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El Virreinato para Segundo Grado de Secundaria

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EL VIRREINATO

Vida
Vida Cotidiana
Cotidiana

“En los deslumbrantes salones palatinos, en los que resaltaba las riquezas de los tapices, lo exquisito de las
porcelanas, la profusión de las luces, de los candelabros de vidrio y el tallado mueblaje, reúnanse los amanerados y
pulcros señores, de empolvadas pelucas, apretadas y áureas casacas, y espadines relucientes. Quienes penetraban
en los regios aposentos, creían encontrar un remedo del Trianón y de Versalles. No se extrañaba en ellos ni la
distinción personal y las refinadas elegancias de las madamas francesas, ni dejaban de admirarse los cortejos
majestuosos de cadenciosos minués y los remilgados chichisveos gomosos pemimeteres. Las reuniones áulicas
aparecían, de otro lado, como brillante motivo a la revelación de la gracia, el talento y la gentileza de las damas
limeñas”.
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La
LaVida
Vida Limeña
Limeña

Hay que distinguir dos períodos en la vida limeña; el que finaliza en


el siglo XVII y el que comienza con la centuria siguiente. En el primero,
de austeridad canónica, de hondo fervor religioso, distingue a Lima, por
su fuerte y sincera devoción. La aldea capitalina, sin agua potable, sin
luz, sin higiene, sin policía, vive para el culto. Lima no pierde instante
para agradecer a la divinidad la gracia de la vida, del sueño, del aire, del
sol, de la merienda y de la cena. Las festividades raras de la coronación
de un monarca, llegada de un Virrey o canonización de un bienaventurado,
eran las pocas ocasiones abiertas a la expansión y al regocijo de la
ciudad adusta, temerosa y temblante ante Dios.
En cambio, en la centuria XVIII, y principalmente en los tiempos
del Virrey Amat, el aspecto costumbrista de Lima ha evolucionado ya
hacia el sibaritismo y la galantería, que no interrumpen, sino breves
instantes, el desastre de un fenómeno sísmico, o la muerte de una
lumbrera cortesana.

La
La Mujer
Mujer

Empero, si la mujer colonial, la limeña perfumada donosa y sutil, fue la vida íntima virreinal, no tuvo en cambio,
el derecho de sentir, espontáneamente, ni libremente, el amor. Eran los padres, como el jefe de la familia romana,
como el inca o sus mandatarios en las horas remotas del imperio, los definía la suerte sentimental de los hijos. La
misma autoridad severa y hasta cruel, que la Inquisición ejercía sobre las creencias individuales religiosas, la
imponían sobre el corazón de sus vástagos. Era el momento histórico de la esclavitud sentimental. Amar a
hurtadillas sin conocimiento siquiera de los pasa terrible de deshederación un pretexto para encerar a la rebelde
tras las rejas conventuales. La mujer, tiranizada por la rígida costumbre tradicional, sólo tenía la obligación de
amar al esposo que los padres le indicaban. En aquella hora lejana, no se sabía aún del derecho amar. El pater
familias, mentalidad oscura, a tono con su época, imponía a sus hijos la cruel tiranía que sus progenitores le dinero
como ejemplo. Repetían contra su prole, el dolor que ellos habían sufrido. Y la iglesia, como directora de las
conciencias, guardián constante de la moral, proyectaba la sombra falta de su autoridad, sobre la dogmatizada
razón de los hijos.
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Las
LasVentajas
Ventajas del
del
Amor
Amor
Juana Leyton, antigua esclava morisca, se casó con un italiano que llegó a ser
encomendero de Arequipa. El caso de Beatriz de Salcedo, antigua esclava del
veedor García Salceso, es una muestra de las ventajas de aquellos vínculos
económicos y sentimentales. Ella se casó con su amo y logró que sus dos hijas
consiguieran el título de “doñas”, al casarse con un gran encomendero y un oidor de
la Real Audiencia, respectivamente. Las mujeres moras menos afortunadas
siguieron desenvolviéndose como servidoras, criadas y opcionalmente se
desempeñaron como adivinas.

