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Cuadernos 

de Teología 
Vol. XXVIII, 2009. p. 179‐198 

PLINIO A SABINIANO, “TU ESCLAVO LIBERTO”…

Deivit Montelegre

Cuando nos acercamos a la visión del mundo antiguo podemos “pecar” al intentar una
compresión que agote este periodo. Sus variantes y sus diferentes momentos son tantos,
que aunque existan características generales es difícil establecer paradigmas o normas
que rijan su interpretación; sin embargo, existen instituciones o formas de pensamiento
que rigen grandes periodos de la historia a través de las cuales podemos ingresar para
conocer eso que llamamos antigüedad.
Si bien en el presente trabajo no trataremos propiamente sobre la antigüedad,
analizaremos una de las instituciones antiguas más representativas: la esclavitud, en
particular, la manumisión de los esclavos según la carta 21 del libro IX del epistolario
de Plinio el joven.
Nos limitaremos a esta carta por considerar que ella contiene elementos que pueden
ayudar a comprender las posibles relaciones entre esclavos-libertos y patrones o
antiguos amos en el Imperio Romano. 1
Con este análisis no buscamos presentar un esquema único acerca de la relación entre
libertos y patronos sino, presentar un ejemplo de estas relaciones. Empezaremos esta
empresa considerando algunos datos sobre el autor y su destinatario; luego
observaremos las características de la obra de Plinio, como apoyo a nuestra lectura de la
carta; continuáremos con el análisis de la carta enfocándonos en el aspecto ya
mencionado y concluiremos retomando los elementos sobre la relación liberto- patrón,
que rescata Plinio en su carta.

1
Tomamos el texto latino de la edición The Loeb Classical Library (Harvar Press, London 1953). Nuestra
versión castellana la hemos hecho teniendo a la vista la de D. Francisco Barreda y D. Francisco Navarrro
en la colección Biblioteca Clásica (Madrid, 1891) y la versión francesa de Anne-Marie Guillemin en la
edición de la Societe des Belles Lettres patrocinada por la Asociacion Guillaume Bude (Club français du
Livre, Paris 1969). Aclaramos además que no le haremos ningún tratamiento a la carta 24 y que la
usaremos solamente como apoyo para el análisis de la carta 21.
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EL TEXTO TRADUCCIÓN
Liber IX, Epistula XXI Libro IX, Carta 21

Caius Plinius Cecilius Secundus Cayo Plinio Cecilio Segundo a su


Sabiniano suo S. querido amigo Sabiniano ¡Salud!
Tu esclavo liberto, con el que me
Libertus tuus, cui suscensere te dixeras, habías dicho que estabas furioso,
uenit ad me aduolutusque pedibus meis acudió a mí, y echado a mis pies como
tamquam tuis haesit. Fleuit multum, si fueran los tuyos, los abrazó
multum rogauit, multum etiam tacuit, suplicante.
in summa fecit mihi fidem paenitentiae Lloró largamente, imploró intensa-
uerae: credo emendatum quia mente y estuvo largo tiempo silencioso.
deliquisse se sentit. En una palabra: me convenció de su
arrepentimiento.
Irasceris, scio, et irasceris merito, id Estoy persuadido de su enmienda
quoque scio; sed tunc praecipua puesto que reconoce que obro mal.
mansuetudinis laus, cum irae causa Sé que estás airado y se también que
iustissima est. Amasti hominem et, hay motivos para tu ira. Pero
spero, amabis: interim sufficit ut precisamente cuanto mas justa es la
exorari te sinas. causa de la ira, tanto mas laudable es la
mansedumbre.
Licebit rursus irasci, si meruerit, quod Yo espero que vuelvas a quererlo como
exoratus excusatius facies. Remitte antes. Por ahora bastara que permitas
aliquid adulescentiae ipsius, remitte que se te ruegue.
lacrimis, remitte indulgentiae tuae. Ne Podrás airarte de nuevo, si lo merece, y
torseris illum, ne torseris etiam te; lo harás con mayor razón después de
torqueris enim cum tam lenis irasceris. haberte dejado aplacar una vez.
Perdónale algo a su juventud, toma en
Vereor ne uidear non rogare sed cuenta sus lágrimas, permítete ser
cogere, si precibus eius meas indulgente. No lo tortures ni te tortures
iunxero;iungam tamen tanto plenius et tú. Porque para un hombre tranquilo
effusius, quanto ipsum acrius como tu, airarse es torturarse.
seueriusque corripui, destricte minatus Me temo que por sumar mis suplicas a
numquam me postea rogaturum. Hoc las suyas, pueda darte la impresión de
illi, quem terreri oportebat, tibi non que te estoy coaccionando mas bien
idem; nam fortasse iterum rogabo, que rogando.
impetrabo iterum: sit modo tale, ut A pesar de eso insistiré con tanta mayor
rogare me, ut praestare te deceat. Vale. decisión y profusión cuanto que lo he
reprendido acerva y severamente,
advirtiéndole con toda claridad que no
volveré a interceder por él otra vez
mas.
Esto se lo he dicho a él, porque
convenía atemorizarlo. Pero no a ti.
Pues quizás volverá a rogarte y
volvería a ser atendido. Siempre y
cuando, claro esta, que se trate de un
asunto digno de que yo interceda y de
que tú accedas. Adiós.
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Liber IX, Epistula XXIV Libro IX, Carta 24

Caius Plinius Cecil ius Secundus Cayo Plinio Cecilio Segundo a su querido
Sabiniano suo S. amigo Sabiniano: ¡Salud!
1 Bene fecisti quod libertum Has hecho muy bien abriéndole de nuevo tu
aliquando tibi carum reducentibus corazón al esclavo-liberto que apreciabas tanto
epistulis meis in domum in y al cual mi carta reencaminaba de vuelta a tu
animum recepisti. casa.
2 Iuuabit hoc te; me certe iuuat, Será para tu bien. Y ciertamente es para mi
primum quod te tam tractabilem bien. Primero porque me sirve para ver con que
uideo, ut in ira regi possis, deinde flexibilidad puedes conducirte aun cuando estas
quod tantum mihi tribuis, ut uel encolerizado. Segundo, porque me tienes tanta
auctoritati meae pareas uel estima como para reconocerme ascendiente
precibus indulgeas. sobre ti o como para atender a mis ruegos.
3 Igitur et laudo et gratias ago; Por todo lo cual te alabo y te agradezco. Y al
simul in posterum moneo, ut te mismo tiempo te pongo en guardia para que en
erroribus tuorum, etsi non fuerit adelante, aunque no haya nadie que interceda,
qui deprecetur, placabilem seas flexible con los errores de los tuyos. Adiós.
praestes. Vale.

