Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
81 vistas26 páginas

Complejidad de La Empatia

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 26

REVISTA URUGUAYA DE

PSICOANÁLISIS
"Complejidad de la empatía psicoanalítica: una exploración teorico -
clínica"1

Stefano Bolognini **

Resumen.

¿Cómo ha evolucionado el concepto de empatía? ¿A qué prejuicios está


expuesto? ¿Qué es la empatía psicoanalítica y en que se diferencia de la
empatía natural? A través del análisis de una sesión elegida intencionalmente
entre otras normales, exenta por lo tanto de efectos espectaculares en el
diálogo analítico, se exploran los aspectos empáticos puestos en juego en el
campo por una paciente y aquellos potencialmente utilizables por el analista en
base a la experiencia formativa profesional compartida por los colegas. Es por
lo tanto reafirmada la imposibilidad técnica, “metodológica”, de la empatía que
–como la creatividad del preconciente- no puede ser “encendida” a voluntad.

PALABRAS CLAVE : Empatía - Preconciente - Compartir - Trabajo


contratransferencial - Interpsíquico – Identificación proyectiva - Escisión -
Disociación.

Me ocupo de la empatía desde hace más de veinte años y creo que el referir
brevemente algo sobre las razones subjetivas de este interés clínico y teórico y
sus recorridos histórico-conceptuales conexos sea algo diverso y mejor que un

1
El presente artículo es una revisión corregida del que fuera presentado en noviembre de 2004 en la
Revue Française de Psychanalyse.

Dr. Stefano Bolognini , Miembro de la Sociedad Italiana. Via dell’Abbadia 6 – 40122, Bologna (Italia).
E-mail: fef8279@iperbole.bologna.it
**
Traducción: Beatriz Pereira de Fernández.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


ejercicio narcisístico separado del tema. Pienso en efecto que más de un lector
podrá encontrar algo de si mismo y de su propia experiencia formativa en esta
breve reflexión y que los escenarios científicos que recorreré podrán orientar
ulteriormente integraciones parciales del excelente excursus introductorio de
Françoise Coblence y Jean-Michel Porte (2004).

Cuando era un joven candidato enfrentado a las tradicionales dificultades de


los primeros tratamientos analíticos y con el sostén de las correspondientes
supervisiones, fui varias veces impactado con un tipo de experiencia intra
sesión más bien raro, absolutamente imprevisible para mi pero al mismo tiempo
notable, caracterizada por un eficaz contacto emocional y una feliz claridad
representacional durante la cual la vivencia conciente del paciente era bien
experimentada y compartida aún manteniendo paciente y analista una
sensación de separación y de válida individuación personal.

Pero, al mismo tiempo, sucedía que no sólo la “mirada” psicoanalítica


(comprender intelectualmente, poder explicar, el “erklaren” jaspersiano), sino
también la experiencia in toto del “comprender y sentir” (en la forma bien
integrada del comprender/“verstehen”) se extendían un poco más en
profundidad, hasta áreas menos egosintónicas, como si las mallas del yo
defensivo se hubieran ensanchado ocasionalmente y el “calado” de nuestros
sensores internos gozara en aquella circunstancia de un momentaneo, más
amplio acceso al preconsciente nuestro y de los otros.

Un poco más en profundidad: no estoy haciendo referencia a quién sabe cual


ultrapoder introspectivo, a un delirio de claridad o a un fenómeno de
hipervisión, sino a una condición de buen funcionamiento complejo que
simplemente no se verifica muy a menudo.

No encuentro una metáfora mejor que aquella que alude a ciertos hermosos
dias cuando el aire está límpido y la vista puede llegar lejos, hacia el horizonte,
sin impedimentos.

Desde mi ciudad se ven muy bien los Alpes cuatro o cinco veces al año,
cuando una feliz coincidencia de corrientes de aire despeja el panorama de
nubes, humedad, niebla, etc., (equivalentes simbólicos de nuestras defensas
internas y de las dificultades de “engranaje relacional” interpsíquico).

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


En esos raros días las montañas se nos aparecen en toda su conmovedora
belleza sin que las distancias reales resulten desmentidas: ellas están y
aparecen lejanas, por lo tanto bien separadas de nosotros pero son también
claramente perceptibles y disfrutables hasta en los mínimos detalles en el
pasaje gradual de los bosques a las laderas subiendo hasta las rocas
iluminadas por el sol.

Esta metáfora no es referible y limitable –por las conexiones con la visión-


solamente al concepto de insight, porque la experiencia que les he descrito es
casi siempre compartida, emociona participativamente a más personas,
promueve ulteriores desarrollos relacionales entre los presentes y esto nos
abre la perspectiva hacia una posible relación entre insight y empatía como
fenómenos relativos respectivamente a lo intrapsíquico y a lo interpsíquico
(Bolognini, 2003).

Me impactaba, en tales ocasiones, el constatar cómo esta condición


privilegiada permitía en modo natural, trabajar con el paciente sin particulares
forzamientos, es más, respetando específicamente los ritmos y las dificultades
subjetivas, justamente porque también el miedo, los obstáculos, los cierres del
interlocutor eran objeto de adecuada percepción y del consiguiente instintivo
respeto.

Al mismo tiempo, era cierto que también el paciente compartiendo en buena


medida estas atmósferas momentáneas de contacto y de representabilidad del
mundo interno, se permitía generalmente un uso más fluido de sí y de la
relación, por lo menos hasta el inevitable retorno de la niebla, cuando por
largos períodos el análisis volvía a ser un trabajo difícil de oscuras y
fragmentarias asociaciones, de silencios y de distancias incolmables,
contenidas por el setting y por una confianza básica en la bondad del método.

Convencido de alguna manera de haber individualizado el núcleo


transformacional del análisis, el área en la cual el conocimiento y el cambio
eran posibles en un grado máximo, pensé ingenuamente que si hubiera
logrado estudiar con éxito las modalidades técnicas para producir “ad arte” las
situaciones empáticas habría realizado una adquisición en el campo
psicoanalítico equivalente, más o menos, al descubrimiento de la piedra
filosofal.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Registré también con cierta incomodidad, el cultivo implícito dentro de mí de
fantasías de “competencia empática” especial e innata, como si yo pudiera
tener secretamente un recurso especial para sintonizarme con los pacientes; el
reconocimiento de estas ilusiones, narcisisticamente más bien penoso, me fue
facilitado por el poder constatar cuán difundidas estaban estas fantasías
privadas entre los jóvenes colegas (prácticamente un supuesto universal de los
futuros analistas) y su desinvestimento se hizo inevitable en el transcurso de la
práctica clínica: ¡ay de mi, cuántos días de niebla y bruma me esperaban, en
vez del aire límpido deseado y esperado a los inicios de la formación!

Mi libro “La empatía psicoanalítica” (2002) reporta en la primer parte una


detallada exploración de la literatura psicoanalítica sobre el tema, desde Freud
hasta nuestros días, y no tengo intención de resumirla escolásticamente.

