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El Llamamiento Del Dalái Lama Al Mundo La Ética Es Más Importante Que La Religión by Dalai Lama XIV

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Inhaltsverzeichnis

EL LLAMAMIENTO DEL DALÁI LAMA AL MUNDO


PREFACIO «NO TENGO ENEMIGOS»
LLAMAMIENTO DEL DALÁI LAMA EN FAVOR DE LA ÉTICA
SECULAR Y LA PAZ
LA ÉTICA ES MÁS IMPORTANTE QUE LA RELIGIÓN
LA HISTORIA DEL DALÁI LAMA LA HISTORIA DE UNA VIDA
CONMOVEDORA
DALÁI LAMA CURRÍCULUM VITAE
SOBRE EL AUTOR: FRANZ ALT
EL LLAMAMIENTO DEL
DALÁI
LAMA
AL MUNDO
Primera edición 2015
© 2015 Benevento Publishing,
Una marca registrada de Red Bull Media House GmbH,
Wals bei Salzburg

Todos los derechos reservados, especialmente el de ponencias públicas, el de transmisión por radio y
televisión, así como de traducción, inclusive fragmentos. No está permitida la reproducción de
ningún fragmento de la obra por ningún método (fotografía, microfilm u otros prodecimientos) sin
autorización escrita de la editorial, ni tampoco su edición, reproducción o divulgación mediante el
uso de sistemas electrónicos.

Titular del medio y editor :


Red Bull Media House GmbH
Oberst-Lepperdinger-Straße 11-15
5071 Wals bei Salzburg (Austria)
Más información en:
www.redbullmediahouse.com
www.beneventobooks.com

Diseño de la solapa y tipografía: Frank Behrend, Peter Feierabend


Foto de la solapa, página 4: Bigi Alt
E-book conversión: Satzweiss.com Print Web Software GmbH

ISBN 978-3-7109-5006-3
EL LLAMAMIENTO DEL
DALÁI
LAMA
AL MUNDO
POR FRANK ALT

La ética es más importante que la


religión
PREFACIO

«NO TENGO ENEMIGOS»


«No tengo enemigos. Solo hay personas a las que aún no conozco», me dijo
el Dalái Lama hace ya más de 20 años. Y también: «De nuestros enemigos
es de quien más podemos aprender. En cierto modo, son nuestros mejores
maestros». Con esta sabiduría y al mismo tiempo realismo habla el
refugiado probablemente más famoso del mundo y, al mismo tiempo, uno
de los más mayores, tras 56 años de exilio en la India. A pesar de que lleva
viviendo desde 1959 fuera de su tierra natal, debido a la ocupación china,
no alberga ningún odio hacia los chinos ni hacia el dirigente chino. Al
contrario. Por supuesto que también rezo por el líder comunista en Pekín»,
dice él, que a veces se califica a sí mismo de «budista comunista» o de
«comunista budista», y añade sonriente: «En Europa votaría a los Verdes,
puesto que el problema climático es una cuestión de supervivencia».
A lo largo de 33 años, nos hemos encontrado unas 30 veces y hemos
realizado juntos 15 entrevistas televisivas. En pocas ocasiones he tenido un
interlocutor tan empático y con tanto sentido del humor como él. Nadie se
rió tanto como él. No es casualidad que en las encuestas se le considere el
hombre más simpático del mundo. En los últimos años, la idea de una ética
transreligiosa ha cobrado cada vez más importancia para este líder religioso.
Y hoy en día dice incluso algo inaudito para un líder religioso: «La ética es
más importante que la religión. No nacemos como miembros de una
determinada religión, pero la ética es algo innato en nosotros». Cada vez
más a menudo habla en sus discursos de una «ética secular más allá de
todas las religiones». Albert Schweitzer llamó a esta misma cuestión
«respeto por la vida».
La ética secular del Dalái Lama derriba fronteras nacionales, religiosas y
culturales, y esboza valores innatos en todas las personas y vinculantes para
todos. No se trata de valores externos, materiales, sino de valores interiores
como la atención, la compasión, la educación de la mente, así como la
búsqueda de la felicidad. «Si queremos ser felices, tenemos que ser
compasivos, y, si queremos que otros sean felices, también tenemos que ser
compasivos. Todos preferimos ver caras sonrientes que lúgubres», dice el
Dalái Lama.
Una de las principales convicciones del Dalái Lama es que todas las
personas somos iguales en nuestra aspiración a la felicidad y nuestro deseo
de evitar sufrimiento. De esto se derivan los mayores logros de la
Humanidad. Por eso deberíamos empezar a pensar y actuar en base a una
identidad enraizada en las palabras «nosotros los humanos».
Las guerras en Oriente Medio y Ucrania, en Somalia y el norte de África,
los 20 millones de refugiados en todo el mundo, la guerra civil en Nigeria y
Afganistán, el cambio climático y la crisis medioambiental, la crisis
financiera internacional y el hambre en el mundo: en opinión del Dalái
Lama, todos estos problemas no se pueden resolver sin una ética secular. En
la siguiente conversación, explica y despliega sus tesis revolucionarias. Lo
que el Dalái Lama propone es una revolución de la empatía y de la
compasión, una revolución de todas las revoluciones hasta ahora. Sin
empatía y compasión no se habría producido la evolución.
Consternado por el atentado terrorista islámico a la redacción de la
revista satírica Charlie Hebdo y a un supermercado judío en París, el Dalái
Lama declaró en enero de 2015: «Hay días en los que creo que sería mejor
que no hubiera ninguna religión. Todas las religiones y todas las escrituras
sagradas albergan un potencial de violencia. Por eso necesitamos una ética
secular más allá de todas las religiones. En los colegios es más importante
que se impartan clases de ética que de religión. ¿Por qué? Porque para la
supervivencia de la Humanidad es más importante ser conscientes de lo que
tenemos en común que destacar constantemente lo que nos separa». Esta
conclusión fue el origen de la siguiente entrevista.
He aquí un mensaje que podría transformar el mundo.
El 6 de julio de 2015, este ganador del Premio Nobel de la Paz, cumplirá
80 años. Ocasión por la que se publica este pequeño libro en todos los
idiomas del mundo al mismo tiempo.