2
1. El autor, destinatario y fecha de escritura
Caius Plinius Caecilius Secundus, nació en la ciudad de Como, Italia, en el 62 y murió
según testimonios en Bitinia, 113 aproximadamente, conocido como Plinio el Joven, fue
un abogado, escritor y científico de la antigua Roma.
Era sobrino de Plinio el Viejo, considerado como el mejor naturalista de la antigüedad.
Siendo niño Plinio perdió a sus padres, quedando bajo la tutela de Virginio Rufo (un
influyente general del ejército romano). Posteriormente fue adoptado por su tío Plinio el
Viejo, quien lo mandó a estudiar a Roma, con profesores como Quintiliano y Nices
Sacerdos. Comenzó la carrera de leyes a la edad de 19 años (Epistolae, V,8,8),
creciendo su reputación en este campo muy rápidamente.
Plinio, siendo un hombre honesto y moderado, fue ascendiendo por el cursus honorum
(cargos administrativos civiles y militares de la República aunque haya vivió durante el
principado), fue flamen Divi Augusti (sacerdote del culto al Emperador) en 81, luego
decemvir litibus iudicandis (algo equiparable a un juez de lo civil), tribuno militar en

2
Estos datos podrían resultar redundantes para algunos lectores dado su conocimiento de la sociedad
romana y sus dirigentes, sin embargo, los considero necesarios a la hora de establecer un marco de
referencia en el análisis de la relaciones existentes entre los amos y sus esclavos-libertos dentro de la
Epistula.
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Siria (donde conoció a los filósofos Artemidor y Eúfrates), sevir equitum Romanorum
(jefe de un escuadrón de caballería) en 84, quaestor imperatoris y questor urbano entre
89 y 90. Fue nombrado tribuno de la plebe en 91, pretor en 93, prefecto (primero de las
finanzas del ejército y luego del templo de Saturno), y cónsul suffectus en 100. Entró en
el Colegio de Augures por elección y finalmente fue legatus (gobernador de una
provincia) del Imperio en Bitinia, donde se supone murió.
Se puede decir que su carrera es un resumen de todos los cargos públicos más
importantes en Roma, y en efecto Plinio contribuyó a la organización del Imperio en
mucho de sus campos. Plinio se casó en tres ocasiones, pero no tuvo ningún hijo. Sólo
de su tercera mujer, Calpurnia, habla con cierta emoción en sus cartas. Era bastante rico
y poseía algunas villas en Italia. Las dos que tuvo en su ciudad natal, las llamó Tragedia
y Comedia.
El único discurso que se conserva de él es su Panegiricus Trajani, descripción
aduladora y enfática de la figura de Trajano, que es un instrumento valioso para estudiar
diversas acciones que hizo este emperador en campos administrativos como impuestos,
justicia, disciplina castrense y comercio. Plinio lo definió como un tratado sobre el
gobernante perfecto, el Panegiricus fue pronunciado el 1 sept. 100, día en que Plinio
asumió el consulado, siguiendo la costumbre de las acciones de gracias instauradas por
un senadoconsulto de época augustea. Plinio transformó la gratiarum actio en
panegírico, creando así un nuevo género, que seguía la línea de Cicerón3, Veleyo
Patérculo, Séneca4, y Tácito5,
De la producción literaria de Plinio aparte del Panegiricus Trajani, sólo se conserva su
epistolario. Plinio utiliza en este género a Cicerón como modelo; sin embargo, las
circunstancias históricas, el estado de la lengua y el gusto artístico de los círculos
literarios son completamente distintos en los tiempos de ambos escritores. Las cartas de
Cicerón son verdaderas cartas, es decir, conversaciones por escrito del autor con sus
familiares y amigos; están escritas, la mayoría, sin ninguna preocupación ulterior de
publicación; no ocurre lo mismo con las de Plinio, escritas con gran cuidado para su
publicidad, lo que les quita espontaneidad y frescura. Plinio piensa demasiado en lo que
escribe y pule cuidadosamente el estilo con el fin de causar buena impresión en el
público romano. Son nueve libros de cartas, a los que se añadió posteriormente, como

3
Cf. Pro Marcello.
4
Cf. De Clementia.
5
Cf. Agrícola.
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X, la correspondencia oficial con el emperador Trajano; el epistolario comprende en
total 247 cartas.
El orden de los libros no es el cronológico y se debe a la variedad de los temas. A veces,
parece que el tema ha sido elegido con alguna afectación, como los ejemplos que
propone de virtud y grandeza moral: la vida de Virginio Rufo (II,1), el suicidio de su
amigo Corelio Rufo a la manera de los estoicos (I,12), el coraje viril de Arria, mujer de
Cecina Peto (III,16), el fin animoso de su padre adoptivo Plinio el Viejo (VI,16); o bien
para hacer alarde de su habilidad descriptiva: la villa toscana o laurentina (V,6; XI,17),
el lago Vadimón (hoy Bassano: VIII,20); pero, en general, obedecen a circunstancias de
la vida. Son importantes las que atañen a figuras de la historia literaria (Silio Itálico:
III,7) o las dirigidas directamente a otros escritores (Tácito: especialmente VI,20;
VII,33; IX,14; Suetonio: I,18; III,8; V,10; IX,34). Otra parte de su correspondencia la
ocupan sus afectos familiares, frecuentemente representados en su mujer Calpurnia. La
correspondencia pliniana, muy agradable de leer, ofrece una multitud de detalles sobre
el autor, sus amigos, la vida cotidiana en Roma o en provincia, viajes, espectáculos,
recitaciones, asuntos de herencia. El libro X, que comprende con las respuestas de
Trajano 121 cartas, contiene la correspondencia oficial con el Emperador. El interés de
este libro es excepcional, porque revela la vida de una provincia; es famosa la carta 96
sobre los cristianos y el rescripto de Trajano.
Es significativo que el epistolario de Plinio, como la obra de Tácito y Juvenal, se
empezara a componer después de la caída de Domiciano y se extendiera desde el 96 al
112 aproximadamente; por tanto, responde de algún modo al sentido de desahogo y
satisfacción que los nuevos tiempos produjeron. Plinio murió en el 1136.
El destinatario de estas dos cartas nos es desconocido y no hay ningún dato en ellas que
nos permita precisar la fecha, la mayor parte del libro IX parece haberse escrito entre el
108 y el 109 d. C7.

