Hacia Una Antropologia de Los Lectores Garcia Canclini
Hacia Una Antropologia de Los Lectores Garcia Canclini
Hacia Una Antropologia de Los Lectores Garcia Canclini
—en
— junto
ISBN: 978-607-747-133-2
8900430
53
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD IZTAPALAPA/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de Antropología
«La presente publicación pasó por un proceso de dos dictámenes (doble ciego) de pares académi-
cos avalados por el Consejo Editorial del Departamento de Antropología, que garantizan su calidad
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
5. Cómo leen los que escriben textos e imágenes Verónica Gerber Bicecci
y Carla Pinochet Cobos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171
5.1 ¿Cómo observar la lectura? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .176
5.2 Biografías lectoras. Motivaciones y subjetividades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .179
5.3 Canon y heterodoxia. Lógicas lectoras de los creadores culturales . . . . . . . . . . . . . . . .184
5.4 Tecnologías de ayer y hoy. Nuevas dimensiones materiales de la lectura . . . . . . . . . . .200
5.5 Lectura, sociabilidad y colaboración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .208
5.5.1 Transformaciones en la dimensión social de la lectura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .210
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .216
5.5.3 Lectorías colaborativas y plataformas de creación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .220
5.6 Lecturas gozosas en tiempo futuro. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .222
5.6.1 Ampliar los repertorios de la lectura legítima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .224
5.6.2 Uso estratégico de los nuevos recursos tecnológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .225
5.6.3 Fortalecimiento de la dimensión social de la lectura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .226
5.7 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .227
¿Será cierto que se lee tan poco como dicen las encuestas? Este libro presenta una
investigación generada por dudas ante estudios que hablan de un supuesto descenso de la
lectura y sitúa en un marco más amplio la inquietud de libreros y editores por la caída de
venta de libros. En contraste, observamos que muchos leen diariamente, a veces en papel
pero también en sus computadoras, tabletas y celulares: correos electrónicos, mensajes de
texto, chateos. ¿Cómo diferenciar y valorar los diversos modos de lectura y escritura, los que
siguen las reglas escolares y se realizan como hace 40 años, y los que ocurren en nuevos
soportes tecnológicos, durante viajes en los medios de transporte, en la calle, mientras se
Tenemos muchos datos sobre la lectura, pero sabemos muy poco. Encuestas, ensayos, in-
vestigaciones históricas, debates, congresos y entrevistas. No es pequeña la bibliografía y la
mayor parte está generada por organismos públicos, editores, libreros y escritores preocu-
pados por el descenso de las ventas o por encontrar la clave para cautivar lectores y retener-
los. Muchos países, entre ellos la mayoría de los latinoamericanos, comenzaron a realizar
encuestas sobre los hábitos de lectura en este siglo con una actitud —podríamos decir iróni-
camente— antropológica, en el sentido que el pensamiento común atribuye a la antropolo-
gía: estudiar la cultura de otras épocas o aquellas formas de vida que están en riesgo de ex-
tinción.
Sin embargo, la mayor parte del saber obtenido no tiene carácter antropológico en la acep-
ción preferida por quienes practicamos esta disciplina: conocer a los lectores más que la for-
tuna de los libros, observar los vínculos entre las prácticas y los imaginarios que los acompa-
ñan, reconocer la diversidad y entender las relaciones interculturales entre quienes leen. En
-
dades, edades y formaciones —en diferentes soportes: papel o digital— y cómo interactúan
entre ellos en la escuela, en el trabajo o en la comunicación cotidiana. Cómo se organizan
distintos lectores en las visitas a librerías y bibliotecas o ante las pantallas para conocer y
comunicarse las novedades editoriales, de los sitios de Internet o las redes sociales. Estos
son los propósitos de las investigaciones de campo reunidas en este volumen.
-
diamos la interacción de las bibliotecas con los usuarios y también los nuevos mediadores
como los libroclubes y los booktubers. Quisimos entender cómo llegan a la lectura personas
que raras veces visitan bibliotecas o que no tuvieron larga educación escolar: habitantes de
la calle, madres que integran grupos para leer y comentar telenovelas, visitantes de ferias
del libro.
¿Qué relaciones con la lectura se recrean en el uso de dispositivos digitales? Una evidencia de
que las fórmulas tradicionales para registrar y evaluar la lectura están rebasadas la hallamos
cuando maestros y otros profesionales, habituados a leer y escribir todos los días en
computadoras y celulares, al pedirles que narraran sus lecturas cotidianas, respondieron que
no tenían tiempo para leer, suponiendo que ese acto sólo se aplica a los libros. O estudiantes
universitarios a los que les cuesta incluir como lectura y escritura prácticas que lo son pero
designan con nuevos términos: chatear, postear, mensajear. ¿Es comparable la calidad de
estos modos de leer con lo que hacemos ante un libro? Antes de establecer jerarquías o
descalificaciones es útil observar las modalidades de lectura ejercitadas en estos
comportamientos, no simplemente cuantificar los correos electrónicos o mensajes y el
tiempo que se les dedica sino el significado para los sujetos, apreciar la información o el
entretenimiento que encuentran en las prácticas de lectura digital. Un criterio general para
todos los estudios incluidos en este libro fue pasar de la pregunta acerca de cuánto se lee a la
averiguación de cuándo y cómo se lee.
En el primer capítulo, Néstor García Canclini analiza los aportes de las encuestas sobre lectu-
ra efectuadas en México, las compara con algunos resultados de las realizadas en Argentina,
Brasil, España y Estados Unidos. Señala lo que queda fuera de esas indagaciones cuantitati-
-
dos clásicos de formar lectores, en publicaciones impresas, y los nuevos tipos de lectura y
escritura propiciados por dispositivos digitales. Se examina también la aparente contradic-
ción entre el descenso en las ventas de libros y la creciente asistencia a ferias, libroclubes y
grupos de lectura. Aunque el papel de la escuela, tal vez la institución más analizada en la
bibliografía, no es objetivo principal del presente trabajo, reconocemos su función clave y la
-
les de jóvenes y niños, con los modos de informarse y argumentar propios de la cultura vi-
-
centaje de maestros y la resistencia de los sindicatos a que sean evaluados. Para comprender
este conjunto de condicionamientos, es necesario dar un giro antropológico a los estudios
sobre lectura, colocando en el centro a los lectores y registrando, a través de observaciones
transdisciplinarias, diversos modos de leer, comunicar y apropiarse los textos. Una antropo-
qué es
leer.
contribuciones que pueden ser útiles para mejorarlas. La investigación atiende preferente-
mente la sociabilidad, las percepciones y experiencias manifestadas por los lectores: qué
funciones les atribuyen quienes las visitan, qué esperan y qué logran. Es notable, por ejem-
plo, la diferencia entre los libroclubes que han recibido apoyo gubernamental y los que que-
dan enteramente a cargo de asociaciones vecinales o promotores comunitarios. También se
Aprender qué incita a la lectura requiere aproximarse a grupos diversos. Es lo que indaga
Eduardo Nivón Bolán en el tercer apartado con mujeres de clase media, que sólo aprendieron
en la escuela las primeras habilidades, luego recibieron impulsos de sus maridos y más tarde
recorrieron caminos propios. En otra escena, hijos de profesores universitarios, rodeados por
libros desde pequeños, avanzan con estímulos de calidad en escuelas privadas y después
son los amigos e Internet los que condicionan sus preferencias: invitación, curiosidad, juego,
disciplina escolar ayuda a veces, pero los niños —sobre todo los que aprendieron a usar he-
rramientas digitales antes de llegar a las aulas— las emplean, aunque los maestros no las
incluyan en la vida escolar. Otros niños y adolescentes, los que habitan la calle, se acercan a
la lectura para tratar con las instituciones, comprender sus derechos o su relación con las
drogas. Podemos encontrar tendencias de edad, género e ingresos, como suelen buscar las
encuestas, pero existen otras condiciones más singulares que llevan a interesarse por leer
periódicos, novelas o no leer casi nunca. Es difícil imaginar políticas de promoción de la lectu-
ra que no tomen en cuenta esta diversidad de inserciones en los mundos del papel, de las
pantallas y en situaciones interactivas tan dispares.
-
cialistas de la experimentación con el lenguaje las razones por las que mezclan textos y so-
portes ilumina las prácticas hoy tan extendidas de la lectura incompleta, a saltos, el cortar y
variadísimos da pistas para entender por qué otros lectores resisten la severidad de las bi-
bliotecas. Las formas de leer de creadores muy productivos y críticos sirvieron para com-
prender comportamientos de los lectores comunes, cómo pueden combinarse el disciplina-
miento escolar con la libertad lectora. Estudiar a artistas y escritores condujo a las autoras a
elaborar recomendaciones valiosas para quienes desean mejorar la promoción de la lectura
aceptando que hay muchos trayectos para convertirse en lector.
Los estudiantes universitarios también son menos excepcionales que lo que cabría presumir
según su nivel educativo. El texto en el que Rosalía Winocur relata cómo combinan estos
actores prácticas tradicionales y emergentes en sus biografías documenta el continuum on
line/off line. Al observar sus tareas de lectoescritura en el espacio escolar y pedirles que na-
rraran en entrevistas y diarios sus experiencias, se hizo visible que leen y escriben para com-
partir, buscan información y se la apropian teniendo presentes a los otros. Lo que se lee im-
porta si se relaciona con la historia personal y también para conectarse en redes. Los modos
de leer pueden mostrarse dispersos —en sitios físicos y pantallas múltiples—, pero se vuel-
ven productivos en la medida en que generan «algún tipo de síntesis cognoscitiva, afectiva o
-
orden o desorientación, revela sentidos y organización cuando los actos discontinuos de lec-
tura, en papel y en pantallas, en la casa, la universidad o el autobús, van siendo integrados
por los sujetos en sus interacciones sociales. ¿Cuáles son las lecturas valiosas? El seguimien-
-
tros, los artículos o noticias que captan en Internet, las revistas y novelas, los chateos y el
-
lógico la que permite ubicar la variedad de lecturas en la inestabilidad de las vidas y la contin-
gencia de los saberes que caracterizan la existencia actual. El salón de clases funcionó como
estructurador, pero también como revelador de la interrelación de comportamientos lecto-
res y de escritura cuya disparidad se negocia, aunque no siempre se resuelven los puntos de
fricción entre los soportes y los hábitos antiguos o recién adquiridos.
Vasconcelos, Daniel Goldin; y una estudiosa de los hábitos juveniles en formatos tradiciona-
les y digitales, Gemma Lluch— que nos dieran una visión crítica. Fue clave esta mirada exter-
na para entender mejor lo que habíamos hecho y percibir la necesidad de retrabajar varias
partes de la investigación. Agradecemos su enorme aporte.
Antonio Zirión e Itzel Martínez del Cañizo produjeron un registro visual de escenas y protago-
nistas de diversos modos de lectura: una selección de esas imágenes enriquece estas pági-
gestión administrativa, así como aportando sus propias experiencias de investigación. Héc-
tor Gómez García se ocupó de la revisión de estilo y la preparación editorial del texto.
1. Profesor Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e Investigador Emérito del Sistema Nacional de
Investigadores de México.
En México se hicieron dos encuestas nacionales sobre los hábitos lectores de la población en
2006 y 2012. En los dos momentos el número de libros leídos en promedio por cada mexica-
no fue idéntico: 2.9 libros al año. El aparente bajo nivel de lectura se muestra declinante ante
la pregunta de si leían más o menos que antes, pues se encontró que 43% decía leer menos.
Ambas encuestas se centraron en la lectura de libros y en comportamientos asociados a
ellos: dieron pobres resultados en la asistencia a bibliotecas públicas, la lectura de periódicos
y revistas.
¿Por qué los mexicanos leen poco, e incluso menos que en el pasado? Las preguntas destina-
das a averiguarlo tienen supuestos evidentes, manifestados en otras secciones de la misma
-
ciente: la cantidad de libros que existen en la casa, si las madres les leían en la infancia y los
Entre una encuesta y otra se realizaron muchas campañas para promover la lectura, se crea-
ron nuevas bibliotecas y salas que invitaban a leer. Pero las campañas, tanto las realizadas
por dependencias públicas encargadas de bibliotecas como por editoriales y librerías, suelen
Federal). También iniciativas ciudadanas para impulsar la lectura dicen: «Un libro, tu mejor
Al averiguar las razones por las cuales emplean Internet, 75% dijo usarlo para correo electró-
nico, 74% para participar en redes sociales, 72% para chatear, 69% para buscar informa-
ción, 52% para estudiar: todas son formas de leer y escribir.
Sin embargo, ni la encuesta de 2006 ni la de 2012 toman en cuenta los dispositivos digitales
como lugares de lectura ni exploran qué y cómo se lee y se escribe en ellos. Registran los
datos de usos de tecnología de información y comunicación «en relación con la caída de
lectura de libros y otros materiales para explorar si existe alguna relación causal, que por el
La educación y las encuestas en México comparten con muchos otros países la atención
preferente, y a veces exclusiva, a la lectura que se hace en papel. Si la encuesta mexicana
lector al que lee al menos 30 minutos al día, la encuesta efectuada en Brasil en
Leitor aquele que leu, inteiro ou em partes,
pelo menos 1 livro nos últimos 3 meses
años, acceden a Internet todos los días 20% de los entrevistados y 23% algunas veces por
semana. De 18 a 29 años, el 30% todos los días y el 22% algunas veces por semana. Si bien
58% señala que usa Internet para recreación o entretenimiento (que incluye actividades no
consideradas como lectura: videojuegos, escuchar música y ver películas), 40% dice em-
plearlo para trabajo escolar/estudio/pesquisa y 42% para conocer personas y «trocar men-
sagens -
tura, no siempre relacionadas con libros (o con su lectura completa), son subestimadas
libro en los últimos tres meses. En esta misma lógica, se destacan dentro del uso de Internet
el acceso a «redes sociais o blogs que falem sobre livros ou literatura
las muchas horas que cada día adolescentes y jóvenes (y un buen número de adultos) dedi-
can a leer y escribir en Facebook y en otras redes sociales? La indagación de otras preguntas
sobre la «penetraçao da leitura de livros digitais -
ciente para comprender las muy frecuentes prácticas de lectura efectuadas en computado-
ras y celulares.
Los estudios internacionales sobre consumos culturales muestran desde los años ochenta el
predominio de medios masivos sobre las librerías y otros espacios de la cultura letrada y de
élite, así como la familiarización simultánea con unos y otros recursos en las nuevas genera-
ciones (Feixa, 2014; García Canclini y Piccini, 1993; Quevedo, 2009; Wortman, 2003).
Hace por lo menos dos décadas que los jóvenes van conociendo los libros, diarios y revistas
junto con las computadoras y los videojuegos. Las pantallas y el papel son para ellos, desde
los primeros aprendizajes, escenas en interacción. Si bien el impacto de lo digital es tan po-
deroso en todos los comportamientos, y se asimila como una parte del cuerpo, un elemento
más de la indumentaria, como observa Alberto Quevedo, más que entender su presencia
como sustitución de la cultura impresa hay que mirar el papel y las pantallas como soportes
opcionales que se alternan en los desempeños personales y los vínculos con otros.
Más aún: la coexistencia de los sistemas letrado, audiovisual y digital ha entrelazado sus
contenidos al punto de que no sólo libros, revistas, videos, músicas cultas y populares circu-
lan de un formato o soporte a otro sino que se potencian. Es notable lo que nos dicen estu-
dios de uno de los países en que los dispositivos electrónicos de acceso a la cultura han cau-
tivado más consumidores. La investigación «The Rise of Reading
(2012) revela que el 19% de los estadounidenses posee un e-book (o libro digital) y el 19%
una tableta. En total, el 43% de los mayores de 16 años ha realizado lecturas largas en for-
mato digital (31% de lectores constantes de noticias y 16% de lectores de revistas y perió-
dicos). Según los resultados de este estudio, aquéllos más propensos a la lectura digital ad-
porque se alejen de la lectura impresa. Quienes usan dispositivos con pantallas son lectores
de más tiempo, lo hacen con más diversidad de motivos y consumen libros en diferentes
prestados.
No sorprende entonces que el promedio de volúmenes leídos por un lector digital al año en
los Estados Unidos haya resultado mayor al de quienes sólo leen material impreso. Los pri-
meros leen un promedio de 24 libros y los segundos 12. La media de libros leídos por los
lectores en pantallas es de 13 volúmenes al año, y de aquellos que lo hacen en formato im-
preso se reduce a seis.
En América Latina un síntoma de cómo los gobiernos están buscando revertir esta disocia-
ción entre las culturas letradas, audiovisuales y digitales son los programas destinados a in-
troducir las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en las escuelas. Si bien los
No es poca cosa que gran parte de las escuelas adopten las computadoras si recordamos,
como anota Emilia Ferreiro, a cuántas innovaciones técnicas la educación formal trató de
escribir (Ferreira, 2013: cap. 19). (En México algunos alumnos aprendieron dactilografía en
las escuelas, pero la tendencia internacional de rechazo es la descrita por esta autora).
Las nuevas condiciones de aprendizaje y uso de los hábitos de lectura y escritura que estas
computadoras implican —y que, sabemos, pueden desarrollarse en distintas direcciones—
exigen a la educación escolar una revisión radical. Así como los educadores percibieron que
blogs y las notas periodísticas, los correos electrónicos y los tuits. Las prácticas transmedia-
les, advierten, están subrepresentadas en las encuestas. Por eso, proponen un diseño nuevo,
en el que, al preguntar sobre lecturas por gusto o necesidad, además de los libros y revistas,
incluyen el correo electrónico, las redes sociales, las páginas web y los foros. La intersección
de la lectura con medios no escritos se averigua al indagar con qué frecuencia el entrevistado
lee con la televisión prendida, oyendo música o mientras contesta llamadas. ¿Comenta lo
que lee en su blog o en el del autor, consulta sobre el tema en las redes sociales?
Mientras esperamos los nuevos conocimientos que produzca este diseño reciente de en-
cuesta buscamos observar en esta investigación de giro antropológico los comportamientos
prolongados de los lectores, tanto en las escenas tradicionales —hogares y bibliotecas—
ferias. También exploramos cómo se lee en computadoras y celulares, pedimos a los entre-
vistados que hicieran diarios de lectura (no sólo en papel, no sólo de lo que leen para el estu-
Las encuestas, reformuladas como ahora sugiere el CERLALC, son indispensables. Pero en-
tendimos, a la vista de la mayoría de las existentes, que los acelerados cambios requieren
etnografías que documenten cualitativamente qué hacen distintos lectores, prestar aten-
ción a sus inclinaciones por formatos audiovisuales, sus modos discontinuos, interrumpidos,
de leer. Ante estas modalidades heterodoxas de lectura y sus combinaciones con prácticas
audiovisuales y digitales, las encuestas librocéntricas dan todavía un conjunto bien inten-
cionado de imprecisiones.
-
nas profesiones, aunque no indispensable en las primeras etapas de la industrialización y de
los servicios; cuando no se necesitaba el saber de los libros para trabajar en la construcción o
en la línea de montaje de las fábricas.
Esa visión difusa de la utilidad de la lectura es aún predominante en México, documenta Fer-
nando Escalante Gonzalbo, en su análisis histórico contemporáneo de cómo se representan
el sentido de leer los planes de fomento de la lectura, las declaraciones de políticos y el sen-
-
bargo, ese llamado sentido común es menos conocido en sus múltiples modulaciones y mo-
tivos —leen para aprender, para integrarse y para diferenciarse, para entretenerse, «para
-
calante Gonzalbo, 2007:72).
trabajos en los que se usan computadoras y la comunicación por Internet, pero es preciso
-
diantes de carreras técnicas o superiores, ejecutivos de empresas y dirigentes políticos no
escribir muy bien ya que trabajan durante toda la jornada con pantallas y teclados pero se
burlan de las faltas de ortografía, se expresan con una jerga profesional comprensible sola-
mente para iniciados, leen poco los diarios, no compran novelas salvo policiacas, leen histo-
Los abogados, ingenieros, técnicos, comerciantes, políticos o periodistas tratan todo el tiempo
con información escrita, hacen cálculos, consultan bases de datos, envían correos y redactan
informes. Pero no suelen recurrir a los libros de historia o geografía para conocer ciertos datos
sino a Google o Google Earth. Las simulaciones en 3D les permiten visualizar procesos físicos o
químicos, así como lo que sucede o sucederá en una ciudad intervenida por nuevas construc-
ciones. Esta etapa distinta en la adquisición del saber y en su uso no implica que se lea menos,
sino que se accede a la información en nuevas presentaciones del conocimiento.
Por eso, en vez de medir la lectura en horas o números de libros y revistas, se vuelve clave
entender cómo organizamos los diversos recursos de información, cómo adquirimos y ejer-
cemos las competencias lectoras. Cuando el Informe PISA en 2009 incluyó en los modos de
-
tales que los lectores necesitan para abordarlos. La pregunta inicial no es cuánto se lee, sino
-
tos en adquirir destrezas para localizar, seleccionar o interpretar la información. Estas com-
petencias son necesarias para un gran número de trabajos, sobre todo los que cuentan con
nivel medio y alto de remuneración, y también para obtener servicios de salud, ser ciudada-
nos activos y movilizar a otros, formar parte de comunidades virtuales y presenciales. La
‘brecha digital’ no depende sólo de si se accede o no a los libros o Internet, sino también «de
Una diferencia de las nuevas modalidades de relación con los textos es que leer ya no implica
únicamente entender palabras y frases. También consiste en usar iconos de navegación,
barras de desplazamiento, pestañas, menús, hipervínculos, funciones, dedicar tiempo a co-
nectarse con imágenes, músicas y mapas de sitios. El texto electrónico es un hipertexto. La
una institución o un individuo sólo para obtener información o comprar algo, y también pue-
como ocurre en correos, blogs o foros. El lector llega a ser autor, el consumidor produce. Ya
sabemos que cuando se evalúa este sentido amplio de las competencias lectoras son los jó-
venes, adolescentes y aun los niños quienes obtienen mejores resultados.
Ante esta multiplicidad de soportes y lugares en que se lee, ante la variedad de objetivos que
animan el acto de leer, advertimos que la evaluación de la capacidad y el interés lectores de
una sociedad no pueden evaluarse nada más por el tiempo de la lectura en papel ni, menos
aún, por la cantidad de libros. Conviene evitar, por lo tanto, comparaciones frecuentes como
la que hacen analistas de opinión y mercados, a los que a menudo se encargan las encuestas
-
dado que no se llega a leer ni tres libros al año es rotunda la comparación con España (7.5 li-
bros) o con los alemanes (12). Con estos indicadores instituciones como la UNESCO sitúan a
México, entre 108 naciones, en el penúltimo lugar.
El paso siguiente, dado por ejemplo por Parametría, que efectuó una encuesta en mayo de
y —al notar que solo 21% comenzó al menos un libro— y que los hábitos de lectura dismi-
nuyeron entre 2006 y 2013 de 54.6% a 46%, concluyen que «menos de la mitad de la po-
Se pregunta entonces: «¿cuál es la razón principal por la que usted no lee libros con mayor
saber por qué los habitantes se conectan poco con los libros: el costo, falta de tiempo, dedica
-
Al tratar de captar el abanico de lugares y razones por las cuales se lee —estudiar, formarse
para trabajar, comunicarse, obtener información, divertirse— se reformulan las tareas asig-
nadas por gobiernos e instituciones a la lectura, básicamente capacitar para la producción y
ser ciudadano. Las encuestas del Ministerio de Cultura Francés sobre consumo y prácticas
culturales fueron mutando cuando advirtieron que la gente ya no dedicaba tantas horas a
leer como cuando se aburría porque la televisión todavía no se había inventado. En épocas
recientes han vuelto a rehacer los cuestionarios al constatar que los jóvenes y los niños ven
menos televisión desde que les divierte más navegar de sitio en sitio, enviar mensajes y reci-
birlos. Tradicionalmente, los encuestados abultaban las cifras de los libros que leían porque
eso ennoblecía sus conductas. Ahora, dice Olivier Donnat, la gente miente menos si deben
decir cuántos libros leyeron el último año porque hay una «ampliación del campo de las legi-
-
prados o descargados, nos informamos en la prensa (más en pantalla que en papel) y tam-
bién en Facebook y en YouTube.
La hipótesis a que nos conduce este contraste es que las interacciones sociales contienen
claves de lo que sucede al leer que permanecen ocultas para las encuestas aplicadas a indi-
viduos. Estos estudios, del mismo modo que las políticas de promoción de la lectura, suelen
ir dirigidas a cada persona como si leer fuera un acto solitario y se estimulara convenciendo
-
vestigaciones de consumo muestran desde hace décadas que, aun en los casos en que com-
pramos solos, participamos de tendencias sociales, atendemos a modas, estamos pensando
cómo nos van a ver. Sin embargo, la ilusión de que actuamos individualmente al apropiarnos
de bienes, persiste al analizar el acto de leer. Se acostumbra oponer la mirada familiar ante la
televisión o la asistencia grupal al cine a la lectura en soledad como si la mal nombrada cul-
tura de masas estuviera peleada con la cultura personal. ¿Por qué leíste tal novela o ese en-
sayo? Las respuestas suelen incluir las sugerencias de amigos o críticos, las tareas escolares,
lo que escuchamos en radio y televisión, la recomendación de un blog.
En entrevistas a editores de libros de México, Bogotá o Buenos Aires, todos lugares donde se
crearon ferias en años recientes y las antiguas ven aumentar sus asistentes, nos han dicho
que muchos visitantes no llegan para comprar libros sino a buscar autógrafos de escritores
célebres y tomarse fotos para mostrarse en las redes sociales.
Efectivamente, los estudios de público realizados en la Feria de Buenos Aires registran que el
primer motivo indicado por los que asisten es el paseo y la recreación (82.6%). Luego, men-
cionan la compra de libros, la búsqueda de novedades y ofertas, razones de trabajo o profe-
sionales. Con frecuencia, los visitantes llegan a esta Feria, como a las de Bogotá, Río de Ja-
neiro y México, para conocer personalmente a autores que algunos han leído, para que les
él, que subirán de inmediato a su página en Facebook. La asistencia física a la feria, situada
en una ciudad precisa, se multiplicará en la red digital para curiososde varios países.
Muchas ferias, especialmente en España y América Latina, donde se dirigen a lectores más
que al comercio entre editores y agentes, como las de Frankfurt y Londres, ofrecen más que
libros: mesas redondas y conferencias de escritores, talleres, conciertos, cine y videos, zonas
para sentarse a leer y conversar. La Feria del Libro de Minería en la Ciudad de México, que
recibe a unos 150,000 visitantes, donde exhiben 635 editoriales, programó 1,500 activida-
des para 2015. Al director de esta Feria, Fernando Macotela, le preguntaron «¿Cuál es el pla-
piso. Se curiosean los stands y se hacen largas colas para escuchar a autores extranjeros.
Varias ferias han percibido este sentido lúdico de la visita e incluyen en sus programas, ade-
más de actos explícitamente literarios, como conferencias y mesas redondas, conciertos de
músicas populares, teatro y cine, juegos para niños y grandes, constante circulación de cá-
asistentes anónimos, encantados de ser difundidos más tarde por las televisoras. Los visi-
oferta de libros y revistas que en las librerías, disfrutan paseando e interactuando con otros,
a algunos les gusta participar en talleres o actividades performáticas relacionadas con la
lectura y la escritura. Es comprensible que el interés fuerte de los editores y libreros sea la
venta, pero desde la perspectiva de los visitantes-compradores-lectores importan las activi-
dades que los involucran en experiencias.
También los estudios sobre grupos y clubes de lectura o sobre sitios en línea donde los parti-
cipantes discuten sus gustos literarios revelan que el gozo de la lectura está asociado a la
convivencia y el intercambio social. La sociología anglosajona, atenta a la extensión de los
reading groups en países como el Reino Unido y los Estados Unidos, ha demostrado que ser
lector es una vía para fabricar lazos sociales. Los sociólogos franceses, que se inclinaban más
a subrayar la determinación de la familia y la escuela en la formación de hábitos lectores,
reconocen ahora, en palabras de Roger Chartier, que «hay siempre una comunidad que lee
en nosotros y por quienes nosotros leemos. Leer se aprende en el seno de un grupo, de una
y Buch, 1996:25).
La organización social de los lectores en estos grupos o clubes es distinta de la que vemos en
programas de promoción de la lectura diseñados con criterios formados en las bibliotecas,
especialmente cuando éstas son concebidas como lugares de préstamos de libros a indivi-
duos y visitas de lectores en silencio. Los libroclubes o salas de lectura en la Ciudad de Méxi-
co, operados a menudo no como instituciones estatales sino como asociaciones con trabajo
conversar y debatir.
2008: 131 y 110). Para no idealizar estas sociabilidades, también reconoce que a veces pro-
Es necesario incluir este sentido social de los comportamientos en las encuestas y en los
aprende como hábito individual ni por ser sólo un placer solitario, serán sesgadas las investi-
gaciones que los analicen únicamente en relación con aprendizajes personales. Tampoco es
-
cias de acceso a los bienes según las clases sociales de pertenencia o como manera de ex-
-
basta preguntar a los lectores únicamente qué leen y cuánto tiempo, sino observar sus inter-
cambios. En los libroclubes, como en los grupos de estudiantes secundarios o universitarios,
las «personas entran en contacto y anudan relaciones como lectores en función de intereses
que comparten independientemente de la distancia que los separa y a menudo de los tradi-
ción, al proliferar nuevos espacios de acceso a la lectura: más bibliotecas y también tiendas
de autoservicio y departamentales que ofrecen libros, revistas, historietas y periódicos; tien-
das-librerías en museos, las ya citadas ferias e Internet.
Estos investigadores, que habían realizado un estudio sobre la lectura en la Ciudad de México
en 2012, junto con Eduardo Nivón, Rafael Mesa, Marco Morín, Rangely Iparrea, Dení Sobrevi-
lla y Delia Sánchez (quizá el primero que incluyó en el país la lectura digital), anotan que en la
capital el consumo de libros —5.6 por persona— casi duplica el nacional. Los datos de la
Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana constatan que en «el mercado de las le-
para el personal sindicalizado de las delegaciones políticas o «un lugar de ‘refugio’ para aquellas
materiales educativos que sirven a los niños y adolescentes para realizar tareas.
Es valorable que las políticas de lectura se hayan ampliado al reconocer limitaciones del sis-
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nas, actividades más sensibles a las prácticas actuales de los lectores. La observación de que
muchos pasajeros leen en los transportes incitó la creación del programa Para leer de boleto
en el Metro: son Libropuertos instalados en estaciones del Metro, que prestan libros, los
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cen vínculos que seguirán en Facebook.
Algunos líderes de libroclubes los ven como reforzadores de la escuela. Otros los consideran
precarios para defender la lectura en papel, cuya disminución atribuyen a la competencia
tecnológica: sería necesario, sostiene una mujer de 45 años, usuaria del Libroclub «Zapata
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en redes digitales. Algunos más entienden estos espacios alternativos como modos de desa-
rrollar los derechos culturales, el ejercicio de la ciudadanía, la cooperación voluntaria entre
alta, teatro, video-debates, presentaciones de libros, cursos y paseos culturales. Varios cola-
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ran en los catálogos de las corporaciones transnacionales.
los Libropuertos, por ejemplo, se combinan los caminos de acceso: «Escoge tu libro preferi-
Entre las muchas maneras de elaborar y gestionar el ir y venir entre el papel y las pantallas
de los distintos actores que participan, es notable el rol de los booktubers. Jóvenes que tie-
nen entre 15 y 25 años relatan en videos de 5 a 7 minutos sus experiencias con libros y las
circulan en redes sociales. No presentan críticas sino resúmenes, noticias sobre el autor, a
veces la entrevista que le hicieron. Fueron apareciendo como incitadores a leer y, al obtener
alto número de seguidores, se volvieron atractivos mediadores publicitarios para editoriales
que los contratan. ¿Fomentan la lectura? ¿Crean comunidades donde se conversa sobre li-
bros? ¿Son instrumentos comerciales de los editores? La posibilidad de desempeñar a la vez
estos diversos papeles está dada, explican Carmen Pérez Camacho y Andrés López Ojeda,
porque como «cómplices de la lectura, en parte, rompen con la lectura normativa, canónica,
porque se basan en una narrativa lúdica; algo de risas, chistes, con cierta dosis de creatividad
y hasta con juegos; dejan que los viewers (como se dice en el medio) vayan interactuando
Esta oposición entre lectura escolar y lectura lúdica hace visible cuánto se puede hacer fuera
de la escuela para incitar a leer, pero también lleva a pensar en el papel de las instituciones
educativas, que abarca mucho más que transmitir los contenidos canonizados de la literatu-
ra, o sea enseñar a leer una variedad amplia de mensajes sociales, discernir el sentido de las
fuentes de información y entretenimiento. Aunque muchas escuelas se han vuelto más re-
ceptivas a la expresividad de los alumnos, en los programas de lectura suele ser difícil admitir
otras formas de leer y escribir, de manera que los jóvenes quedan oscilando entre una doble
legitimidad: la escolar y, por otro lado, los modos de hablar y escribir en que se comunican
las industrias culturales y ellos mismos en sus redes (comentario a este libro de Inés Dussel).
Sin oponer maniqueamente libros en papel y comunicación digital, las páginas de booktu-
bers y de sus seguidores exhiben recomendaciones de literatura para Adultos Jóvenes y li-
bros extensos (las sagas anglosajonas: Juegos del Hambre, Crepúsculo). Los jóvenes y ado-
lescentes entrevistados aprecian los libros en papel conocidos gracias a esta mediación
electrónica. Cuando publican, prefieren hacerlo en formatos digitales, en espacios como
Wattpad, sobre todo novelas. Los autores de este capítulo dicen que estas experiencias ha-
cen pensar en la utilidad de bibliotecas digitales: su creación, además de reducir la brecha
entre jóvenes populares y los de clases media y alta, que son los principales seguidores de
booktubers, brindaría «la posibilidad de participación más que de ser espectador a los jóve-
tituir naciones democráticas. Así como la línea divisoria entre la prehistoria y la historia es la
escritura, ingresar a la modernidad republicana, habilitarse para ser ciudadano, requeriría
pasar de la oralidad al leer y escribir. Por eso, las políticas de desarrollo en el siglo XX coloca-
ron como objetivo la alfabetización y luego la educación, actualmente hasta la escuela se-
cundaria. Los antropólogos han cuestionado en México este predominio de la escritura como
acceso preferente o indispensable a la vida pública en una nación donde en tantos pueblos
indígenas la oralidad y las asambleas comunitarias todavía son claves para gestionar el or-
den social. Un editor mexicano, animador de la lectura y actual Director de la Biblioteca Vas-
concelos, cuestiona esa hegemonía letrada y la subestimación de la oralidad (Goldin, 2006).
ubican en ese rango de grandes propósitos, aunque son importantes para los sujetos. La
lectura, dijo una señora de más de 80 años, que dedica mucho de su tiempo a los libros, «te
¿Qué sucede con las multitudes que en México, aunque aprenden a leer, dejan la educación in-
completa o deben sobrevivir en ocupaciones precarias donde pareciera que la formación letra-
da no es indispensable? Quizá para ellos la lectura sigue siendo importante. El desempeño lec-
las necesidades afectivas. La madre de un niño al que le gusta leer, dice que le es difícil tratar
ciertos problemas con él, como no tener padre, y compartir un libro les ayuda a hablarlo.
Otros padres, profesionales a los que les importa leer y han construido un ambiente familiar
evaluaciones; en estos casos, suele aprenderse a leer antes de acceder a la escuela, de modo
que lo que ésta da son técnicas de lectoescritura y un desarrollo sistemático. Con su discipli-
namiento del tiempo y las tareas obligatorias, sostiene Nivón, «la escuela produce la radical
También hallamos que los niños adquieren formas elementales de lectura antes de ingresar a
la escuela jugando con el teclado de un iPad o una computadora. Muchos hacen su entrada al
mundo virtual a los 3 o 4 años para manejar un videojuego o deslizarse por imágenes. Las des-
trezas adquiridas con fascinación en esas tareas no siempre encuentran posibilidad de cultivar-
se con otros contenidos en las escuelas. Se crea, entonces, una disyunción entre los modos de
comunicarse de los alumnos y los de los maestros. «Recuerdo que antes escribíamos notitas a
mano y las pasábamos en secreto para que no las viera la maestra. Ahí comentábamos por
escrito sobre nuestras vidas dentro o fuera de la escuela. Es lo que ahora hacen mis alumnos,
costosos para la escuela es cómo enseñar, por decir así, a los niños ya digitalizados.
¿Cuál es la relación de los no integrados o marginados, por ejemplo los habitantes de la calle,
indiferentes, por qué una lectura puede volverse reveladora. En el Distrito Federal existe un
Programa de Derechos Humanos que elaboró una iniciativa de ley para la Inclusión Social de las
Poblaciones Callejeras. Una asociación civil produjo folletos, postales y comics para difundir los
derechos de la mujer. Un juego con el que trataban de llegar a estos grupos suponía la capaci-
dad de leer tarjetas que se referían al tema: ¿qué derecho crees que fue violado? Los hombres,
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puestas. «Cuando le tocó el turno a Lily (la única mujer en ese momento), se negó a leer en voz
alta, la mano que sostenía la tarjeta temblaba, sólo guardó silencio y bajó la mirada. Ante esto,
todos sus compañeros comenzaron a participar, a reírse, a adivinar, pero ella permanecía calla-
En estos casos, la pregunta no es cómo hacer sentir el gusto por la lectura sino por qué la
gente se intimida. «¿Por qué la lectura, tan sagrada para unos, representaba algo doloroso
algunos de ellos, los libera. Si es cierto, de manera parcial, que la lectura conduce a la inclu-
sión social y la ciudadanía, en los amplios sectores excluidos de los trabajos formales (más
del 50% en la Ciudad de México), del disfrute de derechos de salud, educación y vivienda, es
lógico que el valor de leer se relativice. ¿Qué pueden lograr las campañas de promoción de la
lectura con quienes padecen la dura constricción de un sistema económico que reconoce
méritos sólo a minorías?
relacionarse con los otros. Quizá un punto en el que coinciden sectores sociales distintos,
aunque el prestigio que da la lectura sea para unos algo constitutivo de su nivel educacional
y para otros un esfuerzo, es la «seguridad y la capacidad para acceder a la información, para
que vivía en las coladeras la excluía por expresar su aprecio por publicaciones formales. En
calle. Pero varios que siguen allí leen revistas, periódicos y libros para tratar de entender lo
llegar a la condición de ciudadanos, la lectura puede ser «una puerta de entrada al espacio
en los periódicos llega a ser una vía, tanto como Internet o el intercambio de mensajes con
celular, para pertenecer y compartir. Esto da sentido al mejoramiento de sus competencias
lectoras.
Nos pareció imprescindible tener una visión de la constelación de actores y procesos de in-
termediación para construir preguntas más pertinentes sobre lo que sucede con la lectura.
Llama la atención que la mayor parte de la bibliografía existente en castellano, inglés, fran-
cés y portugués haya sido escrita por pedagogos que abarcan la relación libro-escuela-alum-
transformación del objeto libro y sus modos de presentación y por sociólogos y analistas de
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tinen poco tiempo a examinar el movimiento de producción, circulación y recepción de los
textos escritos, salvo la prensa. La literatura más abundante en esta disciplina se concentra
en televisión, Internet y dispositivos digitales. Son escasos los especialistas en comunica-
ción, así como los sociólogos y antropólogos, que hayan rastreado los hábitos cotidianos de
los lectores en papel y en pantallas, y sus transformaciones, en conexión con los vaivenes de
la industria editorial y las mediaciones tradicionales entre libros y usuarios.
subjetivos y objetivos del proceso lector y pone el acento en los discursos y las prácticas.
Eligen un conjunto de escritores y artistas, cuya actividad creadora hace suponer un vínculo
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bres de autores, títulos de obras y géneros preferidos, se intentó captar la experiencia de la
lectura. ¿Cómo lograrlo? Se pidió a creadores culturales de entre 20 y 60 años que escribieran
biografías lectoras y diarios de lectura. Pese a que la mayoría aprecia los libros y amueblan
con ellos sus estudios y talleres, no todos fueron lectores ávidos en su niñez. Con frecuencia
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ron autonomía.
Contra lo que podría hacer imaginar la relación profesional de los escritores con los libros,
fueron los artistas visuales quienes les dieron más valor como objetos en papel. Son éstos
los que más resisten leer y comprar ebooks
textura del papel, llevan a asignarles sentidos que los alejan de las versiones digitales. Pren-
Más allá de algunas diferencias claras entre artistas y escritores o entre generaciones por el
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pactos que agrupen ni siquiera a todos los de una disciplina o edad. Encuentran un factor que
ayuda a organizar la diversidad de motivos para leer y los modos de hacerlo: leen de acuerdo
con el ritmo y las líneas temáticas que les piden sus objetivos de trabajo y de vida.
Varios estudios sobre las nuevas generaciones, especialmente sobre estudiantes o los lla-
mados emprendedores o jóvenes creativos, muestran que, obligados a acomodarse entre
trabajos inestables, organizar su vida en proyectos que aprovechan empleos temporales y
-
nal: alejados ya de una época en la que se podía hacer carrera se habitúan a vivir en un régi-
men precario que permite desempeños de corta o media duración (García Canclini, Cruces y
Urteaga, 2012).
En sintonía con este estilo de vida o sobrevivencia, Verónica Gerber y Carla Pinochet Cobos
observaron que estos jóvenes creativos leen por proyectos. En vez de elegir qué y para qué leer
de acuerdo con los cánones escolares o de la alta cultura, van haciéndolo según necesidades
para una exposición o un trabajo o para comunicarse con sus amigos. Estas motivaciones va-
riables corresponden —y en parte explican— el aumento de las lecturas breves, discontinuas,
más próximas al zapping televisivo o digital que a las prácticas lectoras lineales, de textos com-
pletos, valoradas por la formación escolar. Según algunos productores culturales pueden ser
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res contribuyen a este estilo en el que los soportes para leer son usados como centros de ope-
raciones para múltiples tareas: se mezclan no sólo los textos y materiales de diversa índole,
sino también las herramientas para gestionarlo. «Tienes 17 ventanas en la computadora, 3 li-
bros abiertos, una llamada telefónica, la música sonando y el gato entrando… y te acostum-
bras: ya no es ruido sino lo cotidiano
las disciplinas o de los hábitos escolares, adquieren otro sentido las prácticas tantas veces
criticadas de quienes hacen recorridos breves y discontinuos por libros, revistas, computa-
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mentarias y dispersas que vimos en sectores populares se hallan también en los egresados
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ping televisivo o la relación ansiosa con los celulares al ámbito letrado. Sigue siendo necesa-
Internet en la reformulación del pacto de lectura lineal, progresiva, impuesto por la escolari-
zación moderna. El sentido de la cuestión cambia si en vez de juzgar como desviaciones de
normas las interrupciones y combinaciones rápidas de textos, imágenes y músicas explora-
Saber leer, entonces, es entender cómo podemos manejar y jerarquizar contenidos hetero-
géneos en la exuberante información contemporánea. Filtrar, discriminar y elegir, comprue-
ban Gerber y Pinochet Cobos, se ha vuelto indispensable tanto para los escritores y artistas
adultos como para los emergentes. Lo aprendemos también los profesores, urgidos por la
necesidad de combinar recursos publicados en papel e Internet si queremos no quedar reza-
gados ante la variedad de contenidos, soportes y perspectivas con que se actualizan nues-
tros alumnos. Lo aprenden laboriosamente algunos periodistas y políticos que procuran es-
tar a la altura de los receptores de sus mensajes.
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Tube produce ganancias para el lector: mayor capacidad de relacionar y contrastar datos y
conceptos, hacer síntesis, armar mapas mentales, usar información de una escena en otras.
No todas son ventajas. La profusión de fuentes expande la curiosidad por formas de conoci-
miento no convencionales y también logra desorientar.
Tales estilos de informarse, conectarse con otros y articular lo que se va sabiendo engendran
prácticas de escritura novedosas. La discontinuidad, el cortar y pegar, el uso de trozos y resi-
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das experimentales de minorías en la literatura y el arte modernos (de Mallarmé y Joyce a
Cortázar, desde Duchamp y el cubismo) se generalizan. Están disponibles para los escritores
profesionales, los periodistas y cualquier lector curioso de materiales heteróclitos. Ya Lévi-
Strauss lo había registrado en el bricoleur del pensamiento salvaje, pero las lecturas cruzadas
que facilita Internet, la edición de los propios escritos y el entrecruzamiento de lenguajes en
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ponerse realizar obras con valor estético, pueden suscribir esta frase de un artista entrevis-
tado: «Para mí es natural pasar del dibujo a hacer anotaciones. Para mí es lo mismo: pensar,
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tado, acostado, parado mientras se espera el autobús o el metro, dentro del transporte. Los
lugares y las posturas dependen, a veces, de para qué se lee, por ejemplo si se quiere subra-
o la tableta. A la vez estos dispositivos amplían los sitios de lectura más allá de las casas y
bibliotecas: se lee en parques, en cafeterías, se puede cargar centenares de libros para viajar
en avión sin preocuparse por el peso. «Cualquier momento de no interacción social —cuenta
una escritora— se llena por esta interacción con el celular o el Kindle
Nos sigue importando ver películas en el cine y escuchar música en conciertos, pero en la red
hallamos información sobre los actores, los cantantes, los directores, qué opinaron visitan-
tes a museos y hoteles, comentarios sobre las noticias que leemos en blogs: la lectura en el
centro de la sociabilidad. El acto de leer se multiplica en la colaboración personalizada o anó-
nima de las opiniones y consultas individuales, si escribimos en un chat buscando el parecer
de amigos y luego leemos sus opiniones.
Un rasgo de estas lecturas y escrituras en pantallas es que reducen el poder de las institucio-
nes que enseñan y orientan el conocimiento: la familia, la escuela y las empresas editoriales.
Hacen posible ir más allá de los cánones establecidos, comparar perspectivas y gustos, for-
marse los propios. O combinar qué leemos en papel y en pantalla, lo que conversamos pre-
sencialmente y lo que chateamos saliéndonos de las maneras de informarse y valorar pres-
criptas por las autoridades en cada modalidad de lectura, escritura e intercambio.
Esta apertura y personalización en la formación del gusto y las opiniones no debe ser ideali-
zada, pues tiene dos limitaciones. La interactividad en las redes no suspende el poder perfor-
mativo de los grandes actores mediáticos sobre las preferencias y los pensamientos de las
audiencias. Como señala Antoine Hennion, el condicionamiento de los poderosos protago-
nistas de la producción y circulación cultural no sólo opera constituyendo hábitos; en la me-
dida en que el gusto es una performance —actúa, compromete, transforma y da sentido—
interviene en las interacciones que ocurren entre los consumidores de música analizados por
este autor y, agrego para nuestro asunto, en la comunicación entre lectores a través de blogs
o en las ferias: los booktubers son ejemplos elocuentes. En palabras de Hennion, el gusto no
es ni la consecuencia —automática o inducida— de los objetos que provocan el gusto por sí
mismos, ni una pura disposición social proyectada sobre los objetos o el simple pretexto de
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ba nuestras sensaciones. No es un proceso mecánico, siempre es intencional. Además de las
propiedades de un libro, una revista o un blog, movilizan nuestras preferencias las comunida-
des de lectores o fans de un autor a las que pertenecemos, los dispositivos, reglas y rituales
con los que llegamos al texto, así como nuestro lugar en las disputas estético-culturales.
La segunda limitación está conectada con esta visión pragmática y no sólo de sociología del
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te en las ferias o presentaciones de libros y virtualmente en blogs, Facebook, Twitter y otras
redes. Aun los gustos rebeldes suelen ejercerse colectivamente, y por eso mismo están en
parte inducidos.
Como veremos más adelante, es difícil suscribir la visión alarmista de los editores que atribu-
yen a las tecnologías digitales ser una de las principales amenazas a su producción de libros
y concluyen de la caída de sus ventas que cada vez se lee menos. Junto con la colaboración
de los booktubers, las redes cooperan con un sector u otro de la industria editorial.
Una primera constatación es que los jóvenes, entre 18 y 26 años, no separan nítidamente el
tiempo en línea y el tiempo fuera de conectividad, ni el tiempo libre del tiempo de estudio, ni
el entretenimiento de las obligaciones. Reconocen sus diferencias, pero pasan constante-
mente de la lectura en papel a la de la computadora, a chatear y linkear, compartir y pregun-
tar sobre lo que están leyendo.
¿Cuán valioso es este modo de leer? «La computadora es el objeto que me distrae y me hace
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nocur— se entiende como el aprovechamiento del tiempo para realizar varias tareas en el
menor tiempo posible, que no necesariamente parten de un objetivo claro o explícito, ni lle-
que me interesa, desde cuestiones de trabajo, becas académicas, congresos a los que asisto,
cursos que tomo, seminarios, etc., hasta cuestiones de entretenimiento como ciclos de cine,
misma dinámica la estrategia de los hipertextos. De un texto se pasa a otro, a videos y audios,
se vuelve a una lectura escolar. A veces hay un tópico que hila el tránsito, aunque también pue-
de abrir la dirección ya seguida a tópicos diferentes, dispersando o enriqueciendo la línea que
se recorría. Novelas, textos escolares, reseñas, imágenes y fragmentos de discos o películas o
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mulación, es más fácil en la casa o en un lugar calmo. «Si son revistas o periódicos lo puedo leer
hasta en el trasporte público, para cosas que demandaran mayor concentración es necesario
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tación y la intertextualidad. Es elocuente el relato de Isadora al leer el libro El Padrino de
Mario Puzo. Como no había visto la película, consultó en Facebook por dónde convenía em-
pezar, leyó primero el libro, chateó con amigos, vio videos de danza, volvió al libro, «pero me
dio curiosidad la película y vi sólo las partes que correspondían a las partes del libro que ha-
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quecimiento de sentido dado por la interconexión del libro con reseñas, entrevistas a los
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dad crítica. Sin embargo, el estudio sobre los jóvenes universitarios vuelve a mostrar que no
viven la coexistencia del papel y las pantallas como oposición o disyuntiva. La complemen-
usan en el aula, no los rechazan. Esperan, más bien, que les dejen experimentar por ellos
mismos las tecnologías digitales. Valoran si los maestros crean un grupo en Google o Face-
book para compartir lecturas y enlaces a páginas y sitios, pero destacan sobre todo la posi-
ble comunicación constante y cercana que facilita Internet. Como ha observado Inés Dussel,
con otras experiencias escolares, la diferencia entre unos recursos y otros no es antagónica
(Dussel, 2012).
Las redes sociales, utilísimas para enviar mensajes y organizar trabajos en equipo, no susti-
la confrontación de lo que leyeron en Wikipedia o Google con lo que leen en los libros, la clase
del profesor y el debate con compañeros sirven para resolver dudas o sospechas que provo-
ca la tumultuosa información ofrecida por los buscadores.
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ción en México. Los nuevos medios digitales, al dar acceso a saberes distintos de los que
ofrece la escuela, ya desde que los niños están en la educación primaria, relativizan el papel
decisivo que las instituciones escolares tuvieron en el pasado. Pero tampoco aquí hallamos
una sustitución. Los estudios que no idealizan las tecnologías recientes han ido admitiendo
que el uso productivo y creativo de esos dispositivos no se aprende solo en contacto con
ellos, que buscadores como Wikipedia y Google —debido a su acumulación desordenada de
datos y la baja fundamentación– requieren aprender a contrastarlos y editarlos. El fácil acce-
so a las redes sociales amplía el horizonte de intercambios, pero su amontonamiento de
Las escuelas que incorporan, además de los aparatos, el uso razonado de la cultura digital,
ofrecen a los alumnos ocasiones de emplear los recursos y lenguajes actuales para aprender
de manera creativa y potenciarlos, leer conjuntamente libros, textos electrónicos e imáge-
nes. Sin embargo, estos recursos no se complementan en automático y pueden dar fuentes
contradictorias de conocimientos ¿Cómo elaborar las sensaciones inmediatas despertadas
por videos, las opiniones virales o situar en historias razonadas las imágenes de distintas
épocas y contextos socioculturales que vienen mezcladas con códigos autoritarios de con-
sumo o sin protocolos interpretativos en las redes? La tarea de la educación institucional es
proveer herramientas de discernimiento de lo que hallamos en los buscadores.
El fárrago informativo de las pantallas aparece tanto a propósito de objetos cotidianos como
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pondedor universal —que nunca dice que no sabe— los llevará por páginas que comienzan
Es cierto que gran número de las escuelas, sobre todo las públicas y gratuitas, actúan a la
defensiva ante los medios digitales. Pero éstos no proporcionan un orden alternativo por sí
mismos y cuando lo hacen a menudo es porque difunden conocimientos organizados por el
mundo académico. ¿Qué debería cambiar en la educación formal para reubicarla en los ac-
tuales procesos informativos? Varios especialistas en educación sugieren caminos para re-
formarla. Resumo algunas propuestas siguiendo a Inés Dussel: a) Deshacerse de la solemni-
dad y gravedad del tono escolar y dejar que circulen los medios digitales abriendo la palabra
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sivos colocándolos al lado de otros, pasados, presentes y futuros, y desplegando las series
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der usando estímulos visuales atractivos, en la línea de la cultura digital, relacionándolos con
d) elaborar «la batalla por la atención de los alumnos sabiendo que hay también, en palabras
No es sencillo realizar estos propósitos, formar a los maestros para reformatear de manera
inteligente las articulaciones entre ver, leer y saber, entre atender, aprender y comprender,
cuando se asume lo que ocurre desde hace décadas con la educación en México. Al deterioro
las escuelas —20,000— la situación es grave) se añade el alto número de maestros que no
mínima. El informe de PISA 2012 comprobó que el 55% de los alumnos mexicanos no alcan-
zan el nivel básico de habilidades matemáticas y 41% no llega al de comprensión lectora. Por
eso, México está en el último lugar de los 34 países de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE) y en el 52 de los 65 que participan en dicha prueba.