Diré sólo que mis ilusiones de poder pre-determinar la empatía estuvieron por
algún tiempo preservadas y protegidas gracias a la lectura de las obras de
Kohut (1971, 1977, 1984), por el simple motivo de que este autor –por otro lado
interesantísimo y demasiado rápidamente liquidado por muchos detractores-
concibe y describe la empatía como método, y no como una feliz eventualidad,
como he llegado a considerarla después de muchos años de reflexión.

Por razones similares no puedo concordar con Modell (1990) que define a la
empatía como un acto voluntario: la experiencia y las discusiones con los
colegas con el tiempo me han confirmado que el analista decidido a empatizar
se ubica sobre un callejón sin salida y va al encuentro por lo menos de una
clausura del preconciente, e incluso a un destino complejo y caricatural (bien
captado por Schafer, 1983, cuando ironiza sobre el analista convencido de
tener la actitud justa).

El inconciente no se deja domesticar a voluntad y tampoco el preconciente


tolera una disposición (assetto) interna intencional y acabada; la literatura
psicoanalítica es rica por el contrario en contribuciones convincentes sobre la
fertilidad de la sorpresa en el análisis (Faimberg y Corel, 1990; Eiguer, 1993;
Smith, 1995; Schacht, 2001), factor irreducible y no programable de potencial
apertura creativa, al cual los analistas expertos están, en general, sabiamente
“resignados”.

La concesión que hoy puedo hacer, acerca de la mayor o menor practicabilidad


metódica de un área transformacional empática, tiene que ver con la formación

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


analítica como factor facilitador, y podría expresarla nuevamente recurriendo a
la metáfora meteorológica. Se podría decir que nosotros no podemos de
ninguna manera determinar que tiempo va a haber, si mañana habrá sol o
lluvia; podemos sí trasladarnos a una localidad del planeta en la que el clima
esté pronosticado y en la cual podamos legítimamente esperar una mayor
probabilidad de las condiciones esperadas. Así no está lejos de la realidad
pensar que una formación psicoanalítica pueda favorecer –a mi entender en
modesta pero no despreciable medida- una más frecuente ocurrencia de
situaciones empáticas siempre y cuando el analista no pretenda empatizar
metodológicamente (y no se ilusione de haberse trasladado de Edimburgo a
Marrakech).

En los últimos treinta años se ha atacado fuertemente al Ego-Psychoanalysis


norteamericano de los años cincuenta y sesenta lamentando con algo de razón
ciertas meticulosidades descriptivas obsesivas y en general cierta pretensión
de definir y encasillar en los mapas estructurales del yo cualquier posible
disposición (assetto) interna del analista y del paciente. Sabemos también
cómo muchos han interpretado la corriente interpersonalista, intersubjetivista y
co-constructivista en los Estados Unidos, como un suceso reactivo a los
excesos precedentes del Ego- Psychoanalysis. De modo que una apreciación,
aunque sea específica y en relación al tema de la empatía, como la que yo
sostengo de las históricas contribuciones de Greenson (1960), Olden (1958) y
del propio Schafer (1959) puede resultar poco político y a contracorriente.

No obstante, creo que sus trabajos han cumplido la función positiva de


sustraerle, al menos en parte, un halo de mágica indefinición, aun si alguna de
sus definiciones nos parecen hoy más bien esquemáticas, les reconocemos el
mérito de haber colocado con claridad las situaciones empáticas en el área
conciente-preconciente y de haberlas distinguido sin ambivalencias de los
fenómenos de identificación, inconcientes por definición e incluso antitéticos –
por su intrínseca impensabilidad en contraste con la rica pensabilidad
empática. Esta tiene como presupuesto el contacto al modo de una
identificación parcial y conciente2 (“immedesimativo”) en una condición de
discriminación.

2
Se trata aquí de traducir el término italiano « immedesimazione » que no tiene equivalente en español y
que el autor distingue de la « identificazione ». Hemos optado por una traducción imperfecta pero lo más

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


La vívida experiencia compartida de áreas de contacto fusionales específicas
destinadas a la comunicación íntima (Bolognini, 1997, 2002; Fonda, 2000) es
posible justamente cuando las personas han conseguido la discriminación,
individuación y un sentido de si mismo suficientemente sólido y definido en sus
límites. La identificación sensu strictu está en las antípodas de esta condición.

Las contribuciones de la escuela kleiniana en el tema empatía son también


valiosas. Están basadas en una conceptualización con fuertes connotaciones,
en las que las vicisitudes fisiológicas (comunicativas y potencialmente pro
empáticas) y/o patológicas (evacuativas, controladoras, etc.) del mecanismo de
la identificación proyectiva son estudiadas a menudo con notable fineza (Klein,
1955; Money-Kyrle, 1956; Rosenfeld, 1987; Bion, 1967, 1970; J. Steiner, 1996;
Grotstein, 1983, 2003). Sus trabajos me han facilitado mucho poder diferenciar
ulteriormente la identificación proyectiva de la proyección que en mi parecer es
siempre un factor anti-empático.

Me ha interesado mucho la reciente contribución de Widlöcher (2003) que


retoma el concepto freudiano de induction de pensée (S. Freud, 1921) y
conecta la empatía a través del transtert de pensée al “co-pensée” asociativo y
representacional de analista y paciente: el proceso asociativo de “co-pensée”
“... permet de réaliser un effet d´empathie” y también “l´interpretation doit être
comprise comme un effet directe de la co-pensée”.

Debo decir que buena parte de mis observaciones en el tema de la empatía


van en dirección exactamente opuesta a los lugares comunes que en general
los no adeptos a los trabajos sobre el tema sostienen. También mis
observaciones se oponen a algunos colegas poco dispuestos a profundizar en
este asunto. Antes que nada lo relativo a una suerte de “bondad” analítica en
base a la cual el analista debería disponerse positivamente, favorablemente, a
priori hacia el paciente y sintonizarse esencialmente con su vivencia
egosintónica, concordando con ella.

La empatía es, por el contrario, un fenómeno intra e inter-psíquico complejo y


en cierto sentido “desprejuiciado”, que requiere de una cierta capacidad de
articulación interna y una desencantada libertad de percepción y de
representación de afectos y de configuraciones de cualquier tipo.

aproximada posible, la de « identificación parcial y consciente » - formulación híbrida y paradojal, ya que


la identificación es de hecho un fenómeno inconsciente, pero que se aproxima bastante a la experiencia
de ponerse conscientemente y parcialmente en el lugar de alguien. (Nota del traductor.)

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


He propuesto una posible definición de la empatía psicoanalítica (que va a
agregarse a aquellas de Beres y Arlow, 1974, de Schafer, 1983 y de muchos
otros): “la verdadera empatía es una condición de contacto conciente y
preconciente caracterizado por discriminación, complejidad y
articulación; ella comporta un espectro perceptivo amplio en el cual están
comprendidas todas las tonalidades de color emocional, de las más
claras a las más oscuras; y sobre todo un progresivo, compartido y
profundo contacto con la complementariedad objetal, con el yo defensivo
y con las partes escindidas del otro, no menos que con su subjetividad
egosintónica” (Bolognini, 1997).

