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1 Parte: Luis Eduardo Wiesner Gracia Ángela Parra Amaya Sitio Histórico Campo de Batalla de Boyacá, Se

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CONTEXTO HISTÓRICO DE LA

BATALLA DE BOYACÁ*1

Luis Eduardo Wiesner Gracia**2


Ángela Parra Amaya***3

El diagnóstico histórico del Sitio Histórico Campo de Batalla de Boyacá, se


desarrolló bajo dos aspectos importantes: el primero que da cuenta del
acontecimiento histórico ocurrido allí el 7 de agosto de 1819, que marcó
la independencia de Colombia y el proceso de construcción de nación
hasta nuestros días; y el segundo aspecto en relación con la historia del
lugar en cuanto a sus prácticas y usos a lo largo de estos 200 años, incluso
desde la época colonial y precolombina.

Desde los inicios del estudio entramos en diálogo interdisciplina-


rio con la arqueología, disciplina que nos permitió estudiar los valores
intrínsecos del objeto de estudio, así como su evolución en el tiempo,

* Este aparte es producto del desarrollo del trabajo realizado por el componente Histórico
equipo por la UPTC para la formulación del Plan Especial de Manejo y Protección del Sitio
Histórico del Campo de Batalla de Boyacá PEMP, en convenio con el Ministerio de Cultura
y la participación de otras Instituciones en el año 2017. Componente Histórico conformado
por: Luis Wiesner Gracia, Coordinador e investigador; Javier Guerrero Barón, supervisor
e investigador; Ángela Parra, investigadora. Colaboradores: José Vicente Rodríguez,
investigador; Andrés Otálora Cascante, investigador; Daniel Borrero F., investigador;
Andrés Salamanca Oscaritas, investigador; Juan David Meléndez, investigador.
** Doctor en Historia Iberoamericana, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla España.
Magíster en Historia y Antropólogo, cofundador del Proyecto Ruta del Bicentenario de
la Universidad Pedagógica de Colombia de la cual también hacía parte como docente
de planta. Coordinador del equipo componente Histórico para la formulación del Plan
Especial de Manejo y Protección del Sitio Histórico del Campo de Batalla de Boyacá.
*** Estudiante Doctorado en Historia Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia,
Magíster en Historia - Universidad de los Andes, Licenciada en Ciencias Sociales – UPTC.
Integrante del equipo componente Histórico para la formulación del Plan Especial de
Manejo y Protección del Sitio Histórico del Campo de Batalla de Boyacá.

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evidenciando la presencia de pobladores indígenas en la época prehis-
pánica, más exactamente en el periodo Herrera (210+60 a. C.), según los
estudios hechos por el doctor Virgilio Becerra a los vestigios de cerámica
y pictografías. Asimismo, fue necesario entender la adhesión del lugar
con la organización político-administrativa colonial y en el proceso de
consolidación de la república, para entender su importancia como terri-
torio en sí mismo y, desde una perspectiva más amplia, su papel en la
Campaña Libertadora de 1819.

El campo de Batalla de Boyacá como patrimonio histórico y cultural


de Colombia, está cargado de valores que marcan la identidad nacional,
lo cual exigió una lectura cuidadosa y rigurosa de las fuentes que nos
condujera a la delimitación del área del sitio a reconocer y proteger
como formas de reivindicación del campo en toda su extensión. Para lo
anterior, partimos de los testimonios de la época expresados en diarios,
audiencias, partes de batalla, correspondencia y otras fuentes escritas,
así como textos desde el historicismo del siglo XIX y de los nuevos es-
tudios en el marco de la conmemoración del centenario de la Batalla de
Boyacá; además de nuevas versiones enriquecidas a partir de la historia
oral y un amplio número de trabajos llevados a cabo durante el siglo XX,
que nos llevaron a hacerle seguimiento con mayor detalle a documentos
imprescindibles.

Otra fuente que nutrió nuestra investigación fue la iconografía pro-


ducida para y en el lugar, además de los monumentos (puente, estatuas,
obelisco, busto, arco, ciclorama, entre otros) y cambios paisajísticos, los
cuales nos condujeron a manejar una línea más de análisis para el estudio
de la transformación del lugar, marcada principalmente en las fechas de
conmemoración evidenciando la erección, traslado y/o retiro de monu-
mentos; obras de infraestructura (edificios, plazoletas, vías internas) y
otras formas más evidentes en la fragmentación del lugar, como lo son
las carreteras que comprometieron la integralidad física del campo de
Batalla.

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EL TERRITORIO: OCUPACIÓN Y USO

El pasado prehispánico

El campo de la Batalla de Boyacá se inscribe en un territorio cuyas


características no son resultado solamente de su trayectoria geo-climáti-
ca sino sobre todo humana. De acuerdo con las investigaciones arqueoló-
gicas realizadas en el sitio histórico y en otros lugares del departamento,
se ha identificado la presencia de pobladores indígenas antes de la llega-
da de los españoles.

Por ejemplo, en las llamadas piedras de Barreiro1, formadas por seis


bloques erráticos de origen glaciar2, Virgilio Becerra (1985)3 descubrió

1 Punto donde fue capturado por las fuerzas patriotas el comandante de la Tercera División
del ejército realista Brigadier José María Barreiro. Conocidas también como “piedras
pintadas” por la presencia de pictografías indígenas, y “piedras de Pascasio Martínez”, en
memoria del soldado que capturó a dicho Brigadier.
2 Tomadas como prototipo de los abrigos rocosos existentes en el territorio Campo de la
Batalla de Boyacá y fuera de él. BECERRA, José Vicente, “El Campo de la Batalla de
Boyacá, desde su Arqueología y su Pasado Remoto: Presencia Humana Milenaria”, en: La
Segunda Batalla de Boyacá: entre la Identidad Nacional y la Destrucción de la Memoria,
Vol: I, (2015): p. 215.
3 Esta es la única investigación arqueológica que se ha efectuado en el sitio. Con motivo de
la construcción de la doble calzada de la carretera Bogotá-Tunja se hizo una prospección
restringida al área de afectación del Parque Histórico contratada por la empresa encargada
de hacer la obra en el año 2004: “En el sector comprendido entre las Piedras de Barreiro
y el predio ubicado entre la Carretera Central del norte, la desviación hacia Samacá y el
“Camino Real”, se realizaron cuatro pozos de sondeo y tres recolecciones superficiales en
terrenos de cultivo de estas, solamente la última, permitió recuperar abundante material
cerámico perteneciente a los períodos colonial y republicano; en este lote se encuentran
los vestigios de la antigua casa de postas”. Durante la construcción de la vía, el Plan de
Manejo Arqueológico exigido se limitó a un programa de “monitoreo” contratado por la
misma empresa cuyos resultados no se conocen. La remodelación del sitio histórico como
monumento nacional en 1919, 1940 y 1969, y el nuevo trazado de la carretera central del
norte en 1954 y 2015, sumado a su utilización durante un tiempo como zona de cultivo y la
arborización del lugar, desaparecieron los vestigios arqueológicos factiblemente existentes
y afectaron la topografía, principalmente donde fueron emplazados los monumentos, o se
hicieron otras construcciones y vías de acceso.

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la presencia de grupos agro-alfareros del período Herrera4 quienes las
utilizaron como abrigos rocosos con evidencias culturales que se remon-
tan al 210±60 a. C5. En el estrato III excavado en el talud de los bloques
erráticos, se encontró en un piso de “habitación” fragmentos cerámica
asociados con un fogón que contenía restos de madera carbonizada de
encenillo, que permitió su datación. Los fragmentos de cerámica corres-
ponden a tres tipos del complejo Herrera: Mosquera Roca Triturada,
Zipaquirá Rojo sobre Crema y Zipaquirá Desgrasante de Tiestos. El tipo
cerámico Mosquera Roca Triturada es, al parecer, el más difundido en
el Altiplano Cundiboyacense, habiéndose reportado para la fecha de la
excavación en más de 20 municipios, entre ellos en el área circunvecina
al Campo de Batalla de Boyacá, en los municipios de Samacá, Tunja (un
tipo similar) y Tibaná. El tipo Zipaquirá Rojo sobre Crema es decorado
y tenía una función posiblemente ceremonial, mientras el tipo Zipaquirá
Desgrasante de Tiestos está asociado con el procesamiento de aguasal6.
En el nivel III de la excavación, también se encontraron áreas de desecho
de instrumentos líticos tallados, restos de huesos de varios animales y
huellas de postes de alguna estructura posiblemente de protección. Los
instrumentos líticos se tallaron en lidita, limonita, porcelanita, pedernal
y arenisca, todos materiales locales, entre los que se encuentran raspa-
dores, perforadores, raederas, cuchillos, buriles, cuchillas, martillos y
núcleos, fragmentos tabulares y cantos rodados7.

Además de los sitios mencionados, la presencia de grupos agro-al-


fareros del período Herrera se han reportado en los municipios de Villa
de Leyva, Tuta, Sotaquirá, Duitama, Sogamoso, Iza, Jericó, Sátiva Norte,
Sátiva Sur, Soatá, Covarachía, Chita, Guicán, Chiscas y el Cocuy, lo que

4 El período Herrera se extiende desde I milenio a. C. hasta el siglo VIII d. C. caracterizado por
grandes convulsiones atmosféricas acompañadas de erupciones volcánicas desde el Nevado
del Ruiz en el departamento de Caldas que afectaron también al altiplano cundiboyacense.
Se construyeron sistemas hidráulicos para el manejo de las inundaciones del río Bogotá y
observatorios astronómicos en tierra (Madrid) o mediante estructuras líticas en Villa de Leiva,
además de templos dedicados al astro solar en Sogamoso. RODRÍGUEZ, J. V. “Arqueología
de la guerra de la Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819”, trabajo que forma parte de este
libro.
5 Obtenida por el método de datación de carbono 14 en el Laboratorio Beta Analitic 11133-
2± 60 a. P.
6 LLERAS PÉREZ, R. “Arqueología del Alto Valle de Tenza”. Boletín de Arqueología
Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales (1989): p. 33.
7 LLERAS PÉREZ, Op.cit., p. 33; p. 215.

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indica una particular dinámica de expansión e integración sociocultural
en el Altiplano Central, que involucra al territorio del Campo de la Bata-
lla de Boyacá. Los pobladores del período Herrera se establecieron tran-
sitoriamente en los abrigos rocosos y en pequeños poblados construidos
sobre terrazas fluviales, explotaron las fuentes de aguasal, tenían redes
de circulación económica, y utilizaban el oro y el cobre mediante el de-
sarrollo de técnicas de orfebrería.

Otros vestigios de la ocupación precolombina del sitio son 23 pa-


neles con “pictografías rupestres” registrados en 22 bloques erráticos
dispersos en el área, cuyos motivos y colorantes son muy similares a
los hallados en otros conjuntos rocosos del Altiplano Cundiboyacense.
Cuatro de ellas en las Piedras de Barreiro, cuatro en la margen izquierda
del río Teatinos en el sector de la Casa de Postas camino a Samacá, y 15 en
la jurisdicción en la vereda La Hoya del municipio de Tunja en cercanías
del Campo de la Batalla de Boyacá8. La abundancia de piedras pintadas
en esta área es compartida con la región del Alto Valle de Tenza9, lo que
constituye una de las características que diferencian esta área de regio-
nes vecinas10.

Becerra sostiene que las pinturas rupestres están asociadas con po-
bladores del período Herrera “gracias al hallazgo diferencial de vestigios
de pigmento de ocre en los estratos de la excavación”11; sin embargo, este
es un tema en el que aún los especialistas no están de acuerdo, debi-
do a que las pictografías también se han encontrado en las paredes de
abrigos rocosos del período pre cerámico y es usual encontrar en estos
sitios largas secuencias que cubren los períodos Herrera y Muisca12. El

8 La investigación se realizó en la vereda La Cabrera del municipio de Nuevo Colón, en


la hoya de los ríos Teatinos y Ventaquemada y en la vereda Pataguy del municipio de
Samacá; en total se registraron 51 pictografías. BECERRA, Op.cit., p. 215.
9 Esta región está conformada por los siguientes Municipios: Boyacá, Úmbita, Nuevo Colón,
Turmequé, Tabaná [Tibaná ], Jenesano, Ramifique [ Ramiriquí], Ciénaga y Viracachá.
10 Comprende la parte superior de la hoya del río Garagoa y sus afluentes, en la vertiente de
la Cordillera Oriental que tributa hacia los Llanos Orientales. LLERAS PÉREZ, Op.cit.,
pp. 17-36.
11 BECERRA, Op.cit., p. 221.
12 Por lo que se requiere: “acumular un mayor volumen de datos susceptible de evidencias
de análisis estadístico y excavar en inmediaciones de las piedras pintadas, con el objeto de
hallar elementos relacionados con la ejecución de las pinturas que puedan asociarse a pisos
de ocupación datables”. LLERAS PÉREZ, Op.cit., pp. 17-37.

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significado de las pictografías se desconoce, por lo que al respecto se han
propuesto algunas interpretaciones sin certeza, cuyas explicaciones no
son satisfactorias13, aunque “lo esencial reside en el hecho social en que
se insertó el gesto de representar algunos motivos”14.

También hay evidencia de la presencia de agricultores tardíos cono-


cidos como Muiscas, que poblaron el altiplano a partir del siglo VIII o IX
d.C., hasta la llegada de los españoles y el período colonial. En los taludes
de los abrigos rocosos del área se encontraron fragmentos de cerámica
pintada dispersa a nivel superficial15, con características tipológicas, téc-
nicas y decorativas de los recipientes propios de estas poblaciones16. A la
llegada de los españoles los Muiscas17 constituían el grupo étnico más
importante de los andes colombianos, habían alcanzado un grado de
centralización política mayor que el de otros grupos indígenas, median-
te la formación de cacicazgos o pueblos gobernados por caciques, entre
los cuales había diferencias de estatus, prestigio y poder, e integrados
por un grupo de “capitanías”, “parcialidades” o “partes” (en el lenguaje
de los españoles) dispersas, encabezados por capitanes que debían res-
peto a una autoridad común. Los caciques más fuertes sujetaban a otros
caciques por medio de vínculos de parentesco, relaciones de alianza o
guerra, formando unidades políticas mayores que se comportaban como
“confederaciones”.

El Campo de la Batalla de Boyacá estaba inscrito en el territorio de


la confederación del cacicazgo de Tunja como un lugar de paso, en el
extremo sur del altiplano donde se asentaba el cacique principal y se
fundó la ciudad hispana del mismo nombre. Lindaba al sur con el ca-

13 Se ha planteado que su elaboración podría haberse producido en contextos ceremoniales por


muy diversas razones, prácticas rituales u ofrendatorios, intensiones estéticas o necesidad
y vehículo de comunicación de saberes, mitos, creencias, relaciones cósmicas, etc. En esta
línea, Becerra dice que los dibujos “harían parte de rituales de carácter conmemorativo,
entronizatorio y sobre todo propiciatorio”, que se realizarían ceremonialmente en lugares
de “alto reconocimiento”, en los cuales se aglutinarían de manera paulatina, un compendio
de elementos significativos dentro de la vida y el pensamiento cosmológico de las
poblaciones indígenas. BECERRA, Op.cit., pp. 225-226.
14 Ibíd, p. 225.
15 Ibíd, p. 222.
16 Ibíd, p. 212.
17 CARL, L. Mercados, poblamiento e integración étnica entre los Muiscas (Bogotá: Banco
de la república, 1987), pp. 22-27.

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cicazgo de Boyacá; al suroeste, con el cacicazgo de Turmequé y al oeste
con el cacicazgo de Samacá, sujetos al cacicazgo de Tunja. Los cacicazgos
de Boyacá y Turmequé se ubicaban geográficamente en el Alto Valle de
Tenza (que se conoce actualmente como la Provincia de Márquez), que
comprende la parte superior de la hoya del río Garagoa y sus afluentes,
en la vertiente de la Cordillera Oriental que tributa hacia los Llanos del
Meta18. El cacicazgo de Samacá se ubicaba en el altiplano de Tunja (hoy
Provincia Centro), poblado en la zona conocida como El Valle o El Valle
de la Laguna, desde donde se accede por el páramo de Peña Negra y la
Cumbre hasta el Puente de Boyacá, Tunja y el Alto Valle de Tenza19.

