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Lectura Perdón

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La capacidad para perdonar

María Martina Casullo


Introducción
Las relaciones interpersonales, en términos generales, brindan compañía,
seguridad, apoyo social, afecto. Pero, al mismo tiempo pueden promover la aparición de
situaciones de conflicto en la medida en la que un sujeto puede ser objeto de abandono,
amenazas engaños, agresiones físicas, violaciones, maltrato, ofensas. ¿Cómo se
comportan las personas en tales circunstancias? ¿Suelen perdonar o pedir ser
perdonadas? Como bien lo señalan Al - Mabuk y cols. (1995) la capacidad de perdonar
es una fuente que aumenta nuestro capital psíquico, las fortalezas yoicas.
¿Qué factores o variables psicológicas están en juego en el proceso del perdón?
¿Cuáles son sus fundamentos? ¿Cómo se estructura a lo largo del ciclo de vida, esta
capacidad o posibilidad? ¿Poder perdonar tiene consecuencias relevantes para la salud
mental y física o las relaciones interpersonales? ¿Corresponde ocuparse del perdón en el
transcurso de un proceso terapéutico, de asesoramiento psicológico, en la rehabilitación
frente a un delito?
El concepto perdón ha recibido poca atención sistemática desde la psicología
como disciplina científica. La historia de su estudio en el campo de la psicología y las
ciencias sociales, puede dividirse en dos períodos según McCullough, Pargament y
Thorensen (2000): el primero se ubica entre los años 30 y 80 del siglo XX; existen
planteos teóricos sobre el tema e investigaciones empíricas modestas. El segundo abarca
desde los años 80 hasta el presente y en él es posible ubicar trabajos que se ocupan del
terna de manera más seria e intensiva.
Autores como Piaget (1932) y Behn (1932) analizaron el perdonar en relación
con el desarrollo del juicio moral. Pueden mencionarse también estudios de consejeros
psicológicos que, en el campo del counseling pastoral, plantearon la vinculación entre el
perdonar y el logro de la salud mental (Beave, 1951; Angyal, 1952). Rokeach (1973) se
ubica corno uno de los antecesores más importantes dado su interés por el estudio de los
valores humanos, que categoriza en instrumentales y terminales. El investigador
menciona la capacidad de perdonar entre los dieciocho valores instrumentales que
propone.
Enright y colaboradores (1989) se ocuparon de vincular la posibilidad de poder
perdonar con las propuestas de Kohlberg sobre el desarrollo moral y el sentido de
justicia. Algunos clínicos comienzan a ocuparse del tema [ (1986); Hope (1980),
Jampolsky (1980)] destacando el efecto salugénico del perdonar. A comienzos de los
años 90 varios investigadores comienzan a indagar sobre los principios o reglas psico-
sociales subyacentes (Boon y Sulsky, 1997).
Si bien puede afirmarse que los estudios han ido en aumento, las concepciones
teóricas sobre el tema son diversas, no hay consenso. Como bien los señalan Enright y
Cole (1998) el concepto psicológico perdonar no debe confundirse con el legal de
indulto, con condonar (que implica una justificación de un hecho) o excusar (que
supone que existen razones para obrar de una manera determinada). Ciertos autores
señalan la diferencia entre perdón y reconciliación (restablecimiento de un vínculo); el
perdón supone una voluntad subjetiva de abandonar el resentimiento, los juicios
negativos y la indiferencia hacía quien nos ha injuria do o lastimado y poder desarrollar
sentimientos de compasión y generosidad. Para McCullough la esencia del perdonar
implica cambios de tipo prosociales en las motivaciones personales hacia la persona,
grupo o situación que ha lastimado o injuriado. Desde su experiencia en el trabajo con
parejas, Hargrave y Sells (1997) definen al perdón en términos de: 1) permitir al
victimario reconstruir un vínculo quebrado y 2) favorecer una discusión abierta sobre la
violación relacional de manera tal que víctima y victimario puedan trabajar en la
reconstrucción de tal vínculo.
Puede decirse que todas las definiciones psicológicas formuladas sobre el
perdonar parecen centrarse en un factor común: cuando los sujetos perdonan, sus
pensamientos, sentimientos y acciones hacia quien es objeto del perdón se transforman
en más positivos. Perdonar implica un cambio interno y al mismo tiempo prosocial
hacia una figura o situación percibida como transgresora, en el contexto de un vínculo
interpersonal. Perdonar supone tanto una dimensión subjetiva intrapsíquica como otra
interpersonal, por lo cual se sugiere pensar el perdón como un constructo psicosocial;
ejercen enorme influencia en su definición y aceptación variables de tipo religioso,
ideológico-políticas, culturales y socio-históricas.
No todos los autores coinciden en considerar el perdonar como beneficioso. Para
algunos, hace a los sujetos más vulnerables a la re-victimización en los vínculos
interpersonales cuando ha habido experiencias de abuso y maltrato.
Para que aparezca la necesidad del perdón debe haber existido un hecho de
transgresión. El vínculo del sujeto con el transgresor, la transgresión y sus secuelas
puede llegar a transformarse de negativo a neutro o positivo. La fuente de la
transgresión, el objeto del perdón, puede ser el propio sujeto, otras personas o una
situación percibida como fuera del control personal (enfermedad terminal, el destino,
una catástrofe, una violación a un derecho humano básico). De cierta manera, al
referirnos a la posibilidad o no de perdonar, aludimos a la posible modificación de
determinados vínculos de apego entre una víctima y quien percibe como su victimario
así corno a las consecuencias de sus acciones. La persona que perdona intenta
transformar la valencia negativa del vínculo y combina tal modificación con una
debilitación del tipo de vínculo.
El self, una situación y otras personas pueden ser objeto de perdón. Es
importante destacar que la acción psicológica de perdonar no excluye la opción de
reclamar justicia si la motivación de tal reclamo no es simple mente vengativa. En
términos generales los sentimientos de venganza revelan un estilo de apego negativo e
incapacidad de poder perdonar.
Estudios realizados (Hope, 1987) ponen de manifiesto que el hecho de perdonar
mejora el bienestar psicológico, especialmente en aquellas relaciones vinculares en las
que existe un compromiso fuerte y, en este sentido, propicia comportamientos
psicológicamente más sanos; la imposibilidad del perdón genera tensión emocional.
¿Que experiencias interpersonales plantean la posibilidad de perdonar, en qué
circunstancias el pedir perdón o el ser perdonado resulta o no beneficioso? No siempre
un alto compromiso existente en una relación interpersonal promueve el perdón. Así,
por ejemplo, el no cumplir con una promesa puede provocar menor necesidad de
perdonar en la medida en la que no viola expectativas importantes en relaciones de alta
dependencia y con fianza mutua. Si la relación interpersonal es circunstancial y poco
intensa, perdonar resulta mucho más fácil. La ausencia de un acto de perdón es
inconsistente con lo tres componentes principales del compromiso vincular: la
persistencia, los proyectos a largo plazo, y la existencia de vínculos de apego seguros.
Karremans y cols. (2003), reportan estudios realizados con estudiantes universitarios a
quienes les presentaron escenarios diferentes en los que informaban sobre situaciones en
las que alguien ofendía o era ofendido o lastimado por otro; evaluaron el bien estar
psicológico mediante la administración de cuestionarios sobre satisfacción vital, afectos
positivos y negativos, autoestima., trabajando desde las propuestas de la teoría de la
interdependencia (Rusbult, Vanilange, 1996). El perdón aumenta la autoestima y el
bienestar si hay un vínculo emocional fuerte entre agresor y agredido. El hecho de poder
o no perdonar no surge en el vacío, sino en el contexto de historias personales e
interacciones sociales. En determinadas circunstancias puede ser de utilidad recurrir a
alternativas posibles que no requieren del perdón: distanciarse, finalizar con una
relación laboral, conyugal o de recreación social.

