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Leer para Crecer Lectura

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LEER PARA CRECER

“El conejo Bermejo”

Educar no es hacer modelos, es liberar a cada persona lo que le impide ser ella misma.

→Lee la siguiente lectura y realiza un análisis de los elementos que consideres más importantes para
tener una escucha activa.

Había una vez una vez un conejo que tenía 5 años. Se llamaba Bermejo.
El conejo Bermejo era muy simpático y tenía muchos amigos en su clase. Pero había una cosa
que no hacía bien.
Cuando la señorita Doña Coneja explicaba cómo se hacía una ficha, el conejo Bermejo nunca la
escuchaba; empezaba a mirar para todas partes y se ponía a hablar con otro conejito que tenía al
lado.¿ Y sabéis lo que pasaba ?
Que ni Bermejo ni el otro compañero se enteraban de cómo se hacía y luego la ficha la tenían
que repetir para hacerla bien, mientras los otros conejos ya podían ponerse a jugar.
Eso también le pasaba cuando la “seño” contaba un cuento.
Tampoco escuchaba a sus compañeros cuando contaban sus aventuras en la asamblea.
Los conejitos estaban hartos de que Bermejo no parase de molestar.
Un día, Bermejo fue con sus papás al zoo: vio muchos animales y se lo pasó muy bien.
Al día siguiente, Bermejo quería contar a la “seño” y a los demás conejitos su aventura en el zoo.
Todos en el borde de la alfombra, ya estaban colocados y Bermejo se puso a hablar… pero los
demás conejitos no le hacían ni caso y Bermejo empezó a enfadarse y a decir:
-¡Eh! ¡Silencio! ¡Escuchadme!
Pero ni caso. Casi llorando le dijo a su señorita:
¡Señorita! No me escuchan y no puedo contar mi aventura en el zoo.
Entonces una conejita alzó la mano y dijo:
-Señorita, no queremos escucharle, porque cuando Usted explica, Bermejo no la escucha
y charla, cuando nosotros queremos contar algo, tampoco nos escucha, así que ahora
nosotros no queremos escucharle a él.
Bermejo se puso muy triste porque se dio cuenta que tenían razón: él nunca escuchaba y si
alguien estaba hablando él se ponía a charlar. Ahora comprendía cómo se sentía los demás
cuando él charlaba.
Se fue a su casa muy triste y su mamá le dijo -¿Qué te pasa Bermejo?
Bermejo se lo contó todo a su mamá.
La mamá le dijo que si él no escucha y molesta, los demás ahora no querían escucharlo a él.
Su mamá le enseño un truco:
-A partir de ahora, cuando alguien cuente una cosa, lo miras a los ojos y lo vas a escuchar,
y no vas a charlar con nadie.
Si alguien te quiere hablar tú le haces (gesto del silencio) y sigues escuchando. ¿Entendido?
Al día siguiente, en la clase se puso a escuchar a su “seño”, también a sus compañeros. Si algún
conejito hablaba él (hacía el gesto del silencio).

Todos los días hacía el truco que le había enseñado su mamá. Así se enteraba de las fichas y todo
lo que enseñaba su “seño”.
De esta manera Bermejo estaba contento.

FIN

Jesús Jarque
LEER PARA CRECER
”El Día del Silencio”
Educar no es hacer modelos, es liberar a cada persona lo que le impide ser ella misma.

→Lee la siguiente lectura y realiza un análisis de cómo trabajas la integración y empatía en casa, en la
escuela o en algún público.

Regal no podía oír nada. Era un niño normal en todo, pero había nacido sordo. Era muy
famoso en el pueblo, y todos le trataban con mucho cariño, pero a la hora de la verdad, no le
tenían muy en cuenta para muchas cosas. Los niños pensaban que podría hacerse daño, o que
no reaccionaría rápido durante un juego sin oír la pelota, y los adultos actuaban como si no
fuera capaz de entenderles, casi como si hablaran con un bebé.

A Regal no le gustaba mucho esto, pero mucho menos aún a su amigo Manuel, que un día
decidió que aquello tenía que cambiar. Y como Manuel era el hijo del alcalde, convenció a su
padre para que aquel año, en honor de Regal, dedicaran un día de las fiestas a quienes no
pueden oír, y durante 24 horas todos llevaran unos tapones en los oídos con los que no se
pudiera oír nada.