La
La Fiesta
Fiesta
Taurina
Taurina
El espectáculo toreril tenía, en la
conciencia virreinal, los lineamientos de
una genuina fiesta social. Fiesta singular,
que atraía, con igual intensidad, a la más
alta nobleza, y al último gañán del huerto
arrabalero; a la dama del linaje sonoro y a
la ínfima esclava del menor de los
burgueses.
La primera corrida s realizó el lunes
29 de marzo de 1 540, en la Plaza Mayor
de Lima, celebrando la consagración de
óleos por Valverde, obispo. Pizarro, a
caballo, rejoneó uno de los 3 toros de la
tarde.
En 1 559, el Cabildo limeño señaló cuatro días para la fiesta taurina: 6 de enero, 24 de junio, el día de
Santiago y el de la Asunción. En las fechas, llamadas fiestas reales, las corridas eran extraordinarias.
Con el siglo XVIII, y para hacer más atractiva la fiesta, se les presidía con papa huevos, payas, cofradías de
africanos y cuadrillas de parlampanes (mojigangas). Leáse “El Sol del Mediodía” de Terralla, 1 790, si se desean
amplios detalles sobre la fiesta limeña. También, Segura, en su comedia “Sargento Canuto” trae datos sobre
toreros de la época.
El circo de Acho se estrenó en el año 1 768, bajo el gobierno del Excmo. Sr. Virrey D. Manuel Amat y Junient.
Es uno de los mejores que se conocen, y por su extensión, excede a la famosa Plaza de Pamplona, que es la más
grande de España. Está en la forma de un polígono de quince lados, y mide en todo su exterior doscientas noventa y
tres varas, siendo su diámetro interior de noventa y cuatro varas y media. En los días de gran concurrencia pueden
caber en su local de nueve a diez mil espectadores.
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Los
Los “Relojes”
“Relojes”
Coloniales
Coloniales
La vida sencilla de la aldea capitana, el analfabetismo, el
desconocimiento de la higiene y una serie de factores auxiliares, hacían,
para el pueblo, desconocido el curso de las horas; ya que los relojes de
arena y la clépsidra, demandaban en ciertos hogares lujosos, una esmerada
atención.
Empero, las propias costumbres subditales de lima, llenaron el vacío. Los pregones de los vendedores
ambulantes, el canto del gallo y el rebuzno de los asnos, suplían la falta de relojes. Desde la lechera al amanecer,
hasta el revolucionario de las diez de la noche, con su clásico farolillo, las agentes contaban las horas, por el paso
bullicioso de la tisonera, la florista, la chichera, el bizcochero, la tamalera, las vendedoras de leche vinagre, de
zanquito de ñandú y de choncholíes, la anticuchera, la ranfañotera, la cocadera, la chancaquera, la canchera, la
manicera, la frijolera, el frutero, el empanadero, las vendedoras de bocas de rey, ante con ante, causa, la arrocera,
la salchichera, la alfajorera, el sodero, el cerrajero, el guitarrista, el arpista, la ponderacionera, la picantera, el
humitero, la turronera, nueces de nogal, causa, requesón, la mazamorrera, el heladero, el leñatero, el barquillero, el
picaronero, el jazminero, la verdulera, la aceitunera, la champucera, el galletero, y los vendedores de pollos,
huevos, papas, camotes, tamales, seviches, guisos, etc. etc. Sin contar los tipos importados: afilador, alahejero y
pailero.
Cada tipo aparecía a su hora, dando al vecindario una pauta horaria, para los diversos menesteres domésticos.

El
El “Qué
“Qué Dirán”
Dirán”

Tenía, también acción decisiva en la vida de relación, el concepto que los actos de la gente merecía a la
colectividad. Muchos desastres familiares, multitud de ruinas y algunos casos de heroísmo infructuoso se
produjeron en el Perú colonial, por virtud de aquella terrible supeditación de los actos, al sentir social.
Ricardo Dávalos y Listón, en su obra “Lima de Antaño” bajo el epígrafe “Los funerales de Don Miguel”, cuenta,
en 1 847 el caso, todavía subsistente, de la familia limeña que empeña todos sus bienes y compromete el porvenir
de sus hijas, por rendir honores extraordinarios, al cadáver del jefe del hogar. Verdad que el elemento clerical
explotó la candorosidad de aquella gente; pero tal explotación se hizo comparada en el que dirán tan adentrado en
el espíritu de dicha familia.

Las
Las Plañideras
Plañideras

El sentimentalismo, acrecido, en el Perú, por influencia religiosa, sobre el temperamento racial, tuvo diversas
manifestaciones interesantes algunas de las cuales se mantienen hasta hoy: visitar a los enfermos, como obra de
misericordia, fue preocupación invencible –y lo es todavía- en la colonia. Cada familia tenía, invariablemente, por lo
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menos, uno de sus miembros, dedicados a este cumplido, encargado de trasmitir el sentimiento de su hogar por el
dolor de sus amistades.

