Mexico">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Supervivientes Del Diluvio en Los Andes Débora Goldstern

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 22

Marcahuasi - Supervivientes del Diluvio en los

Andes
Débora Goldstern

La Prehistoria sudamericana es uno de los estudios llevados a cabo desde Crónica Subterránea,
tarea que para muchos se antoja imposible, y ello ocurre porque a fuerza de sonar repetitivos,
la destrucción de documentación establecida desde la época colonial, así como el ocultamiento,
y substracción de información, impiden gozar hoy día de un mejor entendimiento sobre las
culturas que una vez se erigieron en este continente.

Los Andes son una de la zona donde esa devastación cultural encuentra su punto más álgido,
sin embargo sobreviven monumentos de factura imposible, hoy día mudos testigos de aquel
pasado ciclópeo que una vez se extendió por todo el continente. Unos de esos registros
enigmáticos, salió a la luz en los años 40’, cuando desde el hermano país de Perú se difundió la
existencia de Marcahuasi gracias a los oficios del sabio peruano Daniel Ruzo De los Heros

[1] quién se transformó en su máximo difusor.

Obra pétrea monumental, Marcahuasi es la prueba viviente que antiguas culturas avanzadas
supervivientes del Diluvio Universal, encontraron refugio en los Andes.

Para ilustrarnos sobre Marcahuasi, nada mejor que la obra cumbre de Ruzo, Marcahuasi: la
Historia Fantástica de un descubrimiento, donde brinda pormenores de este sensacional
hallazgo, que para algunos, constituye tan solo un capricho natural, y que no pudo ser obra del
hombre.

1905 – 1974
La historia de un descubrimiento
Este libro es, verdaderamente, la historia misteriosa de un descubrimiento. Empieza el relato en
1905, cuando cumplíamos cinco años de edad. En ese año, Pedro Astete nacido en 1871, tuvo el
sueño de Masma en la ciudad de Andahuaylas y este sueño orientó su vida: lo decidió a
emprender estudios sobre prehistoria, primero en Buenos Aires, de 1911 a 1923, y después en
Lima hasta su muerte en 1940. En 1915 Astete había redactado en Buenos Aires la versión de su
sueño, que reproducimos, y una primera exposición de sus teorías prehistóricas e históricas, de
las que damos también algunas páginas para que el lector pueda formarse una idea de las bases
sobre las que comenzaron estos estudios. Trajo de Buenos Aires sus cuadernos de apuntes
sobre la simbología del ajedrez y sobre otros conjuntos simbólicos. Había trabajado 11 años y
había descubierto un sistema de símbolos muy antiguo al que pertenece la svástica, de la que
hay representaciones en todas las culturas conocidas, pero al que pertenece también la torre o
rueda, una figura que nadie antes que él ha explicado nunca: Se trata de un sistema de figuras
que se presentan en serie en el cuadriculado, es decir, en el espacio a dos dimensiones -sujeto a
proporción por la cruz, repetida en ambas direcciones a intervalos iguales2. Había descubierto
también muchas combinaciones de esas figuras que constituyen pantaclos* y expresan
gráficamente los símbolos y los sistemas simbólicos más importantes de la humanidad,
conocidos desde tiempos inmemoriales y que se salvan del olvido, de generación en
generación, en los cuentos fantásticos, en los libros sagrados y en las leyendas, a pesar de las
traducciones y de las interpolaciones de la ignorancia.

Nos asociamos a esos estudios desde 1924; En diciembre de ese año descubrimos las primeras
esculturas protohistóricas en el cerro San Cristóbal, junto a la ciudad de Lima, como se relatará
más adelante. Después, en 1930, hizo Astete una segunda versión de todo lo que había
estudiado respecto a Masma, incluyendo los tesoros ocultos, las nociones bajo las cuales fueron
establecidos, las cavernas en que se guardan, las señales para encontradas y la manera de
penetrar en ellas. Había recopilado multitud de datos repartidos en libros sagrados, en cuentos
y leyendas, en las obras voluminosas de Rosa de Luna, quien había dedicado largos años a igual
recopilación y, sobre todo, en las Mil y una Noches, cuyos cuentos mágicos, muy antiguos, que
se diferencian fácilmente de los sensuales cuentos árabes; parecen escritos con la única
finalidad de impedir que desaparezcan de la memoria de los hombres las nociones del tesoro.
* Pautado: especie de talismán mágico. (N. del E.) Astete creía firmemente que todas esas
indicaciones se referían a un solo tesoro, de metales y de conocimientos, que nunca había sido
encontrado y que debía estar en el centro de la región huanca o en uno de sus tres lugares
principales: Lima, Jauja o Andahuaylas. Hasta ese momento, tanto él como nosotros,
considerábamos el gran problema circunscrito al Perú y a Masma. Creíamos que, a través del
Perú, se produciría un movimiento mundial para la utilización del oro y la sabiduría que
encerraba ese tesoro.
Pero la misma grandiosidad del problema nos impidió comprender su verdadera dimensión
humana y nos obligó a detenemos. Era Pedro Astete el intérprete de Masma y era él quien
tenía que tomar una determinación. La responsabilidad lo abrumaba.

Desde 1953, había publicado un cuento "El deber incumplido" que incluimos en 1953, en
México, en la edición de su obra "Los Signos". Ese cuento expresa su tragedia. Creía que le
había sido dada una misión y que él no la había cumplido, que la realización dependía de él y
que por su culpa estaba detenida. Al mismo tiempo no aceptaba afrontar la posibilidad de una
publicación que nosotros repetidamente le habíamos propuesto. Consideraba que teníamos la
obligación de mantener en secreto todo lo referente al tesoro.
En ese estado de espíritu, el 5 de enero de 1940 se lo llevó la muerte. En los 34 años
transcurridos después de la desaparición de Pedro Astete "La marcha al abismo"3 de la
humanidad, su avance acelerado hacia una catástrofe, ha sido evidente. La ilusión que hasta
1940 guiaba nuestros trabajos, el concepto del tesoro como oro y conocimientos, nuestro
anhelo por encontrado para aumentar la felicidad de los hombres, todo eso ya no tenía sentido.
Astete tuvo una misión y la cumplió. Su obra, aunque inconclusa, será el punto de partida de
nuevas concepciones prehistóricas. Su libro "Los Signos" será piedra angular de la simbología;
sus estudios sobre la mitología y la química, demostrando que los dioses, los semidioses y los
héroes representan a los cuerpos químicos, no quedarán abandonados.4
En medio siglo de lecturas sólo hemos encontrado una cita que a esta antiquísima ciencia se
refiere. Tollius, filólogo y alquimista holandés del siglo XVII, traductor de Basilio Valentín, se
presenta como discípulo respetuoso del sabio monje de Erfurt y dice textualmente: "¡Él sabía
esto y lo ha enseñado (a los químicos), mi maestro Basilio, que yo venero al más alto grado",
"cosas fortuitas, en las cuales, además de algunas críticas, toda la historia mitológica griega,
fenicia, egipcia, está probado se refiere a la química:'. Desgraciadamente nuestra edición de
Valentín es de 1956 y Astete, muerto en 1940, no supo que sus trabajos estaban respaldados
por tan insigne maestro. 5