Mientras realizábamos este estudio el gobierno logró que se aprobara una reforma educati-
va, que en rigor se limita a una reforma laboral, y estableció un sistema de evaluación para
los profesores, rechazado violentamente por maestros de varios estados, en particular Chia-
pas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca. Un primer intento gubernamental de controlar los usos
del presupuesto educativo, conociendo si quienes cobran como maestros efectivamente
dan clases, reveló que nadie conocía a 39,000 profesores. Múltiples informaciones indican
que se trata de fondos desviados a las cúpulas sindicales. La suspensión de esos pagos a
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tros cortaran carreteras y se manifestaran en las calles centrales de muchas ciudades para
reclamar los dineros y rechazar que se los evalúe.
Los medios suelen destacar los enormes perjuicios al tránsito y las actividades económicas
durante muchas semanas ocasionados por estas movilizaciones. ¿Cómo medir los daños a
largo plazo inferidos por la corrupción, la opacidad y el atrincheramiento de maestros no ca-
cuantitativas, que vayan más allá de los citados índices de PISA, hace difícil estimar las con-
secuencias sobre la capacidad lectora de esta descomposición de décadas del aparato esco-
-
vera a las campañas de promoción de la lectura, pero es imposible valorar las correlaciones
san más los compradores que los lectores (aunque dentro de ellas hay editores apasionados
por los libros, en las grandes prevalecen los gerentes y con ellos la pulsión por optimizar la
inversión y racionalizar los gastos). En las instituciones estatales importa la visibilidad de las
políticas culturales y su vínculo con la educación. No obstante, la participación de los actores
privados y públicos es clave en la circulación de textos, para crear u obstruir oportunidades
lectores. Por eso, entender cómo se desenvuelve la industria editorial es uno de los indicado-
res para comprender qué sucede con la lectura.
¿Les va tan mal como dicen? La Federación de Gremios de Editores de España declaró en
febrero de 2015 que, de los 3,739 millones de euros que facturaban en 2008, en 2013 se
bajó a 2500 millones. La tirada media por título también descendió hasta 3,223 ejem-
plares. Un 21% de las librerías cerró sus puertas en los últimos cinco años. De todas
maneras, la publicación editorial sigue siendo el 0,7 del PIB nacional, o sea que da más
rendimientos que las otras industrias culturales. También las disqueras, los cineastas y
la gente de teatro han visto declinar sus públicos y sus ventas, lo cual aconseja buscar
explicaciones del descenso de los libros en contextos que trascienden a cada rama in-
dustrial. Las empresas editoriales acusan, como dijimos, al bajo nivel de lectura de los
españoles (55% no lee nunca o sólo a veces según las encuestas), a la competencia del
mundo digital (aunque la renta de libros electrónicos llega apenas al 3.7% del sector) y
a la piratería, debido a lo cual se dejan de percibir —dicen— 300 millones de euros (Man-
rique Sabogal, 2015: 30 y 31; Carrión, 2014: 30 y 31). En México muchos editores repi-
ten estos argumentos.
Hay otros datos que suelen quedar fuera de estos análisis. Uno: si la caída es notable desde
2008, debe tomarse en cuenta el impacto depresivo de la crisis económica sobre todos los
consumos de la población española, a causa del aumento del desempleo y la reducción de
salarios, así como la severa contracción del gasto público que afectó los presupuestos de bi-
recolectados entre octubre de 2013 y el mismo mes de 2014, que abarcó a 40 países, haya
concluido que la industria editorial movió en ese lapso 133 billones de euros, más del doble
que la industria de videojuegos (55 billones) y la de música (44 billones). A diferencia de la
producción de discos y videos, que se derrumbó mundialmente en la última década, la indus-
tria editorial no decayó en varios países respecto del monitoreo anterior (creció en Estados
Unidos, Alemania y el Reino Unido, pese a su alto consumo de dispositivos digitales) y tam-
bién en Brasil (8%), México (3%) y China (9%). La Asociación de Editores sostiene que el in-
En España, el país iberoamericano en el que el descenso de las ventas de libros es más noto-
rio, la caída de la música grabada es mucho mayor. El último informe de la Alianza Internacio-
nal de Propiedad Intelectual señala que en 2014 los españoles gastaron en música 1,499
millones de euros, cifra lejana de los 626 millones de 2001.
Es útil situar la llamada crisis de la lectura —que en gran parte es la crisis de un modelo de
producción y circulación de las editoriales y librerías, de los modos de enseñar a leer— en
comparación con lo ocurrido en México con el cine. Los espectadores disminuyeron siete
veces en una década (de 450 millones en 1985 a 63 en 1995). Las salas bajaron a la mitad
entre 1976 y 1994: de 2,786 a 1,434. Como ha demostrado Ana Rosas Mantecón, las causas
son múltiples, desde la expansión urbana, la aparición del video en el hogar y el agotamiento
de salas enormes. Fue la reconversión del equipamiento, la generalización de las multisalas
y la digitalización lo que logró que se reactivara la asistencia del público y el negocio se recu-
perase. Los cines subieron hasta 5,733 en 2014, con lo cual México se colocó en cuarto lugar
mundial de infraestructura de exhibición (Rosas Mantecón, 2015).
una industria frente al reto digital. Pese al uso de nuevas plataformas, la proyección en salas
sigue importando como lugar de comunicación fílmica que valora la sociabilidad.
do a los lectores cuántos libros y revistas leyeron, y en otra sección si en su casa tienen tele-
visor, equipos de sonido y video, computadora, celular, etc., la cuestión es averiguar cómo se
intersectan y combinan en sus prácticas los soportes tradicionales usados para leer con los
que se emplean para oír música, ver películas y comunicarse con otros.
Tercera: algunos países que habían sufrido caídas en la producción de número de títulos y
ejemplares, por ejemplo Argentina y México, líderes del mercado hispanohablante entre los
años 40 y 70 del siglo pasado y aumentaron notoriamente su nivel de ventas, lo lograron, en
-
ron y ampliaron la oferta a través de editoriales independientes. En México, el apoyo del Es-
tado a algunas de estas editoriales y sobre todo al Fondo de Cultura Económica contribuye a
cierta expansión. En ambas naciones están creciendo la producción endógena tanto como
las traducciones. Su avance sostenido no es comprensible sin un mercado lector. En los ca-
sos argentino y mexicano un análisis de la diversidad fomentada en los catálogos —narrati-
va, ensayo, poesía, historia social y política, teatro, libros infantiles— evidencia que ese de-
sarrollo no puede medirse sólo por el número de ejemplares vendidos (que casi se triplicó en
las dos últimas décadas) sino por la perspicacia para vincularse con una comunidad lectora
Tumbona, en Argentina en Eterna Cadencia, Adriana Hidalgo, Interzona, Katz y Adriana Viter-
bo conocen los motivos para no caer en fáciles optimismos, pero su persistencia y sus logros
tampoco permiten creer en un desinterés generalizado de los lectores ni su pasaje masivo a
dispositivos digitales o a la piratería.
En los diagnósticos que consultamos suele faltar autocrítica de las editoriales y esta visión
multifactorial de los cambios que aquí apenas insinuamos (CERLAC, 2014). Tampoco la he en-
contrado, salvo excepciones, en editores que entrevisté en Argentina, España y México. Las
predicciones apocalípticas que prosperaron en la primera década del siglo XXI, al no cumplirse,
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logo y distribución en España y unos cuantos países latinoamericanos me contaba su percep-
En una entrevista reciente con el mismo editor, ofrecía una visión distinta: me comentaba
a preguntarles si tenían el libro de un autor que aún no conocían salvo por las menciones en
blogs de lectores de otros países. «Tal vez tendríamos que no estar tan pendientes de las
Otras conversaciones revelan que varios editores, los más profesionales, están reconside-
para la edición digital de libros que publican en papel y sobreviven en parte coeditando con
universidades o editoriales de otros países.
Las empresas pequeñas y medianas son conscientes de su difícil lugar entre los dos mega-
español, las traducciones a nuestra lengua y los aparadores de exhibición en librerías: Pen-
guin Random House y Planeta. También les inquieta la competencia de Google, Apple y
Amazon. No obstante, subsisten al seleccionar con rigor la calidad y no los bestsellers, des-
cubrir a escritores que innovan y comunican con distintos públicos. Tanto en México como
Argentina y Colombia las casas que no tienen por principal objetivo el rendimiento comercial
en pocos meses, y a veces las editoriales universitarias, fortalecen la diversidad y la publica-
ción de géneros de ardua venta, como la poesía y el ensayo. Su principal limitación, sin em-
bargo, sobre todo de las iniciativas universitarias, es hallar camino para que sean menos los
libros que se amontonan en las bodegas que los que llegan a los lectores.
-
yen otros condicionamientos de la sociabilidad generacional, del mercado de trabajo y las
competencias lectoras que se demandan, de las tecnologías a las que se tiene acceso para
leer y escribir, del precio de los libros, las revistas y las herramientas digitales, del atractivo o
el aburrimiento que pueden suscitarle mediadores diversos como las bibliotecas, las salas de
lectura, la publicidad, los programas que incitan a leer.
La pregunta sobre cómo se deja de ser lector o se pierde el hábito puede requerir estudios
todavía más complejos. Ante todo, hay que tomar en cuenta de qué se deja de ser lector.
(aunque vimos en la encuesta estadounidense que quienes recurren a los nuevos soportes
son los que compran más volúmenes en papel). Los estudiantes que han ido pasando en dos
décadas de los libros de texto a las fotocopias y en años recientes al PDF y la lectura directa
proceso lineal en el que un soporte sustituye al anterior, sino como alteraciones en los mo-
dos de coexistencia entre ellos.
En rigor, aprendemos a leer para realizar todas esas acciones y muchas más. En cada una
ejercitamos de distintos modos nuestra literacidad. La primera tarea, por tanto, es no excluir
ninguna, sino observarlas y analizarlas. Esa regla debería valer para las encuestas, el registro
¿Qué podemos esperar de cada uno de estos caminos de investigación? Por ejemplo, de las en-
cuestas. Estudiar cuántos libros por año se leen, cuánto tiempo al día o por semana parece to-
davía una pregunta pertinente si también se indaga cuánto se lee y escribe en pantallas. Pero
aún para quienes más se han ocupado de los cuestionarios —editores, funcionarios interesa-
dos en promover la lectura— es indispensable reubicarla en una interrogación sobre cómo se
lee. En la medida en que hagamos visible en el universo de estudio cómo y dónde leemos,
dónde buscamos las recomendaciones, las noticias sobre acontecimientos que nos afectan y
los relatos-músicas-películas-videos que no hay que perderse, veremos entrelazados los usos
-
mentos desobligados, de disfrute o de aburrimiento, solos y con otros. Se nos irán ocurriendo
Después de este trabajo deconstructivo de las operaciones con que suele estudiarse la lectu-
ra, cabe explicitar las dos estrategias teórico-metodológicas con que estudiamos a los lecto-
res en este libro: una es desontologizar las preguntas y otra es descuantitivizarlas. El saber
de que la única cultura es la letrada. Esa doctrina, formada en la época librocéntrica, estable-
ció que leer es leer en papel —por encima de todo libros, revistas, cómics— y además leer en
forma lineal y secuencial. Las mutaciones de las industrias comunicacionales, que integran
textos de muy diversa extensión y carácter, imágenes y sonidos, así como las alteraciones
en los hábitos y comportamientos de los lectores que acompañan los cambios de la indus-
obliga, por tanto, a desontologizar la pregunta qué es leer e interrogar más bien cuándo y
cómo se lee. La consecuencia es que, si dudamos sobre qué es leer, conviene comenzar por
describir la lectura tal como se observa en los lectores.
-
tos de estudio —los lectores— si no sabemos en qué consiste la actividad a realizar? Lo que
Ahora veamos en qué consiste descuantitivizar. Si no sabemos qué es leer, no podemos medir-
Por eso, decidimos cambiar las preguntas habituales por otras que hagan posible registrar de
modo abierto los comportamientos de aquéllos que leen: cuándo y cómo leen. Es este giro
antropológico —y epistemológico— el que permite ir incorporando todos los soportes de lec-
tura: las pantallas de las computadoras, de los celulares, de los iPad, de las salas de cine y los
aparatos de video, los carteles publicitarios, las instrucciones de las medicinas, etc. Es este giro
el que da oportunidad de tener en cuenta tanto las escenas de lectura tradicionales —la casa,
la escuela y las bibliotecas— como las que se van sumando: el metro, el autobús, el parque, el
lugar de trabajo, la relación con quienes nos comunicamos —presencial o virtualmente—.
Si la lectura se presenta como un conjunto de actividades que desbordan los soportes y lu-
gares donde venían ocurriendo, antes de contar cuánto se lee necesitamos saber qué hay
nos dará más conocimiento no será cuánto sino cómo se lee. Secundariamente, será intere-
sante averiguar cuánto se lee en bibliotecas, medios de transporte o parques, cuántos leen
agrupan en uno u otro batallón en la guerra por la defensa de la lectura, dónde y cómo se
organizan los lectores para informarse, conocer, comunicarse, entretenerse y quizá mejorar
sus competencias lectoras.
Aún nos plantearán otra duda: ¿no se banaliza al acto de leer el desjerarquizar los diferentes
materiales y sitios de lectura considerando que son tan valiosas la lectura concentrada como
la dispersa, la que hacemos para conocer o para divertirnos? La feria es uno de los sitios pro-
ductivos para cuestionar estas dicotomías. Una parte de los comportamientos que ocurren
a observar y luego escribir lo que vieron. Se puede subestimar el origen no electivo de esta
actividad, pero dará más información para evaluar la relación con los libros, las revistas, los
cómics, las mesas redondas y los conciertos, todo lo que se exhibe en la feria, saber qué les
atrajo y qué evitaron, cómo los acercó o los alejó de la escritura de los otros.
ciaciones que los lectores —o espectadores— hacen con los textos. Los estudios sobre re-
cepción–apropiación de literatura, televisión y medios digitales reconocen hoy que en estos
emisor, el sentido propio del texto y los contextos de acción cotidianos en los cuales los
-
de con el gran número de libros que llegan a bestsellers por sus atractivos ruidosos o de lec-
tura —y escritura— sin esfuerzo, sin matices. Se ha dicho que la pantalla no es sólo una su-
abierta a muchos bancos de datos sino también a conversaciones. Ser un lector responsable,
por decir así, pasa menos por las jerarquías y la progresión lineal establecidas en la ciudad
antes y cómo leen ahora, algunos distinguieron entre estudiantes que «leen textos a con-
del uso pragmático de lo que van hallando: «copian frases aisladas de un texto y de otro,
buscan la foto del autor, de la fachada de la escuela donde hizo sus estudios e ilustran las
televisivas; los estudiantes actuales van con frecuencia al cine o ven películas en versión
-
dan, en no pocas ocasiones, páginas de anuncios (por el tipo de fotos que utilizan, la manera
Hay vida para la lectura más allá de las bibliotecas y librerías. Hay vida para las bibliotecas,
librerías y editoriales si se reinventan como editores, en el sentido de organizadores de tex-
tos y otros recursos de conocimiento y entretenimiento de acuerdo con esta etapa del desa-
rrollo sociocultural y tecnológico. Una indicación más de lo que conviene tomar en cuenta en
esta búsqueda, la encuentro en los estudios de Gemma Lluch, cuando analiza las conversa-
ciones de los adolescentes y jóvenes en Internet. Si averiguamos qué textos descargan y
qué canciones de poetas buscan en YouTube, los sentimientos que se comentan cuando re-
sumen a otros en tuits, qué los conmovió en una saga de 400 páginas, entenderemos que no
se trata sólo de incorporar computadoras a las bibliotecas o ebooks a las librerías. Las nuevas
generaciones nos incitan a reimaginar estos templos —más que como lugares para ir a sen-
tarse— como puertos desde los cuales navegar sin tutelas de los adultos ni de los megagru-
pos editoriales. No se va a la escuela o a las ferias sólo a aprender sino a hacerse visibles,
compartir saberes de larga data tanto como noticias que somos los primeros en descubrir,
encontrarnos con otros y hacer convivencia. Los tuits, blogs y foros en las redes son las con-
versaciones en que leemos y escribimos para aprender de nuevo cada día cómo estar con los
demás. También en estas lecturas y escrituras fragmentarias, aturdidas a veces por exceso
de voces y letras, los jóvenes nos sorprenden como líderes de opinión, instruyen a las edito-
riales sobre qué es lo que ahora engancha y da placer.
No se hallará en estas páginas una teoría conclusiva capaz de abarcar los múltiples modos
actuales de leer, sino una visión antropológica abierta, que representa las indecisiones perci-
bibles en los procesos sociales y culturales
Quedan muchas cuestiones por aclarar. Entre otras cómo incorporar, más allá de algunas
de las encuestas y de los programas que promueven la lectura. De qué manera se trabajan,
en las nuevas condiciones, ni lineales ni deductivas, de la hipertextualidad electrónica, los
modos de argumentación y prueba desarrollados en el saber expuesto en libros (notas al pie
de página, citas de referencias). Para producir o formar lectores es preciso resituar los proce-
dimientos valorizados en el conocimiento de obras en las formas ahora discontinuas en que
se lee en bancos de datos y fragmentos de discursos.
declarando que tal vez la respuesta no la demos quienes entramos en el mundo digital a
partir de nuestras experiencias en el mundo impreso sino quienes entienden como sinóni-
mos cultura escrita y textualidad electrónica (Chartier, 2013).
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1. Directora General de C2 Cultura y Ciudadanía, Plataforma de Investigación y Diseño de Políticas Culturales A.C.
2. Profesor-Investigador del Centro de Investigación y Estudios Turísticos de la Universidad Autónoma del Estado de México
(UAEM).
la Ley de Fomento para Lectura y el Libro (2008) de nivel federal, en la enmienda reciente-
mente solicitada se hace el planteamiento de que la lectura es «un medio que fortalece el
-
ciar dos orientaciones: la primera, enfatiza su importancia porque acrecienta la capacidad
intelectual del individuo y; la segunda, vinculada con la práctica y uso colectivo. Incluso, y
aunque en sentido estricto, ambas dimensiones conforman una unidad (Pellicer, 2006), en
términos aplicados, hay una tendencia a darle más importancia a la primera dimensión, so-
bre todo en el campo de la educación formal: es decir, la capacidad de la lectura como dispo-
sitivo de conocimiento en la tarea civilizatoria (alfabetismo, aprendizaje racional) y acompa-
Aunque no resulta concluyente, lo que sugerimos es que las prácticas y hábitos lectores
en el aula tienen por base una visión normativa que nos parece ha incidido, escasamen-
Entre las características de esta forma normativa, y que nos parece que ha repercutido en
Por otro lado, se quiere enfatizar que el uso de la lectura, en la mayoría de los programas
públicos o privados que se están implementando en la Ciudad de México, se presenta como
una práctica colectiva y de sentido social que incentiva otros modos de leer más allá del con-
texto escolar. Estas iniciativas comprenden prácticas lectoras en espacios menos formal-
mente organizados (Garrido, 2010) tales como parques, casas de cultura, plazas, cemente-
rios, mercados y los propios hogares de los habitantes. Este tipo de fomento persigue
también, en su afán de diferenciarse de la lectura que se aprende en la escuela: i) prioritaria-
de espacios consagrados como lo han sido las bibliotecas públicas y; iii) alienta el uso de la
lectura para la vinculación interpersonal y de participación ciudadana, es decir, no sólo para
la generación de competencias o habilidades lectoras: literacidad.
culturales consideran que la lectura debe ser una cuestión de elección, gusto y libertad,
colocándose fundamentalmente como instancias mediadoras entre el Estado y la ciuda-
danía, el referente que guía su fomento lector se reduce al género literario. Aunque tam-
-
pacios no tradicionales (hospitales, parques, casas familiares, transporte público), se
mantiene la presencia, intervención y coordinación de la institución de maneras diversas,
entre las que destacan: la promoción de las iniciativas, la provisión de recursos (acervo,
habilitación de áreas e infraestructura, recursos humanos) y la gestión de espacios (admi-
nistración, planeación, supervisión). Esto se puede explicar, en parte, por el deber y fun-
ción social del Estado como entidad redistributiva y asistencial pero, también, por la fuerza
que ha tomado lo relativo a los derechos culturales y, en específico, al hecho de que la
lectura se haya elevado a norma jurídica desde hace tiempo, como se desprende del am-
plio marco de leyes y programas públicos existentes3.
Pero eso no es todo, los lectores de la Ciudad de México, caracterizados por ubicarse por arriba
de la media nacional en cuanto al consumo de libros, así como de otros formatos tales como
periódicos o revistas4, han visto cómo proliferan los espacios de acceso a la lectura, los cuales
incluyen la más diversa gama de proveedores y acciones: decenas de tiendas de autoservicio
y departamentales que ofrecen libros, revistas, historietas; 470 librerías5; 7,500 puestos de
periódicos6; páginas de Internet donde se hacen recomendaciones de libros; ferias de libro
de diferente magnitud e impacto (internacionales, nacionales y delegacionales); aproximada-
mente 100 Salas de Lectura (pertenecientes al Programa Nacional del CONACULTA); 400 Li-
broclubes (Programa a cargo del Gobierno del DF); programas escolares (Club de Mamás Lec-
toras, aprendizaje del idioma español en dispositivos digitales, «en mi escuela todos somos
-
cas, privadas y comerciales.
En esta panorámica acerca de la promoción de la lectura, con sus múltiples aristas y proble-
-
conoce su importancia y existe toda una serie de iniciativas que promueven su valor, no que-
da claro qué rumbo se debe tomar, qué tipo, formas o modalidades pueden ser las más
convenientes para su práctica y se continúa oscilando entre una lectura como actividad edu-
cativa y una lectura como modo de vida, y eso inquieta a cualquiera que trate de dar una
respuesta.
A esa sensación de incomodidad que surge cuando se habla de lectura, hay que sumar el de-
sánimo que provocan algunos resultados de una diversidad de estudios que se han realizado
alrededor del tema, los cuales pueden resumirse en el título del informe de la última encues-
ta llevada a cabo a nivel nacional, la cual plantea que hemos pasado De la penumbra a la os-
3. A nivel nacional: Ley de Fomento para la Lectura y el Libro (2008) y Programa de Fomento para el Libro y la Lectura (2008). A nivel de la Ciudad
de México: Ley de Fomento para la Lectura y el Libro del Distrito Federal (2009).
4. Promedio de lectura anual de libros para el Distrito Federal es de 5.6 mientras que la media nacional es de 2.9 libros (Pérez et al, 2014),
5. Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales, 2010: Sistema de Información Cultural, CONACULTA, 2010. http://sic.
conaculta.gob.mx
6. Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México, 2008
curidad (ENL, 2012), indicando con ello que ha habido una disminución del hábito de la lec-
tura y un fracaso en las acciones públicas de fomento a dicha práctica7.
Con todo y el amplio bagaje documental existente en torno a la lectura, cabe señalar que
existe poca información que nos dé cuenta de los aspectos y usos más cotidianos que hacen
los ciudadanos de la misma, pues si bien las encuestas apuntan a que en el Distrito Federal
se lee más y se tienen las mejores condiciones para fomentarla (infraestructura, escuelas,
casas de cultura, etcétera), poco o nada se sabe acerca del modo en que los habitantes se
acercan a toda esa oferta de espacios, programas y acciones orientadas a crear hábitos y
fomentar la lectura; pero además, existe un gran desconocimiento sobre cómo participan en
tales iniciativas de tan diversa índole; por qué motivos acuden a un Libro Club, una Sala de
Lectura o deciden participar en espacios virtuales de lectura que se encuentran disponibles
en Internet y qué tipo de lectura practican en esos ambientes; en síntesis, hay poca informa-
ción acerca de la manera en que los capitalinos se aproximan, participan, utilizan e incorpo-
ran a su vida cotidiana los programas que se les ofrecen, tanto públicos como privados, y qué
modos de leer se están construyendo en este proceso8.
7. Desde la primera investigación nacional sobre consumo cultural realizada por la Universidad de Colima (González y Chávez, 1996), el tema de
la lectura conforma un elemento importante en las Encuestas sobre prácticas y consumos culturales nacionales realizadas en 2004 y 2010
8. Uno de los más recientes estudios sobre la lectura se titula Los lectores que somos. Estudio sobre las prácticas y hábitos de lectura en el
Distrito Federal (Pérez et al, 2014) el cual considera una encuesta para conocer informaciones cuantitativas pero, sobre todo, datos
cualitativos para tratar de entender al lector y el contexto que determina sus prácticas más que conocer el número de libros que lee.
Para tratar de caracterizar las prácticas lectoras que despliegan los habitantes del Distrito
Federal en los espacios extraescolares, nos propusimos un acercamiento a algunos de los
programas y acciones de fomento a la lectura (públicos, privados o ciudadanos) mediante la
integración de técnicas antropológicas y cualitativas tales como: etnografías, entrevistas a
profundidad, observación directa y focus group. Una síntesis del enfoque, ruta metodológica
y estrategia que se siguió en el estudio se aprecia en la tabla siguiente:
Etnografía
Pública
Investiga- Entrevista a (observación
PROGRAMAS Y ACCIONES DE FOMENTO
ción de líder de in situ y Focus group
A LA LECTURA EN EL DF gabinete programa entrevistas
itinerantes a
usuarios )
FIL Minería
Nacional)
1. FERIAS DE
X X X
LIBROS
FIL Zócalo (Miguel Hidalgo, Tlalpan y
Cuauhtémoc)
2. PROGRAMAS
Salas de
NACIONALES X X X X
Lectura
EN EL DF
Libro Clubes X X X X
Libro
X X X
puertos
3. PROGRAMAS
«Para leer de
LOCALES DEL
boleto en el X X X
GOBIERNO DEL
DF
Miguel Hidalgo
por la lectura” X X X
Oferta
delegacional
libros)
X X X
delegacionales
Etnografía
Pública
Investiga- Entrevista a (observación
PROGRAMAS Y ACCIONES DE FOMENTO
ción de líder de in situ y Focus group
A LA LECTURA EN EL DF gabinete programa entrevistas
itinerantes a
usuarios )
IBBY de
4. PROGRAMAS X X
México
CIUDADANOS/
ONG´S Para leer en «Brigadas para leer en
Libertad AC
5. ACCIONES
Booktubers X X X
DIGITALES
(ferias de libros), porque son iniciativas que se orientan a formar lectores en segmentos poco
atendidos (albañiles, pasajeros de autobuses), porque son referentes de política pública rela-
cionada con el acceso a la lectura (bibliotecas) y porque constituyen novedosas formas de
mediación lectora (booktubers). El criterio de selección de estos programas no gira en torno a
-
ponder al por qué los ciudadanos del DF participan y de qué manera en el campo de la lectura.
A continuación se detallan los programas a los que se les dio seguimiento:
través de la introducción de los recursos digitales para niños y jóvenes) y de las de su entor-
no inmediato, al punto de revitalizar la dinámica de tales espacios.
Buscando entender cómo se presentan las relaciones entre los diversos actores o partícipes
directos en la lectura, encontramos que la intermediación entre programas y agentes cons-
truye determinadas prácticas lectoras en la Ciudad de México. Si partimos de la disponibili-
-
mediarios a los cuales hemos designado como proveedores, mediadores y cómplices de la
lectura que van regulando y promoviendo las prácticas y modos en que leen actualmente los
capitalinos.
como un proceso donde intervienen diversos grupos de personas que le otorgan distintos
-
conscientemente, la lectura tiene tanto consideraciones políticas y económicas como socia-
les y culturales.
En ese sentido, hay que reconocer que la lectura es una institución histórica porque es el
producto de las condiciones en las cuales alguien ha sido producido como lector, según Silva
(2003: 162), retomando a Bourdieu, tomar conciencia de ello es la única manera de escapar
al efecto de esas condiciones, de manera que también adquiere una función epistemológica.
Por ello, es imperioso mirar a la lectura más allá de lo evidente. La mayoría de las veces,
cuando alguien se expresa de la lectura y su importancia, sobresale un discurso recurrente:
premisa puede ser peligroso puesto que se trata a la lectura y su ejercicio como si fuera una
fórmula única a la que hay que descifrar. Se piensa que leer es comprender el texto, en el
sentido de descubrir su código, olvidando que no todos los textos están hechos para ser
comprendidos de la misma manera por todos los que lo lean.
La lectura es algo más complejo, intervienen varios elementos, por ejemplo, reconocer cuál
es el estatus social del documento (no es lo mismo la Constitución que la Biblia); para qué
uso social fue elaborado (pedagógico, entretenimiento, etcétera); quién lo elaboró; quiénes
son los más cercanos al tema y los implicados (intelectuales, mujeres, niños, jóvenes, traba-
jadores, especialistas, etcétera); ubicar su legitimidad (qué tanto es socialmente aceptado el
documento); también qué tipo de intención tiene (si partimos de que está escrito como si
fuera una instrucción, entonces comunica una particular manera de hacer las cosas). En
todo esto se puede decir que existe siempre una mediación en el desciframiento: a) la situa-
ción según la edad, el género, el nivel socioeconómico; b) el contexto histórico; c) las condi-
ciones en las cuales se produce la necesidad de leer; d) las habilidades con las que se cuenta
y con las que se enfrentan las personas a la práctica misma; e) es necesario reconocer que la
lectura es una relación que siempre implica a otro: «el lector es alguien muy diferente, es al-
MEDIADORES DE LA LECTURA
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podemos observar que sigue siendo un territorio donde predominan los proveedores (muchas
veces representados por el Estado), sin embargo, también resulta interesante constatar un
aumento de la participación ciudadana en el papel de mediadores, así como, la aparición de
formas lectoras alternativas respecto a las acciones más tradicionales, como se analizarán a lo
No se conoce a ciencia cierta cuántas ferias del libro se realizan en México puesto que no
están consideradas en la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales, ni
en el Atlas de Infraestructura y Patrimonio Cultural de México. Lo único que acaso se sabe es
que, como se menciona en un reportaje periodístico (El Universal, 2012), «a lo largo y ancho
del país se realizan decenas de ferias, desde internacionales, nacionales, universitarias, esta-
tales, municipales y hasta delegacionales, con apoyo de gobiernos, instituciones culturales
-
que, varias de las que se realizan actualmente en la Ciudad de México10 cuentan ya con cierta
tradición, reconocimiento, adeptos, impulso, y también, porque han comenzado a proliferar
9. La muestra para integrar este apartado estuvo compuesta de etnografías en cada una de las ferias representativas de la Ciudad de México:
Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FIL del Palacio de Minería), Feria Internacional del Libro en el Zócalo (FIL del Zócalo), Feria
Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), Remate de Libros del Auditorio Nacional así como en las ferias delegacionales de Miguel
Hidalgo, Tlalpan y Cuauhtémoc. Se entrevistaron a cuando menos 5 personas en cada lugar y se realizó un focus group mixto con 8
informantes de 28 a 40 años de edad, profesionistas, quienes han acudido a estas ferias en los últimos 3 años.
10. Además de las ferias mencionadas, se realizan las ferias delegacionales de Benito Juárez, Coyoacán y Azcapotzalco; las ferias universitarias
donde sobresalen la Feria de las Letras, Fiesta del Libro y la Rosa, así como también, ferias comunitarias como la Feria del Libro del Kiosco
Morisco en el barrio de Santa María la Ribera.
Si bien algunas de las ferias le dan seguimiento a sus eventos, no van más allá de los impac-
tos cuantitativos que se consignan y sirven básicamente como autopromoción, evaluación
(sobre todo en ventas) y planeación de los próximos eventos. Entre la información que gene-
ralmente se recaba se encuentra: números de asistentes, editoriales participantes, venta y
presentación de libros, diálogos con autores, actividades culturales complementarias, etcé-
tera. No cabe duda que es importante recabar este tipo de informaciones pero tal vez hace
-
dos del acto de leer.
i) Una primera respuesta se desprende de la función básica de las ferias, es decir, si bien
su objetivo primordial tiene que ver con la comercialización y venta de los catálogos y
stocks de libros, por otra parte, al instalarse en lugares no tradicionales como plazas,
jardines, centros culturales, entre otros, abren la posibilidad para incidir directamente
en la construcción de nuevos lectores, sobre todo de aquéllos que generalmente tie-
nen poco acercamiento: amas de casa, empleados y toda clase de personas que tran-
sitan por los lugares donde se instalan las ferias. Esto se reafirma con la percepción de
que en estos eventos se pueden encontrar libros a bajo precio, de manera que un
mensaje indirecto es que la lectura está al alcance de todos: «iba del metro a mi casa,
vi que estaban vendiendo libros, me acerqué… me pareció buena idea, tiene mucho
que no voy a una librería y aquí compré este libro [Regreso a la misma ciudad y bajo la
lluvia
ii) Las ferias también contribuyen a otros modos de leer porque se vuelven espacios al-
ternativos en varios sentidos, además de que no son los típicos lugares de acceso al
libro (como en librerías, bibliotecas o escuelas), lo normativo (como hemos venido
planteándolo) se diluye al presentar al libro como un elemento más en la vivencia
misma, pasa a un segundo momento, no deja de ser importante pero no es el único
atractivo para visitar una feria.
plano social, la feria convoca a la socialización, al encuentro con otros similares: «El libro te
«Caminas por los pasillos, escuchas alguna recomendación, ves que los demás revisan,
¿qué haces? Pues lo mismo que los otros, te inclinas, seleccionas algo que suena atrac-
tivo, haces un barrido y rápidamente concluyes si te gustó o no lo que leíste. No com-
2014).
Al considerar a las ferias de libro como proveedores de la lectura, además de ser espacios al-
ternativos de acceso a la misma, son plataformas de encuentro entre libros y habitantes,
incentivan el mercado editorial; también, las ferias proveen diversos consumidores, desde
aquellos visitantes que sólo exploran el ambiente lector hasta aquellos lectores momentá-
neos, por conveniencia, cautivos, incipientes y activos; asimismo, estos espacios permiten
Palacio de Minería).
b) Algunos de aquellos visitantes que llegan por recomendación, invitación o porque sus
revisan, se dejan llevar por el ambiente o su acompañante que lo incita a comprar, ex-
perimentan la adquisición: «Sales del anonimato de no ser lector y pasas a ser un
Minería).
c) Otros de aquellos visitantes que llegan por situaciones diversas, que no son fre-
cuentes, incluso que van por primera vez y descubren los libros, la lectura, si bien
no compran, sí exploran como parte de la experiencia: «nunca había venido a una
feria de libro, me parecía algo aburrido, sin embargo, me di cuenta que hay libros
Zócalo).
d) También están los lectores activos que disfrutan de ir a las ferias y que no necesaria-
mente compran, ellos experimentan el deseo de conocer lo que el mercado de las le-
tras está ofreciendo, más que comparar precios, suelen empaparse de lo último que
llevan las editoriales, las ferias son como plataformas para ponerse al día y buscan lo
más novedoso. Pueden ir hasta dos veces a la feria, en la primera visita hacen una ex-
ploración,
asumen como lectores-compradores selectivos: «una buena compra tiene que ver no
sólo con el libro y el autor también con el lugar donde compras... Yo cada que viajo
traigo un libro que me recuerde a dónde estuve« (Periodista, 43 años, Feria de Guada-
lajara).
Sobre esto, vale la pena traer algunos datos relacionados con una encuesta aplicada en la FIL
del Palacio de Minería, en marzo de 2014. De acuerdo a la información recabada, 5 de cada
10 personas que asisten a la feria compran de 1 a 4 libros o revistas. Tan sólo el 6.6% compra
más de 10 pero el 33.5% no compran nada durante su visita a este espacio. Hay una diferen-
cia marcada entre los que asisten la primera semana versus la segunda: Los visitantes de la
primer semana se asumen como asistentes frecuentes, llegan más informados, conocen y
consultan el programa previamente, pero compran menos (primera semana: 65% compra vs
-
Otra dimensión que se puede apreciar de manera destacable en estos eventos consiste en
que contribuyen al sentido social que se desprende del acto de leer. Es decir, se puede consi-
derar a las ferias como un espacio donde se proyecta el sentido de la socialidad o de la «reli-
venden los libros (algunos de los cuales son lectores consumados pues son capaces de reco-
mendar textos haciendo una síntesis de la trama), sino que se acude a comprar con los ami-
gos, compañeros de escuela, familiares a quienes se les pide su opinión sobre lo que se desea
-
da la convicción de ser lector cuando uno se da cuenta de que está acompañado de cientos
11
, sobresale que
amigos (43.5%) o con la familia (41.2%). Y el 39.6 de los asistentes se quedan entre 1 y 2
horas como parte de esta socialidad que genera el evento.
-
cos complejos que se desarrollan en lugares especiales (la Feria Internacional del Libro en el
Zócalo se desarrolla en la plaza pública más emblemática de México), convocan a un grupo
(anual), así como también, con límites precisos que los apartan del resto del tiempo y espa-
Centro Nacional de las Artes, la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en un
Nacional; la Feria de Libros y Revistas de la CANIEM en el auditorio del World Trade Center).
-
vo del lugar (espacio histórico, representación del sector académico o por su sentido iden-
titario de la ciudad), el público al que va dirigido (niños, jóvenes, estudiantes) y el alcance
de la programación. Por ejemplo la FIL del Palacio de Minería, a pesar de que hay quejas de
-
dieron que eso no los aleja de visitar la feria cada año, por el contrario «asistir a la feria es
como estar en el lugar de los hechos, vas porque van todos, porque sabes que habrá nove-
-
lacio de Minería).
11. Realizada por la SEDU para la FIL de Palacio de Minería en marzo de 2014.
Las ferias del libro se pueden explicar como uno de esos dispositivos en los cuales cristaliza
esa relación compleja entre los textos y los lectores, de la cual hablaron Cavallo y Chartier
dependen de las formas y circunstancias a través de las cuales los lectores reciben y se apro-
pian de los textos, por lo que es necesario poner atención en los gestos, espacios y hábitos.
formas de apropiarse de la lectura: «Cuando los de la delegación hacen estas ferias, pienso
que es como un llamado a los vecinos, sabes que no son como la del Zócalo pero pueden re-
sultar más cercanas, puede que así leamos más... a mí lo que me gusta son las lecturas en
-
go, 2014).
que lo que se ofrezca sea atractivo pues también incide en el deseo de comprar libros. De las
ferias que ha visitado, la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil reúne esa característica:
A mí la FILIJ se me hace como bien organizadita, o sea, desde la elaboración del mapa,
la ubicación, incluso los stands: la manera en la que están presentados, no sé si porque
son para jóvenes pero están bien atractivos y hay un chorro de actividades que yo de-
cía, no bueno, y me hubiera vuelto loca si de niña hubiera algo así […] No sé si mis hijos
se vuelvan locos pero yo sí con la FILIJ porque está bien bonita, súper padre y la verdad
se te antoja consumir (Mujer participante en un Focus Group, casada con 2 hijos).
Uno de los aspectos que suscita polémica por parte de las personas entrevistadas, quienes
son asiduas a las ferias de libro, tiene que ver con el hecho de que se piensa que estos lugares
ofrecen mejores precios que las librerías. En este caso, coinciden en que la Feria del Remate
de Libros del Auditorio Nacional vale la pena porque ofrece libros a precios muy económicos.
Incluso, algunas editoriales que participan en las ferias han implementado algunas acciones
que refuerzan esta imagen:
Otra lectora comenta que no cree que en las ferias se encuentren los libros más baratos, in-
cluso, antes de visitarlas, lo que hace es buscar su precio en Internet en las principales libre-
Las lectoras entrevistadas en un focus group, coinciden en que hay formas de visitar las fe-
rias. Si se trata de revisar los libros con calma, lo mejor es ir entre semana, incluso, comentan
que en estos días es cuando se presentan las actividades más interesantes, pues, como la
mayor parte de las personas trabajan, es necesario buscar formas de atraer a los lectores. En
estos días, en el caso de una de ellas, la visita la comparte con su esposo: «me gusta recorrer
toda la feria, andar por los pasillos, ver todo lo que hay que ver, todas las editoriales. Siempre
llego como 1 o 2 horas antes y después de allí siempre hay algo más que me atrapa, dices
-
do hay poca gente porque, agrega, te puedes detener y ver con calma los libros, además,
comenta que las masas no la dejan disfrutar igual: «en general voy zigzagueando tal cual,
me aviento los pasillos. En la feria del Zócalo me pierdo; si, me enredo. Y en la de Minería
creo que no importa el día ni la hora, generalmente yo la siento atascada, no puedes ver
La relación con la multitud, para las entrevistadas, es ambivalente. Por una parte dicen que
es importante para la continuidad de las ferias, de los editores y, sobre todo, de los autores.
Sin embargo, realizan una diferencia entre lectores y visitantes. Los lectores son aquéllos
que asisten por una cuestión de gusto, hacen de la feria un acontecimiento festivo, dedican
tiempo a planear la visita, leen el programa y localizan la actividad que les interesa, incluso,
una de las entrevistadas, quien ha coleccionado los botones promocionales que regalan el
primer día en la FILIJ.
Lo anterior es coherente con el código del consumo actual (Rapaille, 2007), de lo que algu-
nos llaman la espectacularización de la cultura y de la generación multitask. Al respecto, des-
de hace algún tiempo la realización de lecturas en voz alta, con toda la parafernalia de la re-
presentación, es común. Una informante, incluso, recuerda que en una ocasión, como parte
de la programación de la feria, realizaron una lectura en voz alta del Ulises de James Joyce.
Consistía, dice, en leer parte de la obra por Chapultepec y «hacían un alto y leían, y seguías
desde su punto de vista, para hacer a las personas mejores lectores hay que involucrarlos y
las ferias son un escenario ideal porque se envuelve de libros, de actividades culturales y de
activa participación.
En el caso de otra entrevistada, considera que esto pasa también por los padres pues los ni-
feria debe tener algo que los atraiga. En el caso de la FILIJ, cuando le dice a sus hijos que van
a ir, se emocionan mucho, en cambio, si les dice que visitarán la Feria del Zócalo, dicen:
la feria te invita a estar como un niño viendo por todo el pasillo a ver qué vas a consumir es
que te está involucrando, enfatiza la entrevistada, «la del Zócalo yo siento que no me da eso
y voy porque necesito consumir algo, no porque la feria me motive, me motiva un poco el
Un factor que relacionan con el hecho de no sentirse parte de la feria tiene que ver con el
tamaño. Según otra entrevistada, las ferias pequeñas invitan a la gente, las involucran, los
autores se ponen a platicar con los asistentes, te cuentan el proceso de creación, los temas
que aborda el libro pero, «si se hace monstruosa, ya no hay chance de involucrar a la gente y,
si tú no haces que la gente se sienta parte del libro y de que sienta que es una parte impor-
-
templan al lector, si piensan en el lector. Lo que sobresale, en tanto, es que las ferias fomen-
tan efectivamente el consumo, expanden el acceso a los libros y las prácticas lectoras que se
que construyen comunidades sin las pretensiones totalizantes de los conceptos que genera-
ban grandes relatos (como el territorio, el idioma, la nacionalidad).
se rompe, en parte, una idea generalizada en el sentido de que estos espacios eran lugares
de alta cultura o sólo para aquellos grupos sociales que tenían mayores oportunidades de
12. Para la integración de esta parte de la investigación se realizaron visitas a 15 bibliotecas públicas distribuidas en las siguientes delegaciones:
Iztapalapa, Tlalpan, Benito Juárez, Azcapotzalco y Miguel Hidalgo, en donde se entrevistó al encargado y a cuando menos 3 usuarios-lectores
en cada uno de los espacios. Las edades de los entrevistados va de 7 a 55 años de edad, entre hombres y mujeres asiduos a estos lugares.
Hoy que estos espacios efectivamente pueden ser para todos porque no se cobra el acceso,
-
be cierto abandono y una serie de problemáticas que impactan en el modo como se práctica
la lectura en las bibliotecas. Por ejemplo, ha disminuido la cantidad de bibliotecas públicas a
cargo de las delegaciones políticas: en 2013 había registradas 40813, no obstante, en 2014,
14
se encontró que 15 de estos
De acuerdo a un estudio realizado sobre la lectura en el Distrito Federal (Pérez et al, 2014), se
encontró que sólo el 8% de los capitalinos hacen una vinculación entre biblioteca y lectura o
biblioteca y lector. Esto se explica por el hecho de que las bibliotecas, constituyendo un es-
pacio idóneo para la lectura, han sido desplazadas por otros lugares donde la población capi-
De esta forma, la situación de las bibliotecas públicas es muy particular pues los usuarios y
población en general las ubican como lugares importantes en varios sentidos (individuales y
colectivos), incluso les adjudican una serie de funciones tales como repositorio de conoci-
mientos, lugar para la relación social o recreativa pero, sobre todo, para la formación y edu-
15
.
13. Base de datos de CONACULTA en 2013, retomada después por la Dirección General de Bibliotecas de DF de la Secretaría de Educación del DF
en 2014.
14. Las delegaciones con mayor presencia de bibliotecas públicas son Iztapalapa (16%) y Miguel Hidalgo (12%).
de 2014.
FUNCIÓN FORMADORA
FUNCIÓN DE CUSTODIA
FUNCIÓN DE DIFUSIÓN
Conservar los «impresos y otros
«Difundir todo tipo información». documentos es un asunto de
biblioteca».
LECTURA
FUNCIÓN PRÁCTICA
FUNCIÓN SOCIAL
«Interés, información y
La biblioteca es un lugar para el
satisfacción de cuantas
encuentro social «con diversas
personas integran la comunidad
actividades».
a la que sirve la biblioteca».
FUNCIÓN INVESTIGADORA
FUNCIÓN RECREATIVA
Las bibliotecas sirven «para ir
«Es un lugar para el
descubriendo el conocimiento»,
entretenimiento».
«apoya tareas de investigación».
Y en esta última función es donde sobresale el vínculo con la lectura a la que se ve como una
forma de garantizar los conocimientos, así como, un recurso de sentido para la optimización
de tales espacios. En general, a los usuarios de bibliotecas les queda claro la importancia que
tienen estos espacios, para ellos y para la sociedad. Si bien reconocen que el acervo no está
De manera puntual, si recuperamos las distintas funciones que los informantes le atri-
buyeron a la biblioteca, podría pensarse que a la lectura se le puede aplicar similares
características: leer en la biblioteca es entretenimiento, leer en la biblioteca es para es-
tar informado, leer en la biblioteca es una actividad creativa o leer en la biblioteca es una
actividad social. Sin embargo, cuando se pregunta y se observa qué tipo de lectura se
está promoviendo en estos espacios, se enfatiza aquélla relacionada con lo educativo:
«tiene que haber acervo para las matemáticas, la historia o ciencias naturales. Si no, no
clases de alfabetización vía el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). La
lectura en voz alta es bienvenida pero es deseable que los usuarios asistan y lean en voz baja
o en silencio (es como una norma no escrita), en la búsqueda de éstos se acercan más a las
escuelas porque ahí encuentran gran cúmulo de lectores potenciales, de otra manera: «es
entusiasmados cuando las madres aplauden su trabajo relacionado con el apoyo de las ta-
reas escolares, inclusive, la Coordinación de Bibliotecas de la delegación Azcapotzalco, como
parte de su programación 2014, decidió llevar la biblioteca a las escuelas de la demarcación,
en horarios escolares, como apoyo al profesorado y para las clases de español; es decir, el
usuario presente en el horizonte de la función de las bibliotecas públicas delegacionales se
encuentra en la escuela y su quehacer, en lo educativo.
les sigue considerando como lugares que resguardan libros, que se vuelven proveedores y
mecanismo de acceso al libro, pero se hace muy poco en relación la formación de lectores.
de servicios que se ofrecen en lugar de hacer la conexión con la lectura. Por ejemplo, uno de
estos ajustes reside en la promoción de las bibliotecas digitales, en el equipamiento de com-
putadoras, en la transmisión de contenidos a través de realidad aumentada, en ofrecer el
servicio de Wi-Fi, en tener Papyres para la lectura de libros digitales. Este emprendimiento no
ha sido fácil, en primera, porque implica poner a discusión el concepto de biblioteca: «¿qué se
-
cios que se oponen a tener computadoras en estos recintos pareciera que no se alcanza a
visualizar que la lectura en realidad va más allá del objeto que la contiene por más moderno
(tableta, por ejemplo) o tradicional que sea (libro físico). Tan es así que, en la práctica, se
-
junto del lugar de lectura, lo cual continúa siendo todavía una práctica muy canónica: prefe-
rencia por la lectura de libros; oferta limitada, seleccionada y estandarizada; poco interés por
desarrollar los hábitos de lectura. En contraste, pocos son los programas implementados
que vinculan al lector con el libro/revista/historieta/periódico y las necesidades concretas,
tampoco se ve prisa en hacer la conexión y uso de nuevos formatos para la lectura (sobre
todo los electrónicos) que está en la base de prácticas lectoras más novedosas.
En resumen, las bibliotecas públicas delegacionales aún tienen una visión normativa respec-
to de la lectura, que indica que debe hacerse en silencio y de manera individual. La siguiente
anécdota observada directamente, ilustra de manera clara este aspecto. A mediados de
marzo de 2014, en plenos preparativos para la Feria del Libro en la Delegación Miguel Hidal-
go, un grupo de encargados de diversas bibliotecas de la demarcación se ponía de acuerdo
para su futura participación en el evento. Se encontraban en la Sala de Consulta General, en
una de las mesas principales; del otro lado de la sala estaba un usuario frecuente del espacio,
quien al oír el bullicio, se acercó y en un tono fuerte les dijo a los encargados que bajaran la
voz o que buscaran otro lugar para platicar: «ésta es una biblioteca, aquí se viene a leer, no se
viene a platicar. Ustedes hacen mucho ruido y uno no puede leer en silencio… así que vayan
Algunos encargados, como parte de su visión de que ellos son los que tienen autoridad en
estos espacios contestaron: «Nos vamos a quedar aquí porque estamos trabajando y las bi-
media hora entre el argumento de que la biblioteca es un lugar para leer en silencio y otro,
que la biblioteca es para diferentes usos.
Finalmente, el usuario salió del lugar y regresó con dos policías. Pidió que se llevaran a la
encargada directa porque no se estaban respetando sus derechos a la cultura, especial-
mente al ejercicio de la lectura. Hubo toda una discusión, insultos, gritos y todo el proble-
ma se trasladó al Ministerio Público donde el usuario seguía insistiendo en que tenía dere-
cho a usar la biblioteca y que se respetara el reglamento que decía, según él, debe
guardarse silencio. En un afán por solucionar el problema, y darle vuelta al tema de la lec-
tura como derecho cultural (situación con la que no sabían que hacer los funcionarios Mi-
nisterio Público), le propusieron al usuario que, en todo caso, levantara una demanda por
-
rio accedió a la propuesta, argumentando que la demandaría porque lo agredió verbalmen-
te, dejando de lado su argumento del derecho a la lectura. Por su parte, la encargada llamó
al abogado sindical (quien tampoco supo cómo responder a un tema como éste, en el mar-
co de los derechos culturales) y dejaron que el procedimiento siguiera el curso levantando
un acta administrativa.
Para este usuario, la biblioteca y la lectura, son un espacio y una práctica sumamente nor-
madas; por otra parte, lo que nos parece relevante de esta anécdota es que también se apre-
cia cómo la práctica lectora se pudo insertar en un marco más amplio vinculado con el ejerci-
cio de los derechos culturales, que se encuentran sancionados desde la Constitución pero
que son generalmente soslayados o desconocidos. Es un buen ejemplo, de cómo la lectura
no sólo es una práctica individual sino que también se conecta con un derecho social.
más de 4,500 distribuidas a lo largo del país (CONACULTA, 2012). Estos espacios son la parte
medular de un programa federal de fomento a la lectura, el cual inició en 1995 durante el
sexenio de Ernesto Zedillo con la participación de diversos órdenes de gobierno: el Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, secretarías, consejos e institutos culturales de los esta-
dos. Las salas de lectura operan a través del trabajo voluntario de ciudadanos quienes se
convierten en mediadores que tienen como tarea conseguir un espacio físico donde puedan
reunirse con personas de cualquier edad a leer, conversar, debatir y compartir todo aquello
16. Para la integración de este apartado se utilizó el resultado de una entrevista a profundidad de la Encargada Nacional de Salas de Lectura,
programa que forma parte de la Dirección General de Publicaciones del CONACULTA; además de etnografías en 4 Salas de Lectura, durante 2
usuarios en cada lugar (edades de 16 a 35 años) y se realizó un focus group logrando convocar a 7 de los usuarios asiduos que conocen
diversas Salas de Lectura en el DF. Fueron 5 mujeres y 2 hombres quienes tenían entre 20 y 42 años de edad.
que descubran a través de sus lecturas (ya sea en kioscos, mercados, centros de readapta-
ción social, salas de espera, cementerios o en hogares familiares).
Los ciudadanos que actúan como responsables de las salas también tienen que dedicar
tiempo para mantenerlas funcionando, gestionar recursos para desarrollar otras actividades
complementarias y volcar su experiencia para alentar la lectura. Por su parte, CONACULTA
contribuye dotando a estos espacios con un acervo mínimo de 100 libros, proporciona capa-
citación para acrecentar las habilidades de los mediadores a través de un diplomado, talle-
res, conferencias o reuniones, así como, con la difusión del trabajo realizado. De acuerdo a la
entrevista que se le hizo a Angélica Vázquez del Mercado, Directora General Adjunta de Fo-
mento al Libro y la Lectura, en el Distrito Federal existen cerca de 100 salas de lectura y las
delegaciones de Iztapalapa y Coyoacán son las que tienen más de 30 en funcionamiento.