Algunas consideraciones filosóficas


Para Ricoeur (2004) los efectos de una falta (daño, herida) y de su perdón
posible cruzan todas las operaciones constitutivas de la memoria, la historia y marcan el
olvido de lo sucedido de un modo muy particular. El perdón, nos dice el pensador
francés, si tiene sentido y existe, constituye el horizonte común de la memoria, la
historia y el olvido. Es tan difícil dar perdón como recibirlo, también lo es concebirlo,
porque pone al des cubierto el lugar de la acusación moral. Tal falta es la presuposición
existencial del perdón dada la condición histórica y la experiencia personal y colectiva
inevitablemente marcada por la historia cultural de todo sujeto humano. La experiencia
vivida (acoso, daño, herida) se da esencial mente en el plano de los sentimientos, de los
estados afectivos. Se llega así al territorio de la imputabilidad. El sujeto se vincula con
la acusación y se hace responsable de ella; sólo se puede hablar de perdón allí donde se
puede acusar a alguien y este alguien es siempre un agente que puede hacer de diversas
formas: hablando, narrando, actuando, imaginando. El perdón puede ser pensado desde
lo jurídico, lo político, la moralidad social. Es en el plano de lo judicial donde se plantea
la temible cuestión de la imprescriptibilidad de los crímenes, que puede considerarse
como la primera prueba importante de la problemática práctica del perdón. Cabe pues
intentar estudiar la capacidad de perdonar al margen de las instituciones responsables
del castigo formal. Generalmente es posible pensar en la posibilidad de comprender lo
hecho por el victimario, lo que resulta psicológicamente difícil es absolverlo.

¿Qué se perdona y a quién se perdona?


Para Derrida (1999) el perdón se dirige a lo imperdonable o no es tal: “Sólo hay
perdón allí donde hubo algo imperdonable”. Es imposible pensar en la posibilidad de
perdonar sin tener presente mandatos impuestos por una cultura determinada que
pertenece a una herencia religiosa a la que denomina abrahámica pues engloba en ella el
judaísmo, los cristianismos y los islamismos. Se trata de una cultura particular, pero
hegemónica, en vías de universalización. Según Derrida, el perdón siempre está al
servicio de una finalidad (rescate, redención, salvación, reconciliación) o intenta
restablecer una normalidad (psicológica, social, nacional) mediante el trabajo del duelo,
una terapia o ecología de la memoria; no es un concepto puro: el perdón debería seguir
siendo excepcional, a prueba de lo imposible. El perdón enfrenta al sujeto con el
culpable, no directamente con la falta cometida; la penalidad se remonta desde los actos
realizados a sus autores.
Abel (1992) en un apéndice que escribe a una encuesta sobre el perdón alude a la
geografía de los dilemas, dilemas que encontramos en dos actos de discursos
enfrentados: el del culpable y el de la víctima, a quien le correspondería expresar las
palabras liberadoras: yo te perdono. ¿Se puede perdonar a quien no confiesa su falta?
¿Es necesario que quien enuncia el perdón haya sido el ofendido? ¿Puede uno
perdonarse a sí mismo? ¿Sólo el ofensor está habilitado para pedir perdón?
Arendt (1998) estudiosa de los juicios por el genocidio nazi, sostiene que la
facultad del perdón está fundada en la presencia del otro, no se puede perdonar en
soledad; considera que los hombres son incapaces de perdonar lo que no pueden
castigar e incapaces de castigar lo que les resulta imperdonable. ¿Desliga el perdonar al
agente del hecho que ha cometido? Es importante tener presente en todo momento al
sujeto y la acción realizada dado que si se separa a la persona de la falta concreta
cometida, se está perdonando a un sujeto diferente.
¿Hay relación entre perdón y olvido? Augé (1998) analiza estos temas tomando
como referencia ciertos ritos africanos y propone lo siguiente: para retornar al pasado
hay que olvidar el presente, como en los actos de posesión. Para reencontrar el presente
es necesario suspender los vínculos con el pasado y el futuro. Para abrazar el futuro hay
que olvidar el pasado en un gesto de inauguración. El olvido siempre se conjuga en
presente.