En este contexto, el cacicazgo de Boyacá tenía ascendiente sobre el


sitio del Campo de la Batalla de Boyacá a través del poblamiento de una
capitanía en el lugar. De acuerdo con el testimonio de don Francisco, un
indio chontal de más de 50 años, cacique del repartimiento de Soracá,
encomendado al español Francisco Rodríguez, dentro de un pleito que
se ventiló en 1571 en la Real Audiencia de Santafé entre los cacique de
Boyacá (“Cisbaca”) y Tibaquirá por la capitanía llamada Tunjacipa, cuyo
capitán se llamaba Auria, este había nacido “antes que los cristianos vi-
niesen a esta tierra, en un pedazo de tierra que está / a mano derecha del
camino que va hacia Santafé, junto al río y puente que llaman de Boyacá
y se llamaba la tierra y pueblo de Gasacha”20.

18 El cacicazgo de Turmequé estaba en la región limítrofe con la confederación del Zipazgo


del sur: “primero en la jurisdicción de Tunja y frontero del Bogotá”. Los otros cacicazgos
del alto valle de Tenza eran: Icabuco, Viracachá, Ramiriquí, Tenza y Garagoa. Ibíd, p. 59.
19 BECERRA, Op.cit., pp. 211-212.
20 Extractos del pleito transcritos por el antropólogo Eduardo Londoño Laverde en su
trabajo de grado: ANC (AGN). Los cacicazgos muiscas a la llegada de los conquistadores
españoles: el caso del Zacazgo o Reino de Tunja, Fondo Caciques e Indios: 22, f. 449r
Apéndice A. 4 Documentos sobre el Zacazgo, (Bogotá: Universidad de los Andes, 1985),
pp. 267- 272.

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Organización político – administrativa

Con la conquista española del altiplano central, el Campo de la Ba-


talla de Boyacá hizo parte de la Provincia de Tunja del Nuevo Reino de
Granada21, creada en el norte del territorio Muisca como una nueva uni-
dad político-administrativa, organizada bajo la jurisdicción de la ciudad
del mismo nombre fundada en 1539 y del gobierno de un Corregidor y
Justicia Mayor, integrada inicialmente con el territorio de los cacicaz-
gos de tres confederaciones indígenas: Tunja, Tundama y Sugamuxi, y
los términos de los cacicazgos independientes asentados al oeste de la
ciudad.

A fines del siglo XVI, cuando la Corona española dispuso el reorde-


namiento territorial de la Provincia de Tunja22 en nueve corregimientos
de indios o “partidos”, el sitio del Campo de la Batalla de Boyacá quedó
incluido en la jurisdicción del corregimiento de Turmequé23 que agru-
paba, además del pueblo del mismo nombre como cabecera del corre-
gimiento, a los pueblos de Boyacá, Chiriví (hoy Nuevo Colón), Tibaná,
Lenguazaque y Guachetá24. La creación de los corregimientos de indios
tenía como propósito suprimir la mediación de los encomenderos en
la percepción del tributo de los indios de repartimiento y coordinar el
alquiler de su trabajo, a través del manejo administrativo y económico

21 Partiendo inicialmente del cacicazgo de Tunja y la integración de los términos de los


cacicazgos de Tundama y Sugamuxi, con sus respectivas confederaciones de cacicazgos, y
la agregación de los cacicazgos independientes situados al oeste de la ciudad, así como los
pueblos de Abasí, Socotá, y turca al noroeste. WIESNER GRACIA, L. E. Tunja, ciudad y
poder en el siglo XVII (Tunja: Búhos, 2008), p. 115.
22 En 1593 la provincia estaba ordenada en la ciudad hispana, La Villa de Leyva fundada en
1572 como una “colonia agrícola”, y los “pueblos de indios” creados a partir de 1559 según
los patrones de la vida municipal española, para concentrar o agregar progresivamente
la población de las parcialidades indígenas y de los repartimientos en encomienda.
COLMENARES, G. Historia Económica y Social de Colombia 1537 – 1719 (Medellín:
La Carreta,1975), pp. 31-49-64-68.
23 Los otros ocho corregimientos eran: Chita, Duitama, Sogamoso, Gámeza, Paipa, Sáchica,
Chivatá y Tenza.
24 La historiadora Marta Herrera sostiene que la reorganización de las provincias de Tunja
y Santafé en corregimientos en 1593 siguió a grandes rasgos el ordenamiento territorial
prehispánico. BONNETT VÉLEZ, D. Tierra y Comunidad: un problema irresuelto. El
caso del Altiplano Cundiboyacense (Virreinato de la Nueva Granada) 1750-1800 (Bogotá:
ICANH – Universidad de los Andes, 2002), p. 250., HERRERA ÁNGEL, M. Poder
Local, Población y Ordenamiento Territorial en la Nueva Granada - Siglo XVIII (Bogotá:
Archivo General de la Nación, 1996), p. 143.

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de los pueblos de indios mediante el nombramiento por la Corona de los
corregidores de naturales encargados de cumplir esta misión25.

El corregimiento de indios como unidad administrativa comprendía


no solamente a los pobladores indios sino a los vecinos con las tierras que
ocupaban26, cuyo número se incrementó en la segunda mitad del siglo
XVIII, cuando empezaron a parecer las parroquias de blancos y mes-
tizos en la provincia. El siete de noviembre de 1776 se creó la parroquia
de “Ventaquemada”27, segregándola de la cabecera del corregimiento de
Turmequé de la cual hacía parte, para atender las necesidades religiosas
de los vecinos que vivían a una considerable distancia de los pueblos de
Turmequé y Chocontá. La nueva parroquia se formó con los vecindarios
de Albarracín, Hato Grande (Ventaquemada), Puente de Piedra y Boyacá
(posiblemente el sector del Puente de Boyacá que hoy es una vereda mu-
nicipal). El 10 de diciembre de 1778 Don José María Campuzano y Lanz,
Corregidor y Justicia Mayor de Tunja, nombró un Juez Alcalde Pedáneo
de Ventaquemada, dependiente del Cabildo, Justicia y Regimiento de
Tunja28.

A comienzos del siglo XVIII la Provincia de Tunja, junto con las


demás provincias del Nuevo Reino de Granada, quedó incorporada en
el Virreinato de la Nueva Granada, una nueva estructura político-ad-
ministrativa creada por el Estado monárquico español para revitalizar
su dominio sobre los reinos de ultramar29, gobernada por un Virrey
investido de poderes superiores y compuesta territorialmente por los
distritos de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada y de la Real

25 COLMENARES, Op.cit., p. 165, HERRERA ÁNGEL, Op.cit., p. 36.


26 HERRERA Ángel, Op.cit., p. 34.
27 La parroquia fue propuesta por el Visitador Real Berdugo y Oquendo. En 1787 la iglesia
de la parroquia ya tenía cimientos. El pueblo de Chocontá era fronterizo al corregimiento
de Turmequé, pertenecía al corregimiento de Guatavita de la Provincia de Santafé.
BONNETT, Op.cit., p. 251, CORREA. Monografías de los pueblos de Boyacá (Tunja:
Academia Boyacense de Historia, 1987), pp. 134-136.
28 CORREA, Op.cit., p.136.
29 Mediante la centralización del poder real debilitado por las autonomías y fragmentaciones
provinciales, la reorganización del comercio exterior que estaba en manos de extranjeros,
el control del fraude al fisco real y el contrabando, y el fortalecimiento de la defensa costera
en el Atlántico en contra de los enemigos externos. MAFARLANE, A. Colombia antes de
la Independencia. Economía, sociedad y política bajo el dominio borbón. Bogotá: Banco
de la República (Bogotá: el Áncora ed., 1997), pp. 49-54.

45
Audiencia de Quito. El Virreinato fue establecido en 1719 y disuelto en
1723 por problemas financieros, restablecido en 1739 hasta 1810 cuando
lo disuelve el movimiento independentista, y restaurado en 1816 por la
reconquista española hasta 1819, cuando el ejército libertador logró la
independencia definitiva del Nuevo Reino de Granada en la Batalla del
[sitio conocido como] Puente de Boyacá, [actualmente sitio histórico del
campo de batalla de Boyacá].

A finales del siglo XVIII, la Provincia de Tunja era un “Corregimien-


to único —de carácter provincial no local o de indios— del distrito de
la Real Audiencia de Santafé” que provenía del rey30, que además del
corregimiento, estaba constituida por trece Gobiernos31. De la jurisdic-
ción del corregimiento se exceptuaban los de Sogamoso y Duitama que
pasaron a ser desde 1758 un corregimiento independiente pero dentro de
su territorio, que provenía el Rey con real titulo pero sin sueldo alguno.
El distrito o la [jurisdicción] de la provincia de Tunja contaba con cuatro
ciudades: Tunja, Muzo, Vélez y Pamplona, y tres villas: Socorro, La Villa
de Leiva y San Gil, y más de 200 poblaciones entre pueblos de indios y
parroquias de vecinos. En 1795 se segregó la ciudad de Vélez (excepto el
sitio del Santo Eccehomo y el pueblo de Saboyá) y las villas del Socorro y
San Gil, para formar el corregimiento del Socorro y así hacer más accesi-
ble la administración y el gobierno Real32.

En relación al movimiento independentista iniciado en 1810, “en


Plena Asamblea de los Representantes de toda la Provincia de Tunja, en
sesión continua desde el 21 de noviembre hasta el 9 de diciembre de 1811,
Año Segundo de la transformación política del Nuevo Reino de Grana-
da”, se sancionó la “Constitución de la República de Tunja”, mediante la
cual se “declara independiente de toda autoridad civil de España y de

30 De carácter provincial y distinto a los corregimientos de indios.


31 Santafé, Veragua y Alange, Panamá, Portovelo, Darién, Chocó, Neyba, Santiago de las
Atalayas, San Juan de Girón, Santa Martha y Río de El Hacha, Cartagena, Antioquia, y
Mariquita. Ibíd, p. 295. y SILVESTRE, F. Descripción del Reyno de Santa Fé de Bogotá
(escrita en 1789) (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1968), pp. 12, 26-60.
32 SILVESTRE, Op.cit., pp. 60-61; ROJAS, U. Corregidores y Justicias mayores de Tunja
y su provincia desde la fundación hasta 1817 (Tunja: Academia Boyacense de Historia,
1962), p. 609. y OCAMPO LÓPEZ, J. Historia del Pueblo Boyacense. De los orígenes
paeloindígenas y míticos a la culminación de la Independencia (Tunja: Instituto de Cultura
y Bellas artes de Boyaca, 1983), p. 70.

46
cualquiera otra nación”, suscrita en Acta por los representantes de las
Provincia Unidades de la Nueva Granada33. En 1814 la Provincia de Tunja
se organizó en cinco Departamentos: Oriental, Occidental, del Norte,
del Noreste y del Sur. Por su ubicación, el Campo de la Batalla de Boyacá
hizo parte del Departamento Occidental34 (actualmente provincias de
Centro y Márquez). Después del triunfo de la Batalla de Boyacá, con la
creación de la República de Colombia por la Constitución de Cúcuta de
1821, el territorio de la Nueva Granada se dividió en departamentos, los
departamentos en provincias, las provincias en cantones y los cantones
en parroquias; entonces se creó el departamento de Boyacá en lo que era
la provincia de Tunja.

Territorio y caminos

El territorio del Campo de Boyacá se encuentra a una altura de 2719


msnm; hace parte actualmente de los municipios de Tunja y Ventaque-
mada de la Provincia Centro. El río Teatino que sirve de frontera entre
ellos pertenece a la subcuenca del río Teatinos que pasa por los muni-
cipios de Samacá, Tunja y Ventaquemada, de la hoya hidrográfica que
desemboca al oriente en el río Orinoco. El río Teatinos nace en la estrella
fluvial que en la toponimia local se identifica como “Alto del Santuario” y
“Cuchilla del Degolladero”, en la parte norte del páramo de Gachaneque
(ubicado en los municipios de Villa Pinzón, Turmequé y Úmbita), cuyas
cimas alcanzan los 3500 msnm. Se forma geográficamente con la cañada
del río Teatinos que lo atraviesa de occidente a oriente en un poco más de
un kilómetro; y de un área que se extiende de norte a sur de unos dos y
medio kilómetros, terreno que, al nororiente, está flanqueado en la parte
más elevada por crestones (cuchillas) y pendientes fuertes que originan
el cerro El Tobal, que culmina en sus estribaciones en una planicie en
leve pendiente, y un relieve con ondulaciones redondeadas como parte
de anticlinales y sinclinales muy suaves, que se acentúan en dirección a
la cañada del río Teatinos.

33 “Constitución de la República de Tunja sancionada en plena Asamblea de los Representantes


de toda la Provincia” (1811). Academia Colombiana de jurisprudencia, Bogotá, 2011.
34 Integrado por Tunja, Sora, Samacá, Cucaita, Turmequé, Úmbita, Guachetá, Lenguazaque,
Hato Viejo, Ventaquemada, Chiriví, Boyacá, Tibaná, Ráquira, Viracachá, Soracá,
Siachoque, Toca, Chivatá, Oicatá, Cómbita, Motavita y la agregación de Iguaque.
CORREA, Op.cit., pp.138-139.

47
Al sur, unas cuchillas que vienen del páramo de Gachaneca limitan
el terreno por el occidente, que forman en sus estribaciones la loma de
Palo Blanco, y al suroriente la de la Caballería. Las orillas del río Teatinos
por este costado son mucho más altas y escarpadas que las del norte don-
de el río, aunque angosto, no da paso sino en pocos sitios, debido a que
en sus orillas el terreno se inclina notoriamente. El entorno del Campo
de Boyacá está irrigado por fuentes de agua menores que van a dar al
curso del río Teatinos: al noroccidente la quebrada de Pantano Verde
que desemboca en el río antes de que este llegue al campo de Boyacá, y
al norte la quebrada Las Perdices, que en la misma dirección desemboca
un poco más adelante en el río cuando este entra en el campo de Boyacá;
al sur, la quebrada Panamá que entra por el borde sur oriental del campo
de Boyacá y desemboca dentro de él en el río.

La localización estratégica del Campo de la Batalla de Boyacá y los


caminos de comunicación por medio de los cuales los ejércitos patriota y
realista llegaron hasta él en procura de la ruta de acceso a Santafé o para
evitar su paso, fueron determinantes después de la batalla del Pantano
de Vargas, Después del 25 de julio de 1819, mientras el ejército realista se
retiró derrotado del Pantano de Vargas al pueblo de Paipa y, posterior-
mente, al sitio de la Loma-bonita, en la confluencia de los caminos de
Tunja y El Socorro, en donde se parapetó previendo un ataque del ejército
patriota, este acampó al otro lado del río Sogamoso (Chicamocha), en
las goteras de Paipa. A partir de allí, al enterarse el general Bolívar de la
decisión del jefe realista José María Barreiro de llegar a Tunja para seguir
después a Santafé con el objetivo de unir fuerzas con el Virrey Juan de
Sámano y organizar un frente militar contra el ejército libertador, se lle-
vó acabo el desplazamiento de los ejércitos por dos caminos diferentes,
al no darse las condiciones propicias para un nuevo enfrentamiento, uno
proviniendo del nororiente y el otro del noroccidente, en relación a la
localización de la ciudad de Tunja. El ejército patriota partió subrepticia-
mente el 4 de agosto por el camino secundario de Toca, y al día siguiente,

48
al percatarse de ello, el ejército realista lo hace por el “camino principal
de Paipa”35.

La existencia de estos caminos, como muchos otros, se remonta a la


época prehispánica y a la superposición que sobre ellos hicieron los co-
lonizadores europeos, como rutas de dominación del territorio muisca.
Los caminos indígenas36 comunicaban a las distintas comunidades de
los cacicazgos, a otras comunidades étnicas y a los principales centros
ceremoniales, de intercambio económico y de poder37. Los españoles
utilizaron los caminos indígenas38 para comunicar a las ciudades que
fundaron en el Altiplano Central y sujetar a los pueblos de indios39 como
parte de una política de incorporación al dominio imperial del Nuevo
Reino de Granada en el siglo XVI, y para mantener y garantizar el tráfico
de personas, el intercambio económico y el abastecimiento mercantil de
las ciudades y las provincias.