Se puede decir que un buen número de ciudadanos ha encontrado una plataforma para expre-
sar su propio interés y gusto por la lectura, así como, su inquietud por la creación de grupos de
-
ra, más allá de los contextos tradicionales de la escuela y las bibliotecas. En este marco, los
ciudadanos pueden participar, como se ha descrito, como responsables de la sala (mediadores)
o como asistentes (lectores) y, en las interrelaciones que se generan en este espacio, se van
delineando determinadas prácticas de lectura entre cuyos rasgos se encuentran:
Su carácter sectario, no sólo por conformar grupos pequeños sino por la forma en que
se visualiza el objetivo de la lectura y se estrechan los vínculos de afinidad;
Formas de actuación y comportamiento en el espacio lector que delinean una práctica
que va desde las más estandarizadas de organización, acceso y manejo del acervo o el
predominio del libro como cristalización de la buena lectura respecto a otro tipo de tex-
tos, hasta comportamientos lectores más flexibles y menos formalizados basados en la
confianza y los lazos de amistad o la búsqueda de consensos para la selección de lo que
se lee (ya sea revistas o libros, poesía o filosofía), entre otros aspectos pero, sobre todo:
Una lectura de contacto social porque el espacio se encuentra inmerso en el contexto in-
mediato que orienta, en gran medida, el sentido de por qué, para qué, cómo y qué se lee.
El Programa Nacional de Salas de Lectura está conformado, además, por los llamados Para-
libros y Librobicis.17 Los primeros, son estructuras semejantes a una parada de autobús (mo-
actúa como dique momentáneo del movimiento permanente de la ciudad), los cuales son
instalados en parques, plazas, zoológicos, jardines y otros espacios públicos. Éstos ponen a
17. El último componente del Programa Nacional de Salas de Lectura, lo constituye los Centros de Lectura y Formación Lectora con «mobiliario
disposición de los ciudadanos una colección básica constituida por 365 libros (uno distinto
para cada día del año), un mediador ofrece el préstamo a domicilio de los libros en horarios y
En relación con los Librobicis, éstos consisten en breves acervos montados sobre una bicicle-
-
formar nuevos públicos interesados en las letras y el rescate de algunos espacios sociales
para la convivencia.
Los Paralibros y Bicilibros, se puede decir, intentan responder a otros ritmos sociales y pro-
blemáticas existentes para el fomento y acceso a la lectura. En el caso de la Ciudad de Méxi-
co, a la dinámica intensa de movilidad e itinerancia de las personas por los diferentes espa-
cios públicos por lo que tienen un componente de contacto social, pues, fomentan una
modalidad que destaca por su presencia, vínculo y respuesta en relación con el contexto, li-
teralmente contienen el vertiginoso ritmo de los ciudadanos (Paralibros) o, como se mencio-
nó anteriormente, salen al encuentro (Bicilibros) de las personas que deambulan por la ciu-
Tanto en las Salas de Lectura, como en los Paralibros y Bicilibros, se pueden apreciar varios
elementos clave que inciden en las prácticas y modos en que se presenta la práctica de la
que convierten su tarea en una especie de apostolado con un alto componente vocacional.
Al respecto, la responsable de la sala de lectura Pancho Villa comenta que cuando alguien se
decide a dirigir una sala no lo hace por dinero: «porque si piensas que vas a ganar algo, ya
el mayor esfuerzo recae en su persona pues tienen que conseguir el lugar para desarrollar la
práctica de la lectura; buscar, reunir e implementar estrategias para conservar a los lectores;
dedicar tiempo para organizar y preparar las sesiones (seleccionar la lectura, sintetizarla,
generar una dinámica para su trasmisión), incluso, estar dispuestos hasta aportar de sus
propios recursos (comprar libros que les solicitan y que no están considerados en el acervo
mínimo que CONACULTA provee o buscarlos a través de donaciones) para la continuidad de
la sala.
Pero no sólo a nivel personal hay retribuciones, en varios de los casos analizados, la denomi-
nación de mediador no puede ser más adecuada: ellos y ellas adquieren un papel relevante
en la comunidad donde actúan, sobre todo, en aquellos lugares con mayor problemática
social y económica. En estos casos, a través de sus iniciativas de lectura se consigue fortale-
cer el sentido de solidaridad y servicio a la comunidad lo que habla de un grupo que crea su
identidad de manera sociocéntrica que les permite, al mismo tiempo, valorarse a sí mismos
y obtener prestigio social.
La misma forma discursiva del mediador cuando comenta para qué sirve la lectura se inscri-
be en ese tono mesiánico de rescate, mejoramiento, reconciliación y tono moral:
El vínculo entre los asistentes a la sala y el mediador es tan intenso, que resulta frecuente
encontrar personas que asisten a estos espacios desde lugares más alejados de la ciudad
convencidos por el trato, el conocimiento, el desprendimiento y la capacidad que tiene el
responsable para descubrir las habilidades y cualidades lectoras de los usuarios (por ejem-
plo, para convertirse en narradores en voz alta).
Pero no es sólo eso, se puede decir que estos espacios son también sensibles a sus contex-
tos, entornos y comunidades próximos, los cuales enmarcan las prácticas y modos en que se
realiza la lectura. Por ejemplo, en relación con la gestión del acervo, existen gradaciones so-
bre la forma en que se accede a los textos; en algunos casos, donde las salas se encuentran
dentro de otra institución mayor, como la sala de lectura instalada dentro del Museo del Es-
tanquillo, el control del préstamo es más estricto y pautado (en contra de la política declara-
da del programa, no se prestan libros para su consulta en casa); el material se encuentra
Algo parecido sucede con la sala instalada en el Centro Comunitario Julián MacGregor y Sán-
chez Navarro (CJMGySN) ubicada en la delegación Coyoacán y dependiente de la Universi-
dad Nacional Autónoma de México (UNAM), la cual maneja los criterios utilizados en todas
-
ración de reportes de manera regular que deben entregarse a las autoridades del centro co-
munitario. En estos dos casos mencionados, resulta bastante ilustrativo el orden y organiza-
ción en que se mantiene el acervo y que nos permite decir que este ambiente está
altamente estructurado, como se aprecia en las siguientes fotografías:
-
cas desarrolladas en las Salas de Lectura tiene que ver con el tipo de material y temáticas
que contienen y se van conformando. Al respecto, Vizcarra (2012: 173) recupera el siguiente
«Ahora que entró lo de los emos me llegan jóvenes con esas tendencias. Les gustan los dar-
ketos, les gusta la muerte y esos temas. Entonces ya traigo a un Baudelaire, sé que a los
que respondan al interés de sus públicos y una sensibilidad para elegir un texto que puede
ser cercano a una determinada subcultura.
Por otra parte, en el caso de las salas de lectura que se encuentran en casas familiares, las
prácticas se adaptan al lugar, se entrecruzan con los ritmos domésticos y resulta difícil perci-
bir una separación o especialización entre los espacios: por ejemplo, la sala de lectura puede
estar instalada en una cochera o compartir el espacio de negocio; es frecuente que los libros
se encuentren en cajas o en libreros adaptados que rompen con la visión consagrada que se
tiene de ellos en una biblioteca; que el acervo (además del que provee el programa), incluya
revistas de temática heterogénea (Mecánica Popular, Selecciones, Proceso, NationalGeogra-
phic, Mexicanísimo, Letras Libres, México Desconocido, entre otras).
Inclusive, la lectura se vuelve aleccionadora, por ejemplo, para tomar conciencia de los con-
textos de violencia existentes, como nos cuenta Martha Teloxa, responsable de la Sala «La
entornos en que coexisten. Sin embargo, hay que destacar que existe un momento en que
los asistentes a dichos espacios van adquiriendo un protagonismo muy importante en la di-
-
quirir un tono y vinculación social destacable, sin embargo, de acuerdo a lo que opinan los
responsables y los usuarios, parece que el esfuerzo está dirigido a adquirir la competencia
literacy
-
cipal es «lograr sus metas individuales, desarrollar sus conocimientos y potencial personal, y
En este sentido, María Fernanda, usuaria de 16 años de la Sala ubicada en el CJMGySN, co-
menta que, el acudir a este espacio, «me ha aventajado y gracias a que he estado aquí, se me
quitó el miedo a leer, a expresarme, abrirme en público y la verdad me ha abierto muchas
(Instituto de la Juventud), con una carta a mis padres en la que escribí lo que me gustaba y
niñas usuarias de la misma sala dice que: «noto un desarrollo diferente en Sabina, mi hija,
que actualmente cursa el preescolar, ella empieza a escribir, en sus libros localiza letras, bus-
lectores cautivos.
En el caso de las salas donde se realizó la investigación, tres de ellas se encuentran ubica-
das en un entorno mayor: la Sala Pancho Villa en las instalaciones de la Confederación
Nacional Campesina (CNC) que es una organización de ejidatarios, comuneros, solicitan-
tes de tierras y productores agrícolas; la Sala Museo del Estanquillo en la institución del
mismo nombre que resguarda la colección de juguetes populares del escritor Carlos Mon-
siváis en el Centro Histórico y; la Sala del Centro Comunitario Julián MacGregor y Sánchez
Navarro vinculado a la Facultad de Psicología de la UNAM en Coyoacán. Que la sala de lec-
tura se encuentre dentro de otra institución implica para los lectores seguir ciertos proce-
dimientos que regulan su práctica: tienen que registrarse para consultar el acervo; si quie-
ren solicitar el préstamo del libro a domicilio deben dejar una credencial y comprometerse
a regresarlo en un tiempo determinado, deben seguir ciertas normas de comportamiento
en la sala, deben leer los textos sentados en sillones o sillas frente a una mesa, es decir, de
un modo muy regulado y disciplinado.
En estas salas, los tiempos se encuentran bien delimitados y se puede decir que predomina
la lectura individual y en silencio, incluso, el propio programa recomienda que esta modali-
dad constituya un eje de las prácticas lectoras en tales espacios, como se puede apreciar en
la publicación El tiempo en las Salas de Lectura y la Mediación voluntaria editada por el
CONACULTA y el programa Nacional Salas de Lectura, la cual está una dirigida a los mediado-
Juegos de mesa 5%
Funciones compartidas
(títeres, conferencias, conciertos,...) 5%
Algo muy distinto ocurre en el caso donde las Salas de Lectura se encuentran instaladas en las
casas o espacios de los propios mediadores. Es cierto que se dedica un buen tiempo para la lectu-
no sólo el espacio para leer, sino la casa misma; se diluye la línea de lo privado: la sala es efectiva-
como se puede apreciar en el caso de la Sala de Lectura Justita Arenas Néstor (ver imagen 2.15).
A diferencia de sus colegas de Salas de Lectura, a los responsables de los Paralibros y Bicili-
durante una determinada cantidad de horas. Por el salario que reciben estos mediadores
deben de buscar a los lectores, de hecho, parten de la idea de que cada persona es un lector
de alguna empresa, tomen por asalto un puesto de comida informal, sorprendan a los con-
-
rarse al vértigo del tránsito citadino. Las personas, entonces, leen en los jardines, en las salas
-
ma autora, la representación del lector, la lectura y las prácticas de la lectura «se confor-
En las Salas de Lectura, Paralibros y Librobicis, entonces y a pesar de que involucran modali-
dades distintas de lectura, el uso de los libros como base para la creación de comunidades
-
Villa o en el escenario bricolieur de la Sala Justita Arenas Néstor, los libros son fetichizados en
detrimento de otro tipo de materiales, incluyendo, aquéllos que tienen como soporte los
dispositivos electrónicos. Al respecto, la mediadora de la Sala de Lectura Pancho Villa es clara
cuando comenta que si bien considera que es importante la Internet para la promoción de la
lectura enfatiza: «Yo sé que es necesario, no estoy peleada con la tecnología, pero fuchi a los
La provisión de libros también es relevante. Las Salas de Lectura, los Librobuses y los Bicilibros
rápido según la opinión de los mediadores y los lectores de estos espacios: «Hace falta tener
títulos más recientes —destaca María Fernanda, usuaria de la Sala del CCJMySN— pues hay
más de 656,500 libros en hogares mexicanos, mercados, cárceles, fábricas, hospitales, alber-
-
res quienes cuentan que deben implementar distintas estrategias en el objetivo permanente
de acrecentar sus acervos a costa, muchas de las veces, de su propia economía.
En relación con los contenidos temáticos de los acervos, existe literatura infantil, historia,
-
tre otros, lo cual se puede considerar como positivo, sobre todo en los casos en que, como
dice una de las lectoras asiduas: «si uno no tiene las condiciones económicas para comprar
un libro, aquí se los llevan, lo leen, no es obligatorio, se llevan, lo leen, lo devuelven y se
sin embargo, es la vinculación que se establece a partir de los libros y las prácticas de lec-
tura que hace que se fortalezca la comunidad que conforman: entre más pequeños sean
los grupos de lectores asiduos, más intensos son los lazos de amistad, colaboración y rela-
ciones horizontales entre los participantes hasta un punto en que los lectores adquieren
mayor protagonismo, lo cual se evidencia en el momento en que solicitan y recomiendan
nuevos títulos, participan en otras actividades de la sala (difusión, apoyo material para los
talleres, por ejemplo), amplían su vinculación social y relaciones interpersonales a otros
espacios y actividades e invitan a otras personas. Como dice Manguel (2011: 198), es
cuando comienza a desarrollarse una práctica más libre de las restricciones de las lecturas
institucionalizadas.
práctica que implica diversos usos sociales, por ejemplo, en los programas públicos de fo-
mento a los hábitos lectores que se promueven en la Ciudad de México hay uno que llama la
atención por su trayectoria y por lo estratégico que resulta para la vinculación comunitaria:
los Libroclubes, espacios que podemos considerar como un ejemplo de concreción del «con-
Libro Club de la Ciudad de México es el programa más antiguo del fomento a la lectura en
la administración pública del Gobierno del Distrito Federal, se inició en 1998 cuando la
Secretaría de Cultura (SECULT) se denominaba Instituto de Cultura de la Ciudad de México
(ICCM) y se consideró como uno de los programas prioritarios de ese momento. Es un pro-
grama que, desde sus inicios, puso especial énfasis en la realización de actividades desde
la comunidad a través de la creación de una «red social en torno a la lectura» mediante la
entrega de acervos a grupos organizados, comunidades, casas de cultura, centros sociales
públicos y privados, así como talleristas, responsables de capacitación o familias (Vázquez,
2000: 47). Los requisitos básicos para la instalación de un Libro Club eran: contar con un
-
dades de promoción, contar con dos o más personas que se comprometieran a fungir
18. a muestra para este apartado se integró por entrevista a profundidad al Director de los 400 Libroclubes en DF, Secretaría de Cultura; sumado
a ello, se realizaron etnografías en 5 Libroclubes, donde se entrevistó a encargados y usuarios de estos espacios. Se completó la información
con un focus group con lectores constantes que llegan a estos lugares y que los conocen desde hace más de cinco años, fueron 6 hombres y
6 mujeres de 25 a 55 años de edad, trabajadores independientes, que han tenido un vínculo con varios programas públicos relativos a la
lectura.
como responsables, tener una línea telefónica y, sobre todo, tener un interés en el fomen-
to a la lectura y la promoción cultural en la comunidad (SECULT, 2013). La experiencia de
los Libroclubes resulta ser un buen ejemplo de los distintos usos sociales de la lectura por
varias razones:
-
vistas o marginadas cultural y socialmente (Castillo, 2012: 19-20). Entre las actividades de
animación cultural que han acompañado a las actividades de los Libroclubes se encuentran
lectura en voz alta, narración oral, teatro, video-debates, veladas literarias, paseos cultura-
les, presentaciones de libro, eventos artístico-culturales y cursos de enseñanza (ajedrez, ná-
huatl, dibujo, cerámica, pintura), entre muchas otras.
Este programa ha tenido diversos momentos, comienza a operar desde el impulso guberna-
mental local, mucho con la participación de promotores culturales institucionales, que a di-
ferencia de los mediadores de Salas de Lectura, eran pagados y enviados a territorio para
guiar el trabajo de los Libroclubes y de los programas culturales estratégicos en distintos
periodos (como La Ciudad es de Todos; Artes por todas partes; Círculos Culturales), teniendo
siempre como principio la incorporación del trabajo voluntario de las comunidades. Este es-
programa y la voluntad entusiasta de los promotores por trabajar para el desarrollo cultural.
Esta iniciativa pasó rápidamente a formar parte de la ciudadanía, de los responsables en las
comunidades, de tal forma que si no había apoyo institucional la vida seguía en las colonias,
barrios e instituciones construyendo su propia historia.
Venustiano Carranza 70
21
Xochimilco 63
22
Tlalpan 76
26
Tláhuac 61
18
Milpa Alta 33
15
Miguel Hidalgo 57
21
Magdalena Contreras 32
9
Iztapalapa 177
67
Iztacalco 52
21
Cuauhtémoc 174
65
Cuajimalpa 21
6
Coyoacán 81
33
Benito Juárez 68
26
Azcapotzalco 54
24
Álvaro Obregón 72
26
No todo ha sido fácil y terso en el caso de los Libroclubes, los resultados de la investigación
que se realizó, comienzan a dimensionar algunos impactos que alertan en relación con el
trabajo que se realiza en tales espacios como estrategia de desarrollo cultural territorial. Por
ejemplo, de 1998 a septiembre de 2013, se tenía un registro de 1,234 Libroclubes (SECULT,
2013)19. Sorprende también, que para el año 2001 existían 900 espacios distribuidos en las
16 Delegaciones. Sin embargo, para mediados de 2013 sólo se contabilizaban 453, lo que
representaba el 36% de Libroclubes activos frente al 43% que habían sido cancelados o es-
20
.
19. Base de datos de Libro Clubes, en Fomento a la Lectura, Secretaría de Cultura del DF, actualizada al 2013.
20. En la entrevista realizada para la presente investigación, Gerardo Amancio Armijo, Responsable del Programa de Fomento a la Lectura y
Director del Programa Libro Clubes de la Ciudad de México, de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, comentó que sólo
tenían registro de 390 espacios abiertos (la entrevista se realizó el 25 de junio de 2014).
Cancelados
Activos
43%
36%
Buscar entregar el
acervo a SECULT
7%
Aun cuando el panorama se presenta un tanto desalentador hay que puntualizar que los
factores que han impactado en la situación actual de los Libroclubes son de orden estructu-
ral: disminución de presupuestos públicos asignados a la cultura, prioridad de otros progra-
mas en los diferentes cambios de administración y desmejoramiento de las condiciones so-
cioeconómicas de los ciudadanos o promotores responsables de estos espacios; desinterés
de los vecinos por mantener el proyecto colectivo, necesidad de utilizar los espacios para
Por otra parte, cabe señalar que los Libroclubes que se han mantenido en su tarea cultural
son aquéllos que han recibido un apoyo importante por parte de las instituciones públicas: si
bien están a cargo de la ciudadanía muchos de ellos se encuentran trabajando en espacios
implica que dichos lugares mantienen recursos e infraestructuras mínimas, reciben mante-
nimiento y presupuesto regular lo que permite mantener las condiciones básicas para seguir
con su tarea cultural.
Organización social 13
Organización religiosa 5
Sindicatos 12
Comercios 18
Partidos Políticos 2
Particulares 62
Espacios de educación 83
Asociación Civil 53
Asociación vecinal 44
están a cargo directamente de particulares, en este caso son espacios que se caracterizan
por: a) la base inicial es la voluntad y entusiasmo del promotor comunitario que no siem-
pre se dedica de tiempo completo al fomento de la lectura y ofrece parte de su tiempo libre
a estas actividades; b) por infraestructuras precarias en las cuales el trabajo cultural coe-
xiste con otras actividades (por ejemplo pequeños negocios como cibercafés, comercios
de productos de limpieza, talleres de motocicletas, entre otros), de manera que se privile-
gia el aspecto económico-productivo al de difusión cultural; c) carencia de diversos apoyos
externos que fortalezcan el trabajo de estas actividades culturales comunitarias, desde la
opinión de ciertos entrevistados, últimamente sólo se les apoya con algunos materiales
de papelería pero el acervo no se ha actualizado; d) respecto a los promotores culturales
comunitarios o los responsables de los espacios asumen que no siempre cuentan con el
-
des pedagógicas.
Entre los logros expresados por los diversos entrevistados, destaca que el programa de Li-
broclubes ha podido sostenerse en una amplia gama de colonias marginales porque son de
las pocas opciones relacionadas con cultura que hay en esas zonas, esto ha permitido el
surgimiento de redes de comunicación entre los encargados, responsables o promotores de
bien cultural.
Inclinarse por la lectura como el eje rector de las actividades se debe, en gran parte, a que se
-
-
meroso (Berenice Sánchez, Responsable de Libro Club El Quijote, Encuentro de Libro-
clubes, agosto 2014).
Los beneficios que se perciben alrededor de este tipo de iniciativas incluyen apoyo a
necesidades de índole escolar, formación y disciplina personal, compartir ideas y crear
las opiniones propias, la transmisión de valores humanos y la posibilidad de tener opcio-
nes que mejoren su calidad de vida así como direccionar el tiempo libre hacia algo «pro-
Más que nada, yo pienso que para los chamaquitos, ellos están empezando a desarro-
llar su mentalidad y a adentrarse en las lecturas para evitarse eso de la drogadicción,
muchos problemas en ese sentido, los chamacos que pierden el camino. Así, desde chi-
quititos si vienen aquí [al Libro Club], sí llevan más o menos una buena conducta, yo
creo que les va a servir más, y bueno esa es mi manera de pensar (Vendedor ambulan-
te, 56 años, lleva a su nieta al Libro Club «Zapata Vive»).
Los Libroclubes, en mayor o menor medida, se han convertido en nodos culturales, que brin-
dan no sólo un servicio de acceso al libro o de fomento a la lectura, sino que propician el en-
cuentro e intercambio social; fortalecen el tejido comunitario, la reconstrucción y el restable-
cimiento de las relaciones y vínculos humanos y dan pauta a la organización y movilización
ciudadana en la búsqueda por mejorar o garantizar sus condiciones de existencia y calidad
de vida.
En general, a los Libroclubes se les ubica como espacios de lectura alternativa por varios
motivos: porque desde el punto de vista de los usuarios, si bien reconocen la importancia de
la escuela para impulsar la lectura de manera constante y dirigida hacia la formación técnica,
por la otra, consideran que no siempre tiene los mejores resultados:
Otra razón que vincula a la lectura como espacios alternos tiene que ver con la idea de que
-
ralta, 2006: 17). Así, se les considera como espacios informales de la lectura versus la forma-
lidad que hay en la escuela o en las bibliotecas: «¿Bibliotecas? como siempre están muy le-
En general, siguen siendo los libros físicos los protagonistas de la lectura. De todas las do-
naciones de libros que hacen los ciudadanos, lo que llega por parte de la SECULT, lo que
han gestionado con otras instituciones y lo poco que han podido comprar, la mayoría de
los Libroclubes han aumentado su acervo. Eso sí, procuran tener libros de autores clásicos,
de obra literaria, poesía y aquéllos que les permita, en la medida de lo posible, especializar-
se en un tema, ya sea por las necesidades e intereses de los socios o porque el contexto así
lo amerita (adicciones, lectura infantil, sexualidad). Al considerar que la lectura es una for-
ma de conciencia social, la mayoría de los Libroclubes, tratan de tener aquellos libros re-
presentativos, de personajes que han dado su vida por la lucha social (José Revueltas por
ejemplo).
Cada espacio tiene su propia técnica para involucrar a las personas con la lectura pero lo que
se comparte es la necesidad de hacerlo en colectivo, en voz alta: «la lectura individual es para
la casa, aquí procuramos que se compartan los pensamientos, y si podemos ponerle un poco
-
mos que la gente también lea, también debemos saber comunicar, saber comunicar un men-
para nosotros que nuestros usuarios/socios vean un libro cuidado, que lo vean en buenas
-
chez, Responsable de Libro Club El Quijote).
En relación con la lectura en nuevos formatos digitales, se jactan de decir que son lectores
más tradicionales, y la mayoría de los entrevistados, usuarios y responsables de los espa-
cios, especialmente los mayores de 35 años, no ven con buenos ojos a la tecnología, por el
contrario:
Pues si el gobierno tuviera interés, ya hubiera puesto bibliotecas en varias partes ¿no?
Hubiera empezado a decir que en las escuelas no se permitiera tanto la computadora,
que se pusieran a escribir los niños como debe ser, así se aprende mejor (Mujer, comer-
ciante, 45 años, usuaria Libro Club «Zapata Vive
La presencia del libro físico en estos espacios también impacta en el «consumo de las le-
-
lización y poco aumento en el acervo, coinciden en que han pedido varias veces a la Secreta-
ría de Cultura apoyo en ese sentido pero no han obtenido respuesta. En este caso, resulta
clave la oferta lectora orientada a estos usuarios y aunque existe una comisión institucional
que decide qué libros hay que distribuir, no quedan claras las reglas para elegir los títulos
orientados al mercado cautivo de los usuarios de los Libros Clubes de las 16 delegaciones
que constituyen el Distrito Federal.
Ante la pregunta de ¿qué se lee y cómo se lee? O, ¿cuáles son los modos de leer que se
construyen en los Libroclubes? Podemos decir que se trata de un modo de lectura contex-
tualizada. Cuando se platica con los responsables y usuarios de estos espacios se alude a
la lectura como una parte importante de la cultura y se pronuncian por su derecho a man-
tener los espacios de los Libroclubes como resultado de su lucha social. Muchos de los
promotores culturales comunitarios actuales vienen de una generación de líderes involu-
crados en la lucha urbana (Frente Francisco Villa, por ejemplo), del ámbito educativo (sin-
dicatos o profesores jubilados), de un grupo de gestores que se fueron formando y que se
consideran que sin su participación los cambios en la ciudad no se lograrán. Así, la lectura
es una forma de continuación del quehacer y la correspondencia con lo social; se visualiza
como una práctica política que permite cambiar la realidad, por lo menos desde su inter-
pretación.
La lectura aparece no sólo como una operación intelectual abstracta sino como una rela-
ción social que se replantea constantemente, que ha cambiado a lo largo de la historia en
la medida en que los mundos del texto y del lector cambian (Cavallo y Chartier, 2011: 10).
Los Libroclubes plantean nuevos modos de lectura en tanto que vinculan varios ámbitos
comunidad y sobre todo a las nuevas generaciones, por ello es que debemos fomentar la
Libro Club
El Quijote).
Cabe señalar que el Programa de Libroclubes posee, además, un componente, muy valioso,
pocas veces explotado en otros esfuerzos y experiencias de fomento a la lectura: movilizar la
voluntad y recursos ciudadanos
espacio cultural comunitario, dedicado a la lectura y el libro, como activos que coadyuvan en
el desarrollo social de los grupos y las comunidades.
Los Libropuertos constituyen una estrategia que busca generar espacios para el encuentro
con los libros por parte de los usuarios del Sistema Colectivo Metro. La acción se desprende
del programa de Fomento a la Lectura emprendido por la Secretaría de Cultura del Gobierno
del Distrito Federal. De acuerdo con esta última, el objetivo consiste en elevar los índices de
lectura en todos los niveles de la población a través de la adquisición y consolidación de há-
bitos de lectura (Secult, 2014)21. Al facilitar libros a los usuarios del Metro, esta estrategia
buscaba contrarrestar dos de los motivos por los cuales las personas dicen que no leen: a) la
falta de tiempo o mucha inversión de su tiempo en los traslados y b) la falta de recursos eco-
nómicos.
Para poder llevar los libros a casa por un lapso de diez días, se requiere que el usuario se haga
-
bante de domicilio. Así, para mediados de 2014 se tenía un registro de 326 socios para el Li-
bropuerto de Pino Suárez; 459 para el instalado en la estación Guerrero y 232 para el de Divi-
sión del Norte (SECULT, 2014).
21. A inicios del año 2010 se pusieron en marcha nuevas estrategias para llevar la lectura a los usuarios del Metro: Se cambió el nombre del
status quo sino porque las personas leen entre los traslados por los
túneles del metro o porque tales espacios están bajo la ciudad. Entrar, tomar un libro, sentar-
se y practicar un poco de lectura se convierte en un descanso respecto al ajetreo diario del
metro. En esta acción, hay varias estrategias que implementan los responsables para atraer
lectores:
a) Aunque tiene como base la idea de ser una biblioteca («tramitar su credencial y po-
población constante, muy constante; las personas que visitan el Libropuerto generalmente
viven cerca de la estación, cuando ya van de regreso a su casa, pasan un rato al lugar, leen un
Estación Guerrero). En la
-
ras más amenas, de distracción. En el caso del Libropuerto de Pino Suárez, los usuarios son
más fugaces pero:
Siempre tenemos más visitas que en los otros dos, se entiende porque está en un pasaje de
puras editoriales, es el único local donde no vendemos libros, [así es] que podemos hacer
una comunidad de lectores. A mí me ha encantado porque no nada más es poner un libro,
-
ces hay mucho diálogo, se va convenciendo al lector, incluso se da cierta amistad (Responsa-
ble del Libropuerto Pasaje de Libros de Pino Suárez).
Otro de los intereses de estos Libropuertos, es hacer a los niños usuarios frecuentes, no sólo
porque son lectores potenciales sino porque a través de ellos se puede atraer a otras perso-
nas: «Yo busco que sean niños quienes tramiten su credencial, el niño se va haciendo respon-
sable porque dice: es mi credencial, yo saqué los libros, yo tengo que entregarlos. Son los
niños quienes jalan a sus papás o a más niños. Incluso, desde que pasan por aquí son los que
Lo de hacer comunidad también se observa entre los mismos usuarios: «una ventaja es que
el espacio es chiquito, no como la biblioteca que es grande; cuando alguien entra, todos los
que están lo reconocen o quieren averiguar más. Hay gente que pasa los martes o los viernes
y de repente se cruzan, y empiezan a compartir experiencias de lectura (Usuaria, 22 años,
Libropuerto Guerrero).
Una iniciativa que marcó parte de la historia de los Libropuertos fue que, en 2012, se anun-
ciaron Libropuertos Digitales que tenían como objetivo fomentar el acceso a los libros en
formato electrónico. En varias entradas y salidas de las estaciones de la línea 3 del Metro, se
colocaron carteleras con 50 títulos disponibles, entre los que se encontraban obras de auto-
res como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y José Saramago. Dicen los responsables de los
Libropuertos que esto atrajo a muchos jóvenes que buscaban con su teléfono inteligente
algo que les gustara. Cada título contaba con un código QR, por medio del cual los lectores
podían escanearlo con su celular y acceder a algunos capítulos. Si les agradaba lo compraban
completo. La intención era cambiar el catálogo de libros cada mes. El proyecto no continuó
pero todavía se ven algunos carteles que siguen llamando la atención como el siguiente:
Respecto a los comentarios negativos manifestados por algunos usuarios, éstos giraban en
Hasta el momento, no existe una explicación sobre la terminación de esta iniciativa, de hecho,
y coherente con el espacio en el que se implementó, resultó fugaz, desapareció tan rápido y se
olvidó tan pronto como la dinámica de los trenes subterráneos que en tres minutos llegan y se
pierden en el túnel. No obstante, era muy coherente con el código y hábitos de los jóvenes hi-
pertecnologizados que, según el estudio de los Lectores que somos en el Distrito Federal (Pérez
et al., 2014), constituyen una tendencia, de la cual, por cierto, se sabe muy poco.
Además de las iniciativas lectoras fomentadas desde las instituciones públicas con objetivos de
largo alcance y magnificencia (por ejemplo, las salas de lectura son promocionadas por el
CONACULTA como el programa más exitoso de fomento a la lectura con sus 4 mil espacios a ni-
vel nacional), existe un cúmulo de nuevas acciones que responden al movimiento heterogéneo
y de alta fragmentación social existente en una urbe del tamaño de la Ciudad de México. Frente
a la falta de referentes o narrativas totalizadoras de la llamada modernidad, cada vez es más
frecuente la necesidad e impulso para generar nuevos referentes identitarios marcados ya no
por los grandes conceptos tradicionales (nacionalidad, idioma, trabajo), sino por muchos otros
de dimensión más acotada como lo puede ser la marca de ropa que se usa, la generación, el es-
tilo de vida, el género, la música que se escucha, el compromiso social (ecologistas, movimiento
slow food) e incluso, la lectura. Por lo menos es la impresión que suscita la enorme cantidad de
iniciativas que se caracterizan por acotarse a una acción, más allá de la ideología (no importa
mucho si es iniciativa privada o pública o la posición política), integradas por acciones concretas
-
proponen modos de leer alternativos. Entre otras, se pueden mencionar las siguientes:
22. La integración de este apartado se realizó a través del seguimiento de programas relacionados con la lectura, entrevistas breves a encargadas
«Es una forma de aprovechar el tiempo cuando una viaja… y vale la pena que la ini-
-
rio, 22 años)
Aula-Camper, consistente en la implementación de un proyecto en el cual se ha pro-
puesto alfabetizar a los trabajadores de la construcción en los lugares donde laboran
a través de un aula-camper. Esta iniciativa está apoyada por la Fundación Construyen-
do y Creciendo (Reforma, 2014).
«Sólo así se puede tener igualdad, si todos aprendemos a leer y nos superamos va-
Bares y mecenas literarios que realizan y auspician proyectos culturales tales como
editar libros, exposiciones y festivales de poesía. Entre los bares auspiciadores se en-
cuentran El Milán, El Marrakech y La Bota los cuales, incluso, han solicitado que se les
-
-
tada como un foro cultural móvil, librería y cafetería. Se le ha colocado una canastilla
para trasportar una carpa plegable para 70 personas. Se le ha equipado con televisión,
equipo de sonido y WiFi, y se le diseñó un baúl que se convierte en librero para 3 mil
ejemplares […] Como librería, tendrá dos hemisferios, dice: para venta de libros o como
Brigada para leer en libertad consiste en una asociación civil que ha instalado 36
bibliotecas de barrio, editado 74 títulos, regalado más de 500 mil libros y realizado
tres ferias de libro alternativas y tianguis de libros. Además ofrece lectura en come-
(Hombre, 22 años).
Con estas iniciativas, la lectura se coloca en el centro para discutir sus alcances, son
estrategias de acercamiento a segmentos de la población, y donde se busca mejorar
las habilidades lectoras, acercamiento a opciones alternativas de escritores y crear un
efecto dominó de la lectura para todos. Desde la visión de los lectores, son formas
novedosas de recuperar la práctica de la lectura, de llevarla al territorio. Son experien-
cias más creíbles, más reales porque las consideran que llegan a la gente en diversos
puntos de la Ciudad de México.
Según los informantes consultados, lo que les atrae de este grupo de jóvenes es la sencillez con
que se dirigen a sus seguidores, le quitan el aura canónica de lo que se ha concebido como lec-
tura: algo serio, difícil, para especialistas, por obligación. Estos vloggers (video bloggers), como
24
. Algo que los caracteriza es que sin ser
pretenciosos en su narrativa (nada profunda ni experta), aparecen con un libro, hacen un resu-
men sobre la trama y sus personajes, comentan sobre el autor o la entrevista que le han hecho
al mismo. Todo esto en un vídeo de 5 a 7 minutos, el cual suben al canal de Internet Youtube.
Estos vloggers se han convertido en una especie de cómplices de la lectura, sus principales
fortalezas residen en la vitalidad con que se comunican, la pasión que transmiten. La mayo-
-
cian de la nueva economía de la Internet, puesto que cada like se transforma en dinero en
efectivo para ellos, los booktubers tienen un gran impacto entre los jóvenes y adolescentes
23. La integración de este apartado inicia cuando haciendo etnografías en los Libro Clubes y Salas de Lectura varios adolescentes aludían a los
youtubers como referencias importantes para su vida cotidiana, algunos mencionaron que muchos de los libros los habían buscado por
recomendación de personajes presentes en las redes virtuales. Libros que no los encontraron ni en los Libro Clubes ni en las bibliotecas, tuvieron
que adquirirlos en tiendas o librerías como Sanborns o Gandhi. Al conocer estos casos, decidimos hacer una reunión colectiva con varios de estos
adolescentes y jóvenes. Así, se integró un focus group con 6 mujeres y 3 hombres, quienes oscilaban entre 10 a 18 años. Con una de las
participantes se logró hacer una etnografía para conocer su casa, actividades y libros que han sido recomendados por los booktubers.
porque buscan crear comunidad y sus seguidores comienzan a hacer lo mismo: leen el libro
recomendado, hacen sus propios videos como respuesta y se relacionan con ellos. Se constru-
ye un espacio de vinculación más horizontal, de reciprocidad, donde lo primero e importante es
tener una opinión, como decía una de las informantes: «porque suenan como tus amigos, les
Los seguidores de estos espacios suelen comparar los tipos de lectura a la que tienen acceso,
por ejemplo, otra de las informantes decía: «Me gusta Raiza [Revelles] porque los libros que
recomienda son más divertidos que los que leemos en la escuela, los de la escuela son abu-
rridos porque son para niños más pequeños; los de Raiza son para más grandes de edad. Pe-
queñas mentirosas
años, mujer).
su opinión sobre la presencia de las editoriales. En los propios canales se discute el tema: «hay
recomiendan: «ya que están [relacionándose con editoriales], es necesario apoyar al talento
-
mentados en los vídeos son de autores extranjeros y de habla inglesa, muy pocos son de escri-
tores mexicanos. Hay booktubers más famosos que otros, en el caso de los mexicanos, Raiza
Revelles es una de las que están más presentes en la vida de varios adolescentes entrevistados:
Yo conocí a Raiza buscando recetas de cocina, y justo la encontré a ella, tenía un vídeo
donde prepara un pastel con la portada del libro Bajo la misma estrella de Green, desde
ahí me gustó, ahora la veo… me gustan los libros que recomienda, la mayoría de los libros
que lee son en inglés y ya nos cuenta de qué tratan… también me gusta porque ella es
creativa, hace manualidades y todo lo relaciona con libros (Informante 11 años, mujer).
Book tags, son videos con una temática especial, los booktubers proponen preguntas
y los viewers las responden con libros en específico.
Book haul, son videos donde se muestran los libros comprados durante un mes y las
razones de por qué se compraron.
To be read (TBR), son vídeos donde se hablan de libros que los booktubers leerán du-
rante el mes.
Wrap up, videos en donde se relata todo lo que se leyó en el mes, dan breve reseña y
su experiencia con los libros.
Hangouts, son foros de discusión con otros booktubers acerca de un tema en específico.
Unboxing, videos que muestran cómo los booktubers se emocionan con el nuevo libro
que acaban de adquirir y que aún permanece con su envoltura.
No obstante, hay que señalar que como cualquier sujeto liminar, los booktubers no dejan de
presentar algunas ambivalencias: echan mano de la virtualidad para fomentar el gusto por la
lectura pero no dejan de hacerlo a la manera de las formas canónicas cuando realizan co-
-
jes o de géneros literarios, a la manera de una tarea escolar. Aún así, tiene su complejidad
puesto que muchos de los textos que sintetizan tienen como idioma originario el inglés (va-
rios booktubers, incluso, tienen canales en donde hablan en este idioma y despliegan sus
otras habilidades, ya sea con las manualidades o la cocina). De igual forma, su entusiasmo
por la lectura aparece muy bien delimitado: casi en su totalidad hacen referencia y recomien-
dan obras que se pueden enmarcar, desde una posición de alta cultura, como paraliteratura
(best sellers). En este caso, lo que interesa destacar es que la orientación lectora que propor-
cionan está mediada y orientada por el mercado de la literatura global.
Sin embargo, como anota Lluch (2006) para el caso de los foros de lectores, se debe valorar
que jóvenes que participan en estos espacios, se sienten a gusto hablando de sus preferen-
cias, intercambiando lecturas, y contribuyen a sacar «al adolescente lector del ostracismo al
que una valoración contraria a la cultura le había condenado y lo lanza a la modernidad (…)
construyen su identidad de lectores, de jóvenes en calidad de lectores. Una identidad colec-
-
do muchas veces que el libro llegue hasta las manos del lector.
Imagen 2.29 Fátima Orozco, 20 años, Imagen 2.30 Raiza Revelles, 22 años,
Nuevo León, Sitio: laspalabrasdefa Monterrey, Sitio: raizarevelles99
Seguidores: 114,831 Seguidores: 378,834
Imagen 2.31 Alberto Villarreal, 19 años, Imagen 2.32 Mariana González, 25 años,
Sitio: Abriendo Libros Sitio: iamunbrokengirl
Seguidores: 41,780 Seguidores: 40,826
Imagen 2.33 Alberto Rebolledo, 22 años, Imagen 2.34 Antonio Miranda, 24 años, DF,
Sitio: HolaQueLee Sitio: ochocincotv
Seguidores: 13,880 Seguidores: sin datos
En general, los libros que se recomiendan se pueden incluir en lo que se conoce como Adult
Young que tiene por base éxitos comerciales de sagas anglosajonas (Juegos del Hambre,
Crepúsculo, Divergente) o títulos famosos como Bajo la misma estrella, de John Green (1977)
y Las ventajas de ser invisible, de Stephen Chbosky (1970). Así mismo, las reseñas más repe-
tidas entre los booktubers gustan entre los adolescentes entrevistados porque «tocan te-
sus propios textos en plataformas gratuitas como Wattpad, especialmente historias litera-
rias (storytellings) como una forma de expresarse y de compartir sus narraciones con sus
pares (http://www.wattpad.com/about), es decir, han comenzado a librarse de la mediación
de los booktubers y se han convertido en creadores de contenidos.
No existen datos al respecto pero pareciera ser que, tanto los booktubers como estos jóve-
nes autores digitales, pertenecen a un grupo social de clase media y alta. Con los adolescen-
tes de niveles bajos con quienes platicamos, observamos que, además de las desigualdades
en la formación escolar, son los lectores que tienen menos posibilidades de acceso no sólo a
los libros, sino también a los espacios de lectura (bibliotecas) y, sobre todo, enfrentan más
limitaciones para el aprovechamiento de estas tecnologías (por razones económicas y técni-
cas como acceso a Internet).
El acceso a las Tecnologías de Aprendizaje y Conocimiento (las TAC), actualmente están mo-
se encontró que si bien el 61% de la población tiene acceso a Internet ya sea en casa, en la
escuela o en espacios públicos (especialmente cibercafés o algunas bibliotecas escolares); el
82% de esta población hace uso de dichas tecnologías para estar en las redes sociales digi-
tales únicamente socializando pero no creando. Por otra parte, 25% de la población utiliza
estos espacios digitales para hacer tareas escolares y sólo el 37% de los profesores utiliza
estas herramientas para sus clases cotidianas.
Podemos decir, entonces, que estos novedosos jóvenes, que recomiendan leer, están
promoviendo el acceso y utilización de estos medios, al mismo tiempo que resignifican
la lectura: ya no como un proceso individual sino como una práctica colectiva. Al respec-
to, un joven de 19 años comenta: «con estos booktubers se deja el aislamiento que su-
fren algunos lectores y se les invita a socializar, la lectura sirve para eso: para conocer-
Vloggers más famosas,
resume el alcance de la acción que realizan: «No esperen nada profesional de mí, soy
nomás una fangirl -
brasdefa/about).
Igual que los booktubers, personajes mediáticos han logrado difundir de manera importante
la lectura. Por ejemplo, Oprah Winfrey, integró durante seis años una comunidad de lectores
Otro ejemplo reciente es el de Mark Zuckerberg quien comentó el ensayo de Moisés Naim en
su Club de Lectura (A year of books) y logró que dicho texto se agotara en pocas horas. ¿En
qué se basa el éxito de esta forma de convocar a la lectura? Algunas respuestas que se pue-
den argumentar son:
Además, «ser citado por alguien famoso crea un halo que no se pierde. Es algo que se tiene
entre el lector y el autor. En el caso de los booktubers ellos integran estas dos cualidades, son
lectores y, al mismo tiempo, son autores en la medida que hacen los videos para comentar
las lecturas:
«El hecho de que una cosa que era escondida, secreta, íntima o simplemente el hecho
de que esa cosa se transforme en algo dicho y dicho por alguien que tiene autoridad,
que es reconocido por todo el mundo, no solamente por un individuo singular, privado,
eso tiene un efecto formidable. Efectivamente ese efecto no se ejerce más que si existe
En los booktubers
videos de recomendaciones, sin tantas pretensiones que decir lo que piensan de una manera
sencilla. En un vasto mercado de las letras, se vuelven protagonistas en la medida que su-
-
tor-productor-critico) que en forma lúdica se comunican con sus seguidores en una relación
de mayor horizontalidad.
El mensaje es que lo digital es un buen aliado para la práctica de la lectura, se muestra que
se aprende por imitación, como los pasatiempos, los deportes o los juegos de distracción
que nos atraen. Así, «el poder extraordinario que adquiere el libro cuando se convierte en
Más allá de una posible postura ilustrada de la lectura y de lo importante que resulta el en-
torno familiar y la escuela para la promoción de la lectura, hay que reconocer que hoy las
prácticas lectoras no se pueden considerar como un resultado de entornos claramente dife-
renciados. La lectura, como sucede en los casos revisados, es una serie de combinaciones e
interacciones donde se van construyendo lectores con distintos grados de compromiso: con
el entorno, con su desarrollo personal, con la vinculación con los otros.
Muchos habitantes del DF tienen contacto con las diversas iniciativas, acuden a las que más
o relacionarse con la lectura y sus diversos formatos. Los diversos modos de leer que se pro-
-
den apreciar algunas constantes que sirven como elementos relevantes para comenzar a
-
tores, constituye la bisagra entre la institución y la ciudadanía. Los cómplices de la lectura
-
camente, entre la población más joven de nativos digitales; utilizan los recursos tecnológicos
más novedosos y contagian las prácticas lectoras a través del boca en boca y una relación
2. Lectura y tipo de lector. La relación con la forma en que se concibe la lectura desde las
diferentes iniciativas es muy importante, pero también, lo que encontramos es que, cada
-
pecto a esto, a continuación se presenta un cuadro que trata de sintetizar el tipo de lectura
que se deriva de las distintas iniciativas analizadas considerando precisamente ese encuen-
-
dad de acciones promovidas.
Ferias de libro
lector o que anda en busca de ella.
con los libros y celebra su existencia.
«Un lector en busca de sí mismo
Libroclubes La lectura es una estrategia para el vínculo Es un lector comprometido con el cambio social.
social, comunitario, de cohesión.
Dispuesto a organizarse y apoyar a otros.
Libropuertos La lectura como válvula de escape: evasión de Lectores con habilidades para la concentración en un
una realidad saturada. ambiente poco cordial como es el metro del DF.
La lectura regula el estrés de la dinámica Lector de encuentros fugaces con los libros, con la
citadina (se disfruta porque es un respiro dentro lectura y con otros transeúntes.
de la masa de gente, del bullicio).
«Lector fugaz (en movimiento y se repliega en sí
mismo)»
inversión para su persona o para su
entretenimiento.
Salas de lectura La lectura como formadora de hábitos. Lector comprometido con su desarrollo personal.
Descubrimiento de las habilidades personales Lector de conciencia social (la lectura sensibiliza sobre el
contexto).
Bibliotecas Públicas Una lectura comprometida con la formación y Lector solipsista, interesado por resolver necesidades
Delegacionales de complementariedad para lo educativo personales de información y conocimientos.
Lectura hacia la resolución de problemas Lector que respeta al libro, los espacios y la lectura
escolares, de información y habilidades lectoras. (especialmente aquélla que se hace en voz baja o en
silencio)
«Lector funcional y canónico»
Booktubers Lectura de contagio, que más allá de Lectores que están dispuestos a comprar y a leer libros
best como una forma de compartir y emular, encuentran
sellers porque permiten estar en sintonía con el referencias de identidad generacional.
código de la sociedad hipercomunicada.
«Lector emotivacional de libro físico en comunidad
digital»
3. Prácticas lectoras
tabla anterior. Pero si miramos desde otra óptica podemos decir, que los lectores se están
formando cotidianamente, creando hábitos, adquiriendo sentido y asumiendo una actitud
hacia la lectura a pesar de los recursos, disposición y orientación que proporcionan los mis-
mos programas que tienen a su alcance. Por ejemplo, para algunos, la lectura es una forma o
(tendencia que se puede apreciar en el caso de los promotores culturales y comunitarios que
Por otra parte, algunas personas se acercan a las prácticas lectoras como una forma de vincu-
-
cursos digitales por su capacidad de producir intensidades, emociones, sentimientos, creati-
per se, más bien
se busca la socialización y el intercambio de la experiencia lectora lo que lleva a conformarse
como una «comunidad emotiva de lectores».
Cabe señalar, que en este recorrido que hemos realizado, por la forma en que se concibe a la
lectura desde las diferentes iniciativas, es importante considerar la manera en que son asu-
-
ta poco frecuente en la literatura sobre la temática.
2.6 Bibliografía
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http://programanacionalsalasdelectura.conaculta.gob.mx/conocenos/
https://twitter.com/hashtag/SomosLectores?src=hash
Anexo 1 168
ideas abstractas, es una maravillosa invención humana que en sus orígenes tuvo tintes má-
gicos y religiosos. Supuso para algunos estudiosos de diversos campos un cambio cognitivo
ejercicio del poder por cuanto su más perfecta práctica supone el cultivo de habilidades per-
sonales en pocos individuos y su extensión a toda la sociedad se relacionó al proyecto de la
democracia y el despliegue de la ciudadanía universal. Hoy la lectura es una práctica ineludi-
ble, indispensable para satisfacer necesidades fundamentales y también para relacionarnos
con otros, incluso para mostrar afectos y aspiraciones, para explicarnos ante los demás y
para ser plenamente individuos. Este trabajo explora cómo la lectura es recurso de nuestras
relaciones sociales al permitirnos construirnos a través de ella. Por esto seguiremos la prác-
tica de la lectura en personas de diferente edad y condición para observar cómo el desplie-
gue de la lectura es también el de nuestras propias relaciones con las personas que nos ro-
dean e incluso con la sociedad en general.
La señora O (f84) nació en la colonia Guerrero de la Ciudad de México en una familia formada
por su madre, su hermano y ella. Estudié la primaria en una escuela cerca de mi casa, pero no
puedo decir que algún profesor dejara una gran huella en mí, ni buena a ni mala. Todo fue sin
grandes cosas. Igual fue la secundaria. No tengo grandes recuerdos ni buenos ni malos de las
escuelas. La preparatoria, que en ese tiempo era de dos años, la hice en una escuela de enfer-
mería y obstetricia para seguir luego con la carrera de enfermería. Pero a los 17 años se me
ocurrió casarme y ya no estudié nada (risa). Yo nada más estudié hasta la preparatoria lo
demás lo aprendí de mi esposo.
renta años y hace siete perdió a uno de sus hijos cuando él tenía alrededor de 55 años. Man-
tiene un arreglo personal como el de una persona trabajadora que debe causar una buena
impresión a un cliente, conduce su auto y tiene muchas actividades sociales y culturales
como estudiar piano o inglés y por tres años estudió también francés. También ha tomado
actividades las hace porque cree que siempre se puede aprender pero, en mi caso, es para
tener ocupada la mente y evitar encerrarme en el dolor, en la pena por la pérdida de mi hijo.
En la entrevista grupal se preguntó a las seis señoras cuál había sido el primer libro que ha-
bían elegido leer. En el caso de O (f84) no fue la escuela donde se forjó su interés por la lectu-
ra, sino en la relación con su esposo. Yo me inicié en la lectura… mmm…Me inició mi esposo…
que yo en realidad no elegí ningún libro. Él un día me llevó un libro de recién casados y me dijo
«lee ese libro, está bonito». Ese libro está escrito por un escritor ruso, Ivan Turguenev, y se
llama «Aguas primaverales». Y ese libro lo he guardado por más de cincuenta años y hace
poco lo volví a leer y me gustó mucho como la primera vez. Es un libro muy bonito. Y de ahí en
adelante me gustó la lectura y no sólo la lectura sino la poesía porque mi esposo me enseñó
a leer poesía. Y de ahí he leído, no recuerdo los nombres, pero he leído bastantes libritos. Yo
creo que (mi esposo) ya lo había leído (el libro de Turguenev). Era una persona culta con
quien se podía hablar de muchos temas. Leía periódico, libros... sabía hablar francés por razo-
nes de sus estudios y luego tuvo que aprender inglés. Al morir estaba estudiando alemán por
su cuenta (me mostró un paquete de libros y un curso de alemán).
Había una gran diferencia de edad y nivel educativo entre O (f84) de 17 años y su esposo de
42. El enlace la hizo pasar de una familia a otra en la que el marido tenía el rol más relevante.
Yo nada más estudié hasta la preparatoria, lo demás lo aprendí de mi esposo. Él me enseñó
muchas cosas. Me compartió de sus conocimientos bastante. Me enseñó a trabajar, los nego-
cios… Él fue mi maestro en eso… Como yo no conocí un papá, mi esposo fue para mí maestro,
padre, marido. También lo fue porque era mayor que yo. Él me enseñó a leer buenos libros.
Me platicaba mucho de su profesión que era la medicina y cuando tuvimos un negocio, una
farmacia, me enseñó a hacer las cosas que se hacían ahí: recetas, ungüentos, linimentos, píl-
doras, supositorios, cápsulas, papeles para tomar polvitos, y todo eso. Fue algo que me gustó
y que me enseñó muchas cosas. No tuve que tomar un curso, él me enseñó.
La farmacia fue el negocio de la pareja y O (f84) trabajó en él durante cincuenta años. Des-
pués fue empleada en Kodak de México y durante tres o cuatro años más trabajó con un fo-
tógrafo en un famoso restaurant de la Ciudad de México. Luego de casi sesenta años de tra-
Después de Aguas primaverales he leído muchos libros. Los que me han dejado huella son Las
llaves del Reino, El gran León de Dios, Los tres mosqueteros y libros de poesía. Los libros los
llevaba mi esposo. Teníamos una biblioteca muy surtida porque él leía mucho. Antes de tener
hijos había un poco más de tiempo. Después sólo él leía. Podía leer más en su consultorio
cuando no tenía pacientes. Leía de todo. Leía de literatura, de historia. Luego me platicaba de
lo que leía. Me comentaba mucho acerca de la medicina, de las cosas nuevas que se hacían.
