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Barrionuevo Adolescencia-y-Juventud-Consideraciones-Desde-El-Psicoanalisis U 3
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PARTE 2
ADOLESCENCIA
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¿Qué es la adolescencia?, o ¿qué entendemos cuando hablamos de
adolescencia y de adolescentes?, o también ¿cuál es el adolescente del psi-
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ADOLESCENCIA Y JUVENTUD. CONSIDERACIONES DESDE EL PSICOANÁLISIS
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cificando las peculiaridades de la adolescencia desde una perspecti-
va psicoanalítica.
El psicoanálisis, con su aparición, ha producido una transforma-
ción importante en las propuestas psicológicas aún existentes que,
más allá de su permanencia o vigencia, no pudieron menos que
replantearse algunos de sus puntos conceptuales básicos, incluyéndo-
se la consideración de la niñez y de la adolescencia.
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En lo que respecta al interés que aquí nos une, podríamos decir
que el psicoanálisis convive y discrepa en cuanto a la lectura respec-
to de la adolescencia con la psicología evolutiva o la psicología del
desarrollo, de fuerza y predominio en muchos espacios.
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La lectura psicoanalítica se diferencia rotundamente de la psi-
cología evolutiva ya que no piensa como esta última a la adolescen-
cia como etapa o fase del desarrollo “normal” de un sujeto, o como
una secuencia de movimientos esperables, en el mejor de los casos, de
algo que, previamente enrollado o envuelto, se desarrollará o desen-
volverá más o menos de la misma manera en todos los sujetos, tal
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PARTE 2. ADOLESCENCIA. SEMBLANTE DE LAS METAMORFOSIS DE LA PUBERTAD
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Empobrece también intentar un forzado enlace de psicología
evolutiva y psicoanálisis sosteniéndose una “psicología evolutiva
psicoanalítica” que supuestamente “conjugaría” opuestos que son
inconciliables en tanto provienen de ideologías o posiciones teóri-
cas diferentes.
Decíamos en cuanto a la conceptualización de la adolescencia
que parece ser que para algunas lecturas psicológicas el crecimiento
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orgánico o corporal posee una pregnancia tal que no se puede dejar
de leer lo psicológico sino a la luz de su óptica, llegándose así a
entender lo psíquico como una serie de transformaciones en una “evo-
lución” que se inicia desde el nacimiento con la inmadurez de la
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niñez y la adolescencia, le seguirá luego la adultez como punto de
madurez o plenitud de todas las funciones, siendo finalmente la an-
cianidad o la vejez sinónimo de deterioro o declinación tanto en lo
orgánico como en lo psicológico. Por cierto, el tiempo hace marca en
el sujeto, y, por lo tanto, decíamos, como todo ser vivo, el hombre
posee un cuerpo, y nace, crece y muere, pero ello no alcanza para
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proponer una equivalencia total entre las leyes que definen el fun-
cionamiento del organismo y aquellas que se refieren a la dimensión
de lo psíquico. El mismo Freud emplea el término “evolución”, se
podría argumentar desde una defensa de la psicología evolutiva, y
también divide en “fases” sucesivas el desarrollo libidinal, como con-
ceptos, entre otros, que derivan del pensamiento alemán, fisicista,
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que el psicoanálisis, si bien no niega lo cronológico resalta el tiempo
lógico como lo esencial.1 Temporalidad lógica implica considerar
los conceptos de inscripción y transcripción y retranscripción, y los
de fijación, y los movimientos progredientes y regredientes, lejos de
la linealidad de la temporalidad cronológica.
El término pubertad lo reservamos para referirnos al crecimiento
que se produce y las transformaciones que se manifiestan en lo corpo-
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ral, en el orden del cuerpo, como crucial “metamorfosis”, término
este último empleado por Freud en su escrito sobre el tema.
Dicha transformación, y otras expresiones de la irrupción de lo
real en dimensiones varias, producen una conmoción estructural que se
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conoce con el nombre de adolescencia.
Propongo definir a la adolescencia, provisoriamente, como
reposicionamiento del sujeto en relación a la estructura opositiva falo-
castración, definición en la cual nos detendremos oportunamen-
te, y la ampliaremos, atendiendo a los términos en ella implica-
dos.