35 Se refiere al “Boletín del Ejército Libertador de la Nueva Granada”, Carlos Soublette.


PEÑUELA, C. L. Álbum de Boyacá (Bogotá: Arboleda y Valencia, 1969), pp. 674-675
y PÉREZ GONZÁLEZ, M. L. Caminos reales de América en la legislación y en la
historia (Sevilla: Escuela de Estudios Americanos de Sevilla CSIC-Anuario de Estudios
Americanos, 2001), p. 49.
36 LANGEBAEK, C. “Los caminos aborígenes. Caminos, mercaderes y cacicazgos: circuitos
de comunicación antes de la invasión española en Colombia”, en: Caminos Reales de
Colombia. (Bogotá: Banco de la república, 1995), pp. 37-38.
37 Según el cronista Fray Pedro De Aguado, en tierra fría y en territorio muisca propiamente
dicho, los españoles se pusieron contentos “por los muchos caminos que se encontraron”.
El cronista Fray Pedro Simón menciona que desde las tierras altas salían caminos hacia el
piedemonte llanero, “caminillos” en Teusacá y en Simijaca, otro comunicaba el valle de
Guachetá con Súnuba y Somondoco, cerca de los llanos, eran muy pequeños y los indios
los utilizaban para “contratar unos con otros”. Otras referencias mantienen que había
“carreras” que comunicaban las aldeas muiscas con santuarios, es decir, que cumplían una
función estrictamente ceremonial, por ejemplo, en Guasca y Siecha. El cronista Juan de
Castellanos dice que: “(…) de cualquier cercado procedía/ una niveladísima carrera/ en
longitud de larga media legua/ y en latitud podía sin estorbo /ir caminando dos grandes
carretas”. DE CASTELLANOS, Juan. Elegías de Varones Ilustres de Indias (1522-1607),
p. 4888. https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=3458_3581_1
38 Ibíd, p. 38.
39 Se refiere a los caminos indígenas en el siglo XVI que atravesaban de unos pueblos a otros
(AGI. Santafé, Ramo N.º 10)

49
El camino de Toca40 era más largo y menos importante que el de
Paipa que era camino real41, pero aun así sería totalmente imprescindible
y tácticamente decisivo para que el ejército patriota al momento de salir
a Tunja llegara primero que el ejército del rey y tomara la ciudad42. Así
mismo, este hecho definirá las rutas que a partir de allí seguirán los dos
ejércitos hacia el campo de batalla de Boyacá, lugar de encuentro de ca-
minos y único paso hacia Santafé. Por otra parte, en Tunja se invertirá la
ruta de desplazamiento del ejército, el patriota avanzará hasta el puente
de Boyacá, situado a unos 14 kilómetros por el camino real a Santafé,
mientras el ejército realista lo hará por un camino secundario a partir
del pueblo de Motavita43, situado a legua y media al norte de Tunja44,
donde se desvió del camino real de Paipa al constatar que la ciudad ya
estaba ocupada por el ejército patriota45.

El 7 de agosto el ejército realista rodeó en horas de la mañana a Tunja


por detrás del Alto de San Lázaro, continuando por el camino del llano
del pueblo de Sora al occidente y luego hacia el sur hasta encontrar la bi-
furcación del camino viejo de Samacá, por el cual una avanzada del ejér-
cito continuó hasta dar a una pequeña planada en donde se encontraba
la Casa llamada de Teja46, que era utilizada desde la época colonial para

40 PEÑUELA, Op.cit., p. 674.


41 Su vigencia, así como la de otros caminos reales, se mantuvo hasta el siglo XIX mientras
subsistió el uso del tránsito a pie y a caballo o en mula. Los caminos reales podían ser
cortos o largos, pero eran igualmente imprescindibles, soportaban un tráfico fundamental.
Así mismo existían ramales y caminos secundarios surgidos a partir del camino real y de los
ramales de este último en cuanto su función seguía siendo la integración y consolidación
de nuevos territorios.
42 Llegar primero a la ciudad garantizaría el acceso a nuevos pertrechos, armas, bastimentos,
descanso de la tropa e incorporación de nuevos reclutas, factores fundamentales en el
terreno de las acciones militares.
43 Ibíd, p. 674.
44 Se refiere a “Boletín del Ejército Libertador de la Nueva Granada”, Carlos Soublette.
45 Se refiere a “Boletín del Ejército Libertador de la Nueva Granada”, Carlos Soublette. Ibíd,
pp. 674-675.
46 ROJAS, Op.cit., p. 72.

50
el servicio de postas y venta en que se atendía a los viajeros47, ubicada
en el cruce del camino de Samacá con el camino real de Tunja a Santafé,
el cual desembocaba por la parte baja de la vertiente oriental del cerro
del Tobal, por donde se desplazó el ejército patriota desde Tunja para
impedir el paso del ejército realista en el paso del puente de Boyacá sobre
el río Teatinos. En el período colonial el río era conocido como río Boyacá
y por lo tanto el puente recibía el mismo nombre. Desde muy temprano
el puente de Boyacá era el paso obligado más importante para ir de Tunja
a Santafé.

El camino real tenía como antecedente el antiguo camino muisca


y podría responder en algunas de sus partes a las llamadas “Carreras”,
nombre que aún utilizaban los españoles a fines del siglo XVI, y que
todavía encerraba para los indios un carácter sagrado. El padre jesuita
Antonio de Medrano, quien recorrió la región para establecer el grado
de cristianización de los indios, en la descripción que hizo del Nuevo
Reino de Granada en 1598, dice que había visto dos carreras, una de ellas
bastante larga, espaciosa y muy bien trazada en el pueblo de Boyacá, que
había muchas en otras partes y que eran utilizadas en los caminos reales
por los españoles:
la una es en un pueblo que se llama Boyacá en el cual se ve una
carrera desta de más de tres leguas de largo muy ancha y pareja y
lo más dello va por la ladera de una grande y áspera sierra que se
puede fácilmente juzgar a verse hecho milagrosamente según va
bien hecha (…) y otras muchas hay en otras partes deste reyno a
las cuales carreras tienen los indios desde aquellos tiempos tanta
veneración que hoy en día no caminan por ellas sino se apartan a

47 Su existencia era antigua. En la Ley I del 13 de mayo de 1538 del rey Carlos I, recogida
en el Libro IV, Título XVIII de la Recopilación de Leyes de indias de 1680, se dispuso
que las justicias hicieran dar a los caminantes “los bastimentos y recaudos necesarios”,
y que hubieran aranceles “para que en las posadas, mesones y ventas se den a los
caminantes bastimentos y recaudo necesario, pagándolo por su justo precio, y que no se
les hagan extorciones ni malos tratamientos, y todos tengan arancel de los precios justos,
acomodados al trajín y comercio”. En 1564 el Cabildo de Tunja ordenó que: “por el bien
común” hubiera “aposentos” en todos los caminos “pasajero y reales” de la comarca, que
debían hacerse conforme era la costumbre, y poniendo de presente que fueran como los
que había en los caminos que iban a Santafé, Vélez y Pamplona. Así mismo, se mandó
“a los indios de los repartimientos de “tales aposentos” que llevaran de ordinario leña y
yerba y comida para venderlos a “los caminantes poniéndoles apremio para ello, para que
los caminos estuvieran provistos y cada caminante hallara por sus dineros lo que hubiera
menester.

51
los lados por otras sendas aunque vaya por las carreras48 el camino
real para los españoles49.

De acuerdo con la historiadora María Luisa Pérez, el camino real era


para los españoles un concepto más complejo que el hecho físico. “Por
la importancia de la ruta, por su seguridad y para protección de los que
la abren y trajinan se denomina Real”. En este sentido, el camino y su
denominación dan importancia al territorio por el que pasa, dentro de la
configuración general del imperio español en América50.

En 1544 el Cabildo de Tunja ordenó que el camino real de Tunja


hacia Santafé y Vélez fuera una ruta fija e inviolable, para acabar con los
desmanes que cometían los españoles que se salían de él para asaltar en
los caminos secundarios de los pueblos a los indios, a hombres y mujeres,
haciéndoles “muchos malos tratamientos”. Así mismo, dispuso que el
camino real fuera por las ventas de Turmequé (posiblemente Ventaque-
mada), Chocontá y Guasca a Santafé y que no pudiera ser abandonado
sin licencia de la Justicia51.

La relación del sitio del Puente de Boyacá con los indios del reparti-
miento de Boyacá se mantuvo en el siglo XVI a través de la jurisdicción
que tenía el Cabildo de Tunja sobre su territorio y la provincia para or-
denar la construcción y el mantenimiento de los caminos y puentes. El
26 de marzo de 1547 proveyó que se notificara a los responsables de los
repartimientos de indios que les tocaba por su vecindad, que en veinti-
dós días arreglaran los “puentes de los caminos de esta ciudad a Santafé”
porque estaban “desbaratados y perdidos”, y “los caminos y los dichos
puentes” que había alrededor de 10 leguas de la ciudad, bajo la amenaza

48 Medrano vio la otra “carrera” en Bogotá: “que tendrá legua y medio de larga y menos de
un tiro de piedra de ancha tan pareja y derecha como si se hubiere hecho a cordel”, y afirma
que “destas ay muchas más en la provincia de Sogamoso”.
49 FRANCIS, J. M. Documento. “Descripción del Nuevo Reino de Granada (1598).
(Introducción y transcripción)”, en; Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2003, p. 347.
50 PÉREZ GONZÁLEZ, Op.cit., pp. 49-50, 52.
51 ARB. Cabildo de la Ciudad de Tunja. Libro Segundo. Acta del cabildo celebrado el 22 de
agosto de 1544, f.
28r Archivos Volumen 1 Número 1. Academia Colombiana de Historia, Bogotá Enero-
junio 1967, pp. 68-69.

52
de incurrir en el pago de 20 pesos de multa en caso de desacato52. Con
esta disposición del Cabildo se inicia la reconstrucción y el mejoramien-
to de los caminos indígenas y los puentes de paso a la manera de los
españoles.

Posteriormente, en una nueva ordenanza del Cabildo, expedida el


8 de julio de 1551, para arreglar el camino desde Tunja a Turmequé, se
dispuso que el tramo “hasta el río que llaman de Boyacá”53 lo debía hacer
el encomendero del repartimiento de Boyacá54 Diego de Partearroyo55,
en compañía del regidor56 perpetuo de la ciudad Hernán Suárez de Vi-
llalobos57, diputado para el efecto por el Cabildo. Y desde el río hasta los
aposentos de Turmequé Gaspar Rodríguez, quien tenía encomendado el
repartimiento de Turmequé. En relación con el río Boyacá se calculó que
estaba a legua y media de Tunja, entrando en ello el dicho río, que sería la

52 ARB. FLC. Acta del Cabildo de Tunja del 26 de marzo de 1547, f. 121r, 122r.
53 ARB. FLC. Acta del Cabildo de Tunja de 8 de julio de 1551, f. 172 r.
54 AVELLANEDA NAVAS, J. I. La jornada de Jerónimo Lebrón al Nuevo reino de Granada
(Bogotá: Banco de la República, 1993), pp. 183-184.
55 Diego de Partearroyo era vecino de Tunja, llegó al Nuevo Reino de Granada con la
expedición de Jerónimo Lebrón en 1540. Fue Alcalde Ordinario de la ciudad en 1555 y
1573. Recibió en 1543 del Gobernador de Santa Marta Alonso Luis de Lugo en encomienda
del repartimiento de indios de Boyacá, que antes había sido del conquistador Domingo de
Aguirre soldado de la expedición de Jiménez de Quesada, la encomienda le fue ratificada
en 1547 por el gobernador Miguel Diez de Armendáriz. Boyacá era una encomienda
grande pues en 1562 tenía 650 indios. Hizo testamento en 1583. Su hijo mestizo Miguel
López de Partearroyo nacido en Tunja le sucedió en la encomienda.
56 ROJAS, Op.cit.,; COLMENARES, Op.cit., p. 173 y Corradine, M. Fundadores de Tunja
(Tunja: Academia Boyacense de Historia, 2008), p. 105.
57 Hernán Suárez de Villalobos entró al Nuevo Reino de Granada con la expedición del
gobernador de Santa Marta Alonso Luis de Lugo en 1542. Magdalena Corradine dice que
llegó con la expedición de Lebrón en 1540, pero en el estudio biográfico de José Ignacio
Avellaneda, de los conquistadores de la Jornada no figura. Entre 1544 y 1546 fue Tesorero
del Nuevo Reino. En 1545 obtuvo el título de Regidor perpetuo del Cabildo de Tunja. En
1571 se desempeñó como Visitador General de la Provincia de Tunja. De fines de 1569
hasta agosto de 1572 fue Corregidor y Justicia Mayor de las ciudades de Tunja y Vélez, y la
provincia de Río de Oro. El 12 de junio de 1572 fundo La Villa de Leiva, comisionado por
el presidente Venero de Leiva, junto con Miguel Sánchez Alcalde Ordinario de Tunja, y los
regidores perpetuos Francisco Rodríguez y Diego Montañez. En 1574 ejerció nuevamente
el cargo de Corregidor por cinco meses, con el título de Teniente de Gobernador, Capitán y
Justicia Mayor de las ciudades de Tunja y Vélez, y de Río de Oro y la Provincia de Guane
y minas y rancherías de ellas y sus términos y jurisdicciones. Falleció en 1578. ARB. FLC.
Legajo 2, 3. Revista Archivos. Cabildos de la Ciudad de Tunja. Academia Colombiana de
Historia, Bogotá, Libro Segundo. Volumen 1, año 1967, Números 1 y 2. Volumen 2, año
1968 – 1970, Número 3. Año 1972, Número 5.

53
longitud que tenía el camino real. Los arreglos consistían principalmen-
te en construir un puente permanente y suficiente sobre el río y reparar
el camino en los arroyos y los malos pasos.
un puente por donde se pueda pasar gente y caballos que sea
buena y duradera y desde el dicho río hasta esta ciudad en todos
los ar(ro)yos y malos pasos aderecen el dicho camino haciendo
puentes, en los ar(r)oyos que fuere menester. Y aderezando los
dichos pasos, haciendo principalmente el puente del dicho río, por
la necesidad que de ella lo hagan dentro de quince días primeros
siguientes, so pena de veinte castellanos a cada uno aplicados a la
manera susodicha, y con cargo a su costa se mandará hacer y corre
los dichos quince días, desde el día que se notificare este auto58.

Inicialmente, el puente de Boyacá se fabricó de “materiales y made-


ra”, de acuerdo con la notificación del Cabildo el 13 de septiembre del
mismo año, a las personas que tenían a cargo su construcción, que los
debían traer y tener “prestos” conforme a lo que se establecía cada año y
[ordenado] al repartimiento59. Sin embargo, quince años después se in-
formó el 2 de diciembre de 1566, que el puente de Boyacá estaba tan malo
que no se podía pasar, a pesar de que era muy necesario para el servicio
y que estaba en el camino real de Tunja a Santafé. Entonces el Cabildo
convino que se hiciera en piedra y ladrillo, y de los demás materiales que
conviniera para que fuera perpetuo y porque era muy necesario para el
servicio de los indios, porque cuando se salía el río de madre se llevaba
el puente, como había sucedido muchas veces, “por ser como es de palos
e tierra”, y en ello se ahogaban muchos indios. Para sufragar los gastos
de acuerdo con derecho, el costo se repartió entre los vecinos estantes y
habitantes de la ciudad60.

En febrero de 1556 el Cabildo ordenó que se aderezara el camino de


Tunja a Turmequé y desde allí hasta Chocontá, a Diego de Partearroyo y
Hernando de Rojas y en noviembre del mismo año, el camino de Tunja
a Santafé, a los encomenderos y los indios que tenían que ver con él,
incluyendo los puentes, los pantanos y las inundaciones del camino:

58 Acta del Cabildo de Tunja de 8 de julio de 1551.


59 ARB. Legajo 410, f. 177r-v
60 ARB. Legajo 420 (3), f. 379-380, 280-382.

54
Paredes Calderón, Paredes Calbo, Miguel Sánchez, Jun de
Quincoces, Andrés Ayala, con los indos de repartimiento: desde
la casa de Pedro Corredor (…) hasta el serrallo que está antes de
asomar el río de Boyacá donde está un pantano (…) los puentes que
fueren menester, adobar los pantanos y echar agua por donde quede
el camino enjuto (…),; desde allí ha de comenzar el repartimiento
de Boyacá y hacer el camino hasta donde el negro Salazar el cual
dicho repartimiento de Diego de Partearroyo y desde allí (…) los
indios del capitán Suárez y de Hernando de Rojas regidores hasta
el puente junto a las ventas de Turmequé (…)61.

