Mexico">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Ancestros Otomíes

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 95

Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Filosofía y Letras


Colegio de Historia

Los ancestros de los otomíes de la Sierra


Madre Oriental. Aportes para una historia
regional

Tesis para obtener el grado de Licenciado en Historia


Presenta
Domingo España Soto
Directora: Dra. Marie- Areti Hers

México, D.F., de 2015


Los ancestros de los otomíes de la Sierra Madre Oriental.
Aportes para una historia regional
Agradecimientos

Son muchas las personas a quienes debo agradecer el que me hayan acompañado y
ayudado en este largo trabajo de investigación, al cual he dedicado más de diez
años entre archivos, bibliotecas, andanzas y trabajos de campo. Inicié cuando aún
era un bachiller del Colegio de Ciencias y Humanidades (UNAM), siempre con la
inquietud de saber más sobre el lugar (Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo), y la región
que me vio nacer, hasta que entré al Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y
Letras en donde adquirí diversas herramientas que me permitieron ampliar mis
conocimientos académicos, mismos que se ven reflejados en esta investigación.

Mis más sinceros agradecimientos a la Dra. Marie- Areti Hers por aceptar
dirigirme en la realización de esta tesis, por la libertad que me dio para investigar
algo que para otros era “imposible”,- tanto por la extensión del tema, como por las
disciplinas con las que la he desarrollado (antropología, arqueología, historia y
etnografía)-, por haberme introducido al mundo de la apreciación de la imagen y el
trabajo de campo; frente a los sitios de pintura rupestre. Todo esto en verdad que me
ha dado nuevas herramientas y me ha ayudado en mi formación profesional. Gracias
por los consejos, la confianza, por esa sencillez y calidez humana que la caracteriza.
Agradezco la beca de tesis y el apoyo para trabajo de campo que se me
otorgó en el marco del proyecto “Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la
memoria identitaria”, segunda etapa del proyecto “La mazorca y el niño Dios. El arte
otomí: continuidad histórica y riqueza viva del Mezquital”. Auspiciados por la
Dirección General de Asuntos del Personal Académico y el Instituto de
Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México mediante
el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica
(PAPIIT), clave: IN402113.

A mis lectores de tesis: Dra. Berenice Alcántara Rojas, Dr. Fernando


Berrojálbiz, Mtra. Raquel Güereca y el Dr. Félix Lerma; por sus observaciones y
sugerencias, con las que se ha enriquecido sustancialmente este trabajo.
Al Dr. Jacques Galinier, profundo especialista y conocedor de los otomíes serranos,
quien leyó a detalle el presente trabajo de investigación e hizo valiosos comentarios.
A la Dra. Patricia Torres Mejía y el Mtro. Israel Hinojosa Baliño, quienes me
dieron la oportunidad de aprender a realizar mis propios mapas de investigación en
el Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica (Antropo-SIG) del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-DF).
Al Dr.Francisco Rivas Castro del Departamento de Antropología Social del
INAH, por haberme mostrado la clave de la interpretación en el primer panel de la
Cueva Pintada (Calabazas), con respecto al significado de las constelaciones
prehispánicas, su relación con la cuenta del tiempo y los antiguos rituales.
Al Dr. Luis Pérez Lugo de la Universidad Autónoma Chapingo, investigador y
hablante del otomí, oriundo de Atixtaca, Veracruz, por su amistad y confianza, con
quien en 2013, junto con otros compañeros, recorrí parte de los antiguos caminos
entre los rumbos de Huayacocotla y Tutotepec.
Al multifacético Francisco Luna Tavera, historiador local, artista, Bädi (hombre
de conocimiento) ‘betri (mayordomo) y Huañü (Gran otomí) del Mezquital, por
compartir su conocimiento, dejarnos ver los rituales de su comunidad, y permitirnos
entender la cosmovisión de sus paisanos.
A todos los “hidalgos” del seminario Arte y comunidades otomíes...; Félix,
Rocío, Vanya, Nicté, Daniela, Alfonso y Hebert, con quienes me ha tocado trabajar
en la Sierra Madre Oriental y el Mezquital, convivir, discutir y consensar cada una de
mis interpretaciones y propuestas, en torno a los paneles, escenas y detalles que se
encuentran representados en la Cueva Pintada (Calabazas).
A Alfonso Vite, por haberme invitado desde 2009 a formar parte del entonces
llamado proyecto La mazorca y el niño Dios, propuesta que por diversas razones la
pude considerar hasta finales de 2012, cuando me decidí a enfocar mi investigación
en la Cueva Pintada y el culto a los ancestros entre los antiguos y actuales otomíes.
A Daniela Peña y Nicté Hernández por haberme enseñado los principios de
Photoshop para realizar los dibujos (calcas) de las pinturas rupestres, mismos que
fueron de gran ayuda para manejar después Illustrator.
A la Mtra. RocíoGress por sus críticas, comentarios y sugerencias en torno a la
apreciación visual de las imágenes, las representaciones de las pinturas rupestres y
los trazos.
A la Mtra. Vanya Valdovinos y David Rodríguez por acompañarme en varios
trabajos de campo en la Cueva Pintada (Calabazas), sitios aledaños y en el interior
de la propia sierra. Gracias por introducirme en el mundo del registro de la pintura
rupestre.
A la Dra. Ana Díaz por sus sugerencias y comentarios en torno a la extensión
y delimitación de este trabajo de investigación.
A Hebert Pérez, por las excelentes fotografías.
Al arqueólogo Daniel Herrera por ayudarme a corroborar todos mis dibujos
digitales in situ, por panel, escenas y detalles en la Cueva Pintada (Calabazas) y
sitios aledaños.
A la Lic. Marina Bayón, la Dra. Maricela González por sus sugerencias y
comentarios.
A todas aquellas personas que en alguna ocasión me han ayudado a
reconstruir esta historia, aunque muchas de ellas, cada vez que me veían me
preguntaban cuándo terminaría mi investigación, ahora puedo decirles que el tiempo
que dedicaron a escucharme y enseñarme no fue en vano. Es así que agradezco.
A Juan Lemus, Donaciano Islas de la Ranchería Rosa de Castilla, Marcos
Yáñez de Cerro Alto, por hablarme en 2008 de las antiguas haciendas y el agrarismo
de la región, lo que me permitió corroborar y entender muchos de los documentos,
mapas y planos del Archivo General Agrario y el Archivo General de la Nación.
A Jerónimo Licona de Agua Blanca por haberme mostrado muchos papeles
del reparto agrario, y los referentes a la historia local.
A Jaime Jarillo de Calabazas por haberme llevado a conocer el sitio de Apulco
el Viejo.
Al Ing. Emigdio Hernández de la Hacienda de Vaquerías, Atotonilco, Hgo., por
haberme mostrado unos antiguos mapas, mismos que me permitieron corroborar los
datos de archivo.
Especial agradecimiento debo a mi tocayo Domingo Velasco y su esposa Cristina de
Tutotepec, a quienes conozco desde hace varios años. Gracias por el hospedaje, la
comida y las finas atenciones que me han dado a mí y a las personas que me han
acompañado en las diversas ocasionesque he estado en Tuto, para hacer trabajo de
campo, ver “los costumbres” de la Santísima Campana y las sanimitas.
Debo mencionar que en esta legendaria comunidad de Tutotepec he conocido
a muchas personas que también son partícipes en la elaboración de esta historia,
entre las quedestacan;
Oliva San Juan y su padre Juan San Juan Borbolla (†), con quien aún tuve la
oportunidad de platicar en 2013 sobre las antiguas costumbres que se tenían en Tuto
para realizar los rituales del Día de Muertos y de Todos los Santos.
A Luis Mendoza, agradezco el que en varias ocasiones nos haya guiado por
los antiguos caminos y veredas de la región de Tutotepec, y el que me haya llevado
a la Peña del Gato.
A todos los mayordomos de las sanimitas (ánimas) de los años 2012- 2013 y
2014- 2015, por habernos permitido participar en “el costumbre” y explicarnos en qué
consiste el culto a sus ancestros (antepasados).
Agradezco a Teodora Manrique San Agustín de Tierra Blanca; Eugenio
Velasco San Agustín y Josefina Andrés de Pie del Cerro; Enrique Mérida de
Mavodo, Juan San Juan de San Bartolo, Elodia San Juan Tolentino y Faustino Marín
Ortega de Xuchitlán; Francisco San Agustín Velasco de Santa Cruz, Francisco San
Agustín San Agustín de Agua Escondida; Eriberto Trejo Cruz de Xuchitlán; Jor e
Tolentino San Agustín, Alfredo Trejo, Jacinto Martinez Váldez, Santiago San Juan
San Agustín de Xuchutlán; y a los principales Francisco Soria San Agustín de Santa
Cruz y Herminio Velasco San Juan de La Flor.
A Doña Cande y Don Manuel de Tuto, por haberme permitido estar en su casa
mientras los mayordomos hacían los preparativos para “el costumbre” de las
sanimitas.
Finalmente, debo un especial agradecimiento a mis queridísimos padres:
A mi madre, Juana Soto Soto, por inculcarme el tener la fortaleza de salir siempre
adelante sin importar los obstáculos, por ser la mujer que me dio la vida y me ha
enseñado a vivirla, gracias por tu confianza.
A mi padre, Crisóforo España López, por tu prodigiosa memoria que siempre
recuerda con precisión las cosas del pasado, tanto las que te tocó vivir durante tus
más de 80 años de experiencia, como las que mi abuela (Esther López) te contó, y
las cosas que les tocó vivir a mis bisabuelos y tatarabuelos. En verdad que todo eso,
siempre me ha inclinado a estudiar la historia, gracias por las enseñanzas que me
has dado, por darme ánimos siempre diciéndome lo orgulloso que te sientes de tus
hijos.
Ami hermano Adrián España por haberme obsequiado los libros de Baldor
(Algebra, aritmética y trigonometría), entre otros títulos de física y química, que
tenían el objetivo de encaminarme a las ciencias “exactas”, aunque al final las
ciencias sociales llamaron más mi atención. Gracias por la intención y por todos
estos años que he convivido contigo.
A mis demás hermanos: Abraham, Leonardo, Alejandro, Brígida y Antonio, por
darme ánimos y recordarme que tarde o temprano las metas se deben cumplir.
A mis estimados amigos que han compartido la misma carrera, los
conocimientos y algunos proyectos, en especial a José Luis Quezada a quien
conozco desde que íbamos en el CCH Vallejo; a Ulises León, con quién desarrollé
varios proyectos estudiantiles en el Colegio de Historia, gracias por leer en diversas
ocasiones este trabajo de investigación y por tus sugerencias de corrección de estilo.
En fin, agradezco a todas aquellas personas que en algún momento me han
ayudado a reconstruir esta historia sobre los Ancestros de los otomíes de la Sierra
Madre Oriental.
Introducción

Este trabajo de investigación como su título lo enuncia, versa sobre la historia de los
ancestros de los otomíes serranos; sobre sus ancestros míticos y sus ancestros más
cercanos; los primeros habitaron la tierra en épocas antediluvianas, pero se dice que
quedaron petrificados en las rocas, para dar paso a los segundos, pertenecientes a
la actual era de la humanidad, quienes, también fueron contemporáneos de la
llegada de los españoles y su descendencia se perpetua hasta nuestros días.

El objetivo principal es conocer a unos ancestros antediluvianos que se


quedaron abandonados desde hace más de 400 años, o mejor dicho ya casi 500,
allá por los rumbos del actual municipio de Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo. En el
sitio llamado “Calabazas” o la Cueva Pintada, en donde se delinearon por medio de
“la pintura blanca” las facciones a los ancestros, de las que se puede distinguir: sus
cabezas, sus ojos, la boca desdentada, sus huesos, las manos y uno que otro
testimonio de las relaciones que siguieron manteniendo con la nueva generación de
la humanidad, en particular con los otomíes.

Cabe mencionarse que las pinturas rupestres de la Cueva Pintada


(Calabazas) estan asociadas a otros sitios aledaños, localizados entre el río
Camarones y el Meco, en donde también es constante la representación de los
ancestros, mismos que se encuentran acompañados por otras representaciones
referentes a la astronomía, el ciclo agricóla, la ceremonia del fuego nuevo, la petición
de lluvias y los mitos de creación. En otras palabras, este tipo de antiguos sitios
sagrados que contienen pinturas rupestres, son a la vez un “códice de piedra”, del
que nos hemos dado cuenta que la narrativa y las representaciones que contienen,
concuerdan con la tradición oral de los actuales otomíes serranos y del Mezquital,
particularmente con respecto al culto a los ancetros. Del que hemos tenido la
oportunidad de observar varios rituales (costumbres) entre los otomíes de
Tutotepec. Además de que también hemos corroborado la información que han
recogido varios investigadores, como Galinier, Baéz Cubero y otros, entre los
otomíes serranos.

Como se ha enunciado anteriormente, en nuestra región de estudio, además


de la Cueva Pintada, se encuentran otros antiguos sitios sagrados, localizados sobre
el mismo río Camarones y el Meco en Agua Blanca de Iturbide; en Metepec,
Acatlán, Tulancingo, Huasca, Tenango, Tutotepec, Huayacocotla y Meztitlán, lo que
reconfigura el espacio sagrado de los antiguos otomíes. Una región espiritual que
nos permite conocer más sobre los limites territoriales del antiguo Señorío
independiente de Tutotepec, del cual, se ha generalizado demasiado (Carrasco:
1950 y Davies: 1968). Se dice, estaba habitado principalmente por otomíes.
Mencionando simplemente “Tutotepec”, “Huayacocotla” o “Tulancingo”. Dejando
lagunas territoriales de por medio, entre pueblo y pueblo, y sin historia, a muchas de
las antiguas y pequeñas comunidades que en aquellos tiempos fueron importantes,
o que formaron parte de estas cabeceras. Para evitar ese error, se ha decidido
entresacar de los viejos papeles varios cuadros en los que se muestra los nombres
de los pueblos, la distancia que había a las cabeceras, el número de habitantes y el
idioma que se hablaba.

Es así que los antiguos otomíes de la Sierra Madre Oriental habitaban una
amplia extensión territorial que iba desde Tulancingo, Metepec, Acaxochitlán,
Acatlán, Huascazaloya (Huasca), Atotonilco, Meztitlán, hasta Huayacocotla y
Tutotepec (pueblos y comunidades que comprenden parte de los actuales estados
de Hidalgo, Veracruz y Puebla). Con la llegada de los españoles, encomenderos y
primeros religiosos, desde las primeras décadas del siglo XVI y hasta principios del
siglo XVII, debido al repliegue de los otomíes a lo más abrupto de la sierra y la
barranca, quienes huyendo de la conquista espiritual dejaron abandonados para
siempre algunos de sus principales sitios sagrados, gran parte del altiplano y las
estribaciones de la sierra fueron despoblados.
El proceso de despoblamiento de gran parte de nuestra región de estudio tuvo varios
origenes: desde la invasión de los primeros pobladores españoles, la persecución
que generaron los frailes agustinos con sus intentos de evangelización, las grandes
epidemias como el cocoliztli, las políticas de congregación, y el acaparamiento de
grandes extensiones de tierra por otros advenedizos españoles. Lo que obligó a que
muchos otomíes se replegaran a la sierra y a las barrancas, dejando olvidados sus
lugares sagrados, tal y como sucedió con el santuario de los ancestros que se
estudia en el tercer capítulo.

Muchos de los antiguos sitios sagrados que se localizan en el altiplano no se


recuerdan en la memoria colectiva de los otomíes serranos actuales, sin embargo,
se mantienen vigentes otros como el cerro Napateco, en Santa Ana Hueytlalpan, al
que vienen a visitarlo desde la sierra, o el Mayonika (la Iglesia Antigua), también
conocido como México Chiquito, en donde covergen varias peregrinaciones
provenientes de varias localidades y regiones en tiempos de secas para petición de
lluvias; lugar en donde residen varias potencias, como los “Antiguas”, los ancestros
primigenios que constantemente se mencionan en las narraciones referentes a los
tiempos de la creación del mundo.

Espacios sagrados que a la vez se relacionan con la antigua iglesia de


Tutotepec, el Cerro del Oro, la Gruta de los Manantiales, en San Bartolo; el Cirio,
Tenango de Doria- en donde hay pinturas rupestres del mismo estilo que la Cueva
Pintada (Clabazas)-; y el Cerro del Brujo, en donde también hemos encontrado
restos de “pintura blanca”; la Peña del Gato, en donde se localizaron petrograbados;
y otros tantos sitios que delimitan el espacio sagrado, la territorialidad y el culto a los
ancestros entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental. De ahí el que hayamos
decidido reconstruir en el presente trabajo una historia sobre el territorio de los
antiguos otomíes que habitaban en el altiplano (cerca de Tulancingo) y las
estribaciones de la sierra, quienes dejaron sus sitios sagrados, y particularmente a
sus ancestros, totalmente abandonados.
En ese contexto, nuestra hipotesis es que:

a) En la Cueva Pintada (Calabazas) y sitios aledaños se contiene la versión


más antigua del culto que le rinden los otomíes a los ancestros. Mismo
que desde la época prehispánica hasta la actualidad, ha pasado por un
proceso de cambio, metamorfosis y reformulación, en el que se han
mantenido en gran medida las antiguas ideas, por ejemplo, al fusionar la
imagen del ancestro, el Cristo y el Sol.

b) El Sol y el Cristo se fusionaron en la cosmovisión otomí por tener una


historia similar, ambos después de su sacrificio, bajan al mundo de los
muertos, para después resusitar y subir al cielo acompañados por los
ancestros, reproduciendo el ciclo del día y la noche, la vida y la muerte.

c) El culto a los ancestros entre los otomíes ha sobrevivido a lo largo del


tiempo por el simple hecho de ser considerados como los dueños del
espacio, el cerro, la cueva y todas las cosas; como la abundancia, la
salud, las semillas y los animales, de ahí que el ser humano este en
constante deuda con ellos, por ser además los intermediarios de las
relaciones sociales que mantienen los vivos.

Para explicar y desarrollar los anteriores planteamientos en este trabajo de


investigación, el lector se dará cuenta de que nuestra metodología de trabajo se
basa en una comparación y contrastación de informaciones de disciplinas y fuentes
de información diversas como: la historia y los documentos, la etnohistoria y el
estudio de mapas antiguos, y especialmente de catecismos ideograficos o
pictograficos, y escritos en español-otomí; más el trabajo de campo que nos ha
conducido a una observación detallada de los rituales (costumbres) que dedican a
los ancestros en Tutotepec; la arqueología y el estudio del conjunto de pinturas
rupestres identificadas en la Cueva Pintada (Calabazas). Todo ello para mostrar el
culto a los ancestros y la territorialidad entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental
desde la época prehispánica hasta la actualidad y el proceso de cambio,
metamorfosis y reformulación que han sufrido a través de estos siglos.

Es bajo ese contexto, que en el primer capítulo introducimos al lector a nuestra


región de estudio por medio de una “Descripción geografica para viajeros”, en la que
se muestran y se reconstruyen los antiguos caminos, que después se convietieron
en Reales y ahora se han trasnformado en carreteras pavimentadas que comunican
las diversas comunidades y pueblos del Valle de Tulancingo (altiplano), la sierra de
Tutotepec, Tenango y Huayacocotla; la barranca que conduce a la Vega de
Meztitlán, junto con otras comunidades aledañas, en las que habitán o habitaban
otomíes. Se destaca la orografía, el clima y la vegetación por la que el antiguo y el
actual viajero puede encontrarse. Además de indicarle la localización de los antiguos
sitios sagrados que configuraban la región espiritual de los otomíes serranos, frente
al proceso de despoblación y repliegue que se dio después de la llegada de los
españoles y la región habitable que actualmente ocupan.

Después hacemos una “aclaración a una grave generalización”, Carrasco


(1950) siguiendo a Torquemada (1723) menciona que Tulancingo estaba
dividido en dos parcialidades Tlaixpa y Tlahtoca, “la primera al norte, quera otomí, y
la otra al sur, de mexicanos o nahuas”. Lo que respondía más bien a una cuestión
tributaria y no de divisionismo étnico, pues varios documentos corroboran que a la
llegada de los españoles, los otomíes y los nahuas habitaban en las mismas
comunidades.
En ese contexto, también mostramos en el primer capítulo — de manera muy
breve — los alcances y limitaciones que han tenido los trabajos de varios
investigadores sobre el estudio de la territorialidad de los otomíes serranos. Desde
los años 30 y hasta finales de los 60 del siglo XX, se les presentó de manera muy
general y con bastantes “lagunas territoriales” o como pueblos y comunidades que
parecían no tener historia. Es hasta principios de los años 70 que comenzaron a salir
a la luz trabajos que muestran claramente la distribución geográfica de los actuales
otomíes de la Sierra Madre Oriental, en regiones compartidas con los nahuas,
tepehuas y totonacos. Sin embargo, nada se ha dicho sobre el territorio que se
quedó despoblado por cuatrocientos años en el altiplano, y donde hoy en día cuesta
trabajo creer que alguna vez habitaron otomíes.