Psicología y perdón
Las primeras investigaciones empíricas sobre el perdón fueron realizadas por
Darbyy Schlenker (1992) quienes analizaron los efectos de las disculpas frente a
acusaciones y castigos en niños de 6, 9 y 12 años. Emplearon viñetas con un personaje
central al que llamaron Pat. Encontraron que Pat (según los relatos de los niños)
perdonaba más silos personajes formulaban pedidos de disculpas bien fundamentados.
Weiner, Graham, Meter y Zrnuidinas (1991) investigaron si el impacto de los
pedidos públicos de disculpas modificaban las percepciones de determinados
comportamientos, en una muestra de estudiantes universitarios, encontrando que las
confesiones espontáneas tenían más efecto en la tendencia a perdonar que las
confesiones producidas con posterioridad a ser culpado o acusado de algo hecho.
Enright (1994) y su grupo de investigadores en Psicología Evolutiva fueron los
iniciadores de una serie de estudios sobre el desarrollo de la capacidad para perdonar
tomando como base teórica de sus trabajos las ideas de Kohlberg (1976) acerca del
razonamiento moral y utilizando como procedimiento para la obtención de información
la presentación de situaciones con dilemas morales. A cada etapa propuesta por
Kohlberg le corresponde una en el modelo planteado por Enright. Así, en las etapas más
tempranas encuentran que el perdón aparece si el acusado previamente ha sido objeto de
venganzas y castigos. En las etapas intermedias la posibilidad de perdonar surge sólo si
hay presiones de parte de otros con significación para el sujeto. Sólo en el nivel más
alto, el perdón es considerado como una actitud incondicional que promueve el
bienestar. En esta última etapa es donde pueden encontrarse las principales diferencias
entre las concepciones de Enright, para quien el perdón no supone ningún tipo de
reciprocidad, y Piaget. En términos generales, jóvenes, adultos y personas mayores
consideran que el perdón está liga do a actitudes filosóficas o religiosas.
Subkoviak y colaboradores (1995) utilizan, en lugar de los dilemas morales
antes mencionados, un inventario auto-administrable (Enright Forginevess Inventory)
respondido por estudiantes universitarios y miembros de sus respectivas familias. Los
resultados obtenidos indican que los adultos revelan mayor capacidad para perdonar que
los adolescentes así como la existencia de correlaciones positivas en las díadas padres-
hijos: padres e hijos perdonan de manera semejante, al menos ante situaciones donde
existe un daño serio o profundo. Empleando la técnica del análisis de clusters, Girard y
Mullet (1997) encuentran los agrupamientos siguientes:
1) Perdonar siempre: los participantes admiten que siempre es mejor perdonar que no
hacerlo.
2) Casi nunca perdonar: para estos sujetos el perdón es algo excepcional.
3) El perdón promueve la armonía social si existe el pedido de disculpas; está
vinculado con la proximidad social y afectiva entre ofensor y ofendido así como con
las presiones del grupo.
La variable o constructo perdonar puede considerarse como acumulativa o
sumativa dado que distintos tipos de factores (edad, género, admisión de la ofensa,
presión grupal, creencias religiosas) agregan su efecto a los ya existentes,

