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Unidad 3 (Para El Examen)

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UNIDAD DIDACTICA 3.

LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

0. ¿Qué es la filosofía de la ciencia?


Como vimos en el tema anterior, el problema del conocimiento constituye uno de los
ejes principales de la investigación filosófica. Es por ello que la reflexión acerca de los
diversos modos de saber, su alcance, su fundamentación e incluso la posibilidad misma
de su concreción formaron parte de la reflexión filosófica desde sus orígenes.
La filosofía de la ciencia investiga la naturaleza del conocimiento científico y la
práctica científica. Se ocupa de saber, entre otras cosas, cómo se desarrollan, evalúan y
cambian las teorías científicas, y de saber si la ciencia es capaz de revelar la verdad de las
"entidades ocultas" (o sea, no observables) y los procesos de la naturaleza.

1. El conocimiento científico.

Seguro que has oído muchas veces la expresión “esto está científicamente
probado”; o “se ha publicado un estudio científico que dice que no es bueno comer tal o
cual cosa”. Con estas expresiones se da a entender que nos hallamos ante un conocimiento
verdadero y que ha sido demostrado. Pero, ¿qué tiene la ciencia de especial para haber
obtenido tan alta consideración?

2. Desarrollo de las diferentes concepciones científicas del mundo.

El tipo de explicación que requiere aquello que consideramos ciencia, así como la
concepción del mundo que de ello se deriva, no ha permanecido idéntico a lo largo del
tiempo.

A continuación, vamos a conocer los tres tipos de explicación científica de mayor


influencia en la historia de la ciencia y dejaremos para más adelante la profundización en
sus respectivas formas de comprender la realidad.

2.1. Explicación aristotélica

El primer modelo de explicación científica y de concepción del mundo surge en


la Antigüedad. El gran sistematizador de este modelo y creador del sistema del mundo
que perduró hasta la revolución científica fue Aristóteles. Para Aristóteles explicar un
fenómeno es conocer racionalmente todos los factores que le afectan, es decir, saber qué
es, por qué es y para qué es. Este filósofo define la ciencia como “conocimiento cierto
por causas”. El principio de causalidad dice “Todo efecto tiene una causa”. En su Física,
Aristóteles distingue cuatro tipos de causas:

- Causa material: aquello de lo que está hecho algo (Por ejemplo, de una silla de
madera seria la madera su causa material).

- Causa formal: aquello que hace que algo sea lo que es y no otra cosa (la forma
de la silla).

- Causa eficiente: el agente que pone en marcha el cambio o movimiento (el


carpintero que la hace).

- Causa final: aquello por lo que algo es hecho, es decir, el sentido por el cual el
agente - causa eficiente- ejecuta su acción (la causa final de la silla es que sirva para
sentarse).

A la pregunta sobre qué es un fenómeno o realidad responden la causa material y


la causa formal, ambas relacionadas con las cualidades esenciales que caracterizan al
fenómeno. A la pregunta de por qué se produce un fenómeno responde la causa eficiente
y a la pregunta de para qué es un fenómeno responde la causa final. Así, por ejemplo, a
la pregunta «¿por qué cae una piedra y no lo hace el humo?», la respuesta aristotélica es
porque la piedra es pesada, mientras que el humo es ligero (causas material y formal) y
ambas realidades tienden a irse a su lugar natural (causa final): la piedra a la tierra y el
humo al aire. La explicación del fenómeno recurre a sus esencias y cualidades. Para este
autor, la naturaleza es como un organismo vivo que está orientado a un fin y, por ello la
finalidad, o causa final, es clave para entender el fenómeno.

El universo aristotélico es finito, ordenado y estable. En él no existe el vacío, ni


hay sucesos al azar, novedosos o no previstos, como podría ser la aparición de nuevas
especies. Las condiciones de un fenómeno son siempre las mismas y, si se dan,
determinan la aparición del mismo fenómeno. Por ello es posible una explicación
definitiva si se cuenta con todos los factores que inciden sobre el fenómeno.