También me daba a leer poesía. Él era muy afecto a la poesía. Incluso escribió muchos versos,
aunque nunca he tomado el empeño de juntarlos, de hacer un libro.
Las nochebuenas eran una velada de poesía. Un matrimonio amigo, mi cuñado y mi esposo
eran tan asiduos que luego de la cena era una velada de poesía hasta el amanecer. Mi esposo
se necesita para hacer poesía. A mí eso me dejó algo que cuando mi esposo murió escribí
unos pequeños versos referentes a su muerte pero ya no seguí, porque no, porque se necesita
tener una cultura amplia. Esos versos los escribí para mí, los tengo guardados, ni siquiera mis
hijos los conocen. Cuando yo me muera tal vez los encuentren (risa).
A una pregunta a boca de jarro durante la entrevista colectiva O (f84) comentó el presidente
Fox se ve que leía poco, decía muchas barbaridades. Cada vez que hablaba la regaba. Eso
habla mal hasta del país. La lectura, dijo, te cultiva más; aprendes vocabulario. Siempre tie-
nes de qué hablar. Yo creo que la gente adicta a la cultura se cultiva aunque no vaya a la es-
cuela. Conozco a muchos profesionistas que escriben con faltas de ortografía. Con la lectura
conoces muchos lugares. Cuando menos aprendes geografía.
Con respecto a la prensa, O (f84) comenta que desde que se casaron tuvieron una suscrip-
ción a El Universal. Lo leíamos y compartíamos la lectura. Después de desayunar general-
mente leíamos periódicos porque luego nos íbamos y regresábamos muy tarde. Actualmente
ya no está suscrita a la prensa ni la compra. Compraba [la edición] dominical de El Universal
que es más amplio, gordo. Luego ya no nos interesó porque en la cuestión de noticias los no-
ticieros de la televisión nos daban esa información.
Cuando la señora O (f84) quedó viuda tuvo que hacer frente al negocio ella sola para que sus
hijos lograran hacer carrera universitaria. Tres son médicos y una es abogada. Todos leen,
aunque el mayor es quien más lo practica. Era médico pero aprendió a tocar piano y tomó
clases de canto. En la música estaba uno de sus mayores intereses y sabía mucho de su his-
toria y de la ópera. La hija abogada vive desde hace treinta años en Francia. Ella venía y yo la
visitaba y en esas visitas me introdujo con sus amistades que no hablan español. Ella siempre
estaba de intérprete y me decía que se cansaba de traducir y me dije qué necesidad hay y si
tengo oportunidad de aprender y puedo hacerlo pues voy a intentarlo. Entonces me inscribí a
francés en el Politécnico y estudié tres años. Adelanté algo porque incluso presenté un exa-
men en la Alianza Francesa y pasé el examen... Pero sólo cuando voy a Francia lo practico o
cuando les hablo por teléfono a las amigas.
Ahora uso la computadora. Apenas me regaló mi hija, hace pocos días, una computadora y
estoy tratando de aprender. Hace tiempo que tengo celular y como uno de mis hijos me rega-
ló un teléfono más completo, recientemente he aprendido a chatear con mis nietos y con las
amigas. Uno de los nietos abrió una página y todos los nietos me mandan mensaje por ahí. Yo
los contesto. Así todos nos informamos, nos comunicamos de lo que hacen todos. Es divertido
y es entretenido. Me gusta porque es el medio para que mis nietos se comuniquen entre ellos
y yo con ellos también.
Actualmente casi no compro libros. Compro, pero lo hago para regalar. Luego de la muerte de
mi hijo empecé a leer mucho acerca de la muerte. Primero un amigo me regaló un libro de
Jorge Bucay «El camino de las lágrimas». Y de ahí empecé a adquirir otros no sé cómo. Los
busqué o me los recomendaron, no sé. No me acuerdo. Luego me dieron más libros «cuando
un amigo se va» (de M.A. Garibay Morales), «Déjalos ir con amor. La aceptación del duelo»
(Nancy O´Connor), «Francesco» (Yohana García). Luego entré a un grupo de padres en duelo
y de ese grupo se escribió un libro con todas nuestras historias y eso fue lo que cerró mi lectu-
ra de esos temas. Ese libro lo dirigió una maestra que era la única que no había perdido un
hijo. La maestra era muy asidua y empezaron a escribir el libro. Luego se hizo la presentación
en una casa de cultura y luego en la universidad donde trabaja la maestra. Ella nos entrevis-
taba y escribía los textos con nuestras vivencias. Grababa, escribía y luego se revisaba el libro
antes de editarlo.
A veces sí tengo muchas cosas que leer. Tengo unas amigas en Francia que me mandan libros
en francés que, ¡ay, cómo me entretienen!, porque no puedo leerlos de corrido como en espa-
ñol y si me mandan un libro pues quiero leerlo y comentarles y decirles que ya lo leí. El primer
libro en francés que recibí fue de un maestro. El francés es muy difícil, tengo que sacar el dic-
es tanto. Mi biblioteca parece una bodega. Está llena de triques. Lo primero que enseña son
los libros sobre el duelo, incluido el del grupo de autoayuda. La biblioteca no está ordenada,
son los libros de mi esposo. A veces los compraba nuevos, pero también viejos. Compraba
novela, mire el Vizconde de Bragelonne, También hay de escritores mexicanos... Los que esta-
ban más feos los he mandado encuadernar... Algunos son de mis hijos... Hay libros de medici-
na… Algunos los he regalado… Hay libros de historia y enciclopedias. Aquí está el «Ulises crio-
llo» de Vasconcelos. Ése lo leí en mis principios. También he leído historias de Cristo…
Otra participante de la entrevista, un año mayor que O (f84), cuenta una historia parecida en
cuanto a la lectura. Se casó al terminar el segundo año de secundaria, también a los 17 años,
esposo con frecuencia pasaba las noches en el cuartel al que estaba asignado. Para poder
compartir algo con él, I (f85) trataba de velar en casa, pero sin mucho que hacer, le era muy
esposo por Paul Feval se sumó la de I (f85) por Alejandro Dumas de quien leyó en esos años
sus principales novelas.
Resulta muy interesante la iniciación a la lectura de estas mujeres de clase media. La escue-
la les dotó de la habilidad de leer y comprender una lectura, aunque fue la relación con los
esposos lo que las impulsó a hacer de la lectura un recurso para conducir esa relación. Con el
la lectura, según el momento que vivían y sus responsabilidades familiares. Ahora O (f84) lee
en francés para corresponder a las amistades que ha hecho en Francia y la señora I (f85) es-
tudia la preparatoria, un anhelo muchos años pospuesto. Ambas tienen sus bibliotecas don-
de se encuentran sus libros propios y también los que los recuerdan a sus esposos aunque
no los hayan leído. Incuso se han aventurado a usar los medios digitales, mas no se mues-
tran muy seguras al hacerlo.
comunicación, intercambio, diálogo, contacto, así se haga como una actividad pasiva y apa-
rentemente solitaria. Decimos algo al seleccionar una lectura o al dejarla a la mitad, nos pre-
-
sociales personales o micro. La lectura es una expresión personal. Somos socializados en una
forma de leer, usamos técnicas aprendidas en la escuela en una determinada época, nos
acercamos más fácilmente a algunas lecturas según seamos hombres o mujeres, niños o
adultos mayores, universitarios o habitantes de la calle. No somos indiferentes a la época, a
la condición de social o al formato disponible.
La íntima relación de la lectura con el contexto cultural ha sido puesta en evidencia por estu-
diosos como Roger Chartier3. Elsie Rockwell propone el concepto de práctica cultural para
comprender el sentido de la lectura: «El concepto de práctica cultural sirve de puente entre
los recursos culturales y la evidencia observable de los actos de leer en cierto contexto. Los
fragmentos de textos y de registros de lo cotidiano que recogemos son inteligibles sólo
como se desprende del mismo título del artículo en donde enuncia el concepto, tiene un
sentido hermenéutico —«La lectura como práctica cultural: conceptos para el estudio de los
Entender la lectura como una relación social nos invita a observar a los practicantes de la
lectura práctica social, los contextos en que la realizan y quienes les acompañan o interpelan
con el mismo acto de leer. En sus ambientes de trabajo, estudio o recreación percibimos las
razones de sus elecciones, el aprecio que tienen por la lectura y el papel de las instituciones
públicas y privadas en la formación y ejercicio del acto de leer. Por otra parte, sus historias de
Leer, para gran parte de las entrevistadas en este estudio, es un hecho de gran trascendencia
y el objeto libro está envuelto de un velo de legitimidad indiscutible y a veces atemorizante.
La lectura es imprescindible en sus vidas cotidianas aunque aprecian de diferente manera
leer algunos textos frente a otros. Las señoras invitadas a hablar de la lectura valoraron más
un título religioso de entre un conjunto de libros que se les pidió que jerarquizaran. Libros de
-
ron qué lugar asignar a una novela de Jorge Amado. Jóvenes universitarios a los que se les
pidió que hicieran el mismo ejercicio ordenaron los libros de modo diferente dando a los de
señoras como los jóvenes, lo jerarquizaron de manera semejante colocando la prensa roja en
lo más bajo de su escala. En el fondo lo que dejó ver el ejercicio es que, no obstante, practicar
la lectura todos los días con diversos medios y formatos, por lo común se termina distin-
-
mentales.
Sin embargo, pese a que haya materiales más apreciados que otros, siempre son un medio
3. Prácticamente toda la obra de Chartier supone observar la lectura como un acto cultural. En los diálogos sostenidos por Chartier con los
mexicanos Carlos Aguirre Anaya, Jesús Anaya Rosique, Daniel Goldin y Antonio Saborit (1999) se expone de una manera exquisita este punto.
-
te, el trabajo o la experiencia de la participación política y es, a su vez, fruto de la interacción
que nos relacionemos o las situaciones que vivamos. La lectura es tanto una práctica utilitaria
social e interpersonal. Está asociada a imágenes o valoraciones que cambian en cada momen-
La distinción entre la lectura como una técnica y la lectura como práctica social tiene impor-
tantes implicaciones metodológicas. La primera noción nos lleva a centrarnos en la acción de
leer, la forma de adquirir esa habilidad o las implicaciones cognitivas. La segunda en las rela-
ciones que la lectura implica: trabajo, educación, familia… En este sentido, la lectura es un
-
ca de la lectura en un tiempo y contexto determinados, de ahí la importancia que se ha dado
a la etnografía en los estudios de literacidad.4 Leemos fragmentos que integramos en un
cuadro más complejo y en el que los demás también se ven afectados. Por eso la etnografía
de la lectura supone la composición amplia del entorno social del lector y su propio desarro-
llo histórico. Este trabajo, con el apoyo de Delia Sánchez y Jennifer Villegas, busca compren-
der el espacio de la lectura; observa y pregunta cómo es el acercamiento a los textos, quién
5
Los diversos modos de leer son entonces diversos modos de relacionarse socialmente y de
interaccionar con los otros. Constituye un objeto político, comercial o simbólico y se forja en
el día a día de cada uno de nosotros.
4. Con más precisión podemos decir en los Nuevos Estudios de Literacidad NEL (NLS en inglés) desarrollados originalmente en Reino Unido.
James P. Gee y Brian Street son algunos de sus principales impulsores. Los Nuevos Estudios de Literacidad abordan el tema desde lo socio
histórico y psicológico. La antropología retoma esta conceptualización teórica ligada a una aproximación metodológica basada en la
etnografía y los estudios comparativos.
claro que los libros eran una ventana que les mostraba el mundo exterior; constituía una ten-
sión entre el mundo privado que las impulsaba a leer y el mundo de lo público que se manifes-
taba en el contenido de las novelas, libros religiosos, revistas o periódicos.
La socialización en la lectura de los pequeños ahora se realiza con una batería muy grande de
recursos y su desarrollo como individuos se relaciona estrechamente con sus prácticas lec-
toras. Una de las claves de la adquisición de la lectura está en cómo ésta se convierte en un
modo de relación con sus padres y con otros niños. Así la lectura más que depender de la
adquisición de una técnica es un modo de conversar con los padres por otros medios, siem-
pre que los padres estén dispuestos también a utilizar este recurso.
P (m21), Y (f19), M (f13), S (m10), A (f8) y B (m5) son hijos de profesores universitarios con
posgrado. Acudieron o acuden todos a escuelas privadas y han vivido rodeados de libros des-
de pequeños. Los mediadores en la lectura son principalmente sus padres, de modo que la
lectura cuando eran pequeños era una actividad doméstica, familiar. Sin embargo la escuela
también ha tenido un papel importante al ser la gran institución habilitadora a la que los pa-
dres vigilan o supervisan no sin contradicciones. Leer, en el caso de estos niños y jóvenes, ha
sido un proceso casi natural pero muy supervisado, de modo que ese ejercicio de libertad
posible poner atención tanto en los pequeños como en el clima creado por los progenitores
-
tar chicos de diferentes edades hace visibles distintos aspectos de la relación de la lectura
con su proceso de socialización familiar y de apertura al espacio público.
diferentes han ido conduciendo sus carreras profesionales hacia el terreno de la educación. Se
conocieron en clases de idiomas y, a partir del tema de la entrevista, la esposa recordó que ini-
hijos, la madre había iniciado una actividad como promotora de ferias de libro escolares y de la
-
tores donde los libros no son sólo algo familiar sino una forma de expresión fundamental, su
interés por los libros no es económico sino afectivo, profesional y artístico, una actitud compar-
tida plenamente con su esposo. Por ello los hijos nacieron en un ambiente de libros, en el que
Al hijo mayor esperaron a leerle un breve tiempo, pero la hermana se sumó casi de recién
nacida a la participación de la lectura de dos cuentos para dormir, una costumbre que se
-
te natural. Los libros estaban disponibles en muebles adecuados a su estatura y formaban
parte de su entorno personal. Poco a poco la colección se incrementaba a partir de sus pro-
pias decisiones. Iba la familia a las librerías y desde muy pequeños elegían sus libros —de
aviones o del cosmos, el chico, y de bello lenguaje, la hija— que los padres procuraban que
al grado que la hija hablaba bellamente —casi en rima, dice la madre— desde muy pequeña.
La adquisición de la escritura fue muy temprana. Ambos hijos aprendieron a leer entre los
cuatro y los cinco años de edad, casi de manera espontánea. Un día, el mayor sorprendió a
La hermana aprendió también sin sufrimiento, de manera placentera, con el añadido de que
su escritura fue mejor, más pausada y de gran contenido.
La lectura, los amigos y la Internet fueron para ellos de mayor interés y aprecio que la televi-
sión. Al terminar la primaria, los chicos leían libros que parecían ser para mayores y luego si-
guieron leyendo por su cuenta, aunque en la adolescencia, el mayor, más interesado en la
lectura y la escritura: los amigos de mis hijos son lectores y ahora escritores.
Hoy los hijos estudian sus licenciaturas en una universidad pública, él, una ingeniería; y ella,
relaciones internacionales. Su interés por los idiomas es parte de su visión amplia del mun-
juicios sociales y políticos y conocimientos valiosos, por ejemplo la hija ha estudiado corea-
no sólo en la red y cuenta ya con una apreciable habilitación en esa lengua.
M (f13) y A (f8) son hermanas. Son parte de una familia nuclear integrada por los padres y
las dos hijas, pero la abuela materna se integra al núcleo familiar seis meses al año. Aunque
la entrevista se realizó a la madre, pasa casi indistintamente del singular al plural, como si
fueran ambos padres quienes hablaran. Desde el momento que existía M (f13) —dice la ma-
dre— le hablamos en el vientre. Le decía lo que hacíamos, a dónde íbamos, qué íbamos a
hacer. Tuvo nombre antes de nacer y por eso me dirigía a ella como M. Y su padre también. Al
hace con gran cantidad de palabras, tal vez porque nosotros hablamos así, además ellas
—las dos hijas— oyen lo que decimos en clases, congresos, seminarios. Les buscamos cuen-
tos y música en otros idiomas de México, mixteco, zapoteco y también de otras partes del
mundo. Creemos que son ciudadanos del mundo.
La madre describe a M (f13) como muy curiosa, es muy intelectual. Le interesan las cuestio-
tierra. Le gustan los libros, la música, el cine, los viajes, los idiomas, las costumbres de ciertos
lugares. Es muy sociable. Siempre sale con amigos aunque tenga distinto trato con ellos. Los
que más aprecia son los que comparten sus intereses y esto tiene que ver con los libros. Me he
dado cuenta que sus amigos más cercanos o los más queridos, son con los que comparten
ciertos intereses por la literatura. Le gusta la escuela. Tiene un desarrollo conversacional que
facilita departir con los adultos. Su lenguaje es muy amplio, por ejemplo, sabía que eran las
habichuelas porque lo habíamos leído en los libros y pidió que se le explicara qué eran.
Con A (f8) seguimos la misma dinámica pero ya con el apoyo de su hermana. También desde
el vientre le hablamos y a pesar de ser bebés le explicábamos todo, por ejemplo, cuando la
dejamos en la guardería le dijimos que era un sitio con personas que la iban a cuidar, con la
lógica de que a pesar de que no entendía las palabras si percibía la intención, la emoción con
la que les estás hablando. A (f8) es muy parecida a su hermana, pero es más observadora.
Observaba qué hacíamos, cómo hablamos, cómo nos movíamos, qué decíamos y de pronto
descubrimos que estaba repitiendo ciertos patrones, incluso del lenguaje. A los tres años
construía oraciones muy formales.
Las dos hablaron muy bien, aunque A (f8) tuvo un problema con la pronunciación de las erres
que, dice su madre, ella misma encontró una manera de resolver. Le interesa la ciencia, cómo
se soluciona un problema. Más que la fantasía le interesa la lógica. Es muy social, menos
abierta que la otra pero, una vez que se abre, es muy expresiva.
No hemos sido unos padres que les dejan a ellas libre elección con los dispositivos electróni-
cos. Hemos tratado de regular los tiempos y no las dejamos a libre demanda porque no cree-
mos que debamos dejarlas que se enchufen a los juegos electrónicos.
¿Cuándo se integraron a los juegos electrónicos? Siempre han estado con ellas, nosotros, sus
padres teníamos computadoras, hacíamos tesis. Empezamos con juegos didácticos. Juegos
camino de la lectura», que les enseñaba a construir personajes y les premiaba con palabras
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menzaron a elegir juegos, incluso más comerciales. Por supuesto que juegan las cosas que
Disney pone a disposición en su plataforma, pero no le han ganado a los otros juegos, más
bien los han integrado. A M (f13) más que jugar, le atrae experimentar cosas de diseño. La
otra si está en los juegos de resolver cosas o de llegar a una meta.
Esas niñas nacieron entre libros. Desde antes de nacer habíamos elegido libros para ellas.
Creo que nacen en un momento muy afortunado de la producción literaria infantil de nuestro
país porque hay muchas cosas que elegir y no se tuvieron que conformar con las compilacio-
nes de cuentos o una literatura muy escogida. Hay muchas opciones de libros, de presenta-
ciones. De recién nacidas teníamos la costumbre de leerles algo, de llevarlas a librerías y de
preguntarles qué quieren y creo que percibieron nuestra pasión y gusto por los libros. Yo ya
hubiera querido sus bibliotecas cuando estaba en la licenciatura. Es bastante variada y a par-
tir de cierto momento ya les dejamos elegir. M (f13) comenzó a elegir desde los 3 años, inclu-
so guardaba dinero o le dábamos para su alcancía que vaciaba cuando íbamos a alguna feria
de libro. Llevaba su bolsita de dinero y escogía, claro que bajo nuestra supervisión. Por ejem-
plo la colección de CONAFE de cuentos de diferentes regiones del país. Incluso cassetes y cds.
A (f8) llegó en mejor condición porque ya estaba la biblioteca de la hermana y también, más
o menos a los tres años, comienza a elegir. Y hacen selecciones. Por ejemplo de Luis Pescetti,
divertido, irreverente y por la música. Es un autor que distinguen por su nombre. La mayor
comenta a J. K. Rowling, la autora de Harry Potter. Han ido escalando de libros sencillos a
cosas más complejas y elaboradas.
Las dos aprendieron a leer muy chiquitas. Con la mayor hice el ejercicio de lectura de textos
que sustituían palabras con imágenes. Utilicé libros que completaban las palabras con dibu-
jos. Así ella fue poniendo atención. Luego ella hacía como que leía. Fue un proceso muy visual.
A (f8) lee desde los cinco y, como su hermana, desde que aprendió a leer no podemos des-
prenderla de los libros. Con ella fue muy rápido, siempre vio libros, para ella fue siempre va-
mos a leer, vamos a leer. Lo primero que leyó fue un NO de eso de no estacionarse.
Nunca me han retado con la lectura. Son de compartir. Harry Potter por ejemplo llegó un poco
tarde de las manos de M (f13). Una de las películas (de la saga) le impactó mucho pero, a los
10 años, un verano, le llevé un libro y lo leyó en dos días y pidió los que siguen y leyó los 7 li-
bros en unas vacaciones de verano y ahora los relee y siempre encuentra detalles nuevos. E
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sas diferentes a la película.
En la secundaria le pidieron a su grupo que leyeran 10 libros en todo el año, pero para mi hija
eso es muy poco. Afortunadamente les han puesto lecturas interesantes como Las batallas
en el desierto. Y llega conmigo a pedirme que lo comentemos y me hace leerlo. Un día com-
pré un libro titulado Querido hijo estás despedido. El título le causó mucha inquietud y me
daba de vueltas cuando lo leía. Entonces tomó el libro y comenzó a leerlo. Incluso le causó
sorpresa que se echara a un hijo y lo hablamos. A veces ella pregunta si considero que ya
puede leer un libro. Generalmente le digo que lo lea y luego lo comentamos.
A (f8) es más reservada. Ella sí lee para ella. Pero después viene y te dice «lee esta parte», te
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tas difíciles. Me ha preguntado ¿qué es la verdad? ¿Qué es el amor? Incluso llega a hacer la
pregunta después de haber hecho una investigación.
La lectura electrónica se les da menos. La leen pero están enganchadas al libro físico porque
lo pueden llevar y traer a donde quieran. Se esconden y están leyendo. También porque no
tienen el libro electrónico a su disposición. Los dispositivos los ven como vehículos para jugar
o investigar, pero no los ven tan asociados a la lectura.
S (m10) nació y pasó sus primeros años en una familia compuesta por los abuelos maternos,
la madre, la tía y él. Ahora vive sólo con su madre pero mantiene una buena relación con los
abuelos y la tía a quienes visita con frecuencia. La madre de S (m10) lo describe como un
el menú; está haciendo una revista con actividades para compartirla con los amigos. Todo el
tiempo tiene que estar ocupado, planeando, pensando. No le gustan los deportes tanto como
leer y escribir. Aunque pasa mucho tiempo solo eso le ha ayudado a descubrirse. Y lo ha he-
Cuando S (m10) nació, vivíamos en casa de mis papás y yo estaba estudiando. Mi hermana
pequeña estaba empezando a leer Harry Potter y mis lecturas de la Universidad llenaban
mi casa de libros. No recuerdo que mis padres leyeran, pero creo que mi hijo nació entre li-
bros. También le comprábamos libros que él tomaba en sus manos como juguetes y como
había libros para la cama, para la bañera, para la hora de comer, siempre le gustaba tener-
los cerca.
Al salir o al ir a jugueterías pedía acercarse a librerías sobre todo a los espacios infantiles. Por
eso tanto en casa como fuera buscaba los libros.
Al principio tuvo muchos juguetes obsequiados: peluches, libros, carritos irrompibles para
bebés. Después le llamaron la atención los aviones más que los autos y tenía bloques de
construcción, primero grandes y luego más pequeños según la edad. Se entretenía mucho
con ellos. Y también pedía libros. Una vez le regalaron unos que tenían sonido, otros eran in-
teractivos, otros tenían cassettes o un dispositivo de sonido. Luego les perdió el interés. Los
que conserva hasta la fecha son unos libros pequeños con un empaque en forma de cartón de
leche, ésos los encontró en la biblioteca personal de su madrina.
Siempre tuvo un lenguaje raro. Cuando llegó el bebé a casa nos llenamos de muchas visitas y
de un ambiente muy festivo y creo que estar en contacto con esas emociones, con los gestos,
con el contacto físico, le ayudó a desarrollar un lenguaje muy emotivo. Yo obsesivamente
anotaba sus primeras frases y eran cortas pero de emoción, de sorpresas, de alegría, de enfa-
do… decía ¡no es justo! O ¿te parece?
Y sacaba palabras raras como «b de aldabón». Creo que los programas de televisión fueron
importantes, como un programa de la BBC. Y ponía mucha atención en las costumbres, en las
palabras. Y creo que atender esos programas hizo que desarrollara una estructura como de
lengua inglesa.
Era fácil que hiciera amigos. Se presentaba «soy S y me gustan los aviones». Si alguien tenía
un libro servía de nexo para hablarles. Le llamaban la atención los rasgos diferentes como el
cabello rojo.
La televisión fue muy importante. Buscábamos canales educativos. Aprendía nuevas palabras
y siempre se enfocaba a alguna comida rara o a algún artefacto. Él siempre veía diferencias.
En casa empezó a ver la computadora. Yo la usaba todo el tiempo y no le dejaba que la toca-
ra. Nunca tuvo algo que fuera sólo de él. Pero empezó a usar los teléfonos inteligentes y fácil
entendió como escuchar música o ver fotos o tomarlas (5-6 años).
Desde muy chiquito decía que se ponía a leer y lo hacía en todas partes, en el piso, en la mesa.
Pero aprender las letras, descifrarlas, le costó trabajo, creo que en la escuela le ponían poca
atención. Eso me desesperó, lo cambié de escuela tres veces (dos eran públicas). Las maes-
tras decían que mis expectativas eran muy altas, erróneamente creían que yo quería que S
(m10) supiera de ciencias, que supiera de computación o las tablas, pero para mí lo importan-
te es que lo estimularan de otra manera, que no perdiera el interés de aprender, que no le
fastidiara hacer tareas. Yo estaba bien servida con que escribiera su nombre, pero se enfoca-
ban a otras cosas que S (m10) no sabía hacer bien. En una escuela pública se enfocaban más
a la motricidad, a los cantos y juegos.
Cuando lo cambié a una escuela privada me pidieron que supiera leer y escribir para estar en
primer año. Y en unas vacaciones, su abuela y una tía le enseñaron a leer. Aprendió a leer frases,
decían que ése era el método actual. Memorizaba una tabla y de ahí pasaba a las frases.
Del mundo ajeno a la casa lo que más le interesaba eran las bibliotecas. En el parque de la
casa había una y como veía en los programas de televisión que los niños iban solos a la biblio-
teca él lo intentó también. Se hizo de su credencial y sacaba libros y eso lo motivaba mucho.
Entonces pidió que cuando fuéramos a un parque me asegurara que hubiera una biblioteca.
Lo que más le gustaba leer al principio eran libros de dinosaurios, luego cuentos y novelas.
Leía un libro cada semana. Cuando yo llegaba de la universidad me preguntaba qué había en
las fotocopias y yo le platicaba y luego él me leía lo que según él decían los textos.
No recuerdo que rechazara una lectura, pero lo hacía sutilmente. Por ejemplo, mis lecturas en
blanco y negro. Si yo leía algo de mis lecturas, él me proponía otras e iba por sus libros. A ve-
ces los temas son duros para mí como la falta de padre o los problemas para relacionarse. Yo
no se los hubiera sugerido pero él los tomaba y tal vez es la manera de decirme que charle-
mos. Habría temas que yo no quisiera tratar y por medio de los libros me pide que los trate
con él.
Los padres de B (m5) son una pareja de académicos del campo de las ciencias sociales. Ambos
son doctores. Constituyen junto con B (m5) una familia nuclear. El niño llegó tras 10 años de
vida en pareja y fue resultado de la decisión de procrear. Como pareja se consideran que cum-
plen con roles paritarios y que B (m5) es atendido en las mismas condiciones por los dos.
la escuela esperan que termine ese año con esa habilidad adquirida. En realidad los padres
notan que en la escuela hay gran preocupación para que lea y escriba, en cambio ellos están
muy tranquilos. Saben que lo va a hacer en algún momento. Les interesa más que adquiera
el inglés. Ésa es una preocupación mayor. Algunos niños que terminaron el curso con B (m5)
ya leen.
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cias en algunas consonantes que no son preocupantes. No es un niño que practique activida-
des físicas. Sus compañeros tienen más habilidad motora que él, pero es muy inteligente.
Tiene un vocabulario muy amplio que los padres consideran que lo ha adquirido de ellos pero
no sólo de ellos. La madre comenta que hace poco la sorprendió diciéndole que «cerrara el
Sus padres trabajan con libros y con computadora y tableta y B (m5) ha crecido con estos
recursos como algo normal. Además en la escuela también lo han acercado a la computado-
muy pequeño y dicen los padres que su uso fue para él totalmente natural, inmediato. Ahora
reconoce los iconos, sabe de las posibilidades de la tableta, lo que puede ver solo, lo que pue-
de ver con sus padres, a lo que no puede ingresar. También maneja fácilmente la televisión y
el reproductor de video. Pasa con mucha facilidad de la televisión a la tableta y señalan que
ésta es realmente su preferida.
Aunque B (m5) no lee, él hace como si supiera. Por otra parte, está muy acostumbrado
al manejo de imágenes y comprende su lógica, por ejemplo, la de un mapa. Sabe ubicar
Europa, México o Japón y también sabe que cada país tiene un idioma. Ha viajado con
sus padres y eso también ha servido para que tenga ese conocimiento. El padre comenta
que cuando, recientemente, viajaron a Europa hizo saber que quería ir a París a ver la
torre Eiffel.
También ha tenido libros de bebé, de tela, con dibujos, con alguna letra, con texto. Y aunque
los libros siempre han estado presentes en la vida de B (m5) no son de su preferencia, «le
tableta a los libros. Esto, explica el padre, puede deberse a la calidad de las narraciones de
unos y otros. Es difícil comparar la narrativa de Disney a lo que B (m5) puede encontrar en un
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de cuentos. Pero aun así la calidad de la información que recibe de la tableta no tiene compa-
ración. Por ello la relación con los libros ha pasado a un segundo plano.
B (m5) se interesa por las imágenes. Cuando salen a la calle pregunta por los anuncios de
las calles. El padre comenta que le sorprendió hace poco cuando vio una grúa en la calle y
había unas letras japonesas y de ello sacó la conclusión. Conectó lo que había visto de la
película Cars II que tiene que ver con ese país y también que su madre había hecho un via-
je a Japón.
¿Es la lectura un resultado de la imitación o de la curiosidad? ¿Negocian los hijos leer o se ven
impulsados por su propio interés por conocer el mundo? ¿Cuánto hay de pulsión por la lectu-
ante los demás? Es difícil contestar en forma contundente estas preguntas. Gran parte del
desarrollo de los pequeños supone algunas o todas estas razones, aunque con el paso de los
Más que decir de estos seis casos que la infancia es destino, lo que podríamos advertir es
-
cer en medio de un mundo de conocimiento y que ellos se integraran a ese mundo. Son ni-
ños deseados, bien recibidos por sus padres y sus familias y rodeados de los medios para
poder desarrollarse. La socialización en la lectura de los hijos de intelectuales, para quienes
la lectura es una actividad cotidiana y profesional, se realiza en sus hijos normalmente, sin
impaciencia, esforzándose en rodear la actividad de placer y juego. Leer fue en ellos una ac-
tividad dada por supuesta, pero hay distintas maneras de expresarlas. Los chicos mayores (P
m21, Y f19,M f13 y A f8) aprendieron a leer casi naturalmente y sus padres consideran que
no hubo presión en ello pero sí un entorno que en cada momento les estimulaba a ello. Antes
de descifrar las letras vivían en un medio estimulante de libros, juegos, recursos. La madre de
S (m10), en cambio, vivía con aprensión su tardanza en leer porque pensaba que eso le priva-
ba de un orden, una disciplina. Leer, más que conocimientos, le aportaría una forma de ser y
de B (m5) no tienen tal preocupación. Saben que va a leer. Les causa más desvelo la adquisi-
ción del inglés.
En estos chicos y en todos los lectores, la lectura es un espacio de libertad que ellos han ejer-
cido desde muy pequeños. Es una libertad cuidada, más claramente, negociada. Y (f19) es
una joven satisfecha por la educación que le han dado sus padres pero no deja de reconocer
que al elegir libros sentía el peso de la orientación de su madre, muy preocupada por la inte-
gralidad del producto: forma, contenido, diseño, impresión, etcétera. La libertad de elegir li-
bros es parte de la experiencia infantil de las dos niñas de 13 y 8 años, pero también en S
(m10) como en B (m5). Conforme han ido creciendo, la lectura se ve con más claridad como
una forma de relación. Las niñas preguntan, llegan con la madre o el padre a resolver una
duda o a pedirles que lean algo que ellas ya han hecho y así poderlo comentar. Los padres
vigilan, autorizan y en todo caso negocian. S (m10) usa la lectura para hablar de temas de los
que su madre no le habla directamente. Proponer una lectura es proponer un tema, es saber
algo más, sobre todo de sí mismo. B (m5) juega, investiga. Está en un ambiente sumamente
visual y sus elecciones son sobre las narrativas que más le hacen disfrutar y donde los libros
parecen estar en desventaja.
En todos estos casos, el papel de la familia y el ambiente profesional de los padres parece
haber sido decisivo en su formación como lectores. Sin embargo, la escuela siempre ha esta-
do presente en su desarrollo ¿Cómo considerar el papel de esta institución en la formación
de lectores?
de la educación básica. Es un proceso amplio de varios años que supone lectura, escritura
oralidad, el conocimiento de sus características y el desarrollo de actitudes hacia el len-
guaje.7 «El programa de primer grado no señala que los niños deban leer de manera con-
vencional al concluir el primer año de primaria, sino que se busca ponerlos en contacto con
de primaria el que parece ser el momento principal de lo que la SEP llama alfabetización
inicial (op. cit. 42).
¿Cómo piensan los programas de la Secretaría de Educación Pública este momento? Los pla-
nes de estudio se sostienen en una visión integral de la educación básica (preescolar, prima-
ria y educación media básica) y de observaciones didácticas muy relevantes derivadas de
cierta madurez o adquirir algunas habilidades motoras; más bien, el reto está asociado al
hecho que los alumnos cuenten con las posibilidades de acceso y contacto al mundo de la
op. cit. 42).
-
-
ba —como lo hacen los programas actuales de la Secretaría de Educación Pública— que el
desarrollo inicial de la lectura y la escritura está vinculado a experiencias extraescolares que
-
so de la lengua escrita desborda la escuela y se realiza sobre todo en el ámbito familiar, por
ello «cuando los alumnos se encuentran en contextos familiares que favorecen las oportuni-
-
es que muchos niños no cuentan con estos ambientes alfabetizadores «para interactuar con
la lengua escrita y, por ende, para avanzar en sus conceptualizaciones acerca del sistema
ibid.).
7. Los planes de estudio de preescolar y primaria establecen los Estándares Curriculares de Español que suponen los siguientes componentes: 1.
Procesos de lectura e interpretación de textos. 2. Producción de textos escritos. 3. Producción de textos orales y participación en eventos
comunicativos. 4. Conocimiento de las características, de la función y del uso del lenguaje. 5. Actitudes hacia el lenguaje (SEP 2011a: 17 y
2011b: 17).
En las consideraciones de la SEP se menciona que antes de entrar a la escuela los niños han
pasado por un acercamiento al conocimiento de la escritura y lectura, observado en su con-
texto social, por medio de anuncios publicitarios, etiquetas, nombres de restaurantes y cen-
tros comerciales, entre otros, y aun sin saber leer y escribir convencionalmente pueden rea-
lizar inferencias de lo que puede decir un cierto texto. De este modo la SEP considera que su
papel en el proceso de alfabetización inicial es «dar continuidad a las habilidades y los cono-
-
ben pasar por todo un proceso para hacerlo de una manera que atienda los principios forma-
ibid.).
el trabajo consiste en que los alumnos vayan «conociendo y empleando las características
op. cit. 44).
La adquisición de la lecto-escritura puede pasar por varios momentos como los denomina-
proyectos didácticos del programa para primero y segundo grados de primaria fueron dise-
ñados bajo la premisa de que los niños incrementan su conocimiento sobre los textos y el
-
critura, por lo que no es necesario esperar a que los niños comprendan el principio alfabético
op. cit. 45).
sujetos capaces de construir sus conocimientos y que requieren de ciertas condiciones que
actual parte de una concepción del lenguaje que lo considera como una práctica social, lo
que deriva en múltiples formas de intervención docente planteadas en las dos formas de
ibid)8. Esto requiere que el maestro busque que los
8. En la sección Guía del Maestro de libro programa de primer año se establece lo siguiente: a) Dos modalidades de trabajo: «Para que las
prácticas sociales del lenguaje se conviertan en objetos de estudio en la escuela, los programas del campo de formación de Lenguaje y
comunicación establecen dos formas de trabajo en el aula: los proyectos didácticos, que es la principal estrategia didáctica que ocupa la
inicial se sostenga en «el empleo de textos auténticos (que se usan comúnmente en la so-
ciedad) se utilizan en el salón en sus portadores originales (cuentos, periódicos, revistas), y
Conviene resumir de lo presentado hasta aquí las características básicas del proceso de alfa-
betización inicial en los programas públicos de educación. 1. Se trata de un proceso amplio,
extendido en el tiempo, que arranca antes de la llegada de los menores a la escuela y que
tiene en el ambiente donde vive, principalmente en la familia, su principal empuje. 2. El pro-
ceso supone una concepción del lenguaje que abarca lectura, escritura y oralidad. 3. El len-
guaje es una práctica social y por tanto el aprendizaje de la lectura debe hacerse los más
cercano posible con los procesos reales, lo que supone que el alumno al leer comprenda el
texto y el contexto de acuerdo a las propias condiciones del lector. 4. No hay un método o
edad rígidos para desarrollar este proceso, pero sin duda hay pasos o etapas que se tienen
que satisfacer. Los alumnos deben distinguir la escritura de otros sistemas de comunicación
(que sus signos son arbitrarios y no representan formas, que se emplean linealmente, que se
requieren letras determinadas para escribir una palabra, etcétera); poco a poco el maestro
debe hacer comprender las reglas formales que rigen el lenguaje. 5. Debe colocarse a los
alumnos frente a textos reales y diversos. Este último punto tiene relación con el uso de
materiales como la publicidad, libros, revistas, periódicos.
a dos escuelas primarias del Distrito Federal, una pública y otra privada, podemos compren-
der aún más las contradicciones de la lectura.9
9. Durante un año la Mtra. Delia Sánchez Bonilla siguió el proceso de iniciación y fomento de la lectura en dos escuelas primarias del Distrito
Federal. Las observaciones de este capítulo se basan en su trabajo.
ción del lenguaje, de la enseñanza de la lógica y las reglas que lo rigen. Esta parte supuso una
entrega a un proceso de disciplinamiento de la mente y el cuerpo, del uso de la mano, de la
correcta escritura, de la realización de ejercicios que por muy ligados que se quisiera que es-
tuvieran a la vida, no dejaban de ser trabajos que buscaban comprender una regla, formalizar
saberes que, aparentemente, eran dispersos. Este papel se le reserva al maestro y de ello
deriva una condición incómoda. Mientras que la escuela y maestro se encargan del discipli-
namiento y la formación del alumno para conocer la lógica del lenguaje, el ámbito externo,
sobre todo el espacio doméstico, se entrega al placer de leer por el simple deseo de hacerlo.
El maestro disciplina al alumno, mientras que en casa los padres se dan a búsqueda de todos
los recursos propios o derivados de los medios o del mercado para crear o satisfacer el placer
de la lectura.
La diferencia entre el proceso que se realiza en casa y el que tiene lugar en la escuela permite
evocar algunos estudios que muestran diferentes sentidos de la lectoescritura. La lectura de
los libros sagrados tuvo y aún tiene un sentido diferente a la lectura íntima de poesía o nove-
la. Los estudiantes universitarios saben que hay lecturas que deben realizar obligadamente
aunque pueda tratarse de textos agradables, mientras que el campo de sus elecciones per-
sonales puede ser bastante diferente.
Hasta dónde este proceso de disciplinamiento es asumido por los pequeños se puede obser-
var en la actividad solicitada a niños de todos los grados de dos escuelas primarias —una
pública y otra privada— para que elaboraran dibujos bajo la única instrucción de «dibújate
conocer los lugares, los formatos, los géneros y los mediadores que estaban presentes en
sus escenas de lectura. Resulta interesante el cambio en los patrones con el tiempo: las lec-
turas cambiaban de formato de los cuentos a los periódicos, pero también la postura del
cuerpo; los gestos adquirían mayor seriedad, al igual que los espacios destinados a la lectu-
-
queñas de primer año se dibujó en el jardín. El libro aparecía junto con otros juegos mientras
la autora descansaba sobre el pasto. Había otros niños jugando y un perro echado cerca de
grado se dibujó con el cabello bien arreglado, sentada ante una mesa donde estaba un perió-
dico o una revista abierta. La corrección de la postura era notable y no había alrededor de ella
ningún elemento que pudiera distraerla de la práctica de leer.
El dibujo de la izquierda fue elaborado por una niña de primer año de primaria (EA). La
autora se imaginó leyendo en un jardín, descansando sobre el pasto, acompañada de
un adulto para conversar sobre un cuento. El dibujo de la derecha lo hizo una niña de
sexto año (EV). Se pinta a sí misma contenta, bien sentada y frente a un periódico. No
hay en el entorno nada que indique otro tipo de actividad.
La observación del proceso de alfabetización inicial y fomento a la lectura en las dos es-
cuelas primarias analizadas mostró un universo amplísimo de actividades: guías de lec-
tura (familiares y maestros como mediadores), pasatiempos ligados a las prácticas lec-
toras ( juegos, artes plásticas y escénicas), relatos (biografías lectoras), diarios
personales y colectivos (Facebook y diario escolar), actividades de investigación sobre
otras culturas así como materiales en otras lenguas (trabajos escolares). Son muchas las
actividades que tratan de dar un sentido a la capacidad de leer, de hacer que la lectura
sea una forma de relación social. Pero los resultados son inciertos porque es imposible
evitar la diversidad de valoraciones de la lectura que representa cada educando. No bas-
ta la preparación del maestro, los recursos tecnológicos o la oferta cultural; hay que to-
mar en cuenta la organización familiar, el tiempo libre, las exigencias y aspiraciones de
cada núcleo doméstico. Preguntando a algunos niños durante la edición 2013 de la Feria
del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) por qué habían asistido a ella, sus respuestas oscilaban
Por otra parte, la escuela no es sólo el espacio del maestro. Otros actores intervienen en
las actividades generando contradicciones y haciendo tambalear los objetivos de la edu-
cación. Un caso presenciado sobre la relación maestros con padres promotores de la lec-
tura (auspiciados por el proyecto IBBY de México10) es ilustrativo. Los padres de familia
fueron convocados por IBBY y la escuela para apoyar el desarrollo de la lectura. Varios de
exigía más que el tiempo y las habilidades que poseían. El ejercicio consistía en que el
-
yarla en voz alta durante una semana y después, ya en la escuela, debían leerla ante el
grupo de escolares. Luego, los padres voluntarios, con un gran esfuerzo de su parte, de-
bían llenar unos formatos y de esta forma registrar la experiencia. Al final la experiencia
de estos promotores de lectura no era la esperada por ambas partes. Algunos de los pa-
dres denunciaban el desinterés o menosprecio de los maestros por esta actividad: «Las
maestras llegaban tarde y las mamás voluntarias tenían que entrar a leer y el grupo no
quejaban de incapacidad de los padres: «No leen bien. No tienen la atención de los ni-
ños, no respetan los signos de puntuación, su tono no es el adecuado y a veces el espa-
La lectura, como reconoce el programa de la SEP, es una actividad iniciada antes del ingreso
a la escuela y los maestros son invitados a tomar nota de ello y aprovechar las experiencias
que ya han vivido los alumnos. Deben tomar en cuenta todas las prácticas de lectura, y no
-
dianas, para saber de qué manera las valoraban y por qué no todas eran registradas (leemos
gestos, imágenes, letras, vestuarios, instrucciones). Éstos son algunos ejemplos de lo que
leen los niños y que muchas veces no es tomado en cuenta en la escuela:
«Yo leo imágenes y, a veces, las letras de las biografías. Más que escribir, quiero que
«Yo leo de todo, pero más, números. Quiero ser presidenta de México, pero antes, cien-
«Yo leo a las personas. Me gusta mostrarles los personajes e historias que invento so-
bre ellos. Quiero ser youtuber
10. International Board on Books for Young People (IBBY) es una organización internacional dedicada al fomento de la lectura.
Las etnografías realizadas mostraron que la lectoescritura fuera de la escuela, estaba rela-
cionada con el juego, y además permitía a los niños, a veces, aislarse y en otras ocasiones
relacionarse con ciertas personas. Los niños, como individuos, buscan lecturas con las que se
sienten familiarizados —por los temas, los lugares y los personajes—, y cuando estas lectu-
ras les invitan a preguntarse por historias alejadas de su vida y sus relaciones cotidianas
buscan más información sobre esto, emprenden un ejercicio de comunicación, a veces por
medio de la web, para compartir lo aprendido.
Pero si fuera de la escuela los niños mostraban interés por ir a más en la lectura, en la EV —la
escuela pública— se nota la ansiedad en los maestros sobre su papel como mediadores o
como responsables del proceso de lectoescritura. Para ellos era difícil hablar sobre sus prác-
ticas lectoras, no estaban cómodos, se sentían evaluados con la presencia de una antropólo-
ga en la escuela. Según las evaluaciones de la SEP (y la prueba ENLACE) la escuela pública
estudiada no tenía un nivel alto y los docentes se esforzaban por mejorar, pero consideraban
resulta notable el gran número de alumnos que desde su punto de vista caen en esta catego-
ría (20%) y que según ellos debe tomarse en cuenta para evaluar con justicia su trabajo. Éste
es el comentario de una maestra:
«Es difícil trabajar con grupos donde hay tres o cuatro niños que requieren de atención
psicológica o neurológica, para trabajar de manera distinta. En cada grupo hay niños
con diagnóstico previo, que tienen el apoyo de la USAER (Unidad de Servicios de Apoyo
a la Educación Regular) pero hay otros con problemas de conducta y aprendizaje que
no están canalizados. Hay grupos con un desempeño notable, en donde el ambiente
construido por los niños es de respeto: no hay burlas, sobrenombres, ofensas o agresio-
nes físicas. Trabajan bien en equipos, en parejas o solos, incluso si la maestra tiene que
como un chico que no hacía sus tareas, leer les daba pereza, incluso miedo, por no cumplir
las expectativas de las autoridades. Esta situación era más común cuando el profesor sólo
había estudiado en la escuela normal. Si el maestro tenía una carrera diferente, su actitud
hacia la lectura cambiaba. En la escuela pública estudiada se recuperaron estos comentarios
sobre la lectura por parte de los maestros:
«Aunque la mayoría de los maestros somos jóvenes y con gustos similares, no a todos se
nos da eso de la lectura. Antes leía en Internet, hasta me animé a escribir una historia.
«Desde pequeña jugaba a ser maestra, esa idea me llevó a cursar la carrera, para apren-
positiva, era maestro. Mi primer trabajo fue en una escuela rural en Puebla, con libros de
texto pero sin niños en temporada de siembra. Después pasé veinte años como maes-
tra en el DF. Tengo unos meses en esta escuela con jornada ampliada y debo actualizar-
tareas escolares, los libros de texto gratuito requieren ejercicios sobre el conocimiento de su
medio, su propia historia y algunas proyecciones sobre su vida futura:
La familia como tema no importaba en la escuela de antaño. Los hijos sin padre no se
-
cias y a veces surgen catarsis para entender hechos y decisiones a su alrededor (Madre
de familia, EA).
Poco a poco la lectura adquiere en la escuela un sentido diferente al que puede tener en el
-
res. La lectura y la escritura mantienen algunos de estos objetivos en la escuela, pero tam-
bién empiezan a tener un valor en sí mismos. Si en la casa la lectura es una relación social, en
la escuela adquiere un valor en sí mismo que se evalúa en cuanto a la calidad con que se
realiza, un desplazamiento que ocurre casi de manera natural. Marx nos había hablado de
algo parecido en el caso de la mercancía: «El carácter misterioso de la forma mercancía estri-
37). La mercancía parece tener valor propio, un don natural, cuando es una relación social
que media entre los productores y el trabajo de la sociedad. En la actualidad podríamos
echar mano de la teoría de la agencia de Alfred Gell que equipara metafóricamente objeto y
sujeto, obra de arte y creador11 o de Ranciere quien habla de la muerte del autor y la conver-
sión de la obra en mito (1972: 61). De manera parecida a como lo propone Gell, el libro se
convierte en un objeto cultural activo, un artefacto al que se le va asignar un valor en sí mis-
mo y no sólo al objeto sino a las prácticas que lo producen: la lectura y la escritura. A partir de
la escuela el acto de leer y escribir supondrá un orden propio, algo que se debe hacer de un
También a partir de la escuela se dirá que quien lee mucho que es una persona culta, con
más elementos de juicio y, sobre todo, con más prestigio. La lectura comenzará a entender-
se como algo autónomo, una práctica neutral importante para el desarrollo personal y social
sin importar el ambiente en que se desarrolle. Sin embargo, este proceso de ontologización
de lectura no la priva de su otro carácter, el de ser un medio de relación social.
Así, más allá de ambientes muy precisos, la sociedad moderna ha llenado de contenido a la
lectura que parece como si ésta tuviera valor propio, como si fuera una actividad que involu-
cra sólo a los que la practican, cuando es un medio de relación entre muchos agentes. Preci-
samente es en la escuela donde se produce la fetichización de la lectura.
11. En 1998 Alfred Gell, antropólogo británico formado en el estructuralismo, publicó Art and Agency. An Anthropological Theory, un estudio
La escuela produce la radical separación entre la lectura formal y la lectura por placer. Alrede-
dor de los seis años, los adultos esperan que los niños lean y escriban, pero estas prácticas
no sólo son fomentadas en la escuela. El paso de la lectura como un medio de relación social
a una actividad que tiene valor en sí misma es casi imperceptible. Otros ambientes otorgan a
mismos niños.
«Mi hijo compró un libro con desafíos matemáticos, sabe lo que le gusta, va directo a
«Quisiera que mi hijo leyera más en cantidad y calidad. En la feria del libro de la escuela
«En nuestra familia los hábitos han pasado a través de cuatro generaciones: colecciona-
mos libros, asistimos con frecuencia al cine, al teatro y exposiciones. Nos organizamos,
convivimos y disfrutamos de algunas actividades aún con pocos recursos. La lectura es
un pasatiempo sano que no requiere salir de casa. Si podemos vamos a teatros, museos
-
liaridad, la seguridad y la capacidad para acceder a la información, para interactuar, para ex-
perimentar. Por eso las campañas de lectura, pese a su rigidez y formalismo, son vistas posi-
-
lia, EA).
«Un libro es como un amigo que te habla y te escucha, tiene mucho que mostrarte y te
Una frase dentro del salón de clases ilustra que ser lector o mostrarse como tal, en algunas
situaciones puede ser un distintivo:
los números de los especialistas —como las pruebas de PISA y ENLACE— y por otro, las
percepciones y las acciones de los maestros y los padres de familia en el día a día. Aunque las
encuestas sitúan a México lejos de los estándares aceptados, los padres de familia piensan
Como padres, como maestros, aún como niños, pensamos en un futuro mejor, en donde las
letras pueden ser un instrumento útil para ir por buen camino, pero ¿qué pasa con los casos
en donde las letras no nos salvan, en donde los primeros contactos con la lectoescritura no
son prometedoras sino dolorosas? Si la lectoescritura es un proceso acompañado en donde
se crean vínculos ¿pueden acaso romperse? ¿En qué contextos carecen de sentido?
actualización para los maestros de las escuelas públicas comprende también el manejo de
recursos digitales.
No obstante, estos medios son considerados como instrumentos docentes, como en otro
momento lo han sido el pizarrón y el gis. Hay muy pocas menciones a los contenidos digita-
les. Varios padres de familia entrevistados mencionaron el poco interés de los niños por las
clases de computación que recibían en la escuela. Los hijos de los intelectuales entrevista-
dos o los de la escuela privada explicaban este desafecto por la calidad de las computadoras
escolares, normalmente antiguas y con pobre conectividad. En el caso del uso de los equipos
en la escuela pública había poco interés y disponibilidad en el uso de los mismos por proble-
mas de horario o de falta de pericia de los profesores.
Con todo, los pequeños han ingresado al espacio virtual desde antes de ingresar a la escuela.
En la mayoría de los casos su llegada ha sido caótica, con escasa supervisión. Fue frecuente,
en el caso de los hijos de padres académicos, que ellos buscaran programas digitales para
facilitar su ingreso al mundo de la lecto-escritura. También los usaban como un medio infor-
mativo para que se acercaran a otras culturas y sobre todo que ampliaran su experimenta-
ción de la música o de otras lenguas.
De otra manera, los niños usan la red como recurso escolar aunque los maestros y las insti-
tuciones no muestran favoritismo por este recurso ni por el empleo de programas informáti-
cos. Saben que los niños buscan información en la red pero no les invitan con entusiasmo a
hacerlo. Parecen preferir el mundo analógico del papel al digital de la red. Mucho menos les
invitan a usar programas de cómputo en sus presentaciones orales. A veces consideran que
los niños no son capaces de hacer uso de estos recursos por ellos mismos y que en sus tra-
bajos está detrás la mano de los padres.