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la apariencia de las ciencias naturales, en tanto aparente no es “sim-
plemente” o pobremente lo contrario a la verdad; una y otra son las
dos caras de la banda de Moebius3 que constituyen de hecho la mis-
ma cara. Con la conceptualización del nudo borromeo, es posible
entender al semblante como reordenamiento de lo simbólico que pue-
de tener expresión, o deducirse, en lo imaginario y en lo real.
Pero veamos algunos conceptos que, desde el psicoanálisis, dan
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nueva luz a la consideración de la así llamada “adolescencia”, y pro-
veen basamento teórico para estudiar su complejidad.
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Conceptos psicoanalíticos en la consideración de la
adolescencia
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síntomas psiconeuróticos y proporciona la clave para en-
tender la formación del síntoma.”6
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to de responder al mismo, ocasionaba efectos patógenos duraderos en
la organización psíquica. Este punto de vista traumático o sea, el
alcance etiológico del trauma, fue cambiando, y se integra más ade-
lante en una concepción en la cual intervienen otros factores, que-
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dando incluido en una serie complementaria junto con la predispo-
sición, que incluye lo endógeno y lo exógeno.7 Y finalmente, con la
teoría de la angustia, en el reordenamiento conceptual de la segunda
tópica, adquiere nueva dimensión o importancia. El concepto de
trauma no es abandonado por Freud, pero sí la teoría del trauma que
explica la aparición de una patología a partir de un acontecimiento.
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entonces en retraducciones de representaciones previas, de acuerdo a
la lógica imperante, que permite que ciertos recuerdos sean
retraducidos o reordenados. Freud trabaja en esta línea de pensa-
miento en el Capítulo VII de La interpretación de los sueños y en la
carta 52 a Fliess, para citar algunos puntos de importancia al referirse
al tema. Dice en la carta mencionada:
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“...nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estrati-
ficación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material
preexistente de huellas mnémicas experimenta un reorde-
namiento según nuevos nexos, una retranscripción...”,10
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y agrega que la memoria estaría registrada en diversas clases de signos:
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accionar de la represión.
Siguiendo el pensamiento de Freud podríamos considerar que
en la adolescencia se producirían “nuevos enlaces y nuevas composi-
ciones en mecanismos complejos” 11 o, en otros términos, un
“reordenamiento”12 fundamental.
Con la “tormenta de la pubertad”, tal como la define en la Con-
ferencia 20,13 en una segunda oleada de la sexualidad con la “acome-
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tida en dos tiempos de la vida sexual”,14 citando ambas expresiones
que fueran utilizadas por Freud, se reactivarían fantasías edípicas
incestuosas articulándose esto con un cambio o transformación en el
erotismo, en una combinación que provoca angustia por culpa y por
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miedo. Dice Freud:
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La regresión no es pues peculiar a una determinada “etapa” de la
vida, de la adolescencia o de la vejez por ejemplo, si bien por cierto
está presente en el trabajo de duelo en cualesquiera de los
reposicionamientos del sujeto en tanto la condición misma del suje-
to del psicoanálisis está sostenida en la regresión como uno de los
pilares o soportes de su estructura.
Lacan decía en “La dirección de la cura y los principios de su
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poder”, que la regresión remitiría a los significantes orales, anales... de
la demanda. Sostiene:
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Veamos cómo Lacan sigue las propuestas de Freud respecto del
tema. En el prefacio que Lacan escribiera para una obra de Frank
Wedekind, El despertar de la primavera, y que lleva ese mismo nom-
bre,17 dedica unas líneas al encuentro del adolescente con la excita-
ción sexual y con el partenaire, con el otro sexuado. Lacan dice a
propósito de los adolescentes que comienzan a pensar en las chicas,
que seguramente está todo el empuje hormonal que se quiera, pero
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ellos no pensarían sin el despertar de sus sueños, fantasías o
ensoñaciones. Pero lo real de la pubertad también es la aparición de
los caracteres sexuales, específicamente aquellos que se llaman se-
cundarios, es decir, la modificación de la imagen del cuerpo. Enton-
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ces, es en estos dos planos, el del cuerpo como objeto pulsional y el
del cuerpo como imagen, que la pubertad viene a trastocar, a conmo-
ver al sujeto.