Por otra parte, el universo aristotélico está dividido en dos ámbitos diferentes
(mundo sublunar y mundo supralunar). Entre la Tierra (mundo sublunar) y el resto del
universo (mundo supralunar) existen diferencias fundamentales porque las leyes y
movimientos que rigen ambas regiones son diferentes. De ahí que digamos que el
universo aristotélico es heterogéneo.

La actitud de la persona dedicada a la ciencia, para Aristóteles, es teórica y


contemplativa. Se trata de describir y explicar la realidad, pero no de interferir en ella ni
de transformarla. Para conocerla utilizará tanto la observación como la especulación
filosófica basada en la deducción: a partir de principios generales se conocen los casos
particulares.

2.2. Explicación clásica de la modernidad

Con la revolución científica del siglo XVII aparece no solo una nueva visión del
mundo, sino también una nueva forma de entender la ciencia, con una nueva metodología.
La naturaleza ya no es concebida como un organismo vivo sino como una máquina de la
que solo interesa conocer por qué actúa como actúa. De las cuatro causas aristotélicas
solo permanece la causa eficiente (¿Qué la mueve a actuar de determinada manera?), que
es la que responde a esta cuestión. Desaparece así el estudio de las esencias o cualidades
de las cosas y el estudio de la finalidad o intencionalidad. Ya no interesa preguntar «para
qué», porque deja de tener sentido atribuir una finalidad o intencionalidad a un puro
mecanismo de relojería.

El estudio de las esencias o cualidades ya no será considerado objeto de la ciencia.


Se seleccionan de la realidad solo los aspectos cuantificables, medibles y observables por
cualquier sujeto. El universo es infinito, pero ordenado y estable; responde a leyes de
alcance universal. El descubrimiento de estas leyes nos permite predecir el fenómeno,
con lo que se está presuponiendo que el universo tiene reglas que se repiten sin introducir
ninguna variedad. Para este modelo nada se crea ni se destruye, sino que se transforma y
toda diferencia entre cualidades se reduce a diferencias cuantitativas. Ya no existen dos
regiones del mundo que responden a leyes distintas. Para este modelo todo el universo
responde a las mismas leyes matemáticas, tanto el movimiento de los cuerpos graves
como el movimiento circular de los planetas. Con ello se consigue la máxima aspiración
de toda ciencia: reducir la multiplicidad de fenómenos al menor número de leyes
explicativas. La ley de la gravitación universal es el ejemplo más paradigmático de ello.

La actitud de la persona dedicada a la ciencia cambia de manera sustancial y se


vuelve enormemente activa. Ya no se trata de contemplar la naturaleza, sino de formular
hipótesis y construir experimentos para obligar a la naturaleza a responder a nuestras
preguntas. No se trata solo de conocerla, sino de dominarla y transformarla. Las
herramientas de conocimiento y de interpretación de la naturaleza no serán de carácter
filosófico. Las nuevas herramientas serán la experimentación y la matematización,
llevadas a cabo a través de un nuevo método: el hipotético-deductivo.

2.3. Explicación contemporánea

La nueva revolución científica que se desarrolla desde finales del siglo XIX y
especialmente durante el siglo XX configura el siguiente tipo de explicación científica.
El descubrimiento de las partículas subatómicas, regidas por la mecánica cuántica, y de
los acontecimientos a velocidades cercanas a la de la luz que se rigen por la teoría de la
relatividad, nos lleva a conocer nuevas realidades que cuestionan nuestro conocimiento
anterior. La existencia de estas realidades ha supuesto una ruptura con el modelo anterior,
tan importante como lo fue en su momento la ruptura con el modelo aristotélico. En el
ámbito de las partículas subatómicas, el universo no es ordenado ni estable. La realidad
física se encuentra indeterminada, en todos los estados posibles a la vez, hasta que nuestra
observación la obliga a determinarse. Esto conlleva una nueva relación entre sujeto y
objeto de conocimiento, porque cuando lo observado es de un tamaño suficientemente
pequeño, nuestra propia observación condiciona el resultado. Por ejemplo, para conocer
con exactitud la posición de un electrón debemos utilizar instrumentos de precisión que
funcionan con luz. Al arrojar sobre el electrón los fotones de luz, se alterará de manera
imprevisible la velocidad del electrón. Es imposible suprimir esta interacción y la
observación del sujeto influye sobre el objeto. Esto produce una nueva consideración de
lo que entendemos por causa. Se rompe con la causalidad entendida en sentido clásico.
Las mismas causas no producen ya los mismos efectos y solo podemos establecer leyes
estadísticas. No hay, por tanto, uniformidad en la naturaleza ni repetición. Las teorías no
pueden ofrecer predicciones exactas, sino probabilísticas, porque no observamos
partículas individuales sino todo un conjunto sujeto a interacciones.