Perdón y arrepentimiento
Cuando una persona lastima, hiere o comete una transgresión que afecta a otra,
esa acción crea, de alguna manera, una deuda interpersonal. Perdonar supone en cierta
forma su cancelación, proceso que puede concretarse por canales diversos: cognitivos,
afectivos, conductuales, psicosociales. Es necesario tener en cuenta que el
arrepentimiento es tan importante como el perdón, dado que el arrepentimiento no sólo
facilita la acción de perdonar sino que produce cambios positivos en la salud psíquica y
física de quien puede expresarlo. Considerados en su vinculación dialéctica, arrepentirse
y perdonar son ambos importantes para el logro de mejores vínculos interpersonales. Si
sólo se considera una perspectiva, la de la víctima o el victimario o perpetrador, por
ejemplo, pareciera que sólo se trata de un proceso subjetivo, intrapsíquico. Pero, en la
vida cotidiana, los incidentes que conllevan algún tipo de transgresión o daño
involucran a amigos, parientes, compañeros de trabajo, parejas, por lo cual también es
necesario abordar su estudio desde un nivel interpersonal, vincular.
Se designa víctima a quien sufre el daño o cree haberlo sufrido; el victimario o
transgresor es quien ha cometido el hecho inmoral o causado el daño. Generalmente las
transgresiones son mutuas y, en muchas situaciones, una persona puede jugar ambos
roles. Así, a modo de ejemplo, una niña golpeada por su hermano mayor se transforma
en victimaria cuando reacciona destrozando las hojas del libro que él está leyendo.
Las manifestaciones de perdón y arrepentimiento pueden ser implícitas o
explícitas. Las denominadas explícitas hacen referencia directa a la presencia de lo
adeudado y a la decisión de cancelación: yo te perdono lo que hiciste. Algunas veces
este tipo de expresiones pueden generar enojo, desagrado, si no han sido solicitadas,
dado que el victimario puede sentir que no ha hecho daño alguno y sentirse injusta o
innecesariamente perdonado. Las implícitas aluden de manera indirecta a expresiones
del tipo “dejémoslo así’ “no es nada serio” o “no hay”. No siempre requieren el uso de
palabras.
Perdón no es sinónimo de reconciliación. Se puede perdonar de manera
independiente, sin que se concrete reconciliación alguna (Worthington, 1998), si bien
tanto el arrepentimiento como el perdón pueden favorecerla. Una reconciliación supone
el restablecimiento de la con fianza así como el deseo de reinstaurar un vínculo.
Existen consecuencias positivas y negativas de arrepentirse y perdonar. Entre las
primeras figura la reducción de sentimientos de culpa y angustia. Gente que
escribe/redacta acerca de las consecuencias emocionales de acontecimientos traumáticos
disminuye su tensión emocional y malestar físico (Pennebaker, 1995). Ciertos tipos de
barreras dificultan o impiden el poder expresar arrepentimiento. En general, el
victimario siente que se está exagerando lo que ha hecho, que las víctimas están
sobreactuando. Los perpetradores pueden sentir que han sido provocados por sus
víctimas por lo cual viven sus actuaciones como justificadas sin ser necesario
arrepentimiento alguno. Por otra parte, el aceptar la responsabilidad de una ofensa o
daño suele traer costos pragmáticos severos, por lo cual ‘hay resistencia a la confesión y
el arrepentimiento.
Otro obstáculo de la confesión y arrepentimiento posibles está dado por el
sentimiento de vergüenza que generan. La culpa alude a un afecto negativo focalizado
en un hacer específico generalmente acompaña do por el deseo de reparar. La
vergüenza, contrariamente, conlleva a que el sujeto total se sienta mal, expuesto y desee
desaparecer y esconderse. La vergüenza genera enojo, supersticiones, necesidad de
acusar a otros, comportamientos agresivos y, en ciertas ocasiones, está ligada a deseos
de venganza (Bies y Tripp, 1996). Provoca sentimientos de autoprotección y
formaciones reactivas. En muchos casos sentirse avergonzado/a da lugar a fuertes
sentimientos de humillación.
También hay obstáculos o barreras que dificultan poder pedir perdón: el temor a
que la transgresión vuelva a repetirse; miedo a aparecer ante los demás como un sujeto
débil, manipulable; creer que si se perdona se está violando estándares judiciales; dejar
de percibir los beneficios que brinda jugar el papel de víctima: el lugar de víctima da
poder para inducir culpa y disculpas, justifica tener sentimientos de rabia e indignación,
permite lograr apoyo y simpatía de los demás.
Perdonar y arrepentirse, aunque con frecuencia son beneficiosos, suelen ser
percibidos como muy riesgosos en determinados contextos.

Personalidad y perdón
La historia del campo de la Psicología de la Personalidad se homologa con la
búsqueda de una unidad de análisis para el estudio del sujeto huma no en tanto
individualidad. En este sentido, McAdams (1995) sugiere que se requiere información
relativa a tres niveles de análisis: 1) el estudio comparativo de los rasgos, 2) las
relaciones del sujeto con el contexto y 3) la integración de historias de vida. Un ejemplo
del primer nivel lo ofrecen los estudios sobre los Cinco Factores de Personalidad, pero
tal como sostiene Ryan (1995) los sujetos no pueden ser reducidos a rasgos dado que
resultan insuficientes al momento de intentar comprender comportamientos individua
les en contextos específicos. Los rasgos aluden al ser de un sujeto mientras que interesa
poder acceder a su hacer ante determinadas situaciones o metas. Ya en el Nivel 3
importan la construcción de la identidad y las narrativas de vida que dan cuenta de
cómo es percibida la conformación del self En este sentido, también la capacidad para
perdonar puede ser analizada tomando en cuenta los tres niveles de análisis
mencionados.
Quienes definen el perdón en términos de rasgo de personalidad (Roberts, 1995)
lo consideran una virtud o disposición llegando a proponer el concepto de inteligencia
espiritual, relacionando la capacidad de perdonar con la humildad y la gratitud. Otra
forma de estudio propone analizar estilos o tipos de personalidad y su incidencia en la
capacidad para poder perdonar.
Algunas ideas sobre narcisismo y perdón son de interés. Ellis (1898) incorpora el
concepto narcisismo para describir cierta forma de autoerotismo masculino y Freud
(1914) lo considera una etapa normal en el desarrollo infantil. Kernberg (1975) analiza
el narcisismo como una con figuración patológica de personalidad. Las características
narcisísticas de personalidad están muy relacionadas con el no ser capaz de perdonar.
Los aspectos interpersonales indican altos niveles de competitividad, ambición,
tendencia a sumir posiciones de liderazgo, a actuar sin tener muy en cuenta la opinión
de los demás, el esperar que los Otros reconozcan la existencia de cualidades o talentos
especiales. Los sujetos narcisistas son autosuficientes, audaces, persuasivos, con la
suficiente capacidad de seducción para ganar adictos a sus causas personales. Carecen
del sentido de reciprocidad social y revelan muy baja empatía, son demandantes,
bastante egoístas, con autoestimas muy vulnerables, muestran necesidad de admiración
e hipersensibilidad ante las injurias, las críticas y los fracasos. La gratificación
vengativa, la revancha, es la res puesta más frecuente frente a los daños y perjuicios
(Millon, 1998).
En términos generales, el perfil narcisista es la antítesis del de una persona capaz
de perdonar. Algunos estudiosos del tema (Vitz, 1994) se refieren a las últimas décadas
del siglo XX como las de mayor florecimiento del narcisismo desmedido; una cultura
que alienta el individualismo, la competitividad y los logros personales no recibe con
simpatía el concepto perdonar. ¿Podremos reemplazar en el siglo XXI el auge de]
narcisismo por una sociedad integrada por sujetos más dispuestos a la humildad, los
lazos sociales y el perdón?

