía que yo había consultado acerca de las
características y la valoración de estas construcciones a comienzos del siglo XX, y la
contrastación con la situación presente ponían en evidencia, desde mi interpretación, el
cambio mencionado. Frente a esto, los susqueños que asistieron a la reunión se
mostraron intransigentes, sosteniendo que el sentido de esas construcciones había sido
siempre el que tenían hoy, y que la bibliografía debía contener datos erróneos. Al no
poder consensuar este punto, acordamos que se incluiría en el libro la versión que
apoyaba la bibliografía, seguida por la versión de los asistentes a la reunión y por la
manifestación de sus sospechas acerca de la veracidad de la versión anterior.

Discusión

La primer observación que quiero hacer es que ni siquiera con todo el proceso
de negociación que acabo de narrar y con todo el control ejercido por los músicos
susqueños sobre el contenido del libro es posible sostener que la relación ha dejado de
ser asimétrica. Cuando un entrevistado me dice “Usted ha venido a buscar esto.
Nosotros no lo fuimos a buscar”, interpreto que deja en claro que hay una serie de
problemas que surgen solamente a partir de mis iniciativas. A los susqueños pueden
parecerles bien o mal, pueden discutirlas o colaborar de manera entusiasta, pero no por
eso dejan de ser mis inquietudes las que desencadenan el proceso y los ponen frente a
disyuntivas que de otra manera no se les hubieran presentado. La búsqueda de una
autoridad “dialógica” o “polifónica” exige un trabajo a nuestros interlocutores que éstos
no tienen por qué estar interesados en asumir.
El control de los textos de carácter académico presenta un problema aún más
complicado. ¿Cómo podría llevarse a cabo el control de un texto que presenta
elaboradas disquisiciones teóricas, que está escrito en un lenguaje técnico que sólo
maneja una comunidad de especialistas y que supone el conocimiento de bibliografía
previa relacionada con el mismo? La eliminación de estos aspectos en busca de una
escritura que resulte controlable por parte de nuestros interlocutores autóctonos sólo
puede hacerse en abierta confrontación con las reglas de juego académicas. Es
llamativo encontrar que algunos de los textos que atacan estas reglas no rehuyen en
absoluto los aspectos mencionados. Me parece entonces una mejor decisión asumir
plenamente en relación con los textos académicos, como es el caso del presente, que
probablemente sea muy difícil el acceso a los mismos para nuestros interlocutores
autóctonos, que no se pretende representarlos en ellos “impunemente” (García Canclini
2004: 105), y que pueden quedar muy lejos de sus intereses. Por ello, habría que
aceptar al mismo tiempo que las “obligaciones de reciprocidad” (Pelinski 2000: 289) no