Así mismo, en la ordenanza del Cabildo se mandó que los indios de


los pueblos de Guachetá y Lenguazaque, que estaban ubicados a más de
diez leguas de Tunja, trajeran dos palos de 45 pies de largo 12.5 metros
aproximadamente para el puente de Boyacá. Y en enero de 1557 otro palo
de 40 pies o más, con el mismo fin los caciques y los indios de Guachetá,
Lenguazaque, Samacá, Ciénaga y Sotaquirá, que no fueran de “roble o
colorado o palo rezio”62

La construcción y el mantenimiento de los caminos y los puentes


para el desenvolvimiento económico, social y político de la provincia de
Tunja, era inexcusable como en los reinos de Castilla, de acuerdo con
las ordenanzas establecidas en las Partidas del rey Alfonso X el Sabio
en el siglo XIII, vertidas en la legislación Indiana63, pechando por ello a
cargo de los beneficiados al no poder cubrirse con las rentas del común
o con las ayudas reales, incluía construir y mantener los puentes, las
calzadas y arreglar los malos pasos, por ser de interés general o público
y de la Corona, en aquellos que resultaban vitales. El 16 de agosto de
1563 el rey Felipe II promulgó la Ley I, según la cual se debían hacer y
reparar los puentes y caminos a costa de los que recibieran beneficio:
“… y hallando que conviene alguna de estas obras para el comercio, hagan
tassar el costo y repartimiento entre los que recibieren el beneficio y
más provecho…”. Y la Ley VII por la cual los indios debían contribuir a la
“fábrica de puentes, siendo necesarias e inexcusables”64.

61 ARB. C, 1556, 11 de noviembre, 137. en: Porras 2006, pp. 83-84.


62 ARB. C, 1556, 7 de enero, 147v. en: Porras 2006, p. 84.
63 PÉREZ, Op.cit., p. 36.
64 Recopilación de Leyes de indias de 1680, Libro IV: Título XVI, Ley I, y Título XV, Ley
VII.

55
A comienzos del siglo XVI hay un puente de Boyacá terminado y he-
cho de materiales más durables como era el deseo del Cabildo, que será
el puente en el que se libraría una parte de los combates que culminaron
con la victoria del ejército patriota y la derrota del ejército realista en la
Batalla de Boyacá. En la descripción de Tunja de 1610, el corregidor de la
ciudad informa al rey Felipe III el Piadoso, que existe “un río que llaman
de Boyacá, por pasar por un pueblo de este nombre” a la parte del ponien-
te de la ciudad, de muy buena agua, por el cual se pasa para ir de Tunja a
la de Santafé, que “tienen una buena puente de pontones de cal y piedra,
y encima vigas grandes, y sobre ella está echada tierra y empedrada”65.

LA CAMPAÑA LIBERTADORA DE 1819

Para 1810 se hace evidente la inconformidad de los neogranadinos


con las autoridades peninsulares y virreinales, creándose así las juntas de
gobierno en las ciudades de Santafé, Cartagena, Cali, Pamplona, Socorro
y Tunja, y firmándose el 27 de noviembre de 1811 el acta de Confederación
de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, en donde cada provincia
redactó su propia constitución. Simón Bolívar para los años de 1813 y
1814 llevó a cabo su campaña en Venezuela, la cual fue apoyada por los
neogranadinos, principalmente por el congreso de las provincias unidas,
aun así, para 1815 la idea de liberar América del yugo español era una qui-
mera debido a que todas las probabilidades estaban a favor de España.
Entre 1815 y 1819 la Nueva Granada recibió el impacto de la reconquista
española, haciéndose cargo de ella Pablo Morillo al instaurar el “régimen
del terror”, situación de extrema violencia que motivó el sentimiento de
independencia y libertad66.

El 15 de febrero de 1819 se inició el congreso de Angostura en Ve-


nezuela, el discurso allí proclamado por Simón Bolívar fue una pieza
importante para lograr la emancipación sudamericana, estando a favor
de la democracia como garantía de la libertad republicana, condición que
iría en contra de la tiranía. Bolívar escogió la Nueva Granada como obje-
tivo, debido a que el ejército realista al parecer no era lo suficientemente

65 (Descripción de la ciudad de Tunja, sacada de las informaciones hechas por la justicia de


aquella ciudad en treinta de mayo de mil seiscientos diez años, 1983).
66 OCAMPO, J. La Campaña Libertadora de 1819 y las Batallas del Pantano de Vargas y
Boyacá (Tunja: Gobernación de Boyacá, 2014), pp. 12-16.

56
fuerte y la inconformidad con el dominio español estaba en crecimiento;
tanto la ola de ejecuciones como el alza de impuestos fueron dos de las
principales medidas para el descontento popular67. Con el importante
apoyo de Santander, Bolívar planeó y ejecutó una campaña que proba-
blemente fue su mayor logro militar; a la cabeza de un ejército mixto de
neogranadinos, venezolanos y un grupo de voluntarios europeos, cruzó
los llanos en épocas de lluvia y escaló los Andes por caminos que alcan-
zaban hasta 4.000 metros de altura68.

Imagen 1. Campaña Libertadora.


Fuente: http://clasessociales2012.blogspot.com.co/2012/05/mapas-de-la-
ruta-libertadora-para-el.html (consultado el 29 de marzo de 2017)

La campaña libertadora culminó con la Batalla del Puente de Boyacá


e hizo parte del proceso de emancipación de nuestro país. En esta guerra
se enfrentaron los patriotas, partidarios de la independencia absoluta,
llevando como meta el delineamiento de un nuevo Estado nacional, como
organización de las instituciones democráticas y republicanas; contra
los realistas, defensores de la monarquía española y de las instituciones
coloniales.

67 EARLE, R. España y la independencia de Colombia, 1810-1825 (Bogotá: Universidad de


los Andes – Banco de la República, 2014), p. 171.
68 BUSHNELL, D. Colombia, una nación a pesar de sí misma (Bogotá: Planeta, 2007),
pp. 80-81.

57
Recuento histórico

La campaña libertadora inició el 23 de mayo 1819 en una choza arrui-


nada en la Aldea de Setenta a orillas del río Apure, decidiéndose allí la
invasión de la Nueva Granada69. El 27 de mayo del mismo año el ejército
patriota emprendió su marcha desde Mantecal en Venezuela, con una
tropa de 1.331 soldados; el 3 de julio llegaron a Guadualito después de ha-
ber recorrido aproximadamente 255 kilómetros y el 4 de julio entraron
a Arauca y luego a la Provincia de Casanare. Posteriormente, entre los
días 6 y 11 de junio hicieron el recorrido hasta el pueblo de Tame, donde
se consolidó el Estado Mayor del Ejército Libertador, reuniéndose las
tropas venezolanas y neogranadinas70; el 22 de junio llegaron a Poré y
el 23 a Nunchía, avanzando hasta Morcote el 27 del mismo mes71. En las
inmediaciones de Paya el 27 de junio se dio el primer enfrentamiento
logrando la victoria, hecho que llenó de confianza y levantó la moral del
ejército patriota.

Imagen 2. El ejército libertador en los Llanos. Jesús María Zamora.


Fuente: http://www.colarte.com/colarte/foto.asp?idfoto=282054
(consultado el 29 de marzo de 2017)

69 O´LEARY, Daniel Florencio, Cartas del Libertador. Memorias del general O´Leary
(Caracas: Impr. y litografía del Gobierno Nacional, 1888), pp. 200-233.
70 GROOT, J. M. Historia Eclesiástica y civil de Nueva Granada, Tomo, IV (Bogotá: Casa
Editorial de m. Rivas y compañía, 1893), p. 6.
71 OCAMPO, La Campaña Libertadora de 1819 y las Batallas del Pantano de Vargas y
Boyacá, Op.cit., p. 16.

58
La marcha republicana desde los llanos hacia las montañas de los
Andes puso a las tropas de Bolívar en una situación extrema, pues debie-
ron asumir incontables sufrimientos, pasando del calor de los llanos, que
estaban inundados, al frío del páramo. Entre el 2 y el 6 de julio atravesaron
el páramo de Pisba, ruta que, como parte de su estrategia militar, trajo
enfermedades a la tropa y la muerte a algunos de los soldados y caballos,
siendo esta la parte más difícil de la marcha, lo que hacía que avanzar
fuera un proceso lento y desagradable. No obstante, Bolívar consiguió
que unos 2.000 hombres atravesaran las montañas. En la medida que este
ejército avanzaba, las noticias se difundieron entre las guerrillas repu-
blicanas a lo largo de las provincias de El Socorro, Pamplona y Tunja72.
Finalmente, llegaron a Socha por provisiones.

Imagen 3. Paso del ejército libertador por el páramo de Pisba.


Fuente: Francisco Antonio Cano. http://www.unicamp.br/chaa/
conf_yobenj.php (consultado el 29 de marzo de 2017)

El siguiente combate fue en Gámeza el 11 de julio, de donde los


patriotas salieron hacia Tasco, luego tomaron la ruta Betéitiva, Cerinza
y Belén hasta llegar a Bonza, en inmediaciones de Paipa donde Bolívar
reorganizó su ejército. Para el 25 de julio se llevó a cabo la Batalla del

72 EARLE, Op.cit., p. 172.

59
Pantano de Vargas considerada como la más sangrienta de la Campaña73
y la que facilitó el triunfo definitivo del ejército patriota, en la Batalla de
Boyacá el 7 de agosto, la cual terminó por consolidar la confianza de los
patriotas a pesar de los álgidos momentos sufridos por las tropas.

Desde el 26 de julio hasta el 2 de agosto, días de escaramuzas y tiro-


teos, los dos ejércitos permanecieron cerca; los patriotas en Corrales de
Bonza y Duitama y los realistas en los Molinos de Bonza y Paipa. Después
del enfrentamiento en Pantano de Vargas las tropas se reorganizaron,
los realistas al mando de Barreiro eran aproximadamente 3.070 hombres
de ellos 400 de caballería, 2300 de infantería, 20 de artillería y 350 de
caballería. Bolívar comandaba un ejército de cerca de 2.350 infantes y
500 soldados de caballería. Para el 28 de julio Bolívar decretó que todos
los hombres entre los 15 y 40 años debían obligatoriamente enfilarse en
el ejército patriota; además se recibieron como refuerzos las guerrillas
que operaban en Socorro y Tunja. Luego, los patriotas se tomaron Tunja
considerando que este era un punto estratégico74, el cual permitiría tener
vigilado al enemigo en su intento de unirse con las tropas del virrey Juan
Sámano en la capital del virreinato75. Durante los primeros 6 días de
agosto no hubo ningún enfrentamiento.

Días previos a la Batalla de Boyacá

El 4 de agosto hacia el mediodía, el ejército libertador simulaba di-


rigirse hacia Bonza, alejándose del ejército realista que se encontraba en
Paipa; y en horas de la noche regresó discretamente a Paipa y se dirigió
hacia el puente del Salitre, para luego marchar a Tunja por el camino de
Toca. En la mañana del 5 de agosto Barreiro se dio cuenta de la ubicación
patriota y su distancia con Santafé, por lo que pensó en recuperar su línea

73 En los diferentes combates, especialmente en la Batalla del Pantano de Vargas, una de las
mayores fortalezas del ejército patriota fue su caballería, porque mientras que la infantería
debía equiparse en el extranjero a causa de la fabricación de buenos fusiles, la caballería
podría armarse en el país sin necesidad más que el vestuario, lo que conllevó a consolidarse
de manera autónoma.
74 RIAÑO, C. La Campaña libertadora de 1819 (Bogotá: Editorial Andes, 1969), p. 52.
75 José María Barreiro se dirigió a Juan Sámano el 6 de abril de 1819, reportándole la
deserción de la mayoría de los indios, y al poco tiempo los demás siguieron su ejemplo,
generándose una disminución de las fuerzas realistas, a tal punto que tuvo que dirigirse
hacia Santafé.

60
de comunicaciones con la capital del virreinato, mientras que el ejército
patriota ocupó alrededor de las 11 de la mañana la ciudad de Tunja e hizo
prisioneros a los pocos soldados de la guarnición, pues el gobernador de
Tunja había salido para el cuartel general de Barreiro con el 3er. Batallón
de Numancia y una brigada de artillería. Ante la ocupación de Tunja, el
coronel patriota Manuel Antonio López sostuvo que:
La ocupación de Tunja nos puso en posesión de 600 fusiles, un
almacén de vestuarios con que se vistieron los soldados más
desnudos, paño para construir otros, los hospitales, botiquines,
maestranza y cuanto poseía el enemigo. Sus habitantes, llenos de
entusiasmo por la libertad, no sabían cómo manifestar su gratitud
al ejército; todo lo facilitaban con la mayor presteza y actividad, y
varios se enrolaron en sus filas76.

Según algunos relatos históricos, mientras el ejército patriota se


recuperaban en Tunja de la marcha desde Paipa, Bolívar envió a un espía
amigo del coronel español Juan Loño con provisiones, y con el rumor de
que este permanecería en Tunja dos semanas esperando la caballería de
Juan Nepomuceno Moreno, y resolviendo asuntos de gobierno; por lo que
Barreiro mencionó: “que Bolívar siga en Tunja que yo mañana marcho
hacia Santafé”77.

El 6 de agosto el ejército realista a las once y treinta de la mañana lle-


gó al puente de Motavita, desde donde hizo el reconocimiento de Tunja y
observó que el ejército patriota permanecía en dicha ciudad y mantenía
un cuerpo de infantería en el alto de San Lázaro, lugar que dominaba
la ciudad78. Alrededor de las tres de la tarde se presentó una guerrilla
patriota compuesta por unos 40 a 50 caballos la cual tuvo un corto rato
de tiroteo79. O’Leary afirma que estos destacamentos de caballería ha-

76 LÓPEZ, M. A. Recuerdos históricos del coronel ayudante del estadio mayor del general
libertador. Colombia y Perú 1819 – 1826 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1955), pp. 14-17.
77 PRIETO, E. Apuntamientos sobre la Campaña de 1819. Repertorio Boyacense, 633-670,
p. 77.
78 Al citar a Friede implícitamente se está referenciando las versiones de los realistas Juan
Loño y Sebastián Díaz. FRIEDE, J. La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través
de los archivos españoles (Bogotá: Banco de la República – Talleres gráficos, 1969), pp.
115-122, 158-169.
79 Ibíd, pp. 115-122, 158-169.

61
bían seguido el movimiento del enemigo, provocando a la retaguardia y
logrando hacer prisioneros a los rezagados80.

LA BATALLA DE BOYACÁ

Territorio81, estrategia y táctica

El ejército patriota partió de Tunja para sorprender al ejército


realista, tomando el camino real que conducía a Santafé; al descenderlo
visualizaron a su derecha la falda de una serranía y hacia su izquierda
el valle del río Chulo, hasta el Alto del Moral. Dicho camino tenía una
anchura de cuatro metros e iba sobre tierra negra y arcilla, allí las tropas
podían fácilmente marchar con frente de cuatro hombres, los cuales re-
corrieron aproximadamente 16 kilómetros en un tiempo promedio de 4
horas hasta las inmediaciones del Puente de Boyacá.

El ejército realista tomó el camino de Motavita descendiendo 3 kiló-


metros hasta el cruce de los caminos Sora-Tunja-Motavita; luego, desvió
a la izquierda por el sendero que conducía al Puente de Boyacá encon-
trándose con el camino que llevaba a Samacá, para posteriormente des-
cender hasta la ladera derecha del cerro El Tobal y así encontrar la Casa
de Teja cerca del camino real. En cuanto a las condiciones del trayecto,
la tropa tuvo que marchar alrededor de 21 kilómetros por un sendero
angosto que presentaba varios obstáculos producidos por zanjones, que
interrumpían la marcha regular y casi impedían la de los jinetes. Los
soldados apenas podían pasar con sus piezas de artillería, las cuales en
los obstáculos era preciso llevarlas a brazo.

El descenso por el camino de Samacá hacia el puente estaba ampara-


do por la misma serranía que protegía el camino real, caminos que atra-
vesaban el campo de batalla. El primero, que hacia el occidente llegaba a
Motavita y al norte a Samacá, y el segundo, conducía a Santafé pasando
por el Puente de Boyacá y antes de llegar a este desviaba hacia el noreste
a la Casa de Teja82. Por lo anterior, es pertinente anotar que la estrategia
militar de cada uno de los comandantes de los ejércitos patriota y rea-

80 O’LEARY, Op.cit., pp. 200-233.


81 Ver numeral 1.3 Territorio y caminos.
82 RIAÑO, Op.cit., p. 266.

62
lista estuvo establecida, en parte, teniendo en cuenta la ubicación de los
caminos y la toma de los mismos.

Los realistas querían evitar ser vistos por el enemigo, siendo esta la
misma intención de los patriotas, pero con la diferencia que los segundos
buscaban el factor sorpresa para el momento del ataque. Geográficamen-
te el cerro El Tobal al encontrarse en el camino real le permitió a la tropa
patriota, por un lado, no ser visible ante el contrincante y estar también
cubierto por la serranía que los separaba y, por otro, le permitió tener la
posición adecuada para observar y atacar a los realistas.