Así, en el segundo capítulo nos abocamos a mostrar una historia totalmente


desconocida, en la que se resalta el proceso de repliegue de los antiguos otomíes a
lo más apartado de la sierra y la barranca, quines dejaron abandonados sus
principales sitios sagrados. Para esta recosntrucción histórica se ha recurrido a las
Relaciones Geográficas, los documentos de las Congregaciones Civiles, las
mercedes de tierras, las Crónicas, al análisis de los antiguos mapas y al
reconocimiento geográfico de la región de estudio.

Insertos en este contexto, en el tercer capítulo analizamos extensamente uno


de los santuarios de los antiguos otomíes: la Cueva Pintada (Calabazas), que se
trata de un sitio de pinturas rupestres localizado en el municipio de Agua Blanca de
Iturbide, Hidalgo. Las escenas y narrativa de este “códice de piedra” nos remiten a
una de las versiones más antiguas de la cosmovisión otomí, misma que se
corresponde con la tradición oral de los actuales otomíes serranos y del Mezquital.

Asimismo, nos permiten acercarnos a varias temáticas estrechamente


relacionadas con los ancestros: la ceremonia del fuego nuevo, la petición de lluvias,
los tiempos de la creación, cuando salió el Sol por primera vez, y la historia de los
mismos ancestros antediluvianos que según la tradición oral se quedaron
petrificados, con todas las riquezas (el maíz, las plantas y los animales) en el interior
de las montañas, cuevas y barrancas, después de un diluvio.

Para ello, primero desarrollamos la descripción exhaustiva de cada uno de los


elementos que componen los paneles; después mostramos las imágenes y dibujos
de las escenas y detalles; y finalmente, realizamos una interpretación, privilegiando
las fuentes otomíes: los escasos códices (el Huamantla y el Huichapan); la tradición
oral recogida en trabajo de campo; y la información de los trabajos antropológicos y
etnográficos más recientes, en donde hemos podido corroborar que varios elementos
de las narraciones son anteriores a la llegada de los españoles.

Por último, el cuarto capítulo está dedicado al culto a los ancestros. Se explica
la continuidad y metamorfosis que éste sufrió con la introducción del cristianismo; es
decir, cómo lo asimiló para lograr supervivir a la evangelización y transmitirse de
generación en generación hasta nuestros días. Un ejemplo claro de ello, es la
imagen del Cristo-Sol, en el que se fusionan los dos personajes por tener una historia
similar en ambas cosmovisiones (la cristiana y la otomí). Entre los otomíes, tanto
antiguos como actuales, algunos informantes mencionan que el Sol en el momento
de su muerte entra en el inframundo (nidu), el lugar de los muertos, para después
resucitar y subir al firmamento celeste acompañado de los guerreros ancestros
muertos en batalla (tal y como se ha podido corroborar en las pinturas rupestres).
Mientras que en la tradición cristiana se dice que después de la muerte de Cristo,
éste baja al mundo de los muertos, resucita al tercer día y sube a los cielos
acompañado por los primeros padres y profetas (Abraham, Jacob, David, etc.); de
ahí la estrecha asociación que vive en el Cristo-Sol.

Para explicar la transformación de ideas en el pensamiento otomí, hemos


recurrido a los antiguos catecismos escritos en español-otomí, elaborados por los
frailes y padres conocedores del idioma (desde el siglo XVII al XIX), para que el resto
de sus compañeros neófitos en la lengua pudieran oficiar los sacramentos a sus
feligreses. Por otra parte, revisamos los catecismos pictóricos o ideográficos, mejor
conocidos como testerianos, que fueron elaborados por los otomíes para catequizar
y evangelizar a sus propios paisanos, y que según algunas fuentes, se seguían
utilizando incluso a principios del siglo XIX. En estos últimos, son constantes las
imágenes del Cristo-Sol y el mundo de los muertos, lo que nos demuestra la
asimilación de las nuevas ideas y el surgimiento de un cristianismo otomí.
Por último, hemos observado la vida ritual, en la que destaca el constante culto a los
ancestros; mismo que sigue muy vigente en la región de Tutotepec, donde 12
mayordomos reguardan las antiguas reliquias de las “animitas” durante todo el año
para suceder el cargo a otros 12 mayordomos el 2 de noviembre. En este caso,
como se muestra en el apartado correspondiente, el culto a los ancestros no se limita
a lo que se conoce como “Día de muertos y Todos Santos”, que se festeja a nivel
nacional entre el 31 de octubre y 2 de noviembre, sino que se extienden a todo el
año; los rituales (costumbres), las ofrendas de comida, las flores y las velas se ponen
de manera constante y permanente; además, los otomíes visitan de manera
periódica los lugares sagrados (cerros y cuevas) para dejar flores a los ancestros
antediluvianos (los gigantes), los dueños del centro y del ombligo del mundo,
Tutotepec.

Cabe mencionar, que entre los otomíes serranos, se piensa que después de
determinados años y con la ayuda de los familiares cercanos, todos los muertos se
ancestralizan (vuelven ancestros), se convierten en jueces, benefactores y
protectores del pueblo; además, son consejeros de los bädis (hombres de
conocimiento), con quienes se comunican por medio de los sueños y de otros
medios, para regular las relaciones sociales de los vivos. De ahí que los otomíes
muestren una constante preocupación por no olvidar a sus ancestros, ya que de
hacerlo, dicen, podría haber consecuencias catastróficas en la salud, la abundancia,
las cosechas, los animales, o incluso, provocar el fin de la humanidad.

Bajo esta perspectiva, es que analizamos la territorialidad y el culto a los


ancestros entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental; desde sus fuentes más
antiguas hasta las expresiones rituales más recientes, que se fusionan,
metamorfosean y se yuxtaponen.
Capítulo 1. La historia de los ancestros de los otomíes de la
Sierra Madre Oriental y su estudio

1.1 Descripción geográfica para viajeros

La siguiente descripción geográfica es para todos aquellos viajeros curiosos que deseen
visitar la región y los lugares de los hechos, que se van ha referir en las páginas y
capítulos siguientes. En primer lugar, es de advertir que se ha hecho la reconstrucción de
los viejos caminos, por medio de algunos papeles y mapas antiguos; de diferentes fechas
y años, en donde destacan también los fragmentos de las descripciones que se hacen
sobre la impenetrable y desconocida región serrana, que nos dan a conocer algunas
personalidades militares, quienes tuvieron que adentrarse en lo más fragoso de la zona
para perseguir a los insurrectos de los años de 1800 y fracción. Tema en el que no nos
meteremos, para no entrar en facciones y en cuestiones de política. De sus cosas de
estos hombres, sólo utilizaremos la información geográfica que nos servirá para
ilustrarnos y mantenernos al tanto de las vicisitudes y de los parajes por los que vamos
a pasar.
Pues se debe aclarar que después de la llegada de los españoles, muchas de las
veredas de a pie, se hicieron caminos Reales o de herradura, y éstos a sus vez se han
convertido en carreteras que actualmente nos comunican con las antiguas comunidades
de la región de Tulancingo, la barranca y de la sierra, de las que hablaremos en el
siguiente capítulo dedicado a la parte histórica. Mientras que otros caminos se han
perdido, o se siguen perdiendo, porque las nuevas carreteras los retoman en mejores
puntos, quedándose pedazos de los antiguos senderos, abandonados en lo más fragoso
e intrincado de los montes y barrancas, de los que sólo los lugareños reconocen y de
algunos cuantos que ha caminado el que esto escribe. Actualmente, en los últimos años
se han abierto una gran cantidad de carreteras y brechas que pueden confundir hasta el
más cauto de los viajeros, porque dos o tres caminos que no existían hace diez años para
llegar a un solo punto, ahora configuran lo que parece una maraña difícil de entender. De
ahí la necesidad de mostrar los viejos mapas, para regresarle un poco de historia a todas
aquellas comunidades que piensan que no la tienen.
Desde inmemorables años se ha generalizado en las crónicas, los libros, y entre
las personas de la ciudad y los círculos académicos, el que para llegar al Golfo por el
rumbo de Tuxpan, desde la Ciudad México, necesariamente, después de Tulancingo, se
tenía que pasar por Acaxochitlán y Guauchinango. Rumbos por los que se desviaría uno
para adentrarse a la sierra de Tutotepec. Cosa que no es del todo cierta, porque existían
y existen otros puntos por los que se puede pasar, los cuales en aquellos tiempos y aún
ahora, en aquellos caminos que están abandonados, son un poco difíciles de transitar, al
igual que el famoso camino Real de México- Tulancingo- Guachinango Tuxpan.

Esta creencia y generalización reside en que este famoso camino era antiguamente
más transitado por un número considerable de españoles que se asentaron en el pueblo
de Guauchinango, al igual que en Tulancingo. Mientras que los otros caminos que van a
la sierra de Tutotepec, Atotonilco, Huayacocotla y Meztitlán, pronto se quedaron
encerrados en los dominios de unos cuantos españoles y encomenderos. Y poco después
dentro de lo que sería la Composición de la hacienda de San Pedro Sultepec y Anexas:
como Apulco y Santiago, caminos que permanecieron por varios siglos en manos de una
sola persona o familia. Pero estos antiguos caminos, ahora deben ser revalorados, porque
fue en ellos que hicieron sus correrías los primeros frailes agustinos, como fray Alonso de
Borja, persiguiendo a los otomíes que ante su presencia despoblaban los llanos dejando
sus antiguos aposentos y lugares sagrados.

Después de haber hecho las aclaraciones pertinentes, es momento de poner orden


a nuestro viaje; establecer las rutas que se pueden tomar para llegar a la sierra y a los
antiguos dominios del Señorío Independiente de Tutotepec, sus ventajas y desventajas,
los lugares por los que nos podemos detener, la calidad de los diversos climas y la mejor
temporada en que se recomienda ir. Tal vez, el estimado lector sea de la opinión de que
“primero lo conocido que por conocer”, si es así, le propongo describir la ruta que va por
los rumbos de Acaxochitlán, que deja de lado el famoso camino real de Guauchinango.
En segundo lugar, le mostraré el camino que pasa por el antiguo pueblo de Metepec.
Luego, las bifurcaciones que van de Apulco al mismo Tutotepec, o del primer punto a
Huayacocotla, y porque no a Atotonilco, Sultepec y Meztitlán, por donde se encuentra las
famosas comunidades de Atecoxco y Xoxoteco.

Comenzando nuestro viaje desde la ciudad México a unas 30 leguas al nordeste,


por el antiguo camino que es bastante conocido y que pasa por los rumbos de
Teotihuacán, Zinguilucan y Santa María Tecajete, se llega al pueblo –ahora ciudad-, de
Tulancingo, que se encuentra en las faldas del cerro del Tezontle. Pueblo en el que para
1602 vivían más de 2000 habitantes1, entre los que había “más de 100 familias de
españoles”, quienes se encontraban entreverados entre mestizos, mulatos, y una gran
cantidad de naturales mexicanos y otomíes.
En aquellos tiempos el pueblo de Tulancingo tenía una traza de calles largas y
muy buenas casas de piedra y de adobe, “con muchos nogales y otros árboles frutales y
algunos cerca de ellos de tunales que dan grana”. De este a oeste se extiende un
grande y fértil valle, cubierto por un antiguo sistema de riego: Tulancingo-Tulantepec-
Acatlán, el cual se encontraba antiguamente en manos de unos cuantos españoles, que
habían reducido a lo más mínimo a las comunidades y parcelas de los naturales de la
región. Y como nos lo menciona la Descripción Geografica de 1825:
La mayor parte del valle de Tulancingo se riegan con el río de su nombre, que se forma del
de San Lorenzo y el de Hueyapa: el primero nace a tres leguas [al] sur y el segundo a dos
leguas [al] sureste de Tulancingo; y juntos a 1\4 de legua (al oeste) del mismo, corren
formando ya uno solo en espacio de 4 a 5 leguas con dirección de sur a norte a unirse con
el de Tortugas que nace en la municipalidad de Acaxochitlán [...] Y todos estos: él de los
Camarones que se forma de las vertientes del cerro de “Tecodolmé” uno de los que dan
principio a la sierra; el de Acatlán y el de Huasca que nacen del pie de la cordillera central
del distrito [de Tulancingo], forman el caudaloso río llamado, vulgarmente, “la barranca de
Meztitlán” [el Río Grande], cuya denominación se le da porque en el partido de este
nombre es donde aumenta considerablemente su caudal, pudíendose decir que es él
único regulador de su prosperidad, pues a proporción que suben o bajan sus
inundaciones que fertilizan la famosa Vega de Meztitlán, es mayor o menor la cosecha de
sus labradores2.

Pero antes de seguir con la descripción, será mejor que les muestre un mapa de la
jurisdicción de Tulancingo (1792), en el que se representa fielmente la región que he
venido estudiando desde hace varios años, veámoslo en la siguiente página (Fig. 1):
Figura 1. Mapa: Jurisdicción de Tulancingo (1792), en el que se muestra los pueblos, haciendas y ranchos,
AGN, Padrones, Vol. 1, f. 27. [Número de pieza 2802.Clasificación: 978/1440].
Como podemos apreciar en este mapa, el pueblo de Tulancingo se identifica con la
circunferencia más grande, que esta coronada con una cruz, justo abajo del cerro de
“Guapalcalco”, rumbo por el que se interceptan las dos sierras, la de Pachuca, en
donde destaca al suroeste el Cerro de las Navajas. Mientras que por el Noroeste corre
la sierra de Tutotepec y Tenango, de la que aquí sólo se muestran las enormes
montañas. Casi en medio, muy cerca de la rosa de los vientos, y al noroeste de
Tulancingo, tenemos lo que aquí se denomina como Barranca de San Pedro, lo que se
refiere a la entrada de la Vega de Meztitlán, eso es por los rumbos de Sultepec, en
donde se localiza la Hacienda de las Vaquerías, representada por un tríangulo que
está pegado a las montañas de la sierra de Tutotepec, y justo del otro lado de la
barranca, al suroeste de este punto, se encuentra Atotonilco.
Deteniéndonos a analizar más a detalle este mapa, podremos apreciar que la gran
mayoría de las comunidades de los naturales, están replegadas a las montañas
(Círculos con cruz), salvo los pueblos de Metepec, Santa Ana Hueytlalpan y
Tlasocoyucan, que estaban reducidos a lo más mínimo de sus originales propiedades,
teniendo por los lados a varias haciendas ganaderas. Mientras que por otra parte,
vemos una gran cantidad de labores (recuadros punteados), en las que sabemos que
se sembraba prioritariamente el trigo, junto a las que aparecen muchísimas haciendas
(triángulos) que se dedicaban al beneficio de los metales del lado de Atotonilco y a la
ganadería del lado de la sierra de Tutotepec.

Este mapa, más que mostrarlo por capricho, se puede decir que es uno de los que
nos da una idea más clara del despoblamiento que sufrieron por 400 años estas
grandes extensiones de la región, siendo muchos de estos pobladores de origen
otomí, quienes se replegaron a lo más abrupto de la sierra y las barrancas.

Continuando con nuestro viaje, de acuerdo con los antiguos mapas, el viajero debía
encaminarse a las afueras Tulancingo, pasar por el Molino y casa nombrada
“Guapalcalco”, para tomar el camino que va a la Huasteca (por Meztitlán), desviándose
en el crucero a la derecha para atravesar por el cerro de Huapalcalco donde están
unos cues (pirámides), y pasar muy cerca de la comunidad de los naturales de
Theostoc (Cueva Divina) que se localiza atrás del cerro antes mencionado, por el lado
en donde se oculta el Sol. Por estos rumbos el viajero debía tener mucho cuidado en
seguir las indicaciones anteriores. Pues lamentablemente, no podía pasar por el
camino de abajo, el que está más cercano al río, porque según lo muestra el mapa y
algunos antiguos papeles, esos terrenos andaban en litigios entre unos españoles y
los naturales, por lo que ya no se podía pasar a ver el gran Cue (pirámide) que tiene
una larga cruz de madera en la cima, ni se podía pasar a comprar algo de comer o
beber en el bentorrillo que fabricó Don Antonio de Romero, ni mucho menos, el
pensar en pasar por la hacienda de San Nicolás. Sino que se debía pasar entre el
Cerrillo de Zoltepec, el Cerro de Napateco y sus ranchos. Para mayor detalle véanse
los siguientes dos mapas (Figs. 2 y 3).
Después de haber librado este inconveniente, de pasar por donde no se debe. De la
comunidad de los naturales de Napateco, el antiguo viajero llegaba a un punto en
donde se dividen varios caminos, el que se dirige al oeste, retoma el camino principal
de la huasteca, y nos lleva a varios lugares como Apulco- Huayacocotla, San Pedro
Sultepec, Atotonilco y a Meztitlán. El del noroeste nos lleva a Santa Ana Hueytlalpan y
a Metepec. Nosotros por el momento tomaremos el que da más al noreste, nos llevará
a San Pedro Amaxac que está sobre el camino a Acaxochitlán- Guauchinango, ruta
que como lo dice un antiguo ingeniero, llamado Ramón Almaraz, quien hizo algunos
trabajos de exploración allá por los años de 1865:

Para ir de Tulancingo a Huauchinango por el camino de Acaxuchitlan con rumbo N. E.,


caminando 16 kilometros de terreno plano que forma parte del hermoso Valle de
Tulancingo; en el transito se pasa serca del rancho de Napateco y del pueblo de Santa
Ana, y de allí se llega a los pueblos de San Pedro y la Asunción [Santa María de],
donde acaba el llano y comienza la sierra. Esta se presenta aquí como una débil
columna, pues la diferencia de alturas entre llano y la parte más alta de la sierra, en el
camino, es solamente de 95 metros; sus pendientes son suaves y de fácil acceso.3

Nosotros nos detendremos en el pueblo de San Pedro, el cual, en 1602 tenía


pobladores otomíes y mexicanos, que “habita[ban] en buenas casas de piedra y adobe
[...] teniendo la mucha parte de sus tierras de riego, cultivan[do] arboles de nueces y
magueyes y por granjería la cosecha de lentejas, habas, alverjones y el maíz [sic.]”.4
Como verá nuestro acompañante viajero, luego de que salimos del Valle de Tulancingo y
nos adentramos en la sierra, la vegetación va cambiando poco a poco, pues se ven
“pinos, ocotes y encinos de grandes dimensiones y de un follaje hermoso”. El clima se
empieza a tornar más frío, y en ocasiones los grandes bancos de neblina nos impiden ver
a la distancia. Continuamos nuestro camino, y no seguimos rumbo a Acaxochitlán, sino
que tomamos el que va rumbo al pueblo de Chila, en donde también podemos ver que
hay otomíes. Desde este punto, nos daremos cuenta de que cada vez empezamos a
descender, el camino, ahora es transitable en vehiculo, pero antes solamente a pie o a
lomo de mula, por una estrecha vereda y al borde de los desfiladeros, bastante
peligrosos, que si algún descuidado se caía al precipicio no estaba para contarlo. Bajando
cada vez más estos serpenteantes caminos, en razón de haber descendido unos 1000
metros desde que nos encontrábamos en el altiplano5, hasta que se llega a un gran
pueblo, asentado en un pequeño valle, llamado Pahuatlán, que fue asiento de españoles
y mestizos bien acomodados en la época de la colonia. Con muy buenas casas
construidas de piedra y adobe, con sus tlapancos para almacenar las mercancías y las
semillas; sus techos se caracterizan por ser de teja rojiza y tablón.
Como nos da razón otro de nuestros informantes, para llegar a Pahuatlán desde el
camino por donde venimos, el cual no ha cambiado mucho por más de 300 años;

Este trayecto no era otra cosa que una vía angosta de terracería, con pendientes
retorcidas, curvas que rodeaban los cerros y desfiladeros peligrosos, sin embargo fue
utilizado por los arrieros y miles de pobladores que realizaban el trayecto Pahuatlán-
Honey (Chila).6

Desde este pueblo se puede ver a lo lejos el asentamiento de la antigua comunidad


de Atla, pero sin demorarnos más en este sitio, debemos continuar para cruzar el Río
San Marcos, el que antiguamente, en tiempos de lluvias se volvía un poco peligroso para
vadearlo. Después de este punto, debemos empezar a subir las pesadas cuestas de la
montaña y llegar a las comunidades de Xochimilco, y San Pablito, en donde los otomíes
que lo habitan, fabrican el papel amate, sacado de las cortezas de unos árboles. Es un
papel que también se le llama de “brujo”, porque con él se representan a los antiguos
dioses, a aquellos que han sobrevivido a la llegada de los religiosos y los españoles.
Pero no me detendré en hacer mayores descripciones, puesto que ya es bien conocido
por otras personas que lo han mencionado en varios libros. Mejor pasaremos de aquí por
el camino que va a la antigua comunidad de San Nicolás hasta Tutotepec. De adonde
dejaremos que nos guíe la descripción que hace en 1643, Juan de Palafox, Obispo de
Puebla, en la que se nos describe mejor uno de los parajes que a nosotros nos interesan,
pues nos comenta que:

En el camino, que es asperísimo y todo de subidas hasta llegar a Tututepec, está el cirio
pascual que de una peña forma la naturaleza, separada de las demás con tanta perfección
que aun el pabilo y los granos de inciencio parece que se reconocen y señalan, y allí cerca,
enfrente, forman como una iglesia los peñascos, cosa bien notable y digna de reparar7
Es de notar que en este paraje llamado el Cirio, el obispo no se haya enterado de que
existía un lugar sagrado para los otomíes, en donde se le rendía culto a la Bok' yä, “la
Serpiente Negra de la Lluvia”, a la que ahora encontramos pintada en uno de estos
peñascos, junto con otras pinturas, de las que se puede reconocer que son de la misma
tradición que las de la Cueva Pintada (Calabazas), como se verá en el capítulo tres de
este trabajo.

