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Lectura Perdón
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Lectura Perdón
Psicología y perdón
Las primeras investigaciones empíricas sobre el perdón fueron realizadas por
Darbyy Schlenker (1992) quienes analizaron los efectos de las disculpas frente a
acusaciones y castigos en niños de 6, 9 y 12 años. Emplearon viñetas con un personaje
central al que llamaron Pat. Encontraron que Pat (según los relatos de los niños)
perdonaba más silos personajes formulaban pedidos de disculpas bien fundamentados.
Weiner, Graham, Meter y Zrnuidinas (1991) investigaron si el impacto de los
pedidos públicos de disculpas modificaban las percepciones de determinados
comportamientos, en una muestra de estudiantes universitarios, encontrando que las
confesiones espontáneas tenían más efecto en la tendencia a perdonar que las
confesiones producidas con posterioridad a ser culpado o acusado de algo hecho.
Enright (1994) y su grupo de investigadores en Psicología Evolutiva fueron los
iniciadores de una serie de estudios sobre el desarrollo de la capacidad para perdonar
tomando como base teórica de sus trabajos las ideas de Kohlberg (1976) acerca del
razonamiento moral y utilizando como procedimiento para la obtención de información
la presentación de situaciones con dilemas morales. A cada etapa propuesta por
Kohlberg le corresponde una en el modelo planteado por Enright. Así, en las etapas más
tempranas encuentran que el perdón aparece si el acusado previamente ha sido objeto de
venganzas y castigos. En las etapas intermedias la posibilidad de perdonar surge sólo si
hay presiones de parte de otros con significación para el sujeto. Sólo en el nivel más
alto, el perdón es considerado como una actitud incondicional que promueve el
bienestar. En esta última etapa es donde pueden encontrarse las principales diferencias
entre las concepciones de Enright, para quien el perdón no supone ningún tipo de
reciprocidad, y Piaget. En términos generales, jóvenes, adultos y personas mayores
consideran que el perdón está liga do a actitudes filosóficas o religiosas.
Subkoviak y colaboradores (1995) utilizan, en lugar de los dilemas morales
antes mencionados, un inventario auto-administrable (Enright Forginevess Inventory)
respondido por estudiantes universitarios y miembros de sus respectivas familias. Los
resultados obtenidos indican que los adultos revelan mayor capacidad para perdonar que
los adolescentes así como la existencia de correlaciones positivas en las díadas padres-
hijos: padres e hijos perdonan de manera semejante, al menos ante situaciones donde
existe un daño serio o profundo. Empleando la técnica del análisis de clusters, Girard y
Mullet (1997) encuentran los agrupamientos siguientes:
1) Perdonar siempre: los participantes admiten que siempre es mejor perdonar que no
hacerlo.
2) Casi nunca perdonar: para estos sujetos el perdón es algo excepcional.
3) El perdón promueve la armonía social si existe el pedido de disculpas; está
vinculado con la proximidad social y afectiva entre ofensor y ofendido así como con
las presiones del grupo.
La variable o constructo perdonar puede considerarse como acumulativa o
sumativa dado que distintos tipos de factores (edad, género, admisión de la ofensa,
presión grupal, creencias religiosas) agregan su efecto a los ya existentes,
Perdón y arrepentimiento
Cuando una persona lastima, hiere o comete una transgresión que afecta a otra,
esa acción crea, de alguna manera, una deuda interpersonal. Perdonar supone en cierta
forma su cancelación, proceso que puede concretarse por canales diversos: cognitivos,
afectivos, conductuales, psicosociales. Es necesario tener en cuenta que el
arrepentimiento es tan importante como el perdón, dado que el arrepentimiento no sólo
facilita la acción de perdonar sino que produce cambios positivos en la salud psíquica y
física de quien puede expresarlo. Considerados en su vinculación dialéctica, arrepentirse
y perdonar son ambos importantes para el logro de mejores vínculos interpersonales. Si
sólo se considera una perspectiva, la de la víctima o el victimario o perpetrador, por
ejemplo, pareciera que sólo se trata de un proceso subjetivo, intrapsíquico. Pero, en la
vida cotidiana, los incidentes que conllevan algún tipo de transgresión o daño
involucran a amigos, parientes, compañeros de trabajo, parejas, por lo cual también es
necesario abordar su estudio desde un nivel interpersonal, vincular.
