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Pictos
Pictos
Pictos
Azules
Una hipótesis controvertida defiende que los primeros pobladores de
Escocia fueron navegantes llegados desde Asia menor.
Pelo muy oscuro, de corta estatura, tatuados o pintados de azul y
extremadamente fieros en el combate.
Así debieron ser los pictos si atendemos a un puñado de fuentes
documentales y a los estereotipos que se han encargado de extender
vetustas ilustraciones, sin embargo, sabemos muy poco acerca de
este pueblo, excepto que ocupó el noroeste de gran Bretaña y erigió
megalitos grabados con símbolos indescifrables.
La primera mención escrita en la que aparecen data del año 297 de
nuestra era. Se trata de un panegírico redactado por Eumenio,
secretario privado del emperador romano Constancio Cloro, a quien
acompañó en varias campañas militares.
En el texto, Eumenio se refiere a los picti (pictos) como enemigos
acérrimos de los britanos, subrayando que acudían al combate
semidesnudos.
El tono del discurso de Eumenio refleja la animadversión de las tribus
pictas hacia sus propios vecinos, pero también muestra la frustración
de los romanos debido a la feroz resistencia picta en el contexto de la
ocupación de las Islas Británicas.
Es sabido que la conquista romana de aquellas tierras siempre
tropezó con idéntico escollo: los pictos nunca dejaron de hostigar a las
legiones enviadas por Roma.
¿Quiénes eran los Pictos?
En realidad, el término picto parece ser una especie de apodo que los
romanos utilizaban para referirse a los pueblos que vivían al norte del
Muro de Adriano. En cuanto al verdadero sentido del vocablo, tal vez
significase «la gente pintada», aludiendo a la costumbre picta de
tatuarse o pintarse el cabello o el cuerpo con un pigmento azul cuando
iban a la guerra.
pueblo misterioso
Sus hallazgos, publicados en la revista Antiquity , defienden la idea de que
los símbolos son realmente un guión que probablemente representa un
grupo de nombres de miembros de los Pictos y que se desarrolló
exactamente en la misma época que otros tipos de escriptura europeos
como la escritura de Ogham de la antigua Irlanda o el estilo rúnico
desarrollado en Escandinavia.
”En las últimas décadas ha crecido el consenso acerca de que los símbolos
de estas piedras son una forma temprana del lenguaje. Nuestras
excavaciones recientes y la datación de los objetos encontrados
proporciona por primera vez una cronología mucho más segura.
Establecer una momento en el tiempo nos ayuda a reescribir la historia de
estas tradiciones simbólicas del norte de Europa”, explica Gordon Noble,
jefe de arqueología de la Universidad de Aberdeen.
Los pictos dominaron el centro y el norte de Escocia
Noble et al. / Antiquity
Los Pictos
Algunas de estas creencias se deben a que en una estela funeraria del
cementerio de Aberlemno se representan a si mismos sin armaduras,
enfrentándose a Northumbrios con armadura en la batalla de Dunnichen
(685), que puso fin a la expansión de estos últimos por el norte.
Los Pictos
La historiografía oficial suele sostener que los pictos no se empezaron a
convertir hasta que San Columba y sus monjes del monasterio de Iona,
fundado en el año 563, empezaron a enviar misiones, convirtiendo a su
rey Bridei al poco tiempo. Se cree que para el año 580 el Cristianismo ya
tenía una firme cabeza de puente en tierras pictas.
Por otro lado, hay versiones antiguas que sostienen que el obispo Ninian
de Whithorn (Sur de la actual Escocia) convirtió a los pictos del sur. Se
suelen considerar estas últimas como falsas, pero cabe dudar a la luz de
los hallazgos de iglesias fechadas por esta época. Ya San Patricio habló
en sus Confesiones de los pictos como apóstatas, lo cual puede indicar
que se abandonase la nueva religión tras ver que no les gustaba, que
fueran obligados a renegar o (la menos probable) que fuesen muertos.
