Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Resumen de TEÓRICOS 3 Parcial PSICOANÁLISIS DELGADO

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 91

Teórico Psa

PEGAN A UN NIÑO (1919)

La representación fantasía un niño es pegado es confesada con frecuencia


por personas que han acudido al tratamiento analítico a causa de una
histeria o de una neurosis obsesiva. A esta fantasía se anudan sentimientos
placenteros en virtud de los cuales se la ha reproducido innumerables veces
o se la sigue reproduciendo. En la cima de la situación representada se abre
paso una satisfacción onanista, al comienzo por la propia voluntad de la
persona, pero luego también con carácter compulsivo y a pesar de su
empeño contrario.
La confesión de esta fantasía sólo aparece con titubeos; el recuerdo de su
primera aparición es inseguro, una inequívoca resistencia sale al paso de su
tratamiento analítico, y la vergüenza y el sentimiento de culpa quizá se
mueven con mayor fuerza que en comunicaciones sobre los comienzos
recordados de la vida sexual.

Las primeras fantasías se cultivaron muy temprano pero cuando el niño


presencia en la escuela como otros niños son azotados por el maestro, esa
vivencia convoca las fantasías, las refuerza y modifica su contenido.
Presenciar estas situaciones provoca en el niño espectador una mezcla de
sentimientos en la que la repulsa tiene una participación considerable. Se
estable como condición que los niños que recibían la paliza no sufrieran un
daño serio.

II

De acuerdo con nuestras actuales intelecciones, una fantasía que emerge


en la temprana infancia quizás a raíz de ocasiones casuales y que se retiene
para la satisfacción autoerótica, sólo admite ser concebida como un rasgo
primario de perversión. Uno de los componentes de la función sexual se
habría anticipado a otros en el desarrollo, se habría vuelto autónomo
prematuramente, fijándose y sustrayéndose de los siguientes procesos
evolutivos. Al mismo tiempo, atestiguaría una constitución particular,
anormal de la persona. Una perversión infantil de esta índole no
necesariamente dura toda la vida, más tarde puede caer bajo represión, ser
sustituida por una formación reactiva o ser trasmudada por una
sublimación. Pero si estos procesos faltan, la perversión se conserva en la
madurez, y siempre que en el adulto hallamos una aberración sexual,
tenemos derecho a esperar que la exploración amnésica nos lleve a
descubrir en la infancia un suceso fijado de esa naturaleza. Si ese
componente sexual que se separó temprano es el sádico, nos formamos la
expectativa de que su ulterior represión genere una predisposición a la
neurosis obsesiva.
Teórico Psa

III
Los factores libidinosos congénitos son despertados por las vivencias y ligados a
ciertos complejos en el periodo de la infancia que abarca de los 2 a 4/5 años.
Las fantasías de paliza sólo aparecen hacia el fin de ese período o después de
él. En el transcurso de las fantasías de paliza el vínculo con la persona
fantaseadora, su objeto, contenido y significado cambia más de una vez.

La primera fase de las fantasías de paliza en niñas corresponde a una época


muy temprana de la infancia. El niño azotado nunca es el fantaseador, lo
regular es que sea otro niño.
No es posible establecer un vínculo constante entre el sexo del fantaseador y el
del azotado. Por tanto, la fantasía seguramente no es masoquista; se la llamaría
sádica. Pero el niño fantaseador nunca es el que pega sino un adulto que se
luego se puede reconocer como el padre.

La formulación de la fantasía en esta fase es: El padre pega a niño/El padre


pega al niño que yo odio.

Entre la primera fase y la siguiente suceden muchas trasmudaciones. La


persona que pega sigue siendo la misma, el padre, pero el niño azotado ha
devenido otro: es el niño fantaseador mismo. La fantasía se ha teñido de
placer en alto grado y se ha llenado con un contenido sustantivo. Su texto
es Yo soy azotado por el padre y tiene un indudable carácter masoquista.
Esta segunda fase es la más importante y grávida en consecuencias, pero
nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es recordada, nunca ha
llegado a devenir-consciente. Se trata de una construcción del análisis.

La tercera fase se aproxima a la primera. La persona que pega nunca es la


del padre o se la deja indeterminada como en la primera fase o es investida
por un subrogante del padre. La persona del niño fantaseador no aparece en
la fantasía. Si se les preguntara que papel juegan, los pacientes dirían
“Probablemente yo estoy mirando“. En lugar de un solo niño ahora están
presentes muchos. Los azotados son niños, pero ninguno de ellos resulta
familiar.
La situación originaria simple y monótona del ser azotado puede
experimentar variaciones y el azotar puede ser sustituido por castigos y
humillaciones de otra índole.
La fantasía es la portadora de una excitación intensa inequívocamente
sexual, y como tal procura la satisfacción onanista.
Teórico Psa

IV
Si uno prosigue el análisis a través de esas épocas tempranas se ve que la niña
pequeña está fijada con ternura al padre, quien probablemente ha hecho todo
para ganar su amor, poniendo el germen de una actitud de odio y competencia
hacia la madre, que subiste junto a una corriente tierna y que puede volverse
cada vez más intensa y consciente a medida que pase el tiempo o motivar una
ligazón hipertrófica con aquella. La fantasía de paliza no se anuda a la relación
con la madre. Se aparta de los otros niños porque debe compartir con ellos el
amor de los padres.

Se comprende que ser azotado, aunque no haga mucho daño, significa una
destitución del amor y una humillación. Por eso es una representación
agradable que el padre azote a ese niño odiado. Esto quiere decir: El padre
no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí.
La fantasía satisface los celos del niño y depende de su vida amorosa, pero
también recibe apoyo de sus intereses egoístas. Por esto es dudosos de que
se la pueda calificar puramente como sexual pero tampoco nos atrevemos a
llamarla sádica.
En esta prematura elección de objeto del amor incestuoso, la vida sexual del
niño alcanza evidentemente el estadio de la organización genital. Nunca
falta en el varón el deseo de tener hijos con la madre, y es constante en la
niña el de recibir un hijo del padre, aunque no tengan claro el camino que
hay que seguir para alcanzar esa meta. Ninguno de estos enamoramientos
escapa de la represión. Sucumben a ella por ocasiones externas que
provocan afrentas inesperadas. Tales ocasionamientos no son las causas
eficientes, sino que estos vínculos amorosos están destinados a sepultarse.
De manera simultanea al proceso represivo aparee una conciencia de culpa
anudada a los deseos incestuosos.
La fantasía de la época del amor incestuoso había dicho: El (el padre) me ama
sólo a mí, no al otro niño, pues a este le pega. La conciencia de culpa halla un
castigo más duro: No, no te ama a ti, pues te pega. Entonces la fantasía de la
segunda fase, la de ser uno mismo azotado por el padre, pasaría a ser la
expresión directa de la conciencia de culpa ante la cual ahora sucumbe al amor
del padre. Así pues, la fantasía ha devenido masoquista. En todos los casos es la
conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo. Pero no
es este el contenido íntegro del masoquismo. La conciencia de culpa no puede
haber conquistado sola la pelea, la moción de amor tiene que haber tenido su
parte de ello. En estos niños se ve facilitado un retroceso a la organización
pregenital sádico-anal de la vida sexual. Cuando la represión afecta la
organización genital recién alcanzada, no es la única consecuencia que toda
subrogación psíquica del amor incestuoso devenga o permanezca inconsciente,
sino que se agrega otra: la organización genital misma experimenta un
rebajamiento regresivo. El padre me ama se entendía en el sentido genital, por
medio de la regresión se muda en El padre me pega (soy azotado por el padre).
Este ser-azotado es una conjunción de conciencia de culpa y erotismo, no es
sólo el castigo por la
Teórico Psa

referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir


de esta última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento
se le adherirá y hallará descarga en actos onanistas. Esta es la esencia del
masoquismo.
La fantasía de la segunda fase permanece ICC, a consecuencia de la
intensidad de la represión. Por la mudanza de la fantasía incestuosa del
varón en su correspondiente masoquista se produce una inversión más que
en el caso de la niña: la sustitución de actividad por pasividad. Y puede que
esto sea lo que protege a la fantasía de permanecer ICC como resultado de
la represión. Así, la CC de culpa se habría conformado con la regresión en
lugar de la represión, en los casos femenino la CC de culpa se habría
calmado mediante la cooperación de ambas.
Con respecto a la fantasía de paliza de la tercera fase, semejante ahora a la
de la primera fase, parece haberse vuelto de nuevo hacia el sadismo.
Produce la impresión como si en la fase El padre pega a otro niño, solo me
ama a mí, el acento se hubiera retirado sobre la primera parte después que
la segunda sucumbió a la represión. Pero sólo la forma de esta fantasía es
sádica, la satisfacción que se gana con ella es masoquista, su
intencionalidad reside en que ha tomado sobre sí la investidura libidinosa de
la parte reprimida y, con esta, la CC de culpa que adhiere al contenido. Los
niños azotados por el maestro son sustituciones de la persona propia.
Los niños azotados son casi siempre varoncitos tanto en las fantasías de los
varones como en la de las niñas. Esto apunta a un proceso complicado que
sobreviene en las niñas. Cuando se extrañan del amor incestuoso hacia el
padre, es fácil que rompan por completo con su papel femenino, reanimen
su complejo de masculinidad y a partir de entonces solo quieran ser
muchachos

La perversión ya no se encuentra aislada en la vida sexual del niño, sino que


es acogida dentro de la trama de los procesos de desarrollo familiares
normales. Es referida al amor incestuoso de objeto, al complejo de Edipo del
niño. Surge primero sobre el terreno de este complejo, y luego de ser
quebrantado permanece como secuela de él, como heredera de su carga
libidinosa y gravada con la CC de culpa que lleva adherida.
El complejo de Edipo es el genuino núcleo de la neurosis la sexualidad
infantil que culmina en él, es la condición efectiva de la neurosis. Lo que
resta de el como secuela constituye la predisposición del adulto a contraer
más tarde una neurosis. La fantasía de la paliza y otras fijaciones perversas
análogas sólo serían unos precipitados del complejo de Edipo, por así decir
las cicatrices que el proceso deja tras su expiración.
Teórico Psa

En cuanto a la génesis del masoquismo, al comienzo parece corroborarse


que el masoquismo no es una exteriorización pulsional primaria, sino que
nace por una reversión del sadismo hacia la persona propia, o sea por
regresión del objeto al yo. Las pulsiones de meta pasiva son dadas desde el
comienzo mismo sobre todo en la mujer, pero la pasividad no constituye
todavía el todo del masoquismo, a este le pertenece el carácter
displacentero. La trasmudación del sadismo al masoquismo parece
acontecer por el influjo de la CC de culpa que participa en el acto de
represión. La represión se exterioriza aquí en tres clases de efectos: vuelve
ICC el resultado de la organización genital, constriñe a esta última a la
regresión hasta el estadio sádico-anal y muda el sadismo en masoquismo
pasivo, en cierto sentido de nuevo narcisista. El resultado intermedio es
posibilitado por la endeblez de la organización genital, el tercer resultado se
produce de manera necesaria porque a la CC de culpa la escandaliza tanto
el sadismo como la elección incestuosa de objeto entendida en sentido
genital.
¿De dónde viene la CC de culpa? Supimos que esa CC de culpa se debía al
onanismo de la primera infancia y no al de la pubertad, y que debía referirse en
su mayor parte no al acto onanista, sino a la fantasía que estaba en su base, de
manera ICC, la proveniente del complejo de Edipo.

Es de importancia mayor la segunda fase, ICC y masoquista (la fantasía de


ser uno mismo azotado por el padre). No sólo porque continua su acción
eficaz por mediación de aquella que la sustituye; también se averiguan
efectos suyos sobre el carácter. Los seres humanos que llevan en su interior
esa fantasía muestran una particular susceptibilidad e irritabilidad hacia
personas a quienes pueden insertar en la serie paterna; es fácil que se
hagan enfrentar por ellas y así realicen la situación fantaseada, la de ser
azotado por el padre, produciéndola en su propio perjuicio y para su
sufrimiento

VI

En las fantasías infantiles de paliza en el sexo masculino, la fantasía


consciente o susceptible de conciencia cuyo contenido es ser azotado por la
madre no es primaria. Tiene un estado previo ICC del contenido Yo soy
azotado por el padre. Este estadio previo corresponde a la segunda fase de
la niña. La fantasía CC Yo soy azotado por la madre se sitúa en el lugar de la
tercera fase de la niña.
El ser azotado de la fantasía masculina, es también un ser amado en
sentido genital al cual se degrada por vía de regresión. Por ende, la fantasía
masculina no rezaba en su origen Yo soy azotado por el padre, según
supusimos de manera provisional, sino más bien Yo soy amado por el padre.
Mediante procesos ha sido trasmutada en la fantasía CC Yo soy azotado por
la madre. La fantasía de paliza del varón es entonces desde el comienzo
pasiva, nacida de la actitud
Teórico Psa

femenina hacia el padre. Corresponde al complejo de Edipo: en ambos casos


la fantasía de paliza deriva de la ligazón incestuosa con el padre.
En la niña, la fantasía masoquista ICC parte de la postura edípica normal, en
el varón, de la trastornada, que toma al padre como objeto de amor. En la
niña, la fantasía tiene un grado previo en que la acción de pegar aparece en
su significado indiferente y recae sobre una persona a quien se odia por
celos; ambos elementos faltan en el varón. En el paso a la fantasía CC que
sustituye a la anterior, la niña retiene la persona del padre, y con ella, el
sexo de la persona que pega, pero cambia a la persona azotada y su sexo, al
final un hombre pega a niños varones. El varón cambia persona y sexo del
que pega, sustituyendo al padre por la madre, y conserva su propia persona,
al final el que pega y el que es azotado son de distinto sexo. En la niña, la
situación originariamente masoquista es trasmudada por la represión en
sádica, cuyo carácter sexual está muy borrado. En el varón sigue siendo
masoquista y a consecuencia de la diferencia de sexo entre el que pega y el
azotado conserva más semejanza con la fantasía originaria, de intención
genital. El varón se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y
refundiendo la fantasía ICC; lo curioso de su posterior fantasía CC es que
tiene por contenido una actitud femenina sin elección homosexual de
objeto. La niña escapa al reclamo de la vida amorosa, se fantasea varón sin
volverse varonilmente activa y ahora sólo presencia como espectadora el
acto que sustituye a un acto sexual.