Imagen 4. Rutas de llegada de los ejércitos del rey y libertador


al Campo de Boyacá el 7 de agosto de 1819.
Fuente: Rafael Granados. Historia de Colombia. La Independencia
y la República. 7 ed. Medellín: Bedout, 1959, p. 164.

Su relieve montañoso, en su mayoría de vegetación media y en


sus cimas vegetación rastrera, le hacía apto para el desempeño de las
guerrillas; las alturas y las cañadas profundas le permitían a la infantería
maniobrar y limitar en menor medida a la caballería, y ser de su protección
contra armas de corto alcance y artillería de esa época, ya que su empleo
se hacía en tiro directo desde las crestas, pues sin ser estriada esta no

63
contaba con gran precisión, y sus métodos de tiro no permitían batir
ángulos muertos83.

Se considera que dentro de los principales obstáculos del terreno se


encontraban las lomas de la izquierda del camino de Samacá, que vienen
a formar como una valla o caballón en relación con el resto del campo.
Además, el movimiento para todas las armas, fácil en el sector norte,
se ve dificultado por los zanjones profundos que se presentaban en el
río Teatinos hacia el sur84. Paralelamente, el historiador militar Camilo
Riaño llega a la conclusión que el terreno favorece una acción defensiva
sobre los cerros del sureste para un ataque del norte o, teniendo como
obstáculo delantero el río Teatinos, de ataques en cualquier dirección85.
Igualmente, si se tiene en cuenta el factor climático, que para los meses
de agosto presentaba una densa niebla que se extendía sobre el valle, no
permitía ver al enemigo a pocos metros. Estos aspectos, junto a la esti-
mación de la situación, la ubicación del enemigo y el grado de dificultad
del terreno, permitieron controlar la victoria86.

Los hechos importantes desde el comienzo de la Batalla que per-


mitieron el dominio patriota fueron: primero, el apoyo inmediato de la
vanguardia a su descubierta; segundo, la iniciativa en la táctica contra
los realistas y, finalmente, impedir que el grueso del ejército realista se
uniera a su vanguardia. En consecuencia, a los realistas les hizo falta un
constante servicio de exploración hacia los patriotas y apoyo del grueso
del ejército a su vanguardia, permitiendo demasiada distancia entre sus
dos fuerzas. Es indudable que esta separación se dio, además, por un obs-
táculo decisivo del terreno, siendo el río Teatinos una de las principales
causas de su fracaso, pues los patriotas pudieron atacar a cada uno de los
grupos manteniendo el contacto entre sus unidades, que se encontraban
todas en la margen izquierda del río, a diferencia de las españolas que
habían perdido el contacto.

83 IBÁÑEZ, J. R. La Campaña Libertadora de la Nueva Granada de 1819 (Bogotá: Editorial


Panamericana, 1998), p. 95.
84 Escuela Militar de Cadetes. Historia Militar (Bogotá: Fuerzas Militares, 1976), p. 171.
85 RIAÑO, Op.cit., p. 268.
86 TZU, S. El Arte de la Guerra (Bogotá: Editorial Panamericana, 2003), p. 176.

64
La imprecisión y los constantes fallos del armamento, así como la
mora en recargar el arma, en segundo término, el rápido y desordenado
desplazamiento en guerrilla del ejército libertador que, alejándose de la
táctica normal de combate, no presentó una batalla frontal en columna
cerrada, propia de las técnicas de combate imperantes en los ejércitos
europeos, generando como consecuencia, que los individuos de la tropa
de infantería presentaran un blanco pequeño móvil y escurridizo.

La Batalla de Boyacá según sus protagonistas constó de dos com-


bates simultáneos, uno dado por las vanguardias a uno y otro lado del
puente y el otro con el grueso de las tropas en inmediaciones de la Casa
de Teja y sobre las colinas circundantes a esta. El ejército realista, por
un error de estrategia, quedó con sus tropas separadas por el cañón que
forma el río Teatinos, no pudiendo proporcionarse apoyo recíproco, con
el que sí contaban las fuerzas patriotas.

También, el triunfo del ejército patriota es atribuido en gran parte a


la estrategia militar de Bolívar en relación al factor sorpresa, al constante
seguimiento y espionaje del movimiento de los españoles, a la rapidez
e intensidad del ataque y a las tácticas de engaño al hacer circular la
decisión de permanecer por quince días en Tunja, con el fin de descansar
y organizar sus tropas y esperar otras del Casanare, dando a entender
que no tenía la intención de ir al combate, y así producir determinados
efectos y acciones en las tropas enemigas87. Sumado al triunfo, el ejército
realista manejaba cierta confianza al tener una aparente desidia, apatía
o subestimación de las capacidades patriotas, aunque Barreiro ya había
recibido pruebas constantes de la astucia maniobrera del libertador y del
arrojo de sus tropas en los combates de Gámeza, Tópaga y Vargas.

Asimismo, otro de los aspectos importantes en la victoria fue el


estado de ánimo de cada uno de los ejércitos. Por un lado, se consideró
que los realistas se encontraban moralmente decaídos, pues Barreiro
meses previos a la batalla expresó que su descontento ejército no de-
mostraba ninguna lealtad con la corona, ni manifestaba compromiso con
él88, afirmando así que sus soldados no tenían deseo alguno de combate;

87 PEÑUELA, C. L. Albúm de Boyacá (Bogotá: Casa Editorial de Arboleda y Valencia,


1919), p. 323.
88 LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.

65
mientras que el ejército patriota, al ser recibido en Tunja con gran júbilo
por los habitantes de la ciudad89 y por las batallas ya libradas y ganadas,
tenían la moral en alto y gran convicción en su accionar.

Relatos de la Batalla

Mientras que los patriotas Carlos Soublette y Daniel O’Leary sos-


tuvieron que en la mañana del 7 de agosto Bolívar, al divisar las tropas
enemigas que marchaban por el camino que parte de Tunja a Samacá, dio
la orden a su ejército que tenía formado en la plaza de Tunja de ir por el
camino principal hacia el lugar a donde el enemigo se dirigía, con la in-
tención de interponerse entre este y Santafé, y forzarlo a dar la batalla90.
Por su parte, los realistas Sebastián Díaz y Juan Loño afirmaron que al
amanecer del mismo día se vio que la tropa patriota no había variado la
posición sobre Tunja, y que la división realista se puso en marcha entre
las 3 y 4 de la madrugada, dirigiéndose por el páramo en dirección a la
espalda de la sierra de Tunja, llegando a las inmediaciones del Puente de
Boyacá que se hallaba situado sobre el camino real91.

Alrededor de las dos de la tarde las tropas patriota y realista se


encontraron en las inmediaciones del puente92. La vanguardia del ejér-
cito realista desde la Casa de Teja, situada en la falda de la altura que
dominaba el puente, divisó una guerrilla de caballería patriota que se
encontraba en la cumbre del cerro El Tobal93 sin llegar a descubrir el
resto de la tropa, la cual iba marchando a la sombra del cerro que la
ocultaba; creyendo así que solo se trataba de un cuerpo de observación,
mientras que el grueso del ejército realista, una fuerza de alrededor de
3.000 hombres, se ubicaba a un cuarto de legua del puente luego de des-
cender la cuesta94.

89 O’LEARY, Op.cit., pp. 200-233.


90 SOUBLETTE, C. “Boletín del Ejército Libertador de Nueva Granada. Estado Mayor
General en Ventaquemada, 8 de agosto de 1819”. Boletín de Historia y Antigüedades,
(1977): p. 1.; O’LEARY, Op.cit., pp. 128, 220.
91 FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122, 158-169.
92 LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.
93 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122.
94 LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.; SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.

66
La vanguardia realista oyó algunos tiros a su izquierda, situación
que dio a entender que había presencia patriota en el cerro El Tobal95,
razón por la cual, la vanguardia enemiga envió a un grupo de cazadores
en persecución a la descubierta, donde se presentó la infantería patriota
formada en columna y una compañía de tiradores comandados por el
coronel Joaquín París. Una vez descubiertos por los cazadores realistas,
París se enfrentó a ellos obligándolos a retirarse precipitadamente hasta
el paredón de la Casa de Teja donde los acribilló, mientras que el resto de
la infantería atacaba la vanguardia realista96.

Unas versiones afirman que al verse atacada la vanguardia realista


por todas las fuerzas enemigas, Barreiro le ordenó al jefe de vanguardia,
el coronel Francisco Jiménez, replegarse en la Casa de Teja; al primer
batallón del rey a adherirse a dicha vanguardia; logrando el batallón
del Tambo, Flanqueadores de Dragones y los Cazadores, junto con su
comandante el coronel Jiménez descender hacia el sur, pasar el puente y
tomar posición de ataque; al grueso del ejército que venía en desfilada,
a formarse en columna cerrada situándose en una pequeña altura; y, por
último, a los cuerpos segundos de Numancia, reserva y artillería a tomar
posición, ubicando la artillería entre la segunda columna y la reserva de
frente a El Tobal97. Otras versiones declaran que fue el general Anzoáte-
gui quien obligó al grueso del ejército a correrse en columna sobre una
altura, con tres piezas de artillería al centro y dos cuerpos de caballería a
los costados, a esperar el ataque que se había investido y, a la vez, atacar a
un batallón que el enemigo había desplegado en guerrilla en una cañada,
para que hiciera fuego diagonal sobre la infantería patriota98.

La vanguardia realista tomó posición en la zona sur del campo, al


otro lado del puente, presentándose dos combates en simultánea en los
lados norte y sur del campo. Mientras el ataque se hizo general, los bata-
llones Rifles y compañía Inglesa aprovecharon para cerrarle el camino al
grueso del ejército realista, quienes intentaron con un movimiento por
su derecha dirigirse al puente para unirse a su vanguardia y sin lograr su

95 FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122, 158-169.


96 SOUBLETTE, Op.cit.,p. 1.; LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.; FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122,
158-169.
97 FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122, 158-169.
98 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.

67
cometido, decidieron retomar su posición en una pequeña altura99. Entre
esta altura y El Tobal los batallones primero de Barcelona y Bravos de
Páez junto con el escuadrón de caballería de Llano Arriba atacaron por el
centro; el batallón de línea de Nueva Granada y los guías de retaguardia
se unieron al batallón Cazadores atacando por la izquierda de la línea de
batalla, quedando en reserva las unidades de Tunja y El Socorro100.

Imagen 5. Plano topográfico del campo en que tuvo lugar


la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819).
Fuente: Bogotá: Talleres del Estado Mayor General http://babel.
banrepcultural.org/cdm/singleitem/collection/p17054coll13/
id/326/rec/18 (consultado el 29 de marzo de 2017)

99 LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.


100 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.

68
Barreiro, manteniéndose en la zona norte, envió al batallón del
Rey para responder al ataque patriota, pero al ver el número de bajas,
envío la segunda de Numancia la cual fue atacada por la derecha con
dos escuadrones de la caballería patriota en fuerza de 300 hombres, y
por el centro con una columna de 600 infantes. Dicha caballería luego
atacó a la 3ra. y 5ta. compañía del escuadrón de Dragones de Granada y
a la artillería, los cuales llegaron por izquierda y por derecha de la 2da.
columna de Numancia, enviados a resistir por Barreiro, intentando así,
poner en fuga a los patriotas101, Anzoátegui se enfrentó con la infantería
española, a quienes envolvió con sus lanceros su ala derecha y les tomó
la artillería que el batallón Rifles había atacado de frente, por lo cual
se desordenaron las columnas y cedió la infantería enemiga102, situación
que algunos oficiales realistas no pudieron manejar, surgiendo así una
dispersión de la tropa y la fuga de una fracción de la caballería realista
que, acuchillada, ejecutó principalmente a los combatientes que alcan-
zaban. Que perseguida por la caballería de los patriotas, era acuchillada
o lanceada, siendo alcanzados algunos de sus oficiales103.

A causa de las descargas de los fusiles los realistas no pudieron ve-


rificar la posición de sus demás columnas, por lo que una columna de
Cazadores y el batallón del Tambo aprovecharon y pasaron el puente en
compañía de los flanqueadores de dragones, a las órdenes de Jiménez,
se formaron en combate quedando separada la Batalla en dos frentes,
dando así Bolívar la orden a Santander para forzar el puente104. Uno de
los cazadores al mando de Santander se dirigió río abajo en busca del be-
bedero cercano a un molino hidráulico, donde el río se anchaba bastante
y su fuerza tormentosa disminuía, logrando luego pasar el regimiento
de casi 120 hombres al mando de Rondón para atacar por retaguardia105.
Mientras que Santander pasó el puente con los cazadores, el batallón de
1ra. línea y los guías de retaguardia completaron la batalla106.

101 FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122; 158-169.


102 O’LEARY, Op.cit., pp. 200-233.
103 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.
104 O’LEARY, Op.cit., pp. 200-233.; SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.
105 PRIETO, Op.cit., pp. 77-122.
106 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.

69
La caballería acabó de poner en desorden al enemigo, a tal suerte
que Barreiro, aunque hizo el esfuerzo, no logró restablecer el combate y
perdió su posición. Todo el ejército después de sufrir una gran mortan-
dad rindió sus armas, se dividió en pelotones y se entregó prisionero107.
A su vez Jiménez, quien estaba en combate con la división de Santander,
al observar el desconcierto del mando del general español retrocedió y
la derrota se hizo general108, quedando el ejército realista en poder del
ejército libertador. La batalla finalizó alrededor de las cuatro de la tar-
de. Casi todos los comandantes y mayores de los cuerpos, multitud de
subalternos y más de 1600 soldados, armamento, municiones, banderas,
artillería, caballería, cajas y bagaje quedaron en poder del vencedor109.

Antes de decidirse la acción huyeron alrededor de 50 hombres, en-


tre ellos algunos jefes y oficiales de caballería. Los generales Santander
y Bolívar110 con la Vanguardia y los guías de retaguardia siguieron en
persecución a los soldados dispersos hasta Ventaquemada111. Hacia las
cinco de la tarde el soldado del batallón primero de Rifles, Pedro Pasca-
sio Martínez, tomó prisionero al general Barreiro, quien se encontraba
oculto en unos barrancos cerca del río112. Otras versiones agregan que el
general estaba en compañía de otro oficial que fue acribillado a manos
del Negro José, quien al parecer acompañaba al soldado Martínez113. Fi-
nalmente, en cuanto al número de bajas, la versión de López señaló que
la pérdida del ejército libertador consistió en 30 muertos y 67 heridos114,
mientras Soublette afirmó que fue de 13 muertos y 53 heridos115.

107 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122, 158-169.


108 O’LEARY, Op.cit., pp. 200-233.
109 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.; FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122, 158-169.
110 O’LEARY, Op.cit., pp. 200-233.
111 FRIEDE, Op.cit., p. 115-122, 158-169.
112 PEÑUELA, 1919, Op.cit., p. 335.
113 OCAMPO, La Campaña Libertadora de 1819 y las Batallas del Pantano de Vargas y
Boyacá, Op.cit., p. 87.
114 LÓPEZ, Op.cit., pp. 14-17.
115 SOUBLETTE, Op.cit., p. 1.

70
Consecuencias de la Batalla

Más del 90 por ciento de los hombres de la tropa realista fueron


capturados, asesinados o desertaron usando como excusa la derrota,
no siendo una sorpresa, ya que muchos de los hombres de Barreiro eran
americanos. Con pocas excepciones los sobrevivientes terminaron en el
ejército patriota; no está claro cuántos se unieron por voluntad propia
y cuántos se rindieron, ya que siguiendo las prácticas usuales, los sol-
dados realistas capturados se incorporaban inmediatamente al ejército
opuesto116.

Después de la victoria no había mucho que hacer para detener la


avanzada realista hacia Santafé, pues la capital se encontraba a menos
de 120 kilómetros del lugar de la batalla. Por lo tanto, fue esencial para
los realistas advertirle al virrey Sámano acerca del inminente ataque
tan pronto como fuera posible. La información llegó a Santafé al día si-
guiente, debido a esto, el virrey decidió abandonar la capital y esa misma
noche organizó su partida. A las nueve de la noche, Sámano le escribió a
Morillo que pretendía ir a Popayán, pero de hecho se dirigió en dirección
opuesta hacia Cartagena. Partió a las seis de la mañana del día siguiente,
el 9 de agosto, disfrazado con una ruana verde y un gran sombrero, según
se informa, dejando atrás prácticamente todas sus pertenencias y pape-
les117. La Audiencia también huyó a Cartagena en busca de su seguridad,
pero los años de sus malas relaciones con Sámano se vieron reflejados, en
que el virrey les informó de la invasión solo unas horas antes de su parti-
da, dejando a los oidores poco tiempo para preparar su propia retirada118.