Las tribus pictas, alentadas por los brigantes huidos del sur, decidieron enfrentarse a la
amenaza que suponía un ejército romano acampado tan cerca de sus tierras. Por ello, y
según Tácito, eligieron a un hombre que les acaudillara. Según el historiador romano, ese
honor cayó en Calgaco, cuyo nombre en celta podría ser interpretado como calg-ac-os,
«el hombre de la espada”. El erudito romano lo describió como “el más distinguido de
nacimiento y el valor entre los jefes“. Teniendo en cuenta que todo lo que sabemos de este
hombre y las campañas pictas se basa en el De Vita Iulii Agricolae, la crónica de la vida y
hazañas de su admirado suegro, bien puede tratarse de un bárbaro idealizado para mayor
gloria de Agrícola. El caso es que, en un ataque nocturno, los pictos asaltaron el
campamento de la IX cerca del lago Ore. El asalto fue un fiasco, pero el peligro latente que
la hostilidad picta representaba para la frontera britana hizo que Agrícola se embarcase en
una sexta campaña llevando sus tropas mucho más al norte en busca de los indígenas
que se habían atrevido a desafiar el poder de Roma.
En la primavera del 84, Gneo Julio Agrícola movilizó a la IX y a la XX Valeria Vitrix. Se cree
que sus efectivos rondarían los 20.000 hombres, dos legiones a las que se sumarían cerca
de 8.000 auxiliares britanos y 2.000 jinetes bátavos que se trajo desde Germania, mientras
que la coalición de tribus pictas bajo el mando de Calgaco ascendería a unos 30.000
combatientes (y digo combatientes porque los pictos acudían al combate con sus familias,
así pues eran hombres y mujeres). Los pictos eran gentes bravas e indómitas. Al estar
dentro de la esfera de influencia celta, la literatura y el cine nos han dejado bastantes
guiños sobre su apariencia, costumbres y modos. Pelirrojos, desgarbados, desnudos y
pintarrajeados de azul, acudían al combate en familia. Sus carros de guerra suponían un
importante desafío para un ejército eminentemente de infantería como el romano. La
palabra griega Πικτοί (picti en latín) aparece por primera vez en el siglo III a.C. y puede
traducirse como “los pintados” o “los tatuados”, pero también podría referirse a una
etimología popular indígena, quizá procedente del celta Pehta o Peihta (luchador)
Calgaco evitó en varias ocasiones un enfrentamiento directo con el ejército de Agrícola,
que se adentró en territorio enemigo hasta llegar a un punto indeterminado de los Montes
Grampianos, al norte de la actual Perth, una colina a la que Tácito llamó Mons Graupius.
Allí fue donde, rompiendo con la táctica de acoso y fuga que había llevado durante toda la
campaña, la coalición picta le presentó batalla al gobernador romano. Quizá Agrícola
forzase a Calgaco a enfrentarse al cortarle su cadena de suministros, quizá el consejo
tribal – guerrero y no estratega – se cansó de acosar y huir y prefirió entablar combate en
terreno conocido. Agrícola dispuso en lo alto de una colina rocosa a sus tropas, estirando
las líneas todo lo que pudo para paliar la superioridad numérica enemiga. Los auxiliares
britanos conformaron la primera línea, reservándose en retaguardia a la XX Valeria Vitrix y
colocando a la caballería bátava en las alas. Los zapadores de la legión dispusieron de
zanjas y empalizadas que estorbasen una posible carga de carros de guerra. Por el
contrario, Calgaco colocó a todos sus efectivos frente a Agrícola, concentrando la
infantería en un bloque y colocando a su caballería en vanguardia. Tras el clásico
intercambio de proyectiles, venablos y flechas de las dos avanzadas, se produjo el ataque
de la caballería picta en el flanco derecho romano, incursión que hizo estirarse aún más la
línea romana para evitar cualquier brecha.
