Military">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Pereyra Campaña Junin Ayacucho

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 120

PUBLICACIONES DE LA COMISION NACIONAL DEL

SESQUICE NTENARIO DE LA INDEPEND ENCIA DEL PERU

HUGO PEREYRA PLASENCIA

La Campaña Libertadora
de Junín y Ayacucho

LIMA - PERU

1975
1
Obra premiada en el Concurso Nacional para estudian-
tes peruanos de Educación Secundaria, de colegios na-
cionales y particulares, convocado por la Comisión Na-
cional del Sesquicentenario de la Independencia del
Perú. sobre el tema: LA CAMPA&A LIBERTADORA DE
jUNIN Y AYACUCHO.
PUBLICACIONES DE LA COMISION NACIONAL DEL
SESQUICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU

HUGO PEREYRA PLASENCIA

La Campaña Libertadora
de Jun~n y Ayacucho

LIMA - PERU

1975
INDICE GENERAL
Págs.

Prólogo ................................. . ...................... • • • • • • • • • • 11


La situación previa ...................................................... . 17
Situación de los realistas ........................................... . 20
"El tiempo de hacer milagros ha llegado" ........................... . 21
Se abre la campaña ..................................... ................ . 30
El tern:,no (Junín) ............................... . ................. . 40
El choque en la "Llanura de los Rayos" ........................... . 43
Consideraciones ......................................................... . 51
La movilización hacia el sur ............................................. . 59
Los aprestos realistas .................................................... . 61
Los aprestos patriotas ................................................... . 63
Ofensiva realista y movimientos de Sucre ....................... . 64
La acción de Corpahuaico .......................................... . 66
El campo de batalla ............................................... . 67
Los sucesos del 8 ........................................................ . 68
La batalla de Ayacucho ............. .' ................................. . 70
Los aprestos en el campo patriota .... .... ......................... . . 73
La batalla ....................................... . ........... . .......... . 78
La Capitulación de Ayacucho .............................. . ....... . 84
Consideraciones ........................................................ . 86

DOCUMENTOS:

!.-Estado de la fuerza que tuvo el Ejército Real del Perú, el día 9


de diciembre de 1824, en Ayacucho ...... . .................... . 97

2.-Relato de la prisión del Virrey La Serna, narrado por el ejecutor


de ella, el sargento Pantaleón Barahona .................. .. . . 99

3.-La Capitulación de Ayacucho ................................... . 105

BIBLIOGRAFIA ..................................... . ..... . .... . 111


En el presente trabajo intentaremos reseñar ordenadamente la
etapa culminante de la gesta emancipadora, comenzando con un es-
bozo de la situación en los primeros meses del año 1824 y una rela-
ción de la admirable actividad de Bolívar en la preparación de la
campaña, para continuar luego con las operaciones de movilización
y, finalmente, las epopeyas de Junín y de Ayacucho, con las cuales
se selló a hierro y fuego, en forma definitiva, la preciosa libertad,
obtenida con bizarría y valor, mediante contínuos esfuerzos y a
costa de grandes sufrimientos.

Relataremos, pues, los sucesos más importantes de aquel pe-


ríodo de convulsiones, procurando darle al contenido una forma
amena pues, a nuestro juicio, más importante que el frío relato de
los sucesos militares es la cálida evocación de los hechos que hagan
sentir, como si fueran presentes, los ideales que inspiraron a los
insurgentes en la lucha por la consolidación de la independencia.

La época en que se desarrollaron estos acontecimientos, es una


de las más hermosas de la Historia de América y de nuestra Patria.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
14

Es la de aquellos días en que las naciones hispanoamericanas se


alinearon en un sólido frente para expulsa,y a los opresores que se
habían enseñoreado en nuestra tierra por cerca de tres siglos.

La magna tarea libertadora tuvo como epílogo una feliz victo-


ria, tan concluyente que hizo exclamar emocionado al Libertador:
"Peruanos: La paz ha sucedido a la guerra, la unión a la discordia,
el orden a [a, anarquía y la dicha al infortunio; pero no olvidéis ja-
más, os ruego, que a los ínclitos vencedores de Ayacucho lo debeis
todo".
La Campaña Libertadora de Junín
y Ayacucho
La situación previa.

A fines del año 1823, nuestra Patria atravesaba por un perío-


do verdaderamente crítico. Los desastres militares sufridos en las
campañas a Intermedios y las continuas luchas internas, habían dis-
minuído notablemente las posibilidades de un triunfo completo so-
bre los realistas. José de la Serna, Virrey encargado del mando a
nombre de la Metrópoli, se hallaba a la cabeza de unos 18,000 hom-
bres, posesionados de la mayor parte del territorio peruano.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata y la República de


Chile gozaban de cierta calma, después de las turbulentas luchas del
período sanmartiniano. En el norte, Bolívar había logrado consoli-
dar la independencia de la Gran Colombia y allí también se disfru-
taba de alguna tranquilidad y sosiego. Pero si el Perú continuaba
aprisionado por las cadenas del absolutismo, jamás se podría hablar
de una independencia total y consumada. La venida del Libertador,
del Norte, se hacía, pues, imprescindible.
18 HUGO PEREYRA PLASENCIA

Bolívar llegó a nuestro suelo en Setiembre del año 23, resuelto a


librar aquí la más importante y definitiva de sus guerras.

El 10 de Setiembre, el Congreso Constituyente, depositó en Bo-


lívar, Presidente de Colombia, la "suprema autoridad militar de todo
el territorio de la República", bajo la denominación honorífica de
Libertador. Este, pese a las restricciones políticas que su investi-
dura le demandaba, aceptó el cargo y, a primeros días de Enero de
1824, entró a Pativilca en donde se estableció, dedicándose a acti-
var la reorganización del ejército. En este pueblo, Bolí~ar cayó en-
fermo, aquejado por intensas fiebres.

El 5 de Febrero, el sargento Dámaso Moyano se sublevó en el


Callao y apresó al general Rudecindo Alvarado, gobernador de la
plaza. Moyano entabló negociaciones con algunos emisarios de Ta-
gle, acordándose la entrega de algún dinero y de salvoconductos
para él y para los otros cabecillas del motín. El gobierno se dispu-
so a realizar en cierta forma lo pactado, pero sucedió lo inesperado:
Moyano, amenazado de muerte, entregó al mando de los castillos al
coronel español José María Casariego, quien estaba en una mazmo-
rra de dichas fortificaciones. El hispano, dueño absoluto de la situa-
ción, ordenó izar el pabellón del Rey el 10 de Febrero.

Cuando llegó a Pativilca la infausta noticia de la rebelión del


Callao, Bolívar comprendió en el acto las graves repercusiones que
podrían sobrevenir. Por ello, comunicó inmediatamente a Martínez,
gobernador de Lima, la orden terminante de evacuar de la capital
vestuarios, armamento y todo lo que pudiese servir al ejército. "Na-
da tiene U. S. que esperar del vecindario graciosamente - le decía-
todo es necesario pedirlo y tomarlo por la fuerza: este medio, a la
verdad, es duro; pero en la actualidad es indispensable" (Febre-
ro 8) (1).

(1) Martínez se negó a cumplir esta orden y se presentó en Pativilca para


solicitar su juzgamiento por la sublevación de los castillos, quedando
exento de toda culpabilidad. Más tarde éste se marcharía a Chile junto
con Raulet, Brandsen y otros.
LA CAMPA1'1A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
19

Entretanto, Canterac, enterado de los sucesos del Callao, dis-


puso que Monet, al mando de una división, bajase desde Jauja hacia
Lima, con la finalidad de secundar a los amotinados. Redil, desde
lea, marchó también hacia la capital, no sin antes enviar por mar
al comandante Isidro Alaix para que se posesionase definitivamente
de los castillos. Las tropas de Redil y las de Monet, confluyeron el
27 de Febrero en Lurín.

El día 10, en Lima, el Congreso en medida desesperada, nom-


bró a Bolívar Dictador del Perú.

El Libertador aceptó el poder absoluto, pese a las repetidas ad-


vertencias en contra de algunos de sus colaboradores.

"Las circunstancias son horribles para nuestra patria: vosotros


lo sabéis -exclamó Bolívar en aquella ocasión- pero no desespe-
réis de la República. Ella está expirando; pero no ha muerto aún".

El 14 de Febrero, los Granaderos de los Andes se sublevaron en


la tablada de Lurín y se dirigieron a los castillos para solidarizarse
con las reclamaciones de sus compañeros. Allí se dieron con la sor-
presa de ver que el pabellón español ondeaba en las gigantescas
torres, circunstancia que dio lugar a que algunos de ellos desistieran
de su propósito inicial.

El día 17, Necochea tomó la jefatura de la capital y 'dio inicio a


Ja evacuación el día 24. Tres días después, este jefe abandonó la
urbe al frente de 400 hombres.

El 29, las tropas realistas ingresaron a la capital en medio de


un fúnebre silencio. En este momento terrible, muchos traicionaron
a la Patria, contándose entre ellos Juan de Berindoaga y el mismo
ex-presidente Tagle. El 6 de Marzo, éste último firmó un lamenta-
ble manifiesto que es el exponente más alto de su traición a la causa
republicana.

En provincias, el teniente coronel Navajas y el comandante Juan


Ezeta, que mandaban un escuadrón de lanceros, se sublevaron el
HUGO PEREYRA PLASENCI!\
20

día 16 en Supe, apresando al coronel Ortega y al gobernador don


Lucas Fonseca. En Abril, el coronel José Caparrós, que mandaba
en Chancay una fuerza considerable, se puso también a órdenes de
los realistas.

Por otro lado, el montonero Huavique sostuvo un encuentro


relativamente desfavorable con un destacamento de Dragones de la
Unión, al mando de don Manuel de la Canal.

- Considerando los jefes realistas que la ocupación de la capital


no era de gran importancia estratégica, Monet empezó el 1? de Mar-
zo a disponerlo todo para el retorno a los acantonamientos de Jauja.
El 18, una de sus columnas partió camino a lea y la otra parte de
su ejército marchó con él por la ruta de la quebrada de San Mateo (2).

Mateo Ramírez quedó al mando del destacamento de Lima. Ro-


dil permaneció en el Callao como jefe de dicha guarnición. De allí
no saldría sino hasta inicios del año 26.

Situación de los realistas.

En los primeros meses de 1824, el Virrey La Serna se encontra-


ba en el Cuzco, tomando las disposiciones necesarias para. iniciar
cuanto antes las acciones sobre Bolívar.

Los realistas disponían de un total de 18,000 hombres, distri-


buídos de la siguiente manera:

(2) Se sabe que la división Monet llevaba a 135 pns1oneros. En las inme-
diaciones del pueblo de San Mateo, se fugaron el capitán Pedro José
Luna y el Mayor Juan Ramón Estomba. Protegieron el plan el mayor
Pedro José Díaz y los oficiales Juan Antonio Prudán y Domingo Millán.
Cuando Monet tuvo conocimiento del hecho, ordenó que se sortease a
dos prisioneros para fusilarlos en compensación por lo sucedido. Pru-
dán y Millán, en un acto de gran heroísmo, declararon haber sido los
protectores de la fuga, dando pruebas que atestiguaban sus palabras.
Al día siguiente, fueron ejecutados estos valientes, no sin antes expre-
sar su deseo de que se vengase el crimen que en ellos se iba a cometer.
LA CAMPA1'!A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 21

4,000 en el Alto Perú, al mando de Olañeta, con las guarnicio-


nes de Santa Cruz de la Sierra y Charcas.
3,000 en Puno y Arcquipa, que constituían el Ejército del Sur,
a órdenes de Valdés .
8,000 en el Ejército del Norte, establecido en Jauja, al mando
del general Canterac.
1,000 en la guarnición del Cuzco, y

2,000 distribuídos en otras guarniciones.

Estas fuerzas mantenían una relativa tranquilidad y estabili-


dad en· sus zonas de dominio. Sin embargo, el orden se vió turba-
do por la rebelión del general Pedro Antonio de Olañeta, quien se
levantó contra el Virrey en los primeros meses de 1824. Este mo-
vimiento determinó que La Serna ordenara a Valdés que se despla-
zara al Alto Perú para tratar de someter a las fuerzas sediciosas.
Así la acción del general rebelde, rompió el equilibrio de fuerzas,
hasta entonces existente, creando una dispersión de efectivos nada
conveniente para la causa del Rey.

Los realistas esperaban avanzar con 12,000 hombres sobre


Trujillo, dejando en la retaguardia a las guarniciones del Alto Perú
y a otras de menor importancia. Este ataque -según Valdés- hu-
biera sido muy provechoso, de haber contado con el apoyo de Ola-
ñeta. Sin esta ayuda, corrían el riesgo de ser sorprendidos por la
retaguardia, dada la facilidad que tenían los insurgentes de movili-
zarse por el mar.

''El tiempo de hacer milagros ha llegado" (Bolívar).

Como antes habíamos referido, el Libertador se estableció en


el norte desde fines del año 23, decidido a organizar un nuevo ejér-
ito suficientemente poderoso como para satisfacer todas sus aspi-
raciones. Esperaba, pues, batir al Virrey dentro de pocos meses.
Su enfermedad, las traiciones y los problemas políticos y adminis-
trativos, frustraron por el momento estos deseos.
22 HUGO PEREYRA PLASENCIA

Cuando aún estaba convaleciente, llegó a visitarlo a su casa de


Pativilca don Joaquín Mosquera, Ministro de Colombia.

"Hallele -dice- sentado en una silleta de baqueta, recosta-


do contra la pared de un pequeño huerto, atada la cabeza con un
pañuelo blanco y sus pantalones de güen, que me dejaban ver sus
dos rodillas puntiagudas, sus piernas descarnadas, su voz hueca y
débil, su semblante cadavérico". Entonces, Mosquera dió inicio al
diálogo, diciendo: "¿Y qué piensa U. hacer ahora?". "Triunfar", fue
la inmortal contestación del Libertador.

Entusiasmado Mosquera por lo interesante de la conversación,


lo interrogó nuevamente: "¿Qué hace U. para triunfar?". Con voz
firme y segura, Bolívar le respondió: "Tengo dadas órdenes para
levantar una fuerte caballería en el departamento de Trujillo; he
mandado fabricar herraduras, en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo;
he ordenado que se tomen para el servicio militar todos los caba-
11os buenos del país; y he embargado todos los alfalfares para man-
tenerlos gordos. Luego que recupere mis fuerzas, me iré a Trujillo.
Si los españoles bajan de la cordillera a buscarme, infaliblemente
los derroto con la caba11ería. Si no bajan, dentro de tres meses ten-
dré una fuerza para atacar; subiré la cordillera y derrotaré a los
españoles que están en Jauja" (3).

El 9 de Enero, Bolívar renunció por quinta vez a la presiden-


cia de Colombia, a fin de poder concentrar sus esfuerzos en la pre-
paración de la campaña. ·

Por decreto del 26 de Enero, dispuso levas y reclutamientos en


las regiones que actualmente constituyen los departamentos de Ca-
jamarca, Amazonas, San Martín, Piura, Tumbes, La Libertad, Lam-
bayeque y Huánuco. En algunos lugares, se ordenó que se recluta-
ran a todos los individuos aptos para el servicio, "desde la edad
de doce años hasta la de cuarenta". En el mes de Febrero, el Liber-
tador expidió un segundo decreto, en el cual se indicó el número

(3) Mariano Felipe Paz Soldán. Historia del Perú Independiente. Tomo pri-
mero (Segundo Periodo) Cap. XVIII. Pág. 247.
LA CAMPA1'1A LIBERTADORA DE JUNIN. Y AYACUCHO
23

de hombres que debía proporcionar cada región. Así, a Trujillo le


correspondió 300 reclutas; a Lambayeque, 876; a Piura, 1,104; a Ca-
jamarca y Chota, 1,560; a Huamachuco, 960; a Pataz, 324; y a Cha-
chapoyas 624. En total unos 5,500 hombres, muchos de los cuales
pasaron a formar parte de los batallones colombianos (4).

Con la intención de acostumbrar a los soldados a marchas fati-


gosas y a los abruptos caminos de la sierra, Bolívar dispuso que se
hicieran caminatas de diez leguas diarias. El 9 de Febrero, "hizo fu-
silar en Churín al soldado Manuel Aguirre por haber abandonado
la~ filas". "A los ladrones del camino se les hacía rezar un credo y
se les pegaba cuatro tiros. El desertor tenía que ser reemplazado
por su hermano, primo o deudo, y por falta de parientes, por dos
de su pueblo. El vestido y el armamento del desertor los pagaba la
familia o el vecindario, a prorrata fijada por el juez del lugar" (5).

Por aquellos días, el Libertador le escribió a La Mar: " ... pero


necesitamos, querido general, hacernos sordos al clamor de todo
el mundo; porque la guerra se alimenta del despotismo, y no se
hace por el amor de Dios, no ahorre Ud. nada por hacer, despliegue
Ud. su carácter terrible, inexorable. Discipline Ud. la fuerza de su
mando, así de caballería como de infantería". "... cada pueblo,
cada hombre sirve para alguna cosa: pongamos todo en acción para
defender a este Perú hasta con los dientes. En fín, que una paja no
quede inútil en toda la extensión del territorio libre" (6).

En Trujillo, Bolívar se dedicó a extraer todo lo que pudiese ser-


vir al ejército. Las iglesias fueron saquadas, dejándose ·sólo lo fun-
damental para la celebración del culto. Todos los cueros, bayetas,
metales, ropa, grano y demás víveres fueron tomados manu mili-
tari, dejándo a muchos en la miseria. Se realizaron allanamientos
' nocturnos, a fín de sorprender a los habitantes mientras dormían,
para impedirles que ocultasen sus bienes.

(4) Rubén Vargas Ugarte. Historia General del Perú. Tomo VI. Cap. XII.
Pág. 333.
(5) Nemesio Vargas. Historia del Perú Independiente. Tomo II. Cap. XXIV.
Pág. 193.
(6) Vicente Lecuna. Cartas del Libertador. Volumen I. Pág. 911 y s.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
24

La vestimenta del ejército era por entonces muy deficiente.·


Cierta vez, Sucre, hablando de una revista efectuada al batallón
Voltíjeros, le escribió al secretario del Libertador: "Se ha encontra-
do a Voltíjeros su vestuario muy deteriorado; las casacas apenas
resistirán dos meses a lo sumo; no tienen más que una camisa y
mal, por plaza; la ropa blanca está tan destruída que los coman-
dantes la dieron de baja en el último estado y, en fín, necesitan de
ser reparados de todo. La recluta que se hace está completa, pero
absolutamente desnuda. Faltan también ollas de rancho, hachuelas,
baquetones, subemuelles y hachas y cuchillos para las compañías.
Lo mismo que Voltíjeros está Pichincha y debe estar Vencedor" (7).

Se sabe que Bolívar tenía una marcada preferencia hacia sus


colombianos y no justipreciaba debidamente a los peruanos. Así lo
demuestran sus cartas y disposiciones. Ello dió lugar a diferencias
de trato, que originaron algunos altercados, como el que hubo entre
los Coraceros del Perú y los Húsares de Colombia, en Diciembre del
año 23. Los juicios que emitía Bolívar respecto a los peruanos, no
siempre eran los adecuados. Aunque ello no es justificable se puede,
en cambio, buscar una explicación en el hecho de que sus labores
eran sumamente recargadas y muy grandes sus responsabilidades,
lo cual daba lugar a que el menor incidente le produjera un arreba-
to de ira, que muchas veces desahogaba por escrito.

Pero en lo que sí demostró gran injusticia, fue en el trato que


dió a nuestros jinetes. El 22 de Diciembre de 1823, desde Trujillo,
Bolívar le dijo a Sucre que "había allí un regimiento de caballería
peruana muy hermoso, que tenía mil caballos magníficos". Pocas
semanas más tarde, su juicio respecto a la caballería peruana cam-
bió radicalmente al decirle a O'Leary: "La caballería colombiana es
invencible. La realista buena, aunque inferior a la de Colombia y
Buenos Aires. La peruana inferior a la realista". Bolívar cometió
la arbitrariedad de incorporar aquellos mil caballos de los perua-
nos a los escuadrones colombianos, asignando a los jinetes de nues-
tro país algunos cientos de caballos costeños, ridículos por su es-
tatura y casi inservibles para los parajes serranos. Lejos estaría

(7) Rubén Vargas Ugarte, Ob. cit. Cap. XII. Pág. 327.

LA CAMPA&A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 25

de imaginarse Bolívar que esta mal montada caballería peruana se-


ría el factor determinan te de la victoria de Junín.

Bolívar elevó los derechos de aduana y de las mercadería s. Re-


primió duramente el contraband o. Los sueldos sin servicios fueron
reducidos a la mitad. Organizó las rentas y mejoró notableme nte la
extracción del oro y la plata. Organizó, asimismo, la Corte Suprema
de Trujillo y la Contaduría Mayor .Provisiona l. Elevó a Cangallo
al rango de ciudad y exoneró de gravámene s por diez años a los
pueblos quemados por los realistas. José Faustino Sánchez Ca-
rrión, fue puesto a la cabeza de la Secretaría General, que era un
organismo que agrupaba a los tres ministerio s de aquella época.

Desde los primeros meses de 1824, el Libertador procuró ob-


tener los fondos necesarios para la manutenci ón del ejército. El
18 de Febrero, se decretó una contribuci ón general de los pueblos
de la intendenci a de Trujillo, con la finalidad de reunir 300,000
pesos para la caja militar, y cien mil pesos mensuales para los otros
gastos del ejército. Indudablem ente, la Iglesia fue la más afectada
en este aspecto.

"Las sumas que se recabaron no fueron pequeñas. Unos cuan-


tos datos bastarán a demostrarl o. De la provincia de Chota extra-
jo el coronel José María Egúsquiza , 3,200 marcos de plata, 73 onzas
de oro, 3 onzas de perlas y algunos diamantes. Regulando cada
marco a 8 pesos, ]a plata sola produjo 25,600 pesos y si a ello se
añade el valor del oro y de las piedras, la suma total pasaba de
30,000. De una sola iglesia de Trujillo se sacó en plata labrad~ y oro
20,000 pesos. De las iglesias de Piura: la Matriz, el Carmen, la Mer-
ced y Belén, en tres requisas sucesivas, se sacó cuanto había de
algún valor y sólo la plata produjo más de 22,000 pesos, sin contar
los castellanos de oro y la pedrería. En la razón que el gobernado r
Checa envió a Trujillo el 28 de Febrero de 1824, se anotaron las
cantidades que suministra ron las iglesias de la provincia hasta aque-
la fecha y sólo Catacaos <lió 277 marcos, Sechura, 116; y Colán, 306.
A los curas de esta jurisdicció n se impusieron varios cupos: en
1823 los curas de Catacaos, Huancabam ba, Ayabaca y Piura tuvie-
ron que contribuir con 500 ·pesos cada uno y el de Chalaco con 300.
En 1824 los curas de Piura erogaron 5,775 pesos. Por todo lo dicho
26 HUGO PEREYRA PLASENCIA

puede asegurarse que la contribución de las iglesias de este depar-


tamento pasó de 100,000 pesos, suma muy elevada para aquel en-
tonces.