10
pueden ser cumplidas a través de estos textos. Todo esto, desde mi punto de vista, no
me exime como investigador de la responsabilidad de aludir a la sociedad que estudio
respetuosamente, aunque nunca pueda estar plenamente seguro de estar ateniéndome al
sentido de respeto que se maneja en ella.
Por otra parte, las exigencias de representar en los textos las “relaciones de
poder” y los “desencuentros personales” que tienen lugar en el trabajo de campo
(Clifford 1992: 144), y de otorgar “[…] especial atención a las fracturas, las
contradicciones, los aspectos inexplicados, las múltiples perspectivas sobre los hechos
[…]” (García Canclini 2004: 106) que observamos en la sociedad estudiada, no dejan
de presentar dilemas éticos. En la exposición que hice de mi trabajo en Susques di
cuenta de algunos de estos aspectos, pero llegué hasta un límite que, no sin dificultades,
consideré aceptable. ¿Debería, por ejemplo, profundizar en la exposición de las
tensiones que percibí entre distintos actores de la localidad? No creo que sea correcto
correr el riesgo de exacerbar conflictos que el grupo con el que trabajamos maneja de
acuerdo con sus propias pautas, sin estar al mismo tiempo en posición de
comprometerse a fondo con estos conflictos, ya que en mi caso, por más fluidas que
puedan ser hoy las comunicaciones, la mayor parte de mi vida continúa transcurriendo
desvinculada de Susques. Esto no quiere decir que haya rehuido los conflictos que se
presentaron durante el trabajo de campo, pero creo haber mostrado cómo intenté
presentar y defender mis intereses aceptando al mismo tiempo los mecanismos de toma
de decisión vigentes entre los habitantes del pueblo.
Sí creo, en cambio, que debo involucrarme a fondo en los conflictos suscitados
por mis acciones e iniciativas. Es claro, por ejemplo, que la publicación del libro, y más
aún con la inclusión de la transcripción de melodías, aumentará la visibilidad de la
música susqueña fuera de la localidad y puede, eventualmente, facilitar su apropiación
en otros ámbitos. Mi paso por Susques podría, en este sentido, dejar a los músicos en
una situación de menor poder sobre su propia música que el que tenían antes. No puedo
desentenderme de este problema, y por esto mismo debo seguir de cerca los aspectos
legales implicados.
Por otra parte, resulta muy delicada la decisión de circunscribir un conjunto de
melodías identificándolas como “susqueñas”. En esta operación aparecen el énfasis del
vínculo entre música y territorio y el efecto canonizante sobre los que tratamos más
arriba (de Carvalho y Segato 1994). Como estrategia de apropiación y
patrimonialización, la búsqueda de estos efectos fue reconocida y apoyada por los
músicos susqueños, y ellos mismos me sugirieron que excluyera del libro aquellas
melodías de su repertorio que estaban seguros de que procedían de otros lugares. Pero
en este punto se suscita otro dilema, en tanto existe hoy un amplio consenso en la
antropología y en la etnomusicología acerca de la crítica a la sustancialización de los
vínculos entre territorio, cultura e identidad. Una vez más, creo que la mejor solución es
poner en el centro esta cuestión en el ámbito académico. Si bien desde mi punto de
vista la hibridación y la desterritorialización ocupan un lugar importante en las
prácticas musicales de los susqueños, me atrevo a afirmar que en sus discursos acerca
de la música estas cuestiones, sin estar completamente ausentes, ocupan un lugar de una
importancia mucho menor. Prefiero por lo tanto, en las representaciones negociadas con
ellos, y puntualmente en el caso del libro, aceptar los vínculos que planteen entre
música, territorio e identidad, introduciendo otro tipo de problemáticas de manera
acotada y sólo en la medida en que podamos consensuarlo.
Otro problema que podría suscitarse a partir de la identificación de ciertas
melodías como “susqueñas” son los planteos o reclamos que podrían hacer las bandas
de sikuris de otras localidades que cuenten con algunas de estas melodías en sus

11
repertorios. Al respecto, no cabe más que seguir profundizando en la investigación de
los distintos repertorios para tratar de evitar conflictos de este tipo, excluyendo del libro
las melodías que puedan considerarse potencialmente problemáticas, o incluso
resignando la decisión de incluir las transcripciones si las disputas se generalizan.

Conclusiones

No he pretendido presentar ninguna de estas experiencias y decisiones como


ejemplo de lo que debería hacerse en la investigación etnomusicológica. Por el
contrario, la toma de cada decisión estuvo cargada de un cúmulo de dudas e
incertidumbres. Igualmente incierto es el panorama que se abre a partir de ellas, ya que
podrían aportar a la construcción de una gama de situaciones muy diversas. Un extremo
ideal sería la adquisición de un mayor poder sobre su música por parte de los susqueños,
de mayores posibilidades de apropiarse de ella como patrimonio dinámico y de
defenderse de plagios y apropiaciones ilegítimas. En el extremo opuesto podrían
presentarse situaciones como conflictos legales de distinto tipo, o la utilización de la
música como emblema de identidades estereotipadas (de Carvalho y Segato 1994).
Si bien muchas de estas situaciones pueden depender del curso de mis acciones,
creo que no habría que sobreestimar en estos casos el papel del investigador, y que será
mucho más determinante al respecto cómo se utilicen las “herramientas” que espero que
puedan quedar en Susques después de mi trabajo: un libro y algunos instrumentos
legales.
En este sentido, y a pesar de su menor prestigio académico, considero que el
concepto de “empoderamiento” puede resultar más útil que los paradigmas de la autoría
dispersa para el desarrollo de una investigación que busque mantenerse sensible al
poder que los miembros de la población estudiada pueden desarrollar sobre sus
representaciones en el encuentro con el investigador y a posteriori. Encontramos al
concepto de empoderamiento ligado a los problemas del desarrollo, la sustentabilidad y
la autogestión:
“El término ‘empoderamiento’ se ha venido utilizando aproximadamente desde los
años setenta, en los debates sobre desarrollo, y en particular en el contexto de la
mujer, por activistas feministas y por movimientos populares. Frecuentemente se
usa para describir un proceso por medio del cual aquellos sin poder, obtienen una
mayor medida de control sobre los recursos y los procesos de decisión” (Pérez
Nasser 2001: 6).