El discurso de Calgaco
Es muy poco probable que Calgaco soltase esta arenga a sus tropas antes del
enfrentamiento que les llevaría a la muerte o el cautiverio, parecen más propias de alguien
como Tácito, un erudito que ensalza a los enemigos de Roma para hacer así más
gloriosas las victorias de sus legados, poniendo además en boca de un bárbaro muchos
de los pensamientos que habrían servido para el guion de “Braveheart”. Este es un
extracto del discurso que forma parte del De Vita Iulii Agricolae:
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Los Pictos fueron un antiguo pueblo habitante de Caledonia (la actual Escocia),
cuyo origen étnico no ha sido posible establecer con precisión, aunque parece
quedar claro su origen precelta. Su denominación procede del latín pictus, ya que
los historiadores romanos del siglo IV les llamaron picti (‘pintados’) a causa de que
sus guerreros, siguiendo antiguas costumbres tribales, acudían pintados con
diversos tatuajes a las batallas. Su área de expansión principal se centró en el
norte y centro de Escocia, sobre todo en las cercanías de la ciudad de Aberdeen y
con el río Clyde como frontera natural. Algunos restos arqueológicos parecen fechar
hacia el primer milenio a.C. el asentamiento de la gran inmigración picta, con casi
toda seguridad procedente del norte del continente europeo. Allí se convirtieron en
uno de los pueblos indígenas que con mayor ímpetu resistieron, tanto el dominio
romano, como las posteriores incursiones de anglos, jutos y sajones.
Los pictos debieron de estructurarse como una típica sociedad “germánica”, es
decir, guerrera y militar, en la que el caudillo militar era el máximo dirigente, con la
existencia de vínculos de dependencia personal entre los guerreros. Antes de la
llegada de los romanos dominaron toda la extensa zona del norte de las islas,
donde basaron su riqueza en el control de las fértiles tierras de la comarca de Fife.
Prueba de su fiereza guerrera fue la construcción de la famosa muralla de Adriano,
fortificación datada hacia el año 120 y construida para frenar sus incursiones. En
principio, estas incursiones, pese a aterrorizar a la sociedad galorromana del otro
lado de la muralla, no eran más que expediciones de saqueo. A finales del siglo III,
el ejército romano en Britania, dirigido por Constancio Cloro, derrotó varias veces a
los pictos, frenando un poco la expansión de los pueblos del norte sobre Irlanda.
Pero durante el siglo IV las campañas de saqueo volvieron a tener a los pictos como
protagonistas: la irrupción más violenta tuvo lugar en el año 367, cuando los pictos
sobrepasaron los límites de la dominación romana para pasar a adentrarse en
Irlanda. Esta fecha tuvo una gran importancia en la vida cotidiana de las Islas
Británicas, dado que los núcleos de habitación del interior, villas y ciudades,
comenzaron a fortificarse ante el temor de los ataques pictos, pues el muro de
Adriano fue inutilizado y, con casi toda seguridad, abandonado por sus defensores
algunas décadas más tarde. Gracias a los testimonios de Beda el Venerable se ha
podido datar otra incursión de pictos hacia el año 429, ocasión en la que fueron
combatidos por San Germán, el cual instó a todas las comunidades británicas a
combatir a los paganos del norte. La razón de este cambio de actitud hay que
encontrarla en el pleno desarrollo de una entidad política, bien un reino o bien una
confederación de territorios con una obediencia superior, amalgamada en el seno
de una o varias familias de la aristocracia picta. Estas familias fueron aumentando
su poder entre los siglos V y VI hasta constituir un linaje regio, el cual presentaba
la particularidad de seguir una sucesión matrilineal; es decir, el derecho sucesorio
correspondía a la familia de la mujer vinculada al linaje, no al varón. Por esta
razón, un hermano o un sobrino de un monarca fallecido, en tanto que hijos de
reina, podían ser elegidos reyes por delante de los hijos del rey finado,
contrariamente a las costumbres monárquicas clásicas.
Durante los siglos VI y VII los pictos se enfrentaron a dos graves problemas: la
invasión de los sajones, por el sur, y de los escotos, por el nordeste. Precisamente
una de las razones por las que los sajones fueron bien recibidos por la población de
las islas fue porque, en teoría, venían como federados del imperio para batallar
contra los belicosos pictos. Por lo que respecta a los escotos, los intercambios entre
ellos y los pictos fueron en constante aumento, por lo que, a partir del siglo VII los
pictos perdieron su primitiva identidad individual, fundiéndose con los escotos.