Como se puede imaginar una definición de este tipo cierra la puerta a


soluciones fáciles en el campo clínico y a formulaciones monofocales en el
campo teórico. No se puede sintonizar (o ilusionarse de poderse sintonizar)
específicamente y en modo contratransferencial concordante solamente con el
“si mismo herido narcisisticamente” o solamente con la sexualidad del paciente
o aún más, en modo contratransferencial complementario, con sus objetos
internos, pensando haber vivido con él una experiencia empática propiamente
dicha. O por lo menos una experiencia de empatía psicoanalítica.

Dudo de haberlo conseguido, pero me gustaría haber podido trasmitir en pocas


palabras el pasaje de mi esquema (assetto) inicial veleidoso y simplificador en
el tema de la empatía a uno, espero, más maduro en el cual complejidad,
articulación y respeto por los tiempos propios del encuentro creativo en
psicoanálisis hayan sido poco a poco reconocidos.

Es cosa mía, pero quizás refleja algunos recorridos posibles en torno a este
concepto, que por su naturaleza tiende fácilmente a estimular en el analista
fantasías de omnipotencia o rechazos reactivos: de la ilusión de la piedra
filosofal al repudio de aquello que parece alejarse, en ciertos casos, de un
riguroso (pero tal vez prematuro y preventivo) encasillamiento metapsicológico.

UNA SESIÓN CON MÓNICA: DE LA “ACTITUD SOCIAL” AL


RECONOCIMIENTO DE SI MISMA.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


El material clínico que pretendo utilizar, para poner en evidencia alguno de los
puntos teóricos citados, es de género un poco diverso de los que habitualmente
se presentan –y que yo mismo he presentado en el pasado (Bolognini, 1984,
1991, 1997a, 1997b, 1997c, 1997d, 1998, 2001)- en trabajos dedicados a la
empatía.

Habitualmente se refieren sesiones o viñetas de tratamientos con desarrollos


ad efectum, con giros decisivos que se vuelven posibles de maneras bastante
espectacular y puntual desde importantes momentos de comprensión que se
dan entre paciente y analista y con fuerte énfasis en un aspecto específico que
resulta ser el nudo dinámico de la situación.

En este caso he preferido elegir el texto de una sesión que no es


particularmente entusiasmante en su desarrollo a corto plazo, pero que
propone válidamente, a mi entender, una imagen menos elemental de la
empatía psicoanalítica, respetando su complejidad. Es este el aspecto que
quiero evidenciar en este trabajo, poniendo de relieve también la diferencia
entre lo que yo considero empatía “natural”, constatable en la vida cotidiana, y
la “empatía psicoanalítica”, fruto de una experiencia formativa.

Mónica está en análisis desde hace aproximadamente un año y medio, a tres


sesiones semanales.

Es una mujer de 34 años, casada, sin hijos, empleada de una oficina; es muy
“normal”, sensata e infeliz. Se presenta como una persona gentil y correcta,
pero se dice también invadida de una sensación de rabiosa impotencia, que se
remonta según ella a la infancia, y que reconecta en ciertos momentos –pero
sin certeza, con pálidos y fragmentarios insigths que van y vienen- y una vaga
sensación de inautenticidad de sus relaciones familiares y personales.

El padre era una figura pública, muy atenta a la imagen social, y también la
madre estaba comprometida en esta representación exterior, que se extendía a
la vida familiar, por la necesidad de confirmar dentro y fuera de casa, un
modelo ideal de armonía afectiva (algunos de sus recuerdos me habían traído
a la mente, con cierta melancolía la atmósfera familiar descrita en la película
“Far from heaven” (“Lejos del paraíso”) de Robert Zemeckis, 2003). Ahora los
padres están jubilados y viven en otra ciudad.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Una hermana mayor se alejó muy pronto de la casa y no parece mantener
relaciones muy estrechas con el resto de la familia, en especial desde cuando
se casó y tuvo un hijo.

En el análisis Mónica se comporta “bien”, en el sentido que procura presentarse


siempre sonriente a su llegada, y que está atenta a no crear situaciones de
particular conflicto conmigo, dedicando muchas sesiones a la descripción de
dificultades relacionales externas al análisis. Mis tentativas de establecer
conexiones con vicisitudes internas y externas relativas a la relación analítica
son recibidas por ella, con aparente interés, así como todo lo que le digo.

No obstante por el momento es difícil establecer con cierta seguridad qué


cosas realmente siente y qué cosas no.

Tengo en efecto la sensación de que la mayor parte de estos intercambios se


desarrollan a nivel “yo-yo” (Bolognini, 2002), con frecuente tendencia al
razonamiento y escaso contacto experiencial a nivel del sí mismo.

En algunos momentos, por ejemplo, cuando entra sonriendo de manera alegre


o cuando propone atmósferas libres de conflicto un tanto artificiales, me siento
sutilmente absorbido en una disposición (assetto) interna y externa análoga a la
suya como si también yo fuera convocado silenciosamente a entrar en el
ambiente de la película de Zemeckis (que por fortuna me viene a la mente...).

En realidad me siento en una posición interna de interlocutor durante la mayor


parte de nuestras sesiones, como si no hubiera realmente aún individualizado y
alcanzado su centro de gravedad emocional y como si yo mismo no hubiera
aún entrado plenamente en la experiencia de este análisis. Espero, escucho
con mesurado interés, siguiendo el hilo de sus asociaciones, por momentos me
aburro un poco y por momentos me siento un poco más partícipe, pero la
sensación global es aún de atravesar una fase inicial, similar a las largas
“marchas de aproximación” con las cuales los escaladores se avecinan a la
base de la montaña que en los días sucesivos enfrentarán.

La sesión.

Mónica llega insólitamente turbada a una sesión de mitad de semana, próxima


a una breve interrupción del análisis (algunos días) la cual le he anunciado en
su momento y de la que ignora la razón (tengo que ir a un congreso).

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Aparentemente esta discontinuidad analítica no parece provocar en ella ningún
desasosiego.

Sucedió que mientras venía hacia acá, encontró por la calle a un hombre que le
pareció el Dr. D., un conocido de su marido con el que habían estado cenando
un par de veces en una atmósfera de cordialidad en los meses pasados. Se
saludaron por lo tanto cordialmente y se detuvieron para intercambiar
comentarios de modo cortés. Pero de cerca se dio cuenta que aquel no era el
Dr. D., sino alguien que efectivamente se le parecía mucho, una especie de
sosías.

Mónica vivió en el momento una sensación de pánico paralizante, con


incapacidad de decir palabra alguna.

Mientras tanto el otro, después de haber correspondido el saludo y haber


mostrado a su vez espontánea cordialidad, no puso expresión de perplejidad
(tipo: “acá debe haber un error...”), como hubiera sido lo adecuado, sino que se
expresó con frases de genérica cortesía.

Mónica tuvo entonces la clara percepción de que el otro tenía la impresión de


que la tenía que conocer de algún lado y que debía ganar tiempo con frases
apropiadas a las circunstancias a la espera de encontrar en algún rincón de su
mente quién diablos era ella.