Baden-Baden, marzo de 2015


Franz Alt
LLAMAMIENTO DEL DALÁI
LAMA EN FAVOR DE LA ÉTICA
SECULAR Y LA PAZ
Desde hace siglos se viene aplicando y justificando la violencia en nombre de la religión. Las
religiones han sido y siguen siendo con frecuencia intolerantes. La religión es con frecuencia
instrumentalizada o usada de forma indebida para imponer intereses políticos o económicos, también
por parte de líderes religiosos. Por ello, opino que en el siglo XXI necesitamos una nueva ética más
allá de todas las religiones. Hablo de una ética secular que sea útil y utilizable para mil millones de
ateístas y cada vez más agnósticos. Más fundamental que la religión es nuestra espiritualidad
intrínsecamente humana. Se trata de la tendencia innata que tenemos los humanos al amor, la bondad
y el afecto, independientemente de la religión a la que pertenezcamos.
Estoy convencido de que las personas pueden pasar sin religión, pero no sin valores interiores, no
sin ética. La diferencia entre ética y religión se asemeja a la diferencia entre el agua y el té. La ética y
los valores interiores que se basan en un contexto religioso son más bien como el té. El té que
bebemos consta en gran parte de agua, pero contiene, además, otros ingredientes: hojas de té,
especias, quizás algo de azúcar y, al menos en el Tíbet, una pizca de sal; y esto hace que tenga más
sustancia y sea más duradero y que sea algo que queremos tomar todos los días. Pero,
independientemente de cómo se prepare el té, su principal componente será siempre el agua. Sin té
podemos vivir, pero no sin agua. Del mismo modo, nacemos sin una religión, pero no sin la
necesidad básica de la compasión; ni sin la necesidad básica de agua.
Veo cada vez con mayor claridad que nuestro bienestar espiritual no depende de la religión, sino
de nuestra innata naturaleza humana, nuestra predisposición natural a la bondad, la compasión y el
cuidado. Independientemente de si pertenecemos a una religión o no, todos llevamos dentro una
fuente ética elemental y humana. Y debemos cuidar y velar por este fundamento ético común. La
ética, no la religión, está anclada en la naturaleza humana. De este modo también podemos
esforzarnos en conservar la creación. Esto es practicar la religión y practicar la ética. La compasión
es la base de la convivencia humana. Estoy convencido de que el desarrollo humano se basa en la
cooperación y no en la competencia. Y así se ha demostrado científicamente.
Tenemos que aprender que la Humanidad constituye una única familia. Todos somos hermanas y
hermanos a nivel físico, mental y emocional, pero seguimos prestando demasiada atención a nuestras
diferencias, en vez de a lo que nos une. Sin embargo, todos nacemos de la misma manera y morimos
de la misma manera. ¡No tiene mucho sentido acabar en el cementerio, orgullosos de una nación y
una religión!
La ética es más profunda y más natural que la religión.
De igual modo, el cambio climático solo se puede resolver de forma global. Yo espero y ruego
que esta certeza conduzca por fin a resultados concretos en la próxima Cumbre del Clima en París a
finales de 2015. El egoísmo, el nacionalismo y la violencia son caminos fundamentalmente erróneos.
La cuestión más importante para un mundo mejor es la siguiente: ¿Cómo podemos servirnos unos a
otros? Para ello tenemos que agudizar nuestra conciencia. Esto incluye a los políticos. Necesitamos
estados mentales positivos. Yo practico cada día durante cuatro horas. La meditación es más
importante que oraciones ritualizadas. Los niños tienen que aprender moral y ética. Esto es más útil
que todas las religiones.
Los principales motivos de guerras y de violencia son nuestras emociones negativas. Les dejamos
demasiado espacio y demasiado poco a nuestra razón y nuestra compasión.
Yo propongo: escuchar más, reflexionar más, meditar más. Al igual que Mahatma Gandhi, opino
que: «Nosotros tenemos que encarnar el cambio que deseamos ver en el mundo».
En algunos países totalitarios vemos que la paz solo puede ser duradera si se respetan los derechos
humanos, si la gente tiene de comer y si los individuos y los pueblos son libres. La verdadera paz con
nosotros, entre nosotros y en torno a nosotros, solo la podemos conseguir mediante la paz interior.
Para ser felices hace falta desarrollar una responsabilidad universal y una ética secular.
Siempre me aferraré al principio de la no violencia. Se trata de un amor al enemigo inteligente.
Mediante la práctica intensiva de la meditación comprobaremos que el enemigo puede convertirse en
nuestro mejor amigo. Desde la perspectiva de una ética meramente secular, nos convertiremos así en
personas más sosegadas, compasivas y razonables. Entonces cabrá la posibilidad de que el siglo XXI
sea un siglo de paz, un siglo de diálogo y un siglo de una Humanidad más atenta, más responsable y
más compasiva.
Esta es mi esperanza. Y esta es mi plegaria. Yo espero con alegría que algún día los niños
aprendan en el colegio los principios básicos de la no violencia y la solución pacífica de conflictos, es
decir, de la ética secular.
Hoy en día se le da demasiada importancia a los valores materiales. Estos son importantes, pero
no pueden reducir nuestro estrés psicológico, nuestros miedos, rabia o frustración. Sin embargo,
tenemos que superar nuestros lastres mentales, como el estrés, el temor, el miedo o la frustración. Por
eso necesitamos un nivel de pensamiento más profundo. Esto es lo que yo considero atención.
Mediante la meditación y la reflexión podemos, por ejemplo, aprender que la paciencia es el
antídoto más importante contra la rabia, que la satisfacción es efectiva contra la avaricia, el valor
contra el miedo, la comprensión frente a las dudas. Sentir rabia por lo que hacen otros no ayuda, en
lugar deberíamos procurar cambiar nosotros.
El ser humano parece estar madurando. La necesidad de paz o, dicho de otro modo, el rechazo a
la violencia es muy fuerte. Tenemos que esforzarnos en todo el mundo por parar, contener o eliminar
todos los métodos violentos. Ya no basta con que decir a la gente que rechazamos la violencia y que
queremos paz.
Tenemos que aplicar métodos más efectivos. La exportación de armas es un gran obstáculo para
una mayor paz.
Siempre que nos enfrentemos a problemas o que surjan conflictos económicos, o también en el
caso de diferencias religiosas, tenemos que promover el diálogo como único método realmente
válido.
Tenemos que aprender que todos somos hermanos y hermanas. El siglo pasado fue el siglo de la
violencia. ¡Nuestro siglo XXI debería ser el siglo del diálogo! No podemos cambiar el pasado, pero
siempre podemos aprender de él para lograr un futuro mejor.
La idea de que los problemas se pueden solucionar con violencia y armas es una heterodoxia
devastadora. Además, salvo raras excepciones, la violencia siempre genera más violencia. En nuestro
mundo interconectado, la guerra ya no es acorde con los tiempos que corren y contradice la razón y
la ética. La guerra de Irak, iniciada por George W. Bush en 2003, fue un desastre. Ese conflicto aún
no está resuelto hoy en día y ha costado la vida a muchas personas.
Sin duda no basta con apelar a la voluntad pacífica de los políticos. Es más importante que cada
vez más personas de todo el mundo se declaren a favor del desarme. El desarme es una forma de
practicar la compasión. No obstante, un requisito para el desarme exterior es el desarme interior de
odio, prejuicios e intolerancia. Apelo a todas las partes involucradas actualmente en una guerra:
«¡Reducid en vez de incrementar el armamento!»; y a todas las personas: «¡Superad el odio y los
prejuicios mediante la comprensión, la cooperación y la tolerancia!».
A pesar de todo el sufrimiento al que China nos lleva sometiendo a los tibetanos desde hace
décadas, yo estoy convencido de que la mayoría de los conflictos humanos se podrían resolver
mediante un diálogo honesto. Esta estrategia de la no violencia y del respeto por la vida es el regalo
del Tíbet al mundo.
Dalái Lama
Dharamsala, marzo de 2015
LA ÉTICA ES MÁS IMPORTANTE
QUE LA RELIGIÓN
Franz Alt:
Santidad, querido amigo: Tras el ataque terrorista en París a principios
de enero de 2015, pronunció usted una frase muy provocadora para un
líder religioso: «¡Hay días en los que pienso que sería mejor que no
hubiera ninguna religión!». Parece que su escepticismo de cara a las
religiones está aumentando, debido a que estas también generan violencia,
fanatismo e intolerancia. ¿Qué quiere decir con la frase que acabo de
citar?

Dalái Lama:
Los conocimientos y la práctica de las religiones han sido y son, por
supuesto, útiles, pero eso ya no basta en los tiempos modernos, como queda
cada vez más claro hoy en día en todo el mundo a través de numerosos
ejemplos. Esto es válido para todas las religiones, inclusive, naturalmente,
el cristianismo y el budismo. En nombre de la religión se han combatido y
se siguen combatiendo guerras, incluso «guerras santas». Desde hace siglos
se viene aplicando y justificando la violencia en nombre de la religión. Las
religiones han sido y siguen siendo con frecuencia intolerantes. Por ello,
opino que en el siglo XXI necesitamos una nueva ética más allá de todas las
religiones. Por eso hablo de una ética secular que sea útil y utilizable para
mil millones de ateístas y cada vez más agnósticos. Más fundamental que la
religión es nuestra espiritualidad intrínsecamente humana. Se trata de la
tendencia innata que tenemos los humanos al amor, la bondad y el afecto,
independientemente de la religión a la que pertenezcamos.

Franz Alt:
La espiritualidad se ha convertido en una palabra de moda. ¿Qué
significa para usted este término?

Dalái Lama:
La espiritualidad es la fuente más elemental que llevamos dentro. Cuando
decidimos cultivar los valores interiores que todos apreciamos en los
demás, entonces empezamos a vivir de forma espiritual. Por tanto,
deberíamos crear un fundamento ético y cultivar nuestros valores interiores,
de modo que sean acordes con nuestra era científica, pero, al mismo tiempo,
no ser negligentes con las necesidades profundas de la mente humana. Por
supuesto, todas las religiones pueden contribuir de manera valiosa a esta
ética secular global.
Estoy convencido de que las personas pueden pasar sin religión, pero no
sin valores interiores, no sin ética. La diferencia entre ética y religión se
asemeja a la diferencia entre el agua y el té. La ética y los valores interiores
que se basan en un contexto religioso son más bien como el té. El té que
bebemos consta en gran parte de agua, pero contiene, además, otros
ingredientes: hojas de té, especias, quizás algo de azúcar y, al menos en el
Tíbet, una pizca de sal; y esto hace que tenga más sustancia y sea más
duradero y que sea algo que queremos tomar todos los días. Pero,
independientemente de cómo se prepare el té, su principal componente será
siempre el agua. Sin té podemos vivir, pero no sin agua. Del mismo modo,
nacemos sin una religión, pero no sin la necesidad básica de la compasión;
al igual que tampoco sin agua.

Franz Alt:
¿Cómo ha llegado a la conclusión de que en nuestros tiempos, a nivel
espiritual, necesitamos algo más que las religiones clásicas?