La teoría de la relatividad de Einstein también nos obliga a reformular los


conceptos clásicos, así, por ejemplo, los conceptos de espacio y tiempo se transforman.
Ya no son realidades absolutas previas a la experiencia, sino conceptos relativos a la
velocidad del observador respecto a los sucesos considerados.
La ciencia contemporánea muestra que es posible la coexistencia de diferentes
perspectivas de una realidad tan rica y compleja, así como que hay que ser humildes y
aceptar que por mucho que creamos saber, la realidad no deja de presentarnos misterios
por resolver.

3. La clasificación de las ciencias

Ya desde la época de Platón se han hecho ensayos de clasificación de los distintos


saberes. Actualmente, la siguiente clasificación es aceptada por la mayoría de los autores:

Las ciencias formales son aquellas que no tienen un objeto de estudio que exista
realmente en el mundo. Lo que estudian son relaciones abstractas. Los mejores ejemplos
son la lógica y las matemáticas.

Las ciencias experimentales o empíricas. Estudian aspectos u objetos de la


realidad, del mundo. Se dividen a su vez en ciencias naturales y sociales.

Ciencias naturales. Estudian aspectos concretos de la naturaleza. Algunos


ejemplos son la química, la física, la zoología o la botánica,

Ciencias sociales. Estudian la acción humana. Algunos ejemplos son la historia,


la psicología o la sociología.

4. Los componentes de la ciencia

Las teorías científicas son explicaciones sobre la realidad que tienen una firme
base experimental. Para entender qué es una teoría científica, hay que definir previamente
los siguientes términos: hechos, hipótesis, ley, teoría y modelo.

◾ Los hechos son observaciones de acontecimientos, sucesos o modos de


comportarse de las entidades de la naturaleza (por ejemplo, es un hecho la observación
de que el péndulo no cesa en su movimiento a no ser que algo o alguien lo pare). Las
propias entidades de la naturaleza (por ejemplo, encontrar una especie de animal nunca
antes vista o una nueva partícula subatómica) también son hechos. Se supone que estos
hechos deben ser verificables (se puede demostrar que han ocurrido) y objetivos (es decir,
que son tal y como se han observado y si otra persona lo hubiese visto, habría visto lo
mismo).
◾ Una hipótesis científica es una explicación posible y racional que intenta
explicar un hecho observado. Es una conjetura, no está probada, así que deberá exponerse
al juicio de la experiencia y los experimentos para que sea verificada y aceptada
(transformándose así en ley o teoría) o, en caso de que no resista el juicio de los
experimentos y sea refutada (falsada) desecharse y buscar una nueva hipótesis.

◾ Las leyes científicas explican cómo se produce un hecho. Una de las más
famosas es la ley de la gravitación universal. Esta ley, por ejemplo, explica cómo caen
los cuerpos (con qué fuerza). Las leyes científicas explican el cómo y se agrupan según
de qué aspecto de la realidad nos estén hablando para formar teorías. Así, podemos
encontrar varias leyes que explican la dinámica de los cuerpos (la ley de inercia, la
relación entre fuerza y aceleración y la ley de acción y reacción). Las leyes se expresan
de manera matemática, para de este modo poder predecir cómo se comportarán la
naturaleza y así poder contralarla.