De Trujillo podemos decir otro tanto, pues de sólo la ciudad se


obtuvo en plata labrada más de 50,000 pesos. En la costa de la pro-
vincia de Huaylas y en el Callejón, no obstante ser estas iglesias
más pobres que las de Trujillo, Cajamarca o Piura, se sacó también
mucha plata, de modo que resumiendo Bolívar a grandes rasgos, lo
colectado, decía a Sucre el 9 de Abril: "Lara está en Huamachuco,
' disponiéndolo todo y sacando dinero: 30,000 pesos Huamachuco y
20,000 Pataz. Esto (Trujillo) ha dado 60,000 pesos; Cajamarca dará
50,000; otro tanto Lambayeque y Piura, 20,000; las iglesias, 300 mil
pesos" (8).

A principios de Marzo, Bolívar declaró a Trujillo capital pro-


visional de la República, estableciéndose allí por algún tiempo. El
11 de Abril salió al interior para inspeccionar personalmente los
trabajos de equipamiento y el entrenamiento de las tropas. En es-
tos días, estableció su cuartel general en Huaraz.

Durante Mayo y Junio, Bolívar visitó al general Lara, llegado


recientemente de Colombia y quien se hallaba establecido en Hua-
machuco. El Libertador estuvo también en Cajatambo, donde se
encontraba acantonado el Ejército del Perú, al mando de La Mar.

El Libertador solicitó repetidas veces ayuda a Chile, pero casi


sin resultados. Sólo se incorporaron al ejército unos 300 soldados
de aquel país, al mando del coronel Aldunate, que llegaron a bordo
de La Minerva. Asimismo, Buenos Aires se negó a enviar buques.
para combatir a la renaciente escuadra realista. Sólo Colombia res-
pondió al llamado de su Libertador. El 11 de Mayo, el Congreso
de dicho país autorizó al poder ejecutivo para que auxiliara al Perú.
Así, el 22 de Mayo, el coronel Figueredo arribó a Huanchaco y
cinco días después hacía lo mismo Córdova en Pacasmayo. Con es-

(8) Rubén Vargas Ugarte. Ob. cit. Cap. XII. Pág. 329.
LA CAMPAr<:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 27

tos contingentes se formó una división, que fue puesta a órdenes


de éste último (9).

El 3 de Julio, arribó el batallón Zulia, a órdenes del coronel


Castro, con 933 hombres, 37 dragones de Venezuela y una columna
procedente de Pasto. Se incorporaron al ejército el 3 de Agosto, en
Jauja.

Bolívar organizó un verdadero serv1c10 de aprovisionamiento


para el ejército. Se ordenaron aportes colectivos por regiones:

Lambayeque y Piura: calzado para los soldados.


Huamachuco: vestidos y monturas.
Trujillo: jabones, aceite, lienzos y tocuyos para las camisas.
Cajamarca: cordellate y bayetas para los pantalones.
Chota, Jaén y Chachapoyas: lana y cueros (10).

El Libertador dirigió asimismo, la creación de talleres de car-


pintería, talabartería, herrería, tintorería, etc.

"La presentación de las tropas era magnífica: las telas para los
abigarrados uniformes que se usaban en estos tiempos, se habían
conseguido en el país y se llegó, según escribe Sucre al Libertador
desde Yungay, a transformar las bayetas y castillas, por un proce-
dimiento especial, en telas unidas que tenían la consistencia y as-
pecto del mejor paño; los morriones confeccionados en Trujillo
bajo la vigilancia de Bolívar, que puso en esa ciudad contribucio-
nes en trabajo a los habitantes, tenían igualmente la mejor presen-
tación; fornituras y correaje, se tenía en depósito con exceso. Las

(9) En Marzo y Mayo del año anterior, llegaron al Perú unos 4,500 hombres,
distribuídos en los batallones Boyacá, Voltígeros, Pichincha, Rifles y
Bogotá y en tres escuadrones de caballería. En Diciembre de dicho año,
desembarcó el coronel O'Connor en Supe, al frente de 362 hombres del
batallón Istmo.
(10) Jorge Basadre. Historia de la República del Perú. Tomo I. Pág. 88.
28 HUGO PEREYRA PLASENCIA

armas traídas de Colombia, en su mayor parte inglesas, eran per-


(ectas, así como las que el Libertador encontró al servicio de los
cuerpos peruanos y de las tropas que trajo San Martín; se procedió
a su reparación y a la fabricación de cartuchos" (11).

Bolívar, como los grandes caudillos de la Humanidad, se preo-


cupó en los detalles más insignificantes en las labores de equipa-
miento. En una carta a La Mar, con fecha 7 de Mayo, en Huamachu-
co, dió el siguiente modelo para las herraduras: "primero, para las
herraduras españolas debe tener fuera de la cabeza dos pulgadas
por lo menos clavando en la herradura; la cabeza debe ser muy fuerte
para que sufra en este lugar de la herradura todo el uso exterior
que, como más elevada, debe chocar más con las piedras y el te-
rreno; segundo, para las herraduras inglesas debe tener el clavo dos
pulgadas, pero más fino en todo, para que quede embutida la
mayor parte de la cabeza adentro de la herradura, en un pequeño
canal que tiene esta herradura; debe ser de hierro dulce de Vis-
caya, y para experimentarlo deben torcerlo y doblarlo, pues si se
quiebra no vale nada" (12).

Daniel Florencio O'Leary, en su obra Junín y Ayacucho, narra


uno de estos interesantísimos pasajes de su gran actividad como
organizador:

"Parecían increíbles los arbitrios de que se valía para suplir


la falta de materiales que se necesitaban en la construcción de al-
gunos objetos; para hacer las cantinas, por ejemplo, hizo recoger
todos los artículos de hoja de lata y las jaulas de alambre en mu-
chas leguas a la redonda. Faltaba el estaño para soldarlas; pero
aconteció que un día, al levantarse de su asiento, se rasgó el panta-
lón con un clavo, examinolo al instante y resultó ser del metal de
que había menester. Demás está decir que al día siguiente no que-
dó en ninguna casa de Trujillo, ni en las iglesias, una sola silla con
clavos de estaño.

(11) Carlos Dellepiane. Historia Militar del Perú. Tomo I. Cap. X. Pág. 198 y s.
(12) Vicente Lecuna. Ob. cit. Volumen l. Pág. 965.
LA CAMPA1"A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
29

El mismo enseñaba a hacer las herraduras y los clavos y cómo


se debían mezclar las diferentes clases de hierro. Daba el molde
para el corte de las chaquetas, a fin de economizar tela y daba ins-
trucciones para teñirlas" (13).

Mientras todo ésto ocurría, Sucre visitó tres veces consecuti-


vas los territorios en que se iban a efectuar las operaciones. Levan-
tó planos y croquis, estableciendo también las posibilidades del te-
rreno en cuanto a forrajes, leña, víveres, etc.

La actuación de los montoneros fue de gran importancia. Su


jefe, el coronel Francisco de Paula Otero, había permanecido desde
el 23 de Noviembre del año anterior, reconociendo la zona y efec-
tuando labores de espionaje. Es necesario mencionar también a los
coroneles Vidal y Guzmán, en Yauli; al Coronel Ninavilca, en Hua-
rochirí; al Mayor Suárez, en Canta; y al comandante Fresco, en
Reyes. Fray Bruno Terreros y Huavique actuaban en la costa sur
de Lima, y después lo hicieron en Yauli.

O'Connor y el coronel de ingenieros Clemente Althaus (ale-


mán), se dedicaron también a labores de reconocimiento.

A mediados de Abril, ya se tenía noticias del inicio de la insubor-


dinación de Olañeta en el Alto Perú. Estos hechos movieron al Li-
bertador a convocar una junta de guerra en su alojamiento de Hua-
machuco. Allí, muchos jefes planteron la posibilidad de abrir cam-
paña por la costa para tomar los castillos del Callao e iniciar la
ofensiva por el centro. Bolívar rechazó este plan, alegando que la
ocupación de la costa del centro no traería ninguna ventaja, por-
que la toma de los castillos sería muy costosa. Por lo demás, los
colombianos ya estaban adaptados a marchar por la sierra. Se acor-
dó así, efectuar un ataque directo hacia el Cerro de Paseo y batir
al agrupamiento más cercano, que no podría ser socorrido en razón
de las luchas internas surgidas entre los virreinales. Sucre no es-
tuvo presente en la reunión, pero a su llegada, dos días después,
aceptó el plan de operaciones que se había preparado.

(13) Daniel Florencio O'Leary. Junín y Ayacucho. Pág. 113.


30 HUGO PEREYRA PLASENCIA

Poco antes de iniciarse la marcha al Cerro de Paseo, los jefes


del ejército insurgente eran los siguientes:

Sucre era el segundo de Bolívar y General en Jefe, en su au-


sencia. Lara y Córdova se hallaban al mando de las dos divisiones
colombianas. La Mar estaba a cargo de la división peruana. Era
jefe del estado mayor de las tropas colombianas, el irlandés O'Con-
nor y de las peruanas, el general Santa Cruz. Aldunate fue nombrado
jefe del estado mayor general y Gamarra Jefe de itinerario, por
sus conocimientos del terreno. Miller dirigía la caballería peruana,
Carvajal la colombiana y Bruix la argentina. El mando general de
la caballería la tuvo Necochea. Trinidad Morán, que estaba de co-
mandante general de Piura, fue llamado a tomar el mando del ba-
tallón Vargas.

En los últimos días de Mayo, el ejército patriota estaba acan-


tonado en dos grandes agrupamientos:

-El agrupamiento norte, en la región de Cajamarca-Huama-


chuco, estaba constituído por la división de La Mar. Se encontraban
aquí los batallones Legión, N'=' 1, N'=' 2, N'=' 3; las seis piezas de arti-
llería y el regimiento de Húsares del Perú.

-El agrupamiento sur, situado a lo largo del Callejón de Huay-


las hasta Cajatambo, estaba formado por las divisiones colombianas,
al mando de los generlaes Lara y Córdova. La distribución de estos
cuerpos era la siguiente: en Huaylas, el batallón Vencedor; en Caraz,
el Rifles; en Aquia, el batallón Vargas; en Chiquián, el Voltíjeros y
el Pichincha; en Huari, el batallón Bogotá; en Caraz, los Húsares
de Colombia y los Granaderos de los Andes; en Yungay, los Grana-
deros de Colombia.

Se abre la campaña.

En los meses de Junio y Julio, el Ejército Libertador inició la


marcha hacia el Cerro de Paseo, de la manera que sigue:

"La División Peruana marchó por Huaylas y Huaraz, atravesan-


LA CAMPAl-l'A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
31
do la cordillera por Chavín de Huantar, para dirigirse por Lauri-
cocha a la región ya mencionada (Cerro de Paseo).

Los batallones colombianos se dirigieron sobre Caina: Vencedor


y Rifles, por Chavín, Huallanca y Baños; Pichincha, Voltíjeros y
Vargas, por la provincia de Cajatambo. De Caina continuaron sobre
Tupac, Yacán, Chango, Chacayán, Vilcabamba, Yanahuanca en el
valle de Huácar, que alcanzaron entre el 14 y 16 de Julio de 1824,
para continuar la marcha, ya reunidos, hacia el Cerro de Paseo.

El Batallón Bogotá, con el escuadrón irregular Lanceros de la


Victoria, enviado a Huari desde el 4 de Febrero por orden de Bolí-
var, se dirigió de este lugar hacia Huánuc9 para de ahí remontar
el valle de este nombre y seguir por Huácar el itinerario de los
demás batallones.

Toda la caballería patriota marchó por el Callejón de Huaylas


hasta Pachacoto, para continuar en seguida por el itinerario de los
batallones Voltíjeros y Pichincha.

Finalmente, el batallón Caracas, desembarcado en Santa a fines


de Junio, se encaminó por H'.uaylas, Huaraz, Chavín para reunirse
al ejército patriota" (14).

Durante las primeras semanas, el cruce de la cordillera se reali-


zó casi sin inconvenientes. Los habitantes de los pueblos de la re-
gión se comportaron muy generosamente. En la segunda etapa de
la marcha, el camino se tornó más áspero. Comenzaron a hacerse
frecuentes los estrechos pasos y los azotes del clima, extremada-
mente frío. Para evitar los extravíos durante las caminatas, los
cuerpos se enlazaban por medio de toques de corneta, que eran
contestados por un "¡siguiendo vamos!" o por un disparo.

"Bolívar, a caballo y enfermo, emprendía una vez más el paso


de la cordillera. Durante esta marcha le escribió a Santander: "En
medio de los Andes, respirando un aire mefítico que llaman soro-
..., .

(14) Carlos Dellepiane. Ob. cit. Cap. X. Pág. 204.


HUGO PEREYRA PLASENCIA
32
e.he y sobre las nieves y al lado de las vicuñas, escribo a usted esta
carta que deberá estar helada, si un cóndor no se la lleva y la hace
calentar al sol" (15).

Después de nombrar a 'Miller jefe de los montoneros de la re-


gión, el Libertador salió de Huaraz con su E. M. en dirección a
Huánuco. Allí se estableció desde el día 24 para esperar la llega-
da de las tropas.

Mientras los patriotas se aproximaban al sur, Otero y Miller


reconocían intensamente las pampas de Bombón y de Junín. Por
aquellos días, este último ocupó Reyes, en donde asumió el mando
de 1,500 montoneros de caballería y de infantería. Miller narra en
sus memorias, el episodio de la singular revista que tuvo efecto
en aquella modesta población andina:

"Unos estaban montados en mulas, otros en caballos, algunos


llevaban gorros de piel de oso, otros cascos, otros morriones, y
muchos tenían sombreros gachos de lana de vicuña; algunos tenían
plumas, pero la mayor parte no llevaba plumaje. Sus trajes no eran
menos variados; chaquetas de húsar, casacas de infantería y pellizas
encarnadas, quitadas a los realistas muertos, estaban entremezcla-
dos con los uniformes patriotas. A esto deben añadirse pantalones
de mameluco, otros ajustados, con campana y cuchillos corridos
de piel, calzones cortos, sandalias, y sin zapatos, pero todos esta-
ban uniformados de alguna prenda. Cada individuo tenía un pon-
cho, que llevaba en forma usual o liado alrededor de la cintura en
forma de faja, o colgado fantásticamente sobre el hombro; tampo-
co había ninguno que dejase de llevar su lazo. Sus armas tenían la
misma diversidad; fusiles, carabinas, pistolas, espadas, bayonetas,
sables, grandes cuchillos y lanzas o picas eran las armas con que
el azar había armado ya a uno, ya a otro de ellos, pero los cuales
manejaban en el combate con terrible efecto. El comandante de ellos,
el capitán ( ... ) que había sido nombrado en consideración a sus
particulares hazañas, iba armado con una pistola, una carabina y
una larga espada recta, que había quitado a un coronel español, a

(15) Emil Ludwig. Obras Completas. Bolívar. Tomo IV. Pág. 242.
LA CAMPA/s'A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
33

quien mató en combate singular, y llevaban una chaqueta de un


trompeta, llena de arrumacos, y un poncho semejante al de los ofi-
ciales. Cuando Miller se les acercó, se adelantó el capitán a reci-
birle, y le saludó marcialmente con su toledana. Miller entonces,
contestó cortésmente y pasó a caballo por frente a la línea, y des-
pués de haber sobrepasado la última hilera, le sorprendió el zum-
bido de las balas de la salva que hicieron todos los que tenían ar-
mas de fuego; los cuales, no teniendo cartuchos sin bala, no escru-
pulizaron en disparar con ellas para hacer su saludo" (16).

Concluída la revista, Miller salió de Reyes para inspeccionar


los pueblos aledaños. En estas contínuas andanzas, el inglés diri-
gió el 21 de Julio, una carta a su amigo Thomas, en uno de cuyos
párrafos se lee:

"Los nativos de por aquí son decididos patriotas. Aquellos


que viven en medio del enemigo son aún más entusiastas por la
causa" (17).

En los primeros días de Julio, Bolívar dispuso la movilización


de las tropas hacia el Cerro de Paseo, antiguo asiento minero que,
en aquel entonces, aún formaba parte de la provincia de Tarma. A
fines de dicho mes, los cuerpos fueron arribando al Cerro en dos
grandes grupos: uno por la vía de Huariaca y el otro en dirección
a Rancas, por una quebrada situada entre Cayna y Yanahuanca.

El 1? de Agosto, la concentración concluyó, estableciéndose el


ejército en la zona de Quillacocha, Rancas y Sacramento, lugar
cerca del cual Juan Antonio Alvarez de Arenales derrotó al briga-
dier O'Reilly, el 6 de Diciembre de 1820.

En este mismo día, el Libertador pasó revista a sus colombia-


nos y, a la mañana siguiente, al ejército en pleno que, reunido en

(16) Fragmento encontrado en la revista N? 17 del Centro de Estudios His-


tórico-Militares. Acción de los Guerrilleros Peruanos en la Campaña de
1824. Pág. 12.
(17) Virgilio Roe!. Los Libertadores. Pág. 286.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
34

la pampa del Sacramento, presentaba un aspecto impresionante.


El ejército habíase formado "extendiendo su línea de batalla de
Nor-Este a Sur-Oeste, cerca de la hacienda de la Sacra Familia a la
de' Concepción" (18). Aquellos soldados de la libertad, como se los
llamaba en aquellos días, eran hombres provenientes de la mayor
parte de la América Hispana: había desde panameños hasta hijos
de Chile, procedentes de los dos extremos de las tierras en las que,
tanto San Martín como Bolívar, habían dejado sentir su influencia.

La división de vanguardia, al mando de José María Córdova,


se situó a la derecha de la línea. Esta se hallaba constituida de la
siguiente manera:

Infantería: Batallones Caracas, Pichincha, Voltíjeros (19) y


Bogotá.

Caballería: Granaderos de Colombia (2 escuadrones),


Granaderos de los Andes (1 escuadrón),
Húsares del Perú (1 escuadrón).

La división peruana, dirigida por el Mariscal La Mar, se colocó


al centro. Hallábase constituida del siguiente modo:

Infantería: Batallones Legión Peruana de .la Guardia, N'? 1,


N'? 2 y N'? 3.

Caballería: Húsares del Perú (2 escuadrones).

Artillería: Seis piezas con su debida dotación.

La primera división colombiana, comandada por el General Ja-


cinto Lara, se colocó a la izquierda de la formación. Estaba inte-
grada en la siguiente forma:

(18) Manuel Antonio López. Recuerdos Históricos. Pág. 170.


(19) Ex batallón Numancia, pasado a las filas patriotas en Diciembre de
1820, durante la estancia de San Martín en Huaura.
LA CAMPAl'l'A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
35

Infantería: Batallones Rifles, Vencedor y Vargas.

Caballería: Húsares de Colombia (3 escuadrones) (20).

Manuel Antonio López, testigo presencial de los hechos, narra


la escena de la revista con brillantez.

"El Libertador se presentó acompañado de los generales Su-


cre, La Mar, Santa Cruz y Gamarra, y fue recibido con vivas y
demostraciones de júbilo y entusiasmo. El sol de la mañana era
templado: las encumbradas crestas de los Andes cubiertas de nieve
perpétua desprendían rayos luminosos de colores varios e indefi-
nidos como los del iris, que se reflejaban sobre las armas de los
soldados, dándoles el aspecto ideal de legiones osiánicas; las ban-
das y las músicas hicieron vibrar el aire con sus marciales ecos in-
flamando el pecho de aquellos soldados de la libertad".

La Mar y Sucre solicitaron al Libertador el permiso para po-


nerse al frente de sus tropas. Bolívar recorrió el ejército en me-
dio de la algarabía y el júbilo reinante. Terminada la inspección,
los cuerpos se plegaron en columna cerrada (21). -

(20) Infantería colombiana: 4111 plazas


Caballería colombiana: 615 plazas
Caballería argentina: 85 plazas

TOTAL: 4811 plazas

Infantería peruana: 2890 plazas


Caballería peruana: 350 plazas

TOTAL: 3240 plazas

Total General: 8051 soldados de línea.

Estos datos, consignados por nuestro prócer Cortegana, figuran en la


obra de José Manuel Valega, La Gesta Emancipadora del Perú. Tomo 6.
Pág. 69.

(21) Manuel Antonio López. Recuerdos Históricos. Pag. 170 y s.


HUGO PEREYRA PLASENCIA
36

El genial caraqueño se colocó entonces al centro de sus bra-


yos y lanzó su inmortal proclama que es, quizás, la más bella y sin
duda la más conocida de las que pronunció en nuestro suelo:

"¡Soldados, vais a completar la obra más grande que el cielo


ha encargado a los hombres: la de salvar a un mundo entero de
la esclavitud!

"¡Soldados, los enemigos que debéis destruir se jactan de


catorce años de triunfos; ellos, pues, serán dignos de medir sus
armas con las vuestras, que han brillado en mil combates!

"¡Soldados, el Perú y la América toda aguarda de vosotros la


paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con
encanto, porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del
Universo. ¿La burlaréis? No, no, no. Vosotros sois invencibles!"
(22).

Cuando el Libertador hubo acabado de pronunciar aquellas


hermosas palabras, se le acercaron los generales y jefes para in-
formarle acerca de la revista y para solicitar su opinión al respecto.
Este les respondió: ·

"Contando con los vencedores de Boyacá, Carabobo, Bombo-


ná y Pichincha, y aún más, con el brillante ejército peruano y sus
aliados, con sus valientes generales y jefes, ya no es posible que

(22) Nos hemos ajustado é:'. la versión de la proclama redactada por Bo-
lívar el 29 de julio en Paseo, la cual aparece consignada en la Histo-
ria General del Perú de Rµbén Vargas Ugarte, Tomo VI, pág. 337. Es-
ta misma versión aparece en un antiguo impreso que se reproduce en
la contratapa del libro Documentos Inéditos sobre la Campaña de la
Independencia del Perú. Algunos historiadores presentan otras versio-
nes de esta proclama, que difieren en la forma, más no en lo sustan-
cial. Así, por ejemplo, la versión presentada por nosotros dice" ... vais
a completar la obra más grande que el cielo ha encargado a los hom-
bres: la de salvar a un mundo entero de la esclavitud". Otra versión,
dice. " ... vais a completar la obra más grande que el cielo ha podido
encargar a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud".
LA CAMPA!'.A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 37

vacile en presentar una batalla. Aunque contáramos con menor


fuerza, estoy seguro de que alcanzaríamos la victoria, porque un
soldado republicano que tiene conciencia de su libertad, vale por
dento de los que gimen bajo la servidumbre. No está lejos el cam-
po que la mano del destino tiene señalado a los hijos de la gloria
para batir el orgullo de los vencedores de catorce años" (23).

Bolívar retornó al Cerro de Paseo, acompañado por sus gene-


rales y por su Estado Mayor General. El ejército se acuarteló nue-
vamente con la finalidad de prepararse para la agotadora mar-
c.:ha que se avecinaba. Los cansados fueron retirados y destinados
a otros lugares; se repartió asimismo, municiones a la tropa.