Dalái Lama:
Llevo 56 años viviendo en el exilio en la India. Allí soy testigo de la
práctica de una ética secular y de una sociedad secular. Mahatma Gandhi
era profundamente religioso, pero también una mente secular. En sus
sesiones de oración diarias se leían y entonaban textos de todas las grandes
religiones y enseñanzas. Gandhi era gran amigo de Jesús y del pacifismo
que propone en el Sermón de la Montaña. Gandhi es mi ejemplo a seguir,
ya que verdaderamente encarnaba la tolerancia religiosa. Esta tolerancia
tiene raíces indias muy antiguas. Allí, salvo pocas excepciones, conviven de
forma pacífica hindúes, musulmanes, cristianos, sijes y también jainistas,
budistas, zoroastras, judíos, agnósticos y ateístas. En la India hay muchas
minorías étnicas y religiosas y cientos de lenguas. Tíbet es mi tierra natal,
pero, en cierto modo, también soy un hijo de la India secular.
Hay templos hinduistas, minaretes musulmanes, iglesias cristianas y
santuarios budistas uno al lado del otro. Sé que una y otra vez se dan casos
graves de violencia local, pero sería erróneo generalizarlos. La sociedad
india es en general pacífica y armoniosa. Todas las confesiones practican el
viejo principio indio de la no violencia, ahimsa, con el que Gandhi también
cosechó tanto éxito político. Era la base de la coexistencia pacífica. En esto
consiste la práctica de una ética secular más allá de las religiones. ¡El
mundo de hoy en día debería tomar ejemplo de ello!
Con frecuencia me siento como un moderno difusor de este antiguo
pensamiento indio. Esta interpretación del secularismo puede ser de gran
utilidad para todas las personas, todas las religiones, todas las culturas y
sabidurías y todas las sociedades.
La numerosas entrevistas que ambos llevamos manteniendo desde hace
décadas también sirven para fomentar la comprensión de los valores
humanos profundos y de una ética secular. De este modo, los seres humanos
pueden convertirse en personas mejores y más conscientes. Nuestro camino
común a seguir es el siguiente: más respeto por cualquier vida, también la
de animales y plantas. En su último programa de televisión charlamos
acerca de la destrucción global del medio ambiente y yo le dije que a veces
tengo la impresión de que a la Tierra le iría mejor sin los humanos.

Franz Alt:
Cada día exterminamos 150 especies animales y vegetales, agrandamos
los desiertos 50.000 hectáreas y emitimos 150 millones de toneladas de
gases de efecto invernadero. Prácticamente mantenemos una III Guerra
Mundial contra la naturaleza. Las religiones no han podido detener esta
evolución. El año 2014 fue el más caliente desde el comienzo del registro de
datos climáticos. Los glaciares del Himalaya y el hielo de los polos se están
derritiendo. ¿Qué puede aportar una ética secular en esta situación y
cuáles son las bases de una ética secular?

Dalái Lama:
Atención, educación, respeto, tolerancia, afecto y no violencia. El siglo
pasado conseguimos grandes avances materiales. En general, esto es bueno.
Pero estos avances materiales son también los que actualmente conducen a
la destrucción del medio ambiente. Ahora, en el siglo XXI, tenemos que
aprender, fomentar y aplicar más valores interiores a todos los niveles. Si
observamos de forma realista los problemas de nuestra época, algunos de
los cuales acaba de enumerar, es evidente que tenemos que plantearnos de
forma sostenible y universal las cuestiones de la ética, los valores interiores
y la integridad personal; un planteamiento que finalmente nos permita
tender puentes entre las diferentes culturas, etnias y religiones. El principio
de la responsabilidad global es un elemento clave de mi concepto de ética
secular. Usted tiene razón, se trata de la supervivencia de nuestra especie.
La búsqueda de una vía sostenible y universal es para mí la base del
desarrollo de una ética secular.
Tanto para las religiones teístas como para las no teístas, se trata en
primer lugar de la mente humana, es decir, del bienestar espiritual del ser
humano. Para ello, necesitamos un entorno intacto, pero también valores
como la bondad, la reconciliación y la honestidad. Estos habían tenido hasta
ahora un fundamento casi exclusivamente religioso. El cultivo de estos
valores era un componente de toda práctica religiosa. Pero, veo cada vez
con mayor claridad que nuestro bienestar espiritual no depende de la
religión, sino de nuestra innata naturaleza humana, nuestra predisposición
natural a la bondad, la compasión y el afecto. Independientemente de si
pertenecemos a una religión o no, todos llevamos dentro una fuente ética
elemental y humana. Y debemos cuidar y velar por este fundamento ético
común. La ética, no la religión, está anclada en la naturaleza humana. De
este modo también podemos esforzarnos en conservar el medio ambiente.
Esto es practicar la religión y practicar la ética. La compasión es la base de
la convivencia humana. Estoy convencido de que el desarrollo humano se
basa en la cooperación y no en la competencia. Y así se ha demostrado
científicamente.
Tenemos que aprender que la Humanidad constituye una única familia y
que a esta pertenecen también los ateístas y un número cada vez mayor de
agnósticos. Todos somos hermanas y hermanos a nivel físico, mental y
emocional, pero seguimos prestando demasiada atención a nuestras
diferencias, en vez de a lo que nos une. Sin embargo, todos nacemos de la
misma manera y morimos de la misma manera. ¡No tiene mucho sentido
acabar en el cementerio, orgullosos de una nación y una religión!
(En este momento se pone a reír alto y tendido, la gutural risa del Dalái
Lama, conocida en todo el
mundo).
Si los siete mil millones de seres humanos miraran primero lo que les une
y no lo que los separa, entonces todos padeceríamos menos estrés y
preocupación. Deberíamos aprender que todos somos amigos. Para mí no
hay enemigos, sino solo personas a las que aún no he conocido. La gente
joven de hoy en día tiene muchas más posibilidades de conocerse
globalmente; y debería aprovechar esta oportunidad para contribuir a un
mundo mejor. La compasión y el amor se han descuidado demasiado hasta
ahora en la educación y la formación. Ahora podemos y debemos cambiar
este hecho.
Hay dos visiones de la naturaleza humana. De acuerdo con una, el
hombre es por naturaleza violento, desconsiderado y agresivo. Según la
otra, tendemos por naturaleza a la bondad, la armonía y a una vida pacífica.
Mi visión se corresponde con esta segunda. Por eso considero que la ética
no es una suma de mandamientos y prohibiciones que hay que cumplir, sino
una oferta natural e inherente que nos puede conducir a la felicidad y
satisfacción propias y de los demás. A mí personalmente me impulsa el
simple deseo de contribuir a un mayor bienestar de la Humanidad y de
todos los seres vivos.
Una educación ética a partir de los 14 años es más importante que
religión. La educación lo cambia todo. Los humanos somos capaces de
aprender. Así lo demuestra el caso de Alemania tras la caída del Muro, que
yo viví de manera inolvidable, o también la política de la Unión Europea
tras la II Guerra Mundial. Antiguos enemigos en el campo de batalla
construyen hoy conjuntamente una Europa pacífica. Por este motivo incluso
se le ha otorgado a la UE el Premio Nobel de la Paz, ¡y con razón!

Franz Alt:
En otoño de 1989 yo estaba en Berlín cuando la gente, entusiasmada, se
subía al Muro, que acababa de ser abierto. Usted llevaba una vela en la
mano y dijo: Al igual que hoy Alemania es reunificada, el Tíbet volverá a
ser libre algún día. ¿Aún sigue convencido de ello?

Dalái Lama:
Por supuesto. Todo el mundo aspira a ser libre. Pero, naturalmente, no
puedo predecir cuándo. Tenemos que ser pacientes. Esto también forma
parte de una ética secular.
Franz Alt:
De los seis mil millones de «creyentes» que hay en el mundo, hay
muchos, especialmente en Europa, que no se toman en serio su propia
religión, en el cristianismo los llamamos no practicantes.

Dalái Lama:
Por desgracia, entre los seis mil millones de «creyentes» que hay en el
mundo, muchos son corruptos que solo persiguen sus propios intereses.
Tiene razón, querido amigo, los valores interiores tienen que caracterizar el
siglo XXI. Solo así será nuestro siglo un siglo de paz y diálogo. No
obstante, no habrá paz exterior hasta que no haya más paz interior. Esto es
válido para todos los conflictos actuales: en Ucrania, en Oriente Próximo,
en Afganistán, en Nigeria. Antes del «desarme exterior», tiene que
producirse un «desarme interior». En casi todas partes, el fundamentalismo
religioso es también uno de los motivos bélicos. Hoy en día, sabemos
perfectamente que el arriesgarse a una guerra nuclear sería lo mismo que
cometer suicidio. Este simple hecho demuestra que todos dependemos
todos y que en un mundo globalizado es necesaria una ética secular.
Sin duda una ética secular mundial requiere todavía una investigación a
nivel mundial. A este respecto estoy de acuerdo con muchos científicos,
sobre todo, investigadores del cerebro, neuropsicólogos y pedagogos. La
neurobiología moderna sugiere que el comportamiento altruista y menos
egoísta merece la pena para todos. Las personas no tienen que comportarse
de forma egoísta, también pueden ser altruistas, también pueden abarcar lo
ajeno y orientarse hacia el bienestar de otros. Pero para esto hace falta
instruir más a la gente. Cuanto más crea una persona que otros también se
comportan de manera altruista, antes lo hará ella. ¡El altruismo simplemente
nos hace más felices!
La felicidad, por lo tanto, no depende de la casualidad, sino de la
capacidad intrínseca de cada uno. Todos podemos ser felices. La
investigación moderna nos permite saber qué factores contribuyen a la
felicidad y qué factores impiden que seamos felices. Paso a paso podemos
transformar los factores que nos impiden ser felices. Esto es válido tanto a
nivel personal como social. El objetivo de la ética secular es liberarnos del
sufrimiento tanto momentáneo como a largo plazo, así como desarrollar la
capacidad de apoyar a otros en su propia búsqueda de la felicidad. Un
aspecto de la compasión consiste en la predisposición espontánea de actuar
por el bien de los demás.
Está claro que la ética secular exige educar el corazón, mucha paciencia y
un esfuerzo constante. Y también está claro que una ética secular realmente
útil no es solo cuestión de saber, sino mucho más una cuestión de actuar.
Muchas veces sabemos lo que hacemos, pero no hacemos lo que sabemos.