Pero, la costumbre singular, -que ya se esfumó para siempre- fue la de las plañideras, especiales tipos
femeninos, encargados de llorar, por un precio convenido, delante del ataúd, la desgracia de la muerte. Las lloronas,
como se les nominaba en el Perú, eran mujeres especializadas en el arte de las lágrimas, que incitaban al dolor a las
gentes, en presencia de un funeral.
Los habías de varios precios. En las grandes exequias de personas preponderantes, acudían las de primera
clase, las de más alta tarifa, determinando el valor de los personajes difuntos por su costoso llanto. ¡Singular
espectáculo, que medía el convencionalismo de los valores sociales!.

Los
Los Duelos
Duelos

Los duelos duraban un mes. Estaban legislados, como lo hemos observado. Después de la misa de honras, unos
acompañaban el cadáver al cementerio, y otros se dirigían al hogar de los deudos. Estos, encerrados en la cuadra
oscurecida, no debían hablar, durante cuatro horas, hasta que volviese el pariente que llevó el duelo en la ceremonia
fúnebre. Y aún con la vuelta de éste y la apertura de las ventanas, sólo podía susurrarse, con movimiento
imperceptible de los labios.
La familia del difunto recibía, durante un mes, la visita de acompañamiento de sus relaciones. Visita de todo el
día, hasta 8 de la noche, en que se levantaba el duelo, por la chivata.

La
La Ociosidad
Ociosidad
Limeña
Limeña
Dos fenómenos singulares hablan de la ociosidad limeña. Uno, producido el 29
de Diciembre de 1 542, apenas fundada Lima, consistente en la prohibición del
Comisionado Real, Vaca de Castro, de vender dulces de cualquier clase, bajo pena de
cincuenta pesos de multa y pérdida del artículo, y aún de destierro perpetuo, caso
de reincidencia; porque de su uso “Viene daño a la nación, porque los hombres se
hacen ociosos y vagabundos”.
El segundo acontecimiento, bastante distanciado del primero, en la cronología es el exhibido por el cronista y
sabio dieciochesco Tadeo Haencke, quien retrataba a los limeños del fin del siglo virreynal, así: “trabajan sólo dos
días a la semana, y los restantes los emplean en jugar o enamorar…. Es precios convenir, pues, en que eso lo deben a
su ociosidad natural…”
La ociosidad natural, de que hablaba Haencke, por el siglo XVIII, hay que explicarla por la serie de factores
que caracterizaba el ambiente limeño de la época: raza, clima, crecimiento de la población, falta de industrias, ley
de mayorazga, privilegios sociales, analfabetismo, costumbres urbanas.
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Peleas
Peleas de
de Gallos
Gallos

Las luchas de gallos eran otra adición desquiciante los


virreinales, peor, concretada a las clases populares, por principio
general, ya que las clases ricas, disfrutaban de un circo especial
cerca del actual fuete de Santa Catalina.
En las calles, en las plazuelas, a cualquiera hora del día, se
formaban corrillos o círculos humanos, para presencia la lucha
armada de gallos finos de pelea. Se cruzaban apuestas, se
armaban desórdenes. Y se cometían delitos. A pesar de la
reglamentación de la autoridad, hubieron de ser suprimidas y
restablecidas muchas veces; tales eran las ventajas e
inconvenientes que la afición proporcionaba.
Se propagó tanto la afición, que el gallo fino de pelea no
faltaba en los más modestos hogares peruanos coloniales y,
todavía, en muchos de la república, en el sitio mejor de la casa. El
gallo representaba una esperanza, una posibilidad económica, para
el mestizo. La familia podía pasar hambres, el gallo, jamás. Si se
ganaba la apuesta, el gallo reemplazaba una semana del trabajo; y
si se perdía, el ave alimentaba al dueño, propiciando una fiesta
hogareña.

El
El Ocio
Ocio

Dos fenómenos singulares hablan de la ociosidad limeña. Uno, producido el 29 de Diciembre de 1 542, apenas
fundada Lima, consistente en la prohibición del Comisionado Real, Vaca de Castro, de vender dulces de cualquier
clase, bajo pena de cincuenta pesos de multa y pérdida del artículo, y aún de destierro perpetuo, caso de
reincidencia; porque de su uso “Viene daño a la nación, porque los hombres se hacen ociosos y vagabundos”.