Todo lo reprimido y sustituido para la CC se conserva en lo ICC y sigue siendo


eficaz. No ocurre lo mismo con el efecto de la regresión a un estadio anterior de
la organización sexual. Ella modifica también las constelaciones en lo ICC, por lo
que en ambos sexos no se conservaría en lo ICC tras la represión, la fantasía de
ser amado por el padre, sino la masoquista, de ser azotado por él. La represión
ha logrado su propósito sólo muy imperfectamente. El muchacho, que quería
huir de la elección homosexual de objeto y no ha mudado su sexo, se siente
como mujer en su fantasía

CC y dota a las mujeres de ser azotadas con atributos y propiedades


masculinos. La niña, que, si ha resignado su sexo y en el conjunto ha
operado una labor represiva más radical, no se suelta del padre, no pega
ella misma, y puesto que ha devenido muchacho, hace que sean muchachos
lo azotados.

La teoría psicoanalítica sostiene que no es licito sexualizar los motivos de la


represión. El núcleo de lo ICC anímico lo constituye la herencia arcaica del
ser humano y de ella sucumbe al proceso represivo todo cuanto debe ser
relegado por inconciliable con lo nuevo y perjudicial para él.
Las pulsiones sexuales son capaces de hacer fracasar el propósito de la
represión y conquistarse una subrogación a través de formaciones
sustitutivas perturbadoras. Por eso la sexualidad infantil, que sucumbe a la
represión, es la principal fuerza pulsional de la formación del síntoma,
Teórico Psa

y por eso la pieza esencial de su contenido, el complejo de Edipo, es el


complejo nuclear de la neurosis.
Teórico Psa

MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER (1920)

Capítulo 2

Las neurosis traumáticas, estado que sobreviene tras conmociones


mecánicas, choques ferroviarios y otros accidentes que conllevan riesgo de
muerte, se aproxima a la histeria por presentar síntomas motores similares,
pero se diferencia por los indicios de padecimiento subjetivo, que la
asemejan a una hipocondría o melancolía, y por el debilitamiento y
destrucción más generales de las operaciones anímicas.
En las neurosis de guerra el cuadro patológico sobreviene en ocasiones sin
la cooperación de una violencia mecánica cruda.
En la neurosis traumática común se destacan dos rasgos: (1) el centro de
gravedad de la causación parece situarse en el factor de la sorpresa, en el
terror, y (2) un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de
los casos la producción de la neurosis.
Terror, miedo, angustia se usan equivocadamente como sinónimos, pero se
las puede distinguir en su relación con el peligro. La angustia designa cierto
estado de expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque sea de
un peligro desconocido. El miedo requiere un objeto determinado, en
presencia del cual uno lo siente. El terror es el estado en que se cae cuando
se corre peligro sin estar preparado: destaca el factor sorpresa. La angustia
no podría producir una neurosis traumática porque hay algo que protege
contra el terror y por lo tanto también contra la neurosis de terror.

Los sueños son la vía más confiable para explorar los procesos anímicos
profundos. La vida onírica de la neurosis traumática muestra este carácter:
reconduce al enfermo una y otra vez, a la situación de su accidente, de la
cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado psíquicamente al
trauma. Estas fijaciones se conocen por la histeria. El histérico padece por
las reminiscencias. También en la neurosis de guerra se explicaron síntomas
motores por una fijación al trauma.
Sin embargo, no se sabe si los enfermos de neurosis traumáticas frecuentan
mucho en la vigilia el recuerdo de su accidente, más bien se esforzarían por
no pensar en él. Se desconoce la naturaleza del sueño cuando se admite
que este los traslada a la situación patógena. Sería más propio que el sueño
presente al enfermo imágenes del tiempo en que estaba sano, por lo tanto,
no se puede afirmar en estos enfermos la tendencia del sueño como
cumplimiento del deseo. Se podría sostener que en este estado la función
del sueño resultó afectada y desviada de su fin o se podría pensar en las
enigmáticas tendencias masoquistas del yo.

Estudia el modo de trabajo del aparato anímico en el juego infantil.


Teórico Psa

Caso: primer juego autocreado por un niño de un año y medio.

El niño no llora cuando su madre lo deja por horas, a pesar de que sentía
ternura por ella. Tiene el hábito de arrojar lejos de si todos los objetos
pequeños que estaban a su alcance. Al hacerlo decía, con expresión de
interés y satisfacción, un fuerte y prolongado “o-o-o-o”, que significaba
“fort” (se fue). El niño jugaba a que sus juguetes se iban. Un día, tenía un
carretel de madera atado con un hilo. No jugó a arrastrarlo tras sí por el piso
como si fuera un carrito, sino que arrojaba el carretel, tras la baranda de su
cuna. El carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo
“o-o-o-o”, y después, tirando del hilo, volvía sacar el carretel de la cuna,
saludando ahora su aparición con un “Da” (acá está). El juego consistía en
desaparecer y volver y el mayor placer se encontraba en el segundo acto.
Se interpreta que el niño renuncia a la satisfacción pulsional de admitir sin
protesta la partida de la madre. Se resarcía con los objetos a su alcance, ese
desaparecer y regresar. Es imposible que la partida de la madre le resultaba
agradable o indiferente ¿Como se concilia el PP con que el niño repita esta
vivencia penosa como si fuera un juego? El primer acto de la partida era
escenificado por si solo y con frecuencia mayor que el juego entero. En la
vivencia era pasivo, era afectado por ella, ahora se pone en un papel activo
repitiéndola como juego, a pesar de que fue displacentera. Puede atribuirse
esto a una pulsión de apoderamiento que actúa con independencia de que
el recuerdo sea placentero o no. Una interpretación alternativa es que el
acto de arrojar el objeto para que se vaya es la satisfacción de un impulso,
sofocado por el niño en su conducta de vengarse de la madre.
Un año después, el niño arroja un juguete diciéndole “vete a la guerra”. Por
entonces su padre estaba ausente por la guerra. No lo extrañaba, sino que
mostraba no querer que lo molesten en su posesión exclusiva de la madre.
Si el esfuerzo de procesar psíquicamente algo impresionante repitió en el
juego una impresión desagradable, se debió únicamente a que la repetición
iba conectada a una ganancia de placer de otra índole, pero directa.
Los niños repiten en el juego todo lo que les ha impresionado mucho en la
vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan
de la situación.

Capítulo 3
Al comienzo del psicoanálisis, el medico tenía la aspiración de colegir,
reconstruir y comunicar en el momento oportuno lo inconsciente para el
enfermo, el Psa era un arte de interpretación. Pero la tarea terapéutica no se
solucionaba así por lo que se planteó instar al enfermo a corroborar la
construcción por medio de su recuerdo. Debido a esto, el énfasis recayó en las
resistencias del
Teórico Psa

enfermo. El arte consistía en descubrir las resistencias a la brevedad,


mostrárselas y por medio de la influencia humana en la transferencia,
moverlo a que las resigne.
Luego se hizo evidente que el hacer consciente lo inconsciente no se podía
alcanzar por este camino. El enfermo puede no recordar todo lo que hay en
él de reprimido. Si esto sucede, no se convence sobre la justeza de la
construcción que se le comunicó. Se ve forzado a repetir lo reprimido como
vivenciar presente, en vez de recordarlo como fragmento del pasado. Esta
reproducción tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual
infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y
regularmente se juega en el terreno de la trasferencia. En este punto, la
anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, una neurosis de
trasferencia. El médico tiene que dejarle revivenciar ciertos fragmentos de
su vida olvidada, cuidando que conserve cierto grado de reflexión en virtud
del cual esa realidad aparente pueda individualizarse cada vez como reflejo
de un pasado olvidado.
Para entender esta compulsión de repetición es preciso librarse de un error:
que lo inconsciente resiste. Lo icc, lo reprimido secundariamente, no ofrece
resistencia a los esfuerzos de la cura y su único objetivo es irrumpir hasta la
cc o hasta la descarga.
La resistencia proviene de los mismos estratos y sistemas superiores de la
vida psíquica que en su momento llevaron a cabo la represión. Pero como
los motivos de las resistencias son al comienzo icc es mejor sustituir la
terminología descriptiva por una dinámica y no oponer lo inconsciente a lo
consciente sino el yo coherente y lo reprimido. En el interior del yo es
mucho lo icc, esto es lo que se llama el núcleo del yo. La resistencia del
analizado parte de su yo. Por esto, se ha de atribuir la compulsión de
repetición a lo reprimido icc.

La resistencia del yo consciente y preconsciente está al servicio del PP:


quiere ahorrar el displacer que se excitaría por la liberación de lo reprimido,
en tanto el medico intenta conseguir que ese displacer se tolere invocando
al PR
¿Qué relación tiene la compulsión de repetición con el principio de placer?
La mayoría de las veces, la compulsión de repetición revivencia fragmentos
que provocan displacer al yo, puesto que saca a la luz mociones pulsionales
reprimidas. Pero esta clase de displacer no contradice al
PP puesto que es displacer para un sistema y, al mismo tiempo, satisfacción
para el otro. La compulsión de repetición devuelve vivencias pasadas que
no contienen posibilidad alguna de placer, que en aquel momento tampoco
pudieron ser satisfactorias ni siquiera de las mociones pulsionales
reprimidas desde entonces.

El florecimiento de la vida sexual infantil temprano está destinado a sepultarse


porque sus deseos son inconciliables con la realidad. La pérdida de amor y el
fracaso dejan como secuela un daño permanente en el sentimiento de si, en
calidad de cicatriz narcisista. La investigación sexual que
Teórico Psa

choca con el desarrollo corporal del niño no tiene una conclusión


satisfactoria. El vínculo tierno establecido con el progenitor sucumbió al
desengaño, a la espera de una satisfacción vana, a celos por un hermanito.
El amor de la infancia llega así al fin.
Los neuróticos repiten y reaniman en la trasferencia todas esas ocasiones
indeseadas y esas situaciones afectivas dolorosa. Nada de eso procuró
placer por lo que se creería que hoy produciría un displacer menor si
emergiera como recuerdo o en sueños, en vez de configurarse como
vivencia nueva. Se trata de la acción de pulsiones que estaban destinadas a
conducir a la satisfacción pero que en aquel momento no la produjeron, sino
que conllevaron únicamente displacer. Esa experiencia se hizo en vano. Se
la repite a pesar de todo; una compulsión esfuerza a ello.

En la vida de personas no neuróticas también se ve una compulsión que no


es diferente de la compulsión de repetición de los neuróticos. Existen
individuos en quienes toda relación humana lleva al mismo desenlace. Este
eterno retorno de lo igual nos asombra poco cuando se trata de una
conducta activa de tales personas y podemos descubrir el rasgo de carácter
que permanece igual en ellas, exteriorizándose forzosamente en la
repetición de idénticas vivencias.
Nos sorprende mucho más los casos en que la persona parece vivenciar
pasivamente algo sustraído a su poder, a despecho de lo cual vivencia una y
otra vez la repetición del mismo destino.

En la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que se


instaura más allá del PP Los juegos del niño y los sueños de los neuróticos
traumáticos se refieren a ella.

En casos raros se puede aprehender los efectos puros de la compulsión de


repetición. Respecto de los juegos infantiles, la compulsión de repetición y la
satisfacción pulsional placentera directa parecen entrelazarse íntimamente.
En cuanto a los fenómenos de la trasferencia, es evidente que están al
servicio de la resistencia del yo, obstinado en la represión. La compulsión de
repetición, que la cura pretendía poner a su servicio, es ganada para el
bando del yo, que quiere aferrarse al principio de placer. La compulsión de
repetición es más originaria, más pulsional que el PP que ella destrona.

Capítulo 4
Freud especula que la conciencia no es un carácter universal de los procesos
anímicos sino solo una función particular de ellos. La conciencia es la operación
de un sistema particular, al que llama Cc. Puesto que la conciencia brinda
percepciones de excitaciones que vienen del mundo exterior, y sensaciones de
placer y displacer que sólo pueden originarse en el interior del aparato
Teórico Psa

anímico, es posible atribuir al sistema P-Cc una posición espacial. Tiene que
encontrarse en la frontera entre lo exterior y lo interior, vuelto hacia el
mundo exterior y envolver a los otros sistemas psíquicos.

La conciencia no es la única propiedad que se le atribuye al sistema P-Cc.


Todos los procesos excitatorios de los otros sistemas dejan como secuela
huellas permanentes que son la base de la memoria, restos mnémicos que
no tienen nada que ver con el devenir consciente. Los restos mnémicos más
fuertes y duraderos son los dejados por un proceso que nunca llego a la
conciencia. Es difícil creer que esas huellas puedan producirse en el sistema
P-Cc. Si permanecieran siempre conscientes, reproducirían la aptitud de
este sistema para la recepción de nuevas excitaciones y si devinieran
inconscientes se tendría que explicar la existencia de procesos
inconscientes en un sistema cuyo funcionamiento va acompañado por la
conciencia.
Se puede conjeturar que para un mismo sistema son inconciliables el
devenir consciente y el dejar una huella como secuela. Entonces, en el
sistema Cc el proceso excitatorio deviene consciente, pero no ninguna
huella duradera. Todas las huellas en las que se apoya el recuerdo se
producirían por la propagación de la excitación a los sistemas internos
contiguos. La conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica

El sistema Cc tiene la particularidad de que, en él, a diferencia de lo que


ocurre en todos los otros sistemas psíquicos, el proceso de excitación no
deja una alteración permanente de sus elementos, sino que se agota en el
fenómeno de devenir-consciente. Esta exclusividad puede explicarse por la
ubicación del sistema Cc, su choque directo con el mundo exterior.