Para no hacer nuestra descripción geográfica demasiado larga y tediosa para el


lector, lo dejaré por estos parajes para que pueda contemplar las pinturas, en medio de
las extensas nieblas y la exuberante vegetación de gigantescos helechos. En donde el
clima es bastante lluvioso y frío, por lo que se recomienda ir bien abrigado. De aquí podrá
llegar por su cuenta a San Agustín Tenango, y de ahí conseguir a un guía que lo lleve a
Tutotepec, para lo que tendrá que pasar por San Bartolomé y Santiago.

Volviéndonos a encontrar de nuevo, ahora en el pueblo Tutotepec, mencionaré


como podemos salir o adentrarnos más en la sierra, por los otros caminos que les he
prometido: esto ya nos será más fácil, porque ya he explicado gran parte de las
condiciones geográficas de la región. De Tutotepec se puede regresar directamente al
Valle de Tulancingo, devolviéndonos por el antiguo camino que sigue después de
Tenango, para pasar por Santa Mónica Xoconochtla. Bueno, le cedo la palabra a un
antropólogo y viajero norteamericano que lo transitó en el año de 1900, desde Tenango al
paraje llamado Tortugas, en Metepec, quien nos da la siguiente razón:

Nuestro camino iba al lado de un precipicio: a nuestra izquierda se levantaban los grandes
riscos con sus superficies casi verticales de piedra lisa; las cimas eran dentadas, por lo que
podíamos deducir que la masa estaba formada por rocas estratificadas, inclinadas en la
punta. Al salir del pueblo [de Tenango] vimos dos rocas angostas y paralelas [El Estribo]
que parecían una puerta de ascenso. Más allá, unas rocas desgastadas formaban una
columna afilada, un poco separadas de las rocas de atrás, a la derecha estaba el
precipicio, abrupto y, en unas ocasiones, casi vertical. Después de una hora y media de
cabalgar por un camino bastante bueno, llegamos al gran ascenso. Era magnifico, aunque
difícil. En algunos sitios, la vereda estaba cubierta de lodo; en otros de piedras ásperas; y
en otros se convertía en el lecho de un torrente de montaña. Mientras seguíamos por este
desfiladero, otros desfiladeros naturales se le unían, con bonitas cascadas, hendiduras
desgastadas por las caídas de agua, árboles cuyos troncos estaban cubiertos de musgo
verde, muchos helechos marchitos por las heladas tardías, riscos y una maravillosa
variedad de rocas en completo desorden. Por fin llegamos a la cumbre [...] después de un
descenso considerable, nuestro ascenso final fue sencillo, la vereda se fue mejorando
cada vez más, hasta que, cerca de Metepec, se tornó en un verdadero camino para
carretas. Desde allí pudimos admirar un paisaje magnifico: un bosque de pinos, y más allá
la llanura café, tan típica de Hidalgo, mecida por el igualmente típico viento hidalguense.
Cabalgamos velozmente desde la herrería de Trinidad a Metepec, y de allí a las
8
Tortugas.

Esta larga pero precisa descripción del camino, nos pone muy cerca de adonde
comenzamos nuestro viaje a la sierra, sólo hay que seguir de Tortugas, por otro paraje
llamado el Acocul, el antiguo Acoculco, en donde también se encuentran rastros de un
santuario otomí, es un sitio que también tiene pinturas blancas. Este mismo camino nos
llevará por San Nicolás (Cebolletas) hasta el crucero de la cruz de piedra y el gran Cue
que se encuentra cerca de “Guapalcalco”. Y del cerro del mismo nombre, en donde
encontramos en sus peñas, pinturas rojas y blancas, estás últimas de tradición totalmente
otomí, lo que nos indica la importancia del lugar. Paraje que ya conocemos
perfectamente, por los planos mostrados anteriormente.

Tercero y cuarto camino

Con las anteriores descripciones geográficas de la sierra de Tutotepec, entendemos y


comprendemos las noticias que da Hernán Cortes al emperador Carlos V, en la Cuarta
Carta de Relación escrita el 15 de octubre de 1524, cuando le dice que “por las sierras
reventaron diez o doce caballos, por el aspereza de ellas”9, en la ocasión que bajó en
persona para aplacar la sublevación de los otomíes del antiguo Señorío Independiente de
Tutotepec, en donde apresó y ahorcó al señor principal, y al resto de los sospechosos que
fueron 200, los mandó herrar para venderlos en almonedas como esclavos.

Antes de proseguir en otros asuntos, debemos de reanudar la descripción de los


otros caminos que salen de Tutotepec. Por lo que en esta ocasión tomaremos el camino
que sale hasta Apulco, lugar en donde se estableció el primer encomendero de la región,
Diego Rodríguez de Orozco, quien obligó a que los naturales se replegarán en lo más
apartado de la sierra. Quedando entre sus dominios, y muy cerca de Apulco, abandonado
un gran Santuario de los otomíes, La Cueva Pintada (Calabazas), misma que se verá en
el capítulo tres. Si es que nuestro lector quiere seguirnos acompañando hasta ese lugar.
Pues bien, ahora tomaremos el camino de la Peña del Gato, por el que haremos
aproximadamente 4 horas en bajar el cerro, caminar entre otros y subir la cumbre hasta
llegar a Apulco. El nombre de este camino data de tiempos inmemoriales, bueno,
seguramente, se le dio después de la llegada de los españoles, quienes trajeron estos
animales, mismos que habrán impresionado a los naturales. Pues este paraje adquiere tal
nombre, porque en lo alto de la peña, la misma roca adquiere esa forma. Pero dejaré que
nos dé una idea el informe de parte que hizo en 1815 el comandante militar del entonces
Fuerte de Apulco, el Capitán D. José María Luvían, quien al igual que los primeros frailes
del siglo XVI y XVII, conoció profundamente la sierra, en sus correrías en contra de los
rebeldes insurrectos de la Independencia. Cumpliendo con sus deberes militares,
menciona sobre el camino de la Peña del Gato, lo siguiente:
“me interne en la sierra [desde Apulco], cuyos caminos ya estaban nuevamente
imposibilitados de poderse transitar; pero a pesar de esto y a costa de imponderables
trabajos y peligros de perder la vida en aquellos despeñaderos entre en Tutotepec [...] por
la vereda nombrada del Gato, para no ser sentido de los espías que la canalla [los
insurrectos] tenía por el camino real. Al momento cubrí con el mayor silencio las tres
salidas que tiene el pueblo, poniendo a cuatro hombres ocultos en cada una de ellas”10

Mientras que el otro y último camino que sale de Tutotepec, se ramifica para varios
lugares, pues puede uno seguir para Tlachichilco, Zacualpan, Texcatepec, Huayacocotla
u otros tantos lugares en plena sierra. Pero como es evidente por las descripciones
geográficas que he dado sobre la región; la sierra Tutotepec, sólo tenía unas cuantas
entradas y salidas, las cuales eran de difícil acceso, por lo que necesariamente hay que
llevar un guía, para no adentrase en las montañas y llegar al precipicio de un voladero sin
salida, además de la peligrosidad de los animales, y alimañas, como las serpientes
venenosas. Como se ha mencionado, al igual que Hernán Cortes, otros hombres de
armas, que eran ajenos a la región la atravesarían; los insurrectos que se refugiaban y
levantaban en armas a los pobladores y los realistas como José María Luvian, que los
perseguía por todos estos rumbos, principalmente entre los años de 1813- 1816. En fin,
lo que cabe resaltar de todos estos hombres, es que fueron al igual que los frailes, los
primeros fuereños en conocer muy bien las entradas y salidas de esta parte de la sierra.
Pues si bien, en los informes de los militares realistas se nos ha dejado varias
descripciones de las dificultades del terreno, además, nos han dejado un espectacular
mapa en el que se representan todos los pueblos y las principales comunidades de la
sierra, junto con el gran entramado de caminos que nos llevan a las más diversas partes
como la Huasteca y el Golfo. Lo que es de gran importancia para nosotros, pues por fin
podemos mostrarle a nuestro estimado lector, como en estas partes se encontraba
bastante poblado, mientras que en el altiplano, existían grandes extensiones de tierra en
manos de unos cuantos hacendados. Compárese el siguiente mapa (Fig. 4) con el de la
Jurisdicción del Distrito de Tulancingo (Fig.1).
Con tantos mapas debe ser imposible que nos hayamos perdido, ahora ya
debemos estar en la Hacienda de Apulco, en donde antiguamente, por casi cuatro siglos
habitaron unos cuantos empleados, porque el resto de la región estaba cubierto de
ganado, principalmente de vacas. Pues bien, esta hacienda formaba parte de la
Composición de San Pedro Sultepec, Las Vaquerías.
Se puede decir que este punto de Apulco, es la embocadura de la barranca que
va hacía la Vega de Meztitlán y también es la embocadura a la Sierra de Tutotepec.
Además de que está muy cercano a los límites que dejan al sureste, el fértil Valle de
Tulancingo, o mejor dicho a la Hueytlalpan, que termina por los rumbos del Acocul, en
donde el viajero que viene del antiguo camino Huapalcalco- San Nicolás - Apulco, se dará
cuenta de que es justo por estos lugares en donde, después de haber caminado la llanura
por largo rato, empezará a bajar y subir siguiendo el serpenteante camino que bordea las
largas lomas que se desprenden de las montañas de la propia sierra de Tutotepec.

Por estos rumbos de Apulco el viajero notará que si se encamina hacia la montaña
el clima es bastante frío, con extensos bancos de neblina que bajan de la sierra por las
mañanas y las tardes, mientras que en la época de lluvias y de nortes, todo el día está
nublado y con una llovizna intermitente. Pero sí el viajero se aleja de esta línea
montañosa, hacía el suroeste, con rumbo a la barranca y a la hacienda de San Pedro
Sultepec, el clima cambia a seco y cálido, por lo que el viajero notará el cambio en
cuestión de unos cuantos minutos, al estar entre esta línea climática. Mientras que para la
sierra se puede obtener dos cosechas de temporal, en el llano y en las lomas de clima
seco, sólo una, con riesgos de que haya un mal temporal de lluvias y se malogren las
cosechas.
De este lado de la embocadura a la barranca y el camino de Sultepec, la
vegetación es en su mayor parte de encinos y sabinos, que se conglomeran en las
cercanías de los arroyos, mientras que en el resto de las lomas se encuentran revestidas
de chaparrales, pastizales, y algunos magueyes. La tierra es poco fértil, y por lo general
se trata de la que se conoce localmente como negra y “chiclosa”, que en tiempos de
seca es bastante “terremotosa” y en tiempos de lluvia, hace unos atascaderos que es
casi imposible cultivarla. Llegando a las inmediaciones de Vaquerías, la flora es un poco
diferente, se encuentra gran cantidad de huisaches, uñas de gato, nopales silvestres y
algunas cactáceas. Vegetación algo parecida a la barranca, en donde se tiene, además
gran cantidad de garambuyos, mezquites y lechugillas.
Claro, sin contar que en las partes bajas de la barranca, son bastante fértiles por
estar irrigadas por el río, en donde se dan varias cosechas al año, de cosas diferentes al
maíz, como tomate, chile, cacahuate y papaya.
Pues bien, sólo me limitaré a decir que por este camino de Apulco, después de
pasar por Milpa Vieja, y de llegar a un paraje denominado el Encino, podemos tomar al
noroeste la ruta que nos lleva hasta el antiguo pueblo de Huayacocotla. Pero antes
debemos mencionarles a los actuales viajeros que antiguamente no existía el pueblo de
Agua Blanca de Iturbide, cuya cabecera era San Pedrito, que se reconoció como tal en
1874. Por lo que del paraje llamado el Encino, el viajero debía continuar por la Sabanilla,
para desviarse por Cerro Alto, por donde había que cruzar el Río Meco para pasar por
Apulco el Viejo, la ranchería de Calabazas, y continuar con rumbo a Los Cues (San
Miguel), Puerto de Lobo, hasta llegar al lugar de destino, Huayacocotla, trayectoria que
es bastante boscosa y fría. En caso de que el viajero quiera desviarse para el rumbo de
los Zacualpas, San Pedrito, o San Martín, o cruzar de estos últimos puntos a Tutotepec,
puede consultar los mapas de las haciendas de San Pedro Sultepec .
En el caso de que decidamos ir hacia el sureste, desde este paraje del Encino,
tomaremos el camino Real que va para la hacienda de San Pedro Sultepec (las
Vaquerías), Atotonilco, Meztitlán y sus alrededores. En donde nos daremos cuenta de
que el camino serpentea sobre una larga loma que nace de las estribaciones de la sierra,
a los lados se extienden grandes chaparrales y pastizales. Luego empezamos una subida
bastante leve, nos encontramos en la parte más alta de la loma, desde a donde podemos
avistar gran parte del paisaje. Actualmente, tenemos que pasar por las comunidades de
la Cañada de Flores y el Barrio del Yolo, lugares por los que antiguamente, sólo nos
podiamos encontrar con algún arriero, o con las manadas de vacas que se iban a vender
a diversos mercados de la región.
Continuando con nuestro camino, por fin empezamos a bajar, por este lado se
empieza a ver la embocadura a la barranca, a la que se le pierde el fin a lo lejos, en las
tardes, con el Sol ocultándose, el fondo adquiere un color azulado que no nos permite
ver muy bien, pero parece que rodea las grandes montañas que están frente a nosotros, -
el Cerro Pelón y el de Donangü-. Después de esta maravillosa vista, ponemos los ojos
sobre el camino, y empezamos a apreciar las aguas del río, es el río Meco, del que a
unos cuantos pasos, sus aguas se van al precipicio, para recorrer la larga barranca,
estamos en el paraje llamado el Malpaso, lo cruzamos y del otro lado nos toparemos
con el río Camarones, después un pequeño arroyuelo, para subir por otra loma y volver a
bajar para pasar por el Arroyo Seco, para de nueva cuenta subir hasta llegar al Llano,
también conocido como Buena Vista, continuaremos nuestro camino por varias horas
hacia el oeste hasta llegar a las Vaquerías, de ahí cualquier persona lo puede llevar a
uno a Meztitlán o, a Atotonilco, de lo contrario, con los mapas es suficiente. Hasta aquí las
descripciones geográficas, en el capítulo siguiente mostraremos la Cueva Pintada, un
santuario de los antiguos otomíes de la región.
1.2 El estudio de la territorialidad de los otomíes

Los actuales otomíes de la Sierra Madre Oriental, ocupan una vasta región que se
extiende desde el este del estado de Hidalgo, hasta la gran planicie costera del norte de
Veracruz y el norte montañoso de Puebla, en donde conviven con nahuas, tepehuas y
totonacos. En los antiguos documentos de archivo, mapas y sitios de pintura rupestre que
se han asociado a los antiguos sitios sagrados de los otomíes, se muestra un territorio
mucho más amplio, que incluía desde las faldas del altiplano central (Valle de Tulancingo)
hasta las estribaciones de la propia sierra y la barranca que conduce a la Vega de
Meztitlán. Es así que en este trabajo consideramos dos tipos de territorio, el habitable y el
sagrado como algo indisociable, por la estrecha relación que existe en la actual
cosmovisión otomí de la naturaleza, el paisaje y el individuo que la habita.
Emprender este estudio necesariamente nos remite a demostrar si existieron
otomíes en la región que mencionamos y el ¿porqué abandonaron a sus ancestros?
Cuestión que nos obliga a escribir una breve historia de los otomíes serranos, de quienes
desde tiempos antiguos, se tiene noticia que habitaban por Tulancingo, Metepec,
Acaxochitlán, Tutotepec, Huayacocotla, Acatlán, Atotonilco y la parte de la barranca que
nos conduce a la Vega de Meztitlán, como se demuestra en el segundo capítulo.
En el medio académico se ha generalizado que Tulancingo estaba dividido en dos
parcialidades, Tlaixpan y Tlatocan, en las que, en una, habitaban otomíes y en la otra,
mexicanos. Divisionismo que no del todo es cierto, porque hasta en las comunidades
más pequeñas de la región, habitaban otomíes y mexicanos, mientras que en lo más
adentrado de la sierra, los otomíes también compartían territorio con otros grupos como
tepehuas y totonacos. Disertación a la que se le dedicará un apartado en este mismo
capítulo, más adelante.
Varios de los mapas que se muestran en este trabajo, son de principios del siglo
XVI, los cuales son de fundamental importancia para demostrar cartográficamente como
se despobló esta región, en la que años atrás se había mencionado que estaba
totalmente poblada. Lo que refuerza en gran medida nuestra tesis sobre el prolongado
abandono del sitio estudiado (la Cueva Pintada) y sus aledaños.
Sólo para completar este orden de ideas, haré una breve reseña de lo que se ha
hecho sobre la territorialidad de los otomíes serranos, en donde no se ve reflejada gran
parte de nuestra región de estudio. En los trabajos de carácter histórico es evidente que
el desconocimiento de la región y de las fuentes de archivo, han contribuido a tal
generalización. Mientras que los trabajos de carácter antropológico y etnográfico, que se
han dedicado a determinados lugares, han dejado de lado, dentro de su mapeo, algunas
comunidades otomíes como San Martín, San Pedrito y Tetetla, que se encuentran en el
Municipio de Agua Blanca de Iturbide, Hgo.
Es en este sentido que tenemos primero los mapas que realizó Jacques Soustelle11
en los años 30´s del siglo pasado, sobre los pueblos que hablan otomí, en los que no nos
da a conocer las pequeñas comunidades y los límites precisos para poder determinar el
territorio de los otomíes de la sierra.
Otra fuente, son los mapas realizados por Pedro Carrasco12, los cuales están
basados en información etnohistórica, en donde se muestran las migraciones y los
asentamientos de los otomíes a través de la historia. Sin embrago, también representan
solamente determinados puntos geográficos como Tutotepec, Huayacocotla, Meztitlán,
etc., en los que el autor reconoce que son “lugares localizados aproximadamente”.
Fue Nigel Davies, quien a finales de los años 60’ s, en su trabajo sobre Los
Señoríos independientes del imperio Azteca, delimitó los señoríos de Meztitlán y
Tototepec, basado en diferentes fuentes etnohistóricas, y en diversas listas de tributarios
aztecas, como la del Códice Mendocino, la Carta de Don Pablo Nazareo, los Anales de
Tlatelolco. Además de que tomó en cuenta la Relación de Metztitlan y la Memoria del
pueblo de Tutotepec, documento del que dice “de las 28 estancias, sólo se han podido
identificar 4: Temazcalapan (Temazca en la Relación), Tenanco (hoy Tenango de Doria),
Tlachco (hoy Tlaxco), y Acuauhtlan”13 Esto en gran medida por su desconocimiento de la
región, y de varios documentos. Además de que algunos nombres han cambiado y otros
finalmente se han desplazado por los de origen cristiano.
Finalmente, James Dow, a principios de los años 70´s da a conocer unos mapas
en los que establece el área cultural de los actuales otomíes serranos en cuatro subáreas
culturales: 1) subárea de Tulancingo, 2) subárea de la Sierra Alta, 3) subárea de
Tutotepec, y 4) subárea de la Sierra Baja14. Este mismo investigador, con su trabajo de
campo como antropólogo y la ayuda de varios maestros bilingües de la región, elabora
otros mapas15 que muestran el área cultural de los otros grupos vecinos a los otomíes: los
nahuas, los tepehuas, los totonacas y los mestizos, con lo que es la primera vez que se
muestra la superposición, el traslape y las relaciones entre varios grupos culturales de
una misma región.
De la misma manera, la regionalización del territorio que ocupan los actuales
otomíes serranos, es dada a conocer a finales de los años 70’s por Jacques Galinier16
en unos mapas que muestran su región de estudio, la cual divide en la Zona Meridional,
Septentrional y Oriental, en donde además señala los puntos geográficos habitados por
nahuas, tepehuas y totonacos. En otros de sus mapas nos muestra los principales centros
de artesanías tradicionales (otomíes), y los circuitos comerciales de los otomíes del
altiplano (San Pedro Tlachichilco y Santa Ana Hueytlalpan) con los de la sierra.