El
El Juego
Juego

Una sociedad, como la limeña, que se desquitaba, en el siglo XVIII, de las grandes penitencias y privaciones
que le impusieron las costumbres religiosas de los primeros siglos coloniales, debía completar, con el juego, el
círculo de comodidades y distracciones que se trazó para su vida sociable.
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En Lima, se jugaba en las grandes casonas, con mucha frecuencia y con inaudita temeridad. Los círculos
amistosos que cambiaban, a diario, de casa de recepción, derrochaban fuertes sumas de dinero, ya en moneda, ya
en propiedades, muebles o inmuebles, ya en esclavos que se apostaban, como semovientes.

Humboldt nos ha dejado el recuerdo de las escandalosas riñas, que, ya en e la República, se tenían en los
célebres tresillos.
Gálvez, nos ha perpetuado, una escena interesante, en una prosa: “En la época de la abundancia colonial y
republicana, dice un escritor, cuando eran verdad los dorados, leyendas del primitivo Cerro de Pasco y del Guano…
hubo casas grandes que tenían tertulias todos los días… Además de la cuadra, profusamente iluminada, con grandes
candelabros, se preparaban las famosas salitas de rocambor, en que, según cuenta la tradición, llegó a jugarse, a
chino por ficha de apunte…”

El
El Día
Día de
de
Inocentes
Inocentes
La acción colonial llegó a calificar su predisposición a las fiestas y su genuidad viveza criolla, en los días de
inocentes (28 de Diciembre).
Se requería estar muy prevenido, para defenderse de las burlas de los demás. Y, cuando el primer ingenioso
atrevido pidió prestado una onza de oro, para echar un inocente, en casa del prestador, se hizo ya costumbre
explotar el cuento a los desprevenidos.
Hasta circulaba en boca de “todo el mundo”, un mal verso que concluía siempre en estrofa.

“Manda Herodes a su gente


que quien preste en este día,
lo pierda por nocente”.

El
ElAlumbrado
Alumbrado
Colonial
Colonial
Un verdadero problema, en los hogares peruanos, era el alumbrado. Y
resultaba problema porque e Perú no producía la materia prima: el sebo,
traído de Chile, en cantidades enormes.
En “Diario de Lima”, de Suardo, pág. 161, se acota el júbilo limeño por
la legada al Callao de un navío portador de cuatro mil quinientos quintales
de sebo, el 17 de Diciembre de 1 631.
Las lámparas y candeleros, ricos en metal y en arte, que exhibían las
velas de sebo, en el interior de los hogares, acreditan el momento de
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evolución científica de la época. Así se explica el gran consumo de la grasa


animal y el control oficial del Estado en su venta.

La
LaYerba
Yerba Mate
Mate
El llamado mate del Paraguay era la infusión cotidiana del virreynato. Se diría, el café de nuestros
antepasados coloniales. El té, que lo reemplazó, fue introducido por los ingleses ya en la república, con gran
resistencia social.
Manuel Segura, nuestro poeta costumbrista nos ha dejado, en sus intencionados versos, un recuerdo perpetuo
del té colonial:
“se vendía en las boticas,
lo mismo que el alcanfor
y se usaba solamente
en casos de indigestión.”

Las
Las Costumbres
Costumbres
Pías
Pías
Entre los hábitos, que el virreynato recibió de días remotos y trasmitió a la república se contaban, como
imperativos morales: el acompañamiento bajo palio, del ministro de la extremaunción, a los enfermos, y el lúgubre
doblar de las campanas, anunciando una muerte aldeana.
Cada una de estas manifestaciones fervorosas, en la vida colonial, dice del sentido religioso que informó la
existencia del país en aquellos tiempos. Rogar por los enfermos y asistirlos, era deber social, porque entrañaba un
mandato divino. Y orar por los difuntos, como prolongación del sentido de los viejos penates, era una
transformación, un deber religioso, del deber filial del pasado romano.

Varear
VarearLa
La Plata
Plata

Los vecinos y viandantes se enteraban del vareo, como era lógico, por el sonido de la plata sacudida, y, muy pronto, la
ciudad entera sabía de la defensa de la fortuna monetaria de un señor. Y los comentarios y los chismes se multiplicaban.
Una costumbre que refleja interesantes aspectos de la vida colonial, en el ángulo económico, psicológico y
social, era la de varear la plata. Consistía en sacar al patio de las grandes casonas, las monedas –que se guardaban
en talegas, bajo las camas- para sacudirlas con palo, sobre una manta. Se perseguían evitar la oxidación. Los
esclavos realizaban el trabajo, dos veces al año, por lo menos, en días de sol.