Se representa el organismo vivo como una vesícula indiferenciada de


sustancia estimulable con una superficie que le sirve como receptor de
estímulos
La vesícula flota en un mundo exterior cargado con las energías más
potentes y sería aniquilada por estímulos externos si no estuviera provista
de una protección antiestímulo. Esta protección la obtiene porque su
superficie más externa deja de tener la estructura propia de la materia viva,
se vuelve inorgánica, y opera apartando los estímulos, como un envoltorio
especial o membrana: hace que las energías del mundo exterior puedan
propagarse con una fracción de su intensidad a los estratos contiguos, que
permanecieron vivos.
Para el organismo vivo, la tarea de protegerse de los estímulos es más
importante que recibirlos: está dotado de una reserva energética propia y
en su interior se despliegan formas particulares de trasformación de la
energía: su principal afán tiene que ser, preservarlas del influjo nivelador, y
destructivo de las energías hipergrandes que vienen de afuera.
Teórico Psa

El estrato contiguo, que más tarde será el sistema Cc, tiene que estar
diferenciado como órgano para la recepción de estímulos externos, pero
también recibe excitaciones desde adentro. Hacia afuera hay una protección
antiestímulo, pero hacia adentro es imposible, y las excitaciones de los
estratos más profundos se propagan hasta el sistema de manera directa y
en medida no reducida, y ciertos caracteres de su decurso producen la serie
de las sensaciones de placer y displacer. Esto determina dos cosas: (1) la
prevalencia de las sensaciones de placer y displacer sobre todos los
estímulos externos, (2) cierta orientación de la conducta respecto de las
excitaciones internas que produzcan una multiplicación de displacer
demasiado grande. Se tenderá a tratarlas como si no obrasen desde
adentro, sino desde afuera, para poder aplicarles el medio defensivo de la
protección antiestímulo. Este es el origen de la proyección, a la que le está
reservado un papel importante en la causación de procesos patológicos.

Las excitaciones externas que tienen la fuerza para perforar la protección


antiestímulo se llaman traumáticas. El trauma externo provoca una
perturbación enorme en la economía energética del organismo y pone en
acción todos los medios de defensa. En un primer momento el principio de
placer queda abolido. Ya no puede impedirse que el aparato anímico resulte
anegado por grandes volúmenes de estímulo, la tarea ahora es dominar el
estímulo, ligar psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron
violentamente a fin de conducirlos a su tramitación.

Con respecto al displacer específico del dolor corporal es probable que la


barrera antiestímulo haya sido perforada en un área particular y desde allí
llegan excitaciones contiguas al aparato como las que vienen del interior. De
todas partes se moviliza la energía de investidura a fin de crear, en el
entorno del punto de intrusión, una investidura energética de nivel
correspondiente. Se produce una enorme contrainvestidura a favor de la
cual se empobrecen todos los otros sistemas psíquicos. Un sistema de
elevada investidura en sí mismo es capaz de recibir nuevos aportes de
energía y trasmudarlos en investidura ligada psíquicamente. Cuanto más
alta sea su energía ligada propia, tanto mayor será también su fuerza
ligadora, y cuanto más baja sea su investidura, menos capacitado estará el
sistema para recibir energía afluyente, y más violentas serán las
consecuencias de una perforación de la protección antiestímulo.
Se puede concebir la neurosis traumática común como el resultado de una
vasta ruptura de la protección antiestímulo.
El terror conserva tiene como condición la falta del apronte angustiado. Este
último conlleva la sobreinvestidura de los sistemas que reciben primero el
estímulo. Por esta investidura más baja, los sistemas no están en buena
situación para ligar los volúmenes de excitación sobrevinientes, y por eso
las consecuencias de la ruptura de la protección antiestímulo se producen
más
Teórico Psa

fácilmente. El apronte angustiado constituye la última trinchera de la


protección antiestímulo. Si en la neurosis traumática los sueños reconducen
al enfermo a la situación en que sufrió el accidente, es notorio que no están
al servicio del cumplimiento de deseo, cuya producción alucinatoria devino
la función de los sueños bajo el imperio del principio de placer. Pero se
supone que por esa vía contribuye a otra tarea que debe resolverse antes
de que el principio de placer pueda iniciar su imperio. Estos sueños buscan
recuperar el dominio sobre el estímulo por medio de un desarrollo de
angustia cuya omisión causo la neurosis traumática. Esta función del
aparato anímico es independiente de él y parece más originaria que el
propósito de ganar placer y evitar displacer.
Los sueños de angustia y los sueños punitorios no son excepciones a la tesis
de que el sueño es cumplimiento de deseo porque no hacen sino reemplazar
el cumplimiento de deseo prohibido por el castigo pertinente y, por ende,
son cumplimiento de deseo de la conciencia de culpa que reacciona frente a
la pulsión reprobada.
Los sueños de los neuróticos traumáticos y los que se presentan en el
psicoanálisis obedecen a la compulsión de repetición, que se apoya en el
deseo de convocar lo olvidado y reprimido.

Las neurosis de guerra pueden ser neurosis traumáticas facilitadas por un


conflicto en el yo. El hecho de que las posibilidades de contraer neurosis se
reducen cuando el trauma es acompañado por una herida física deja de ser
incomprensible si se toman en cuenta dos constelaciones que la
investigación Psa ha puesto de relieve: (1) que la conmoción mecánica debe
admitirse como una de las fuentes de la excitación sexual y (2) que el
estado patológico de fiebre y dolores ejerce, un poderoso influjo sobre la
distribución de la libido. La violencia mecánica del trauma liberaría el
quantum de excitación sexual, cuya acción traumática es debida a la falta
de apronte angustiado; y, por otra parte, la herida física simultánea ligaría
el exceso de excitación al reclamar una sobreinvestidura narcisista del
órgano doliente.

Perturbaciones graves en la distribución libidinal son canceladas


temporariamente por una enfermedad orgánica intercurrente.

Capítulo 5
La falta de la protección antiestímulo tiene como consecuencia que las
transferencias de estímulos adquieran la mayor importancia económica y
den lugar a perturbaciones económicas equiparables a las neurosis
traumáticas.
Las fuentes más eficaces de esa excitación interna son las pulsiones del
organismo
Teórico Psa

Las mociones que parten de las pulsiones no obedecen al tipo de proceso


ligado sino al libremente móvil que esfuerza para la descarga (proceso
psíquico primario)
La tarea de los estratos superiores del aparato anímico es ligar esa
excitación de las pulsiones que entra en el proceso primario. El fracaso de la
ligadura provoca una perturbación análoga a la neurosis traumática. Solo
después de una ligadura puede establecerse el imperio irrestricto del
principio de placer y de su modificación en el PR.

Las exteriorizaciones de una compulsión de repetición en las actividades de


la vida anímica infantil, así como en las vivencias de la cura Psa, muestran
un carácter pulsional. En el caso del juego infantil el niño repite la vivencia
displacentera porque mediante su actividad consigue un dominio sobre la
impresión intensa mucho más radical que el que era posible en el vivenciar
meramente pasivo. Cada nueva repetición parece perfeccionar ese dominio,
el niño exige la identidad de la impresión. Es notorio que la repetición, el
reencuentro de la identidad, constituye por sí misma una fuente de placer.
En el analizado su compulsión a repetir en la trasferencia los episodios del
periodo infantil se sitúa más allá del principio de placer. El enfermo se
comporta de una manera completamente infantil, y así enseña que las
huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias del tiempo primordial no
subsisten en su interior en el estado ligado, y no son susceptibles del
proceso secundario. Esta condición de no ligadas es la que le permite
formar, adhiriéndose a los restos diurnos, una fantasía de deseo que tiene
figuración en el sueño.
Relación de lo pulsional con la compulsión de repetición: una pulsión es un
esfuerzo de reproducción de un estado anterior que debió resignar bajo el
influjo de fuerzas perturbadoras externas, la exteriorización de la inercia en
la vida cotidiana.

Si todas las pulsiones orgánicas son conservadoras, adquiridas


históricamente y dirigidas a la regresión, al restablecimiento de lo anterior,
los éxitos del desarrollo orgánico se cuentan entre influjos externos,
perturbadores y desviantes. Estas pulsiones recogen las variaciones
impuestas en su curso y las preservan en la repetición mostrando la
impresión de que aspiran al cambio cuando en verdad no lo hacen.
La meta de la vida es la muerte, todo lo vivo regresa a la muerte por razones
internas. Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. En algún momento se
suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida. La tensión
generada en el material inanimado pugnó por nivelarse y así nació la primera
pulsión, la de regresar a lo inanimado. En esa época, a la sustancia viva le
resultaba fácil morir. La sustancia viva fue recreada siempre de nuevo y murió
con facilidad hasta que influjos externos se alteraron y forzaron a la sustancia a
desviarse cada vez mas de su camino vital originario y a dar unos rodeos más y
más complicados, antes de alcanzar la meta de la
Teórico Psa

muerte. Estos rodeos para llegar a la muerte son retenidos en por las pulsiones
conservadores. Tras los fenómenos vitales se encuentras grupos de pulsiones:
las pulsiones de autoconservación están en oposición con el presupuesto de
que la vida pulsional sirve para provocar la muerte. Así la importancia teórica
de las PA de poder y de ser reconocido, cae por tierra, son pulsiones parciales,
destinadas a asegurar el camino hacia la muerte y a alejar otras posibilidades
de regreso a lo inorgánico que no sean las inmanentes. El organismo sólo quiere
morir a su manera.

Surge la paradoja de que el organismo vivo lucha con mucha energía contra
influencias que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital de manera rápida.
Sin embargo, esta es la conducta es característica de lo pulsional a
diferencia de lo inteligente.

No todos los organismos están expuestos a la compulsión externa que los


empuja a un desarrollo cada vez más avanzado y no todos los elementos que
integran un organismo complejo acompañan el camino hacia la muerte. Algunos
de ellos conservan la estructura originaria de la sustancia viva y luego de un
tiempo se sueltan del organismo cargados con todas las disposiciones
pulsionales heredadas y las recién adquiridas. Las pulsiones que vigilan los
destinos de estos organismos elementales cuidan por su colocación segura
mientras se encuentran indefensos frente a los estímulos del mundo exterior, y
provocan su encuentro con las otras células germinales, constituyendo el grupo
de las pulsiones sexuales. Son conservadores en cuanto espejan estados
anteriores de la sustancia viva, pero lo son en mayor medida porque resultan
resistentes a injerencias externas y porque conservan la vida por lapsos más
largos. Estas son las genuinas pulsiones de vida porque van en contra del
propósito de las otras pulsiones. Hay como un ritmo titubeante en la vida de los
organismos; uno de esos grupos pulsionales se lanza hacia adelante, para
alcanzar lo más rápido posible la meta final de la vida; el otro se lanza hacia
atrás para volver a retomarlo desde cierto punto y así prolongan la duración del
trayecto.

La pulsión reprimida nunca deja de aspirar a su satisfacción plena


consistente en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción. Todas
las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son
insuficientes para cancelar la tensión. La diferencia entre el placer de
satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante, que no
admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que anima,
indomeñado, siempre hacia adelante.
El camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena es obstruido por las
resistencias por las cuales las represiones se mantienen en pie; y entonces
no queda más que avanzar por la otra dirección del desarrollo sin
perspectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la meta.
Se establece así una oposición tajante entre las pulsiones yoicas y las
pulsiones sexuales
Teórico Psa

Capítulo 6

Las pulsiones yoicas tienen el carácter regrediente que correspondería la


compulsión de repetición. Estas quieren restablecer la condición de
inanimado. En cambio, las PS reproducen estados primitivos del ser vivo,
pero la meta que deben alcanzar es la fusión de dos células

La unión de muchas células es un medio para prolongar la vida. Las PV o


sexuales son las que toman a las otras células neutralizando en parte sus
pulsiones de muerte. Las células germinales se comportan de manera
narcisista y guardan su libido como una reserva para su posterior función.
La libido de las PS coincide con el Eros de los poetas que cohesiona todo lo
viviente.

Al comienzo del Psa, el análisis de las neurosis de transferencia establece


una oposición entre pulsiones sexuales dirigidas al objeto y las pulsiones
yoicas que sirven a la autoconservación del individuo. Luego, al ver que la
libido era quitada del objeto y dirigida al yo se concluyó que este era el
reservorio de la libido y que desde ahí se extendía al objeto. El yo pasa a
formar paso de los objetos sexuales. Cuando la libido quedaba en el yo se
llamaba narcisista. La oposición entre PY y PS se vuelve insuficiente, en el
interior del yo también actuaban pulsiones sexuales.

Se reconoce que hay un componente sádico en la pulsión sexual que puede


volverse autónomo y gobernar como una perversión, la aspiración sexual
integra de la persona. Se destaca como una pulsión parcial dominante de la
organización pregenital. En el estadio de organización oral, el
apoderamiento amoroso coincide con el aniquilamiento del objeto, luego la
pulsión sádica se separa y cobra la función de dominar al objeto sexual. El
sadismo esforzado a salir del yo enseña el camino a los componentes
libidinosos de la pulsión sexual que se esfuerzan en dar caza al objeto. Se
establece de esta manera la ambivalencia de amor-odio de la vida amorosa.