Como es evidente, a pesar de que se encuentren varios sitios de pinturas rupestres


de filiación otomí en la región (Agua Blanca, Metepec, Acatlán, Tulancingo Tenango de
Doria, Hgo., y Huayacocotla, Ver.), gran parte de ella no es considerada, ni identificada
por los investigadores del mundo otopame. Lo cual, de cierta manera es lógico, pues
grandes extensiones de estos rumbos permanecieron despobladas por 400 años, hasta
que varios grupos de rancheros mestizos bajaron a poblarlas después del reparto agrario
que se dio en los años 20's , 30's del siglo pasado. Por lo que espero que la presente
investigación pueda contribuir al conocimiento de los otomíes serranos.

1.3 Aclaración a una grave generalización

La afirmación de que Tulancingo estaba dividido en dos parcialidades; Tlatoca y


Tlaixpan, la una habitada por mexicanos y acolhuas, y la otra habitada por otomíes, debe
ser tomada con mucho cuidado, pues si bien existieron estas dos parcialidades en
Tulancingo, Pedro Carrasco, al igual que otros autores que le siguen citando, toman las
palabras de Torquemada, quien al hablar del origen de los otomíes de la región, dice al
respecto:
Los cuales (otomíes) llevaban por capitán y caudillo a Chimalquixintecutli, hecharon por la
parte que va hacía el Norte, para lo cual, les dieron paso los Tezcucanos; y dicen
afirmativamente de éstos, que llegaron a las provincias de Tullanzinco y Quauhchinanco
[...] en los cuales sitios halló Chimalquixintecuhtli poblado a Macuilocaltecutli, con otros
muchos de su parcialidad y alianza [...]Cuando estos Teochichimecas (otomíes) llegaron a
estos lugares, hallaron a otras gentes que los tenían poblados, y éstos eran de los
primeros hombres de aquellos primeros tiempos, en los cuales el rey Xolotl, y su hijo
Nopaltzin, y los demás sucesores, habían ido poblando [...]Estos teochichimecas son los
que ahora llaman Otomíes, de la cual lengua, y de la que llamamos comunmente
mexicana, está poblado aquel pueblo, dividido en dos parcialidades; una que llaman
Tlatohcan, es de los Mexicanos, Acolhuas y Tezcucanos, y esta cae a la parte del
mediodía. La otra, que cae hacía el norte, que se llama de Tlaixpan, es de los que hablan
esta lengua otomí, y ninguno de todos ellos se nombran por este nombre, sino por el
nombre de Chichimecatl, que es el antiguo que ellos tuvieron, aunque ahora los unos y los
otros la hablan mexicana, pero en realidad de verdad son diversos porque unos son
acolhuas y los otros chichimecas. De aquella parte que digo hacía el norte hay pueblos de
otomíes que hablan en su lengua y son sujetos a estos dichos de la parte de Tlaixpan; así
como también a esta otra parte del Mediodía cae en otros pueblos, que hablan la lengua
Mexicana, y son sujetos a los señores de la parcialidad de Tlahtoca [...] y entre todos
estos ay de estas dos Parcialidades (conbiene a saber) Nahuatlacas, Acolhuas, y
Chichimecas Otomíes.17.

Como es evidente, en la nota anterior es bastante claro que se trata de una de las
migraciones chichimecas que aprendieron la lengua, o que ya estaban emparentados con
los otomíes, quienes llegaron a la región y se extendieron hasta la sierra, pero se pone
particular énfasis en las dos parcialidades en que se dividió Tulancingo, en donde se dice
que Tlatoca es de los mexicanos, acolhuas y tezcocanos, mientras que Tlaixpan es de los
otomíes. Generalización que se ha venido arrastrando en la escritura de la historia
regional, pues debe aclararse, que esa división antes y después de la llegada de los
españoles, no necesariamente definía cuestiones de grupo étnico, sino más bien,
tributarias. Pues existen documentos de archivo que prueban que en las diferentes
comunidades como San Antonio, Santa María Nativitas, San Lorenzo, San Marcos, San
Francisco Xaltepec, San Sebastían, La Magdalena Metepec, San Mateo Zacatepec, Santa
Ana Hueytlalpan, San Pedro Texalapa y Santa María Asunción, pertenecientes a las dos
parcialidades de Tulancingo: Tlatoca y Tlaixpan, habitaban y convivían juntos, otomíes y
mexicanos18.
Por una confirmación hecha en 1592 por el Virrey Velasco y otros documentos, se sabe
que efectivamente la parcialidad de Tlahtoca pertenecía a los dominios del cacique y
gobernador Diego Alexandrino, antiguo descendiente de Bernardino Chanpotzin, de
quien, como dicen los documentos; “en su tiempo vinieron los españoles a la conquista
de esta tierra y fue el primer cacique que se bautizó de la dicha parte de Tlatocan”, quien
a su vez era descendiente directo de Hueimihuatzin, “el primer cazique chichimeco
poblador que vino a este dicho pueblo de quien descendieron todos los dichos caciques
hasta el dicho don Diego Alexandrino hijo legítimo del dicho don Miguel Alexandrino su
padre difunto ” 19
Como se puede inferir, los naturales de la parcialidad de Tlatoca entregaban tributo
a Diego Alexandrino, al igual que a sus antecesores, y después, con la llegada de los
españoles, parte de estos derechos pasaron al encomendero Luis de Terrazas, mientras
que la otra parte, la de Tlaixpan se quedó en manos de Francisco de Ávila (o Dávila por
contracción). Y no en balde, los herederos de estos últimos, fueron los primeros que se
opusieron a las opiniones de otros de sus vecinos de origen ibérico, con respecto a la
política de congregación que se pretendía llevar a cabo en Tulancingo, a principios del
siglo XVII (entre 1600- 1606), pues como lo demuestran los documentos, y como bien lo
resume Jesús Ruvalcaba:
“Hernando de Ávila y Francisco de Terrazas, beneficiarios y herederos de los derechos a
los tributos en Tulancingo, se opusieron con destreza a un cambio de planes. Como cada
uno disfrutaba la “mitad de los señores principales de Tulancingo”, se oponían a que se
formasen poblaciones con gente de ambas parcialidades, como el Xaltepec que se
proyectaba; porque “aunque por sus patrimonios poseen los puestos de sus estancias,
tierras y frutos de ellas, al sembrarlos y recoger los tributos y servicios personal hay
siempre grandes diferencias y bandos y juntos todos, como se pretende, la enemistad
crecerá” (PNE, I: 31). Todo indica que a uno le tributaba Tlaixpa y a otro Tlatoca”20.

Con lo cual queda más que demostrado, que las dos parcialidades de Tulancingo;
Tlatocan y Tlaixpan, diferenciaban a quien tenían que tributar determinadas comunidades
de la región, en las que habitaban y convivían de manera conjunta, otomíes y mexicanos.
Y no es de extrañar que la generalización provocada por Torquemada, y el
desconocimiento de los pocos documentos que se encuentran en archivo sobre la región,
generen asombro, como ha sucedido con Guy Stresser-Pean, quien en su obra sobre los
Lienzos de Acaxochitlán, menciona: “Es curioso observar que en 1569 (los otomíes)
ocupaban todavía Acaxochitlán y sus alrededores”.21 Como se puede constatar en la
relación que hace Pedro de Romero de Bazán, cura y vicario del pueblo de Acaxochatlan
(Sic.)22, en la que cuantifica “1600 indios” en encomienda a Luisa de Acuña (viuda del
primer encomendero Luis de la Torre), en donde cada una de sus estancias estaban
habitadas por varios grupos, lo que nos da un panorama más claro de las relaciones
sociales de los otomíes serranos, y también de la gran extensión territorial que ocupaban.
Véase el siguiente cuadro que he elaborado con base en la dicha relación.
El pueblo de Acaxochitlán (Hgo.) y sus comunidades sujetas entre los años de
1580 y 1582
Nombre de la Lengua que se Distancia de la Número de
estancia o pueblo habla cabecera tributarios
Acaxochitlan y la Mexicana y otomi 250
Asunpsión
San Pedro Amaxac otomy ½ legua 200
La Natividad otomy Más de ½ legua 40
Cuachevatlan
Zacuautla Más de ½ legua 100
Santa Ana Zacuala otomy ½ legua 60
Santa Catalina Otomy 1 legua 60
Tlatelco
San Miguel Mexicana y 1 legua 50
Quaquacala othonaque
Los Tres Reyes Mexicana ½ legua 50
Quvatlan
Santiago Tepepa Otomy ½ legua 100
San Francisco Tonaque y Mexicana ½ legua 40
Chapantla
San Joan Thotonaque y
Heloxochitlan mexicana
La Asunción Atlan Otomy 2 leguas 150
San Pedro y San Otomy, mexicana y 2 leguas 140
Pablo xolotla thotonaque
San Marcos Naupa Thotonaque 1 ½ legua 150
San Agustín Thotonaque y 1 ½ legua 110
Tlaxpanaloya mexicana
Chachauantla Totonaque 1 legua 150

Esta diversidad étnica entre otomíes y mexicanos, también es evidente en los


pueblos de Acatlán y Atotonilco que son vecinos de Tulancingo, Meztitlán, Huayacocolta,
y estos últimos, a su vez de Tutotepec. Por lo que no se podría generalizar la afirmación
de que los otomíes se extendían desde “Atotonilco, Guayacocotla hasta Tutototepec”,
porque eso no nos informa sobre población y distribución geográfica de las pequeñas
comunidades que dependen de estas cabeceras. Como se menciona en la Descripción
de la Provincia de Atotonilco, que escribió el 19 de febrero de 1561 fray Joan Pérez;
“Todos los naturales que viven en estas estancias son otomíes, que no hay ningún
mexicano en ellas sino es solamente en la cabecera que se llama Atotonilco y en otra que
se llama Quachquetzaloya [Huasquezaloya, o simplemente Huasca]”23. Por lo que será
de gran utilidad el que se elabore otro cuadro del dicho documento, él cual servirá para
demostrar en detalle la continuidad territorial de los otomíes serranos, en la época
prehispánica y parte de los primeros años de la Colonia. Para no seguir generalizando, y
confundiendo a nuestros lectores, como ya lo han hecho varios autores, quienes han
tomado notas aisladas que no permiten explicar la correspondencia de las fuentes más
tardías; al sólo mencionar determinados lugares como otomíes, dejando lagunas de
territorio que no se sabe a quién pertenecieron. Por el simple hecho de que dejan de
considerar varias comunidades, que se quedaron despobladas durante mucho tiempo, o
que ya desaparecieron. Veamos el siguiente cuadro (núm. ).
Descripción de los pueblos que pertenecían a Atotonilco, (Hgo.) en
1561
Pueblo o estancia Lengua que se Distancia de la Número de
habla cabecera tributarios
Atotonilco otomí y (cabecera) 1380
mexicana
Yautengo otomí 2 leguas 800
Amaxac otomí Legua y media 464
Quauhtla otomí 1 legua 253
Quachquetzaloya otomí y 2 leguas 630
(Guascazaloya) mexicana
Los Reyes otomí 1 legua [en la
barranca]
Santa Catalina otomí 1 legua (en la 328
barranca)
San Martín otomí 1 legua [en la
barranca]
Tepexixpuchco otomí 3 leguas 70
Mizquitlan otomí 5 leguas 80
Zultepec otomí Al otro lado de la 160
barranca
Zetlyguetzian otomí ítem 160

Siguiendo con el problema de la generalización que se podría ocasionar al


mencionar simplemente un fragmento de la descripción que hace en 1569, Gaspar de
Valdez, vicario de Guayacocotla, sobre dicho pueblo, sus estancias y sus pobladores, que
a manera de conclusión dice; “hablan estos naturales tres lenguas muy diferentes unas de
otras que son otomi la mayor cantidad y mexicana y tepegua, esta no hay quien la sepa
por ser pocos” 24 Razón por la que prefiero mostrar en el siguiente cuadro (núm. ) la
información más detallada, para que se dé una idea más clara de la historia y de la
territorialidad de los otomíes serranos.
Descripción del pueblo de Huayacocotla, (Ver.) y sus comunidades en
1569
Pueblo o Estancia Lengua que se Distancia a la Número de tributarios
habla cabecera
Guayacocotla otomí (Cabecera) 108 tributarios casados
Tenantitlan otomí 2 leguas 41 casados, 7 viudas, 8
muchachos 12 años arriba
Tescatepeque otomí 3 leguas 140 casados, 15 viudas, 15
muchachos
Patachiuhca otomí 7 leguas 230 casados, 22 viudos, 20
muchachos
Omaxac (la mitad otomíes 9 leguas 37 tributarios casados, 3
y la otra mitad viudas, 7 muchachos.
tepehuas)
Atlahuaco tepehua 11 leguas 28 tributantes casados
Xilitla otomí 12 leguas 68 casados, 2 viudas, 13
muchachos
Atsopilco otomí “es la postrera 43 casados
vissita de la parte
de Tototepeque”
Tlilquauhtla otomí 11 leguas 62 casados, 2 viudas, 3
muchachos.
Tlaquetzaloya (de los que hay 8 leguas 250 casados, 10 viudas, 15
196 tributarios muchachos.
tepehuas, los
demás otomis)
Hueytetlan otomí 2 leguas 60 tributarios casados, 10
muchachos.
Tepehuizco otomí 3 leguas y media 65 casados, 5 viudas, 12
muchachos.
Tzacualpa otomí 3 leguas 90 casados, 6 viudas, 15
muchachos.
Tlachichilco otomí 3 leguas 61 tributarios casados
Omaxac otomí 1 legua 22 tributarios casados
Tzilacatipa otomí 3 leguas 90 casados, 10 muchachos.
Chachapala otomí 9 leguas 69 casados, 9 viudas, 12
muchachos.
Tzontecomatlan otomí 7 leguas 114 casados, 12 muchachos.
Tlachco otomí 6 leguas 33 casados, 6 muchachos.
Hueyatetlan otomí 8 leguas 49 casados, 8 viudas,
8muchachos.
Totoneltepixco otomí 9 leguas 17 casados, 5 muchachos.
Xilotla (los más son 10 leguas 71 tributarios casados, 8
tepehuas) muchachos.
Papatoyuauhtla otomí 11 leguas 15 tributarios casados.
Tzoyotlan otomí 10 leguas 34 casados, 6 viudas, 8
muchachos.
Vuestecomaco otomí 9 leguas, 75 casados, 8 biudas, 10
muchachos
Cuestlan otomí 10 leguas 24 tributarios casados, 10
muchachos.
Vinasco otomí 10 leguas 15 tributarios casados.
Quimistepulco otomí 9 leguas 66 casados, 5 viudas.
Pataloya otomí 8 leguas 107casados, 12 viudas, 6
muchachos.
Tolintla otomí 7 leguas y media 27 casados, 3 viudas, 4
muchachos.
Telcoyuca otomí 8 leguas 20 tributarios, 2 viudos.
Mazaguacan otomí 6 leguas 30 casados, 5 viudas, 8
muchachos.
Moloxtla otomí 4 leguas y media 51 casados, 11 viudos, 8
muchachos.

Con los cuadros y comentarios que se han vertido en las páginas anteriores, se ha
dejado entrever que los otomíes compartían territorio con otros grupos, en una misma
comunidad, en la que habitaban con nahuas, tepehuas y totonacos. Unos años más tarde,
parte de todo esto cambiaría; pues se intentaron las primeras congregaciones después de
la llegada de los españoles y los primeros religiosos, en las que se quiso reducir a los
otomíes en Tezcatepec, a los nahuas en Tlachichilco, y a los tepehuas en Pataloyan 25 En
donde se quiera o no, se reconfiguró el espacio territorial de los otomíes serranos, en
casos específicos. Razón por la que muchos investigadores se confunden, al encontrar o
enterarse de que una “lejana comunidad era, o sigue siendo otomí”. Ahora la explicación
sería que esa comunidad o grupo, simplemente no obedeció ese tipo de políticas de
congregación, o que se huyeron a lo más inaccesible para evitarlas. He ahí la gran
complejidad para determinar el territorio habitado por los otomíes en la época
prehispánica y en los primeros años de la llegada de los españoles. Más adelante se
desglosa el tema de los encomenderos y las congregaciones, proceso histórico que
reconfiguraría drásticamente el territorio de los otomíes serranos. La información que se
mostró anteriormente en los cuadros, es anterior a estos procesos y al despojo territorial
que llevaron a cabo los españoles. Por lo que se convierten en los únicos documentos
que nos permiten entender otros más tardíos, con lo que se corrobora la despoblación de
gran parte de la región estudiada. Tal y como se verá a lo largo de este capítulo.

Ahora bien, al mencionar que existía convivencia entre mexicanos, otomíes y otros
grupos de la región, no se quiere decir que las relaciones interétnicas hayan sido muy
buenas, pues, por ejemplo, entre los mexicas y los otomíes, en el Valle de Tulancingo,
como lo cita Guy Stresser Pean, las tensiones entre los grupos enemigos se desataron
con la rebelión de los otomíes en 1450, misma que aplacaron los mexicas26. De lo que se
pude inferir, por los documentos de archivo, que de cierta manera estos otomíes del
altiplano; de las estribaciones de la sierra, si bien quedaron un poco subyugados, pero
siguieron resistiendo hasta después de la llegada de los españoles, al igual que sus
parientes y vecinos cercanos del Señorío independiente de Tutotepec, quienes se
replegaron a lo más abrupto de la sierra para escapar de las leyes de congregación,
evangelización, tributo y repartimiento, complicando por completo las intenciones de todos
esos fuereños, a costa de perder territorio en el altiplano y alejarse un poco de sus
parientes que se han mencionado en las líneas anteriores, los de los alrededores de
Tulancingo.
Capítulo 2. Breve historia de los otomíes serranos

2.1 Las primeras noticias

Se tienen noticias de que los otomíes de la Sierra Madre Oriental son procedentes del
reino de Xaltocan, quienes después de la caída de Tollan extendieron su dominio hacia
el este, abarcando las regiones más orientales como la Sierra de Puebla, por los rumbos
de Tototepec y Metztitlán, en el periodo que va de 1220 a 1272, años por los que los
otomíes cubrieron por primera vez a esta región 27 Tiempo después, otras oleadas de
gente llegarían a estas tierras, en un segundo momento migratorio, por los años del
reinado de Quinatzin, cuando grupos de chichimecas hablantes de otomí, mejor
identificados por Diego Muñoz Carmargo28 y Fray Juan de Torquemada29 como
teochichimecas, arribaron a la región. Se dice que los teochichimecas antes habían
fundado un lugar llamado Poyauhtla hacia el año de 1260, donde habitaron hasta ser
obligados a salir en 1324, y fue entonces que se trasladaron a la sierra de Tutotepec, para
reunirse con los anteriores otomíes, por quienes fueron muy bien recibidos. El tercer
momento migratorio de los otomíes, pero esta vez de repliegue, sucedió en 139530,
cuando Tezozomoc frente al reino tepaneca de Azcapotzalco, derrotó al reino otomí de
Xaltocan, obligando a que su rey “se fuera a Metztitlán, de donde también lo era, y con
él muchos otomíes se establecen en las provincias de Metztitlán y Tototepec que se
libran de caer bajo el poder de los tepanecas” 31

Como es evidente, por estos años se empiezan a intensificar la lucha de poderes y


el divisionismo del territorio. Es así que posteriormente a los hechos referidos, sucede
la formación de la Triple Alianza para derrocar a los tepanecas de su posición dominante,
con la unión de los principales de Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba, quienes se encargaron
de conquistar y repartirse los territorios de este imperio; “de manera que cuando llegaron
los españoles, todos los otomianos estaban bajo el poder de la Triple Alianza con
excepción de los refugiados en Michoacán y Tlaxcala, y los de los señoríos
independientes de Meztitlán, Uayacocotla y Tototepec en la Sierra de Puebla ”32.
Aunque debe aclararse que los acolhuas de Texcoco, ya habían aprovechado el fin del
reino otomí xaltocano para conquistar Tulancingo antes de que finalizara el siglo XIV, por
lo que éste, según Carrasco, quedó dividido en dos barrios: Tlaixpan al norte, que era
otomí, y Tlahtocan, al sur, de mexicanos o nahuas 33
Pero antes debe aclararse también, que para ese entonces, los teochichimecas
descendientes de Xólotl, ya se habían emparentado con otros grupos, entre los que se
pude contar a los mismos acolhuas en Texcoco34. Por lo que fue de esa manera que en
Tulancingo gobernaron varios de los descendientes del reino de Xólotl y de Nopaltzin su
hijo, línea y parentela de la que provinieron los antecesores del cacique principal de la
parcialidad de Tlatoca en Tulancingo; Don Diego Alexandrino.