Franz Alt:
Se apoya mucho en la investigación moderna del cerebro. ¿Por qué?

Dalái Lama:
Nuestro cerebro es un órgano con capacidad de aprendizaje. La
neuropsicología nos enseña que podemos entrenar nuestro cerebro igual que
un músculo. De este modo podemos captar de forma consciente lo bueno y
lo bello e influir de forma positiva en nuestro cerebro y así superar lo
negativo. Por medio de nuestra mente podemos modificar nuestro cerebro
para bien. Estos son avances revolucionarios. Gracias a estos avances
también sabemos mejor que antes que la ética, la compasión y el
comportamiento social son innatos en nosotros, mientras que la religión se
nos inculca. De esto hay que extraer consecuencias, las religiones también.
La ética es más profunda y más natural que la religión.

Franz Alt:
¿Qué preguntas tenemos que hacernos para poder seguir desarrollando
la compasión?

Dalái Lama:
¿Somos abiertos o mezquinos? ¿Hemos tenido en cuenta el conjunto de
la situación o solo consideramos aspectos parciales? Es decir, ¿pensamos y
actuamos de forma integral? ¿Contemplamos las cosas solo a corto plazo o
realmente a largo plazo? ¿Estamos actuando realmente motivados por una
compasión sincera? ¿Se limita nuestra compasión a nuestra propia familia y
amigos, con los que podemos identificarnos en gran medida? Es decir que
tenemos que reflexionar, reflexionar y reflexionar. E investigar, investigar e
investigar. Por lo tanto, la ética tiene que ver básicamente con nuestro
estado mental y no con la pertenencia formal a una religión. Tenemos que
superar nuestra autolimitación y comprender el punto de vista de los demás.
Hace 20 años se reían de mí por estar interesado en esta investigación.
Hoy en día recibe un reconocimiento cada vez mayor. Quien no reconoce el
altruismo, no puede entender cómo funcionan realmente la política y los
mercados. En el actual conflicto en Ucrania, esto significa que Europa del
Este necesita a Europa Occidental y que Europa Occidental necesita a
Europa del Este. Así que: hablad los unos con los otros. Entended que hoy
en día, en la era de la globalización, vivimos en UN mundo. El nuevo lema
debe ser: vuestros intereses son nuestros intereses. El fundamentalismo
siempre es perjudicial. Los conceptos de ayer ya no nos sirven.
Especialmente para los niños, es decir, los adultos del mañana, la ética es
más importante que la religión.
De igual modo, el cambio climático solo se puede resolver de forma
global. Yo espero y ruego que esta certeza conduzca por fin a resultados
concretos en la próxima Cumbre del Clima en París a finales de 2015. El
egoísmo, el nacionalismo y la violencia son caminos fundamentalmente
erróneos. La cuestión más importante para un mundo mejor es la siguiente:
¿Cómo podemos servirnos unos a otros? Para ello tenemos que agudizar
nuestra conciencia. Esto incluye a los políticos. Necesitamos estados
mentales positivos. Yo practico cada día durante cuatro horas. La
meditación es más importante que oraciones ritualizadas. Los niños tienen
que aprender moral y ética. Esto es más útil que todas las religiones.

Franz Alt:
¿Tiene la práctica de la meditación efectos biológicos medibles?

Dalái Lama:
Científicos occidentales llevan algún tiempo realizando estudios
neurocientíficos con tibetanos que llevan mucho tiempo meditando. La
conclusión, resumida brevemente, es que la meditación es buena para la
salud física y psíquica, para la sensación de satisfacción y para el bienestar.
Esta es también mi experiencia.

Franz Alt:
¿Qué importancia tiene la felicidad para el desarrollo de una ética
secular?

Dalái Lama:
Cada una de los siete mil millones de personas quiere ser feliz. Y
tenemos derecho a ello, puesto que todos vivimos en el mismo planeta,
respiramos el mismo aire y nos alimentamos del mismo suelo. Mi futuro
depende siempre también de los demás y el futuro de los demás del mío. La
catástrofe climática que se nos avecina nos recuerda esta dependencia.
Quién de nosotros podría vivir solo en el desierto, pregunto a mis oyentes
en las ponencias que doy en todo el mundo. Si nos encontramos a alguien
en la soledad del desierto, lo último que le preguntamos es por su religión o
su nacionalidad. Cuando estoy solo en el desierto, da igual si soy su
Santidad el Dalái Lama, ¡eso allí no me sirve de nada!
(Vuelve a reír alto y tendido).
Por supuesto que yo también tengo defectos, por ejemplo, como
demasiados dulces, ¡así que corro el peligro de reencarnarme en una abeja!
(Se ríe a carcajadas).
No soy un dios, sino solo una de los siete mil millones de personas. Por
eso nunca me siento solo. Como ser humano, en primera medida intento
ayudar a otros seres. Eso es verdadera amistad y humanidad, el aliviar el
sufrimiento de los demás. Por eso todas las religiones predican el amor, la
tolerancia y el perdón.
El que las personas acepten o no las religiones es una cuestión de su
postura y decisión personal. El objetivo de todas las religiones es que
seamos mejores personas y más felices. Por eso deberíamos sentir respecto
y aprecio unos por otros. Esto genera también armonía entre sí.
Mis amigos musulmanes me dicen que los musulmanes violentos no son
verdaderos musulmanes. En ningún lugar del mundo se puede generar
verdadera paz mediante las armas. Las guerras en nombre de la religión son
difíciles de soportar. Tampoco entiendo que Alemania y Francia sean dos de
los principales exportadores de armas del mundo. Las armas conducen a
asesinatos y homicidios. Sin armas no se pueden combatir guerras. Los
principales motivos de guerras y de violencia son nuestras emociones
negativas. Les dejamos demasiado espacio y demasiado poco a nuestra
razón y nuestra compasión.
Yo propongo: escuchar más, reflexionar más, meditar más. Al igual que
Mahatma Gandhi, opino que: «Nosotros tenemos que encarnar el cambio
que deseamos ver en el mundo».
En algunos países totalitarios vemos que la paz solo puede ser duradera si
se respetan los derechos humanos, si la gente tiene de comer y si los
individuos y los pueblos son libres. La verdadera paz con nosotros, entre
nosotros y en torno a nosotros, solo la podemos conseguir mediante la paz
interior. Para ser felices hace falta, además, desarrollar una responsabilidad
universal y una ética secular.

Franz Alt:
¿Pueden las personas ser felices cuando se enfrentan a la muerte?

Dalái Lama:
Esa es, sin duda, una pregunta muy interesante y fundamental, además.
Hay personas que no saben o no quieren saber que van a morir. Y hay
personas que han olvidado que están con vida. Tener compasión con
nosotros mismos significa tener presente la muerte para enriquecer nuestra
vida. Si aceptamos la muerte como parte de la vida, evitamos perder nuestro
tiempo con distracciones sin sentido. Cuando observamos la puesta del sol,
podemos preguntarnos: ¿Volveré a presenciar mañana temprano la salida
del sol? También podemos preguntarnos: ¿Y si la muerte es solo un estadio
transitorio y nuestra mente sigue experimentando en el futuro otros estados
del ser? Estas preguntas nos permiten aprender a adoptar una postura
desinteresada y pacífica y desprendernos tanto de nuestro patrimonio como
de aquello que amamos. Una actitud desinteresada y desprendida es la
mejor y más inteligente preparación de cara a la muerte.
La vida es breve. Si nos dejamos llevar por las emociones negativas, la
desperdiciamos. Siempre que siento cierta frustración o demasiada tristeza,
entonces medito sobre estas frases del maestro budista indio Shantideva, del
siglo VII: «Mientras el espacio inconmensurable siga existiendo y mientras
siga habiendo seres que sientan, que yo también persevere para desterrar el
sufrimiento del mundo». Cuando pienso en estas líneas, desaparece mi
sensación de frustración. El sufrimiento puede ser una importante escuela
de la vida. Eso se hace evidente cuando se lee la biografía de personas
destacadas.

Franz Alt:
¿Qué puede hacer cada uno de nosotros para conseguir un mundo más
pacífico y mejor?