Eran perfectamente legítimas las deducciones de Astete. Sus datos históricos y legendarios lo
autorizaban a situar a Masma en el Perú y a vincular a los huancas con los cananeos o fenicios y
a los aimaras con los himiaritas. Son muchos los autores que aceptan hoy la posibilidad de
migraciones atlante s a América y muchos más suponen que los rojos fenicios y los egipcios, o
por lo menos uno de los grupos étnicos que formaron Egipto, eran atlantes. Sebastián Cubero
en su "Descripción general del mundo", Nápoles 1684, llama aborígenes ophiritas a los
peruanos y establece una relación entre el patriarca Ophir y el Perú que encontramos más
explicada en el "Origen de los indios en el Nuevo Mundo" de Fray Gregario García, Madrid,
1729, quien dice: ". .la opinión que Arias Montano, Genebrardo y otros arriba referidos dan,
afirmando que Ophir es el Perú: bien fácil es inferir de aquí que los que venían a estas tierras en
las flotas de Salomón y de Hiram, darían noticias a otros... “Podríamos multiplicar las citas que
relacionan los patriarcas bíblicos, posteriores a Noé, con América.
No se puede sostener, dadas las razas que pueblan la tierra, que se salvaron del diluvio
solamente 16 personas de la familia de Noé. Seguramente el cataclismo originó migraciones
que transportaron las riquezas y conocimientos que pudieron salvar. Al emigrar, dejaron
cerradas sus cavernas: sus antiquísimos templos. Pero debemos aceptar que cada migración
llevó consigo el depósito que consideraba sagrado confiando en encontrar, en un nuevo
territorio, el lugar que reuniera las condiciones apropiadas para conservarlo. Pueden haber
llegado, así, al Perú tesoros de sabiduría.

Con Astete, nunca creímos que el diluvio de Noé se debiera a la lluvia ni que la salvación de su
familia hubiera sido realizada en un barco. Interpretamos el relato bíblico como el resultado de
un movimiento de las aguas del planeta debido al paso de un astro cerca de la tierra o a una
tremenda conmoción telúrica. Creímos siempre con Pedro Astete que Noé se había salvado en
un arca de piedra: en una caverna.6

Después de la muerte de Pedro Astete fueron precisándose nuestros conceptos históricos,


prehistóricos y protohistóricos. Pasaron doce años y descubrimos en 1952 la meseta de
Marcahuasi. Para nosotros fue un descubrimiento. En realidad era conocida y algunos años
antes los periodistas de El Comercio de Lima habían hecho una expedición y habían publicado
fotografías. Pero para nosotros era la confirmación (k una teoría después de veintiocho años de
investigación. Todos creían que se trataba de caprichos de la naturaleza con algún trabajo
humano de los famosos "primitivos" que no han existido jamás en los últimos 25.824 años.
Nadie aceptaba la cultura Masma prehistórica. Aún hoy, aquellos que dan todos los argumentos
necesarios para situar en la protohistoria las esculturas que estudiamos, siguen hablando del
paleolítico y el neolítico para poder titularse "científicos".

En esta vuelta del sol sobre la eclíptica ya no ha habido ningún primitivo en el planeta y no lo
hay hoy. Existen, para el estudio antropológico, grupos étnicos en diferentes grados de
degeneración. Los grupos humanos, como los individuos, nacen, viven y mueren. La muerte
puede ser más o menos lenta pero los grupos degenerados no son primitivos. Siempre tienen
palabras para las que ya no tienen objeto y siempre hablan de la edad de oro en la que un
hombre blanco o un personaje fabuloso, que los visitó en el pasado, les enseñó más de lo que
saben ahora.
Estudiamos la meseta de Marcahuasi durante nueve años. Construimos una choza y pasamos
en ella todo el tiempo que podíamos disponer durante los meses secos, de abril a septiembre.
Solamente una vez subimos en diciembre. Comprobamos en los raros momentos de sol que
algunas esculturas estaban hechas para ser apreciadas bajo la iluminación de ese solsticio, que
en la latitud del Perú es el solsticio de verano. En los Andes es la época de las grandes lluvias.
Después de veinte días vividos dentro de la humedad de una nube que no permitía la visión ni
la fotografía, nos vimos obligados a abandonar nuestro trabajo. En cambio en los meses secos
el sol esplendoroso, en un cielo absolutamente puro nos permitió miles de magníficas
fotografías.

En 1953 tuvimos nuestro primer contacto con la protohistoria mexicana. Dimos una conferencia
en la Academia Nacional de Ciencia de México ellO de enero de ese año. Habíamos llegado ya a
la convicción de que la cultura Masma no era una cultura peruana sino una cultura americana.
Mantuvimos el nombre de cultura Masma que, según nosotros, correspondía al Perú, pero
defendimos nuestra tesis del origen y antigüedad de las esculturas en la roca natural contra
nuestros amigos mexicanos los doctores Antonio Pompa y Pompa y Manuel Manzanilla que
seguían creyendo en los caprichos de la naturaleza. Años después recibimos una carta de
Pompa y Pompa: había hecho una excursión peligrosa al Cerro del Meco, cercano a Guanajuato,
nombre que significa "Cerro de las Ranas", y había comprobado el trabajo humano en esos
megalitos. En nuestra conferencia habíamos propuesto establecer una vertical de esa cultura
arcaica a través del continente americano.7

De regreso al Perú, en ese mismo año de 1953, visitamos el Bosque de Piedra en las alturas de
Junín a más de cinco mil metros de altura sobre el mar. Fue para nosotros una revelación. Los
trabajos escultóricos, similares a los de Marcahuasi, en ese lugar inhospitalario, no podían ser
considerados históricos ni prehistóricos; empezamos a pensar, para nuestros descubrimientos
escultóricos, no solamente en la protohistoria como época de su realización sino en la
posibilidad de un clima y de una altura sobre el mar, diferentes, producidos por las lunas y las
mareas de Hoerbiger.

En 1954 dimos una segunda conferencia, en lima, sobre la cultura Masma. Nos ocupamos muy
especialmente de la meseta de Marcahuasi, pero citamos las esculturas similares que ya
conocíamos en México y Brasil. Nuestro viaje a Brasil, en ese mismo año, nos permitió descubrir
en Río de J Janeiro algunas esculturas de la misma calidad y de mucho mayor tamaño. Se hizo
más firme nuestra convicción de la existencia de una cultura americana muy antigua y
totalmente desconocida. Posteriormente, en 1962, nos instalamos en Río de Janeiro donde
vivimos ocho años rodeados de esas esculturas.

Durante los últimos meses de 1954 visitamos Tiahuanaco y en los dos años siguientes
repetimos nuestras visitas al Cuzco, Ollantaitambo y Machu Picchu.

En enero de 1957 y en diciembre de 1958 dimos dos conferencias en La Sorbona, en París,


sobre Marcahuasi y la cultura Masma.

En 1959 descubrimos en el bosque de Fontainebleu esculturas similares a las que habíamos


estudiado en América desde 1924. La "casualidad" que nos acompaña en todo lo que tiene
relación con este misterio de una humanidad desaparecida, nos puso en Fontainebleau frente a
la roca de los elefantes en un momento en que la luz del sol producía el milagro. N o habíamos
pensado nunca en la posibilidad de encontrar esa calidad de trabajos escultóricos fuera de
América y nadie antes que nosotros los había apreciado en Fontainebleau.Nos era imposible
radicarnos en París para realizar el trabajo fotográfico y años después tuvimos que convencer a
nuestra amiga, Edith Gerin, dedicada a la fotografía artística y gran admiradora del bosque de
Fontainebleau, de que las rocas aparentemente informes de ese bosque, eran esculturas
talladas por artistas desconocidos, anteriores al diluvio. En seis anos de trabajo, realizado los
domingos cuando el sol iluminaba las figuras, Gerin logró una serie de fotografías admirables
que no dejan lugar a duda sobre el arte y la técnica del enorme trabajo humano realizado en
Fontainebleau.