Observaciones clínicas impusieron una concepción: el masoquismo, la


pulsión parcial complementaria de sadismo debe entenderse como una
reversión del sadismo hacia el yo propio. Una vuelta de la pulsión desde el
objeto hacia el yo es la vuelta desde el yo hacia el objeto. El masoquismo, la
vuelta hacia el yo propio es un retroceso a una anterior.
Con la tesis de la libido narcisista y la extensión del concepto a la célula
individual, las pulsiones sexuales aparecen como la parte de Eros vuelta hacia
el objeto. Este Eros actúa desde el comienzo de la vida y como pulsión entra en
oposición con la pulsión de muerte. Las pulsiones yoicas tienen una parte
libidinosa y toman como objeto al yo propio. La oposición entre pulsiones yoicas
y pulsiones sexuales se convierte así en la que media entre pulsiones yoicas y
pulsiones de objeto, ambas de naturaleza libidinosa. Pero en su lugar surgió una
nueva oposición entre pulsiones
Teórico Psa

libidinosas (yoicas y de objeto) y otras que están en el interior del yo, las
pulsiones de destrucción.
La oposición es entre las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte.

Capítulo 7

No sorprende que haya procesos que sean independientes del PP por el


descubrimiento de las pulsiones de muerte.

Una de las más tempranas funciones del aparato anímico es la de ligar las
mociones pulsionales que le llegan, sustituir el proceso primario por el
proceso secundario, trasmudar su energía de investidura libre en
investidura quieta. La trasposición acontece al servicio del PP, la ligazón es
un acto preparatorio que introduce y asegura el imperio del PP. Este
principio está al servicio de hacer que el aparato anímico quede exento de
excitación, o la de mantener constante, o en el nivel mínimo posible, el
monto de excitación. La ligazón de la moción pulsional sería una función
preparatoria destinada a acomodar la excitación para luego tramitarla
definitivamente en el placer de descarga. Los procesos no ligados
(primarios) provocan sensaciones más intensas que los ligados. Y como los
procesos primarios son los más tempranos si el PP no actuase ya en ellos,
nunca habría podido instaurase para los posteriores. El afán de placer se
exterioriza al comienzo de la vida anímica con mayor intensidad, pero no
tan irrestrictamente, se ve forzado a admitir frecuentes rupturas. En
periodos posteriores el PP está más asegurado. Aquello que en el proceso
excitatorio hace nacer las sensaciones de placer y displacer tiene que estar
presente en el proceso secundario lo mismo que en el primario.

La conciencia trasmite desde adentro no sólo las sensaciones de placer y


displacer, sino también las de unas sensaciones de tensión que su vez, puede
ser placentera o displacentera. El PP parece estar directamente al servicio de
las pulsiones se muerte. También cuida los estímulos externos, considerados
como peligro por las dos clases de pulsiones, pero muy en particular con
relación a los incrementos de estímulo procedentes de adentro, que apuntan a
dificultar la tarea de vivir.
Teórico Psa

EL YO Y EL ELLO (1923)

IV. Las dos clases de pulsiones

El yo está sometido a la acción eficaz de las pulsiones al igual que el ello,


del que no es más que un sector modificado.

Se distinguen dos variedades de pulsiones: las pulsiones sexuales o Eros y


las pulsiones de muerte. Comprende la pulsión sexual no inhibida, genuina,
y las mociones pulsionales sublimadas y de meta inhibida, derivadas de
aquella, también las pulsiones de autoconservación, que se atribuyen al yo.
En cuanto a la segunda clase de pulsiones, llegamos a ver en el sadismo un
representante de ella. Suponemos una pulsión de muerte, encargada de
reconducir al ser vivo orgánico al estado inerte, mientras que Eros persigue
la meta de complicar la vida mediante la síntesis, de la sustancia viva
dispersada en partículas, para conservarla. Ambas pulsiones se comportan
de una manera conservadora porque aspiran a restablecer un estado
perturbado por la génesis de la vida. Y la vida misma es un compromiso
entre las dos aspiraciones. Las pulsiones de estas dos clases se
entremezclan.

En los componentes sádicos de la pulsión sexual, estaríamos frente a un


ejemplo de mezcla de pulsiones al servicio de un fin; y en el sadismo
devenido autónomo, como perversión, el modelo de una desmezcla. La
pulsión de destrucción es sincronizada según reglas a los fines de la
descarga, al servicio de Eros.

La esencia de la regresión libidinal estriba en la desmezcla de pulsiones, así


como el progreso desde las fases anteriores a la genital definitiva tiene por
condición un suplemento de componentes eróticos. La ambivalencia de la
neurosis es una mezcla pulsional no consumada.

En la vida anímica hay una energía desplazable que puede agregarse a una
moción erótica o destructiva cualitativamente diferenciadas y aumentar su
investidura. La energía activa tanto el yo como el ello, proviene del acopio
libidinal narcisista y es, por lo tanto, Eros desexualizado. Las pulsiones
eróticas nos parecen más plásticas, desviables y desplazables que las
pulsiones de destrucción. Esta libido desplazada trabaja al servicio del PP a
fin de evitar estasis y facilitar descarga. Es indiferente el camino de la
descarga siempre y cuando suceda, este rasgo es característico de los
procesos de investidura en el ello. Se lo encuentra cuando en las
investiduras eróticas cuando se desarrolla una indiferencia en relación con el
objeto y en el análisis a raíz de las transferencias.
Teórico Psa

Si esta energía de desplazamiento es libido desexualizada, es licito llamarla


sublimada, pues seguirá perseverando en el propósito principal de Eros, el
de unir y ligar, en la medida que sirve a aquella unicidad por la cual el yo se
distingue.

La posibilidad de que la sublimación se produce regularmente por la


mediación del yo. El yo tramita las primeras investiduras del objeto del ello
acogiendo su libido en ele yo y ligándola a la alteración del yo producida por
identificación. Esta trasposición de libido erótica en libido yoica conlleva una
desexualización. Al apoderarse así de la libido de las investiduras de objeto,
al arrogarse la condición de único objeto de amor, desexualizado o
sublimado la libido de ello, trabaja en contra de los propósitos de Eros, se
pone al servicio de las mociones pulsionales de muerte. En cambio, tiene
que dar su consentimiento a otra parte de las investiduras de objeto del
ello, acompañarlas.

Al principio toda la libido se encuentra en el ello, el yo todavía no está


formado, es endeble. El ello envía una parte de esta libido a investiduras
eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido quiere apoderarse de
esta libido de objeto e imponerse al ello como objeto de amor. Por lo tanto,
el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.

El ello guiado por el PP se defiende de esas necesidades pulsionales por


diversos caminos. En primer lugar, cediendo con rapidez a los reclamos de
la libido no desexualizada, pugnando por la satisfacción de las aspiraciones
directamente sexuales. En segundo lugar, el yo alivia al ello el trabajo de
apoderamiento sublimando sectores de la libido para si y para sus fines.

V. Los vasallajes del yo

El yo se forma desde identificaciones que toman el relevo de investidura del


ello. Las primeras de las identificaciones se comportan como una instancia
particular dentro del yo, se contraponen al yo como SY, en tanto que el yo
fortalecido más tarde ofrezca resistencia a los influjos de la identificación. El
SY tiene un doble origen: es la identificación inicial que ocurrió cuando el yo
era endeble y es el heredero del complejo de Edipo. Conserva a lo largo de
la vida el carácter de proveniente del complejo paterno: la facultad de
contraponerse al yo y dominarlo. Es el monumento recordatorio de la
endeblez y dependencia en que el yo se encontraba en el pasado y
mantiene su imperio aun en el yo maduro. Como el niño esta compelido a
obedecer a sus padres, el yo se somete al imperativo categórico del SY.
Teórico Psa

Descender de las primeras investiduras de objeto del ello, y por lo tanto del
complejo de Edipo, significa para el SY algo más todavía. Lo pone en
relación con las adquisiciones filogenéticas del ello y lo convierte en
reencarnación de anteriores formaciones yoicas, que han dejado sus
sedimentos en el ello. Por eso el SY mantiene duradera afinidad con el ello,
y puede subrogarlo frente al yo. Se sumerge en el ello, por lo que está más
distanciado de la CC que el yo.

Hay personas que, si uno le da esperanzas y les muestra contento por la


marcha del tratamiento, parecen insatisfechas y su estado empeora. Toda
mejoría o suspensión temporal de los síntomas, provoca un refuerzo
momentáneo de su padecer. Presentan reacción terapéutica negativa.

La inminencia de la curación es temida como un peligro. En estas personas


no prevalece la voluntad de curación sino la necesidad de estar enfermas.
La fijación a las formas de la ganancia de la enfermedad persistirá en la
mayoría de los casos. Este obstáculo para el restablecimiento de la cura
demuestra ser más poderoso que la inaccesibilidad narcisista, la actitud
negativa frente al médico y el aferramiento a la ganancia de la enfermedad.
Se trata de un factor moral, de un sentimiento de culpa que halla su
satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer.
El sentimiento de culpa es mudo para el enfermo, no le dice que es
culpable, él no se siente culpable, sino enfermo. Solo se exterioriza en una
resistencia a la curación difícil de reducir. Es difícil convencerlo, él dice que
la cura analítica no es el medio correcto para sanarlo.
El analista no puede hacer nada directamente contra el sentimiento
inconsciente de culpa. Indirectamente solo puede ir descubriendo poco a
poco los fundamentos reprimidos inconscientemente, con lo cual va
mudándose en un sentimiento consciente de culpa. Tiene una chance de
influir sobre el cuándo el sentimiento es prestado, es decir cuando es el
resultado de una identificación con otra persona que antes fue objeto de
investidura erótica. Si se descubre esa investidura antigua la tarea
terapéutica se soluciona.
El sentimiento de culpa (conciencia moral) descansa en la tensión entre el
yo y el ideal del yo., es la expresión de una condena del yo por su instancia
critica.
En dos afecciones, la NO y la melancolía, el sentimiento de culpa es
consciente de manera hiperintensa, el ideal del yo muestra severidad y se
abate contra el yo con furia cruel.
En la NO, el sentimiento de culpa es hiperexpreso, pero no puede justificarse
ante el yo por eso el yo del enfermo se revuelve contra la imputación de
culpabilidad. El análisis muestra que el SY está influido por procesos de los
que el yo no se percató. Los impulsos reprimidos que son el fundamento del
sentimiento de culpa son efectivo y operantes. En este caso, el SY ha sabido
más que el yo acerca del ello ICC.
Teórico Psa

En el caso de la melancolía, es más fuerte la impresión de que el SY arrastro


hacia si la CC. Pero el yo no interpone ningún veto, se confiesa culpable y se
somete al castigo. En la NO se trata de mociones repelentes que se
permanecen fuera del yo, en la melancolía, el objeto a quien se dirige la ira
del SY, fue acogido en el yo por identificación.
En la histeria, el yo histérico se defiende de la percepción penosa con la que
lo amenaza la crítica de su SY de la misma manera como se defendería de
una investidura de objeto insoportable: mediante un acto de represión. El yo
sólo consigue mantener lejos el material a que se refiere el sentimiento de
culpa mediante la represión.
Gran parte del sentimiento de culpa tiene que ser normalmente ICC porque
la génesis de la CC moral se enlaza de manera intima con el complejo de
Edipo que permanece ICC.

El SY es una parte del yo y permanece accesible a la CC desde esas


representaciones-palabra (conceptos, abstracciones) pero la energía de
investidura de estas representaciones la aportan las fuentes del ello.
En la melancolía, el componente destructivo se deposita en el SY y se
vuelve hacia el yo. Lo que ahora gobierna en el SY es como un cultivo puro
de la pulsión de muerte, que a menudo logra empujar al yo a la muerte
cuando el yo no pudo defenderse del SY mediante la manía.
El neurótico obsesivo es como inmune al peligro de suicidio, nunca llega a
matarse. La conservación del objeto es lo que garantiza la seguridad del yo.
Una regresión a la organización pregenital hace posible que los impulsos de
amor se traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto. La pulsión de
destrucción queda liberada y quiere aniquilar al objeto, o al menos hace
como si tuviera ese propósito. El yo no acoge esas tendencias, se revuelve
contra ellas con formaciones reactivas y medidas precautorias, permanecen
en el ello. Pero el SY se comporta como si el yo fuera responsable de ellas, y
al mismo tiempo muestra, por la seriedad con que persigue a esos
propósitos aniquiladores, que no se trata de una apariencia provocada por la
regresión, sino de una efectiva sustitución de amor por odio. El yo se
defiende en vano de las insinuaciones del ello asesino y de los reproches de
la CC moral castigadora. consigue inhibir algunas acciones de ambos: el
resultado es un automartirio interminable y una martirización sistemática
del objeto.

Las peligrosas pulsiones de muerte son tratadas de diversa manera en el


individuo: en parte se las torna inofensivas por mezclas con componentes
eróticos, en parte se desvían hacia afuera como agresión, pero en buena
parte prosiguen su trabajo interior sin ser obstaculizadas. ¿Como es que en
la melancolía el SY puede convertirse en una suerte de cultivo de las PM? El
ello es totalmente amoral, el yo se empeña por ser moral, y el SY puede ser
hipermoral y, entonces, volverse tan cruel como puede ser el ello. Cuanto
más el ser humano limite su agresión hacia
Teórico Psa

afuera más severo y más agresivo se torna en su ideal del yo. Es como un
descentramiento, una vuelta hacia el propio yo. La moral normal, ordinaria,
tiene el carácter de dura restricción, de prohibición cruel. Y de ahí proviene,
la concepción de un ser superior inexorable en el castigo.

El SY se ha engendrado por una identificación con el arquetipo paterno.


Cualquier identificación de esta índole tiene el carácter de una
desexualización, o de una sublimación. Parece que a raíz de la trasposición
se produce también una desmezcla de pulsiones. Tras la sublimación, el
componente erótico ya no tiene más la fuerza para ligar toda la destrucción
aleada con él, y esta se libera como inclinación de agresión y destrucción.
De esta desmezcla es de donde el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel del
imperioso deber-ser.
En la neurosis obsesiva, la desmezcla de amor en agresión es la
consecuencia de una regresión consumada en el ello, no de una operación
del yo. Este proceso desborda desde el ello sobre el SY que acrecienta su
severidad contra el yo inocente. Pero el yo (tanto en NO y melancolía) que
ha dominado a la libido mediante identificación, sufrirá a cambio, de parte
de SY, el castigo por medio de la agresión entreverada con la libido.