Estando -dice López- algunos oficiales reunidos junto a


la casa que ocupaba el Libertador en Paseo, escucharon a un pelo-
tón de soldados decir: "¿No hemos vencido a los español~s en mu-
chas ocasiones? Pues bien, aquí también serán vencidos, o debe-
mos morir antes que mostrarles las espaldas".

Tal era el estado anímico de las tropas.

Como habíamos referido antes, Miller se hallaba por aquellos


días al mando de los montoneros peruanos. El día 3, en la región
de Yauli, este jefe recibió 700 nuevos jinetes, tras lo cual ocupó
al día siguiente la Oroya. Desde allí notificó a Bolívar valiosísi-
mas informaciones que le advertían del avance de Canterac por
la ruta Este del lago de Reyes. El Libertador pudo así elaborar
su plan de ataque, que consistía en seguir la dirección opuesta
a la de los realistas, es decir, por la orilla occidental de dicho
lago. Con este movimiento estaría facultado para sorprender a los
virreinales y cortarles la retirada, forzándolos a presentar bata-
lla. Otras ventajas de tomar esta ruta -dice Dellepiane- consis-
tía en poder aprovechar las trabas que presentaba el vadeo del
río Mantaro, que los protegería de un inesperado abordamiento
del enemigo. Además, "se avanzaba en la dirección más favorable
para la ofensiva, penetrando entre el ejército de Canterac y la

(23) Manuel Antonio López. Recuerdos Históricos. Pág 172.


38 HUGO PEREYRA PLASENCIA

dirección general de Lima, con lo que se separaba, en cierta me-


dida, a los agrupamie ntos reaHstas de Jauja y de los castillos del
Callao cortándole s sus comunicac iones; por último, esta dirección
daba mayor espacio a los libertadore s para envolver al advesrario ,
interponié ndose entre él y Jauja y pudiendo recobrar su frente nor-
mal, en todo caso, previo un desplazam iento lateral hacia la .costa.
El único inconvenie nte que se presentaba al tomar este camino era
que había que recorrer más distancia para llegar al mismo punto"
(24).

Entretanto , Canterac había dispuesto el abandono de sus acan-


tonamiento s de Jauja, a fines de Julio, habiendo concentrad o su
ejército el 1? de agosto, dos leguas al norte de dicho valle.

García Camba nos dice en sus Memorias que, tan confiado


estaba Canterac de poder aplastar a los patriotas en pocos días,
que no se preocupó de evacuar de Jauja los hospitales, almacenes
y repuestos de su ejército, que se había reunido allí en tres
años de ocupación.

En el pueblo de Tárma, los realistas hicieron reclutamie ntos


forzosos entre los ·jóvenes aptos para portar armas, por lo que se
hicieron odiosos en la región. Los moradores de los pueblos ve-
cinos, temerosos de nuevos vejámenes , huían a los cerros aleda-
ños cuando se tenía noticias de algún avance colonial.

El llamado Ejército del Norte hallábase constituido del si-


guiente modo:

-Una división de Infantería, al mando del General Rafael


Maroto, con los batallones l? del Infante, l? del Imperial,
Burgos y Cantabria.

-La división (también de infantería) , comandad a por el Ge-


neral Juan Antonio Monet, con los batallones Castro, Vic-
toria, Guías, Centro y 2? del Primer Regimient o.

(24) Carlos Dellepiane. Historia Militar del Perú. Cap. X. Pág 208.
LA CAMPARA LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
39
-La división de Caballería, al mando del brigadier Ramón
Gómez de Bedoya, integrada por un escuadrón de Húsares
de Fernando VII, otro de Dragones del Perú y cuatro de
Dragones de la Unión (25).

El primitivo plan de Canterac consistía en batir por partes


al ejército patriota, dado que en el campo realista no se había
tenido hasta entonces noticias de la gran concentración de fuer-
zas efectuada un poco más al norte.

El mismo día en que Miller mandaba las antedichas informa-


ciones al Libertador, éste se ponía en marcha, avanzando hacia
Cochamarca, pueblo en el que sus tropas acamparon y · pasaron
la noche. Al día siguiente, reiniciaron la caminata, esta vez en
dirección a la hacienda el Diezmo.

Mientras esto sucedía en el sector insurgente, Canterac había


avanzado por la ruta de Tilarnioc y Reyes, al pueblecit<;> de Car-
rhuamayo, a donde llegaron a las 10 de la mañana del 5 de agosto.
Aquí Monet y Maroto recibieron órdenes de acampar con la in-
fantería, mientras el mismo Canterac, a la cabeza de los jinetes,
avanzó hacia el Cerro de Paseo, en donde se dio con la desalen-
tadora sorpresa de que el ejército patriota marchaba en dirección
a Jauja por el lado opuesto y paralelo al que ellos llevaban. El
general español optó por regresar desesperadamente sobre sus pa-
sos, arribando a Carhuamayo en la noche. El indefenso pueblo
fue incendiado por los sanguinarios godos, quedando sólo seis
casas en pie. El 6 de agosto, muy temprano en la madrugada, el
ejército entero se movilizó hacia Reyes.

El día anterior a estos sucesos, el ejército patriota tomó la


dirección de Carhuacayán, rumbo a Conocancha. Bolívar dispuso
que Sucre marchase con la infantería por las alturas, mientras él
avanzaba con los. jinetes por el llano. En Rumichaca, el Liber-

(25) El número de infantes ascendía a unos 7,000 hombres muy bien equi-
pados, mientras que la caballería tenía 1,300 jinetes. Carlos Dellepia-
ne. Ob. cit. Pág. 207 y s.
40 HUGO PEREYRA PLASENCI~

tador se enteró de que los realistas estaban a punto de ocupar el


Cerro de Paseo, por lo que apresuró la marcha. Los patriotas pa-
saron la noche en Conocancha, pueblo que ocuparon en la tarde
y en donde se les unió el incansable Miller, quien reasumió inme-
diatamente el mando de la caballería peruana. El Libertador supo
en este pueblo que los realistas aceleraban la marcha. Era el mo-
mento de acometerlos. Debido a ésto, tuvo que desistir de su pro-
pósito de proseguir a Huaypacha y Yauli, ordenando a sus tropas
que variasen el rumbo para dirigirse con la mayor celeridad al
pueblo de los Reyes de Chinchaycocha. Se inició así la marcha de
Este a Oeste, que tantas sorpresas ,iba a deparar.

Según estas disposiciones, la vanguardia, con Córdova, inició


la marcha a las 4 de la mañana de aquel glorioso lunes 6 de agosto.
La Mar le siguió con la división peruana, colocándose Lara a la
retaguardia de la formación. A las 10 de la mañana, se procedió
a vadear los ríos Palcamayo y Mantaro por la región de Carhua-
ro, operación que cumplieron los soldados "con el agua arriba
de la cintura" y que duró varias horas.

En la tarde, la caballería se adelantó y llegó a la cumbre de


la quebrada de Chacamarca, en donde, a las cuatro de la tarde,
se abrió ante los jinetes una vista grandiosa e impresionante: un
poco al sur del pueblo de los Reyes, en la verdosa y ondulante
llanura, que se extiende majestuosamente, al abrigo de un cielo
azul brillante, se divisó al ejército del Norte, que avanzaba presu-
roso, aunque en buen orden, hacia Tarma.

El terreno: "La pampa de Junín, que sirvió de campo de ba-


talla a las caballerías del Rey y de los patriotas, es una inmensa
llanura que corre de Sur a Norte, formando un amplio y vasto
horizonte hacia las vertientes del Cerro de Paseo. Al Oeste se tiene
la cadena oriental de la cordillera y al Este los nevados picachos
de los Andes Occidentales, encerrando en su centro la hermosa
laguna de Júnín o Chinchaycocha. El menor ancho de la planicie
puede ser evaluado en dos kilómetros más o menos y su longitud
sobrepasa cien.
LA CAMPARA LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 41

Atravesada por riachuelos y caminos, cubierta de aldeas y


grandes extensiones completamente despejadas, es un hermoso
campo que ofrece a la iniciativa y al valor ocasión propicia para
derrochar sus galas. La amarillenta paja de las punas que le sirve
de alfombra, tiene en algunos puntos cambiantes de color verde
oscuro que indican los peligrosos pantanos de que está salpicada
en toda su extensión.

El lugar en que ambas caballerías iban a medir sus armas era


la parte de la llanura llamada Ushno, al pie de las eminencias que
se conocen con el nombre de Charag" (26).

Por el momento, el peligro había pasado para los realistas,


pues éstos se hallaban fuera del alcance del Libertador. Pese a
todo, Bolívar no estaba dispuesto a darse por burlado y ordenó
con enérgicas voces, que el grueso de la caballería pasase al fren-
te; disposición que los jinetes acataron con la mayor presteza,
dejando diez kilómetros atrás a la infantería. El propósito de esta
maniobra era el de forzar a los realistas a un ataque parcial con
el que se daría tiempo a la infantería para que se movilice y
desencadene la ofensiva general.

Cuando las tropas patriotas divisaron a los realistas empeza-


rnn a dar estruendosos vivas, signo de profunda confianza y de
optimismo. Desmontaron de sus mulas e iniciaron la preparación
de sus cabalgaduras. Se dice que Necochea, Jefe de la caballería,
se aproximó al Libertador, diciéndole: "Pronto me verá V. E.
muerto o victorioso".

Los siete escuadrones patriotas dieron as1 m1c10 al penoso


descenso. Los jinetes llegaron al pie de la pendiente, dejando a
la izquierda el camino de San Pedro de Cajas y avanzaron atre•
vidamente por el abrupto terreno, penetrando en la llanura a las
cinco de la tarde, tras una hora de maniobrar. A la derecha
tenían unos terrenos escarpados y a la izquierda, unos pantanos.

(26) Esta descripción del campo de batalla, que hemos considerado como
la mejor hecha, se encuentra en la Historia Militar de Antonio Castro,
Tomo I. Campaña de Bolívar. Cap. IV. Pág' 45 y s.
42 HUGO PEREYRA PLASENCIA

Canterac había tenido la ocasión de observar estos mov1m1en-


tos desde sus líneas y, viendo el optimismo y la animación que
reinaba en su ejército y habiéndose le presentado una oportunida d
que él mismo calificó de "extraordin ariamente propicia", optó por
orientar su soberbia caballería (arma en la que tenía más confian-
za por ser españoles muchos de sus integrantes ), hacia las líneas
patriotas, organizand o el ataque de la siguiente manera: Al frente
de la formación de batalla, fueron puestos un escuadrón de Hú-
sares de Fernando VII y otro de Dragones del Perú. A los cuatro
escuadrone s de la Unión los situó "dispuesto s en columnas de me-
dio regimiento sobre la misma línea, para favorecer de esta ma-
nera el desbordam iento y envolvimie nto del estrecho frente que
tenía el enemigo" (27). En resumidas cuentas, la formación colo-
nial presentaba dos líneas, estando la primera compuesta por cua-
tro escuaéirones y la segunda por dos, situados atrás y a los ex-
tremos de la primera.

Entretanto , la situación se tornaba áspera para Necochea y


sus acompañan tes, pues el terreno que ocupaban era sumamente
estrecho. Ello dio lugar a que se vieran precisados a presentar
batalla en el orden que a continuaci ón exponemos :

-A la cabeza de la formación se situaron los dos escuadrone s


de Granadero s de Colombia, al mando de Felipe Braun.

-El escuadrón de Granadero s de los Andes (denominad o tam-


bién de Buenos Aires) dirigido por el coronel Alejo Bruix y
los tres de Húsares de Colombia, con Laurencio Silva, se
colocaron en una sola línea a continuaci ón de los Granade-
ros Colombian os.

-Los escuadrone s 2'? y 3'? del Perú, guiados por Miller y Pla-
sencia, recibieron la orden de acometer por la derecha rea-
lista. Para tal efecto, hubieron de desplazarse un poco a la
izquierda, en dirección a los pantanos.

(27) Carlos Dellepiane. Ob. cit. Pág. 211.


LA CAMPA1'!A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
43

-Y, por último, el primer escuadrón de Húsares del Perú,


mandado por el argentino Suárez, quedó en la retaguardia,
como solitario y menospreciado espectador de los sucesos
pronto a desarrollarse (28) .

En esta posició:q. -dice Cortegana- estrecha y embarazosa,


la caballería patriota tendría que resistir la embestida de los ene-
migos, favorecidos por su gran número, sus famosos caballos y
la habilidad reconocida de su General en Jefe (29).

El choque en la "Llanura de los Rayos" (30)

Pocos minutos habían transcurrido desde que los clarines


del Rey tocaron la señal de ataque, cuando los desorganizados
insurgentes vieron acercarse a la imponente y disciplinada forma-
ción colonial, cuyos integrantes esgrimían amenazadoramente sus
largas lanzas y sables, con intenciones de desmoronar de una sola
acometida la débil línea de sus oponentes. A pesar de todo, los
llaneros colombianos, expertos en la lucha de este tipo, no se
amilanaron ante el espectáculo. Enristraron sus enormes lanzas
y aguardaron a los enemigos a pie firme y resueltos a todo. De-
más está decir que el choque de ambas caballerías fue espantoso.

Los dos sectores, tanto el de Necochea, como el de Miller,


fueron embestidos · casi al mismo tiempo. Este último tenía como
subordinado al coronel Antonio Plasencia, quien había recibido
del Libertador, por intermedio de su edecán, la orden de cargar
por la derecha enemiga. Notificado Miller de esta orden atacó,

(28) Según Juan Basilio Cortegana, Suárez mandaba los escuadrones 1~ y


4~ del Perú y no así uno solo, como lo afirma el general Dellepiane.
Vargas Ugarte en la pág. 339 de su obra antes citada, es de la misma
opinión que Cortegana, al decir: ". . . en ese instante intervinieron los
dos escuadrones del Perú que habían quedado a retaguardia ... ".
(29) Opinión consignada en la Gesta Emancipadora del Perú de José Manuel
Valega. Tomo 6' Pág. 74.
(30) El nombre de Junín, se deriva de las voces Jun, que quiere decir rayo
o relámpago, y de Nin, que en quechua significa sitio plano o explanada.
·-
·, ·• "'- N
613882
--~==c=oi:~- "/
HUGO PEREYRA PLASENCIA
44
aunque sin éxito alguno, pues lo pantano so del terreno, le hizo
cambiar de direcció n, por lo que hubo de arremet er frontalm ente
a los dos escuadr ones de dicho sector realista. "El primero -
escribe Miller- volvió caras; pero el segundo en su retirada nos
flanqueó y nos puso en tal desorde n que nos retiramo s corriend o
a corta distanci a" (31).

Miller trató de tomar el camino de Reyes para salvar a sus


maltrec hos cuerpos de una debacle mayor, mientra s los virreina -
les lo persegu ían tenazme nte.

Por la otra ala, Braun, con algunos de sus granade ros y una
compañ ía de Húsares , al mando del capitán Camaca ro, se inter-
naron en las formaci ones realistas , haciend o alarde de gran va-
lentía, logrand o romper la línea y abrirse paso a punta de lanzas
y a sablazos . Los atollade ros que por aquel sector impedía n la mo-
vilidad de los jinetes de Cantera c, facilitar on la tarea de Braun,
quien llegó a tomar la espalda del enemigo y desorga nizar par-
cialmen te sus filas.

Necoche a no corrió igual suerte y, aunque se batió como un


león, fue arrollad o y tomado prisione ro, tras recibir siete heridas
(32). Miller tomó el mando en reempla zo de éste.

El panoram a que presenta ba el campo de batalla en aquellos


instante s, era realmen te sangrien to y espanto so. Pese a lo deses-

(31) Este fragment o ha sido sacado de la carta que envió Miller a su her-
mano Juan, que está fechada en Tarma el 9 de agosto. Esta carta fue
escrita originalm ente en inglés y la encontró entre los papeles del ge·
neral O'Higgins, el señor Benjamín Vicuña Mackenn a. Mariano Felipe
Paz Soldán obtuvo una copia de ella de manos del mismo general
Miller en 1860, y es la que se halla consigna da en su Historia del
Perú Independ iente. Tomo I. (Segundo Período). Cap. XVIII. Pág.
255, 256 y s.
(32) Se dice que el soldado realista que capturó a Necochea le salvó la vida
al reconoce rlo, pues había sido jefe suyo en el Ejército de los Andes.
Este mismo soldado, que tuvo tan noble gesto, fue muerto posterior men-
te cuando Necochea era rescatado . Miller. Memoria s. Tomo II. Pág. 143.
LA CAMPA!i!A LIBERTADORA DE J UNIN Y AYACUCHO 45

perado de la situación, Braun, Silva, Carvajal, Bruix, Sowersby y


algunos otros, no abandonar on el campo. Permaneci eron en sus
puestos, peleando como simples soldados, intentando afanosame n-
te reagrupar a los dispersos. Daban ejemplos de valor a los des-
moralizado s grupos que se batían en retirada ante el ensañamie nto
de sus oponentes, quienes los acuchillaba n sin piedad. En medio
de la confusión sólo se escuchaban gritos, lamentos, agónicas vo-
ces, el incesante relinchar de los cabállos y el estridente toque
de los clarines. No se hizo ni un sólo disparo. Sólo el sonido
tétrico y metálico de los sables, anunciaba a la inexorable y si-
lenciosa muerte.

"Puede escribirse -dice Palma- que 1~ derrota estaba con-


sumada. El sol de los incas se eclipsaba y la estrella de Bolívar
palidecía".

"El Libertador , los generales Santa Cruz y Gamarra con su


Estado Mayor, sin pasar el desfiladero , se formaron en una espe-
cie de llano pantanoso, y por el otro al pie de unas colinas, y
presencian do la fuga de nuestras tropas en la primera carga, se
retiraron rápidamen te a una legua a retaguardi a donde la infan-
tería estaba formada" (33).

En esta situación de inminente derrota, solamente una actitud


excepciona l podía variar el curso de los hechos. Y así fue que el
mayor José Andrés Rázuri, subordinad o de Suárez, tuvo la audacia
de realizar un sublime acto de desobedien cia, que generó la vic-
toria para las tropas patriotas. En efecto, como hemos visto, Suá-
rez se había quedado en la retaguardi a a la espera de las necesa-
rias órdenes superiores que determinas en su acción. Fue entonces
que La Mar ordenó a Rázuri que comunicas e a su jefe la orden
de retirada, ya que considerab a que todo estaba irremediab lemente
perdido. Pero Rázuri, como empujado por la mano del destino,

(33) De la carta de Miller a su hermano Juan.


46 HUGO PEREYRA PLASENCIA

al llegar donde Suárez, quien aguardaba impaciente con sus jinetes


peruanos, le dijo: "Mi coronel, es el momento de atacar" (34).

Suárez dio crédito a las palabras de su ayudante y, evidente-


mente, concordó con él, pues dio en el acto la voz de cargar. Co-
locándose en un espacio que dejaron los realistas al avanzar, se
lanzó sobre la espalda y flanco de los adversarios que perseguían a
Miller quien, "viéndose embarazado por lo pantanoso del terreno,
volvió caras al enemigo y le hizo frente" (35).

Los realistas fueron así sorprendidos en su frente y retaguar-


dia. Este oportuno socorro dio la oportunidad a que los disper-
sos republicanos se reunieran, mientras las líneas realistas se des-
moronaban d·r amáticamente.

Los Granaderos y Húsares colombianos volvieron entonces

(34) Las palabras que reproducimos en nuestro escrito:


"Mi Coronel, es el momento de atacar", han sido extraídas de la citada
obra de Vargas Ugarte (pág. 340), quien se basa en declaraciones que
prestó Rázuri en 1852 a D. Nicolás Rebaza, y más tarde, por escrito, a
su pariente D. José Sevilla en 1878. Este historiador afirma que es
muy probable que Rázuri haya cambiado la orden que recibió de uno
de los jefes patriotas, aunque no especifica quién.
Mariano Felipe Paz Soldán, en su obra antes mencionada (pág . 355)
nos dice que Rázuri no cambió ninguna orden y que, más bien, su ac-
ción fue de inspiración propia, diciéndole a Suárez: "Mi Coronel este es
el momento de aprovechar: carguémolos por retaguardia y los derrota-
mos". Paz Soldán comete la equivocación de llamar Pedro al aludido,
en vez de José Andrés, como era su verdadero nombre.
José Manuel Valega, en su obra la Gesta Emancipadora del Perú (To-
mo 6. Pág. 85) relata que Rázuri recibió órdenes directas del jefe de
la división peruana, de comunicar a Suárez que se retirase. "Jadeante,
empolvado y sudoroso, llega al recodo que esconde a los Húsares del
Perú y dice a su jefe las palabras del triunfo: "Mi Coronel, orden del
General La Mar, ataque por la retaguardia".
Otras versiones son semejantes, aunque varían un tanto en las pala-
bras, como: "Mi Coronel, el General La Mar ordena que cargue Ud.
de todos modos"; "¡Que brillante ocasión, mi Comandante, cargue-
mos!", etc.
(35) Miller. Memorias. Tomo II. Pág. 142.
LA CAMPAJSIA LIBERTADORA DE JUNIN ~ AYACUCHO
47
caras y, ya reorganizados y con nuevos ímpetus, avanzaron y des-
trozaron definitivamente las formaciones coloniales, cuyos inte-
grantes corrían dispersos por la inmensa llanura.

Una partida de Granaderos, al mando de Sandoval, rescató a


Necochea.

Braun, acompañado de algunos colombianos, persiguió a los


realistas hasta sus propias líneas de infantería.

La victoria era de los insurgentes tras 45 minutos de duro e


incesante batallar.

Entretanto, Bolívar, quien como hemos dicho, se hallaba en


esos instantes fuera del campo de batalla, aguardaba nervioso la
confirmación de la derrota, que creía inevitable. En. esta angustio-
sa situación, se presentó ante el Libertador el general Lara, quien
le preguntó:

-¿Qué hay, general?


-Qué ha de haber -contestó Bolívar-, que nos han derro-
tado nuestra caballería.
-¿ Y tan buena así es la del enemigo?
-Demasiado buena, cuando ha derrotado a la nuestra -re-
plicó Bolívar.
-¿Quiere usted que yo vaya a dar una carga con esta caba-
llería? -propuso Lara, señalando a los arrollados.
-No. Concluyó el Libertador - porque eso sería quedarnos
sin caballería para concluir la campaña.
"Por ésto se ve -dice López- que, aún en momentos de
creerse vencido, no le pasaba al Libertador por la imaginación la
idea de que él no estuviese destinado a dar al Perú la libertad"
(36).

(36) Manuel Antonio López. Recuerdos Históricos. Pág. 179 y s.


HUGO PEREYRA PLASENCIA
48

Bolívar recibió la primera noticia de la victoria en una nota


de Miller, escrita con lápiz. Más tarde fueron llegando Carvajal,
Silva y Braun, acompañados de los demás jinetes que gritaban
extasiados: ¡Victoria! ¡Victoria!

Cuando hubo arribado Miller, el Libertador lo recibió con un


efusivo abrazo.