Estos invasores, al principio poco menos que unos piratas continentales que
arrasaban periódicamente el territorio picto, fueron poco a poco colonizando el
territorio al norte del río Clyde, hasta el punto de que, en la segunda mitad del siglo
VI, todas las tierras entre el citado cauce y las Hébridas del Sur quedó enmarcado
en el reino de Dalriada, el antecedente más inmediato de Albán, el primer reino
escocés unificado del siglo VII. De esta manera, los antiguos aliados, pictos y
escotos, entraron en un conflicto bélico permanente, pero la mayoría de los pictos
optó por unirse a los segundos. Los pictos que resistieron tuvieron que refugiarse
más al norte de Aberdeen, donde, además, fueron constantemente debilitados por
los ataques del rey escoto Aedan Mac Gabrain, y también por las incursiones
depredadoras de piratas normandos. El punto final al conflicto entre escotos y
pictos tuvo lugar en el año 843, cuando los pictos se sometieron a la obediencia del
rey escoto Kenneth Mac Alpin.
Fecha Septiembre de 831
Coordenadas 56°55′00″N 3°00′00″OCoordenadas: 5
6°55′00″N 3°00′00″O (mapa)
Beligerantes
Caledonios Imperio romano
Comandantes
Calgaco Cneo Julio Agrícola
Fuerzas en combate
Más de 1 legión romana (IX Hispana)
15 000 guerreros (estimación y auxiliares2
moderna)3
Bajas
4
10 000 muertos 360 muertos4
Índice
1Antecedentes
2Fuerzas enfrentadas
3Batalla
4Consecuencias
5Referencias
o 5.1Notas
6Bibliografía
o 6.1Antiguas
o 6.2Modernas
7Enlaces externos
Antecedentes[editar]
Mientras las autoridades estaban a la espera de la llegada del nuevo
gobernador, Cneo Julio Agrícola, los ordovicos del norte de Gales se
rebelaron.5 Era septiembre del 77 y el gobernador saliente, Sexto Julio
Frontino, tenía dos legiones disponibles pero ya empezaba el otoño y nadie
deseaba combatir con mal tiempo.6 En cuanto llegó, Agrícola marchó contra los
rebeldes, que se retiraron a sus colinas,7 pero el nuevo gobernador los
persiguió y masacró a casi toda la tribu.8
Después de esto, Agrícola pasó el invierno organizando su administración para
solucionar los problemas que habían causado los levantamientos.9 Al volver la
temporada de campañas el gobernador lanzó una serie de expediciones
punitivas contra los brigantes,10 exigiéndoles la entrega de rehenes.11 Logrado
este objetivo los romanos empezaron a fijar metas todavía más al norte.12 En el
período estival del año 79, Agrícola navegó hasta el estuario del Taus (Tay),13
estableciendo contacto con los dumnones14 y dejando guarniciones que se
mantuvieron durante la estación invernal.1516
En el verano siguiente el gobernador intentó asegurar el dominio imperial en
las Tierras Bajas de Escocia, construyendo fuertes al norte del territorio
brigante y aumentando las guarniciones en los que ya habían, aliándose con
los votadini y selgovae, exigiéndoles rehenes para asegurar su fidelidad ya que
el gobernador los obligó a darles suministros a sus tropas en el invierno; 17 en
definitiva, trataba de llevar la frontera a la línea entre Clota (Clyde) y Bodotria
(Forth).18
Fuerzas enfrentadas[editar]
Del ejército romano solamente se sabe que combatieron 8000 auxiliares y 3000
jinetes en primera línea.28 A estos se pueden sumar cuatro alae de caballería,29
aproximadamente 2000 caballos, que estarían en reserva y unos
4000 legionarios de una legión, probablemente la legio IX Hispana porque era
la unidad a cargo de la frontera norte de Britania. El ejército del gobernador
sumaría 15 000 a 17 000 efectivos, la mitad del enemigo pero la diferencia
numérica no era tan grande como dice Tácito.2 Otros autores creen que la
infantería legionaria probablemente se equipararía a la auxiliar.30
La otra opción posible era la legio II Augusta, pero los registros parecen indicar
que ésta estaba en el sur de Gales manteniendo el orden.2 Aunque se sabe
que en esa época un destacamento de la II Augusta, presumiblemente
dos cohortes o el equivalente a 1000 legionarios, sirvió en la isla es probable
que fuera en territorio de los silures.31
El ejército de los caledonios sumaba 30 000 guerreros según Tácito.32 Cifra
bastante cuestionada por eruditos modernos,33 pero nunca menos de 15 000.3
Batalla[editar]
Consecuencias[editar]
Etnias de Caledonia alrededor del año 150; se puede observar los muros de Adriano y Antonio, que
separaban a la Britania romana de Caledonia.