Simultáneamente, el resto de la Nueva Granada cayó rápidamente en


manos de las columnas patriotas que se esparcían por todo el territorio
desde la capital (Socorro, Pamplona, Riohacha, Ocaña, Mompox, Popa-
yán, Valle del Cauca, entre otros). Las provincias de Tunja, Socorro, Pam-
plona, Neiva, Mariquita, Antioquia y buena parte de Popayán quedaron
libres del mandato español. Por los pueblos por donde pasaba Bolívar
nombraba autoridades civiles y militares favorables a la causa patriota,

116 EARLE, Op.cit., pp. 176-177.


117 FRIEDE, Op.cit., pp. 115-122, 158-169.
118 RIAÑO, Op.cit., p. 287.

71
debilitando cada vez más el poder español en las diferentes provincias.
A su vez, nombró al general Santander “El hombre de las leyes”, su mano
derecha en todo este proceso emancipador como vicepresidente, quien
organizó el gobierno republicano, independiente y democrático. Pa-
ralelamente, a medida que el ejército patriota avanzaba iba liberando
provincias, con la excepción del sur de Colombia donde sus pobladores
sentían un espíritu realista, obligando a Bolívar a realizar la campaña
del Sur.

Y aunque la liberación del continente no se dio inmediatamente, la


victoria de la Batalla del Puente de Boyacá significó por un lado, el co-
mienzo del fin del gobierno español sobre sus colonias americanas, y por
el otro, el reconocimiento de su emancipación por parte de las potencias
europeas y Estados Unidos, pero aún más importante y determinante,
el germen para la creación de nuevas naciones: Venezuela, Ecuador, Perú
y Bolivia (y más tarde Panamá) con los triunfos de las Batallas de Cara-
bobo, Pichincha, Junín y Ayacucho generando el mito creador de nación,
un momento donde se unen toda una amalgama de razas e intereses para
terminar con el yugo español.

Para concluir, la Batalla de Boyacá del 7 de agosto de 1819 tiene de


entrada una consecuencia contundente: el derrumbe del régimen mo-
nárquico en la Nueva Granada, la cual implicó directamente en la cons-
trucción de república. La ruptura al ser evidente e irreversible estuvo
orientada a una serie de cambios institucionales, sociales y económicos,
y el más relevante, la conciencia de los actores de fundar una sociedad
nueva, una política nueva, la expresión de un nuevo pueblo soberano. Es
por ello que triunfó una nueva legitimidad, la soberanía del pueblo, la
cual fue materializada en la Constitución de Cúcuta de 1821.

LA CONSOLIDACIÓN DEL SITIO


HISTÓRICO: LÍNEA DE TIEMPO

En este capítulo se reconoce la transformación que ha tenido el


Campo de la Batalla de Boyacá desde el día de la victoria del ejército pa-
triota sobre el ejército realista hasta hoy, como un espacio que posee una
topografía, unas características ambientales y unos rasgos paisajísticos
distintivos, que, al ser utilizado como teatro de operaciones y escenario
de los combates, adquiere una originalidad y significado especial.

72
Para establecer la consolidación del campo de batalla como un sitio
histórico, es necesario entrelazar su reconocimiento como un lugar de la
memoria nacional y de fundación de la República, la construcción de mo-
numentos conmemorativos y las ideas políticas del Estado colombiano,
que en su proceso de formación sirve como marco general para periodizar
el proceso. La consolidación del sitio histórico se desenvuelve mediante
disposiciones legales y proyectos, avances materiales visibles y silencios
(que igualmente deben ser leídos), la necesidad de construcción de la
memoria colectiva e interpretaciones político-sociales de sus gestores.
Las fases o etapas de consolidación son las siguientes:

De la victoria de Boyacá a la Gran Colombia: la


fundación del campo de batalla: 1819 -1830

En este período no se construye ningún monumento, pero después


de la batalla el campo se convierte en un lugar de la memoria histórica y
política de la fundación de la República. Dos hechos de orden simbólico
marcan esta trascendencia: uno, el Decreto que expide el Libertador el 8
de agosto de 1819 en Ventaquemada, en el que expresa su “deseo que se
erijan los “trofeos o monumentos” y de “recompensar los bravos cuerpos
del ejército”, llevando como emblema el nombre de la Batalla de Boyacá.
Otro, el diseño en 1825 de un obelisco que se proyecta siendo vicepre-
sidente de la Gran Colombia el general Francisco de Paula Santander,
sobre la base del modelo de una columna conmemorativa, que debía
erigirse en el campo de batalla.

Estos dos hechos indican que el campo de batalla ya gravita en la


época, en la memoria de sus autores y en el imaginario nacional. Poste-
riormente no se tiene noticia de proyectos similares. La causa se puede
encontrar en el estado de desintegración en el que entra la Gran Colom-
bia en el último lustro de existencia, por la actitud separatista de Vene-
zuela y al aceptar el Libertador la presidencia vitalicia, que ocasiona en
su contra la llamada Conspiración Septembrina en 1828, que involucró al
general Santander y trae la desunión de la República.

73
La República de la Nueva Granada: las primeras
representaciones del paisaje, 1831-1877

Después de 1828, durante un poco más de medio siglo, tampoco


hubo proyectos ni se construyeron monumentos, y el campo de batalla
cae en el olvido. Quizás, la causa principal sea la continuación de los
enfrentamientos entre bolivarianos y santanderistas119. Aunque en me-
dio de esta situación, vuelven algunos reconocimientos al Libertador en
Bogotá120, en el gobierno del presidente Tomás Cipriano de Mosquera
(1845-1849)121, partidario de Bolívar por su padre y personalmente122.
En esta fase, la función política de las representaciones simbólicas está
entre el auto reconocimiento y las disputas ideológicas generadas por las
diferencias partidarias123.

No obstante, en el olvido del campo de batalla en este período, es


importante tomar en cuenta que a mediados del siglo XIX viajeros ilus-
trados, pintores y cartógrafos, como Manuel Ancízar, Carmelo Fernán-
dez y A.Slom124 se sienten atraídos por su pasado y reconocen su valor
histórico.

Mientras Ancízar denota el silencio, la ruina y la ausencia total de


cualquier evidencia conmemorativa, reconoce al mismo tiempo la exis-
tencia de vestigios in situ, ruinas tocadas por el tiempo y cuasi monu-
mentos, como la Casa de Teja de Boyacá, envejecida y “llena de recuerdos

119 Aun después de la muerte de Bolívar en 1830 y de Santander en 1840.


120 El 20 de julio de 1846 se inauguró la primera estatua pedestre en el mundo, concebida para
un espacio privado, que fue donada en 1845 por José París, amigo de Bolívar, al Congreso
de la Nueva Granada. Por disposición de la Ley 6 de 1846 se instaló el 20 de julio en la
Plaza de la Constitución o Plaza Mayor, que pasó a llamarse Plaza de Bolívar.
121 PRADO-ARELLANO, L. E., y PRADO-VALENCIA, D. F, “La familia Mosquera y
Arboleda y el proyecto bolivariano (1821-1830)”, en: Élites y familia en Popayán, 1810-
1830, Proyecto de investigación. (Bogota: Memoria y Sociedad, 2010), p. 55-69.
122 El general Mosquera encargó el primer busto de Bolívar en 1831, un año después de su
muerte y otro vestido de civil en 1836.
123 La instalación de la estatua en la plaza pública, aun 16 años después de la muerte de Bolívar,
fue recibida con hostilidad por las diferencias ideológicas vigentes entre bolivarianos y
santanderistas. Cuenta Cordobés Moure, en su libro sobre las Reminiscencias de Santafé
y Bogotá, publicado en 1899, que se debió “impedir que lo derribaran los frenéticos anti
bolivarianos.
124 Miembros de la Comisión Corográfica, encargada de levantar e ilustrar el mapa de la
República y de todas sus provincias.

74
interesantes, y, por decirlo así (dice Ancízar), santificada desde el 7 de
agosto de 1819”. Así mismo, valora el sitio del antiguo puente de Boyacá
ya desaparecido y el nuevo puente, que se construye para sustituir al
anterior, que está aun “razo y sin concluir”, pero que se concibe con el
mismo significado conmemorativo que el puente original, ya que en sus
“pilastras se tenía la idea de inscribir los nombres de los libertadores”125.

Otra mirada es la de Fernández y Slom, que se centran en el pai-


saje natural y humano del campo en 1851126. El primero a través de una
pintura en acuarela y el segundo de un grabado, que informan de una
vegetación rala o baja y poco tupida, que deja al campo abierto y a la vista
de todos. Así como un puente raso, en calicanto, un arco de medio punto
y sin barandas (¿el puente nuevo de Ancízar?); el camino real de Santafé
a Tunja, algunas casas, el paso del río Boyacá bajo el puente, el cañón del
río dominado por el cerro del Tobal y grandes piedras127 esparcidas por
las lomas128.

Después de Ancízar y de los artista y cartógrafos continúa el silen-


cio sobre el campo de batalla, mientras se desatan las guerras civiles de
1851, 1854, 1860-1862 y 1876-1877, a causa de las divergencias partidistas
respecto al desarrollo económico, las libertades sociales y políticas, la se-
paración de la iglesia y el Estado, la libertad de cultos y de educación, la
participación electoral, el ejercicio del poder, la administración pública
y el gobierno, que se confrontaban bajo las tesis federalista o centralista.

125 ANCÍZAR, M. Peregrinación de Alpha. Por las provincias del Norte de la Nueva Granada,
en 1850-51 (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956).
126 Slom hizo el grabado a partir de un dibujo inédito de Agustín Codazzi, prestado por José
María Vergara, cuñado de Ancízar. Fue publicado en 1895 por Jacques Elisèe Reclus, en
su Nouvelle Geographie Universelle: la terre et les hommes, Volumen XVIII, editada en
París por Hachette. Al parecer Fernández utilizó el grabado de Slom como modelo, dada
la coincidencia de los diferentes elementos y el mayor detalle y la nitidez cartográfica del
dibujo.
127 MARTÍNEZ, Abel., CASCANTE, Andrés. “La memoria de tanto inmortal. El campo de
Boyacá 1819-2015”, en: La segunda Batalla de Boyacá. Entre la identidad Nacional y la
destrucción de la memoria, comp. GUERRERO, Javier., WIESNER, Luis (Tunja: UPTC,
2015).
128 El paisaje natural podría ser el mismo que en 1819. En 1907, todavía se divisaba un
panorama similar al de las ilustraciones de 1851, en el suroeste del campo, de acuerdo con
la fotografía tomada por el arqueólogo y viajero estadounidense Hiran Bingham.

75
De los Estados Soberanos a la integración Nacional:
la “monumentalización” del sitio histórico

El interés por el campo de batalla revive en la fase final de la existen-


cia de los Estados Unidos de Colombia bajo el régimen del federalismo
radical129, por iniciativa del gobierno del Estado Soberano de Boyacá y
continúa durante el periodo siguiente, llamado de la “Regeneración” o de
consolidación nacional (1886-1829), cuyo proyecto130 político y cultural,
centralista y unitario, se establece definitivamente después de la guerra
civil de 1884-1885131, con la Constitución de 1886132 hasta el fin de la lla-
mada hegemonía conservadora en 1929.

En este periodo la actividad conmemorativa de la independencia y


de sus héroes es intensa, no solamente en Colombia sino en toda América
Latina. Marca una etapa monumental en la que se realizaron, en su ma-
yoría, panteones y monumentos, así como textos de literatura e historia
patria y la virtualización de las fiestas patrióticas como expresión de “la
consolidación de los discursos nacionales que estuvieron en juego a lo
largo del siglo desde las Independencias”133.

El legado de la Batalla de Boyacá se revive mediante la revaloración


del sitio histórico, a lo largo de un proceso que pasa por dos etapas de

129 Período 1863-1886, en el cual la República se organizó en nueve Estados Soberanos con
el nombre de Estado Unidos de Colombia. Los Estados Soberanos tenían una amplia
autonomía y una legislación propia, cada Estado estaba gobernado por un presidente y se
elegía un presidente central de los Estados de la Unión, con un poder débil y un periodo de
dos años sin posibilidad de reelección.
130 VANEGAS CARRASCO, C., “Mario Lombardi: una alternativa escultórica italiana en
la cantera colombiana de Balsillas”, en: Tránsitos, apropiaciones y marginalidades del
arte público de América Latina (Santiago de Chile: III Seminario Internacional sobre Arte
Público en Latinoamérica, 2013), p. 130.
131 Esta guerra se inicia en 1884 por los liberales radicales de los Estados Soberanos
inconformes con la política del presidente Rafael Núñez (1880-1882, 1884-1886) en contra
de las medidas adoptadas desde 1878 como: la prohibición de la masonería, la restricción
de libertades de asociación y opinión y el control de la enseñanza por la iglesia.
132 Centralista y pro hispanista, y se sella en 1887 con la firma del Concordato con el Vaticano.
133 Las décadas entre 1860 y 1920. Aquí se trata de la periodización adoptada por la historiadora
Carolina Vanegas Carrasco (2011), de José Emilio Burucúa y Fabián Alejandro Campagne
para el Cono Sur, “para pensar los procesos desarrollados en la mayor parte de países
de Latinoamérica, y particularmente en Colombia, respecto a los conjuntos simbólicos
asociados al surgimiento y consolidación de las naciones americanas”.

76
monumentalización, separadas por la guerra de los Mil Días (1899-
1902)134, conectadas por el discurso de unidad nacional, paz, reconci-
liación nacional, orden y progreso, a fin de superar la destrucción y el
atraso que dejan las guerras civiles y particularmente la última, con la
cual se inaugura el siglo XX.

En la primera etapa, el presidente del Estado Soberano de Boyacá


José Eusebio Otálora, decreta el 4 de mayo de 1878 que se levante un mo-
numento artístico, de carácter nacional, diseñado por el ingeniero cuba-
no Basilio Angueyra en forma de obelisco, “puesto que está destinado
a conmemorar el hecho más grande de la guerra de Independencia”,
que va a transformar la condición del campo de batalla como sitio fun-
dacional de la República imaginado y olvidado durante cerca de 60 años,
en un sitio histórico signado como un lugar de la memoria colectiva y en
referente político e ideológico de la identidad nacional, en beneficio del
presente y el porvenir, no solamente local sino latinoamericano135.

Aquí es necesario tener en cuenta los diferentes decretos136, actos


conmemorativos y decisiones administrativas y financieras que se suce-
den en el periodo, que revelan las ideas involucradas y la gestión estatal
y de los funcionarios e instituciones a nivel nacional y regional, así como
los cambios progresivos del lugar y las modificaciones que se introdu-
cen en el diseño original de algunos monumentos como el obelisco137,
inaugurado simbólicamente con la colocación de la primera piedra, en
medio de una gran celebración pública por parte del Estado Soberano de
Boyacá. Mientras su construcción se inició hasta 1881 cuando se levanta

134 Iniciada por la negativa del gobierno conservador de reformar la Constitución de 1886.
135 Considerando que era conveniente rememorar la conquista de la Independencia como un
bien inapreciable, de la fundación de nacionalidades republicanas de América Latina, la
formación de una identidad social, el conocimiento de la historia patria y el avivamiento de
su “recuerdo” entre la población, con el propósito de conservar el recuerdo como un hecho
notable en los anales de nuestra historia, perpetuarlo en la memoria de las generaciones,
estimular el sentimiento social y transmitir la memoria de los que han sido sus autores. Al
respecto véase el Considerando del Decreto 313 de 1878.
136 Particularmente el Decreto Ordinario Nº 454 de 1886, por el cual el presidente Rafael
Núñez declara el 7 de agosto como fiesta nacional.
137 En el cual se suprime la estatua de la Libertad que coronaba el diseño original y se remata
con una pequeña pirámide. Otros elementos dispuestos en el Decreto que igualmente no se
construyen son la reja para encerrar el obelisco ni los cuatro bustos de los patriotas, pero sí
se agrega una pequeña escalinata central que no se menciona en el Decreto.

77
la base y los dos primeros cuerpos138, se suspende durante 15 años, cuan-
do se termina por decisión del gobernador del Departamento de Boyacá
Salvador Franco.