Ramón Gascón y Loarte, jefe del estado mayor de la caballe-


ría realista, recibió órdenes directas de Canterac de reunir a los
dispersos, en momentos en que empezaba a anochecer. Acudió en
el acto y logró recuperar alrededor de doscientos caballos, que
se trajo hasta sus líneas.

En ' el parte de la acción, que elevó Santa Cruz al Libertador,


a la mañana siguiente en Reyes (37), las pérdidas de los realistas
estuvieron evaluadas en "2 jefes, 12 oficiales y 245 hombres de
tropa; 80 prisioneros, más de 400 caballos ensillados, la mayor
parte de sus armas, muchos dispersos y gran número de heridos".
En el mismo parte se mencionaba que las bajas patriotas consis-
tieron "en 45 muertos y 99 heridos; entre los primeros el capitán
Urbina de Granaderos de Colombia; el teniente Cortés, del pri-
mer escuadrón del Perú, y el sargento mayor Lizárraga, edecán del
señor general Miller. De. los segundos: el señor general Necochea,
el Comandante Sowersby, Capitán Vargas y Alférez Rodríguez, del
regimiento del Perú; el Alférez Ferrer, de Granaderos de Colombia;
el teniente Allende, de Granaderos de los Andes, y el Capitán
Peraza, teniente Tapia y Alférez Lanza, de Húsares de Colombia".

El cuadro de muertos y heridos que nos da, es el siguiente:

(37) Este parte se halla consignado en la obra Junín y Ayacucho de Daniel


Florencio O'Leary, Pág. 129 a 133.
LA CAMPAl'IA LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 49

Muertos Heridos

Oficiales Tropa Oficiales Tropa

Granaderos de Colombia 1 12 1 26

Granaderos de los Andes 8 1 16

Húsares de Colombia 2 3 6

Primer Regimiento del Perú 1 20 3 43

Un edecán del general Miller 1


3 42 8 91

Por otra parte, Vargas Ugarte, en su Historia General del


Perú (38), afirma que los realistas tuvieron 19 oficiales y 235
soldados muertos, perdiendo además 80 hombres que quedaron en
calidad de prisioneros.

En su ya citada obra, aparece el siguiente cuadro de pér-


didas patriotas, que difiere un tanto del que confeccionó Santa
Cruz:

Granaderos de los Andes (122): muertos, 8; heridos 16.

Granaderos de Colombia (205): muertos 11; heridos, 29.

Húsares de Colombia (384): muertos, 3; heridos, 8.

Coraceros (Húsares de Junín) (519): muertos, 23; heridos, 45.

"Como se ve -dice Vargas Ugarte- la caballería peruana


vino a tener tantas bajas como la colombiana y la argentina juntas".

(38) Rubén Vargas Ugarte. Ob. cit. Cap. XII. Pág. 340.

so HUGO PEREYRA PLASENCIA

Se cuenta que, después de la acción, La Mar encontró a Rázuri,


al afortunado Rázuri, y le dijo emocionado: "Debería usted ser
fusilado; pero a usted se debe la victoria".

Al caer la noche, el e1ército entero se dispuso a reposar en la


pampa, y el mismo Bolívar tuvo que hacerlo así, ya que los equi-
pajes aún no habían llegado. La noche fue penosísima, especial-
mente para los heridos, la mayoría de los cuales murieron a causa
del intenso frío de la región.

Al siguiente día, las tropas ingresaron al abandonado pueblo


de los Reyes de Chinchaycocha (39). Aquí, Bolívar redactó el parte
oficial de la acción y el Estado Mayor, la Orden General, que
reproducimos a continuación:

"Orden General del 7 de agosto de 1824", en Reyes. Artículo


1?.- S.E. el Libertador, lleno de satisfacción por el triunfo que
ayer obtuvo la caballería en el campo de Junín, da las gracias a
los cuerpos Granaderos de Colombia y Primer Regimiento de Ca-
ballería de línea del Perú, que tanto se distinguieron y a los de-
más jefes, oficiales y tropa, que concurrieron a la victoria.

Artículo 2?. - Sin perjuicio de las gracias que S. E . se reserva


dar a los individuos, que sus jefes recomienden como más distin-
, guidos, por las relaciones que deben remitir a este Estado Mayor
General, ha querido de pronto premiar al Regimiento de Caballe-
ría del Perú, dándole el nombre del campo de batalla y, que en
adelante se llame: Regimiento Húsares de Junín.

Artículo 3?.- Los cuerpos que entraron en la acc10n pasarán


por sus Estados Mayores Generales en el día, una razón de muer-
tos y heridos que han tenido en ellos .

Comuníquese, etc. etc."

(39) Este pueblo fue fundado por los españoles el 6 de enero de 1600, con el
nombre de pueblo de los Reyes, debido a que en ese día se celebraba
la festividad de los Reyes Magos. El 30 de octubre de 1824, Bolívar le
cambió de nombre por el de Villa Heroica de Junín.
LA CAMPA&A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
51

Miller nos refiere en sus Memorias que, cuando los habitan•


tes de aquella población serrana se enteraron de la victoria de los
patriotas, empezaron a salir de sus escondites para dirigirse con
prontitud a su pueblo en grupos más o menos numerosos. Colga-
ron ornamentos de plata en la choza que alojaba al Libertador,
en señal de respeto, y se dispusieron a ayudar a los soldados en
la preparación de los alimentos y demás faenas. Algunos de ellos
ayudaron a los llaneros a limpiar las puntas de sus mortíferas
lanzas, aún embadurnadas con la sangre de los godos caídos. Es-
tos soldados, los llamados "guerrilleros del llano", que tanto se
distinguieron en las anteriores campañas de Bolívar, eran gentes
rudas, ásperas, oriundas de las pampas de la Gran Colombia. Re-
saltaba en ellos la monumentalidad de sus lanzas, que tenían de
doce a catorce pies de largo. El asta de ellas la formaba una
vara gruesa y flexible a cuya extremidad se encontraba la lengüe•
ta. Los lanceros fijaban las riendas encima de la rodilla, de forma
que podían guiar el caballo, quedándoles las dos manos en liber-
tad para manejar la lanza. Herían a sus enemigos con tal fuerza
y particularidad, que los levantaban dos o tres pies encima de la
silla (40).

Los heridos que sobrevivieron a los rigores del clima fueron


agrupados en la misma mañana del 7, para enviarlos a Paseo a
que se recuperasen. Falleció en Carhuamayo, víctima de sus las-
timosas heridas, el bravo Carlos Sowersby, gran amigo de Miller
y comandante de uno de los escuadrones peruanos. durante la ac-
ción. Era -como afirma Miller- vencedor en Maipú, Riobamba
y que tuvo ante sus ojos la batalla de Borodino y el magnífico y
sangriento espectáculo del 'incendio de Moscú. Tenía 29 años y era
uaturai de Bremen. ' '

Consideraciones .

La célebre batalla de Junín, está considerada por muchos co-


mo la batalla polémica de la independencia. Ello se debe al hecho

(40) Miller. Memorias. Tomo II. Pág. 143.


HUGO PEREYRA PLASENCIA
52
de que existen serias discrepancias entre los relatos que de ella
se han efectuado, razón por la cual, se ha discutido mucho acerca del
verdadero curso de los acontecimientos en este evento bélico. El
eje de dicho debate, lo constituye la participación de los Húsares
Peruanos, como factor determinante de la victoria. En lo que si-
gue, trataremos de presentar los hechos en forma clara y objetiva,
en diferentes versiones, para que el lector compare, juzgue y saque
sus propias conclusiones .

Ante todo, la idea de que los peruanos no tuvieron una parti-


cipación importante en la obtención del éxito, proviene del ir-
landés Francisco Burdett O'Connor, quien dice en sus Memorias
que "otros han escrito y dado parte de esta memorable acción de
guerra sin haberla visto ni haber estado en ella; y todo tan mal
relatado, que yo, al leer esas narraciones, no sabría a qué acción
se referían" . ·

Según este general, los únicos héroes de aquella jornada fue-


ron él mismo y los colombianos, sin mencionar para nada a
Suárez y menos a Rázuri. O'Connor nos refiere, sin tino alguno
y hasta con insolencia, que el artículo 2 de la Orden General, en
el que Bolívar agradece a los Húsares del Perú por su brillante
comportamiento y les cambia de nombre adjudicándoles la glorio-
sa denominación de Húsares de Junín, no fue más que una manio-
bra "para inspirar un poco de entusiasmo y· estímulo entre los
peruanos, pues eran más realistas que los mismos españoles".

Creemos que esta aseveración es injusta aparte de falaz y


que constituye un punto de vista completamente distorsionado.
Como ejemplo de la deformación de los hechos por parte de O'-
Connor, basta citar que en su relación de bajas entre los Húsares
Peruanos figuran solamente dos muertos y cuatro heridos. Cabe
preguntarse cuáles fueron las razones que indujeron a O'Connor
a narrar los hechos en forma tan extraña. No existen aparente-
mente intereses de ninguna especie, a no ser de su exagerado ego-
centrismo. Hay que tomar también en cuenta, que estas Memorias
fueron redactadas durante su ancianidad, lo cual da lugar a pensar
que sus facultades podrían haber estado un tanto afectadas. Y si
fuera así, no se le puede adjudicar culpa alguna.
LA CAMPARA LIBERTADO RA DE JUNIN Y AYACUCHO 53

"Cuando describe -dice Ricardo Palma- las batallas a las


que concurrió , tiene O'Conno r la debilidad senil de aspirar a que
la Historia lo coloque sobre Bolívar y sobre Sucre. Sin O'Con-
nor, Junín y Ayacucho habrían sido, no dos victorias, sino dos
oesastres ... " "Para aceptar a cierraojo s la oración pro domo sua,
que no es otra cosa qu.e el relato que de ambas batallas nos hace
O'Connor , sería preciso rehacer la Historia, empezan do por negar
la veracidad de los partes oficiales, y concluye ndo por rechazar
e1 testimoni o de todos los escritore s, así españole s como ameri-
canos, que concurrie ron a ambas acciones de guerra" (41).

Llama profunda mente la atención el hecho de que algunos his-


toriadore s hayan tomado en cuenta las erróneas apreciaci ones de
O'Connor . Tal es el caso del doctor Vicente Lecuna, quien nos
dice en una de sus obras que el agradecim iento a los Húsares del
Perú no fue sino un favor político, ya que sus servicios no fueron
notables.

Los testimoni os que refutan estas ideas son muchos. El gene-


ral Miller, por ejemplo, tanto en sus Memoria s como en la carta
que escribió a su hermano Juan desde Tarma, tres días después
de la batalla, acepta tajantem ente la acción de Suárez y de sus
Húsares. En el segundo de estos escritos nos dice:

"En este momento crítico el primer escuadró n peruano man-


dado por Suárez, vino en nuestro socorro, cargó al enemigo por
la retaguard ia, lo persiguió y dio tiempo a que los escuadro nes
patriotas , que corrieron , se rehiciera n y formaran . Esto hizo que
el enemigo fuera cargado con nuevo ardor y por último comple-
tamente derrotado ".

Otro de los testigos de la batalla, que dejó testimoni o escrito,


fue el general Manuel Antonio López. Este, en sus Recuerdo s
Histórico s, nos refiere que, cuando la línea patriota estaba casi por
completo desorgan izada, "un escuadró n de Coracero s protegió a
los cuerpos arrollado s, cargando a los enemigos por la retaguar-

(41) Ricardo Palma. Tradicione s Peruanas. Tomo V. Pág. 399 y s.


54 HUGO PEREYRA PLASENCIA

dia ... ". "Al mismo tiempo, la segunda línea de batalla de los ene-
migos, que constituía su reserva, se arrojó sobre los Coraceros y
los Húsares; Suárez y Silva, prefiriendo no esperarlos a pie fir-
me, se adelantaron a recibirlos lanza en ristre y el encuentro de
estas caballerías fue tremendo, horroroso . Alcanzábamos a ver que
los caballos se estrellaban unos contra otros, y el empuje de
nuestra caballería fue tan violento, que rompió la de los enemigos
por el centro y desorganizó completamente su flanco izquierdo".

Más adelante exalta el significado de la acción de nuestros


coraceros, cuando afirma que "ostentaron un lujo de valor extraor-
dinario en aquella jornada, dando a su patria un nuevo día de
gloria que les hizo ganar el honroso nombre de Húsares de Ju-
nín" (42).

Entre los testimonios de los mismos realistas, citaremos a dos:

-El primero se encuentra en el Tomo IV de los Documentos


para la Historia de la Guerra Separatista del Perú, en la primera
parte dedicada a la crítica que hizo el Mariscal de Campo don
Ramón Gascón y Loarte a las Memorias del general García Cam-
ba. Allí se dice: "Los vencedores se convirtieron en vencidos por
la aparición por su flanco de un escuadrón insurgente que de re-
fresco llegó al campo de combate".

-El segundo testimonio se halla consignado en él Diario de


la Ultima Campaña del Ejército Español en el Perú que terminó
con la batalla de Ayacucho, escrito por el entonces teniente coro-
nel Bernardo F. Escudero y Reguera. Refiriéndose al encuentro
de Junín, nos dice que: "por una exigencia cualquiera del servicio
no se había reunido todavía a la caballería enemiga en aquel día
un escuadrón, con el cual se encontraron los nuestros al dar la
vuelta a una loma cuando ya en dispersión, como sucede de ordi-
nario en esos casos, continuaban persiguiendo a los que huían.
Visto ésto por Suárez, pues así se llamaba el jefe de ese escua-
drón, no tuvo que hacer grandes esfuerzos para arrollar a la vez

(42) Manuel Antonio López. Ob. cit. Pág . 178 y s.


LA CAMPA1'1A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
55
nuestra caballería y perseguirla hasta echarla en desorden sobre
la infantería española, lo cual produjo un fatal efecto moral en sus
filas" (43).
A pesar de lo contundente de las pruebas anteriormente cita-
das, queremos dar una últ1ma, con la que esperamos dar por
rebatidos los juicios de O'Connor y de sus seguidores, dando a la
vez inicio al segundo punto a tratar en este capítulo. Abordare-
mos así, el tema de los yerros y de los aciertos que tuvo el Li-
bertador en la dirección de esta famosa batalla.

Nos referimos al documento que proviene del coronel Anto-


nio Plasencia, segundo jefe de los Húsares Peruanos, quien en su
Memorial al Congreso, fechado el 20 de agosto de 1827 (44), nos
refiere que recibió la orden de Bolívar de cargar con su regimien-
to a la derecha realista. Este se dispuso a obedecer, aunque con
cierto fastidio, pues era muy difícil que sus escuadrones pudieran
desplegarse a conveniente distancia del punto de ataque, sin que
a su vez fueran cargados por el enemigo. La maniobra era, pues,
muy arriesgada. Afortunadamente, tuvo el acierto de advertir al
comandante del primer escuadrón (Suárez) que permaneciera en
la retaguardia a la espectativa de sus movimientos. Rompió en
columna por la izquierda, avanzó de frente y, cuando varió de di-
rección a la derecha, antes de que las últimas mitades entrasen
en el fondo de la columna y pudieran desplegarse, ya el enemigo
había cargado con dos escuadrones por el frente y uno sobre su
flanco izquierdo. "Como era de esperar, la carga que dimos fue
desordenada y sin ventaja: resultamos envueltos". "Los escua-
drones de la derecha que habían comprometido el choque poco
antes que nosotros, sufrían igual derrota, siendo arrollados los
unos sobre los otros. En medio de la confusión producida era
imposible contener los progresos del enemigo. Mientras esto su-

(43) Ambos testimonios han sido ubicados en el suplemento Suceso del dia-
rio Correo del 4 de agosto de 1974, en un escrito titulado Húsares del
Perú: Jinetes de la Victoria. En este artículo se entrevista al coronel
Carlos Cobilich Portoc~rrero, quien es, indudablemente, uno de los más
importantes peritos en la materia.
(44) José Manuel Valega. Ob. cit. Pág. 71 y s.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
56

cedía, el Comandante Suárez que conservó su escuadrón en rigu-


rosa formación, no obstante la superioridad y las ventajas del ene-
migo, no vaciló en aprovechar el desorden en que lo veía. Lo car-
gó con tal oportunidad que recobró el campo y le arrancó la vic-
toria, causándole la pérdida de cuatrocientos hombres".

Más adelante, Plasencia nos dice que en la misma noche del


6, el Libertador le advirtió que dejase el mando del regimiento.
Cuando la noticia corrió entre sus propios jefes y oficiales, éstos
solicitaron que se le formase un Consejo de Guerra para que se
justificara dicha orden. El Consejo lo absolvió y el Libertador
consideró político ceder, reponiendo al español en ·su cargo y en
su honor.

Lo cierto de todo esto, es que el único en cometer un tras-


pie en el aspecto estratégico, fue el mismo Bolívar, quien ordenó
que la caballería descendiera y penetrara en la llanura por el abra
de Chacamarca, sin tener en cuenta que el espacio era reducido
y que los jinetes no podrían extenderse en una línea de batalla
conveniente. Como no había sitio para formar, el Libertador optó
por ordenar a Plasencia que efectuara la desastrosa maniobra ya
expuesta.

Otro error que cometió Bolívar, aunque justificable, es el


de no haber aprovechado el éxito para perseguir a los realistas y
acabar de una vez con ellos. De esta opinión es el general Delle-
piane, quien sostiene que los patriotas emprendieron "una tardía
y morosa marcha en seguimiento del adversario, haciendo avan-
zar su caballería a una jornada atrás de las columnas de la pro-
pia infantería, para premiar su triunfo con el descanso; sin embar-
go, la persecución es el m ejor premio que puede concederse al
jefe y al soldado después de la victoria. Para obtener esta supe-
ración en el esfuerzo, basta hacerles comprender que, impidiendo
la reorganización del adversario, evitarán la renovación de san-
grientos riesgos" (45).

(45) Carlos Dellepiane. Ob. cit. Cap. X. Pág. 218.


LA CAMPAl'IA LIBERTADOR A DE JUNIN Y AYACUCHO 57

Esta opinión, muy respetabl e por cierto, merece la aprobació n


desde el punto de vista militar. Pero podrían aducirse razones en
contra, entre las cuales está el hecho de que una gran parte del
ejército insurgent e tuvo en Junín su primera campaña sobre sue-
lo serrano, es decir, sufriendo los rigores del intenso frío y del
soroche. El que haya estado alguna vez en aquellos inhóspito s pa-
rajes, compren derá lo que hemos dicho y nos dará la razón.

Respecto a la actuación del general Canterac , pode1uos decir


que si bien éste supo explotar con singular brillantez la magnífic a
situación en que se encontró al cargar, cometió la grave equivo-
cación de creer que su caballería aplastarí a a la de los insurgen-
tes en poco tiempo, sin prever la borrasca que se avecinab a. Can-
terac pudo haber empleado su artillería y sus unidades de cazado-
res, maniobra con la que hubiera podido destrozar por completo
a los jinetes enemigos y, quizás, atraer a Bolívar a un encuentro
general, cuyo resultado funesto para las armas patriotas pudo ha-
berse concretad o muy probable mente.

Estuvo bien que Canterac cargara, pero inició el ataque desde


una distancia de dos kilómetro s, por lo que sus caballos llegaron
cansados y sin mucho brío.

En el parte de la acción, éste narra que cuando sus tropas


habían roto la primera resistenc ia patriota, vio angustiad o y sin
poder imaginar se la causa, que su caballería volvía grupas y se
daba a una fuga sorprend ente.

"Parecían , Excmo. Señor -dice en su comunica ción al Virrey


imposible en lo humano que una caballería como la nuestra
tan considera da, bien armada, equipada , montada, insruída y dis-
ciplinada y que manifesta ba incesante mente vivos deseos de llegar a
las manos con los enemigos , lo que me pidieron con repetidísi mas
instancia s aquella misma tarde al presentar se la enemiga, digo que
parecía imposible que con tanta vergüenz a huyese de un enemigo
sumamen te inferior bajo todos los aspectos ... " "¿ Quién, Excmo.
Señor, no se hubiera prometid o la victoria más completa , vista la
58 1-ttJGO PER~YRA PLASENCIA

superiorida d física y moral de que nadie dudaba comparand o nues-


tra caballería con la enemiga?" (46).

Si hablamos del comportam iento de Canterac ante la batalla,


es decir, en las operacione s de movilización, podemos afirmar que
actuó muy descuidada mente: prescindió de los reconocimi entos y
no dejó reservas por ningún lado. Tampoco se preocupó de hacer-
se de un servicio de informacio nes eficiente que le permitiera co-
nocer la situación de las tropas adversarias y tomar la iniciativa.
El no hacerlo originó, en gran parte, el desastrozo resultjido de la
campaña que emprendió . El español no tuvo a su disposición el
excelente servicio de espionaje que sí tuvo Bolívar en la actuación
de sus esforzados montonero s.

Por último, cabe destacar la heroica actuación de los integran-


tes de la caballería independie nte quienes, a pesar de haber estado
a punto de sufrir un descalabro, supieron reorganizar se y triunfar.

Destacó en el encuentro el general Necochea quien, por su


temerario tesón, estuvo a punto de perder la vida a manos colo-
niales. Sobresalió también Miller, quien tomó el mando de la ca-
ballería y luchó con el mayor denuedo. Se sabe que este jefe se
introducía intrépidam ente entre los enemigos y escapaba ileso por
su propia pericia y por lo buena de su cabalgadur a. Cuenta Miller
que, en medio del fragor de la pelea, muchos de sus antiguos
subordinad os, pasados a las filas realistas, lo reconociero n y lo
llamaron por su nombre. Su edecán, el sargento mayor Lizárraga,
perdió la vida a su lado, atravesado por diez lanzadas, frustrán·
<lose así los anhelos que muchas veces manifestó a Miller, de via-
jar a Inglaterra y hacer que sus hijos estudiaran allí.

Mencionare mos también a Carvajal, Silva, Braun, al capitán


Pringles, a Bruix, a Suárez, a Rázuri, al noble Sowersby, al co-
mandante Blanco, al mayor Olavarría, al capitán Allende, al co-

(46) Parte del general Canterac sobre la acción de Junín. Consignado en el


apéndice del Tomo II de las Memorias de García Camba. Documento
W 24. Págs. 471 a 474.
LA CAMPA1'1A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
59

mandante Medina (edecán de Bolívar), al capitán Camacaro, al aspi-


rante holandés Guillermo Corser y, en general, a todos los bravos
defensores de la América Hispana, que consolidaron en el campo
de batalla aquella memorable victoria de Junín "aurora brillantí-
sima del sol de Ayacucho".

La movilización hacia el sur.