En septiembre del mismo año, 1959, visitamos Stonehenge y Avebury. No pudimos dedicar
mucho tiempo a la investigación, pero en ochenta fotografías tomadas durante el equinoccio,
con el sol a la espalda, quedó demostrado que los megalito s habían sido decorados por la
misma raza de escultores que habían trabajado la roca natural en el Perú, en México, en Brasil y
en Francia.

Después de treinta y seis años de investigación encontrábamos una dimensión diferente al


sueño de Pedro Astete que había guiado nuestros trabajos. No se trataba de una cultura
prehistórica, perdida en América, desconocida antes de Colón. Se trataba de una cultura
humana protohistórica, anterior a los sumerios y a todas las esculturas a tres dimensiones que
llenan los museos de Europa.
Las esculturas protohistóricas, hechas para apreciarse desde un determinado punto de vista y
cuando el sol se encuentra en un lugar exacto del cielo, son cuadros a dos dimensiones en los
que las luces y las sombras completan las figuras. Su técnica y estilo no han sido empleados en
la prehistoria. Tienen que ser trabajos protohistóricos anteriores al diluvio. El sueño de Masma
llevó a Astete a la prehistoria. Fontainebleau nos llevó hasta la protohistoria. Aceptando esa
antigüedad remota en 1959 y estudiando durante diez años la cronología mística de Tritheme y
la cronología tradicional de Nostradamus, llegamos a descubrir la identidad de las cronologías
secretas de hebreos y egipcios, indostanos y caldeo s, corroboradas por la piedra del Sol de
México, por los muros de Babilonia y por una frase del griego Hesiodo.

Habíamos encontrado en Marcahuasi, en Brasil y en México, huellas egipcias. Creímos que


debíamos visitar Egipto y lo hicimos en 1961. Recorrimos con admiración y profundo respeto
desde Gizeh hasta Wadi¬Halfa. Nuestro viaje de cuarenta días nos dio la prueba fotográfica de
que nuestra teoría era mucho más que una hipótesis. Detrás del grandioso templo de Tebas se
levanta una alta pared de granito cubierta de cientos de esculturas erosionadas durante
milenios por los elementos. Junto a la obra egipcia de tiempos históricos se eleva otra más
importante de tiempos protohistóricos, en que están representados los mismos dioses egipcios.
Los trabajos de esa pared no constan en la historia de Egipto y son muy anteriores a ella. Estaba
igual que hoy antes de la primera dinastía. Sufrió las convulsiones del diluvio y quedó como
testigo de un pueblo atlante del que hemos descubierto iguales vestigios en tres países de
América.

Finalmente, en 1968, organizamos una expedición en Rumania, dirigiendo a los fotógrafos de la


empresa cinematográfica estatal. Con nuestras fotografías tomadas en el Perú, con nuestra
experiencia después de cuarenta y cuatro años de investigación, con nuestra dirección y con
nuestros descubrimientos de esculturas en los Carpatos, durante la expedición a que nos
referimos, hicieron una película que ganó dos premios en Alemania. No recibimos ni siquiera
unas palabras de agradecimiento y tuvimos que pagar una copia de la película para nuestro
archivo.

Habíamos terminado nuestro trabajo fotográfico y nuestra investigación cronológica. En 1969


comenzamos a poner en orden nuestras notas y a presentar en libros el resultado de nuestros
estudios.

Nuestra humanidad ha heredado las pinturas rupestres, las esculturas y trabajos hechos en la
roca natural, las más antiguas construcciones ciclópeas, la matemática sexagesimal, la
cronología secreta de las Edades y de los ciclos históricos, la astronomía necesaria para esa
cronología, que se establece sobre la eclíptica y sobre la precesión equinoccial, y las divisiones
del tiempo para la vida diaria de una humanidad destruida por un cataclismo. Ha heredado
también todas las especies de animales domésticos y todas las plantas alimenticias que el
hombre ha creado. Nada de eso ha podido ser realizado por salvajes primitivos. Todo ha sido
heredado de una humanidad tan evolucionada, o más, que la nuestra porque tenemos que
agregar, como perteneciente a ella, todo el acervo místico, mítico y simbólico, al que nada
hemos añadido. Por el contrario, hemos desordenado los mitos y no hemos comprendido en
toda su grandeza los conjuntos simbólicos: citaremos solamente el Tarot, el Ajedrez, el Zodiaco
y la Mitología. Esta última clave de la Química y, muy probablemente, clave universal de la
ciencia, ha sido estudiada siempre como creación literaria de personajes fabulosos. Se ha
llegado a creer que reemplazaba a la historia.

Cuando Tritheme ha titulado su trabajo "cronología mística", nadie lo ha comprendido. Cuando


se ha ocupado de las siete causas segundas después de Dios, refiriéndose a los siete días de la
semana, nadie ha seguido el camino que ha trazado y que nos lleva a la ciencia mística
mitológica, que hemos heredado para estar ante ella durante siglos, como un niño ante una
computadora electrónica. No queremos aceptar que los hombres, unidos íntimamente con la
naturaleza y con su Dios, no necesitaban escribir enormes volúmenes. Para ellos, cada dios,
cada semidiós, cada héroe, era una realidad. El nombre de un dios era también el nombre de un
planeta, de un metal y de un día de la semana; había una profunda relación verdadera y
científica, entre todo lo que ese nombre abarcaba. Una serie de dioses formaba un conjunto
simbólico muy fácil de recordar. Como las relaciones de ese conjunto simbólico eran
verdaderas, traían a la mente todo lo que representaban. Hemos encontrado la relación entre
los días de la semana y la serie de los números atómicos de los metales, que representan esos
días y cada vez encontramos nuevas relaciones que se establecen entre las seis series, tres
directas y tres retrógradas, a que da lugar esa ordenación de los siete metales. Si tenemos en
cuenta que la Mitología cataloga no siete sino cientos de personajes, tendremos que aceptar
nuestra ignorancia. La humanidad ha seguido otro camino científico, ha abandonado la
sabiduría milenaria de una humanidad anterior; ignorando la existencia de esa sabiduría,
hemos olvidado la deuda que tenemos que pagar. Debemos recibir esa herencia y hacerla
nuestra; solamente así podremos legada a la próxima humanidad.

En el curso de los últimos treinta y cuatro años hemos descubierto, en cuatro continentes,
centenares de esculturas similares a las primeras que descubrimos en el cerro San Cristóbal,
junto a la ciudad de Lima. Solamente una humanidad desaparecida pudo tallar las montañas
con un estilo definido que quedó olvidado durante la vida de la humanidad actual.
Pretendemos, en este libro, presentar una prueba fotográfica indiscutible de esas esculturas y
montañas talladas. Señalan y decoran siempre los lugares de los bosques sagrados y de las
cavernas iniciáticas de esa humanidad. Avanzan los tiempos. Desde 1957 las estructuras
construidas por el hombre, de acuerdo con la influencia general de los astros, durante los
últimos dos mil años, han empezado a derrumbarse con estruendo. Este proceso de
destrucción durará ciento ochenta años hasta la época de la gran catástrofe en 2137. Los gritos
histéricos de la juventud en todos los continentes sólo pueden compararse con el ruido
desordenado de los peces que se arrojan por millares en marcha suicida hacia las playas cuando
el instinto les advierte que han superado el número que les permite la vida dentro de su medio.

