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La Persona Mediadora
La Persona Mediadora
La Persona Mediadora
“El problema es la actitud que tiene. No sabía que me tuviera tanta rabia. Ojalá hubiese
reaccionado de otra manera. No se merecía lo que le hice. Me pasé, de verdad que lo siento.
Todo empezó por una tontería. Lo que realmente sentí fue tristeza. Ahora he perdido la
confianza en ella”.
Para llevar a cabo una mediación se precisa de los protagonistas del conflicto (los mediados o las
partes enfrentadas), que son las personas entre las que está el malestar, la incomodidad, el
desacuerdo o el daño causado; y del mediador o mediadora, que es la persona que va a guiarles y
ayudarles a través del vehículo de la comunicación para que puedan resolver el conflicto y llegar
por sí mismos a construir un acuerdo, encontrando una solución satisfactoria para ambos que les
permita recuperar el bienestar. De ahí viene su descripción como modelo ganador-ganador.
Según Ripol-Millet (2001), la mediación basada en una concepción transformadora del conflicto,
tiene unas características y objetivos que hacen que la persona mediadora ponga su foco de
atención no en descubrir y rescatar aportaciones de las partes, que permitan sólo un acuerdo
final, sino en examinar todas las explicaciones, declaraciones, retos y preguntas para reconocer y
destacar las oportunidades de transformación que contienen. Cada una de las aportaciones de los
mediados debe ser analizada por sí misma para descubrir espacios en los que ambas partes
pueden adquirir potencial personal y capacidad de comprender la perspectiva del contrario.
Bajo esta premisa, los mediadores deben ayudar a los mediados a identificar y satisfacer sus
intereses; a clarificar todas las posibles diferencias contribuyendo a que se genere confianza
entre las partes y en el proceso. Todas las intervenciones de las partes son tratadas como básicas,
tanto las que se refieren a la forma de llevar a cabo la mediación como las que aluden a temas de
identidad personal o a sus relaciones.
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conjunta de soluciones alternativas, que deberán ser analizadas y seleccionadas desde la garantía
de la satisfacción mutua, ayudando a delimitar cómo se van a llevar a cabo los acuerdos
alcanzados. Los mediadores deben evitar la tendencia hacia la búsqueda de soluciones
prematuras o de pactos finales que pueden zanjar el tema sin que hayan podido llegar al fondo.
En ningún caso el mediador se permite dar consejos, juzgar o valorar, más bien intenta
profundizar para asegurarse de que han salido a la superficie todas las divergencias, todos los
intereses, necesidades y sentimientos que existen detrás de las posiciones, ayudando a las partes
a definir el conflicto de manera unificada.
1. Ser mediador o mediadora significa, en primer lugar, que descartamos la violencia como
instrumento válido para solucionar los problemas.
2. También quiere decir que aceptamos los conflictos como parte natural de la vida y
entendemos que pueden ser constructivos.
3. Consideramos que todas las personas somos diferentes y valiosas, y que nuestra
diversidad de sentimientos, pensamientos y culturas es fuente de riqueza para la
humanidad.
4. Sabemos que las sanciones no son la mejor solución: es preferible mostrarse
responsable ante las propias acciones y, si es necesario, reparar voluntariamente las
posibles consecuencias negativas.
5. No nos quedamos indiferentes cuando un compañero o compañera tiene algún problema
y lo pasa mal.
6. Actuamos preventivamente, antes que un pequeño conflicto se convierta en un gran
conflicto.
7. Creemos que en un conflicto todo el mundo puede salir ganando.
8. Pensamos que hay muchas formas de luchar contra las injusticias: la mediación es una
de ellas.
9. Por eso, aprendemos estrategias de gestión positiva de conflictos y nos ponemos al
servicio de cualquier persona del centro que nos necesite.
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Funciones del mediador en el proceso de
mediación
Decide si es posible o no llevar a cabo la mediación.
El mediador es ante todo un facilitador de la comunicación que escucha imparcialmente a
las partes involucradas, respetando la voluntariedad y confidencialidad.
Es el que debe hacer respetar las normas del proceso atendiendo a una estructura flexible.
Debe ayudar a las partes a definir el conflicto y a descubrir los intereses, las necesidades
y los sentimientos que existen detrás de las posiciones.
Busca llegar a acuerdos, no encontrar culpables.
Estimula a los mediados a buscar soluciones comunes que satisfagan a ambas partes.
Ayuda a delimitar como se van a llevar a cabo las soluciones definidas y acordadas por
los mediados, ellos son los protagonistas del acuerdo.
Las personas que desean ser mediadoras se preparan formándose en el manejo de esta
herramienta. Conocer y comprender el procedimiento, aprender a conducirlo y disponer de
habilidades y técnicas adecuadas para ello es cuestión de entrenamiento. Pero ser mediador no es
sólo actuar como mediador en un conflicto, es sentirse y mostrarse mediador en cualquier
momento y situación, con la actitud y el talante propios de esta cultura. El mediador no trabaja
con la transmisión del saber, sino con la mediación del saber. No compite, sino que coopera.
Poco a poco un mediador va contaminando, contagiando a los demás provocando el cambio
cultural.
La “mediación entre pares”, denominación referida a los conflictos entre alumnos, donde el
mediador es un compañero o compañera del centro, está resultando un modo de proceder muy
bien acogido por el alumnado y valorado positivamente por el profesorado.
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Un equipo de mediación en un centro, aunque básicamente esté formado por alumnado, siempre
debe contar con un mínimo de 3 o 4 profesores, dependiendo del tamaño del centro. Si además
cuenta con algún padre o madre, conserje, auxiliar de comedor, etc., tanto mejor.
Muchas experiencias han comenzado el servicio de mediación sólo con alumnado o profesorado
y a medida que se va extendiendo esta cultura en el centro, han ido ampliándolo. En estos casos,
el mismo profesorado mediador ha formado al alumnado que va a ser mediador.