Después del encuentro de Junín, Canterac solamente pensó en


retirarse. Sus tropas estaban completamente desmoralizadas y
era inminente un nuevo ataque por parte de los insurgentes. Los
realistas emprendieron la marcha en la misma noche del 6 y
arribaron a Jauja en la tarde del día siguiente. El 8 reiniciaron
la marcha, pasaron por Huancayo y llegaron finalmente a la aldea
de Huayucachi. Habían arribado al valle del Mantaro después de
recorrer unos 160 kilómetros, en un tiempo verdaderamente sor-
prendente. Canterac redactó en este pueblo el parte de la acción,
en el que se excusó por lo sucedido y solicitó al Virrey el regreso
de Valdés desde el Alto Perú. Los coloniales prosiguieron la mar-
cha y arribaron a Izcuchaca el día 11 . Canterac ordenó la des-
trucción del puente de esta población, lo que provocó las más
airadas protestas del general Maroto. Este jefe abandonó su pues-
to y se dirigió al Cuzco a entrevistarse con el Virrey. Seis días
después, las tropas atravesaron el río Pampas y acamparon en
Chincheros. · El resultado de 1~ retirada fue desastroso. El ejérci-
to del Norte perdió durante el trayecto cerca de 3,000 hombres,
gran cantidad de armamento y de parque.

Por otro lado, el Virrey envió a Canterac una división de


1,800 hombres. El 20 de agosto, desde Andahuaylas, le escribió:

"Mi estimado amigo Canterac: Bien sabe usted que en la gue-


rra los hombres de más concepto tienen sus incidentes desgracia-
dos; de consiguiente, no debe usted pensar en la ocurrencia del
6. Si Valdés, como espero, llega en todo el próximo Septiembre,
me parece que Bolívar ha de ser batido. El no haberse éste
movido del valle indica, en mi concepto, que puede sea, por lo
que usted dice, de esperar refuerzos. En fin, yo me marcho a
HUGO PEREYRA PLASENCIA
60
Limatambo para activar la remisión de reclutas, vestuário para
éstos, y demás, pues lo que interesa, y a más, con objeto de ver
si me pongo en disposición de poder hacer la campaña que, en
mi concepto, podrá empezarse a mediados de septiembre" (47).

Entretanto, los libertadores abandonaron Reyes el 8 de agosto.


Pasaron por el pueblo de Cajas Viejo, para continuar luego en
dirección a San Pedro de Cajas. Pasaron a Palcamayo, en donde
acamparon. El día 9, en la madrugada, el ejército salió para Tar-
ma. En este pueblo Bolívar ordenó al coronel Luis Urdaneta que
agrupara una división y que marchara sobre Lima y el Callao (48).

Bolívar entró a Jauja el 11 y tres días después arribó a Huan-


cayo. En este lugar, dirigió una proclama a nuestros compatrio-
tas, cuya primera parte decía:

"¡Peruanos: la campaña que debe completar vuestra libertad


ha empezado con los auspicios más favorables. El ejército del
General Canterac ha recibido en Junín un golpe mortal, habiendo
perdido por consecuencia de este suceso, un tercio de su fuerza
y toda su moral. Los españoles huyen despavoridos, abandonando
las más fértiles provincias, mientras el General Olañeta ocupa el
Alto Perú con un ejército verdaderamente patriota y protector de
la libertad! ... ".

En esta proclama Bolívar consideró a Olañeta como uno de


los libertadores del Perú. Tal aseveración, bastante precipitada,
no estaba ciertamente de acuerdo con la realidad. Pero no hay
duda de que su acción facilitó notablemente la causa libertadora.

Bolívar pasó a Huamanga el día 24 y, a mediados de sep-


tiembre, se enteró del repliegue de Canterac sobre el }\purímac.

(47) Conde de Torata. Documentos para la Historia de la Guerra Separa-


tista del Perú. Tomo IV. Documento 79. Pág. 180 y s .
(48) Este jefe llegó a ocupar Lima, pero el 3 de Noviembre acercó sus tro-
pas a los castillos, siendo sorprendido y derrotado por los realistas
en La Legua. ·
LA CAMPAJ\IA LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
61

El Libertador salió para Carhuanca y Vilcashuamán a encontrar-


se con las tropas, cuya vanguardia estaba cubierta por los corone-
les Carreña y Otero. Sucre estableció su cuartel general en Chalhuan-
ca, en donde permaneció hasta los últimos días de septiembre, ha-
ciendo que sus tr:opas ocuparan la región de Soraya y Lambrana,
a orillas del Apurímac (49) .

Los aprestos realistas.

En Limatambo, el Virrey se dispuso a reagrupar el ejército,


en vista del reciente arribo de Valdés desde el Alto Perú. En la
Orden General del 22 al 23 de septiembre, La Serna organizó
el llamado Ejército de Operaciones del Perú. Se vio, sin embar-
go, ante el problema de tener que decidir entre Canterac y Valdés
para el puesto de segundo en el ejército. Estos jefes se presen-
taron ante el Virrey a manifestarle su deseo de ser empleados en
el ejército sin reparo a sus clases, "sino del modo más útil al me-
jor servicio". La Serna pudo así organizar su Plana Mayor de
la manera que sigue:

- Segundo General y Jefe del E.M.G.: Teniente General D.


José Canterac.
-Segundo Jefe del E.M.G.: Mariscal de Campo D. José Ca-
rratalá.
-Jefe de la Divisióp. de Vanguardia: Mariscal de Campo D.
Jerónimo Valdés.
-Segundo Comandanté General: Brigadier D. Martín de So-
mocurcio.
-Jefe de la Primera División: Mariscal de Campo D. Juan
Antonio Monet.

(49) Entre Huancavelica y Huamanga, fue sorprendido un destacamento rea-


lista, mandado por el teniente coronel Díaz. Este jefe fue hecho pri-
sionero obteniendo además los patriotas, un total de 472 fusiles, de óp-
tima calidad. Más tarde, Díaz se pasó a los Independientes.
62 HUGO PEREYRA PLASENCIA

-Segundo Comandante General: Brigadier D. Juan Antonio


Pardo.
Jefe de E.M. : Coronel D. Gaspar Claver.
- iefe de la Segunda División: Mariscal de Campo D. Ale-
jandro González Villalobos.
-Segundo Comandante General: Brigadier D. Manuel Ramí-
rez (50).
-Jefe de E.M.: Comandante D. Luis Raseti.
-Jefe de la División de Caballería: Brigadier D. Valentín
Ferraz.
-Jefe de E.M.: Comandante D. Ramón Gascón y Loarte.
- - , ►~ ; - ,:r · . ... .
~

-Jefe de la Primera Brigada: Brigadier D. Andrés García


Camba.
-Jefe de la Segunda Brigada: Brigadier D. Ramón Gómez
de Bedoya.

Los realistas disponían de unos 10,000 hombres, 1,600 caballos


y de 14 piezas de artillería (51).

El ejército realista se encontraba por entonces, distribuido de


la siguiente manera:

-La Oivisión de Vanguardia, en el pueblo de Accha sobre la


orilla izquierda del Apurímac, con sus avanzadas sobre la
línea Capacmarca-Colquemarca (entre los ríos Velille y San-
to Tomás).

(50) Paz Soldán dice que el brigadier Manuel Ramírez fue destinado a la·
guarnición de Arequipa. En efecto, no figura en la lista de prisioneros·
después de la batalla de Ayacucho.
(51) A pesar de haber podido reunirse un ejército muy poderoso, la deser-
ción haría disminuir su contingente en cuestión de semanas. La rela-
ción de los jefes realistas, ha sido tomada del Tomo I de la citada
obra del conde de Torata. Documento 88. Pág. 250.
LA CAMPA&A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
63
-Las divisiones de Monet y de Villalobos, sé situaron en
Paruro y sus alrededores.
-La caballería se estableció en las cercanías del Cuzco .

Esta disposición permitía seguir al Virrey dos rutas para en-


volver a Sucre:

1? La dirección general por Abancay-Andahuaylas: siguiendo


esta ruta, se acortaba la distancia de movilización, pero pre-
sentaba el inconveniente de ingresar a una región carente
de todo recurso, ya que había sido devastada por Canterac
en su precipitada fuga.

2? La dirección por Colquemarca-Oropesa: Esta ruta tenía


mayores recursos, pero las distancia~ a recorrerse eran muy
extensas y el terreno era abrupto. Si se ve el asunto des-
de el lado estratégico, esta dirección era la más convenien-
te, ya que aislaba a Sucre de la Costa y lo obligaba a reti-
rarse al norte. El Virrey optó finalmente por esta dirección.

Los aprestos patriotas. ·

El 6 de octubre, Bolívar dejó el mando del ejército a Sucre,


después de haber inspeccionado los diferentes puntos de las ori-
llas del Apurímac. Antes de partir, el Libertador le ordenó que
se acantonase entre Andahuaylas y Abancay. Bolívar había juz-
gado necesario dirigirse a la Costa para activar el envío de tropas
y arreglar los asuntos financieros (52) .

Cuando Sucre tuvo conocimiento de la llegada de V-aldés al


Cuzco, reunió a los jefes para acordar la actitud que deberían
tomar ante el inminente ataque realista . Bolívar había dado la
orden de permanecer inamovibles y no se llegó a un ~cuerdo con-

(52) El Libertador llegó a Chancay el 5 de noviembre. Después de la acción


de La Legua, ingresó a Lima el día 7.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
64

creto. Pero Sucre decidió dirigirse con algunos jefes hacia Ma-
mara, con el regimient o Húsares de Junín, un escuadró n de Gra-
naderos de Colombia y el Batallón N<.> 1 del Perú. En esta pobla-
ción, los patriotas confirma ron la noticia del arribo de Valdés.
En vista de ello, Sucre decidió la movilizac ión del resto del ejér-
cito hacia Mamara, para hacer que el enemigo traspusie ra el Apu-
rímac. En estos días, recibió la orden terminan te de Bolívar de
permanec er acantona do, por lo que tuvo que dar la contraord en.

Althaus, O'Connor y Miller se dedicaron a las labores de reco-


nocimien to. Este último notificó a Sucre del avance de los rea-
listas hacia Mamara. El día 7 de noviembr e, el ejército insurgent e
recibió la orden de movilizar se a los emplazam iento siguientes :

-Cuartel General y Primera División a Pichirhua .


-Caballe ría y Tercera División a Cashinch ihua.
-Segupd a División a Challhua ni.

Ofensiva realista y movimien tos de Sucre-

Con la intención de desborda r a los patriotas por el oeste,


el Virrey dio inicio a la marcha el 22 de octubre, pasando por
Accha, Colquem arca, Quiñota y Mamara, a donde llegó el 31. Pro-
siguió después por Antilla, Chalhuan ca, Vilcashu amán y Rajay. A
esta última población llegó el 18 de noviembr e. Cerca de Hua-
manga, el Virrey se enteró de que Sucre no se había presentad o
por allí en ningún momento . En efecto, cuando el jefe patriota
tuvo conocimi ento del avance de los realistas, resolvió dirigirse
hacia el norte, quedando situadas las tres divisione s patriotas , des-
de el 14 hasta el 19 de noviembr e, en Talavera, San Jerónimo y
Andahua ylas. El Virrey retrocedi ó desespera damente para ganar
el vado de Concepci ón (5 kilómetro s al este de dicho pueblo), para
cerrar el paso a los insurgent es (53).

(53) Dice Dellepiane, que en la marcha de Rajay al río Pampas, el Virrey


lanzó una proclama al país, en la cual ponía en conocimei nto de los
LA CAMPAJM LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
65
El día 19, algunas partidas se batieron en el puente de Pam-
pas. A la mañana siguiente, al llegar el ejército patriota a Uripa,
avistaron a los coloniales en las alturas de Concepción. Ambos ad-
versarios se encontraban separados por el caudaloso río Pampas.

Durante los días 21, 22 y 23, hubo algunos encuentros entre


las descubiertas de ambos bandos. El Virrey decidió movilizar
sus tropas hacia Carhuanca. Con esta medida esperaba flan-
quear a Sucre por las alturas de Cocharcas y obligaría así a
seguir al norte. La Serna se desplazó entonces hacia Pocamarca
(noviembre 23), Vilcashuamán, Cochas y finalmente, hacia las al-
turas de Carhuanca (Nov. 26). Sucre, percatado de estos movi-
mientos, decidió que su ejército ocupara las alturas de Bombón.

En vista de los rumores que corrían en el ejército real, so-


bre la forma en que La Serna conducía las operaciones, éste re-
unió a sus principales colaboradores para ponerse de acuerdo en
la actitud a tomar. Cabían dos posibilidades:

-Vadear el río Pampas, retroceder a Andahuaylas y alejarse


de los patriotas. Allí se aprovisionarían y harían un nuevo
llamado de reconciliación a Olañeta.
-Cruzar el río para dirigirse hacia el norte y comprometer
batalla con los insurgentes.

Según algunos afirman, al no llegarse a poner de acuerdo


los jefes, García Camba formuló la siguiente alternativa:
-Valdés, con la División de Vanguardia, atravesaría el Pam-
pas por Carhuanca y marcharía en dirección a los patrio-
tas. Si Sucre abandonaba su posición y mordía el anzuelo,
Valdés seguiría en su persecución, ya reunido con el resto del
ejército, que avanzaría por la margen izquierda del río.

habitantes, de que se marchaba a la Costa a recibir a 14,000 hombres


de España. Esta fue una maniobra para engañar a Sucre y hacerle creer
que sus planes se trastornaban. Afortunadamente, el jefe del Ejército
Unido no se arredró con la noticia y prosiguió en su empeño de burlar
los movimientos de La Serna.

66 HUGO PEREYRA PLASENCIA

La acción de Corpahuaico.

Aprobado el Plan de García Camba, el Virrey ordenó a Val-


dés que diese inicio a la marcha el 29. Como se esperaba, Sucre
creyó que lo atacaba todo el ejército colonial. Abandonó las altu-
ras de Bombón y se dirigió a la izquierda del Pampas, para cubrir
su retirada (Nov. 30). Lo mismo hizo Valdés.

Sucre dio inicio a la marcha hacia el norte, con Córdova a


la cabeza. Los cuerpos alcanzaron Matará en la mañana del 2 de
diciembre. Al día siguiente, el Virrey se situó en las alturas de
Pomahuanca. Sucre, considerand~ que la posición que ocupaba no
sólo estaba amenazada, sino que carecía de recursos, decidió orien-
tar sus tropas hacia Tambo Cangallo.

Las divisiones patriotas se dispusieron a cruzar la quebrada


de Corpahuaico. Córdova y La Mar lograron su objetivo, mas
en momentos en que la división Lara avanzaba, cayó sobre ella
la vanguardia realista. Una compañía de cazadores del Bogotá, al
mando del capitán Piñeres y otra, de Ja Legión Peruana, lograron
descargar sus armas sobre los coloniales. Los batallones Vargas
y Vencedor consiguieron abrirse paso en medio de aquel infierno.
Rifles no corrió la misma suerte y fue sorprendido por los fuegos
de la artillería y de los infantes del Rey. Sucre ordenó a Sands,
jefe del Rifles, que traspusiera la quebrada de inmediato. Lara
dispuso que se abandonaran las cargas qué se transportaban, a la
vez que le ordenó al jefe del Vargas, el coronel Trinidad Morán,
que ayudara al Rifles . El valor de Morán hizo que el Rifles no
sufriera una debacle mayor.

Miller avanzó con la caballería, protegido por los fuegos del


Vargas, hacia el valle de Chonta, en donde formó sus escuadrones
y se enfrentó a un batallón realista que intentaba ocupar dicha
zona.

Finalmente, las tropas patriotas pudieron superar esta difícil


situación y traspusieron la quebrada, poniéndose a salvo.
LA CAMPA&A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
67
Los insurgentes perdieron en el encuentro alrededor de 300
hombres, entre ellos el mayor Duckbury del •Rifles, oficial inglés
de gran prestigio en el ejército. Se perdió, además, el bagaje y
una de las dos piezas de artillería de que se disponía.

Los realistas sólo sufrieron la pérdida de unos 30 hombres.

Tras el contraste de Corpahuaico, el Ejército Libertador acam-


pó el día 4 de diciembre en Tambo Cangalla. A dicho emplaza-
miento se presentó el teniente coronel Medina, edecán de Bolívar,
llevando el permiso de comprometer batalla en el momento en que
Sucre lo juzgara oportuno, ya que las circunstancias se presenta-
ban relativamente favorables (54). Así se hizo, pero las divisiones
de La Serna, en vez de aceptar combate, se trasladaron a ocupar
las alturas que dominaban la llanura. Sucre comprendió, enton-
ces, lo arriesgado de su posición y movilizó sus tropas, durante la
noche, por la quebrada de Acocro en dirección al pueblo de Guai-
chao. Al notar la ausencia del enemigo, los realistas emprendieron
otra fatigosa marcha, a fin de interponerse entre éstos y el Mayoc.

Los patriotas pasaron la noche del 5 en las pampas de Acos-


vinchos, alcanzando finalmente la Quinua, el 6. Entretanto el
Virrey, viendo a .Sucre fuera de su alcance y en su obstinación por
lograr una posición desde la cual pudiese atacar descendiendo de
las alturas, ordenó marchar por la quebrada de Huamanguilla
rumbo a los cerros del Condorcunca.

El día 7, en la Quínua, Sucre ofreció 40,000 pesos al cuerpo


que más se distinguiera en la lucha próxima a entablarse.

El campo de batalla.

A escasa distancia del pueblo de la Quínua, se encuentra una


llanura a la que los indios denominan Ayacucho, es decir "rincón

(54) Este jefe fue asesinado por los indios de Huanta cuando llevaba el parte
de la batalla de Ayacucho. ·
68 HUGO PEREYRA PLASENCIA

de muertos" (de aya, muerto y cucho, rincón). Este sugestivo


nombre tiene su origen en una matanza que realizaron en esa
explanada las huestes del Inca Pachacútec contra los tercos de-
fensores de la región del Chinchaysuyo.

La pampa nace en las faldas del cerro Condorcunca (cuello


de cóndor) y se extiende en dirección a la Quínua, alcanzando cer-
ca de kilómetro y medio de extensión. Está limitada hacia el
lado derecho por la profunda quebrada de Hatum-Huaycu, que im-
posibilita cualquier movimiento, mientras que por el sector iz-
quierdo se distingue otra quebrada, que recibe el nombre de Ven-
damayo.

Así, se puede apreciar que la fisonomía de la pampa de la


Quínua, es semejante a la de un cuadrilátero de 1,600 metros de
largo por 600 metros de anchura máxima. El campo se halla, asi-
mismo, cruzado diagonalmente, de norte a sur, por una cañada o
lloclla, fácil para la infantería.

Las tropas de La Serna estaban posesionadas del cerro, en-


contrándose, de esta manera, en una posición aparentemente su-
perior a la de los patriotas. Por otra parte, las condiciones del
terreno escogido por Sucre ofrecían extraordinarias ventajas tác-
ticas, porque la llanura, al estar demarcada por dos profundas
depresiones, aseguraba los flancos de sus formaciones. Desapa-
recía así toda posibilidad de envolvimiento o de desbordamiento.
"Esta misma circunstancia impedía que el Virrey desplegara el
total de sus fuerzas dado el reducido espacio de que disponía;
el terreno forzaba a los realistas, pues, a efectuar un ataque fron-
tal, lo que hacía disminuir sus probabilidades de éxito" (SS).

Los sucesos del 8.

Aquel día, aproximadamente a las 11 de la mañana, las pri-

(55) Carlos Dcllepiane. Ob. cit. Cap. XI. Pág. 232.


LA CAMPA!>!A L!IlERTADORA• DE JUNIN Y AYACUCHO
69
meras patrullas· realistas empezaron a inspeccionar el terreno que
habrían finalmente de ocupar.

Sucre estableció su Cuartel General en una choza de pastores,


cerca de las ruinas de la iglesia de San Cristóbal.

A las tres de la tarde, este jefe, conjuntamente con La Mar,


se dispusieron a observar los cerros del frente por si avistaban
finalmente a los enemigos. El Mariscal peruano comentó: "El Vi-
rrey ha tenido miedo de comprometer su ejército en el paso de
la cañada, y por no cruzarla delante de nosotros se ha subido a
ia cumbre para descabezada en su nacimiento y descender por
aquí (señalando la loma más cercana al campamento), porque su
táctica ha sido siempre atacar a sus adversarios de alto a bajo;
rara vez se ha presentado en campo raso" (56).

Efectivamente, dos horas después (5 p.m.) los realistas em-


pezaron a bajar por el lugar señalado y tomaron posición en los
inmensos cerros del Condorcunca. Los coloniales armaron algunas
piezas de artillería que ostigaron continuamente a los patriotas
hasta la caída de la tarde. Asimismo, ambos ejércitos desplegaron
varias compañías que combatieron encarnizadamente, registrán-
dose varios muertos y heridos. Los jefes patriotas realizaron una
junta de guerra en la que resolvieron dar batalla al día siguiente,
por hallarse escasos de provisiones y de municiones.

Ya entrada la noche, corrió la voz en el campo realista de que


el General Valdés se proponía alarmar a los enemigos con algu-
nos tiradores. Córdova se le adelantó, pues a eso de las once,
junto con varios soldados (algunos de ellos provistos de cornetas
y tambores), se acercó a l~s posiciones realistas y, en medio de
una estruendosa gritería y música, rompió un mortífero fuego,
que fue contestado a los pocos minutos por los aturdidos virrei-
nales (57). Tras haber cumplido satisfactoriamente su misión, Cór-

(56) Nemesio Vargas. Ob. cit. Tomo II. Págs. 238 y s.


(57) Murió en la incursión el teniente coronel Palomares, del batallón Im-
perial Alejandro, quien se hallaba durmiendo.
70 HUGO PEREYRA PLASENCIA

dova hizo que sus compañías se replegaran nuevamente hacia sus


líneas.

Algunos realistas creyeron que la maniobra había servido para


proteger una supuesta retirada patriota.

Aquella misma noche, un destacamento peruano ocupó una


casita ubicada en el sector izquierdo del campo.

La batalla de Ayacucho

(Jueves, 9 de Diciembre de 1824)

Empezaban a extender-se lentamente las primeras luces de la


alborada, cuando las trompetas de ambos ejércitos dejaron oír
sus acostumbrados toques mañaneros. Eran como un saludo al
Sol, que se levantaba majestuoso por entre las rugosidadés de
aquel hermoso paisaje cordillerano. La frígida noche había trans-
currido por fin; y los soldados, estimulados por la claridad del
ambiente, iniciaron sus preparativos para el inminente combate.

Se efectuaron algunos fuegos de artillería y de tiradores, es-


pecialmente en el sector realista, ya que la pólvora escaseaba ·en
el campo insurgente. ·

A las ocho de la mañana, descendió el general Monet, "perso-


naje fornido, bizarro, de barba acanelada", acompañado por uno
de sus ayudantes. Tuvo una breve entrevista con Córdova, con
quien acordó una reunión entre los familiares y amigos de uno
y otro bando. Unos treinta patriotas traspusieron entonces la
línea neutral, en donde los aguardaban un número tanto mayor
cte realistas. Cuenta López (quien fue uno de los testigos de la
escena), que a un grupo donde él estaba, se acercó el brigadier
Antonio Tur, pidiéndoles que se sirviesen llamar a su hermano
Vicente, quien ostentaba el grado de teniente coronel en el Ejér-
cito Unido. Cuando hubo arribado el referido oficial y se iba a
LA CAMPAl'l'A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
71
dar inicio a una animada plática, el monarquista tuvo la impru-
dencia de manifestarle: "¡Hay, hermanito mío! ¡cuánto siento verte
cubierto de ignominia!". Vicente Tur reaccionó violentamente, di-
ciéndole: "¡Yo no he venido a que me insultes, y si es así, me
voy"!. Cuando el patriota hubo dado algunos pasos, su hermano
corrió hacia él y se disculpó, abrazándolo con gran cariño, mien-
tras algunas lágrimas rodaban por sus mejillas.