El distanciamiento y la falta de reconocimiento del campo virtual y de las redes hacen que
parezca desarrollarse al margen de la escuela. Sin embargo, los niños leen y escriben en es-
pacios no institucionalizados como las redes sociales:
«Recuerdo que antes escribíamos notitas a mano y las pasábamos en secreto para que
nos las viera la maestra, ahí comentábamos por escrito sobre nuestras vidas dentro o
fuera de la escuela. Es lo que ahora hacen mis alumnos pero con mensajes en celulares
Una mujer mayor, que participó en una entrevista grupal, al preguntarle qué era lo más re-
ciente que había leído contestó que los nombres de las calles cuando buscaba el lugar de la
cita de la reunión. En la modernidad la escritura constituye una atmósfera de la que es impo-
sible excluirnos, una multitud de mensajes y advertencias son descifradas constantemente
incluso por aquéllos cuyas habilidades lectoras son pobres o casi inexistentes. Pero ¿hay
algo más que el desciframiento de letreros y avisos entre las personas más alejadas de la
lectura como los habitantes de la calle?
La vida en la calle parece ser la experiencia más extrema del abandono y la marginalidad en la
Ciudad de México. La pobreza extrema12 en el Distrito Federal afectaba en 2012, según el Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), a 219 mil personas, el 2.5%
de la población. Una carencia, considerada en la medición de la pobreza, es el rezago educativo
que se calculó que la padecían 820 mil personas, el 9.2%. Las evaluaciones mostraban que esta
falta estaba decreciendo en el país y en el Distrito Federal pero a un menor ritmo que otras.
cuenta con la educación secundaria terminada y no asiste a la escuela. b) Población nacida hasta 1981 que no cuenta con la educación
¿Cuál es la relación de los habitantes de la calle con la lectura? A lo largo de un año, una joven
investigadora trabajó, primero como educadora de calle de una organización no guberna-
mental constituida para atender a este sector de la ciudad. Luego continuó su trabajo de
manera independiente. Como colaboradora de la ONG siguió los lineamientos de la misma
-
nido puntualmente sobre el tipo de contacto, los intercambios o servicios que podía ofrecer,
así como el lugar en el que debían efectuarse. En cuanto a la forma de acercarse ésta debía
Si bien al interior de cada grupo la diversidad es una característica que predomina, cada uno
de ellos se componen de por lo menos seis personas principalmente hombres entre los 18 y
50 años, que son las edades predominantes en la población en situación de calle según el
censo Tu También Cuentas IV14. En los grupos estudiados había pocas mujeres, cuyas edades
eran de entre los 17 y 30 años, algunas de ellas estaban acompañadas de sus hijos menores
de 7 años.15
La lectura en el entorno de los grupos que viven en la calle es un objeto especial tanto para
los grupos como para las instituciones que trabajan con ellos. Éstas ponen especial interés
defensa de estas poblaciones frente a abusos de las propias autoridades es una obligación
del Instituto de Asistencia e Integración Social del Gobierno del Distrito Federal (IASIS) que
ha visto necesario dotar a las personas en situación de vulnerabilidad de elementos míni-
mos para que actúen por sí mismos. Por otra parte el Programa de Derechos Humanos del
13. El término habitantes de la calle indica tanto la situación de desvalimiento como la elección que realizan los protagonistas de esta situación.
Como todo fenómeno social, las personas que viven en la calle, dentro de lo adverso de sus condiciones sociales, realizan pequeños actos
electivos siendo el más importante el de estar ahí. Jennifer Villegas Pérez, la investigadora que realizó el trabajo de campo no es psicóloga ni
tiene cocimientos clínicos, pero el año que ha pasado conviviendo con habitantes de la calle le ha enseñado que es muy importante para
de que hiciera una revisión, es una práctica con un sentido de trascendencia al modo como la
religión o la magia suponen una relación con algo que va más allá del marco de vida en que
normalmente nos desenvolvemos.17
En una ocasión, con el grupo próximo a la estación Taxqueña del metro de la Ciudad de Méxi-
co, se realizó una dinámica para difundir los derechos de la mujer. Se trataba de un juego, un
dominó de derechos de la mujer. El juego, invitaba a los participantes a leer una situación de
violación de derechos para encontrar el derecho que había sido violado. Al principio los hom-
-
guntaba ¿qué derecho crees que fue violado?, murmuraban, hacían bromas entre ellos, inha-
laban, miraban los carros que pasaban debajo pero no querían dar ninguna respuesta.
Aunque la tuvieran enfrente, no querían equivocarse.
Cuando le tocó el turno a L (la única mujer en ese momento), se negó a leer en voz alta. La
mano que sostenía la tarjeta temblaba. Sólo guardó silencio y bajó la mirada. Ante esto, to-
16. El Programa fue creado por ley (GODF 30-05-2011). En su página institucional se anuncia la elaboración de la mencionada iniciativa de ley.
http://www.derechoshumanosdf.org.mx/docs/BoletinPoblacionesCallejeras.pdf
17. En la historia de la escritura hay innumerables ejemplos de trascendencia de la palabra escrita y de la lectura, casi todas relacionadas con el
hecho religioso. En algunas sociedades y épocas el conocimiento religioso se administraba como una práctica arcana en el que debía iniciarse
poco a poco. El pasaje bíblico de la interpretación de la misteriosa inscripción aparecida en la corte del rey Baltazar que sólo pudo ser
realizada por Daniel o los secretos de la lectura del Tarot, podrían ser ejemplos míticos de este sentido de trascendencia.
dos sus compañeros comenzaron a participar, a reírse, a adivinar, pero ella permanecía calla-
da, ensimismada.
El juego para L se convirtió en una situación de éxito o fracaso pues provocó que la atención
se centrara en ella, un reconocimiento que no quería. Finalmente, alguien más contestó la
pregunta, lo que la hizo sentir aliviada y como se dio cuenta de que sus compañeros ya esta-
ban jugando sin ella, se integró aunque con cierta precaución.
Tiempo después la investigadora volvió al grupo para charlar sobre la escuela. Las historias
que contaron hacían ver la institución escolar como el peor de los lugares, era como una
prisión de la que no encontraban salida. Algunos expresaban que sus fracasos escolares
eran la causa de la violencia familiar que sufrían, maltratos, golpizas, persecuciones, humi-
llaciones… Uno de ellos aseguró que no le gustaba leer porque el esposo de su madre apro-
vechaba para golpearlo cuando iba mal en la escuela. En consecuencia, la escuela se volvió
para él un fastidio y por tanto ya no hizo el esfuerzo por hacer las tareas o leer lo que le
indicaban. La escuela era un espacio carente de libertad y estigmatizante. Además era
pretexto de maltrato en ámbito familiar. Por eso la experiencia de vivir en la calle les pare-
La conexión lectura-escuela entre estas poblaciones fue un hecho fallido, e incluso rechaza-
do y la familia tampoco contribuía a mejorarlo. Michel Petit señala que leer no siempre es un
placer y cuando se trata de otros contextos resulta difícil «porque existen obstáculos como
-
zás la cultura escrita no estuvo presente, la persona que no lo experimenta puede sentirse
18
Más que preguntarnos por cómo los habitantes de la calle entrevistados podrían adquirir el
gusto por la lectura, podemos cuestionarnos por qué le temen. ¿Por qué la lectura, algo tan
valorado para unos, representaba a los habitantes de la calle algo doloroso? ¿A qué se debe
que ellos piensen que alejarse de la lectura les liberaba?
La primera vez que la investigadora visitó a un grupo próximo a la estación Hidalgo llevaba
una cartulina blanca y plumones. La lámina tenía una pregunta: ¿qué acciones ayudarían a
disminuir el consumo de sustancias nocivas para el cuerpo? Se trataba de que los habitantes
de la calle expresaran su opinión en la cartulina. Aunque en ese momento había cinco perso-
nas, sólo dos quisieron exponer su opinión.
com/notas/2009/06/29/_-01948893.htm
El primero Ch (m22) y con mona19 en mano se apresuró a tomar un plumón pero al momento
de expresar su idea en la cartulina se detuvo, enseguida su compañero T (m25) le quitó el
plumón «a ver déjame, seguro no sabes...», pensó un momento en lo que escribiría y antes
de poner una letra dijo: «mmm bueno, ¿qué querías poner tú? Yo lo escribo».
Ante tal silencio, la joven investigadora no pudo contenerse y dijo temerosa «violencia va
-
cribir de forma correcta o al menos con cierta ortografía. El acto de escribir le colocó en una
situación diferente a la de sus compañeros pues le permitió interactuar tanto con ellos como
con los educadores de la calle.
De ésta y otras visitas al grupo, constató que la mayoría de los miembros entendía los folle-
tos que les entregaban pues de inmediato leían en voz alta el eslogan de la asociación civil o
a la que leían pero que ellos mismos habían experimentado. No había duda, los habitantes
de la calle sabían leer, no obstante, sólo se acercaban a algunos pocos textos. En sus recorri-
dos por la ciudad sólo una vez la investigadora encontró una persona que no sabía leer y era
un hombre de aproximadamente 35 años con una discapacidad mental visible (tenía una
especie de deformación en el cráneo).
En otra ocasión en el grupo del metro Juárez, la investigadora encontró a uno de los habitan-
tes leyendo, así que se acercó a preguntarle qué leía y le dio su libro. «Me lo dieron en el
toxi20, mira ahí viene la historia de las drogas desde los tiempos antiguos y varias cosas que
debo leer. Ya voy casi a la mitad, también me dieron un lápiz y una libreta, pero no sé dónde
quedó la libreta». Cuando la investigadora revisaba el libro sobre adicciones uno de sus com-
¿A ustedes les gustan los libros y esas cosas? Preguntó un miembro al que la investigadora no
había visto antes. Ella se quedó pensando antes de responder: «…pues sí, en la escuela nos
dan a leer varias cosas». «¿Y ya leyeron La Divina Comedia?» insistió. «No aún no leemos
eso
continúo dando su interpretación de La Divina Comedia. Nos podríamos preguntar si en ver-
19. Objeto absorbente, puede ser un pedazo de tela o estopa, que se sumerge en solvente, para ser inhalado.
20. Centro de atención toxicológica.
dad había leído el libro de Dante y no sabemos la respuesta, pero tampoco sería imposible.
De la gente que vive en la calle, según la encuesta a la que se hizo referencia más arriba, el 22
por ciento tiene estudios de educación media y más de 2 por ciento, estudios universitarios,
algunos con la licenciatura terminada, de modo que algunos promotores de la lectura han
tenido contacto con habitantes de la calle lectores.
Para algunos de los miembros de este grupo la lectura tenía un lugar muy importante. Era
posible comunicarse con ellos a través de mensajes de texto y pedían información sobre te-
mas muy variados.
A P (f28) le gusta lo esotérico por lo que no faltaba un comentario con el que aluda al tema y
cuarto año de primaria, tiene dos hijos a los que presentó utilizando las fotos que tomó con
su teléfono celular. Por medio de éste la investigadora le enviaba mensajes que siempre res-
pondía por medio de llamadas. Aunque sabía leer y escribir, tenía temor o inseguridad ante la
escritura, por lo que nunca respondía los mensajes con un texto.
En una ocasión la investigadora le entregó el texto de una entrevista oral que tuvo con ella en
días pasados, el objetivo era que la revisaran juntas pero P (f28) se negó. Cuando vio las pá-
ginas con la entrevista escrita de inmediato volteó el rostro y dijo «no, no quiero leerla, así
Esta situación era común con varios de los habitantes con los que la investigadora había
para ellos representa la cultura escrita les impulsaba a escapar de los momentos en que se
les invitaba a leer.
A pesar de todo, P (f28) se esforzaba por terminar la primaria y admite que sus asignaturas
favoritas son Español e Historia. Las Matemáticas le resultan complicadas. Su historia de vida
mostraba el mismo patrón de otros habitantes de la calle. Cuando era pequeña no le gustaba la
escuela por lo violento que podía tornarse una nota mala de la maestra, incluso asegura que se
volvió más rebelde a causa de la escuela, pues le impedían hacer muchas cosas. Sus estudios
se truncaron en segundo de primaria cuando la enviaron a un albergue. Al preguntarle qué re-
A C (m27), se le encuentra siempre con el celular, ya sea jugando o escuchando sus estacio-
nes de radio. Sus gustos musicales son amplios (van desde la salsa y el high energy hasta el
Libro vaquero, historias del lejano Oeste
darse cuenta— le gusta que se le preste toda la atención. Cierto día habló de las veces que
había estado en la cárcel, fueron tres. Durante el relato utilizó un lenguaje jurídico, empleaba
palabras como agresor, agraviado, amparo: «Yo sin saber ni hacer nada malo, me dieron cinco
años, pero yo quería salir pronto así que metí mi amparo, pero el MP se encargó de mantener-
me encerrado porque a ellos les conviene, adentro hay más extorsión, más corrupción...» Po-
siblemente se hizo de ese léxico leyendo expedientes judiciales.
Durante una entrevista, con dos habitantes de la calle que se desarrolló en un restaurante de
comida rápida, uno de los entrevistados se entretenía examinando una caja donde les ha-
bían entregado los alimentes. De pronto interrumpió la conversación para preguntar qué
¿por qué vienen verduras en la caja?
En otro momento lo hizo para saber de otra información escrita, esta vez para buscar un có-
digo por el que le darían un premio ¿dónde viene el código, cuál es el código? El entrevistado
entendía dónde buscar instrucciones y entendía con claridad los avisos.
un enfermo emocional. Por esa razón las lecturas que hace le ayudan a comprenderse, «to-
micro-emprendedores, para el cual requiere no sólo saber leer y escribir, sino también per-
manecer cierto tiempo sentado y poniendo atención al orador, cuestión que no siempre es
También cuenta con un teléfono móvil bastante moderno, en el cual almacena las fotos y mú-
sica que más le gustan. Con J (m36), la investigadora compartió varios textos relacionados con
los avances del proyecto, los cuales ha leído y posteriormente cuestionado. Es una persona
que gusta de usar metáforas para explicar algo. En una ocasión mientras contaba su vida en la
calle dijo: …Yo trabajaba, hacía de todo para sobrevivir. Me ponía en el metro y comenzaba a leer
a las personas que pasaban, así sabía cuándo podía pedir dinero y cuándo no iban a darme… La
lectura para él era una forma de descifrar una situación de manera intuitiva.
Es frecuente entre los sub-grupos del metro Candelaria que lean en forma colectiva. Aun-
que la mayor parte del día se ocupan de atender sus puestos de venta, de vez en cuando
algunos se toman el tiempo para leer ya sea el periódico, una revista o un Libro vaquero.
Las visitas que realizaba la investigadora al tianguis ocurrían a medio día o en la tarde, hora
en que levantaban el tianguis. En las últimas visitas J (m36) y C (m27) estaban leyendo y
relacionándose con otros personajes quienes se acercaban para comentar una noticia del
periódico.
Un día P (f28) y C (m27) se tomaron lo que dijeron era una semana de descanso (del trabajo)
que culminó con la recaída en la drogadicción de la mujer de la pareja. P (f28), a diferencia de
-
to, es decir emprendieron los procedimientos que tenían establecidos para este tipo de
21
.
La recaída de P (f28) permitió apreciar que los habitantes de la calle tenían un conocimiento
objetivo de su condición. Los miembros de este grupo saben de las drogas y sus efectos, de
algunas medidas que hay que tomar cuando se encuentran en riesgo y qué tipo de institu-
ciones le pueden atender. Han leído sobre eso y en este caso es un conocimiento que resul-
taba de importancia casi vital en la situación en que estaba P (f28). Parte de ese saber lo
habían adquirido con lecturas de folletos y cartillas. Pero no sólo leían sobre eso. Sus lecturas
eran variadas y respondían de manera amplia a las circunstancias. Cada miembro tenía un
exceso de trabajo, leía más el periódico y el Libro vaquero. R (f30) leía para sus exámenes del
INEA, aunque también le gustaba mucho cocinar por lo que tenía recetarios. Con «circuns-
-
traban. Sus lecturas cambiaban en función de sus interlocutores, si llegaba los promotores
de una asociación civil leían sus folletos, se informaban acerca de sus derechos. Entre los
miembros de la comunidad comentaban las notas rojas del periódico que les regalaban. Para
comprenderse a sí mismos buscan lecturas de psicología. Efectivamente leían como una for-
ma de relacionarse con otros, de construir una relación social.
En el caso de J (m36), quien es el miembro más experimentado y con mayor capital cultural
y económico que sus compañeros, sus lecturas se asocian con frecuencia con la psicología y
los problemas familiares. Para el primer tema la asociación civil a la que asiste juega un papel
importante dado que a través de ella está en contacto con profesionales o porque ahí mismo
lo invitan a tomar cursos o talleres de micro emprendedores. Cuando ocurrió la recaída de P
(f28) trataba de explicar la situación utilizando conceptos de psicología como ansiedad, de-
presión, codependencia, entre otros, con los que se esforzaba más para recordar. Leer sobre
estos temas representa el gusto o interés por ellos pero no implica hábito. Lo más interesan-
te es que constantemente J (m36) se llama a sí mismo analfabeta porque sólo alcanzó a
cursar el tercer grado de primaria.
Al estallar la crisis personal de P (f28), sus amigos hacían guardia cuidándola en la jardinera,
en sus ratos libres. Lo más llamativo fue que a lo largo de los meses que la investigadora pasó
con ellos en el tianguis fueron pocas las ocasiones que los encontró leyendo, no obstante
tras la recaída de P (f28) el grupo se cohesionó fuertemente. Incluso la afectada, aún en su
Prensa que conseguían por medio de un vendedor que era su amigo o se los regalaban. Así
varios miembros de la comunidad se juntaban en la jardinera para leer, en forma individual o
en grupo, las noticias que más les interesaban.
«Me gustaba mucho [la escuela] porque me gusta leer y todo eso, no te voy a decir mu-
-
ces estoy leyendo o escribiendo, tengo muchos cuadernos de que agarro una revista y
cualquier reportaje que me gusta lo estoy sacando. Me gusta leer, me gustan los poe-
mas, porque eso fue lo que mi papá me compraba, muchos libros de poemas, entonces
me acostumbré a leer por mi papá».
su fascinación por esos objetos culturales, los libros. Hay otras lecturas que les son más
Las lecturas más complejas las hacían quienes estaban en el proceso de dejar la calle. En las
últimas visitas un acompañante de la investigadora llevaba un libro titulado Historia de la
psicología, al verlo J (m36) se emocionó y lo tomó como un regalo y dio las gracias. Las se-
manas siguientes la investigadora encontró en el puesto de tianguis de J (m36) diversos li-
bros. Algunos eran títulos que se vendían en los vagones del metro y sobre los cuales J (m36)
no se mostraba muy interesado (como sí lo hizo cuando tomó el libro de Psicología). Sin
embargo, un día, sin motivo, le regaló a la investigadora un libro que quería leer pero que no
de Madeleine
Turgeon.
Una experiencia vivida por una de las investigadoras que colaboraron en este estudio fue la
participación en un funeral de un joven de 26 años, ex adicto que murió violentamente en un
barrio periférico de la ciudad. El joven procedía de una familia de clase media pero dejó el
bachillerato y al contar con recursos económicos se dio al consumo de drogas. En esos años
tuvo una vida muy próxima a la situación de calle. Aunque contaba con los apoyos familiares
para refugiarse, trabajar y tener unos ingresos mínimos, su dependencia de sustancias tóxi-
-
nes semejantes y en ocasiones pernoctar fuera de su casa. Varias veces fue sometido a tra-
tamiento para dejar el consumo de drogas. Con su muerte se reunieron familiares y amigos
en su casa. Los parientes se encontraban en el interior y los amigos, con una vida semejante
a la del joven asesinado, estuvieron en la calle. Dos ambientes muy diferentes el uno del
otro. Muchos de los amigos consumían drogas durante el funeral y también trataban de ma-
nifestar el aprecio por el joven victimado con música o algunos rituales. Como muestra de
con un sentido ambiguo de dolor y de fatalismo por la violencia que parecía natural en ese
grupo de amigos.
Alguien llevó un periódico de la prensa roja.22 Ahí estaba expuesto el crimen, el nombre del
joven, el nombre del barrio y la calle donde fue encontrado. El periódico comenzó a circular
entre los amigos, nadie dejaba de leerlo y de observar las imágenes y luego lo comentaban o
recordaban otro suceso parecido y hablaban de cómo prevenir la violencia. Los jóvenes ma-
nifestaban proximidad a los relatos e imágenes.
No era grato leer en esas circunstancias, sin embargo, se hacía. Ante la falta de amigos o fa-
miliares conocedores de las prácticas religiosas de momentos en el círculo de allegados se
tuvo que echar mano de Google para rezar el rosario. Dos círculos sociales desarrollaban casi
Leemos lo que queremos cuando buscamos información. Hay noticias que parecen lejanas
pero cuando nos alcanzan, las realidades cotidianas de los otros forman parte de nosotros…
Otra familiar escribió en su Facebook: Parece que el diario llegó solo, en el momento preciso…
Desearía no haberlo leído, desearía que los «reporteros» también fueran locales, ojalá que
incluyeran otras miradas…
F (f18) es la mayor de tres hermanas. Su madre es una persona joven de 37 años. Además de
estudiar Historia, hace danza contemporánea en el Centro Cultural Ollin Yoliztli. Por la distan-
cia entre los dos centros de estudio a los que asiste hace grandes travesías en transporte
público. Es un poco reservada pero tiene amigas con las que realiza muchas actividades, es-
pecialmente con A (f18).
22. Utilizo el término prensa roja para referirme a los periódicos especializados en crónicas de accidentes y delitos sangrientos como Metro,
irónico. No creo que las usuales denominaciones de prensa amarilla o sensacionalista sirvan para describir estas publicaciones.
A (f18) también estudia Historia. Vive en Huehuetoca, Estado de México, con su familia de
cinco integrantes. Utiliza normalmente el tren suburbano para llegar a su casa. Sus traslados
gusta convivir sobre todo con el grupo de seis amigos de la facultad con que se ven todos los
-
Twitter porque se publican temas más interesantes «si algo te gusta lo encuentras y te man-
da directo a ello, pero Facebook se me hace más de chisme
Internet, regularmente lo guarda para ella, lo archiva, pero sí pone marcadores en lo que le
agrada o no a manera de opinión. Menciona que sólo a veces comparte cosas que lee, y a
pesar de que sus amigos tienen gustos distintos comparten cuestiones de arte o de política.
No práctica ninguna religión, sólo es católica por el bautismo.
F (f18)lee casi todo el tiempo. Lo que más lee son novelas, soy fan de Isabel Allende. Le gusta
la poesía, y por el momento dice estar obstinada con la poesía de Oliverio Girondo y la de
John Keats. Me encantan los libros de Historia como el de Luis González y González que
—aparte— de ley tienes que leer. Antes leía muchos artículos sobre el universo, las estrellas,
ahora sus gustos han cambiado y lee más revistas de danza, para entender más ese arte.
Una de esas revistas es News Dance y la revista de la compañía de Isadora Duncan. Casi no
lee periódicos, si acaso he leído algo de periódicos es porque mi abuelito los leía mucho; de
repente veía artículos de letras, música o danza que él pensaba que me interesarían y los sa-
caba del periódico y me los daba. Ella no compra periódicos. Si lee noticias o revistas pero lo
hace por Internet.
Lee de lunes a domingo, cuatro horas diarias, los sábados «es como lectura maratónica des-
de que te levantas hasta que te duermes debido a que es el día para leer lo que hace falta de
la semana. Organiza su lectura según las condiciones del hogar. Cuando F (f18) llega a su
casa regularmente, su mamá y sus dos hermanas están hablando, por eso le es difícil leer en
ese momento. Si sólo se encuentra una de sus hermanas que gusta de ver el televisor, en-
tonces trata de seguir leyendo lo de sus clases. Es hasta después de las diez de la noche que
están ya todos en casa, que F (f18) enciende la computadora y abre Facebook pero no para
charlar. Si acaso lo hace sólo con A (f18) poniéndose ambas como no disponibles para que
nadie las moleste y revisan en ese momento revistas o artículos que les interesan y lo co-
mentan y comparten. Le gusta esta red social porque hay muchas páginas de artículos de
arte, fotos de danza, de todo y siguen esas páginas porque después salen otras y te llevan a
en ésta lee y revisa información diversa. Cuando su familia se va a dormir abre la página de
23
ERRR Magazine , revisa blogs de poesía, y si no
puede dormir lee algo más de romanticismo. Los sábados y domingos es todo el día de lectu-
23. Es más acertado decir que en Errr Magazine se publican textos e imágenes erótico-románticos.
ras de la escuela. Cuando no tiene mucha tarea toma los libros de Isabel Allende. Cuando lee
el sillón o en su cama, a veces sale de clase y se queda en las jardineras de la escuela leyendo.
A (f18) lee principalmente novelas, pero ahora más temas de la escuela porque no tengo
mucho tiempo. Dedica al día seis horas diarias y sábados y domingos más. La lectura que
realiza es normalmente impresa ya que le es muy incómodo leer en PDF, «se me complica
mucho porque me duelen los ojos y me canso -
cil porque existen muchos distractores. Si estás leyendo algún texto, como tienes la opor-
tunidad de revisar diversas cosas a la vez, te metes [a otras páginas] y estás revisando más
cosas, es referible leer físicamente. No lee mucho los periódicos, sólo si hay alguna nota
con un tema de su interés. Desde la secundaria es lectora de revistas, actualmente lee la
revista digital ERRR Magazine, en la que publican artículos diversos, reseñas, novelas cor-
tas, información de arte. A su lectura le dedica treinta minutos cuatro veces a la semana.
Además de esa revista, lee La Roux, Desing, y National Geographic, aunque menos fre-
cuente.
A (f18) lee en su casa después de las diez de la noche que es cuando los demás miembros de
su familia van a dormir y ella puede concentrarse. «En las tardes todos están en casa y me
distraen, necesito estar en silencio.
¿Qué aportan las revistas o la prensa a los jóvenes universitarios? El ser aceptado en una uni-
versidad pública es para muchos jóvenes un momento muy importante en sus vidas. En el
caso de los más jóvenes es una suerte de paso a la vida adulta pues dejan de estar bajo la
atención de sus padres. Para los que ingresan un poco mayores el cambio de estatus es dife-
rente: pasan de ser trabajadores, amas de casa o simplemente desocupados, a jóvenes uni-
versitarios. Leer va a ser para muchos de ellos una actividad que ocupará gran parte de su
tiempo y muy probablemente asumirán las pautas de lectura esperadas de un joven univer-
Una entrevista colectiva a ocho estudiantes de primer ingreso a una licenciatura de ciencias
sociales permite conocer todavía las condiciones de su inicio a la lectura y algunas de sus
elecciones. La mayoría de estos jóvenes proceden de escuelas públicas pero contaron con el
apoyo de sus padres —muchos de ellos con licenciatura— para ser iniciados en la lectura. En
o abuelas—. Dos de los jóvenes recuerdan como su primera lectura El Principito, uno a los 7
u 8 años de edad y otra a los cuatro. Esta última habla con veneración de la historia, de la que
ha oído, dice, que tiene como fundamento un suceso real. Otros leyeron cuentos en sus ini-
las historias y las ilustraciones. La entrevista se hizo casi en los primeros días de su ingreso a
la licenciatura y ya habían escuchado tantas referencias o recomendaciones de lectura que
dos de los jóvenes llevan una lista de estas sugerencias.
Conforme leía me fueron gustando otras cosas. Empecé a leer novelas como Tom Sawyer
en 5º de primaria. En la secundaria todavía leía mucha novela. Sólo ahora que entré a la
-
le el gusto. Sí me gusta, sé que son cosas importantes que tengo que saber. A veces pienso
son más difíciles que una novela o un cuento. A estos estamos más acostumbrados porque
es la forma como nos comunicamos. Yo leo algo y luego te platico, te cuento una historia.
Eso es una novela. Es un discurso que todos manejamos. Con un ensayo, en cambio, es más
difícil.
Al pedir al grupo de estudiantes que ordenen un conjunto de libros del más al menos valioso
pusieron en primer lugar el ensayo sobre Kant, luego En busca del tiempo perdido de Proust
en formato de novela ilustrada —una modalidad que les desconcertó a algunos de ellos—, El
jugador de Dostoievski, La Historia de Cristo de G. Papini, el libro de Ulin Antropología y Teo-
ría Social. Dejaron al final Harry Potter del que hubo expresiones contradictorias pues M
(f17), una de las más jóvenes del grupo, manifestó un gesto de notable agrado cuanto les fue
último tenían algún conocimiento pero no acordaron cómo considerarlo ¿literatura? ¿Reli-
gión?... Por otra parte, la mayoría ha leídos libros de autoayuda, incluso coincidieron en va-
rios títulos y autores. Varios de los libros fueron recomendados por sus profesores de bachi-
llerato. Sólo E (m22) los rechazó.
La prensa la ordenaron de este modo: La Jornada, El País y Excélsior fueron los periódicos
valorados. y Metro los pusieron aparte. Los comentarios hacia estos últimos fue-
ron de poca estima sin manifestar desprecio por los lectores de esos medios, aunque sí resal-
chicas. Cuando ordenaron las revistas, a partir del liderazgo de E (m22), colocaron Ásterix en
primer lugar, luego Muy Interesante. Vanidades y Hola. Sobre la revista Ángeles discutieron
TV y Novelas y los Libros vaqueros. Entre las revistas que leen en sus
casas están Proceso, Selecciones y, la más mencionada, National Geographic.
Casi todos leen la prensa impresa dos o tres veces a la semana. Tres de ellos tienen suscripciones
(de sus padres). Sin embargo, sí siguen noticias diariamente por Internet y lo hacen de manera
registradas páginas de varios diarios en sus computadoras o en sus teléfonos celulares. Destacan
Animal Político, La Jornada y El Universal. Siguen también noticias por medio de Twitter. En este
caso el más nombrado fue el de Carmen Aristegui. En general todos están muy conectados.
papel. La computadora me cansa los ojos y por eso no me gusta el formato digital. Un
La computadora es importante mientras sea para ver o escuchar. Por ejemplo el canal
de Aristegui. Leer directamente en la computadora no me gusta. Con el Twitter no estoy
muy familiarizado. No lo uso para comunicarme sino para seguir una noticia. Puedo ver
ciertas notas o información. Para eso lo uso. Puedo ver lo que puso Peña Nieto o Ariste-
gui o Andrés Manuel (López Obrador) o El Excélsior. Puedo ver rápido como va caminan-
do una situación. Una nota despliega otras notitas y van saliendo comentarios. Van sa-
liendo muchas cosas.
Para mí no sirve para difundir pero sí para enterarme. Lo que da Twitter a diferencia de
un noticiero es agilidad. Hay muchas fuentes y los comentarios sobre esa fuente. Yo
sigo a Aristegui y me meto a su página «Aristegui Noticias». Es más fácil que te enteres
de una noticia por Twitter. Te metes a un Twitter y ahí hay un link.
En mi teléfono tengo el Twitter de Aristegui, CNN. La Jornada, Proceso, Animal Político,
Anonimus. También veo lo que alguien postea. La verdad es que el Twitter todavía es
medio confuso para mí. Es cosa de chinga, chinga, chinga. Ahí te enteras de todo. De re-
fuentes, no blogs. Te puedes marear pero te puedes remitir a una fuente más o menos
E (m22)
Casi todos los jóvenes universitarios entrevistados tienen una práctica lectora favorecida por
un ambiente familiar donde había recursos o cuando menos aprecio por la lectura. El papel
-
El despliegue de la lectura en Occidente tiene entre los factores que lo impulsan los cambios
en los soportes de la lectura. Éstos no actúan de forma inmediata porque para que afecten
los modos de leer también deben ocurrir transformaciones en la educación, —como la gene-
ralización de la capacidad de leer— y en la vida social, sobre todo en la formación de la ciuda-
danía. Cavallo y Chartier, por ejemplo, señalan dos etapas diferentes en la historia de la lec-
tura posterior a la imprenta en Europa Occidental, diferenciadas por las opciones de la
alfabetización, las opciones religiosas o los ritmos de industrialización. Son dos etapas mar-
cadas por la frontera entre la temprana alfabetización y otra que familiarizó a los lectores
con una producción impresa más numerosa, más accesible y acogedora para las nuevas fór-
mulas editoriales (op. cit., 48). Esta segunda revolución de la lectura tuvo varias expresiones:
la amplitud o extensión de los textos leídos, el culto a un autor hasta la memorización, la
emoción y las lágrimas y, sobre todo, la extensión de los lectores hacia los sectores humildes
mediante nuevos recursos editoriales. Cierto que para Cavallo y Chartier la oposición tajante
entre estas dos etapas es discutible, pero en general reconocen el diagnóstico de Reinhard
quien observa que los pilares de este cambio estuvieron en Alemania, Inglaterra y Francia
asociada a la multiplicación de los periódicos, el triunfo de los pequeños formatos, el abara-
tamiento del libro y la proliferación de instituciones que permitían leer sin comprar.
En la vida personal de muchos jóvenes, sobre todo los que tienen acceso a la educación su-
perior y se socializan en un ambiente más tolerante y crítico la lectura de los medios de infor-
mación supone una ampliación de la lectura íntima hacia la lectura social. Los medios de in-
formación les abren la puerta a la esfera pública, así sea con los límites mismos que tienen
Los sucesos fragmentados se inscriben por el autor, el editor o el lector dentro de una narra-
tiva mayor y la búsqueda y selección de noticias e informadores tiene sentido en cuanto que
hacen posible que un lector inserte una pequeña nota en un relato mayor.
Si hay un punto en el que coinciden numerosos lectores de prensa locales es que para hacer-
se de una perspectiva consistente de la realidad se deben leer muchos puntos de vista. Des-
-
bles; deben buscar muchas opiniones.
En el caso de los lectores más profusos y profesionales de la prensa, la perspectiva del cono-
cimiento de las acciones de gobierno, de sus políticas públicas y de los movimientos sociales
para circunscribirnos al terreno político, es un ejercicio fatigoso. Requiere constancia, conti-
nuidad, acumulación y sincronía, de lo contrario, ya pasado el suceso y su cauda, la informa-
ción pasa a ser simple conocimiento.
Alrededor de la lectura de la prensa hay un acto económico, social y político. Se trata de una
mezcla de condiciones que, vistos aisladamente, no podrían explicar la acción de leerla. Tam-
poco es en sí mismo un acto cognitivo o de interpretación. Es más bien una práctica en la que
los actos de selección, compra, lectura y discusión se explican al conectarlos. La selección de
la prensa tiene que ver con la distinción y en este punto las edades no son importantes. En el
ejercicio de ordenamiento de los textos periodísticos tenido con el grupo de señoras mayo-
res de sesenta años y con estudiantes universitarios de reciente ingreso ambos grupos hicie-
ron un recorte radical entre la prensa seria y la roja. En ninguno de los dos grupos expresaron
Lo observado en el funeral coincide con algunos de los señalamientos que realiza Guillermo
pobreza. El término de prensa sensacionalista sólo lo es para las élites, para los sectores po-
pulares es más bien una expresión de la realidad en donde el sexo es una importante media-
ción en el modo de leer.
El giro hacia la Internet no es sólo el de la sustitución del papel por la pantalla, algo que muy
pocos lectores, incluido los jóvenes, aceptan. La diferencia está en el tiempo, la oportunidad
e incluso el diseño editorial. Proyectos como Animal Político, Reporte Índigo o SDP cuentan
con un número apreciable de seguidores y han tenido la capacidad de colocarse al lado de los
portales de los principales diarios que proceden del mundo del papel. Por su parte, éstos han
desarrollado una batalla por mantenerse vigentes en la red como la casa editorial de El Uni-
versal e incluso lo han hecho con mayor éxito que sus ediciones impresas como Excélsior. Lo
una franquicia de información. Un periodista reconocido puede trabajar para una cadena de
radio o televisión, pero las notas, entrevistas o reportajes que presenta en su noticiero van a
una página que ostenta su nombre. Luego la cabeza de esta información se propaga por
Twitter o por otra red social señalando el lugar en donde se puede acceder a la nota comple-
ta. Adicionalmente puede remitir a notas elaboradas por otros periodistas que la completan.
Un interesado en el seguimiento de la misma y que confíe en el informador puede acceder
con mucha facilidad a las noticias y notas adicionales e incluso contribuir a su difusión re-
twitteándolas.
Según el estudio Los lectores que somos. Estudio sobre prácticas y hábitos de lectura en el
Distrito Federal (Pérez Camacho, 2014), en 2012, 6 de cada 10 personas acostumbraban leer
periódicos y 4 de cada 10 solían leer revistas. Esa investigación también muestra que los
habitantes del Distrito Federal apreciaban la lectura de periódicos como una buena fuente de
información. Esta actividad era considerada una lectura de introspección, es decir, no se le
consideraba una ayuda para enfrentar situaciones emocionales, de superación personal o
Según ese estudio, los hombres leían más periódicos y cómics y las mujeres más revistas,
aunque las diferencias no eran muy notorias. Asimismo, leían más periódicos los adultos de
31 a 45 años de edad (63%) y las personas de mayor ingreso (66%). Estos datos sugieren
que la lectura de dichas publicaciones está relacionada con la necesidad de información con
en los jóvenes en edad de enseñanza media, probablemente para saber de deportes, espec-
Por la información disponible sabemos que la lectura en papel está alejada de las condicio-
nes sociales y económicas de los jóvenes. Además, es sabido que el acceso a la Internet ha
crecido así como las horas dedicadas a esta actividad, llegando a ser más que el tiempo dedi-
permanente, sea para hacer una transacción electrónica, jugar con la intención de pasar el
rato o para encontrar una ruta vial en la metrópoli.
mantiene un volumen considerable.24 Otro hecho es que los kioskeros están limitados por
Para vender desarrollan estrategias visuales según la clientela. Adelantan o ponen a la altura
de los ojos ciertas publicaciones y periódicos y otros los dejan atrás. Las publicaciones por-
La revista Vaqueros la compran señores grandes que llevan años leyéndola… Las revis-
-
buses… Los operadores de los autobuses compran: Las voluptuosas, Historias calientes,
Las perversas, La mejor maestra, Las Chambeadoras, todas ésas… Los cómics los com-
pran estudiantes y personas profesionistas de 30 a 35 años, éstas personas pagan al-
rededor de 1000 o 1500 pesos de cómics al mes...
Ante la pregunta de ¿por qué lee el periódico? Las respuestas dadas con mayor frecuencia
fueron para estar informados, aprender, tomar decisiones y distraerse. Pero no todos los
lectores de este tipo de textos son iguales. Se ha observado que la lectura de periódicos res-
ponde a distintas competencias lectoras.
24. Una investigación de Open Society señalaba que «En los últimos cinco años el mercado de los medios impresos no ha sufrido cambios
considerables. Los periódicos amarillistas o sensacionalistas (tabloides) cuentan con mayor circulación que los periódicos denominados
24). Los datos de los tirajes a su vez fueron obtenidos del Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación.
El estudiante E (m22), del que ya hemos hablado varias veces, ha tenido en la prensa su
principal objeto de lectura en los últimos años. Al carecer de Internet se reducía a la prensa
escrita, principalmente el diario La Jornada y a la radio. Al hacerse de computadora ha multi-
plicado su contacto con la prensa. Él sabe lo que busca al abrir un diario o entrar a una página
de Internet. Está conectado a través de redes con los periodistas en quienes confía como
informadores aunque sabe que hay que comparar las fuentes. Complementa las opiniones
con otras lecturas, libros o ensayos y también usa la red para difundir o re-twittear la infor-
mación. Su lectura es un proceso complejo que salta del papel al teléfono y de éste a la com-
putadora. Tiene abiertas varias ventanas, está pendiente de los sucesos y se moviliza en
función de la información.
Los círculos de habitantes de la calle o de jóvenes drogadictos con los que se tuvo contacto
tienen acceso a pocos medios, normalmente se trata de prensa roja que leen en todos sus
detalles y luego comentan conectando la información con sus experiencias cotidianas y se
aconsejan para evitar ser arrollados por la inseguridad o la violencia policiaca.
De los diferentes modos de leer prensa podemos encontrar la que se realiza con sistematici-
dad, sin dejar pasar un día sin leer prensa en papel o digital. En este último caso, la lectura
este modo pues hay que tener gran habilidad para juzgar tal volumen de información. Para
«tener una opinión propia hay que saber leer
años. Él hacía críticas a los propios periódicos: «hay que discriminar la portada porque lo más
importante está en el interior, todo depende de lo que uno esté buscando, que no se deje
llevar por lo que el editor quiere«. La televisión para estos lectores de periódicos tiene poca
credibilidad, sin embargo, la prensa es exigente para leerla, en consecuencia logran hacerse
de una opinión propia de la que se sienten seguros.
-
centrar datos y tomar decisiones concretas. Discuten la información y la comparten. Sus
red leyendo Errr Magazine, una publicación digital de ensayo, poesía y narrativa. Era un es-
pacio que permitía mirar el mundo no por las noticias a través de sentimientos y relaciones
interpersonales.
concentrase en un tema. «Si aparece en el periódico algo que alguien te dijo o que lo escu-
Buscan en el periódico información de utilidad inmediata: «Si buscas trabajo vas a Excélsior,
si quieres saber de política te vas a otros, si quieres deporte el Ovaciones, si quieres sólo en-
tretenerte, vas al
no busca construir una narrativa con la información. Las noticias ofrecen información pun-
tual, única. La lectura de la prensa roja es hasta cierto punto este ejercicio. Se lee una infor-
mación muy parecida a la del día anterior, pero al cambiar la ubicación o el método o incluso
al reconocer algo del entorno local, la prensa adquiere sentido. Informaciones sobre trabajo,
horóscopos y servicios también mueven a hacer uso de estos recursos. Por ello la deriva de
estos lectores hacia la Internet o las redes sociales es más remota.
Recorrer el ejercicio de la lectura entre individuos de distinta edad, sexo, nivel de educación y
condición social hizo evidente el carácter ineludible de la práctica de la lectura. Todos lee-
mos, hasta aquéllos que tienen escasa habilitación técnica e incluso quienes lo detestan.
Pero la lectura es un recurso común de nuestras relaciones con los demás que ponemos en
práctica al empeñarnos en leer o no algunos materiales o en hacerlo de cierta manera, en
soportes y momentos determinados. Las políticas de la lectura tienen que batallar con esta
diversidad de formas de leer reconociendo su riqueza y sobre todo que leer no sólo es una
actividad intelectual sino un modo de expresar, de extender y fortalecer nuestras relaciones
con nuestro entorno inmediato y con la sociedad.
4.7 Bibliografía
Historia de la lectura en el
mundo occidental [1997], Madrid, Taurus.
Chartier, Roger (1999), Cultura escrita, literatura e historia. Coacciones transgredidas y liber-
tades restringidas, México FCE.
Ferreiro y Margarita Gómez Palacio, comps. Nuevas perspectivas sobre los procesos de
lectura y escritura, México, Siglo XXI, pp. 230-246.
FIEG. Federazione Italiana Editori Giornali (2013), La Stampa in Italia 2010-2012, Italia, FIEG.
Italia http://www.fieg.it/upload/salastampa/LA%20STAMPA%20IN%20ITALIA%20
2010-2012.pdf
Anexo 1
Periódicos en circulación en el Distrito Federal hasta octubre de 2014. Se muestra su página
web, redes sociales utilizadas (Facebook, Twitter) y si cuentan con aplicaciones (sistemas
operativos, iOS, Android).
REDES
PERIÓDICO LUGAR SITIO WEB APP´S
SOCIALES
EL FINANCIERO D.F
EL GRÁFICO D.F
LA AFICIÓN D.F
REDES
PERIÓDICO LUGAR SITIO WEB APP´S
SOCIALES
¿Cómo leen los que escriben? ¿Qué usos tiene la lectura para los artistas y escritores? ¿Cuál ha
sido el papel de los libros en la biografía de quienes se desempeñan hoy en los campos cultu-
rales?
-
ción. En primera instancia, frente al gran desafío que la inequidad social supone para los
programas de fomento lector, ocuparse de las prácticas y usos de la lectura de los creadores
culturales puede parecer un ámbito poco ortodoxo. Si las encuestas vienen dibujando un
oscuro diagnóstico que apunta que el 53.8% de los mexicanos no lee libros3, entonces, ¿para
qué preocuparse de los que ya son lectores? La gran mayoría de los estudios, de este modo,
acerca de cuánto se lee para interrogarnos acerca de cómo se hace —en qué contextos, con
horizonte de indagación.
¿Qué sabemos, hasta la fecha, de las prácticas de lectura de los creadores culturales? Las
investigaciones que se han propuesto retratar a los sectores más aventajados, pocas veces
que estos lectores despliegan. La sociología de las élites culturales, en este sentido, se con-
solidó en el marco de un proyecto que buscaba denunciar el carácter socialmente construido
de la disposición estética, de modo que gran parte de las prácticas de consumo de bienes
Si queremos ir más allá de las sentencias fatalistas que auguran una relación oscura entre
lectura y sociedad, posiblemente sea tan necesario indagar en las ya documentadas brechas
que retrasan la integración de los sujetos al dominio de la lectura, como en las experiencias
de goce y apropiación de los textos. Por ello, nuestro estudio presta atención a ciertos agen-
tes que han sido capaces de entablar un vínculo afectivo, productivo y complejo con los li-
bros y los textos. Algunas de las prácticas de los escritores y artistas que participaron de esta
investigación bien pueden ser pensadas como ejercicios de vanguardia o búsquedas experi-
-
especial consideración con los aspectos estilísticos de los textos, aparecen consignadas en
(Lahire, 2004), cuyas formas de leer son indisociables de sus estrategias de disputa dentro
del campo cultural. En este texto veremos que, en las prácticas concretas de los creadores
culturales contemporáneos, estas modalidades transgresoras e intelectuales se combinan
-
cas diversas. Nuestros informantes parecen practicar la lectura con menos seriedad y prejui-
cios que lo que suele esperarse de quienes se desempeñan profesionalmente en las artes y
la literatura.
En total, participaron del estudio 52 creadores culturales, que conformaron una muestra
4. Concepto que el autor describe de la siguiente manera: «cuando se le pregunta a alguien qué lee, entenderá: ¿qué es lo que leo que merezca
Roger Chartier sostiene que, para estudiar la lectura a lo largo de la historia, hay al menos
dos vías posibles: la de los sujetos y la de los objetos. La primera, atendida por Robert Darn-
ton y Carlo Ginzburg, busca entender el fenómeno a partir de lo que los lectores nos dicen
acerca de sus lecturas; la segunda, donde se inscribe el proyecto de investigación del propio
Chartier, busca interrogar los objetos leídos en sus diversos soportes, examinando tanto los
protocolos de lectura inscritos en los textos como los dispositivos de impresión (Bourdieu y
Chartier, 2004: 257). En la actualidad, las estructuras más amplias en las que se intersectan
-
nes de los mercados y las estrategias diversas de los muchos actores que intervienen en el
ciclo de la lectura: críticos, maestros, libreros, editores, empresas, etc. Así, la relación entre
los libros y los lectores no es sólo una interacción entre un conjunto de soportes y una cons-
telación de motivaciones y subjetividades individuales, sino que también constituye un te-
rreno en el que convergen fuerzas disímiles y agendas sobrepuestas: los capitales corporati-
vos, las políticas públicas de fomento lector, los medios de comunicación masiva, las
perspectivas en pugna de los diversos sectores políticos, etc. Estas fuerzas transversales
condicionan el encuentro entre los elementos objetivos y los subjetivos del proceso de lectu-
ra, y nos obligan a pensar sus relaciones como prácticas situadas y en permanente transfor-
mación.
Cada una de las alternativas señaladas por Chartier supone, obviamente, acentos y omisio-
nes. En este estudio, a través de las posibilidades que ofrece una perspectiva antropológica,
intentaremos reconstruir estos mundos de lectura atendiendo aspectos de ambas dimen-
siones. La vía de los lectores constituye una entrada crucial a nuestro problema: nos interesa
indagar en sus experiencias individuales y colectivas, y los modos en sus subjetividades se
encuentran atravesadas por libros, textos y lecturas. Por ello, este informe pone especial
atención a sus discursos,
experiencias y les atribuyen sentido. La vía de los objetos, por otra parte, resulta especial-
-
ra en la era digital, con la aparición de nuevos soportes, dispositivos y herramientas. En este
sentido, nos interesa también comprender las relaciones emergentes entre los lectores y los
objetos, haciendo de las prácticas contemporáneas una preocupación nuclear de este estu-
dio: ¿cómo conviven los soportes tradicionales y los recursos digitales en estas prácticas
lectoras? A partir de este enfoque dual —discursos y prácticas—, hemos dado lugar a una
radiografía amplia de los modos de leer y los usos de la lectura que despliegan los creadores
culturales de la Ciudad de México en la actualidad. Para ello, ha sido fundamental adoptar
han basado las encuestas y de hacer emerger un nuevo tipo de información. Nos detendre-
mos en algunos aspectos teóricos y metodológicos que sustentan esta aproximación.
Aunque el panorama actual de los estudios de lectura es complejo, estas dos grandes opcio-
nes teóricas alternativas siguen inspirando la mayor parte de los enfoques en torno a la pro-
blemática. En gran medida, las ventajas metodológicas que ofrece el primero de estos pro-
yectos para el campo de las políticas culturales han permitido consolidar su posición
privilegiada en la opinión pública. Desde su trinchera cuantitativa, este tipo de esfuerzos de
investigación destacan por el alcance y operatividad de los datos obtenidos, logrando una
credibilidad importante aun cuando sus procedimientos sean perfectibles. Desde sus prime-
ras experiencias en los años 50 y 60, las encuestas de lectura han ido tomando conciencia de
ejemplo, con la diferencia entre las prácticas reales y las prácticas declaradas, o los obstácu-
los para medir la intensidad de la lectura (Donnat, 2004). No cabe duda de que este tipo de
saberes ha hecho posible la construcción de una mirada macro acerca de las prácticas de
lectura, detectando los desafíos estructurales que éste depara. Sin embargo, sus bases con-
a los que nuestra segunda opción teórica tendría, aún hoy, ciertas cosas que decir. Durante
los seminarios y reuniones que dieron lugar a esta investigación sobre prácticas emergentes
-
tizar estos enfoques cuantitativos que con demasiada frecuencia incurren en sesgos misera-
bilistas. Podemos sintetizar estas discusiones en tres puntos críticos.
En primer término, sigue resultando necesario generar conocimientos acerca de las expe-
riencias de los lectores con los textos, más allá de las jerarquías preconcebidas sobre el valor
social y simbólico de las obras. Como ha apuntado B. Lahire, la sociología de la lectura ha
entendido estas prácticas desde una visión del consumo cultural que, intentando situar los
textos en su legitimidad social, frecuentemente los reduce a «los nombres de los autores, a
187). Sabemos que los bienes culturales son capaces de condensar múltiples connotaciones
simbólicas, y que en ellas tienen lugar tanto las representaciones hegemónicas como los
-
-
tándose qué es lo que la gente hace con las obras en el curso de su vida social.
de medida que nos permiten aprehender estos procesos. Los pocos estudios que en la ac-
tualidad se ocupan de indagar en las prácticas sociales de lectura, siguen construyendo su
análisis desde el libro como formato de lectura privilegiado. A lo largo de esta investiga-
ción, hemos podido observar que en México y América Latina las encuestas que guían las
desde distintos sectores. El primer informe de la Encuesta Nacional de Lectura 2012, inti-
tulada sintomáticamente «De la penumbra a la oscuridad
un promedio de 2,94 libros por persona al año, y que menos de la mitad de la población
mayor de 12 años lee libros. A pesar de que este estudio intenta incorporar prácticas de
lectoescritura menos estrictas, como aquellas posibilitadas por las tecnologías digitales, el
peso gravitante que tiene el libro como unidad de medida de los hábitos lectores termina
marcando un diagnóstico pesimista y alarmante. De este modo, es fácil encontrar en la
prensa y la opinión pública aseveraciones tajantes que señalan que «México es un país de
no lectores la gente no entiende lo que lee
justa medida, es necesario desanclar la mirada de los libros —y más aún, de los libros edi-
tados— y registrar las muchas prácticas lectoras contemporáneas que suceden al margen
de éstos5. En este sentido, las investigaciones actuales deben autonomizarse de los inte-
reses tradicionales de los editores, para indagar sin prejuicios en lo que está sucediendo
con la lectura en sus modalidades y soportes emergentes, que sin duda incluyen piratería
y circulación no autorizada de contenidos.
relieve las dimensiones de la lectura que se activan y cobran sentido en colectividad. Tal
como se ha señalado respecto de otras formas de consumo cultural, la recepción de los bie-
unidad-libro está desapareciendo de la escena y ganando porosidad en sus límites: «el valor de la cadena se desplaza desde un modelo que
nes simbólicos no puede ser observada como la interacción solitaria entre individuos y pro-
ductos (Campos 2012), sino que debe ser interpretada en el marco de una amplia red de re-
laciones sociales involucradas directa o indirectamente en estas prácticas. Aunque esta
dimensión colectiva es más evidente en otras formas de consumo cultural —como se ha
analizado en el caso de espectáculos y conciertos (Cruces 1999)—, también en la lectura
están presentes la interlocución y la sociabilidad. La lectura inmersiva no es más que una
-
senta apenas un 25% del total (Lloyd, 2008). Leer puede cobrar la forma de una conversa-
ción con libreros, amigos y/o profesores: de acuerdo a N. García Canclini, «ser lector es una
relación social, una práctica comunicativa. A través de los siglos solo en ciertas situaciones la
lectura ha sido una tarea silenciosa: en los conventos, en las bibliotecas, o, gracias a la multi-
plicación industrial de los libros, en el aislamiento de la casa. La lectura oral y colectiva ha
predominado en la misma vida monástica, en las fábricas de cigarros, en la radio, los salones
Estos tres sesgos de los estudios en torno a la lectura —un lector pasivo; que sólo lee libros
editados; y que lo hace en solitario— imprimen urgencia a la tarea de complementar los da-
-
riencias de los lectores. Ello no implica desconocer los aspectos sombríos del panorama de
en estos tiempos. Diversas voces contemporáneas han señalado, desde los imperativos de
la escena local, que no es posible transformar estas estadísticas sin un cambio verdadero en
vez desalentada en las prácticas del sistema educativo. Quienes han puesto estas problemá-
gusto adquirido, debe promoverse menos desde lo curricular y más desde sus dimensiones
gozosas. Para Gabriel Zaid, el acto de leer da forma al mundo: leer nos hace más reales; en-
por su parte, distingue entre una lectura utilitaria y una lectura por placer, esta última aso-
ciada a la pasión o la adicción. Ante un sistema escolar que no ha logrado promover la lectura
y convertirla en una práctica central de la vida, resulta preciso formar más «lectores placen-
pasión genuina, apunta Martín Kohan, suscita intriga y curiosidad en los demás, pero es
poco lo que logran los sermones y moralinas en la formación de nuevos lectores (2015). Si la
discusión contemporánea y la agenda cultural respectiva se viene desplazando desde la lec-
tura como deber ser
que leen quienes dedican su vida a la creación artística y literaria adquiere una nueva impor-
tancia. No es mucho lo que pueden decirnos los cuestionarios estandarizados acerca de es-
tas formas diversas y plurales de pasión por la lectura, que coexisten, como veremos, con sus
biografías de los sujetos e interactúa con sus modos de pensarse en el mundo. No existe
entre los creadores culturales una única historia en relación a la lectura: no todos fueron
ávidos lectores cuando niños, y ni siquiera hoy en día todos lo son. Pero sí encontramos
que, en su abrumadora mayoría, los artistas y escritores piensan en los libros y los textos
como buenos compañeros de ruta, que amueblan cálidamente sus estudios y talleres, y se
cuelan en sus conversaciones cotidianas con amigos, estudiantes y colegas. En sus dife-
desarrollando una mirada sensible. Entonces, ¿de qué maneras la lectura ha estado pre-
sente en estos procesos?