El
El Lujo
Lujo
Limeño
Limeño
La tradicional colonial, viviente en las crónicas de la época, testifica el matiz conservador de la sociedad peruana,
que el plano del lujo. Conservadorismo uniforme, en los ángulos: político, religioso, económico, cultural y costumbrista.
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Aparte del lujo hogareño, en la vajilla de plata, necesariamente, y en los muebles, tapices y alhajas, la
sociedad virreynal se distinguía por la riqueza del ropaje femenino. Riqueza trasmitida por herencia, en
disposiciones testamentarias de publicidad notoria. La prueba plena de este lujo, que se heredaba, érale famosos
traje de terciopelo de Manila, de cuarenta pesos la vara (83 centímetros)- necesitándose 15 varas por vestido- que
la madre dejaba, en su memoria testamentaria y que la hija favorecida guardaba como reliquia, usaba en las
grandes ocasiones y retransmitía, a su vez, a sus descendientes.

Las
Las
Comidas
Comidas
Asombra hoy, el simple recuerdo de la variedad y
abundancia de la mesa colonial. Aparte de la sopa teológica,
el puchero, el pato en queregue, el pavo relleno, las gallinas
asadas, las torrijas, la carapulcra, el almendrado y los
pichones, que eran imprescindible presentación, se servían
hasta diez platos más. Y eso, sin considerar las frutas y
postres, que no podía dejar de coronarse con la célebre
empanada después de la leche asada y el maná.
Era necesario estar preparado para estas fantásticas
comidas. Porque, no bastaba hacer honor al plato servido,
probándolo, “picando” como se decía entonces; sino que
constituía obligación de buena crianza y urbanismo, aceptar
de todo, y repetir a pedido exigente de los anfitriones. -
¡Jesús! ¡Qué poco come usted! Exclamaba la dueña de casa,
cuando el invitado, después de ingerir diez o doce guisos
suculentos, no concluía con el siguiente. Y, luego, lo más
serio de todo, se obligaba, mediante el “bocadito” –pieza
trinchada, que se ofrecía al convidado, tomada del plato
propio y con el mismo tenedor del oferente- a ingerir hasta
lo imposible, al agasajado.
En torno a estas pantagruélicas comidas se sucedían
fenómenos curiosos, como los siguientes.
a) Los brindis eran de buena educación. Había que brindar con la familia invitante, diciendo hasta discursos, que
se aplaudían con gran entusiasmo.
b) Los aplausos consistían en golpear la cristalería de la mesa, con los cuchillos. La rotura de piezas se festejaba
ruidosamente.
c) El vino Frantignan –Francés- apenas costaba diez centavos la botella; y el Champagne 20 (no pagaban
impuestos),
d) La regla uniforme, en los convites era esta: multiplicar por 3 el número de invitados. Se preparaba comida para
15, si eran 5 los invitados. Esto era de gran tono.
e) Aquellos invitados que no podía concurrir y vivía cerca de los invitantes, recibían, invariablemente, con el
“bocadito que se le había atorado en la garganta”, una enorme fuente para locupletar, hoy, a diez personas.
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f) Cuando se trababa de fiestas conmemorativas, ningún invitado dejaba de llevar, a su casa, obligadamente,
piezas sobresalientes del banquete.
g) Después de la fiesta, al día siguiente, era señal de urbanismo, repartir los dulces entre las amistades, sin que
faltase una parte de la famosa empanada.

1. ¿A qué se denomina “Vida Cotidiana”?

2. Períodos de la vida limeña.

3. Consideración de la mujer en el virreinato.

4. ¿Quién fue Juana Leyton?

5. ¿Cuándo se realiza la primera corrida de toros en Lima?

6. ¿Cuándo se estreno la Plaza de Acho?

7. ¿A qué hora (aproximadamente) aparecía “el revolucionario”?

8. ¿Quién es la plañidera de Viernes Santo?

9. ¿Quién habló de la ociosidad limeña?

10. ¿Quién es el “ajiseco” y con qué se relaciona de la Lima virreinal?

11. ¿Para que servía el sebo en la Lima virreinal?

12. ¿A que reemplazó el te inglés?

13. ¿Qué era el vareo?

14. Principales corridas virreinales.

15. Compara la Lima de hoy con la virreinal.

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