◾ Las teorías científicas son explicaciones acerca de cómo es la naturaleza, no de


cómo se comporta (aunque esta es desde luego una consecuencia) sino de cuál es su
constitución, qué elementos la forman, cómo se relacionan esos elementos (es decir, qué
leyes o regularidades ordenan el comportamiento de sus elementos...). Son por tanto
explicaciones más amplias que las leyes. Contienen a todas las leyes que estudian un
cierto aspecto de la realidad, pero además están formadas por otra serie de afirmaciones
sobre estos aspectos de la realidad.

La teoría de la relatividad de Einstein, por ejemplo, contiene una cierta concepción


del espacio y del tiempo además de las leyes que explican el comportamiento de los
cuerpos en ese espacio y en el tiempo. De este modo, las teorías científicas no solo
explican cómo se comportan las entidades que estudia sino también por qué se comportan
como se comportan.

◾ Un modelo científico es la representación de un fenómeno real de la naturaleza,


que puede testarse, pero que resulta difícil de observar. Un modelo no solo muestra y
enseña, sino que tiene capacidad explicativa. Un ejemplo sería el modelo usado para
representar la estructura del ADN o el empleado para comprender la de los átomos.
5. El método científico

Etimológicamente la palabra ‘método’ significa ‘camino’. El método científico


sería el camino adecuado para conseguir los mejores resultados. La existencia de un
método o un conjunto de técnicas metodológicas es uno de los rasgos más característicos
de la ciencia: donde no hay método científico, no hay ciencia. A lo largo de la historia, se
han defendido y utilizado diferentes métodos científicos. A continuación, conoceremos
los más importantes.

5.1. Inductivo

El método inductivo consiste en generalizar o extraer una conclusión universal a


partir de casos particulares. De la observación de que en muchos casos se cumple una
determinada propiedad, concluimos que dicha propiedad se cumplirá en todos los casos
del mismo tipo. El método inductivo presenta serios problemas de justificación. Desde el
punto de vista lógico, un razonamiento inductivo no es un razonamiento válido porque la
conclusión se amplía a otros casos que no están en las premisas. En este tipo de
razonamientos puede ocurrir que las premisas sean verdaderas y la conclusión, no
obstante, sea falsa.
5.2. Deductivo.

El método deductivo consiste en extraer una conclusión particular a partir de


principios o datos generales. La validez de este método es incuestionable desde el punto
de vista lógico: la conclusión ya está implícita en la premisa, de modo que si la premisa
es verdadera podemos asegurar que la conclusión también lo es. Este método presenta un
problema: solo a través de él no parece que podamos descubrir nada nuevo en el terreno
de las ciencias empíricas, porque la conclusión ya estaba incluida en las premisas. Sin
embargo, se trata de un método adecuado para las ciencias formales.

5.3. Hipotético-deductivo.

El método hipotético-deductivo se caracteriza por el uso de una hipótesis, de la


que sea posible deducir al menos una consecuencia comprobable en la experiencia. La
hipótesis es una suposición que solo vale en la medida en que pueda contrastarse
empíricamente. Consta de los siguientes pasos:

1. Observación de la realidad y formulación del problema. Se descubre u observa


una situación problemática y nos preguntamos por qué sucede.

2. Formulación de la hipótesis. Se propone una posible explicación, rigurosa,


contrastable y coherente.
3. Deducción de consecuencias de la hipótesis. Se utiliza el método deductivo para
extraer las consecuencias de la hipótesis si esta fuera adecuada.

4. Contrastación de las consecuencias de la hipótesis. Se comprueba por medio de


la observación y del experimento.

5. Refutación de la hipótesis o confirmación de la hipótesis. Si se cumplen las


consecuencias previstas, la hipótesis queda confirmada, si no, se refutaría.

6. Obtención de resultados. Se formula una nueva ley o teoría o se confirma una


teoría existente.

5.4. El caso Semmelweis

Un ejemplo clásico de aplicación del método científico es el caso Semmelweis.