Una escena similar se produjo entre los hermanos Blanco,


nacidos en el Alto Perú y ambos de caballería (58).

Valdés nos refiere que a las 9 de la mañana, el Virrey reunió


a Canterac, Carratalá, a los generales de división y a los coman-
dantes generales de artillería e ingenieros "en un punto que do-
minaba y descubría pe1fectamente la situación de los enemigos y
todo el campo de batalla". Se iba a discutir acerca de si era o no
recomendable presentar batalla en aquel lugar, y en el caso de
hacerlo así, de qué manera debía planificarse la ofensiva. Estos
dos puntos fueron acordados "sin dificultad de jefe alguno". Lue-
go, "oídos los pareceres y opiniones manifestantes sobre ambos
particulares", se dictaminó el plan de ataque, cuyos puntos bási-
cos reproducimos a continuación: (59).

(58) Manuel Antonio López. Ob. cit. Pág. 214.


(59) Conde de Torata. Documentos para la Historia de la Guerra Separatis-
ta del Perú. Tomo III. Refutació~ que hace el Mariscal de Campo don
Jerónimo Valdés del Diario que escribió don José Sepúlveda sobre la
última campaña del ejército espafiol en el Perú. Pág. 62.
He aquí un hecho curioso de la campaña: como hemos visto, Valdés
sostiene que el referido plan de ataque se elaboró sin que ningún jefe
manifestara abierta oposición a ninguno de los puntos expuestos. Sin
embargo, el general García Camba en sus Memorias (Tomo II. Cap -
XXVII. Pág. 301) refiere que se reunió a los jefes "para oír de la boca
del general Canterac, segundo jefe del ejército y jefe del estado mayor
general las disposiciones del ataque que se habría de ejecutar, previ-
niendo a dichos jefes conforme iban llegando la parte de ejecución a
cada uno designada". García Camba recalca el hecho de que no hubo
discusión alguna y que las disposiciones fueron ideadas sólo entre Can-
terac y el Virrey, sin tomar en cuenta para nada las opiniones del
resto.
72 HUGO PEREYRA PLASENC!A

1?-La división de vanguardia, a órdenes de Valdés, con-


formada por los batallones Centro, Cantabria, Castro y 1? del
Imperial, apoyada por dos escuadrones de Húsares de Fernan-
do VII y por cuatro piezas de montaña, actuaría a la derecha y
debía, en principio, desalojar al enemigo de una pequeña casa
que promediaba el campo, para arremeter enseguida contra el grue-
so de la izquierda patriota.

2? .-La división Villalobos se situaría a la izquierda, y sus


cinco batallones formarían en el orden siguiente:

-El Primer Batallón del ler. Regimiento (Cuzco), al mando del


coronel Rubín de Celis, había de aproximarse a la derecha
de Sucre para conquistar una zona de seguridad, lo bas-
tante profunda como para favorecer el lento y fatigoso des-
censo de la caballería y de las siete piezas de artillería res-
tantes.
-El reducido batallón de Fernandinos (192 hombres) debería
situarse en la cuesta, atrincherándose en una de las rugosi-
dades del terreno .
--La reserva, compuesta por los dos batallones del regimiento
Gerona, formaría al pie del anterior batallón.
-El segundo Batallón del Imperial Alejandro, culminaría es-
ta formación en escalón, quedando a la espectativa de los mo-
vimientos del coronel Rubín de Celis.

"Esta disposición -dice Valdés- estaba muy bien concebida,


pues quedaban prontos para obrar sobre el paraje que fuese nece-
sario y en una posición ventajosa para servir de reunión a nues-
tras columnas en caso de ser rechazadas (60).

Por otro lado, ¿estuvo Valdés optimista aquel día? Algunos, como Rey
de Castro en sus Recuerdos del Tiempo Heroico, nos dice que sí lo
estuvo, y otros, como Ricardo Palma, afirman lo contrario. En todo
caso, Valdés ha dejado testimonios escritos que prueban que tuvo muy
buen concepto del citado plan de batalla.
(60) Conde de Torala. Ob. cit. Tomo III. Pág. 64.
LA CAMPAis:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
73
3'-'. -Por el centro, Monet, con los batallones Burgos, Infante,
Guías, 2'-' del Primer Regimiento y Victoria, debía descender a la
llanura y acercarse al borde oriental del barranco que dividía el
terreno, y formar allí sus contingentes, hasta que Valdés y Villa-
lobos tuviesen sus sectores bien asegurados. El ataque de esta
división, vendría a ser la fase culminante del plan.

4'-'. -La caballería, al mando de Valentín Ferraz, había de des-


cender y situarse en la retaguardia de la infantería, en dos bri-
gadas:

-La primera, comandada por el brigadier Andrés García Cam-


ba, apoyaría la izquierda de Monet con tres escuadrones de
Dragones de la Unión y cuatro de Granaderos de la Guardia.

-La segunda brigada, al mando de don Ramón Gómez de


Bedoya, se colocaría un poco más a la izquierda, es decir,
apoyando a la división Villalobos. Estaba conformada por
el ·escuadrón de San Carlos, el de Alabarderos de la Guardia
del Virrey y dos de Dragones del Perú.

"Nuestra situación -añade Valdés- era tal, que podemos


asegurar, sin peligro de ser desmentidos, que cien veces que
se hallasen los generales más circunspectos y detenidos, en
el caso en el que se hallaron los del Ejército Real en este
día, otras tantas opinarían por el ataque, aún teniendo pre-
sente el éxito funesto que tuvo el de Ayacucho" (61).

Los aprestos en el campo patriota.

Sucre no había elaborado un plan definido, prefiriendo adap-


tarse al dispositivo realista, al que podía observar abiertamente
desde sus líneas, por hallarse en la altura.

El ejército insurgente formó de la siguiente manera:

(61) Conde de Torata. Ob. cit. Tomo III. Pág. 63.


74 liUGO PEREYRA PLASENCIA

-A la derecha, la segunda división de Colombia, al mando


de general Córdova, compuesta por los batallones Bogotá
(coronel Galindo,) Voltíjeros (coronel Guás), Pichincha (co-
ronel Leal) y Caracas (coronel León).

-La división de La Mar, constituyó . la izquierda patriota y


se halló conformada por los batallones Legión Peruana (co-
ronel Plaza), N? 1 (coronel Francisco de Paula Otero), N? 2
(coronel González), N? 3 (coronel Benavides) y los montone-
ros del coronel Marcelino Carreña (62).

-La primera división colombiana, a órdenes del general La-


ra, se situó al centro y constituyó la reserva del aparato
bélico insurgente, con un total de 1,600 hombres. Esta di-
visión se hallaba compuesta por los batallones Rifles (co-
ronel Sands) (63), Vencedor (coronel Luque) y Vargas (co-
ronel Morán) .

-La caballería patriota, bajo la dirección de Miller, se ubicó


en los flancos de la división del centro. Se hallaba confor-
mada por los regimientos de Granaderos y Húsares de Co-
lombia (al mando de los coroneles Carvajal y Silva, res-
pectivamente), por los Húsares de Junín (coronel Suárez) y
por unos 80 Granaderos de los Andes (comandante Bo-
gado).

-La artillería, compuesta por un solo canon de corto alcan-


ce, que fue emplazado sobre el flanco izquierdo, hacia ade-
lante, fue encomendada al comandante Fuentes.

(62) Algunos militares peruanos que combatieron en Ayacucho, llegaron a


ser posteriormente Jefes de Estado. Ellos fueron: La Mar, Gamarra,
Salaverry, Pezet, Torrico, Bermúdez, Castilla, Vivanco y San Román.
(63) Este batallón, compuesto primitivamente por ingleses, tuvo brillantísi-
ma participación en las acciones disputadas en territorio colombiano.
Llegado al Perú, casi todos los europeos habían ya desaparecido, habién-
dose cubierto las bajas con peruanos, en su mayoría indígenas. Entre
los pocos sobrevivientes se hallaban Arthur Sands, jefe del batallón Y
antiguo oficial del ejército británico, los capitanes Miller Hallowes, Fer-
guson y Whittle. Miller' Memorias . Tomo II . Págs . 165 y s.
LA CAMPAl'l:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
75

El general Agustín Gamarra era el jefe del E .M. G. y Ramón


Castilla desempeñó el papel de su ayudante principal (64). El ge-
neral O'Connor actuaba como segundo jefe del Estado Mayor.

Este era el dispositivo general de ambos ejércitos al darse


m1cio a la batalla decisiva. Sólo falta agregar que el ejército pa-
triota estaba constituido por 4,500 colombianos, 1,200 peruanos y

(64) De la participación que tuvo Castilla en la campaña de 1824, podemos


decir lo siguiente: Se sabe que Castilla, a pesar de ser oficial de caba-
llería, no llegó a participar en la acción de Junín, debido a que, al
hallarse en Tumbes preparando un escuadrón, fue tomado prisionero
y llevado a Caraz con grillos. La explicación de esto, era que, unos
días antes, Castilla había acudido a Otuzco por disposición dél general
La Fuente, a ponerse a órdenes del Libertador. Este último, en el acto
de montar a caballo le dijo a Castilla: "entregue Ud. su escuadrón a ... "
(un jefe colombiano). Castilla contestó a Bolívar: "yo no he venido a
entregar mi escuadrón, sino a ponerlo a las órdenes de V. E.". De
aquí el enojo del Libertador. A pesar de todo, Bolívar ordenó que lo
liberasen y lo puso a disposición de La Mar, quien lo incluyó en la Di-
visión Peruana.

Participó en la batalla de Ayacucho y tiene fama de haber sido el pri-


mer peruano que penetró en el campo realista, sufriendo heridas · de
sable y de bala, al transmitir las órdenes del comando. Sucre lo con-
sideró en el parte de la batalla "muy digno de una distinción singu-
lar". Castilla Estadista y Soldado. Instituto Libertador Ramón Cas-
tilla. Págs. 7 y s.

Palma nos narra el episodio del reencuentro con su hermano en el mis-


mo campo de batalla: " ... herido don Ramón en un brazo, fue condu-
cido en camilla al hospital de sangre, donde se le colocó en un salón
destinado para jefes. Así vencedores como vencidos. Terminada e_l
cirujano de hacerle la primera curación, cuando se oyó una voz que
preguntaba:

-¿ Donde está el comandante Castilla?


-Aquí, a la derecha -contestó don Ramón, a la vez que otro herido
decía: Aquí, a la izquierda. Los dos hermanos, heridos en defensa de
distinta b andera, estaban en el hospital de sangre, y, ¡coincidencia cu-
riosa!, la lesión de ambos era en un brazo. Demás está decir que aque-
lla tarde fue de fraternal reconciliación. Tradiciones Peruanas. Tomo
V. Pág. 155.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
i6
80 argentinos, haciendo un total de 5,780 hombres (ateniéndonos
a la palabra de Sucre). Los realistas contaban con una cantidad
superior de soldados, muy difícil de precisar.

La mayoría de los historiadores que han estudiado este epi-


sodio de nuestra historia, coinciden en afirmar que el número · de
realistas ascendía a 9,310 hombres. Sin embargo, el general Val-
dés, en su exposición al Rey, consigna 5,876 infantes y 1,030 de
caballería, es decir, un total de 6,906 hombres que defendieron
aquel día el pabellón de Castilla. Esta cifra, notablemente más
baja que la anterior, no deja de ser un tanto plausible, porque
es sabido que las enfermedades y las deserciones estaban a la
orden del día en el campo realista.

De todos modos, no existe duda de que en Ayacucho los rea-


listas tenían alguna ventaja sobre los patriotas (ver documento
N? 1).

Era grande la tensión y el nerviosismo en los instantes pre-


vios a la bataila. De este nerviosismo parecían haberse contagia-
do aún los caballos, que piafaban inquietos, como si presintieran
importantes sucesos. El estado de ánimo que dominaba a la tro-
pa era de gran espectatíva y excitación. Los contínuos movimien-
tos de los jefes de los diferentes cuerpos y las músicas, acom-
pañadas del clásico y marcial redoble de tambores, hacían a esta
escena aún más impresionante.

El bravo y joven general Sucre, vestía levita azul cerrada, con


botones dorados y sombrero apuntado, a la usanza de aquella
época. Montado gallardament~ sobre un fogoso corcel, recorría
la línea en toda su extensión, arengando a los soldados quienes,
llenos de orgullo y de fervor patriótico, prorrumpían en estruen-
dosos vivas al Libertador y a las repúblicas del Perú y Colombia.

El entonces teniente Juan Antonio Pezet, que asistió a la ba-


talla como integrante de la Legión Peruana, nos relata que, al
acercarse Sucre a la división de La Mar, pronunció las siguientes
proclamas:
LA CAMPAl'l:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 77
"¡Batallón número 2!

Me acompañasteis en Quito, vencisteis ·en Pichincha y disteis


la libertad é1 Colombia. Hoy me acompañáis en Ayacucho;
también vencereis y dareis libertad al Perú, asegurando para
siempre la independencia de la América!".

Después, dirigiéndose a los otros batallones que formaban la


división peruana, exclamó:

"¡Legión peruana, si fuisteis desgraciada en Torata y Moque-


gua, salísteis con gloria y probasteis al enemigo vuestro valor
y disciplina; hoy triunfarei_s y habreis dado libertad a vuestra
patria y a la América".

Terminadas de decir estas palabras, La Mar se adelantó y


dijo: "Señor general, en este campo que yo he escogido triunfa-
remos antes de la una de la tarde; y aquí tomaremos una copa
por las glorias que tendremos" (65).

Cuando hubo acabado de recorrer las formaciones, Sucre, el


bravo Sucre, se colocó en una posición central y, alzando la es-
pada y empinado sobre sus estribos, dirigió al ejército estas bri-
llantes palabras:

"¡Soldados! ¡De los esfuerzos de hoy pende la suerte de la


América del Sur!".

Y, señalando como inspirado a las impresionantes masas ene-


migas que empezaban a descender del Condorcunca, añadió:

"¡Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable cons-


tancia!".

Eran poco más de las diez de la mañana.

(65) Mariano Felipe Paz Soldán. Ob. cit. Documento Tradicional de la ba-
talla de Ayacucho. Apéndice de documentos manuscritos. Pág. 408.
78 RUGO PEREYRA PLASENCIA

La batalla.

Valdés inició el movimiento, desalojando de la casita al pe-


queño destacamento patriota allí parapetado. Luego comenzó su
avance hacia el barranco, objetivo que, pese a su deseo, no pudo
alcanzar, por habérselo impedido la imprevista aparición de los
montoneros a caballo del coronel Marcelino Carreño, quienes ha-
ciendo derroche de gallardía y de heroísmo inigualables, dieron
tiempo para organizarse a los desprevenidos batallones de la di-
visión peruana que a su vez cargaron, aunque sin mucho éxito,
pues hubieron de replegarse en orden ante el impetuoso empuje
realista.

Mientras Valdés llamaba la atenci<m por esta ala, Villalobos


dispuso sus batallones tal como se había acordado, adelantando
el primer batallón del Cuzco, que hizo retroceder a los guerrille-
ros de Córdova. Entretanto, en la retaguardia realista, se dio ini-
cio al lento emplazamiento de la artillería y al descenso de la
caballería y del resto de los infantes.

Al mismo tiempo en que estas maniobras eran ejecutadas, la


artillería y los fusileros del ala derecha colonial rompieron un
concentrado fuego que causó serios estragos en la división perua-
na, que aún se replegaba. Al enterarse Sucre, por intermedio del
edecán de La Mar, de la crítica situación de aquel sector, decidió
enviar al batallón Vencedor como refuerzo, mientras el Vargas y
el Rifles quedaban en reserva. Con esta medida se contuvo mo-
mentáneamente el avance de los batallones realistas.

Al escuchar Joaquín Rubín de Celis, jefe del primer batallón


de la izquierda, los primeros disparos de la artillería de Valdés,
creyó que ésta era la señal del ataque general. Solicitó entonces
al general Villalobos el permiso para avanzar, aduciendo tener ór-
denes directas de Canterac. Este vaciló unos instantes, accediendo
finalmente a tan riesgoso pedido de su subordinado quien, sin
tener en cuenta el factor numérico y el peligro que corría, se
lanzó solo, sin apoyo alguno, temerariamente a la carga. Como es
lógico de suponer, el batallón Cuzco se estrelló contra las com-
LA CAMPAl'<'A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
79
pactas masas patriotas, siendo puesto inmediatamente en desas-
trosa fuga (66).

Sucre decidió aprovechar este error, dando orden a Córdova


de que acometiese sin dilación por aquel sector. Para el efecto,
le destacó parte de la caballería de Miller. El joven y corajudo
gener~I granadino, apeándose del caballo y sosteniendo e11 su ma-
no izquierda un blanco jipijapa guayaquileño, pronunció la cé-
lebre frase que la tradición ha inmortalizado: "¡Adelante! ¡Armas
a discreción! ... ¡Paso de vencedores!". Y, distribuyendo su divi-
sión en dos férreas columnas paralelas al medio de las cuales se
colocaron los jinetes, avanzó imponente al encuentro de Villalo-
bos (67).

A casi cien pasos del enemigo los colombianos descargaron sus


armas sobre ellos. Luego, ambas infanterías tomaron contacto en
un sangriento choque de bayonetas que duró algunos minutos. La
situación fue decidida finalmente por la caballería, a órdenes del
coronel Silva (68). Ello hizo factible que Córdova prosiguiera su
avance, arrollando en su trayecto a los restos del Cuzco y al Impe,
ria!, los cuales fueron deshechos casi sin disparar. Sólo el valiente
escuadrón de San Carlos (que había logrado descender desde el ini-
cio de la acción) se opuso tenazmente a los patriotas, siendo virtual- ·
mente deshecho en el intento.

Entretanto, Ferraz, con tres escuadrones realistas que habían


logrado descender, recibió la orden de cargar. Los Granaderos y
Húsares de Colombia los aguardaron formados y con sus enormes

(66) Joaquín Rubín de Celis falleció en la acción.


(67) Es preciso decir que Ja célebre frase de Córdova no tiene absoluta com-
probación histórica. El hecho de que éste haya arengado a la tropa con
algunas palabras, está puesto fuera de duda, pues los jefes tenían por
costumbre hacerlo así. Una de estas proclamas, que es la que pronunció
Lara ante el batallón Vargas, ha sido inmortalizada por Palma en sus
Tradiciones .
(68) El bravo coronel Laurencio Silva, recibiría en la acción tres lanzazos,
siendo ascendido -como se verá- a general de brigada en mérito a su
brillante comportamiento.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
80

lanzas en ristre. El choque fue violentísimo e hizo recordar en algo


a Junín: en medio de una escena infernal, en la que se combinaban
el metálico chasquido de los sablazos y los desgarradores alaridos
de los combatientes heridos, los aguerridos realistas tuvieron final-
mente que ceder, dejando sembrado el campo de decenas de cadá-
veres, en muchos de los cuales se notaba una grotesca y macabra
posición que daba fé de la heroica resistencia que realizaron _(69).

En un desesperado intento por restablecer la línea, Canterac


atacó con los dos batallones del regimiento Gerona los cuales, a
pesar de haber obtenido un éxito inicial fueron vencidos y disper-
sados en escasos minutos.

Los integrantes del batallón Fernando VII, que se hallaban en


la falda del cerro, hicieron entonces fuego sobre Córdova. En res-
puesta, éste avanzó con su intrepidez característica, haciéndolos re-
troceder y desbandarse. Así se posesionó de aquel preciado sector,
donde se hizo flamear el pabellón de Colombia, en medio del en-
tusiasmo general.

Por el centro el Virrey, viendo los estragos que causaban los


colombianos sobre su izquierda, dispuso que la división Monet
-que aún permanecía intacta- traspusiera el barranco por briga-
das. Al observar estos movimientos, Sucre ordenó que acudieran
presurosos a ese sector los Húsares de Junín y los Granaderos de
Colombia, apoyados a su vez por el batallón Vargas de la división
Lara.

Estos cuerpos acometieron furiosamente contra la Primera Bri-

(69) Don Ramón Gascón y Loarte, en la crítica que hace a las Memorias de
García Camba, refiere que el escuadrón de San Carlos no estuvo man-
dado por don Manuel de la Canal, sino por el coronel Villagra. Asi-
mismo, refuta los datos consignados por éste con respecto a cuáles
fueron los escuadrones que hicieron frente a los Húsares y Granaderos
Colombianos . Ambos coinciden en que fueron tres _los escuadrones, aun-
que Gascón y Loarte sostiene que fueron sólo de Granaderos de la Guar-
dia, y García Camba, que fueron dos de la segunda brigada y uno de
Granaderos,
LA CAMPA1'1A LIBERTADORA DE JUNIN Y J\YACUCHO 81

gada Realista, a órdenes de Juan Antonio Pardo, siendo ella puesta


en fuga y obligada a cruzar nuevamente el referido barranco, rom-
piendo la formación de la segunda brigada que fue también perse-
guida y dispersada por la caballería.

Cuenta Miller, que unos 25 Húsares peruanos montados sobre


mulas de carga (pues habían perdido sus cabalgaduras en Corpa-
huaico), recibieron la orden de permanecer en la retaguardia, mien-
tras el resto de sus compañeros iba a la carga. Esos valientes_ se ne-
garon tajantemente a obedecer esta disposición y avanzaron resuel-
tos hacia los realistas cambiando, poco después, sus mulas por ca-
ballos tomados a éstos.

En vano trataron los jefes realistas de reorganizar a los disper-


sos, quienes no hacían caso ni a las amenazas ni a las súplicas. El
mismo Virrey, "cargado de años, de fatiga y de servicio, se lanzó
éomo granadero en medio de las filas contrarias". Fue tomado pri-
sionero del modo más extraño, por un oscuro sargento del batallón
Voltíjeros. (Ver Documento N? 2).

En el ala izquierda independiente, la victoria se mantenía aún


indecisa. Los batallones peruanos, apoyados por el Vencedor y pos-
teriormente por el Vargas (que había podido trasladarse a ese sector
tras el choque con la brigada Pardo), resistían a las columnas de
Valdés, quien no había llegado a enterarse de los últimos aconte-
cimientos por lo incómoda de su posición. Cuando pudo obser-
var que se le acercaba por el flanco el resto de las fuerzas victo-
riosas, formó desesperadamente en martillo, permitiendo rehacerse
de esta manera a la división de La Mar. Cogido entre varios fuegos,
tuvo que retroceder irremediablemente, en momentos en que sus for-
maciones empezaban a desmoronarse. Los batallones Vargas y Le-
gión, junto con los Húsares de Junín cruzaron la quebradilla y em-
prendieron la persecución de los maltrechos virreinales, que huían
por las depresiones aledañas en espantosa confusión.