Los vencedores pasaron la noche festejando y repartiendo el botín, mientras
los vencidos deambulaban en el campo entre gemidos, arrastrando a los
heridos, llamando a los ilesos y abandonando sus hogares para buscar
escondites.58 Días después formaron un consejo y en su pena, algunos
guerreros violentaron a sus familias.59 Cuando los romanos, a la mañana
siguiente de la batalla, fueron a perseguirlos, encontrados las colinas vacías,
las aldeas abandonadas y las chozas quemadas. Como el verano se acababa,
el gobernador dio órdenes de retirarse pero antes atacó a la tribu de
los boresti,60 aunque historiadores modernos creen que Tácito lo inventó
porque ninguna otra fuente menciona ese pueblo.61 Después de exigirles
rehenes, el gobernador ordenó a la flota un viaje de circunnavegación62 que lo
llevó hasta las islas Shetland,63 esto causó gran alarma entre las tribus porque
hizo marchar por tierra a su ejército con la intención de intimidarlas.62
Finalmente, volvió a los cuarteles invernales64 demostrando que Britania era
una isla.65
Agrícola consideraba que la completa sumisión de Caledonia, e incluso la
conquista de Hibernia, serían la mejor manera de garantizar la seguridad de la
provincia romana de Britania. Sin embargo, las órdenes de la capital fueron
limitarse a confinar a los bárbaros contra las montañas, desde las que, por otra
parte, causaban mucho daño a las legiones con sus ataques.66 En total, la
conquista romana de Britania costó la vida de cien a doscientos cincuenta mil
nativos, en una época que la población isleña debía rondar apenas el par de
millones.67
Durante aquel verano el emperador Domiciano tomó
el cognomen Germanicus y tuvo su cuarta aclamación como imperator por sus
victorias sobre los catos.68 Entre tanto, después de llegar la noticia de la victoria
del gobernador, Agrícola recibió una ornamenta triumphalia y derecho a una
estatua pública69 mientras el monarca recibía su quinta aclamación.70
Domiciano había conseguido una victoria “fingida” ante los germanos y aunque
públicamente felicitaba a su general, en privado recelaba de su éxito71 y temía
que en su gloria, Agrícola intentase suplantarlo,72 pero no podía actuar
directamente contra un gobernador tan popular, ya que el apoyo de los
militares al emperador era cada vez más exiguo.73 En los últimos años había
habido desastres militares en Mesia, Dacia, Panonia y Germania74 y al único al
que el pueblo alababa era Agrícola.75 Luego, mandó a Agrícola dejar el
gobierno de Britania habiendo cumplido su misión de pacificar la provincia y fue
sucedido por Salustio Lúculo.76 El envidioso emperador apartó al gobernador
de toda actividad pública hasta su muerte en el año 93.70
Posteriormente para defender la provincia romana de Britania mejor de las
incursiones de los pictos los romanos levantaron el Muro de Adriano,
entre 122 y 132. Posteriormente entre 140 y 142 se levantó aún más al norte
el Muro de Antonino que terminaría por ser abandonado tan solo unos veinte
años después, haciendo retroceder la frontera de vuelta al muro anterior. En
torno al año 141 las fuerzas romanas en el norte de la isla apenas alcanzaban
16 500 hombres (una legión, la II Augusta y sus tropas auxiliares).77
Finalmente, entre 208 y 211, el emperador Septimio Severo luchó con una
poderosa fuerza de 40 000 soldados contra las guerrillas pictas sin lograr
ningún gran éxito y sufriendo altísimas bajas,n 1 (Dión Casio afirma que perdió
50 000 hombres,78 cifra seguramente exagerada). Tras este fracaso la frontera
se situó definitivamente en el Muro de Adriano hasta su abandono a fines
del siglo IV.
Pictos, ¿cómo obtenían el
azul con que se pintaban?