De esta manera es posible comprender las relaciones históricas entre acolhuas,


chichimecas, mejicanos y otomíes en Tulancingo y parte de la región. Lo que en nada
quiere decir que haya habido unas muy buenas relaciones sociales y políticas entre los
diversos grupos. Pues, existen evidencias de que a la muerte de Xólotl y a principios del
reinado de Nopalzint (1325), los de Tulancingo “Apellidaron nuevo Rei de los mismos
suios [Sic.]”35, problema que conllevó a una guerra de 19 días entre los sublevados y el
ejército del emperador texcocano. Mientras que en otra ocasión, los otomíes volvieron a
poner resistencia al empoderamiento acolhua-chichimeca, durante el reinado de
Quinatzin, cuando los caciques de las provincias de Meztitlán y Tutotepec: “habiendo
juntado un grueso ejército, sin poderlo estorbar Quinatzin, se vinieron sobre la ciudad de
Tezcuco y la sitiaron por cuatro partes”36, tal y como nos lo relata el cronista texcocano,
Don Fernando de Alva Ixtlixochilt. Mientras que fray Juan de Torquemada, difiere un
poco de lo anterior, al mencionar que hubo una “cita para el enfrentamiento” en un paraje
llamado Tlaximalco, de lo que se podría inferir que fueron tal vez, dos momentos del
mismo conflicto, en donde nos dice éste último: “se vieron con tanto poder y gente que
quisieron ser reyes ellos en sus tierras”, por lo que se negaron a reconocer a Quinatzin,
dejando de pagar tributo, al que estaban obligados37. En esta ocasión, dice Torquemada
que la guerra duró 40 días, y que por fin “quedaron sujetos estos señores”. Afirmación
que habrá que tomar con muchas reservas, por el resto de documentos que nos muestran
lo contrario a lo largo de la historia.

En la plancha (Lámina) 4 del Códice Xólotl se tiene registrada la sublevación de


los Señores de Tutotepec y Meztitlán en contra de Quinantzin (ver figs. 1 y 2), quienes
rodearon por varios puntos a Texcoco; los enfrentamientos se dieron por la sierra de
Tlaloc, Chiconautla, Patlachiucan (Pachuca) y Zoltepec (Zultepec). En este documento
se reconoce a los de Tutotepec por el glifo del cerro y el pájaro que tiene cada uno de
los personajes atrás de su cabeza, mientras que los de Meztitlán se identifican por el glifo
de la casa y la media luna. En donde podemos ver que Quinatzin salió a la defensa por
el lado de la sierra de Tlaloc (Quauximalco); Tochintzin enfrentó a los que venían
acompañados por el rebelde Yacanex en Chiconautla; otros jefes al mando de tropas
auxiliares contuvieron el avance de los de Tutotepec y Meztitlán por el lado de Pachuca
(arriba del cerro con la luna) y Nopaltzin, el hermano de Quinatzin, se adentró hasta
Zoltepec, muy cerca de Tulancingo para atacar y replegar por el centro a los rebeldes. Sin
embargo, sabemos que perdió la vida por estos rumbos, pues aparece capturado por
uno de Tulancingo.
Es en esta plancha del códice que podemos identificar varios puntos de nuestra
región de estudio, primero tenemos representado a Zoltepec, [Sultepec], “el Cerro de la
Codorniz”, que se localiza muy cerca de Tulancingo. A un lado aparece el glifo del río con
sus dos vertientes que se le unen y termina en una media luna, desde donde se sigue la
representación de un camino que atraviesa por una montaña (peña) que tiene pintada otra
media luna. El glifo del río y la media luna se refieren a la región de Apulco, que viene de
la palabra Apolco, “lugar en que se pierde el agua”38, misma que cae hacia la barranca
que conduce a la Vega de Meztitlán, este último lugar es representado por la peña con la
luna 39
2.2 La llegada de los españoles

Después de que los españoles sitiaron y rindieron a los mexicas de Tenochtitlán, con la
ayuda de algunos de sus aliados en 1521, según el propio Hernán Cortés, las provincias
de Tutotepec y Meztitlán, “tierra asaz y fuerte, bien usitada en el ejercicio de las armas
por los contrarios que de todas partes tienen [tenían]”40. Viendo lo que con la gente de los
mexicas se había hecho y el punto hasta donde podían llegar sus hombres y aliados bajo
el nombre del Emperador, estas dos provincias enviaron mensajeros y se ofrecieron por
súbditos y vasallos. Pero dice Cortés que después de la llegada de Cristóbal de Tapia,
quien “con bullicios y desasosiegos que en otras gentes causo”, los de Tutotepec y
Meztitlán “no sólo dejaron de prestar la obediencia que antes habían ofrecido”, sino que
hicieron muchos daños a los comarcanos de la región, que ya habían reconocido la
autoridad de los españoles, a quienes les quemaron muchos pueblos y les mataron
mucha gente. Cortés ante el temor de que estas dos provincias levantaran a otros
pueblos, envió “un capitán con treinta de acaballo y cien peones, ballesteros y
escopeteros y rodeleros, y con mucha gente de los amigos”, con los que tuvieron varios
encuentros en los que murieron dos españoles y varios de los aliados, de lo que Cortés
finalmente dice ante Carlos V: “Plugo a nuestro Señor que ellos de su Voluntad se
volvieron de paz y me trajeron los señores, a los cuales yo perdone por haberse ellos
venido sin haberlos prendido”.
La subordinación voluntaria de estas dos provincias al parecer había sido estratégica y
nominal, por lo menos para los de Tutotepec, quienes enterados de que Hernán Cortés se
encontraba por los rumbos de Pánuco, y de que tal vez se volvía para España, se
tornaron a rebelar, de los que él mismo Cortés nos testifica; “bajó de su tierra el señor
con mucha gente, y quemó más de veinte pueblos de los de nuestros amigos, y mató y
prendió a mucha gente de ellos”. Por lo que Hernán Cortés en persona se adentró en la
sierra y llegó a Tutotepec, para aplacar la sublevación y volver a reducir a los naturales de
la región, suceso revelador, pues en su cuarta Carta de Relación a Carlos V, escrita el 15
de octubre de 1524, dice lo siguiente:
“Aunque en la entrada mataron alguna gente de nuestros amigos que quedaba rezagada, y
por la sierra reventaron diez o doce caballos, por el aspereza de ellas, se conquistó toda la
provincia, y fue preso el señor y un hermano suyo muchacho, y otro capitán general suyo
que tenía la una frontera de la tierra; y el cual dicho señor y su capitán fueron luego
ahorcados, y todos los que se prendieron en la guerra hechos esclavos, que serán hasta
doscientas personas; los cuales se herraron y se vendieron en almonedas, y pagado el
quinto que de ello perteneció a vuestra majestad, lo demás se repartió entre los que se
hallaron en la guerra; aunque no hubo para pagar el tercio de los caballos que murieron,
porque, por ser la tierra pobre, no se hubo otro despojo. La demás gente que en esta
dicha provincia quedó, vino de paz y lo está, y por señor de ella aquel muchacho hermano
del señor que murió; aunque al presente no sirve ni aprovecha de nada, por ser, como es,
la tierra pobre, como dije, más de tener seguridad de ella que no nos alborote los que
sirven; y aun para más seguridad, he puesto en ella algunos naturales de los de esta
41
tierra” .

A pesar de que Cortés dice que la región era “tierra pobre”; los documentos de
archivo nos demuestran que fue disputada entre varios españoles. Eso de “tierra pobre”42
es más bien, por la fragosidad y dificultad que representó durante los primeros años, el
sacar los productos y las cosechas de estas fértiles serranías. Pero como el mismo Cortés
nos lo confía, se seguía temiendo que los principales de la provincia de Tutotepec
levantaran en armas a las otras provincias y pueblos cercanos. Rebeldía que fue patente
durante toda la época colonial, aunque sólo se limitara a los confines de la propia sierra,
como se verá en las siguientes páginas.
2.3 Los primeros encomenderos

Como se vio en las líneas anteriores, fueron los otomíes del antiguo señorío
Independiente de Tutotepec, quienes en fechas tempranas se rebelaron en contra de la
Corona española y el mismo Hernán Cortés tuvo que internarse en la sierra para aplacar
la situación, ahorcando al Señor natural que gobernaba el mencionado reino y dando
castigo ejemplar a un gran número de sus pobladores43. Sin embargo, esto no impidió que
éstos, décadas después, siguieran en contra de las políticas de reducción y congregación,
por lo que refugiaron a sus vecinos y parientes otomíes de Huayacocotla y Chicontepec
en 1594 44

A pesar de todo ello, en la región se fueron imponiendo los encomenderos


españoles, quienes más que administrar y usufructuar los tributos en especie, en trabajo o
en dinero para su simple manutención a cambio de propiciar la evangelización y el “buen
gobierno” entre los naturales, estos y otros españoles que llegaron después buscaron los
mecanismos legales para tener derechos sobre la propiedad de la tierras que codiciaban.
Lo que finalmente lograron con la obtención de las mercedes de los virreyes, las compras
hechas a los mismos naturales, o bien, por el pago de “Composiciones” a su Majestad,
el Rey de España, quien por estar en guerra, implementó este tipo de mecanismo que le
redituaba una cuarta parte del valor total de dicha “composición”, la cual, en realidad era
una legalización de la propiedad privada que se formaba por extensiones de territorio
obtenido por merced, compra y por tierras mal habidas; ya fuera por invasión o despojo,
lo cual, para este burocrático método, no importaba, siempre y cuando los españoles
interesados escribieran en sus peticiones que la tierra era “eriaza y baldía”, o que tenía
tantos años que la estaban trabajando. Dejando de lado todas las “contradicciones” que
pudieran hacer los naturales ante las autoridades, como se mostrará más adelante.

Es bajo esas circunstancias que en la región se establecieron varios


encomenderos, como se mencionó anteriormente. En Tulancingo se le otorgó encomienda
hacia 1526 a Francisco de Terrazas, a quien le correspondió la parcialidad de Tlatoca, y
a Francisco de Ávila (Dávila) la de Tlaixpa. Mientras que la encomienda de Atotonilco,
Huazcazaloya y Acatlán le fue dada a Pedro de Paz, la de Acaxochitlán la obtuvo Luis de
la Torre, y la de Tutotepec le fue otorgada a Alonso Giraldo, pero después se reasignó a
Tomás Muñoz (Maese Thomas), quien la heredó a su hijo Diego Rodríguez de Orozco.
Es en el caso de la encomienda de Tulancingo y de Tutotepec, en donde se puede
apreciar la codicia y los pleitos que se generaron entre los mismos españoles por
poseerlas, quienes habían participado en la conquista de varios lugares, y de
Tenochtitlan, y otros que llegaron un poco después, pero que finalmente eran parientes
o amigos cercanos de Hernán Cortés, quienes también codiciaban parte del repartimiento.
En Tulancingo, antes de que la encomienda se dividiera entre los Terrazas y los Dávila,
había sido asignada a Francisco de Vargas, a quien Hernán Cortés después se la quitó,
para reasignarla a estos últimos que se han mencionado. Lo que permitió que Francisco
de Vargas “se relacionara con el enemigo acérrimo del conquistador extremeño y
presidente de la Primera Audiencia novohispana, Beltrán Nuño de Guzmán, con el que
participó en las crueles conquistas del Pánuco y Colima, [...] Fruto de esta contribución,
Guzmán le asignó la encomienda de Tangitavo”45.
En el caso de la encomienda del antiguo Señorío Independiente de Tutotepec,
como bien lo cita Francisco Luis Jiménez de Abollado, existe un documento en el Archivo
General de Indias, en el que se muestra la pugna entre varios españoles por adquirirla.
Del mencionado documento sólo he podido consultar el catálogo que lo menciona, en el
que resalta la siguiente leyenda;
“1530-1533, Maestro Tomás, vecino de México, con Juan Tirado, Toribio Camargo y Alonso
Giraldo, de la misma vecindad, sobre derecho al pueblo de indios de Tututepec”46.

Proceso del que Jiménez Abollado, resalta que sólo después de “la desaparición y
muerte de Giraldo, abrió la posibilidad de Maese Manuel Thomas de posesionarse de una
de las encomiendas “más productivas” del centro de la Nueva España”47. Encomienda
que después heredaría su hijo Diego Rodríguez de Orozco, y este, a su vez, la pasaría
en tercera vida a su hija Doña María de Mendoza Orozco, quien la pasó en cuarta vida a
su sobrina D. Antonia de Mendoza y Bustos, quien la recibió en 164348.
La cantidad de tributos que daban los naturales de Tutotepec a estos encomenderos, sin
lugar a dudas fueron cambiando conforme a las tasaciones que se establecían cada año.
Pero sólo para darnos una idea de lo que se le tributaba a Rodríguez de Orozco, a quien
en algunas ocasiones se le tenía que llevar hasta la ciudad de México49:

Quatro tributos cada año en cada tres meses catorze cargas de mantas de algodón que
cada carga tiene veinte mantas e cada manta tiene cuatro pies a demas le dan una
gallina de la tierra cada dia y este es el tributo que son obligados a pagar conforme a su
tasación [Sic.]50.

Debe mencionarse que fue el encomendero Diego Rodríguez de Orozco quien


obtuvo merced en 1544 para establecer una estancia de ganado mayor (vacas) en Apulco,
y fue también a quien se le acusó años después de haber participado en la conjura de
Martín Cortes51, por lo que se le desterró y se le obligó a que se fuera a España por
muchos años, ordenanzas que finalmente quebrantó para regresar a ver el estado de sus
haciendas52. Sin embrago, siguió conservando la encomienda de Tututotepec. Mientras
que su hija Doña María de Mendoza Orozco fue por más de 20 años Rectora del Colegio
de Nuestra Señora de la Caridad, en la Ciudad de México, por lo que sus haciendas las
mantenían bajo el cuidado de terceros, y finalmente se les tributaba en la Ciudad de
México o en Tulancingo.

Por un documento llamado Memoria del Pueblo de Tototepec53, firmado por Fray
Diego de Sagüesa, sabemos que éste tenía 28 estancias y que era “pueblo de otomis
todo el [sic.]” en encomienda de Diego Rodríguez de Orozco, con un conteo para ese
entonces de 3600 personas, en que “an faltado algunos de 7 años a esta parte por los
tigres que se los comían”. Dichas 28 estancias, “dista una estancia de otra una legua y
legua y media y 2 leguas y tres, y la que más 4 leguas”. Véase a continuación el nombre
de cada una de las estancias y el número de tributarios que tenían, considerándose como
un tributario a un hombre con su mujer, más el resto de sus hijos, menores de 14 años.

El Pueblo de Tutotepec,(Hgo.) y sus comunidades antes de 1580-1582


Estancia o lugar Distancia de la cabecera Número de tributantes
Tototepec (cabecera) 600
Chiltepec 2 leguas 130
Temazca (Temazcalapa) 3 leguas 130
Matzatlan 3 leguas 22
Ayanalotonco 3 leguas 51
Quauhapan 3 leguas 47
Tochpantongo 3 leguas 84
(Champantongo)
Tlatenpan 3leguas 49
Tenango (de Doria) 4 leguas 389
Metzontla 4 leguas 60
Tzocozoquatlan 4 leguas 53
Tlazcayuca 6 leguas 240
Auacatlan 6 leguas 116
Chiapan 6 leguas 40
Tzaqualpan (Zacualpan) 6 leguas 20
Maquiloctlan 7 leguas 30
Quaspan 8 leguas 60
Tlachco (Tlaxco) 8 leguas 140
Tonalan 6 leguas 60
Yauyaualco 8 leguas 127
Texalpan 8 leguas 140
Alouactlan 8 leguas 60
Tlacotepec 9 leguas 30
Quauacalco 11 leguas 149
Achioquautlan 11 leguas 24
Palzoquitlan 11 leguas 20
Como se puede apreciar en esta relación es difícil identificar cada uno de los pueblos
que conformaban el antiguo señorío de Tutotepec, porque no se menciona la advocación
cristiana a la que se les adjudicó a cada lugar. Sin embargo, es seguro que todos estos
pueblos, o por lo menos en su mayoría, corresponden a los que se mencionan en 1765-
1769, en el proceso de sedición del Mesías Diego, en la que se dice sólo tuvo seguidores
otomíes, mismos que corresponden al antiguo Señorío de Tutotepec, y que era para ese
entonces República de Indios. Véase el siguiente cuadro .