Estoy muy interesado en este punto del relato por motivos analíticos y también
porque, en un plano humano, la situación misma se configuró como cada vez
más desagradable y estrafalaria, al punto de que –como se suele decir
comúnmente- “comienzo a estar mal yo en su lugar”.

También me volvió a la mente una famosa novela del escritor español Javier
Marías (“Mañana en la batalla piensa en mi”, 1994), en la cual un marido
separado desde hace un año de su joven y misteriosa mujer, con la que no
tiene ningún contacto, sube en su auto a una prostituta increíblemente idéntica
a aquella y, sin entender del todo si era realmente ella, entabla un diálogo
estratégico para averiguar, disimulando su propio interés, la identidad real de
su interlocutora, a su vez reticente. Haré referencia más adelante a esta
intrigante asociación.

Mónica (conmocionada, aún bajo el efecto de lo sucedido) dice: “percibía con


viva incomodidad que aquel hombre se sentía en desventaja al no

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


reconocerme, dando por descontado que nos habíamos conocido en alguna
parte y por lo tanto se sentía en la obligación de mostrarse simpático,
manteniéndose en generalidades y terminando por preguntar, como se suele
hacer en estos casos, sobre la salud. Preguntaba con cautela, cuidando bien
de permanecer en vaguedades acerca del tema, siendo evidente que pensaba
que yo podía tener marido, hijos o ser soltera. El creía no recordar. Yo me daba
cuenta del equívoco, pero no tenía la fuerza de desmentirlo por el papelón que
habría hecho declarando el error y así, percibiendo un vacío en la
conversación, me informé sobre su salud. Entonces él respondió, siempre
sintéticamente y de forma genérica. En aquel punto tuve la impresión que
también en su mente comenzase a surgir chispazos de duda. Lo que era
seguro era que ninguno de nosotros dos parecía poder permitirse decir con
franqueza ‘disculpe, pero yo no lo conozco’ y admitir haberse equivocado”.

Escuchando el relato de Mónica, mi mente toma desde el principio dos


direcciones diferentes: por un lado, me identifico parcial y conscientemente
(“immedesimo”) con la vivencia subjetiva egosintónica de Mónica y en este
sentido la experiencia que vivo se parece a una verdadera pesadilla, dado que
a la incomodidad social de la escena se suma la sensación de aprisionamiento
y de imposibilidad de reaccionar de modo liberador. Colateralmente a esto (en
un cierto sentido entrando y saliendo alternadamente de una condición de
fuerte identificación parcial y conciente(“immedesimazione”) con ella) no puedo
evitar percibir en mí el intento de distanciarme de esa forma de identificación.
Me encuentro pensando que aquella situación era absolutamente bizarra, como
para desrealizarla o quitarle un poco de importancia; así me encuentro
diciéndome que en el fondo le sucedió a ella y no a mí.

Experimento por un lado una fuerte tentación de distanciarme, descargando


conmigo mismo la tensión con una risotada sadomasoquista interior (un poco
como sucede cuando vemos películas tragicómicas en las que al protagonista
le llueven adversidades persecutorias paradojales y el darnos cuenta que le
suceden a él y no a nosotros, permite una descarga liberadora de angustia).

Por otro lado persiste una sensación de pena e incomodidad porque continúo,
al mismo tiempo, poniéndome en el pellejo de ella.

En mi mente además se abre poco a poco un espacio potencial, en forma


totalmente involuntaria, en el cual se configura un inicio de representación, una

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


escena de tinte onírico, “zeitlos”, sin tiempo. Dos personas que creen
conocerse y que en cambio deberían darse cuenta que no se conocen para
nada, se tratan con cortesía formal y con una familiaridad fuera de lugar, con el
agregado de que el reconocimiento del hecho de que son extraños es fuente de
angustia y resistencias prácticamente insuperables y que el deseo de liberarse
de todo eso es frustrado por deber mantener una fachada de respetable
“normalidad” relacional.

El relato de Mónica termina entonces con un final digno de las fases


precedentes: sin decírselo, los dos se regularon poniendo en escena un
alejamiento indoloro, diciéndose inobjetables frases de recíprocos augurios de
buena salud y saludos cordiales, con un sudor frío por el papelón no explicitado
pero inevitablemente percibido y buscando alejarse concretamente del lugar
físico del encuentro lo más rápido posible.

Sigue un cierto silencio. Mónica aparece extenuada después de haber revivido


en el relato su incómoda experiencia.

Mi pensamiento en este punto es más o menos: “existe el peligro de que


nosotros dos aquí corramos el riesgo de hacer como ellos dos allá” y luego, en
seguida: “y como Mónica ha hecho con los suyos y los suyos con ella, con su
fachada inauténtica, intolerante hacia todo lo que desentona o perturba”. Y aún
más: “así como sucede repetitivamente todas las veces que Mónica tiene que
ver con alguna persona con la que debe tener algo que ver de modo
significativo y con alguna posible, real dependencia, conteniendo y disimulando
el miedo, la rabia, la hostilidad, que no puede sentir ni expresar, sonriendo en
vez de gruñir con franqueza”.

Pienso con una sensación de mayor libertad y serenidad, logrando el acceso a


aquella especie de jardín psicoanalítico preconciente que está a los márgenes
del espacio onírico sin tiempo, con figuras sin rostro, que el objeto interno de
Mónica, aparentemente “cordial” y fácilmente contactable, en realidad ambiguo
y extraño, se ha encarnado a un centenar de metros de aquí. Puede ser que se
esté aproximando. Siento que si le propongo ahora la interpretación en
términos de desplazamiento respecto a la sesión, Mónica seguramente
entienda intelectualmente y esté de acuerdo con mi interpretación, y nosotros
estaremos de acuerdo una vez más, permaneciendo como dos extraños
(psico)socialmente correctos. Pero si espero un poco más, quizás el verdadero

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


centro de gravedad de esta escena interna se ponga en evidencia. Estoy atento
habitualmente a regular un tolerable nivel de ansiedad en el paciente,
brindándole interpretaciones contenedoras si es necesario.

Ahora, después que Mónica ha evacuado, al menos en parte, algunos


elementos traumáticos, a través de su narración, siento que empieza a haber
un poco de espacio para el pensamiento.

En efecto, mientras yo me tomo tiempo, revisitando adentro mío con ciertos


escrúpulos las sesiones precedentes (¿habré quizás intentado una empatía
forzada, irrealísticamente socializante como el falso Dr. D...?). Mónica dice una
frase que parece abrir un espacio de trabajo.

Mónica (menos agitada y más triste): “Más que el haber confundido aquel tipo
con el Dr. D., me impresiona el hecho de no haber sido capaz de decirle que
me había equivocado. ¿Por qué? ¿Qué temía?”.