Hemos quedado solos frente a la responsabilidad de estos estudios. Nos hemos ocupado ya, y
lo haremos en este libro y en publicaciones posteriores, del tesoro espiritual y físico y de las
cavernas que lo encierran Explicaremos por qué guardan la salud y la salvación de la
humanidad; la salud: por la magia de las corrientes telúricas que en ellas se condensan y por la
magia de la fe colectiva; la salvación: porque esperan ser utilizadas cuando el próximo
cataclismo amenace al planeta con su violencia acelerada. Explicaremos también por qué son
necesarias esas cavernas y los bosques sagrados a que pertenecen para la salud y la salvación
espiritual de los elegidos.

En los próximos capítulos podrá seguimos el lector en la evolución que nuestras ideas han
experimentado. No se trata hoy, para nosotros, de un único tesoro metálico ni de la mayor o
menor felicidad del hombre en el mundo físico. El más puro de los metales, el oro, acompañará
siempre a la sabiduría, como un símbolo y una enseñanza y para ayudar al cumplimiento de la
misión del héroe. Se trata de "tesoros" de fuerzas naturales, ocultos en lugares donde las
corrientes telúricas del planeta se concentran. La finalidad de estos antiquísimos "centros" es la
salud y la salvación de la humanidad. Pueden contribuir también a la salvación espiritual del
héroe: su paso a través de los tres mundos y de los tres niveles de conciencia y de amor; la más
importante de las finalidades humanas. Los héroes salvan a la humanidad abriendo un camino
que une nuestro mundo físico con el verdadero mundo espiritual inconmensurable. Los robots,
mecánicos o humanos, sólo sirven para ayudar al hombre en todos los estados posibles de la
materia, en el mundo físico químico donde transcurre su vida efímera.
El héroe, como Promete o, une la tierra y el cielo.

Notas:
1. Pedro Astete y de Santiago Concha (1871-1940). Hasta 1914 publica una serie de cuentos en
periódicos y revistas; después unos pocos artículos referentes a sus obras. En 1953 la Editorial
Sol publica en México "Los Signos" con nota biográfica escrita por nosotros y llevando como
prefacio su cuento "El deber incumplido". Sus obras inconclusas fueron copiadas en Lima de
1940 a 1945. Su hermano Enrique guardó dos ejemplares y nos entregó uno, cumpliendo
disposición testamentaria.
Pedro Astete está unido por lazos de sangre a Santiago de Campos tela, en la Galicia mística, y a
los peregrinos cuya meta era la Iglesia del Apóstol Santiago y cuya insignia era la concha.
El apellido Ruzo viene también de una familia de Galicia. Hidalgos provincianos que no tuvieron
título ninguno, ni aparecen en la historia, ni fueron cortesanos. No existe ya el apellido en la
feligresía de San Bartolomé de Lea, provincia de Lugo, que tenía veintiún vecinos a mediados
del siglo pasado. Pero existe allí todavía "la casa de los Ruzos" un caserón en pleno campo, y en
Mondoñedo "el río de los Ruzos" pasa hasta hoy bajo el pequeño puente romano que se
llamaba también "el puente de los Ruzos". Como la palabra "ruzo", en Gallego, quiere decir
"testarudo" esta manera de llamar por el plural es el mejor titulo: ser llamado "testarudo" en
Galicia es un honor; se trata del más testarudo de los pueblos. Damos todos estos detalles
porque en 1954, visitando Lea y Mondoñedo por primera vez, hemos encontrado el nombre de
Masma. "Aunque parezca mentira" el río de los Ruzos se une hace siglos, en la ciudad de
Mondoñedo, con el Sixto para formar el Valle, que tres cuartos de legua mas allá pasa por San
Andrés de Masma y toma el nombre de río Masma que desemboca al norte en la bahía de Foz o
de Masma. El pequeño puente ha tomado después el nombre de "Puente del Pasatiempo". En
él detuvieron a la esposa del general Pardo de Zela que traía el indulto del rey para su marido y
el hijo de ambos. Fueron fusilados como jefes del último levantamiento de Galicia defendiendo
sus fueros contra la corona. Los correos del rey llegaron antes. Cayeron con Pardo de Zela los
Ruzos; los testarudos gallegos emigraron a la Argentina y al Perú.
2. Pedro Astete. Los Signos. Editorial Sol. México, 1953.
3. Daniel Ruzo. Los últimos días del Apocalipsis. Editorial lztaccihuatl. México,
1970.
4. Los manuscritos de Pedro Astete están actualmente en la biblioteca de la
Pontificia Universidad Católica, donados por Carola Cisneros de Ruzo.
5. Frene Basile Valentin. US douze clefs de la Philosophie. Les Editions de Minuit.
París, 1956.
6. Daniel Ruzo. Obra citada, capítulo "El diluvio".
7. La carta a la que hacemos referencia tiene mucho valor para nuestra tesis. El doctor Pompa y
Pompa es un profundo conocedor, de las antiguas culturas mexicanas y dedica su vida a esos
estudios:
"México, D.F., 22 de abril de 1957. Señor doctor Daniel Ruzo, edificio "Cofico", Lima, Perú. Muy
estimado y fino amigo: he recibido, después de mucho tiempo de silencio, e! texto impreso de
su conferencia en la Sociedad de Etnografía de París acerca de la cultura Masma. Lo felicito por
la forma y el fondo de su exposición y le comunico 'que en relación con aquellas ranas
megalíticas de que le di a usted fotografía, he hecho una excursión que resultó un tanto
peligrosa, por haber escalado una región escarpada del cerro del Meco, pero tengo la
satisfacción de haber observado in situ las ranas megalíticas, llegando a la conclusión de que
fueron hechas por el hombre en forma muy semejante a la esfinge; en consecuencia, le
agradeceré mucho sus comunicaciones que haré saber a la Academia, y usted y yo formaremos
dos polos en la investigación de esta expresión cultural seguramente protohistórica Lo abraza
su amigo (pdo.)
Antonio Pompa y Pompa".
8. Daniel Ruzo. Obra citada.
9. Se trata verdaderamente de un descubrimiento. En cincuenta años de investigación (1924-
1974) hemos probado, con miles de fotografías, la existencia en todo el planeta de esculturas
realizadas en la roca natural y de montañas talladas. Su estilo y técnica las diferencia de todas
las esculturas conocidas. Algunas se habían considerado, hasta nuestros trabajos, caprichos de
la naturaleza. Aunque no presentamos fotografías tomadas en el continente asiático podemos
afirmar que en él existen esculturas similares. Hemos recorrido India, Indochina e Indonesia. No
nos ha sido posible permanecer en los lugares más importantes el tiempo necesario para un
estudio fotográfico.
Hemos demostrado el parentesco de los trabajos en la roca natural con las construcciones
megalíticas más antiguas. Estas últimas se han seguido realizando después del diluvio que, a
juicio nuestro, divide la protohistoria de la prehistoria. Es muy difícil establecer una línea
divisoria entre los megalitos protohistóricos y los prehistóricos. En cambio no hay esculturas en
la roca natural realizadas en la prehistoria. Parece que esa clase de trabajo fue abandonada
siglos antes de la catástrofe y que ésta ocurrió cuando todos los pueblos extraían grandes
bloques de las canteras y los transportaban. Consideramos Ollantaitambo en el Perú una
prueba de esa afirmación.
La Biblia acredita a la humanidad anterior a la catástrofe la posesión de los animales
domésticos y de las plantas comestibles. El astrónomo Bailley en el siglo XVII demostró que
todos los pueblos antiguos habían heredado una astronomía muy adelantada de una cultura
desaparecida. La ciencia mitológica a la que se refieren Basilio Valentín y su traductor Tollius,
objeto de los estudios de Pedro Astete, considerada como catálogo y personificación de los
cuerpos de la Química moderna, es también una prueba de la existencia de esa humanidad,
creadora de la semana de siete días y de todos los mitos y sistemas simbólicos que han llegado
hasta nosotros.
Hemos descubierto las cumbres de las montañas sagradas de forma piramidal, hemos
encontrado -decorando esas montañas- a Cancerbero, el perro de tres cabezas guardián de la
entrada a los infiernos o
sea a las cavernas inferiores. Hemos explicado la doble leyenda de la fuente de agua
subterránea. Una otorga el olvido total; otra permite el perpetuo recuerdo. Una devuelve la
salud física; otra comunica el equilibrio psicológico necesario para realizar la juventud eterna.
Hemos encontrado esculpidos los animales simbólicos y hemos comprobado la existencia de los
bosques sagrados de árboles tánicos. Hemos leído los mensajes grabados en la roca. Ellos dicen
cual es el tesoro que debe ser salvado: la sangre del hombre. Dicen también cuál es la única
razón de la existencia de las humanidades: la mutación continua, ininterrumpida, que hace
nacer de ellas al superhombre; un desconocido.Pedro Astete: El Sueño de «MASMA»
Yo vi en mi sueño una pared. Esta pared podía ser tanto la de una casa aislada como el talud
vertical de un cerro, porque como esta visión llenaba todo el campo objetivo del sueño, carecía
de términos de referencia para determinado. Lo particular de esta pared era que, como
adosada a ella o superpuesta, había otra pared, de menores dimensiones y de aspecto terroso,
como hecha de adobes o simplemente de barro. Hacía el efecto de que esta segunda pared,
cuyos bordes sobresalían un tanto de la primera, había sido hecha con el objeto de tapar un
hueco, una puerta o una entrada cualquiera, abierto en la pared del fondo. Con esa facilidad
con que se desarrolla la acción durante un sueño, yo extendí la mano y deshice esta pared
superpuesta, del mismo modo que se aparta un mueble o se levanta una cortina que encubre
algo y entonces se presentó a mi vista una entrada oscura; penetré por ella, bajé algunas gradas
y me encontré en un vasto espacio, como una caverna en forma más o menos regular: era
como una gran sala subterránea.