La autora citada describe de esta manera los procesos de empoderamiento:

“A través de la organización, la gente adquiere la fortaleza para crear espacios para sí


misma y para construir los elementos necesarios para apoyar su propio crecimiento y
desarrollo; el proceso organizativo, bajo cualquier forma, resulta así no un fin en sí
mismo, sino un medio para lograr el desarrollo” (Pérez Nasser 2001: 5).

El concepto de empoderamiento ha sido utilizado en investigaciones sobre


Susques, en el análisis de la relación que la población local habría comenzado a
establecer con su patrimonio a partir de fines del siglo XX y principios del XXI:
“Los vecinos de Susques ahora empiezan a plantear la reivindicación de lo que
siempre fue considerado lo más valioso y su propiedad, en definitiva “su patrimonio”
buscando imponer sus propias reglas para que “los de afuera” tengan acceso a
historias, objetos, bienes o hacer uso de este bien de su propiedad. Resulta claro que
la comunidad ha iniciado un proceso de empoderamiento, es decir de conocimiento y

12
apropiación de lo que la comunidad entiende como lo propio, lo suyo, lo que lo
distingue de otros” (Argañaraz 2005: 2)

A posteriori, y en relación con este concepto, puedo observar que desarrollé


inconscientemente una estrategia de trabajo de campo que consistió en buscar
tanteando, y por medio del ensayo y el error, los espacios de la vida social susqueña en
los que pudieran advertirse procesos de empoderamiento que pudieran resultar
extensibles al ámbito de la música de sikuris, intentando negociar en estos espacios la
creación de herramientas que, como el libro y los registros de propiedad intelectual,
pudieran seguir siendo útiles en dichos procesos. Esto último, sin embargo, ya no
dependerá de mí.
Para terminar, me gustaría señalar que estoy lejos de pensar que estrategias
como esta resultan suficientes para equilibrar las relaciones asimétricas entre
investigadores e investigados. Creo que las mismas dependen de condicionamientos que
exceden largamente los ámbitos del encuentro etnográfico y de su representación.

Bibliografía

ARGAÑARAZ, Cristina. (2005) “ ‘Lo mío, lo nuestro, lo de aquí.’... Reflexiones en


torno al patrimonio en Susques”, ponencia presentada en Jornadas de Antropología
Rural del NOA, San Pedro de Colalao, Tucumán.

BARTOLOMÉ, M. A. (2003) “En defensa de la etnografía. El papel contemporáneo de


la investigación intercultural”. En Revista de Antropología Social 2003, 12, pág. 199-
222.

CÁMARA DE LANDA, E. (2004) Etnomusicología. Madrid. ICCMU.

CLIFFORD, J. (1992) “Sobre la autoridad etnográfica”, en Reynoso C. (comp) El


surgimiento de la antropología posmoderna. Barcelona. Gedisa.

DE CARVALHO, J. J. y SEGATO, R. (1994) “Sistemas abertos e territórios fechados:


para uma nova comprensao das interfaces entre música e identidades sociais” Colóquio
Internacional sobre Música, Conhecimento e Poder, patrocinado pelo Conselho
Internacional para a Música Tradicional e a Universidade Federal de Santa Catarina, em
Florianópolis, dezembro de 1990.

GARCÍA CANCLINI, N. (2004) Diferentes, desiguales, y desconectados. Barcelona.


Gedisa.

GOURLAY, K. A. (1978) “Towards a Reassessment of the Ethnomusicoligist’s Role in


Research”, en Ethnomusicology, Vol. XXII N°1, Ene. 1978.

LLOBERA, J. (1990) La identidad de la antropología. Barcelona. Anagrama.

PELINSKI, Ramón. (2000) “La etnomusicología en la edad posmoderna”, en Pelinsiki,


R. Invitación a la etnomusicología. Quince fragmentos y un tango. Madrid. Akal.

13
PÉREZ NASSER, E. (2001) “El proceso de empoderamiento de mujeres indígenas
organizadas desde una perspectiva de género”. En Estudios Agrarios, N° 17, Mayo-
Agosto de 2001. Publicación de la Procuradoría Agraria. México.
www.pa.gob.mx/publica/pdf/pa071707.pdf

14

También podría gustarte