"Valdés comprendió que todo estaba perdido, y preso de la de-


sesperación, se apeó del caballo y se sentó sobre una gran piedra
resuelto a esperar la muerte allí. Sus jefes y oficiales acuden solí-
HUGO PEREYRA PLASENCIA
82
citos a su alrededor; le suplican que les dé sus órdenes prometiendo
cumplirlas; todo es en vano, hasta que uno de ellos observa que
si no puede vencer por lo menos los puede salvar. Esta apelación
oportuna a su generosidad, le devuelve los bríos y le pone de pie.
Reune a los pocos que le quedan, se pone a su frente, y escoltado y
envuelto por sus jefes que, espada en mano le forman una espesa
muralla de acero, emprende la retirada perseguido por Morán, y se
abre paso entre los colombianos, sembrando la muerte a su alre-
dedor" (70).

A eso de la una de la tarde, luego de tres horas de contínuo


batallar, nada resistía ya a las armas patriotas.

Sucre encomendó la persecución de los dispersos a La Mar y


a Lara.

En las alturas del Condorcunca, Valdés se reunió con los gene-


rales Canterac, Monet, Carratalá y Villalobos y con los Brigadieres
García Camba, Pardo y otros. Estaban éstos acompañados por un
grupo de más o menos doscientos jinetes. Aquí Valdés tuvo conoci-
miento de la prisión del Virrey y del consiguiente ascenso al mando
<le Canterac. Al poco rato, se incorporaron al grupo los brigadieres
Atero, de ingenieros y Cacho, de artillería. Se inició así una impro-
visada junta de guerra en la que Canterac, como primer jefe, tomó
la palabra para expresar su deseo de rendirse, aduciendo que no
había nada más que hacer en el Perú, puesto que las guarniciones
circundantes eran escasas y que Olañeta, además los hostigaba des-
de el Alto Perú.

Casi todos los jefes estuvieron de acuerdo con los argumentos


de Canterac; pero Valdés y el valiente coronel Diego Pacheco opi-
naron que no deberían darse por vencidos. Más tarde desistieron
definitivamente al enterarse, por intermedio de Somocurcio, de que
tos soldados naturales del país, reclutados a la fuerza por los virrei-
nales, se resistían a obedecer a sus jefes, habiendo inclusive dado
muerte al capitán Salas.

(70) Nemesio Vargas. Ob. cit. Cap. XXX. Pág. 245.


LA CAMPA¡q:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 83

"Imposible sería pintar -dice García camba- la sensación que


tan tristes relatos causaron en el ánimo de todos los desgraciados
circunstantes: un asesinato vil era ya el término probable del es-
pañolismo más puro: momento de terrible e inexplicable angustia
del cual podrán sólo formarse una idea los hombres reflexivos,
pundonorosos y sensibles. La confusión y la incertidumbre estaban
retratados .en el semblante de todos, y ninguno acertaba a propo-
ner el arbitrio que convendría adoptar en tamañas circunstan-
cias ... " (71).

Empezaba a declinar el día, cuando La Mar se presentó en el


campo realista, precedido por un ayudante, quien solicitó hablar
con Canterac. Así, éstos jefes sostuvieron una breve conversación,
después de la cual el español se dirigió donde sus camaradas a ma-
nifestarles ' que el general Sucre estaba dispuesto a concederles una
capitulación honrosa (72).

Canterac y CarrataJá bajaron entonces al campamento patriota,


en donde se redactaron los primeros puntos de la capitulación. Una
copia de ella fue enviada al campamento realista, en donde se apro-
baron casi la totalidad <le las cláusulas expuestas.

Al día siguiente, en la mañana, se presentaron García Camba


y Valdés, con quienes se hicieron los arreglos definitivos del histó-
rico acuerdo.

Aquella mañana, Miller vio acercarse a su cabaña, en compañía


de Sucre, "a u~ oficial español; éste era de pequeña estatura, delga-

(71) García Camba. Memorias. Tomo II. Pág. 309.


(72) Juan Basilio Cortegana, en un artículo titulado "La verdad histórica acer-
ca de la batalla de Ayacucho", nos refiere que después de la batalla se
presentó a La Mar un oficial español apellidado Repojo, que decía
ser ayudante de Canterac, a manifestarle que si sería posible otorgarle
una capitul.a ción decorosa. La Mar respondió: "¿Y dónde está el general
Canterac?". A poco rato se presentó éste y entabló una breve conversa-
ción con el Mariscal peruano. El resto es similar a lo que la mayoría
de los historiadores ha escrito. Continúa diciendo Cortegana que hubo
gente que vio a Canterac bajar solo, con un pañuelo blanco en la punta
de su espada, encontrando al poco rato al citado jefe patriota.
84 HUGO PEREYRA PLASENCIA

do y un poco inclinado hacia adelante, traía un sombrero de ala


ancha de pelo de vicuña, una levita basta cenicienta, unos botines
altos de pelo. Cuando llegó más inmediato, sus penetrantes ojos
chispeaban y animaban un rostro tostado por la inclemencia del
tiempo, pero suml:l,mente interesante, y antes que Sucre tuviese tiem-
po de presentarlo corrió al frente algunos pasos y abrazó a Miller
diciéndole: "Conozco quien es V. Yo soy Valdés. V. y yo debemos
ser amigos" (73).

La Capitulación de Ayacucho.

Este documento fue firmado en Huamanga, el día 11 de Diciem•


bre (aunque en éste aparezca la fecha 9), entre el Teniente General
don José Canterac, "encargado del mando superior del Perú", y
Sucre como General en Jefe del Ejército Unido.

El célebre convenio consta de 18 artículos, acordándose la en-


trega de todas las guarniciones realistas hasta el Desaguadero, con
todos los pertrechos de guerra existentes. Los castillos del Callao
se devolverían de la misma manera en un plazo de veinte días. To-
dos los prisioneros serían puestos inmediatamente en libertad, mien-
tras que los heridos, recibirían la atención médica necesaria. Se res-
petarían las propiedades de los españoles ausentes, encargándose
además el gobierno peruano de costear el valor de los pasajes a aque-
llos que desearan retornar. Los que decidieran quedarse, serían ad-
mitidos en sus mismos empleos y con el sueldo de siempre. Asimis-
mo, el Estado reconocería la deuda contraída por el gobierno es-
pañol en el Perú, reservándose el Congreso de la República el fallo
al respecto. (Ver Documento N? 3).

"Más que la capitulación de un ejército en derrota --escribe


Vargas Ugarte- se diría que es un tratado entre potencias iguales".

En efecto. nunca se mostró Sucre tan noble y longánimo como


en aquella ocasión. Pudo imponer a los derrotados una entrega in-

(73) Miller. Memorias. Tomo II. Pág. 185 y s.


LA CAMPAl'IA LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 85

t·ondicional, más creyó "digno de la generosidad americana conce-


der algunos honores a los rendidos que vencieron catorce años en
el Perú".

Después de la batalla, quedaron en poder de los patriotas los


Tenientes Generales La Serna y Canterac; los mariscales Valdés, Ca-
rratalá, Monet y Villalobos; los generales de brigada Ferraz, Bedo-
ya, García Camba, Somocurcio, Cacho, Atero, Landázuri, Vigil, Pardo
y Tur, con dieciséis coroneles, sesentiocho tenientes coroneles, cua-
trocientos ochenticuatro mayores y oficiales, más de mil individuos
de tropa, cerca de dos mil quinientos fusiles, la artillería y todos los
elementos de guerra restantes.

Los realistas tuvieron 1,800 muertos y 700 heridos, mientras


que los patriotas 300 perdieron la vida y 619 resultaron heridos.

No obstante lo generoso de las cláusulas de la capitulación,


algunos jefes realistas no se mostraron conformes. Tal es el caso
de Valdés, quien Jlegó a despachar algunas comunicaciones dirigi-
aas a los jefes realistas de Parinacochas y de la Costa, para que se
replegasen e intentaran unirse a la guarnición que estuviere má:s
a su alcance (74).

Pocos días después de la acción, Canterac dirigió estas líneas


a Bolívar:

"Excelentísimo señor Libertador don Simón Bolívar: Como

(74) En el libro Documentos Inéditos sobre la campaña de la independencia


del Perú (Pág. 66 y s.) aparecen las contestaciones que hacen Cayetano
Aballe (desde Corocoro) y Juan Bautista Arana (desde Caravelí) al gene-
ral Valdés. El segundo en un oficio fechado el 26 de diciembre, le
dice: "Quedo enterado de lo que v's . previene, reservadamente, y ase-
guro a v. s. que por mi parte estoy dispuesto a los mayores sacrificios
con los que puede redundar en beneficio del rey nuestro señor y ·por lo
tanto puede v.s. contar conmigo y con la parte del escuadrón que pue-
do conducir, bien sea para unirnos al señor general Olañeta o bien
para marchar a Chiloé, según v. s. me insinúe y por lo tanto estaré
pronto a su aviso. Dios guarde a v. s. muchos aos. Juan Bautista
Arana.
86 HUGO PEREYRA PLASENCIA

amante de la gloria, aunque vencido, no puedo menos que felicitar


a vuecelencia por haber terminado su empresa en el Perú con fa
jornada de Ayacucho. Con este motivo, tiene el honor de ofrecer-
se a sus órdenes y saludarle en nombre de los generales españoles,
este su afectísimo y obsecuente servidor que sus manos besa, José
de Canterac.- Huamanga, a 12 de Diciembre de 1824" (75),

Consideraciones.

Podemos resumir las causas del descalabro realista en tres


puntos básicos:

El primero se relaciona con varios errores estratégicos que


cometió el Virrey, quien creyó favorecer a sus tropas situándolas en
un lugar en que pudieran atacar descendiendo de la altura, sin te-
ner en cuenta que el llano se hallaba limitado por profundas que-
bradas que impedían un total y rápido desenvolvimiento de la ca-
ballería y aseguraban los flancos del dispositivo patriota.

(75) La contestación de Bolíívar fue la siguiente: "Al señor General don José
de Canterac (Lima, diciembre de 1824).
He recibido la favorecida carta de Ud. con infinita satisfacción. Ud,
me cumplimenta por los sucesos de nuesiras anuas. A la verdad, este
rasgo es generoso y digno, por lo mismo, de gratitud. Yo no puedo
hacer a Ud. la misma agradable congratulación, pero puedo decir que
la conducta de Uds. en el Perú como militares merece el aplauso de los
mismos contrarios. Es una especie de prodigio lo que Uds. han hecho
en este país. Uds. solos han retardado la emancipación del ,Nuevo
• Mund0 dictada por la naturaleza y por los destinos. En fin, querido
General, Uds. deben consolarse de que han cumplido gallardamente su
deber, y de que han terminado su carrera por una capitulación gloriosa
en el Perú. ·
Suplico a Ud. se sirva ofrecer mis sinceros respetos al señor general
La Serna, cuyas heridas aunque dolorosas, lo cubren de honor. Al
señor general Valdés y demás generales españoles hágales Ud. de mi
parte la oferta de mis servicios y de mi consideración. Mando los pasa-
portes que se me han pedido en los términos correspondientes. Soy,
etc. etc. Simón Bolívar.
LA CAMPA&A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
87

Respecto a la quebradilla que dividía el terreno por el centro


y la izquierda insurgentes, podemos decir que ni Sucre ni La Serna
se preocuparon en reconocerla detalladamente, especialmente este
último, quien debió haber aprovechado la noche en ocuparla y en
preparar el emplazamiento de la artillería del ala izquierda, que ni
siquiera llegó a ser utilizada.

Por otro lado, el plan de ataque que elaboraron los jefes realis-
tas, se hallaba -según la opinión de Valdés- bien concebido y ex-
plicado, sin que ocurriera en su ejecución otra falta que el inespe-
rado avance del primer batallón de la izquierda, lo que atrajo la
atención de Sucre hacia ese sector, permitiéndole distribuir de ma-
nera eficaz s,u reserva.

El segundo punto se refiere a la dudosa fidelidad de las tropas


coloniales que, luego del primer encuentro, se negaron rotundamen-
te a seguir combatiendo.

García Camba escribe al respecto:

"Aterrorizados los soldados de una manera inexplicable por un


desenlace inesperado y del cual estaban muy distantes sus creencias,
sólo atendían a dispersarse por entre las breñas, arrojando muchos
las armas, las fornituras, las casacas y los morriones para tomar
con mayor desembarazo la dirección que más cuadraba al intento
de restituirse unos a sus casas y de volverse otros a las filas ene-
migas a que antes habían pertenecido" (76).

En una circular fechada el 19 de Julio de 1830, en la que Cante-


rae habla de los sucesos del Perú, se dice lo siguiente:

"Si asimismo la totalidad de los soldados que componían el


Ejército del Norte, excepto el pequeño número de europeos, no
eran forzados o prisioneros hechos al enemigo, de tal modo que se
hacía forzoso acampar siempre por batallones en cuadro, encerran-
do en él a los soldados sin permitirles salir para las urgencias más

(76) García Camba. Memorias. Tomo II. Pág. 307.


HUGO PEREYRA PLASENCIA
88

precisas, sin cuyas precaucion es desertaban , como lo probaba la


experiencia , y se puede asegurar que los soldados del Perú eran
guardados tan cuidadosam ente como pueden serlo en España los
presidiario s, llegando a tanto el aborrecimi ento que tenían a su es-
tado, que muchos de ellos al paso de puentes o despeñader os, se
arrojaban a una muerte cierta para sustraerse del servicio" (77).

La explicación a estos acontecimi entos es lógica, pues los solda-


dos fueron reclutados a la fuerza, a pesar de que gran cantidad de
ellos se hallaba a favor de los independie ntes. No es extraño, pues,
que llegado el momento oportuno hayan optado por obedecer a sus
propias conviccion es.

El bizarro desempeño de los integrantes del Ejército Unido,


constituye la tercera y última causa del desastre virreinal. Todos
los integrantes del bando insurgente -desde el general en jefe
hasta el último guerriller o- demostraro n un tesón y valentía ini-
gualables a lo largo de todo el combate.

Fueron tres los que más se distinguier on en esta jornada. El


primero de ellos fue, sin lugar a dudas, La Mar, quien resistió por su
sector el demoledor ataque de la división que mandaba el héroe
de Torata. Es necesario aclarar que el comportam iento del citado
Mariscal y de la división peruana, en general, constituyó a la larga·
la línea en torno a la cual se elaboró la victoria. Así lo aseveran
con justísima razón algunos prestigioso s historiador es como Cor-
tegana, Valega y Vargas Ugarte. Este último dice:

"De haber flanqueado aquel general (Valdés) al ejército patriota


y obtenido su objetivo, toda la línea se habría visto comprome tida
y la reserva y la artillería realistas habrían podido intervenir con
más eficacia. Sucre supo aprovecha r esta resistencia para desbara-
tar, primero, la izqujerda enemiga, y luego el centro, haciendo para
ello uso de toda la caballería, a la cual le fue fácil arrollar a la in-
fantería en el llano de la Quinua y aún cruzar el barranco que corre

(77) Conde de Tora ta. Ob. cit. Tomo IV. Pág. 236.
LA CAMPAf<:A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 89

a lo largo de las faldas del Condorcanqui que es de· mediana pro-


fundidad" (78). .

El segundo personaje del encuentro fue José María Córdova,


quien se distinguió en la lucha por realizar, con incontenible furia,
un ataque que destrozó por completo a Villalobos y que compro-
metió notablemente el centro realista. Su célebre avance no tuvo
casi interrupciones por lo que, en el parte oficial de la acción, se
dice que "todo plegó a su frente" (79).

Y, por último, Sucre el vencedor de Pichincha y mano derecha


del Libertador, tuvo en esta batalla ocasión de demostrar, una vez
más, su acostumbrado y brillantísimo genio militar.

Sin restar méritos a la totalidad de los jefes que indudable-


mente combatieron con denodado arrojo, creemos que es un acto
de justicia destacar el mérito de los tres jefes antes mencionados
y considerarlos como pilares del éxito que afianzó, en el campo de
Ayacucho, la libertad de un continente.

"En toda América -dice Emil Ludwig- el nombre de Bolívar


quedó unido a esta victoria, pero no a consecuencia de su táctica,
sino por el poder de la leyenda, cuyo profundo sentido hizo del ver-
dadero libertador el héroe de una batalla donde no se había encon-
trado. Los peruanos levantaron una estatua ecuestre a Bolívar, colo-
caron su retrato en todas las alcaldías, lo nombraron Padre de la
Patria, concediéndole de por vida los honores de presidente; su
fama se esparció por todo el continente con mayor auge que des-
pués de todas las campañas y batallas donde realmente había ven-
cido; en Europa se ignora de tal modo el nombre de Sucre, que un
historiador contemporáneo ha escrito que se lo han dado a una
ciudad de Bolivia, a causa de las plantaciones de caña de azúcar
existentes allí".

(78) Rubén Vargas Ugarte. Ob. cit. Tomo VI. Pág. 362.
(79) En el mismo campo de batalla, Córdoba y Lara fueron ascendidos a ge-
nerales de división; Leal, Guás y Cuervo, a coroneles efectivos; y Trini-
dad Morán a coronel graduado.
HUGO PEREYRA PLASENCIA
90
El 16 de Diciembre, don Antonio Alvarez, Presidente de la Au-
diencia del Cuzco, recibió un parte firmado por el comandante Gar-
cía, en el que se le informaba de la destrucción del ejército de
La Serna en Ayacucho. Aquella noche, Alvarez se reunió con sus
oidores en sesión de emergencia. En ella decidieron nombrar como
nuevo Virrey a don Pío Tristán, por ser el Mariscal de Campo más
antiguo. Asimismo, enviaron comunicaciones a Olañeta en el Alto
Perú y a Maroto en Puno. En cuanto a Pío Tristán, debía dirigirse lo
antes posible al Cuzco y reunir cuanta tropa dispersa encontrase,
para organizar así la resistencia.

En Arequipa, el día 23, el nuevo Virrey recibió la noticia de su


nombramiento y se dispuso a afrontar tan grande responsabilidad.
Tras intentar infructuosamente de llegar a un entendimiento con
Olañeta y, comprendiendo que toda resistencia era inútil, desistió de
sus empeños. Así, cuando el coronel Francisco de Paula Otero avan-
zó a someterlo, el anciano se retiró del mando, sin ofrecer resisten-
cia alguna.

Pronto se dieron cuenta Alvarez y Maroto de que todo estaba


irremediablemente perdido: los Granaderos de la Guardia se habían
rebelado en Sicuani, habiendo optado por lo mismo las guarnicio-
nes de Lampa y de Mollepata. Muchos miles de hombres se disolvie-
ron ante el sólo rumor del desastre de la Quinua (80). -

La noticia del éxito se extendió rápidamente por todo el terri-


torio patrio. Así lo atestiguan los entusiastas partes que se cursaban.
. A continuación, reproducimos algunos párrafos de la comunicación
que fue enviada por Fermín Lino Enríquez (Gobernador de Palpa) a
Antonio Gutiérrez de la Fuente, el 16 de Diciembre:

"A esmero de mis fatigas y desvelos tengo el placer de dirigir


a u. s. la plausible noticia que acabo de recibir por el propio Ro-

(80) Cuando se tuvo conocimiento del avance de Gamarra hacia el Cuzco,


sólo el teniente coronel Vicente Miranda, al mando de la guarnición de
Mollepata, se dispuso a resistir. Más tarde tuvo que ceder, presionado
por el mariscal Alvarez.
LA CAMPA1'1A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
91

mualdo Amézquita, que ha regresado de Huamanga, y que dice lo


siguiente: Se ha dado en Huamanga una acción muy sangrienta: su
conclusión fue en Quinua; su resultado fue quedar en la aduana
de Huamanga, presos La Serna, Canterac, Valdés, Carratalá, Monet,
Aspirós, Bedoya y Ferraz, comandantes, coroneles y todos los ofi-
ciales. El pueblo de Huanta que se rebeló ha padecido la pena co-
rrespondiente a su delito; las indias de esos pueblos han sido pre-
miadas porque a porfía se empeñaron en cooperar a las maniobras
del ejército libertador ... ".

Otro comunicado dice: " acabamos de recibir las importan-


tes y lisonjeras noticias de la entera destrucción y total pérdida del
ejército español en Huamanguilla que creíamos cerca de Huamanga.
En el momento se ha ordenado un repique general de campanas y
estamos dando otras providencias para que este benemérito pueblo
despliegue su patriotismo y viva la complacencia que ha manifes-
tado. No pasamos adelante por demorar el expreso y hablando más
claro porque sin aguardiente nos hemos embriagado todos ... " (81).

El 24 de Diciembre, Gamarra entró triunfalmente en el Cuzco al


frente de la división de Vanguardia, cinco días después, hacía lo
mismo el general Sucre. En su primera proclama, les dijo:

"Cuzqueños: al pisar vuestra patria, mi corazón ha tenido las


emociones más sensibles: he visto cumplidos vuestros deseos, y
satisfechos los ·votos del ejército unido: en los campos sagrados
de Junín y Ayacucho quedaron rotas para siempre las cadenas que
os ataban a un poder extraño. Dejasteis eternamente de ser españo-
les: sois ya Peruanos: sois libres".

Después de haber intentado embarcarse infructuosamente en


Caravelí, todos los miembros de la comitiva virreinal marcharon a
Quilca en donde, el 3 de Enero, se embarcó La Serna a bordo de la

(81) Documentos inéditos sobre la campaña de la independencia del Perú.


Pág. 64 y s. El segundo fragmento corresponde al oficio que enviaron
el 17 de diciembre, Fulgencio Guerrero y Flavio Plaza (comandante de·
lea), al comandante general de la costa sur.
, RUGO PEREYRA PLASENCIA
92
fragata mercante francesa Hernestine, que se dirigía a Europa. Lo
acompañaban los generales Valdés, Villalobos y Maroto; los briga-
dieres Landázuri, Ferraz, el coronel Santa Cruz y varios subalter-
nos y compatriotas. "La escuadra despidió al Virrey con una salva
de artillería; últimos honores que recibía el último mandatario del
Perú colonial. .. ".
Zarparon también los bergantines Aquiles y Constante, el trans-
porte Clarigton el navío Asia, hallándose entre los pasajeros de
este último los brigadieres Andrés García Camba y Mateo Ramírez.

La travesía de estos últimos cuatro barcos fue desastrosa y


ninguno llegó a su destíno. El 10 de Marzo se sublevaron en la rada
de Umatac (las Marianas), las tripulaciones del Asia y del Constan•
te, los cuales zarparon el 11 de Marzo no sin antes incendiar al trans-
porte Clarington. El Aquiles corrió la misma suerte, ya que el día
13 se hizo a la mar enarbolando el pabellón de la República de
Chile, gobierno al cual se entregó. El Asia y el Constante hicieron
lo mismo en México.