El yo se ve en su potencia y su endeblez. Se le confiaron funciones


importantes: por el nexo con el sistema percepción establece el
ordenamiento temporal de los procesos anímicos y los somete al examen de
la realidad. El yo se enriquece a raíz de todas las experiencias de vida que le
vienen de afuera, pero el ello es su otro mundo exterior, que él procura
someter. Sustrae libido al ello, transforma las investiduras de objeto del ello
en conformaciones del yo. Con ayuda del SY se nutre de las experiencias de
la prehistoria almacenada en el ello.

Hay dos caminos por los cuales el contenido del ello puede penetrar en el
yo. Uno es directo, el otro pasa a través del ideal del yo.

El yo se desarrolla desde la percepción de las pulsiones hacia su gobierno


sobre estas, desde la obediencia a las pulsiones hasta su inhibición en esta
operación participa intensamente el ideal del yo, siendo una formación
reactiva contra los procesos pulsionales del ello. El Psa es un instrumento
destinado a posibilitar al yo la conquista progresiva del ello.
El yo también se ve como una pobre cosa sometida a tres servidumbres y, en
consecuencia, sufre las amenazas de tres clases de peligros: de parte de su
mundo exterior, de la libido del ello y de la severidad del SY. Tres variedades de
angustia corresponden a estos tres peligros. El yo quiere mediar entre el mundo
y el ello, quiere hacer que el ello obedezca al mundo y hacer que el mundo
haga justicia al deseo del ello. Se recomienda al ello como objeto libidinal y
quiere exigir sobre si la libido del ello. Recubre sus órdenes ICC con su
racionalización Precc, simula la obediencia del
Teórico Psa

ello a las reprimendas de la realidad, disimula los conflictos del ello con la
realidad, y si es posible también con los conflictos con el SY.

El yo no se mantiene neutral entre las dos variedades de pulsiones.


Mediante el trabajo de identificación y sublimación presta auxilio a las
pulsiones de muerte para dominar a la libido, pero así cae bajo el peligro de
devenir objeto de las pulsiones de muerte y de sucumbir él mismo. Para
prestar este auxilio, el mismo tuvo que llenarse con libido, y por esta vía
deviene subrogado de Eros y ahora quiere vivir y ser amado. Pero como su
trabajo de sublimación tiene por consecuencia una desmezcla de pulsiones
y una liberación de las pulsiones de agresión dentro del SY, su lucha contra
la libido se expone al peligro del maltrato y de la muerte. Si el yo padece o
sucumbe bajo la agresión del SY, su destino es similar al de los protistas,
que perecen por los productos catabólicos que ellos mismos crearon.

El yo es el genuino almacigo de la angustia. Amenazado por las tres clases de


peligro, desarrolla el reflejo de huida retirando su propia investidura de la
percepción amenazadora, o del proceso del ello estimado amenazador, y
emitiendo la investidura como angustia. Esta reacción primitiva es relevada
más tarde por la ejecución de investidura protectora (mecanismo de las fobias).

¿Que se oculta tras la angustia del yo frente al SY? Del ser superior que
devino ideal del yo pendió una vez la amenaza de castración, y esta
angustia de castración es probablemente el núcleo en torno del cual se
depositó la posterior angustia de la cc moral; ella es la que se continua
como angustia de la CC moral.

La angustia frente a la muerte plantea un problema al Psa ya que muerte es un


concepto abstracto de contenido negativo para el cual no hay ningún correlato
ICC. La angustia de muerte se juega entre el yo y el SY. La angustia de muerte
de la melancolía tiene como explicación que el yo se resigna a sí mismo, se
siente odiado y perseguido por el SY. Vivir tiene para el yo, el mismo significado
que ser amado por el SY, que también se presenta como subrogado del ello. El
SY subroga la función protectora y salvadora que al comienzo recayó en el
padre, la providencia o el destino. El yo se ve abandonado por todos los poderes
protectores y se deja morir. Esta situación sigue siendo la misma que estuvo en
la base del primer gran estado de angustia del nacimiento y de la angustia
infantil de añoranza: la separación de la madre protectora.
Según esto, la angustia de muerte puede ser concebida como un
procesamiento de la angustia de castración.

El ello no tiene ningún medio para testimoniar amor u odio al yo. Eros y
pulsión de muerte luchan en el ello.
Teórico Psa

INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA (1925)

Capítulo 1
Síntoma e inhibición: no crecen el mismo suelo
Inhibición

tiene un nexo particular con la función y no necesariamente designa algo


patológico: se puede dar ese nombre a una limitación normal de una
función. está presente una simple rebaja de la función
Síntoma
equivale a indicio de un proceso patológico.
se trata de una variación inusual de la función o de una nueva operación.
una inhibición puede ser un síntoma

indaga las diferentes funciones del yo para averiguar las formas en que se
exterioriza su perturbación debido a cada una de las afecciones neuróticas.
1)La función sexual

sufre diversas perturbaciones, la mayoría presenta el carácter de


inhibiciones simples: impotencia psíquica
El logro de la operación sexual normal presupone un decurso complicado, y
la perturbación puede intervenir en cualquier punto
nexo entre la inhibición y la angustia.

Muchas inhibiciones son una renuncia la función porque debido a su


ejercicio se desarrollaría angustia.
En la mujer es frecuente una angustia frente a la función sexual y se incluye
en la histeria. Lo mismo sucede con el síntoma defensivo del asco
Se emplean muy diversos procedimientos para perturbar la función:
a. el mero extrañamiento de la libido que parece producir a lo sumo una
inhibición pura
b. su obstaculización mediante condiciones particulares y su
modificación por desvío hacia otras metas
c. su prevención por medidas de aseguramiento

d. su interrupción mediante un desarrollo de angustia toda vez que no


se pudo impedir su planteo
e. una reacción con posterioridad que protesta contra ella y quiere
deshacer lo acontecido cuando la función se ejecutó a pesar de todo.
2)alimentación
Teórico Psa

La perturbación más frecuente de la función nutricia es el displacer frente al


alimento por quite de la libido.
el síntoma del vomito es una defensa histérica frente al acto de comer
conocemos.

El rehusamiento de la comida consecuencia de angustia es propio de


algunos estados psicóticos. 3)La locomoción
se inhibe en muchos estados neuróticos por un displacer y una flojera en la
marcha
en la histeria se produce una paralización del aparato de movimiento o le
produce una
cancelación especializada de esa sola función
4) el trabajo profesional

La inhibición se ve en un placer disminuido, torpeza en la ejecución o


manifestaciones reactivas como fatiga cuando se es compelido a proseguir
el trabajo.
La histeria fuerza la interrupción del trabajo produciendo parálisis de órgano
y funcionales, cuya presencia es inconciliable con la ejecución de aquel.
La neurosis obsesiva lo perturba el trabajo mediante una distracción
continua y la pérdida de tiempo que supone las demoras y repeticiones
interpoladas
La inhibición expresa una limitación funcional del yo y puede
tener múltiples causas El yo renuncia a la función para evitar
conflictos con el ello
Cuando se padece de inhibiciones neuróticas para tocar el piano, escribir o
caminar, la causa es una erotización hiperintensa de los órganos requeridos
para esas funciones
La función yoica de un órgano se deteriora cuando aumenta su significación
sexual
El yo renuncia a las funciones que competen para no realizar una nueva
represión y evitar así un conflicto con el ello.
El yo renuncia a la función para evitar conflictos con el superyó

Otras inhibiciones se producen al servicio de la autopunición: el yo no tiene


permitido hacer esas cosas porque le proporcionarían el provecho y éxito
que le negó el superyó Las inhibiciones más generales del yo obedecen a
otro mecanismo
Si el yo es requerido por una tarea gravosa se empobrece en su energía y se
ve obligado a limitar el gasto de energía de manera simultánea en otros
sitios
las inhibiciones son limitaciones de las funciones yoicas, sea por precaución
o a consecuencia de un empobrecimiento de energía.
la diferencia entre la inhibición y el síntoma
no puede describirse como un proceso que suceda dentro del yo o que le
suceda al yo.

Capítulo 2
Teórico Psa

Síntoma
● indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada
● resultado del proceso represivo.

La represión parte del yo, quien, por encargo del superyó, no quiere acatar
una investidura pulsional incitada en el ello.
Mediante la represión, el yo coarta el devenir consciente de la
representación que portaba la moción desagradable. Y se conserva como
formación inconsciente.
Cuál es el destino de la moción pulsional que se activa en el ello y tiene como
meta la satisfacción
Respuesta indirecta: por la represión el placer de satisfacción se muda en
displacer
Como una satisfacción pulsional tiene por resultado un displacer

Como consecuencia de la represión, el decurso excitatorio intentado en el


ello no se produce, el yo consigue inhibirlo o desviarlo. Con esto se disipa el
enigma de la mudanza de afecto a raíz de la represión.
El yo tiene influencia sobre los procesos del ello como consecuencia de los
vínculos íntimos con el sistema percepción. Estos constituyen su esencia y
son el fundamento de su diferenciación del ello.
La función de este sistema P-Cc se conecta con la conciencia: recibe
excitaciones del exterior y del interior y por medio de las sensaciones de
placer y displacer intenta guiar todos los decursos del acontecer anímico en
el sentido del principio de placer.
Se tiende a representar al yo como impotente frente al ello, pero cuando se
resuelve contra un proceso pulsional del ello, no le hace falta más que
emitir una señal de displacer para alcanzar su propósito con ayuda la
instancia caso omnipotente del principio de placer. Analogía del Estado
En un Estado cierta camarilla se defiende de una medida cuya adopción
responde a las inclinaciones de la masa
La minoría se apodera de la prensa y trabaja sobre la opinión pública hasta
que se intercepte la decisión planeada.
De donde proviene la energía que se emplea para producir la señal de
displacer

Frente a un proceso indeseado del interior la defensa sigue actúa como si


fuera un estímulo exterior: el yo emprende el mismo camino para
preservarse tanto del peligro interior como del exterior.
Por un peligro externo, se inicia un intento de huida: 1) quita la investidura a
la percepción de lo peligroso; 2) discierne que el medio más eficaz es
realizar acciones musculares que vuelvan imposible a percepción del
peligro: se sustrae del campo de acción del peligro. La represión equivale a
ese intento de huida.
Teórico Psa

El yo quita la investidura (precc) de la agencia representante de pulsión que


se quiere reprimir y la emplea para el desprendimiento de displacer
(angustia) El yo es el genuino almacigo de la angustia
Rechaza: la energía de investidura de la moción reprimida se muda
automáticamente en angustia. ¿Como es posible que el retiro de la
investidura produzca angustia cuando esta solo era consecuencia de una
investidura acrecentada?
No tiene explicación económica: la angustia no se produce por la represión
como algo nuevo, sino que es reproducida como estado afectivo siguiendo
una imagen mnémica preexistente. Origen de la angustia
Los estados afectivos son como unas sedimentaciones de viejas vivencias
traumáticas y se despiertan en situaciones parecidas como símbolos
mnémicos
El acto del nacimiento es la primera vivencia individual de angustia
No todo estallido de angustia es una reproducción de la situación del
nacimiento.

En otros escritos afirma que la mayoría de las represiones en el trabajo


terapéutico son casos de esfuerzo de dar caza. Presuponen represiones
primordiales producidas con anterioridad, y que ejercen su influjo de
atracción sobre la situación reciente. Es poco lo que se sabe acerca de esos
trasfondos y grados previos de la represión.

Se corre el peligro de sobrestimar el papel del superyó en la represión: no es


posible decidir si la emergencia del superyó crea el deslinde entre esfuerzo
primordial de desalojo y esfuerzo de dar caza

Los primeros estallidos de angustia se producen se producen antes de la


diferenciación del superyó. Factores cuantitativos como la intensidad
hipertrófica de la excitación y la ruptura de la protección anti estímulo
constituyen las ocasiones inmediatas de las represiones primordiales.

Las represiones surgen en dos situaciones: 1) cuando una percepción


externa evoca una moción pulsional desagradable, y 2) cuando esta surge
en lo interior sin mediar una provocación así. Hay protección anti estímulo
solo frente a estímulos externos, no frente a exigencias pulsionales internas.
El síntoma se engendra a partir de la moción pulsional afectada por la
represión: cuando el yo logra sofocar la moción pulsional no nos enteramos
de nada de lo acontecido. Solo lo vemos por los casos donde la represión
fracasa
La moción pulsional encuentra un sustituto, pero mutilado, desplazado,
inhibido. El sujeto no lo reconoce como satisfacción.
Teórico Psa

Y si el sustituto se consuma, no se produce ninguna sensación de placer.


Pero esa consumación tiene el carácter de la compulsión.
en esta degradación a síntoma del decurso de la satisfacción, la represión
demuestra su poder también en otro punto: el proceso sustitutivo se
mantiene lejos de la descarga motora y si esto no se logra, se agota en la
alteración del cuerpo propio y no se le permite desbordar sobre el mundo
exterior: le está prohibido trasponerse en acción.
En la represión el yo trabaja bajo la influencia de la realidad externa y por
eso segrega de ella al síntoma
En la represión el yo afirma su poder en las siguientes direcciones: gobierna
el acceso a la conciencia y el paso a la acción sobre el mundo exteriores

Capítulo 3
Problema del yo: endeblez vs fuerza del yo respecto del ello
La aparente contradicción se debe a que se toman rígidamente unas
abstracciones y se destacan por separado lo que son un estado de cosas
complejo
La separación del yo respecto del ello está justificada por determinadas
constelaciones que se imponen.
El yo es idéntico al ello
es un sector del ello diferenciado en particular.
Conceptualmente:
La endeblez se hace manifiesta si se contrapone ese sector al todo o si se
produjo una bipartición entre ambos
La fortaleza se hace manifiesta si el yo permanece ligado con el ello

El nexo del yo con el superyó es parecido: en muchas situaciones se


confunden y la mayoría de las veces se puede distinguirlos cuando se ha
producido una tensión, un conflicto entre ambos. El yo es el sector
organizado del ello.
En el caso de la represión es claro el hecho de que el yo es una
organización, pero el ello no Situación inicial de la represión
la moción pulsional por reprimir permanece aislada.