Yo, al menos en parte, sé que cosa temía, porque este algo lo he


experimentado con violencia en carne propia identificándome parcial y
conscientemente (“immedesimandomi”) alternadamente , durante el relato.
Pero ahora no quiero ser yo el que se lo diga, delegándome el sentir y el
reconocer aquellas sensaciones. Mónica tiende a privarse de ellas, liberándose
y evacuándolas en mí. Se priva también de una función que cambiará durante
el encuentro y que Mónica reconoce y describe con sufrida exactitud porque, si
al inicio es fruto de la inducción del otro, desde un cierto punto en adelante, es
en cambio del todo suya. Da la impresión que Mónica hubiera agudamente
empatizado malgré soi con la incapacidad de su interlocutor de admitir el error:
allí donde empatizar no significa simpatizar, sino reconocer, quizás con fastidio
o con pena. Mónica no ha sentido simpatía alguna hacia él en aquel momento,
hacia “él enfrentado con esas dificultades” que son desde siempre las propias.
Ella no siente por ahora simpatía alguna con “ella misma enfrentada con
aquellas dificultades”; su yo y sus objetos internos no parecen aún disponibles,
en este inicio-análisis, a orientarse comprensivamente o protectoramente hacia
su sí mismo en dificultades.

Empatizar significa, por tanto, en esta situación específica compartir


parcialmente y en forma sectorial pero vivencial, la experiencia interna del otro,
sintiéndola y logrando también representársela como sea. Ninguna “bondad”,
ninguna actitud de piadosa protección en este caso, ninguna dulce atmósfera

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


de nobles sentimientos, más bien una maldita incomodad debida justamente a
la condenada percepción de aquello que de desagradable y mezquino cada
uno estaba viviendo con el otro y consigo mismo.

Hay un “papelón” que Mónica no puede todavía “sostener” dentro de sí y junto


a mi, que probablemente tenga que ver de alguna manera con el sentido
subterráneo de autenticidad o inautenticidad de nuestro “interesarnos por su
salud” psicológica. Como he señalado, cuando viene a sesión Mónica se
muestra siempre sonriente y agradable y trata de permanecer así. A causa de
eso no puedo dejar de darle la razón si piensa que yo en efecto “no la conozco”
y ella no me conoce a mí por cómo estaría emocionalmente frente a ella si la
conociera verdaderamente.

Muchos adolescentes, por ejemplo, saben que gran parte de su vida no es


conocida por sus padres, para empezar, su vida sexual: secretas/secretos3
(Mantovani, 1989).

¿Sostendría, por ejemplo, un papelón compartido (partagée) con ella,


reconociéndolo y encontrando la fuerza para hablar de ello con sinceridad?
¿Cómo me las arreglo yo en mi relación interna con mi ideal del yo? ¿Qué
partenaire sería en un incidente analítico tan incómodo y lesivo para la imagen
de mi, de ella, de nosotros?

Mónica ha empatizado a pesar suyo, limitadamente y sectorialmente con la


vivencia del seudo Dr. D. y desde un cierto momento en adelante ha percibido
que también él estaba, a pesar suyo en sintonía, perceptiva –y seguramente
también representativa- con el mismo nivel de la desagradable experiencia.
Esta es una circunstancia curiosa y notable de empatía más bien compleja,
porque está basada en la percepción de la organización interna del otro y de
algunos de sus movimientos internos, pero no puede ser definida como una
experiencia de empatía mental (el sentir y el reconocer) de la que la considero
potencialmente capaz. Por otra parte, la última frase pronunciada por ella me
señala que la paciente está poniendo sobre el tapete un punto problemático
emergente, que presiona desde el preconciente.

Silencio entre nosotros dos. Este silencio es posible también de mi parte


porque sé y siento que Mónica no lo vive como hostil o distante. Esta paciente

3
Se trata de la traducción del juego de palabras en italiano secreti/segreti. (Nota del traductor.)

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


sabe que yo la escucho y que reflexiono sobre todo lo que me comunica y que
estoy dejando espacio a sus pensamientos. Sensación de movimientos
internos, Mónica está trabajando, yo sostengo, porque en este punto de la
sesión he adquirido una suficiente claridad en sentir las cosas y
representármelas y puedo tolerar los tiempos de su reintroyección conflictiva.

Decido por tanto ayudarla, “brindando asistencia” a la pregunta que se formuló.

Analista: “¿Qué cosa podría haber temido?”

Formulo la pregunta en un condicional que permite y hasta favorece un área


potencial de búsqueda un poco vaga, genérica y no constrictiva.

Del modo en que se lo pregunto, favorezco en Mónica la sensación de que yo


no tenía en mente una cosa precisa y que estoy interesado en lo que ella
pueda pensar.

Esto es importante: mi pregunta debe abrir un espacio y no hacerla sentir


presionada por un interrogatorio.

Mónica (con un movimiento de deglución y suspiro): “El papelón. Allí habían


dos papelones terribles: el mío y el suyo. Una cosa insostenible”.

Analista (comenzando a sentirse parcialmente liberado de un peso interno):


“Bien... parece que está comenzando a sostenerlo...”.

La sesión termina poco más adelante en un clima de difícil trabajo desarrollado


y llevado a cabo como luego de pasar por un apuro.

Nos saludamos con la sensación de haber trabajado aun si me parece que


todavía falta mucho por comprender sobre el bizarro episodio que la paciente
ha referido en esta sesión.

Reflexiones después de la sesión.

La escena clínica que les he relatado puede ser objeto de muchas


observaciones y la elección de estas puede ser además de obviamente
subjetiva, también dirigida a evidenciar aspectos interesantes en relación al
tema que estamos tratando.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Por ejemplo, un elemento sobre el que quiero llamar la atención es en primer
término la sensible y precisa percepción que Mónica ha desarrollado, ya luego
de pocos segundos hacia la disposición interna (assetto) de seudo Dr. D.

Volvamos por un momento a la frase con la que Mónica abre el juego de sus
reflexiones, después de su envolvente narración. En aquella frase podemos
encontrar la bifurcación a partir de la que se separan dos caminos, el de la
empatía natural y el de la empatía psicoanalítica.

“más que haber confundido aquel tipo con el Dr. D., me impresiona el hecho de
no poder decirle que me había equivocado. ¿Porqué? ¿Qué cosa temía?

Hemos podido reconstruir a partir de las palabras de la paciente cual, de entre


las cosas que podía temer, era la más cercana a su conciencia, aquella que
había evacuado en parte, en mi, pero no completamente, conservando así una
cierta función comunicativa –y no sólo expulsiva- en el propio relato.

Hemos visto también como bastó un silencio intencional, un vacío, cómplice de


parte del analista, para hacer surgir los contenidos más superficiales hacia la
conciencia.

La primera parte de esta frase (“más que haber confundido aquel tipo con el Dr.
D.”) para la paciente es inmediatamente descartable y superable como
hipótesis privada de interés. Para el analista en cambio tiene un timbre y un
sabor inconfundibles, aun si en ella falta el detalle lingüístico tradicional del “no”
que caracteriza a un bien definido mecanismo de defensa.

Nos encontramos en presencia de una negación que da la primera


representación posible a un contenido, por el momento imposible de afrontar
por el aparato mental de la paciente. Un contenido que es fugazmente
señalado y por tanto inmediatamente desvalorizado, desinvestido y
abandonado.