La idea fue muy bien recibida, porque todos querían mucho a Regal, que durante las semanas
previas a las fiestas tuvo que aguantar bastantes miradas de lástima y sonrisas compasivas. Y el
Día del Silencio, como así lo llamaron, todos fueron a ponerse sus tapones con gran fiesta y
alegría. La mañana estuvo llena de chistes, bromas y risas, pero según fueron pasando las horas,
todos comenzaron a ser conscientes de las dificultades que tenían al no poder oír. Pero todo lo
que aprendieron sobre lo difícil que era vivir así, no fue nada comparado con el gran
descubrimiento del día: ¡Regal era un fenómeno!

Como resultaba que ya nadie se fijaba en su sordera, aquel día Regal pudo jugar a todo como
cualquier niño, y resultó que era buenísimo a casi todo. Y no sólo eso; Regal tenía una mente
clara y ágil y aquel día como nadie tenía la prisa habitual todos pudieron atender a Regal, que
era quien mejor se expresaba por gestos. Y todos quedaron sorprendidos de su inteligencia y
creatividad, y su facilidad para inventar soluciones a casi cualquier problema. Y se dieron cuenta
de que siempre había sido así, y que lo único que necesitaba Regal era un poco más de tiempo
para expresarse bien.

Así que, el Día del Silencio, fue el del gran descubrimiento de Regal, y de que había que dar a
todos la oportunidad de demostrar lo que valían. Y para que otros aprendieran la misma lección,
desde aquel día, cada vez que alguien visitaba el pueblo le recibían con gran alegría, poniéndole
un gran gorro con el que no se podía oír nada.

FIN.

Pedro Pablo Sacristán


LEER PARA CRECER
”Me gusta como soy “
Educar no es hacer modelos, es liberar a cada persona lo que le impide ser ella misma.

→Lee la siguiente lectura y realiza un cuadro comparativo en dónde expreses lo que te amas de ti
físicamente y de tu personalidad.

Había una vez, un chico que tenía el pelo color blanco, pero blanco-blanquísimo, como la
nieve, como la crema, como el algodón. Nació un día de sol brillante. Los papás estaban tan
contentos que no dejaban de sonreír, y a todos les comentaban emocionados, lo hermoso que
era su bebé.
Cuando salieron del sanatorio, los rayos de sol iluminaron la cabeza de Ezequiel, y la mamá le
dijo al papá
– Mira, parece un angelito
– Sí, es el bebé más lindo, del mundo- contestó radiante, el papá.
Así creció Ezequiel, contento, querido y orgulloso de su pelo blanco, blanquísimo.
Vivió en el campo hasta que tuvo 5 años, allí se crío jugando con los animales, alimentando a las
gallinas y sus pollitos, hasta aprendió a andar en un caballito, que el papá le regaló,
especialmente para él, al que le puso de nombre Petiso, y se convirtió en su mejor amigo.
Una noche llena de estrellas, Ezequiel escuchó que los papás conversaban en la galería de la
entrada de su casa. Se acercó despacito porque los notó preocupados, al verlo los papas le
dijeron que era muy tarde y debía ir a dormir. Ezequiel queda tan intrigado, que se escondió
detrás de la puerta para escuchar. !!! Que sorpresa se llevó ¡!!!!. Los papas estaban hablando de
mudarse, ¿mudarse? ¡SÍ! Ir a vivir a otra casa, nada más ni nada menos que a la ciudad, y todo
el asunto era porque Ezequiel tenía que empezar a ir a la escuela, y por allí donde vivían no
había ninguna cerca. ¡QUE ALEGRÍA ¡ conocer la ciudad tener nuevos amigos, eso sí que
parecía divertido. Así fue que juntaron sus cosas y se mudaron a una linda casita en la ciudad
que quedaba muy cerquita de una hermosa escuela con sus paredes pintadas con dibujos que
habían hecho los chicos junto con las maestras.
Ezequiel estaba tan entusiasmado, que no podía quedarse quieto. Fue con su mamá a comprar el
guardapolvo y los útiles escolares, él eligió todos con la marca de su cuadro favorito. Esa noche
casi no pudo dormir, de tan entusiasmado que estaba. Entonces llego el día tan esperado, ¡el
primer día de clases! Ezequiel se levantó muy temprano, contento y nervioso. Se lavó la cara, los
dientes y se peinó su blanco-blanquísimo pelo blanco. Ese pelo que era su marca especial en la
vida, ese pelo que su mamá acariciaba todas las noches antes de que se duerma, su hermoso pelo
de nieve, como le decía su papá. Llegó a la escuela junto con sus papás, lo besaron en la entrada,
y Ezequiel con paso decidido se acercó al patio a la fila de primer grado.
Allí se empezó a sentir raro, todos los chicos lo miraban, no solo los de su grado, de todas las
filas los grandes, los chicos, y Ezequiel no entendía porque, quería que lo tragara la tierra. De
pronto un chico se acercó y le dijo
– ¡Oye!, ¿por qué tienes el pelo así?
Ezequiel, no contestó, no sabía que decir, se preguntaba
-¿Así cómo?, ¿lindo como la nieve?
Ante su silencio todos lo miraron, algunos empezaron a reírse y otros a cargarlo, le gritaban:
– ¡Cabeza de crema!, ¡cabeza de papel!, ¡cabeza de azúcar!
Ezequiel miró a su alrededor y de pronto, con espanto descubrió que, no había ningún chico con
el pelo blanco-blanquísimo como el suyo y parecía que esto les molestaba a los chicos de la
escuela. Lloro en silencio, como para adentro, ya no le gustaba la escuela, se sentía triste y
quería volver a casa.
La seño los saludo uno a uno con un beso y los llevó hasta el aula de primer grado. El aula era
lindísima, estaba decorada con los nombres de todos los chicos, con dibujos, letras y números.
Pero Ezequiel estaba tan triste que no podía ver lo linda que era su aula, solo quería llorar y salir
corriendo. Se sentó solo, nadie quiso sentarse con él, porque todos pensaron que su color de
pelo lo hacía un chico raro.
LEER PARA CRECER
”Me gusta como soy “
Educar no es hacer modelos, es liberar a cada persona lo que le impide ser ella misma.