En el siglo XIX existía una elevada mortalidad entre las mujeres parturientas asistidas en
los hospitales. El médico húngaro Ignaz Fülöp Semmelweis decidió investigar las causas
para así combatir el problema. Propuso algunas hipótesis, como, por ejemplo, que la
postura de las mujeres en el momento de dar a luz era inadecuada. Siguiendo la hipótesis,
decidió modificar la posición de las parturientas. Es decir, Semmelweis derivó una
consecuencia observable y empírica que permitía contrastar la veracidad de la hipótesis.
Observó, sin embargo, que el número de muertes se mantenía igual, por lo que desechó
la hipótesis. Después de rechazar varias hipótesis, finalmente llegó a la conclusión de que
las muertes estaban provocadas porque los médicos no tomaban medidas higiénicas y por
esta razón los instrumentos que empleaban transmitían numerosas enfermedades
mortales. Pudo corroborar dicha hipótesis al comprobar que el número de muertes se
redujo drásticamente desde el momento en que los médicos empezaron a limpiar sus
manos y los instrumentos que iban a utilizar.

6. El optimismo científico y sus límites

La actividad científica trata de producir un conocimiento seguro sobre la realidad.


Pero, ¿qué garantiza su fiabilidad? ¿Realmente es tan fiable como creemos?

6.1. La cuestión de la demarcación


El problema de la demarcación hace referencia a la discusión acerca de cómo
establecer el criterio que nos permita distinguir qué teorías son científicas y cuáles no.
Mientras que la astronomía se considera una ciencia, no ocurre igual con la astrología.
¿Por qué? ¿En qué consiste la demarcación entre ciencia y no ciencia? Para resolver esta
cuestión hay que considerar el problema de la contrastación. La contrastación es la puesta
a prueba de una hipótesis, confrontándola con los hechos. Para ello hay que deducir de
las hipótesis hechos que sean observables y comprobar, a continuación, que
efectivamente se dan en la realidad. Se han propuesto dos formas de contrastación:
verificacionismo y falsacionismo.

1. Los llamados filósofos neopositivistas del Círculo de Viena, inspirados en el enfoque


que propuso Auguste Comte (padre del positivismo, 1798-1857) de la ciencia,
defendieron, durante el primer tercio del siglo XX, el verificacionismo: una hipótesis se
considera “verdadera” si los hechos observados en el mundo están de acuerdo con los
hechos deducidos de la hipótesis. Sin embargo, los neopositivistas pronto se dieron cuenta
de que no es posible realizar una verificación concluyente, es decir, completa, de un
enunciado universal (como son las hipótesis o las leyes científicas): no es posible
comprobar qué pasaría en todos los casos en los que la hipótesis científica es de
aplicación. Siempre cabe la posibilidad de que aparezca un caso que contradiga la
hipótesis. Por esta razón, el filósofo Rudolf Carnap (1891-1970) concluyó que, si bien no
se puede conseguir nunca la “verificación” completa de una hipótesis, sí se puede obtener
una confirmación provisional de la misma, considerando ello científicamente suficiente.

2. Las deficiencias de la verificación condujeron a Karl Raimund Popper (1902-1994) a


sugerir otra forma de contrastación, la falsación: una hipótesis puede ser admitida
(provisionalmente) sólo “mientras” no resulte refutada por los hechos. Por lo tanto, en la
falsación ya no se trata de buscar hechos que estén de acuerdo con las consecuencias de
las hipótesis, sino hechos que estén en oposición con las mismas. El valor científico de
una hipótesis radica en su resistencia a la refutación. No es una buena señal que un
científico se esfuerce por demostrar que sus hipótesis se ven siempre confirmadas; al
contrario, debe arriesgarse a que resulten falsas. Una teoría que no pueda ser refutada por
ningún acontecimiento concebible, no es científica. La irrefutabilidad, al contrario de lo
que suele creerse, no es una virtud de una teoría, sino que es un vicio. Según Popper, las
teorías metafísicas o religiosas no son científicas según este criterio, al no existir ninguna
posible observación que las pudiera refutar.
6.2. El progreso de la ciencia

Tanto Popper como los miembros del Círculo de Viena mantenían una concepción
optimista de la ciencia, porque entendían que si examinamos la historia de la ciencia
advertimos que las teorías más próximas a nosotros son más verdaderas que las teorías
más antiguas, de modo que podemos afirmar que en la ciencia hay un progreso en la
búsqueda de la verdad. En el camino hacia la verdad unas tesis se mantienen mientras que
otras van siendo corregidas y mejoradas, gracias a la contrastación empírica.