A la vaga claridad que penetraba por la abertura superior vi adosados a los muros de esta sala,
algo así como grandes estantes o anaqueles que subían hasta el techo y acondicionados en ellos
una gran cantidad de objetos de forma incierta, cuidadosamente envueltos: una serie de bultos
dispuestos en hileras y que no podría decir qué eran. Y los califiqué mentalmente como bultos o
rollos. La impresión de conjunto de esta caverna era como la de una sinagoga. Así lo deduje, en
mi sueño mismo, no sé por qué, y mucho después, estudiando la descripción de una sinagoga,
vi que ella coincidía con esta visión. El lugar estaba desierto, envuelto en misteriosa penumbra.
Respirábase allí una atmósfera antigua llena de solemnidad y recogimiento, un no sé qué de
sacerdotal, de prodigiosamente remoto, y flotaba en ese lugar un nombre que parecía
desprenderse de todas las cosas que allí había, un nombre que yo percibía claramente sin oído,
y que mi espíritu asimilaba a aquel recinto como una explicación o una razón de ser del mismo;
y este nombre era MASMA.

El sueño se desvanecía ya pero antes de desvanecerse del todo, aún, alcancé a percibir allí la
presencia de seres vestidos con ropas talares blancas y negras que se agitaban en la sombra
como tratando de disputar me la posesión de aquel sitio, pero mi derecho prevaleció sobre el
de ellos y esto fue todo. El sueño sé desvaneció; pero, al contrario de lo que sucede con tantos
otros que son rápidamente olvidados, yo conservé la impresión de este sueño como si mi
subconciencia -que puede ser la lejana conciencia de vidas pretéritas- me señalase en esta
visión algo para mí trascendental.

¡Masma! . . . Busqué, indagué acerca de este nombre que me sonaba como un nombre ya oído
en otros tiempos. Nadie supo darme informes acerca de él. No obstante, todos convenían en
que alguien podía llamarse así, pues su eufonía era perfectamente indígena.

Lo que acabo de contar me ocurrió en Andahuaylas, en la casa del Nacaj. Este es e! nombre de
una superstición muy corriente entre los indígenas de Andahuaylas. Según ellos, el Nacaj es un
espíritu que acecha a los viajeros en los pasos estrechos del camino para espantarle e! caballo y
arrojado al abismo, o bien arroja sobre él galgas desde la cima de los cerros. Los indios le
temen. Creen también que hay seres humanos que son Nacaj o que están poseídos por e!
Nacaj. Poco tiempo antes de llegar yo a Andahuaylas, los indios habían señalado la presencia
del Nacaj en la casa de una familia donde fui a alojarme después. La familia comenzó a ser
hostilizada por los indios y sólo debido a la intervención de! cura, desde e! púlpito, se logró que
la dejaran en paz.

Había entre estos dos hechos una correlación curiosa. Por una de esas coincidencias que
entreteje el destino, yo había ido a vivir, en Andahuaylas, en una casa que los indios
consideraban como la vivienda de! Nacaj y allí, una noche, tuve este sueño de Masma que
acabo de referir. Podían, pues, asociarse ambos hechos. Masma sería un Nacaj o. sea e!
nombre particular de uno de aquellos espíritus en cuya existencia creen los indios.

Yo no debía olvidar este nombre. Algunos años después, ya de regreso en Lima, me ocurrieron
tres hechos casi simultáneamente, que concurrieron a hacérmelo recordar. Hallé un día, en un
vocabulario quechua, esta misma palabra Masma, la cual tiene dos significados: «Casa con alar
grande» y «Botija o tinaja grande» (en las cuales, en algunas localidades de! Perú, solían
depositarse antiguamente restos humanos). Ambas acepciones, aparentemente diversas, son
en realidad concurrentes y contribuyen a designar lo que en el Perú antiguo se llamaba una
pakarina, que es una cueva con carácter de tumba y adoratorio labrada en un peñón o
montículo aislado. En efecto, estas pakarinas son huecas, como una botija, y se levantan
aisladas como casa o vivienda de! «doble» o del espíritu cuyos restos fueron allí enterrados.
Otro día, leyendo un viejo libro desencuadernado, que contenía una descripción de los
departamentos de Junín y Ayacucho, escrita por el doctor Luis Carranza encontré, otra vez, la
misma palabra: Masma que es el nombre de un caserío, de unas ruinas o simplemente de una
altura (no lo recuerdo con precisión porque escribo esto de memoria, sin e! dato a la vista), que
hay cerca de Jauja. Finalmente, otro día, hojeando la Biblia, saltó de nuevo ante mis ojos este
mismo nombre Masma, que es del quinto hijo de Ismael (Génesis, XXV, 14).2

Nótese que estos tres hechos que, como digo, fueron casi simultáneos, presentándoseme en e!
transcurso de pocos días como para fijar mejor en mi mente una oculta intención, contenían,
dentro de su brevedad sintética, los datos necesarios, los puntos de partida indispensables para
realizar una investigación. En efecto, uno de ellos contenía la descripción del objeto: la casa o
vivienda del muerto, hueca como una tinaja; en suma, una pakarina. El otro dato se refería al
lugar: esta pakarina se hallaba en un pueblo o unas ruinas, llamado Masma, próximo a Jauja. El
tercer dato se relacionaba con el origen, con la raza y por lo tanto con la procedencia, en
cuanto al Perú, de este ser misterioso que habita allí, en Masma, en una antigua pakarina y e!
cual fue Masma, quinto hijo de Ismael!, de raza mora.