Se designa víctima a quien sufre el daño o cree haberlo sufrido; el victimario o
transgresor es quien ha cometido el hecho inmoral o causado el daño. Generalmente las
transgresiones son mutuas y, en muchas situaciones, una persona puede jugar ambos
roles. Así, a modo de ejemplo, una niña golpeada por su hermano mayor se transforma
en victimaria cuando reacciona destrozando las hojas del libro que él está leyendo.
Las manifestaciones de perdón y arrepentimiento pueden ser implícitas o
explícitas. Las denominadas explícitas hacen referencia directa a la presencia de lo
adeudado y a la decisión de cancelación: yo te perdono lo que hiciste. Algunas veces
este tipo de expresiones pueden generar enojo, desagrado, si no han sido solicitadas,
dado que el victimario puede sentir que no ha hecho daño alguno y sentirse injusta o
innecesariamente perdonado. Las implícitas aluden de manera indirecta a expresiones
del tipo “dejémoslo así’ “no es nada serio” o “no hay”. No siempre requieren el uso de
palabras.
Perdón no es sinónimo de reconciliación. Se puede perdonar de manera
independiente, sin que se concrete reconciliación alguna (Worthington, 1998), si bien
tanto el arrepentimiento como el perdón pueden favorecerla. Una reconciliación supone
el restablecimiento de la con fianza así como el deseo de reinstaurar un vínculo.
Existen consecuencias positivas y negativas de arrepentirse y perdonar. Entre las
primeras figura la reducción de sentimientos de culpa y angustia. Gente que
escribe/redacta acerca de las consecuencias emocionales de acontecimientos traumáticos
disminuye su tensión emocional y malestar físico (Pennebaker, 1995). Ciertos tipos de
barreras dificultan o impiden el poder expresar arrepentimiento. En general, el
victimario siente que se está exagerando lo que ha hecho, que las víctimas están
sobreactuando. Los perpetradores pueden sentir que han sido provocados por sus
víctimas por lo cual viven sus actuaciones como justificadas sin ser necesario
arrepentimiento alguno. Por otra parte, el aceptar la responsabilidad de una ofensa o
daño suele traer costos pragmáticos severos, por lo cual ‘hay resistencia a la confesión y
el arrepentimiento.
Otro obstáculo de la confesión y arrepentimiento posibles está dado por el
sentimiento de vergüenza que generan. La culpa alude a un afecto negativo focalizado
en un hacer específico generalmente acompaña do por el deseo de reparar. La
vergüenza, contrariamente, conlleva a que el sujeto total se sienta mal, expuesto y desee
desaparecer y esconderse. La vergüenza genera enojo, supersticiones, necesidad de
acusar a otros, comportamientos agresivos y, en ciertas ocasiones, está ligada a deseos
de venganza (Bies y Tripp, 1996). Provoca sentimientos de autoprotección y
formaciones reactivas. En muchos casos sentirse avergonzado/a da lugar a fuertes
sentimientos de humillación.
También hay obstáculos o barreras que dificultan poder pedir perdón: el temor a
que la transgresión vuelva a repetirse; miedo a aparecer ante los demás como un sujeto
débil, manipulable; creer que si se perdona se está violando estándares judiciales; dejar
de percibir los beneficios que brinda jugar el papel de víctima: el lugar de víctima da
poder para inducir culpa y disculpas, justifica tener sentimientos de rabia e indignación,
permite lograr apoyo y simpatía de los demás.
Perdonar y arrepentirse, aunque con frecuencia son beneficiosos, suelen ser
percibidos como muy riesgosos en determinados contextos.
Personalidad y perdón
La historia del campo de la Psicología de la Personalidad se homologa con la
búsqueda de una unidad de análisis para el estudio del sujeto huma no en tanto
individualidad. En este sentido, McAdams (1995) sugiere que se requiere información
relativa a tres niveles de análisis: 1) el estudio comparativo de los rasgos, 2) las
relaciones del sujeto con el contexto y 3) la integración de historias de vida. Un ejemplo
del primer nivel lo ofrecen los estudios sobre los Cinco Factores de Personalidad, pero
tal como sostiene Ryan (1995) los sujetos no pueden ser reducidos a rasgos dado que
resultan insuficientes al momento de intentar comprender comportamientos individua
les en contextos específicos. Los rasgos aluden al ser de un sujeto mientras que interesa
poder acceder a su hacer ante determinadas situaciones o metas. Ya en el Nivel 3
importan la construcción de la identidad y las narrativas de vida que dan cuenta de
cómo es percibida la conformación del self En este sentido, también la capacidad para
perdonar puede ser analizada tomando en cuenta los tres niveles de análisis
mencionados.
