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La Gravedad Del Pecado

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La gravedad del pecado: pecado mortal y venial

1854 “Conviene valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre


pecado mortal y venial, perceptible ya en la Escritura (cf 1Jn 5, 16-17) se ha
impuesto en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los hombres la
corroboran.”

1855 El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una


infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin
último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.

El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.

1856 El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la


caridad, necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una
conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco del
sacramento de la Reconciliación:

«Cuando [...] la voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad


por la que estamos ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo,
tiene causa para ser mortal [...] sea contra el amor de Dios, como la blasfemia,
el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo, como el homicidio, el adulterio,
etc [...] En cambio, cuando la voluntad del pecador se dirige a veces a una
cosa que contiene en sí un desorden, pero que sin embargo no es contraria al
amor de Dios y del prójimo, como una palabra ociosa, una risa superflua, etc.,
tales pecados son veniales» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2,
q. 88, a. 2, c).

1857 Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado


mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido
con pleno conocimiento y deliberado consentimiento” (RP 17).

1858 La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la


respuesta de Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes,
no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre”
(Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es
más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta
también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida
contra un extraño.

1859. El pecado mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento.


Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su oposición
a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente
deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el
endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen, sino
aumentan, el carácter voluntario del pecado.

1860. La ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la


imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los
principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre.
Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el
carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las presiones exteriores o
los trastornos patológicos. El pecado más grave es el que se comete por
malicia, por elección deliberada del mal.

1861 El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como


lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la
gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es rescatado por el
arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y
la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de
hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos
juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas
debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.

1862 Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la


medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en
materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento.

1863 El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a


bienes creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la
práctica del bien moral; merece penas temporales. El pecado venial deliberado
y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el
pecado mortal. No obstante, el pecado venial no rompe la Alianza con Dios.
Es humanamente reparable con la gracia de Dios. “No priva de la gracia
santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la
bienaventuranza eterna” (RP 17):

«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al


menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los
consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando
los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de
agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces
nuestra esperanza? Ante todo, la confesión...» (San Agustín, In epistulam
Iohannis ad Parthos tractatus 1, 6)..

1864 “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres pero la


blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12,
32; Lc 12, 10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega
deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento
rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo
(cf DeV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final
y a la perdición eterna.

SEGUNDA LECTURA - Dios


envió a su Hijo, nacido de una
mujer

Lectura de la carta del apóstol san


Pablo a los Gálatas     4,4-7

Cuando se cumplió el tiempo envió


Dios a su Hijo, nacido de una
mujer, nacido bajo la Ley, para
rescatar a los que estaban bajo la
Ley, para que recibiéramos el ser
hijos por adopción. Como son
hijos, Dios envió a sus corazones
al Espíritu de su Hijo que clama:
¡Abba! ¡Padre!. Así que ya no eres
esclavo, sino Hijo; y si eres hijo,
eres también heredero por
voluntad de Dios.

Palabra de Dios

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