En vista de la insistencia de estas revelaciones, resolví, con dichos datos, practicar la


investigación de este extraño caso. Esa investigación la emprendí y la dejé muchas veces,
desalentado por la magnitud de su estudio. No obstante los largos intervalos en que abandoné
completamente esta investigación, mi subconciencia seguía trabajando en dilucidar el
problema. Ha sido necesario que transcurrieran muchos años para apreciar en conjunto estos
estudios y sacar de ellos deducciones precisas. Hoy por fin, su examen, ya maduro por el
tiempo y el estudio, me ha llevado a aclarar este extraño caso por medio de observaciones
rigurosamente científicas. Estas observaciones son las que, en extracto, doy a continuación.

Texto de Pedro Astete, notas del autor.


1. Damos aquí dos capítulos de una obra inconclusa de Pedro Astete, autorizados por su
heredera. Masma es un patriarca histórico, hijo de Ismael, nieto de Abraham. Podemos situado,
según la cronología mística o tradicional, dos mil años antes de Jesucristo.

2. Años después de la muerte de Pedro Astete, acaecida en enero de 1940, recorrimos la región
de Jauja y de la laguna de Paca. Masma, o Hicche, es un pueblo pequeño, muy cercano a Jauja.
Están separadas por un cerro de poca altura. Hasta 1964 creímos que se trataba de una
pequeña ciudad española construida sobre un antiguo centro de reunión de los huancas, que
había mantenido el nombre autóctono. Recorrimos en 1964 las cuatro provincias de Galicia: ese
año visitamos, al norte de Mondoñedo, el río Masma al que ya nos referimos en este libro. No
sabemos desde qué fecha lleva ese nombre. Uno de los conquistadores de América pudo traer
ese nombre huanca al río gallego. Pudo también llevar el nombre de su río y del patriarca
bíblico, de Galicia al Perú. Acompañamos una fotografía del pueblo de Masma tomada en 2002
por el editor.

Pedro Astete: Datos Históricos

El dato bíblico habla de Masma como quinto hijo de Ismael. Mis investigaciones siguieron el
siguiente rumbo: Ismael es el progenitor de la raza árabe; pero no el progenitor inmediato, sino
muy remoto, el bíblico. El color de su raza no era el de los árabes, mestizos de moro y blanco,
sino el moro mismo. El color mestizo, muy claro ya de los árabes, se ha desprendido del
primitivo moro por medio de cruces sucesivos con razas blancas. Por eso, aún cuando los
árabes reconocen a su antecesor a Ismael, difieren mucho en el color, de la raza primitiva de
Ismael; ésta era la raza mora o berebere y a ella también pertenecía, aproximadamente, su
quinto descendiente, Masma. Yo debía, pues, buscar el origen de Masma entre los pueblos
moros. Estos, en el antiguo mundo, fueron pueblos esencialmente errantes. Según sus
costumbres, se dividieron en dos grandes ramas: los moros de la tierra, que recorrían los
desiertos, designados con el nombre genérico de «bereberes» y los del mar, que fueron los
«fenicios». Entre los del primer grupo hubo dos pueblos que sobresalieron de entre todo el
resto de las tribus «berebere s» y que constituyeron naciones de residencia fija. Estos fueron
los mauritanos, al noroeste de África, y los himiaritas al sur de Arabia. Con ambos pueblos,
mauritanos e himiaritas se relaciona esta investigación.
Localizada así la posición geográfica de estos grandes pueblos moros primitivos, pasé a
estudiados más de cerca. Muy pronto encontré entre ellos el probable origen histórico del
nombre Masma.

En efecto, un diccionario histórico (y el dato puede encontrarse en cualquier diccionario de esta


índole, tal como el diccionario enciclopédico Hispano Americano), ocupándose de la antigua
Mauritania, país que los romanos consideraban como poblado por una raza de origen
inmemorial, a la que por este motivo llamaron "autóctona", consigna este interesante dato:
"Mas muda" (del árabe macmuda pronunciado mashmuda), nombre de una de las cinco
antiquísimas tribus que poblaron Berbería, la cual ocupó la parte más occidental de la
Mauritania Tingitana y moró en las sierras del Atlas mayor, en sus faldas y llanos,
estableciéndose en cuatro de las siete provincias del antiguo reino de Marruecos.

Aquí estaba, pues, el dato que buscaba. El nombre de Masmuda procede del de Masma, en la
misma forma y con el mismo título que el de otros muchos pueblos antiguos que derivaban su
nombre del que tuvo el jefe o el héroe primitivo de su raza, tal como Astures, de Astur
Andaluces, de Ándalos; Italianos, de Ítalo; Fenicios, de Fénix; Romanos, de Rómulo y Remo;
etcétera. Masma, quinto hijo de Ismael es, pues, el primitivo jefe o rey de los masmudas,
pueblo de raza mora que habitó en Mauritania, el actual Marruecos. El dato es importante
porque constituye el primer jalón para fundamentar una investigación precisa, llevándola desde
las vagas informaciones mitológicas de la Biblia a las informaciones sujetas a comprobación de
la historia.

Se presentaba luego un segundo punto por investigar: ¿Qué relación pudo tener con el Perú el
pueblo mauritano de los masmudas situado en el noroeste de África y separado de América por
la extensión del Atlántico? o formulando la pregunta de otra manera: ¿por qué ruta y en que
época pudo el pueblo masmuda llegar al Perú?
Las rutas desde luego son dos, a través de los océanos: la del Atlántico y la del Pacífico. Por
razón de proximidad, la primera habrá sido la seguida por los masmudas; en cuanto a la
segunda, debió ser la seguida por los himiaritas, de los que hablaré más adelante.

La investigación de estas posibles emigraciones de pueblos africanos a América se relaciona


principalmente con la época en que ellas pudieron ser realizadas. Tal hecho se remonta sin
duda a una época remotísima de la que ya no guarda recuerdo la historia. Existen sin embargo
datos que pueden aprovecharse para la solución buscada.
Si la Atlántida, isla o continente, existió, estaba situada, como todos los datos lo indican, en el
Atlántico, entre la costa occidental de África y la. oriental de América. Este pueblo de los
masmudas situado en la parte más occidental de África, pudo trasladarse a América por medio
de las antiguas islas de la Atlántida.
Pero hay aún otra suposición más lógica y sugerente. Si la Atlántida existió, ¿no serían, entre
otros, los masmudas los dispersos restos de esa raza perdida de los atlantes?

Véase, entre otras, las razones en que pueda fundamentarse esta hipótesis:

1 a. Al iniciarse la catástrofe que sumergió a la Atlántida, catástrofe que seguramente no se


realizó en un solo día, sino por sucesivos y paulatinos hundimientos, sus habitantes buscaron
refugio en las tierras más próximas, que eran las del continente africano. Los mas mudas
pudieron ser parte de estos pueblos atlantes fugitivos. 2a. En su nueva patria, los masmudas
atlantes, conservando el recuerdo de la antigua, dieron a los lugares que habitaron los nombres
que les eran familiares, y así llamaron «Atlas» a la cadena montañosa en torno de la cual
poblaron, según lo dice el dato más arriba consignado. 3a. La raíz Atl, abundante en el idioma
mejicano, no existe sino en tres palabras en el antiguo continente: Atlántico, Atlante y Atlas, a
las cuales puede agregarse la de atleta y su derivado alto. De éstas, la única que existe como
nombre geográfico, o sea Atlas, se halla en Mauritania, en el país de los masmudas. En cuanto a
las de atleta y aún alto se aplican, aún hoy, perfectamente, a esa raza de fornidos moros,
corpulentos, casi gigantescos, que constituyen los actuales marroquíes. Según esta deducción,
al producirse el hundimiento de la Atlántida, sus moradores huirían a las tierras más próximas:
unos a América y fueron los que la historia llama mexicanos, y otros al África, y fueron los
mauritanos, y entre ellos los masmudas. Mexicanos y mas mudas habían sido atlante s y
reconocido un mismo origen, el de Ismael, según la Biblia. 4a. y en efecto como corroboración
de lo anterior, puede aducir se el siguiente argumento filológico. Los nombres hebreos como
Ismael, Daniel, Ezequiel, etcétera, se componen de una raíz y del sufijo «el» qué parece
determinar al nombre. Apartado el sufijo en el nombre Ismael, queda Isma, y nótese que este
nombre Isma contiene la transposición de los dos nombres citados en esta forma: masi-canos y
masi-mudas.