Quienes definen el perdón en términos de rasgo de personalidad (Roberts, 1995)
lo consideran una virtud o disposición llegando a proponer el concepto de inteligencia
espiritual, relacionando la capacidad de perdonar con la humildad y la gratitud. Otra
forma de estudio propone analizar estilos o tipos de personalidad y su incidencia en la
capacidad para poder perdonar.
Algunas ideas sobre narcisismo y perdón son de interés. Ellis (1898) incorpora el
concepto narcisismo para describir cierta forma de autoerotismo masculino y Freud
(1914) lo considera una etapa normal en el desarrollo infantil. Kernberg (1975) analiza
el narcisismo como una con figuración patológica de personalidad. Las características
narcisísticas de personalidad están muy relacionadas con el no ser capaz de perdonar.
Los aspectos interpersonales indican altos niveles de competitividad, ambición,
tendencia a sumir posiciones de liderazgo, a actuar sin tener muy en cuenta la opinión
de los demás, el esperar que los Otros reconozcan la existencia de cualidades o talentos
especiales. Los sujetos narcisistas son autosuficientes, audaces, persuasivos, con la
suficiente capacidad de seducción para ganar adictos a sus causas personales. Carecen
del sentido de reciprocidad social y revelan muy baja empatía, son demandantes,
bastante egoístas, con autoestimas muy vulnerables, muestran necesidad de admiración
e hipersensibilidad ante las injurias, las críticas y los fracasos. La gratificación
vengativa, la revancha, es la res puesta más frecuente frente a los daños y perjuicios
(Millon, 1998).
En términos generales, el perfil narcisista es la antítesis del de una persona capaz
de perdonar. Algunos estudiosos del tema (Vitz, 1994) se refieren a las últimas décadas
del siglo XX como las de mayor florecimiento del narcisismo desmedido; una cultura
que alienta el individualismo, la competitividad y los logros personales no recibe con
simpatía el concepto perdonar. ¿Podremos reemplazar en el siglo XXI el auge de]
narcisismo por una sociedad integrada por sujetos más dispuestos a la humildad, los
lazos sociales y el perdón?
Perdonar y afrontamiento
Para los investigadores Worthington y Scherer (2005) el perdón es una estrategia
de afrontamiento; aluden a dos tipos o formas de concretarlo: decisional y emocional.
La emocional es una de las tantas estrategias que los sujetos ponen en juego ante
situaciones de transgresión, ataque o percepción de injusticia; también la persona puede
tomar la decisión de perdonar sobre la base de un planteo intencional de comportase de
determinada manera. Están presentes posibles mecanismos físicos —directos o
indirectos— estudiados por la neurociencia del enojo (Pietrini et al. 2000), los trabajos
sobre enojo y salud (Williams yWilliams, 1993) o quienes analizan las implicaciones
salugénicas desde la mirada de la Psi cología Positiva (Salovey et al. 2000). El proceso
de perdonar es en sí mismo complejo, dado que pone en juego funciones cognitivas,
afectivas, comportamentales, motivacionales, decisionales, e interpersonales. El enojo
es una emoción frecuente ante situaciones de ataque, lesión o injusticia; la persona
puede sentirse incapaz de perdonar lo que general mente genera emociones negativas y
temores. Los autores mencionados mencionan numerosos estudios que han encontrado
relación entre situaciones emocionales de ira, enojo y su impacto sobre el sistema
cardiovascular y el inmune. Worthington (2001) identificó 25 maneras o formas en las
que los sujetos intentan reducir los efectos de no poder acceder a perdonar: buscan
venganza, judicializan lo ocurrido, concretan una sustitución, demandan disculpas,
apelan a la justicia divina. También suelen crear una nueva narrativa de lo sucedido
(excusando al victimario o racionalizando su proceder), recurriendo a mecanismos de
defensa como la negación o la evitación. Se considera la situación de transgresión como
estresante; el vivenciarla como ofensiva o causante de daño dependerá de cómo es
evaluada por el victimario. Son estas evaluaciones (appraisals) las que originan
reacciones de estrés fisiológico, cognitivo, motivacional, comportamental o emocional.