Dalái Lama:
Todas las religiones tienen la obligación de conducir a la gente hacia la
paz interior y exterior. Si queremos que este mundo sea mejor, entonces
tenemos que ser mejores personas nosotros mismos. No hay un camino
cómodo. Tenemos que ver en nuestros enemigos, en primer lugar, a los
seres humanos. En el Sermón de la Montaña, Jesús lo llama el «amor a los
enemigos». En interés propio, deberíamos hacer todo lo posible para que a
todos los seres vivos les vaya bien. Para esto hace falta entrenar la mente y
educar los corazones. La UE, tras 1945, ha elegido el camino correcto de la
cooperación entre antiguos enemigos. Esto convirtió en amigos a enemigos.
Esto solo ha sido posible porque millones de personas han optado
conscientemente por esta vía. La OTAN podría trasladar su cuartel general a
Moscú.
(Se ríe).
Entonces, los rusos se darían cuenta de si Occidente va en serio en cuanto
a la amistad y el amor a los enemigos. Pero el verdadero enemigo está en
nosotros y no fuera. Las enemistades exteriores no son permanentes,
tampoco entre China y Tíbet. Si se respeta al enemigo, puede convertirse un
día en amigo.
Por eso, siempre me aferraré al principio de la no violencia. Se trata de
un amor al enemigo inteligente. Mediante la práctica intensiva de la
meditación comprobaremos que el enemigo puede convertirse en nuestro
mejor amigo. Desde la perspectiva de una ética meramente secular, nos
convertiremos así en personas más sosegadas, compasivas y razonables.
Entonces cabrá la posibilidad de que el siglo XXI sea un siglo de paz, un
siglo de diálogo y un siglo de una Humanidad más atenta, más responsable
y más compasiva.
Esta es mi esperanza. Y esta es mi plegaria. Yo espero con alegría que
algún día los niños aprendan en el colegio los principios básicos de la no
violencia y la solución pacífica de conflictos, es decir, de la ética secular.

Franz Alt:
Se me acaba de venir a la cabeza una pregunta que hace tiempo que
quería hacerle: ¿Podría ser el siguiente Dalái Lama una mujer? Usted está
a favor de la igualdad de derechos, ¿no?

Dalái Lama:
¿Por qué no? Pero debería ser atractiva.
(Ahora se reír especialmente alto y tendido).
Una verdadera equivalencia e igualdad de derechos entre el hombre y la
mujer es un requisito importante para un mundo mejor. En este aspecto, las
religiones también tienen muchas tareas pendientes. Este es un aspecto
fundamental de una ética secular. Además de una cuestión de justicia y de
compasión. Muchas mujeres nos sacan mucha ventaja a nosotros los
hombres en el desarrollo de valores interiores.

Franz Alt:
¿Qué quiere decir con valores interiores?

Dalái Lama:
De acuerdo con nuestra naturaleza biológica formamos parte de los
animales que sobreviven en un entorno de compasión, afecto, apego y
cariño. Yo pienso, en este caso, en mi propia madre. La esencia de la
compasión radica en el deseo de aliviar el sufrimiento de otros y de
fomentar su bienestar. A las mujeres se les da mejor que a nosotros los
hombres desarrollar esos valores interiores como la bondad, la paciencia, la
reconciliación, la generosidad y la tolerancia. Grandes problemas, como las
guerras y la destrucción del medio ambiente o el despilfarro de recursos,
son en gran medida problemas masculinos. Son el resultado de la
indiferencia. Sin embargo, todos tenemos una predisposición básica al
desarrollo de valores interiores como la atención y la concienciación. Yo no
quiero convertir a nadie, pero me arrastra, sobre todo, el deseo de contribuir
al bien de la Humanidad.

Franz Alt:
Llevo tiempo dándome cuenta de que en todas partes del mundo usted
promueve el ideal budista de la atención. ¿Por qué es la atención tan
importante en los tiempos que corren?

Dalái Lama:
Se le da demasiada importancia a los valores materiales. Estos son
importantes, pero no pueden reducir nuestro estrés psicológico, nuestros
miedos, rabia o frustración. Sin embargo, tenemos que superar nuestros
lastres mentales, como el estrés, el temor, el miedo o la frustración. Por eso
necesitamos un nivel de pensamiento más profundo. Eso es lo que entiendo
por atención, es decir, el pensar y sentir de forma profunda, y eso es muy
importante.
La atención no depende de ser creyente o no creyente. Eso no tiene nada
que ver, todos somos meros seres humanos, con los mismos sentimientos y
una inteligencia semejante. Algunos de nuestros sentimientos son muy, muy
destructivos. No solo destruyen la paz interior, sino, al fin y al cabo,
también nuestra salud. Algunos científicos han comprobado que la paz
interior es sumamente importante para la salud. De acuerdo con estos
científicos, la ira, el odio y el miedo corroen nuestro sistema inmunitario.
Por eso es extremadamente importante tener una mente tranquila.
Siempre digo que hay siete mil millones de personas y todas tienen el
mismo potencial, todas son iguales a nivel mental, emocional y físico. Por
eso, todos tienen la posibilidad de utilizar adecuadamente su inteligencia.
Es siempre una cuestión de claridad mental. Deberíamos analizar: ¿Qué es
bueno para nuestra salud y qué es perjudicial? Después, tenemos que
clasificar nuestros conocimientos: esto es sano, esto es perjudicial. Lo
mismo ocurre con nuestras emociones, algunas son buenas para nuestra
salud y nuestra paz interior. Otras emociones son muy destructivas. Con un
intelecto claro, las diferencias son evidentes para todos. A partir de ahí se
desarrolla la capacidad de restringir las emociones destructivas y de
fomentar la emociones constructivas.
Mediante la meditación y la reflexión podemos, por ejemplo, aprender
que la paciencia es el antídoto más importante contra la rabia, que la
satisfacción es efectiva contra la avaricia, el valor contra el miedo, la
comprensión frente a las dudas. Sentir rabia por lo que hacen otros no
ayuda, en lugar deberíamos procurar cambiar nosotros.
Estoy convencido de que esto es válido para los siete mil millones de
personas, no solo para creyentes, sino también para los ateístas. Espero que
con nuestras numerosas charlas contribuyamos un poco a promover la
felicidad y superar el sufrimiento.

Franz Alt:
¿Cuál es la idea fundamental de todas las religiones?

Dalái Lama:
¡El amor! Sin duda. La gente cree en Dios, en el Creador, ponen en
práctica el amor. Muchos hermanos y hermanas cristianos dedican su vida a
ayudar a otras personas, especialmente los pobres. Todo esto es el resultado
de la enseñanza del amor. En la filosofía, sin embargo, existen grandes
diferencias entre las religiones. Pero yo creo que las diferentes perspectivas
filosóficas simplemente constituyen métodos distintos, diferentes modos de
fomentar el amor. El núcleo de todas las religiones es el amor. A todos nos
resulta más agradable el amor al prójimo que el odio a los demás.
Preferimos la generosidad de otras personas a su maldad. ¿Y quién no
prefiere ser tratado con tolerancia, respeto e indulgencia que con estrechez
de miras, desprecio y enemistad?
Estoy profundamente convencido de que todos podemos desarrollar
nuestros valores interiores, que no contradicen ninguna religión, pero que, y
esto es lo decisivo, tampoco dependen de ninguna religión. Por eso espero
que cada vez desarrollemos una mayor conciencia ética y de este modo, en
un tiempo previsible, experimentemos una transformación de valores.
En este sentido, no deseo dictar valores morales, esto no ayudaría a
nadie. Todo avance verdadero se basa en la voluntariedad y la libertad. Solo
así surge la felicidad que todos buscamos. Pero, en vista de los problemas
de nuestra era, ya no basta basar la ética en los valores de las religiones.
Más bien ya es hora de llevar nuestra forma de entender la espiritualidad y
la ética, en un mundo globalizado, por nuevas sendas más allá de las
religiones.
Yo no soy ningún científico, pero, desde que vivo en el exilio –ve, eso
también tiene ventajas–, me encuentro con científicos de todo el mundo.
Con físicos, biólogos, cosmólogos, psicólogos y, en los últimos tiempos,
también con neurobiólogos y neurospsicólogos.
Me doy cuenta de que la felicidad también es objeto de los laboratorios
de investigación. La ética es la ciencia de la felicidad. Esto me hace sentir
positivo. Podemos aprender que la felicidad es el resultado de una
maduración interna. Y estoy aprendiendo que entre las ciencias modernas y
los viejos valores religiosos, como la compasión, la bondad amorosa
(loving kindness) y la atención, existen muchas coincidencias. Es la ciencia
la que nos enseña hoy en día que la verdadera felicidad no solo es posible,
sino nuestro derecho por nacimiento. Por eso, la ciencia se abre cada vez
más a la religión, y también las religiones a la ciencia.
Así lo veía también el papa Benedicto XVI cuando fomentaba y
exhortaba a la comunicación entre la fe y la razón. Muchos pensadores y
filósofos han considerado las religiones durante mucho tiempo más bien
como un obstáculo para la ilustración, y a menudo con razón, pero hoy esta
relación está cambiando de forma positiva. En la era de la informática y la
tecnología de la información, este cambio se va a acelerar. En la era de la
globalización, la tolerancia tiene más posibilidades que nunca.