2. Características de las cartas de Plinio

6
E. ALLAIN, Pline le Ieune et ses héritiers, 4 vol. París 1901-02; M. GALDI, II sentimento della natura e
della gloria nell’Epistolario di Plinio il Giovane, Padua 1905; A. M. GUILLEMIN, Pline et la vie
littéraire de son temps, París 1929; L. VIDMAN, Étude sur la correspondance de Pline le Ieune avec
Trajan, Praga 1960; L. POLVERINI, Le cittá dell’impero nell'Epistolario di Plinio, Milán 1963; P. V.
COYA, La critica letteraria di Plinio il Giovane, Brescia 1966; L. RUSCA, Plinio il Giovane auraverso le
sue lettere, Como 1967.
7
A. N. SHERWIN-White, The letters of Pliny. A Historical and Social Commentary. Oxford, 1985,
tercera edición, revisada (1ra ed. 1966), y R. Syme, The Dating of Pliny`s Latest Letters. CQ, 35, 1985.
Pp. 176-185.
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Al tratar de las cartas de Plinio hay que distinguir el libro X de los nueve primeros. EI
libro X, que contiene la correspondencia con Trajano, presenta un gran interés histórico,
correcto en la forma, pero sin pretensiones literarias. Todo lo contrario sucede con las
cartas8 de los nueve primeros libros. Éstos contienen cartas que han sido abiertamente
debatidas como autenticas, es decir, se ha pensado en ellas como ficciones literarias,
simples ejercicios retóricos, especie de discursos en miniatura y hasta en prosa.
Algunos de ellos en los que Plinio se ocupa en forma deliberada de un solo tema bien
delimitado que le permite mostrar todo su ingenio y dote literaria. Así, los destinatarios
aunque existieran no serían más que corresponsales a los que Plinio habría dedicado en
su honor esas cartas ficticias.
No obstante, hoy los críticos están de acuerdo en que estas cartas, aunque posean un
estilo elevado de argumentación, fueron en realidad enviadas a sus destinatarios y luego
objeto de una revisión y ampliación que en muchos casos tuvo lugar antes de su
publicación final. Sería pues injusto echar de menos en estas cartas lo que solo puede
comunicarle a una correspondencia su coyuntura viva: espontaneidad, movimiento y el
consiguiente encanto psicológico y literario9.
Cada carta de los nueve primeros libros de Plinio representa en realidad un género
diverso: relatos, descripciones, elogios, discursos morales o literarios, etc.
Plinio no pretende tratar diversos asuntos en sus cartas. Por el contrario se concentra en
un solo tema dejando de lado incluso a sus destinatarios, quienes no desempeñan con
frecuencia papel alguno en estas cartas, como se observa en la falta de preguntas por
parte de Plinio a sus destinatarios y de respuestas de éstos a Plinio, no obstante, puede
hallarse algunas excepciones.
Para nosotros en muchas ocasiones los destinatarios de Plinio no son más que un
nombre usado para tratar alguno de los asuntos que caracterizan una epístola o para que
el escritor exponga algún rasgo de su carácter o su moral. De esta forma se confirma
que Plinio se dirige a un lector al que quiere hablar sólo de sí mismo o ante el que
desarrolla algún tipo de reflexión filosófica o de retrato moral.

8
No distinguiremos en este estudio entre carta y epístola, pues la discusión ya ha sido suficientemente
trabajada como lo hace notar José Carlos Martín en su traducción del Epistolario de Plinio (libros I-XX)
de editorial Cátedra. Págs. 17-21.
9
MARTÍN, José C. Epistolario (libros I-XX) Panegírico del emperador Trajano, Ed. Cátedra. Madrid,
2007 Pág. 27.
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Las cartas de Plinio son composiciones. Como tales reclaman cualidades contrarias:
unidad argumental o temática, síntesis vigorosa y enérgico cercenamiento de
digresiones superfluas y aun de amplificaciones laterales o excesiva explicitación,
precisión en la disposición de los datos y de las partes y gran cohesión de las mismas.
Otras veces, el merito literario surge de la aparente intrascendencia del tema. Un
incidente minúsculo, cotidiano; una banalidad de la vida diaria o mundana; una partida
o una llegada; un atraso del correo pueden dar pie a una miniatura trabajada con
maestría de orfebre. Plinio creó en efecto un estilo caracterizado por la frase corta, el
juego de las antítesis, la tensión de la lengua, la elección de la palabra justa, y – sobre
todo – la sobriedad desnuda de la ornamentación tan del gusto de la época, y que lejos
de dar mérito a su Panegírico de Trajano lo relegó a las filas de la vulgaridad con el
peso de sus períodos oratorios extensos, redundantes y aliteratorios. La obligada
brevedad de las cartas imponía renunciar al prurito de ser exhaustivo y confiarse a una
concisión que arriesga ser oscura.
Otra genialidad que hace la originalidad del Plinio de las Epístolas es la de haber
salvado el escollo de hablarnos directamente de sí mismo. Si ésta y las demás virtudes
literarias de su obra han sido poco reconocidas, ello se debe a la diferencia de nuestra
mentalidad moderna con la antigua.
Para comprender la actitud de Plinio hay que tener en cuenta las preocupaciones
edificantes que obsesionaban al mundo romano. Vidas ejemplares, varones ilustres,
escritos morales, colecciones de anécdotas... una masa de literatura de la época
(Cicerón, Salustio, Tito Livio, Seneca, entre otros) apunta a estimular la emulación, a
despertar a cultivar la energía moral, a fustigar los vicios públicos y exaltar las virtudes
cívicas, y a formar a la juventud en el seguimiento de las huellas de sus mejores
antepasados.
La moral de la época estaba presidida por la exaltación de las virtudes públicas y
cívicas. Virtudes que servían al bien común y que merecían por lo tanto el encomio
público, el premio del prestigio social y de la buena fama, de los honores exteriores, las
distinciones, los puestos y los cargos. La corona de la gloria era el aliciente que nutria
los entusiasmos y alentaba a correr tras ella por los duros caminos del coraje militar, la
maraña de pasiones del foro, la dura disciplina de los estudios. La belleza de una virtud
oculta y desconocida, aunque comienza a apuntar en el siglo de Plinio, no es moneda
corriente. Plinio, que no desconoce este concepto tan próximo al ethos cristiano,
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comparte sin embargo el culto ambiental de la fama y la gloria.
Contrabalanceando y complementando las dramáticas pinturas de un Tácito, las
violentas declamaciones de un Juvenal, la ironía entre juguetona y cínica de un Marcial,
los descensos al infierno social de Suetonio y Petronio, las cartas de Plinio vierten una
dosis de salubre optimismo y moderación. Al presentarnos el retrato de una vida
cotidiana, integra en el escenario de la normalidad las sombras y extremos. Las cartas
de Plinio suavizan el cuadro romántico que pintaba un imperio romano compuesto de
víctimas y verdugos, de héroes y monstruos.
Plinio nos transmite así el rostro de una sociedad humana, sin satanizaciones ni
divinizaciones, semejante a la nuestra. Un mundo donde no faltaban días malos, pero
tampoco días buenos, en los que era posible vivir, en muchas ocasiones,
agradablemente10.