Cuando preguntamos a los productores culturales por sus trayectorias como lectores, des-
cubrimos que las primeras aproximaciones a la lectura están fuertemente marcadas en
términos generacionales, y que ciertos libros, colecciones y ediciones particulares consti-
tuyen referencias clave en el curso de esas biografías. Los mayores se iniciaron en la lectu-
El Conde de Montecristo es uno de los tí-
Los primeros acercamientos a la lectura son diversos y hasta contrastantes: mientras hay
quienes provienen de familias ilustradas donde los libros siempre estuvieron presentes
—«los libros son una inversión, no un gasto
otros iniciaron indagaciones más autónomas e incluso instaron a sus padres a participar de
sus lecturas. Pero rara vez estas exploraciones fueron un proceso estrictamente solitario.
que se recuerda con cariño —un maestro de español, uno de los padres o un hermano ma-
-
terés se transmite, nos dice una entrevistada, «como se transmite el gusto por todas las co-
sas inútiles: porque alguien muy querido tiene el vicio, y te lo pasa
primeros hallazgos de la lectura se evocan como un momento importante en el autodescu-
brimiento personal, y a menudo se recuerdan como espacios de desconexión respecto de los
aspectos hostiles de la realidad. Este espacio de autonomía y libertad suele constituir un
hito de sus biografías que se rememora desde las anécdotas y los detalles: un escritor re-
cuerda su infancia sentado frente al librero de un pasillo; otra, decide en secreto leer Jane
Eyre tres veces seguidas, aun cuando su padre considera que la vida es demasiado corta para
repetir un mismo libro; una artista nos relata cómo dos maestros hipnóticos le ayudaron a
desarrollar, simultáneamente, el gusto por la pintura y la pasión por devorar libros. La lectura
sirve de albergue a lo largo de las adolescencias difíciles: constituye un mecanismo de defen-
sexualidad; u ofrece una vía para mirar más allá de la burbuja y generar posturas propias. No
todos son lectores voraces, pero todos encuentran en el mundo de los libros el placer, el
asombro y la maravilla. «Toda mi vida social, amorosa y erótica tiene que ver con los libros
—constata una escritora— ¡qué horror!».
Las generaciones anteriores fueron socializadas en un mundo de lectura organizado por ca-
no se trataba, por ello, de una experiencia menos gozosa, en aquel tiempo marcado por los
libros y las bibliotecas se recibía la lectura como un regalo respecto del cual no es posible re-
godearse demasiado y frente al que no existían demasiadas alternativas. Los nacidos des-
pués de los ochenta, progresivamente, van conociendo los libros junto a las computadoras y
videojuegos, y estableciendo puentes entre la lectura y la escritura en los distintos formatos.
Algunos agentes culturales que hoy se desenvuelven en la escena de la literatura digital fue-
-
ras escrituras autónomas fueron códigos y programas. Así, para estas nuevas generaciones,
las biografías de lectura resultan cada vez más indisociables de sus historias en relación a las
nuevas tecnologías, y es quizás por eso que entienden la pantalla y el papel como territorios
comunicados y complementarios. La circulación por estos dominios simultáneos, como ve-
remos en el próximo apartado, construye lectores habituados a la interacción y a la toma de
Aun cuando presentan una relación más suelta con las convenciones de la lectura tradicio-
nal, los textos impresos constituyen objetos importantes y queridos para los productores
más jóvenes. El mayor o menor apego a los libros, pese a lo que pudiera pensarse, no está
tan marcado por las diferencias generacionales como por la pertenencia disciplinar. Encon-
tramos posturas disímiles entre hombres y mujeres, tanto en el segmento mayor como en el
menor a 35 años; sin embargo, los campos artísticos en los que los sujetos se desenvuelven
sí determinan miradas diferentes respecto a estas aprensiones. Con la excepción de una en-
al objeto-libro que a sus desarrollos digitales, como consecuencia de una preocupación deli-
berada por sus aspectos materiales. Es entre los artistas donde encontramos la mayor resis-
tencia a leer y comprar ebooks, o a reemplazar ciertas modalidades de lectura física por sus
equivalentes en pantalla. Por lo mismo, los discursos que apuntan a la desaparición de los
libros suelen provocar cierto temor entre este tipo de creadores: «Eso de que el libro va a de-
saparecer, ¡qué horror! —nos comenta una artista visual nacida a mediados de los seten-
ta—. El olor de los libros, la textura del papel… de pronto, hay algunas revistas que tienen
hasta los agujeritos de las polillas que convierten la hoja en una obra de arte… es precioso
En muchos relatos, pudimos observar cómo se desarrolla un vínculo afectivo con los libros a
no necesariamente libros de artista. Me gustó la portada, algún tema que está ahí, o son fac-
símiles de otras publicaciones más viejas. Son libros que tienen mucha carga de objeto: la
forma, el color
«Hay libros que puedes leer donde caiga; puedes empezar el libro por el medio, o la última
página, y no pasa nada. O más bien, pasa mucho, porque cambia la manera en que percibes
y la interpretación se transforma —apunta un artista acerca de su relación con estos dispo-
sitivos—. Hay libros de imágenes que son estrictamente visuales: son catálogos, son para
verse. Y también hay objetos, libros, que a mí me gusta coleccionarlos, porque son objetos
únicos. Es decir, están diseñados y pensados por el artista —o por quien sea que los conci-
be— como cosas. No solamente son vehículos de un contenido, sino que también son objetos
que tienen una serie de cualidades. Todos los libros, en realidad: el gramaje del papel, la ter-
sura o aspereza de la cubierta, el grosor, el peso, la dimensión. Este vínculo afectivo y objetual
también está presente en aquellos artistas que aún no alcanzan los treinta años: «Me gustan
las librerías; me gusta el objeto, el papel, el olor. Toda esa materialidad
-
tinguimos en los proyectos emergentes vinculados a la lectura una reivindicación de la obje-
tualidad del libro y un interés por activarlos de forma colectiva. La iniciativa experimental de
Aeromoto, biblioteca pública de arte situada en la colonia Juárez y abierta a la comunidad
desde inicios de este año, ilustra esta valoración del mundo del papel. «En un mundo donde
la lectura es desdeñada, apostamos por la convivencia en torno a los impresos. De diferentes
maneras, Aeromoto pugna por el tiempo lento que los libros exigen. En la época de lo hiper-
En la otra vereda, los creadores del campo literario con los que conversamos en este estudio
se manifestaron, en términos generales, menos nostálgicos respecto de los soportes tradi-
cionales y más receptivos a las transformaciones tecnológicas. Algunos escritores, especial-
mente los que rondan los cincuenta años, señalan ciertos problemas prácticos que los llevan
sucede dentro del ámbito digital. La escena de avanzada en el mundo literario ha desarro-
-
cias aún existen, son objeto de permanente examen por parte de estos agentes culturales.
-
cuentemente). Pero, a la vez, muchos critican con desenfado ciertos fetichismos en torno a
las primeras ediciones, y celebran las posibilidades de acceso y circulación que ofrecen los
-
soportes como una relación productiva. «No soy la romántica que se aferra y que ve un apo-
calipsis porque leamos en la computadora —apunta una escritora de treinta años—. Creo
que los libros van a seguir existiendo porque son otra cosa; no es nada más el único lugar
donde se pueda leer
Ya sea a través del papel o la pantalla, la lectura es una actividad central en las rutinas coti-
dianas de los artistas y escritores, y su propio trabajo creativo se encuentra atravesado por
ella en diversos sentidos y niveles. Una característica de los creadores culturales, que en la
última década se ha hecho extensiva a otros sectores de la población, radica en la tenue
frontera que separa los tiempos de trabajo respecto de los tiempos de ocio. La lectura cons-
tituye una práctica cultural especialmente afectada por esta indistinción, y los mismos en-
trevistados apuntan que es difícil determinar dónde termina la diversión y dónde comienza
la tarea productiva. «La distancia entre placer y chamba se ha ido acortando -
workaholic: todo tiene un
en términos creativos, al punto que el disfrute pasa a entenderse como una forma de
producción. «Descansas para poder trabajar mejor después
los medios digitales. Así, prevalece en la mayor parte de ellos una mirada omnívora, que in-
terroga todo producto cultural —y los textos entre ellos— como un posible insumo para la
creación. «Todo es consumo y todo sirve
Aunque el trabajo artístico y literario suele involucrar alguna forma de goce —y para algu-
productores culturales pocas veces se traduce en una dedicación exclusiva a los aspectos
placenteros del trabajo creativo. Ciertas tareas tediosas o rutinarias también forman parte
de la disciplina diaria de artistas y escritores, y muchas de ellas involucran prácticas de lectu-
ra. De este modo, aun cuando todas las lecturas son voluntarias, no todas las lecturas resul-
tan igualmente disfrutables. De vez en cuando, señalan algunos, es preciso retomar el rum-
Había dejado
de leer por gusto —nos dice un artista—. Todo lo que leía tenía que ver con algún proyecto,
contenido me había llevado a una especie de aislamiento de la lectura per se». Como él, va-
rios intentan encontrar el tiempo para incorporar textos no estrictamente funcionales o uti-
litarios: cuentos, novelas, ensayos, historietas. Pero, incluso en estos esfuerzos, queda ma-
que un artista las distingue— están conectadas íntimamente, y aunque se busque equilibrar
la balanza entre ambas, «algunas veces algo que empezó como «literario» se vuelve «discipli-
nar» y viceversa».
Algunos creadores culturales llevan esta relación con la lectura y la escritura un paso más
allá, y la ponen en el centro de sus propias búsquedas artísticas. Desde lo textual y lo visual,
-
mente acompaña a la lectura; los procesos mecánicos que hacen posible la escritura y su
desde sus formas más antiguas; otros, se preguntan por los modos en que las tecnologías y
sus nuevos dispositivos intervienen en el curso de estas prácticas y las llevan por nuevos
más conscientes de su propio proceso. «Más que libro-objeto o libro de artista, mis obras son
libro-gesto —nos cuenta un artista visual acerca de sus indagaciones en este sentido—. Es-
tán basadas en remarcar los gestos que hacemos durante la lectura; darle el valor a la lectura
como un acto en sí mismo, que tiene su propio código y sus propias funciones. Su propio
modo de proceder
recepción. Este tipo de proyectos, de algún modo, formula por medios visuales lo que ciertas
textos (Cavallo y Chartier, 2001), sino que emergen en el contacto entre éstos y los lectores.
Una escritora vuelve a una célebre escena de Anna Karenina para dar cuenta del rol activo del
lector que caracterizaría, a su juicio, la «gran transformación de la lectura en nuestra época»:
cuando Catalina recibe la propuesta del Conde, quien, en lugar de escribir todas las palabras,
nada más dispone sus iniciales. Y ella entiende el mensaje, aun cuando las palabras no están
escritas. De este modo, la función del que lee está generando la existencia misma del texto.
«Entendí por qué me gustaba tanto esa escena. —añade— Estás entendiendo algo porque
ya formas parte de todo el universo que está alrededor, y justo como Catalina, puedes hacer
el cuerpo de las palabras que no están ahí
«Considero la lectura como una actividad artística por sí misma —declara, en este mismo
sentido, un artista visual al escribir su biografía lectora—. Una acción basada en la participa-
ción, no en la pasividad
determinado tipo de sujeto se enfrenta a los libros y a los textos; los modos en que combina
los recursos físicos y digitales; y/o las motivaciones que lo empujan a realizar estas prácti-
cas. En nuestro caso, no vemos gran provecho en este tipo de aproximaciones. El trabajo de
campo que hemos realizado nos lleva a pensar que los caminos de la lectura son más inclusi-
vos que excluyentes, y que los sujetos son a la vez muchos tipos de lectores, en función de
propósitos o contextos determinados. Es cierto que las diversas formas de leer suponen
competencias, habilidades y recursos diferentes, y que el peso de ciertos modos de hacer
-
tramos, entre los creadores culturales que participaron de este estudio, un conjunto de prác-
ticas que se repiten y un repertorio de soluciones similares a problemas relativamente diver-
sos. Se trata de prácticas de lectura heterodoxas, que hacen uso simultáneo de recursos de
lectura tradicionales y emergentes y que comparten una forma de seleccionar, organizar y
procesar los textos que llegan a sus manos: la lectura por proyectos. Como veremos a lo largo
-
cas de la lectura bien pueden coexistir con prácticas fragmentarias o dispersas, en la medida
su realización. De este modo, estudiar las prácticas lectoras de los creadores culturales pare-
ce ofrecer sólidos argumentos en contra de las miradas apocalípticas que sólo ven degrada-
ción en los modos de leer que promueven las herramientas digitales, como también en con-
tra de los entusiasmos desmesurados de quienes confían en la superación del antiguo orden
a través de las nuevas prácticas mediales. Antes de describir los hallazgos de nuestro estu-
dio, conviene reseñar las coordenadas generales de esta discusión y problematizar sus al-
cances en el ámbito que aquí nos ocupa.
Pocas veces los estudios sobre lectura logran escapar de los juicios y convenciones que rigen
estas prácticas en la sociedad contemporánea. Casi todos ellos asumen como punto de par-
tida el hecho de que leer es bueno, y que ciertas formas de lectura —ciertos títulos, pero
también ciertas formas de leerlos— son mejores que otras. Esta problemática ha sido nom-
brada y conceptualizada por diversos autores, sin embargo en esta ocasión la abordaremos
de forma caótica, al margen de los cánones y criterios que inscriben el acto de leer en el ca-
mino al aprendizaje. Aunque no cabe aquí extenderse en la caracterización de estas lógicas
marco de la escuela y su tarea pedagógica, la cual se sirvió del régimen de autoridad de los
textos para inculcar hábitos sociales y dejar una impronta moral o ciudadana en los sujetos.
Desde estas coordenadas se consolidó un modo de leer hegemónico, que no sólo se restrin-
gía a un repertorio único y jerarquizado de textos, sino también a una serie de liturgias y
comportamientos asociados a la práctica de la lectura (Petrucci, 2001)6. La lectura salvaje,
en oposición a los procedimientos tradicionales de la modernidad, representaría un modo
-
derada verdadera y legítima. Quedaría planteado, entonces, el desafío de articular estas
prácticas salvajes «con el repertorio de la literatura que ayuda a los individuos a pensar su
desde esta óptica, es aquélla que permite entablar una provechosa apropiación del entorno,
y que sólo puede ser alcanzada mediante un conjunto de prácticas lineales y jerarquizadas.
6. En la historia de la lectura, tal como apunta Petrucci, siempre han convivido dos formas de usar los libros: aquellas rígidas y profesionales, por
una parte, y las prácticas libres y no reglamentadas, por la otra. De este modo, las formas de leer que documentamos en este texto no deben
entenderse como prácticas inéditas o novedades sin antecedentes; más bien queremos sugerir un desplazamiento general hacia la validación
de modos de lectura más anárquicos e independientes.
autorizados, entonces, fueron aquéllos capaces de sostener una lectura lineal, progresiva y
-
terrumpida e irregular (Zalba, 2003). Sin embargo, las turbulencias que trajeron consigo los
medios de comunicación masivos durante el curso del siglo XX —en parte la radio, pero sobre
de los modos de leer. En los tiempos del zapping, la fragmentación y la dispersión en la lectu-
ra dejan de ser patrimonio de los sectores populares, para penetrar en las prácticas cotidia-
nas de diversos tipos de lectores. Las últimas décadas han marcado dramáticamente este
desplazamiento hacia nuevas formas de lectura, especialmente entre los más jóvenes, pro-
moviendo un estado general de preocupación acerca de un eventual empobrecimiento de
Estas formas desordenadas de lectura que parecen proliferar en la actualidad han sido rotu-
-
cas gobernadas por un afán egoísta y egocéntrico que se resume en una máxima: «leo lo que
me parece -
-
dad legítima y la linealidad como forma idónea para llegar a la comprensión. Estudiar los
modos de leer de los creadores culturales permite examinar estos supuestos desde un ángu-
lo distinto. Bien sabemos que no se trata de lectores populares o incultos, y que alcanzan
índices de graduación y postgraduación muy superiores al promedio de la población. No to-
dos ellos son jóvenes, de modo que las prácticas de lectura que los caracterizan como grupo
Y ciertamente, los vínculos que establecen con los textos no pueden describirse como super-
-
ra para pensar sus relaciones con el mundo y con los otros. Pese a todo ello, hemos visto que
las prácticas lectoras de los artistas y escritores están marcadas por la dispersión y la simul-
taneidad. ¿Son los creadores culturales lectores salvajes? ¿Existen otros caminos, más obli-
cuos y menos disciplinados, de entablar una relación provechosa y productiva con la lectura?
Revisaremos con cierta detención los modos de leer y los usos de la lectura que describen
nuestros informantes en las entrevistas, biografías lectoras, diarios de lectura y mesas de
trabajo. ¿Qué caracteriza sus prácticas lectoras?
proporciona para referirse a las prácticas lectoras. De acuerdo con él, en este concepto pode-
mos aludir al «conjunto de acciones y operaciones con las que un sujeto interactúa con un
discurso construido, a partir de una serie de sistemas simbólicos y procesos de producción
-
tendidas, las prácticas lectoras ponen el foco en los vínculos que los sujetos entablan con los
discursos, admitiendo las dimensiones productivas, subjetivas y sociales que están presen-
tes en la lectura. Esta idea constituye un consenso básico a la hora de estudiar los modos en
que leen los creadores culturales, quienes desde hace generaciones trabajan bajo el supues-
to de que, sin los receptores —lectores, espectadores y público—, el ciclo artístico no está
completo. Tal como sostiene la literatura especializada en consumo cultural, los participan-
el proceso de interpretación, tanto en la lectura de textos
como de piezas visuales, exige de los sujetos una serie de operaciones activas que no se
agotan en las lecturas previstas o diseñadas por el autor. Algunos entrevistados critican, en
este sentido, el exceso de mediaciones didácticas entre las piezas y sus usuarios, recono-
ciendo el valor hermenéutico de todas las miradas posibles —incluso las más profanas— en
tanto ejercicios de creación de segundo orden. Estas posturas están próximas a la idea de un
-
nicación artística como un traspaso de lo idéntico: un saber o energía que están en un lado
(en el lado de los artistas) y que debe pasar al otro (el de los públicos) de la forma más ínte-
Las prácticas lectoras de los creadores culturales son ciertamente múltiples, y tan llenas de ri-
tuales y detalles, que resulta imposible hacerles justicia en su globalidad7; nos limitaremos, por
alternativas de examinar los textos. Podríamos pensar este distanciamiento de las prácticas
-
nidad a través de la escuela y la pedagogía. Los contratos de lectura, en el sentido que los desa-
-
creadores en general suelen desarrollar hábitos de trabajo (y lectura) muy particulares y difíciles de generalizar: existen tantas metodologías
de trabajo como artistas.
La linealidad y completitud son rasgos de este modelo frente a los cuales suele marcarse
una distancia. Muchos de los artistas y escritores de nuestro estudio —especialmente
los mayores— fueron socializados en estas formas rígidas de la lectura, experimentando
en algún momento una necesidad de ruptura. Para algunos, esta inquietud se manifestó
como una crisis: «Hay una religiosidad en la educación de la lectura, que en la época en
que yo era joven no era castrante ni nada por el estilo: era completamente normal —re-
lata una creadora cercana a los cincuenta años—. Empezabas un libro y lo terminabas; y
si el libro era bueno, pues con mayor razón. Ser capaz de dejarlo; poder decir en la página
150 de una novela: «ya no lo quiero leer más. Me está aburriendo, me está angustiando,
no me interesa o me está cayendo mal», fue una gran rebelión
visuales y del mundo editorial apunta que hace años no logra terminar un libro, y que a
la larga le interesan aquéllos que no tienen esa demanda de principio a fin. La lectura
parcial y desordenada suele ser una práctica validada entre los productores culturales,
los cuales a menudo se confiesan lectores «de muchos principios y pocos finales
parte, afirman que siempre profesaron la lectura brincándose las secciones aburridas o
complejas, o combinando los libros con sus versiones televisivas y cinematográficas. En
términos generales, los más jóvenes sienten menos conflictos con sus prácticas de lec-
tura en la actualidad, y aunque detectan que leen menos libros enteros o que dedican
menos tiempo a la lectura concentrada, no viven esta transformación como un pesar o
una deuda. En términos estrictos, estas formas de leer son parciales y desordenadas
sólo si nuestra vara de medida siguen siendo los dispositivos de lectura tradicionales. En
la actualidad, la unidad de la completitud ya no está inscrita en el texto: no es el libro o
la revista lo que marca los límites de la lectura, sino que el propio lector los configura en
función de sus propósitos personales (o colectivos). En las palabras de un entrevistado,
se trata de una lectura por proyectos. «Normalmente leo por proyectos: si estoy ha-
ciendo mi tesis de doctorado, y quiero escribir tal cosa, normalmente leo lo que está alre-
dedor de eso… no importa que esté muy lejos, sino que según yo, está ahí
lectura que recogimos en este estudio son esclarecedores en este sentido, y dan cuenta
de cómo un propósito puntual puede estructurar una dispersa exploración que cruza dis-
tintos soportes, plataformas y productos culturales. Veamos algunos ejemplos: un joven
artista se propone realizar una indagación en torno a la noción de ciudad, a partir de la
lectura de Ciudades invisibles, de Italo Calvino. Este proyecto de lectura involucra el trán-
sito por diversas textualidades y materiales, y formas también variadas de productivizar,
circular y compartir los hallazgos:
«Al mismo tiempo de iniciar la lectura sobre ciudades, me di a la tarea de coleccionar mapas
INEGI; en forma digital, mapas de distintas épocas de la ciudad: 1554, 1642, 1779, entre
La lectura basada en proyectos es, muchas veces, una exigencia de sus propias actividades
profesionales o como estudiantes de postgrado. En todas ellas, los creadores culturales con-
vocan un número amplio de herramientas de búsqueda, análisis y socialización de los conte-
nidos, que se mueven resueltamente entre el mundo virtual y el presencial. Los fragmentos
-
blica y a las redes personales; se transita entre los contenidos digitales y los físicos, los libros
y las películas; y se inician indagaciones amplias valiéndose de Youtube, Wikipedia, Imdb,
Amazon y el periódico:
TARDE
Me instalo en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura. Selecciono novedades in-
fantiles y juveniles para revisar en un sillón. Tengo que hacer una nota para Reforma sobre
novela juvenil adaptada al cine, así que también necesito echar un ojo a Bajo la misma estre-
lla, La ladrona de libros, Los Juegos del Hambre, Correr o morir... La condición de la nota es
que incluya publicaciones con versión en película más o menos reciente o por estrenar. Ne-
cesito Internet. Como en la cafetería y me dan una clave de acceso a la red. No puedo estar
en una computadora sin Internet. Ya me acostumbré a cruzar referencias, buscar palabras,
apellidos, portadas, videos.
Busco listas de novelas juveniles y películas. Hay muchas ligas. Agrego a mi lista: Perdida,
Divergente, Cazadores de Sombras, Percy Jackson. Veo los trailers de las novelas que estoy
revisando. No puedo incluir todo. Luego de leer el primer capítulo de cada novela y ver los
trailers de cada película, selecciono: Correr o morir, Bajo la misma estrella, La ladrona de li-
bros, Los Juegos del Hambre: sinsajo y El Hobbit, porque de ésta, este año se estrena la terce-
ra y última parte de la versión de Peter Jackson.
Entro a Facebook y chateo con una amiga especialista en novela juvenil. Quiero que me diga
qué sabe de esas novelas y películas, comentarle mi selección y enriquecer los datos que he
encontrado. Quedamos de vernos por Skype a las 10.
(escritor, 31 años)
23-jun-2014
NOCHE
de cine Matthew Hays en la Universidad de Concordia, para aprender sobre cine y practicar
mi comprensión auditiva del idioma inglés.En la primera hora de la clase, Matthew Hays ex-
Rabid
-
menzó su carrera de director y por qué ha hecho películas de horror. Hays comparte en voz
alta algunos fragmentos de textos relacionados a la obra de Cronenberg, que invitan a re-
-
co— el carácter sexual y erótico de sus cintas, ligado al mal y la infección incubados en el
cuerpo. Hays nos pide que pongamos particular atención en algunos detalles, haciendo én-
fasis en el personaje principal femenino y las características de la infección (cómo se conta-
gia y su carácter sexual).Después de la proyección, Hays hace algunas preguntas, los alum-
nos comparten su opinión de manera fragmentaria. En principio por que mprprs piezas de de
arte y lenguaje.
brinda otros datos históricos que no fueron mencionados antes y analiza una secuencia
horas aprox).
http://youtu.be/dFttIMfI6_c
David Cronenberg and the Cinema of the Extreme (BBC2, 1997) http://www.youtube.
com/watch?v=bJMq-T40K_A
Shivers wikipedia
Shivers trailer:
http://www.imdb.com/title/tt0073705/
En concordancia con los hallazgos de otros estudios sobre modos de leer contemporáneos,
encontramos que, también entre los creadores culturales, el proceder secuencial y clausura-
do del régimen de lectura moderno es reemplazado por una lectura fragmentaria y abier-
ta. La literatura especializada ha documentado ampliamente el papel de las nuevas tecnolo-
gías de la información en dicho desplazamiento, discutiendo detenidamente los modos en
que los nuevos soportes y posibilidades de circulación de la lectura afectan nuestras prácti-
cas y procesos de pensamiento8. Aunque el debate excede las posibilidades de este texto,
resulta relevante mencionar la distinción que Franco Moretti realiza entre una lectura distan-
te (distant reading) y una lectura directa (close reading), puesto que permite hacer un con-
trapunto entre algunos aspectos esenciales de ambos paradigmas de lectura (citado en
Pons, 2013). De acuerdo al autor, la lectura distante es aquella que consiste en examinar
numerosos textos de una sola vez, haciendo de la distancia una condición para el conoci-
miento. La unidad de focalización no es, por tanto, el texto, sino fragmentos de éste o líneas
que lo trascienden. La potencia de la lectura distante, como la de la mirada cuantitativa, ra-
dica en su capacidad de ofrecer interconexiones y nexos entre los objetos estudiados, pa-
gando el precio de la desafección respecto de los procesos singulares, en su riqueza y profun-
didad (Pons, 2013). Resulta evidente que la digitalización es una tecnología que favorece
contenidos textuales.
Las actuales experiencias de lectura de los creadores culturales ilustran cómo esta lectura
distante ha venido ganando fuerza, siempre en una relación de complementariedad con las
tradicionales lógicas inmersivas y profundas de lectura de un texto. La
(2013).
lectura -
porque las estrategias de lectura que despliegan son múltiples y variables. «Hay cosas que
lees rápido y las escaneas; hay cosas que lees de una sola vez; y hay cosas que lees varias
veces, las subrayas y las marcas y las relees
entrevistados no sólo Rayuela, sino todos los libros admiten modos distintos de aproxima-
-
tradas en la actualidad en diversos grupos sociales, se trata de una práctica central para los
creadores, cuya amplia gama de inquietudes culturales —ese «extraño conglomerado de
intereses
costumbres de lectura omnívoras y dispares.
este sentido: «Creo que hay un razón orgánica en mi cuerpo y mi atención que está acostum-
brada a saltar. Leo veinte minutos, media hora; interrumpo y hago otra cosa; regreso a la
lectura. Leo durante mis trayectos: en el transporte público, en los aviones, cuando viajo…
Ella no es la excepción: hombres y mujeres, artistas y escritores, jóvenes y experimentados
-
cionando fragmentos de textos más extensos, y que —aunque buscan encontrar espacios
para sostener la concentración—, a la larga el lugar de la lectura son los pequeños intersti-
cios dentro de sus rutinas, ejerciéndose de modos frecuentemente discontinuos. «Los lecto-
res sabemos bien que la vida no está hecha para permitirnos leer. Más aún, cabe decir que
está hecha para impedirlo. Siempre aparece otra cosa que hacer, siempre surge una ocupa-
ción más urgente, siempre hay una prioridad que se interpone; nunca faltan, en el día a día,
motivos de distracción, arteras interrupciones, personas que nos hablan, incordios garanti-
esta situación como la consecuencia no siempre deseada de sus estilos de vida, las genera-
ciones nacidas después de los ochenta han terminado por incorporar estas prácticas como
condiciones de posibilidad para la producción. «Yo soy un lector disperso, que puede llegar a
un tema y después ir a otra cosa que no tiene absolutamente nada que ver, o claudicar en el
camino -
gías de trabajo demandan de muchos estímulos externos simultáneos, que se conciben
Me cuesta mucho más trabajo tener sólo la
hoja de papel, o sólo la computadora con el Word abierto. Necesito un montón de estímulos,
otros para procesar mejor -
sólo los textos y materiales de diversa índole, sino también las herramientas para gestionar-
lo. «Tienes 17 ventanas en la computadora, 3 libros abiertos, una llamada telefónica, la mú-
sica sonando y el gato entrando… y te acostumbras: ya no es ruido sino lo cotidiano —agrega
la misma entrevistada— «Otra escritora, cercana en edad a la anterior, apunta en el mismo
sentido: «Siento que en esos distractores hay un montón de creatividad. De manera un poco
involuntaria llegué a esta estrategia de escribir cosas que me lleven a estar cerca de Internet.
Es una consecuencia feliz poder divagar
En la línea de lo sostenido por A. Pons, la lectura distante ofrece a los creadores nuevas es-
trategias para manejar y jerarquizar los contenidos en tiempos en que abunda la infor-
mación. Varios de ellos han desarrollado sus propios procedimientos para ejercer lecturas
rápidas y esquemáticas de los textos, discriminando cuáles son los materiales relevantes
para sus investigaciones o procesos creativos. A menudo, nos encontramos con que los mo-
dos de organizar los archivos y la biblioteca constituyen también una forma de ordenar el
-
sar las relaciones entre estos contenidos y ensayar criterios diversos de jerarquización. El
momento de ordenar los libros físicos y digitales representa, para muchos creadores cultura-
acomodar la biblioteca
—nos comenta un escritor— es una manera de acomodarte la cabeza -
nes van experimentando cambios en el tiempo, y dando lugar a categorizaciones híbridas
que integran criterios cronológicos, conceptuales y subjetivos. «No tengo una categoría para
organizar los libros. Los compro y los pongo según los voy usando y según los voy pensando
señala un artista. La propia interconexión de los contenidos va guiando los caminos de la
lectura, generando líneas de exploración reticulares: en efecto, varios apuntan «Rizoma»
como una lectura que ha marcado sus biografías en relación a los libros.Algunos nos comen-
tan que valoran el azar como criterio de selección de sus lecturas y les gusta pensar que son
No encontramos una sola respuesta cuando preguntamos a estos agentes creativos cuáles
son las habilidades y recursos asociados con la lectura que es preciso desplegar en la ac-
tualidad para desenvolverse en estos campos. Ciertas voces, situadas en el cohorte etario
superior de nuestra muestra, tienden a pensar que el problema de fondo no se ha transfor-
mado sustancialmente, y que las competencias que eran necesarias antes para ser un buen
lector siguen resultando, hoy en día, igual de importantes. «La paciencia que hace falta para
pasar las famosas primeras 150 páginas de una novela y seguirse, son las mismas que an-
tes
—familiarizada con artefactos como diccionarios y enciclopedias— desarrolla cierta racio-
nalidad en torno a la información que aún es útil para investigar y localizar datos. En algunos
La lectura se
complejas.
Hoy en día, tanto para las generaciones consolidadas como para las emergentes, es impera-
tivo lidiar con el exceso de información y mantener la concentración focalizada: «La condi-
ción de estos días es que todo el tiempo hay algo tratando de llamar tu atención
un escritor nacido en los ochenta—. Siempre hay algo que te está haciendo creer que no es-
tás en el lugar correcto; que tendrías que estar en alguna otra parte haciendo otra cosa
Aunque nos encontramos con niveles de comodidad frente a esta multiplicidad de estímu-
los, la conclusión a la que arriban nuestros entrevistados es bastante similar: «este pedido de
esto me permite mantener la mente en calma y gozar del silencio, ya que, una vez abierta
cualquiera de ellas, el pensamiento se va hacia todos los links
memes y demás tránsito de información que se encuentre uno en el camino. Abro primero
Twitter, como mi fuente de lectura e información predilecta dentro de la Red y después todo
lo demás. A lo largo del día estoy en contacto constante con todas las redes; de nuevo, con
mesura, o cuando menos así lo intento. Ser un usuario activo de las redes sociales también es,
.
disposición de los libros en el espacio invita a descubrir relaciones inéditas entre los textos,
El segundo ámbito, por su parte, guarda relación con esa pulsión primaria de la tarea creati-
va9: la de establecer conexiones sensibles entre diversos ideas y objetos. «Ante la infor-
mación avasallante que tenemos todo el tiempo, hay un momento en que esa misma satura-
ción genera un caos interno. El lector que pretende darse coherencia, tiene que buscarla
desde adentro; tiene que desarrollar esa sensibilidad
su actividad creativa como una vía intuitiva para organizar este exceso de imágenes y textos.
Bien puede pensarse el trabajo artístico en directa analogía con la práctica hipertextual ca-
racterística del mundo digital: las obras no sólo proporcionan enlaces entre elementos apa-
rentemente dispersos, sino que conforman nuevas formas de plegar la realidad. Como apun-
propia tarea artística, permite a quien la lee ir develando las palabras e imágenes escondidas
tras los pliegues (2000).
Además de la mirada relacional que permite construir mapas semánticos donde situar los
problemas, están las habilidades para aprender a usar la información en favor de los em-
prendimientos personales. Posiblemente la escuela tiene que ver con la adquisición de la
primera de estas competencias, pero tiene todavía mucho que avanzar respecto de la segun-
da. Nuestros informantes más jóvenes coinciden en que, la mayor parte de las veces, éstas
se aprenden practicando e indagando de forma autónoma. «Entender cómo funciona una
herramienta te ayuda a entender cómo te puede servir esa herramienta para hacer lo que
quieres hacer
community manager. En este sentido, distinguimos que cierta pulsión o curiosidad por la
expansión del conocimiento es una característica fundamental de los jóvenes creativos, ya
9. La forma en que Lévi— Strauss conceptualiza la tarea del artista está íntimamente ligada a esta capacidad sensible de encontrar relaciones
Strauss, 1971).
que es lo que determina que inviertan tiempo y energía en familiarizarse con estos nuevos
recursos. «¿Sabes qué me pasa todo el tiempo? —dice un editor de libros digitales—. Me
pregunto: ‘¿Esto para qué lo quiero? Esto no sirve para nada’. Pero empiezas a experimentar
un poco, y son las pequeñas diferencias las que te van dando un sentido particular -
sario explorar sus posibilidades y experimentar con ellas en el marco de los propios procesos
creativos, y es la propia red la que ofrece orientación a estas búsquedas, poniendo la infor-
mación al alcance de cualquiera. Esa forma de exploración intuitiva que favorece el mundo
digital «es una capacidad de aprender muy humana
la ingeniería en reversa: «nadie te enseña cómo hacerlo, sino que tienes que buscar hasta
llegar a una solución. Aprender por empatía, copiando gestos… -
portantes para llegar a resultados exitosos es la perseverancia y la capacidad inquisitiva:
como señala un escritor nacido en los ochenta, «la curiosidad intelectual te permite replan-
tear el modo en el que haces la pregunta. No quedarte con el primer resultado; no quedarte
con el «no salió nada». Poder preguntar de varios modos y saber combinar, cruzar
lado, según los creadores culturales que participaron de este estudio, también se requiere de
, para circular con soltura entre diversas formas de
presentar los contenidos y acceder a ellos. Finalmente, hubo quien nos señaló que las mejo-
res habilidades para enfrentarse a esta abundancia de estímulos son la lentitud y el silencio;
Leer y escribir han sido siempre tareas hermanas, y con mayor razón en el ámbito de la crea-
ción cultural. Cabe entonces preguntarse: ¿Cómo se han transformado las prácticas de es-
critura en este escenario? La respuesta apunta, sin duda, en la misma dirección que las prác-
tablets. To-
dos coinciden en que los procesadores de texto optimizan y dan rapidez al proceso de es-
critura, dando lugar a formas inéditas de gestionar la información e impulsar la creatividad.
Más de alguno describió su proceso de escritura como una forma de pensamiento, que
apenas distingue fronteras entre distintas modalidades. «Para mí es natural pasar del dibujo
a hacer anotaciones. Para mí es lo mismo: pensar, escribir, dibujar
la nueva generación. Se repite también la idea de que escribir es una operación que se cons-
truye sobre la marcha, a partir de insumos diversos; es un modo de entrar en contacto con
las propias formas de razonar y relacionar elementos. «Cuando escribo estoy pensando y
dialogando conmigo mismo mientras voy pensando, y eso me permite ir corrigiendo de ma-
nera más rápida
Las formas de escritura que ejercen estos creadores culturales otorgan nuevas resonancias al
El pensamiento salvaje
(Lévi— Strauss, 1984). En éste, el autor sitúa en la base del pensamiento mítico la lógica del
bricoleur, es decir, aquel que obra sin plan previo y a fuerza de analogías y paralelos, utilizando
Strauss, se encontraría a medio camino entre el sabio y el bricoleur, confeccionando con me-
dios artesanales un objeto material que es, a la vez, objeto de conocimiento. En esta operación,
hace emerger relaciones inéditas entre las cosas, que permanecían ocultas o inexploradas. Las
experiencias como lectores y escritores de nuestros entrevistados actualizan los sentidos de lo
por la apropiación y la costura de otros textos e imágenes, que aunque parecen caóticas o des-
estructuradas, permiten la emergencia de nuevas formas de ver el mundo. Nos dice un infor-
mante del mundo de las artes visuales: «Yo tengo una forma de trabajar y una estructura de
pensamiento que parte de una lógica de fragmentos: voy agarrando pedazos de distintas co-
-
ra vista no eran tan evidentes
de las exploraciones creativas, cuya nutrida genealogía puede retrotraerse hasta las vanguar-
dias de principios del siglo XX. Las transformaciones que estos movimientos han suscitado en
la cultura resultan centrales para entender la práctica de los artistas visuales y escritores de
todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI; al punto de que todos han tenido que posicionarse
respecto de ellas, ya sea para negarlas, para transformarlas o para continuarlas. Y, en ese pro-
ceso, el apropiacionismo del collage, la escritura automática y fragmentaria, la necesidad de
innovar y de pensar nuevas conexiones (por mencionar algunas de estas experimentaciones)
son familiares, por no decir que inherentes a todos los creadores artísticos en la actualidad y a
las prácticas que hoy en día proponen los territorios de lectura online.
Hemos descrito hasta ahora los principales hallazgos respecto a los modos en los que los
creadores culturales de la Ciudad de México conciben y practican la lectura, y algunas com-
petencias y habilidades que deben desplegar para hacerlo. Estas lógicas lectoras, claramen-
te marcadas por las tecnologías contemporáneas, se apartan de la linealidad y el canon de la
lectura hegemónica, aun cuando estos artistas y escritores pertenecen al sector ilustrado de
gran parte de las convenciones y reglas que acompañan el deber ser de la lectura. Por eso, en
un primer momento, nos pareció posible pensarlas como formas de lectura salvaje, es decir,
como formas anárquicas de lectura que se desarrollan al margen de los repertorios cultura-
las formas en que el mercado se ha apoderado de la lectura e incluso del capitalismo; un lec-
tor que no abandona la costumbre solitaria de la lectura para someterse únicamente a los
formatos de las redes sociales, pero que se mueve con soltura entre los formatos online y
dependiendo de los objetivos con los que se acerque a un texto o autor. «La lectura es
un acto libre, fortuito, a veces difícil —señala la autora—. Tiene que ver con los estados de
ánimo y las cosmogonías individuales, con el tipo de mundo que cada lector quiere ir crean-
do para sí mismo. Por eso no hay forma de perpetuarla más que asumiendo su carácter im-
práctico e indócil. En contra de la santurronería de la lectura que hoy impera en los medios, el
Sin embargo, aunque distinguimos con claridad ciertos elementos de una lectura salvaje e
insumisa, las prácticas lectoras de los creadores culturales no pueden ser reducidas única-
mente a la contestación y subversión de las formas tradicionales de leer. El diálogo que se
generó en las mesas de trabajo que realizamos para discutir nuestros resultados, nos lleva a
entender que dichas modalidades simultáneas, fragmentarias e interrumpidas son parte de
software inte-
grado—, que se utilizan en función de objetivos diversos y contextuales. Algunos creadores
tienden a pensar que estas herramientas heterodoxas son incorporadas de forma propia una
vez que se tiene dominio sobre las competencias lectoras más convencionales. «Tal vez hago
esto ahora —nos comenta un escritor y editor independiente, a propósito de estas formas
el rizoma. De repente sí me clavo: hace poco, para escribir un libro, tenía que leer las memo-
rias de Casanova y no lo escaneé, lo leí». Lo distintivo de los artistas y escritores, entonces,
no es sólo un uso de formas no lineales de la lectura, sino la capacidad de elegir dentro de un
nutrido corpus de posibilidades de lectura. «Puedo hacer lectura simultánea, interrumpida, y
también una lectura larga, extendida y sin interrupciones. Es decir, la mezcla de tipos de lec-
tura es lo que caracteriza mi ser lector
de nuestros entrevistados, especialmente aquéllos que se han enfrentado a la formación
lectora de sus hijos, ponen acento en la necesidad de adquirir también las competencias
tradicionales para un desenvolvimiento exitoso en el mundo de las letras. Así, aunque miran
sin prejuicios las modalidades de lectura que proliferan en la actualidad e intentan no repro-
ducir los discursos moralistas acerca de las bondades de leer, les parece importante la pro-
moción de las formas clásicas de ser lector. «Suena conservador —nos dice un artista de la
generación de arriba—, pero es importante el detenimiento, tratar de entender, tener un
marco de referencia. La mayoría de los libros que valen la pena tienen muchas capas diferen-
tes, y las experiencias son diferentes para cada lector. Pero la capacidad de atención no se me
hace algo deleznable, sobre todo en las primeras etapas de los niños». La concentración de la
objeto libro, sobre todo en la infancia, es un asunto importante.De este modo, para nuestros
informantes, la clave de la promoción de la lectura no estaría en celebrar las modalidades
más anárquicas de forma irrestricta: hay que reconocer su contribución en la disolución de
las jerarquías y las auras de prestigio que alejan la experiencia de lectura de la mayor parte
de la población, pero no se puede esperar que la dispersión y la fragmentación sustituyan a
los modos tradicionales de leer. Hay que aprender a combinarlas de modo satisfactorio.
Es justamente en este punto donde se distinguen las lógicas lectoras de los creadores cultu-
rales: en la movilización de recursos de distintos tipos de lectura, desde los más tradicionales
a los más experimentales, en función de proyectos determinados. Es por eso que sus
prácticas lectoras son dinámicas y cambiantes, diversas y heterogéneas: «creo que hay una
el mismo escritor, a propósito de esta discusión. Sostenemos aquí que la lectura por proyec-
búsquedas antojadizas, individualistas y caprichosas que han sido descritas como modalida-
proyecto involucra una duración en el tiempo
tecnologías y soportes digitales. No sólo han cambiado los objetos que hacen posible la
lectura, o los lugares físicos en los que los leemos; también se transforman las disposicio-
nes corporales con las que nos enfrentamos a los textos y el contexto ambiental que en-
líneas previas, vemos cómo el pacto moderno también en este nivel va perdiendo rigidez.
Si, como señala Petrucci, las reglas de la lectura tradicional indican que se debe leer senta-
do; con la espalda recta, los brazos en la mesa y con el libro delante; con una concentración
suprema y completo silencio; y pasando las páginas con gran cuidado para no deteriorarlo
(Petrucci, 2001); hoy nos enfrentamos a una ergonomía de la lectura completamente
diferente. Los creadores culturales que hemos consultado no intentan practicar estas for-
mas reguladas de lectura, sino más bien han explorado las modalidades y dinámicas que
mejor se adaptan a sus experiencias subjetivas como lectores. «Ningún escritorio y ningu-
na mesa me sirvieron del todo. Siempre pensé que debería de existir una silla hecha exclu-
sivamente para leer, que te sostuviera el libro y te permitiera descansar los brazos, y tuvie-
ra una paleta para escribir en paralelo a la lectura. Pasé años buscando el sillón ideal para
leer
reniegan de la infraestructura hecha deliberadamente para leer: «Yo no tengo escritorio:
-
bajo. Siempre. Si vas a trabajar es donde sea, en la calle
Las reglas de cómo y dónde se lee suelen ser personales y variables, y tienen más que
ver con estilos, creencias y cábalas subjetivas que con convenciones generalizadas. Algunos
ningún tipo de lectura que pueda intervenir en el sueño y el descanso. Hay quienes encuen-
tran placer robándole minutos a los trayectos en transporte público; otros, basan sus rutinas
silencio para concentrarse; otros, en cambio, diseñan playlists para las jornadas de lectura y
escritura o se instalan en el epicentro de la vida urbana. De todos modos, la vida en la Ciudad
de México se cuela frecuentemente en las experiencias de lectura de sus habitantes, y deter-
mina los ritmos o lugares que se escogen para leer. Algunos de nuestros informantes mani-
festaron haber vivido alguna situación de violencia en la calle que transformó sus hábitos de
lectura, como un asalto camino a la biblioteca de la Fundación Jumex en Ecatepec. El temor
a que roben sus computadoras, tablets e incluso teléfonos celulares disuade a algunos de
estos creadores de usar aparatos electrónicos en el camión u otros espacios públicos, y los
lleva a optar por soportes tradicionales. La lectura, en tanto práctica cultural, es siempre un
acto situado en un contexto y, aunque admite una amplia variedad de posibilidades, se en-
cuentra también marcada por las dinámicas del entorno: la accesibilidad de las bibliotecas y
su distribución en los distintos barrios de la ciudad; la inseguridad urbana y la exposición a
situaciones de violencia; o las tradiciones y resistencias en los usos del espacio público local
consolidada escritora, «los momentos de escritura estaban muy dominados por la mesa, por
la silla, por el cuarto vacío y cosas por el estilo. El laptop [sic], el Ipad y todo esto, ha transfor-
mado radicalmente los sitios y formas de la escritura. Yo sí soy de las que está escribiendo
con todas las ventanas abiertas. No me interesa para nada el momento de la quietud y el
aislamiento; de hecho, me resulta muy difícil
bibliotecas han perdido centralidad en las prácticas de casi todos nuestros entrevistados:
más que las formas tradicionales de lectura. Y, en la actualidad, el desplazamiento hacia es-
es posible acceder a gran parte de los contenidos desde cualquier sitio con conexión a la red.
La crisis frente al orden tradicional de la lectura se vive también respecto de los usos permi-
tidos del libro en tanto objeto. En las artes visuales y en la literatura, los entrevistados de las
-
pre en dirección hacia nuevas libertades y licencias respecto de estos usos. «Había una
época donde el libro era intocable, tenía que estar perfecto —nos cuenta un curador de cua-
renta años—. Conservaba mis libros como si estuvieran nuevos, y a la par de eso hacía cua-
dernos y cuadernos de notas, de anotaciones súper maníacas. Durante mucho tiempo no
subrayé un libro. Y ese hábito lo fui perdiendo con el tiempo, con la carga de trabajo, y tam-
bién al tener menos tiempo de lectura. Rompí con ese tabú de no tocar y manchar el libro.
Ahorita los rayo; de alguna u otra manera intervengo el libro -
tista de la misma generación relata su propia experiencia. «A mis libros de literatura que amé
y releí —Rayuela, todo Borges— no me atrevía ni a doblarle la hoja. Pero ahora no, me parece
que son instrumentos de estudio, y si se mojan porque uno los lee al lado del río, pues ni
modo, pero van con uno al río. Y está la hojita toda doblada, pero trae el recuerdo del río, tam-
bién. Está bueno -
ductores culturales, éste convive con un discurso que resta sacralidad al objeto y reinvindica
sus usos profanos: los libros son para usarlos, y no es problemático que esos usos dejen
huellas en su materialidad. Un ensayista un poco más joven nos comenta: «Siempre he mar-
cado mucho los libros. La gente que no subraya los libros me parece que está mal; el libro es
una herramienta, no es nada de culto. Entonces, siempre he tenido muy rayados mis libros,
llenos de post it y dibujos
Una pregunta que suele ocupar un lugar protagónico en los estudios sobre prácticas lecto-
ras, es aquélla que se interroga por cómo compiten y/o conviven los diversos soportes de
-
ticos que enfatizan los suplementos culturales, vemos que los soportes físicos y tradicio-
nales se combinan con las formas digitales -
ros enfrentamientos a lo digital que recuerdan nuestros informantes estaban marcados,
todavía, por la lógica de la lectura tradicional: la enciclopedia Encarta, distribuida en un CD-
-
nes con ésta pasaban por el papel a través de las impresiones. Para muchos, la conexión do-
méstica a la red coincidió más o menos con los años inaugurales de Google, en una época en
que las búsquedas se completaban con visitas a las bibliotecas y una profusa acumulación
de fotocopias. Cuando les preguntamos acerca de sus prácticas de lectura de hace diez o
quince años atrás, todos recalcaron que el papel era el soporte predominante: revistas, li-
bros, periódicos, etc. Algunas de sus antiguas costumbres están en franco retroceso: así
de ser un vehículo cotidiano para ésta, y salvo alguna que otra excepción, las pilas de textos
engargolados escasamente se conservan como vestigios de otra época. Aunque algunos
artistas y escritores, sobre todo los de las generaciones de arriba, necesitan imprimir los
textos de la computadora cuando sobrepasan algún límite de páginas, la mayor parte de los
lecturas en éstas. Hoy en día, casi todos continúan comprando libros en papel, aun cuando
varios mencionan que les resulta poco práctico por el sobrepeso en el equipaje y el espacio
en sus libreros; en algunos casos, estas prácticas tradicionales se formulan como resistencia:
«Sigo teniendo cierta reticencia a que me avasalle el mercado tecnológico y termine comple-
tamente metido en teléfonos, tableta, computadora —nos dice un escritor de la generación
de arriba—. Tengo de alguna manera un pie puesto en la época de Gutenberg
«Yo creo que hay un estado intermedio de lectura con materiales físicos, combinado con ma-
teriales digitales»,
tanto en un soporte como en el otro acompaña el texto central con notas, reseñas y otros
-
to de los soportes tiene que ver con la capacidad de ser manipuladosy marcados: subra-
yar, hacer anotaciones y dibujos, trazar señalizaciones propias. En este sentido, los materia-
les físicos siguen ofreciendo algunas ventajas comparativas frente a lo digital, puesto que
-
sar y entender. Esta relación física con el texto en papel, que también incluye la posibilidad
en las librerías comerciales, en las que nunca resulta posible adquirir todos los libros desea-
-
chas más que las que realmente podrán leer e incluso hojear. Además, en ocasiones, es posi-
ble acceder a través de sus versiones digitales a libros muy caros o muy difíciles de encontrar.
De todas maneras, varios de ellos señalan que la lectura en pantallas les resulta más cansa-
dora para la vista y/o la concentración, de modo que las prácticas más sostenidas de lectura
terminan siendo en textos impresos. Así, hasta la fecha, los soportes tienen una relación de
complementariedad y no de substitución.
Las distinciones con las que los creadores culturales eligen sus soportes en función a los dife-
rentes géneros o modalidades de lectura son, nuevamente, un terreno de decisiones persona-
les y poco generalizables. Ciertos escritores suelen tener preferencias por el papel y el lápiz
cuando se trata de leer o escribir poesía, especialmente cuando hay un interés por la construc-
ción del ritmo o por la distribución del texto en el espacio. También algunos señalan que las
lecturas teóricas o que demandan una atención especial se llevan mejor con el formato impre-
so, para tomar notas y manipularlo de mejor manera (siempre usando Internet como respaldo
para búsquedas conceptuales). Las pantallas y soportes digitales favorecen, en cambio, las
lecturas más cortas y/o más livianas —artículos o ensayos breves, incluso cuentos o nove-
las—, que a la larga terminan siendo las más cotidianas y frecuentes. La lectura de periódicos
es uno de los ámbitos en los que los soportes digitales resultaron más adecuados, e incluso los
a través del computador. Si llevamos la noción de lectura más allá de las unidades de texto
convencionales, nos damos cuenta de que las prácticas digitales ocupan una parte mayoritaria
de los hábitos de los creadores culturales, aun cuando en primera instancia resulten invisibles:
«si tomamos en cuenta que leer un correo es leer —nos dice una curadora—, pues me la paso
-
ra
frecuencia en «lectura en diagonal -
La pregunta acerca de los distintos soportes genera cierta reticencia en algunos entrevista-
dos, en parte porque los medios de comunicación han construido un panorama binario en el
que lo digital y el papel se entienden como alternativas excluyentes. «Creo que es improduc-
tiva la discusión sobre si leer o en formato digital o en formato impreso; verlo como una con-
traposición es una cosa muy absurda. Pero son diferentes y tienen sus modalidades y ritmos
propios
por lo pronto, no parece haber consenso respecto de cuál de ellos es mejor para qué tarea.