Siglo XVIII Actualmente Municipo


Acalman Pueblo de Acalman Municipio de Tlaxco (Puebla)
Atlalpan Pueblo de Atlalpan Municipio de Tlaxco (Puebla)
Cuaxtla Pueblo de Cuxtla Municipio de Tlaxco (Puebla)
(El) Pozo Ranchería de El Pozo
Municipio de Pantepec (Puebla)
Santiago Pueblo de Santiago Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Andrés Godoo Pueblo de San Andrés Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Antonio Pueblo de San Antonio Municipio de Huehuetla (Hidalgo)
San Bartolomé Pueblo de San Bartolo Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Clemente Pueblo de SanMunicipio de Huehuetla (Hidalgo)
Clemente
San Jerónimo Pueblo de SanMunicipio de San Bartolo Tutotepec
Jerónimo (Hidalgo)
San GregorioPueblo de SanMunicipio de Huehuetla (Hidalgo)
Xococapan Gregorio
San Mateo Pueblo de San Mateo Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Patricio ? ?
San Pedrito Pueblo de San Municipio de Agua Blanca de Iturbide
Pedrito (Hidalgo)
San Pedro Pueblo de San Pedro Municipio de Acaxochitlán (Hidalgo)
(Tlachichilco)?
Santa Ana Pueblo de Santa Ana Municipio de Tulancingo (Hidalgo)
Hueytlalpan Hueytlalpan
Santa María Pueblo de Santa Municipio de Tenango de Doria (Hidalgo)
María Temazcalapa
Santa Úrsula Pueblo de Santa Municipio de Huehuetla (Hidalgo)
Úrsula
Tlaxco (Tlachco) Pueblo de Tlaxco Municipio de Tlaxco (Puebla)
Tliltepec Pueblo de Tiltepec Municipio de Tlacuilotepec (Puebla)
Tzicatlán Ranchería de Zicatlán Municipio de Huehuetla (Hidalgo)
Debe aclararse que el número de estancias pertenecientes a Tutotepec fue cambiando a
lo largo de la historia. Por ejemplo, años después de haber llegado los españoles, y
seguramente, de que se escribiera la Memoria del pueblo de Tututotepec, en el que se
reconocen 28 estancias. En otro documento posterior, identificado como el Proceso de
Diego Rodriguez de Orozco, los naturales declararon ante las autoridades que el
encomendero Rodríguez de Orozco solo tenía este pueblo con diez y nueve estancias
que le tributaban.54
Por un documento de 1718 sabemos cuáles eran los límites de la cabecera de
Tutotepec, por el testimonio de los principales de aquella época, quienes ante el
cercamiento que provocaban las haciendas y la pérdida de gran parte de su territorio en
el altiplano. Agregado a todo ello, nos informa que Tenango ya se había independizado
administrativamente con unas comunidades que le reconocían como cabecera, por lo que
los principales de Tutotepec querían:

“saver las tierras que les tocan, y pertenecen y en que de inmemorial tiempo, sus
antepasados y ellos, se hallavan en quieta y pasifica possecion de todas las tierras que
vajo los linderos en el figurados: por la parte del oriente con tierras de los naturales de
la cavecera de Tenanco de la misma jurisdiccion de Tulanzingo, Río de por medio: por el
norte con tierras de los naturales del pueblo de San Benito Huehuetla, sujetto a la
misma cavecera de Tenanco, también Rio de por medio: por el Poniente con tierras de los
naturales de Tlachichilco y pueblo de Zaqualpa de la jurisdiccion de Chicontepeque, que a
uno y a otro pueblo dividen las tierras los Rios que hay de por medio: por el sur llegan
hasta una cruz que se halla adelante de una Cuevesilla de una peña que está en el camino
que ba de Tototepeque al pueblo de Tulancingo por cuyo viento lindan las tierras de mis
partes con las de la Hacienda nombrada Apulco”55

Inquietud para la que se mandó un Juez Comisario de Tulancingo, especialista en


asuntos de límites de tierras, composiciones, ventas e indultos, quién corroboró las
informaciones y cada uno de los linderos antes mencionados, mismo que dijo que la
cabecera de Tutotepec:
“se hallo estar poseyendo como diez sitios de estancia de ganado menor de buenas y
malas tierras, Montes, barrancas y peñascos, y peñas, y no ser comprendidos por las
seicientas varas que les tocan por cada viento, y por las demás en todo lo que
necesitaran los admitio a composición y les suplico, y dispenso las faltas y defectos de
titulos, por haber servido a su Magestad con la cantidad de Ciento y cincuenta pesos, en
que se apreciaron las demasias y para conservar la dicha antigua poseción” 56

En otro documento de 174457, en el que se hace referencia al amparo y


seguimiento de los límites de la cabecera de Tutotepec, se mencionan las haciendas y
ranchos que tenía cerca, del lado de Tulancingo, entre los que se puede destacar el
Rancho Buena Vista de cría de ganado mayor (vacas, caballos y mulas) y el Rancho
Acoculco (Acocul, Metepec) de cría de ganado mayor y menor (borregas y cabras), La
Hacienda de San Lorenzo (Rocaferro) igualmente de ganado mayor. En este documento
se menciona a los 9 pueblos (comunidades) que estaban sujetas administrativamente a
Tenango, y los 14 pueblos que aún quedaban bajo la administración de Tutotepec58, en
los que no había hacienda o rancho de por medio. Como se desglosa en el siguiente
cuadro (núm. ).
Pueblos o comunidades sujetas a la cabecera Pueblos o comunidades sujetas a la cabecera
de Tutotepec (1744) de Tenango (1744)
1) San Pedro (Agua Blanca de Iturbide) 1) Santa Mónica
2) San Martín (Agua Blanca de Iturbide) 2) San Nicolás
3) San Cornelio (Agua Blanca de Iturbide) 3) San Pablo
4) Santa Cruz 4) Santa Úrsula
5) Santa Cruz 5) San Guillermo
6) San Juan 6) San Benito Huehuetla
7) San Lorenzo (Achiotepec) 7) San Antonio
8) San Ambrosio 8) Santa Ines
9) San Geronimo [sic.] 9) Santa María Temazcalapa
10) San Gregorio Xococapan Más una ranchería llamada Zicatlan [Zacatlan]
11) San Sebastián
12) Santa Catharina [sic.]
13) Santiago
14) San Bartholome [sic.]

2.4 Entre congregaciones y ambiciosos españoles

Después del establecimiento de las primeras encomiendas en la región, y de que éstas


les fueron otorgadas a unos cuantos españoles que se destacaron en la conquista, hubo
otros que entraron en competencia codiciando en primera instancia las fértiles tierras del
Valle de Tulancingo- Tulantepec- Acatlán, en donde se sabe que “existió un distrito de
riego prehispánico que siguió funcionando durante la Colonia y hasta nuestros días”59 y
también codiciaron las otras tierras que dan hacia Acaxochitlán, Santa Ana Hueytlalpan,
Metepec y Apulco, para pedir mercedes de caballerías de tierra y estancias de ganado
mayor y menor, por quienes para ese entonces no eran tan notables y pudientes, pero
que, como lo muestran los documentos de archivo, éstos últimos trataron de sacar su
mejor jugada de naipes o su mejor tirada de ajedrez para apoderarse de la mayor
extensión de tierra posible, esperando a que las circunstancias les fueran favorables.

El momento que anhelaban los ambiciosos españoles no se hizo esperar, pues se


empezó a generalizar la despoblación de todos los llanos cercanos a Tulancingo,
principalmente por los rumbos de Metepec, Acatlán y Atotonilco, muy pegados a la sierra
de Tutotepec y a la barranca que conduce a la Vega de Meztitlán, tal y como nos lo
confirma en esos años, el padre agustino ray Juan de Grijalva, quien menciona que
cuando llegó ray Alonso de Borja a la región, allá por el año de 1536:
Fue nueva conquista esta, porque aunque está en los llanos, y ya había sonado por lo
menos en sus contornos la voz del Evangelio, al pueblo de Atotonilco no había llegado, ni
á la sierra de Tututepec, hasta donde llego la voz de este varon Apóstólico, ni en la mayor
parte de los otomites, porque como la lengua era tan dificil, la gente tan ruda y tan
humilde, estando entre los pies, y a los ojos de todos se avian perdido de vista, y estaban
60
olvidados

Más adelante, ray Juan de Grijalva nos es más revelador, al mencionar como
todas estas llanadas estaban pobladas y de que Alonso de Borja:
Desde este pueblo [Atotonilco] corria este varon Apostolico por toda aquella provincia que
se estiende por la parte del norueste en unas grandisimas llanadas, las quales estavan
tan pobladas de gente, que con ser las casas de estos pobres unos buhios estrechos,
hechos de pencas de maguei [...] cubrian aquellas llanadas tanto que no parecian muchos
pueblos, sino una poblazon sola 61

Como se verá más adelante, en el apartado dedicado a la evangelización de la


región, los frailes agustinos, después de haber visto que estaban tan pobladas todas estas
llanadas, finalmente tuvieron que perseguir a los naturales que las dejaban despobladas
para nunca volver a regresar, con el fin de evitar la evangelización, replegándose a lo más
apartado de la sierra o la barranca.

La segunda causa por la que se despobló gran parte de la región fue por una serie
de epidemias, entre la que más estragos causó, fue la del Cocoliztli de 1543, en la que
Grijalva nos testifica que “de seis partes de indios murieron las cinco”, aparte de las otras
epidemias, como se pude leer a continuación:
...peste general, que como llamaron cocoliztli, de que (como deziamos) de seis partes
de indios murieron las cinco, y como la enfermedad era tan aguda, y tan pestilente, que
en una familia entera no quedaba una sola persona, que pudiese curar de los enfermos,
era necesario, que acudiesen a esto los pocos Españoles que avia. [y los pocos
frailes], ... Lo mesmo hizieron en un sarampion que uvo el año de 63. Y en otra
enfermedad del año de 64 aunque en estas dos no peligraba la vida. [...] El año 76
padecieron un pujamiento
de sangre, de que murieron muchos; y en otro sarampion que padecieron el año de 95.62

Mermadas las pocas comunidades de otomíes y mexicanos que resistían en el


altiplano y las de los alrededores de Tulancingo, que no se habían replegado con sus
parientes de la sierra o de la barranca, por tener buenas casas y buenas sementeras.
Ahora, bajo estas circunstancias, algunos españoles ambiciosos, que vendrían a competir
con los antiguos por la posesión de las tierras, argumentarían que era necesario “reducir
y congregar” a los naturales para cubrirles las necesidades más básicas, como su buena
“evangelización” 63 Lo que traería toda una serie de complicaciones, y si bien no se
lograron estos primeros objetivos, cada día irían reduciendo y cercando estas pequeñas
comunidades del altiplano, al obtener y despojar a los naturales de grandes extensiones
de tierra. Proceso iniciado a finales de 1590, 1600-1606, y de éste hasta un poco antes de
1620, cuando ya se habían apoderado de gran parte de la región, obligando a que
muchos naturales se siguieran replegando a la sierra.

En la región, las opiniones eran diversas con respecto al tema de las


Congregaciones de Tulancingo (1600-1606). Por ejemplo, los encomenderos Francisco
de Terrazas y Hernando Dávila no estaban de acuerdo en que se movieran los pueblos
de sus sitios por sus intereses de tributos y repartimiento de los que ya eran beneficiarios.
Mientras que el guardián religioso fray Gaspar de Arri consideró que tampoco era
necesario mover a los naturales:
Porque todos están a son de campana de la cabecera de donde, con mucho cuidado serán
y son administrados y es de manera que casi todo es una congregación y que mudándolos
de donde están, los españoles se les entraran en sus tierras y haciendas y perderán
muchas tierras, árboles frutales y grana que cogen en nopales64

Pues aclara que ellos podían visitarlos hasta donde vivieran. Por otra parte, el
alcalde mayor de Tulancingo y encomenderos de Acaxochitlán, Luis de la Torre dijo lo
propio: “que no hay que congregar ningún pueblo, porque todo está justo y cercano a la
cabecera” 65 Mientras que otros cuatro vecinos españoles presentaron pareceres
diferentes, proponiendo uno u otra estancia para punto de congregación, claro, de
acuerdo con sus intereses. Finalmente se impuso la decisión del juez demarcador Alonso
Pérez de Bocanegra, quien en primera instancia:
-atento a la información- dice que elige el pueblo de Santa María [Nativitas] de la parte de
Tlatoca para que en él se junten los pueblos de San Antonio, San Marcos, San Lorenzo y
Santiago de la dicha parcialidad, que tiene 609 tributarios y para la parte de Tlaixpa elige el
pueblo de [San Francisco] Xaltepec; al cual se le han de juntar los sujetos San Sebastían,
San Matheo, La Magdalena [Metepec], Santa Ana [Hueitlalpan], San Pedro, San Miguel
y la Asunción que tienen 571 tributario; hoja 14.66

Ante esta determinación, las contradicciones no se hicieron esperar por parte de


los naturales de los pueblos de Santiago, San Lorenzo, San Pedro, Santa Ana, San
Matheo, San Marcos, La Magdalena, San Sebastían y la Asunción, quienes por lo
general argumentaron tener:
asiento bueno y buenas casas e iglesia, muchas tierras fértiles y agua en abuandancia [...]
cercanos de la cabecera donde, a sonido de campana, acuden a misa y en su pueblo hay
mucho aprovechamiento y cosecha de trigo, maíz, lentejas, habas, alverjones y otras
cosas, por lo que no sería justo que se les mudara a un lugar que carezcan de esto 67

Como es evidente, para ese entonces los naturales y principales de la región tenían
plantados en sus huertos nogales, magueyales y gran cantidad de nopales de grana,
además de que pastaban algunos ganados menores, lo que ya les dejaba muy buenas
ganancias al año. Por lo que lógicamente, no iban a aceptar ser removidos de sus
puestos, pues además, debe aclararse que otra de las causas de la contradicción que
presentaron todos estos pueblos, fue porque se les quiso mover hasta San Francisco
Xaltepec, con cuyos habitantes tenían antiguas diferencias, entre parcialidades. Y
además, consideraron que no era el lugar más indicado, porque este mencionado pueblo,
si bien tenía tierras de riego, dependía del agua nacida en el Rincón de San Dionisio, del
que también gozaban los de Acatlán68, con quienes también los propios de Xaltepec
tenían problemas.
Este tipo de dificultades y contradicciones, hicieron que Alonso de Bocanegra
hiciera una segunda propuesta en 1601, en la que planteó reunir a los naturales de
Tulancingo en tres congregaciones, dejar en San Francisco Xaltepec, a San Sebastían y
San Matheo con 308 tributarios; congregar en Santa María Nativitas a San Antonio, San
Marcos, San Lorenzo y Santiago con 609 tributarios. Decidió dejar en su lugar a Santa
Ana Huitlalpan [sic.], en donde se planeó congregar a San Pedro, la Magdalena, San
Miguel y la Asunción, con 300 vecinos tributarios69, originarios de las dos parcialidades de
Tulancingo; Tlaixpa y Tlatoca, a lo que comentaron el Licenciado Alonso Villasana y
Francisco de Terrazas: “y aunque sus patrimonios son hereditarios poseen los puestos de
sus estancias, tierras y frutos de ellas y servicio personal, hay siempre grandes
diferencias y bandos; juntos todos, como se pretende, la enemistad creecera [sic.] ”.

Es así como los pueblos de San Pedro, la Magdalena , San Miguel y la Asunción
aceptaron, por estrategia, cambiar sus asientos a Santa Ana Hueitlalpan en 1603, para lo
que comenzaron los preparativos, con el levantamiento de padrones de cada uno de los
pueblos, barrios y cantidad de tributarios, con la finalidad de asignarles un solar en dicho
pueblo. Para lo que Joan de Galarza, teniente juez congregador de Tulancingo, eligió el
20 de agosto de 1603 a Ximon de Medina, principal y natural otomí de Santa Ana, a
quien se le dio vara de la real de justicia para que hiciera se llevase a cabo las labores
de congregación, bajo la condición de que estaba subalternado “del orden y mandato de
don Manuel Hernández, gobernador del dicho pueblo y cabecera de Tulancingo”.70 Las
autoridades españolas le ordenaron a Ximon de Medina que castigara “ejemplar y
corporalmente” a todas aquellas personas que se resistieran a la reducción, volviéndose
a sus antiguos asientos, o huyéndose, a quienes los debía hacer traer y obligar a que
continuaran con la elaboración de sus nuevas casas.

En realidad este tipo de amenazas no surtieron mucho efecto, pues después de


pasados más de dos años, aún no se podían concluir la construcción de las casas, pues
siempre había un determinado número de tributarios que no se presentaban al
repartimiento, y preferían esconderse, como muestra de que no estaban de acuerdo con
ese tipo de políticas. Para sorpresa de los vecinos españoles, que estaban muy
interesados en las reducciones de los pueblos de la región y de los congregadores, los
naturales de la Magdalena Metepec presentaron una ordenanza que habían obtenido el 2
de agosto de 1605, del propio Virrey Juan de Mendoza, en la que se les concedía; “a los
dichos naturales del dicho pueblo de la Magdalena Metepec se queden en su puesto”.71
Quienes por este medio se libraron de ser reducidos, pero tuvieron que dejar las maderas
y materiales que habían llevado a Santa Ana, para las casas que les habían obligado a
construir, ahora en beneficio de los otros.
Después de este ejemplar suceso de resistencia, se tiene otro más en el caso de la
Congregación de Santa Ana. Los naturales de Santa María Asunción también
demoraron la conclusión de sus nuevas casas con la esperanza de salvarse de
las leyes de reducción. Después de frecuentes ausencias, fueron mandados a traer
presos por el alcalde de Tulancingo, Andrés de Tapia. Pero llegando al mencionado
pueblo el de enero de 16 6, el escribano y juez ejecutor simplemente se encontraron
con 4 ndividuos, mismos que asistían con regularidad al repartimiento de las
congregaciones en Santa Ana, por lo que no los pudieron apresar. Pero dieron noticias
de que el resto “eran idos todos había más de quince días a la Ciudad de México
ante su excelencia el virrey de esta Nueva España a pedir y procurar no sean
congregados en este dicho pueblo, ni levantados del suyo”.72 Casi un mes después,
los de Santa María Asunción obtendrían un libramiento por tiempo indefinido, expedido
por el mismo Virrey. Además de que muy pronto vendría la supresión de la política de
congregaciones.
Mientras, los pueblos de San Miguel y San Pedro, corrieron con una suerte
diferente; finalmente fueron congregados en Santa Ana Hueytlalpan a principios de
1606 (14 de enero), por lo que fueron obligados, amenazados y despojados por
orden del alcalde mayor de Tulancingo, Andrés de Tapia, quien ordenó “traerles, así
mismo, todo su hato, maices y legumbre entera y cumplidamente derribando y
arruinando las dichas casas: asimismo, se traigan todos y cualesquier bienes que
en la iglesia del dicho pueblo hubiere”73 , todo esto bajo la amenaza de que si oponían
resistencia o se huían; “So pena que serán castigados con prisión, pena corporal y
destierro y lo que más convenga”.74 Después de esto, se mandó que se tapiaran las
ventanas y puertas de las iglesias, y que se bardeara el cementerio de estos dos
pueblos, y por supuesto, se mantuvo mucho cuidado en que los recién congregados
no se huyeran de Santa Ana Hueytlalpan.
Como bien se puede apreciar en las líneas anteriores, las congregaciones de
Tulancingo ni a medias se lograron, pues la resistencia de los naturales otomíes y
nahuas de la región se hicieron patentes, y como lo resume Ruvalcaba: “En Tulancingo,
donde se pretendió juntar en tres pueblos los trece existentes, quedaron ocho, Santa
María Metepec, Santa María Asunción, Santiago Tulantepec, San Antonio y San
Francisco Xaltepec, en los que se redujeron los pueblos de San Sebastían y San Matheo;
Santa María Nativitas. Quedaron además los de San Marcos, San Lorenzo y Santa Ana,
se juntaron San Miguel y San Pedro”.75

Sin embargo, como era de esperarse, existieron otros mecanismos por los que los
españoles ambiciosos de la región lograron cercar y reducir a estos pueblos hasta lo más
mínimo de sus extensiones, como nos lo muestran los diversos mapas antiguos, las
solicitudes de mercedes de caballerías de tierra, de sitios de ganado mayor y menor, y
porque no decirlo de las “composiciones”.

Mientras que, más hacía el interior de la sierra se llevaron a cabo otro tipo de
congregaciones, en las que no se codiciaron tanto las tierras, pues como lo había dicho,
décadas atrás, el mismo Hernán Cortes, eran “tierras pobres”; eran de difícil acceso, no
se podía extender la ganadería a gran escala y no tenía minerales. Pero eran bastante
productivas, en las cuestiones del maíz, el algodón y otros tantos productos, de los que
había más de una cosecha al año. Es de esta manera que por estos rumbos, y
particularmente en Huayacocotla, las congregaciones se llevaron a cabo principalmente
para separar a cada uno de los grupos étnicos, que también, al igual que en Tulancingo
(otomíes y nahuas), vivían mezclados; tepehuas, totonacos, otomíes y nahuas, por lo que
las autoridades españolas y frailes consideraron necesario, el evangelizarlos en su
propia lengua, por lo que se ordenó reunir a los nahuas en Zontecomatlán , los Tepehuas
en Pataloyan y a los otomíes en Texcatepec.76 Mientras que en Tlachihichilco se
congregaron varias comunidades entre 1603 -1606, sin importar que fueran nahuas,
tepehuas u otomíes.
Estas congregaciones también generaron serios problemas entre los otomíes,
quienes de inmediato se opusieron y huyeron a lo más apartado de la sierra, y
principalmente se refugiaron con sus parientes del antiguo Señorío Independiente de
Tutotepec, quienes para ese entonces ya habían alcanzado el título de “República de
Indios”, dependiente de la Alcaldía Mayor de Tulancingo.77
Un claro ejemplo del rechazo a las políticas de congregación, las altas tasas
tributarias, los abusos y los tratos despóticos de los españoles hacia los naturales,
sucedió en 1594, cuando los naturales de Huayacocotla cambiaron temporalmente su
asentamiento a la comunidad de Atixtaca.78