11
3. Análisis de la carta

Tu esclavo liberto, con el que me habías dicho que estabas furioso, acudió a
mí, y echado a mis pies como si fueran los tuyos, los abrazó suplicante.
Lloró largamente, imploró intensamente y estuvo largo tiempo silencioso.
En una palabra: me convenció de su arrepentimiento. Estoy persuadido de
su enmienda puesto que reconoce que obró mal.

Plinio abre la carta con un breve saludo típico de este género y nos indica el
destinatario: Sabiniano. Así comienza el desarrollo de su carta.
Como primer elemento notamos la aparición del personaje que regirá la argumentación
de Plinio y por quien toma sentido esta epístola. Plinio aclara que este personaje a quien
llama esclavo liberto pertenece a Sabiniano y que por alguna razón que no sabemos,
ahora está a sus pies, ha llorado e implorado convenciendo a Plinio de su
arrepentimiento.

10
BOJORGE, Horacio C. La Intercesión por un Esclavo: Pablo a Filemón y Plinio a Sabiniano, en:
Revista Bíblica 42(1980/3) Nº 177, Págs.159-169.
11
Haremos el siguiente análisis de acuerdo a la división inicial del texto y teniendo en cuenta todo lo
mencionado con anterioridad. Solo nos detendremos en detalles que contribuyen al análisis de las
relaciones que nos interesan, aunque a primera vista haya otros que puedan parecer importantes; todo esto
con excepción de algunas explicaciones de contexto que sean necesarias.
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Ante este panorama surgen varios interrogantes: ¿Quién era un esclavo liberto?, ¿Qué
sucedió para que no esté con su amo y recurra suplicante a Plinio?
A la primera cuestión podemos responder revisando las condiciones de manumisión que
existían en la época e intentando ver de qué manera la descripción de Plinio se refleja en
dicha condición.
Primero debemos recordar que la carta se desarrolla en un contexto esclavista12 en el
que la manumisión es parte de dicho contexto y en donde el modo de producción
esclavista pertenece a la economía romana.
Tanto en el ámbito rural como en el urbano, el trabajo de los distintos tipos de esclavos
generaba el excedente económico del que se apropiaban los sectores poderosos. En el
caso de la sociedad mediterránea dominada por Roma, tanto en las postrimerías de la
República como durante el Principado, la explotación del trabajo cautivo constituía la
mayor fuente del excedente económico que mantenía el sistema.
La producción de los esclavos era la principal fuerza de trabajo en los establecimientos
agrícolas de mediana y gran envergadura y proveían en gran parte de la mano de obra de
los talleres artesanales.
Si bien no puede subestimarse la existencia del trabajo contratado o asalariado por parte
de hombres libres, cabe afirmar que “la clase propietaria [...] extrae la mayor parte del
plusvalor de la población laboral por medio del trabajo cautivo. Esto es muy diferente a
tratar de demostrar que en la antigüedad griega (o romana) el grueso de la producción
era realizado por esclavos, o aún (al menos hasta el Bajo Imperio Romano) por
esclavos, siervos y todas las otras formas de trabajadores cautivos en conjunto.” G. de
Sainte Croix13 indica que el producto combinado de los campesinos y artesanos libres
debe haber excedido al de los trabajadores cautivos. Pero los trabajadores libres no
propietarios, o aquellos cuya propiedad fuera explotada familiarmente, estaban
agobiados por otras formas de explotación, como los servicios compulsivos, los