Franz Alt:
Hace 100 años, la Humanidad vivió el estallido de la I Guerra Mundial
que le costó la vida a 17 millones de personas, seguida de la II Guerra
Mundial con 50 millones de muertos. ¿Cree que la Humanidad ha
aprendido de estas catástrofes y que el siglo XXI será el siglo de la paz?

Dalái Lama:
Seguro. Creo que la gente, especialmente los europeos, saben lo que es la
guerra. Muchas personas mayores recuerdan aún vívidamente lo destructiva
que fue. Y lo mismo ocurre en Japón. Por eso creo que ambas naciones,
Alemania y Japón, así como la mayoría de las personas de todo el mundo,
rechazan la violencia.
He tenido la oportunidad de visitar algunos países y hablar con la gente.
En todas partes, he tenido la sensación de que existe una fuerte necesidad
de paz. Quisiera mencionarle un ejemplo: la guerra de Irak. Hubo
manifestaciones en contra desde Australia hasta América, y también en
Alemania y en Francia.
El ser humano parece estar madurando. La necesidad de paz o, dicho de
otro modo, el rechazo a la violencia es muy fuerte. Tenemos que
esforzarnos en todo el mundo por parar, contener o eliminar todos los
métodos violentos. Ya no basta con que decir a la gente que rechazamos la
violencia y que queremos paz.
Tenemos que aplicar métodos más efectivos. La exportación de armas es,
por supuesto, un gran obstáculo para una mayor paz. Simplemente no
entiendo que Alemania y Francia, por ejemplo, sigan estando entre los
principales exportadores de armas del mundo. Sin armas no hay guerras.
Siempre que nos enfrentemos a problemas o que surjan conflictos
económicos, o también en el caso de diferencias religiosas, tenemos que
promover el diálogo como único método realmente válido.
Tenemos que aprender que todos somos hermanos y hermanas. Con
frecuencia digo que El siglo pasado fue el siglo de la violencia. ¡Nuestro
siglo XXI debería ser el siglo del diálogo! No podemos cambiar el pasado,
pero siempre podemos aprender de él para lograr un futuro mejor.
La idea de que los problemas se pueden solucionar con violencia y armas
es una heterodoxia devastadora. Además, salvo raras excepciones, la
violencia siempre genera más violencia. En nuestro mundo interconectado,
la guerra ya no es acorde con los tiempos que corren y contradice la razón y
la ética. La guerra de Irak, iniciada por George W. Bush en 2003, fue un
desastre. Ese conflicto aún no está resuelto hoy en día y ha costado la vida a
muchas personas.
Sin duda no basta con apelar a la voluntad pacífica de los políticos. Es
más importante que cada vez más personas de todo el mundo se declaren a
favor del desarme. El desarme es una forma de practicar la compasión. No
obstante, un requisito para el desarme exterior es el desarme interior de
odio, prejuicios e intolerancia. Apelo a todas las partes involucradas
actualmente en una guerra: «¡Reducid en vez de incrementar el
armamento!»; y a todas las personas: «¡Superad el odio y los prejuicios
mediante la comprensión, la cooperación y la tolerancia!».

Franz Alt:
¿Cuál es la meta más importante en el futuro para las generaciones
jóvenes?

Dalái Lama:
Creo que nosotros dos, querido amigo, es decir, la generación del siglo
XX, hemos creado un montón de problemas. Ahora le toca a la generación
del siglo XXI solucionar este problema. De forma pacífica, dialogando. La
generación joven, por tanto, es muy importante. El pasado, pasado está. El
siglo XXI apenas tiene 15 años, aún nos quedan 85 por delante. Existen
muchas posibilidades de mejorar el mundo y generar un cambio de
mentalidad: a nivel familiar, comunitario, nacional, así como internacional
y mundial. Creo que esto lo podemos conseguir principalmente mediante la
educación. La violencia es el método de ayer. Usted como representante de
los medios, pero también como profesor y padre, tiene un importante papel
que desempeñar al respecto.

Franz Alt:
¿Es usted optimista en lo que respecta a la relación a largo plazo entre
China y el Tíbet? ¿Y por qué?

Dalái Lama:
Sí, soy optimista. ¿Por qué? Mire, llevamos 1.000 años viviendo en
vecindad. A veces, en el pasado, la relación ha sido muy amistosa, por
ejemplo, mediante matrimonios o por otros motivos. Y a veces se luchó. Me
refiero a que en el siglo VII u VIII, el Tíbet invadió China, así sin más. El
pasado, pasado está. El futuro es más importante. Y, en este sentido, percibo
un nuevo desarrollo. La población budista en China asciende a más de 400
millones de personas. Muchos de estos chinos budistas muestran un interés
realmente sincero por el budismo y muchos siguen sus enseñanzas.
Por consiguiente, muchos budistas chinos y japoneses aprecian nuestros
conocimientos. Nos hemos dado cuenta de que en los últimos tres o cuatro
años se han escrito en China unos 1.000 artículos sobre el Tíbet, en chino y
de mano de autores chinos. Todos estos 1.000 artículos apoyan plenamente
nuestro enfoque. Se muestran muy críticos con la política de su propio
Gobierno. En mi opinión, este es un claro signo de que muchos chinos
apoyan nuestra causa política.
Durante los últimos años, me he encontrado con miles de chinos.
Estudiantes, profesores, gente de negocios, además de intelectuales y
autores, y muchos de ellos estaban realmente preocupados por el Tíbet y se
solidarizaban con nosotros. Además, los más altos líderes políticos se están
volviendo más realistas. Los líderes comunistas también hablan ahora de
forma positiva sobre el budismo. Esto es algo nuevo, así que las cosas
cambian. Estoy convencido de que es posible que la paz reine entre China y
el Tíbet.
A pesar de todo el sufrimiento al que China nos lleva sometiendo a los
tibetanos desde hace décadas, sigo convencido de que la mayoría de los
conflictos humanos se pueden resolver mediante un diálogo sincero,
mantenido con un espíritu abierto y conciliador. Esta estrategia de la no
violencia y del respeto por la vida es el regalo del Tíbet al mundo.
Al fin y al cabo, nuestros pueblos han vivido en vecindad
mayoritariamente en paz durante más de 2.000 años. Yo quisiera ayudar a
restablecer esta situación. La violencia genera siempre más violencia, como
llevamos décadas presenciando en Irak y en todo Oriente Próximo. Pero
también en Oriente Próximo y en Ucrania puede haber paz. En todas partes,
son personas las que originan los problemas. Por eso, las personas también
pueden solventar los problemas.
No obstante, entre los componentes esenciales de la ética secular están la
paciencia, la longanimidad, la humildad y la generosidad. En mis viajes he
comprobado que en los países menos desarrollados, en los que existen
necesidades materiales, la virtud de la paciencia y la satisfacción
desempeñan un papel mayor que en los países materialmente ricos. La
verdadera paciencia exige una gran fuerza interior. La paciencia implica tres
aspectos: paciencia frente aquellos que nos infligen sufrimiento, la
aceptación del sufrimiento y la aceptación de la realidad. Esta paciencia
conduce a un proceso de transformación y desarrollo.

Franz Alt:
¿Cómo es la situación actual en el Tíbet en cuanto a los derechos
humanos?

Dalái Lama:
Difícil. Muy difícil. Entre los funcionarios chinos aún hay muchos de la
línea dura y, además, en cargos importantes. Estos intransigentes creen que
todos los problemas se pueden resolver mediante violencia y represión. Esto
es totalmente falso e irrealista. Yo presencio cómo, en muchas partes del
mundo, el uso de la violencia nunca ha resuelto problema alguno.
En el caso del Tíbet, hace ya 60 años que se nos somete a violencia. Pero
una mayor violencia origina también mayor resistencia. Los líderes
comunistas todavía no se dan cuenta de que este es justamente el problema.
No obstante, hay indicios de que se está produciendo un cambio de
mentalidad tanto en la opinión pública china como entre algunos líderes
políticos, y se están dando cuenta de que la política actual de represión es
contraproducente. Se está reflexionando acerca de un enfoque realista. Ya
veremos. Pero aún es demasiado pronto para hacer una afirmación clara.
Entretanto, sin embargo, las personas sufren en gran medida. No en el
sentido de hambre o necesidades semejantes, sino a nivel psíquico. Por
miedo, un temor excesivo, una tristeza extrema. De ahí las inmolaciones.

