El documento discute cómo la visión de la muerte ha variado a través de la historia y entre culturas. Históricamente, los humanos han intentado darle sentido a la muerte a través de representaciones y rituales, los cuales han cambiado con el tiempo y según cada cultura. La muerte es una construcción social influenciada por factores históricos, políticos y económicos. La necesidad de simbolizar a los muertos data desde los orígenes del Homo Sapiens y los ritos funerarios buscan dar a conocer la pérdida y
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
28 vistas5 páginas
El documento discute cómo la visión de la muerte ha variado a través de la historia y entre culturas. Históricamente, los humanos han intentado darle sentido a la muerte a través de representaciones y rituales, los cuales han cambiado con el tiempo y según cada cultura. La muerte es una construcción social influenciada por factores históricos, políticos y económicos. La necesidad de simbolizar a los muertos data desde los orígenes del Homo Sapiens y los ritos funerarios buscan dar a conocer la pérdida y
El documento discute cómo la visión de la muerte ha variado a través de la historia y entre culturas. Históricamente, los humanos han intentado darle sentido a la muerte a través de representaciones y rituales, los cuales han cambiado con el tiempo y según cada cultura. La muerte es una construcción social influenciada por factores históricos, políticos y económicos. La necesidad de simbolizar a los muertos data desde los orígenes del Homo Sapiens y los ritos funerarios buscan dar a conocer la pérdida y
El documento discute cómo la visión de la muerte ha variado a través de la historia y entre culturas. Históricamente, los humanos han intentado darle sentido a la muerte a través de representaciones y rituales, los cuales han cambiado con el tiempo y según cada cultura. La muerte es una construcción social influenciada por factores históricos, políticos y económicos. La necesidad de simbolizar a los muertos data desde los orígenes del Homo Sapiens y los ritos funerarios buscan dar a conocer la pérdida y
Descargue como DOCX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5
Según Ceriani (2001) historicamente el ser humano ha intentado darle sentido
a la muerte mediante representaciones y simbologías, las cuales han variado
según la época y la cultura; esa búsqueda de sentidos da cuenta de lo angustiante que le resulta al ser la idea de finitud. La muerte como acontecimiento es una construcción social, atravesada por circunstancias históricas, políticas y económicas propias de cada contexto. El hombre no sólo es un ser social, sino también un ser histórico, sujeto al cambio y la transformación (de la naturaleza, de la sociedad y de sí mismo). A través de los dos milenios de historia del Occidente cristiano, la visión general del hombre ante la muerte ha variado profundamente y no es azaroso o extraño que así lo sea. Han variado nuestras formas de vida, nuestras costumbres y creencias, nuestra visión del mundo y hasta el sentido del hombre dentro del mismo. (Ceriani, 2001, p.335) Ceriani (2001) considera que el cambio en la mentalidad de las personas en relación a la muerte es correlativo a otros cambios que la civilización occidental fue transitando, como ser cambios demográficos, tecnológicos, etc. (...) la especie humana es la única para la cual la muerte está presente durante la vida, la única que representa a la muerte mediante ritos funerarios y también, la única que cree en una vida posmortem, en la resurrección o en la reencarnación. (Morin citado en Ceriani, 2001, p.326) La necesidad del ser humano de simbolizar a sus muertos data desde sus orígenes, la ritualización aparece con el Homo Sapiens “que pintaba a sus muertos y los adornaba con objetos. Las momias del antiguo Egipto muestran la necesidad de preservación del cuerpo para el pasaje a la próxima vida. Los mayas enterraban a sus muertos según su clase social (...)” (Bacci, 2003, s/p). Los ritos típicos como lo son el luto, los rituales religiosos o ritos funerarios buscan dar a conocer la pérdida, así como también ayudan al deudo a afrontarla. “El ritual funerario