La imposibilidad del perdón es una parte emocional de esta reacción en términos de
estrés. Es posible mencionar cuatro proposiciones teóricas que vinculan la falta de
perdón, el perdón emocional y la salud:
1. La incapacidad para poder perdonar genera estrés.
2. Ciertas estrategias de afrontamiento pueden reemplazar el no perdonar.
3. Perdonar reduce el estrés generado por la incapacidad de concretarlo.
4. El perdón, entendido como una estrategia de afrontamiento, se vincula con la salud.
Tanto para mujeres (29%) como para varones (34%) de todas las edades la razón
más importante tiene que ver con el equivocarse y poder tener una segunda oportunidad
(respuesta 1), pero este motivo es admitido con mucha mayor frecuencia por los chicos
menores (42%).
Entre las más jóvenes (13-15 años) aparece también en primer lugar el perdonar
para así poder ser perdonados (respuesta 6) con el 24%. Para quienes tienen entre 16 y
18 años se comprueba que) en las mujeres perdonar posibilita no vivir con rencores
(respuesta 2) y estar en paz con uno mismo (respuesta 3): los varones, a su vez, valoran
no vivir con rencores pero consideran también que el perdonar favorece la convivencia
social (respuesta 4).
Señalamos algunas diferencias según sexo: entre los adultos jóvenes (19-24
años) perdonar para estar en paz consigo mismo respuesta 3) es una razón para el 22%
de las mujeres pero sólo para el 10% de los varones. Algo semejante ocurre entre
quienes tienen entre 13 y 15 años (16% de las mujeres y 4% de los varones). El 24% de
las mujeres adolescentes tempranas considera que hay que perdonar para ser perdonados
(res puesta 6) y sólo el 12% de los muchachos. Todas las diferencias entre porcentajes
son estadísticamente significativas (p=cO,Ol).
El 12% de los varones de 19 a 24 años y el 6% de los de 16 a 18 años mencionan
el olvido en su respuesta: poder olvidar y seguir adelante (respuesta 8). No surge como
razón invocada por las chicas. El 3% de las mujeres y el 10% de los varones consideran
que no es importante perdonar. Las razones más frecuentes encontradas son: es difícil,
depende de la situación, el rencor puede ser más fuerte. No hay diferencias según sexos.
El 5% optó por el No. Las razones más frecuentes para ambos sexos son: sólo
Dios perdona; no hace falta perdonar; no es necesario, no vale la pena.
Perdonar para admitir un error y tener una segunda oportunidad (respuesta 1) es
la primera razón sólo para los sujetos más jóvenes de ambos sexos, con una frecuencia
mayor entre los varones. Para los de más edad los motivos más importantes tienen que
ver con poder vivir sin sentimientos negativos (respuesta 2) y poder estar en paz con
uno mismo (respuesta 3). El perdón como razón para una mejor convivencia social
(respuesta 4) es más importante para los más jóvenes.
Si se tiene en cuenta la variable sexo, puede señalarse que los varones de más
edad —44 a 60 años— dan menos importancia (4%), que las mujeres al hecho de
perdonar para poder ser perdonados (respuesta 6), en tanto que los más jóvenes señalan
con mayor frecuencia (34%), que ellas el hecho de perdonar para tener una segunda
oportunidad ante una equivocación (respuesta 1). Sólo los sujetos de sexo masculino, en
especial los que tienen entre 25 y 43 años, manifiestan que perdonar permite olvidar y
seguir hacia delante (respuesta 8), el porcentaje de mujeres que lo admiten es mínimo.
Las mujeres que tienen entre 31 y 43 años señalan con el doble de frecuencia que los
varones de la misma edad (respuesta 5) que el perdonar puede ser una muestra necesaria
de inteligencia. Sólo se hace referencia a las diferencias entre porcentajes con
significación estadística (p=< 0,01).