Franz Alt:
En los últimos seis años, al menos 137 tibetanos se han inmolado. ¿Qué
le parecen estos actos de autodestrucción?
Dalái Lama:
Esto es naturalmente triste, profundamente triste. Estas acciones son
dramáticas, drásticas. No sé hasta qué punto esto influye en los
intransigentes. Provocan más ira, más represión, y, en algunos casos,
arrestan a miembros de la familia. Este es un tema político muy delicado.
En 2015 hay más de 2.000 presos políticos en el Tíbet. Yo renuncié a la
responsabilidad política en 2011. Aun así, los políticos intransigente chinos
manipulan todo lo que digo. Me consideran un demonio. Por eso tienen que
tergiversar todo lo que dice el demonio…
Prefiero callarme. Cuando hablo, recito oraciones, solo oraciones. Y, por
supuesto, también hablo sobre mi tema de la ética secular. Sé que algunas
personas entre los líderes chinos están interesadas.

Franz Alt:
La mayoría de estos suicidios fueron cometidos por monjes. ¿Tolera el
budismo el suicidio?

Dalái Lama:
Eso depende de la motivación. La mayoría de los tibetanos no consideran
las inmolaciones como un suicidio, sino como resistencia política radical
con el fin de provocar un cambio en la política de represión china en el
Tíbet. Yo he exhortado a los líderes chinos y a la comunidad internacional a
investigar las circunstancias y los motivos de las inmolaciones.
Desgraciadamente en vano. Dudo mucho de que esta forma radical de
protesta pueda tener algún efecto.

Franz Alt:
¿Reza usted por los líderes comunistas de Pekín?

Dalái Lama:
Por supuesto, también son personas. Ellos también aspiran a una vida
feliz.
(Vuelve a reír).
Son mis hermanos y hermanas. Cuando menciono la cifra de siete mil
millones de personas, naturalmente también los incluyo a ellos.
Especialmente a las personas que arrastran enfado consigo, que son
negativos de cara al Tíbet y a mí, por ellos rezo especialmente. Estoy
convencido de que el Tíbet algún día será libre. Tarde o temprano,
China se sumará a la tendencia mundial hacia la democracia y la libertad;
a largo plazo, tampoco China podrá huir de la verdad, la justicia y la
libertad.

Franz Alt:
Si el Tíbet llega a ser libre, ¿cómo se imagina el futuro?

Dalái Lama:
Mi deseo y mi visión es que el Tíbet sea una zona desmilitarizada de paz
y libre de violencia entre las dos grandes potencias, China e India.
En mi tierra natal existen hoy grandes problemas medioambientales. Los
problemas ecológicos son tan graves debido a que el Tíbet es un altiplano
en el que nacen todos los grandes ríos de Asia, como el Brahmaputra, el río
Amarillo, el Ganges o también el Mekong. Y si allí se produce una
contaminación, esto tiene consecuencias negativas para dos mil millones de
personas. Sabemos que en algunas regiones del Tíbet hay almacenados
residuos nucleares. También es seguro que en algunos sitios de Tíbet hay
estacionadas bombas atómicas. Las plantas nucleares tienen, por supuesto,
un efecto negativo en el medio ambiente. En el Tíbet se realizan desmontes
que ya han causado la tala rasa de grandes superficies. Además se practica
una explotación abusiva de los recursos naturales.
Por eso, mi visión es transformar el Tíbet en una zona ahimsa (libre de
violencia); y esto implica la prohibición de la producción, prueba y
almacenamiento de armas atómicas u otras armas y convertir el altiplano
tibetano en el mayor parque natural del mundo. Además, en el futuro no
debería utilizarse en el Tíbet ninguna energía atómica u otras tecnologías
que produzcan residuos peligrosos.

Franz Alt:
Desde hace tiempo, acusa a China de «una especie de genocidio
cultural» en el Tíbet. ¿Qué quiere decir esto concretamente?

Dalái Lama:
A través de declaraciones de testigos presenciales sabemos que, entre
1950 y 1983, 1,2 millones de tibetanos han perdido la vida. Estos 1,2
millones son tibetanos que murieron en cárceles chinas o en conflictos con
tropas chinas. Otros son tibetanos que han muerto de hambre debido a la
errónea política económica china en el Tíbet. Otros muchos se han
suicidado por desesperación ante la política de ocupación china.
Hoy en día, la supervivencia de la cultura, lengua, religión e identidad
tibetanas están gravemente amenazadas por la afluencia masiva de chinos al
Tíbet y una política sistemática que margina la lengua tibetana y limita
masivamente el estudio y la práctica del budismo.

Franz Alt:
¿Cree existe alguna posibilidad de que vuelva al Tíbet?

Dalái Lama:
Pero claro, querido amigo, las cosas también cambian a este respecto.

Franz Alt:
Pero dentro de poco va a cumplir 80 años.

Dalái Lama:
Sí, si muriera este año, entonces no volvería a ver el Tíbet. Pero si vivo 5,
10, 15 o 20 años más, ¡entonces seguro!

Franz Alt:
Entonces, ¿cuántos años querría vivir?

Dalái Lama:
He soñado que cumpliré 113. Mi médico dice que llegaré por lo menos a
los 100. Así que, ya ve, aún me queda bastante por delante.
(Se golpea el muslo de la risa).

Más información en:


www.dalailama.com, www.franzalt.com
LA HISTORIA DEL DALÁI LAMA
LA HISTORIA DE UNA VIDA CONMOVEDORA

Desde el año 2011, el Dalái Lama es únicamente el líder espiritual de los


tibetanos; hace cuatro años se retiró de la vida política. Esto puso fin a 500
años de tradición de la institución del dalái lama; y ello de forma voluntaria.
¿Cuándo se ha dado en la historia de la Humanidad semejante renuncia
voluntaria al poder?
En nuestros 30 encuentros nunca le he oído quejarse, aunque con
frecuencia las difíciles condiciones que atravesaba su tierra natal eran
desesperantes, sino que más bien lo he visto alegre y reír a carcajadas. A
pesar de todo el sufrimiento y de toda la injusticia –políticos y periodistas
chinos le califican de mentiroso y vilipendian a la «pandilla» del Dalái
Lama–, él permanece alegre y optimista. Cuando le pregunté en una ocasión
por qué nunca se alteraba aun en situaciones muy difíciles, me respondió:
«¿Por qué iba a alterarme? Entonces tendría que volver a tranquilizarme. Y
eso me costaría demasiado esfuerzo».
Una compañera de la radio suiza me contó que había entrevistado al
Dalái Lama en la India. De vuelta en Zúrich, les mostró el trabajo a sus
compañeros. «No podemos emitirlo», fue su reacción, «se ríe todo el
tiempo». Así que llamó a los empleados del Dalái Lama en la India y les
preguntó cuándo este volvería a venir a Europa, tenía que volver a grabar la
entrevista, pero esta vez, por favor, sin reírse. «No hay problema», fue la
respuesta, «dentro de cuatro semanas hace transbordo en el aeropuerto de
Fráncfort y puede repetir allí la entrevista».
Así que mi compañera voló a Fráncfort y le pidió: «¡Por favor, Santidad,
no se ría!» Su Santidad no se rio ni una vez durante la conversación. Pero
después, cuando ella apagó la grabadora, él rio durante diez minutos
ininterrumpidos. «Le pido perdón», le dijo a la periodista, «tengo que
compensar, ¡sin reír simplemente no sé vivir!».
«¿Por qué y de qué se ríe?», le preguntó ella. Su respuesta fue: «Pienso
siempre en todo eso que los humanos hacemos en la Tierra. ¡Y con
frecuencia es de risa!».
Considera fundamentales seis principios: El primero y más importante es
el de la no violencia. Bajo su liderazgo, este se ha convertido en el símbolo
de la lucha por la libertad del Tíbet. En ocasiones cita el amor al enemigo
de Jesús en el Sermón de la Montaña. El segundo e igualmente importante
es para él la tolerancia. «La paz mundial no es posible sin paz entre las
religiones», afirma él, exactamente igual que Hans Küng con su ética
mundial.
El principio número tres es aceptar cada religión en su singularidad. El
cuarto: A mi pregunta de qué es hoy la religión, el papa del Este respondió
en mi último programa de televisión: «Religioso es todo aquel que
contribuye a la conservación de la creación». Y hace siempre referencia a la
cuestión del agua, cada vez más acuciante en todo el Himalaya: «Se trata de
la supervivencia de dos mil millones de personas».
Con el quinto principio tiene a veces problemas, comenta con una risita
traviesa. Tiene que aprender a tener más paciencia. Pero posibilidades de
practicar no le faltan en su trato con los políticos chinos. Y de nuevo se ríe.
Incluso sobre el séptimo principio de la muerte y la reencarnación es
capaz de hacer bromas. No tiene ni idea de lo que pasa después de la
muerte: «Si voy al infierno, desde luego pediré vacaciones, porque querré
saber a toda costa qué es lo que pasa aquí en la Tierra».
El Dalái Lama cree como ningún otro político de nuestros tiempos,
inocente casi como un niño, en los milagros políticos: «Algún día
cooperaremos bien con China». Cuando nota que se le mira con
incredulidad, hace referencia al milagro de la amistad franco-alemana o de
la reconciliación germano-polaca. «¡Se ve que es posible de otra manera!».
Su gran esperanza son dos grupos de la población china: los jóvenes y los
entretanto 400 millones de creyentes que se han convertido y practican el
budismo en China. En el comunismo chino reinaba un enorme vacío
espiritual. «¿Qué son 65 años de comunismo en comparación con 1.300
años de budismo tibetano?», me pregunta el monje de Lhasa.
En la cima del mundo tiene lugar una lucha espiritual, casi inimaginable
para nosotros, entre el pueblo más religioso del mundo y la ideología más
materialista existente actualmente en nuestro planeta. El resultado de esta
batalla será decisivo para el futuro de todo el mundo. Puede que algunos
piensen que es David frente a Goliat. Sin duda, dice entonces el tibetano:
«Y todos conocemos el final».
Para el Dalái Lama, la no violencia no significa, sin embargo, ser una
mosquita muerta. Insiste siempre en la claridad de la mente. Y, en ese
sentido, acusa a los invasores chinos de llevar a cabo un genocidio cultural
y una barbarie cultural sin parangón en «la cima del mundo». Alexander
Solschenizyn dice al respecto: «El holocausto que atraviesa el Tíbet ha
puesto en evidencia a la China comunista como un verdugo cruel e
inhumano, más brutal e inhumano que cualquier otro régimen comunista del
mundo».
Dentro de las antiguas fronteras tibetanas viven unos seis millones de
tibetanos. No obstante, Pekín tiene previsto asentar allí hasta 20 millones de
chinos. El Dalái Lama se pregunta cuán desesperados tienen que estar sus
compatriotas para que 135 tibetanos se hayan inmolado en los últimos
cuatro años como acto de protesta contra la política de ocupación china.
Cuando se le pregunta acerca de lo bien que aún se encuentra a los 80,
responde, riéndose por supuesto: «Es muy sencillo: ¡50 años sin cenar!». Se
acuesta todos los días a las seis y media. Duerme hasta las 3:30 horas.
Medita hasta las siete, desayuna y después empieza a trabajar.
El Dalái Lama encarna varios valores éticos y espirituales
simultáneamente: resistencia frente a la dictadura, crítica al capitalismo
(semejante a la del Papa), amor por los animales y activismo ecológico y en
contra de las armas nucleares. La lista se asemeja al programa de cualquier
occidental de izquierdas. Pero ideológicamente no se le puede encasillar.
Es un perseguido y un premio Nobel de la Paz, y se le considera un
iluminado. En la lucha por las almas es invencible. Por cierto, un intelectual
alemán un día le pregunto: «Santidad, ¿cómo se puede alcanzar
rápidamente la iluminación?» Su respuesta fue: «Lo mejor es que vaya al
médico y que le ponga una inyección».
Una experiencia que no debe perderse. Verano de 2014 en Hamburgo. Al
Palacio de Congresos acudieron a escuchar sus ponencias durante cuatro
días consecutivos 7.000 personas al día. Dos veces al día. El Dalái Lama
habló durante cuatro días cada día hasta cinco horas sin hacer uso de ningún
tipo de documentación. Muchos rieron, algunos lloraron, y todos
escucharon concentrados. ¿Cómo lo hace? Tiene mucho que decirnos.