Se refiere a aquello que Freud delimitó con el nombre de “sexuali-
dad” y afirma: que hace “agujero en lo real”,18 y agrega en la misma frase:
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resiste los esfuerzos del sujeto de tratar de asirlo, de ponerle significa-
ción, no puede ser representado o simbolizado. Y ante lo real el sujeto
puede responder en lo real o en lo imaginario.
La muerte es el más claro y contundente ejemplo de lo real.
Nadie tiene representación de la muerte, y no puede hablar de la
misma si no es refiriéndose a que alguien se murió, a muertes ajenas
pero no a la propia pues lo cierto es que no hay “vivencias” o expe-
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riencia personal sobre la muerte.
Pero también en el vivir mismo, por supuesto, en diversas expre-
siones, se evidencia lo real; no en vano el registro de lo real es defini-
do como “vida” por Lacan:
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“...algo se abre por supuesto a nosotros, que de alguna ma-
nera parece ir de suyo, a saber designar como la vida ese
agujero de lo Real, y también es una pendiente a la que el
mismo Freud no ha resistido oponiendo pulsión de vida a
pulsión de muerte”,
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identidad infantil, de los padres de la infancia. Tomando las conside-
raciones de Freud al referirse al malestar del sujeto en la cultura,
podemos sostener que el sufrimiento amenaza al sujeto durante la adoles-
cencia por tres vías:
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producida la desestructuración de su imagen corporal y de-
biendo enfrentar la irrupción del erotismo genital en fuerte acome-
tida o como impetuosa oleada.
2. Desde el mundo exterior, que se manifiesta en la furia y en el
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poder destructivo con que cae sobre el sujeto como Freud lo
observara en su tiempo y a lo que hoy se agregaría la comple-
jidad de las condiciones de vida imperantes en tiempos del
capitalismo tardío, en la sociedad de consumo, en el marco de la
globalización como fenómeno mundial.
3. Desde los vínculos con los otros seres humanos, fundamentalmen-
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más doloroso.
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mo, y queda de esta forma prisionero de su propio narcisismo.
Podemos remarcar la relación planteada: irrupción de lo real -
respuesta desde el narcisismo.
Agrega Lacan en el escrito anteriormente citado23 que, ante
el desorden del mundo (ante lo irreductible de lo real, decía-
mos), el “desconocimiento”, como función desde el “modo ima-
ginario” (aún no habla de “registro” imaginario), sería posible
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respuesta. Dicho desconocimiento supondría el intento de desau-
torizar aquello que sin embargo es reconocido. Este concepto de
Lacan remite claramente al concepto de desmentida de Freud como
mecanismo defensivo que condensa la oposición ante la exigen-
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cia de reconocer un juicio, traumático, que se refiere a la pérdida
del objeto, juicio que es por cierto reconocido o aceptado, co-
existiendo la renuencia a aceptar lo enunciado en el juicio que
proviene de la realidad y el reconocimiento del mismo. Interjuego
entre reconocimiento y desautorización que deriva en la cons-
trucción de fantasías, juicios diversos o argumentación discursiva
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cio o fantasía según el caso o circunstancia vivida. En cuanto a lo
relativo a los juicios y a las fantasías en la adolescencia nos ocupare-
mos específicamente en otro espacio de este libro, dejando de lado la
problemática del objeto fetiche en tanto esta última, como expresión
máxima de la desmentida, de la castración, correspondería ser desa-
rrollada desde la perspectiva de la psicopatología y fuera de un espa-
cio dedicado al estudio de la adolescencia.
Luego de una primera aproximación sería conveniente definir
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con precisión “lo real”, para poder entender las consideraciones refe-
ridas a la desbordante irrupción del erotismo genital en la adolescen-
cia como “lo real sexual” que exige un esfuerzo de trabajo al psiquismo
para su procesamiento. Veamos, entonces, ¿qué es lo real?
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Lo real
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