12
La institución de la esclavitud tenía una incidencia decisiva en la economía del Imperio, y se puede
decir sin dudar que la explotación inmisericorde de los esclavos constituye la línea de base de todo el
sistema, tanto en lo económico como en lo político, social y cultural. Se calcula que cerca de un treinta
por ciento de los habitantes del Imperio estaban sometidos a distintas formas de esclavitud.
La esclavitud era la situación posible más baja, ya que niega la misma condición humana del esclavo (es
apenas la “herramienta parlante” de la que habla Aristóteles).
Sin embargo, el fenómeno de la esclavitud no es uniforme, y la gran variedad de condiciones y prácticas
de la explotación esclavista puede introducir importantes variantes de lectura a la hora de interpretar esta
carta.
13
De Sainte Croix, G. The Class Struggle in the Ancient Greek World. Cornell University Press, New
York, 1981, p.133.
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impuestos y contribuciones, la conscripción militar en el caso de los ciudadanos
romanos, etc.
En la sociedad esclavista el propietario tiene un dominio real sobre el esclavo como ser
humano. Ejerce un dominio prácticamente irrestricto sobre el cuerpo del esclavo. Este
dominio le permite obtener un excedente del trabajo del esclavo. Al ser incorporado a la
producción como una herramienta, todo el trabajo del esclavo aparece como trabajo
gratuito, aunque consume parte de lo que produce para su propia subsistencia. Por la
misma razón, en la medida en que disminuye el dominio físico (por el relajamiento de la
vigilancia, o por la naturaleza del trabajo que realiza el esclavo, pedagogos,
mayordomos, etc.) disminuye la capacidad de explotación, como ocurría a veces en los
grandes latifundios romanos. Por eso a veces se estimulaba a ciertos esclavos
administradores con una compensación económica extra. Así, algunos esclavos
privilegiados podían, por su tarea, reunir un peculium (reserva de dinero) suficiente
como para comprar su propia libertad.
Bajo este panorama es posible pensar que se encontraba el Liberto de Sabiniano, sin
embargo, para “precisar” la condición de manumisión debemos observar lo siguiente:
La manumisión14 era un acto voluntario del dueño o por decisión de la ley. Dentro de
ésta, distinguimos entre solemnes, que otorgan la libertad y ciudadanía y son
reconocidas por el Ius civile, y las no solemnes o manumisiones menores, que no
confieren ni la libertad ni la ciudadanía, pero que presentan ante el pretor al esclavo
como si fuera libre (auxilio praetoris in libertatis forma)15.
Entre las modalidades de manumisión solemnes, destacan:
a) Manumissio vindicta. Consiste en un proceso fingido ante el magistrado,
conforme al ritual de la in iure cesio, en el cual el propietario del esclavo se servía de un
lictor, guardia que acompaña al magistrado (adsertor libertatis) para conseguir el fin de
liberar a su esclavo, pues el adsertor reclamaba la libertad del esclavo, ya que el esclavo

14
Este vocablo proviene de manumissio, salida de la manus o potestad del dominus y describe el acto de
disposición por el que el esclavo se hace libre y ciudadano romano. Es decir, se trata de una declaración
de voluntad del dueño del esclavo con intención manifiesta de otorgarle la libertad y, por añadidura,
convertirlo en ciudadano romano (aunque esto no siempre sucedía). Por ser una materia que afectaba a los
intereses del Estado fue preciso, en algunos casos, la intervención del magistrado, así como la necesidad
de recortar y limitar el número de manumisiones, ante los graves problemas demográficos y sociales que
su multiplicación acarreó.
15
Institutiones Gai 3, 56.
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no puede hablar (vindicatio in libertatem)16 ante el silencio de su dueño, el pretor,
cónsul o gobernador le otorgaba la libertad.
En la carta de Plinio nada nos indica que este procedimiento se haya llevado a cabo así
que no podremos considerarlo.
b) Manumissio censu. El esclavo se inscribe en el censo con el permiso del
dueño. Esta modalidad contaba con las dificultades derivadas de la confección del censo
con carácter quinquenal, y la definitiva supresión que se produjo del censo, por lo que
desapareció a fines de la República.
Este tipo de manumisión es poco probable que fuera el caso del liberto de Sabiniano
pues la carta no indica ninguna referencia a esta idea de libertad por causa del censo.
c) Manumissio testamento. El dueño manifiesta en su testamento (o en codicilo
confirmado en testamento a partir de la época imperial) su voluntad de liberar al
esclavo17 y otorga la libertad tan pronto como la herencia es aceptada por cualquier
heredero. El esclavo así liberado se convierte en liberto del De Cujus (libertus orcinus)
ya que el alma de su patrono yace en el orco. Descartamos también este caso de
manumisión, pues Sabiniano está vivo, lo que anula de antemano esta posibilidad.
d) Manumissio in ecclesia o in sacrosanctis ecclesiis. A partir de Constantino, el
propietario del esclavo manifiesta para la época de Pascua ante el obispo y la
comunidad cristiana su voluntad de liberar al esclavo. Este caso no tiene lugar en
nuestro análisis pues pertenece a una época muy posterior a la de la redacción de la
carta.
Las manumisiones solemnes, en la época de Augusto tienen que estar encuadradas en la
ley Aelia Sentia, pues, para otorgar la libertad y que el esclavo ingrese en la categoría de
liberto ciudadano romano, debía contar con una edad mínima de treinta años y el
dominus con una mínima de veinte años, como así también tenía que tener el dominio
quiritario del esclavo, y no cometerse fraude ante los acreedores.18
Cabe notar aquí que más adelante Plinio nos dirá que el liberto de Sabiniano es joven, lo
que podría indicarnos que se trata de un tipo de liberto de esta categoría, aunque como
ya hemos visto ninguna de las categorías anteriores podamos considerarlas posibles.

16
El tercero (adsertor libertatis), previamente convenido con el dueño, interviene en lugar del esclavo,
que carece de capacidad procesal, tocándole con la varita (vindicta) y afirmando que es hombre libre
(“hunc ego hominem liberum esse aio”, yo digo que este hombre ahora es libre). Al no ser contradicho
por el dueño, el magistrado confirmaba la declaración (addictio libertatis).
17
Stichus liber esto, liber sit, Stichus liberum esse iubeo (Stico sea libre, sea libre; Ordeno que Stico sea
libre).
18
Institutiones Gai 1, 17.
Cuadernos de Teología.  Vol. XXVIII, 2009.                                                                        190

 
De otro lado se encuentran las manumisiones no solemnes, que hacían ingresar al
esclavo en la categoría de liberto latino juniano, entre las que señalamos:
a) Manumissio inter amicos. Entre el esclavo y el dominus se ha constituido un
vínculo tan estrecho de amistad que se tornaba odioso la existencia de esa relación
dominus esclavo, por lo tanto, el dominus del esclavo ante testigos declara su voluntad
de liberar al esclavo.
Esta categoría de liberto establece la libertad en medio de testigos, aspecto que no
vemos en la carta de Plinio, sin embargo, como lo notaremos en la declaración de
Plinio: “Sé que estás airado y se también que hay motivos para tu ira.” Podemos inferir
que este tipo de comportamiento no pertenece a algo nuevo en la relación de los dos
sujetos sino, que da cuenta de una relación tensionante existente tiempo atrás. Relación
que degeneró a tal punto que provocó la huida del liberto19.
b) Manumissio per epistulam. El dueño envía a su esclavo ausente una carta
donde manifiesta su deseo de liberarlo, Justiniano exigirá que sea suscripta por cinco
testigos20.
Como bien lo ha señalado Eleonora Nicosia21, en su artículo Manumissio Per
Epistulam, este tipo de manumisión se configuró sólo en época postclásica (como
testimonian Epitome Gai y Pauli Sententiae) y después se recogió entre los modos de
manumisión por Justiniano.
c) Manumissio apud mensam o per convivii adhibitionem22. Se interpretaba
como voluntad de liberar al esclavo el hecho de que el dueño lo sentara a comer en su
propia mesa, ya que para la época era indecoroso sentar al esclavo a la mesa. Frente a
esta posibilidad el texto de Plinio no nos da ningún detalle y por ello no la consideramos
posible.
A la segunda cuestión, a saber, ¿Qué sucedió para que no esté con su amo y recurra
suplicante a Plinio? Intentaremos dar respuesta teniendo en cuenta la segunda parte de
la carta y el tipo de manumisión que hemos considerado como el más posible:
Manumissio inter amicos.