Separadas por el vasto océano estas dos ramas de la descendencia de Ismael, después de la
catástrofe de la Atlántida, la rama africana de los atlantes, O sea los masmudas, debieron
buscar el modo de comunicarse con sus hermanos del otro lado del Atlántico.

Los atlantes de África (mauritanos) hicieron la ruta a América por el Atlántico. Los atlante s de
Asia (himiaritas, del sur de Arabia) la efectuaron por el Pacifico. Unos y otros, en sus
expediciones marítimas, no son conocidos por sus nombres de mauritanos y de himiaritas, sino
por el nombre genérico de fenicios, que son los moros del mar, como ya dije: Están
relacionados, simbólicamente, con el fénix. Cuando en la época de Salomón, el rey fenicio
Hiram pone a disposición de aquél su flota para las expediciones a Tarsis ya Ophir, se
sobrentiende que son dos flotas: una que parte de los puertos hebreos sobre el Mediterráneo y
que va de oriente a occidente hacia el país de Tarsis; en este caso los fenicios que la tripulan
son mauritanos; otra que parte de Hezión Gueber, puerto en el mar Rojo, y va a Ophir (Perú)
por el Pacífico, o sea de occidente a oriente; en esta, los fenicios que la tripulan son himiaritas,
Los cuentos y leyendas de Las mil y una Noches fueron escritos o recopilados por escritores
himiaritas y contienen muchas leyendas referentes a América, como en los viajes de Simbad el
Marino y otros.

Los fenicios que llegaban a América por oriente (los mauritanos) viajando hacia Tarsis (país de
la plata), entraban a ella por el Amazonas o por el río de la Platal y remontándolos con balsas
llegaban hasta el Perú y Bolivia, a las regiones ricas en oro y en plata; los que llegaban por
occidente (los himiaritas), arribaban a las costas del Ecuador (país de Saba) y a las costas del
Perú (país de Ophir), igualmente en busca de esas riquezas.
En América, las tripulaciones fenicias de ambas flotas, prosiguiendo siempre el curso inicial de
su viaje, se alternaban: los fenicios mauritanos volvían a Asia por oriente y los fenicios
himiaritas volvían por occidente. De este modo, el secreto de estas expediciones marítimas a
las lejanas colonias de donde obtenía sus riquezas la metrópoli (los hebreos de Salomón y antes
de éste los egipcios y caldeas), se conservaba, y para las naciones rivales quedaba siempre
oculto e ignorado el lugar del mundo en que se hallaban aquellos países ricos en metales.2

Otra razón, tal vez la primordial, del curso de estas flotas, era la de ajustar su movimiento al
curso de los grandes astros, el sol y la luna. Había así, por motivos religioso-astronómicos, una
flota del sol y otra de la luna, conforme a las apariciones del Fénix.

De este modo, pueblos mauritanos (masmudas) han podido llegar al Perú. Llegaron por Oriente,
siguiendo el curso de los grandes ríos, ya sea el Amazonas, ya el de la Plata. En este último caso,
hicieron etapa en el altiplano de Bolivia y forman parte de aquellos pueblos que según la
prehistoria del Perú tienen como lugar de origen el Titicaca, de donde se esparcieron luego por
el Perú. A estos se refiere probablemente Montesinos cuando habla de pueblos llegados por la
costa del Perú y que penetraron luego buscando tierras en qué fijarse hasta Huanta y la Quinua,
del actual departamento de Ayacucho. De aquí se esparcieron a uno y otro lado, hacia
Apurimac (Andahuaylas) y hacia Junín Jauja). Eran, según Montesinos, una raza de gigantes, lo
que se acuerda perfectamente con la elevada estatura y corpulencia de los mauritanos
(masmudas), descendientes de atlantes.
Como mi intención al escribir este capítulo era únicamente demostrar la posibilidad de que los
masmudas mauritanos pudieran haber llegado al Perú, doy aquí por concluida mi investigación.

Dando por admitidas estas premisas, los masmudas han poblado en las cuencas del Rímac y del
Apurimac (Apu Rimac o el "Gran Rimac"), territorio que se extiende desde Lima hasta
Andahuaylas y comprende en su parte media a Jauja. Allí han vivido diversos pueblos emanados
de un mismo origen masmuda o atlante: los yungas en la costa (Lima), los huancas en Jauja y los
Chancas en Andahuaylas. Estos nombres no son, repito, sino diferencias aparentes establecidas
por autores modernos. Huancas y chancas eran, en sustancia, un mismo pueblo o, por lo
menos, lo fueron en su origen: el pueblo masmuda. Este pueblo o imperio masmuda tuvo así
dos capitales o ciudades principales: Andahuaylas y Jauja. Allí, en Andahuaylas (donde tuve el
sueño con que comienza este estudio), vivió probablemente Masma, jefe de los mas mudas y
rey huanca, cuyo último descendiente histórico fuera la famosa Catalina Huanca, Catalina Apu
Alaya hija de Oto Apu Alaya y que tomó el nombre de Catalina en el bautismo siendo su padrino
Francisco Pizarro. Allí en esos sitios que yo he visitado, deben reposar los restos de ese rey
masmuda y alentar aún su espíritu en torno de ellos. Y por eso, a través de los siglos, a través
de millares de años, una noche, en la misteriosa intuición de un sueño, ese espíritu me reveló
su antiguo secreto. ¡Tal vez llamara del mismo modo a otros muchos antes que a mí y su mudo
llamamiento no comprendido quedara hasta hoy sin cumplirse! y es muy extraño, por cierto,
que yo haya escrito una vez un artículo literario, publicado en Buenos Aires en la revista «Caras
y caretas» en 1913, pero esbozado algunos años antes en Lima, cuando aún no había ni siquiera
comenzado este estudio; y digo que es esto muy extraño porque ese artículo, que se titula El
deber incumplido, es la narración de un sueño, según el cual yo debo cumplir una misión
misteriosa y que no comprendo, en una mansión abandonada y antigua «que sólo yo conozco»,
donde, después de levantar una espesa cortina que oculta la entrada (como la pared
superpuesta del sueño de Masma) he de atravesar, una tras otra, a través de un dédalo de
habitaciones silenciosas y sombrías «tres puertas» (las tres puertas o etapas iniciáticas),
marchando siempre adelante, a pesar de las manos invisibles que intentan oponerse a mi paso
la hostilidad ambiente de la multitud, de los no iniciados), para llegar, al fin, allá, tras de la
última puerta entornada, a una estancia en la cual «yo sé» que existe un ser que me espera,
desde tiempos inmemoriales y que me llama desde entonces, agitando sus manos en la sombra
como mudo (Masma, Masmuda o Masa-Muda) llamamiento desesperado. La idea de ese
artículo que, como digo, la esbocé en Lima y escribí en Buenos Aires, fue anterior aún, según
me parece recordar, a mis viajes por Apurimac y por lo tanto al sueño de Masma y tiene, por lo
mismo, el valor de una extraña intuición, de un misterioso presentimiento, surgido en mi
espíritu desde Lima; lo cual está de acuerdo, por lo demás, con la noción desarrollada en este
capítulo, o sea, que el país de los huancas comprendía tres regiones principales: Rimac, Jauja y
Apurimac (Andahuaylas). En las tres pues, como en las tres etapas iniciáticas del
«conocimiento» y como en «las tres puertas entornadas» (las puertas entornadas que se abren
sobre la región del misterio) del cuento El deber incumplido debían realizarse las diversas fases
del desarrollo, en mi espíritu, de esta evocación de Masma.