Mary Luz, la seño, les dijo que iba a pasar lista, que a medida que los nombrara fueran
parándose al lado de su silla. Mary Luz comenzó – que se paren los altos- los chicos
desorientados se miraron – vamos, dijo la seño, párense los altos- Los chicos se pararon. La
seño siguió diciendo, ahora los de pelo color rojo, los que usan anteojos, los que no usan
anteojos, los morenos, los pálidos, los que tengan aparatos en los dientes, los de pelo blanco, los
de pelo marrón, los que tengan dientes chiquitos, los de dientes grandes, los que se portan bien,
los que se portan mal, los simpáticos, los tímidos, los charlatanes, los calladitos y así siguió con
una lista interminable.
Los chicos no hacían más que pararse, sentarse y volverse a parar, porque todos, todos, todos, se
sentían nombrados varias veces. Algunos eran bajitos, charlatanes, de pelo amarillo y a veces se
portaban mal. Otros eran calladitos, altos, de dientes chiquitos y simpáticos. Todos tuvieron que
levantarse tantas veces que quedaron agotados. Pero faltaba lo último. María Luz dijo – ahora
que se paren, los que quieran divertirse, los que quieran aprender, los que quieran hacerse
amigos, los que quieran jugar, los que quieran reírse-

¿Se imaginan lo que pasó?, ¡SIII! Se levantaron todos juntos, gritando


– Yo, yo, yo, yo, seño. Entonces, Mary Luz dijo:
– No importa las diferencias que tengamos, miremos que tenemos en común para así
poder respetarnos y pasarla bien todos juntos. Ezequiel, había dejado de llorar. Otra vez
se sentía contento y con ganas de estar en la escuela. De pronto se acercó un chico y le
pregunto si podía sentarse con él, Ezequiel le contesto que sí. De ahí en más, lo que
conozco de esta historia es que Ezequiel se hizo muchos, muchos amigos, y otra cosa que
me contaron, es que cuando había que actuar de Papá Noel, siempre lo elegían a él, lo que
lo hacía sentirse muy, pero muy orgulloso de haber nacido con ese pelo blanco-
blanquísimo.

FIN

Sonia Almada
psicóloga

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