Perdonar y afrontamiento
Para los investigadores Worthington y Scherer (2005) el perdón es una estrategia
de afrontamiento; aluden a dos tipos o formas de concretarlo: decisional y emocional.
La emocional es una de las tantas estrategias que los sujetos ponen en juego ante
situaciones de transgresión, ataque o percepción de injusticia; también la persona puede
tomar la decisión de perdonar sobre la base de un planteo intencional de comportase de
determinada manera. Están presentes posibles mecanismos físicos —directos o
indirectos— estudiados por la neurociencia del enojo (Pietrini et al. 2000), los trabajos
sobre enojo y salud (Williams yWilliams, 1993) o quienes analizan las implicaciones
salugénicas desde la mirada de la Psi cología Positiva (Salovey et al. 2000). El proceso
de perdonar es en sí mismo complejo, dado que pone en juego funciones cognitivas,
afectivas, comportamentales, motivacionales, decisionales, e interpersonales. El enojo
es una emoción frecuente ante situaciones de ataque, lesión o injusticia; la persona
puede sentirse incapaz de perdonar lo que general mente genera emociones negativas y
temores. Los autores mencionados mencionan numerosos estudios que han encontrado
relación entre situaciones emocionales de ira, enojo y su impacto sobre el sistema
cardiovascular y el inmune. Worthington (2001) identificó 25 maneras o formas en las
que los sujetos intentan reducir los efectos de no poder acceder a perdonar: buscan
venganza, judicializan lo ocurrido, concretan una sustitución, demandan disculpas,
apelan a la justicia divina. También suelen crear una nueva narrativa de lo sucedido
(excusando al victimario o racionalizando su proceder), recurriendo a mecanismos de
defensa como la negación o la evitación. Se considera la situación de transgresión como
estresante; el vivenciarla como ofensiva o causante de daño dependerá de cómo es
evaluada por el victimario. Son estas evaluaciones (appraisals) las que originan
reacciones de estrés fisiológico, cognitivo, motivacional, comportamental o emocional.
La imposibilidad del perdón es una parte emocional de esta reacción en términos de
estrés. Es posible mencionar cuatro proposiciones teóricas que vinculan la falta de
perdón, el perdón emocional y la salud:
1. La incapacidad para poder perdonar genera estrés.
2. Ciertas estrategias de afrontamiento pueden reemplazar el no perdonar.
3. Perdonar reduce el estrés generado por la incapacidad de concretarlo.
4. El perdón, entendido como una estrategia de afrontamiento, se vincula con la salud.

