Gabriel García Márquez">
El Amor en Los Tiempos Del Colera
El Amor en Los Tiempos Del Colera
El Amor en Los Tiempos Del Colera
Docente:
Msc.: Tere Navarro
Asignatura:
Literatura Hispanoamericana
Grupo:
0168
Elaborado por:
*Abner Obdulio Sándigo Sándigo
*Kimberly de los Ángeles López
*Francela Alejandra Aragón Lara
1928:
1876-1881: Muerte de
Comienzo 1894: Boda Juvenal
de la obra Urbino-Daza Urbino
A lo largo y ancho de la obra se muestran una serie de personajes un tanto irrelevantes; sin
embargo, hay algunos, como los principales, que se destacan por la incidencia directa que
tienen en la obra. Leona Cassiani, por ejemplo, era una mujer progresista y la única que pos
su inteligencia y astucia logró superarse sin la necesidad de ser la esposa de… “A Leona
Cassiani, por su parte, se le acabaron muy pronto los escrúpulos iniciales, y se sacó de
adentro todo lo que tuvo guardado con tanta astucia los primeros tres años. En tres más
había abarcado el control de todo, y en los cuatro siguientes llegó a las puertas de la
secretaría general, pero se negó a entrar porque estaba a sólo un escalón por debajo de
Florentino Ariza.”
Florentino Ariza era un hombre sombrío, lector asiduo y culto por autodidactismo. “[…] leía
el volumen que llegara, como una orden de la fatalidad, y no le alcanzaron todos sus años de
lecturas para saber qué era bueno y qué no lo era en lo mucho que había leído. Lo único que
tenía claro era que entre la prosa y los versos prefería los versos, y entre éstos prefería los de
amor, que aprendía de memoria aun sin proponérselo desde la segunda lectura, con tanta
más facilidad cuanto mejor rimados y medidos, y cuanto más desgarradores.”
Fermina Daza era una mujer decidida, impulsiva y terca: “Fermina Daza se habría creído
frente a un loco, si no hubiera tenido motivos parapensar que Florentino Ariza estaba en
aquel instante inspirado por la gracia del Espíritu Santo. Su impulso inmediato fue
maldecirlo por la profanación de la casa cuando aún estaba caliente en la tumba el cadáver
de su esposo. Pero se lo impidió la dignidad de la rabia. “Lárgate -le dijo-. Y no te dejes ver
nunca más en los años que te queden de vida.” Volvió a abrir por completo la puerta de la
calle que había empezado a cerrar, y concluyó: --espero sean muy pocos.”
Juvenal Urbino, por su parte, era un hombre culto, de apellido largo y familia pudiente, era
médico y muy rutinario: “El doctor Juvenal Urbino tenía una rutina fácil de seguir, desde
que quedaron atrás los años tormentosos de las primeras armas, y logró una respetabilidad
y un prestigio que no tenían igual en la provincia. Se levantaba con los primeros gallos, y a
esa hora empezaba a tomar sus medicinas secretas: bromuro de potasio para levantarse el
ánimo, salicilatos para los dolores de los huesos en tiempo de lluvia, gotas de cornezuelo de
centeno para los vahídos, belladona para el buen dormir. Tomaba algo a cada hora, siempre
a escondidas, porque en su larga vida de médico y maestro fue siempre contrario a recetar
paliativos para la vejez: le era más fácil soportar los dolores ajenos que los propios. En el
bolsillo llevaba siempre una almohadilla de alcanfor que aspiraba a fondo cuando nadie lo
estaba viendo, para quitarse el miedo de tantas medicinas revueltas.
Nivel de lengua:
Florentino Ariza (culto): “La lectura se le convirtió en un vicio insaciable. Desde que lo
enseñó a leer, su madre le compraba los libros ilustrados de los autores nórdicos, que se
vendían como cuentos para niños, pero que en realidad eran los más crueles y perversos que
podían leerse a cualquier edad. Florentino Ariza los recitaba de memoria a los cinco años,
tanto en las clases como en las veladas de la escuela, pero la familiaridad con ellos no le alivió
el terror. Al contrario, lo agudizaba. De allí que el paso a la poesía fue como un remanso. Ya
en la pubertad había consumido por orden de aparición todos los volúmenes de la Biblioteca
Popular que Tránsito Ariza les compraba a los libreros de lance del Portal de los Escribanos,
y en los que había de todo, desde Homero hasta el menos meritorio de los poetas locales.