En la segunda etapa, el campo de batalla se consolida definitiva-


mente como sitio histórico en 1919 con la celebración del Centenario
de la Batalla de Boyacá, durante el gobierno del presidente Marco Fidel
Suárez (1918-1921), suceso registrado gráficamente por la prensa de la
época. Como novedad se completa el significado alegórico del obelis-
co, individualizando a los héroes principales de la guerra139, con la co-
locación de los bustos de los generales Bolívar, Santander, Soublette y
O`Leary, previstos en el decreto de 1878, excepto el último que sustituye
a Anzoátegui.

Así mismo, aparece el tema del puente sobre el río Boyacá que va
a convertirse en centro de atención monumental, cuyas transformacio-
nes aun no son claras, pero que con su pequeño tamaño simboliza en
el campo de batalla las estrategias exitosas de la Campaña Libertadora
en el camino obligado de Tunja a Santafé. El puente que había el 7 de
agosto de 1919 se reconstruye y se modifica ese mismo día por soldados
del batallón Guardia Presidencial en presencia del primer mandatario
Marco Fidel Suárez. Se sustituyen los durmientes de madera atravesados
sobre el río, soportados en los extremos por muros o bases de piedra, y se
agregan unas barandas o pasamanos a los lados140.

En este sentido resalta el papel que cumple para la consolidación


del sitio histórico la celebración nacional del centenario en 1919, con la
presencia del presidente de la República, ministros, jerarcas eclesiásti-
cos, personalidades, cuerpos militares, representantes del magisterio y
cerca de mil personas. Igualmente, los actos conmemorativos como la
representación de la Batalla de Boyacá, el juramento a la bandera, las
alocuciones o discursos y la ceremonia eclesiástica. Por último, la pre-

138 CAICEDO, J., “Monumento del Puente de Boyacá”, Anales de Ingeniería XII. (enero-
febrero, 1899).
139 Agregando a los nombres inscritos en él, junto con el de los jefes de los batallones, el de los
cuerpos de infantería y caballería, y el de otros personajes incluyendo significativamente el
de los benefactores del obelisco.
140 16 de agosto de 1819, El Gráfico, p. 280.

78
sencia de un área descubierta de vegetación al frente del obelisco, y de
unos bohíos de madera y paja, en donde se ubica una buena parte de los
asistentes y los cuerpos militares, y se escenifican los actos de la conme-
moración. Finalmente, la consolidación del sitio histórico repercute en
el sector de la educación local. La Asamblea del Departamento de Boyacá
aprueba una Ordenanza el 5 de junio de 1918, por el cual destina una
suma de dinero para la construcción de un local para una escuela en el
campo de la Batalla de Boyacá141.

El obelisco en este contexto se coloca en un punto medio dentro del


proceso de consolidación del sitio histórico como panteón de los héroes
de la batalla. El uso del medio escrito con las celebraciones cumplirá la
otra media parte en todo el siglo XIX. La instalación del monumento a
fines del siglo XIX y su complemento y transformación o modernización
en las primeras décadas del siglo XX, es el elemento más característico
de la época, símbolo de difusión de la batalla como patrimonio histórico
y herramienta pedagógica de las élites para el acercamiento del pueblo
y los ciudadanos, a las vidas de los héroes y al acontecimiento y sus re-
percusiones como dispositivos de identidad histórica, política y cultural
de la Nación.

Homenaje liberal: Bolívar y Santander, 1930-1945

Con la introducción de nuevos monumentos y la desaparición de


otros que ya estaban, el equipamiento básico del espacio y la ornamenta-
ción ambiental con un gran jardín y árboles hecho con especies foráneas,
el sitio histórico se consolida en una segunda fase. Es el momento en el
que se instalan los monumentos individuales más significativos de los
jefes patriotas más connotados de la Campaña Libertadora, aunque se
retiran los bustos del obelisco y se inauguran otros de la oficialidad pa-
triota (de Anzoátegui, James Rooke), y se reforma el puente sobre el río
Boyacá con un estilo modernista. En este periodo se destaca la gestión
de los gobiernos de los presidentes Alfonso López Pumarejo (1934-1938)
y principalmente de Eduardo Santos (1938-1942).

141 Registro Oficial del Departamento. El Boyacense, IX, (5 de junio de 1918), p. 299.

79
El sitio histórico gira fundamentalmente entorno a las figuras de
Bolívar como Libertador de cinco Repúblicas del continente americano
y Padre de la Patria, y Santander el Hombre de las Leyes, fundador de la
República y héroe nacional, como aparece referido en los textos escolares
de la época142. El proceso se inicia en 1931 con la instalación en el campo
de batalla de la estatua pedestre del Libertador que estaba en la Plaza
Mayor de Tunja, que luego se desplaza en 1940143, para dar relevancia a la
histórica batalla, mediante la erección de otro monumento al Libertador
compuesto por 11 estatuas144, por decisión del Congreso de Colombia en
1937 en el gobierno del presidente López Pumarejo145, del escultor Fer-
dinand Von Miller, que desde 1931 era propiedad de la nación. Con rela-
ción al general Santander se erige una estatua en tamaño heroico (una y
media la escala del natural), con motivo del centenario de su muerte, en
el sitio de enfrentamiento de las vanguardias de los ejércitos patriota y
realista donde Santander cumplió un papel decisivo. Posteriormente, en
una fecha aún no determinada, el presidente Eduardo Santos financia la
construcción de “la escalinata de piedra que arrancaba de la carretera
hasta el monumento de Von Miller y el muro que circundaba todo el
parque donde está el obelisco”146. Estos dos monumentos, pero princi-
palmente el de Von Miller, por sus dimensiones materiales y la alegoría
continental, amplían aún más el espacio de conmemoración de la batalla
y consolidan su relevancia como sitio histórico.

142 GHOTME, R, “Nación y Heroísmo en Colombia 1910-1962”, Revista de Relaciones


Internacionales. Estrategia y Seguridad, V. 1, (2010): p. 163.
143 En 1886 se expidió el Decreto Ordinario Nº 454, durante el segundo gobierno del presidente
Rafael Núñez (1884-1886), por el cual se ordenó trasladar al Campo de Boyacá la estatua
pedestre del Libertador destinada para el Parque del Centenario en Bogotá, pero se optó
por llevarla a Tunja en 1890 donde permaneció en la Plaza Mayor hasta 1930. La estatua
fue construida a instancias del presidente José Eusebio Otálora (diciembre 1882 – abril
1884), para la celebración del natalicio del Libertador el 24 de julio de 1883. (5 de Agosto
de 1886) Diario Oficial, (XXII, 6, p. 2).
144 El monumento fue concebido por el presidente venezolano José Agustín Blanco en 1883
con motivo del centenario del natalicio de Simón Bolívar, para erigirlo en Panamá, pero
nunca se llevó a cabo, quedando solamente las maquetas. En 1929 el presidente Abadía
Méndez (1926-1930), propuso recuperarlo ya que Colombia había acogido la propuesta en
1887, llegó al país en 1931, pero por diferentes motivos no se instaló en su destino inicial
en Bogotá.
145 Ley 56 de 1937, durante el gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938).
146 CRUZ SANTOS, Abel. “El Campo de Boyacá y sus monumentos”. Boletín Cultural y
Bibliográfico, Vol. 12, No. 01 (1969): pp. 78-87.

80
En este contexto, la Ley 210 de 1938 expedida en el gobierno del pre-
sidente Santos contribuye particularmente a organizar y determinar el
sitio histórico. Provee que se construya un gran parque nacional median-
te la adquisición del “sitio donde se desarrolla y termina la Batalla de
Boyacá”, en una extensión aproximada de 100 hectáreas y de otras obras
de infraestructura y servicios a cargo del Ministerio de Obras Públicas.
El parque se materializa en 1940 con la compra inicial de 11 fanegadas de
tierra alrededor del obelisco y a uno y otro lado de la carretera central;
una vez se termine el parque se dispone que el departamento de Boyacá
lo administre y la conservación la haga la Nación, con una apropiación
anual en el presupuesto de las partidas necesarias al efecto.

Después de la laboriosa actividad administrativa y legal para esta-


blecer una primera frontera territorial de los predios que se debían incor-
porar a los bienes nacionales y de su transformación en parque histórico
como figura jurídica, con un cuerpo cierto, un conjunto de monumentos
y un amueblamiento modernizado, mejoradas las vías de acceso y con
un restaurante para atender los visitantes, el campo de batalla se verá
afectado en las décadas siguientes.

Tiempo de crisis y tiempo de remodelación: 1946 – 1974

En la primera parte de este período, que transcurre entre la nueva


hegemonía conservadora (1946-1953) y la dictadura militar (1953-1957), el
país atraviesa por grandes tensiones políticas y sociales, que se generali-
zan y traen varias olas de violencia. Entonces, el Campo de Batalla recibe
poca atención, excepto en dos ocasiones escasamente referenciadas en la
historiografía del lugar. La primera, aparentemente marginal, consiste
en un trazado nuevo de la carretera Bogotá-Tunja y la construcción de
un puente de 30 metros de longitud sobre el cañón del río Boyacá, en el
gobierno del presidente Gustavo Rojas Pinilla hacia 1953, que fracciona
gravemente la topografía y el paisaje en la parte baja del cerro de la Ca-
ballería y el camino que aparta hacia Samacá. La segunda, colateral a la
anterior, mediante la construcción de un Arco del Triunfo147 en 1954 por
el pintor Luis Alberto Acuña, ubicado en la base del mismo cerro en la

147 En homenaje a todos los oficiales y soldados que participaron en la Campaña Libertadora,
la integración socio-racial y la narración épica del Himno Nacional.

81
margen izquierda de la carretera, con una Llama de la Libertad en el área
central del arco. La gobernación de Boyacá, mediante el Decreto 99 de
1954, con consulta al presidente Rojas, aprobó mantener la llama ardien-
do en lo sucesivo y que las Fuerzas Armadas la custodiaran y montaran
guardia permanente ante el Monumento de los Libertadores. Aparente-
mente remedial al trazado de la carretera, la localización del arco hace
evidente por primera vez el fraccionamiento del campo de batalla por las
obras de ingeniería vial. En 1960 se compran nuevos predios con motivo
de la conmemoración del sesquicentenario de la Independencia.

Un acontecimiento que muestra las relaciones que se construye en-


tre lo religioso y lo político para la consolidación del campo de batalla,
es la creación en 1963 de la parroquia del Puente de Boyacá, solicitada al
Obispo de la diócesis de Tunja desde 1957 por la Academia Boyacense de
Historia, considerando que: “es el más alto Santuario y blasón Nacional”
en homenaje al capellán del Ejército patriota, Fray Miguel Díaz, “el más
ilustres de los muertos” en combate, “que al inmolar su vida por la Patria,
hizo que de la religión y el heroísmo juntaran allí sus llamas para ilumi-
nar la cuna de Colombia”, y “que con la parroquia ofrecería mucho mayor
facilidad, ventaja y esplendor a los actos patrióticos que allí frecuente-
mente se realizan para fortalecer el alma nacional”148. Por la misma fecha
se debió instalar en homenaje a la memoria del capellán Díaz una estatua
portando una bandera, que fue retirada con la remodelación de 1969.

En la segunda parte, cuando el país acuerda el pacto del Frente


Nacional (1958-1974), se produce la remodelación total del campo de
batalla con motivo de la celebración del sesquicentenario de la Cam-
paña Libertadora149, por decisión del presidente Carlos Lleras Restrepo
(1966-1970), como expresión de la “Década del desarrollo” (1960-1970),
entendida como progreso social y económico del país. En diciembre de
1963 se celebró la primera misa en la iglesia construida para el efecto.

Entre 1967 y 1969 se producen varias disposiciones como son: la Ley


51 de 1967, el Decreto 1080 de 1968 que reglamenta la Ley 51 de 1967, la

148 Academia Boyacense de Historia. Resolución Nº 1 marzo 29 1957.


149 “Remodelación y embellecimiento de los monumentos, vías y jardines que actualmente
existen en el Puente de Boyacá” ley 51 de diciembre 26 de 1967. (28 de diciembre de 1967,
CIV (32397)), Diario Oficial, p. 1.

82
ley 53 de 1968. El gobierno nacional crea una Comisión General encarga-
da de colaborar con el estudio y ejecución de las obras y adquisición de
predios150, la preparación y realización de los actos, y el desarrollo de un
programa amplio que incluye encuentro de juventudes, edición de obras,
concursos, eventos, entre otros.

La remodelación aterraza el área aledaña al puente histórico sobre el


río Boyacá, reorganiza la ubicación de los monumentos, destruye el par-
que ornamental construido después de 1920 y las edificaciones aledañas
al obelisco, y construye nuevos edificios, un ciclorama, un restaurante
suspendido en la pendiente occidental del cañón del río, y un kiosco en
piedra y vidrio cerca de la carretera en la entrada principal. El campo se
urbaniza con la creación de una plaza de armas o de banderas, vías de
circulación vehicular dentro del campo, senderos peatonales, zonas de
parqueo, la introducción de pavimento y laja de piedra, y la parkeriza-
ción del campo con pasto kikuyo.

La obra central de la remodelación es la construcción del ciclorama,


del cual se dice que es un edificio con “misión patriótica”151, destinada
a cumplir una función educativa y de reuniones oficiales, artísticas y
culturales. La idea del presidente Lleras es edificar una obra al estilo
de Waterloo en Bélgica, en la que se reconstruya pictóricamente la ba-
talla de Boyacá y la Campaña Libertadora. Esta obra sin embargo no se
termina y es abandonada en el gobierno del presidente Misael Pastrana
Borrero (1970-1974).

150 Ley 51 de 1967: Artículo 8º. Declárase de utilidad pública la adquisición de terrenos


u otros bienes que sean necesarios para dar cumplimiento a la presente Ley. Parágrafo
1º. La Nación debe adquirir todos los terrenos necesarios para la ampliación y ejecución
de obras y monumentos conmemorativos de la gran batalla libertadora, que se desarrolló
en Boyacá en 1819 y de manera especial los aledaños al Puente de Boyacá y al Pantano
de Vargas, en extensiones suficientes para que los países bolivarianos puedan construir
parques, que lleven sus nombres y colocar en ellos las estatuas, bustos, símbolos y demás
monumentos conmemorativos, que estos tengan a bien levantar como acto recordatorio de
su independencia, previa invitación y cesión de terrenos que hará el Gobierno colombiano.
La Ley 53 de 17 de diciembre de 1968 destinó 10 millones de pesos para “las obras
y adquisición de terrenos contempladas en la Ley 51 de 1967, pero dando prelación a
la remodelación y embellecimiento de los monumentos, vías y jardines de los Campos
de Batalla del Puente de Boyacá y Pantano de Vargas”. (26 de diciembre de 1968, CV
(32679), Diario Oficial, p. 2.
151 OCAMPO LÓPEZ, J. “Monumentos Históricos en el Campo de Boyacá”, en: Batalla de
Boyacá 1810 - 7 de agosto. Gobernación de Boyacá (2007): p. 34.

83
Otros monumentos que ya existían fueron retirados del campo des-
pués de la remodelación de 1969: los bustos de los patriotas Soublette,
Anzoátegui, James Rooke, Fray Ignacio Mariño, y Fray Miguel Ignacio
Díaz (capellán de la vanguardia). En el cerro del obelisco hacia la parte
media se encuentra el busto del coronel venezolano Cruz Carrillo quien
comandó el Batallón Bravos de Páez, donado por su familia en fecha no
establecida y en la parte baja un atril de piedra con una placa, instalado
por la Academia Boyacense de Historia en el lugar donde se dice, por
tradición, que el general Bolívar dirigió la batalla152.

Con el traslado del obelisco al cerro de la Caballería, aunque ex-


pandió el área monumental, quedó aislado y casi inaccesible al otro lado
de la carretera, aumentando el fraccionamiento del sitio histórico, no
obstante, la intención fue la de enlucir y realzar el campo de la batalla
de Boyacá. Así mismo implica la destrucción de toda huella oficial de la
señalización monumental del pasado de los gobiernos de los presidentes
López Pumarejo y Eduardo Santos en los alrededores del Puente de Bo-
yacá, que con la nueva estructura y diseño del sitio histórico trae consigo
la resignificación del campo de batalla.