Obstáculos para poder perdonar


El proceso del perdón puede enfrentar situaciones que dificulten su concreción y
que deben ser siempre tenidas en cuenta. El tema puede analizarse, sintéticamente,
tomando en consideración tres ámbitos importantes:
- Político-social: ciertos tipos de delitos, prácticas de trabajo no éticas, despidos
laborales que no respetan la legislación vigente, las discriminaciones étnicas o
religiosas pueden ocasionar daños o lesiones cuyo perdón es difícil de asumir por el
victimario.
- Relaciones romántico-familiares: en muchos casos de divorcios o sepa raciones
vinculares, donde ha habido fuertes experiencias de infidelidad reiteradas así como
violencia sexual o doméstica, no siempre hay predisposición para planteos de
perdón.
- Prácticas médicas: en casos de enfermedades terminales, SIDA, internaciones
psiquiátricas por problemas con el consumo de alcohol o drogas así como cuando se
sospechan errores o mala praxis, se generan sentimientos de enojo y desconsuelo y
crisis familiares a veces muy agudas que dificultan hacer cualquier planteo sobre el
perdón.
En términos generales hay que ser cautelosos ante situaciones en las que el
victimario no siente culpa o remordimiento alguno por el daño cometido, cuando la
transgresión concretada es muy severa o si las heridas que un hecho ha provocado son
muy recientes por lo que hay toda vía confusión acerca de lo sucedido. Todo ello
requiere que la capacidad de perdonar deba ser evaluada teniendo en cuenta diferentes
niveles: 1) la víctima; 2) el victimario; 3) la relación víctima/victimario; 4) el tipo de
ofensa o daño causados; 5) las interrelaciones posibles entre los cuatro niveles
mencionados.
Concepciones populares o teorías implícitas
En una investigación realizada en la Facultad de Psicología de la Universidad de
Buenos Aires, administrando la escala que evalúa la capacidad para perdonar (CAPER-
Casullo, 2005) a una muestra intencional de jóvenes y adultos de población general
residente en la Megalópolis de Buenos Aires, se incluyó una pregunta acerca de la
importancia de perdonar o no hacerlo y se solicitó que fundamentaran sus respuestas.
Un ítem indagaba sobre el nivel de religiosidad auto-evaluada.
Se encontró que el porcentaje de sujetos que consideran importante poder
perdonar es elevado: 88% de los varones y 95% de las mujeres han respondido de forma
positiva. Si se toma en cuenta la variable género, puede decirse que las mujeres son más
perdonadoras que los hombres, incidiendo en ello principalmente la dimensión de las
creencias, las que parecen tener más peso a medida que se cumplen años. Este dato
podría relacionarse con el nivel de religiosidad reconocido, significativamente más alto
en la muestra femenina. Las mujeres tienden a admitir más la influencia de un poder
superior y sienten más rencor hacia el victimario que los hombres. A ellos les resulta
más difícil admitir que algo negativo les ha sucedido y tienden a mostrarse más
indiferentes.
Los sujetos de ambos sexos reconocen que se aprende de los errores y que el
paso del tiempo ayuda a poder perdonar. Para los hombres pare ce tener menos sentido
pensar en aquello que no pueden controlar.
Kaminer y colaboradores (2000) han identificado por los menos 26 modelos diferentes
utilizados en el análisis de la capacidad de perdonar.
Las respuestas fueron codificadas por la autora y una asistente técnica de
GONIGET. La confiabilidad entre evaluadores se estableció mediante el cálculo del
coeficiente Kappa de Cohen (0,84) para las razones o motivos del perdonar. Se
reexaminaron las discrepancias y finalmente se generó una clasificación consensuada.
En las tablas 1 y 2 se consignan los datos obtenidos para las submuestras de
adolescentes y jóvenes y los correspondientes a adultos mayores.
Respuestas más frecuentes:
1: Todos nos equivocamos y merecemos una segunda oportunidad.
2: Para no vivir con rencores, con sentimientos negativos.
3: Para estar bien con uno mismo, en paz y tranquilos.
4: Para lograr una mejor convivencia con los demás,
5: Es un arlo necesario e inteligente.
6: Para poder ser perdonados.
7: No contesta la pregunta.
8: Para poder olvidar y seguir adelante.

Tanto para mujeres (29%) como para varones (34%) de todas las edades la razón
más importante tiene que ver con el equivocarse y poder tener una segunda oportunidad
(respuesta 1), pero este motivo es admitido con mucha mayor frecuencia por los chicos
menores (42%).
Entre las más jóvenes (13-15 años) aparece también en primer lugar el perdonar
para así poder ser perdonados (respuesta 6) con el 24%. Para quienes tienen entre 16 y
18 años se comprueba que) en las mujeres perdonar posibilita no vivir con rencores
(respuesta 2) y estar en paz con uno mismo (respuesta 3): los varones, a su vez, valoran
no vivir con rencores pero consideran también que el perdonar favorece la convivencia
social (respuesta 4).
Señalamos algunas diferencias según sexo: entre los adultos jóvenes (19-24
años) perdonar para estar en paz consigo mismo respuesta 3) es una razón para el 22%
de las mujeres pero sólo para el 10% de los varones. Algo semejante ocurre entre
quienes tienen entre 13 y 15 años (16% de las mujeres y 4% de los varones). El 24% de
las mujeres adolescentes tempranas considera que hay que perdonar para ser perdonados
(res puesta 6) y sólo el 12% de los muchachos. Todas las diferencias entre porcentajes
son estadísticamente significativas (p=cO,Ol).
El 12% de los varones de 19 a 24 años y el 6% de los de 16 a 18 años mencionan
el olvido en su respuesta: poder olvidar y seguir adelante (respuesta 8). No surge como
razón invocada por las chicas. El 3% de las mujeres y el 10% de los varones consideran
que no es importante perdonar. Las razones más frecuentes encontradas son: es difícil,
depende de la situación, el rencor puede ser más fuerte. No hay diferencias según sexos.