La represión muestra la fortaleza del yo y al mismo tiempo atestigua su


impotencia y el carácter no influible de la moción pulsional singular del ello.
El proceso que por la presión devino síntoma afirma su existencia fuera de
la organización yoica y con independencia de ella. Todos sus retoños
también gozan del mismo privilegio de extraterritorialidad
Teórico Psa

cada vez que se encuentren por vía asociativa con sectores de la


organización yoica existe la posibilidad de atraigan a estos sectores y se
extiendan a expensas del yo con esa ganancia
síntoma como un cuerpo extraño
alimenta fenómenos de estímulo y de reacción dentro del tejido en que está
inserto.

La lucha defensiva contra la moción pulsional desagradable se termina a


veces mediante la formación de síntoma, es lo que ocurre sobre todo en la
conversión histérica.
Por regla general la trayectoria es otra: el primer acto de la represión sigue
un epilogo escénico prolongado o que no se termina nunca
la lucha contra la moción pulsional continua en la lucha contra el síntoma.

Esta lucha defensiva secundaria muestra dos rostros de expresión


contradictoria: 1) el yo es constreñido por su naturaleza a emprender algo
como intento de restablecimiento o de reconciliación.
El yo es una organización, se basa en el libre comercio y en la posibilidad de
influjo reciproco entre todos sus componentes, su energía desexualizada
revela su origen en su aspiración a la ligazón y la unificación, y esta
compulsión a la síntesis aumenta a medida que el yo se desarrolla más
vigoroso.
El yo intenta cancelar la ajenidad y el aislamiento del síntoma,
aprovechando toda oportunidad para ligarlo de algún modo a si e
incorporarlo a su organización.
Ejemplo: síntomas histéricos: un compromiso entre necesidad de
satisfacción y necesidad de castigo.
En cuanto cumplimiento de una exigencia del superyó, los síntomas
participan por principio del yo, mientras que por otra parte tiene la
significatividad de unas posiciones de lo reprimido y unos puntos de
intrusión de lo reprimido en la organización yoica, son fronterizos con
investidura mezclada.

Histeria: ventaja del síntoma


Luego, el yo se comporta como si estuviera guiado por el hecho de que el
síntoma está ahí y no puede eliminarse le saca ventaja a esta situación:
sobreviene una adaptación al fragmento del interior ajeno al yo y que está
representado por el síntoma
Puede ocurrir el síntoma estorbe la capacidad de rendimiento y permita
apaciguar una demanda del súper yo o rechazar una exigencia del mundo
exterior. El síntoma se fusiona cada vez más con el yo, se vuelve
indispensable para él.
Solo en casos muy raros el proceso físico de enquistamiento de un cuerpo
extraño repite algo semejante
NO y paranoia: síntoma como satisfacción
Teórico Psa

El síntoma en la NO y la paranoia cobran un valor importante para el yo: no


por ser una ventaja para el yo sino porque le ofrece una satisfacción
narcisista de la que estaba privado

La ganancia (secundaria) de la enfermedad en el caso de la Ns


Auxilia al yo que intenta incorporar el síntoma y refuerza la fijación del
síntoma.

Cuando intentamos asistir analíticamente al yo en su lucha contra el


síntoma, nos encontramos con que estas ligazones de reconciliación entre el
yo y el síntoma actúan para el bando de las resistencias.
Los dos procedimientos que el yo aplica contra el síntoma están en
contradicción reciproca: el otro procedimiento sigue la línea de la represión.
El yo está dispuesto a la paz: síntesis con el síntoma
La perturbación parte del síntoma porque es un sustituto de la moción
reprimida, que exige la satisfacción constantemente y lo constriñe al yo a
dar la señal de displacer y ponerse a la defensiva
La defensa secundaria contra el síntoma es variada, se despliega en
escenarios diferentes y utiliza varios medios

Capítulo 8

Angustia

algo sentido. La llamamos estado afectivo, aunque no sabemos que es un


afecto. Tiene un carácter displacentero, pero no todo displacer es angustia.
Las sensaciones como las tensiones, dolor, duelo tienen un carácter
displacentero, pero no son angustias por lo que la angustia tiene que tener
otras particularidades. El carácter displacentero de la angustia tiene algo en
especial.

Mediante el análisis del estado de angustia se pueden distinguir: 1) carácter


displacentero; 2) acciones de descarga; 3) percepciones de las acciones de
descarga.

Las acciones de descarga y las percepciones de estas brindan una


diferencia respecto de estados como el duelo y el dolor. Las
exteriorizaciones motrices no forman parte de estos estados, sino que son
consecuencias o reacciones frente a la totalidad. La angustia es un estado
displacentero particular con acciones de descarga que siguen determinadas
vías. Se cree que en la base de la angustia hay un incremento de la
excitación: 1) da lugar al carácter displacentero y 2) es aligerado mediante
las descargas. Esta explicación fisiológica no convence del todo. Se supone
que es un factor histórico el que liga las sensaciones e inervaciones de la
angustia:
Teórico Psa

El estado de angustia es la reproducción de una vivencia que reúne las


condiciones para un incremento del estímulo y para la descarga por
determinadas vías, debido a lo cual el displacer de la angustia recibe
también su carácter específico.

El nacimiento es la vivencia arquetípica y se inclina a ver en el estado de


angustia una reproducción del trauma del nacimiento.

Con esto no se le otorga a la angustia nada distintivo de los otros estados


afectivos.

Objeción

La angustia es una reacción probablemente inherente a todos los


organismos, pero solo los mamíferos vivencian el nacimiento y es dudoso
que en todos ellos tenga el valor de un trauma. Por lo tanto, existe angustia
sin el arquetipo del nacimiento. Esta objeción salta la frontera entre biología
y psicología.

No se sabe si en los seres vivos más inferiores, la angustia tiene el mismo


contenido de sensaciones e inervaciones que en el hombre. Nada de esto
impide que la angustia en el hombre tome como arquetipo al proceso de
nacimiento
La angustia se generó como reacción frente a un estado de peligro y se
reproducirá cuando se presente un estado semejante. Las inervaciones del
estado de angustia originario tuvieron sentido pleno y fueron adecuadas al
fin. Es probable que en el curso del nacimiento la inervación dirigida los
órganos de la respiración prepara la actividad de los pulmones y la
aceleración del ritmo cardiaco previniera el envenenamiento de la sangre.
Este acuerdo a fines falta en la reproducción posterior del estado de
angustia. Por lo que cuando un individuo cae en una nueva situación de
peligro puede ser inadecuado al fin que responda con el estado de angustia.
El carácter acorde a fines vuelve a resaltar cuando la situación de peligro se
discierne como inminente y es señalada mediante el estallido de angustia y
aparece como medidas más apropiadas. Se separan dos posibilidades de
emergencia de la angustia: (1) Desacorde con el fin, en una situación nueva
de peligro, (2) Acorde con el fin, para señalarlo y prevenirlo.

Casos de exteriorización infantil de angustia:

El niño solo, en la oscuridad y cuando halla a una persona ajena en lugar de


la que le es familiar (la madre).
Estos casos se reducen a una condición: se echa de menos a la persona amada.
La imagen mnémica de la persona añorada es investida intensivamente, y es
probable que al comienzo lo sea de manera alucinatoria. Pero esto no produce
resultado ninguno, y parece como si esta añoranza se trocara de pronto en
angustia. Se tiene la impresión de que esa angustia sería una expresión de
desconcierto, como si este ser no supiera que hacer con su investidura
añorante: la
Teórico Psa

angustia se presenta como una reacción frente a la ausencia de objeto. La


angustia de castración también tiene por contenido la separación respecto
de un objeto estimado en grado sumo, y la angustia más originaria (la
angustia primordial del nacimiento) se engendró a partir de la separación de
la madre. El niño añora la percepción de la madre porque sabe, por
experiencia, que ella satisface sus necesidades. La situación que valora
como peligro y de la cual quiere resguardarse es la de la insatisfacción, el
aumento de la tensión de necesidad, frente al cual es impotente. Estas
establecen para el lactante la analogía con la vivencia del nacimiento. El
niño no necesita guardar del nacimiento más que esa caracterización del
peligro

Con la experiencia de que un objeto exterior puede terminar la situación


peligrosa que recuerda al nacimiento, el contenido del peligro se desplaza:
va de la situación económica a la perdida de objeto (su condición). Esta
mudanza es un primer gran progreso en el logro de la autoconservación:
simultáneamente encierra el pasaje de la neoproducción involuntaria y
automática de la angustia a su reproducción deliberada como señal de
peligro. El lactante da la señal de angustia en cuanto se produce, inclusive
antes de que sobrevenga la situación económica temida. La angustia es el
producto del desvalimiento psíquico del lactante, que corresponde con su
desvalimiento biológico, tanto como fenómeno automático y como señal de
socorro.

En la vida intrauterina, la madre no es objeto: no existe objeto alguno.

La función de la angustia es la de ser una señal para la evitación de la


situación de peligro.

La angustia de castración que sobreviene en la fase fálica es una angustia


de separación y está ligada a la perdida de objeto. El peligro es la
separación de los genitales. La alta estima por el pene puede ser porque
este tiene la garantía para una reunión con la madre (con el sustituto de la
madre) en el coito. La privación de ese miembro equivale a una nueva
separación con la madre: implica quedar expuesto, desvalido, frente a una
tensión displacentera de la necesidad especializada. La angustia de
castración se desarrolla como angustia de la conciencia moral, como
angustia social.
El yo tiene como peligro la ira, el castigo del SY, la perdida de amor de parte
de él. La última mudanza de la angustia frente al SY es la angustia de
muerte (de supervivencia), frente a la proyección del SY en los poderes del
destino.
Teórico Psa

Teoría anterior
La investidura sustraída por la represión es la que se descarga como angustia.

La angustia se generaba de manera automática por un


proceso económico Teoría nueva
La angustia es una señal deliberada del yo que tiene el propósito de influir
sobre la instancia placer-displacer

Tesis anterior
El yo es el genuino almacigo de la angustia.
Se sostiene: No hay motivos para atribuirle al SY una exteriorización de la
angustia.

Angustia del ello: La angustia es un estado afectivo que solo puede ser
registrado por el yo.

El ello no puede tener angustia como el yo: no es una organización, no


puede apreciar situaciones de peligro.
Es frecuente que en el ello se prepare o se consumen procesos que den al
yo ocasión para desarrollar angustia. Las represiones más tempranas y la
mayoría de las posteriores son motivadas por esa angustia del yo frente a
procesos singulares sobrevenidos en el ello. Se distinguen dos casos:
1)que en el ello suceda algo que active a una de las situaciones de peligro
para el yo y lo mueva a dar la señal de angustia para de inhibirlo Obedece a
una de las condiciones de angustia que derivan después de la situación
originaria. Característico de las psiconeurosis.

2) que en el ello se produzca la situación análoga al trauma del


nacimiento, en que la reacción de angustia sobreviene de manera
automática. Corresponde a la situación de peligro primera y originaria. Se
realiza en la etiología de las neurosis actuales.

En el terreno de las Ns Actuales se desarrollan fácilmente psiconeurosis: el


yo intenta ahorrarse la angustia que aprendió a mantener en suspenso por
un lapso y a ligarla por la formación de síntoma.
El peligro del desvalimiento psíquico se adecua al periodo de la inmadurez
del yo, así como el peligro de la perdida de objeto se adecua a la falta de
autonomía de los primeros años de la niñez, el peligro de castración a la
fase fálica, y la angustia frente al superyó al periodo de latencia. Todas
estas situaciones de peligro y condiciones de angustia pueden convivir lado
a lado, y mover al yo a cierta reacción de angustia incluso en épocas
posteriores a las que habría sido adecuada, o varias de ellas pueden ejercer
simultáneamente una acción eficaz

En la niña:
Teórico Psa

La angustia de castración es el único motor de los procesos defensivos que


llevan a la neurosis. El desarrollo de la niña es guiado por el complejo de
castración hasta la investidura tierna de objeto. La situación de peligro de la
perdida de objeto sigue siendo eficaz. La condición de angustia es la pérdida
del amor de parte del objeto. Como la histeria tiene mayor relación con la
feminidad sugiere la conjetura de que la perdida de amor como condición de
angustia desempeña en la histeria un rol semejante a la amenaza de
castración en las fobias y a la angustia del SY en la NO.

Capítulo 11
Addenda
A. Modificación de opiniones anteriores

(a)Resistencia y
contrainvestidura
Represión
No es un proceso que se cumple de una vez, sino que
permanentemente está gastando energía. El yo es exigido por la
pulsión a mantener su acción defensiva.
Resistencia
Acción que se resguarda de la represión y se registra
en la terapia. Esta presupone una contrainvestidura en
la que se afirma el yo

NO

La contrainvestidura se manifiesta como alteración del yo: formación


reactiva en el interior del yo por refuerzo de la actitud opuesta a la
pulsión que ha de reprimirse. Estas formaciones reactivas son
exageraciones de rasgos de carácter normales que se desarrollan en
el periodo de latencia.
Esta generalización, el aflojamiento de los vínculos de objeto, la
facilidad para el desplazamiento en la elección de objeto es
característico de la NO
Histeria
Existe cierto grado de alteración del yo por formación reactiva.
No muestran la naturaleza general de rasgos de carácter, sino que se
limitan a fonaciones muy especiales.
El odio hacia una persona amada es sofrenado por una hiperternura
Retiene un objeto determinado con firmeza y no se eleva al carácter
de una predisposición universal del yo.
Otra clase de investidura:
Teórico Psa

La moción pulsional reprimida puede ser activada desde dos lados: 1)


desde el interior: por un refuerzo de la pulsión a partir de las fuentes
internas de excitación y 2) desde el exterior: por la percepción de un
objeto deseable para la pulsión.
La contrainvestidura histérica se dirige hacia afuera contra una
percepción peligrosa: cobra la forma de una vigilancia que evita
situaciones en que aparecería esa percepción: escotomización.