debe tener por función la socialización de la pérdida, hacerla pública y participativa a la comunidad que abandona el difunto” (Allué, 1998, p.75). La muerte de un ser querido siempre confrontó al humano con el vacío, con el desamparo. Por esto precisa de la totalidad de lo que cada cultura, grupo o comunidad (lo público) eche a andar para envolver lo real. Cada época o cada sistema de pensamiento designó arquitecturas políticas, legales y míticas que definieron estilos y modos de morir; maneras de juzgar la muerte, al muerto y al deudo.. Bacci (2003) manifiesta que a partir del siglo XII hasta finales del siglo XVI la muerte pasó a ocupar otro lugar. A esa época se la denominó la época de la muerte propia, “donde se produce la concientización de que la muerte implica el final de la vida y la descomposición biológica” (Bacci, 2003, s/p). Ahora el hombre toma conciencia de sí mismo, se percibe terrenal, biográfico y sufriente, comprende que tarde o temprano va a morir, es consciente de su finitud. Es a partir de la muerte de los otros que las personas adquieren mayor conciencia de sí mismas. Aries sostiene que es en siglo XX donde se vino a dar la prohibición del duelo y de todo lo que en la vida pública recuerda a la muerte, al menos la muerte considerada como normal, es decir, no violenta. La imagen de la muerte se contrae como el diafragma de un objetivo fotográfico que se cierra. (citado en Allouch, 2011, p.448) Se ha formado una nueva imagen de la muerte, fea y oculta; se oculta por considerarse fea y sucia, se vuelve indecente e inconveniente. La misma se desplaza al hospital, lugar considerado indicado para que la persona pase sus últimos días. (Ariés, 1983) “La habitación del moribundo ha pasado de la casa al hospital” (Ariés, 1983, p.474). Ya no se muere en casa, junto a parientes y allegados, ahora se muere en el hospital y generalmente a solas. La gente muere en el hospital porque evidentemente este sitio garantiza unos cuidados ya imposibles de prestar en casa. Pero conjuntamente a esta ineludible función curativa, el hospital se transformará, poco a poco, en el sitio privilegiado –y socialmente aceptado– para morir. (Ceriani, 2001, p.331) La muerte se ha profesionalizado, se ha convertido en un acto sanitario, controlado por los hospitales y por las empresas fúnebres. La misma se convirtió en un asunto higiénico, “Esterilizar la muerte a cualquier precio, vitrificarla, refrigerarla, climatizarla, maquillarla, «señalarla», acosarla con el mismo encarnizamiento que al mugre, al sexo, al deshecho bacteriológico o radioactivo. Make-up de la muerte” Hoy se es parte de una cultura llena de excesos, atravesada por un paradigma que se caracteriza por el avance científico-tecnológico, por la circulación veloz de la información y por la necesidad de consumo, tornándose este extremo y compulsivo. Los avances en el ámbito médico pretenden eliminar el sufrimiento humano, la sociedad y el individuo se sienten poco preparados para admitir el sufrimiento y el dolor, es por esa razón que hoy se considera como buena muerte aquella que se da de forma rápida, sin dolor e inconsciente, cosa impensable en otro momento de la historia donde si la muerte se daba de esa manera se la consideraba una maldición. El dolor resulta intolerable, no sólo ante la muerte sino también en el curso de la vida misma, a lo largo de la existencia como plantea Tizón (2007) se sufren pérdidas, traumas, conflictos y estos son inseparables de la vida, no hay vida sin sufrimiento, sin ansiedad, sin dolor pero como este resulta intolerable constantemente se buscan métodos que alivien o desaparezca dicho sufrimiento. “la medicina moderna se ha convertido en una especie de profeta que ofrece una vida sin dolor” (Kübler-Ross, 1997, p.3). La sociedad hoy pone mucho énfasis en los aspectos vitales y en la juventud, por lo tanto la actitud ante la muerte es de rechazo. La consciencia de muerte genera angustia y ansiedad en las personas, tal vez porque el sistema capitalista (del que se es parte) fomenta la ilusión de vivir muchos años, alimentando la negación de la muerte. Una de las características que predomina en esta época es no permitir que