75
2.5 Las mercedes y los repartimientos

Como se mencionó en las paginas anteriores, durante y después de los intentos de


congregación, varios de los vecinos españoles de la región entraron en competencia con
los antiguos encomenderos al codiciar determinadas extensiones de tierra que no
tardaron en pedir a los virreyes de la Nueva España, por medio de las mercedes de
caballerías de tierra para labrar y estancias de ganado mayor y menor. Mientras que en
otras ocasiones estos dichos vecinos españoles buscaron la manera de comprarle
directamente la tierra, a algunos de los principales indígenas79, claro, muchas de las
veces sin importar el descontento del resto de la comunidad y de los propios
encomenderos, como lo muestra un mapa de 1589, en el que Pedro Ascencio de Linares
“solicita en merced cuatro caballerías de tierra y una estancia de ganado menor en
términos del pueblos de Tulancingo. [En donde] Los naturales de este pueblo y Francisco
de Terrazas presentaron contradicción”.80 Como se puede apreciar (Fig. 4), en este mapa
se muestran las tierras de las que se hace solicitud; aparecen los pueblos de Tulancingo,
Santa María, San Antonio y San Lorenzo, además contiene algunas anotaciones, que
especifican el Camino Real de Guauchinango a México, las diferentes distancias en
leguas que hay entre determinado pueblo y la estancia que se pide, en donde se lee “esta
es la tierra en que se piden cuatro Caballerias de tierra y es eriaza y baldia”.
El argumento de que las tierras que se pedían en merced por “eriazas y baldías”
nulificaba cualquier intento de contradicción de los propios naturales, pues además se
daba a entender que desde hacía mucho tiempo estaban despobladas y que no se
cultivaban.
Es de esta manera que Andrés de Arellano, gobernador y natural de Pahuatlán,
pidió en 1585 dos caballerías de tierra para uso personal, entre los términos de Santa
María Magdalena [Metepec, Hgo.], Acaxochitlán, San Francisco Ahuazhuatepec
[Ahuazotepec, Pue.], Cautepec [de Hinojosa, Hgo.], San Andrés Aylla [Ahíla] y San
Miguel Tetliztacan [Pueb.], de las que argumenta “están lejos de las casas de los
naturales”, con la intención de apropiarse de las mejores tierras de agua, como la laguna
Apapaztla, muy cercana a Santiago Tepepan y varios ojos de agua. En donde como lo
hemos mencionado en las páginas anteriores, existían comunidades otomíes
(véase cuadro de Acaxochitlán ), pero en el mapa ( ig. 5), en diversos puntos se
pone que son “montes y sierras baldías”81 .
Otro interesante documento nos sirve para demostrar cómo se constriñeron a la más
mínima extensión de tierra los pueblos de los naturales de la región, y cómo se obligó a
que los otomíes se replegaran a lo más abrupto de la sierra. Se trata de un mapa de
Tulancingo, realizado en 1617 82 El dicho mapa se acompaña de una nota de petición de
merced y tiene acotada otra, en la que se hace específico el otorgamiento a Diego de
Peredo Suarez. En dicha leyenda se detalla:
Las caballerías corren a su linde y el otro sitio es en terreno del pueblo de SANTA MARIA
MAGDALENA METEPEC, como media legua de él y de las sementeras de los indios
entre dos cerros, el uno el del dicho pueblo y el otro el de APULCO, en un llano y
siendo Vuestra Excelencia servido podrá mandar hacerse al suso dicho la dicha
merced porque de ella no viene daño ni perjuicio a persona alguna y a justa y común
estimación valdrá cada uno de los dichos sitios cincuenta pesos de oro común y cada
caballería de tierra veinticinco pesos del dicho oro, poco más o menos y quedarán valdios,
los cuales por agora no se pueden bien saber ni su cantidad como todo ello más
largamente consta y paresce por las dichas informaciones, autos y diligencias fechas a
que me refiero y este es mi parecer y asi lo juro a Dios y a la Cruz, según forma de
derecho que es fecho en el dicho pueblo de Tulancingo en 8 días del mes de agosto
de 1615 años. Pedro de Ontiveros. [Luego sigue] En el pueblo de Tulancingo en 16
días del mes de enero de 1617 años. Rubricas.” En otra segunda leyenda, más abajo de
la anterior, dice: “Siendo Vuestra Excelencia servido, se puede hacer Merced a Diego de
Peredo Suarez de los cuatro sitios de estancia de ganado menor y seis caballería de tierra
que ha pedido en tierras del pueblo de Tulancingo atento a que no consta por
estas diligencias de perjuicio alguno ni contra derecho de indios ni dicho trelado. Fecho
en México a 20 de abril de 1617 años”
Como se puede apreciar en el mapa (Fig. 6), y por lo que las pequeñas notas
aclaran, se indica el pueblo de Tulancingo, la localización de “las cuatro caballerías de
tierra en terrenos de ulancingo” que se piden, el sitio de ganado menor en terrenos del
pueblo de Metepec y el cerrillo de Sultepec, en donde se pide “el dicho sitio y doce
caballerías de tierra en terrenos del pueblo de Santa Ana”.
Debe aclarase que Diego de Peredo Suarez era uno de los grandes ganaderos y
agricultores de la época, quien se enseñoreaba desde Tepeapulco, Apan, hasta
Tulancingo, Acaxochitlán y Zacatlán “con ganados cuyos recorridos cubrían unas veinte
leguas a la redonda, con perjuicios para españoles e indios por igual”.83 Obtuvo el
Mayorazgo con las tierras que adquirió por meced o compra entre 1573- 1608, con
aproximadamente 58 000 ha. En el siguiente cuadro se muestra como poco a poco,
Peredo Suarez fue invadiendo la región con su ganadería intensiva, que incluía en
términos generales, caballos, asnos, mulas, ganado vacuno, cabras, ovejas y cerdos, y
hablando en términos específicos, tenía sitios especializados en los que se podían
encontrar “yeguas mansas de silla”, “yeguas terreras de vientre” y “mulas para tiro”.
Además de que contaba con muchas caballerías de labranza.
Para mostrar el acaparamiento de las tierras de la otra parte de la región, del lado que
corre desde Apulco hasta Huayacocotla, Meztitl n y Atotonilco, que se quedaron casi sin
pueblo de por medio, se tienen dos planos de finales del siglo XIX, los cuales fueron
elaborados a partir de otros más antiguos; en los que se muestra como la hacienda de
Apulco formó parte de la Composición de la hacienda de San Pedro Sultepec y anexas,
en los que se indican cada una de las mercedes y compras de tierras que la conforman
desde los años 1601, 1614, etc. En el primer plano aparecen de manera marginal varias
comunidades y pueblos, como Tutotepec, Zacualpan, Tlachichilco, Vinazco, y Atecoxco.
También se puede apreciar a San Pedro Sultepec y el río de Santiago Amaxac. Y por
supuesto, los diversos caminos por los que se podía ir de un punto a otro.
En el segundo plano se puede apreciar cómo los naturales de la región, antes y
después de 1888, recuperaron parte del territorio que les correspondía desde tiempos
inmemoriales, entre los que se pueden mencionar, a los otomíes y naturales de
Huayacocotla, Tutotepec e Iturbide (San Pedro, Agua Blanca) y los de Zacualpan.
Recuérdese que gran parte de estos mapas representan la región de estudio, quedando
entre ellos el sitio de pintura rupestre de la Cueva Pintada (Calabazas), -y sitios
aledaños-, que se analiza en el capítulo 3. Sitio que quedó abandonado por más de 400
años como se puede testificar con el análisis de los diversos mapas.
Estos documentos también son la muestra fehaciente de cómo la región se quedó
despoblada por varios siglos, bueno solamente poblada por unos cuantos peones y
administradores de las haciendas, con miles de vacas, cientos de borreg s, cabras y
muchos animales de carga y de montar.
En páginas siguientes:

Plano de los terrenos de San Pedro Sultepec, [Las Vaquerías], (1784). En el que se muestran los
siguientes asentamientos humanos: San Pedro Guayacocotla, Tlalcruz, Arroyo Hondo, San Nicolás
Tuzanapa, Atecoxco, La Vaquería, Buena Vista (La luz), Piximulco, Vivorillas, Santiago Amaxac, San
Jocesito, Tlachichilquillo y Tutotepec. Vías de Comunicación: Caminos para Guayacocotla, de San
Nicolás para Zacualtipan, San Nicolás a las Vaquerías, de las Vaquerías a Buenavista, a la sierra,
camino real de Apulco, y Tulancingo. Relieve: cerros de las Ollas, de Almoloya, de Chiapantongo y
cumbres. Hidrografía: Arroyo Hondo, de Tejocotes y Amajac, ríos de Santiago Amaxac y Chiflón. Uso
de suelo: Potreros de San José, labor de Vinasco y Potrero de Monrroy. Menciona: la merced
otorgada por el Conde de Monterrey a Gaspar Velarde en 1601; la merced otorgada a Diego
Caballero, para Catalina de Navarrete y Muntufar en 1606 por el Marques de Montes Claros; la
merced otorgada a Diego Osorio Carrillo en 1614 por el Marqués de Guadalcazar y la merced
otorgada a Martín Luzón y Ahumada en 1709. Plano levantado por el Ing. Fernando Rodríguez, con
los datos de los planos respectivos y con los datos levantados por los ingenieros José Serrano y David
M. Uribe, 1918. Archivo General Agrario (AGA), 23/05136. Local, Legajo 1, f. 327.

) Plano que representa las tierras de San Pedro Sultepec [Las Vaquerías] cedidas por D. Julian F.
Herrera a la comunidad de Huayacocotla en 1888. En este documento se muestra la gran extensión
territorial que los naturales de San Josesito, Vinasco, Vivorillas, Donangú, Zacualpan y San Pedrito
de Iturbide (Agua Blanca), recuperan ante las haciendas de Vaquerías, Santiago, Apulco y la Luz.
Aparecen los límites de los estados de Hidalgo y Veracruz, Arroyo Seco o de los Potrerillos, río de
Santiago, etc. Archivo General Agrario (AGA), 53/05136, Local, Legajo 1, f. 347.
2.6 La evangelización

En las páginas anteriores se ha mostrado cómo la codicia llevó a los españoles a


acaparar grandes extensiones de tierra, aprovechándose de las circunstancias, como el
gran despoblamiento de la región y la vulnerabilidad de las pocas familias o individuos
sobrevivientes que no habían huido a lo más abrupto de la sierra y permanecían al
cuidado de sus parcelas, a quienes se les quiso reducir en unas cuantas comunidades en
contra de su voluntad y obligarles a que abandonasen todo, juntándolos con algunos
vecinos con quienes no mantenían buenas relaciones. Mientras que en el caso de los
conquistadores espirituales parece ser diferente,
guardian de Tulancingo
fue del parecer de que no era necesario mover a los naturales de sus puestos “porque
todos estaban a son de campana”. En lo que se puede apreciar, la entrega y dedicación
que se les tenía a los naturales, sin importar que se tuviese que ir a administrar los
sacramentos de la religión a unas cuantas personas en las comunidades más apartadas.
Tal y como sucedió con los frailes agustinos, quienes se dedicaron a evangelizar gran
parte de los naturales del lado de Acatlán, Huascazaloya, Atotonilco, la barranca y vega
de Meztitlán, Huayacocotla y la sierra de Tutotepec (la Sierra Alta y Baja), sin escatimar
sacrificios, bajando y subiendo esas fragosas tierras, en buenos y malos tiempos para
lograr convertir espiritualmente a unas cuantas almas, y en muchos de los casos
caminaron en balde, pero no por ello desistieron, como se verá más adelante.

En los primeros años, después de la conquista y la llegada de los primeros


españoles en la región, se establecieron también dos órdenes religiosas, la de los
franciscanos y la de los agustinos. Los franciscanos fueron los primeros en establecerse
en Tulancingo, provenientes de la casa prioral de Texcoco, quienes, en 1527
construyeron primero una pequeña ermita en el barrio de “Zapotlán”, y después iniciaron
la construcción del convento dedicado a San Juan Bautista que tuvo por primer guardián
a fray Juan de Padilla, quien según Mendieta, afirmó que en esta comarca;” Todos los
indios sin alguna resistencia habían recebido la fe [Sic.]”84 . Afirmación que se puede
aplicar quizás, de mejor manera entre los de lengua mexicana, pues como se mencionó
anteriormente, uno de los primeros en convertirse y bautizarse, fue Bernardino
Chanpotzin, cacique principal de la línea de los Alexandrino y de la parcialidad de Tlatoca.
Mientras, muchos de los otomíes, que no huyeron a la sierra con sus parientes, porque
tenían pertenencias que cuidar, fueron bautizados, al igual que los mexicanos, y se les
asignó un nombre que acompañó al antiguo que tenían, como se puede corroborar en los
padrones que se levantaron para formar la congregación de Santa Ana Hueytlalpan, en
donde aparecen los nombres de todos los tributarios con sus esposas, quienes
pertenecían a los diferentes barrios y lugares, como Metepec, San Miguel y San Pedro.
Sin embargo, solamente fueron convertidos de manera nominal, pues los frailes
franciscanos no hablaban el otomí y parece por los documentos encontrados después,
que éstos jamás tuvieron la intención de hacerlo.
Tal y como nos lo confirma La Descripción del pueblo de Tolantzinco (Tulancingo)85,
en donde se menciona que en el convento había cuatro religiosos, “los tres sacerdotes;
todos lenguas mexicanas y el otro lego”, lo que quiere decir que no había quien impartiera
la doctrina en otomí. A continuación se entresaca un cuadro de las trece visitas del
convento de Tulancingo, en las que había un total de 5581 (VCCCCCLXXXI) vecinos,
para mostrar la extensión que cubría y las distancias que separaban a cada comunidad de
la cabecera.
El pueblo de Tulancingo y sus comunidades antes de 1569
Nombre del lugar Distancia de la cabecera Número de Vecinos
San Joan Tulancingo 2 463 (IICCCCLXIII)
1) Sant Francisco (Jaltepec) Media legua 467 (CCCCLXVII)
2) Sant Sebastian 4 leguas 186 (CLXXXVI)
3) Sant Matheo (Zacatepec) Tres cuartos de legua 375 (CCCLXXV)
4) Santa Maria Madalena (Metepec) 2 leguas 454 (CCCCLIIII)
5) Santa Ana (Hueytlalpan) Legua y media 291 (CCXCI)
6) Sant Pedro (Amaxac/ Tlachichilco) 1 legua 173 (CLXXIII)
7) Santa Clara (Apulco) 3 leguas 31 (XXXI)
8) Santiago (Tulantepec) Media legua 400 (CCCC)
9) Sant Anton (San Antonio 1 legua 237 (CCXXXVII)
Cuautepec)
10) Sant Lorenso (San Lorenzo 2 leguas 245 (CCXLV)
Sayula)
11) Sant Marcos 3 leguas 63 (LXIII)
12) La Natividad de Nuestra Señora 1 legua 253 (CCLIII)
(Santa María Nativitas)
13) La Asumpsion de Nuestra 2 leguas 43 (XLIII)
Señora (Santa María Asunción)

Como es evidente, esta relación es anterior a la congregación que sufrieron los


pueblos de San Sebastián y San Mateo en Xaltepec. Mientras que por otra parte,
aparece Santa Clara de Apulco con escasos 31 vecinos, número, que por las otras
relaciones de la región y documentos citados, se infiere que incluye hombres, mujeres y
niños, en otras palabras a la población entera. La cual, ya sea por las epidemias, o
porque se vio replegada a la sierra gran parte de sus integrantes, en este punto apenas y
tenía presencia, ante la creciente extensión de tierras que estaban en manos del
encomendero Diego Rodríguez de Orozco. Lo que muestra una vez más el
despoblamiento de los llanos.
Como se puede inferir en La Descripción de Tulantzinco, los otomíes de las visitas
de los alrededores de este pueblo se quedaron de cierta manera marginados
espiritualmente, o por lo menos, se puede decir que pudieron tomar un cristianismo más
libre y más acorde con su cosmovisión mesoamericana, cosa que no les habrá
disgustado, pues podrían seguir guardando las apariencias y la discreción en sus asuntos
de creencias. Tal vez, eso explica porque aún hoy en día se encuentran muchas
reminiscencias de ese viejo pasado en Santa Ana Hueytlalpan y San Pedro Tlachichilco,
como se verá en el último capítulo de este trabajo.

Casi diez años después de la llegada de los frailes franciscanos a Tulancingo, que
predicaban solamente en mexicano (nahuátl), en 1536 llegaron a la región varios frailes
agustinos, quienes se dedicaron a evangelizar en su propia lengua a los otomíes que
habían huido de los llanos y se habían replegado a lo más abrupto de la sierra y la
barranca, abarcando una extensa región que colindaba con las visitas de la otra orden,
pues se establecieron desde Acatlán, Atotonilco, Meztitlán, Huayacocotla, Guauchinango
y Tutotepec.

En esta gran empresa se destacaron desde los primeros años, fray Juan de Sevilla
y fray Antonio de Roa, quienes persiguieron a los naturales que se habían huido de los
llanos, por los lados que corren desde Atotonilco, por las barrancas de Meztitlán hasta
un poco más allá de Molango, de quienes fray Juan de Grijalva nos los muestra de
manera muy idealizada e idílica en su Crónica, sin embargo, hemos decidido extraer
varios fragmentos de forma literal para que nuestros lectores que no estan avesados en
el oficio de historiar tengan la oportunidad de leer este tipo de descripciones, que tratan
sobre nuestra región de estudio y su proceso de evangelización. Es así que Grijalva
nos menciona:

“Aqui pues entraron el padre F. Juan de Sevilla y el bendito P. Antonio de Roa, corriendo
por estas cierras como si fueran espiritus. Unas vezes subian a las cumbres como si los
llevara el carro de Elias y otras baxavan a las cavernas, en que tenian gran dificultad que
para baxar se atavan unas maromas por debajo de los de los bracos, quedandose
arriba algunos indios, que trayan de paz, para guindarlos hasta llegar a lo mas obscuro, y
mas desviado del camino”86

Pero como lo menciona Grijalva, después de un año, fray Antonio de Roa, de


inmediato se dio cuenta de que no se había avanzado en nada y de que no se tenía a
quien predicar, porque en los lugares en donde alguna vez se dio misa y se puso la cruz,
huían los naturales para no volver jamás, dejando despoblados los llanos para replegarse
a lo más apartado e inaccesible. Por lo que el dicho fraile, decepcionado de esta
empresa, decide dejar solo en estos lugares a fray Juan de Sevilla, y volverse a España.
Roa después de haber obtenido licencia de sus superiores se dirigió a Totoloapan para
esperar embarcación, en donde vio mayores frutos, con respecto a la evangelización de
los naturales, y es ahí en donde conoció a un mestizo87 que le enseñó la lengua
mexicana, por lo que decide regresarse a la sierra con nuevos ánimos y esperanzas.

En esta ocasión el fraile Antonio de Roa, implementó nuevas estrategias de


evangelización, encaminadas a la demostración práctica, no sólo de lo que debería ser
un buen cristiano, sino de la mismísima representación pasionaria de Cristo en su propia
persona, por sólo adelantar un ejemplo, lo que debió impresionar sobremanera a los
naturales de la región, con lo que se los fue ganando poco a poco.

En primer lugar, empezó a poner cruces en todas las serranías y barrancas en


donde encontraba sitios que consideraba de idolatría, como montes y cuevas, en donde,
cada vez que regresaba desde el Convento de Atotonilco a Molango, o Huejutla, según
dice Grijalva :
“tenia este santo varon algunos Indios sus familiares, los quales tenia siempre consigo, y
los llevava en su compañia donde quiera que iba. Los quales atormentaban su cuerpo, con
hartas lagrimas y ternura: pero con tanta fiereza, como si fueran sus enemigos, porque les
tenia ya persuadido este santo varon a que asi lo hiziesen. En saliendo de su convento
para ir a predicar por aquellas cierras le ponian una soga a la garaganta, de que le iban
tirando dos de aquellos Indios que llevaba con sigo; y el santo varon yva meditando en la
calle de la amargura, y procuraba estamparse en aquella mansedumbre [...] hasta que
llegavan a alguna Cruz de las que avia en el camino. Alli se arrodillaba con profundo dolor
y sentimiento, y bezaba la Cruz [...] en haziendo esto los Indios le daban de bofetadas y le
escupian en el rostro, y le desnudaban el habito, y le davan a dos manos cincienta azotes
tan recios que le hazian reventar la sangre. Dezia mientras le azotaban una debota oracion
[...] Esta estazion hazia este varon todas la vezes que descubria Cruz en el camino, y
como eran tantas las Cruzes, eran muchas estas estaciones [...] en llegando al pueblo
passaba lo restante del dia en administrar los Indios hasta que llegaba la noche”88

Mientras que por los otros rumbos de esta región, fray Alonso de Borja, quien se
dice aprendió de inmediato el otomí y ya era gran hablante del mexicano, se encargó de
evangelizar la sierra de Tutotepec, en donde “corría también en ella la lengua otomí entre
otras cuatro, que también corren por sus confines”, quien; “camino siempre a pie
atravesando desde Atotonilco donde asistía, hasta Tutotepec con todas sus cerranías”89,
durante 6 años que estuvo en esta región. En donde, a su llegada la resistencia, las
amenazas y la sugestión hacia los propios de la comunidad se hicieron patentes, pues,
precisamente en ese entonces, supuestamente “una gran multitud de fieras que andaban
por aquellas espesuras haziendo tan grande daño en los indios”, por lo que los naturales
de la región echaron rumores y como lo menciona Grijalva:

Corria entonces opinión, y hasta ahora corre entre muchos, de que aquellos Tigres, y
Leones eran ciertos indios hechizeros, a quienes ellos llamaban nahuales; que por arte
Diabólica se convertian en aquellos animales, y azian pedazos a los Indios: ó ya por
90
vengarse de algunos enojos, que les avian dado: ó ya por hazerles mal.