La resistencia se hace consciente cuando es inconsciente debido al


nexo que tiene con lo reprimido.
Cuando deviene inconsciente se le contraponen argumentos lógicos y
se le prometen al yo ventajas y premios si abandona la resistencia.
Reelaboración

El yo tiene dificultades para deshacer las represiones aun después de


que se formó el designio de resignar sus resistencias.
Factor dinámico que hace necesaria la reelaboración:
Resistencia de lo inconsciente
Tras cancelar la resistencia yoica, se debe superar el poder de compulsión
de repetición:
la atracción de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional
reprimido.
Resistencias
Del yo
1. Resistencia de represión
2. Resistencia de transferencia

establece vínculo con la situación analítica o con el analista y reanima


cuna represión que debía ser recordada.
3. Parte de la ganancia de la enfermedad y se basa en la
integración de síntomas en el yo.
Corresponde a la renuencia a renunciar a una satisfacción o
aligeramiento.
4. Resistencia del Ello
Responsable de la necesidad de reelaboración
5. Resistencia del superyó
Parece surgir de la conciencia de culpa o necesidad de castigo.
Se opone a todo éxito y a la curación mediante el análisis.
(b) Angustia por
trasmudación de libido
Antes:
Teórico Psa

La libido reprimida de una pulsión es la fuente de la angustia


La angustia es una reacción del yo bajo las condiciones del displacer.

Surge un vínculo estrecho entre angustia y libido que no coincidía con


la angustia como respuesta al displacer
Ahora:
El yo es responsable de la angustia.
Angustia yoica o angustia pulsional (del ello).

Como el yo trabaja con energía desexualizada se afloja el nexo intimo


entre angustia y libido.
El nacimiento es el arquetipo de las situaciones posteriores de peligro.

La angustia se produce en situaciones análogas ala del nacimiento o


el yo reproducía la angustia como una señal de alerta frente al peligro
y como medio para convocar la intervención del mecanismo de
placer-displacer.
El yo se representa la situación de peligro vívidamente y limita ese
vivenciar penoso a una señal.
(c) Represión y
defensa 1°
proceso
defensivo 2°
represión
3° defensa

técnicas que el yo utiliza en sus conflictos y que


llevan a la neurosis Represión
método de la defensa
Histeria
el contenido perceptivo de vivencias excitantes es olvidado y excluido
de la reproducción en la memoria
NO
los procesos patológicos no se olvidan, permanecen conscientes, pero
son aislados y se produce el mismo resultado que en la histeria.
Se llega a la meta de una regresión de las mociones pulsionales a una
fase anterior de la libido que no hace superflua la represión, pero
opera en el mismo sentido.
La contrainvestidura desempeña un papel importante como
alteración reactiva del yo: se produce un aislamiento que se expresa
sintomáticamente y una anulación de lo acontecido que no tiene
semejanzas con la represión.
La defensa abarca todos estos procesos que tienen como objetivo
proteger al yo frente a las exigencias pulsionales.
Teórico Psa

(B) Complemento sobre la angustia


La angustia se vincula con la expectativa: es angustia ante algo.
Tiene un carácter indeterminado y la ausencia de objeto.
La angustia tiene un vínculo con el peligro y con la neurosis
Peligro realista
Es un peligro del que tomamos noticia.
Angustia Realista
Es la angustia que se siente ante un peligro notorio realista.
Angustia neurótica
Angustia ante peligro del que no tenemos noticia
Peligro neurótico
Peligro pulsional.
Cuando se lleva a la conciencia este peligro desconocido para el yo, se borra
la diferencia entre angustia realista y angustia neurótica y se las puede
tratar de la misma manera
Dos reacciones frente al peligro realista: 1) afectiva, el estallido de angustia
y 2) la acción protectora.
Lo mismo ocurre con el peligro pulsional
Hay casos que tienen mesclados los caracteres de las dos angustias.
Núcleo de la situación de peligro:
la admisión del desvalimiento frente al peligro.
Situación traumática:
situación de desvalimiento vivenciada.
Situación de peligro:
situación que en que se contiene la condición de expectativa del
desvalimiento del yo.

Tengo la expectativa de que se produzca una situación de desvalimiento o la


situación presente me recuerda una vivencia traumática ya experimentada.
Por eso anticipo el trauma. La angustia es: 1) expectativa de ese trauma y
2) repetición amenguada de él.
La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma
que más tarde se reproduce como señal de socorro en la situación de
peligro.
El yo que vivencio pasivamente el trauma, repite de manera activa una
reproducción moderada de este con la esperanza de poder guiar
autónomamente su decurso.
El niño adopta este comportamiento frente a las vivencias penosas
reproduciéndolas en el juego Pero lo decisivo es el primer desplazamiento
de la reacción de angustia desde su origen en la situación de desvalimiento
hasta su expectativa, la situación de peligro.
Teórico Psa

El yo se defiende del peligro pulsional con el auxilio de la reacción de


angustia de la misma manera que del peligro realista externo: desemboca
en la NS por una imperfección del aparato anímico. La exigencia pulsional
sólo se convierte en un peligro interno porque su satisfacción conlleva un
peligro externo.
Para que el peligro exterior realista se vuelva significativo para el yo debe
interiorizarse.

Las fobias enigmáticas de la primera infancia pueden comprenderse como


reacciones frente al peligro de la pérdida del objeto.
Cuando las fobias infantiles se fijan, se vuelven más intensas y perduran
hasta una época posterior: en el análisis se ve que su contenido se vinculó
con exigencias libidinales. Deviene la subrogación de peligros internos.
(C) Angustia, dolor y duelo
¿Cuándo la perdida de objeto provoca angustia, cuando duelo y cuando dolor?
Lactante avista a un extraño en lugar de a su madre: muestra angustia.
La expresión del rostro y el llanto hacen suponer que siente dolor.
El lactante no puede diferenciar la ausencia temporaria de la perdida
duradera.

La situación en que extraña a la madre es una situación traumática cuando


registra una necesidad que la madre debe satisfacer: se muda en situación
de peligro cuando esa necesidad no es actual. La primera condición de
angustia que el yo introduce es la de perdida de percepción que se equipara
a la perdida de objeto.
Mas tarde la experiencia enseña que el objeto permanece presente, pero
puede ponerse malo para el niño y la perdida de amor por parte del objeto
se convierte en un nuevo peligro y nueva condición de angustia más
permanente.
La situación traumática de la ausencia de la madre es diferente de la
situación traumática del nacimiento. En el nacimiento no hay objeto que
pueda extrañarse, la angustia es la única reacción que puede producirse.
Desde entonces, repetidas situaciones de satisfacción crean el objeto-madre
que en caso de despertarse la necesidad experimenta una investidura
intensiva que se llama añorante.
A esto se refiere la reacción de dolor
El dolor es la reacción genuina frente a la perdida de objeto

La angustia es la reacción genuina frente al peligro que la perdida de


objeto conlleva y en un desplazamiento posterior, al peligro de la perdida
misma de objeto.
El dolor nace cuando un estímulo que ataca en la periferia perfora los
dispositivos de la protección anti estímulo y actúa como un estímulo
pulsional continuado frente al cual permanecen impotentes las acciones
musculares
No varia la situación cuando el estímulo parte de un lugar interno.
Teórico Psa

En la situación de añoranza falta el factor de la estimulación periférica.

Por el dolor corporal se genera una investidura narcisista del lugar doliente
del cuerpo. La investidura aumenta cada vez más y ejerce sobre el yo un
efecto de vaciamiento.
La investidura de añoranza del objeto ausente crea las mismas condiciones
económicas que la investidura de dolor del lugar lastimado del cuerpo y
hace posible prescindir del condicionamiento periférico del dolor corporal.
El paso del dolor corporal al dolor anímico corresponde a la mudanza de
investidura narcisista en investidura de objeto.
La representación-objeto que recibe una investidura elevada desempeña el
mismo lugar que del cuerpo investido por el incremento del estímulo.
Duelo

se genera bajo el influjo del examen de realidad que exige categóricamente


separarse del objeto porque el ya no existe más.
Tiene que realizar un trabajo para llevar a cabo el retiro de objeto en todas
las situaciones en que el objeto fue asunto de una investidura elevada.
Teórico Psa

LA ESCISIÓN DEL YO EN EL PROCESO DEFENSIVO (1938)

El yo del niño se encuentra al servicio de una poderosa exigencia pulsional


que está habituado a satisfacer, y es aterrorizado por unas vivencias que le
enseña que proseguir con esa satisfacción le traería por resultado un peligro
real-objetivo difícil de soportar. Entonces, debe decidirse: reconocer el
peligro real, inclinarse a él y renunciar a la satisfacción pulsional, o
desmentir la realidad objetiva, inculcarse la creencia de que no hay razón
alguna para tener miedo, para perseverar en la satisfacción. Es un conflicto
entre la exigencia pulsional y el veto de la realidad objetiva.
El niño hace las dos cosas simultáneamente. Responde al conflicto con dos
reacciones contrapuestas y eficaces: (1) rechaza la realidad objetiva con ayuda
de ciertos mecanismos y no se deja prohibir nada, (2) reconoce el peligro de la
realidad objetiva, asume la angustia ante él como síntoma de padecer y luego
busca defenderse de él. El resultado se alcanza a expensas de una
desgarradura en el yo que nunca se reparará, sino que con el tiempo se hará
más grande. Las dos reacciones contrapuestas frente al conflicto subsistirán
como núcleo de una escisión del yo.
Teórico Psa

ANALISIS TERMINABLE E INTERMINABLE (1937)

La terapia psicoanalítica, librar al ser humano de sus síntomas neuróticos,


inhibiciones y anormalidades del carácter, es un trabajo largo. Por eso,
desde el principio hicieron intentos para acortar la duración del análisis.

Rank supone que la genuina fuente de las neurosis es el acto del nacimiento
porque conllevaba la posibilidad de que una fijación primordial a la madre
no se superara y continuara como represión primordial. Mediante el trámite
analítico de ese trauma primordial, Rank esperaba eliminar la neurosis de
manera que una piecita de trabajo analítico ahorrara todo el resto. Para esto
alcanzaría con unos pocos meses de trabajo.
Este intento fue concebido bajo el influjo de la oposición entre la miseria
europea de posguerra y la «prosperity» norteamericana, y estaba destinado
a ajustar el tiempo de la terapia analítica a la prisa de la vida
norteamericana.

Antes de la guerra, Freud ensayó otro camino para apresurar el decurso de


una cura analítica. Trata a un joven ruso malcriado por la riqueza, que llega
a Viena en un estado de total desvalimiento. En el curso de algunos años se
logra devolverle gran parte de su autonomía, despertar su interés por la
vida, poner en orden sus vínculos con las personas más importantes para él.
Pero se atascó el progreso: no se avanzaba al esclarecimiento de la neurosis
infantil sobre la cual se fundaba la afección posterior y se discernía que el
paciente se sentía cómodo en el estado en que se encontraba y no quería
avanzar en la terminación del tratamiento. Era un caso de autoinhibición de
la cura, corría el riesgo de fracasar a causa de su propio éxito.
Se le fija un plazo de tiempo al paciente sin importar lo que se consiguiera
en ese lapso. Cuando se convenció del propósito del analista, le sobrevino el
cambio deseado. Sus resistencias se quebraron, y en esos últimos meses
pudo reproducir todos los recuerdos y hallar todos los nexos que parecían
necesarios para entender su neurosis temprana y dominar su neurosis
presente. Se lo considera curado radical y duraderamente. Pero se estaba
en un error.
Hacia el final de la guerra regresa a Viena, se lo ayuda para dominar una pieza
no tramitada de la trasferencia. Esto se logra en algunos meses y el paciente, a
quien la guerra había privado de su patria, de su fortuna y de todos sus vínculos
familiares, se sintió normal y tuvo un comportamiento intachable. Permanece
en Viena, conservando cierta posición social modesta. En ese lapso su bienestar
fue interrumpido varias veces por unos episodios patológicos que eran vástagos
de su vieja neurosis. Algunos de esos ataques estaban referidos a restos
trasferenciales
Teórico Psa

y mostraron con nitidez un carácter paranoico. Otros restos eran fragmentos


de su historia infantil que en su análisis no habían salido a la luz y ahora
eran repelidos con efecto retardado La fijación de un plazo es eficaz si se la
adopta en el momento justo, pero no garantiza la tramitación completa de la
tarea. Mientras una parte del material se vuelve asequible bajo la
compulsión de la amenaza, otra parte permanece retenida y en cierto modo
enterrada y se pierde para el empeño terapéutico.

El expediente inmediato sería proseguir la cura con otro analista, pero este
cambio implica una nueva pérdida de tiempo y una renuncia al rédito del
trabajo gastado. Tampoco se puede indicar con universalmente el momento
justo para la introducción de este violento recurso técnico; queda librado al
tacto. Un error será irreparable.

II

¿Es posible llevar un análisis a término?

Hay que ponerse de acuerdo sobre lo que quiere decir final o término de un
análisis. En la el análisis termina cuando analista y paciente ya no se
encuentran en la sesión de trabajo analítico. Y esto ocurre cuando se
cumplen dos condiciones: (1) que el paciente ya no padezca a causa de sus
síntomas y haya superado sus angustias, así como sus inhibiciones, y (2),
que el analista juzgue haber hecho consciente en el enfermo tanto de lo
reprimido, esclarecido tanto de lo incomprensible, eliminado tanto de la
resistencia interior, que ya no quepa temer que se repitan los procesos
patológicos en cuestión.
Y si no se alcanza esta meta por dificultades externas, se hablará de un
análisis imperfecto y no de uno no terminado.