El analista en este caso funciona instintivamente como un sabueso, en el


sentido de que gracias a su experiencia directa precedente como paciente en
análisis, “olfatea” la negación antes aun de seguir un recorrido metodológico
intelectual como el que llevaría quizás a un experto del lenguaje a las mismas
conclusiones. Esto le permite abrir en su propia mente una ventana, un “file”
específico, que lo lleva a identificarse parcial y conscientemente
(“immedesimarsi”, pero no a identificarse!...) con otra área de la paciente más

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


profunda, en este caso, por ejemplo, podría ser descrita así: “pensar en no
haber sabido distinguir a una persona que conozco de una que no conozco es
algo que me aterroriza; pensar que he distorsionado ilusoriamente el rostro de
aquel tipo para ver y reconocer en él al Dr. D. me hace pensar con terror en mí
misma como funcionando mal psíquicamente, en mí misma ‘psiquiátrica’. ¿Y
porqué habré tenido necesidad o deseo de encontrarme con el Dr. D.? ¿Y
quién debería asociarse en la fantasía a este Dr. D.? Prefiero no pensar en
eso, no pensar en mí misma demasiado regresiva, confusa o deseosa. En
suma, mejor pensar en el “papelón”, aunque por otro lado de escalofríos. Me
asusta también sólo imaginar haber podido poner en escena, sin quererlo
concientemente, el problema de la falsedad que tenderé a reencontrar ‘en
cualquier esquina’ de mi vida por efecto de la repetición; también aquí, con Ud.
Más aún que el papelón, temo darme cuenta que yo no reconozco bien (quizás
porque en parte no lo conozco de verdad) ni a mí misma, ni a los míos, y
mucho menos a Ud.”.

Pienso que esto sea verdaderamente un contenido psíquico profundo e


inconciente que no puede ser interpretado ahora. La paciente recibiría mi
comunicación como una información un tanto estrafalaria.

Lo menciono aquí sólo porque me viene a la mente a causa de su ostensible


negación.

En mi exploración de las situaciones empáticas he llegado a pensar que la


empatía psicoanalítica sea algo diverso, más profundo y complejo, que la
empatía natural de la cual son generalmente capaces las personas dotadas de
una buena y equilibrada sensibilidad (Bolognini, 2004).

La capacidad (ocasional y a menudo huidiza y casi siempre poco programable)


de los analistas suficientemente expertos de compenetrarse con la experiencia
subjetiva y con la compleja organización interna del paciente, contempla un
horizonte más amplio y comprende, por ejemplo, la percepción de los
contornos, de la fuerza y del grado de actividad del yo defensivo.

¿Qué cosa no quiere sentir y pensar Mónica en este momento? ¿Y porqué? ¿Y


con cuánta fuerza no conciente se opone a un profundo contacto consigo
misma? El analista tiene sin duda una concepción teórica escolástica de esta

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


problemática, pero la convicción que he madurado es que esta le sirve, sobre
todo a posteriori, para formalizar conceptualmente sus propias selecciones
técnicas. En cambio, lo que primariamente sucede es que el analista “saborea”
la experiencia del otro (y de sí mismo en el contacto con la experiencia del
otro). La percibe y la valora también cuantitativamente en sus implicaciones
dinámicas a través de una identificación parcial y consciente que involucra a su
sí mismo –entendido como sede y como objeto de la experiencia subjetiva
compleja- mucho antes que a través de una lectura intelectual/racional de parte
de las funciones noéticas del yo.

Dicho de otro modo: lo que diferencia el modo de funcionar de un psicoanalista


del de un psicólogo, un filósofo o un teórico del lenguaje no es solamente el
referente cultural, sino más bien la familiaridad asociativa con el preconciente y
el hábito de un contacto reconocedor de la experiencia psicosensorial del sí
mismo (Bolognini, 2003).

El analista recuerda, asocia, “huele”, “saborea”, se compenetra parcial y


transitoriamente a nivel conciente y preconciente, porque está habituado a
hacerlo, porque ha estado entrenado a hacerlo durante su propio análisis,
porque algún otro, en el tiempo de su formación, le ha hecho percibir el uso
creativo de estas funciones, justamente trabajando con él.

Parte de este trabajo psíquico, sin embargo, están en condiciones de hacerlo


instintivamente, las personas relativamente sanas, que han podido gozar en el
proceso de crianza, de la relación con un progenitor o ambiente
emocionalmente favorable. La especificidad del analista es estar en
condiciones de mantener un campo de percepciones y representaciones más
amplio, más articulado y más móvil.

El analista trabaja, en efecto, con una discreta actitud de suspensión: del juicio,
a la espera de nuevas asociaciones, de la valoración del cuadro clínico y a
veces incluso, suspensión de la actividad representacional (Racalbuto, 1994;
Giaconia, Pellizzari, Rossi, 1997) para favorecer una más espontánea
posibilidad de florecimiento de las asociaciones después de una abstinencia
temporaria. Es una de las posibles lecturas del célebre “sin memoria y sin
deseo” de Bion (1970).

El analista experto está bastante preparado para reservar espacio en el campo


mental para la aparición eventual de nuevas configuraciones más o menos

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


relacionables con las precedentes: el detalle incongruente, el elemento
escindido pueden encontrar hospitalidad en un rincón colateral “suspendido” a
la espera de integración y reconexión con el resto del contexto. Es más bien
poco frecuente que una persona no ejercitada esté en condiciones de tolerar
esto por más de un instante o esté propensa a hacerlo.

Basta pensar en la precipitada rapidez con la que habitualmente, durante una


conversación, las personas se apresuran a dar su parecer al que está
buscando trasmitir una duda, problema o vicisitud propia complicada e incluso
una experiencia interna conflictiva.

El analista, justamente por su formación analítica y personal, y no por haberlo


tomado de los libros, tiene un poco menos de temor que los demás de
enfrentarse a las posibles áreas intermedias intra e inter-psíquicas sin la
pretensión reaseguradora de saturarlas inmediatamente con “contenidos-
tapón”. Además, por ejercicio y formación recibida tiene cuidado de conservar
algunas áreas del sí mismo profesional no infiltrables por entero por la
experiencia –por más fuerte que sea- del otro. Para esto es ayudado, no sólo
por la referencia al complejo mundo teórico propio, sino también por el hábito
de proteger un área interna preconciente valiosa y también por las consultas
que hace a colegas y maestros, que por vía auténticamente introyectiva (y no
por incorporación) se han transformado en parte constitutiva del propio mundo
interno. Esto no lo pone al resguardo de invasiones contratransferenciales y del
“contagio emocional” (Bonino S., Lo Coco A., Tani F., 1998) como cada un de
nosotros lo sabe por experiencia propia. Tampoco pretendo aquí hacer un
elogio carente de crítica o idealizador de la categoría (del analista) porque
sabemos bien que no pasa un día sin que nuestros límites psicológicos y
técnicos reciban amplia confirmación en el trabajo clínico.