La Hernestine fue alcanzada el 6 de Enero, en la noche, por


el bergantín de guerra chileno Galvarino, el que llegó a dispararle
algunos cañonazos, obligándola a detenerse. Subió entonces a bordo
el segundo comandante de aquella nave, manifestándole al capi-
tán Mr. Dugen, que tenían órdenes de conducir su barco nuevamen-
te hacia Quilca. Esto dió lugar a airadas protestas por parte del
Virrey y de los demás jefes realistas, quienes le mostraron sus pa-
saportes. Concluído este lamentable incidente, la fragata francesa
prosiguió su rumbo en libertad (82).

El 18 de Diciembre, llegó a manos de Bolívar la carta en la


que Santa Cruz le informaba de los halagadores sucesos de la Qui-
nua. Estas noticias le causaron una explosión de júbilo que se des•
bordó en manifestaciones desusadas de alegría: Quitándose de en•
cima el dolmán y el sable, como para significar que ya no los nece-
sitaría más, empezó a danzar por la pieza que ocupaba, gritando
emocionado: "¡Victoria, victoria, victoria ... !".

(82) Mariano Felipe Paz Soldán. Ob. cit. Cap. XXI. Pág. 290 y s.
LA CAMPARA LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
93

Transcurridos algunos instantes, le comunicó a O'Leary y a sus


demás acompañantes el contenido del oficio que lo puso en seme-
jante estado.

Por Decreto del 27 de Diciembre, el Libertador dispuso que to-


dos los cuerpos del Ejército Unido recibieran desde aquel día la de-
nominación de Gloriosos y a cada uno de sus integrantes el título
de Benemérito a la Patria en grado eminente, concediéndoles ade-
más el uso de unas medallas conmemorativas. Los lisiados y los
familiares de los fallecidos en la campaña, recibirían gratificaciones
y preferencias. Asimismo debía levantarse en el campo de Ayacucho
una columna que perennizase el magno suceso (83).

Córdova y Lara fueron ratificados en sus ascensos a generales:


de división (más tarde lo serían Miller y Gamarra). Los coroneles
Lucas Carvajal, Laurencio Silva, Arthur Sands y Francisco de Paula
Otero alcanzaron el grado de generales de brigada.

Sucre ostentaría, desde entonces, el título de Gran Mariscal de


Ayacucho.

Dos días antes, Bolívar dirigió a los bravos del ejército esta céle-
bre proclama:

(83) Al respecto se decía: "En el campo de batalla de Ayacucho se levanta-


rá una columna consagrada a la gloria de los vencedores. En la cima
de esta columna se colocará el busto del benemérico general Antonio
José de Sucre, y en ella se grabarán los nombres de los generales,
jefes, oficiales y cuerpos en el orden y preeminencia que les corres-
ponde. La gratitud del pueblo y del gobierno se esforzarán en prodigar
la riqueza, el gusto y la propiedad en la erección de esta columna".

Este monumento todavía no se ha erigido. Dice Paz Soldán, que du-


rante el gobierno del general Pezet se promovió un concurso. al respecto
(28 de octubre de 1863). La Dirección de Obras Públicas escogió la del
arquitecto francés Maximiliano Mimey. Debía ser construido de gra-
nito y de bronce y su costo ascendía a 260,000 pesos. La guerra con
España impidió esta realización. M. F. Paz Soldán. Ob. cit. Cap.
XX. Pág. 288.
94 HUGO PEREYRA PLASENCIA

"Soldados: Habeis dado la libertad a la América Meridional, y


una cuarta parte del mundo es el monumento de vuestra gloria,
¿Dónde no habeís vencido?.

La América del Sur está cubierta de los trofeos de vuestro


valor; pero Ayacucho, semejante al Chimborazo, levanta su cabe-
za erguida sobre todos.

Soldados: Colombia os debe la gloria que nuevamente le daís,


el Perú vida, libertad y paz. La Plata y Chile también os son deudo-
res de inmensas ventajas. La buena causa: la causa de los derechos
del hombre, ha ganado con vuestras armas su terrible contienda
contra los opresores. Contemplad, pues, el bien que habeis hecho
a la humanidad con vul!stros heroicos sacrificios.

Soldados: Recibid la ilimitada gratitud que os tributo a nom-


bre del Perú. Yo os ofrezco igualmente, que sereis recompensados
como mereceis, antes de volveros a vuestra hermosa patria. Mas
¡no! jamás sereis recompensados dignamente: vuestros servicios no
tienen precio.

Soldados peruanos: vuestra patria os contará siempre entre


los primeros salvadores del Perú.

Soldados colombianos: centenares de victorias alargan vues-


tra vida hasta el término del mundo" (84).

Esta fue la etapa culminante de la guerra, en la que Bolívar al-


canzó definitivamente el pináculo de la fama. Era el final de su mag-
na tarea emancipadora, que emprendiera muchos años atrás, y a
la que dedicó los mejores años de su vida. Obra portentosa que
costó sacrificios, privaciones, profunda dedicación y hasta lágrimas;
y que nos debe servir para tener presente cada día la memoria de
quien fuera el más genial de los hombres políticos hipanoamericanos.

(84) Bolívar hizo una segunda proclama, la cual, dice Paz Soldán, fue dura-
mente criticada por algunos periódicos de la época, por contener una
áspera reprimida" a Chile, Buenos Aires y, en especial, al Perú. Ob.
cit. Cap. XX. Pág. 287.
Documentos
DOCUMEN TO N? 1

Estado de la fuerza que tuvo el Ejército Real del Perú, el día 9


de diciembre de 1824, en Ayacucho.

Infantería .

Cuerpos:
Dos batallones del Gerona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 900
Dos batallones del Imperial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 796
Dos batallones del Cuzco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 829
Un batallón del Infante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
Un batallón de Burgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 540
Un batallón de Guías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
Un batallón de Victoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392
Un batallón de Fernando VII .. .. . . . . .. .. .. . .. . . 196
Un batallón de Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 495
Un batallón de Centro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 464
Un batallón de Cantabria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 580

Fuerza Total 5.876


HUGO PEREYRA PLASENCIA
98

Caballería.

Cuerpos:

Escuadrones de Granaderos de la Guardia . . . . . . 380


Escuadrones de Dragones de la Unión . . . . . . . . . . 248
Escuadrones de Dragones del Perú . . . . . . . . . . . . . 146
Escuadrones de Húsares de Fernando VII . . . . . . . 124
Escuadrones de Lanceros de San Carlos . . . . . . . . . . 86
Compañía de la Guardia del Virrey . . . . . . . . . . . . . . 46

Fuerza Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l. 030

TOTAL GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . 6. 906

Fuente: Conde de Torata. Documentos para la Historia de la Gue-


rra Separatista del Perú. Tomo I. Exposición que dirige
al Rey Don Fernando VII, el Mariscal de Campo don Je-
rónimo Valdés sobre las causas que motivaron la pérdida
del Perú. Documento 88. Pág. 250.
DOCUMENTO N'? 2
1 .

Relato de la Prisión del Virrey La Serna, narrado por el ejecutor de


ella, el Sargento Pantaleón Barahona (1).

(Carta dirigida al Teniente Coronel Juan Basilio Cortegana, con fe-


cha 31 de agosto de 1847).

Muy señor mío y antiguo compañero:

Antes de ahora no he podido complacer a Ud., respecto de lo


que me dijo en _e l puente, el otro día, por haber estado un poco

(1) D. Manuel Pontón, colombiano, perteneciente al batallón Vol-


tíjeros, es atribuido por algunos historiadores como el verda-
dero captor de La Serna. La narración de éste nos ofrece
algunos pasajes similares a los referidos por Barahona, aña-
diendo que por esta acción fue ascendido en el mismo campo
de batalla a Teniente. Sin embargo, Sucre no hace mención
de ninguno de los dos en el parte oficial de la acción.
100 HUGO PEREYRA PLASENCIA

enfermo: hoy que ya me encuentro restablecido, lo verifico con


gusto sin añadir ni quitar nada de cuanto ocurrió conmigo y el Vi-
rrey La Serna en la memorable batalla de Ayacucho.

Sabía Ud. que cuando nuestras guerrillas fueron batidas por


los españoles, trataron muy mal a la compañía de Cazadores del
batallón Vencedor con cuyo motivo el General en Jefe Sucre, orde-
nó que saliese una compañía del centro del batallón Voltíjeros a
proteger a los cazadores de dicho Vencedor, al mando del muy bi-
zarro Capitán Francisco Coquis; quien habiéndonos mandado des-
plegar en guerrillas nos hizo marchar de frente sobre los enemigos
hasta que estuvimos a tiro de pistola, entonces rompimos el fuego
y lo seguirnos cargando a la bayoneta junto con las demás gue-
rrillas que se nos reunieron en número de 500 cazadores y tam-
bién porque nos seguía la división Córdova protegiéndonos. De
tal manera, apoyados por esta respetable masa, y unidos a ella,
arrollarnos la división Villalobos y contuvimos a los cazadores
con la carga hasta subir el Condorcunca y la división Córdova se
quedó todavía al pie en éste, peleando con los restos de Villa-
lobos y las columnas de la división de Canterac y Monet; después de
haber tornado alguna parte de altura, encontrarnos muchos hom-
bres que parecían paisanos; pero que en verdad no eran otra cosa
que el mismo Virrey con todo su Cuartel General, llegados que
fuimos donde ellos en medio de los gritos de nuestra tropa, el
estrépito de los tiros y la confusión de los que huían, me ocupé
ele verles la cara a uno por uno, por estar yo inmediato a ellos
y conocí al momento al indicado Virrey; entonces le dije en
alta voz a los cazadores: "¡Allí está el Virrey! ¡Tómenlo!". A cu-
yas palabras que oyó el general La Serna, fijó los ojos en mí;
mas corno él vio que nadie se quería ocupar de él, trató de
ponerse a salvo, tornando un camino que le quedaba a su dere-
cha, y seguía a donde estaba la otra mitad de su ejército pelean-
do: yo que tenía un obstáculo de malezas de arbusto por delante
y que en este momento me embarazaba para poder correr sobre
él y tornarle, no quise que se fuera sin que llevase una señal de
mi parte; al efecto, levanté mi fusil, que era bastante bueno, y
le hice un tiro al que con mucha casualidad lo eludió cayendo a
tierra enredado de sus espuelas, entonces corrí sobre él y lo en-
LA CAMPA&A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 101
contré sentado; al llegar me dio la mano apretándomela fuerte-
mente, al mismo tiempo que me hizo una señal masónica en su
auxilio; pero como todavía estaba la mitad del ejérctio español en
el campo batiéndose, lo tomé del poncho y lo bajé a ponerlo en
seguridad; y habiendo andado como cuadra y media se sentó di-
ciendo que quería descansar, en cuyo tiempo subían ya el cerro
los batallones Bogotá, Voltíjeros, Pichincha, y encontrándome el
comandante D. Rafael Cuervo, Comandante General de la línea de
las guerrillas, me dirigió la palabra en estos términos: "Barahona:
ya está Ud. bien recomendado al General Córdova y al General
Sucre por su valiente comportamiento".

Y pasó, mas en estos momentos que todavía pasaba otra gue-


rrilla nuestra con los fusiles bajos y con la bayoneta armada de
las que un soldadito de Huaraz le tiró un bayonetazo que si no
le meto yo mi fusil lo hubiera pasado por los sentidos, y por
cuya defensa que le hice, sólo le alcanzó la punta de la bayoneta
a herirle el labio de la oreja derecha de lo que corrió sangre sobre
su poncho a la cual viéndola dijo: "Me ha sacado sangre de mi
cuerpo, acábame de matar"; yo que oí ésto y que todavía nos
faltaba vencer a las tropas realistas que trataban de rehacerse
sobre el Concordunca y que nuestros cuerpos habían sufrido mu
cho en lo terrible del choque, me interesó en que bajase pronto
a lo que por primera vez se resistió; entonces llamé a cuatro ca•
zadores y les dije: "Si el señor no quiere bajar a donde lo quiero
llevar, fusílenlo".

Al efecto, prepararon los soldados sus armas, y al oír ésto


el Virrey, inmediatamente se puso en marcha; a pie en tierra
bajó el cerro hasta que con casualidad encontró a un húsar de los
de Fernando VII que había muerto, sentado en su silla sin ha-
berse caído al suelo, al que lo paré por interés del caballo que
trataba de subir la cuesta discresionalmente.

las
El . húsa-¡:-habí~- ~st-ado enredado en los. estribos y ma11os
sobre la cabeza de la sílla con el cuerpo bañado en sangre y cuya
cabeza parecía que la habían abierto con una sierra; pues los sesos
se le movían; entonces le dije al Virrey: "Vea Ud. señor hasta dón-
HUGO PEREYRA PLASENCIA
102

de han conducido ustedes a sus soldados". El Virrey lo veía con


atención y sin decir nada: entonces tomé el caballo del húsar, y
lo hice montar hasta el pie del cerro en donde encontré al Gene-
ral Córdova quien me dijo: "Sargento, vuelva Ud. para arriba a su
compañía" . Y mi respuesta fue decirle: "Mi General, yo he
tomado preso al Virrey y quiero presentarlo personalmente al se-
ñor General en Jefe Sucre". A lo que me impuso diciendo: "Entregue
Ud. al prisionero a estos señores oficiales del batallón Bogotá,
que ya conozco a Ud. y le ofrezco hacerle dar una gratificación
por el Gobierno". Y así lo hice obedeciendo al instante, regresán-
dome con los cazadores que me acompañaban a incorporarme a
mi compañía y el Virrey quedó como lo dispuso el expresado Ge-
neral Córdova que le llevaron a presentarlo al señor General en
Jefe Sucre (2).

Pero sí diré a Ud. que el referido Virrey tuvo consigo sus cintos
de onzas de oro sellados: cada cinto entiendo que no bajaría de
qui~ientas o más onzas: tuvo dos relojes de oro montados en dia-
mantes y brillantes con sellos y cadenas del mismo metal y pe-
drería; tuvo una soberbia espada de vaina y puño de oro; una
casaca toda guarnecida y bordada en oro, con todas sus cruces, de
medallas de sus condecoraciones, cubierto con un poncho c~fé de

(2) El Virrey sería conducido a la iglesia de la Quínua, converti-


da en hospital de sangre. Lo encontraron allí Sucre, Córdova
y otros jefes, quienes lo condujeron a una casa un poco más
cómoda. "Cuando Miller (a eso de la media noche) entró, ha-
lló al Virrey sentado en un banco y recostado contra la pared
de barro de la choza. Un corto reflejo de la llama de una
pequeña lámpara de barro, esparcía luz únicamente para que
pudiesen percibirse sus facciones, a las cuales en parte ha-
cían sombra sus venerables canas, teñidas aún en algunas
partes con sangre de la herida que había recibido. Su per-
sona alta y en todos tiempos noble parecía en aquel momento
aún más respetable e interesante. La actitud, la situación y la
escena, todo reunido era precisamente lo que un pintor histó-
rico habría escogido para representar la dignidad de pérdidas
grandezas" . (Miller. Memorias. Tomo II. Pág. 182). -
LA CAMPAf<A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 103

seda y unas espuelas de plata que por lo menos valdrían sus dos
onzas: nada le quité y él, tan mezquino que a mi trato tan con-
siderado como el que no hubiese esperado en circunstancias tales,
tampoco me regaló nada.

Por éste mi comportamiento el único que me regaló mil qui-


nientos pesos en Bolivia fue el General Sucre, diciéndome: "Que
esa suma me la daba no por compensación de lo que había apri-
sionado al Virrey porque esta acción no tendría precio, sino porque
era demostración suya a mi sagaz comportamiento para con éste".

Esto es cuanto ocurrió con dicho Virrey La Serna en el re-


ferido campo de Ayacucho y con los referidos señores generales
Córdova y Sucre en él y después de él; y lo que expongo como
verdad de lo que aconteció.

Su affmo. y antiguo camarada


Pantaleón Barahona
DOCUMENTO N? 3

La Capitulación de Ayacucho

"Don José Canterac, teniente de los reales ejércitos de S.M.C.,


encargado del mando superior del Perú por haber sido herido y
prisionero en la batalla de este día el excelentísimo señor virrey
don José de La Serna; habiendo oído a los señores generales y
jefes que se reunieron después que el ejército español, llenando
en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus armas
en la sangrienta jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Pe-
rú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; y
debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuer•
zas, con la disminución de los males del país, he creído convenien-
te proponer y ajustar con el señor general de división de la Repú-
blica de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe del
ejército unido libertador del Perú, las condiciones que contienen
los artículos siguientes:
106 HUGO PEREYRA PLASENCIA

l'? El territorio que guarnecen las tropas españolas en el Perú


será entregado a las armas del ejército libertador hasta el
Desaguadero, con sus parques, maestranzas y todos los alma-
cenes militares existentes.

1? Concedido; y también serán entregados los restos del ejército


español, los bagajes y caballos de tropas, las guarniciones que
se hallen en todo el territorio y demás fuerzas y objetos per-
tenecientes al gobierno español.

2? Todo individuo del ejército español podrá libremente regre-


sar a su país, y será de cuenta del Estado del Perú costearle
el pasaje, guardándole entretanto debida consideración y so-
corriéndole a lo menos con la mitad de la paga que correspon-
da mensualmente a su empleo, interín permanezca en el terri-
torio.

2? Concedido; pero el gobierno del Perú sólo abonará las medias


pagas mientras proporcione transportes. Los que marcharen
a España no podrán tomar las armas contra la América mien-
tras dure la guerra de la independencia, y ningún individuo
podrá ir a punto alguno de la América que esté ocupada por
las tropas españolas.

3? Cualquier individuo de los que componen el ejército español


será admitido en el Perú en su propio empleo, si lo quisiere.

3? Concedido.

4? Ninguna persona será incomodada por sus op1mones anterio-


res, aun cuando haya hecho servicios señalados a favor de la
causa del rey, ni los conocidos por pasados; en este concepto,
tendrán derecho a todos los artículos de este tratado.

4? Concedido; si su conducta no turbare el orden público, y fue-


ra confor~e a las leyes.
LA CAMPAJ!<'A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO 107

5? Cualquier habitante del Perú bien sea europeo o americano,


eclesiástico o comerciante, propietario o empleado, que le
acomode trasladarse a otro país, podrá verificarlo en virtud
de este convenio, llevando consigo su familia y propiedades,
prestándole el Estado protección hasta su salida; si eligiere
vivir en el país, será considerado como los peruanos .
..
5? Concedido, respecto a los habitantes en el país que se entre-
ga y bajo las condiciones del artículo anterior .

6? El Estado del Perú respetará igualmente las propiedades de


los individuos españoles que se hallaren fuera del territorio,
de los cuales serán libres de disponer en el término de tres
años, debiendo considerarse en igual caso las de los ameri-
canos que no quieran trasladarse a la Península, y tengan allí
intereses de su pertenencia.

6 Concedido como el artículo anterior, si la conducta de estos


individuos no fuese de ningún modo hostil a la causa de la
libertad y de la independencia de América, pues en caso con-
trario, el gobierno del Perú obrará libre y discrecionalmente.

7? Se concederá el término de un año para que todo interesado


pueda usar el artículo 5?, y no se le exigirá más derecho que
los acostumbrados de extracción, siendo libres de todo dere-
cho las propiedades de los individuos ·del ejército.

7? Concedido.

8? El Estado del Perú reconocerá la deuda contraída hasta hoy


por la hacienda del gobierno español en el . territorio.

8? El Congreso del Perú resolverá sobre este artículo lo que con-


venga a los intereses de la república.
108 HUGO PEREYRA PLASENCIA

9? Todos los empleados quedarán confirmados en sus respecti-


vos destinos, si quieren continuar en ellos, si alguno o algunos
no lo fuesen, o prefiriesen trasladarse a otro país, serán com-
prendidos en los artículos 2? y 5?.

9? Continuarán en sus destinos los empleados que el gobierno


guste confirmar, según su comportamiento.

10? Todo individuo del ejército o empleado que prefiera separar-


se del servicio, y quedarse en el país, lo podrá verificar, y en
este caso sus personas serán sagradamente respetadas.

1O? Concedido.

11? La plaza del Callao será entregada al ejército Unido libertador,


y su guarnición será comprendida en los artículos de este tra-
tado.

11? Conedido; pero la plaza del Callao, con todos sus enseres y
existencias, será entregada a disposición de S. E. el Liberta-
dor dentro de veinte días.

12? Se enviarán jefes de los Ejércitos Español y Unido libertador


a las provincias unidas para que los unos reciban y los otros
entreguen los archivos, almacenes, existencias y las tropas de
las guarniciones .

12? Concedido; comprendiendo las mismas formalidades en la en-


trega del Callao. Las provincias estarán del todo entregadas
a los jefes independientes en quince días, y en los pueblos más
alejados en tódo el presente mes.

13? Se permitirá a los buques de guerra y mercantes españoles


hacer víveres en los puertos del Perú, por el término de seis
LA CAMPA~A LIBERTADORA DE JUNIN Y AYACUCHO
109

meses, después de la notificación de este convenio, para ha-


bilitarse y salir del mar Pacífico.

13'? Concedido; pero los buques de guerra sólo se emplearán en


sus aprestos para marcharse, sin cometer ninguna hostilidad,
ni tampoco a su salida del Pacífico; siendo obligados a salir
de todos los mares de la América, no pudiendo tocar en Chile,
ni en ningún puerto de América ocupado por los españoles.

14'? Se dará pasaporte a los buques de guerra y mercantes españo-


les, para que puedan salir del Pacífico hasta los puertos de
Europa.

14'? Concedido; según e] artículo anterior.

15'? Todos los jefes y oficiales prisioneros en la batalla de este


día, quedarán desde luego en libertad, y lo mismo los hechos
en anteriores acciones por uno y otro ejército.

l'S'? Concedido; y los heridos se auxiliarán por cuenta del erario


del Perú hasta que, completamente restablecidos, dispongan
de su persona.

16'? Los generales, jefes y oficiales conservarán el uso de sus uni-


formes y espadas; y podrán tener consigo a su servicio los
asistentes correspondientes a sus clases, y los criados que tu-
vieren.

16'? Concedido; pero mientras duren en el territorio estarán su-


jetos a las leyes del país.

17'? A los individuos del ejército, así que resolvieren sobre su fu-
turo destino en virtud de este convenio, se les permitirá reunir
sus familias e intereses y trasladarse al punto que elijan, fa-
cilitándoles pasaportes amplios para que sus personas no sean
HUGO PEREYRA PLASENCIA
110
embarazadas por ningún Estado independiente hasta llegar a
su destino.

17? Conedido.

18? Toda duda que se ofreciere sobre alguno de los artículos del
presente tratado, se interpretará a favor de los individuos del
ejército español .

18? Concedido; esta estipulación reposará sobre la buena fe de


los contratantes.

"Y estando concluidos y ratificados, como de hecho se aprue-


ban y ratifican estos convenios, se formarán cuatro ejempla-
res, de los cuales quedarán en poder de cada una de las par-
tes contratantes para los usos que convengan".
"Dados, firmados de nuestras manos en el campo de Ayacu-
cho, el 9 de diciembre de 1824".

"José Canterac. Antonio José de Sucre".

También podría gustarte