Un especialista editorial —asiduo lector de Kindle— e-
reader
y el interlineado. Otros, sienten que la lectura en Kindle pierde algunos elementos que esta-
rían presenten en las formas de lectura tradicional.
dispositivos tiene que ver con los modos en que interactúan el texto y las imágenes en su
circulación contemporánea. En la medida en que los ciclos de la información se acortan y la
movilidad de los contenidos es hoy más rápida y efímera que hace una década10, el lector de
-
dez. Los lectores contemporáneos no sólo descifran textos, sino también imágenes de todo
MAÑANA
Leo para prolongar el sueño. Leo y toco una palabra que me despierta en mi teléfono.
POSPONER
9:00 POSPONER.
9:08 POSPONER.
9:16 POSPONER.
POSPONER 9:24
POSPONER 9:30
POSPONER 9:38
9:46 POSPONER.
POSPONER 9:54.
10:02 POSPONER.
DESBLOQUEAR. 2-0-1-0. Desbloqueo el teléfono para apagar la alarma. Me levanto.
Estoy muy cansado. Voy al baño con el teléfono en la mano y leo mis correos. Sólo
(escritor, 31 años)
Siguiendo esta idea de los múltiples tipos de lectura —que atraviesa medularmente los re-
sultados de nuestro estudio– resulta particularmente iluminador el statement del poeta,
-
tipos de textos e imágenes, cada cual desde ciertas reglas y funciones particulares, distin-
-
cas distinto de cómo lee recetas —asevera Tan Lin–; novelas japonesas experimentales dis-
tinto de cómo lee mensajes de texto; y, en términos de los documentos procesados por un
software -
cado de modelado y los contratos legales. Todos éstos son géneros de lectura, y todos ellos
habitan o son procesados en la misma plataforma genérica que yo llamo ‘lectura’. Entonces,
-
tas planteadas por los creadores culturales durante esta investigación, y los modos de en-
tender su propia práctica artística, apuntan en este sentido. « -
ción de qué es un texto —señala una joven escritora—,
qué es adquisición de conocimiento, entonces tienes que incluir el mail, el Libro vaquero, la
receta de la abuela y te das cuenta de que todos leemos todo el tiempo. Incluso con imáge-
nes: hay quien no leyó la Biblia pero estudió arte novohispano. Creo que el problema aquí es
-
ran, ¿no? Y que va mucho más allá de si leemos o no leemos un libro
Muchos de los artistas y escritores, y en especial los más jóvenes, están conscientes de la
importancia de las imágenes y lo consideran en sus estrategias de creación. «Yo pienso en
—explica una joven
Siempre pongo muchísima
atención a que las fotografías sean buenas, para que cuando las ponga en Internet, esta co-
munidad la pueda ver y sean fotos atractivas, que hagan ver bien a la obra». Existiría, de
acuerdo a una joven poeta, una «terrible tendencia del Internet
multimedia, como la imagen y el video. «Sabes de antemano que una imagen va a ser mucho
más exitosa que un solo texto. Si quieres lanzar un mensaje con velocidad, inmediatez y quie-
res que se viralice, tiene que ser una imagen o un texto que esté estructurado en la polémica.
La imagen es un formato replicable community
manager Facebook, de
enviar a través de un celular; y todas estas operaciones resultan fácilmente «personaliza-
-
nor recepción: «la gente no lo comparte, y no lo consume tampoco
campo cultural, en la que el texto está acompañado de la imagen. Se trata de «textos más
«En las páginas de artes visuales predomina lo que se ve bonito, el texto que acompaña
la imagen no pasa de una breve semblanza del autor y de la obra en cuestión, pero no
hay un análisis. Internet está hecho para ver durante un parpadeo y dejar ir. Por eso
proliferan las citas de autores de mucho renombre y pocos lectores, y los memes, la
Frecuentemente salió a la conversación el papel central que hoy tienen los memes en la so-
cialización de los contenidos, en los que «la frase no tendría el mismo impacto sin la imagen,
y la imagen tampoco tendría el mismo impacto sin la frase -
tes piensan que, inevitablemente, el futuro de la lectura se desplazará hacia un mayor con-
sumo de imágenes y un menor consumo de texto, producto de las cualidades de las herra-
mientas digitales contemporáneas.
Otros, por su parte, piensan que se trata de una simbiosis antes que una competencia. «No
creo que haya una preponderancia de la imagen sobre el texto, sino que una complementa-
riedad
autores como Vilém Flusser. En todos estos sentidos, dada la multiplicidad de medios que
nuevas exigencias para unos lectores que se habituarán a otras formas de interacción entre
los textos, imágenes y videos. Las posibilidades de los nuevos soportes de lectura han em-
-
timedial.
relaciones con otros. Sabemos que esta cualidad de la lectura no constituye una novedad
introducida por los medios digitales, pero observamos que se ve acentuada de distintas for-
mas con las dinámicas de las nuevas tecnologías. Desde su proyecto futureofthebook.org,
Bob Stein viene desarrollando un conjunto de ideas que apuntan la mirada en esta dirección:
con el autor y el lector conviviendo en el mismo espacio visual —el Internet—, es posible
volver a distinguir un vínculo horizontal que había permanecido disperso producto de la diná-
mica tradicional del libro impreso.
-
to social tanto de la lectura como de la escritura, tanto que nuestra cultura las retrata
como las actividades más solitarias. Esto se debe a que el aspecto social de la lectura
sucede, tradicionalmente, fuera de las páginas —alrededor de una hielera, en la mesa a
la hora de la cena o en las páginas de otras publicaciones en forma de reseñas o referen-
cias y bibliografía—. Bajo esta luz, mover los textos de la página a la pantalla no los
hace sociales sino que permite que sus componentes sociales se pongan a la disposi-
ción de cualquiera y se multipliquen en valor […]. Nuestros nietos asumirán que leer
con otros, por ejemplo, la lectura social, es la manera ‘natural’ de leer. Les sorprenderá
darse cuenta de que en nuestros días la lectura era algo que se hacía en soledad. Leer
en solitario les parecerá tan anticuado como nos lo parecen a nosotros las películas
(Stein, 2013)
-
dad que caracteriza a las prácticas de lectura, construyendo un contrapunto amplio entre
diálogo con el resto del equipo de esta investigación, particularmente con la propuesta del
estudio liderado por Rosalía Winocur, nos ha llevado a preguntarnos acerca de la amplia di-
versidad de prácticas sociales contemporáneas que suceden a través de actos de lectoescri-
tura. Como apuntaron estos investigadores en el seminario, un número importante de accio-
nes cotidianas que implican leer o escribir no son visibles para nosotros en tanto tales, y
recurrimos a otros verbos —chatear, postear, publicar, estar conectado– para describirlos. La
pregunta que emerge, a nuestro juicio, de esta constatación, tiene que ver con aquello que
distingue a las prácticas de lectura respecto de otros procesos de consumo o intercambio de
información. ¿Es otra clase de lectura la que ocurre cuando nos enviamos mensajes por
Whatsapp o escribimos en el muro de Facebook? ¿Debemos tratar del mismo modo el acto
novela? En su diario de autoseguimiento, un escritor de treinta años distingue entre las lec-
turas literarias y las lecturas fácticas. «Tomo prestado el término de las ciencias de la comu-
nicación —dice, dando cuenta del segundo concepto—. Lecturas para iniciar, mantener, pro-
longar o interrumpir actos comunicativos. Para despertar. Para organizar mi día. Para llegar a
un lugar. Para entender el lugar al que llego y comunicarme. Lecturas como hechos cotidia-
nos que me permiten funcionar».
Vemos que gran parte de la textualidad que se produce mediante los dispositivos tecnológi-
cos contemporáneos opera como una clara extensión de la sociabilidad presencial: las tecno-
logías ofrecen la posibilidad de restituir la interacción social allí donde media una distancia
entre los interlocutores, introduciendo nuevos recursos para replicar las dinámicas sociales.
-
mos concebir el acto de leer como algo que entraña distancia en el tiempo o en el espacio,
-
ciales en tanto prácticas de lectura, puesto que están volcadas hacia la inmediatez y enfoca-
das en franquear esas lejanías. El texto, las imágenes y los videos se convierten, en estos
contextos, en herramientas que extienden la sociabilidad mediante vías no presenciales. Sin
embargo, como han apuntado diversos autores, el acto de leer es siempre el de sostener
conversaciones desplazadas en el tiempo. La lectura de un ensayo y la de un correo electró-
cuales supone interlocutores tácitos y posibilidades de réplica. Los medios digitales han
puesto en evidencia de nuevos modos el carácter dialógico y social que yace en toda práctica
de lectura, acortando virtualmente la distancia entre la emisión y la recepción; entre el autor
y el lector; y entre las interlocuciones y sus respuestas. Condensan en el tiempo y el espacio
una naturaleza social que nunca estuvo del todo ausente, aunque sí dispersa, en las prácti-
cas de lectoescritura.
Las prácticas lectoras de los creadores culturales han experimentado transformaciones im-
portantes con la incorporación de las herramientas digitales, que apuntan precisamente en
este sentido. Procesos de sociabilidad lectora que solían encontrarse dilatados en el tiempo,
-
cas en el campo artístico y literario. Del mismo modo, ciertas prácticas de discusión colectiva
y de colaboración han alcanzado nuevos desarrollos con la emergencia de los recursos digi-
tales. Nos detendremos, a continuación, en tres puntos que nos permiten observar cómo los
actuales modos de leer involucran nuevos sentidos de lo social: a) las transformaciones en la
En las entrevistas y biografías lectoras, pudimos observar que los libros y los textos han sido
objetos centrales en las experiencias de vida de los creadores culturales, no sólo como herra-
mientas para explorar sus propias sensibilidades, sino también como elementos de conexión
con otros. «El texto es una cosa que se comparte
las formas múltiples de circulación que han tenido los libros a lo largo de su vida. «Realmente
no hay lectura individual —nos dice una escritora de cincuenta años— ; no hay lectura con la
que te quedes tú, no hay lectura limitada al espacio de lo así llamado ‘íntimo’. Si pudiéramos
hacer una aplicación de cuántas conversaciones he iniciado a partir de libros, yo creo que un
porcentaje muy grande estaría relacionado a eso
-
nes humanas. Casi todos nuestros informantes relacionan la lectura con sus mediaciones
sociales y como una de las primeras vías para estrechar lazos entre las personas. «Yo creo
-
dades. Son redes de conexiones… de trabajo, de amistad, y de desencuentros también
dice un artista de veinte años. Sobre las dimensiones comunitarias de la lectura, un ensayis-
La primera y la más básica son las recomendaciones
entre amigos o colegas. Cuando trabajas, una manera de ayudarse es recomendarse libros.
Los libros que le regalas a tu mamá que tú ya leíste, y terminas platicándolos, siguen siendo
una dimensión social de la lectura
sobre todo a lo largo de la adolescencia y la juventud, se recuerda en muchos casos como
una instancia crucial en la expansión de los horizontes sociales, a través de clubes de lectura
o grupos de estudio universitarios. Los vínculos sociales siempre han sido importantes para
seleccionar las lecturas y también las lecturas nos ayudan a construir vínculos sociales. Más
de algún artista o escritor consagrado recordó que, en sus años de formación, quienes dispo-
nían de muchos libros o de libros difíciles de conseguir, convocaban a sus amigos y compañe-
ros para examinarlos en conjunto. Aparecían así referentes artísticos comunes que se admi-
raban o cuestionaban en colectivo. Los más jóvenes continúan desplegando esta estrategia,
organizando círculos de lectura e ideando estrategias de reproducción y difusión de los tex-
Para muchos de los creadores culturales, cuyos quehaceres profesionales tienen en el centro
el trabajo con libros, revistas y textos, la lectura no puede sino ser parte de su vida social. Los
libros son objetos que movilizan afectos y proyectos en equipo. «Tener libros ha estado muy
conectado con lo social Editar en colectividad; diseñar en
colectividad también; comprar libros para después compartirlos; gestionar foros y espacios
sobre el ámbito editorial… también son espacios sociales. Son una oportunidad de crear con
otros, y en el momento del evento, estás con otros. Y está el tema del intercambio… los afec-
tos también pasan por tener algo de esas personas». La gestación de los proyectos artísticos
y literarios suele ser fraguada a la luz de múltiples conversaciones con amigos y colegas, y el
propio acto de editar un libro —nos señala la misma creadora— es un trabajo en colectivi-
dad. Surge una idea, se comenta entre los colaboradores cercanos, y tiene resonancia. Difí-
cilmente esta idea podría llegar a buen puerto sin la complicidad de un grupo que se organiza
para ejecutarla: se reparten los papeles, se van discutiendo las posibilidades y el proyecto va
cobrando forma. Se construye «desde una visión creativa compartida, una necesidad de re-
solver: yo tengo la herramienta, tú tienes esto, tu cuñado tiene lana… y en función de eso se
crea el proyecto -
rario, y las prácticas de lectura colectiva se encuentran en la base de éste.
puesto que la red ofrece una plataforma más accesible y con menos barreras que los espacios
de discusión tradicionales. Este carácter público del debate que posibilitan las redes sociales
es observado como un aspecto positivo por parte de la gran mayoría de los creadores cultura-
les. Por la otra, los vínculos que se establecen en las comunidades sustentadas por las redes
-
cluso en las comunidades articuladas desde los diarios y revistas de circulación nacional, para
los que había que ‘pensar bien’ las respuestas y seguir las polémicas durante semanas. Para
algunos, las relaciones que se establecían antes a través de la lectura eran mucho más pro-
fundas y duraderas que las que pueden mantenerse hoy a través de la red: «Ahora es más fácil
crear comunidades lectoras —apunta un escritor joven—
que antes. Si antes la gente se unía por un libro, se volvían mejores amigos o novios, ahora
simplemente te encuentras con alguien que no conoces en Internet, intercambias un par de
tuits y luego se acerca otra gente y son muchos más, pero al mismo tiempo es evanescente.
No sabes cómo se llama esa persona, ni importa. Creo que el sentido de comunidad gira mu-
cho más en torno a un texto ahora que en torno a la comunidad como tal». Hay quienes apun-
tan, en este mismo sentido, que este desplazamiento hacia el mundo digital no ha sido capaz
de desarrollar el mismo nivel de análisis y profundidad que tenían los intercambios en presen-
cia reblogueos o los retweets, pero por lo
general hay mucho ruido, como estar en un restaurante y escuchar las conversaciones ad libi-
tum . En ese sentido, la conversación
presencial sigue conservando la fuerza del verdadero debate e intercambio de ideas, y el libro
en papel sigue siendo la representación del tiempo, el análisis y la pausa en un mundo donde
todo circula hacia donde sea, imperativamente». Para otros, un poco más optimistas, las pla-
taformas digitales facilitan la cohesión de una red y el intercambio entre sus miembros: «hay
una comunidad de escritores jóvenes que están muy conectados —nos dice en este sentido
una poeta de esta misma generación—. Tengo gente que no conozco en Facebook, pero los
tengo aceptados porque son amigos de amigos que sé que pertenecen a este círculo y me in-
. Las re-
des sociales han permitido dar expresión a esta dimensión social de la lectura de formas in-
sospechadas, multiplicando los vínculos y generando sinergias entre los colaboradores: si
siempre pudimos encontrar rayados y comentarios de los lectores apasionados en los libros
impresiones y agrupar a los lectores. Frecuentemente nos mencionaron los hashtags que uti-
lizan para compartir bibliografías (#bibliotuit es uno de los más recurridos) y comentar las
-
tora de la generación de arriba, comienzas a entenderte menos a ti mismo como el eje de las
lecturas, para dejar este lugar de la agencia a otros: te abres a las recomendaciones y a las
sorpresas. «La sorpresa permite lecturas más críticas, y genera una relación más abierta y
más dúctil con el mundo. Menos centrada en lo que quiero, o lo que creo que quiero, y más
centrada en: ¿quién me va a ayudar a descubrir algo hoy? Y es mucho más interesante -
ma. Estas convergencias en un nuevo terreno público facilitan muchísimo la tarea de mapear
el campo, familiarizarse con autores y textos, acceder a los libros y situar la propia producción
dentro del escenario creativo contemporáneo.
En cualquier escenario, parece haber consenso respecto de que los ritmos del intercambio se
han transformado. Algunos escritores han destacado que la duración de una contienda lite-
raria podía durar varias semanas de textos y réplicas en los suplementos culturales, en inter-
-
cado, y resultan mucho más viscerales… siempre hay respuestas inteligentes, pero siempre
tienen esta prisa. Se publica un artículo en «Laberinto» de Milenio, y la respuesta ya no tiene
que esperar: va a suceder al mismo tiempo en Twitter, en Facebook, y alguien posteará algo
más extenso en un blog, y se podrá retomar a lo mejor la semana siguiente… pero también se
puede olvidar», nos dice otro escritor de cerca de treinta años, asiduo a los medios digitales.
De este modo, los espacios prestigiosos donde antaño se concentraba el debate se han dise-
minado, y las conversaciones en torno a los libros ocurren de forma simultánea (y mucho
-
ma este entrevistado, pero su papel ha sido matizado. «Esos espacios prestigiosos siguen
funcionando como detonadores de la discusión o como nodos importantes, pero la discusión
-
da, porque sigue siendo una discusión relacionada».
cia en las autoetnografías de lectura, donde los artistas y escritores comentaban qué usos
daban y cómo daban salida a los textos que estaban leyendo. Los creadores culturales sue-
len compartir sus hallazgos colocándolos en el muro de quienes puedan verse interesados o
-
neran largas sucesiones de comentarios a partir de las publicaciones; otras, en cambio, pa-
san desapercibidos. «Hoy descargué ‘El paseo’ de Robert Walser —escribe un joven artista en
su cuaderno de lectura—. Lo compartí en Facebook, no obtuvo respuesta
ningún caso, las interacciones tradicionales que las lecturas activan: en todos los registros
-
-
das e inquietudes que surgen cuando se lee son siempre buenas razones para llamar y co-
construir la vida cotidiana con la pareja u otros integrantes del hogar; para motivar una dis-
cusión con los estudiantes en el contexto de un curso:
Domingo 13 de julio
Leo los textos que acompañan la antología musical de Javier Álvarez, Progresión. Lo
hago porque Javier es un buen amigo desde hace muchos años. Me regaló su antología
y habiendo ido a su presentación un par de días antes, y con la conversación continua
que tenemos acerca de nuestros respectivos trabajos (artes visuales y composición)
me quedo con una enorme curiosidad de leer completos los textos. Encuentro algunas
resonancias, y otros pasajes un tanto oscuros para mí (tecnicismos sobre musicología).
Tomo nota mental de estudiar más a fondo el concepto del color en la música y de
cómo se relaciona con la pintura. Al día siguiente lo comento con mi hermano, quien ni
siquiera sabía que existía tal cosa. Me prometo hablarlo más a fondo con Javier y con
otro amigo compositor.
(artista visual, 43 años)
Martes 24 de junio
Por lo general siempre comento las noticias con J., mi pareja, él me pasa enlaces de
otras páginas y le damos vueltas un rato al asunto. Algo que nos llama mucho la aten-
ción de las noticias, que salen en las versiones en línea de los diarios de circulación na-
cional, son siempre las reacciones de los lectores; nos sorprende la cantidad de odio y la
escasa argumentación que se despliega en los comentarios de las notas, por lo general
hay desaprobación y nulas propuestas. Los comentarios de los lectores muestran a
una sociedad mexicana intolerante hasta la violencia, sorda y con un razonamiento po-
lítico poco menos que risible, y en todo caso, egoísta, una sociedad fragmentada en
todos los niveles, lista para la lapidación.
(escritora, 32 años)
Miércoles 18 de junio.
Por la mañana. En efecto las referencias me fueron útiles y el texto de Paz (mis copias
se las di a Mariana), le puede aportar para su proyecto. Me sorprende que siempre voy
por ahí hablando de referencias y textos que daría por hecho que los jóvenes conocen y
no es así. Aunque otros maestros que han participado en el diplomado les dejaron lec-
turas (archivos digitales, ni siquiera tienen que ir por el libro a la biblioteca!) no leen
Las redes sociales y los blog han abierto los diálogos, tanto entre los mismos autores, como
entre éstos y los lectores. Algunos señalan, incluso, que se han incrementado las relaciones
entre autores de la capital y de otros Estados, siendo que la cultura en México todavía está
profundamente centralizada. Por otra parte, la vida virtual trae consigo la necesidad de gestio-
nar las relaciones dentro y fuera de la red, prestándose en ocasiones para la existencia de ‘per-
sonalidades desdobladas’: un escritor que en Twitter es muy gracioso y en persona no; un au-
tor que es muy malo en Twitter, pero sus libros son excelentes; un creador que es muy
polémico en Facebook, pero en persona muy tímido, etc. Uno de nuestros entrevistados lo re-
lata así: «puedes ir a un encuentro de escritores y notas una diferencia entre la convivencia de
una comunidad online y la convivencia de la comunidad . Es súper absurdo pero sucede,
ya sean peleas o encuentros; sí tienen comportamientos distintos. Creo que no somos tan gene-
rosos como online, porque eres generoso con tu propia plataforma y con la construcción
de ti mismo a través de tu plataforma. Y eso ayuda mucho a que haya más oferta de lectura».
El sentido de la generosidad aparece también como una diferencia radical: si haces una pregun-
ta en línea siempre habrá quién te responda o te ayude a encontrar el dato que necesitas, y en
o bien no preguntas. En los encuentros presenciales, señala una joven escritora, siempre hay
-
turas físicas, para bien o para mal, terminan por marcar las jerarquías o diferencias, y no nos
permiten relacionarnos de modo tan horizontal como en las redes.
Todo ello no quiere decir que el intercambio digital es totalmente igualitario, o que las di-
mensiones presenciales terminarán por ser reemplazadas por las dinámicas de la red. Nue-
vamente, a pesar de las contradicciones, vemos complementariedad entre los dos ámbitos.
Las ferias de arte y las ferias del libro, junto a sus actividades asociadas, alcanzan cada año
cifras inéditas de público y las exposiciones o festivales de poesía siguen congregando física-
mente a los creadores del circuito. Se trata de instancias de encuentro fundamentales para
el desenvolvimiento del campo: allí se congregan, discuten e imaginan nuevos emprendi-
mientos. De acuerdo a algunos de nuestros entrevistados, estos espacios cumplen cada vez
menos con la función de acercar a los autores y los lectores —puesto que existen los canales
digitales—, pero continúan siendo vitales para que el circuito se reúna de forma periódica.
«A los autores les cuesta todavía mucho trabajo no lanzar sus libros -
pendiente. Estas formas de la presencialidad se resisten al olvido, en parte, porque sigue
Tanto en las artes visuales como en la literatura contemporánea, existe un relativo consenso
crítico respecto de la noción tradicional del autor. A partir de las distintas percepciones reco-
gidas en este estudio, podemos observar que prima entre nuestros informantes un discurso
que apunta a la disolución del autor como genio creador autónomo e individual, en línea con
cuestión. «Cuando Barthes dijo que el texto es una colección de citas de distintas fuentes de
la cultura —resume una lúcida entrevistada—, estaba hablando y describiendo puntualmen-
te lo que hacemos cuando escribimos libros. Y creo que la tecnología ha puesto muy en claro
que eso es cierto, y que esas nociones de originalidad y de singularidad y de individuo en el
proceso creativo son más bien producto de una cierta noción de lo que es la subjetividad y la
subjetivización, y no necesariamente un proceso directo y natural. Hay una relación de poder
que implica esta noción del sujeto como autor . Y me parece que una gran parte del aliento
crítico de estas formas y técnicas de apropiación, en muchos de los libros contemporáneos, es
relevante precisamente por eso: por poner atención y por hacer evidente este proceso de co-
lección y curaduría y sampleo que implica el producir un libro».
«Antes pasaban semanas, meses o años hasta que sabías lo que alguien había pensado del
texto que escribiste, o para enterarte de que efectivamente alguien lo leyó -
tro entrevistado. En este sentido, teóricos como Bob Stein auguran que esta relación entre
autor y lector será cada vez más porosa. Ya existen en la red experimentaciones en las que el
autor sigue las recomendaciones de sus lectores para ir creando una historia o bien proyec-
tos de colaboración a varias manos. Como veremos en el último punto, en muchos de estos
proyectos pierde relevancia quién tuvo la idea originaria o quién tiene la propiedad del pro-
ducto: las redes digitales han fomentado ciertas formas de colaboración que sitúan a los
distintos interlocutores en un plano de igualdad. De la misma manera, los emisores se multi-
plican y hay espacio para nuevas voces. «Leo autorías mucho más variadas que antes. Leo
mucho más jóvenes. Leo a gente que no necesariamente ha publicado, en el sentido de haber
publicado en papel, y ciertamente descubro con frecuencia cosas que no me gustan nada,
Aunque el optimismo frente a estas novedades son una lengua franca entre los creadores
culturales que participaron de este estudio, el cuestionamiento de las autorías tradicionales
no está exento de contradicciones ni deja de resultar problemático a nivel de prácticas. Las
y terminan por traslucir que ciertas lógicas de la autoría tradicional —la jerarquía entre los
distintos tipos de trabajo en la creación artística, por ejemplo– continúan operando a través
de otras dinámicas. Una joven artista que ha decidido construir su obra a partir de un proyec-
to editorial colectivo se encuentra a menudo con problemas para capitalizar estos esfuerzos
en otras instancias: «en la revista muy pocas veces aparece mi nombre —nos dice—, y de
pronto hay pedos curriculares. Me piden que demuestre: «pero aquí no aparece tu nombre».
También es una lucha tal cual contra la burocracia y la institución y todo esto, que exige que
haya nombres y jerarquías». Cuando los proyectos artísticos se plantean de forma colectiva
y sus productos pertenecen a la comunidad, resulta difícil quién percibe los ingresos o cómo
éstos deben distribuirse. «Quizá se ha puesto muy de moda esta idea de disolver la autoría, y
no cobrar, y que todos los textos son de todos, y que todos nos plagiemos a todos. Es ‘cool’
asevera un escritor en las mesas de trabajo a las que convocamos. El problema, resume una
escritora de la generación más grande, es cuando no hay una crítica cabal detrás de estos
procesos; «cuando se apropia para regresar ese material a los circuitos del capital; es decir,
cuando el autor sigue poniendo su nombre en la cubierta, y oculta los nombres de las auto-
rías de las cuales se vale.[…] Me interesa el aliento crítico de estas estrategias de apropiación,
pero me interesa mucho que tomemos medidas escriturales, estrategias culturales a diferen-
tes niveles, para prevenir que esto no se vuelva a convertir en un regreso al autor por otros
medios». Así, pese al discurso imperante, los modos de legitimación en los circuitos cultura-
les todavía están ligados al nombre propio; por decirlo con las palabras de un entrevistado,
«seguimos leyendo las cosas que leyó tal y que retuiteó tal y no tal otra persona». El grueso
de nuestros informantes plantearía que el problema autoral sigue en un espacio de indeter-
minación: «no creo que nunca se resuelva la contradicción, se irán generando pequeños ma-
tices para lidiar con ella, que se irán diseñando cada vez estrategias para transgredirla, por-
que hay una evidente contradicción en decir: ‘La producción es colectiva y de la comunidad,
pero yo quiero ser remunerado’
individualidad que lo conforma. Al respecto, un artista visual de 45 años nos comenta: «por
una parte sí reivindico la existencia del autor único o colectivo, pero también crea un proble-
ma de valor en el mercado. Y esto no está resuelto, no sólo por una manera técnica de cómo
funcionan los mercados, sino también culturalmente: estamos acostumbrados a esta racio-
de espacios más laxos y menos ortodoxos para la realización de las obras, asociados a nue-
vas temporalidades y dispositivos. Pudimos conocer numerosos proyectos visuales que
en las redes sociales; escritores que ensayan frases o novelas enteras en Twitter, o que se
papel, convirtiendo sus libros en páginas web. En este sentido, una poeta de 25 años nos
cuenta: «me interesa generar plataformas en las que yo pueda hacer una difusión mucho
más práctica de lo que escribo. Ahora, por ejemplo, terminé un libro, y como mi novio es pro-
gramador, estamos haciendo la página y programando el libro como página web. No como
ebook, sino como página web
En este panorama confuso en el que se funden algunos aspectos de las autorías tradiciona-
les y perviven otros, y en el que la lectura de obras no sólo sucede en los libros sino también
orientan y otorgan autoridad a las producciones culturales. Si alguna vez ciertas institucio-
nes y las revistas culturales desempeñaron un papel de faro para ordenar las escrituras «le-
nombres y obras recae más bien en ciertos personajes: intelectuales de renombre, tuiteros
-
cién llegados. «Hay un desplazamiento de las instituciones, como las revistas, a los persona-
jes que están vinculados con ciertas revistas. Sabes que en Ubuweb hay ciertas personas,
que sabes que te pueden interesar», nos dice un poeta y académico de cerca de treinta años.
difícil al no contar con ciertas herramientas para discriminar entre la gran cantidad de textuali-
dad que se produce. «En papel sabes quién es legítimo y quién no; hay una cultura desarrollada
legítimas de información. Pero en la red apenas lo estamos aprendiendo», nos dice un artista y
vasta cantidad de materiales disponibles, la importancia de lo social emergía con fuerza: como
ya hemos apuntado anteriormente, son los amigos y compañeros quienes van direccionando
estas búsquedas, y la colectividad que se genera con las redes digitales hace posible mapear
los territorios creativos. Otros aspectos de diseño y formato también entregan pistas conside-
demostrar cierta preocupación por la presentación y los aspectos formales. Uno de nuestros
la Web: «ves un blog escrito en Comic sans con fondo verde fosforescente y de entrada dices
‘esto está raro’. Ves otro escrito en Helvética, con fondo blanco y quizá esa limpieza te permite
leerlo y está interesante. Pero lo mismo el otro, que es horrible, podría haber estado genial o
mejor y lo rechazaste por cuestiones ‘tradicionales’ -
vas herramientas para contrastar la información y, de acuerdo a algunos de nuestros infor-
mantes, entrega posibilidades que la lectura en soportes tradicionales volvía difíciles. «Tal vez
en papel, como no tenías tanta posibilidad de contraponer y contrastar cosas, tenías que decir:
«Este autor, esta editorial, esta revista tiene un peso. Ya le creo». Pero creo que la legitimación
en la red pasa por el contraste: tan fácil como agarrar el google, poner tres o cuatro términos de
búsqueda, ver si alguien más está hablando de eso.»
las herramientas digitales, transformando los criterios que determinan qué y cómo se lee
Nos interesa abordar en este último punto un conjunto de usos específicos que tienen
las prácticas de lectoescritura entre los creadores culturales, todos ellos relacionados
con la colaboración. Leer y escribir, tanto en sus formas más estrictas como en sus múl-
tiples derivas contemporáneas —chatear, mandar correos electrónicos, postear o tui-
tear—, constituyen actividades centrales para el desarrollo de proyectos cooperativos
de creación. Por supuesto, no hay aquí una novedad radical: antes y después de Inter-
net, detrás de cualquier proyecto artístico, siempre hubo un grupo de gente colaboran-
do. Así lo ha demostrado H. Becker, en su libro Los mundos del arte, al hacer visible la
amplia trama de colaboraciones y convenciones sociales que hacen posible la ejecución
de un proyecto artístico, y que muchas veces se mantiene oculta (2008). Tal vez la ma-
yor de las virtudes de la ‘influencia’ vanguardista sea la idea de la colaboración horizon-
tal entre creadores. Antes de los manifiestos dadaísta, surrealista y futurista —por
mencionar sólo las tres primeras Vanguardias—, la colaboración no estaba en el centro
de las prácticas artísticas: los talleres de los grandes maestros de la pintura siempre tu-
vieron colaboradores; y los escritores que más vendían siempre han tenido equipos de
escritores de apoyo (que eran llamados aprendices o negros literarios). Es con la reunión
de un grupo de jóvenes alrededor de un documento llamado manifiesto que se transfor-
maron las nociones de individualidad, y cuando aparece una incipiente idea de lo que
hoy en día llamamos colaboración: todo empezó con individualidades unidas bajo un
reglamento.
Hoy en día estos manifiestos se han disipado o han mutado en otro tipo de acuerdos
entre los creadores, y el tema de la colaboración se ha desarrollado ampliamente, sobre
todo en los últimos quince años. Estos renovados discursos en torno al trabajo colectivo
han puesto sobre la mesa una serie de discusiones que atraviesan medularmente a la
lectura, tanto como práctica en sí misma, como en tanto modalidad de creación artísti-
ca. La colaboración sucede tanto dentro como fuera de las redes digitales, y nuevamen-
te aquí la relación entre lo presencial y lo virtual es de retroalimentación y complemen-
to. En nuestro trabajo de campo distinguimos diversas prácticas artísticas y literarias
que ponen en el centro la lectura como una vía para el fortalecimiento de la comunidad.
La ya mencionada iniciativa Aeromoto, en el campo de las artes visuales, se sitúa delibe-
radamente en esta línea de trabajo, celebrando el placer que generan los libros y la nece-
sidad de compartirlos con otros. Aunque es una biblioteca impulsada por cuatro gesto-
res, es su foco social lo que termina de dar sentido al proyecto: «creemos que será
sustentado por la comunidad o no lo será
en los diarios de lectura nos encontramos con este horizonte crítico, movilizado por un
interés de articular lazos sociales profundos a partir de un gusto común por la lectura.
Un joven del campo literario, quien trabaja leyendo para los niños de una comunidad de
familias otomíes, escribe:
Lunes 21 de julio.
Son las 12:30. La lectura de este libro ha sido mi primera lectura literaria del día. Leí
para comunicarme con los niños. Para hacerlos imaginar la historia a través de las imá-
genes. Como vínculo con una comunidad. Sin enviar mensajes moralizantes ni dar ins-
trucciones. Una lectura por el placer de compartir. Pero lo personal es político. La lectu-
ra los va abriendo a nosotros, un grupo de desconocidos que ha ido tres veces a leerles.
Y con el libro ellos van descubriendo y aprendiendo cosas. No sé bien qué. No sé qué
-
corporando y genera cosas, palabras, conversaciones, silencios para pensar, para dis-
frutar. Queremos formar una biblioteca comunitaria, pero antes de abrirla necesitamos
conocer a la comunidad. Los libros son la herramienta. La lectura, el lazo.
(escritor, 31 años)
Con las redes sociales y otras herramientas que ofrece la conectividad contemporánea, es
posible disponer de plataformas que hacen posible no sólo comentar de forma colectiva lo
leído, sino que también producir obras entre muchos creadores, incluso estando éstos dis-
redes sociales agilizan y ayudan a la colaboración»,
través de Twitter. Con una amiga, señala, decidieron utilizar su tiempo libre para traducir un
libro entre ambos. Cada vez que alguno de los dos tiene tiempo, traduce una línea y la tuitea
y así, poco a poco, se genera un producto que atraviesa las redes sociales, es decir, que se
hace público al tiempo en que se produce. Otro entrevistado nos cuenta que a veces utiliza
las redes para preguntarle a sus lectores qué les parecería si a su personaje x le sucede tal o
cual cosa. Los artistas visuales, por su parte, utilizan continuamente el Skype para discutir el
formato de una exposición o de una pieza colectiva y comparten las imágenes, los planos del
espacio y todo tipo de documentos a través de Facebook o del correo electrónico. Cuando
sus proyectos requieren de algún tipo de especialista en un ramo no artístico, las redes so-
ciales les permite localizarlos y, a través de la lectura de diversos mensajes, compartir infor-
mación, otros textos o links para el desarrollo de sus proyectos. Todos estos relatos parecen
señalar que las plataformas digitales han hecho expeditas las relaciones y proporcionado un
sinnúmero de nuevas herramientas a la colaboración artística, potenciando el discurso de
colectividad que prima en buena parte de las escenas contemporáneas.
Muchos de nuestros entrevistados señalaron que las redes sociales e Internet son herra-
mientas que completan el proceso de sus proyectos, pero éstos no suceden completamente
ahí. Encontramos creadores que piensan las plataformas en red como instancias de crea-
ción, pero también algunos se limitan a utilizarlas como formas de comunicación que sólo
facilitan un intercambio que no diferiría sustancialmente de sus modalidades presenciales.
En cualquier caso, todos coinciden en que éstas han agilizado y apresurado la posibilidad de
-
-
dianamente.
Aunque cada vez son más corrientes, estas iniciativas de autorías desdibujadas y domicilio
admitir estas nuevas modalidades de producción como proyectos creativos válidos. «Los
concursos piden que los libros no estén publicados en blogs —nos cuenta una poeta joven
que se desenvuelve en los medios digitales—. A mí me parece que eso es una limitante ab-
surda, porque tú podrías ir escribiendo un libro públicamente, y eso estaría chingón. Yo pre-
registro de qué es lo que voy escribiendo, cómo lo voy cambiando, si sí cambió, si no cambió,
si le metí un video y luego se lo quité, y luego cuando ya decidí que estaba terminado lo
ofrecen las redes multimediales todavía no terminan de ser exploradas, en parte porque és-
tas y otras reticencias desalientan los esfuerzos en este sentido. Se vuelve urgente, en este
sentido, poner sobre la mesa las discusiones relativas a los nuevos estatutos de la informa-
ción y los reglamentos —tácitos y legales— que la gobiernan, con el objeto de llegar a nue-
vos consensos que vayan a la par del desarrollo creativo y artístico. Vemos que los creadores
culturales hacen usos resueltos de los recursos digitales, desafían los límites de la propiedad
intelectual tradicional y celebran los intercambios colaborativos que optimizan los procesos
artísticos. Muchos de ellos se muestran particularmente interesados —sino directamente
involucrados— en la creación de nuevos espacios en Internet, apoyando la gestación de
softwarelibres que permitan un acceso cada vez más abierto a la información y la generación
de 35 años, entiende las políticas open source como estrategias para potenciar el conoci-
miento en redes, especialmente necesario en países como México donde los recursos limita-
dos suelen obstaculizar a los académicos intervenir con propiedad en las discusiones actua-
les. «Toda la cultura hacker está directamente ligada al open source, al código abierto, a la
En este sentido, los modos de leer y de compartir a través de la lectura de los creadores cul-
amplio e igualitario no sólo a la información, sino también a las habilidades para usarla.
tipologías que sirvan de recetas prefabricadas. Hemos visto que este grupo está compuesto
de distintas clases de lectores, para quienes los libros y la lectura fueron —de modos especí-
-
tiva. Sin embargo, es justamente esta diversidad que las caracteriza la que debe considerar-
se como distintiva de estos lectores particulares. Como vimos a lo largo del texto, lo primero
que salta a la vista son las muchas maneras en que los creadores culturales omiten las reglas
convencionales de forma resuelta y desprejuiciada: incurren en lecturas diagonales y frag-
lectura las posiciones y contextos menos ortodoxos posibles. En algunos sentidos, estas
prácticas nos recuerdan a la lectura salvaje, que tanto descrédito ha merecido en el marco
del proyecto moderno de construcción de ciudadanía a través de la formación de lectores.
Del mismo modo, distinguimos algunos rasgos de una lectura insumisa, que se rehúsa a se-
Registrar los modos de ser lector de los creadores culturales del Distrito Federal permite
observar que la siempre presente dimensión social de la lectura puede manifestarse de
muchas formas, especialmente con la entrada de las tecnologías de la información. La so-
ciabilidad asociada a la lectura no sólo constituye, como hemos visto, una parte crucial de
sus biografías como lectores, sino que también proporciona un insumo básico de sus pro-
pias tareas creativas. Si siempre hemos leído con otros, los artistas y escritores nos de-
-
cio fecundo, ya que estos intercambios son a menudo la semilla de nuevos proyectos
creativos. La colaboración artística contemporánea está profundamente atravesada por
prácticas de lectoescritura, que abarcan niveles diversos de conectividad social y de re-
-
mails, imágenes, archivos de Word,
videos, etc.), sino también de actores en torno a un proyecto creativo. Devuelven a la lec-
tura todo su potencial de conversación, y franquean las distancias físicas y temporales en
pos de una construcción conjunta.
Las experiencias como lectores de los escritores y artistas no siempre se ajustan a las reco-
mendaciones de las políticas de fomento lector, ni calzan con los imaginarios de una lectura
adecuada. Son, sin embargo, experiencias casi siempre gozosas, provechosas y productivas.
De este modo, las formas de leer de quienes escriben textos e imágenes plantean, a nuestro
juicio, un conjunto de desafíos para las políticas de promoción de la lectura, que pueden
vínculos de los lectores contemporáneos con los libros y la lectura. En un intento por contri-
buir al debate, apuntaremos brevemente tres líneas de trabajo que los hallazgos de esta in-
vestigación abren para las nuevas agendas de fomento lector: la ampliación de los reperto-
rios de la lectura legítima; el uso estratégico de los nuevos recursos tecnológicos; y el
fortalecimiento de la dimensión social de la lectura.
En primer término, observamos que la principal fortaleza que presentan los creadores cultu-
-
de los sentidos posibles. Aun cuando se trata de un objeto querido y valorado, nuestra inves-
términos generacionales como en las propias biografías de los creadores. Los diversos meca-
nismos de apropiación de los libros, que van desde rayarlos hasta leerlos en forma parcial,
estimulan el desarrollo de un repertorio más diverso de formas de lectura, y una relación
más libre y gozosa con el texto. En esta línea, nuestros informantes manifestaron reiterada-
-
to más cercano, cotidiano y apropiable. En las escuelas primarias el libro sigue estando bajo
llave, o sometido a la administración restrictiva de profesores y bibliotecarios, consolidando
una relación distante entre éstos y los lectores: es algo que no se puede tocar, o que se debe
tocar con mucho cuidado. Para los creadores culturales que participaron de este estudio, la
experiencia de familiaridad con los libros resulta vital para un uso integral y crítico de los
mismos, y los procesos de apropiación de estos objetos contribuyen a la emergencia de dis-
tintas formas de relacionarse con la lectura.
Sin ánimos de entrar a la discusión acerca de la pretendida competencia entre el soporte fí-
sico y el digital, los hallazgos de este estudio nos invitan a poner atención al rol de las nuevas
tecnologías en las dinámicas de lectura contemporáneas. Parte importante del abanico de
lógicas lectoras activadas por los creadores culturales involucra el uso de recursos digitales,
los cuales conviven y se combinan de modos variados con los soportes tradicionales. La di-
escritores les permite una apropiación situada de aquellos contenidos múltiples; sostene-
mos, en esta dirección, que es importante promover estos usos contextuales y estratégicos
de la lectura en los nuevos lectores, invitándolos a incorporar las formas digitales en función
de sus propias realidades e intereses.
Otra vía para fortalecer el acceso a la tecnología más allá de lo infraestructural tiene relación
con el potencial lúdico de la lectura que los creadores culturales han sabido explotar desde
siempre. Observamos que, en los nuevos soportes, las fronteras entre un juego y un libro se
están difuminando hacia la creación de un nuevo producto, que podría resultar trascenden-
tal para el entendimiento de la lectura en el siglo XXI. Es por eso que resulta necesario explo-
rar las posibilidades de la educación a través de los juegos electrónicos como un apoyo real y
complementario de la escuela. El propio Kenneth Goldsmith, que ha investigado a fondo la
(2011) que el futuro de la literatura está en la programación. En esta línea, un buen camino
para fortalecer estos vínculos es incentivar proyectos educativos basados en el diálogo entre
creadores artísticos, programadores y pedagogos, que den lugar a herramientas capaces de
familiarizar a los nuevos lectores con estas lógicas emergentes.
Finalmente, si buscamos potenciar nuevos vínculos con la lectura marcados por el goce, la
-
señar estrategias que involucren la sociabilidad como un factor clave para estas prácticas. La
idea de sociabilidad no se restringe a aquella dimensión colectiva que es inherente a los li-
bros, sino que va un paso más allá: se distingue de la socialización —o vínculo social en sen-
tido general— por su independencia frente al interés económico y social, o la incapacidad de
reducirlo a ello. La sociabilidad, liberada del reino de las necesidades, se despliega en toda su
(M. Agulhon, citado en Dosse 2007). Las experiencias de lectura de los artistas visuales y
escritores parecen indicar que esta dimensión de colectividad electiva está en el centro de
-
ta al diálogo. Por ello, la promoción de la lectura no puede concentrar todos sus esfuerzos en
la generación de lectores singulares e introspectivos, no obstante, éstos sigan siendo im-
prescindibles. Así, resulta preciso complementar las estrategias actuales —la lectura como
viaje; la lectura como herramienta de crecimiento personal o recurso útil para la vida; la lec-
tura como un hábito o como parte de la vida cotidiana; etc.— con nuevos mensajes que
pongan de relieve este vínculo entre lectura y sociabilidad: la lectura sirve para conectar con
otros; es una experiencia social y colectiva; y desarrolla los valores que sustentan la vida
democrática.
Sin duda, uno de los caminos para activar este tipo de perspectivas tiene que ver con el fortale-
cimiento del espacio público de lectura por excelencia: las bibliotecas. En línea con algunas ex-
periencias internacionales, pensamos que es relevante activar las bibliotecas públicas tenien-
do presente tres conceptos clave: a) la biblioteca como un espacio multimedial; b) que
partir de los libros. En primer lugar, necesitamos bibliotecas que integren el vasto repertorio de
contenidos que circula en la vida contemporánea: si los lectores transitan resueltamente entre
los libros, las películas, la radio y la Internet, también los espacios públicos de la lectura deben
admitir estos usos múltiples y no parcelados. Encontramos que las experiencias de lectura
más productivas de los creadores culturales eran aquéllas tensionadas por recursos y materia-
les aledaños a éstas, a los que casi siempre se accede a través de Internet: búsquedas en You-
tube o Wikipedia, otros libros o películas, etc. De esta forma, la biblioteca debe ser un espacio
que incentive estas exploraciones rizomáticas, proporcionando las condiciones para que los
lectores imaginen sin límites sus propias búsquedas. En segundo término, es preciso fomentar
una experiencia de lectura accesible y cercana, comprensiva de las singularidades de cada con-
texto. Las bibliotecas no pueden ejecutar fórmulas preestablecidas y/o mecánicas: deben sur-
gir de una observación dialógica de las dinámicas locales y adaptarse a las necesidades de los
lugares en los que se emplaza. Esta escala local invita a desarrollar espacios de lectura con el
foco en el barrio o colonia, que se integren satisfactoriamente a las dinámicas vecinales. Ello
que el ciclo de la lectura no está completo hasta que sus contenidos desatan una conversación
de pasillo, provocan una polémica en las redes sociales, o se convierten en el motivo de un pro-
comunidad, tal y como sucede en el campo de la creación cultural. Creemos que estas eviden-
cias abren, entonces, un sinnúmero de desafíos para las políticas públicas que moldearán las
formas de lectura del futuro.
5.7 Bibliografía
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En el marco de estas inquietudes nos propusimos, por una parte, indagar las prácticas y re-
presentaciones tradicionales y emergentes de lectoescritura en jóvenes universitarios de
comunicación que asisten a una universidad pública; y, por otra, comprender cómo se articu-
-
co entendido como un escaparate vivido y actuado de la cultura de nuestro tiempo. Dicho
concepto, que fue clave para situar los principales interrogantes de la investigación, lo con-
cebimos siguiendo a Arfuch (2007), como un ámbito de relaciones e interacciones.
1. Cinco de cada diez internautas se conectan desde un teléfono inteligente (AMIPCI, 2014), la principal actividad de los usuarios es el correo
electrónico (80 por ciento) seguido del uso de las redes sociales, ya que 9 de cada 10 leen y publican información de todo tipo. Cabe
destacar que el 77% de los usuarios con teléfono móvil ha descargado alguna aplicación para el uso de redes sociales: Facebook: 60 por
ciento: Twitter: 10 por ciento y WhatsApp: 39 por ciento (Brown, 2013). Brown, Millward. (2013, noviembre). «Estudio de usos y hábitos
2012: De la penumbra a la oscuridad. Citado en la nota de Ana Mónica Rodríguez (2014, 30 de abril), «El hábito de la lectura no mejora;
seguimos igual que en 2006: Caniem que publicó La Jornada. Sección Cultura, pp. 2A.
sentido a través de lo que se publica, lo que se selecciona, lo que se visibiliza, lo que se omite,
lo que se comparte, lo que se vincula, lo que se lee y escribe en el en
distintos soportes físicos y digitales.
lectura por una parte, y de la escritura por otra en varias tradiciones teóricas y corpus disci-
plinarios, en la perspectiva antropológica de nuestra investigación asumimos que una etno-
grafía de los lectores requería comprender ambas como prácticas de lectoescritura indisocia-
lectoescritura que realizan los jóvenes en distintos soportes, nos focalizamos en dar cuenta
sociales.
los modos de leer emergentes con los con los tradicionales?, ¿qué tipo de nuevas organiza-
ciones conceptuales produce la lectura fragmentada de diversos textos en soportes digita-
les?, ¿cuáles son las diferencias de las prácticas de lectura en pantalla y en papel?, ¿cuáles
son los contenidos más habituales que circulan y se socializan?, ¿qué tipo de continuida-
des y discontinuidades se producen entre las prácticas emergentes y tradicionales en di-
versos soportes y temporalidades, ¿cuáles son los intereses, inquietudes y motivaciones
-
cas y estrategias de conocimiento que generan los jóvenes en red, son autónomas de su
capital cultural y simbólico, por una parte, y del papel de los maestros como dinamizado-
res y organizadores de dicho conocimiento?
El trabajo de campo se dividió en dos etapas. Para la primera etapa se seleccionaron 6 jóve-
nes entre 25 y 29 años, recién graduados, o a punto de graduarse, para integrar el equipo de
investigación, donde asumieron el rol de sujeto y objeto de investigación. Todos son lectores
asiduos, consumidores y productores de textos en formatos impresos y digitales4.
periodista y promotora de emprendimientos en la Red (Isadora). Bernardo se dedica a los estudios de mercado y al desarrollo de páginas web.
Dante publica en revistas virtuales y fue community manager de la Revista Versión (UAM). Yazmín hace investigación y guiones para
exposiciones de museos y galerías. Karina es fotógrafa y administradora de páginas web. Rodrigo imparte materias sobre cultura y tecnología
en una universidad privada. Isadora administra y gestiona diversos emprendimientos productivos y creativos en la Red.
5. La decisión de que el recorte empírico abarcara a los estudiantes de comunicación de una universidad pública en la Ciudad de México,
responde a dos consideraciones: una de orden teórico-metodológico y otra de orden pragmático. Respecto a la primera, los estudiantes de
comunicación constituyen un caso emblemático de uso intensivo y extenso de diversas plataformas, aplicaciones, programas y dispositivos
digitales a partir de las exigencias curriculares de la carrera y de las inquietudes que los llevaron a escoger dicha carrera. Respecto a la
segunda, aprovechamos la posibilidad de tener acceso a un grupo de alumnos que cursaba el módulo de periodismo en la Carrera de
Comunicación Social de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Dicho módulo integra un curso de teoría, otro de práctica
y un taller de escritura, lo cual nos daba la oportunidad de observar sus prácticas de lectoescritura en un contexto de intensas demandas
escolares en varios soportes físicos y digitales.
tienen escolaridad media (secundaria, preparatoria y técnica), y el resto tienen padres con
escolaridad universitaria concluida o inconclusa. Casi todos son empleados del sector públi-
co o privado y de ingresos medios o modestos. La mayoría de los estudiantes no posee equi-
cuentan con un teléfono inteligente. Por lo general se conectan a la Red de la UAM, la cual
organización del tiempo, que resulta clave para comprender cómo se ubican las prácticas
tradicionales y emergentes de la lectoescritura y las representaciones que organizan el
imaginario social sobre la lectura. El sentido del tiempo, más que cualquier otra dimensión
estructurante en la vida cotidiana de los jóvenes, se ha vuelto un material simbólico ma-
-
torias pero que transcurren en paralelo o simultáneamente sin que esto les provoque nin-
gún conflicto de sentido. En segundo término abordamos las continuidades y
discontinuidades entre prácticas emergentes y tradicionales de lectoescritura a partir de
cadenas asociativas de producción de sentido que integran y recomponen fragmentos de
diversos textos, relatos e imágenes, que son ignorados como referencia para la síntesis. Y
en tercer lugar, nos focalizamos en el análisis del salón de clases como un espacio de nego-
emergentes de lectoescritura.
prácticamente no son mencionados cuando relatan sus rutinas diarias. Esto puede advertir-
se claramente en uno de los apartados de la entrevista donde tenían que describir sus activi-
dades en un día completo. Dichos relatos, como bien lo señaló Morley (2008), tienen una
geografía muy real y localizada que sigue siendo indispensable para situar las coordenadas
temporales y espaciales en la vida cotidiana que no debiéramos perder de vista al interpretar
la omnipresencia de los soportes mediáticos y digitales en las rutinas de los jóvenes:
Pues despierto como a las 6:30, (…) Me baño, salgo de mi casa a las 7:20, tomo un taxi,
vengo para acá, mi mamá me trae. Llego a la escuela, pues estoy aquí, en la clase, voy a
la cafetería en el cambio de clases, como, regreso, salgo y a veces me quedo platicando
aquí o a veces ya me voy directo a la casa y en la casa... ¿qué hago? Llego, como,... tengo
un problema con mis perros entonces, tengo que bajarlos y subirlos... y a las seis tengo
que ir al inglés, entonces yo a las seis tengo que salir para ir al inglés que está cerca de
mi casa, está como a 20 minutos. Estoy ahí como hasta las 7:30, y regreso a mi casa. Y
de ahí todo el tiempo, toda la tarde estoy en la computadora y dormirme con estos últi-
mos horarios hasta las 12 o 1 o a veces no duermo (Karen, 19 años).