La obra de Thomas Samuel Kuhn (1922-1996) La estructura de las revoluciones


científicas cuestionó la idea misma de progreso científico a partir del análisis de la historia
de la ciencia y su concepción de los paradigmas científicos. Según Kuhn, podemos
distinguir diferentes fases en el desarrollo histórico de la ciencia. La ciencia es obra de
una comunidad de científicos cuyos componentes aceptan un paradigma común (es decir,
una serie de concepciones teóricas compartidas, así como una manera común de enfocar
e intentar resolver los problemas que se les presentan, cada época historia tiene su
paradigma.). La comunidad de científicos trabaja a partir de ese paradigma, que conserva
como precioso tesoro; las realizaciones científicas que están dentro del paradigma
constituyen la ciencia normal.

Imaginemos, pues, una comunidad científica que trabaja a partir del paradigma
común. Pero, ¿qué ocurre si surgen “anomalías” (problemas irresolubles)? En un
principio, estos son rechazados como irrelevantes, pues se considera que podrán ser
resueltos en un futuro. Pero si las anomalías se multiplican, sobreviene una “crisis”.
Entonces, quizá, surge un paradigma rival que entra en conflicto con el anterior. Si la
comunidad científica opta por él, sobreviene una revolución científica. Esto es lo que
ocurrió durante siglos con el modelo aristotélico-ptolemaico del Cosmos, que defendía el
geocentrismo. En el período de ciencia normal, todas las observaciones que contradecían
la teoría o bien eran ignoradas o se intentaban “salvar” añadiendo complejidad al sistema,
pero sin tocar la tesis central de que la Tierra permanecía quieta en el centro. Sin embargo,
la acumulación de anomalías llegó a un punto en el que los científicos comenzaron a
sentirse incómodos con el viejo paradigma, con lo que se abrió el paso a la revolución
científica. Ahora bien, según Kuhn los científicos no adoptan un paradigma por
cuestiones exclusivamente objetivas: hay numerosos componentes de fe e irracionalidad.
También aseguró que los paradigmas son inconmensurables, es decir, la verdad de una
teoría que forma parte de un paradigma científico no se puede valorar desde las
asunciones de otro paradigma. La propiedad de la inconmensurabilidad ponía en cuestión
el propio progreso científico: para Kuhn la historia de la ciencia no conduce a teorías más
próximas a la verdad. No hay progreso científico en sentido estricto, sino “revolución”.
Las tesis de Kuhn supondrán un punto de inflexión en la filosofía de la ciencia
contemporánea.

6.3. Los límites de la ciencia

Se debe al llamado positivismo del siglo XIX -especialmente a Auguste Comte


(1798-1857)- la difusión de algunas ideas que tuvieron una amplia acogida social:

1. La confianza absoluta en el progreso indefinido de la Humanidad;

2. La afirmación de que la ciencia nos ofrece una imagen exacta del Universo;

3. La necesidad de que la ciencia se convierta en la única forma del conocimiento (lo cual
supondría el “fin de la filosofía”);

4. La esperanza de que la ciencia aportará la felicidad a la humanidad y el fin de todos


los problemas sociales e individuales.