El 5% optó por el No. Las razones más frecuentes para ambos sexos son: sólo
Dios perdona; no hace falta perdonar; no es necesario, no vale la pena.
Perdonar para admitir un error y tener una segunda oportunidad (respuesta 1) es
la primera razón sólo para los sujetos más jóvenes de ambos sexos, con una frecuencia
mayor entre los varones. Para los de más edad los motivos más importantes tienen que
ver con poder vivir sin sentimientos negativos (respuesta 2) y poder estar en paz con
uno mismo (respuesta 3). El perdón como razón para una mejor convivencia social
(respuesta 4) es más importante para los más jóvenes.
Si se tiene en cuenta la variable sexo, puede señalarse que los varones de más
edad —44 a 60 años— dan menos importancia (4%), que las mujeres al hecho de
perdonar para poder ser perdonados (respuesta 6), en tanto que los más jóvenes señalan
con mayor frecuencia (34%), que ellas el hecho de perdonar para tener una segunda
oportunidad ante una equivocación (respuesta 1). Sólo los sujetos de sexo masculino, en
especial los que tienen entre 25 y 43 años, manifiestan que perdonar permite olvidar y
seguir hacia delante (respuesta 8), el porcentaje de mujeres que lo admiten es mínimo.
Las mujeres que tienen entre 31 y 43 años señalan con el doble de frecuencia que los
varones de la misma edad (respuesta 5) que el perdonar puede ser una muestra necesaria
de inteligencia. Sólo se hace referencia a las diferencias entre porcentajes con
significación estadística (p=< 0,01).
Los datos analizados permiten afirmar que gran parte de la población general
urbana considera que poder perdonar es importante. También se administró la misma
técnica a una muestra de 35 varones que estudian teología cristiana y a un grupo de 15
personas privadas de libertad (presas). Para quienes han elegido estudios teológicos el
perdón se revela como tema central del pensamiento cristiano: es un deber ser, asociado
con el rol sacerdotal que se ha elegido ejercer. Esta dimensión religiosa aparece también
entre las personas encarceladas que participaron del estudio: el ser creyentes es una de
las razones para perdonar y para los varones en prisión perdonar está asociado con
querer al otro: se perdona por amor. Entre las personas más jóvenes de la población el
perdón se vincula con tener una segunda oportunidad frente a la equivocación así como
con lograr paz interior.
En términos globales, los hombres perdonan para olvidar y seguir hacia adelante
y mejorar la convivencia social, mientras que las mujeres tienden más a reconocer que
hay que perdonar para poder ser perdona dos y consideran el poder hacerlo un indicador
de inteligencia.
En un interesante estudio realizado en la Universidad de Tennessee (Younger,
Pifen, Jober y Lawyer, 2005) acerca de las concepciones de las personas de población
general sobre las razones para perdonar, encuentran que un 30% relaciona el perdón con
la importancia de la relación interpersonal que está en juego, el 26% con la propia salud
mental y el bienestar psicológico, el 21% admite que es necesario perdonar para ser
perdonado, para un 20% sólo se puede perdonar cuando quien causó daños pide
disculpas, 11% invoca razones religiosas.
Más allá de los diversos modelos teóricos vigentes para abordar científicamente
el estudio de la capacidad de perdonar, se constata que para la gente común es un tema
importante respecto al cual han elaborado sus propias interpretaciones y razones (teorías
implícitas).
El común de la gente asocia perdonar con la superación de sentimientos
negativos, y los más jóvenes, especialmente si son varones, aportan concepciones de
tipo comportamental (superar un error y seguir adelante, tener una segunda
oportunidad). Con el paso de los años pareciera que se piensa el perdón como modo de
sentirse mejor con uno mismo.
Los datos analizados sugieren que las razones para perdonar no tienen mucho
que ver con la empatía o el altruismo, el común de las personas hace referencia a
motivos más vinculados con el self (sí mismo), el bienestar personal y la convivencia
social. Es interesante destacar que sólo entre sujetos varones privados de libertad se
alude a perdonar por amor. Existe una relación entre perdonar y espiritualidad o
religiosidad, temas que deben ser abordados en estudios futuros.
Los relatos de las vidas cotidianas ofrecen numerosos ejemplos de situaciones en
las que las personas son ofendidas, injuriadas, lastimadas y en razón de ello surgen
sentimientos de odio, revancha, deseos de pagar con la misma moneda. Pueden
generarse círculos de venganza que culminen en lamentables hechos de homicidio,
genocidio, suicidio, terrorismo, violencia sin límites. Varios investigadores han
estudiado las relaciones entre la capacidad de perdonar y la personalidad y sus
trastornos, encontrando, a modo de ejemplo, correlaciones negativas entre el perdonar y
las características paranoicas que suponen temor a ser daña do por otros, desconfianza,
ideaciones sospechosas acerca de ser objeto de ataques que afectan la reputación
personal (Muñoz Sastre, Vinsonneau, Chabrol & MulIet, 2005).
El desarrollo de la capacidad de perdonar debe integrar programas amplios de
promoción y prevención de la salud, en los cuales no deben ser ignoradas las variables
culturales; hablar de perdón, por ejemplo, a un sujeto cuya red de apoyo social se
sostiene en reaccionar siempre con res puestas hostiles y vengativas, puede ser
altamente peligroso y patogénico, pues implica desconocer su subsistema sociocultural
de pertenencia.
Muchas personas podrían beneficiarse si tienen la posibilidad (le hablar y
reflexionar sobre el perdón posible o necesario, pero no acuden voluntaria y
espontáneamente a una entrevista de orientación psicológica, por lo cual la
implementación de programas facilitadotes debe ser parte de acciones y estrategias de
intervenciones comunitarias.
El tema convoca a la reflexión, aunque por el momento sean más las preguntas,
los interrogantes que se plantean que las respuestas explicativas que se encuentran. El
desafío reside en la necesidad de continuar investigando. Tal vez, como hace ya tiempo
dijera Mahatma Gandhi, perdonar es un atributo de los fuertes, las personalidades
débiles no perdonan.

¿Un universal psicológico o un concepto particular cultural?