De la apertura democrática al ejercicio de


la nueva Constitución: 1975-1997

Después del fin del Frente Nacional, durante más de una década no
hay mayores novedades en el campo de batalla y se puede decir que hasta
el inicio de las obras de la segunda intervención vial de la carretera cen-
tral, se consolida la tercera imagen del sitio histórico adquirida en 1969.
El campo continúa atrayendo a turistas, estudiantes y viajeros, e igual-
mente por su enlucimiento es escenario de reuniones oficiales y paradas
militares; sin embargo, la terminación del ciclorama sigue pendiente y
no se desarrolla el proyecto pictórico original, aunque el Congreso Na-
cional decreta en el centésimo sexagésimo aniversario de la Campaña
Libertadora en 1983 “la determinación del ciclorama y demás obras in-
conclusas del Puente de Boyacá153. En 1984 el Decreto 1803 del presidente
Belisario Betancur que reduce el presupuesto de gastos de la vigencia

152 Ibíd, p. 39.


153 Ley 8 de 8 de marzo 1983.

84
del fisco nacional, afectando al ciclorama en cinco millones de pesos154.
En 1986, la Ley 50 del 9 de octubre, por la cual la Nación se asocia a la
conmemoración de los 450 años de la fundación de Tunja, incluye entre
las actividades y obras que integran el Plan de Desarrollo Económico y
Social de Tunja 450 años; la construcción del “Templo de la Libertad o
Monumento Histórico Religioso” en el Puente de Boyacá, que fue eva-
luado por el Departamento Nacional de Planeación sin determinarse en
qué consiste este proyecto155. En 1989 con ocasión del 170º aniversario
de la Campaña Libertadora, el presidente Virgilio Barco ordenó hacer
un levantamiento de los terrenos que adquirió el Ministerio de Obras
Públicas hasta esa fecha156.

Después de cien años de colocada la primera piedra del obelisco,


a mediados de la década de 1980 la consolidación del campo de bata-
lla se centra en el ámbito legal y jurídico, para precisar la declaratoria
como Monumento Nacional propuesta por el Consejo de Monumentos
Nacionales, mediante Resolución número 041 de 1990 y la delimitación
real del territorio con base en la compra de tierras por parte del Estado
Colombiano. En este aspecto estaría por aclararse la propiedad de las
llamadas piedras de Barreiro, que la familia Ruiz, propietaria del Campo
de Boyacá, cuando hizo la venta de las tierras al gobierno Nacional, las
obsequió y el pequeño espacio alrededor de la Academia Boyacense de
Historia. En 1999, la Academia, junto con el Ejército Nacional, hizo un
monumento en honor a Pedro Pascasio Martínez, el soldado patriota que
capturó al general Barreiro en la batalla de Boyacá, que se instaló junto
a las piedras157.

En 1997 se expide la Ley General de Cultura 397 conocida también


como Ley de Patrimonio, que cambia la denominación de monumento
nacional por bienes de interés cultural (BIC) de carácter nacional, con
lo cual se cierra un ciclo de improvisación, desarrollo espontáneo y con-
solidación relativa del patrimonio histórico de la nación. Con los nuevos

154 (11 de agosto de 1984, (36726)), Diario Oficial, p. 21.


155 Decreto Número 644 de 1987(abril 08) por el cual se fija el Plan Quinquenal de Desarrollo
para la ciudad de Tunja de que trata la Ley 50 de 1986.
156 LÓPEZ DOMÍNGUEZ, L. H., “El Campo de Boyacá. Aproximación a su señalización y
delimitación espacial”, Boletín de Historia y Antigüedades, XCIV 836, (2007): p. 136.
157 OCAMPO LÓPEZ, Monumentos Históricos en el Campo de Boyacá, Op.cit., pp. 39-40.

85
instrumentos de que dispone esta ley y las normas que la reformen o
sustituyan el Campo de la Batalla de Boyacá requiere adaptarse si espera
sobrevivir a los nuevos desarrollos.

Progreso y destrucción de la memoria: autopistas


y pérdida de los vestigios de la historia

La historia actual de la intervención vial, el crecimiento suburbano


y los desacomodamientos del desarrollo económico, y las conmemo-
raciones de estos importantes sucesos han producido una alteración
irreversible del campo de batalla, hasta el punto que el sitio original ha
sido desvirtuado sistemáticamente. Teniendo en cuenta que hubo dos
espacios principales de combate siendo el terreno de los cerros del Tobal
y de la Hoya su principal escenario, hoy separado por la carretera cons-
truida por la concesión vial Bogotá-Tunja-Sogamoso y el puente sobre el
río Boyacá cuyo nombre fue cambiado por el de Teatinos, espacios que
hoy no reflejan ni posibilitan el recuerdo de la realidad histórica y distor-
sionan la memoria de una de las Batallas más importantes de la historia
independentista de América.

El mayor impacto está causado por el hecho de que la carretera


principal Bogotá-Tunja dividió en dos el campo de batalla, causando la
imposibilidad de entender la Batalla de Boyacá como una unidad. De
otra parte, la destrucción de un alto porcentaje del Cerro del Tobal por
el trazado que modificó la doble calzada Briceño-Tunja-Sogamoso en su
última ampliación en 2017, impide reconstruir y conocer la realidad his-
tórica de los sucesos principales de la Batalla, por cuanto en este espacio
que se denomina “campo de mayor enfrentamiento”, fue donde se dio una
gran dispersión de tropas y el encuentro de los dos cuerpos de ejército y
estratégicamente es muy importante porque desde allí se dio el primer
avistamiento mutuo entre los bandos combatientes. La vía tenía dise-
ñado un tasado y un viaducto que respetaba el mencionado cerro pero
a última hora y de manera improvisada y caprichosa fue modificada por
las autoridades gubernamentales. Un importante referente que es la an-
tigua Casa de Teja, una posada al lado de la cual se “preparaba el rancho”
para el avituallamiento del ejército realista ya no existe. Aún existen las
ruinas en tapia pisada. En 1969 se construyó una casa de estilo antiguo
en el costado sur de la vía a Samacá que también modifica el sentido
original y no tiene propiedad de la Nación, pues fue comprada por un

86
particular, convirtiéndose en un obstáculo para el adecuado manejo del
sitio, no obstante, el diseño del Plan de Manejo y Protección PEMP no
contempla su adquisición.

El segundo espacio, el paso del río por el puente, donde se enfrenta-


ron las vanguardias, también está alterado sucesivamente y desvirtuado.
Primero por la ampliación del antiguo camino real en el siglo XIX por
la construcción del llamado “puente de calicanto”, posteriormente por
la ampliación de la primera vía automotriz por el gobierno de Rafael
Reyes, y por las frecuentes intervenciones a partir de la conmemoración
del Centenario en las primeras décadas del siglo XX en el gobierno de
Marco Fidel Suárez. Las mayores alteraciones se produjeron a partir de
las adecuaciones del Gobierno de Eduardo Santos en 1938, con motivo
del centenario de la muerte del General Santander, cuando se construyó
el puente de diseño hispanista que distorsiona la realidad histórica de
la batalla, por cuanto sobre él ni siquiera pueden pasar las caballerías
y menos la artillería. Pero las mayores alteraciones estaban por venir,
en el Gobierno de Rojas Pinilla, a partir de1954, con la construcción de
la vía y el puente automotriz y las adecuaciones realizadas con motivo
del Sesquicentenario, en 1969, en la administración de Carlos Lleras
Restrepo, cuando se hicieron las modificaciones que hoy están a la vista
como plazoletas militares. Lo más grave es que el puente falso hispa-
nista, construido hacia 1939, se ha fijado en la memoria de la población
como principal referente y el puente de calicanto está en los símbolos
oficiales del departamento de Boyacá, distorsionando de manera grave
los sucesos históricos de la Batalla de Boyacá. El relato cuenta que el
paso de las tropas se hizo por la zona del viejo molino de piedra cuyas
ruinas fueron localizadas por los equipos de investigación de la UPTC y
el Ministerio de Cultura y cuyos terrenos no pertenecen a la Nación y los
cuales deben ser adquiridos. No obstante, el PEMP tampoco contempla
adquisición alguna de terrenos a pesar de que la Ley 210 de 1938 en su
artículo primero ordena “adquirir para la Nación, con destino a un gran
parque nacional, el sitio en donde se desarrolló y terminó la Batalla de
Boyacá, o sea la colina situada en la margen derecha del río del mismo
nombre en una extensión aproximada de cien hectáreas” y los terrenos
adquiridos hasta hoy solo llegan aproximadamente a 52 hectáreas.

87
Hoy, quienes quieran hacer una reconstrucción o representación, así
sea mental, en el campo histórico de la Batalla de Boyacá, tienen grandes
dificultades porque este importante lugar de la memoria de los latinoa-
mericanos está totalmente desvirtuado de manera irreversible.

TRANSFORMACIONES DEL PAISAJE

Treinta y dos años después de la Batalla de Boyacá, el campo al pare-


cer conserva las mismas características en cuanto a su topografía, clima
y vegetación, el lugar fue descrito con cerros solitarios y arbustos enanos
y rígidos, petrificados por un frío de 5° centígrados. Para esta fecha no se
divisa ningún monumento que diera cuenta del acontecimiento históri-
co, en cuanto a la Casa de Teja fue descrita como silenciosa y envejecida,
y el puente del momento de la batalla había desaparecido y uno nuevo
permanecía raso y sin concluir158.

Imagen 6. “Vista del terreno en donde se dio la acción


de Boyacá, la que dio libertad al país”.
Fuente: Acuarela de Carmelo Fernández para la Comisión Corográfica (1851).

158 ANCÍZAR, Manuel. Peregrinación de Alpha. Por las provincias del norte de la Nueva
Granada en 1850-51 (Bogotá: Arboleda y Valencia Editores, 1914), pp. 322-323.

88
Imagen 7. El Campo de la Batalla de Boyacá.
Fuente: Grabado realizado por A. Solm, a partir de un dibujo inédito de Agustín
Codazzi pres­tado por M. Vergara. Publicado en Jacques Élisée Reclus, Nouvelle
Géographie Universelle: la terre et les hommes. Vol. XVIII (París, Ed. Hachette. 1895), p. 339.

En 1912, las colinas de ambos lados del río se encontraban cubiertas


de pobre vegetación con diseminadas grandes piedras de labor. Sauces,
salvios, helechos, frailejones, zarzamoras, árnica y otras plantas propias
de los páramos, complementaban la vegetación. Por lo anterior, el paisaje
natural entre 1819 y 1919 al parecer no tuvo grandes alteraciones y por su
vegetación baja permitía ver el campo abierto y a la vista de todos. Para
el centenario de la batalla, alrededor del obelisco, al lado sur del río, se
encontraba un pequeño bosque de pinos y otros árboles, cerca al puente,
del cual se conservaban restos de los estribos. Frente al monumento, ca-
mellón de por medio, se conservaba una casa pajiza; al lado norte, sobre
el antiguo camino, en una pequeña explanada, se hallaban las casas de la
venta, de tapia y teja, y a corta distancia se veía otra de aspecto antiguo.
Alrededor del obelisco había una escalinata, y al parecer como una for-
ma de delimitación tanto del monumento como del lugar se encontraba
una reja y un muro en piedra.

89
Imagen 8. “Puente de Boyacá – Misa campal, 7 de agosto de 1919”.
Fuente: El Gráfico, Bogotá: agosto 16 de 1919. Nros. 485-486, p. 278

Imagen 9. “Puente de Boyacá – recreación del combate


de las vanguardias, 7 de agosto de 1919”.
Fuente: El Gráfico, Bogotá: agosto 16 de 1919. Nros. 485-486, p. 278.

90
Dentro del proceso de consolidación del sitio histórico un aspecto
fundamental es pensar el lugar como espacio público, pues allí convergen
diferentes sectores e instituciones: el gobierno, la educación, el turismo,
la iglesia, la comunidad, los medios de comunicación, las fuerzas milita-
res, las academias, entre otros. Es así como en cada periodo histórico se
ha elaborado una representación mediante la nominación y simbología,
y al mismo tiempo, se han generado criterios de valoración e instru-
mentos de apropiación de dichos sectores. Es por ello que, el campo de
batalla por su relevancia histórica para el país es un lugar portador de
valores estéticos y sentimiento patrio, que gracias a las representaciones
socio-culturales y políticas al materializarse inciden directa o indirec-
tamente en la transformación del lugar.

Imagen 10. Sustitución de los durmientes del Puente de Boyacá.


Fuente: El Gráfico, Bogotá, agosto 16 de 1919 Nros. 485-486; p. 279.

91
Imagen 11. Presencia civil, militar, religiosa y política en la celebración
del centenario de la Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1919.
Fuente: El Gráfico, Bogotá, agosto 16 de 1919 Nros. 485-486; p. 279.

Después de 1920 se evidencia que la vegetación media va en aumento


alrededor del puente y el obelisco. Para la siguiente década se instala la
estatua de Bolívar159, el obelisco mantiene sus bustos y estaba protegido
por una cadena y una reja, se construye la Escuela Bolivariana y el puente
de cal y canto estéticamente es más prominente que el reconstruido en
madera en 1919.

159 Para 1930 el Centro de Historia, actualmente la Academia Boyacense de Historia,


consideró que la estatua de Simón Bolívar que estaba ubicada en la plaza principal de
Tunja debía colocarse frente a la Escuela Bolivariana que se estaba construyendo en el
Puente de Boyacá. En los últimos días del mes de mayo del mismo año, la estatua se
trasladó al Puente de Boyacá. CORREA, Ramón, “Dos estatuas. Número 141, Centro de
Historia. Tunja 12 de junio de 1931”. Repertorio Boyacense, No. 101 (1933), pp. 127-128.

92
Imagen 12. Puentes en el campo de Batalla de Boyacá en los años 30.
Fuente: Revista Cromos, Siervo Tulio Molano, archivo privado.

Imagen 13. Obelisco, 1931.


Fuente: Fotografía de Gumersindo Cuéllar.

93
En torno a 1940 se plantaron los jardines alrededor del puente his-
tórico, del obelisco y del recién instalado monumento a Bolívar de Von
Miller, además de la erección de Santander, los bustos de los generales
Anzoátegui y James Rooke. Se construyó el restaurante-casino se re-
construyó el puente histórico al estilo español y se instaló iluminación
eléctrica en el parque, obras que fueron posibles debido a la compra de
predios, respondiendo a la necesidad de embellecer el lugar con el fin de
enaltecer su legado histórico, con motivo del centenario de la muerte del
general Santander y ser un lugar de agradable acogida para los visitantes.

Imagen 14. Puente de Boyacá 1940.


Fuente: Fotografía tomada de Camilo Riaño, 1969.

Imagen 15. Obelisco 1940.


Fuente: Fotografía de Gumercindo Cuellar.

94
Para la década del cincuenta se instala el arco del triunfo y el busto
de Pedro Pascasio, se amplia y pavimenta la carretera central, al igual
que se construye el puente vehicular de la misma. Ya en los años sesenta
se compran más predios y se destinan fondos para el proyecto de moder-
nización del parque para la conmemoración, para ello se trasladan los
monumentos: a Bolívar de Von Miller y el obelisco, se construye el ciclo-
rama, el restaurante, un café, parqueaderos, vías de circulación interna,
senderos peatonales y para la construcción de la plazoleta de armas se
demuelen las construcciones aledañas. Desaparecen rejas y muros. Al-
gunos bustos son trasladados y otros desaparecen, como el de Bolívar,
O’Leary, Soublette, Anzóategui, Rooke, Fray Mariño y Pedro Pascasio,
al igual que la estatua de Fray Miguel Díaz.

En 1977 se instala el busto del comandante patriota Cruz Carrillo,


cerca al atril de piedra, donde, por tradición oral, se ubicó el general Bo-
lívar a dirigir la batalla. En los años siguientes los cambios habían sido
lentos y poco visibles, excepto por el aumento en la vegetación alta, hasta
la construcción de la doble calzada. Bien se sabe que la geomorfología del
campo de batalla ha venido cambiando a lo largo del tiempo por circuns-
tancias tanto naturales como antrópicas, estas últimas se evidencian
claramente en las intervenciones en obras civiles e infraestructura, las
cuales son más evidentes en la zona sur del campo. El fraccionamiento
actual del campo de batalla se evidencia tanto por la carretera central
del norte que comunica a Tunja con Bogotá y a la carretera que como
ramal se desprende de la carretera central hacia Samacá, e incluso po-
dríamos hablar de un fraccionamiento interno del campo en relación a
las vías de tránsito vehicular. Desde finales del siglo XIX se proyectó la
carretera del sur, luego, para comienzos de la segunda mitad del siglo
XX se construyó la carretera central del norte con su respectivo puente
vehicular sobre el cañón del río y más recientemente la construcción
de la doble calzada alterando la integralidad del campo de batalla, sin
tenerlo en cuenta como un monumento en conjunto, y físicamente gene-
rando transformaciones topográficas drásticas e interrupción para los
visitantes en el recorrido por el sitio histórico.

95
Imagen 16. Fraccionamiento del Campo de Batalla de Boyacá.
Fuente: Fotografía de Ángela Parra, 2017.

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