Esta concepción de la ciencia recibe el nombre de cientismo (o cientifismo). La


concepción actual de la ciencia es mucho más modesta y no acepta, prácticamente,
ninguna de las pretensiones del positivismo decimonónico. Quizá no sea prudente esperar
de la ciencia mucho más de lo que ella puede darnos. Es claro que la ciencia y la
tecnología están determinando un enorme avance de la Humanidad; pero una confianza
excesiva depositada en ellas implica, tal vez, enormes riesgos. Por ejemplo: no todo lo
que se puede hacer tecnológicamente se debe moralmente hacer. Al conocimiento
científico no le corresponde resolver algunos de los más graves problemas que tenemos
delante: la elección de los fines de nuestras acciones (para qué hacemos lo que hacemos),
la determinación de nuestros valores morales (qué debemos hacer), el sentido de nuestra
existencia (para qué o por qué estamos aquí), etc. Por esa razón, junto al conocimiento
científico necesitamos, sin duda, reflexión ética y filosófica en general.
7. Ciencia, tecnología y sociedad.

En el inicio de la película 2001: una odisea del espacio (1968), el director Stanley
Kubrick imagina cómo los antepasados humanos convirtieron un hueso en un instrumento
para golpear (https://www.youtube.com/watch?v=xrp-IQE7mII). En un momento dado,
uno de los antropoides lanza el hueso por los aires y, al caer, se convierte en una nave
espacial. De esta manera, el director condensa, en una imagen, el lapso de tiempo que ha
recorrido la humanidad durante su historia y que lo llevará en el futuro a conquistar el
espacio.

Los seres humanos se han caracterizado por usar y fabricar instrumentos para
adaptarse a unas condiciones naturales adversas. El conjunto de aparatos, objetos o
técnicas creados por el ser humano forma parte de lo que se denomina técnica o
tecnología.

Los instrumentos técnicos o tecnológicos tienen las siguientes características:

◾ Son útiles. Estos objetos tienen una utilidad y su valor reside en que sirven de
medio para lograr un fin.

◾ Crean un mundo artificial. La introducción y acumulación de innovaciones


técnicas ha transformado el mundo en el que vivimos para que sea un mundo controlado
y manipulable y menos dependiente del azar que rige la naturaleza. El mundo que nos
rodea cambia y se transforma constantemente.

◾ Permiten el dominio de la naturaleza. El conocimiento de las leyes que rigen en


determinados fenómenos de la naturaleza es lo que permite crear aparatos o instrumentos
que dominen dichos fenómenos. Por ejemplo, el estudio de las cargas eléctricas y de la
electricidad que dan lugar a fenómenos como los rayos, ha permitido desarrollar una
infinidad de aparatos como la bombilla o el televisor.

◾ Son una muestra de la racionalización. Según el sociólogo alemán Max Weber,


las sociedades occidentales funcionan cada vez con mayor racionalidad, es decir, se
mejora la eficiencia mediante enfoques metódicos y sistemáticos, y la tecnología es un
instrumento para este fin.
7.1. Diferencias entre técnica y tecnología.

Según el filósofo Gustavo Bueno, distinguimos estos dos términos según su


posición respecto de las ciencias. Las técnicas las situamos en el momento anterior a la
constitución de una ciencia; las tecnologías suponen ya una ciencia en marcha, y abren el
camino a nuevos desarrollos. El “carro de las cien piezas” es fruto de la técnica; el “tren
de alta velocidad” es fruto de tecnologías apoyadas científicamente.

El historiador de la ciencia Alexander Koyré estableció la siguiente diferencia


entre técnica y tecnología:

◾ La técnica se refiere a todos aquellos instrumentos que el ser humano ha


inventado por ensayo y error, como fruto del ingenio o por puro azar. La técnica se sitúa
en el nivel del sentido común y son un conjunto de soluciones a problemas surgidos en la
vida cotidiana. Incluye, por ejemplo, herramientas y elementos utilizados en la
construcción de edificios, la agricultura o la ganadería. Sin embargo, la técnica no puede
ir más allá de la experiencia y del problema concreto que quiere resolver.

◾ La tecnología incluye aquellos instrumentos que el ser humano ha desarrollado


gracias al conocimiento científico, por ejemplo, el microondas o el ordenador. Se
caracterizan por su precisión y por ir más allá del sentido común al basarse en el estudio
de realidades que se encuentran fuera de nuestra percepción.

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