El otro significado de término de un análisis es mucho más ambicioso: se


refiere a si mediante el análisis se puede alcanzar un nivel de normalidad
psíquica absoluta, al cual se le atribuya la capacidad para mantenerse
estable (si se hubiera logrado resolver todas las represiones sobrevenidas y
llenar todas las lagunas del recuerdo)

Todo analista trato algunos casos con este desenlace. Se logro eliminar la
perturbación neurótica preexistente, y ella no retorno ni ha sido sustituida
por ninguna otra. Pero en esto casos, el yo de los pacientes no estaba
alterado de manera notable y la etiología de la perturbación era traumática.
La etiología de todas las perturbaciones neuróticas es mixta, se trata de la
conjugación de dos factores, el constitucional y el accidental: se trata de
pulsiones hiperintensas, que no pueden ser
Teórico Psa

domeñadas por el yo o del efecto de traumas tempranos, prematuros, que


el yo inmaduro no dominar.
Mientras más intenso sea el factor estructural, más un trauma lleva a la
fijación y deja como secuela una perturbación del desarrollo. Y cuanto más
intenso el trauma, más se exteriorizará su perjuicio. La etiología traumática
ofrece al análisis la oportunidad más favorable. Sólo en el caso con
predominio traumático se consigue fortalecer el yo y sustituir la decisión
deficiente que viene de la edad temprana por una tramitación correcta. En
este caso se habla de un análisis terminado definitivamente.
La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial del
yo, que se adquiere en la lucha defensiva son los factores desfavorables
para el efecto del análisis y son capaces de prolongar su duración hasta lo
inconcluible.
Freud considera que en lugar de indagar cómo se produce la curación por el
análisis, el planteo del problema debería referirse a los impedimentos que
obstaculizan la curación analítica.

III

La meta terapéutica es la producción de un agotamiento radical de las


posibilidades de enfermedad y una alteración profunda de la persona.
De los tres factores decisivos que se consideraron para las posibilidades de
la terapia analítica (influjo de traumas, intensidad constitucional de las
pulsiones, alteración del yo) interesa la intensidad de las pulsiones.

¿Es posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante la terapia


analítica, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional
patógena dirigida al yo?

La tramitación duradera de una exigencia pulsional no significa que se la


haga desaparecer y que nunca más se tenga noticias de ella. Esto es
imposible y tampoco sería deseable. Lo que significa esto el domeñamiento
de la pulsión: la pulsión admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo
es accesible a los influjos de las otras aspiraciones que hay en el interior del
yo y ya no sigue su camino hacia la satisfacción.

En el sano, toda decisión de un conflicto pulsional sólo es válida dentro de


una determinada relación entre robustez de la pulsión y robustez del yo. Si
esta última se relaja, por enfermedad, agotamiento, etc., las pulsiones
domeñadas con éxito vuelven a presentarse y pueden aspirar a sus
satisfacciones sustitutivas por caminos anormales.
Teórico Psa

La prueba irrefutable de ello se ve en el sueño nocturno que frente al


acomodamiento del yo para dormir reacciona con el despertar de las
exigencias pulsionales.

Dos veces en el curso del desarrollo individual emergen refuerzos


considerables de ciertas pulsiones: durante la pubertad y, en la mujer, cerca
de la menopausia. El domeñamiento de las pulsiones, que habían logrado
cuando estas eran de menor intensidad, fracasa ahora con su refuerzo. Las
represiones se comportan como unos diques. Lo mismo que producen los
refuerzos pulsionales puede sobrevenir de manera en cualquier otra época
de la vida por obra de influjos accidentales. El resultado es el mismo en
todos los casos y confirma el poder incontrastable del factor cuantitativo en
la causación de la enfermedad.

Objeción

Todos nuestros argumentos han sido derivados de los procesos espontáneos


entre el yo y la pulsión, y presuponen que la terapia analítica no puede
hacer nada que no acontecería por sí solo en condiciones normales
favorables. La teoría reclama el título de producir un estado que nunca
preexistió de manera espontánea en el interior del yo, y cuya neo-creación
constituye la diferencia esencial entre el hombre analizado y el no analizado.

Todas las represiones acontecen en la primera infancia y son unas medidas


de defensa primitivas del yo inmaduro, endeble. En años posteriores no se
consuman represiones nuevas, pero se conservan las antiguas, y el yo
recurre a sus servicios para gobernar las pulsiones. Los conflictos nuevos
son tramitados por una pos-represión
El análisis hace que el yo madurado y fortalecido emprenda una revisión de
estas antiguas represiones, algunas se eliminan y otras se reconocen, pero
se las edifica sobre un material más sólido. Estos nuevos diques tienen una
consistencia diferente a los anteriores por lo que no cederán tan fácil al
acrecentamiento de las pulsiones.
La rectificación con posterioridad del proceso represivo originario, que
termina con el hiperpoder del factor cuantitativo, es la operación genuina de
la terapia analítica.

En la realidad objetiva, las transiciones y las etapas intermedias son mucho


más frecuentes que los estados opuestos por separaciones tajantes. Casi
siempre hay fenómenos residuales, un retraso parcial.
El desarrollo de las fases libidinales no se produce de manera repentina,
sino poco a poco y en cada momento persisten unos fragmentos de la
organización anterior junto a la más reciente. Por eso, en la plasmación
definitiva pueden conservarse unos restos de las fijaciones libidinales
anteriores.

Respuesta a la pregunta sobre cómo se explica la inconstancia de nuestra


terapia analítica
Teórico Psa

No se alcanzó lo bastante a fondo el propósito de sustituir las represiones


permeables por unos dominios confiables y acordes al yo. La trasmudación
se consigue, pero a menudo sólo parcialmente, sectores del mecanismo
antiguo permanecen intocados por el trabajo analítico. Las impresiones que
se reciben en el curso del trabajo analítico parecen corroborar esto.

El título reivindicado por el análisis, de que él cura las neurosis asegurando


el gobierno sobre lo pulsional, es justo en la teoría, pero no en la práctica.
Dada una intensidad pulsional hipertrófica, el yo madurado y sustentado por
el análisis fracasa en la tarea de manera semejante a lo que antes le
ocurriera al yo desvalido, el gobierno sobre lo pulsional mejora, pero sigue
incompleto, porque la trasmudación del mecanismo de defensa ha sido
imperfecta.
El análisis no trabaja con recursos ilimitados sino restringidos, y el resultado
final depende siempre de la proporción relativa entre las fuerzas de las
instancias en recíproca lucha. Es deseable abreviar la duración de una cura
analítica pero el camino para el éxito de la terapia sólo pasa por el
robustecimiento del yo que aporta con el análisis.

IV

Dos cuestiones: (1) si durante el tratamiento de un conflicto pulsional uno


puede proteger al paciente de conflictos futuros y (2) si es realizable y
acorde al fin despertar con fines profilácticos un conflicto pulsional no
manifiesto por el momento, deben tratarse juntas porque lo primero solo
puede solucionarse si se resuelve lo segunda.
Si antes se trataba de prevenir el retorno del mismo conflicto, ahora se trata
de su posible sustitución por otro. Pero si un conflicto pulsional no es actual,
no se exterioriza, es imposible influir sobre él mediante el análisis. Para
esto, solo podemos hacer dos cosas: producir situaciones donde devenga
actual, o conformarse con hablar de él en el análisis, señalar su posibilidad.
El primer propósito puede ser alcanzado por dos diversos caminos: primero,
dentro de la realidad objetiva, y segundo, dentro de la trasferencia,
exponiendo al paciente a cierta medida de padecer objetivo mediante
frustración y estasis libidinal.
El trabajo analítico se cumple de manera óptima cuando las vivencias
patógenas pertenecen al pasado, de suerte que el yo pudo ganar distancia
de ellas. En estados de crisis aguda, el análisis es casi inutilizable porque
todo interés del yo es reclamado por la dolorosa realidad objetiva y se
rehúsa al análisis, que pretende penetrar tras esa superficie y poner en
descubierto los influjos del pasado. Así, crear un conflicto fresco no haría
más que prolongar y dificultar el trabajo analítico.
Teórico Psa

En una profilaxis de los conflictos pulsionales si se le cuenta al paciente


sobre las posibilidades de otros conflictos pulsionales y se despierta la
expectativa de que esto podría suceder en él, este escucha la nueva
información, pero no hay eco alguno. Uno ha aumentado el saber del
paciente, sin alterar nada más en él.

La situación analítica consiste en que el analista se alíe con el yo de la


persona objeto a fin de someter sectores no gobernados de su ello, de
integrarlos en la síntesis del yo. Para que se pueda hacer esto, el yo tiene
que ser un yo normal.
Cada persona normal lo es sólo en promedio, su yo se aproxima al del psicótico
en mayor o menor medida y el grado de distanciamiento respecto de un
extremo o del otro sirve como una medida de alteración del yo. Estos grados de
alteración del yo son originarios o adquiridos, siendo el segundo caso más fácil
de tratar. Si se los ha adquirido, fue en el curso del desarrollo desde las
primeras épocas de la vida: el yo tiene que mediar entre su ello y el mundo
exterior al servicio del principio de placer, evitar al ello de los peligros del
mundo exterior. Si aprende a adoptar una actitud defensiva también frente al
ello propio y a tratar sus exigencias pulsionales como peligros externos esto
acontece porque comprende que la satisfacción pulsional llevaría a conflictos
con el mundo exterior. El yo se acostumbra a trasladar el escenario de la lucha
de afuera hacia adentro, a dominar el peligro interior antes que haya devenido
un peligro exterior. Durante esta lucha en dos frentes, el yo se vale de diversos
procedimientos para cumplir su tarea, que consiste en evitar el peligro, la
angustia, el displacer: estos son los mecanismos de defensa.

De la represión {esfuerzo de desalojo y suplantación} partió el estudio de los


procesos neuróticos en general. Está separado de los otros mecanismos de
manera más tajante que estos entre sí.

El aparato psíquico no tolera el displacer tiene que defenderse de él a cualquier


precio, y si la percepción de la realidad objetiva trae displacer tiene que ser
sacrificada. Contra el peligro exterior, uno puede huir y la evitar de la situación
peligrosa, hasta adquirir fortaleza para cancelar la amenaza mediante una
alteración activa de la realidad. Pero de sí mismo uno no puede huir y por eso
los mecanismos de defensa del yo están condenados a falsificar la percepción
interna y a posibilitarnos sólo una noticia deficiente y desfigurada de nuestro
ello. El yo queda en sus relaciones con el ello, paralizado por sus limitaciones o
enceguecido por sus errores.

El gasto dinámico que se requiere para solventar los mecanismos de


defensa, así como las limitaciones del yo que conllevan son unos pesados
lastres para la economía psíquica. Y estos mecanismos no son resignados
después que socorrieron al yo en los años de su desarrollo. Las
Teórico Psa

personas no emplean todos los mecanismos de defensa posibles, sino sólo


cierta selección de ellos, pero estos se fijan en el interior del yo, devienen
unos modos regulares de reacción del carácter, que durante toda la vida se
repiten en cuanto retorna una situación parecida a la originaria. El yo
fortalecido del adulto sigue defendiéndose de unos peligros que ya no
existen en la realidad objetiva y se ve esforzado a rebuscar las situaciones
de la realidad que puedan servir como sustitutos aproximados del peligro
originario, a fin de justificar su aferramiento a los modos habituales de
reacción.
Los mecanismos de defensa, mediante una enajenación respecto del mundo
exterior que gana más terreno y, mediante un debilitamiento permanente
del yo, preparan y favorecen el estallido de la neurosis.

El analizado repite los modos de reacción durante el trabajo analítico y sólo


por esa vía tomamos noticia de ellos. Estos conforman una mitad de nuestra
tarea analítica. La otra es el descubrimiento de lo escondido en el ello.
Durante el tratamiento, el empeño terapéutico oscila entre un pequeño
fragmento de análisis del ello y otro de análisis del yo. En un caso queremos
hacer consciente algo del ello, en el otro, corregir algo en el yo. Los
mecanismos de defensa frente a antiguos peligros retornan en la cura como
resistencias al restablecimiento. La curación misma es tratada por el yo
como un peligro nuevo.
El efecto terapéutico se liga con el hacer consciente lo reprimido en el
interior del ello que se realiza mediante interpretaciones y construcciones.
Pero la interpretación es solo para el analista, no para el analizado mientras
el yo no resigne las resistencias.
Estas resistencias si bien pertenecen al yo, son inconscientes y están
segregadas dentro del yo. El analista las discierne más fácilmente que a lo
escondido en el ello. Durante el trabajo con las resistencias, el yo se sale del
pacto: deja de compartir nuestro empeño por poner en descubierto al ello,
no observa la regla analítica fundamental, no deja que afloren otros retoños
de lo reprimido. Bajo el influjo de las mociones de displacer que se registran
ahora por la reescenificación de los conflictos defensivos pueden cobrar
preeminencia unas trasferencias negativas y cancelar por completo la
situación analítica. El analista deviene un hombre extraño que le dirige al
paciente desagradables propuestas, y este se comporta frente a aquel como
el niño a quien el extraño no le gusta, y no le cree nada. Por tanto, existe
realmente una resistencia a la puesta en descubierto de las resistencias y
los mecanismos de defensa son resistencias no sólo contra el hacer-
conscientes los contenidos-ello, sino también contra el análisis en general y,
por ende, contra la curación.

Al efecto que en el interior del yo tiene la defensa se la llama alteración del


yo. El desenlace de una cura analítica depende de la intensidad y la
profundidad de arraigo de estas resistencias de
Teórico Psa

la alteración del yo. Aparece nuevamente significatividad del factor


cuantitativo, se advierte que el análisis puede costear sólo unos volúmenes
determinados y limitados de energías.

También podría gustarte