Sé que estás airado y se también que hay motivos para tu ira. Pero

19
Este punto lo analizaremos mas adelante cuando veamos las posibles causas por las que huyó el liberto.
20
Dig. 41, 2, 38.
21
Nicosia, Eleonora, Manumissio Per Epistulam, Revue Internationale des droits de l’Antiquité, 3ème
série, XLII (2000)
22
Epítome Gai 1, 1, 2.
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precisamente cuanto más justa es la causa de la ira, tanto más laudable es la
mansedumbre.
Yo espero que vuelvas a quererlo como antes. Por ahora bastará que
permitas que se te ruegue.
Podrás airarte de nuevo, si lo merece, y lo harás con mayor razón después
de haberte dejado aplacar una vez.
Perdónale algo a su juventud, toma en cuenta sus lágrimas, permítete ser
indulgente. No lo tortures ni te tortures tú. Porque para un hombre tranquilo
como tu, airarse es torturarse.

Si bien el esclavo era una cosa o propiedad y, como tal, totalmente sujeta a la voluntad
de su amo, como lo expresa algunos siglos antes Aristóteles, cuando señala que el
esclavo era una herramienta que habla y que sólo sería posible prescindir de la
esclavitud si se inventaran máquinas que pudieran hacer el trabajo humano23, en esta
frase podemos ver que el ser esclavo era ser por naturaleza inferior y por tanto blanco
de los abusos de su amo; Paul Allard en Los Esclavos Cristianos (Paris 1876) habla al
respecto: “bastaban las más ligeras causas, los pretextos más fútiles, para exasperar
hasta la locura a aquellas almas tan poco dueñas de sí mismas, porque se sentían dueñas
absolutas de los demás”. La opinión de Allard se ve reforzada por la visión de otras
expresiones que invitaban a tener consideración especial de los esclavos evitándoles
abusos. Este es el caso de Séneca24 quien en su tratado sobre La Ira, acumula los
argumentos que inspiraran las leyes imperiales, ineficaces y por eso mismo renovadas
con cierta frecuencia, que intentaron en vano dulcificar las rabias de los amos.

“Una vida inactiva y fácil expone a los hombres a montar pronto en cólera. ¿No
notáis cómo con la fortuna aumenta la ferocidad? Ved a los ricos, a los nobles, a
los magistrados: el soplo de la prosperidad infla desmesuradamente cuanto tienen
de ligero y vano en el corazón. Sus oídos se acostumbran a la sumisión y a la
lisonja; la felicidad despierta en ellos la cólera”.

Pero no necesariamente la mayoría acompañaba esta sensibilidad, las sátiras de la época


presentan a filósofos que dictan a su escriba frases llenas de recomendaciones acerca del
23
Aristóteles, Política Libro I, 2da parte.
24
Séneca, de Ira.
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buen trato a los esclavos mientras, al mismo tiempo, azotaban a algún esclavo que los
había irritado por un error menor. Séneca lo expresa de la siguiente forma:

“Esta gente de bien monta en cólera si el agua caliente no está a punto, si se


rompe un vaso, si el zapato se embarra, si el esclavo no es diligente, si la
bebida no está fría, si la cama no está bien hecha o la mesa no está bien
puesta. Si el esclavo estornuda o tose durante la comida, si no espanta bien
las moscas, si se le cae una llave y hace ruido, ya se irrita. Se desespera si
arrastra el pobre esclavo un mueble”.

Antes de Seneca, Ovidio había registrado la crueldad de las matronas: “Carina jamás
rasgó en mi presencia con sus agujas los brazos de sus esclavas”. En cambio, a otras,
Ovidio las insta: “No seáis impacientes, - dice- que vuestra esclava (ornatrix:
maquilladora, peluquera) se libre de vuestros golpes; odio a las mujeres que arañan con
sus propias uñas la cara de esas desgraciadas y hunden una aguja en sus brazos; con ello
conseguís que la esclava maldiga al tocar la cabeza de su ama y llore ante su detestada
cabellera”.
Por otro lado también hay casos, aunque muy excepcionales, en que se estableció una
relación de confianza entre un patrón y algún esclavo destacado. Hay ejemplos de un
patrón que disponía, por vía testamentaria, la libertad y una dote de la herencia a
algunos de sus siervos. Incluso hay algunos casos en los cuales un patrón sin hijos
propios adoptaba a algún esclavo para hacerlo su heredero25. En sus cartas, Plinio se
muestra muy consciente de sus deberes como patrono y aunque B. Radice lo atribuye a
su buen carácter, creemos que se limita a seguir una práctica que era corriente en su
medio y en su época26.
Todo lo anterior nos hace ver en el caso que nos involucra, una relación de Manumissio
inter amicos y a nuestro entender expresaría por qué el Liberto no está con su amo
Sabiniano.
No desconocemos que lo mencionado por Séneca y Ovidio corresponde al trato de los