Los datos analizados permiten afirmar que gran parte de la población general
urbana considera que poder perdonar es importante. También se administró la misma
técnica a una muestra de 35 varones que estudian teología cristiana y a un grupo de 15
personas privadas de libertad (presas). Para quienes han elegido estudios teológicos el
perdón se revela como tema central del pensamiento cristiano: es un deber ser, asociado
con el rol sacerdotal que se ha elegido ejercer. Esta dimensión religiosa aparece también
entre las personas encarceladas que participaron del estudio: el ser creyentes es una de
las razones para perdonar y para los varones en prisión perdonar está asociado con
querer al otro: se perdona por amor. Entre las personas más jóvenes de la población el
perdón se vincula con tener una segunda oportunidad frente a la equivocación así como
con lograr paz interior.
En términos globales, los hombres perdonan para olvidar y seguir hacia adelante
y mejorar la convivencia social, mientras que las mujeres tienden más a reconocer que
hay que perdonar para poder ser perdona dos y consideran el poder hacerlo un indicador
de inteligencia.
En un interesante estudio realizado en la Universidad de Tennessee (Younger,
Pifen, Jober y Lawyer, 2005) acerca de las concepciones de las personas de población
general sobre las razones para perdonar, encuentran que un 30% relaciona el perdón con
la importancia de la relación interpersonal que está en juego, el 26% con la propia salud
mental y el bienestar psicológico, el 21% admite que es necesario perdonar para ser
perdonado, para un 20% sólo se puede perdonar cuando quien causó daños pide
disculpas, 11% invoca razones religiosas.
Más allá de los diversos modelos teóricos vigentes para abordar científicamente
el estudio de la capacidad de perdonar, se constata que para la gente común es un tema
importante respecto al cual han elaborado sus propias interpretaciones y razones (teorías
implícitas).
El común de la gente asocia perdonar con la superación de sentimientos
negativos, y los más jóvenes, especialmente si son varones, aportan concepciones de
tipo comportamental (superar un error y seguir adelante, tener una segunda
oportunidad). Con el paso de los años pareciera que se piensa el perdón como modo de
sentirse mejor con uno mismo.
Los datos analizados sugieren que las razones para perdonar no tienen mucho
que ver con la empatía o el altruismo, el común de las personas hace referencia a
motivos más vinculados con el self (sí mismo), el bienestar personal y la convivencia
social. Es interesante destacar que sólo entre sujetos varones privados de libertad se
alude a perdonar por amor. Existe una relación entre perdonar y espiritualidad o
religiosidad, temas que deben ser abordados en estudios futuros.
Los relatos de las vidas cotidianas ofrecen numerosos ejemplos de situaciones en
las que las personas son ofendidas, injuriadas, lastimadas y en razón de ello surgen
sentimientos de odio, revancha, deseos de pagar con la misma moneda. Pueden
generarse círculos de venganza que culminen en lamentables hechos de homicidio,
genocidio, suicidio, terrorismo, violencia sin límites. Varios investigadores han
estudiado las relaciones entre la capacidad de perdonar y la personalidad y sus
trastornos, encontrando, a modo de ejemplo, correlaciones negativas entre el perdonar y
las características paranoicas que suponen temor a ser daña do por otros, desconfianza,
ideaciones sospechosas acerca de ser objeto de ataques que afectan la reputación
personal (Muñoz Sastre, Vinsonneau, Chabrol & MulIet, 2005).
El desarrollo de la capacidad de perdonar debe integrar programas amplios de
promoción y prevención de la salud, en los cuales no deben ser ignoradas las variables
culturales; hablar de perdón, por ejemplo, a un sujeto cuya red de apoyo social se
sostiene en reaccionar siempre con res puestas hostiles y vengativas, puede ser
altamente peligroso y patogénico, pues implica desconocer su subsistema sociocultural
de pertenencia.
Muchas personas podrían beneficiarse si tienen la posibilidad (le hablar y
reflexionar sobre el perdón posible o necesario, pero no acuden voluntaria y
espontáneamente a una entrevista de orientación psicológica, por lo cual la
implementación de programas facilitadotes debe ser parte de acciones y estrategias de
intervenciones comunitarias.
El tema convoca a la reflexión, aunque por el momento sean más las preguntas,
los interrogantes que se plantean que las respuestas explicativas que se encuentran. El
desafío reside en la necesidad de continuar investigando. Tal vez, como hace ya tiempo
dijera Mahatma Gandhi, perdonar es un atributo de los fuertes, las personalidades
débiles no perdonan.