Como bien lo señalan Norenzayan y Heide (2005) los supuestos acerca del nivel
de universalidad de constructos y procesos que se estudian es un postulado fundamental
para la ciencia psicológica. La diversidad cultural existente ha llegado a constituirse en
un verdadero desafío, en la medida en la que la determinación del grado de
universalidad de los fenómenos que se investigan permitirá poder hacer
generalizaciones acerca de grupos humanos que hablan lenguas distintas, tienen
diferentes creencias y prácticas sociales, respecto de aquéllas que son hegemónicas en el
ámbito en el que se desarrolla la Psicología como disciplina científica. Las
generalizaciones requieren estudios comparativos que analicen con el mayor rigor
posible el tema de los universales psicológicos, muy poco abordado por los psicólogos
sise los compara, por ejemplo, con lingüistas y antropólogos. Generalmente se da por
sentada la universalidad de los procesos psicológicos a partir de la noción de unidad
psíquica. Ello puede corroborarse a partir del análisis de las técnicas de muestreo
empleadas en numerosos estudios publicados: alumnos universitarios, pacientes de
centros privados o públicos específicos. Un contexto determinado, el momento histórico
en el que se vive, el nivel social de pertenencia, impiden formular generalizaciones de
resultados que implican a sujetos humanos muy diferentes a los estudiados.
Se debe ser muy cauteloso al proponer generalizaciones, a la hora de intentar
extrapolar la información obtenida a partir de los análisis de casos o de muestras
seleccionadas. Suponer universalidad partiendo del estudio de una base de datos muy
limitada no constituye sólo un problema teórico sino también empírico: se sugieren
estrategias de intervención para resolver problemas sociales y personales en contextos
muy variados tomando como referencia trabajos con sesgos culturales muy evidentes: la
propia cultura de pertenencia, una cosmovisión determina da de los hechos, entre otros.
Norenzayan y Heme (2005) sugieren tener en cuenta tres niveles posibles de
universalidad de un constructo o pro ceso (perdonar, tener sabiduría, sentido del humor,
empatía, resiliencia, capital psíquico) y uno de No universalidad, que deben ser tomados
en cuenta en estudios cross-culturales. Así, los procesos psicológicos —cognitivos,
emocionales, motivacionales, psicosociales— pueden ser considerados en términos de
herramientas o recursos al servicio del pensamiento y la conducta. Es necesario
interrogarse acerca de la comparación posible de tales herramientas en realidades
sociales y culturales muy diferentes entre sí.
¿Son esas herramientas iguales o diferentes en esas realidades? Si son las
mismas, ¿se utilizan en situaciones semejantes? La gente de distintos colectivos
socioculturales, ¿confía en la misma herramienta para resol ver sus problemas? Sisan
Iguales y permiten resolver problemas equivalentes, ¿tienen todos los sujetos acceso a
las herramientas mencionadas con la misma facilidad o frecuencia?

En un momento histórico caracterizado por las relaciones interculturales es


importante permitirnos pensar en la construcción de conceptos que las faciliten y
promuevan. Evanoff (2004) sostiene que frente a las propuestas universalistas o
relativistas, es necesario proponer procesos dialógicos en los que los participantes de
diferentes grupos culturales puedan acordar formas concensuadas de entender, analizar
y abordar conflictos.
Poder perdonar, desde una perspectiva esencialmente judeo-cristiana, implica
reconocer que toda persona tiene derecho a ser tratada con respeto No supone negar que
alguien ha sido ofendido, injuriado, lastimado. No genera amnesia.
Reconoce la necesidad de admitir que el sujeto víctima siente rabia, enojo, dolor,
sentimientos que generalmente promueven vivir con resentimiento, ansiedad y tensión
permanentes. Permitir perdonarse es quizás la primera acción necesaria. Para muchos,
hay una opción obligada entre perdón y justicia: no es así- Perdono para mejorar una
subjetividad tensionada y al mismo tiempo solicito hagan justicia a los responsables de
ocuparse de su administración institucional.
Enright (2001) señala ocho situaciones que debemos tener presentes. Las seis
primeras aluden a las consecuencias de poder perdonar.
1. Permite aquietar emociones negativas.
2. El perdón transforma pensamientos destructivos en otros más sanos.
3. Al perdonar, comenzamos a comportarnos con mayor civilidad hacia el victimario.
4. Hace posible tener mejores interacciones sociales.
5. Puede mejorar las relaciones vinculares con quien es causante del daño,
6. Puede ayudar a que el victimario tome mayor conciencia de su accionar y trate de
modificarlo, de reparar lo hecho.
Las dos últimas están relacionadas con sistemas de valores y creencias personales.
7. Se perdona por razones de orden religioso, espiritual o moral.
8. Perdonar pone de manifiesto un estilo o forma de amar, la necesidad de vivir una
vida con mayor calidad.
La sociedad actual vive distintos tipos de conflictos ya sean persona les,
grupales, institucionales, sociales y políticos. Hay varias formas de analizarlos y
entenderlos, necesidad de resolverlos. El perdón es una de ellas, es esencialmente un
proceso subjetivo que incorpora como e relaciones vinculares lesionadas, traumatizadas,
agraviadas. Perdonar no significa olvidar, se perdona pero se recuerda. Pero hace
posible el logro de una memoria sobre lo acontecido que libera de emociones negativas
permanentes, del resentimiento paralizante, de actos de violencia que muchas veces sólo
destruyen sin construir una convivencia más sana, modifica ciertos vínculos de apego.
¿Todos los individuos están en condiciones de perdonar o ser perdonados? No,
no todos. Para muchos se trata de una misión imposible pues están en juego patrones de
personalidad específicos, historias de vida con hechos traumáticos no resueltos
contextos culturales que reniegan de la eficacia del perdón y estimulan la violencia.
¿Toda experiencia traumática es perdonable? Tampoco ante este interrogante la
respuesta es única. Depende de la gravedad e intensidad del daño ocasionado, del nivel
de vulnerabilidad de los sujetos afectados. Algunos han desarrollado suficiente
resiliencia para intentar el desafío (le vivir con dignidad. Ejemplo tic ello son
muchísimas víctimas del horror del holocausto nazi, del genocidio armenio, de mujeres
que superaron experiencias de violación o maltrato, de familias que siguen educando a
sus hijos, trabajando aunque sus necesidades básicas no están satisfechas.

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