En la narración de los tiempos cotidianos el uso permanente de los dispositivos digitales que-
da reabsorbido en las rutinas familiares, domésticas, escolares y laborales, donde sólo apa-
recieron explícitamente acotados a ciertos momentos y circunstancias. En la descripción de
dichas rutinas, los tiempos subjetivos dedicados a la lectura y a la escritura, tanto online
como , corresponden a las tareas escolares, y ocasionalmente a las novelas, periódi-
cos, revistas u otro tipo de libros de texto. En la mayoría de los casos, el tiempo libre no se
como: dibujar, pintar, tocar la guitarra, leer novelas (se mencionó en muy pocos casos), revis-
tas o cómics, bailar, pasear, estar con la familia y/o los amigos o la pareja, ver películas, escu-
char música, realizar actividades domésticas, etc. Sólo en un caso el tiempo libre apareció
dedicado íntegramente a estar en la computadora, que coincide con la persona que declaró
pasar más tiempo en Internet. Lo cual no implica que en los tiempos representados, valora-
-
tas, pero la conexión en los relatos adquiere un sentido menos compulsivo, más de condición
de sí, que de condición para ejercer el tiempo libre.
Creo que ahí juega esta posibilidad de tener la ventana de Facebook y, de repente acá,
tú navegando en otra cosa... pues es como, estar abierto a eso; a que alguien... o que tú
estás hablando con tus amigos y tú mientras estás... escuchando o viendo un video, no
sé. O sea, sí existe una «multidimensionalidad» virtual ahí (Alejandro, 24 años).
Leí noticias deportivas (resultados de las jornadas de futbol en México y el mundo), así
como de resultados en las olimpiadas de invierno. Después de eso dejé la compu por un
rato y me dediqué a ver televisión. Vi una serie de televisión de nombre «Face off», rea-
lity show estadounidense en el cual maquilladores profesionales compiten entre sí
creando disfraces y personajes distintos. (…)Durante ese tiempo la lectura efectuada
era de los subtítulos (…). Ese tipo de lectura siempre resulta interesante, ya que por lo
palabras o frases (también siempre me ayuda para mantener el inglés «fresco»). Termi-
naron los programas y volví al ordenador. Esta vez sí entré directo a mi página de Face-
book. Durante el scroll encontré un post
para la nueva temporada de Orange is a new black (OITNB), ya no aguanto por saber
que pasará». Al leerlo entonces me puse a investigar en la red sobre la fecha de estreno
de la nueva temporada (OITNB es una serie en formato «televisivo» que no es transmi-
(Ber-
nardo, 28 años).
todo las que se realizan en el celular, porque en la condición subjetiva de estar conectado no
se lee, ni se escribe, sino que se narra la vida mientras la vida transcurre en las pantallas.
Metafóricamente podríamos entender a las decenas de mensajes que se intercambian to-
dos los días como los subtítulos que traducen las escenas y afectos cotidianos. Tampoco «se
linkea, se postea o se publica, sino que se comparte, en
sus propias palabras. En ese sentido, estar conectados se ha vuelto una condición instituida
e instituyente de la vida y el relato respectivamente, mediada por la capacidad de los sopor-
formó parte de la entrevista a los estudiantes, permite apreciar claramente la condición mul-
tidimensional de la navegación y la tecnología. Las palabras mencionadas con mayor fre-
-
-
cilidad de acceso, consulta y búsqueda de información o a las aplicaciones y herramientas
para los juegos y el trabajo escolar; el celular y Facebook representan el lado más personal y
social de la conexión, como se puede advertir en los siguientes juegos de palabras: «Face-
fuente de ansiedad permanente. Estar desconectados les genera mucha angustia porque se
sienten invisibles y excluidos, pero estar conectados también les provoca ansiedad porque
están perentoriamente convocados a tener un lugar visible en la vida de los otros, a registrar
el impacto de dicha visibilidad, y, sobre todo, a mirar la vida de los otros (Winocur, 2012).
(…) hay una contradicción difícil de explicar que es que dejar de lado las posibilidades de
un soporte donde puedo realizar otras tareas, me estresa pues dejo de estar disponible
para los contactos o no puedo enterarme de lo que los proyectos que gestiono en Inter-
net necesitan, y al mismo tiempo, poder estar disponible para ello todo el tiempo es
complicado porque no puedo «leer tranquila» (Isadora, 29 años).
Como se puede advertir en el siguiente ejemplo, la práctica de leer y escribir en Red constitu-
ye un ejercicio constante de autoconstrucción y modelación de la identidad donde se repro-
Hablé sobre esto con ella por varias horas y sobre la importancia de dialogar y comuni-
car para construir la identidad y por lo tanto el propio mundo. Claro, no todo el mundo
escribe tanto (aunque no publique) ni a todo el mundo le gusta construir narrativas lógi-
cas en torno a las cosas que le ocurren, pero quienes comunicamos con mayor regulari-
dad y a quienes nos gusta contar historias vemos el diálogo como una fuente de alimen-
tación identitaria (Isadora, 29 años).
En la red existen protocolos y reglas de convivencia implícitas cuyo cumplimiento hace que
las personas parezcan adecuadas y sean aceptadas por las comunidades virtuales. No hay
duda de que los jóvenes escriben y comparten con conciencia de que todo el tiempo están
siendo leídos, juzgados, aceptados o rechazados por alguien, así es la dinámica de la red y lo
aceptan. A pesar de que ninguno de ellos suele compartir datos sobre su día a día, sí perso-
nalizan sus espacios y hacen una selección cuidadosa de lo que comparten, dejando en claro
quiénes son y cuáles son sus preferencias. La información que comparten busca reconoci-
miento social y el gran referente métrico de éxito personal y aceptación pública sigue sien-
do, como desde hace varios años, el like. Como bien lo expresa Sibilia:
consumar su existencia. Si los comentarios dejados por los visitantes de los blogs y fo-
6. Samantha, 21 años.
toblogs son fundamentales, es porque los autores necesitan ese apoyo público: ellos
los sujetos creadores, y no sus obras entendidas como objetos creados. Porque la ver-
dadera creación que se pone en juego es subjetiva, por ende son los autores, estilizados
como personajes, quienes precisan de esa legitimación concedida por la mirada ajena
(2008: 269).
Cerca de medianoche reviso Facebook por última vez. Una amiga me pide que le revise
un artículo que quiere publicar. Es un artículo sobre semiótica. Me resulta muy intere-
sante y le pido permiso para compartirlo con la clase cuando continuemos sobre estos
temas. Nos ponemos de acuerdo para vernos muy pronto, como ya teníamos pendien-
te. En paralelo, chateo con un amigo que me dice que ya ha terminado la serie de House
of Cards
lo que me recuerda a un meme que señala que, parafraseando, «un minuto más de sue-
ño tiene una duración mucho más corta que un minuto de espera de cuenta atrás del
microondas». Ella me cuenta una anécdota, pero recurre a stickers y emoticones de Fa-
cebook para ilustrarla, lo que le da un toque de vivacidad y elocuencia que me encanta
(Rodrigo, 25 años).
Hay dos procesos implícitos en el acto de compartir: apropiación y mediación. Cuando los
jóvenes realizan una lectura, ya sea en formato impreso o digital, ejecutan una serie de pro-
cesos para organizar la información y dotarla de significados, que leen e interpretan de
biografía, escribiendo comentarios o anexándola junto con otro tipo de información (texto,
imágenes, audios, videos, etc.). En la dinámica de las redes sociales, los textos pueden adqui-
Los procesos apropiación y mediación de la información que circula en las redes, son inhe-
rentes al acto de compartir -
tendida como la información que se agrega a los textos o vínculos proveniente de una gran
diversidad de fuentes escritas y audiovisuales. El acto de compartir representa en sí mismo
-
En el caso de los jóvenes estudiados, la compulsión de conexión se traduce en una inquietud por
La razón de haber elegido el 5 de febrero es porque considero que fue un día productivo
y porque sería el día «prototipo» de cómo me gustaría que fuera mi vida laboral; traba-
jar, estudiar, escribir y comunicarme sin tener que desplazarme todos los días. (…) la
computadora es el objeto que me distrae y me hace productivo al mismo tiempo (...).
Hice multitasking mientras estudiaba; miraba el Internet, escuchaba música y escribía
cosas
La productividad se entiende como el aprovechamiento del tiempo para realizar varias ta-
reas en el menor tiempo posible, que no necesariamente implica partir de un objetivo claro o
llevan a los estudiantes a realizar una búsqueda en Internet, es común encontrar una rápida
disgregación de los objetivos iniciales. Las consecuencias de estas distracciones son diver-
sas: en algunos casos generan culpa y ansiedad, mientras que en otros rodeos, atajos o ca-
minos divergentes que contribuyeron a la productividad.
anárquica y compulsiva de saltar de un texto a otro. Asumiendo que dicha práctica es inevi-
table, necesaria y deseada, se volverá productiva en la medida que pueda generar algún tipo
-
duce, entonces la lectura no produce «ninguna satisfacción», no provoca «una respuesta
emocional demasiado fuerte» y se vuelve «una especie de «sintonía» de recolección impasi-
ble de información»:
algunos de ellos fueron: compañías que más contaminan, organizaciones que todo el
mundo odia, la forma en que funcionan los noticiarios en EE.UU., product placement
en videojuegos... Me parece que son artículos sin relación unos con otros porque los
iba recogiendo de mis redes sociales, porque me interesa saber sobre muchos temas y
porque en ese momento tenía tiempo libre y curiosidad para mirar los artículos. No
sentí ninguna satisfacción después de leerlos. (…)Lo que leía o miraba generalmente
no me provocaba una respuesta emocional demasiado fuerte, pero memorizaba lo
que veía. Era una especie de «sintonía» de recolección impasible de información (Dan-
te, 26 años).
-
dez, 2005; Goicochea de Jorge, 2011; Lorenzo, 2005; Reig y Vílchez, 2013; Reviglio, 2009;
Rey, 2009; Rodríguez de las Heras, 2002), la estrategia fundamental de lectura en la Red se
da en forma de hipertexto: de una lectura se desprenden múltiples referencias en variados
-
lado por Lluch (2014:17) para las comunidades de lectores en la Red acerca de la práctica de
-
nes en las redes sociales. Todas las opciones formales y estéticas de cada una de las plata-
formas virtuales son aprovechadas en la práctica de la lectoescritura en Red, para transfor-
mar los límites de cada una en posibilidades combinables con otras.
Es interesante observar que los jóvenes universitarios, aun cuando no están ante un hiper-
texto, buscan hacer una lectura hipertextual, es decir, una lectura que salta de un texto a
otro usando cada tópico como un vínculo. La forma más usual de lectura hipertextual es de-
tenerse en ciertos puntos del texto central para consultar información en otros textos. Por lo
tanto, esto sugiere que la fragmentación, eclecticismo y nomadismo en el manejo y circula-
ción de la información, no llevan necesariamente a la anarquía conceptual sino a un tipo de
reorganización simbólica que busca producir sentido en distintos ámbitos online y del
multitasking encarna muy bien una idea, naciente,
de experiencia. Habitar cuantas zonas sea posible con una atención bastante baja es lo que
ellos, evidentemente, entienden por experiencia. Suena mal, pero intentad comprenderlo:
no es una forma de vaciar de contenido muchos gestos que serían importantes: es un modo
de hacer de ellos uno solo
Quiero poder crear una atmósfera y sentir que estoy en el modo que plantea la lectura
(Yazmín, 26 años).
normalmente se alternan con revisar sus redes sociales y chatear en el celular, las mencio-
online y . Coin-
ciden en la preferencia de leer los textos y libros académicos impresos porque pueden hacer
anotaciones y subrayados. También coinciden en que el momento de leer es un momento
periódicos lo puedo leer hasta en el transporte público, pero cosas que demandan ma-
yor concentración, es necesario hacerlo en solitario. Porque no me gusta interrumpir mi
mientras leo, me molesta mucho. Quiero poder crear una atmósfera y sentir que estoy
en el modo que plantea la lectura (Yazmín, 26 años).
sea necesario estar desconectado o ausente. Los modos de estar y no estar, nos ayudan a
reubicar la lectura tradicional en un nuevo contexto, donde aislarse para leer un libro en soli-
tario constituye uno de las formas posibles de estar en el mundo que sigue gozando de cier-
-
Una constatación importante que arrojó la investigación sobre la relación entre prácticas de
lecturas emergentes y tradicionales, es que mientras mayor apropiación práctica hay de los
actos de lectoescritura en la Red, que se evidencia en la posibilidad de leer de manera disper-
sa y fragmentaria los textos, y de producir contenidos a partir del hipertexto, existe un me-
nor reconocimiento social de los mismos al punto de volverse invisible en el discurso de los
jóvenes. Como ya vimos ninguna de estas actividades en la Red se asocian con leer o escribir.
A la inversa, mientras menor apropiación práctica hay de un texto, particularmente en el
caso de un libro impreso —en el sentido de no poder editarlo, linkearlo, fragmentarlo o re-
de extrañar que las encuestas de lectura tengan un registro tan bajo de las prácticas de lec-
tura en distintos ámbitos y soportes, si éstas sólo están asociadas a la lectura de novelas,
ensayos, periódicos o revistas en soporte de papel en el imaginario social compartido de
entrevistados y entrevistadores.
-
de observar la práctica de la lectoescritura como un relato incesante que se organiza a partir
de cadenas asociativas que superponen, integran y condensan diversas narrativas mediáti-
El Padri-
no fragmentariamente, y ver la película del mismo modo, pone a dialogar ambas narraciones
en un texto compartido, en un contexto de intercambios en las redes (a la espera de likes),
que las integra y recompone en un lugar distinto de donde fueron tomadas como referen-
cias7. En este contexto, leer la novela o ver la película, adquieren una densidad simbólica di-
ferente y plantean conexiones con otros planos de la realidad que exceden por mucho a la
lectura aislada y unitaria del libro impreso o al ritual de ver la película en el cine, donde era
-
mente manipulables; el abarcar de inmediato de la totalidad de la obra, hecha visible por el objeto que la contiene, deviene en el texto
electrónico una navegación a lo largo del archipiélago textuales de riveras movedizas. Estas innovaciones imponen, inevitable, imperativamen-
Revista Universitaria Semestral, Año VII, No. 13. Argentina, P.130. Disponible en: http://bibliotecavirtual.unl.edu.ar/ojs/index.php/
EstudiosSociales/article/viewFile/2389/3409
Encontré el libro de Mario Puzo El padrino, y como no he visto las películas, me puse a leer-
lo. Publiqué en Facebook: «Confesión: no he visto El Padrino, pero estoy leyendo el libro
¡muy bueno! ¿Debo ver la peli?, ¿qué es mejor?» Tuvo tres «me gusta» y quince recomen-
daciones, una de ellas de Aurelio Asiain, un tuitero estrella que me puso nerviosa porque
me hizo darme cuenta de que las tonterías que escribo también las ve la gente «importan-
te» no sólo mis amigos cercanos. Empecé a leer El Padrino. Traté de escribir mi novela pero
me distraje en Facebook. Promoví un par de eventos del Facebook. Chateé con algunos
amigos. (…) Vi videos de danza y de videodanza, me dispersé entre los artículos de la re-
des. (…)Volví a la lectura del Padrino pero me dio curiosidad la película y vi sólo las partes
que correspondían a las partes del libro que ya había leído (Isadora, 29 años).
sociales.
por ciertos episodios de la película, otro por las reseñas, comentarios y videos que encontró
dispersos, y quizás el más importante, el producido por el intenso intercambio de likes y co-
mentarios en sus redes sociales.
Unas semanas después de recibir la crónica anterior, se le hicieron las siguientes preguntas a
la autora de la crónica:
Isa: Sí, busqué varias reseñas, videos de la película y entrevistas con los actores. Me
recomendaron tanto la película y el libro, ambos con el mismo grado de importancia,
que me interesó mucho más el fenómeno de la obra que ella misma.
E: ¿Qué tipo de comentarios hiciste en tu cuenta de Facebook?, además de likes, reci-
biste algún comentario?
Isa: Pedí que me dijeran qué sería mejor, si leer uno o el otro, y recibí diferentes puntos
de vista personales sobre por qué la película es una obra maestra y por qué leer el libro
es mejor. Recuerdo que preferí leer el libro, aunque me gustaba más la idea de ver la
película, —en un gesto de flojera culposo, porque pensé que siendo una obra maestra
su narración debía ser relevante, no me lo pareció, y sentí haber hecho trampa con ella
porque tanto los personajes como los escenarios y las situaciones tenían ya la atmós-
fera de la película de Scorsese, así que siempre le deberé a él que al leer el libro todo
tuviera el filtro y la gama de colores setentera del filme.
E: Si tuvieras que contarle a alguien sobre la historia del Padrino, ¿a qué partes del libro
y/o secuencias de la película recurrirías?
quizás el dato más interesante del relato de Isadora sea que luego del impacto que produjo su
«mucho más el fenómeno de la obra que ella misma». Es decir, la cadena de asociaciones que
se genera alrededor del libro El Padrino, mediada intensamente por los intercambios en las re-
des sociales, resulta mucho más atractiva que la obra de Puzo o de Scorsese. Estos movimien-
sobre el acopio de información: «Les gusta cualquier espacio que genere una aceleración. No
se mueven en dirección a una meta, porque la meta es el movimiento. Sus trayectorias nacen
por azar y se extinguen por cansancio: no buscan la experiencia, lo son. Cuando pueden, los
bárbaros construyen a su imagen los sistemas con los que viajar: la red, por ejemplo. Pero no se
les oculta que la mayor parte del terreno que deben recorrer está hecha de gestos que heredan
en un cuento escrito a partir del hipertexto, y que sólo se puede leer si se está conectado a
experiencia que había tenido con el ensayo de Cortázar, a dónde lo había conducido y qué
tipo de síntesis había producido.
De Cortázar sólo he leído este ensayo (Aspectos del cuento) y algunas partes de Rayue-
la, pero no mucho más. Durante mis clases de diseño web en la UAM el profesor Bruno
de Vecchi nos recomendó darle un vistazo a Rayuela para comprender mejor el concepto
de hipertexto. Rayuela sería una especie de hipertexto simple o prototípico porque pue-
de leerse de dos (al menos) formas distintas. Una de las características básicas de un
hipertexto es esa lectura no lineal. Sin embargo, digo que Rayuela es un hipertexto sim-
ple porque la mayoría de los hipertextos ofrecen al lector muchas más opciones (…). El
único momento en que el lector ejerce su voluntad es cuando elige uno de estos dos ca-
minos. Aunque en el prólogo, me parece, Cortázar dice que su libro se puede leer saltan-
do de un capítulo a otro como uno quiera. Mis experiencias con estos temas se vincula-
ron en forma de un cuento en hipertexto que compartí con todos en el equipo y que
tenía el título de Relato del futuro, pero que actualmente no está en línea pues estoy en
busca de un sitio donde alojarlo (Dante, 26 años).
Dante nos envió su cuento en hipertexto donde el lector tiene la oportunidad de profundizar
en algunos detalles que le permiten colocarse en la posición del protagonista. La historia
comienza con una breve descripción de un día común en la vida de Félix, sólo lo necesario
para permitir al lector tener una impresión de él y conocer su historia en el momento que se
va desarrollando. Para esto, la historia tiene hipervínculos que le dan la opción al lector de
ampliar la información disponible en relación con las actividades que hace o simplemente
irse a dormir e iniciar un nuevo día. A continuación se presenta un ejemplo del funcionamien-
to de esta historia hipertextual:
Si el lector da clic en las palabras subrayadas, le conectará a otra página en donde se desarro-
Mis manos ayer posadas sobre las páginas de un libro, metidas entre las palabras. Mis
manos eran como un par de montañas lejanas, pero mías. Mis manos como peñascos
pulidos por olas. Mis manos naves en ningún lado.
Hace años, cuando me recostaba para dormir, percibía algo inmenso, fuera del mundo,
que era parte de mi cuerpo, unido a mí, pero yo no podía encontrarlo o usarlo como
extremidad. Veía algo en mi mente; era una especie de dedo gigantesco, un apéndice
estelar o interdimensional.
Hace mucho que no lo percibo y no lo veo. Ayer lo vi en mis manos antes de dormir.
Pero ahora mismo se ven normales, incluso pequeñas.
Dejar la hoja de papel.
Así, se presenta un hipervínculo distinto porque es obligatorio para poder continuar con la
Dante conoce muy poco de la obra de Cortázar, solo leyó el ensayo Aspectos del cuento y
algunos pasajes de Rayuela
génesis del hipertexto. En su cuento hay algo del ADN del famoso escritor, pero si algún inte-
resado o cómplice del circuito de sus redes sociales llega al cuento de Dante a través de un
link compartido, nunca podrá reconocer la marca constitutiva de Rayuela. Porque como bien
lo expresa Baricco, una vez más «(…) el saber que importa es el que es capaz de entrar en
secuencia con todos los demás saberes. No existe casi ningún otro criterio de calidad, e inclu-
so de verdad, porque todos se los traga ese único principio: la densidad del Sentido está allí
por donde pasa el saber, donde el saber está en movimiento: todo el saber, sin excluir nada.
La idea de que entender y saber -
canzar su esencia, es una hermosa idea que está muriendo: la sustituye la instintiva con-
vicción de que la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria, de que no
-
sas, sino que se disuelve por fuera de ellas, donde realmente comienzan, es decir, por
todas partes». (2008: 110. Las negritas son nuestras).
Vi en Twitter la opinión [link] de que ningún occidental sabía escribir haikus y puso de
ejemplo algunos que había escrito Borges [link]. No supe formarme una opinión porque
no sé nada de haikus. Recordé que mi profesor del taller de escritura en la UAM, Héctor
Manjarrez, había escrito en Letras Libres un artículo [link] donde comentaba el libro de
memorias de Adolfo Bioy Casares sobre Jorge Luis Borges (el libro de Bioy Casares se ti-
tula Borges) y quise leerlo de nuevo (lo había leído hace algunos años pero no recordaba
casi nada). Manjarrez había seleccionado distintas secciones de cuando visitaron Méxi-
co y las había comentado con sarcasmo. El artículo tenía la intención de satirizar tanto
a Borges como a México. Me sorprendí cuando Borges mismo dice que es racista, no
como alguna metáfora inusual, sino para hacer explícito que no le agradaban los ne-
gros. Leí los comentarios, casi todos en contra del autor del artículo, y pensé que no ha-
bía razón para ofenderse tanto y sentir que debían defender a Borges o insultar a Man-
jarrez. Busqué más al respecto y me enteré que Borges en verdad era racista. Pensé que
casi nadie habla de la parte «fea» de Borges porque su obra tiene méritos aparte de su
vida personal. Pensé que de todas formas estaba bien que Manjarrez hubiera hecho ese
artículo. Pensé en el papel de la obediencia en la escritura. Pensé que en la escritura y en
el arte no debe haber obediencia pues más bien sería publicidad, propaganda o algo
distinto (Dante, 26 años).
Las crónicas de Isadora y Dante son especialmente ilustrativas del tipo de productos que
resultan de reciclar y metamorfosear los fragmentos de diversos relatos impresos, narrati-
vas mediáticas y contenidos digitales, y de construir síntesis a partir de ignorar, más que
petentes frente a sus ojos. Cuando se le preguntó a un grupo de alumnos que cursan el últi-
mo año de la carrera8, qué cualidades debe de tener un buen profesor, y si es necesario que
posea las mismas habilidades digitales que los estudiantes, muy pocos mencionaron que
-
camiento que les brindaba poder comunicarse con ellos a través del correo electrónico o las
redes sociales.
Me parece irrelevante que sepa más o sepa menos de las tecnologías. Es más importan-
te lo que dice y cómo enseña y dejar que los alumnos (as) experimenten y se ayuden
con los instrumentos que están al alcance de la mayoría. Sin embargo, considero tam-
bién que un profesor que está más familiarizado con las aplicaciones digitales puede
compartir experiencias nuevas con los que aún no y por tanto, nutrir el conocimiento. Si
un profesor es ajeno a todo este mundo digital no estaría demás que invitara a sus
-
sona y sus alumnos(as) (Iris Dalilah, 23 años).
Vale la pena resaltar, que a diferencia de lo que opinan algunos teóricos de la educación acer-
ca de la incorporación de las TICs en las aulas, Iris considera que los profesores deben dejar-
-
-
tra investigación sobre9 la experiencia de las familias de menores recursos con las computa-
doras portátiles que distribuyó el Plan Ceibal en Uruguay (XO), se advierte que aunque
algunos de los juegos que vienen con la XO son de mucha calidad y tienen todos los compo-
nentes lúdicos para hacerlos atractivos, no despiertan el mismo interés que los comerciales
porque frente a los ojos de los niños sufren una suerte de colonización por parte de la escue-
la. Otras investigaciones en la escuela secundaria llegan a conclusiones similares (Piracón,
2015). Internet, sin lugar a dudas, constituye un territorio autónomo para los adolescentes,
donde se mueven prácticamente sin mediación de los adultos (Bringué y Sábada, 2011), y
No obstante, cada vez es más habitual que los profesores creen un grupo en Google o en
Facebook para compartir lecturas y enlaces a páginas y sitios Web, pero de estas iniciativas
lo que más valoran los estudiantes es la ventaja de mantener una comunicación constante,
y más cercana con el profesor:
content&id=909&Itemid=58
Me parece que es importante que los profesores manejen al menos una de estas redes o
que en la actualidad es mucho más práctico enviar mensajes, compartir archivos multi-
media, etc. Sin embargo no creo que sea necesario, además de que no creo que el hecho
de que un profesor no utilice estos medios lo haga un mal profesor, por consiguiente el
usar estas herramientas no lo hace un buen maestro, ser un buen maestro, como ya lo
mencione en la pregunta uno, requiere de muchas más cualidades y aptitudes (Merce-
des, 27 años).
-
cionales para promover la lectura y comprensión de los textos. Por su parte los estudiantes,
independientemente del soporte donde lean (libro impreso, fotocopias del libro, PDF, impre-
siones de PDF), siguen valorando y practicando dichas estrategias tradicionales en el ámbito
escolar, como bien lo señala Delia Lerner: «cuando una institución incorpora las nuevas tec-
nologías, suele asimilarlas a sus esquemas anteriores y —al menos en este primer momen-
(2012:23). Sin embargo, coincidimos con Inés Dussel (2012) que la oposición entre escuela/
universidad y TIC, es menos taxativa de lo que parece, pero ciertamente hay muchos ele-
mentos que se encuadran en lógicas distintas en cada uno de esos ámbitos. ¿Entonces qué
papel juegan en la universidad las modalidades de lectoescritura emergentes que practican
cotidiana y compulsivamente los jóvenes en diversos dispositivos digitales, y que básica-
mente se expresan en lecturas y producción de contenidos hipertextuales?
porque puedo consultarlo (...) cuando quiera volver a leerlo, es más fácil para mí encon-
trar en dónde porque ya doblé la hoja, o porque ya tiene anotaciones, que en el digital
que es como de «argh, ¿dónde era?» (Samantha, 21 años).
Pues sí, he notado que leo un poco más. Tampoco es que yo sea un asiduo lector, la ver-
dad es que no, precisamente por el tiempo. Pero a raíz de que comencé la carrera, por el
hecho de que nos dejan muchas lecturas, (…) desarrollas una especie de gusto por eso.
Es como rencontrarte con ese gusto por la lectura y por eso he estado leyendo de temas
(Hernán, 25 años).
Sí, leo más, porque antes si leía pero como Crepúsculo, y bueno, más bien leía como co-
sas que me interesaban a mí. Me acuerdo que mi último año de prepa leía puros libros
que me interesaban, novelas pero que yo quería leer (…) me leí 32 libros en un año y ya
de ahí ya no he podido leer ni tres que yo quiero, porque todo son de las copias, las co-
pias, las copias. Eso es lo que leo (Karen, 19 años).
Este último ejemplo es particularmente interesante porque si Karen hubiera sido entrevista-
da el año que leyó 32 libros de la saga de Crepúsculo y otras parecidas, hubiera quedado re-
gistrada como una excelente lectora en los resultados de la encuesta, mientras que si la inte-
rrogaban el año que leyó cientos de páginas en fotocopias de textos académicos, hubiera
no pueda ser practicada ni compartida mientras se revisa Facebook, se leen otros artículos o
se hacen otros trabajos:
Yo creo que siempre es bueno leer solo. (…)Y la lectura, creo que es un ejercicio de re-
mismo y discutir el texto pero creo que sobre todo la literatura es lo que debes leer solo.
Tal vez textos académicos, textos informativos, noticias, de prensa... tal vez sí es más
factible leerlos en grupo porque permite una discusión al momento, además de la nece-
sidad de discutir al momento un asunto actual (Antonio, 18 años).
En el testimonio anterior, es interesante observar cómo las noticias son los textos que mejor
se adaptan al lenguaje de las redes sociales porque nacen, se reproducen, viajan y mueren
con la misma velocidad que los intercambios que se producen cotidiana y permanentemen-
te a través de todos los dispositivos digitales. Nuevamente aparece aquí la diferencia anali-
zada en apartados precedentes entre leer y compartir: Se leen libros impresos o digitales, se
comparte información de todo tipo y formatos.
Las redes sociales junto con las aplicaciones que permiten hablar, o mandar mensajes de
manera gratuita (como WhatsApp), son los medios más usados para resolver la organización
del trabajo en equipo. El uso de Facebook para coordinar y asignar tareas para los trabajos en
equipo, y el de Google Drive y Dropbox para almacenar y compartir documentos en tiempo
real, son quizás los cambios más importantes en la forma de organización del trabajo escolar.
Hemos intentado eso de: —termino mi parte, la envío al grupo de Facebook y ya las
vamos juntando. (…). pero nos hemos dado cuenta que no nos resulta, que no es efecti-
vo (Hernán, 25 años).
De ahí que no sustituyen las reuniones físicas para dividirse las tareas antes de una entrega
trabajo. Es de hacer notar que la preferencia por reunirse presencialmente, es coherente sub-
jetivamente con la preferencia de leer en impreso por la sensación de una mayor apropiación
de la información en la relación cara a cara. Aparentemente los estudiantes sienten una ma-
yor percepción de realidad y materialidad, cuando se vinculan personalmente a los compa-
ñeros de equipo, o leen un libro impreso, que cuando se trata de lo mismo pero digitalizado.
La lectura en distintos formatos, digital e impresa, convive con múltiples fuentes y plataformas
la tarea a través de correos electrónicos enviados por los maestros, realizan lecturas derivadas
de sus experiencias a través de los numerosos medios de comunicación que tienen a la mano,
reproducen contenidos impresos a formatos digitales que son nuevamente impresos, los im-
presos son re-apropiados y reconstruidos para hacer sentido a los lectores a través de búsque-
das en Internet, y las lecturas digitales se vuelven impresos o se buscan en este formato para
una mayor comodidad en su experiencia de lectura. En ese sentido coincidimos con Albarello
(2011), que para el caso de los textos universitarios: «La pantalla no genera un tipo de lectura
totalmente novedosa, sino que existe una remediación de la lectura que toma elementos de la
lectura del impreso y genera otro nuevos, pero todos funcionan de forma complementaria de
acuerdo con determinadas metas y estrategias de lectura, de naturaleza cambiante y vincula-
10
.
sostiene el papel aun cuando se lo mira en la pan-
talla, también se siguen las líneas y cambian las páginas de la misma forma.
10. Albarello, F. (2011). Leer-navegar en Internet: las formas de lectura en la computadora. La Crujía, Buenos Aires. p. 232.
Cuando no entiendo las cosas, por lo regular busco en Internet o busco en otros lugares
más bibliografía acerca de ese tema. Si es algo del autor y de plano no le entiendo, pues
entonces sí busco alguna explicación de algún teórico sobre ese teórico, o sobre lo que
quiso decir, o si no, pues ya de plano le pregunto a Antonio o me espero hasta el otro día
a ver qué dice la profesora de eso (Jimena, 20 años).
No pensamos que este orden implique algún tipo de jerarquías, sino que forma parte de una
estrategia de utilización de todos los recursos disponibles para reconstruir el sentido del tex-
to, donde Internet es el más rápido y está todo el tiempo disponible, pero les resulta el me-
-
das. Debido a la naturaleza de las lecturas que hacen con mayor frecuencia, textos
universitarios que implican un grado importante de complejidad, es común que accedan a
Internet para complementar los temas que están tratando, ya sea informándose con mayor
las últimas páginas de Google, la 11, 12 y voy regresando al inicio y voy sacando como
lo más importante, voy leyendo. Comienzo a ver los links, no todos obviamente. Comien-
zo a leer la pequeña información que viene ahí abajo para guiarme y dependiendo de lo
que lea, si es como algo importante y así, selecciono información y la paso y pues ya la
redacto (Viridiana, 20 años).
Cuando un texto está muy mal redactado y con muy mala ortografía... veo un blog así y
digo «qué asco» o sea, no. Esto no, o sea, lo leo pero dices: «no». Hasta duele leerlo y
dices: «no, no, no veo como una argumentación sólida... no» Entonces eso lo haces a un
lado. Ya después busco algo más que parezca un poco más sólido, o sea, que hayan cier-
tos argumentos, que no sea siempre... pues perogrulladas en las que dicen: «esto es así
porque así» o sea cosas que ya se saben, sino que... qué más puede ofrecer cierto sitio
(Antonio, 18 años).
Por lo regular antes buscaba las cosas en Wikipedia y ahí me quedaba, pero últimamen-
te sí es Wikipedia (…) pero para darme una idea más o menos de lo que me están pidien-
do, de lo que trata el tema y ya después es buscar en otros sitios. O sea, anteriormente
era lo primero que encontraba y se escuchaba medio claro ya lo agarraba y eso lo leía
¿no? (Jimena, 20 años).
comparar lo que se está diciendo... saber qué información es veraz; generar un criterio.
para darle ese sentido subjetivo a lo objetivo de lo que está redactado; la noticia o no sé
(Antonio, 18 años).
Yo diría que sí, porque aquí nos han enseñado mucho el hecho de que uno tiene que
hablar con fundamentos. Todos tienen una opinión respecto a todo, pero no todas las
opiniones están bien fundamentadas. Entonces lo que ha cambiado es que al buscar la
información trato de que esté bien fundamentada, que sea más puntual y, en algún
sentido, válida (Hernán, 25 años).
El hábito más común para compartir materiales de lectura impresos conserva rasgos de las
prácticas de socialización de los soportes predigitales: regalan libros, los prestan, los toman
de bibliotecas personales de conocidos y muy excepcionalmente los adquieren en librerías
cuando cuentan con los medios para hacerlo. Asimismo, todos los testimonios citados a
continuación hablan de una fuerte conexión emocional con el libro impreso a partir de refe-
rentes afectivos muy importantes en la vida de los estudiantes, como los padres, tíos, madri-
nas y los abuelos:
Entre muchas de sus novelas elegí La mala hora por ser una de las novelas favoritas de
mi abuelo (Beatriz, 23 años).
García Márquez es uno de los escritores favoritos de mi papá, sabía que su ejemplar de
Memoria de mis putas tristes estaba en su librero y de ahí lo tomé (Tania, 19 años).
En la casa existen dos ediciones de Cien años de soledad. Una de ellas es la primera edi-
ción, aunque ignoro qué número de reimpresión sea. Este libro lo compraron mis padres
cuando estaban viviendo en Uruguay, y de ahí que tenga un alto valor sentimental en la
biblioteca familiar (Maury, 33 años).
Lo conseguí porque mi hermana lo compró en una librería y lo vi entre los libros que te-
nemos en casa y decidí leerlo (Cynthia, 20 años).
Es importante destacar el hecho de que la mayoría de las familias de los estudiantes tenían
un libro de García Márquez en su biblioteca, aunque no tuvieran un habitus fuerte de sociali-
zación literaria, les permitió resolver satisfactoriamente la tarea que planteó la profesora con
dicho autor, como veremos más adelante.
Según el tipo de texto y los recursos físicos y digitales que dispongan, se decide el formato
desde el cual se accede al mismo, pero esto no implica que se limite únicamente a un sopor-
te en particular, sino que se observa un constante salto de uno a otro, de impreso a digital, de
libro a fotocopia, de computadora a teléfono o tableta. La lectura de libros y textos escolares,
Me gusta más tener el libro impreso porque puedo subrayar, puedo hacer anotaciones,
este... y siento que... pues no sé, estarlo tocando, la textura, es, como estar más cerca del
libro. Adentrarte más. El de Malcolm lo fotocopié, pero venía incompleto. Entonces tuve
que recurrir al PDF que nos envió la profesora, pero sólo para completar lo que hacía
falta. Y sí era un poco más complicado leerlo porque en la computadora, la luz de la com-
putadora, me lastimó, entonces sí. Es complicado (Samantha, 21 años).
-
tor. Al parecer, esa lectura hipertextual no sólo se da por una necesidad de enriquecimiento
de la lectura tradicional, sino que también tiene un sentido lúdico. El salto de un texto a otro
-
prensión, como se puede ver, en las tareas que hicieron sobre una lectura de Gabriel García
Márquez en el contexto del taller de escritura del módulo de prensa.
Si bien hasta no hace mucho, los jóvenes tenían en el día a día una serie de interacciones con
los libros, los periódicos, sus maestros e incluso con la radio, la televisión y el cine, que suma-
ban elementos a sus lecturas y que se incorporaban en la síntesis conceptual que hacían de
los textos, estas referencias eran más homogéneas y provenían de fuentes autorizadas.
Ahora la cantidad de información que se mezcla en la creación de conceptos es inconmensu-
rable, el origen de la red de relaciones que componen las ideas se hace cada vez más difícil de
rastrear. En estas nuevas condiciones donde se ejerce la lectura, hemos podido comprobar, al
igual que otros estudios (Albarello, 2011; Andrade, 2007; Castellanos, 2001; Chartier, 1997;
Chartier, 2010; Domínguez y Rodríguez, 2005; Friera, 2002; Igarza, 2011; Rey, 2009); que
-
pecto al primer tipo, los estudiantes hacen lecturas online
texto a otro constantemente, a veces para realizar búsquedas que complementen la activi-
dad principal, otras veces para terminar en un lugar muy alejado del que comenzaron. Es
muy común llegar a un texto en línea —ya sea porque se buscó con precisión o porque se
para saber si interesa o no) y ponerlo en una lista de espera (dejar la pestaña abierta para
retomarla más tarde, poner el link en una lista de lectura, descargar el texto y archivarlo,
etc.). Esa serie de descubrimientos, de textos acumulados, es posible que se retome en cual-
quier momento y que cuando así sea, se lean otras líneas y se pase a algún otro texto, que
nuevamente podría estar o no relacionado con la lectura de origen. La lectura fragmentada
multitasking, como
principal insumo para ser productivo en la red. En una lectura fragmentada los textos no se
dejan inconclusos necesariamente por falta de interés, sino por la necesidad de cambiar de
tema o de espacio y en cierto sentido esto tiene que ver con la rapidez con la que cambian
los contenidos y circulan en la red y la necesidad de ir de acuerdo con estos cambios, como si
fuera una medida de adaptación de los jóvenes a las condiciones del espacio virtual. Aunque
es difícil reconocer en qué momento toda esta información hace síntesis, o genera algún tipo
de conclusión, los jóvenes no la consideran desechable ni azarosa, sino potencialmente reu-
tilizable en algún momento, o al igual que con cualquier objeto físico, susceptible de ser co-
leccionable. Es decir, guardar todos los links y textos, por el simple placer de poseerlos.
las fuentes de consulta a través del consumo de una variedad de información (textos, imáge-
nes, videos, etc.) que logran enriquecer el texto del que parten y expandir sus límites. La
particularidad de la lectura expandida con respecto a la lectura fragmentada, es que las bús-
quedas de un texto son referencias que complementan la lectura de origen y que se incorpo-
ran inmediatamente a ésta, en cambio, en la lectura fragmentada es más difícil reconocer el
momento de génesis o de síntesis de la información. En una lectura expandida se hace evi-
dente la hipervinculación de los mundos físicos y digitales. Incluso quienes disfrutan más de
la lectura en soportes impresos, hacen búsquedas de referencia en línea y van alternando la
lectura en pantalla con la lectura en impreso.
La profesora del taller de escritura les propuso como tarea individual escoger una novela o un
libro de cuentos del autor recientemente fallecido, sin indicarles un soporte o lugar donde
conseguirlo ni cómo leerlo, y les dio algunas consignas11 para escribir un breve trabajo des-
pués de su lectura. La mayoría resolvió la tarea individual de manera bastante convencional:
Consiguieron el libro prestado, lo buscaron en las bibliotecas de sus familiares o en la univer-
sidad, algunos lo compraron (el más barato y breve), y los menos lo leyeron en PDF. Hicieron
-
-
texto que presentamos a continuación también se puede advertir que no hay nada que nos
indique que fue escrito por un estudiante de 18 años con pleno acceso a la Red y manejo
diestro de diversas aplicaciones y programas digitales:
Desde los 10 años, o tal vez antes porque no recuerdo bien, el libro me atraía mucho. Lo
había visto acomodado en un estante dentro del cuarto de mis padres pero jamás había
decidido abrirlo. Ni siquiera tocarlo. (…) El amor en los tiempos del cólera dictaban unas
letras negras sobre la tapa y la foto de un hombre sonriente, también de color amarillo,
parecía estar saludándome desde la contraportada. «Al parecer se llama Gabriel Gar-
cía» pensé. Claro, a esa edad yo ya entendía qué es el cólera, y tenía cierta noción de
qué es el amor. (…) Lo hojeé, lo olí, pero no lo leí ese día, ni ese mismo año. (…) Unos cinco
años después, no recuerdo cómo, el libro volvió a mis manos. Sabiendo (o recordando)
antes, comencé a leerlo. No sé por qué no lo terminé. Desde ese entonces el libro ha es-
tado guardado entre los otros pocos que he comprado y que en ocasiones me he adjudi-
cado tras sacarlos «prestados» de las diminutas bibliotecas de mis padres y de mi abue-
la. Si no me los apropio, los libros van a dar a la basura. Me atrevo a decir que la historia
se repite: sé qué es el cólera, el amor sigue confundiéndome, y ahora la cuestión del
tiempo me atormenta también. He tomado el libro, lo he abierto y los tres factores se
han reunido desde el momento en que lo he comenzado a releer.
En el marco del mismo taller de escritura, luego la profesora les planteó a los estudiantes una
tarea grupal12, cuya consigna principal fue «descubrir al hombre de carne y hueso detrás de
-
guir la información, pero esta vez sí se pueden advertir en sus trabajos las huellas de su expe-
riencia de lectoescritura en la Red. En los textos elaborados grupalmente, como el ejemplo
que se expone a continuación, relatan que utilizan buscadores, orientan las búsquedas con
diferentes combinaciones de palabras claves, consultan periódicos como fuente autorizada,
miran videos, revisan blogs, y van siguiendo la ruta de los links que cada texto les ofrece. No
ninguno cita las fuentes de donde fue sacada la información. Y en consecuencia, las referen-
cias originales, que resultaron de volver a compartir -
tido en la Red, perdieron su autoría individual y se diluyeron en el hipertexto:
hasta cierto punto la dulzura de Gabo nos ha empalagado a los tres. (Alejandro, Antonio
y Jennifer).
En la crónica sobre la tarea grupal destacan los periódicos como fuentes autorizadas para
seleccionar la información en una base abrumadora de 1.200.000 enlaces relacionados. Y
dentro de los periódicos El País ocupa un lugar privilegiado en las consultas realizadas por los
estudiantes del curso. Este dato es coincidente con la creciente expansión y penetración de
las diversas plataformas digitales de dicho diario a las cuales se accede sobre todo desde el
celular, que registran la mayor audiencia digital de los periódicos en español: 15,2 millones
de usuarios únicos de los cuales el 32 % procede del continente americano (El País, 2015:20).
Los datos nos ofrecen un nicho interesante para explorar con mayor detenimiento la rela-
ción entre fuente periodística, reproducción de contenidos a través de dispositivo digitales y
producción de conocimientos en el ámbito universitario.
moverse libremente entre el libro impreso, el PDF, la impresión del PDF, las fotocopias, la
dispersión de las búsquedas en Internet, el uso y abuso del hipertexto para comprender y
recomponer los textos, pero espera que de toda esa manipulación resulte un texto elaborado
copy/paste. Obviamen-
te algunos lo logran y otros no, pero antes de Internet también entregaban tareas que se li-
mitaban a los resúmenes más o menos textuales de los libros, y otras donde se apreciaba
en las clases de teoría de los profesores de más de 40 años (los talleres de video, fotografía,
cine, radio, etc., tienen otras dinámicas marcadas por la incorporación ineludible de los so-
portes digitales), no es posible generalizar a todo el cuerpo de maestros. La UAM, y la carrera
de comunicación en particular, están atravesando un proceso de renovación generacional en
la planta docente, y esto seguramente puede generar otro tipo de negociación entre profe-
sores jóvenes y estudiantes más cercanos generacionalmente a sus prácticas.
los profesores y estudiantes, quienes optan por describir sus prácticas en términos convencio-
nales. Por eso resulta tan compleja y confusa su comprensión. La textura, color y grosor del
-
sibles e invisibles, actores humanos y no humanos, como cualquier otro vínculo histórico y
social con las nuevas tecnologías (Dussel, 2015). Lo cual nos obliga como maestros e investi-
-
tener la vigilancia epistemológica sobre dichas realidades en tanto objetos de estudio. Hoy
más que nunca, las preguntas por las condiciones de la producción del conocimiento son obli-
gadas, pero coincidiendo con Latour: «El proyecto general de lo que supuestamente debemos
hacer juntos es puesto en duda. El sentido de pertenencia ha entrado en crisis. Pero para regis-
trar esta sensación y seguir estas nuevas conexiones es necesario idear una nueva noción de
rechazan ni los cuestionan, al contrario, siguen teniendo un gran valor simbólico, y si los en-
cuentran o se topan con ellos en alguna de las múltiples carreteras que transitan dentro y
fuera de la Red, los leen con gusto, sobre todo si son novelas. Con mayor razón si el encuen-
editores de libros tendrían que tener en cuenta en el momento de diseñar sus políticas de
ventas: los estudiantes no están dispuestos a pagar por un libro que pueden encontrar den-
tro o fuera de la Red. Si no lo consiguen prestado (de un familiar, un amigo o la biblioteca), o
gratis (libro o PDF), es probable que desistan de leerlo, salvo que sea un texto académico
obligatorio. En este caso, si no está disponible en la Red para leer en digital o impreso, busca-
rán fotocopiarlo, y en último caso, recurrirán a las reseñas, o capítulos dispersos que otros
estudiantes escanean y suben a la Red.
El último día del taller la profesora llevó una caja llena de novelas de distintos géneros (algu-
nas clásicas y otras contemporáneas) para regarlas a sus estudiantes. Ella pensaba que solo
mostrarían interés por el obsequio aquéllos que habían estado más comprometidos con las
lecturas y tareas del taller. Sin embargo, no dejó de sorprenderla la voracidad que mostraron
todos por hacerse con alguno de los libros. No quedó ninguno en la caja. Es difícil saber si los
que son poco abordados en la bibliografía especializada sobre el tema. La focalización de di-
chas prácticas como estructuras narrativas vinculadas a la emergencia del yo situadas en el
-
Por su parte, priorizar la reconstrucción del movimiento por encima de la lógica analítica que
sólo advierte anarquía conceptual en la dispersión de los fragmentos en el hipertexto, nos
permitió prescindir del rompecabezas original para reconocer sus piezas metamorfoseadas
en nuevas composiciones contingentes, inestables, precarias y afectivamente integradas en
preocupa, los angustia, los provoca, los inquieta. En consonancia con lo anterior, desde el
comienzo de esta investigación asumimos que el ámbito clave para comprender las nuevas
sobre el sí mismo y los otros, que actúan como alteridades espejadas que superponen, inte-
gran, funden, mezclan y traslapan diversas narrativas personales y mediáticas a través de un
gran repertorio de recursos que brindan los dispositivos digitales y aplicaciones más popula-
res disponibles.
Estos relatos, desplegados en las pantallas, necesariamente implican leer y escribir de forma
constante, sin embargo, los jóvenes no lo reconocen de este modo y siguen reservando la
-
-
ra de novelas, periódicos o revistas. La paradoja que se plantea entre leer y escribir todo el
tiempo, y no reconocer que se lo está haciendo, nos planteó el doble desafío de comprender
desde la perspectiva de los sujetos, por una parte, el sentido de las prácticas emergentes y
-
tos de lectura y escritura tradicionales.
La lectura sigue siendo una actividad cargada de rituales tradicionales: leer es tocar, oler y
sentir la textura del papel, leer es dejar huellas y marcas personales en los libros. Leer requie-
re concentración e intimidad. Leer establece complicidad con el autor, la trama y los persona-
jes. Leer raramente es comprar, es conseguir el libro impreso a través de un amigo, un fami-
liar, o en la biblioteca. La única relación explícita entre leer y la Red, radica en conseguir y
bajar gratis un PDF de una novela o libro de texto, para leerlo en pantalla o impreso. Por su
parte, en los escenarios virtuales, la experiencia subjetiva de la lectoescritura mientras se
chatear, mensajear, enviar, publicar, mirar, ver, postear, reco-
lectar, escuchar, tuitear, o navegar. Tampoco se lee y se escribe cuando se busca, se googlea,
se baja, se linkea, se tuitea, sino que se comparte, en sus propias palabras. Al compartir ge-
neran sentido de pertenencia y capital social. Obviamente se trata de compromisos y víncu-
los más efímeros y variables que los que aportan las redes tradicionales, pero que no se
crean para reemplazar a las tradicionales, sino para dotarlas de un nuevo tipo de capital sim-
bólico que se cultiva y se cosecha en Internet a través de las redes sociodigitales. Se trata de
un capital simbólico que acumula datos y saberes de forma anárquica, más no indiscrimina-
da. Metafóricamente hablando, las piezas del rompecabezas no se utilizan para volver a la
composición original, sino que se ensamblan con piezas de otros rompecabezas ya reensam-
bladas y compartidas por otros para producir nuevos sentidos de naturaleza necesariamen-
«No resulta fácil decir de qué lugares se trata, pero la lengua del mundo, hoy en día, sin
duda alguna se gesta en la televisión, en el cine, en la publicidad, en la música ligera, tal
vez en el periodismo. Es una especie de lengua del Imperio, una especie de latín habla-
do en todo Occidente. Está formada por un léxico, por una determinada idea de ritmo,
por una colección de secuencias emotivas, por algunos tabúes, por una idea concreta
de velocidad, por una geografía de caracteres. Los bárbaros van hacia los libros, y van
de buena gana, pero para ellos tienen valor únicamente los escritos en esa lengua, por-
que de esta forma no son libros, sino segmentos de una secuencia más amplia, (…) que
a lo mejor se ha generado en el cine, ha pasado por una cancioncita, ha desembarcado
El estudio también evidencia que mientras mayor apropiación práctica hay de los actos de
lectoescritura en la Red —en el sentido de poder linkear, fragmentar, postear, editar, recom-
poner, publicar, o compartir un texto—, existe un menor reconocimiento social de los mis-
mos al punto de volverse invisibles en el discurso de los jóvenes. Como ya se señaló, ninguna
de estas actividades en la Red se asocia con leer o escribir. A la inversa, mientras menor
apropiación práctica hay de un texto como unidad física, particularmente en el caso de un
libro impreso —en el sentido de no poder editarlo, linkearlo, fragmentarlo o recomponerlo—,
las encuestas de lectura tengan un registro tan bajo de las prácticas de lectura en distintos
ámbitos y soportes, si éstas solo están asociadas a la lectura de novelas, ensayos, periódicos
o revistas impresas en el imaginario social compartido de entrevistados y entrevistadores.
La investigación demuestra claramente que los libros impresos (o las impresiones de los
PDF), las fotocopias (como lugar de lectura y escritura) y el uso de los cuadernos y blocks
de notas en el salón de clases o en la casa, no han desaparecido del horizonte intelectual
altera las formas de producción y de comunicación, no el método que nos caracteriza pero
sí las prácticas que ejercitamos diariamente (o mejor, no hay variación ontológica, como
266).
dad. En otras palabras, la incorporación de las nuevas habilidades digitales que repercuten
en formas emergentes de lectoescritura en la Red, avanzan mucho más rápido en transfor-
mar la experiencia personal de los profesores y alumnos, que lo que consiguen impactar en
la dinámica pedagógica del salón de clases:
No obstante, la lógica hegemónica del espacio escolar y la lógica emergente del espacio vir-
tual, no se comportan como ámbitos totalmente separados en la experiencia cotidiana de la
lectoescritura de los jóvenes, sino más bien que entre ambas se producen cruces, traslapes y
negociaciones de carácter afectivo, cognoscitivo y pragmático. Los estudiantes declaran
mejor los textos, y que también optan por el papel para resumir, organizar, esquematizar, y
personalizar las ideas, pero en sus prácticas se observa el uso pragmático de todas las plata-
formas, soportes y recursos físicos y digitales para resolver los trabajos universitarios y la
-
tura dentro y fuera del salón de clases.
7.6 Bibliografía
Albarello, F. (2011), Leer-navegar en internet: las formas de lectura en la computadora. La
Crujía, Buenos Aires.
Revista
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD IZTAPALAPA/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de Antropología