25
Según la famosa inscripción de los baños de como, Plinio legó 1.866.666 HS a 100 libertos (la rareza
de la cantidad obedece al deseo de buscar un rendimiento especifico del interés) en la ciudad de Como.
cfr. J. Carcopino, La vie quotidienne à Rome à l’apogée de l’Empire, Paris, 1939, pág. 91.
26
E. Redice: Pliny, Leteurs and Panegyricus, Cambridge, Londres, 1969 (Loeb), p. XVII. El patrono que
dejara de alimentar a su liberto perdía todos sus derechos sucesorios, según la ley Elia Sencia (Dig.
38,2.33, Modestino) y en virtud de un rescripto de Caracalla, perdía también el ius patronatos.
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esclavos no libertos, sin embargo, podría inferirse que este caso era el mismo que se le
aplicaba a este liberto. La cautela de Plinio deja entrever que Sabiniano es uno de esos
hombres susceptibles a los que hay que aproximarse y tratar de convencer con infinito
tacto, so pena de herir en forma contraproducente una irritabilidad que yace a flor de
píe.
EI liberto de Sabiniano es un joven. Seneca dice a los que castigan duramente a
estos:

“¿No debe avergonzarte el castigar a un esclavo novicio, que quizás fue


libre hasta ayer, porque conserve en su reciente condición de servidumbre
algunos restos de su antigua libertad, porque no se amolde de repente a
penosos y viles trabajos, porque acostumbrado a una vida tranquila y dulce,
no tenga fuerzas para acompañar corriendo el coche o el caballo de su amo,
porque se duerma cuando debe trabajar de noche? ¿Qué es lo que te indigna
y que provecho te reporta el indignarte? ¿Tienes que mandar traer el látigo
ya, durante la comida, solo porque tus esclavos han dicho una palabra en
medio de las ruidosas conversaciones de tus invitados y no han guardado
absoluto silencio?”27

Hemos intentado dilucidar las cuestiones planteadas, sin embargo, aunque


establezcamos que la ira de Sabiniano es la que produjo la huida del liberto, debemos
preguntar por qué el liberto a pesar de esta situación quiere regresar y acude a Plinio
para que él interceda a su favor.
Aquí debemos mirar cuál era la relación que podría establecerse entre un liberto y su
amo o “antiguo patrono”.
El patrono le procuraba al liberto medios para subsistir, bien directamente,
permitiéndole residir en su casa, bien proporcionándole una fuente de ingresos; con
frecuencia, consignaba en su testamento una cantidad de dinero para proveer su
alimentación, alojamiento y vestido cuando él ya no pudiera hacerlo personalmente.
Estos legados de alimenta aparecen a menudo, tanto en el Digesto como en los distintos

27
SENÉCA, De Ira.
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testamentos que se nos han conservado de forma más o menos fragmentaria28. Tampoco
era raro que el patrono les regalara una cierta cantidad de dinero o un terreno donde
edificar su monumento funerario o les concediera un lugar en su propia tumba, bien
mencionándolos por sus nombres o bien bajo la fórmula libertis libereabusque aunque
en este último caso, al menos, desde la época de los Severos, la fórmula sólo era válida
para aquellos libertos que habían sido nombrados herederos en el testamento del
patrono.
El cuadro que ahora apenas hemos esbozado y en el que se podrían incluir otros rasgos
importantes es el sostenido por autores como, Fabre29 (libertus) de quien deducimos la
siguiente conclusión: el liberto, aunque teóricamente libre tras la manumisión, en la
práctica, seguía dependiendo por completo de su antiguo dueño, tanto a nivel
económico, profesional y afectivo. Esta postura sin embargo está en contra de la
presentada por Quiroga30; a su entender la relación existente entre el patrono y el liberto
podría observarse desde el “paradigma fuerte”, es decir, que la mayor parte del reparto
de excedente31 del trabajo de los libertos en sus tareas artesanales, (comunes tareas de
los libertos para asegurarse una vida sin el patrón) era siempre para el patrono o desde el
“paradigma débil” donde la relación era mutuamente beneficiosa. D’Arms distingue
algunas las implicaciones al respecto:

“Si los libertos que eran activos en empresas comerciales y manufactureras


se dedicaban, sobre todo, a promover los intereses de sus antiguos dueños,
como sus representantes, los beneficios permanecerían ante todo bajo el
control del patrono; esto, a su vez, habría favorecido la continua dominación
de las familias poderosas, relativamente pocas... Si, por el contrario, los
libertos o un número significativo de ellos trabajaban en un ambiente de
independencia acumulando riqueza con total autonomía o incluso en
competencia con sus patronos, es posible anticipar todo un conjunto de

28
Sin pretensiones de exhaustividad, podemos mencionar algunas referencias del Digesto a los legados de
alimenta: 2, 15,8,7 (Ulpiano); 7, 1,57, 1 (Papiniano); 10,2,41 (idéntico caso se trata en 37. 14. 24. ambos
de Paulo)
29
G. Fabre, Libertus. Recherches sur les rapports patron-affranchi à la fin de la République romaine.
Roma, 1981 (en adelante, Fabre. Libertus), págs. 146-147
30
Quiroga Pedro L. La Dependencia Económica de los Libertos. Gerión 9. Editorial de la Universidad
Complutense de Madrid. 1991, Págs. 163-174.
31
Ste. Croix se refiere a excedente como la parte del producto del trabajo de un individuo cuyo fruto no
goza directamente él, y cuyos beneficios inmediatos se reservan a otros. E. M. de Ste. Croix, La lucha de
clases en el mundo griego antiguo, Barcelona, 1988, Londres, 198l, Pág. 53.
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consecuencias sociales, incluyendo una clase rectora más abierta, cuya
composición sería, socialmente hablando, más heterogénea” 32

Sumado a la postura de D’Arms tenemos lo sostenido por Garsney “puede hablarse de


libertos independientes cuando son ricos y poseen al mismo tiempo, poder decisorio:
riqueza, en tanto riqueza moderada, y poder decisorio, en tanto, propiedad (solo, o bien,
asociado) o la dirección de un negocio, preferiblemente, de un negocio importante”33
Teniendo en cuenta las evidencias que nos da Plinio en la carta, el liberto de Sabiniano
pertenecería al paradigma fuerte y estaría dentro de la categoría de dependiente, la
petición de Plinio a Sabiniano en la carta 21 “yo espero que vuelvas a quererlo como
antes” y la acción de Sabiniano indicada por Plinio en la carta 24 “Has hecho muy bien
abriéndole de nuevo tu corazón al esclavo-liberto que apreciabas tanto y al cual mi
carta reencaminaba de vuelta a tu casa” aclara todavía más este asunto.