Es evidente que, este tipo de “rumores” eran parte de la oposición a la


evangelización por parte de los principales y de los hombres de conocimiento,
quienes como depositarios de la religión local, siguieron amenazando y
sugestionando durante mucho tiempo a sus vecinos y parientes, como lo menciona
otra vez Grijalva, en el año de 1579, se volvieron a ver “algunos rastros”: “Siendo
muchos los daños, y vehementes las sospechas, apresaron a muchos indios, y
ellos confesaron su culpa, y fueron justiciados por ello [...] padeciendo muerte”91

Mientras que por otra parte, como se mencionó anteriormente, los frailes agustinos
implementaron una serie de estrategias para lograr evangelizar a los naturales. Se dice
que el fraile Alonso de Borja fue el primero en la orden que introdujo el cantar las
oraciones en las iglesias y en las cruces de las esquinas, además de entrar en procesión
a misa, entre otras cosas. Pero habrá llamado la atención, que también, al igual que sus
otros compañeros de la orden, -según dice Grijalva- , se destacó por su rara penitencia y
su profundísima humildad, lo que le habrá valido demasiado en la sierra y seguramente
fue objeto de admiración, pues se dice que:
“Ayunaba tres días en la semana, y Viernes, y Sabado con algunas yervas, ó crudas, ó
cozidas en agua: su dormir era muy poco, y a raiz de una tabla, y por cabecera un
trozo de madera. Asotabase todos los días [...], su vestido una jerga gruessa a raiz de las
carnes, y un habito tan estrecho que a ser tanto su espiritu lo ahogara, a que añidia un
aspero cilicio, que le tenía magullado el cuerpo y hecho llaga [...] Fue tan honesto, que
ni en el mirar de los ojos fue reprensible”92

Estas cosas las habrán visto no sólo los naturales de la región de Atotonilco y de
Tutotepec, sino, también sus parientes de Huayacocotla, de donde testifica fray Juan de
Grijalva:
“junto a este pueblo (Tutotepec) ay otro llamado Hueyacocotlan donde tambien tomo casa
nuestro Padre Maestro (Alonso de Borja), y estuvo por algunos años, hasta que andado el
tiempo dexo la provincia aquella casa con arto dolor de los Indios”93

Sin embargo, las enseñanzas del padre Borja no duraron mucho tiempo, apenas
unos seis años estuvo yendo y viniendo entre Atotonilco, Huayacocotla y la región de
Tutotepec, pues llegó el momento en que regresó enfermo, y apenas alcanzó a
despedirse de los naturales otomíes de Atotonilco y se encaminó a la ciudad de México,
en donde murió en 1542.
Al año siguiente, en 1543, llegaron otros 9 religiosos de la orden agustina,
procedentes de España, y algunos de ellos se establecieron en la región, sobresaliendo
entre ellos, el fraile Nicolás de Vite o de Witte, mejor conocido en la región como de San
Pablo, quien estableció sus andanzas por los rumbos de la barranca y Vega de Meztitl n.
Como el mismo fray Juan de Grijalva lo menciona, escribía cartas muy cercanas al
mismo Carlos V, e intercedía con las autoridades virreinales a favor de los naturales94, a
quienes “los libro de grandísimas vejaciones que en aquel tiempo se les hazian [sic.]”, por
lo que los naturales le decían el “Noco” que según Grijalva quiere decir “paesano”,
“amigo” y “compañero”.
Fue tanta la influencia de Fray Nicolás de Vite en la región, que se extendía como
se mencionó antes, desde la propia barranca de la Vega de Meztitlán, hasta Tlanchinol y
Molango, en plena Huasteca. Como se puede rastrear en los documentos de archivo,
décadas después, algunos de los naturales principales y caciques de la región adquirieron
su apellido o su nombre completo, como se puede constatar en 1619 con Don Nicolás de
Vite de Tlalchilnoltipac (Tlalchilnol)95 y otros tantos en Meztitlán de los que sólo tenemos el
apellido. Mientras que por otra parte, del lado de Huasca (Huazcazaloya) se encuentra la
antigua Ranchería de la Barranca del Vite, de la que también se tienen documentos96.
Luego por esos mismos rumbos, en la parte baja de la misma barranca, pero del lado que
toca a Acatlán, se localiza la antigua comunidad de San Pablo, de lo que se puede inferir,
que de ahí el que también se le llamara Fray Nicolás de San Pablo. Estas dos
comunidades se localizan al suroeste del sitio de pintura rupestre (La Cueva Pintada) que
se analiza en el siguiente capítulo. Quedando El Vite del otro lado de la barranca, casi en
plena cuesta. San Pablo, en la parte baja, cercano al río que trae aguas del Camarones y
el Meco (de Agua Blanca), que se unen al Rio Grande de Tulancingo que se dirige a la
Vega de Meztitlán. Lugares a los que se puede bajar y cruzar por antiguas “veredas de
chivo” como las llaman los actuales lugareños, por donde tuvo que pasar, seguramente,
en sus largas y extenuantes caminatas fray Alonso de Borja, cuando no cruzaba de
Atotonilco por la parte de Santa Catarina- Los Reyes a Sultepec, por el camino que
conduce a Apulco y la serranía de Tutotepec, para atender espiritualmente a las
comunidades más apartadas del Camino Real. O cuando no, decidiría ir desde los rumbos
de Sultepec a Huayacocotla, directamente; porque todas estas visitas no se podían hacer
en línea recta, necesariamente tuvo que decidir si pasaba a determinado lugar de ida o
de regreso. Agreguémosle a todo esto, que en las temporadas de lluvias, gran parte de
estos ríos de la región eran infranqueables, lo que aprovecharía para dedicarle más
tiempo de una o de otra parte.

Después de la muerte de fray Alonso de Borja, en 1542, las cosas no serían igual,
ni para sus compañeros de la orden, ni para los propios naturales de la región, y en
particular para los de Tutotepec. Como se puede leer en los capítulos 101 y 102 del libro
cinco de la Crónica de la provincia agustiniana del santísimo nombre de Jesús de México,
escrita por fray Esteban García como continuación de la Crónica de Grijalva (1624). En
donde se da noticia del escándalo que suscitó entre los frailes agustinos, el haberse
enterado de la continuidad de las fiestas del antiguo calendario que aún se celebraban en
Tutotepec, acontecimiento que se puede ubicar entre 1627 y 1635. De lo que se puede
resumir en términos generales, que por esos años, en una ocasión, cuando uno de los
frailes agustinos de Tutotepec iba en camino al convento de Xilitlan (actualmente Xilitla,
en la Huasteca potosina), acompañado con un “joven indio otomí”, quien ya entrado en
confianza, ingenuamente le contó al padre agustino todo lo que sabía de la organización
religiosa secreta de los otomíes de Tutotepec. Información que desató de inmediato una
serie de arrestos en contra de los principales sospechosos, quienes fueron castigados
públicamente y enclaustrados durante mucho tiempo para que aprendieran la doctrina
cristiana, misma que se dice, desconocían. Aunado a todo esto, se llevó a cabo la
destrucción de tres oratorios que fueron incendiados. A lo que de acuerdo con fray
Esteban García, hubo algunas reacciones hostiles entre los otomíes más conservadores.
Pues casi de la misma manera en que se le había dicho, un siglo antes, a Fray Alonso de
Borja, sobre los tigres-nahuales que estaban asesinando en “venganza” a algunos de los
propios naturales. Ahora los adivinos anunciaron que las cosechas iban a perderse y que
la iglesia de Tutotepec se caería si no se reanudaban las ceremonias, e incluso si no se
completaban con el sacrificio de un niño.
De lo que se puede inferir por las pocas noticias que nos da este documento, que
la guerra se había desatado, pues se dice que precisamente 15 días después de la
destrucción de los oratorios, “la mitad del techo de la iglesia se derrumbó”, se perdieron
las cosechas, y hubo una epidemia que causó muchos muertos.
El mismo García menciona que años más tarde a este suceso, en 1635, otro fraile
del mismo convento de Tutotepec, cuando iba a visitar a un enfermo de Santa Mónica
Xoconochtla (Tenango), desviándose un poco del camino encontró accidentalmente un
oratorio que contenía diversas cosas, pero lo que más llamó la atención fue una cabeza
de un ídolo de piedra, adornada con plumas y cuentas verdes. En esta ocasión no se
lograron apresar a los sospechosos que le rendían culto, porque se dice, se habían
refugiado en su pueblo de origen; Huayacocotla.

Las cosas son más claras al revisar otros documentos, en los que es evidente que
los frailes agustinos de la región habían perdido el control de “sus conversos”, en primer
lugar, porque ya no existía esa misma entrega y obstinación que tuvieron los primeros
como Borja, Sevilla y Roa. Y en segunda instancia, muchos de estos nuevos frailes,
parecía que ya no estaban interesados en aprender el dificilísimo otomí, ni alguna otra
lengua, lo que era fundamental para ser más eficientes. Y por último, cada día se
sedentarizaban más, saliendo de vez en cuando del convento para dar los últimos
sacramentos a algún moribundo, que debieron ser pocos, no creo que los otomíes más
tradicionalistas les haya importado el recibir este sacramento. Y bueno, también salían
cuando se dirigían a alguna otra visita, ya establecida en determinado punto de las
comunidades, por lo que difícilmente se apartaban del camino. En otras palabras, ya no
se entretenían en buscar entre los montes, las cuevas y las barrancas, lo que se podía
considerar como idolatría. Permitiendo a los naturales otomíes, mexicanos, tepehuas y
totonacos, continuar con gran parte de sus antiguas creencias.

Mientras que esa era la situación de la región, otros problemas se les avecinaban a
los religiosos frailes, a quienes se les presentarían otras personas como enemigos, los
clérigos y los obispos que propugnaban por ganar terreno y secularizar gran parte de los
conventos y casas de visita. Como se deja entrever unos años más tarde, en 1646,
cuando el obispo de Puebla, Juan de Palafox, quien en su tercera visita episcopal, se
adentra por estos rumbos de la sierra, y estando en el pueblo de Acaxochitlán que ya
estaba en manos de un clérigo secular llamado Juan de Landa, fue en donde de
inmediato se mostraron los intentos de los frailes agustinos por evitarlo, a lo que
Palafox nos comenta:
vino fray Pedro de Salazar, religioso agustino [...] a visitarme y persuadirme que eran y
estaban malos los caminos para la sierra, donde ellos tienen sus conventos, de que yo no
me di por entendido, diciendo que a donde Dios me puso las ovejas las había de ir a
buscar97

Insinuación a la que efectivamente hizo caso omiso el Obispo Palafox, quien se


adentró en la sierra, pasando por Naupan, Xicotepec, Tlacuilotepec, Pahuatlán, Tenango,
hasta llegar al convento de Tutotepec, del que vertió los siguientes comentarios:

La iglesia parroquial es grande y buena, su invocación Santa María Magdalena. Los indios
del partido son muchísimos y se juzga que llegan a ocho mil, divididos en más de 40
visitas: lenguas mexicana, otomí cerrada y tepehua y algo de totonaco. Era prior fray Juan
de Alfaro [...] Es la administración más perdida y lastimosa de todas porque, sobre no tener
titulos, que es lo principal, siendo los indios la mayor parte otomites y tepeguas, y los otros
mexicanos, no tienen lengua alguna de estas 98

Pues no era para menos que el Obispo Palafox escribiera ese tipo de comentarios,
se le había querido ocultar que el convento se encontraba “sin lengua”, poniendo a otro
religioso, del que lamentablemente no sabemos su nombre, debido a las malas
condiciones del documento, pues la frase simplemente se queda en; “que era prior actual
de [...]”. Pero como se había mencionado anteriormente, en esa época se estaba
intentando restarle poder a las órdenes religiosas, para secularizar todos los conventos y
visitas con un simple clérigo, por lo que se agrega el documento que:

Este beneficio, si se remueve a los religiosos, es forzoso dividirlo en tres: uno que haga la
cabecera, Tututepec, con diez o doce visitas; otro, San Agustín Tenango, con otras tantas
de tierra fria; otro para los restantes de tierra caliente. Está llena de idolatría; no oyen misa
sino una vez al año. Es gravísimo el escrúpulo que debe causar de ver esto así; avisaré a
Su Santidad.99

Sólo para agregar parte de la trayectoria que siguió por la región el Obispo Juan de
Palafox, se debe mencionar que después de que salió de Tutotepec, pasó a Apulco,
adonde necesariamente tuvo que cruzar el antiguo camino de la Peña del Gato y la
“Vereda”, para seguir hasta Huayacocotla, en busca de Ilamatlan.
Podríamos haber tenido mayor información sobre los agustinos de la región de
Tutotepec, 40 años atrás de lo citado anteriormente, allá por el año de 1606, cuando el
Obispo de Tlaxcala realizó la primera visita para reconocer su jurisdicción, si esté hubiese
llegado al convento de Tutotepec, pero por lo menos nos da un panorama de las
inmediaciones y de los límites en los que habitaban los otomíes serranos con otros
grupos. Llegó a Pantepec (Epantepec, Xalpantepec), del que nos informa que estaba en
manos de religiosos seculares y que es pueblo de varios grupos de naturales:
Es pueblo del Rey de mexicanos, Totonacas y otomies, es pueblo de la Corona y esta muy
acabado, por haberse muerto y huido muchos indios, es doctrina de clerigos, Está vaco
(vacio) el beneficio, esté en él, por ahora por interim el padre Francisco de Rivera, que ni
es lengua de uno ni de otro. Pero, no hayo otro, ni el puesto convida a llamar a nadie, por
00
ser solo, pobre y enfermo.

Como es evidente, los intereses de una autoridad secular eran diferentes a la de


los frailes, a quienes las cuestiones de rentabilidad y beneficio monetario no les
importaba, (bueno en los primeros años), mientras que a los seculares si, pues en este
caso el Obispo de Tlaxcala, dice no “trato asuntos de iglesia, ni de clérigos” por ser tan
Vaco, cuando contabiliza por otra parte que había 230 tributarios, y que había confirmado
antes del medio día en ese lugar a “96 criaturas” que le trajeron. En esta comparativa
hace recordar a los primeros frailes agustinos, quienes en décadas anteriores andaban
persiguiendo aunque fuese a una sola alma de los naturales, para evangelizarla.
Pero de todos modos su información nos ayuda a comprender parte de la problemática de
la evangelización en la región, y principalmente entre los otomíes, quienes como se ha
visto en líneas anteriores, no vivían solos, compartían territorio con otros grupos. Es así
que después de Pantepec pasó a San Agustín Cuautlapehuelco (Cuahutapehual, Puebla),
en donde nos informa que se hablaban tres lenguas: mexicana, otomí y totonaco.

El Obispo de Tlaxcala, tenía pensado tomar en cuenta en su travesía Pahuatlán


y Tutotepec, pero se le dio razón de que no sería bien recibido en este último. Y en el
de Pahuatlán, en donde también había otomíes, y estaba a cargo de los agustinos. Pero
las cosas no le salieron como las tenía planeadas, de lo que comentó lo siguiente de
Pahuatlán: “no fui allá porque el Prior hizo ausencia de allí, él sabe porque, que yo no me
ocupo de saber cosas de frailes”. Mientras que dice lo siguiente de Tutotepec, al haber
llegado a mitad de camino, en Tlacuilotepec: “A ese pueblo había tres leguas [...] no fui
allá porque era de mal camino y supe, que el Prior no gustaba de ello y profeso dar gusto
a frailes, pero muy de fuera”101

Ahora bien, después de haber contextualizado lo mencionado en líneas anteriores


a partir de los diversos documentos existentes y hasta ahora encontrados sobre la región,
no se sabe con exactitud cuáles fueron las relaciones más estrechas entre los propios
naturales y los frailes de la región de Tutotepec, durante esa época. Salvo por unos
fragmentos de una relación de visita que hizo en 1659 el bachiller Francisco de Linares
Urdanivia, párroco de Ilamatlán, quien fue comisionado por el entonces obispo de Puebla,
Diego Osorio de Escobar, para que visitara los conventos agustinos de la sierra.
Documento que se dice, se encuentra en el Archivo General de Indias, del que ha
entresacado también fragmentos Raquel Güereca, tomándolos de la obra de Antonio
Rubial, la cual cita puntualmente. Cuyos fragmentos nos son demasiado reveladores,
pues en ellos podemos constatar los maltratos y abusos que cometían el fraile prior de
Tutotepec, Francisco de Jáuregui y su compañero de orden, fray Bernardo de Baraona en
contra de los naturales de Tenango. Mientras que este fragmento también nos revela los
intereses tributarios del clero secular y en particular de las autoridades del obispado, de lo
que Linares dice sobre estos dos frailes: “funcionaban en el territorio como verdaderos
caciques” negándose a cobrar “el diezmo que los indios debían pagar al obispado por el
comercio de productos de Castilla”. Ahora véase la descripción de los abusos y los malos
tratos hacia los naturales de Tenango por parte de los frailes agustinos, y en particular del
prior Francisco de Jáuregui, quien:

[...] sólo iba al pueblo a cobrar por unas misas que jamás decía y a los que se le
oponían los azotaba, les quemaba las manos y los pies y les cortaba el cabello; a
algunos incluso los acusó de idolatría, allegándose testimonios de los indios de la
cabecera, que eran sus acérrimos enemigos, y los envió a Puebla a ser juzgados. Fray
Bernardo, por su parte, había hecho prisioneros en Tulancingo a tres indios de Tenango y
los había atado a un palo y azotado durante tres días.102

Se dice que estas quejas fueron confirmadas y aceptadas por los mismos frailes
ante el bachiller Francisco de Linares Urdanivia. Lo que nos confirma que tanto los frailes
como los seculares de esa época tenían en común un mismo interés; los diezmos y los
tributos. De ahí el que se siguieran disputando el territorio. Dejando en pleno descuido
espiritual a los naturales, por una parte, porque de la otra, esto les seguía permitiendo el
que continuasen con sus antiguas creencias.

No en balde, los españoles y evangelizadores siguieron acusando a los otomíes


de la sierra, de rebeldía e idolatría, y de que se les dispersaban y fugaban para los
lugares más inaccesibles de la región en épocas tardías, muy próximas al periodo de la
Independencia. Sólo para mostrar un panorama más, basta con citar lo que escribió en
1772 Joseph de Leos, alcalde de Tulancingo, quien comunicó al Virrey de la Nueva
España lo siguiente:
Hallo que desde la conquista del reino hasta la estación presente sólo se ha adelantado
a estos naturales, el que tengan nombre de cristianos y vasallos de su Majestad […]
retirados en lo más fragoso y áspero de los montes, dispersos unos de otros, sin
doctrina política, ni cristiana, rústicos totalmente: sin haber como en otras partes,
quien entendiese nuestro idioma: desnudos, en carnes muchos indios e indias: sin
103
sujeción a la justicia y entregados a la idolatría y ebriedad.
En conclusión a este apartado, se puede decir que la dificultad de dominar el
territorio y a sus habitantes por parte de los españoles y los religiosos, y la ventajas de
refugio y escape que les posibilitaba la Sierra a los otomíes, han permitido que hasta el
día de hoy se preserve parte de la cosmovisión mesoamericana, a veces demasiado
auténtica, en otras metamorfoseada, ahora con nuevos elementos o con menos, porque
tal o cual cosa está cayendo en el olvido… Sin embargo, existen elementos de larga
duración que mantienen actualmente la cosmovisión de los otomíes del Mezquital y de la
Sierra, como el vivir en y con el espacio que los rodea. Como se verá en los siguientes
capítulos.
Capítulo 3. Visita a un Santuario olvidado

3.1 Introducción

Después de haber mostrado una breve historia de los antiguos otomíes de la Sierra
Madre Oriental en el anterior capítulo, en este mostraremos uno de sus santuarios
sagrados, que fue utilizado desde antes de la llegada de los españoles, y que
después de ellos ha sido abandonado por más de cuatrocientos años, se trata del
sitio que contiene “las pinturas rupestres de Calabazas”, localizadas en el municipio
de Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo. Sitio mejor conocido entre los lugareños como
la Cueva Pintada, nombre que retomaremos en el presente trabajo de investigación.

Por el estilo, el color y los elementos representados se ha identificado que estas


pinturas son de tradición otomí, pues existen muchos sitios similares en el Mezquital,
mismos que han sido presentados en varias investigaciones de carácter académico por
colegas e interesados en su estudio1 , quienes han corroborado que en esa región
existen, aparte de las representaciones prehispánicas, representaciones de la época
del contacto, referentes a la formación de un cristianismo otomí. Mismas que han

También podría gustarte