Estoy bastante seguro de que difícilmente Mónica encontraría espera, escucha,


espacio, resonancia, comprensión, técnica mayéutica adecuadas, fuera de
nuestros consultorios profesionales, aun si el interlocutor fuera teóricamente
muy entrenado pero sin ejercicio en el contacto preconciente con el sí mismo, o
sanamente sensible y con capacidad de respuesta pero no metódicamente
formado en la suspensión y la complejidad.

Volvamos una vez más a Mónica y a la sesión. Hay otro elemento clínico
fundamental que emerge del material de la sesión, entendido no sólo como

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


narración de parte de ella misma, sino también como vivencia co-
experimentada por el analista durante la escucha y sólo fatigosa y
discontinuamente reconocida, pensada e integrada vivencialmente, en el
momento en el que acontece.

Es un detalle de contratransferencia: mi último baluarte, mi última defensa, mi


pensamiento “...bueno, en el fondo esta situación desagradable le pasó a ella y
no a mi...”. No es frecuente que recurra frecuentemente a un dispositivo de este
tipo para neutralizar un malestar surgido por la identificación parcial y
consciente con el otro, una angustia por compartir. Tengo motivos para creer
que en ese pasaje se ha verificado (por lo menos también) un contagio
defensivo inconciente, algo similar a lo que Anna Freud (1936) llamaba una
“transferencia de defensas”.

El rechazo proyectivo, el liberarse de una experiencia penosa atribuyéndola


exclusivamente al otro, podría parecer a primera vista realista: al pseudo Dr. D.
lo ha encontrado Mónica y no yo y ellos dos han dado vida a la escena
descripta. Pero es también cierto que en un plano no lógico sino psicológico,
experiencial, esta escena me ha “sucedido” también ahí, identificándome
parcial y conscientemente con Mónica, y que mi tentativa de defenderme de la
incomodidad experimentada podría haberse conformado en base a aspectos
específicos del funcionamiento defensivo de ella, posible objeto de
identificación inconsciente por parte mía.

“Yo no lo conozco”, “no es asunto mío”, “yo no tengo nada que ver”, “no se de
qué hablan”, etc., son las clásicas expresiones del que intenta afirmar o rebatir
la propia y absoluta ajenidad en relación a una situación inaceptable.

En el lenguaje común, se acostumbra a decir que el individuo, describiendo en


tales términos la propia relación (o más precisamente la no-relación) con un
objeto o situación, “se disocia”.

Podemos disociarnos, sin darnos cuenta, de las propias sensaciones,


percepciones, pensamientos y recuerdos, de vastas partes del sí mismo,
permaneciendo conscientes y escindidos verticalmente en el yo. A veces, como
se suele decir, la mano izquierda no sabe qué hace la mano derecha. A veces
en cambio lo sabe, pero esto no le garantiza sentirse y moverse en forma
integrada con la otra mano. La disociación incompleta existe en
correspondencia con una condición de escisión.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Recuerdo el relato de una paciente que sufría mucho que, describiéndome su
relación sexual con el marido, al que odiaba, decía que “le dejaba a disposición
el esqueleto” observando la escena de modo desafectivizado y alejado del
exterior, como si ella estuviera a dos o tres metros de ellos dos (un relato
verdaderamente tremendo).

Alejarse físicamente, escapar, “disociarse de”: Mónica me ha expuesto quizás –


este es mi pensamiento en ciernes, reflexionando con calma y volviendo a
saborear lo sucedido- a la prueba de la escisión interna. Sería la misma que ha
compartido con terror con aquel desconocido, cuando ha transformado
ocasionalmente lo intrapsíquico en interpersonal con el pseudo Dr. D. (como
sucede cuando el inconciente desborda el psiquismo individual y se vuelve
escena compartida) y luego de nuevo en lo intrapsíquico (mío) en sesión.

La comprensión de estos eventos, que no se colocan habitualmente en los


niveles conciente y/o preconciente, no puede ser inmediata.

En mi visión de la empatía, el compartir no corresponde para nada a la


empatía, sino que es solamente un potencial precursor (Bolognini, 1998). Resta
todavía mucho trabajo contratransferencial (Di Benedetto, 1998) por
desarrollar, antes que del compartir (que puede ser un evento traumático no
integrado por el representar y el elaborar) se pase a la comprensión empática
propiamente dicha.

Muy a menudo el compartir o la convocatoria a participar en la extensión


interpersonal de una escena intrapsíquica, tienen que ver sustancialmente con
la repetición y no con la empatía.

La mayor parte de mis consideraciones, como verán, son relativas a la


disposición intrapsíquica del yo, del superyo o del ideal del yo de Mónica hacia
sí misma.

Pero hay otros elementos aún, en el campo analítico de la sesión que he


referido, que nos permiten reflexionar sobre un ulterior posible desarrollo de
este análisis.

La asociación del analista con la novela de Javier Marías, abre diferentes


escenarios, por ejemplo respecto al argumento de la sexualidad por vía de la
prostituta, que me ha venido a la mente. ¿No tendrá nada que ver toda la
elucubración sobre el “papelón” con el hecho de haber parado a un hombre por

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


la calle, aunque sea habiendo creído reconocer en él un interlocutor
socialmente irreprochable?

¿Cuáles porciones de la transferencia, cuáles fantasías están en este aspecto


oscurecidas en nuestra exploración?

¿Cuál es la relación de este episodio con la separación?

¿Podemos reconsiderar más atentamente la “obnubilación” de la paciente en


reconocer al objeto en proximidad de una separación anunciada, conectado a
un posible desinvestimento defensivo respecto del objeto mismo?

Y la mujer “desaparecida” de la novela, que también me ha venido a la mente,


puede ser quizás oscuramente conectada de alguna manera con la hermana
de la paciente que por vicisitudes amorosas y sexuales se fue tempranamente
de la casa de los padres?

Así intuyo que sexualidad y separación, amor y auténtico reconocimiento


recíproco parecen estrechamente anudados en el mundo interno de Mónica y
probablemente de esto haremos experiencia en el futuro.

No iré más allá en el análisis de la sesión de Mónica y no quiero pretender


extender mi mirada demasiado lejos. Demos tiempo a que se despliegue el
análisis y se desarrolle más ricamente la complejidad de la transferencia de
Mónica. Complejidad mucho más amplia que la discutida en este trabajo,
donde he intentado focalizar la atención sobre algunos elementos específicos.

Mi interés ha estado dirigido en este trabajo, a evidenciar algunos puntos


fundamentales que resumo brevemente:

 La empatía es una condición compleja, que no se limita para nada a la


concordancia con la vivencia conciente egosintónica del paciente (la
hipótesis de los “simplificadotes” groseros) ni con una parte específica
conciente o inconciente privilegiada por una teoría (como por ejemplo el
“sí mismo narcisisticamente herido” para los kohutianos). Requiere
espacio y suspensión para identificarse parcial y conscientemente en
forma articulada con las diferentes áreas y niveles del paciente.