Franz Alt
DALÁI LAMA
CURRÍCULUM VITAE

1935: El futuro dalái lama nacía el 6 julio en el pueblo tibetano de Takster,


hijo de una familia de granjeros y bajo el nombre de Lhamo Dhondrup.
Cuando tenía dos años fue reconocido como reencarnación del dalái lama
(«océano de sabiduría»), llevado a Lhasa y entronizado a los cuatro años y
medio. Como monje budista, recibió el nombre de Tensin Gyatso. A los seis
años comenzó su formación en dialéctica, arte y cultura tibetanas,
lingüística, medicina y filosofía budista, su asignatura principal. Es
considerado la reencarnación de Tensinresis, el buda de la compasión.

1950: El Ejército Popular de Liberación chino marcha en el Tíbet y ocupa


el país. El 17 de noviembre, el Dalái Lama asume las labores
gubernamentales a los 15 años.

1954: El Dalái Lama viaja a Pekín y mantiene conversaciones de paz con


Mao Tsetung, Zhou En-lai y Deng Xiao-ping; sin éxito.

1959: El 10 de marzo comienza una insurrección de tibetanos contra el


dominio extranjero, a la que los chinos pondrán fin de forma sangrienta.
90.000 tibetanos pierden la vida. El Dalái Lama huye a la India y establece
un Gobierno en el exilio en Dharamsala. Cientos de miles de tibetanos
huyen de su hogar, hasta el día de hoy, a todas partes del mundo.

1966 – 1976: Durante la revolución cultural china, casi todos los 6.000
monasterios son destruidos.

1987: El Dalái Lama anuncia la «vía intermedia», según la cual, el Tíbet ya


no quiere la independencia de China, sino meramente autonomía dentro del
Estado chino, de forma semejante a Tirol del Sur en Italia.

1989: El Dalái Lama recibe en Oslo el Premio Nobel de la Paz. Se le otorga


por: «haber desarrollado su filosofía de paz sobre la base de una gran
respeto por todos los seres vivos y de la idea de una responsabilidad
universal, que incluye tanto al conjunto de la Humanidad como a la
naturaleza».

2010: A principios de marzo, diez mil tibetanos se manifiestan en todo el


mundo contra la dictadura china en «la cima del mundo».

2011: El Dalái Lama transfiere el poder político de Tíbet a Lobsang


Songay, elegido Primer Ministro del Gobierno en el exilio por los tibetanos
en el exilio en elecciones libres. El Dalái Lama desea pasar a ser «un mero
monje» a partir de ese momento, si bien para muchos tibetanos tiene un
estatus semejante al de un dios.

Entre 2009 y 2015, 137 tibetanos se inmolan en protesta por la política de


represión china en el Tíbet.

2015: Cita de uno de sus guardaespaldas: «No tengo nada que hacer, ¡todos
le quieren!»
¿Será el 14º Dalái Lama el último? En diversas entrevistas ha declarado
que la institución del dalái lama debería desaparecer con él. Teme que el
partido comunista de China quiera encargarse de nombrar al próximo dalái
lama. Él quiere evitar que sea así. Hasta ahora eran monjes destacados
quienes elegían al dalái lama. Sin embargo, funcionarios comunistas
afirman ahora que su partido tiene derecho a decidir acerca del proceso
religioso de la reencarnación. Pekín acusa al Dalái Lama de destruir con su
anuncio «el orden normal de budismo tibetano». El partido comunista chino
quiere, por lo tanto, no solo controlar los nacimientos como hasta ahora,
sino también controlar las reencarnaciones. Cuando los comunistas se
vuelven devotos…
Lo cierto es que no hay duda de que, tras más de 60 años de dominio
comunista en el Tíbet, todos los tibetanos veneran al Dalái Lama como líder
religioso y anhelan su regreso.
SOBRE EL AUTOR: FRANZ ALT
Dr. Franz Alt, periodista televisivo y autor de superventas.

Nació en 1938 en Untergrombach/Bruchsal (Alemania). Estudió Ciencias


Políticas, Historia, Teología y Filosofía. Se doctoró en 1967 con una tesis
sobre Konrad Adenauer. 35 años como redactor, reportero y presentador
(Report, Zeitsprung y Querdenker) de la primera cadena de televisión
alemana Erstes Deut-sches Fernsehen.

Sus libros han sido traducidos a 12 idiomas y alcanzan una tirada de más de
2,2 millones. Entre los premios que ha recibido están: Cámara de Oro,
Bambi, Adolf-Grimme-Preis, Deutscher und Europäischer Solarpreis,
Menschenrechts-Filmpreis, German Speakers «Hall of Fame»,
Außergewöhnlichster Redner Deut-schlands 2011.

Frank Alt realiza ponencias en todo el mundo y escribe para 40 periódicos.

Su Santidad el Dalái Lama, el periodista televisivo Dr. Franz Alt, así como
la editorial Benevento Publishing, donan sus honorarios y los beneficios de
este pequeño libro a la asociación alemana de ayuda a los tibetanos
Deutschen Tibethilfe.
Table of Contents
EL LLAMAMIENTO DEL DALÁI LAMA AL MUNDO
PREFACIO «NO TENGO ENEMIGOS»
LLAMAMIENTO DEL DALÁI LAMA EN FAVOR DE LA ÉTICA
SECULAR Y LA PAZ
LA ÉTICA ES MÁS IMPORTANTE QUE LA RELIGIÓN
LA HISTORIA DEL DALÁI LAMA LA HISTORIA DE UNA VIDA
CONMOVEDORA
DALÁI LAMA CURRÍCULUM VITAE
SOBRE EL AUTOR: FRANZ ALT

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