The Little Prince">
El Principito (Fragmento)
El Principito (Fragmento)
El Principito (Fragmento)
El principito (fragmento)
Obra: El principito
Autor: Antoine De Saint-exupery
Tipo de texto: Narrativo
—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero
también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "
—¿Crear vínculos?
—Sí.
—No.
—No.
—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las
gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú
me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos
los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la
madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no
como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan
nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando
me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del
viento en el trigo.
—Bien quisiera —le respondió el principito— pero no tengo mucho tiempo. He de buscar
amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no
tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas
donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por
ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance
la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que
vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón...
Los ritos son necesarios.
—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día no se
parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un
rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos
en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días
se parecerían y yo no tendría vacaciones.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has
querido que te domestique...
—¡Seguro!
Y luego añadió:
—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a
decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
—No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han
domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil
zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
—Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las
vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella
se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué
con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a
ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en
fin.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el
corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla.
Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...