la vida social se vea interrumpida por la muerte, “ni siquiera un instante” (Ceriani, 2001, p.334). Baudrillard agrega que “El bienestar prohíbe toda referencia a la muerte” la sociedad no soporta ya la vista de las cosas de la muerte ni la del cuerpo del muerto ni la de los parientes que lo lloran. El superviviente queda aplastado por tanto entre el peso de su pena y el de la prohibición de la sociedad. "En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida en su conjunto, duele" J. Montoya Carraquilla. En consideración de Freud el duelo no solo se pondrá en marcha luego de la pérdida/muerte de un ser querido, sino que también se pondrá en marcha a partir de pérdidas sustanciales/significativas para una persona, como ser un objeto particular o una abstracción, esas pérdidas que si bien no son tangibles (como los ideales) enfrentan al sujeto a la falta. Queda claro aquí que se hace duelo por aquello que se considera perdido, como proponen Mejía y Fernandez (2012) para que una persona o un objeto cobre estatuto de perdido previamente debio ser una presencia “es decir, si tenía un lugar en el mundo subjetivo. Por tanto, no se hace duelo por aquello que no significa nada. El duelo, entonces, implica que algo falta, algo que encarnaba un valor particular” La gente a menudo cree que las etapas del duelo duran semanas o meses. Olvidaba que son reacciones a sentimientos que pueden durar minutos u horas mientras fluctuamos de uno a otro. No entramos ni salimos de cada etapa concreta de una forma lineal. Podemos atravesar una, luego otra y retornar luego a la primera. A continuación se detallarán las cinco etapas que Klüber-Ross (2006) a partir de sus experiencias identificó y describió. Negación, se entiende que la misma es simbólica y no literal, no se niega la muerte propiamente dicha sino la idea en sí. Significa que aún no se puede llegar a entender que esa persona amada no volverá más. Muchas veces se presenta a través de preguntas del tipo ¿será cierto? ¿habrá pasado? ¿será un sueño?, se cuestiona la realidad ya que la misma al principio resulta excesiva, todo pierde sentido, se vuelve absurdo y opresivo, la vida pierde sentido. Ira, esta puede manifestarse de muchas formas, las personas en duelo pueden sentir ira contra el sistema de salud (por no haber salvado a quien tan importante era para uno), contra la vida, contra el ser querido que fallece (por no haberse cuidado o por haberles abandonado), contra uno mismo (sintiendo culpa por no haber estado más presente o por no haber podido evitarlo). “Es importante sentir la ira sin juzgarla, sin intentar hallarle un sentido. (...) La vida es injusta. La muerte es injusta. La ira es una reacción natural a la injusticia de la pérdida” Negociación, sucede que la persona entra en un laberinto de “ojalá”, se busca o se quiere que la vida vuelva a ser como era antes de la pérdida, que el ser querido les sea restituido. “Queremos retroceder en el tiempo: encontrar antes el tumor, reconocer la enfermedad con más rapidez; impedir que el accidente suceda... ojalá, ojalá, ojalá” (p.32). En esta etapa la persona se encuentra haciendo pactos Cuando aceptamos que se va a morir, podemos pactar para que su muerte sea indolora. Cuando ha muerto, la negociación a menudo se desplaza del pasado al futuro. Podemos pactar para volver a verla en el cielo. Podemos pedir una tregua para que no haya más enfermedades en nuestra familia, o que ninguna tragedia más visite a nuestros seres queridos Depresión, aparece la sensación de vacío y el duelo entra en un nivel más profundo, la persona permanece en un estado de intensa tristeza, donde se pregunta una y otra vez el sentido de seguir adelante sin su ser querido. Por muy difícil que sea de aceptar, la depresión posee elementos que pueden ser útiles en el duelo. Nos obliga a ir más lentos y nos permite evaluar de forma real la pérdida. Nos obliga a reconstruirnos de nuevo desde la nada. Limpia el camino para crecer. Nos lleva a un lugar en lo más hondo del alma que no exploraríamos en circunstancias normales. Aceptación, “En esta etapa, se acepta la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y se reconoce que dicha