08/15/06 by fraxi
Empezamos con William Wallace. Al "Braveheart" de Mel Gibson habría que desmaquillarlo y quitarle la falda. No
existen testimonios de que en esa época hubiera guerreros escoceses pintados de azul, esa ornamentación es bastante
anterior, así como tampoco lo hay de escoceses con kilt (la falda) hasta mucho después. Sin embargo lo que nos
interesa es el azul que los antepasados de Wallace emplearon para teñir la ropa y pintarse el cuerpo. Para aplicarse
esos colores utilizaban un tinte azul que procedía del glasto, un arbusto de un metro de altura que crece en la
Europa septentrional. Cuando se ponía el glasto en contacto con un montón de abono produce un líquido
amarillo que si se frota en las ropas o el cuerpo cambia de color convirtiéndose en azul brillante.
Como se podía obtener a bajo costo en grandes cantidades este azul se extendió por toda Europa y durante la Edad
Media lo encontramos dando color a calzas, jubones y tocas. No tuvo rival hasta unos siglos más tarde cuando los
mercaderes holandeses que viajaban a Oriente trajeron una planta que produce el mismo tinte y crece más deprisa y a
menos coste que el glasto: el índigo. Los británicos, principales productores europeos de azul de glasto, reclamaron
impuestos sobre el “azul extranjero” ya que según sus análisis era “dañosa, funestamente devoradora, perniciosa,
engañadora, consuntiva y corrosiva” (documento londinense de 1577). La Marina Real se puso de su lado, sus
uniformes sólo podrían ser teñidos mediante el patriótico glasto. Pero los los productores de tinte no tardaron en ver
las ventajas del índigo y establecieron plantaciones en el Caribe y en la India abandonando el glasto. A principios del
siglo XVII entró en bancarrota el último de los productores de glasto.
La venganza del glasto llegaría por medio de un químico alemán, Adolf von Bayer, que desde los 8 años buscaba una
manera de obtener indigo en una probeta y cuya tenacidad se vió recompensada en 1885 cuando contaba 60 años.
Ahora una fábrica alemana podía producir tanto índigo como una plantación subtropical británica de 100.000
hectáreas. Los productores de índigo pidieron impuestos sobre ese pernicioso índigo sintético, la Armada Real
manifestó que sus uniformes sólo podían ser teñidos con el hermoso y patriótico indigo. Pronto las fabricas británicas
empezaron a “cosechar” el índigo sintético. En 1912 entró en bancarrota la ultima de las plantaciones.
Estamos en la gran época del indigo sintético, las batallas en los campos de Europa destrozan millones de uniformes
teñidos de ese color. Pero en los 50 estalla el crack del azul, China que utilizaba el índigo para teñir los monos de
obrero, el uniforme oficial y obligatorio, cierra el comercio al “azul extranjero” y comienza a utilizar sus propios
tintes. El 30% del mercado mundial se vino a pique. Para empeorar las cosas la empresa suiza Ciba y la británica ICI
se ponen de acuerdo para comercializar nuevos tintes sintéticos de colores brillantes y baratos. El índigo yace
arrinconado en el fondo del armario ante el boom de las prendas de algodón chillonas de los 60. La Armada Real no
dice nada no vaya a ser que acabe por llevar uniformes de rosa fucsia.
A principios de los 60 sólo existían cuatro fábricas de índigo fuera de China y la situación empeoraba por momentos,
se debía buscar un nuevo uso para el índigo. No se conoce el nombre del ingeniero químico que sugirió la primera
aproximación a la solución, marketing dijo que la idea era una solemne estupidez y no fue apoyada. ¿A quién iban a
interesarle unos pantalones azules?. La verdad es que el índigo le daba a los pantalones un brillante color azul que los
hacia parecer demasiado llamativos. Otro químico dio con una solución que calmaba la intensidad del color azul: se
teñirian los hilos verticales de la tela de indigo y se dejarían que los horizontales siguiesen de color blanco. Se
descubrió que una pequeña empresa textil de California poseía precisamente este tipo de diseño en su catálogo. Se
llamaba Levi-Strauss, y fabricaba los pantalones tejanos de marca Levi’s.
Libro:
David Bodanis : Los secretos de una casa