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La Araña

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IMAGEN Y PARÁBOLA

La Araña

Estaba camuflada en el escondite que


ella misma se había tejido. Quieta.
Expectante. Sólo movía sus ojos inquisidores,
esperando, esperando.
Me encontraba en un bosque sentado
junto a un árbol cuando divisé una inquieta y
peluda araña negra que, entre dos ramas del
árbol donde estaba sentado, tejía una tenue
telaraña, casi invisible. Al verla, cautivó mi
curiosidad. Me di cuenta que precisamente
por este sitio cruzaban varias moscas e insectos voladores. Observé con atención
cómo iba tejiendo la telaraña fatídica. A partir de un centro, que era su guarida
donde se escondería, iba tejiendo círculos, pequeños al principio y cada vez más
grandes al final hasta cubrir totalmente el paso por donde pasarían los insectos.
Poco a poco fue formando una red casi invisible que quedó perfectamente
ubicada entre las dos ramas del árbol como una tupida red casi invisible. Se enrolló
en el hueco y esperó pacientemente.
Hacia el atardecer, aparecieron varios insectos que revoloteaban
atolondradamente de un lado a otro con inusitado zigzag. La araña miraba y
esperaba pacientemente sin moverse de su escondite. En eso una ingenua mosca
quiso cruzar por entre las dos ramas y…chocó con la telaraña y se quedó pegada
en ella. La araña avizoró como la mosca, por más esfuerzos que hacía para
desprenderse de la pegajosa telaraña, más se enredaba en ella. La araña esperó,
inquieta, mirando como su presa se debatía inútilmente para librarse. Imposible.
¡Estaba atrapada sin remedio! Rápidamente la tejedora salió de su escondite y se
lanzó contra la mosca. Empezó a envolverla con sus hilos traidores para que se
quedara aún más inmóvil y no escapara de la trampa que le había tendido. Vio
que no se movía. ¡Ya era suya!
La araña traicionera jaló el ovillo donde estaba apresada la mosca y lo metió
en su nido. La víctima estaba servida. Le clavó el aguijón y, lentamente, chupó su
sangre con delicia. Al poco rato, la mosca ya no era más que un amasijo informe y
fofo: una piltrafa infeliz sin carne y con el pellejo despedazado y contrahecho.
Satisfecha con su festín, la araña pérfida tuvo la
desfachatez, después de servirse de la mosca
incauta, arrastrar la bola con los residuos y
votarla al suelo despectivamente como una
basura inútil y despreciable.
Este es el triste desenlace al que pueden llegar
los egoístas, los cobardes, los indiscretos, los
pesimistas, los tibios, los tontos, los vagos, los
tímidos, los frívolos, los memos y los vanidosos
que alegremente no cuidan su mirada limpia, su
andar firme, la frente en alto y la sonrisa amable.
¡Pueden quedar atrapados irremisiblemente en
la telaraña de sus malas acciones!

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