Pero él no hacía distinción: leía el volumen que llegara, como una orden de la fatalidad, y no
le alcanzaron todos sus años de lecturas para saber qué era bueno y qué no lo era en lo mucho
que había leído. Lo único que tenía claro era que entre la prosa y los versos prefería los
versos, y entre éstos prefería los de amor, que aprendía de memoria aun sin proponérselo
desde la segunda lectura, con tanta más facilidad cuanto mejor rimados y medidos, y cuanto
más desgarradores”.
Juvenal Urbino (culto): “El doctor Juvenal Urbino había sido el soltero más apetecido a los
veintiocho años. Regresaba de una larga estancia en París, donde hizo estudios superiores
de medicina y cirugía, y desde que pisó tierra firmen minuto de su tiempo. Volvió más
atildado que cuando se fue, más dueño de su índole, y ninguno de sus compañeros de
generación parecía tan severo y tan sabio como él en su ciencia, pero tampoco había ninguno
que bailara mejor la música de moda ni improvisara mejor en el piano. Seducidas por sus
gracias personales y por la certidumbre de su fortuna familiar, las muchachas de su medio
hacían rifas secretas para jugar a quedarse con él, y él jugaba también a quedarse con ellas,
pero logró mantenerse en estado de gracia, intacto y tentador, hasta que sucumbió sin
resistencia a los encantos plebeyos de Fermina Daza”.
Fermina Daza (medio-culto): “-¡A la mierda el señor arzobispo!”, “-¡Qué puta eres! -dijo.”
Hechos relevantes y ficcionalidad de la obra:
Entre los hechos más relevantes se destacan los ataques de cólera morbo de que aún, según
la novela, a finales del siglo XIX había estragos: “En un mismo día vio pasar flotando tres
cuerpos humanos, hinchados y verdes, con varios gallinazos encima. Pasaron primero los
cuerpos de dos hombres, uno de ellos sin cabeza, y después el de una niña de pocos años
cuyos cabellos de medusa se fueron ondulando en la estela del buque. Nunca supo, porque
nunca se sabía, si eran víctimas del cólera o de la guerra, pero la tufarada nauseabunda
contaminó en su memoria el recuerdo de Fermina Daza.” Sin embargo, la biblioteca Luis
Ángel Arango, de Colombia, que publicó un artículo del ilustrísimo doctor Emilio Quevedo
Vélez, el último ataque de cólera que hubo en Colombia se dio en 1851 (Quevedo Vélez, 1992).
Además, la canción que Florentino Ariza ejecutaba para Fermina Daza, y que él había
compuesto era La diosa coronada, del colombiano Leandro Díaz (Wikipedia, 2015), que
nació en 1928 (he aquí la ficcionalidad), a la que también hace referencia en el epígrafe: “En
adelanto van estos lugares: ya tienen su diosa coronada. --Leandro Díaz”, “Sin embargo,
él consiguió que su madre le comprara un violín de ciego, y con las cinco reglas básicas que
le dio Lotario Thugut se atrevió a tocarlo antes de un año en el coro de la catedral, y a
mandarle serenatas a Fermina Daza desde el cementerio de los pobres según la dirección de
los vientos.”, “[…] de gardenias naturales que le daban la apariencia de una diosa coronada.”,
“En su carta de ese día, Florentino Ariza confirmó que era él quien había llevado la serenata,
y que el valse había sido compuesto por él y tenía el nombre con que conocía a Fermina Daza
en su corazón: La Diosa Coronada.”
Bibliografía
Quevedo Vélez, E. (Mayo de 1992). Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango. Obtenido de Credencial
Historia: http://www.banrepcultural.org/node/32779