Para terminar con el presente estudio de la carta de Plinio a Sabiniano nos resta observar
la última parte:

Me temo que por sumar mis suplicas a las suyas, pueda darte la impresión
de que te estoy coaccionando mas bien que rogando.
A pesar de eso insistiré con tanta mayor decisión y profusión cuanto que lo
he reprendido acerva y severamente, advirtiéndole con toda claridad que no
volveré a interceder por él otra vez más. Esto se lo he dicho a él, porque
convenía atemorizarlo. Pero no a ti. Pues quizás volverá a rogarte y volvería
a ser atendido. Siempre y cuando, claro está, que se trate de un asunto digno
que yo interceda y de que tú accedas. Adiós

Este último fragmento lo podemos analizar teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
Primero ya no se trata de una exposición en la que Plinio este aludiendo a la relación
entre el liberto y su patrono. Segundo, expresa que reprendió al liberto fuertemente, lo
que da cuenta del trato que podía un ciudadano romano ejercer sobre un liberto que ha
desobedecido o huido del lado de su patrón. Las causas por las que Plinio decide

32
J. H. D’ Arms. Commerce and Social Standing in Ancient Rome, Cambridge, 1981, p. 140.
33
P. Garnsey. Independent Freedmen and the Economy of Roman Italy under the Principate, Klio, 63.
1981, Págs. 359-371.
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interceder por este liberto ante Sabiniano son desconocidas, sin embargo, hay un tipo de
argumentación que nos podría indicar esto. Nos referimos a la casi incesante alusión a
las bondades de Sabiniano que se expresan en una retórica aduladora, exacerbando las
cualidades del autor, Plinio, y del receptor, Sabiniano. Esta última parte sin excluir las
dos anteriores, parece indicar que la carta en su conjunto fue escrita para mostrar más
que una situación específica la fuerza de su retórica. Esto comprobaría la carta 24 que es
contundente al indicar que Sabiniano hizo finalmente lo que Plinio le pidió. Hay que
notar en este punto que la petición de Plinio no tiene nada que ver con la situación del
liberto, sino con aquello que significa para Sabiniano el no recibir de nuevo al liberto.
La intercesión de Plinio toma sus argumentos y su fuerza diplomática de la moral y de
la psicología estoica. Y si, como afirman algunos críticos literarios, las cartas de Plinio
son solo imitaciones del género epistolar, la intercesión por el esclavo cobra un carácter
secundario y subordinado. No es el verdadero fin de Plinio. Su finalidad es literaria y
redunda más bien en gloria del propio Plinio, aunque nos permita indagar en la relación
entre libertos y patrones. Se trata más bien de un ejercicio literario, de una
demostración o alarde de su capacidad psicológica, de su destreza diplomática y
retorica.
Nos damos cuenta además, que la argumentación de Plinio a Sabiniano se mueve dentro
de un sistema moral cerrado. Sabiniano ha de ser juez de sí mismo. Plinio lo emplaza
sutilmente a que en su ira ceda un lugar a consideraciones de amistad respecto de los
ruegos de Plinio. Recibirá a cambio un premio en la opinión de su amigo, que por otra
parte no se está moviendo por otro interés que el de Sabiniano, quien con su ira, se daña
y se atormenta a sí mismo. De este modo, al juicio de Sabiniano sobre sí mismo, se le
agrega discretamente el de Plinio e indirectamente un juicio social: “cuanto más justa
es la causa de la ira, tanto más laudable es la mansedumbre”. Nada hay en la
argumentación que fundamente el “deber hacer” de Sabiniano en un plano trascendente.
Todo se reduce a consideraciones de provecho propio, de conveniencia, ya sea por
utilidad propia o imagen social. El derecho está de parte de Sabiniano y el llamado de
Plinio es a la clemencia e indulgencia como práctica de la virtud romana.

Conclusión
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Como ya hemos dicho al inicio, lo que buscamos es presentar un ejemplo de la relación
liberto- patrón en el imperio romano; si bien la carta no es una descripción
pormenorizada de esta relación, los detalles que aporta reconocen (sea por retórica de
Plinio o por realidad del hecho) que los patrones y sus libertos sostenían una relación de
tensión. Además es una relación de interdependencia, aspecto que no excluye la relación
de indiferencia del liberto hacia al patrón, cuando el primero lograba la ciudadanía y la
consecución de un capital para vivir.
Plinio observa además, que había libertos que huían de sus patrones, pero que la
realidad a la que se enfrentaban al no ser ciudadanos o no poseer ningún bien era tal,
que preferían regresar al lado de su patrón, así éste continuara tratándolos de forma
violenta.
Según Plinio, Sabiniano es un patrón que “quiere” a su liberto, y que gracias a los
“ruegos” de su carta le perdona la falta y recibe de nuevo. Este acto no es ingenuo, es
decir, no solo obedece a la bondad de Sabiniano, más bien, indica, los factores
económicos, sociales y políticos que se hacen presentes a la hora de tener un liberto en
casa.
Al parecer el más beneficiado por el regreso sería el liberto, pues volvería a tener un
techo, comida y un lugar para trabajar, sin embargo, cabe pensar que según la carta lo
que esta en juego no es lo económico sino lo social, es decir, lo que se discute no es el
excedente que le puede proporcionar un liberto a su patrón sino, la reputación que
acarrea no ser un patrón que es capaz de controlar sus impulsos y su ira.
Podríamos pensar que la manumisión evidencia un conflicto de poder y moral romano.
Plinio convence a Sabiniano de que reciba al liberto no por vía jurídica sino, apelando a
sus emociones y carácter como patrón.
Esta carta se ha comparado con la carta de Pablo a Filemón, pero a nuestro entender las
dos son muy diferentes, si bien presentan similitudes en cuanto a los personajes (amo,
liberto) las razones de la petición y el sistema de valores son completamente opuestos.
Finalmente queda claro, que Plinio lució su retórica y al hacerlo presentó detalles, que
hoy podemos rescatar como presentes en la relación liberto-patrón, dentro del periodo
de Plinio en el imperio Romano.
Cuadernos de Teología.  Vol. XXVIII, 2009.                                                                        198

 
BIBLIOGRAFÍA

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