realidad es la realidad permanente” Las cosas han cambiado para siempre, la persona tiene que aprender a reorganizarse en esa nueva realidad, debe de readaptarse. Si bien esa realidad nueva no gusta y en muchos casos no se elige al final se termina aceptando, “La aceptación no consiste en que te guste una situación. Consiste en ser consciente de todo lo que se ha perdido y en aprender a vivir con dicha pérdida” Reflexiones finales Actualmente las personas le temen a la muerte y la niegan, siendo que la vida se encuentra atravesada por la muerte, la misma es cotidiana, de todos los días. Los cambios, las pérdidas, los duelos son “inherentes a la vida, propias del proceso evolutivo y constituyentes del sujeto” definen formas de pensar, sentir y actuar, definine la subjetividad, “Toda nuestra existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, nos confronta con momentos de transición, de separación, de renuncia que nos enseñarán a vivir el duelo” Pero sucede que esos momentos de transición y de separación en muchos casos generan ansiedad, frustración y angustia, emociones y estados que hoy no se toleran, “Nuestra sociedad sigue negando la muerte excluyéndola del discurso y minimizando su presencia entre los vivos” se aplaza el dolor y todo lo que remite a él, al negarlo se niega la posibilidad de transformación. Si la persona en vez de ocultar, negar o tapar el dolor se anima a caminarlo, el proceso de duelo puede resultar una posibilidad de crecimiento y desarrollo personal. La actitud que la persona tiene ante la muerte y al duelo, es decir, cómo lo vive y cómo lo procesa esta ligado (entre otras cosas) a la historia de esa persona, al contexto y a la cultura a la que pertenece, Tizón (2007) plantea que la actitud ante la muerte tiene que ver con el símbolo y el significado de la misma transmitido en la familia y en la cultura a lo largo de generaciones. Partiendo de la influencia que lo cultural, social y familiar tienen sobre los procesos de duelo es necesario pensar y pensar-se en relación a los sentidos y significados de nuestros días, buscando rescatar lo natural del hecho, la muerte es un evento natural de la vida del ser humano, concebirlo como tal puede incluso rescatar el sentido de la vida, reconociendo las pérdidas y la muerte. “El pensamiento existencialista en general implicaba una idea de que la muerte asumida y reflexionada rescata el sentido de la vida” La muerte de los seres queridos es una de las pérdidas más difíciles de elaborar, de transitar, el impacto que produce sobre la subjetividad de la persona es muy fuerte, muy doloroso, recomponer la realidad interna/externa y poder aceptar la pérdida lleva tiempo y energía psíquica, ya que cuando se rompe el vínculo con la persona que falleció todo alrededor, incluyendo la vida pierde sentido, se cuestiona la realidad y se pone en juicio hasta las más profundas creencias, los valores, etc. La muerte trae consigo el desamparo, el vacío, por eso es fundamental el apoyo y la contención emocional, familiar y social para poder restablecer el equilibrio, un escenario favorable sería aquel donde el sujeto pueda expresar sus sentimientos y todo aquello que necesite. Compartir la experiencia de pérdida con otras personas puede tener propiedades curativas, “Cuando compartimos nuestras historias con los demás, damos nombre y forma a los significados de nuestra experiencia vital” Kübler-Ross plantea que “Las personas a menudo se descubren contando la historia de su pérdida una y otra vez, lo cual es una de las formas en que nuestra mente afronta los traumas” Es necesario una mirada más humana, amorosa y espiritual para acompañar en los procesos de muerte y duelo, es necesario propiciar espacios de encuentro, donde las palabras, los silencios, los llantos y demás se expresen. Brindarle a la persona la posibilidad de un espacio y un tiempo donde pueda desplegar su subjetividad, donde pueda encontrarse con la pérdida, con lo perdido y consigo mismo, donde “el sujeto (deudo) pueda reconocer (...) las marcas que esa muerte dejó en él y restablecer el lazo con la memoria del muerto”
“la muerte transforma las relaciones con lapersona querida, en lugar de