Piensa todo escritor, cuando escribe sobre un tema subjetivo, que su trabajo es producto de su
propia inspiración. Pero, ¿sabemos acaso si lo que se llama inspiración es una manifestación de
la propia personalidad, o si es más bien, como lo pretende Maeterlinck, una intuición venida de
afuera, es decir, una sugestión espiritualista? Este sería el caso, según dicho autor, de la
extraordinaria semejanza, que ha hecho pensar hasta en un plagio, que existe entre las obras
de Ridder Haggard, Ella y Pierre Benoit, La Atlántida: las obras de estos escritores se parecerían,
no porque uno haya plagiado al otro, sino porque ambos han reflejado una misma idea
ambiente de orden espiritualista. Este sería, también, el caso de Masma

Texto de Pedro Astete, notas del autor.


1. El río de la Plata no es en realidad un río; es el gran estuario formado por el Uruguay y el
Paraná que descargan en él. Igual que la Argentina, no tiene relación directa> con el metal que
le da nombre. Es solamente el camino de la plata. La ruta antiquísima lleva hacia el norte por el
río Paraná y Paraguaya la región del mundo donde, desde tiempos inmemoriales, se ha
encontrado ese metal en grandes cantidades: Bolivia.
Del río Paraná que llamamos Paraguay cuando sirve de límite a esa república, la ruta se
apartaba, desviándose hacia el oeste y siguiendo el más septentrional y el más caudaloso de sus
afluentes, el río Pilcomayo. No solamente nace este río en la región argentífera por excelencia
sino sobre él se levanta la ciudad boliviana de La Plata y su primer afluente recoge las aguas de
Potosí.
Siguiendo estos ríos, la vida de los expedicionarios y sus animales estaba asegurada. Tampoco
podían equivocar su camino. Es muy posible que se descubran en sus riberas antiguas
construcciones. Las expediciones debieron ser periódicas.
La expedición de la reina Hatshepsout podía hacerse pública; nadie sabía de dónde venían los
árboles de mirra y otros productos raros. Del oro no se hablaba pero servía para mantener
buenas relaciones amistosas con los reyezuelos vecinos y para pagar el espionaje necesario y no
ser sorprendidos por levantamientos inesperados. La lectura de los antiguos documentos nos
da muchos datos sobre el río de oro que, desde las más remotas épocas ha pagado la paz y la
guerra de los pueblos. Gran parte venía de América.
2. La geografía de Sudamérica acredita la teoría de Astete basada en antiguas tradiciones.
Nombres y señales jalonan las rutas egipcias o fenicias. Algunas pueden tener tres mil años de
antigüedad: otras diez mil.
[1] Daniel Ruzo recorrió por primera vez la meseta de Marcahuasi, a finales de Agosto de 1952,
inspirado por la fotografía que, en el año 1935, tomara Kuroki Riva de la majestuosa figura
denominada por los pobladores de la región: "La Cabeza del Inca...Peca Gasha". Había cumplido
52 años el3 de junio. Cuando se enfrentó con esa escultura la bautizó con el nombre de
"Monumento a la Humanidad" al reconocer en ella perfiles de diversas razas humanas.
El año 2002 se cumplieron cincuenta años de esa aventura que lo llevó a estudiar
concienzudamente la meseta y que resultó ser la clave para ilustrar la teoría de la protohistoria
como Daniel la concebía. Desarrolló ampliamente su tesis en conferencias en el Centro de
Instrucción Militar del Perú, en la Academia Nacional de Ciencias de México, en la Universidad
de La Sorbona en París, y en la Sociedad de Estudios "Atlantis" de Londres.
Poeta desde su juventud, premiado en Lima en 1917 como ganador de "Los Juegos Florales", su
espíritu reconoció siempre la sabiduría que encierran los conocimientos calificados por Jacques
Bergier como "realismo fantástico". Tropezó constantemente -como se puede deducir de sus
publicaciones- con la que él denominaba "ciencia oficial". Sus conocimientos, iluminados por
sus intuiciones, hacían surgir terrenos que investigaba entregándose a la verdad que le
ofrecían.
Así ha Cantado la Naturaleza, se llamó su primer libro de poemas. De su relación armoniosa con
el universo nació su interés por recorrer el Perú y relacionarse con los caminos y los cerros. Su
deseo de profundizar el sentido de los símbolos que reconocía en las montañas peruanas, lo
acercó en 1924 a Don Pedro Astete y Concha, investigador de tradiciones y leyendas.
Astete regresaba en esa fecha de Argentina, donde había recopilado datos, desde 1915, en la
Biblioteca Nacional de Buenos Aires, y llegaba a Lima con innumerables notas sobre símbolos,
signos, leyendas, letras y números estudiados en diversas culturas. Ruzo se unió a esos estudios
y ambos trabajaron juntos hasta 1940, fecha del fallecimiento de don Pedro. Daniel se ocupó de
que las notas minuciosas que Astete había hecho a mano y con lápiz en eternos cuadernillos,
fueran mecanografiadas. También se ocupó de editar Los Signos, obra que Astete dejó
preparada para su publicación.
Testigo de sus reuniones y coloquios fue el Cerro de San Cristóbal, primera montaña en la que
comenzaron a estudiar esculturas, caminos trazados, símbolos y leyendas. Por eso ilustramos
esta reedición con la foto del balcón de la casa de la familia de Don Pedro, donde se reunían
casi diariamente.
Daniel comenzó entonces a elaborar su tesis sobre la existencia de una humanidad como la
nuestra que dejó sus mensajes esculpidos en la roca natural. Astete colaboraba en esa
investigación, aunque no compartía la teoría completa. Reconocía, si, un mensaje en la palabra
"Masma", (ver el capítulo "El Sueño de Masma") palabra que inundó el trabajo de ambos de tal
modo que la primera denominación con la que Daniel inició sus exposiciones fue: "La Cultura
Masma".
Esta reedición de su primera publicación de 1974, conserva el texto original y en ella se expresa
su mensaje como Daniel lo manifestó. Incluye las palabras que dirigió a la juventud del Perú en
1980. Se ilustra con fotografías tomadas por el propio Daniel entre 1952 y 1960; pretende ser
un homenaje a la devoción con que emprendía todos los caminos de su vida.
Sin detallar toda la colaboraci6n que Daniel recibió, quiero agradecer muy especialmente la
ayuda que aportaron, desde el primer momento y hasta la fecha, dos
pobladores nativos de San Pedro de Casta, que hoy lo recuerdan y viven como propia esta
singular investigación de la protohistoria. Son ellos: don Manuel Olivares y don Miguel Bautista.
CAROLA CISNEROS DE CRUZ. Lima, mayo del 2003

También podría gustarte