 La empatía no puede ser programada, porque se realiza a través de


ocasionales, indecibles aperturas de los canales preconcientes del
analista, del paciente o de los dos.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


 La experiencia formativa del analista lo pone en cierta ventaja respecto a
la mayoría de las otras personas, en el sentido de poder crear
condiciones intra e interpsíquicas que promuevan situaciones de tipo
empático un poco más fácilmente y de modo más articulado.

 La empatía no tiene nada que ver con la bondad ni con la simpatía,


porque puede realizarse sobre la base de una compenetración en sí
misma poco gratificante, que se vuelve posible a veces, justamente por
la resonancia específica con las correspondientes áreas “indeseables”
presentes en el psicoanalista o con sus sentimientos negativos.

 La empatía psicoanalítica comprende la posibilidad de acceder con el


tiempo, a través de la elaboración contratransferencial, también a la
reintegración de componentes escindidos, no sólo hipotetizados –de
forma artificial- sino experimentados y reconocidos por el analista en un
régimen de conocimiento vivencial.

 Si la conciencia es la sede natural de la organización y de la

formalización de la vivencia “a la luz del yo”, el preconciente es el lugar

de la exploración de la experiencia del sí mismo propio y del otro.

Según mi parecer, los analistas son comparables en esta actividad a aquellos

buzos que pertrechados sólo con “instrumentos naturales” están en

condiciones de explorar el ambiente marino hasta pocos metros de

profundidad. Una posibilidad bien modesta respecto a los abismos que se

abren frente a ellos, pero incomparablemente valiosa en comparación con el

vano esfuerzo de perspectiva de quien, como muchos pacientes, en esa agua,

no han estado nunca en condiciones ni de meter un pie.

BIBLIOGRAFÍA

Beres D., Arlow J. A. (1974): "Fantasy and Identification in Empathy".


Psychoanal. Q., 43, 26-50.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Bion W. R. (1970): "Attention and Interpretation": a Scientific Approach to
Insight in Psychoanalysis and Groups". Tavistock, London.
(1967): Second Thoughts. Heinemann, London.

Bolognini S. (1984): "Empatia: presentazione al Centro Veneto di Psicoanalisi",


10 Aprile 1984.
(1991): "Gli affetti del'analista: analisi con l'Io e analisi col Sè". Riv.
Psicoanal., 37, 339-371.
(1997a): "Empatia e differenza". In Sacerdoti G., Racalbuto A.
"Differenza, indifferenza, differimento". Dunod, Milano.
(1997b): "Empatia e patologie gravi". In "Quale psicoanalisi per le
psicosi?", a cura di A. Correale e L. Rinaldi, Raffaello Cortina Ed. Milano.
(1997c): "Empathy and Empathism". Int. J. Psychoanal., 78, 279-
293.
(1997d): "The "kind-hearted" versus the "good" Analyst: Empathy
and Hatred in Countertransference". In Bertolini G., Giannakoulas A.,
Hernandez M., Molino T. "Squiggle and Spaces", Rebus Press, London.
(1998): "Compartir y malentender". Rev. de Psicoanalisis, 55, 7-20.
(2001): "Empathy and the Unconscious". Psychoanal. Q., 70, 447-
473.
(2002): "L'empatia psicoanalitica". Bollati Boringhieri Ed., Torino.
(2003): "Parler choses, parler mots". Libres Cahiers pour la
Psychanalyse, 7, 15-20.
(2003): "Vrais et faux loups. L'alternance du refoulement et du
clivage dans les tableaux cliniques complexes". RFP, 67, 1285-1304.
(2004): "Misunderstandings on Empathy". Bulletin of the British
Psychoanalytical Society, February 2004.

Bonino S., Lo Coco A., Tani F. (1998): "Empatia. I processi di condivisione delle
emozioni". Giunti Ed., Firenze.

Di Benedetto A. (1998): "Sperimentare un pensiero che verrà". Riv. Psicoanal.,


44, 5- 22.

Eiguer A. (1993): "Un des traits specifiques du dialogue analytique:


l'imprevisibilité". Psychanal. Europe, 42, 20-29.

Faimberg H., Corel A. (1990): "Repetition and Surprise: a Clinical Approach to


the Necessity of Construction and Its Validation". Int. J. Psychoanal., 71, 411-
420.

Fonda P. (2000): "La fusionalità e i rapporti oggettuali". Riv. Psicoanal., 3, 429-


449.

Freud A. (1936): "L'Io e i meccanismi di difesa". In "Opere", vol. 1, Bollati


Boringhieri, Torino.

Freud S. (1921): "Psicologia delle masse e analisi dell'Io". In "Opere", vol. 9.

Giaconia G., Pellizzari G., Rossi P. (1997): "Nuovi fondamenti per la tecnica
psicoanalitica". Borla Ed., Roma.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


Greenson R.R. (1960): "Empathy and its Vicissitudes". In Greenson R. R.
(1978) "Explorations in Psychoanalysis", Int. Univ. Press, New York.

Grotstein J. (1982): "Splitting and Projective Identification". Jason Aronson, New


York.
(2003): "Projective Identification and Projective Transidentification. A
reassessment and extension of the concept". (In press).

Klein M. (1955): "On Identification". In "New Directions in Psycho-Analysis",


edited by Heimann P., Klein M., Money-Kyrle R., Tavistock, London.

Kohut H. (1971): "The Analysis of the Self". Int. Univ. Press, New York.
(1977): "The Restoration of the Self". Int. Univ. Press, New York.
(1984): "How Does Analysis Cure?" Univ. of Chicago Press.

Modell A.H. (1990): "Other Times, Other Realities. Toward a Theory of


Psychoanalytic Treatment". Harvard University.
Press, Cambridge, Massachussettes.

Money-Kyrle R. (1956): " Normal Countertransference and Some of Its


Deviations". In "Papers 1927-1977", Clunie Press, Pertshire, 1978.

Mantovani M. (1989): "Menzogna". In: "Trattato enciclopedico di psicologia


dell'età evolutiva" a cura di M. Batacchi, vol. 2, parte 2, pagg. 847-859, Piccin
Ed., Padova.

Marìas Javier (1994): "Manana en la batalla piensa en mi". Alfaguara Ed.,


Madrid.

Olden C. (1958): "Notes on the Development of Empathy". Psychoanal. St.


Child, 13, 505-518.

Racalbuto A. (1994): "Tra il dire e il fare. L'esperienza dell'inconscio e del non


verbale in psicoanalisi". Raffaello Cortina Ed., Milano.

Rosenfeld H. (1987): "Impasse and Interpretation". Tavistock, London.

Schacht L. (2001): "The capacity to be surprised". Richard e Piggle, 9, 117-130.

Schafer R. (1959): "Generative Empathy in the Treatment Situation".


Psychoanal. Q., 28, 342-373.
(1983): "The Analytic Attitude". Basic Books, New York.

Steiner J. (1996): "Psychic Retreats. Pathological Organisations in Psychotic,


Neurotic and Borderline Patients.

Widlocher D: (2003): "La personne du psychanalyste et les processus


d'empathie et de co-pensées". FEP Bulletin, 57, 89-95.

ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)


ISSN 1688-7247 (2005) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (100)

También podría gustarte